Anales de! Instituto General y Técnico de Valencia
SUMARIO DEL VOL. I 1. Celso Arévalo Introducción al estudio de los Cladóceros del plankton de la Albufera de Valencia. 2. A. Huici Estudio sobre la campana de las Naüas de Tolosa» 3. A. Gandolfi Hornyold Algunas observaciones sobre la anguila en Valencia. 4. Pedro Gimeno Gil Pluviometría de la región Austrooriental de la Península ibérica.
VALENCIA - 1916 Imprenta Hijos de Francisco Vives Mora, Hernán Cortés, 8
Anales del Instituto General — y Técnico deValencia _
SUMARIO DEL VOL. I 1. Celso Arévalo Introducción al estudio de los Cladóceros del plancton de la Albufera de Valencia. 2. A. Huici Estudio sobre la campaña de las Navas de Tolosa. 3. A. Gandolfi Hornyold A Igunas observaciones sobre la anguila en Valencia. 4. Pedro G i m e n o Gil Pluviometría de la región Austrooriental de la Península ibérica.
VALENCIA, 1916. —Imprenta Hijos de F. Vives Mora, Hernán Cortés, 8
INTRODUCCIÓN Como complemento de su labor docente, el profesorado del Instituto general y técnico de Valencia ha decidido crear una publicación que, con el nombre de ANALES, recoja periódicamente los frutos de su labor científica. Ofrecemos hoy al público el primer tomo de una serie de volúmenes, en los que, sin trabas ni limitaciones de tiempo ni de materias, el personal académico del Instituto de Valencia contribuirá, según sus fuerzas, al creciente desarrollo de los estudios de investigación en España. La selección y distribución de los trabajos filosóficos, literarios e históricos, correrá a cargo del profesor Huici, catedrático de Latín, y los estudios de Ciencias exactas, físicas y naturales quedarán encomendados al profesor Arévalo, catedrático de Historia Natural. Con las primicias de los ANALES DEL INSTITUTO GENERAL Y TÉCNICO DE VALENCIA, ofrecemos a nuestro querido Director, D. Francisco Moróte y G-reus, el testimonio más sincero de nuestra gratitud por la cordial acogida y eficaz apoyo con que ha recibido y ha prohijado esta iniciativa, hasta convertirla en grata realidad.
iaies iei ínsito toral y Técnico de Valencia
Introducción al estudio de los
C l a i m til planhton de la iiilera de Valencia (Trabajo del Laboratorio de Hidrobiología española) — - — — — — — — —
Celso Arévalo Entre la multitud de seres que pululan en el agua, se encuentran los Cladóceros, crustáceos interesantes por sus formas curiosas y fantásticas; por su peculiar organización, que puede estudiarse en Vivo, gracias a su cuerpo diáfano; por sus singularidades biológicas, que plantean los problemas más interesantes de la Biología general (polimorfismo local y estacional, sitesis, tropismos, heterogonia, herencia, adaptación, etc.); por el brillante papel que desempeñan en el plankton y, por ende, en la biología de las aguas dulces, y por su importancia en la explotación biológica industrial de ellas. Son los Cladóceros, así llamados (de *x<z8oS, ramo, y ?.épv.s, cuerno) en razón del aspecto ramificado de su segundo par de antenas, entomostráceos incluidos por muchos autores como un suborden (1) del heterogéneo grupo de los Branquiópodos o Filópodos (2), por tener patas foliáceas respiratorias, pero que para muchos zoólogos constituyen un orden aparte, muy natural y fácil de caracterizar por (1) Hay autores que incluyen los Cladóceros como un orden de los Branquiópodos, considerados como subclase de los Crustáceos. (2) En realidad, estos términos no son sinónimos, debiendo reservarse la denominación Branquiópodos para designar el grupo más general, comprendiendo dos subgrupos, el de los Filópodos y el de los Cladóceros.
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su escaso número de segmentos, por la falta aparente de metamorfosis y por su caparazón bivalvo, que forma una cámara incubadora dorsal que, en general, se extiende resguardando todo el cuerpo menos la cabeza, que queda siempre libre (1). Los Cladoceros son seres acuáticos y constituyen uno de los grupos más característicos del medio dulceacuícola, siendo muy pobre y exigua su representación marina (2), al lado de la variedad y abundancia de formas que viven en las aguas dulces y forman parte de esa multitud de seres que constituyen lo que en la ciencia moderna se denomina el plankton, seres que llevan una existencia errabunda en el seno de las aguas, flotando sin cesar a merced de ellas, trasladándose más o menos pasivamente arrastrados por las corrientes en el sentido horizontal o por los cambios de densidad y las influencias trópicas en el vertical, pues aunque los Cladoceros disponen de órganos de movimiento, no son suficientemente eficaces para contrarrestar los impulsos del medio. A pesar de sus dimensiones exiguas, los Cladoceros juegan por su abundancia un papel importantísimo en la biología de las aguas dulces, poblando lo mismo los lagos y ríos de las planicies que de las montañas y los más pequeños y temporales recipientes aunque estén completamente incomunicados de la red fluvial, pues sus gérmenes no sólo resisten a la desecación y al frío, sino que son fácilmente transportados aun por otros seres, como las aves acuáticas, que los conducen, con el barro adherido a sus patas, de unos aparatos fluviales a otros, lo cual, unido a su gran facultad de adaptación, hace que tengan gran área de dispersión. Muchas especies son en efecto tan ubicuistas, que Viven, no sólo en todos los países, sino en toda clase de aguas. La peculiar reproducción de estos animales les. asegura su perpetuidad, aun en aquellos que viven en condiciones muy precarias, como los habitantes de pequeños recipientes amenazados de helarse o de secarse. Su prodigiosa multiplicación es correlativa de una serie de condiciones favorables del medio, por lo que cuando
(1) Este carácter permite distinguirles siempre de los Ostrácodos y de los Filópodos Iimnádidos (Concostráceos), en que el caparazón es también bivalvo, pero incluye además la cabeza. (2) De los 56 géneros de Cladoceros que se conocen, solamente 5 son exclu: sivameníe marinos, algunos contienen especies marinas y fluviales y la mayor parte son exclusivamente dulceacuícolas.
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éstas sobrevienen el agua se carga pronto de miríadas de individuos, todos hembras, y por tanto todos prolíficos, ya que no necesitan, para que se desarrollen sus huevos, la colaboración masculina; pero cuando por la temperatura o la sequedad el medio empieza a hacerse inhabitable, la aparición de los machos y, con ella, la producción de huevos de origen sexual muy resistentes y capaces de soportar las condiciones adversas, en espera de nuevas circunstancias propicias, garantizan la no extinción de la especie. No habiendo sido estudiados nuestros Cladóceros, a pesar de ser seres comunísimos en todas las aguas dulces, creo de interés anteponer un resumen de sus caracteres generales a la descripción de las especies que he capturado en las pescas planktónicas que en la Albufera vengo efectuando, la cual constituye el objeto principal de este trabajo. El conocimiento de estas especies es de interés, no sólo como contribución al estudio de la nannofauna del lago, sino como datos para la fauna carcinológica española, cuyo conocimiento, en lo que se refiere a entomostráceos, es deficientísima. Por lo demás, éste no es más que un trabajo preliminar, pues, aun concretándonos a la Albufera, queda mucho por estudiar en lo. que se refiere a estos seres. También creo de interés, gratándose de un grupo tan poco conocido en España como el de los Cladóceros, presentar la siguiente recopilación bibliográfica relativa a estos seres, con el fin de dar facilidades a quien quiera profundizar en el estudio de ellos. Apsteiu, c.
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Entomostrakenfau-
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C e l s o Arévaloi.Gladóceros del plankton de la Abufera de Valencia
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Cladóceros
comprende tres regiones: un cefalotórax o pereion, en el que es posible deslindar a Veces la cabeza y el tórax mejor que en otros crustáceos, un abdomen o pleon, y un telson, calificado frecuentemente de postabdomen, terminado por dos espinas articuladas y simétricas, que a veces llevan otras en la base y que son comparables a la furca de los ostrácodos. La cabeza, prolongada en un saliente más o menos pronun-
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Anales del Inst. gral. y técn. de Valencia
ciado llamado rostro, que a veces falta, ofrece frecuentemente un surco transversal posterior en la base de las grandes antenas (fornix); y por lo que del número de sus apéndices puede colegirse, está constituida por 5-6 segmentos tan íntimamente fusionados y concentrados, que no es posible discernirlos. Además, la cabeza se encuentra deformada por un fuerte encorvamiento hacia adelante, de tal forma que órganos de situación anterior están retrasados en dirección postero-Ventral; así el ojo nauplial está en muchos colocado detrás de los ojos compuestos. Aloja la cabeza, los órganos de los sentidos, y en su base está situada la boca. El tórax constituye una región formada de 4-6 segmentos, cada uno provisto de su correspondiente par de apéndices. En su interior se encuentra el tubo digestivo y los órganos genitales. Fig. 1.-Organización de un cladócero (Daphuia pulex): El abdomen es la región que se sf, ganglio antesofágico que inerva el ojo impar nauofrece más claramente segmenplial; go, ganglio óptico relacionado con los ojos compuestos fusionados; Í, glándula del caparazón; tada, siendo ápodo; lleva freb, corazón; /;, e, o, órgano genital femenino (en c se cuentemente en su borde dorsal ven las células desprendidas de /.•, formando tetradas, en las cuales ties células son abortivas, de función unas eminencias carnosas dirinutricia, originándose un huevo partenogenético (o), gidas hacia atrás, destinadas destinado a ser expulsado en la cámara incubadora b, donde se encuentran dos de ellos embrionados); a retener los huevos deposiI, antena anterior; 2, antena natatoria; 3, mandítados en la cámara incubadora, bula; 5-9, los cinco pares de patas. El intestino está marcado por ia}'as transversas y ofrece en sn encorasí como pares de cerdas mevamiento anterior dos ciegos hepáticos. [De R. Herttaméricas, de las cuales, las wig (1), en C. Arévalo (2).]
más constantes y desarrolladas son las dos posteriores, es decir, (1) Lehrbuch der Zoologie, 1912. (2) Tratado elemental de Historia Natural (Biología), 1914,
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el par situado a nivel de la articulación del postabdomen, cuyas cerdas son a veces larguísimas y plumosas en los Macrotrícidos. El telson es muy movible y comprimido, con recia cubierta quitinosa, ofreciendo en su borde dorsal dos series de espinitas alineadas y un entrante que corresponde a la desembocadura anal. En su extremo se articulan las uñas terminales. Apéndices.—Los Cladóceros poseen a lo sumo 11-12 pares de apéndices, como expresa el siguiente cuadro, junto con su significación morfológica y fisiológica: Prebucales. . Bucales
Posrbucales.
Antenas ' ' / •
Labro o labio superior. Mandíbulas. . . . Maxilas Labio inferior (rudimen
Patas o pereiópodos..
1." par. 2." »
Sensorial. Locomotor. Masticadores.
l.ei 2." 5.cr 4.° 5." 6.°
par. » » » » »
Respiratorios (1).
Los apéndices que forman el primer par de antenas o antenillas, llamadas también antenas sensoriales, son en general muy pequeños, sobre todo en comparación con los del segundo par, si bien en los Macrotrícidos alcanzan gran desarrollo y formas singulares; están siempre más desarrollados en los machos que en las hembras, llevando en aquéllos apéndices que sirven para retener a la hembra durante la cópula. Están situados en la parte infero-anterior de la cabeza, detrás y cerca del rostro, y forman dos troncos, alguna vez confusamente divididos en dos artejos más o menos móviles, y su terminación lleva un pincel de cerdas que se consideran sensitivas por ser ricas en terminaciones nerviosas, de papel probablemente tactil y olfativo. Alguna Vez las antenillas son tan pequeñas, que quedan reducidas a las cerdas terminales que nacen directamente del rostro (Bosmínidos). En algunas especies existen, además de las cerdas normales terminales, una o Varias laterales más o menos desarrolladas. Las dos antenas del segundo par constituyen los apéndices tan (1) Estos apéndices pueden tener otras funciones (prehensora, copuladora, etcétera.)
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Anales del Inst, graI- y técn. de Valencia
característicos de estos animales. Estañen general muy desarrolladas, pues son su único órgano locomotor, por lo que se denominan antenas natatorias. En algunos son proporcionalmente pequeñas (Quidóridos, Bosmínidos); en otros, por el contrario, exageradamente robustas y grandes (Macrotrícidos). Son muy movibles y formadas de un protopodio pluriarticulado, dividido en exopodio y éndopodio (1), ambos inarticulados o tetrarticulado el primero y más rara vez biarticulados ambos, y provistos de largas cerdas natatorias más o menos finamente plumosas, de las cuales seis, en general, son terminales (tres en cada extremo de las dos ramas de la antena). El protopodio lleva frecuentemente cerdas, según Leydig, de función auditiva. Los órganos bucales son un labro o labio superior, un par de mandíbulas, un par de maxilas y un labio inferior más o menos rudimentario. El labio superior limita la boca por la parte anterior y está situado en la base y debajo de las segundas antenas, es blando y movible, ofreciendo en los Quidóridos un apéndice lameloso muy aparente. Las mandíbulas son robustas y muy quitinizadas, constituyendo los órganos bucales más aparentes. Forman dos órganos en forma de paletas transversales insertas en el caparazón, y ensanchadas en un proceso molar en el extremo distal, que falta en los Cladóceros carniceros. Ambas mandíbulas, perpendiculares al eje del cuerpo y tangentes en la línea media, están provistas de un movimiento giratorio de vaivén, engranando sus dientes, el cual se percibe muy bien cuando se observa al animal de canto. Detrás de las mandíbulas se encuentran las maxilas, poco aparentes y a veces rudimentarias y aun ausentes (Gimnómeros); así como el segundo par de maxilas que forman el labio inferior, siempre rudimentario en el adulto. Los pereiópodos son muy variables, no solamente de unas especies a otras, sino en el mismo animal, aunque en algún caso todos sean semejantes (Tenópodos). En general, los primeros son estiliformes y de constitución muy análoga a las maxilas, por lo que pueden reputarse de verdaderos maxilípedos; pero su forma se Va modificando gradualmente hasta los últimos pares, siempre foliáceos y dotados de prolongamientos plumosos. La interpretación de estos apéndices es muy confusa y difiere según los autores; hay
(1) Exceptuando las hembras del género Holopedium.
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Fig. 2.—Apéndices del lado derecho de un cladócero (Daphnia puhx), vistos por su cara interna (menos H e I); . A, Antenilla; B, Antena natatoria; C, Labio superior; D, Mandíbula; E, Maxíla; F, G, H, I, J, i.«, z.°t 3-°j 4-° y S-° pereiópodos, respectivamente; a, protopodio; b, apéndice masticador (gnatobase); c} vesícula branquial; d} exopodio; e, endopio;/, bráctea. (Original, aumentado 94 veces, según datos de Lilljeborg.)
