Frank marcano

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Las constelaciones de la Serpiente y el Colibrí Metáfora del espacio abierto de Caracas Frank Marcano Requena

Colección Ensayos de Postgrado - 7 Ediciones Facultad de Arquitectura y Urbanismo / Universidad Central de Venezuela


Ediciones Facultad de Arquitectura y Urbanismo Universidad Central de Venezuela Colección Ensayos de Postgrado Las Constelaciones de la serpiente y el colibrí. Metáfora del espacio abierto de Caracas Frank Marcano Requena Producción Editorial: Ediciones FAU UCV Coordinación Editorial: Azier Calvo Diseño Gráfico: Metaplug C.A. Eduardo López / Lucas García Diagramación y Montaje: Michela Baldi Impreso por: L+N XXI DISEÑOS C.A. Facultad de Arquitectura y Urbanismo Universidad Central de Venezuela Coordinación de Estudios de Postgrado Avenida Carlos Raúl Villanueva. Edificio Facultad de Arquitectura y Urbanismo Planta Baja, Los Chaguramos.Caracas 40362 Teléfonos 58 (212) 605-1990/2004 e-mail: ediciones@fau.ucv.ve site: www.fau.ucv.ve Derechos reservados Ninguna parte de este libro puede ser reproducido en cualquier forma sin previa autorización de Ediciones Facultad de Arquitectura y Urbanismo Universidad Central de Venezuela Depósito Legal: lf1402011700267 ISBN:978-980-00-2646-5 Caracas 2011


Universidad Central de Venezuela Cecilia García Arocha Rectora Nicolás Bianco Vicerrector Académico Bernardo Méndez Vicerrector Administrativo Amalio Belmonte Secretario Facultad de Arquitectura y Urbanismo Guillermo Barrios Decano Gustavo Izaguirre Director de la Escuela de Arquitectura " Carlos Raúl Villanueva" María Isabel Peña Directora del Instituto de Urbanismo Idalberto Águila Director del Instituto de Desarrollo Experimental de la Construcción Iris Rosas Coordinadora de Postgrado Beatríz Meza Coordinadora de Docencia Rosario Salazar Coordinadora de Investigación Mitchele Vidal Coordinadora de Extensión Marieva Payarés Coordinadora Administrativa Comité Editorial de Ediciones FAU UCV Azier Calvo: Coordinador General. Eugenia Villalobos José Enrique Blondet Idalberto Águila Marta Vallmitjana Michela Baldi Mayoira Flores


A g r a d ecimientos A Catalina Gaspar y Gabriela K i z e r cuya motivaci贸n en los tallere s literarios del Celarg y de la Fa c u l t a d de Arquitectura y Urbanismo d e l a UCV, dieron lugar a estos escr i t o s


ÍNDICE

Presentación 7

I. Introducción 9

II. Nuevos ejes del espacio urbano de Caracas 15

III. Las Constelaciones del Colibrí 29



PRESENTACIÓN

Presentación En este texto se plantea de manera novedosa el tema de la percepción de la estructura de los espacios abiertos de Caracas. La esencia principal o el cuerpo del mismo lo recoge sin duda alguna, la cita hermosa y sugerente de Valery utilizada como epígrafe en la tercera parte del trabajo. El ensayo se inicia con una introducción en la cual el autor esboza y se aproxima a modo de trasfondo conceptual, a la “materia metafórica” antropológica e imaginal. En las dos partes siguientes desarrolla lo que en realidad es el objetivo del artículo: despertar un interés más imaginativo sobre Caracas que rompa el esquema unilateral este-oeste con que solemos observarla abriendo ejes norte sur y una mayor riqueza o pluralidad de formas evocadoras en la visión del patrón urbano. Es notable el esfuerzo que el autor arquitecto y urbanista, realiza al explorar con todas las dificultades que esta incursión representa, la integración a su campo de estudio de otras áreas que podrían parecer ajenas al suyo pero que sin embargo, pueden enriquecer su propio campo de estudio. De esta manera el autor da rienda suelta a su rica imaginación y sensibilidad como urbanista utilizando un material metafórico o imaginativo que lo titula” Las Constelaciones de la Serpiente y el Colibrí”