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en general (fig. 2) una base, estipe o protopodio terminada en exopodito y endopodito, la cual lleva un apéndice interno o talón masticador (gnatobase), una lámina (bráctea) y un epipodito externo branquial; pero la forma y tamaño de estas piezas varía tanto y su deslinde es en algunos casos tan incierto, que a mi entender es preciso más minuciosos y comparados estudios para establecer su interpretación morfológica definitiva. Caparazón.—Una de las partes más características de los Cladóceros es su caparazón, formado por un repliegue de la parte anterior del tronco, que se extiende hacia atrás, despegado del dorso y limitando con él una cavidad destinada a la incubación de los huevos (cámara incubadora). En la mayor parte, el caparazón es además un órgano de protección, pues está muy desarrollado e incluye dentro las patas y el cuerpo, aun con el postabdomen en estado de retracción. Este caparazón, siempre poco consistente, está formado de dos Valvas, unidas en la línea dorsal por una charnela. Se distingue en él, aparte del borde anterior, por el que está unido a la cabeza, uno dorsal o superior por donde se unen las Valvas, uno posterior y otro inferior o ventral. En estos dos bordes las Valvas son libres. El límite de los tres bordes está marcado por dos ángulos posteriores (superior e inferior), a veces nada acusados; otras veces, por el contrario, muy marcados por un acumen, frecuentemente prolongado en una larga espina. Aun cuando estos dos ángulos pueden desaparecer por ser redondeados, el superior está siempre acusado, por ser el punto de separación de las dos Valvas, y, desde luego, es marcado en la mayor parte de las formas, sobre todo en aquellas en que se prolonga en larga espina (Daphnia). El inferior es más difícil de distinguir; no es raro, sin embargo, que esté acusado por una punta y aun por una larga espina (algunas Bosmina Scapholeberis). El caparazón es bastante transparente para permitir Ver con mayor o menor claridad el animal incluido, y ofrece su superficie con frecuencia adornada de puntos o cruzada de líneas que forman caprichosos dibujos, especialmente en las formas jóvenes. Es muy general que estas líneas dibujen áreas poligonales, ya irregulares, como las de una manipostería, o por el contrario, completamente regulares. No es raro que el borde libre de las valvas ofrezca un refuerzo, así como prolongaciones y, sobre todo, cerdas, especialmente en el borde ventral. El animal se desembaraza de este caparazón, así como de toda
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su envuelta quitinosa, cuando muda. En algunas especies de los géneros Monospilus, Alonopsis e Ilyocriptus, el caparazón antiguo queda, después de la morfosis, encima del nuevo, más grande, por lo que se encuentran ejemplares Viejos con varios caparazones concéntricos. Organización interna.—El tubo digestivo comienza en la boca, situada debajo del rostro, entre las dos mandíbulas, que en su continuo movimiento de engrane trituran las sustancias alimenticias; a continuación Viene un esófago o intestino anterior ascendente, de pequeño calibre y que después de haber atravesado el collar esofágico desemboca en el intestino medio, más grueso, que empieza en un encorvamiento estomacal, sin deslinde claro con el intestino, dirigiéndose hacia atrás y recorriendo la línea dorsal del cuerpo. Este intestino medio está en general lleno de materias alimenticias, por lo que se destaca mejor que el intestino anterior y terminal, por donde pasan muy rápidamente, lo que prueba que es en él en donde se verifica la digestión. Además, ofrece en su parte anterior, donde se inicia el encorvamiento, dos pequeñas glándulas muy sencillas, que se denominan ciegos hepáticos y que se reducen a dos eVaginaciones en forma de dedo de guante. En muchas formas faltan los ciegos hepáticos, pero pueden presentar uno en la terminación del intestino medio, el cual ofrece, sin duda, para presentar mayor recorrido, un pelotón u ovillo intestinal, mientras en las formas en que hay ciegos hepáticos sólo presenta una ligera inflexión, lo que le da la forma de una 8 poco acentuada. El intestino posterior, poco visible, termina en la línea dorsal del postabdomen, cerca del par de garras terminales, señalándose su terminación frecuentemente por una depresión del dorso del postabdomen, jalonado de aguijones. En los Cladóceros carniceros el intestino medio es muy corto y colocado muy atrás por ser el esófago relativamente muy largo. El aparato circulatorio es lagunar y está constituido por un corto corazón pulsátil, con dos ostiolos, situado en el dorso y alojado en un saco pericárdico.colocado inmediatamente delante de la cámara incubadora. Observando en vivo el animal, se distinguen perfectamente las contracciones del corazón, que se suceden tan rápidamente que es imposible contarlas. Se distinguen bien los glóbulos sanguíneos, que salen proyectados hacia adelante por el impulso del corazón, recorren la cabeza, marchando después hacia atrás, trifurcándose la corriente en dos laterales que marchan por el interior de
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las valvas del caparazón, regresando al corazón por la charnela de las valvas, y otra central que camina por el tronco y riega los pereiópodos. La respiración se efectúa en las patas foliáceas, que, por su delicadeza, actúan de- branquias y especialmente en el saco branquial. El agua se renueva por el movimiento continuo de las patas, que origina una corriente de delante a atrás, con lo que se consigue también un arrastre de las partículas alimenticias hacia la boca. Como órganos de excreción, merece citarse un par de glándulas llamadas del caparazón por estar introducidas en él o, mejor, glándula maxilar, por su situación y por ser representación de las glándulas coxales metaméricas. Merece citarse también la glándula nucal que ofrecen algunos y que constituye un órgano adhesivo. Como músculos principales, merecen citarse los motores del segundo par de antenas, que están muy desarrollados; los flexores y extensores del abdomen y el adductor transverso de las valvas, que en algunos es doble. También es muy musculoso el tubo digestivo, cuyos movimientos de deglución y deyección pueden observarse muy claramente en el animal Vivo. En conexión con los músculos, Fig. 3.—Sistema nervioso de Simocephalus visto del lado dorsal: n, o, señalan algunos autores la existencia de nervios ópticos; g. o, ganglios óptiun endoesqueleto tendinoso. cos; cer, cerebro; ti. a', nervio de antena anterior; ti. a", nervios de El sistema nervioso comprende una antena natatoria; ti. U>i'} collar esofágico en la región ciel labio supeparte antiesofágica, en la que se distingue rior; n. nul, nervio de mandíbula; un ganglio óptico, que resulta de la coati. /í/.r, nervio de maxila; ti. J. i, ti. f. 2, il. f. ;. ii. f . . . ; . , ti. f. 5, nerlescencia del par primitivo, en relación . vios de pereiópodos; oe, situación con la aproximación de los dos ojos comdel esófago en su punto de encorvamiento. (Según Cunington, en puestos que conservan. De la parte anteLankester [132],) rior, salen los nervios del ojo nauplial, y de la posterior, el par de nervios ópticos. A continuación, hay un
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cerebro cuyas comisuras longitudinales posteriores originan los nervios de las antenillas y de las antenas; después sigue el collar esofágico y, por último, la cadena infraintestinal con los pares de ganglios correspondientes a los órganos bucales y los pereiópodos, habiendo coalescencia en el sentido longitudinal y existiendo una comisura transversa intermedia entre cada par de ganglios, además de la que relaciona a éstos entre sí. Órganos de los sentidos.—Aparte de las cerdas olfativas y táctiles de las antenillas, merecen una mención especial entre los órganos sensitivos los ojos. El ojo impar o nauplial es en general existente, pudiendo ser tan grande como el compuesto (Quidóridos) o, por el contrario, muy reducido, simplificado y aun deforme, y a veces falta en absoluto. Puede mostrarse con la típica estructura tripartida e inervado por tres nervios, pero en general está sumamente simplificado y con un solo nervio. Detrás del ojo nauplial existe un gran ojo compuesto, resultado de la coalescencia en la línea media del par de ojos compuestos; -i. — Ojo compuesto de Simoceestá incluido en una cápsula especial, us^.según Carricre, en Sieuer(i) y formado de un cuerpo negro rodeado de conos cristalinos refringentes más o menos visibles. Se ha llamado también vibrátil por estar dotado de un continuo y particularísimo movimiento de vibración. Existen también dos órganos frontales sensoriales en estado atrófico. Biología.—Los Cladóceros son seres esencialmente acuáticos y planktónicos; no se conoce ninguna especie parásita. Se les encuentra en todas partes y en todas las estaciones, aunque su mayor abundancia y variedad corresponde a la época calurosa. Son en general lucífugos (2), quedando durante el día en las capas profundas, pero saliendo a la superficie durante la noche. Muy interesantes son, entre otros, los estudios de Weissmann (3), de (1) (2) a los (3)
Planktonkunde, 1910. Parece que de todas las radiaciones, las verdes son las más perjudiciales Cladóceros. Das Tier leben in Bodensee, 1877.
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Burckhardt (1) y de Ruttner (2) sobre sus emigraciones Verticales heliotrópicas. A estas emigraciones Verticales atribuyo yo la rareza de alguno de mis hallazgos: de algunas especies sólo he podido encontrar uno o dos ejemplares en centenares de preparaciones, sin duda porque, no habiéndome sido posible hasta ahora tomar plankton en la Albufera a altas horas de la noche, en que es posible que esas especies sean abundantes; sólo algunos ejemplares pueden encontrarse accidentalmente en la superficie durante el día. No faltan investigadores que achaquen a otros factores la causa de estas emigraciones. La mayor parte de los Cladóceros son francamente vegetarianos, alimentándose preferentemente de diatomeas, cianofíceas y otras algas. Parece, sin embargo, según las interesantes investigaciones de Pütter (3), que en la alimentación de estos seres tiene una gran importancia la absorción cutánea de sustancias disueltas, opinión que, aunque ha sido controvertida por hidrobiólogos que se han levantado con fuerza contra las apreciaciones experimentales de dicho autor, es bastante admitida y explica muchas particularidades biológicas del plankton. La adaptación de estos seres a distintas condiciones de existencia se traduce en estos animales, habitantes de un medio muy
Fig", ñ. —Ciclomorfosis de Hytilotlaphaia pani mostrar las variaciones estacionales de la altura de la cabeza y de la longitud y dirección de la espina del caparazón. (Según V/esenberg-I.und | 301], en Woltei'cck [ 305 |.)
Variable según las estaciones, por variaciones cíclicas morfológicas también estacionales. Estas se refieren principalmente a modifica(1) Quantitative Studien über das Zooplankton des Vierwaldstätter. Sees, 1900. (2) Über das Verhalten des Oberflächenplanktons zu verschiedenen Tageszeiten, etc. (5) Die Ernährung der Wassertiere und der Stoffhaushalt der Gewässer, 1909.
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ciones de la altura de la cabeza y de la longitud y dirección de la espina posterior del caparazón, y han sido particularmente estudiadas en la Hyalodaphnia cristata por Wesenberg-Lund, en los lagos daneses (fig. 5). La abundancia de los Cladóceros hace que, a pesar de sus diminutas proporciones, constituyan un factor importantísimo de la sitesis (1) o capacidad nutritiva de los distintos aparatos fluviales. Las determinaciones sitométricas con respecto a estos seres tienen gran importancia para la piscicultura y la repoblación de ríos, no solamente porque algunas especies de peces viven a expensas de ellos, sino porque son el pasto de los alevines de todas ellas, y su abundancia asegura, por tanto, el porvenir de la riqueza ictiológica. Reproducción.—Los Cladóceros son unisexuales con dimorfismo sexual muy ostensible. Su reproducción heterogónica se acusa por una gran rareza en los machos, que sólo aparecen en determinadas épocas, a veces muy cortas; se distinguen fácilmente de las hembras por ser más pequeños y por ofrecer otros caracteres sexuales secundarios, como son el tener ganchudo el primer par de patas, las antenillas más desarrolladas y con apéndices especiales, los ojos más grandes, no ofrecen cámara incubadora y presentan una forma distinta del postabdomen y del caparazón. No aparecen más que en determinadas épocas, cuando finalizan las condiciones favorables; son por eso poco frecuentes: así que nuestros dibujos y descripciones se referirán a las hembras, no sólo por ser éstas las más frecuentes y por ello las que preferentemente se utilizan en la clasificación, sino también porque los machos de algunas especies nos son desconocidos. En realidad, existe en los Cladóceros un verdadero polimorfismo sexual, pues se encuentran, además de los machos, dos clases de hembras, unas partenogenéticas que engendran huevos Vírgenes originados por cuatro células (la célula huevo y tres nutricias), ricos en vitelus y con cascara delgada, que se desarrollan en seguida de ser puestos en la cámara incubadora, generalmente en gran número; y otras hembras cuya aparición sigue inmediatamente a la de los machos, que después de fecundadas producen, de la fusión de muchas células (2), huevos fecundados que necesitan (1) Roule, L., Traite de la Pisciculture et des Peches. (2) Según Weissman, en Moina, el huevo de invierno se forma a expensas de 12 tetradas, es decir, de 48 células.
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un cierto período de reposo para desarrollarse en la muda o el cadáver materno, o bien la pared de la cámara incubadora se engruesa y viene a originar un departamento especial que se llama el efipio. Tanto los ovarios como los testículos son órganos largos sacciformes, poco aparentes, que se encuentran en el tórax, contiguos
Fig. 6.—Polimorfismo sexual de la Dapbnia pules: O /', hembra partenogenética con gran número de huecos partenogenòticos en la cámara incubadora; Q c, hembra efipial con dos huevos durables; ~*, macho. (Original según datos de Lilljeborg [i-|.-;|). Aumento >( 21.
al intestino, desembocando en la línea dorsal, el oviducto, en la cámara incubadora, mientras la terminación del vaso deferente es mucho más posterior y a Veces aun ventral, formando en algunos un órgano copulador devaginable. Los huevos vírgenes se originan cuando las condiciones del medio son favorables, desarrollándose inmediatamente, mientras que los sexuales se producen cuando sobrevienen las condiciones adversas del medio (frío, sequedad, etc.), y pueden no solamente resistirlas sino que parece que la sequedad, al menos, es necesaria o por lo menos favorece y abrevia el período latente, desarrollándose cuando sobrevienen condiciones propicias de temperatura, humedad, etc. Se ha llamado a los primeros huevos parteno-
genéticos, huevos de verano o, mejor, huevos de desarrollo inmediato (Subitaneier o Jungferneie de los alemanes), y a los segundos huevos sexuales, huevos de invierno o, mejor, huevos durables (Latenzeier o Dauereier). La aparición de una u otra clase de huevos está en relación con las condiciones del medio ambiente, con las cuales la reproducción
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está siempre en una estrecha dependencia. Los huevos inmediatos se producen muy activamente y por partenogénesis, es decir, sin colaboración masculina, mientras duran las condiciones favorables, y gracias a esta proliferación, durante ellas, la población de Cladóceros del agua aumenta extraordinariamente; pero al sobrevenir las condiciones adversas aparecen los machos y a su aparición sigue la de los huevos durables, que se originan después de la fecundación de las hembras. Estos huevos, retenidos dentro de la cámara incubadora, a Veces transformada en efipio, quedan entre el cieno desecado de los recipientes temporales, desarrollándose cuando en el período húmedo, el agua viene a establecerse de nuevo. En los lagos y aparatos fluviales permanentes, es frecuente que floten, por la gran cantidad de grasa que estos huevos poseen, o merced al efipium, y sean arrastrados por el Viento a las orillas, donde sufren la desecación al sobrevenir el estiaje, desarrollándose con la nueva subida de las aguas y quedando así asegurada la desecación de los huevos aun en los lagos y cursos de agua que jamás se desecan. De todas maneras, los huevos durables dan siempre lugar a hembras partenogenéticas, que reanudan el ciclo, el cual puede durar un año o más o, por el contrario, ser muy corto. Se distinguen, en efecto, Cladóceros monocíclicos, bicíclicos y policíclicos. En las especies monocíclicas sus representantes nacen en primavera de los huevos durables, aquí bien llamados huevos de invierno por estar destinados a pasar esta estación; se reproducen activamente por partenogénesis, dando huevos inmediatos durante el Verano, hasta que en el otoño aparecen los machos, fecundando a las hembras; éstas originan los huevos durables, que pasarán en estado de vida latente el invierno, desarrollándose en primavera las hembras partenogenéticas, que reanudan el ciclo. Estas especies Viven en general en los grandes lagos, en los que las variaciones estacionales son las únicas que influyen y, aun en algunos de temperatura muy constante y condiciones Vitales favorables más o menos permanentes, la reproducción partenogenética se continúa indefinidamente, no habiéndose encontrado jamás los machos y llegando a admitirse que no hay en ellos reproducción sexual (especies
acíclicas). En las especies que habitan los pantanos se observan durante el año dos épocas de reproducción sexual con formación de huevos durables, por presentar dichos pantanos dos épocas con condi-
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ciones de Vida desfavorable, el invierno por el frío y el Verano por la desecación; y así, las hembras partenogenéticas que salen de los huevos durables cuando en primavera el agua empieza a caldearse se reproducen asexualmente; pero en el rigor del verano la elevación excesiva de la temperatura hace el agua inhabitable, formándose entonces huevos durables que resisten la desecación estival y darán lugar en otoño, cuando las aguas Vuelven, a hembras partenogenéticas que en las proximidades del invierno, fecundadas por los machos que aparecen, originan los huevos durables. Hay, pues, en ellas, dos ciclos durante el año y por eso los huevos durables se forman en dos épocas: durante el verano y durante el invierno, y es impropio llamarlos huevos de invierno, denominación que no resulta exacta más que para las especies monocíclicas. En las especies policíclicas, habitantes en general de muy pequeños recipientes de agua, la reproducción está adaptada a este género de vida muy precario por la facilidad con que el medio se hace inhabitable, ya por desecación, ya por aumento excesivo de temperatura, ya por el hielo. Los ciclos se suceden sin regularidad, en consonancia a las Variaciones circunstanciales del medio, y desde luego ofrecen varios en el transcurso del año. Es de advertir que no hay en el número de ciclos una gran constancia específica, puesto que una misma especie puede, según la localidad en que vive, ser monocíclica o bicíclica, etc. Muchos investigadores han opuesto muy Valiosas investigaciones a la opinión de considerar las condiciones biológicas extrínsecas como la causa de la determinación sexual, demostrando de una manera concluyente que hay una verdadera predestinación, es decir, que el huevo lleva ya en sí la determinante del sexo, y es curioso que en ciertos embriones puede observarse ya dentro de la cámara incubadora materna su calidad de hembras y en su cámara incubadora los huevos ya formados (1). (1) Esta observación recuerda la antigua teoría de la preformación, segiín la cual se suponía que el huevo poseía ya el embrión formado, el cual si era hembra contenía ya los huevos con más pequeños embriones, y así sucesivamente, de forma que según ella todo estaba ya en el mundo preformado y no hacía más que evolucionar. Tan absurda teoría, que está en manifiesta oposición con la embriología desde que se probó que el huevo no es más que una célula, no deja de tener alguna analogía con doctrinas modernas tan celebradas como la de los determinantes de Weissman.
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Por muy seductora que aparezca la opinión de considerar la acción del medio como la causa de la determinación sexual, no sólo porque aquí como en todos los seres se ve una estrecha relación entre la función reproductora y la aparición periódica de determinadas condiciones extrínsecas, sino también por la sencillez con que queda así explicada, por medio de una admirable regulación extrínseca de la reproducción, la adaptación de ésta a las vicisitudes del medio, que trae como consecuencia la perpetuación del ser aun en las condiciones más precarias, hecho singular y admirable de adaptación y armonía, no es posible, para poder conformarnos con una explicación simplicista, cerrar los ojos a experiencias serias y concluyentes (1). Es innegable, sin embargo, la influencia eficaz de las condiciones del medio sobre la determinación sexual; mas la forma en que dicha influencia se opera parece ser, para muchos autores, no directa, sino sobre un mecanismo interior, que es el verdadero determinante de la diferenciación sexual, el cual puede o nó ser modificado por dicha influencia. Este mecanismo intrínseco ha tratado de buscarse en caracteres citológicos, como la relación plasmático-nuclear, etc.; pero puede mejor explicarse considerando los caracteres sexuales como caracteres mendelianos o exclusivos, es decir, incapaces de mezclarse, pudiendo ser, según los casos, los masculinos o los femeninos, los caracteres dominantes o los regresivos o dominados. Para Woltereck, la influencia extrínseca sólo puede tener eficacia cuando los determinantes de ambos sexos están en equivalencia aproximada, alternando los períodos hábiles para la inducción externa con otros en que la determinación sexual se conduce con completa independencia del medio. La época en que puede operarse la activación de un determinante sexual o la refrenación del otro, es diversa, siendo en muchos casos impresionables los óvulos antes y después de estar formados, pudiendo quedar determinada, no sólo la actual generación, sino la venidera. En suma, la dote de determinantes sexuales que el huevo hereda determina el sexo; mas como el valor de dichos determinantes puede ser modificado en sentido positivo o negativo por causas externas, la diferenciación sexual no se Verifica de una
(1) Véase Woltereck [503].
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manera absolutamente autónoma, achacándose a fermentos activadores o paralizadores la causa de las alteraciones de valencia de las sustancias determinantes. A continuación presentamos un curioso esquema de experiencias de Woltereck:
F i g . 7.—Ejemplos de la sucesión de generaciones en cultivos normales de Hyaïodttphiiia (sin variaciones del medio): a y />, bisexualidad creciente; r y i7, decreciente; a y r, generaciones sucesivas; /' y i!¡ puestas sucesivas de la misma generación. Q* y qp representan el sexo (masculino o femenino, respectivamente) exclusivo o predominante. ¿-, efipium (huevos durables).
Desarrollo.—Los Cladóceros constituyen un grupo de crustáceos mu_y primitivo, adaptado desde antiguo al régimen fluvial y, sin duda por ello, son taquigenéticos, ya que en los seres fluviales la aceleración embriogénica es la regla. Si se exceptúa el género aberrante Leptodora, en que los huevos de desarrollo inmediato dan lugar a un metanauplius libre, todos los demás Cladóceros no ofrecen las metamorfosis al exterior, y salen por tanto en una forma semejante a la adulta. Sin embargo, se observa que mientras en los huevos durables el desarrollo es intraovular, verificándose las metamorfosis, por tanto, íntegramente al abrigo del huevo, en los de desarrollo inmediato el embrión rompe la cascara, que es expulsada, y queda libre, si bien ultima sus metamorfosis encerrado en la cámara incubadora materna. Los huevos de los Cladóceros son ricos en vitelo, pero cuando éste escasea el embrión se alimenta de jugos segregados por la madre.
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Es curiosa la atrofia, durante el período embrionario, del segundo par de maxilas en todos los Cladóceros, y de uno de los pares de pereiópodos (el último), en algunos que, naturalmente, quedan en el estado adulto con solamente cinco pares. La fauna de Cladóceros de la Albufera.—Nueve especies son hasta ahora las que en la Albufera he encontrado, correspondientes a tres familias (Dáfnidos, Macrotrícidos y Quidóridos). Pertenecen todas a géneros de los que Stingelin considera cosmopolitas (Simocephalns, Ceriodaphnia, Macrothrix, Ilyocryptus, Lynceus, Alonella, Plearoxas y Chydoras). De ellas, dos han sido ya señaladas en España, tres son nuevas para la fauna española (Lynceus rectángulas, L. guttatus, Ilyocryptus sórdidas) y las cuatro restantes son formas hasta ahora desconocidas (1). Las especies ya señaladas en España son: Simocephalus vétalas y Chydorus sphacericus, de Aranjuez la primera y de Ciudad Real y Madrid la segunda, mencionadas en una Lista de Crustáceos de nuestro Museo Nacional de Ciencias Naturales, publicada por el Sr. Bolívar en 1892 [11], junto con otras once (2). Aparte de éstos, no tengo otro dato que el que se refiere a Diaphanosoma brachyaram, encontrada por el Dr. Achile Forti en el Estanque grande del Retiro de Madrid y citada en un trabajo (3) que menciona el señor Madrid Moreno en una comunicación a la Real Sociedad Española de Historia Natural (4). Sumando a estos datos los nuestros relativos a la Albufera de Valencia, resulta un total de veinte especies, número muy inferior al que resultaría de un estudio algo más amplio de nuestros lagos y ríos. Técnica.—No es complicada ni difícil la técnica para el estudio (1) Tal es, por lo menos hasta ahora, mi opinión. De todas formas, convencido por experiencia de que los datos taxonómicos o equivcados más confunden que ayudan a los autores que posteriormente los tienen en cuenta, todas las especies que aquí se describen han sido representadas mediante dibujos hechos con toda escrupulosidad del natural, a fin de que siempre sea posible rectificar cualquier clasificación errónea. (2) Chydorus sphcerieus, Ch. Latottrneauxi, Pleuroxus aduncas, Ceriodaphnia pulchella, Simocephalus exspinosus, Macrothrix hirsuticornis, Daphnia curvirrostris, D. obtusa, D. magna, D. pulex, D. Bolivarii. (5) Alcuni appunti sulla composizione del plancton dell Estanque grande nelparco del Buen retiro in Madrid. Mesina, 1906. (4) El plankton del Estanque grande del Retiro. Madrid, 1911.
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de los Cladóceros. Yo los recojo con mangas de seda de cerner de 77 hilos por 10 mm., que se remolcan sujetándolos a la barca cuando va a vela (1). No conviene dejar la manga en la estela que la barca va dejando al caminar, pues entran en ella cuerpos extraños y sobre todo materiales de fondo que por la poca profundidad del lago levanta la barca al pasar en muchos parajes. Cuando se desean recoger Cladóceros de un estanque u otro pequeño recipiente de agua, lo más práctico es colgar la manga y verter en ella buen número de cubos de agua del recipiente. En todo caso, la última porción de agua que quede en la manga con el plankton retenido, se Vierte, abriendo la llave que hay en la terminación de la manga, en un frasco para transportarlo al laboF i g . S.—Dimensiones relativas de los más ratorio ya Vivo, ya conservado en pequeños Cladóceros de la Albufera (Quidóridos) y la luz de la malla de 77 hilos agua formolizada (2). X xo mm. empleada en su recolección. De izquierda a derecha Chydonts spbziais, BleuPara el estudio al microscopio de roxus Morotei, Aloiiclln hispánica, arriba, y los Cladóceros pueden teñirse con Lyuceus rec-lmiguhis y L. oulltiltts, abajo. Del natural, aumentado 40 veces. vesubina (pardo Bismarck), cochinilla, carmín borácico, violeta de genciana, etc.; pero a todo creo preferible, cuando se trata del estudio morfológico, la observación en vivo. Para ello se capturan los Cladóceros, que se mantienen vivos en un pequeño acuario, por medio de una pipeta (5) y Vertiéndolos con algunas gotas de agua sobre el porta-objetos. Como estos animales son muy inquietos, sobre todo al recibir la luz del espejo del microscopio, y suficientemente pequeños para nadar holgadamente en (1) Conviene emplear la Vela, pues la recolección que se hace cuando la barca va a percha es muy escasa; pero tampoco es conveniente pescar con grandes velocidades. La marcha a la vela con viento moderado, es la más a propósito para hacer una buena recolección. (Es de advertir que en la Albufera no se emplean ni remos ni motores.) (2) Pueden emplearse otros líquidos conservadores a base de sublimado corrosivo o ácido cromo-acético, etc.' (3) Yo empleo sencillamente un tubo abierto y acodado de los que se emplean en Mineralogía para ensayos por vía seca, al que añado en la rama larga una perilla aspiradora de goma.
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una gota de agua, es preciso ir consumiéndola, absorbiendo el exceso por medio de papel de filtro hasta que la capa de líquido sea tan delgada que no les permita nadar y queden de lado en el fondo, que es como mejor se estudian. Si se quiere emplear cubreobjetos, cosa conveniente para grandes aumentos, es preciso utilizar unas tiras de cartulina para evitar que se deforme el ejemplar, pues se trata de seres muy delicados. Para estudiarlos de perfil conviene emplear un porta-objetos excavado. Si se trata de material conservado, se toma con la pipeta un poco del depósito que quede en el fondo del frasco, se deposita en el porta-objetos con una gota del agua formolizada y se cubre con una laminilla, recorriendo la preparación hasta encontrar los Cladóceros entre las otras especies planktónicas. Conviene tomar con la pipeta poco plankton, porque de lo contrario quedan en la preparación acúmulos en los que es difícil estudiar los Cladóceros incluidos. Clasificación.—A continuación se expone la clasificación razonada de los Cladóceros, que está muy poco divulgada. Las ocho familias que se admiten las hemos distribuido utilizando todos los caracteres importantes que permiten distinguirlos, y van acompañados cada uno de dibujos especiales hechos según los datos de Lampert (1), Keilhack y los nuestros, que permiten apreciar dichos caracteres en una especie bien característica de cada familia.
(1) Das Leben der Binnenngewäser. 2. A. 1910.
6 pares de patas semejantes, todas foliáceas, con apéndices branquiales bien desarrollados. TENÓPODOS
Antenas natatorias en la Ç bifurcadas y con muchas cerdas natatorias. Ant. nat. en lajsimplesy con o cerdas natatorias.
Rostro poco acusado.
Antenas anteriores de longitud Variable.
Rostro no acusado.
Antenas anteriores cortas.
Rostro poco o nada acusado.
Antenas anteriores de la Ç muy grandes, terminadas por cerdas tactiles.
Ant. nat. con endopodito triarticulado y exopodito tetrarticulado.. . 5-6 pares de patas; las dos primeras no foliáceas sino unguiformes. . . . ANOMÓPÒDOS
Exopodito y endopodito de las antenas natatorias triarti1 culados.
Antenas anteriores pequeñas en la hembra, con cerdas tactiles.
Rostro muy largo.
Antenas anteriores no distintas del rostro, que lleva en su porción media las cerdas tactiles.
Rostro de longitud variable.
Antenas anteriores con papilastactiles terminales pequeñas y cubiertas de! rostro pero bien distintas de él.
4 pares de patas, con apéndices maxilares en el lado interno. Cuerpo corto ONICÓPODOS
Ant. nat. con Sin exopodito y rostro. endopodito triarticulados.
Antenas anteriores pequeñas, con papilas terminales.
6 pares de patas sin apéndices maxilares. Cuerpo alargado HAPLÓPODOS
Ant. nat. con Sin exopodito rostro. y endopodito tetrarticulados.
Antenas anteriores pequeñas, con papilas terminales.
Ojo accesorio muy pequeño. Antenas n a t a t o r i a s muy desarrolladas.
Intestino sin ovillo y sin ciegos. Cerdas caudales largas
Sididos. .
Ojo accesorio muy pequeño. Antenas natatorias grandes y bifurcadas en el o"
Intestino sin ovillo y con ciegos. Cerdas caudales medianas
Halopédidos.
Flg. 9.
Holopedium gibberum Zadd.
Ojo accesorio muy pequeño. Antenas natatorias medianas.
Intestino sin ovillo, con ciegos hepáticos. Cerdas caudales medianas. .
Fig- 1 1 ; -
Dáínidos. Daphnia longispina Sars.
Ojo accesorio pequeño. Antenas natatorias muy desarrolladas.
Intestino con o sin ovillo, sin ciegos hepáticos. Cerdas caudales larguísimas.
Flg. 12.
Macrotricidos. . " /
Sin ojo accesorio. Antenas natatorias relativamente pequeñas.
Intestino sin ovillo y sin ciegos hepáticos. Cerdas caudales medianas. . .
Ojo accesorio casi tan grande como el ojo compuesto. Antenas natatorias pequeñas.
Intestino con ovillo, sin ciegos hepáticos. Cerdas caudales medianas. .
Quidóridos..
Ojo accesorio ausente. Antenas natatorias fuertes.
Intestino sin ovillo y sin ciegos. Cerdas caudales ausentes
Polifémidos.
Ojo accesorio ausente. Antenas natatorias fuertes.
Intestino sin ovillo y sin ciegos. Cerdas caudales ausentes
, \
Macrothrix albufera Arévalo.
Bosmlna Iongisplna Leyd.
Bosminidos.
Alona rectángula Sa
¿4
»^ Leptodórídos.
0w
Leptodora V. v. ,6n1
Fig. 16.
Klndtii Forke.
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Anales del Inst- gralytécn. de Valencia
FAMILIA D A F N I D O S
Straus [267]
Caparazón bien desarrollado, con el ángulo postero-superior frecuentemente prolongado en espina. Antenas anteriores pequeñas. Antenas natatorias bien desarrolladas, bifurcadas en exopodito tetrarticulado y endopodito triarticulado, el primero generalmente con cuatro cerdas natatorias, el segundo con cinco. En general, cinco pares de patas, las primeras unguiculadas. Postabdocomprimido, con dos series dorsales de aguijones y con dos uñas men terminales. Cerdas dorso-caudales medianas. Intestino sin ovillo, en forma de 8 y con dos ciegos hepáticos. Mancha ocular pequeña y poco aparente. Se encuentran en la Albufera dos especies de los dos géneros siguientes: / Dáfnidos.
GTÉNEKO
Rostro patente. Rostro ausente.
Angulo postero-superior del caparazón, redondeado. . SIMOCEPHALUS E. Schödlec. Angulo postero-superior del caparazón, acuminado.. . CERIODAPHNIA J. Dana.
Simocepbalus E. Schödler [243], pág. 11
Las especies de este género son en general grandes (1 a 4 milímetros). El caparazón es oval, comprimido, muy ensanchado hacia atrás, especialmente en la $; la cabeza, pequeña, redondeada, con rostro corto y romo, separada claramente del dorso por una depresión, y con el órgano nucal adhesivo, rudimentario. Sin espina, siendo los ángulos posteriores del caparazón redondeados. Antenas anteriores, muy cortas en ambos sexos; las del cT, con dos cerdas en el lado superior, y las de la ?, con una. Antenas natatorias, robustas, con seis cerdas terminales, y además el exopodito lleva una en el penúltimo artejo, y el endopodito dos, una en el mismo artejo y otra en el anterior. Ojo nauplial, patente. Efipio triangular, uniovulado. Se conocen 12 especies, repartidas por todo el Globo, de las cuales tres son europeas.
Simocephalus vetulus (O. F. Müller?), Schödler (Fig. 17) SINONIMIA:
Daphne Vetilla?
O. F. Müller: Zoologías Daniaa Prodromus, pág. 199, num. 2.399. 1776.
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Fig, 17.—Sintocephalus vet ul it s O. F. Müller, O joven, (Albufera, 18 de Marzo de 1916. Del natural, en vivo. Aumentado yy veces.)
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Daphnia sima? Monóculos sima » nasntus Daphnia sima? » sima » vetula » sima Simocephalus vetiüus Daphnia sima Simocephalus vetulus » » » »
» » » »
.» » » t »
» » » »
O. F. Müller [164], pág. 91, tab. XII, figs. 11 y 12. L. Jurine [104], pág. 126, pl. 12, figs. 1 y 2. ídem, id., pág. 133, pl. 13, figs. 1 y 2. C. L. Koch [120], Heft. 33, taf. 12. S. Fischer [62], pág. 177, tab. VI, figs. 2-4. W. Baird [4], pág. 95, tab. X, figs. 1 y 1 a. W. Lilljeborg [137], pág. 42, tab. Ill, figs. 2-4. E. Schödler [242], pág. 18. F. Leydig [135], pág. 153, taf. Ill, figs. 24-29. P. E. Müller [167], pág. 122, tab. I, figs. 26 y 27. B. Hellich [87], pág. 41. C. L. Herrick [89], pág. 46. E. Elymann [58], pág. 44. E.Daday de Dees [41], pág. 113, tab. Ill, figuras 25 y 26. G. O. Sars [221], pág. 37. T. Stingelin [255], pág. 205, figs. 8-12. W. Lilljeborg [144], pág. 166, tag. XXIV-XXV. L. Keilhack [108], pág. 36, figs. 78-80.