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PRES E N TAC I Ó N

Con esto reorganiza la lectura del plano de la ciudad de Caracas de la misma forma en que para ordenar el aparente caos del firmamento se propusieron constelaciones, seleccionando estrellas significativas como instrumento para organizar y explicar su lectura. En el caso de Caracas las constelaciones se corporizan mediante la utilización de figuras evocativas y simbólicas como la de la serpiente y el colibrí. Evocando la serpiente, al eje existente este- oeste y la imagen de fuerza y conexión con lo terreno y proponiendo para el aparente caos de los espacios públicos norte- sur una forma precisa de reconocimiento: siete colibríes, valorando así su poder evocador, la hermosura de su imagen y su capacidad de erigirse en símbolo de movimiento como epítome que resume la actividad que se realiza en los espacios abiertos. Una dualidad que escenifica la existencia de sistemas opuestos pero complementarios cuyo reconocimiento es una realidad insoslayable para organizar la realidad urbana. Finalmente, permítame la licencia para dejar una interrogante que me ha motivado este ensayo: ¿Cuál sería la figura más potente y evocadora para formalizar y organizar una lectura de ese territorio tan esfumado y caótico, irreconocible y mal percibido por los urbanistas que es el “Cerro del Avila” y su entorno: el litoral central y la ciudad de Caracas. ¿Que figura evocaría una mirada que rescatara la unidad indisoluble de ese universo tan desarticuladamente percibido y cómo conmover e interesar a quienes la habitamos y estudiamos? Marta Vallmitjana


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I. Introducción On ne voit bien qu´avec le coeur. L´essentiel est invisible pour les yeux Saint-Exupéry Le Petit Prince

Desde la más remota antigüedad el hombre ha sentido una fuerte atracción por el cielo. En todas las culturas lo ha convertido en un espacio mágico y lúdico, centro de evocaciones y ensoñaciones. Ensimismarse en la bóveda celeste permite abrir los ojos a realidades que escapan de su comprensión y sobreponerse a los reducidos espacios en los cuales se mueve la cotidianidad, a la vez que proporciona la oportunidad de interrogarse sobre su origen y su futuro. Percibir con el corazón –como lo afirma Saint-Exupéry– es requisito para comprender lo esencial; y así, para entender los misterios de la bóveda celeste ha necesitado verla a través de sus emociones.

El recurso de ver con el corazón –entender por medio de los sentimientos– ante la imposibilidad de explicar un fenómeno, permite establecer lentamente códigos de lectura para acercarse a la comprensión de una realidad determinada. A este efecto, el hombre traza rutas y senderos intuitivos, emprendiendo un largo camino que lo lleva a aprehender lo real, para así alcanzar una visión más completa de ello.

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De cuanto queda al alcance de sus sentidos, el firmamento como representación de lo inconmensurable siempre atrapa nuestro interés. Desde que se formalizaron las constelaciones, ese refulgente y cautivante texto, inicialmente indescifrable, deviene un gran libro abierto en el cual es posible encontrar signos y pautas de acontecimientos importantes. Las constelaciones fueron instrumentos para leer la posición de las estrellas y derivar de su localización enseñanzas y conocimientos para organizar la vida cotidiana. A partir de ese momento, el hombre reconocía diferentes cuerpos celestes y obtenía de ellos información relevante para su cotidianidad, como ordenar y marcar los períodos de inicio o finalización de actividades –como la siembra y la cosecha–, o identificar las estaciones del año. Al volver la vista al cielo, las constelaciones se convirtieron en el instrumento para descrifrar un desorden aparente: ellas ilustraban códigos de determinadas historias, presentes en textos y cartas de navegación, para trazar u orientar rutas y viajes. Desde ese instante, la bóveda celeste se transformó en una atrayente y enjoyada pizarra, en la cual es posible encontrar una explicación cosmogónica y un recordatorio permanente de usos o costumbres colectivas que deben respetarse.

Esa relación entre el arriba –el cielo– y el abajo –la tierra– forma un binomio polar que constituye uno de los sistemas duales con mayor valor simbólico diseñado por el hombre. Atado a la tierra, éste levanta su rostro hacia las estrellas en una acción alada, que le permite trascender su aparente pesadez y comprender y explicar el mundo que lo rodea. El


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conocimiento actúa como metáfora de su transformación en un ser con otras dimensiones y características: “en el plano superior se aloja el espíritu, en el inferior la materia, convirtiendo a los hombres en seres de dos mundos”1. Las constelaciones se transforman en naves en las cuales es posible surcar los cielos para orientarse en la tierra y que hacen posible esa dualidad, permitiendo desde ese momento moverse en ambos mundos.

En efecto, los astrónomos de la antigüedad imaginaron ver en el firmamento figuras de personas, animales u objetos, apelando al recurso de corporizar –bajo formas evocadoras– agrupaciones aparentes de estrellas, identificadas con un código de significados particulares, creando así un lenguaje universal. Seleccionar una forma para sustentar la representación de un modelo ideal es el mecanismo con el cual se delinean las constelaciones; esa formalización constituye el acto de creación de un nuevo territorio que pasa a ser conocido y dotado de nuevas significaciones.