El caparazón, muy ancho, hacia atrás, especialmente en las hembras adultas; tiene el borde dorsal débilmente encorvado, y con el surco delante del corazón, bien marcado; el borde posterior es recto y muy oblicuo hacia adelante; los ángulos posterior, superior e inferior, redondeados, y el borde anterior, encorvado, ofreciendo una línea interior marginal adornada con una serie de espinitas. La cabeza tiene la frente casi recta, con el rostro poco pronunciado y el ojo grande provisto de ocho lentes cristalinas. El ojo nauplial es patente, pero muy deforme y variable; en general, constituye una línea oblicua con dos ensanchamientos. Las antenas anteriores, muy pequeñas; las natatorias, bien desarrolladas, construidas según el plan normal en el género y con las nueve cerdas características, que son plumosas, largas, con una o dos articulaciones. El abdomen es ancho, ofreciendo en su línea dorsal, primero, dos eminencias carnosas, la primera más larga y dirigida hacia atrás, la segunda más pequeña e inclinada hacia delante; después hay dos cerdas dorso-caudales cortas, y en la terminación una doble serie de ocho aguijones. Las espinas terminales son largas. El caparazón ofrece rayas y manchas puntiformes. El macho es más pequeño y más cuadrilongo, con las extremi-
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dades anteriores y las antenas poco modificadas con respecto a la hembra. Se ha encontrado esta especie en toda Europa, Asia septentrional y media, Norte de Africa y Estados Unidos. En la Albufera, no es rara de Marzo a Noviembre. Tamaño medio: 1'5 mm. G-ÉNERO
Ceri©dapl?i?ia J. Dana (1), pág.
1273
Cuerpo corto, lateralmente oval o redondeado. Cabeza pequeña, muy deprimida, redondeada por delante, aplastada por detrás y muy claramente separada del dorso. Ojo compuesto, muy grande; ojo simple, existente pero pequeño. Antenas anteriores, pequeñas en la ?, pero alargadas en el o", y con una cerda ganchuda. Antenas natatorias, bien desarrolladas y, como en el género anterior, con nueve cerdas (cuatro en el exopodito tetrarticulado y cinco en el endopodito inarticulado). Caparazón reticulado, con el ángulo supero-posterior con el vértice bien marcado pero sin llegar a prolongarse en espina. Primer par de patas, modificado en los machos. Solamente una carnosidad dorsal desarrollada. Abdomen ancho, con cerdas dorsales bien desarrolladas, series de espinas y garras terminales. Efipio uniovulado subtriangular. Comprende unas 26 especies, en general de pequeño tamaño, distribuidas por todo el mundo, incluso en las islas del Pacífico. Una especie de este género he encontrado en la Albufera que considero nueva. Además, describiré también otra muy abundante en aguas de Valencia. Estas dos especies pueden distinguirse por los siguientes caracteres: < § < § 2 O
• Ojo muy grande que ocupa casi compleÍ tamente la parte anterior de la cabeza. I Caparazón cefálico reticulado y sin 1 cresta. Uñas terminales del abdomen j con cerdas que forman un conjunto ) pectiniforme -. . ¡alienada 1'. E. Müller. I Ojo relativamente pequeño. Caparazón I cefálico no reticulado y con cresta. ¡ Uñas terminales del abdomen no pec\ tinadas valentina, nov. sp.
(1) United States Exploring Expedition during the years 1838-1842 under the Comands of Charles Wickes, vol. XIV, Crustacea, Part. II.
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Anales del Inst- gral- y técn. de Valencia
Ceriodapljnia laticauda P. E. Müller (Fig. 18) SINONIMIA:
Daphnia reticuiata Ceriodaphnia quadrangula » laticauda » » » » » »
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»
»
Baird [4], tab. XII, figs. 1-2. Q. O. Sars [218], pág. 26. P. E. Müller [167], pág. 150, tab. I, fig. 19. B. Hellich [87], pág. 51. Daday de Dees [41], pág. 110, tab. Ill, figuras 18-19. T. Stingelin [255], pág. 213. W. Lilljeborg [144], pág. 208, tab. XXIX, figs. 8-14. L. Keilhack [108], pág. 43, figs. 103-104.
Cuerpo más o menos redondeado. Cabeza muy deprimida, con concavidad nucal y con surco precordial sumamente hondo y marcado. Borde superior del caparazón, encorvado, especialmente en las hembras ovígeras, terminando en punta hacia atrás. Borde inferior, casi recto, encorvándose y prolongándose hacia el borde inferior, curvo y lampiño; ambos con reborde. Cabeza pequeña, reticulada, así como el caparazón, con un dibujo regular exagonal semejante a una tela metálica, y con puntos dentro de las mallas. Ojo muy grande, con una docena de lentes cristalinas. Mancha ocular, patente. Antenas anteriores, pequeñas, con una seda lateral superior, además de las terminales. Antenas posteriores, fuertes, con las cerdas normales. Abdomen ancho, con una eminencia carnosa bastante saliente; cerdas dorsales largas, y dos series de 7-8 aguijones, los medios los más largos. Uñas terminales, con un peine de espinas bien manifiesto. El macho se distingue bien, además de por su menor tamaño, por sus antenas anteriores, prolongadas en un largo flagelo; por sus pies anteriores, modificados, y por el borde superior de su caparazón, que es recto. Hasta ahora ha sido señalada esta especie en todos los países escandinavos, Rusia, Alemania, Austria, Suiza, Francia, y además en Turquestán y Madagascar. Yo la he encontrado abundantísima, en Mayo, en un pequeño estanque del Jardín Botánico de Valencia, muy rico en vegetación sumergida de Myriophyllum. Tamaño medio: 0'7 mm.
. IS. — Ceriodaphnia ¡aiicamla P. E. Müller, O. {Estanques del Jardín Botánico de 1916. Del natural, en vivo. Aumentado 150 veces.)
25 de Mayo
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Anales del Inst. gral. y técn. de Valencia
Ceriodapl?nia valentina, nov. sp. (Fig. 19)
Esta especie es afine a la anterior, de la cual se distingue por un conjunto de caracteres fáciles de apreciar. El ojo es mucho más pequeño, ocupando una parte y no casi toda la porción anterior de la cabeza, la cual lleva una cresta muy saliente y característica. La mancha ocular es en cambio más grande. La reticulación del caparazón es mucho más irregular y no invade la cabeza. Las antenas anteriores son más largas y sobresalen notablemente, y las cerdas más largas, especialmente la lateral superior. El borde superior es más recto, y el borde libre de las Valvas lleva en el margen ventral, que ofrece una lista más ancha, unas cerdas pestañosas, largas y ralas, en la parte media anterior. El peine de las uñas terminales del postabdomen falta. El tamaño medio es0'5 mm. El macho, desconocido. Esta especie es rarísima, al menos en las épocas en que he explorado el lago; hasta ahora, solamente he encontrado dos ejemplares. FAMILIA
M A C R O T R Í Ç I D O S Baird [4] Lincodáfnidos G. O. Sars [219]
Forma y aspecto del cuerpo, Variable. Caparazón, bien desarrollado y a veces con prolongaciones marginales. Ojo compuesto, bien desarrollado; mancha ocular, pequeña. Antenas anteriores, muy desarrolladas y móviles; antenas natatorias, muy robustas, con exopodito tetrarticulado y endopodito triarticulado; en general, con las nueve cerdas normales en los Dáfnidos; cinco o seis pares de patas. Intestino, casi siempresin ciegos hepáticos y, en general, sin ovillo. Cerdas dorso-caudales, largas. No forman efipio. Macho, notablemente más pequeño que la hembra, sus antenas anteriores proporcionalmente más grandes, y el primer par patas, ganchudo. Dos especies he encontrado de esta familia en la Albufera, y las dos muy raras, tal vez por ser de costumbres muy bentónicas y sólo accidentalmente encontrarse entre el plankton de superficie. Pertenecen a los dos géneros que se distinguen a continuación:
C e l s o A r é v a l o : Cladóceros del plankton de la Albufera de Valencia
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F í g . 19.—Ccriodaphuia valentina Arévalo, nov. sp. (Albufera 24 Noviembre ipi 5. Del natural, en preparación microscópica. Aumentada 212 veces.)
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Anales del Inst. gral. y técn- de Valencia
/
Uñas terminales del abdomen, largas y con espinas básales. Borde posterior del caparazón, con proNlacrotrícidos • • ¡ longaciones ILYOCRYPTUS (1.0. Sars. Uñas terminales del abdomen, cortas y sin espinas básales. Borde posterior del caparazón, lampiño. MACROTHRIX Baird.
GÉNERO
Ilyocryptus G. O. Sars [218],_pá<?. 12
Cuerpo corto, puntiagudo por delante y ensanchado hacia atrás, con los ángulos marcados, pero no acuminados; borde libre de las Valvas, bordeado de prolongaciones espinosas. Rostro corto y obtuso, frente angulosa. Ojo relativamente pequeño, pero más grande que la mancha ocular, que está también bien desarrollada. Antenas anteriores, largas y agudas. Antenas posteriores, con tres cerdas natatorias terminales y una sensitiva en la terminación de cada ramo. El apéndice laminar del. labio superior, poco marcado. Uñas terminales del abdomen, largas, con cerdas básales. Cerdas dorso-caudales, larguísimas y plumosas. Intestino, sin ovillo y sin ciegos. Abdomen, corto y ancho, con dos series de espinas; seis pares de patas, el último rudimentario. Los machos, más pequeños, con las antenas aún más largas que en la hembra. Se conocen unas ocho especies de todo el mundo, excepto América del Sur; entre ellas, cuatro europeas, y de las cuales una he encontrado en la Albufera.
Ilyocryptus serdidus Liévin (Fig. 20) SINONIMIA:
Acanthocercas sordidus » » F Ilyocryptus sordidus Acantholeberis sórdidas » » Ilyocryptus sordidus » » » »
Liévin [156], pág. 34, tag. VIII, figs. 7-12. . Leydig [135],'pág. 199. Q. O. Sars [218], pág. 12 y pág. 34. A. M. Norman [169]. Norman a Brady [170], pág. 17. P. E. Müller [167], pág. 102, tab. II, figs.14-18. W. Kurz [122], pág. 28. Hell ich [87], pág. 30.
Fig. 20.—Hyoayfjius sordidits Liévin, longisehts Arévalo, var. nov. O. (Albufera, 24 de Noviembre de 1915. Del natural, en preparación microscópica. Aumentada 320 veces.)
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Anales del Inst. gral. y técn. de Valencia
Ilyocryptus sórdidas » » . ».
»
T. Stingelin [255], pág. 236. W. Lilljeborg [144], pág. 326, tab. LII, figs. 15-17; Lili, figs. 1-8. L. Keilhack [108], pág. 61, figs. 148-1.49.
Cuerpo de aspecto triangular por ser puntiagudo hacia delante y ensanchado hacia atrás en un largo borde posterior del caparazón. Ángulos posteriores, redondeados, solamente un poco marcado el superior. El borde libre de las valvas, provisto de prolongaciones, lo cual, junto a la particularidad que ofrece esta especie de conservar los caparazones más pequeños y como concéntricos de las mudas anteriores, hace que esta especie tenga un aspecto extraño. El abdomen es particularmente característico, por su gran anchura y sus muchas defensas dorsales, de las cuales las anteanales son en forma de aguijón, y las postanales, espinas. Esta especie ha sido señalada en toda la Europa medio-septentrional, Norteamérica, Norte y Centro de Africa y en Australia. VARIEDAD
lcngisetus, var. nov.
Los escasos ejemplares que yo he podido recoger (solamente tres) distínguense de la forma típica por tener los ojos, y especialmente el compuesto, mucho más grandes; las cerdas dorso-caudales, sensiblemente más largas; así como por el mayor número de cerdas natatorias en el segundo par de antenas. Su tamaño parece también ser muy inferior en esta Variedad. A pesar de que estos caracteres autorizarían para formar una nueva especie, yo me reservo el hacerlo para cuando haya estudiado mejor esta forma. Todos fueron recogidos en Noviembre. Tamaño medio de hembras jóvenes: 0'40 mm. G-ÉNERO
Macrotbrix Baird(1), pág. 87, y [4], pág. 103 Echinisca Lievin [136], pág. 31
Forma del cuerpo, oval o redondeada. Cabeza grande, rostro corto, frente curva, que se prolonga con el borde superior del caparazón, más o menos fuertemente encorvado. Ojo mediano, mancha ocular bastante más pequeña que él, pero bien aparente. Antenas anteriores largas, muy movibles, insertas en el pico rostral y ensanchadas hacia el ápice. Antenas natatorias, grandes, con el ramo tetrarticulado con cuatro cerdas natatorias: tres terminales, (1) Anals a. Magaz. of Natural History, vol. XI.
Fig. 21.-— Macroíhrix albufera Arévalo, nov. sp. (Albufera, 24 de Noviembre de 191s. Del natural, en preparación microscópica.)
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Anales del Inst, gral- y técn. de Valencia
más una espina y una cerda en el segmento medio; y el triarticulado, con cinco, de ellas tres terminales, también acompañadas de una espina, una cerda en el penúltimo segmento y otra en el básico; cinco pares de pereiópodos, pues el sexto es rudimentario. El abdomen es corto, grueso y poco esbelto, y las uñas terminales, muy cortas; en su línea dorsal dos filas de aguijones y el par de cerdas caudales, largas. Intestino sin ciegos ni ovillo. El macho, muy pequeño y sin uñas terminales. Comprende diez especies, distribuidas por todo el mundo, de las cuales tres son europeas.
Macrotbrix albufera, nov. sp. Su forma difiere de sus congéneres, porque el borde superior del caparazón es poco curvo, y el posterior, con los ángulos bien marcados, es recto y muy oblicuo hacia atrás. El borde anterior, también encorvado, lleva una serie de largas cerdas que aumentan gradualmente en longitud hacia atrás, acabando antes del ángulo postero-inferior del caparazón, y empezando después del arranque de dicho borde inferior de modo que, excepto la parte media ventral, los bordes son lampiños. Las antenas anteriores llevan, además de las cerdas terminales, otras laterales; el segundo par de antenas lleva en la cerda del segmento penúltimo del ramo tetrarticulado una espina en la articulación media. El abdomen, con nueve espinas dorsales anteriores a la depresión anal y seis posteriores a ella. Las espinas terminales, cortas, y las cerdas dorso-caudales, largas, y plumosas sólo en el final. Es especie muy rara. Sólo he encontrado dos ejemplares en el plankton de Noviembre. FAMILIA
Q U I D O R I D O S G. O. Sars
[219]
Linceidos Baird [4]
Caparazón bien desarrollado que envuelve en forma de cúpula comprimida al cuerpo; sin espina, con finos dibujos y frecuentemente pestañoso en el borde libre. Antenas anteriores pequeñas y frecuentemente cubiertas por el rostro. Antenas natatorias relativamente pequeñas, con exopodito y endopodito inarticulados, el primero casi siempre con tres y el segundo con cuatro o cinco largas cerdas natatorias, de las cuales tres terminales y las otras en los
C e l s o A r é v a l o : Gladóceros del plankton de la Albufera de Valencia
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segmentos próximos. Labio superior con apéndice laminar bien desarrollado. Cinco o seis pares de patas, las primeras unguiculadas, las últimas laminares. Cerdas dorso-caudales pequeñas y carnosidades ausentes. Postabdomen comprimido, muy movible, con dos series de espinas en el borde dorsal y terminado en dos grandes y fuertes espinas que llevan frecuentemente en su base, y a veces en el borde cóncavo, otras más pequeñas y accesorias. Intestino con ovillo, sin ciegos anteriores, a veces con un ciego posterior. Mancha ocular, existente y casi tan grande como el ojo compuesto. No forman efipio, quedando los huevos durables retenidos en la muda. El macho es más pequeño, con las antenas anteriores más largas; el primer par de patas, ganchudo, y el abdomen, deforme. Los Quidóridos son los más abundantes y típicos entornostráceos planktónicos de nuestra Albufera, así como también los más ricos en formas, pues, de las nueve especies hasta ahora por mí encontradas, cinco corresponden a ellos y pertenecen a los géneros que se distinguen a continuación: .' Borde libre posterior del caparazón, poco más corto que la ! mayor anchura de él. Ángulos posteriores del caparazón, redondeados. Rostro corto y obtuso L Y N C E U S 0. F. Müller. Rostro corto y romo. . ÄLONELLA (i. 0. SarsBorde libre posterior del caparazón, mucho más corto que la \ Rostro me- ' Cuerpo mayor anchura de él. Ángulos ^ J ° ° ° \ alargado. P L E U R O X U S Baird. posteriores del caparazón, pa- [ siempre j tenteS
\
G-ÉNEBO
gudo.. la . \ esférico..