Dos aspectos importantes permiten dimensionar este efecto corporizador o formalizador de conceptos. El primero se resume en que “para ver una cosa hay que comprenderla”2; afirmación con la cual Jorge Luis Borges propone invertir la noción tradicional de perspectiva, que establece la necesidad de ver previamente para poder luego comprender. Esa inversión del concepto se produjo con la construcción de las constelaciones,

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pues fue necesario comprender el firmamento de acuerdo a los conocimientos previos que el hombre de la antigüedad tenía a su disposición, basándose para ello en imágenes utilizadas como instrumento de interpretación. De la percepción, se pasó a establecer parámetros para crear y desarrollar el conocimiento del firmamento. Las constelaciones no son una consecuencia práctica de comprender el cielo, sino la materialización de una cosmogonía, de un sistema de creencias que explica el mundo y que posteriormente adquiere usos prácticos derivados de su significado originario. A través de este subterfugio, primero se crearon las imágenes y luego, a través de ellas –muchos siglos después–, se desarrolló el conocimiento científico de la bóveda celeste.

El segundo aspecto a mencionar se refiere a que para tomar posesión de un concepto o un territorio –bien sea física o idealmente– el hombre necesita realizar ritos que repitan simbólicamente el acto de la creación, ya que, como opina Mircea Eliade3, “la zona inculta es primeramente cosmizada, luego habitada”; es decir, que todo territorio ocupado con el fin de constituir espacio vital es transformado de caos a cosmos. El rito de conferir forma a un territorio es el acto que permite aprehenderlo y transformarlo en conocido. Cuando se habla de una zona inculta, se hace referencia a todo aquel espacio no culturizado por el hombre, no colonizado u ordenado según sus reglas. Utilizar la formalización como instrumento para establecerse en una región nueva o desconocida


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equivale al acto de creación, que permite tomar posesión de ella y disponer de una representación que le ayude también a comprenderla.

El trayecto de pasar de lo incomprendido –o del caos– a lo formalizado ha sido históricamente instrumento para la creación de nuevas realidades: el empleo de la cuadrícula como base formal de la fundación del sistema de ciudades hispanoamericanas por España quizás sea el ejemplo más destacado de creación de nuevas realidades en nuevos territorios. Las constelaciones de la Antigüedad, precisamente, dieron forma a la inexplorada bóveda celeste para convertirla en una realidad mensurable para el hombre y permitir su lectura: comprender y cosmizar esa realidad para explorar y colonizar el firmamento fueron herramientas de su organización; conocer y formalizar son acciones necesarias para organizarlo y constituyen la base de su comprensión. Finalmente, podríamos decir que las constelaciones son construcciones de objetos idealizados, corporizados por el hombre para descifrar una realidad compleja, con el fin de aprehenderla y, por ende, comprenderla. Se trata de una elaboración que se caracteriza por utilizar lo formal como instrumento de reconocimiento, en la que se privilegia la imagen sobre lo corpóreo y se valoriza la percepción. Sabemos que esa forma es arbitraria al depender de quien la observe y, por lo tanto, dicha cualidad responde a una mirada cultural.

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Este largo trayecto que ha recorrido el hombre para visualizar, entender y explicar un fenómeno que siempre lo ha cautivado –la bóveda celeste– concluyó, al menos por ahora, con la creación de un objeto: las constelaciones. Este periplo, organizado a partir de entender lo maravilloso percibido como real, culmina en entender lo real anteriormente percibido como maravilloso. Partir de este punto de vista específico fue el recurso utilizado en el caso de las constelaciones y que permitió llegar a comprenderlas. Este recurso ofrece una nueva visión de un territorio cuando ya se encuentra cosmizado mediante códigos solidificados en el tiempo. Redefinirlo a partir de lo maravilloso ayuda a romper la fuerza de lo establecido y a subvertir el orden existente, para hacer posible miradas diferentes y con ello despejar un nuevo horizonte, crear otra direccionalidad que permita realidades alternas. Tal y como dice Gastón Bachelard4, “una imagen poética puede ser el germen de un mundo, el germen de un universo imaginado ante las ensoñaciones de un poeta”. Esa imagen servirá para crear otra realidad, ese otro mundo necesario para asegurar la otra visión que lo enriquezca y haga posible nuevas miradas y nuevas cosmogonías. Un territorio interpretado de manera diferente permite nuevas propuestas que ayuden a comprender y valorar su complejidad. Es posible impactar el imaginario colectivo con una construcción epistemológica que transforme la estructura original, partiendo del interés en colonizarlo y no en reconstruirlo; es decir, lo que se desea es redefinirlo mediante una nueva formalización, la cual fungirá de instrumento catalizador que marque y active profundamente la imaginación creadora de los usuarios de ese territorio.


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II. Nuevos ejes del espacio urbano de Caracas Para permitir una nueva lectura del sistema de espacios abiertos de Caracas, resulta imprescindible construir una nueva realidad que permita su concreción. Los espacios abiertos tradicionales se han organizado a lo largo de líneas de tensión que atraviesan el valle donde la ciudad se asienta, en sentido longitudinal este-oeste; por supuesto que esta visión se apoya en sus condiciones geográficas y espaciales. A diferencia del eje del mundo o axis mundi que simboliza el orden de la creación y la organización espacial o metafísica en un universo consistente y bien trabado, estos ejes este-oeste que constituyen la espina dorsal del ordenamiento espacial de Caracas no valorizan el resto de la estructura urbana donde se insertan, sino que producen un universo urbano poco consistente y con evidentes problemas de organización. Para reorganizar esa estructura es imprescindible una lectura complementaria en sentido norte-sur, que ofrezca un sistema de espacios públicos consistente y bien trabado y un verdadero axis mundi caraqueño. (Figura N° 1).

Tal como hicieron los hombres en la antigüedad, queremos tomar la figura de las constelaciones como instrumento para marcar una nueva visión del espacio urbano, pero esta vez no sobre el firmamento sino

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Esa relación entre el arriba –el cielo– y el abajo –la tierra– forma un binomio polar que constituye uno de los sistemas duales con mayor valor simbólico diseñado por el hombre


Nuca Blanca Fi g u r a N ยบ 1


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sobre el plano de la ciudad. Será necesario, primero, comprender la estructura tradicional de la ciudad reconocida por todos y después proponer un nuevo sistema de espacios abiertos que permita trascender la visión incompleta existente. Contamos con este mecanismo para revelar la verdadera dimensión, escala y potencialidad de los espacios abiertos de una ciudad como Caracas; deseamos que la estructura establecida y aceptada del sistema de espacios públicos –que enmascara la complejidad del territorio urbano que cotidianamente recorremos– se modifique, aceptando así su complejidad: mientras la visión actual – congelada y estática– no se modifique, se nos dificultará percibir la riqueza y potencialidades de sus espacios abiertos. Descongelar la ciudad abrirá caminos para organizarla de otra manera, es decir, hará posible su reinterpretación. En ese sentido, para estructurar esta lectura nos apoyaremos en puntos importantes de espacios abiertos, tanto existentes como potenciales.

La revisión del plano de Caracas ofrece una compleja estructura de símbolos que representan sus características urbanas; esa representación identifica espacios con ciertas particularidades y produce una imagen múltiple, difícil de descifrar y de aprehender, que incentiva la perplejidad. De la misma forma en que para ordenar el aparente caos del firmamento se propusieron constelaciones, seleccionando estrellas significativas como instrumento para organizar y explicar su lectura, podemos reorganizar la lectura del plano de la ciudad de Caracas identificando


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puntos relevantes que estructuran y ordenan el sistema actual de espacios abiertos, pero sobre todo el nuevo sistema que propondremos. De esta manera, se utilizarán códigos formales similares a los explicitados en las antiguas constelaciones. (Figura N° 2)

Las constelaciones que proponemos, intentan conferir forma al sistema actual y futuro mediante la identificación de ejes de espacios abiertos en Caracas. Es decir, presentaremos la formalización del eje existente, esteoeste, e intentaremos transformar el aparente caos del espacio público norte-sur de la ciudad en un cosmos, permitiendo reconocer en ese territorio amorfo desde el punto de vista espacial formas precisas para cosmizarlo. Con este recurso, reconoceremos el eje tradicional como realidad y dotaremos a los nuevos ejes de significado urbano. En estos últimos identificaremos puntos claves o nodos de esos espacios abiertos, los cuales servirán para trazar las figuras que luego corporizarán las constelaciones urbanas, y de esta forma evocar y marcar un nuevo sistema de espacios abiertos que reconozca y aproveche las potencialidades presentes en la ciudad.

Identificar estos ejes como constelaciones permite crear el instrumento nemotécnico que, por una parte, posibilita su lectura espacial, y por la otra, convoca el imaginario colectivo a través de figuras evocadoras y potentes. Las constelaciones se corporizarán mediante la utilización de las figuras de la serpiente y el colibrí.

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Para reorganizar esa estructura es imprescindible una lectura complementaria en sentido norte-sur, que ofrezca un sistema de espacios pĂşblicos consistente y bien trabado y un verdadero axis mundi caraqueĂąo


Figura Nยบ 2

Cola de Hoja

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Como afirma Bachelard, la imagen poética permite crear un mundo a partir de la ensoñación, trascendiendo la falta de ligereza de lo acostumbrado. Ella actúa como catalizador de evocaciones y hace posible fijar imágenes para corporizar una nueva visión. Queremos trabajar las imágenes de la serpiente y el colibrí como “objetos de ensoñación”, esperamos con este recurso convertir en realidad este discurso urbano. Las metáforas “no son a menudo sino un desplazamiento de pensamientos, por un afán de decir mejor, de decir de otra manera la imagen”5. La imagen que refleja y asocia ámbitos aparentemente inconexos fue magistralmente utilizada por el hombre desde la antigüedad para conformar el mundo. Así, la serpiente y los colibríes se convertirán en instrumentos para convocar y encontrar resonancias internas en el imaginario colectivo y dibujar con fuerza los ejes de espacios abiertos que queremos proponer.