Cl·lYDORUS Leach Baird.
L y n c e u s O. F. Müller
Caparazón oval subrectangular o subtriangular, comprimido, con el borde superior arqueado y los ángulos posteriores redondeados; borde posterior poco menor que la altura máxima transversal del caparazón; borde inferior, recto y pestañoso. Rostro corto y obtuso. Abdomen, en general, ancho, con espinas terminales largas acompañadas en la base por otras más pequeñas. Los machos son más pequeños, con gancho pedio y abdomen deforme. Con la extensión que hoy se da a este género, comprende unas 45 especies de todo el mundo, de ellas 17 europeas, de las
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Anales del Inst. gral. y técn. de Valencia
cuales dos he encontrado en la Albufera, que se distingen a continuación:
LYNCEUS.
Angulo postero-superior redondeado, pero patente. Caparazón ra.yado en la parte inferior. Postabdomen ancho y redondeado y con muchas espinas L. rectángulas G. 0. Sars. Angulo postero-superior completamente atenuado. Caparazón totalmente con puntuaciones areoladas. Abdomen anguloso con pocas espinas. Tamaño menor L. guttatus G. 0. Sars.
Lynceus rectan^ulus G. Ò. Sars (Fig. 22) VARIEDAD
pulcbra Matile
SINONIMIA:
Alona rectángula » guttata » intermedia » corónala » inornata » tuberculata » linéala » rectángula » linéala » corónala » tuberculata » pulchra » corónala » intermedia? » pulchra » » Lynceus rectangulus Alona
rectángula
G. O. Sars [218], pág. 18. P. E. Müller [167], pág. 181, tab. IV, figs. 8-9. Idem, id., pág. 355. W. Kurz [122], pág. 48, tab. II, figs. 4-6. Hudendorff [96], pág. 53, tab. II, fig. 5. Idem, id., pág. 54, tab. II, fig. 6. B. Hellich [87], pág. 93, fig..51. G. O. Sars [221], pág. 13. Idem, id., pág. 46. P. Matile [156], 148. Idem, id. Idem, id., pág. 149, pi. IV, fig. 36. Th. Stingelin [255], pág. 248. Idem, id., pl. VII, figs. 34-35. Idem, id., pág. 249, pl. VII, fig. 36. K. E. Stenroos [250], pág. 32, fig. 16. W. Lilljeborg [144], pág. 477, tab. LXVIII, figuras 30-31, y LXIX, figs. 1-6. L. Keilhack [108], pág. 87, figs. 207-209.
Caparazón muy transparente, punteado en la región dorsal y con líneas oblicuas difuminadas en la parte inferior próxima al borde libre Ventral, provisto de cerdas, de las cuales las centrales son más cortas. Borde superior arqueado, ángulos posteriores
C e l s o A r é v a l o : C,adoceros del plankton de la Albufera do Valencia
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Fig. 22.—Lyuceus reclaugtihis G. O. Sars, O. (Albufera, S Enero 1916. Del natural, en preparación microscópica. Aumentada 270 veces.)
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Anales del Inst. gral. y técn. de Valencia
atenuados y redondeados, pero el superior acusado. Rostro corto, ancho y obtuso, poco más largo que las antenas anteriores (sin cerdas). Antenas natatorias con las siete cerdas largas (1), natatorias y tres muy cortas, dos terminales (una en cada ramo) y otra en el segmento básico del endopodito. El ocelo es casi tan grande como el ojo. El apéndice labial, muy desarrollado y subcuadrangular, con los ángulos redondeados. El postabdomen, ancho, redondeado, con dos largas series de espinas que se prolongan por pelitos espinosos. Las espinas terminales, largas, con dos pares de espinitas accesorias en la base. El macho, más pequeño, con gancho y abdomen diferente. Aunque la forma de los ejemplares por mí encontrados es en todo análoga a la de la forma típica, por el dibujo del caparazón debe referirse a la variedadpulchra. Esta especie ha sido señalada en Suècia, Noruega, Spitzberg, Finlandia, Rusia, Dinamarca, Austria, Suiza, Francia y California. En la Albufera, es abundante en Enero. Tamaño medio: 0'43 mm.
Lynceus guttatus G. O. Sars (Fig. 23) VARIEDAD
tuberculata Kurz
SINONIMIA:
Alona guttatet Lynceus guttatus
Q. O. Sars [218], pág. 39. Norman a. Brady [170], pág. 29, pl. XVIII, fig. 6, pl. XXI, fig. 10. Alona párvula W. Kurz [122], pág. 44, tab. II, fig. 8. » tuberculata Idem, id., pág. 45, tab. II, fig. 3. » guttata B. Hellich [87], pág. 52, figs. 49-50. » párvula Q. O. Sars [221], pág. 13-47. » guttata Idem, id., pág. 13. » P. Matile [156], pág. 148, pl. IV, fig. 35. » » T. Stingelin [255], pág. 247. » » K. E. Stenroos [250], pág. 32. Lynceus guttatus W. Lilljeborg [144], pág. 468, tab. LXVIII, figs.16-26. Alona guttata L. Keilhack [108], pág. 85, figs. 201-202. (1) Algunos autores (Kurz, Lilljeborg) señalan ocho cerdas; pero yo, como Hellich, no he podido reconocer más que siete.
C e l s o A r é v a l o : Gladóceros del plankton de la Albufera de Valencia
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F i g . 23.—Lynccus guttaliis G. O. Sars, O, (Albufera, rj Abril 1916. Del natural, en preparación microscópica. Aumentada 248 veces.)
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Anales del Inst. gral. y técn. de Valencia
Caparazón con el borde superior muy convexo, con el ángulo postero-superior completamente atenuado, lo que da una forma bien distinta, dentro de los caracteres del género, con la especie anterior; además del dibujo del caparazón, que en esta especie está en toda su extensión adornado de pequeños y muy numerosos puntos areolados. El rostro, y los dos pares de antenas son análogos a los de la anterior especie. El apéndice labial es subtriangular, con el ángulo redondeado. El postabdomen es muy característico y distinto por la forma angulosa, con dos series de nueve dientes y sin cerdas espinosas. Las uñas terminales son agudas y las accesorias pequeñas. El macho es más pequeño y con los caracteres corrientes. Por los caracteres del dibujo del caparazón, debe referirse a la Variedad tuber culata. Ha sido señalada en Suècia, Noruega, Finlandia, Rusia, Inglaterra, Francia, Suiza, Alemania, Austria-Hungría, Cáucaso, Siria, Argelia, Azores, Estados Unidos. Es especie, por tanto, de gran área de dispersión, y se la encuentra hasta en las aguas de las grandes alturas de los Alpes. En la Albufera la he capturado abundantemente en Abril. Tamaño medio: 0'39 mm.
GÉNERO
Alonella G. O. Sars
Cuerpo oval, comprimido, con los ángulos posteriores del caparazón bien marcados, y el inferior, que es el más agudo, muestra uno o dos dientecitos. El borde superior, arqueado; el posterior, más o menos recto, y el inferior, sinuoso y ciliado, ofreciendo primero una convexidad y luego una concavidad. El caparazón ofrece un dibujo reticulado. El rostro es largo y obtuso; las antenas anteriores, muy cortas, terminan (sin cerdas) en la mitad del rostro. Las antenas natatorias presentan las cerdas normales. El postabdomen es variable. Los machos son más pequeños y deformes, por ofrecer más marcadas las sinuosidades del borde anterior del caparazón. Se extiende este género por Siberia, Rusia, Finlandia, Escandinavia, Dinamarca, Alemania, Austria, Suiza, Francia, Portugal, Islàndia, Groenlandia y Estados Unidos.
C e l s o A r é v a l o : Gladóceros del plankton de la Albufera de Valencia
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. 24-. AIoacHíi hispánica Arévalo, nov. sp. (Albufera, 24 de Noviembre de 1915. Del natural, en preparación microscópica. Aumentada 330 veces.)
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Anales del Inst. gral. y técn. de Valencia
Alonella hispánica, nov. spForma oval, comprimida, truncada por detrás. Borde superior del caparazón, curvo. Borde posterior, casi recto pero un poco convexo. Angulo postero-superior, patente; ángulo postero-inferior, bien acusado y formando un diente seguido de uno o dos poco marcados. Borde inferior con la concavidad y convexidad poco exageradas, provisto de cerdas, hacia el medio más cortas; ocelo más pequeño que el ojo. Rostro largo de calibre uniforme, no agudo en la punta. Antenas anteriores pequeñas que con las cerdas sobrepasan algo al rostro. Apéndice labial sub-triangular, con el ángulo redondeado y una concavidad posterior. Antenas natatorias con siete largas cerdas natatorias, tres largas terminales en el endopodito más una pequeña, también terminal, y cuatro en el exopodito, de las cuales tres en el extremo y la cuarta en el artejo intermediario. Abdomen estrecho, anguloso, con el borde dorsal cóncavo provisto de dos filas de seis espinas y de una serie de grupitos de cerdas laterales, siendo en cada grupito más fuertes las más posteriores. Particularmente típico de esta especie es el dibujo muy marcado del caparazón, no muy transparente y de color amarillento; consiste en líneas que dibujan exágonos alargados según la longitud del cuerpo y muy perfectos, que se perciben especialmente en la región dorsal, pues en la posterior y anterior solamente hay estrías paralelas a la dirección de las cerdas del borde Ventral. El macho es análogo a la hembra, pero más pequeño y de caparazón más deforme. Es abundantísima esta especie, en Noviembre, en la Albufera, en cuya época es la predominante. Tamaño medio: 0'35 mm. G-ÉNERO
Pleuroxus Baird
Caparazón oval, con el borde superior e inferior encorvado, el posterior recto y corto, con los dos dientes posteriores acusados y el inferior acompañado de uno o dos dientes. Rostro largo y puntiagudo, ocelo bien desarrollado. Apéndice labial variable, antenas normales, cinco pares de patas. Postabdomen comprimido,
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F i g . 26, — Plewoxus Moroiei Arévalo, nov. sp. (Albufera, 24 de Noviembre de 1915. Del natural, en preparación microscópica. Aumentada 220 veces.)'
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Anales del Inst. gral. y técn. de Valencia
con las espinas terminales acompañadas de dos pares de pequeñas espinas accesorias. El macho es más pequeño, con rostro más corto, primer par de patas ganchudo y el postabdomen deforme. Se conocen unas 20 especies de todas las partes del mundo, y de ellas unas cinco europeas.
Pleuroxus Morotei, nov. sp. Caparazón muy estrechado hacia atrás, con los bordes superior e inferior muy encorvados, y el posterior muy corto, casi recto, con el ángulo supero-posterior bien marcado y el posteroinferior "señalado por dos agudos dientes. Borde inferior con un ribete y con pestañas, de las cuales las centrales son las más largas. Rostro, larguísimo y agudo. Ojo nauplial, grande y redondeado como el compuesto. Apéndice labial saliente, subtriangular. Antenas anteriores, pequeñas; las posteriores, normales. Postabdomen, más bien estrecho, con el borde dorsal primero cóncavo, luego convexo, con cerdas espinosas y aguijones. Uñas terminales, largas y agudas, con espinas básicas. El caparazón, que es bastante transparente, ofrece puntos y una reticulación de exágonos regulares muy poco marcados, especialmente en los bordes. Algo frecuente, en Noviembre, en la Albufera. Tamaño medio: 0'46 mm. Dedico esta especie a mi querido amigo D. Francisco Moróte, como homenaje a su interés por los estudios hidrobiológicos. G-ENE.RO C b y d o r u s
Leach
Caparazón más o menos redondeado por estar los ángulos posteriores apenas marcados, y ser muy curvos los bordes dorsal y Ventral. El borde posterior es muy corto. El rostro es agudo. El apéndice labial, mediano yagudo hacia atrás. Las antenas, normales. El postabdomen, redondeado en su extremo; en general, corto y ancho. Las uñas terminales, medianas, con dos básicas accesorias. El ovillo intestinal es muy claro, con dos o una y media vueltas. El macho es más pequeño y con las mismas diferencias con la hembra que en el género anterior. Comprende 20 especies de todo el mundo, una decena europeas.
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\
F i g . 26. — Chydorus sphxrims O. F. Müller. (Albufera 15 de Abril de 1915. Del natural, en vivo. Aumentado 185 veces.)
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Anales del Inst- gral. y técn. de Valencia
Cljydorus spljasricus 0. F. Müller SINONIMIA:
Lynceus sphcericus Monoçulus » Lynceus » Chydorus sphcericus Lynceus » Chydorus » » caelatus Lynceus sphcericus Chydorus » » » » caelatus » sphcericus » punctatusP » caelatus » minor » » » sphcericus » » » » »
O. F. Müller [164], pág. 71, tab. IX, figs. 7-9. Jurine [104], pág. 157, tab. XVI, fig. 3 a-m. S. Fischer [62], pág. 192, tab. IX, figs. 13-15. Baird [4], pág. 126, tab. XVI, fig. 8. Lilljeborg [137], tab. VII, figs. 12-77. J. E. Schödler [243], pág. 12, tab. I, figs. 5-7. Idem, id., pág. 15, tab. I, fig. 44 (Varietas). Norman a. Brady [170], pág. 48, tab. XXI, fig. 12. P. E. Müller [167], pág. 194, tab. IV, fig. 24. W. Kurz [122J, pág. 71, tabla III, figs. 9 y 10. Idem, id., pág. 73. B . Hellich [87], p á g . I l l , figs. 6 7 y 6 8 . Idem, id., pág 110, fig. 66. Idem, id., pág. 112, fig. 69. ' W. Lilljeborg [142]. G. O. Sars [221], pág. 49. Stingelin [255], pág. 262, tab. VIII, figs. 46-48. K. E. Stenroos [250], pág. 37. W. Lilljeborg [144], pág. 561, tab. LXXVII, figuras 8-25. L. Keilhack [108], pág. 102, figs. 248-250.
Cuerpo redondo visto de lado, con los ángulos posteriores poco marcados y la superficie del caparazón esculpida de puntos y de un dibujo reticulado que rara vez falta. El borde libre de las valvas es lampiño, excepto en una pequeña región del borde ventral próxima al ángulo infero-posterior, en que existen cerdas. El rostro es largo y muy agudo, el ojo algo mayor que el ocelo. El apéndice labial, poco saliente y agudo hacia atrás. Las antenas anteriores son pequeñas, y sólo alcanzan la mitad del rostro. Las antenas natatorias no son grandes y llevan siete cerdas normales. El postabdomen es característico, corto, redondeado, con el borde dorsal en forma de llave de imprenta, con dos series de 10-12 espinas en su parte distal. Las uñas terminales llevan otras básicas. El macho es más pequeño, y entre otros caracteres sexuales secundarios, es de notar la deformidad del postabdomen, muy acentuada, y del rostro, por ser muy obtuso.
C e l s o A r é v a l o : Gladóceros del plankton de la Albufera de Valencia
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Esta especie, la más frecuente y extendida de todas las de Cladóceros, es también en la Albufera la más común. Se la captura en todas las épocas, lo mismo en las orillas del lago y acequias, que en pleno lago y en sus golas o comunicación con el mar (Perelló y Perellonet). Tamaño medio: 0'50 mm. Valencia, Julio 1916.
Indice alfabético de géneros y especies Acanthocercus: sordidus, pág. 48. Acantlioleberis: sordidus, 48. Alona: coronata, 54. guttata, 54, 56. inornata, 54. intermedia, 54. lineata, 54. párvula, 56. pulchra, 54. rectángula, 39, 54. tuberculata, 54, 56. Alonella, 35. 53, 5 8 : hispánica, 36, 59, 60. Alonopsis, 25. Bosmina: longispina, 39. Ceriodaplinia, 35, 4 3 s laticauda, 43, 44, 45. pulchella, 55. quadrangula, 44. valentina, 43, 4 6 , 47. Chydorus, 35, 53, 6 2 : cœlatus, 64. Latourneauxi, 35. minor, 64. punctatus, 64. sphœricus, 35, 36, 63, 6 4 . Daphnia, 24: Bolivarii, 55. curvirrostris, 35. longispina, 59. magna, 35. obtusa, 35. pulex, 20, 23, 30, 35. reticulata, 44. sima, 42. vetula, 40, 42.