Desde el momento en que seleccionamos figuras atrayentes y llenas de significado para formalizar las constelaciones del espacio abierto de Caracas, contamos con la metáfora que permite el desplazamiento de pensamientos y decir de otra forma ese discurso. La serpiente y el colibrí fueron seleccionados después de un largo camino de pruebas, tanto a través de reflexionar sobre ellos, de escribir y desarrollar ideas, de consultar y leer ensayos, como de representar diferentes alternativas mediante esbozos o croquis para su ubicación y localización espacial dentro del plano de la ciudad. Este recurso, representar una realidad


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mediante imágenes sugerentes, permite partir de la idea de las constelaciones y avanzar tanteando –utilizando el croquis como instrumento de diseño–, dejando salir, mediante el tanteo gráfico y el balbucear del lápiz6, las imágenes que se encuentran ancladas en nuestro subconsciente, para así construir la corporización deseada.

La utilización de la dualidad escenificada entre la serpiente y el colibrí refleja el deseo de reconocer la existencia de sistemas opuestos pero complementarios dentro de los espacios abiertos de Caracas. Hemos dicho que hasta el momento sólo se ha privilegiado el sistema este-oeste, y hasta que no se asuma la existencia de los sistemas norte-sur como una necesidad insoslayable, no se podrá organizar su realidad urbana. La construcción de los nuevos sistemas y su integración permitirán aceptar holísticamente la complejidad de la estructura urbana. Reconocemos, el eje tradicional este-oeste como el existente, y los ejes norte-sur, no conformados aún, como lo imaginado. Existente e imaginado: dos características de la dualidad de los espacios abiertos que marcan la metáfora urbana que presentamos. La dualidad escenifica la unidad cósmica del imaginario cultural del hombre, representada claramente en la tradición indígena precolombina por la serpiente con las plumas verdes del quetzal, la cual integra los atributos simbólicos de pájaro y serpiente, es decir, el cielo y la tierra, aspectos de una sola realidad.

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Esta dualidad, además, preside el discurso de los espacios abiertos de Caracas, dotándolo de la cualidad que ilustra la aparente oposición entre lo existente y los nuevos imaginarios urbanos; se plantea la dualidad en términos modernos, tal como lo propone Arthur O. Lovejoy, como una relación entre ideas y realidad, reconociendo la estructura a sugerir como “espacio de las ideas” y la existente como “espacio de lo persistente”, de lo concreto.

De la serpiente resaltamos su carácter simbólico y atávico, presente en el imaginario del hombre de cualquier cultura. La uroboros de los griegos –la serpiente que se muerde la cola–, símbolo del eterno retorno o de la eternidad en general, se convierte en una imagen apropiada de la estabilidad del eje de espacios este-oeste de Caracas y a la vez sirve como símbolo de la condición formalizada del espacio urbano existente, eje que serpentea por todo el valle, dotado de características en las que se resalta su unicidad como hecho concreto de ciudad. La serpiente representa lo terrenal, la fuerza serpentil y su capacidad de encarnar lo permanente, apegada a valores urbanos que resurgen de la tierra y le permiten convertirse en símbolo de estabilidad. Si acudimos a la mitología Huichol, la serpiente aparece dotada de dos cabezas con las fauces abiertas, la del oeste con la que engulle al sol poniente, y la del este con la que escupe al sol naciente. En este caso nos interesa resaltar la analogía de la orientación de dicho eje, que une las puertas de la ciudad del este con las del oeste.


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El eje este-oeste es el que se encuentra afianzado en la ciudad, reconocido por ella, sacralizado por la costumbre y alrededor del cual Caracas se ha ido desarrollando y construyendo, desde los años cincuenta, en su marcha urbana hacia la colonización del valle. Su orientación coincide con el levante y el poniente, imagen de lo persistente. Su condición de eje establecido se basa en su relación estrecha con la tierra y lo subterráneo, así como con la morfología del valle –sus condiciones geográficas: montañas y río–, mientras que los sistemas de movilización urbano a lo largo de este eje –asociados a la velocidad– permiten vincularlo con las vías principales, líneas de metro, avenidas y autopistas que estructuran la ciudad.

Al utilizar la serpiente para representar el eje este-oeste de los espacios abiertos, estamos aceptándola como uno de los genius de la ciudad, tal como los romanos la percibían: ella era el símbolo del espíritu guardián de las cosas. De la serpiente queremos conservar su imagen de fuerza y conexión con lo terreno, su capacidad de mantener lo cotidiano en funcionamiento, es decir, espíritu guardián tutelar de la ciudad. (Figura N° 3)

De los colibríes, en cambio, valoramos su poder evocador, la hermosura de su imagen y su capacidad de erigirse en símbolo del movimiento, como epítome que resume la actividad que se realiza en los espacios abiertos. La imagen del colibrí contiene dos aspectos que interesa poner de relieve: una seductora imagen, plena de colores casi increíble y

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Las constelaciones que proponemos, intentan conferir forma al sistema actual y futuro mediante la identificaci贸n de ejes de espacios abiertos en Caracas


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rotunda por su capacidad de impactar la imaginación, y una delicadeza que nos conecta con lo sutil, con la belleza, con lo intemporal, con la liviandad, con la fragilidad que nos conduce hacia la ensoñación.

Colibrí, palabra de raíz caribe, designa a un ave autóctona de la ciudad y del país. Se caracteriza por su imagen alada y aerodinámica y por la capacidad de moverse a tal velocidad que puede detenerse en el aire, transformándose así en símbolo del “movimiento detenido”, o bien en metáfora del movimiento reposado que creemos debe encontrarse en los nuevos ejes de espacios abiertos. Además, como se ha dicho, por su belleza puede convertirse con facilidad en la imagen impactante deseada, en el objeto de ensoñación que facilite la creación de esos ejes. Las constelaciones del colibrí de Caracas permitirán establecer la imagen de los sistemas de espacios abiertos norte-sur de la ciudad, ejes imaginarios, tratando de partir de lo maravilloso como mecanismo para percibirlos como una realidad. Esta creación marca poderosamente una lectura particular del plano de Caracas y en ella encontraremos un recordatorio permanente de una propuesta de usos y costumbres colectivas que deberán realizarse. Si afirmamos que “el mundo de las ideas necesita de su expresión externa para llegar a producir el contacto de las mismas, su verificación, transmisión, modificación o renuncia” 7, queremos referirnos a la necesidad de la relación con lo externo para validar propuestas del pensamiento. Es el tema muy bien tratado por Borges en torno a la


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imagen reflejada en el espejo que precisa del observador que la mire: las constelaciones del Colibrí, como metáfora del espacio abierto no reconocido de Caracas, para validarse externamente y asegurar su supervivencia necesitan de una alta capacidad evocadora que les permita reflejarse en el imaginario urbano. (Figura N° 4)

La formulación de las Constelaciones de la serpiente y de los colibríes se revela como un acto de creación individual, y como todo acto creativo “encubre procesos de intuición, sin razonamientos aparentes, los cuales quedan como sustratos de referentes teóricos, visuales y espaciales que le permiten indagar acerca de la forma arquitectónica, urbana –o artística– en que pretende materializar la idea”8. Como acto de creación, la formulación de estas constelaciones involucra dos aspectos: el primero se refiere a la esfera de lo personal del creador y ese recurso es manejado de acuerdo a su escala de valores, nivel cultural y acontecer; el otro se refiere a la esfera de lo colectivo y su éxito depende de la capacidad de esa propuesta de asentarse y asociarse a principios de ese colectivo, es decir, ser valorada por un universo externo que la aceptará sólo si se encuentra en sintonía con sus valores y puede convertirla en expresión de ellos.

De esta manera, las constelaciones de la serpiente y el colibrí intentan “dar con la realidad por la palabra, dibujar con palabras, es decir, las imágenes habladas traducen la extraordinaria excitación que nuestra

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Al utilizar la serpiente para representar el eje este-oeste de los espacios abiertos, estamos aceptándola como uno de los genius de la ciudad, tal como los romanos la percibían: ella era el símbolo del espíritu guardián de las cosas


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imaginación recibe de la llama más sencilla”9. Tanto las imágenes de la serpiente como la de los colibríes son capaces de que el colectivo a quien va dirigida su creación pueda excitarse haciéndolas suyas, y así encontrarse reflejado en ese espejo urbano que es la ciudad.

Serpiente y colibrí, de esta manera, se convierten en útiles para recrear primero la estructura tradicional de los espacios abiertos reconocida por todos, y después la de un nuevo sistema de espacios que permita trascender la visión incompleta existente y de esta manera revelar la verdadera dimensión, escala y potencialidad de los espacios abiertos de la ciudad de Caracas. Existencia e imaginación: cualidades de la dualidad de los espacios abiertos que marcan la metáfora urbana que presentamos.