Diaphanosoma: brachyurum, 35. Hyalodaphnia: cristata, 29. Holopedium, 22. gibberum, 59. Ilyocryptus, 25, 55, 4 8 : sordidus, var. longisetus, 55, 4 8 , 49, 50. Leptodora, 34: Kindtii, 39. Lynceus, 35, 5 3 : guttatus, var. tuberculata, 35, 36, 54, 5 6 , 57, 58. rectangulus, var. pulchra, 35, 36, 5 4 , 55, 56. sphœricus, 64. Macrothrix, 55, 48, 50: albuferœ, 39, 51, 5 2 . hirsùticornis, 35. Moina, 29. Monoculus: nasutus, 42. sima, 42. sphœricus, 64. Monospilus, 25. Pleuroxus, 35, 53, 60: aduncus, 35. Morotei, 36, 61, 6 2 . Poliphemus: pediculus, 39. Scapholeberis, 24. Sida: cristallina, 39. Simocephalus, 26, 27, 35, 40s exspinosus, 35. vetulus, 35, 40,41,42.
Anales del instituto General i Técnico de Valencia
ESTUDIO SOBRE LA CAMPAÑA DE LAS NAVAS DE TOLOSA Por CAPÍTULO I
A.
HflCI i,, • n, PRELIMINARES , De Alarcos a las Navas de Tolosa
La derrota de Alarcos—19 Julio 1195—implicaba un peligro mucho más serio para la España cristiana del que suponía la pérdida de un ejército. Al frente del imperio almohade se hallaba el más grande de los Miramamolines, 3; Alfonso VIII, aunque capaz de iuchar airosamente con Yacub Almansur, estaba enemistado con el rey de Aragón e iba a entrar en guerra abierta con los de León y Navarra, que veían en Castilla una amenaza constante para la integridad y aun para la independencia de sus pequeños Estados. Fuese precipitación de Alfonso VIII o morosidad intencionada del leonés y el navarro, el rey de Castilla luchó solo en Alarcos; Sancho el Fuerte recibió la nueva de la derrota al trasponer con sus tropas la frontera castellana y se volvió sin más a Navarra; el leonés, que se hallaba en igual caso, pasó a Toledo para Verse con el vencido. No debió ser muy cordial la entrevista; lo más probable es que Alfonso IX aprovechó la ocasión para reclamar los territorios detentados por Castilla, y como no fuese atendido, abandonó muy pronto a Toledo. . . La venganza no se hizo esperar; antes que terminase el verano ;
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de 1195 (1) el rey de León, haciendo alianza con el Miramamolín y llevando a sueldo numerosas bandas de musulmanes, rompió por las fronteras de Castilla y sembró la desolación en tierra de Campos, mientras Sancho el Fuerte, que no tenía menos agravios que vengar, entraba a sangre y fuego por Soria y Almazán y se aliaba con el Miramamolín (2). Alfonso VIII, que tan deshecha tempestad veía sobre sí, trató por todos los medios de reconciliarse con alguno de los reyes cristianos sus enemigos. Acudió al Papa, protestando contra la conducta del leonés y el navarro, y por mediación de Alfonso II de Aragón, logró avocar a Sancho VIII a una conferencia que se celebró en Febrero o Marzo de 1196 entre Agreda y Tarazona, en el confín de los tres reinos (3), Sancho se avino a firmar una tregua, y como Alfonso sólo buscaba el desembarazarse momentáneamente del navarro, para mejor hacer frente a musulmanes y leoneses, olvidó la campaña (1) «Post medicum temperis intervallum.» (D. Rodrigo, lib. 7.°, cap. 30.) Cuando citemos textos de la Historia del Arzobispo, emplearemos, para mayor comodidad, la fiel traducción que de ella hace la primera crónica general, edición Menéndez Pidal. Nueva Biblioteca de AA. EE. (2) Sancho VIII, que veía en el Miramamolín la única defensa de su pequeño reino contra las ambiciones de Castilla, hizo con él un pacto ofensivo-defensivo, por el que se comprometía a atacar a Alfonso VIII de acuerdo con el Miramamolín y a no aliarse con ningún príncipe cristiano contra los almohades. Yacub se comprometía en cambio a suministrarle el dinero necesario para hacer la guerra. El Anónimo de Copenhague, mans, árabe, Q. g. 490 de la Biblioteca Nacional, nos dice que «el rey de Navarra estaba sometido a la protección de los almohades y recibía de ellos socorros pecuniarios con gran largueza». Según el autor árabe, duró esta alianza hasta poco antes de la batalla de las Navas, pues dice de Sancho, al hablar de la cruzada que se formó contra el Miramamolín: «pero maldíjole el señor de Roma, si no guerreaba al lado de su gente y se unía a los príncipes de su religión; unióse, pues, a este ejército con ardor y se metió en el mar revuelto de los que invocaban la cruz». (Folio 186.) Cuan sólida fuese esta alianza nos lo indica claramente el tratado que en 1202 hacen Sancho el Fuerte y Juan Sin Tierra, pues el navarro promete defender al inglés contra todos, excepto el Miramamolín, y no hacer la paz con Aragón y Castilla, sino cuando Juan Sin Tierra la hiciese. (Reymer: Foedera et conventiones, 5.a edic, tom. I, part. I, pág. 40.) (3) Todavía se ven hoy, dice el P. Moret, las piedras que sirven de linderos, que el pueblo llama la Mesa de los tres reyes con presupuesto de que todos tres comieron a una mesa, estando cada cual dentro de su reino. (Anales de Navarra, lib. XX, cap. II.)
A. Huici:
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de Soria y Almazán, pactó con él y de una y otra parte se pusieron varios castillos en rehenes (1). Poco después de este arreglo, el Papa Celestino III, hondamente preocupado con las desgracias de la cristiandad española, escribía a los reyes de Castilla, Navarra y Aragón, a su legado el cardenal Gregorio y a los obispos de Calahorra y Tarazona —29 de Marzo de 1196—; quéjase el Pontífice de la alianza contraída por Sancho el Fuerte con el Miramamolín, y propone ahincadamente a los tres reyes, que celebren un tratado y concedan frontera de moros al navarro, adjudicándole su parte en las tierras que unidos conquistaren. Antes de que esta bula se recibiese en España, y probablemente a raíz de las treguas firmadas entre Agreda y Tarazona, D. Sancho envió a Roma al obispo de Pamplona, para comunicar al Papa la nueva del convenio ajustado y desvanecer los cargos que, por su pacto secreto con los almohades, había acumulado contra él Alfonso VIII. Las gestiones del prelado pamplonés se tradujeron en la bula del 21 de Abril de 1196, por la cual el Papa, para obligar más a Sancho el Fuerte a aliarse con Alfonso VIII, le concede el título de rey, que la Santa Sede no reconocía a los monarcas navarros, desde la separación de Aragón y Navarra, a la muerte de Alfonso el Batallador (2). El Obispo de Pamplona, (1) Bula de Inocencio III, 15 Abril 1198. Nada sabemos con certeza del resultado de esta entrevista, que sólo conocemos por citarla incidentalmente un documento, que el P. Moret copia íntegro. Jaurgain (La Vasconie,t. I) cree que los reyes no pudieron llegar a un acuerdo, y pone la campaña de Soria y Almazán en la primavera de 1196, como consecuencia de la entrevista. El P. Fita, por el contrario, opina que, celebrada la conferencia por obedecer a una circular de Celestino III, se llegó a una reconciliación, conforme a las prescripciones pontificias. Tal circular no existió, a nuestro juicio. (2) Este importante hecho de la historia de Navarra, ignorado de sus cronistas, ha sido puesto en claro por el P. Fita, merced a las bulas inéditas que publicó en el tomo 27 del Boletín de la Academia de la Historia. La más mportante de todas — 21 de Abril de 1196 — se halla en tan lastimoso estado en la colección Salazar, de donde la ha tomado el P. Fita, que todavía no ha podido ser reconstituida por completo- Aludiendo a ella, dice D. Francisco de Navarra al cronista Zurita en carta de 22 Nov. 1562, postdata: «Yo he estado todo este tiempo del estío en una aldea, por no poder llevar los calores de Valencia, y por tener los más de mis papeles en Valencia, no tengo aquí un traslado de un breve, que un Papa envió al rey D. Sancho de Navarra llamado el Fuerte, que se halló en la batalla de las Navas de Tolosa, que agora llaman el Puerto
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además de esta bula, consiguió otra de 28 de Mayo, en la que el Pontífice vuelve a insistir sobre las condiciones del pacto que deben hacer los revés de Castilla, Navarra y Aragón, pero sustituye en el cargo de juez ejecutor al arzobispo de Tarragona por el obispo de Pamplona. Almansuren tanto, satisfechísimo de la campaña de alarcos, la más célebre e importante que llevaron a cabo los almohades, había regresado a Sevilla, donde recibió comisiones de todas las provincias, encomendó al literato Abu el Fadl ben Abu el Taher escribir la relación de la victoria, empezó la construcción de la gran mezquita sevillana y repartió espléndidos donativos entre sus soldados (1). El invierno de 1195 a 1196 !o pasó en el castillo de Aznalfarache, de que gustaba mucho (2), terminó las plantaciones de los
de Muradal, donde dice el Papa que el dicho D. Sancho fue por la Sede Apostólica sublimado de Duque de Cantabria, en título de Rey de Navarra». Biog. de D. Francisco de Navarra, por M. Arigita, págs. 733 y 734. En 1095—16 de Marzo—Urbano II tomaba bajo la protección de la Santa Sede a Pedro, rey de los pamploneses y aragoneses; al separarse los dos reinos, después de la muerte de Alfonso el Batallador, García Ramírez se llama desde luego rey de los pamploneses y poco después se dice: «Reinando en Pamplona, Álava, Vizcaya, Ipúzcuay Tudela» — 12 Enero 1135—, pero no sin restricciones por parte de D. Ramiro, que en Febrero del mismo año se titulaba rey de aragoneses y pamploneses, y decía que debajo de su mando reinaba D. García Ramírez en Pamplona. Los Papasen sus bulas, desde 1135 a 1196 llaman siempre dux al monarca navarro, y sólo a partir del 21 de Abril de 1196, le reconocen por rex illustris Navarrae, como reconoció Alejandro III en 23 de Mayo de 1179 a Alfonso Enríquez por rey de Portugal. (1) Anónimo de Copenhague, manuscrito de la Bib. Nac, G. g. 490, fol. 100. El Marraquexi dice a este propósito: «Al volver de su gran campaña ya mencionada, el año 591—1195—, sentóse en uno de los pabellones del castillo del Faraj— Aznalfarache—que miraba al río, para recibir a los enviados de las provincias; dióles audiencia y entraron por clases y grados. Recitáronle sus versos los poetas, entre los cuales figuraba un amigo mío de Murcia, llamado Alí ben Hazmún, que declamó una composición en metro jabab, inventado por él y que gustó al Miramamolín y a los asistentes. Este día el Miramamolín mandó desfilar a sus soldados con todas sus armas, y cuando pasaron ante él, complacióse de su buen continente y oró dos rikaas— genuflexiones—en acción de gracias a Dios; no bien había terminado su oración, vino una nube y cayó lluvia abundante, tanto que se mojó la gente». (Pág. 213, texto árabe, edic. Dozy.) (2) Anónimo de Copenhague, fol. 101.
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tremendales del Tagarete y mandó hacer norias a orillas del Guadalquivir, debajo de Aznalfarache, para mayor ornamento del paisaje. Pasó entretanto el invierno, dice el Anónimo de Copenhague; entró el tiempo de las expediciones para volver a la guerra santa contra los enemigos, y las cábilas africanas, que habían invernado repartida por las ciudades andaluzas, se concentraron en Sevilla. Yacub Almansur reunió un consejo de guerra para decidir por dónde había de acometer a los cristianos; convínose en avanzar por el oeste, para recuperar las tierras musulmanas de que el maldito Adefunch se había apoderado, y a mediados de Rayeb de 592—Junio de 1196—se puso en marcha el ejército invasor (1). Los andaluces, que formaban la Vanguardia, fueron los primeros en llegar a tierras cristianas y poner cerco a la fortaleza de Montánchez, formalizando inmediatamente el sitio; al día siguiente llegó Yacub con el grueso del ejército, y los defensores del castillo, desesperando de poder resistirle, entregáronse por capitulación. El Miramamolín mandó al caid Abu Abdala ben Sanadid escoltarlos, hasta dejarlos en lugar seguro, pero apenas se habían alejado una parasanga—una legua—del campamento, cuando una banda de árabes los salteó, pasó a cuchillo a todos los hombres y se llevó cautivos a niños y mujeres. El Miramamolín procedió contra la audacia de aquellos bandidos, que así violaban los pactos, encarceló a los más culpables e hizo que todas las mujeres y niños fueran puestos a salvo en país cristiano por el mismo caid Aben Sanadid. De Montánchez pasó Yacub a Santa Cruz de la Sierra y luego a Trujillo, que tomó a la primera embestida, sin tener que acampar sobre ella. «El terror se apoderó de toda la comarca, implantóse en estos castillos la invocación del Islam y pasóse en una semana de culto infiel a la ley de Mahoma» (2). Prosiguió la
(1) Los Anales Toledanos adelantan esta fecha, pues dicen: «Priso el rey de Marruecos a Montanches e Santa Cruz e Truxiello e Placencia e vinieron por Talavera e cortaron el olivar e Olmos, Santa Olalla e Escalona e lidiaron Maqueda e non la prisieron e vinieron cercar Toledo e cortaron las viñas e los árboles e duraron y X días en el mes de Junio: era M.CC.XXX.IV». Según esto, saldría Yacub de Córdoba en Abril o Mayo, lo cual estaría más en consonancia con la expedición del año siguiente, emprendida, según el mismo Anónimo de Copenhague, el 14 de Abril. (2) Anónimo de Copenhague, fol. 102.
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obra de exterminio por Extremadura hasta Plasència, y torciendo luego hacia Toledo, llegó a Talavera, cuyos alrededores arrasó, pero sin poder apoderarse de ella; corrióse por Santa Olalla, pueblo abierto que destruyó; avanzó porMaqueda y Escalona, y aunque trató de tomar a Maqueda no pudo conseguirlo; llegó finalmente a dar Vista a Toledo, asoló su comarca, y sin pensar en sitiarla, emprendió la vuelta para Córdoba y Sevilla (1). Entretanto, Alfonso VIII estaba con Pedro II de Aragón en la Paramera de Avila, desde donde vigilaba los movimientos del Miramamolín, e impedía a Alfonso IX de León apoyar a los Almohades o aprovechar la ocasión para invadir a Castilla. No bien se retiró el Miramamolín, bajaron los dos reyes aliados de la Paramera, y penetrando resueltamente por tierras leonesas llegaron hasta el corazón del reino enemigo y cercaron el más robusto y primer antemural de la ciudad de León; es decir, el recinto amurallado del alcázar y villa de los judíos, que aun hoy se llama Castro de los judíos, y defiende el paso de la vía romana o del Camino del francés, sobre la margen izquierda del río Torio, y lo entraron a sangre y fuego después de tres días de asedio, al caer de la tarde del 25 de Julio del 1196 (2). (1) El Anónimo de Copenhague y los Anales Toledanos coinciden y se completan en la relación de esta campaña. El Qartás la reduce con la del año siguiente a una sola, pero las dos fuentes citadas, además del Marraquexi y D. Rodrigo, desdoblan la expedición. D. Rodrigo invierte el orden cronológico de las dos campañas, poniendo primero la del 97 y luego la del 96, y dentro de ésta comienza por el sitio de Toledo y acaba por el de Trujillo y Montánchez, con manifiesto error. El P. Fita {Boletín Ac. Hist., t. 26, pág. 440) pone a fines de 591 o principios de 592—es decir, en Noviembre o Diciembre de 1195—esta expedición; como no acudió a más fuente que el Qartás, cayó en tan manifiesto error. El Anónimo de Copenhague precisa más las fechas, marca los itinerarios e indica con toda claridad, que la primera razia se hizo por la región del Oeste y la segunda por la del Este, para así devastar toda la línea Sur de los Estados de Alfonso VIII. (2) Vide Bolet. Acad. Hist., tomo 12, pág. 11. Risco y el P. Fita identifican el Castrum Legionis del arzobispo con el Castrum jiidaeorum del Tudense situado a orillas del Torio, juxta ipsam civitatem. D. Rodrigo pone la toma del Castrum Legionis en 1197, cuando la crónica judía de José de Arévalo le señala el 25 de Julio de 1196. Lucas de Tuy, en vez de aclarar, enmaraña las dos expediciones y las pone juntas: «tuvo, dice del rey de Castilla, una discordia con el rey de León y tomó a Ardon, Coyanza—hoy Valencia de Don Juan—, Castroverde y algunos otros castillos. Después de esto, llegó hasta León y tomó el Castillo de los judíos, junto a la
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Ardón, Castrogonzalo, Castrotierra y Alba de Liste, cayeron en poder de los invasores, que devastaron toda la región desde el Duero hasta Astorga y Volvieron por Salamanca y Alba de Tormes, tomando a Monterreal. La campaña fue corta, porque ya en Septiembre está Pedro II en Daroca, donde las cortes le Votan nuevos subsidios para continuar la guerra. El Papa, noticioso de la conducta de Alfonso IX, que se servía abiertamente de fuerzas musulmanas, mandadas por el inquieto castellano Pedro Fernández, ordena en bula de 31 de Octubre al arzobispo de Toledo, que desligue a los leoneses del juramento de fidelidad y los induzca a tomar las armas contra su rey. La bula no produjo efecto alguno, pues Alfonso IX, fiel a la alianza con los almohades, siguió la misma política, hasta después de la batalla de las NaVas, sin que sus subditos trataran de menguar su autoridad. No hay duda que Alfonso VIII pensó aprovecharse de las censuras eclesiásticas para invadir de nuevo y con mayor poder los dominios de Alfonso IX; pero antes de que pudiera hacerlo cayó de nuevo sobre sus Estados el terrible Yacub Almansur. Había el Vencedor de Alarcos pasado el invierno de 1196 a 1197 en Sevilla, inspeccionando las grandes obras que en ella llevaba a cabo y residenciando a sus administradores. Con la primavera convocó de nuevo a sus tropas, recibió refuerzos, salió de Sevilla el lunes 14 de Abril y tomó el camino de Córdoba, donde se detuvo, aguardando a que la cosecha de aquel año, que prometía ser muy abundante, estuviese a punto de recogerse, para así raziar con mayor estrago las tierras cristianas (1). misma ciudad. Sitió también a Astorga, pero no la tomó. Acercóse en la montaña a cierto castillo llamado Alba—de Liste—y lo tomó. Pero el rey de León le salió al paso con un gran ejército en aquel mismo sitio para luchar con él. Mas Pedro Fernández el Castellano, que estaba entonces con el rey de León, y otros varones temerosos de Dios, rehicieron la paz entre el rey de Castilla y el rey de León». Cronicón Mundi. (Hispània ilastrata, tom. IV, pág. 108.) Con toda clase de salvedades y sólo a título de provisional, mientras no poseamos nuevos datos, damos el itinerario de estas dos campañas por tierras de León. No cabe duda que en la primera, que fue la más larga, llegaron los dos reyes aliados hasta el Castillo de los judíos en León y sitiaron a Astorga; en la segunda se detuvieron a orillas del Esla por las negociaciones matrimoniales que se entablaron, cuando más recias prometían ser las hostilidades. Esto puede asegurarse en conjunto; los demás pormenores no podemos darlos sino como más probables. (1) Anónimo, fol. 117.