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III. Las Constelaciones del Colibrí Les plus sages et les mieux inspirés des hommes veulent donner á leur pensées une harmonie et une cadence qui les défendent des altérations comme de l´oubli Paul Valéry10

Los colibríes despliegan su vuelo trazando, esta vez, constelaciones del espacio abierto de Caracas. Vuelan casi sin moverse, detenidos en el espacio, posándose como flores iridisadas en el paisaje urbano, identificando puntos que organizan de ahora en adelante la nueva lectura de los espacios abiertos. Cada constelación se identifica por una especie de colibrí tropical, cada una se encuentra reflejada, es decir, proyectada, a partir de esos nuevos nodos que refulgen marcando el tejido urbano que describe Constantino Kavafis, cuando nos dice que “la ciudad es como una tela de araña, en la cual la escarcha ha engarzado un millón de brillantes”11. Esta metáfora explica cómo la ciudad se reconoce a través de puntos especiales y preciosos que construyen rutas privilegiadas. Esas rutas nos conducen a través del caos y de lo desconocido, reinventándose y proponiendo destinos avizorados desde el fondo de nuestros deseos. Ítalo Calvino afirma al respecto que “las ciudades como los sueños, están construidas de deseos y de miedos”12: deseos que nos permiten transitar hacia el ordenamiento de lo complejo e inabarcable y

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miedos que se asoman recordándonos que quizás no podremos vencer lo desconocido.

Las constelaciones de los diferentes colibríes, por lo tanto, se enfrentan a la tarea de trazar ejes urbanos futuros, para que en ellos podamos anidar y cobijar nuestros deseos y miedos. Ellos emprenderán su vuelo para impactar y convencer a nuestra imaginación de que cada ruta es posible: el Colibrí Nuca Blanca (Florisuga Mellivora) recreará antiguos encuentros en los caminos recorridos por los conquistadores para llegar al valle y pasear por la desaparecida laguna de Catia; el Cola de Hoja (Ocreatus

Underwoodii) recorrerá de nuevo las rutas comerciales que enlazaban los Castillitos –guardianes de la ciudad–, con las antiguas haciendas de Caricuao, La Vega y El Paraíso, de donde partían las rutas marcadas de olores, colores y sabores de frutos y productos agrícolas; el Tijereta

(Hylonympha Macrocerca) reinventará los trayectos de las procesiones que desde la montaña del norte atravesaban el viejo casco –marcándolo con nubes de incienso, dibujándolo con morados copos flotantes precedidos por el Popule Meus–, dirigiéndose hacia el sur en busca de las abluciones purificadoras del río Guaire; el Cola Azul (Aglaiocercus

Kingi), retomará el trayecto de Humboldt –acucioso constructor del inventario del mundo– desde el Ávila, al norte, hasta las colinas agrestes que comunican con Los Teques, bordeando ríos y quebradas, acompañado por los silencios del agua que plenan los sembradíos de El Valle; el

Topacio Candela (Topaza Pella), haciendo honor a su nombre, espolvoreará


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de tonalidades iridisadas los caminos de la ciudad de los años sesenta en su búsqueda de la nueva escala urbana, llenando los pequeños valles agrícolas que ocupaban los canarios de El Hatillo y las haciendas mantuanas de los Valles del Tuy; el Pico Lezna (Avocettula Recurvirostris), recreará los derroteros que recorrió la transformación de la urbe en el pasado siglo cuando se vistió de modernidad y ocupo el valle en su fuga al este, venciendo el laberinto en que se trastocó al encontrar el hilo para salir de él; y finalmente, el Hada Orejazul (Helyothrix Aurita), tejerá de nuevo el final o el comienzo de la ciudad por el este, remontando su vuelo sobre las torres de la vieja iglesia de Petare y el abra de Guarenas, reformulando el mundo en que ella se deshace o rehace cotidianamente.

Estos ejes privilegiarán, en la tela de araña que nos dibuja la ciudad, los nodos de oportunidades de articulación de espacios abiertos, señalados por la escarcha que los ha engarzado, impregnándolos de brillantes reflejos. De una u otra manera se organizan construyendo un texto que nos habla de senderos para salir del laberinto urbano y recrear, a partir de lo natural y de lo construido, la relación de abiertos y vacíos indispensables para la conexión de los tejidos urbanos.

Las estrellas que conforman la constelación del Colibrí Topacio Candela refulgen desde las quebradas que descienden del Ávila para anidar en los verdes campos del Country Club, posarse brillantemente en Chacaito y disfrutar del ajetreo de la vida urbana de ese nodo donde se encuentran

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perpendicularmente la serpiente del eje tradicional este-oeste, suerte de eclíptica caraqueña, con este nuevo eje de sentido norte-sur. Atravesar el río Guaire uniendo los luceros de El Rosal con los de Las Mercedes, es un reto que el Colibrí Topacio Candela tendrá que organizar y solucionar. Las siguientes referencias estelares jalonan los ondulados campos del Valle Arriba, a lo largo del cauce de la quebrada de Baruta, ordenándose de acuerdo a la cinta gris de la autopista de Prados del Este, enmarcada entre el susurrante muro verde de bambú y el Jardín Lumínico, que ondulante lo acompaña. La constelación se despliega a lo largo del sureste caraqueño, continuándose con las estrellas que hacen su vigilia cuidando La Trinidad y el viejo pueblo de Baruta, para finalmente bifurcarse en dos direcciones que marcan la ruta: por una parte al viejo recinto Hatillano y La Lagunita, y por la otra al valle de Sartenejas. Esta constelación atraviesa con su vuelo el cielo caraqueño, espolvoreando de tonalidades refulgentes los caminos que recorrió la ciudad en los años sesenta, durante su búsqueda de una nueva escala urbana13. A estos siete Colibríes, sin duda, a medida que se develen los detalles de esas constelaciones, se les unirán otros que completarán la imagen cosmizada de los espacios abiertos de la ciudad.