Expediciones de Yacub Almansur en 1196
y 1197
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Salió Yacub de Córdoba, y sin desviarse hacia el Oeste, como el año anterior, tomó el camino de Talavera directamente; Alfonso VIH envióle embajadores proponiéndole treguas, pero el Miramamolín dióles una respuesta dilatoria y extendió sus razias hasta Toledo, devastando todo el país. En tanto, el rey de Aragón llegó en auxilio del rey de Castilla, y cuando Almansur supo que estaban en Madrid avanzó a su encuentro para ofrecerles batalla; los reyes cristianos la rehuyeron y se retiraron a la montaña. Torcieron entonces los almohades hacia el Este y llegaron a Guadalajara, que Alfonso había reforzado con tropas escogidas; el ejército invasor avanzó algo incautamente, seguro de no hallar resistencia seria; pero los defensores de Guadalajara, haciendo una salida, sorprendieron a un cuerpo de bagajeros y de negros y los pusieron en fuga, causándoles numerosas bajas. Al día siguiente desplegó Almansur todas sus fuerzas delante de la ciudad, pero incapaz de tomarla y avisado con el escarmiento de la víspera, dio la vuelta por Huete, Uclés, Cuenca y Alarcón para atravesar la sierra de Alcaraz, y siguiendo la cuenca del Guadalquivir entrar en Córdoba al atardecer del 29 de Radamán—15 de Agosto—y en Sevilla el primero de Xaul—18 a 20 de Agosto—(1). Probablemente, mientras Yacub llegaba a Guadalajara y de todos modos este año de 1197, Sancho VIII, aprovechando su aproximación, se apoderó de los castillos dejados en rehenes el año anterior con motivo de las treguas firmadas entre Agreda y Tarazona. Pasó el Miramamolín lo que restaba de verano en su residencia favorita de Aznalfarache, terminó las obras de la mezquita, recibió embajadores de los reyes cristianos, pactó treguas por diez años con el rey de Castilla, y renovó su alianza con los de León y Navarra; entró después en Sevilla con su corte y se dispuso a abandonar el Andalús para no volver más. En la segunda decena de Jumada el aual de 594—20 a 30 Marzo 1198—salió de Sevilla, pasó el mar a principios de Jumada el tani—10 Abril—, dirigióse a Fez, donde se detuvo 20 días, y-por el mes de Xaabán entró en Marraquex—Junio 1198—. Apenas se retiró el Miramamolín, cayeron de nuevo Alfonso VIII y Pedro II sobre León, que se hallaba en entredicho, desde el (1) Anónimo, fol. 117.
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otoño pasado. Tomaron a Bolaños, Valderas, Castroverde, Valencia de Don Juan, Carpió y Paradinas, derrotaron a las bandas musulmanas, que mientras el ejército aliado Vigilaba a Yacub por Madrid y Guadalajara, pasaron a León en socorro de Alfonso IX, y sin internarse apenas en territorio enemigo, ni seguir la campaña con la dureza del año anterior, volviéronse inopinadamente a Castilla. Es que por mediación de la reina de Castilla Doña Leonor, se habían movido entretanto tratos de matrimonio entre Alfonso IX y doña Berenguela, primogénita del castellano. La violación de las treguas cometida por el navarro, era una razón poderosa para que Alfonso VIII aceptase la proposición, so pena de verse otra Vez encerrado en un círculo de enemigos; el leonés podía pensar en heredar Castilla, pues se había reconocido a doña Berenguela el derecho a la corona, si faltaba el infante D. Fernando, como en efecto sucedió, y aunque el parentesco de los contrayentes ofrecía una dificultad casi insuperable, esperaban los dos reyes vencerla, apoyados en gravísimas razones de Estado. Risco y el P. Fita han sostenido que el célebre matrimonio se había ya verificado antes de 13 de Julio de 1197; tal fecha es inaceptable; las dos razones en que la apoyan son falsas, y en cambio otras muy sólidas la contradicen. La toma del Castro de los judíos fue en 25 de Julio de 1196, y como en la campaña de 1197 los reyes de Castilla y Aragón limitáronse a raziar las tierras de la orilla izquierda del Esla, podía muy bien Alfonso IX hacer donación de él en 13 de Julio de 1197, sin que las paces se hubiesen aún firmado, ni se tratase de matrimonio. La sentencia de entredicho lanzada contra León, no es la que en Junio se supone dictó el cardenal legado de Santángelo, sino la fulminada por Celestino III en su bula de 26 de Octubre del año anterior con motivo de la alianza entre el leonés y el Miramamolín. Yacub salió de Sevilla el 14 de Abril, detúvose bastante en Córdoba para aguardar a que las cosechas madurasen; hizo la más larga de sus incursiones por territorio cristiano, y era ya el 15 de Agosto cuando volvió a Córdoba, y el 18 o el 20 cuando entró en Sevilla. Alfonso le envió nuevos embajadores, que esta Vez tuvieron la suerte de pactar una tregua de 10 años con el imperio almohade. Penetró en tanto por León, se apoderó de Varias plazas, como hemos Visto, y cuando se disponía a llegar hasta la capital, y aun a pasar más adelante, se detuvo de súbito a orillas
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del Esla, acogió las proposiciones del matrimonio entre su hija y Alfonso IX y suspendió las hostilidades; por mucha prisa que se diese a las negociaciones, sería por lo menos Octubre cuando se podría verificar la boda. El cardenal de Santángelo, que había ya excomulgado al rey de León, en cumplimiento de la bula de 26 de Octubre de 1196, y que excomulgó este año al rey de Navarra, se Volvió a Roma, donde estaba ya en 27 de Julio (1). La excomunión y entredichos lanzados por Celestino III, en 26 de Octubre de 1196, no fueron acatados por los obispos de Zamora, Astorga, Salamanca y León, y por ello el cardenal Gregorio los excomulgó, como a fautores del rey; en cambio, el prelado de Oviedo, que quiso promulgar en su diócesis la sentencia de Roma, fue desterrado. Risco y el P. Fita (2) han interpretado estos hechos como consecuencia de la excomunión lanzada con motivo de la boda, cuando sólo se refieren a la motivada por la alianza con los almohades. El mismo Inocencio III indica bien a las claras que Celestino III no había excomulgado a los contrayentes, sino que él es quien encarga al legado Rainerio los amoneste, les asigne día para la separación y al fin los excomulgue, como en efecto lo hizo en 1198. El rey de Castilla no sufrió la misma pena, porque se manifestó dispuesto a recoger a su hija y aun a hacer de su parte por que la unión se rescindiese. La cronología se debe por tanto restablecer así: el 26 de Octubre de 1196, es fulminado el entredicho contra León, por su alianza con los almohades; a principios del verano de 1197 sufre igual pena el reino de Navarra, por haberse apoderado Sancho el Fuerte de los castillos dejados en rehenes; en Agosto o Septiembre se negocia el matrimonio de doña Berenguela con Alfonso XI; viene éste a casarse en Valladolid, por Noviembre probablemente; el 17 de Diciembre, después de celebradas las bodas y yendo ya a León con su marido, firma doña Berenguela el primer documento, en que aparece como reina de León, y para el día de Navidad está ya en la capital, pues el día 27 vuelve a firmar otra donación, con anuencia de su marido. Como por entonces no había legado apostólico en España, y Celestino III muere el 8 de
(1) Lowenfeld, 17.572. (2) España Sagrada, XXXV, pág. 260. Bolet. Acad. Hist., t. XXVI, pág. 459.
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Enero de 1198, los recién casados no sufren amonestación alguna, hasta que en la primavera viene a España el legado Rainerio, con órdenes terminantes de excomulgar a los cónyuges, si no se separan. Reconciliado con León y en treguas con el Miramamolín, dispónese Alfonso VIII, en 1198, a vengarse cumplidamente de la perfidia con que Sancho el Fuerte se adueñó el año anterior délos castillos dejados en fianza, combina sus fuerzas con Pedro II yacomete por la parte de Álava, apoderándose de Miranda de Ebro e Inzura, mientras el de Aragón entra por la frontera y merindad de Sangüesa, rindiendo a Aibar y a Burgui una de las siete villas del Roncal (1). Vióse en grave aprieto D. Sancho, pues como él mismo dice, al pagar al obispo de Pamplona 70.000 sueldos, que le pidió para hacer frente a los invasores, los reyes aliados intentaron con todo empeño privarlo de su reino; mas con impensada facilidad se deshizo también esta tormenta, porque el aragonés movió tratos de casamiento con doña Constanza, hermana de Sancho el Fuerte; este aprobó el enlace con juramento de realizarlo; hiciéronse las paces entre Aragón y Navarra y el castellano tuvo que retirarse, sin poder pasar más adelante en sus conquistas. Pronto tuvo noticia Inocencio III de este nuevo proyecto matrimonial, y con su acostumbrada severidad le puso el veto—bula de 2 de Febrero 1199—por ser Pedro II primo hermano de la Infanta, y (1) El P. Moret enmaraña la cronología de estos sucesos y la trastrueca por completo; pone la campaña de este año en la primavera del siguiente, contra la bula de Inocencio III—2 de Febrero 1198—; además el sitio de Vitoria comienza en 1199, y no en 1200'como el P. Moret quiere. La campaña de 1198 termina en Junio con el proyecto de matrimonio entre Doña Constanza y el rey de Aragón, y en Julio hace Sancho el Fuerte una donación al Obispo de Pamplona D. García, por los 70.000 sueldos que le prestó durante la campaña. El P. Moret no puede explicarse el sentido de las palabras «por muchos servicios que la Iglesia de Pamplona me ha hecho, y especialmente por 70.000 sueldos con que me ha servido, estando yo en muy gran necesidad, cuando los reyes de Castilla y Aragón, haciéndome fuerte guerra, intentaban privarme de mi reino». Una vez puesta en el año siguiente la campaña a que alude el documento, tiene que inventar otra para explicarlo, y así supone que en 1196, antes o después de invadir las tierras de León, entraron el Aragonés y el Castellano por Navarra; el silencio de D. Rodrigo lo justifica con el poco efecto que los reyes aliados lograrían en esta expedición: «que a haberlo tenido de mayor cuenta lo celebrara el Arzobispo, como celebra el que tuvieron en el reino de León». {Anal, de Nav., lib. XX, cap. II, part. IV.)
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dispensó a D. Sancho del juramento que había prestado al rey de Aragón. El año 1199 Volvió Alfonso VIII más de propósito y, aunque solo, con mayor fortuna, a invadir los dominios de Sancho el Fuerte. Pedro II se mantuvo neutral y, a pesar de que el matrimonio no se llevó a cabo, guardó las paces hechas con Navarra: Alfonso VIII entró por Álava en la primavera, y ya el 5 de Junio le hallamos sitiando a Vitoria (1). Largo y porfiado fue el cerco, pues tenemos documentos que prueban seguía Vitoria sitiada hasta el año 1200 (2). No sabemos hasta cuándo resistieron los sitiados, pero mucho antes de fines de este año 1200, rendidos por el hambre y sin esperanzas de socorro, parlamentaron con Alfonso VIII: permitióles éste que el obispo de Pamplona, con un caballero de la guarnición de Vitoria, fuese a tierras de moros, donde se hallaba el rey D. Sancho, y exponiéndole el estado de la plaza, le pidiese permiso para rendirla, sin mengua en la fidelidad y buen nombre de sus defensores. D. Sancho mandó que la entregasen y en pos de ella cayeron todos los castillos de Álava, al mismo tiempo que os guipuzcoanos, descontentos de Navarra, se entregaban a la corona de Castilla (3). Sancho VIII estaba en tierras musulmanas por el año 1200, poco antes de la rendición de Vitoria, y después de una ausencia bastante larga, volvió a Navarra con grandes regalos del Miramamolín (4). Sobre este hecho histórico tan escueto se ha formado una tupida Vegetación de leyendas. Rogerio Haveden, cronista de Inglaterra, a la sazón en que doña Berenguela, hermana de Sancho VIII, era esposa de Ricardo Corazón de León, escribe que una hija del Miramamolín Yacub enamoróse perdidamente de D. Sancho y amenazó a su padre con ahorcarse, si no la casaba con él. (1) Cartulario de Sahagún: índice impreso, pág. 409. (2) 51 de Agosto: vid. Bolet. Ac. Hist., 26, pág. 276, 22 de Diciembre; folio 59 del Liber privilegiorum Ecclesiae Toled., Era 1238: anno quo Victoria tenebatur obsessa. {Bol. Ac. Hist., XXVI, pág. 433.) (3) Los Anales Toledanos ordenan por riguroso orden cronológico los sucesos de que dan cuenta dentro de cada año, y como al llegar al 1200 dicen: «Priso el rey D. Alfonso a Vitoria. Avenida del Tajo, tan grande como las otras avenidas, en el postrimer día de Febrero», no es aventurado suponer que Vitoria se rindió antes del 1.° Marzo de aquel año, o sea antes del desbordamiento del Tajo. (4) Onustus muneribus agareni. (D. Rodrigo.)