Uno de los requisitos que debe cumplir la literatura para ingresar al siglo XXI, la exactitud, que enunciaba Calvino, será apropiada para la relectura y reinterpretación de los espacios abiertos de Caracas. Esa propuesta estética se precisa cuando ese autor afirma que “...en los tiempos cada


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vez más congestionados que nos aguardan, la necesidad de la literatura deberá apuntar a la máxima concentración de la poesía y del pensamiento”14; ésta condición necesita cumplir con un diseño de la obra bien definido y calculado: la evocación de imágenes nítidas, incisivas y memorables, junto a un lenguaje concreto para comunicar sus objetivos del modo más preciso posible, tanto en el léxico como en las formas expresivas de los matices del pensamiento y de la imaginación. El reto que enfrentará el vuelo de los Colibríes, en su deseo de trazar la nueva cosmogonía de los espacios abiertos de Caracas, es el de afirmarse a través de un diseño bien concebido y adecuadamente anclado en la estructura física de la ciudad y en el imaginario colectivo, para así proponer imágenes nítidas, incisivas y memorables.

El punto de partida de este ensayo nos enfrentó a un enorme abanico de posibilidades para expresar los impulsos ocultos que subyacen en el mundo del que escribe. A efecto de recrear el mundo de los espacios abiertos de Caracas, fue necesario crear un universo, extrayendo un argumento, un cuento, un sentimiento que nos permita reordenarlo con una mirada particular. Tal y como dice Calvino, ...tenemos a nuestra disposición el mundo –el que para cada uno de nosotros constituye el mundo, una suma de datos, de experiencias, de valores–, el mundo dado en bloque, sin un antes ni un después, el mundo como memoria individual y como potencialidad implícita; y lo que queremos es extraer de este mundo un argumento, un cuento, un sentimiento: o, tal vez más exactamente, queremos llevar a cabo un acto que nos permita situarnos en este mundo.

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La literatura, la arquitectura y el urbanismo, formas en que se han expresado lejanas civilizaciones e individuos de diversos países, convocan a la musa que custodia y administra la memoria con el objeto de proponer una mirada muy particular, una que explique parte de las complejidades del mundo que nos rodea. Los colibríes, al menos para nosotros, son desde este momento algo más que esa ave del trópico –hermosa, por demás–: se han trastocado en objetos de ensoñación con un discurso urbano propio, en imágenes capaces de transmitir una emoción particular que aspira a convencer y también a convocar.


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Notas 1 Cirlot, Juan Eduardo. Diccionario de los Símbolos. Barcelona: Siruela, 2007. 2 Borges, Jorge Luis. El libro de arena. Madrid: Alianza-Emecé, 1977. 3 Eliade, Mircea. El mito del eterno retorno. Buenos Aires: Emecé, 2001. 4 Bachelard, Gastón. La Poética de la Ensoñación. Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 1993. 5 Bachelard, Gastón. La llama de una vela. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2002. 6 Este tema ha sido desarrollado por el autor en la publicación Croquis del Plan Rector de la Ciudad Universitaria de Caracas. (Caracas: Ediciones del Instituto de Urbanismo, 2002). 7 Marcano, Frank. “El Croquis como instrumento de diseño” en Croquis. Plan Rector de la Ciudad Universitaria de Caracas. Caracas: Ed. Instituto de Urbanismo. Comisión de Estudios de Postgrado. FAU-UCV, 2000. 8 Marcano, Frank. Op. Cit . 9 Bachelard, Gastón. Op. Cit. 10 Valéry, Paul. Eupalinos ou l´Architecte (Paris: Gallimard, 1945. pág. 12). “Los más sabios e inspirados de los hombres quieren dar a sus pensamientos una armonía y una cadencia que los defienda tanto de las alteraciones como del olvido”. Traducción propia. 11 Castillo Didier, Miguel. Kavafis íntegro. Santiago: Quid Ediciones, 2003. 12 Calvino, Italo. Las ciudades invisibles. Madrid: Siruela, 2002. 13 Algunas propuestas de desarrollo de los ejes de los espacios abiertos presentadas, han sido desarrolladas en talleres de tesis de la Maestría de Diseño Urbano del Instituto de Urbanismo de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela. 14 Ibidem 15 Calvino, Italo. Ibid.

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