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Yacub accede a sus deseos y envía embajadores al rey Fuerte, ofreciéndole la mano de su hija con todos los dominios de la España musulmana en dote. D. Sancho Va al África para casarse, pero durante su Viaje muere Yacub, y cuando aquél llega a Marraquex, los consejeros del nuevo sultán—el niño Anasir—se niegan a darle la princesa prometida y le obligan, so pena de cautiverio, a emplear su esfuerzo en reprimir las revueltas promovidas en todo el imperio a la muerte del vencedor de Alarcos. Sancho lucha durante tres años con los rebeldes y los somete felizmente a todos; ni aun entonces logra la mano de la princesa; le dan en cambio grandes sumas de dinero, y cargado de botín y de riquezas se Vuelve a su reino (1). El padre Moret procura armonizar los documentos navarros con este relato, y agrega que en 1196 llegaron a Navarra embajadores de Yacub, para proponer a Sancho VIII la boda; que el Papa Celestino III, con su bula de 28 de Mayo de 1196, hizo se diesen largas al asunto en la corte de Navarra; que antes del verano de 1198 envió D. Sancho embajadores al África, aceptando definitivamente las proposiciones de Yacub, y que en Julio o Agosto de 1198 emprendió el viaje, para no estar de vuelta sino a principios de 1201. Ya un contemporáneo del padre Moret, impugna bravamente a los historiadores navarros y acusa a Haveden de haber tejido, como buen inglés, la hermosa novela de Boyac— Abu Yacub—; pero no hace más que adivinar sus ficciones, sin poder demostrarlas; sin embargo, nada más fácil. Si es absurdo que un Miramamolín almohade, representante de una gran reacción rigorista en el Islam, pensase siquiera en la posibilidad de imponer a todos los musulmanes españoles un rey cristiano, por el mero hecho de casarle con su hija, no lo es menos, dada la psicología y educación de la mujer mahometana, que
(1) El Príncipe de Viana, en su crónica, da otra Versión: Sancho va en auxilio del rey de Tremecén contra el de Túnez: adolece gravemente en tierra africana, y entretanto el rey de Castilla se apodera de Álava y Guipúzcoa; Sancho tarda un año en saberlo, vuelve a España y desembarca en Cartagena, doliente todavía y atacado del cáncer. Alfonso no le devuelve nada y Sancho no se atreve a hacer reclamaciones. El Qartás da una tercera versión y supone que poco antes de la campaña de las Navas fue Sancho a Sevilla para verse con Anasir e implorar su protección, como veremos luego.
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una princesa almohade, encerrada en un palacio del lejano Marraquex, se enamorase tan locamente de Sancho VIII, a la sazón en que éste no era todavía más que heredero del menor reino cristiano de la península y nada había hecho para que su fama corriese por los harenes del Sur marroquí e inflamase el corazón de una hija del Miramamolín (1). Cuan lejos estuviese Yacub de pensar en ceder parte de sus dominios a un rey cristiano, lo prueba la feroz intransigencia que usó con los judíos convertidos al Islam: «Al fin de su reinado, dice el Marráquexi, mandó Yacub Almansur que se distinguiesen los judíos del Magreb por una manera de vestir que les fuese peculiar, consistente en un traje negro con mangas de extremada holgura, que les cayese hasta cerca de los pies, y en vez de turbante un bonete de la más fea forma, como si fuese albarda que les llegaba hasta debajo de las orejas. Extendióse esta moda a todos los judíos del Magreb y no la dejaron durante el resto de su reinado y los comienzos del de su hijo Abu Abdala—Anasir—, hasta que éste se la cambió, después que recurrieron a él por todos los medios y emplearon la intercesión de todos los que creían poder serles útiles. Mandóles Abu Abdala Vestir ropas amarillas y turbantes del mismo color, como lo hacen hasta hoy, año 621. Movió a Abu Yusuf para obligarlos a distinguirse de este modo por sus vestiduras, las dudas que tenía acerca de su islamización. Solía decir: «si estuviese cierto de la sinceridad de su conversión »los dejaría mezclarse con los musulmanes en sus matrimonios y »demás asuntos, y si estuviese cierto de su infidelidad, mataría *a sus hombres, esclavizaría a sus niños y pondría sus bienes »en provecho de los musulmanes, pero dudo sobre el particular». No se concede pacto entre nosotros, ni a la religión de los
(1) Supone el P. Moret, que ya en la conferencia entre Agreda y Tarazona —Febrero o Marzo 1196—, se habló de los tratos matrimoniales del rey de Navarra con la hija de Yacub: como no hacía quizá siete meses que Sancho había subido al trono, fuerza es que la princesa almohade llevase bastante tiempo enamorada, para que tan dificultoso matrimonio estuviese en vías de ejecución. El in exitu sarracenorum de un testamento otorgado en 1196, que el P. Moret aplica a los embajadores venidos a Navarra para negociar la boda, se refiere sencillamente a la retirada del ejército almohade, que por el Verano de 1196 devastó el Sur de Castilla.
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judíos ni a la de los cristianos, desde que se alzó el poder masmudi—almohade—y no hay en todos los países musulmanes del Magreb sinagoga ni iglesia alguna. Solamente los judíos entre nosotros profesan exteriormente el islamismo, rezan en las mezquitas y enseñan a sus hijos el Alcorán, conforme a nuestra religión y tradiciones. Dios sabe lo que ocultan sus pechos y encierran sus casas» (1). Pero éstas no son más que razones, aunque poderosísimas, y por encima de ellas están los hechos comprobados, que deshacen la ficción de HaVeden, prohijada por el analista navarro. Como en Julio de 1198 firma Sancho VIII una donación en Tudela, y en Marzo de 1201 vuelve a firmar otro documento en la misma ciudad, el P. Moret pone en esos dos años y medio, los tres años de su estancia en Africa; pero un nuevo documento (2) nos presenta a D. Sancho, por Febrero de 1199, en Burgui del Roncal, haciendo una concesión a los hombres de Aspurz; con esto queda reducido a bastante menos de dos años el tiempo posible de la permanencia de D. Sancho en Africa, y además cae por su base la suposición de que durante el Viaje de D. Sancho muriese el Miramamolín. Yacub murió el 23 de Enero de 1199, y al día siguiente fue proclamado su sucesor Anasir; D. Sancho, aliado de los almohades, no podía dos meses después desconocer tan graves acontecimientos, aun suponiendo que en Febrero, con todo el rigor del invierno, saliese del Roncal, camino de Marruecos. Afirma HaVeden que Don Sancho logró grandes triunfos en Africa; pero las crónicas árabes le dan el más soberano mentís. A la muerte de Yacub, el célebre Yahia ben Gania, el Mallorquín, Volvió a sublevarse en Ifriquía—Argel y Túnez—, derrotó a todos los ejércitos almohades enviados contra él y ejerció una dominación tiránica de 1199 a 1204. Los almohades, consternados, pensaron en 1204 en reconocer al Mallorquín la posesión de los países sublevados, y en su consejo de guerra sólo encontró Anasir un Voto en favor de una nueva y decisiva campaña contra Yahia, que dirigió él en persona.
(1) Vid. el comentario que de este pasaje hace Muk. Journal Asiatique, 1842, t. 2, p. 40. (2) Caj. I, num. 70, del Archivo de Navarra. A pesar de su gran importancia para la cronología de estos sucesos, nadie hasta ahora ha hecho uso de él.
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El único éxito logrado en estos años por el poder de Anasir, fue la represión de una pequeña revuelta promovida por un oscuro agitador berebere, Abu-Fares, que se hacía pasar por profeta en el Sus y que a una intimación de los jeques almohades fue entregado sin lucha por sus propios secuaces, en 598 de la Hègira 1201 a 1202. La intervención de D. Sancho en Africa, fue por tanto imposible, y sus quiméricos triunfos coinciden con el período más angustioso del reinado de Anasir. Veamos ahora de restablecer los hechos que dieron lugar a las invenciones de Haveden. La muerte de Yacub, 23 Enero 1199, se sabría en Navarra por Febrero o Marzo; con la primavera debió comenzar el sitio de Vitoria, que sabemos dirigía Alfonso VIII personalmente en 5 de Junio; Sancho el Fuerte, incapaz de romper el cerco y preocupado con la muerte de su aliado Yacub, pasa a Andalucía «con pocos de los grandes omnes de su regno quel accompannaron en su yda»; desde Andalucía envía embajadores a la corte de Anasir para renovar la alianza hecha con su padre y pedirle socorros contra Alfonso (1); el Miramamolín, o mejor dicho sus consejeros, reciben muy bien a los enviados del rey navarro; renuevan el pacto existente y les dan magníficos regalos y aun
(1) No fue esta la única embajada cristiana que recibió el nuevo Miramamolín: poco después de los embajadores navarros, saldrían para Marraquex los aragoneses, pues en escritura de 7 de Febrero 1200, confiesa Pedro II deber a Esteve de Marimon 5.000 mazmudinas, parte por deudas de su padre, parte por el viaje que inmediatamente Va a emprender Aben-Benist — un judío o un morisco—, de orden del rey a la corte del Sultán de Marruecos. (Miret y Sans: Bolet. Buenas Letras, Barcelona, año 1905, pág. 259.) En 8 de Marzo de 1199, Inocencio III escribe al Miramamolín y le recomienda los religiosos portadores de sus Letras que Van a redimir cautivos. Finalmente, Alfonso VIII hubo de enviar por el mismo tiempo una misión a Marraquex para renovar las treguas firmadas entre Castilla y Marruecos por 10 años en 1197. Como en 1210 nos dice el Arzobispo que estaban para expirar, no hay duda que en 1200 fueron confirmadas por Anasir y extendidas a 10 años. En 1204, dice el Anónimo de Copenhague, fol. 139, llegó a Marraquex Ibrahim ben Alfajar, visir del rey de Castilla, para confirmar las treguas existentes. Que estas embajadas eran muy frecuentes, lo prueba el hecho citado por el mismo Anónimo, fol. 168, de que en 1211, rotas ya las hostilidades, que se tradujeron en la pérdida de Salvatierra, nombró Anasir a Abu el Juiuch, encargado de recibir a los enviados de los reyes cristianos, hospedarlos y servirles de intérprete, y para nombrarlo destituyó a Aben Ubail que ocupaba aquel puesto.
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dinero para su señor; pero gravemente trabajados por la rebelión y triunfos de Yahia ben Gania en Ifriquía, se niegan a socorrer con las armas a D. Sancho; D. Sancho recibe en Andalucía a sus embajadores; pero obstinado, a lo que parece, en su propósito de promover una invasión por el Sur, para obligar a Alfonso a levantar el sitio de Vitoria, se detiene largo tiempo entre los moros andaluces y recorre sus ciudades, sin conseguir más que auxilios pecuniarios. Defraudado en sus planes y esperanzas, aunque Vuelve a Navarra con grandes riquezas, tiene que firmar las paces con el castellano y renunciar a Álava y Guipúzcoa (1). Años de paz fueron para España los cinco primeros del siglo XIII; el matrimonio de doña Berenguela con el rey de León, las treguas firmadas por Castilla con el imperio almohade, la amistad sincera de Alfonso VIII con Pedro II de Aragón, y la impotencia de Navarra vencida y desmembrada, acaban de momento con las ruines campañas y pactos insidiosos que cada verano venían a manchar la honra de los reyes cristianos por la codicia de un puñado de castillos. El rey de León resistió por cinco años a las conminaciones del (1) En un documento del Archivo de la Iglesia colegial de Tudela, que copia el P. Moret en sus Investigaciones, pág. 720, se habla de una donación hecha por el rey D. Sancho, tío del rey D. Tibalt, «muyto tiempo entre que vino de Marruecos». Es un documento privado, y prueba que ya a mediados del siglo XIII el pueblo había puesto su fantasía en las andanzas de D. Sancho y las había transformado en leyenda. Pero basta leer la Historia del Arzobispo, para Ver claramente que no hubo tal Viaje al Africa. Dice la Crónica general, traduciendo fielmente al Arzobispo: «En tod este el rey don Sancho de Nauarra el muy ualient a manos, mas couarde de uoluntad tomosse con pocos de los grandes omnes de su regno quel accompannaron en su yda et fuesse pora los alauares: et morando con ellos luengo tiempo enuio sus mandaderos al Miramomelin allend mar a Africa et ell esperólos aquend con los moros fasta que essos sus mandaderos tornaron con auer et con donas quel envio el Miramomelin; mas esse rey don Sancho de Nauarra el muy ualient por todo esso, per razón de sacar mas auer de los moros andauasse aun por y entrellos por las cipdades de les alauares et morauasse con ellos en su tierra». (Edic. Menéndez Pidal, pág. 684.) Campión, que no conocía otras fuentes árabes que el Qartás y que ni siquiera podía apreciar el valor crítico de esta crónica, atina sin embargo por sentido común en este asunto. «En mi opinión, dice, la jornada fue una; su fecha después de Julio de 1198 y antes de 1201, su lugar Andalucía, su causa buscar alianzas con los moros, siguiendo las antiguas aficiones denunciadas por el Papa. (Revista del antiguo reino de Navarra, II, pág. 27.)
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Papa, que le obligaba con todo el rigor de las censuras, a separarse de doña Berenguela; Alfonso VIII recobrábase del desastre de Alarcos y se proponía Volver a tomar la ofensiva; Sancho el Fuerte se dedicaba a fomentar la riqueza de sus reducidos dominios; en 1202 hace un tratado ofensivo-defensivo con Juan Sin Tierra; en 1203 emprende grandes obras de riego en la huerta de Tudela, y en 1204 ajusta un modus viyendi con la ciudad de de Bayona. Túrbase de nuevo la paz en 1206, con ocasión de D. Diego López de Haro, Señor de Vizcaya y Alférez rea! de Castilla, que se desaviene con los dos Alfonsos VIII y IX, por causa de su hermana doña Urraca, ex reina de León. Restituyó el de Haro todos sus feudos a Alfonso VIII, que no le dejaba tomar venganza del leonés, y desnaturalizándose de Castilla, se retiró a Navarra con los nobles de su partido, y desde Estella hizo grandes entradas por tierras castellanas. Unidos los dos reyes de Castilla y León, marcharon contra Estella en busca de D. Diego, pero éste recibiólos con tal ardimiento, que después de graves reencuentros en las huertas y viñas de las colinas que rodean la ciudad, tuvieron los invasores que retirarse a Castilla sin lograr su objeto. Harta ocasión era esta para que Alfonso VIII volviese de nuevo sus armas contra Navarra; Sancho el Fuerte previno el golpe abandonando a su suerte al turbulento Señor de Vizcaya (1); debió entonces D. Diego pedir asilo a Pedro II, y como éste se lo negase, fuese para los moros de Valencia y desde allí hostilizó con saña las fronteras aragonesas. Sancho el Fuerte Vióse luego con el rey de Castilla, a 29 de Octubre de 1207, en Guadalajara, donde ajustaron una tregua de cinco años, dejando en rehenes Varios castillos de una y otra parte. Zurita, que da esta noticia, con Varios pormenores tomados de\ pergamino 269 de la corona de Aragón, añade que el rey de Castilla prometió interponer sus buenos oficios entre los reyes de Aragón y Navarra, que andaban muy desavenidos. No consta la ocasión de este rompimiento, como no fuesen los ataques del de (1) Con mucha verosimilitud, aunque no sabemos con qué fundamento, afirma Garibay, que después de la expedición de Estella se vieron en Alfaro los reyes de Castilla, Aragón, León y Navarra, donde doña Sancha, madre del aragonés, los tornó a reconciliar, dejando todos desamparado a D. Diego. (Lib. XII, pág. 147.)
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Haro contra las fronteras aragonesas; presta y eficaz sería la mediación de Alfonso VIII, pues, a los cuatro meses de firmadas las treguas de Guadalajara, se reúnen Pedro II y Sancho el Fuerte en Monteagudo—partido judicial de Tudela—, a la falda del Moncayo, y hacen un pacto, comprometiéndose a no recibir los Vasallos rebeldes que de un Estado pasen a otro y ayudarse mutuamente en recobrar los lugares alzados por los rebeldes (1). Esta concordia fue duradera; en 4 de Junio del año siguiente—1209—se avistan de nuevo los dos reyes, en un campo delante de Malien, para firmar un préstamo de 20.000 maravedíes, que D. Sancho acababa de hacer a Pedro II (2). Faltaba en tanto un año, dice el Arzobispo D. Rodrigo, para que expirasen las treguas de diez años pactadas por Castilla con el Miramamolín: Alfonso VIII, que ardía en deseos de vengar la derrota de Alarcos, y a quien su único hijo el infante D. Fernando, impaciente por hacer sus primeras armas, incitaba de continuo a la guerra contra los infieles, decidióse a probar de nuevo la suerte de las armas, en batalla campal contra los almohades. Sin aguardar a que se cumpliese el término de las treguas, salió en 1209 con su ejército de Toledo, mientras el Maestre de Calatrava, Ruy Díaz de Yanguas, reunía su gente en Salvatierra; el rey se dirigió
(1) Las crónicas no hacen mención de esta entrevista, que fue indudablemente consecuencia de la de Guadalajara y relacionada a lo que parece con el rebelde señor de Vizcaya; el primero en dar cuenta de ella ha sido Miret y Sans en el Bolet, de Buenas Letras, de Barcelona, años 1905 y 1906, pág. 442. (2) En 12 de Mayo de 1212, poco antes de partir para la campaña de las Navas, vuelve Pedro II a declarar en Zaragoza que debe a su consanguíneo D. Sancho 10.000 mazmutinas, que de él había recibido en alquilatis, y le deja en hipoteca el castillo de Tresmoz con sus hombres y rentas. Yanguas comparando los préstamos que ahora hace D. Sancho, con la estrechez de 1198, en que tuvo que recibir 70.000 sueldos de la Iglesia de Pamplona, atribuye esta opulencia a los tesoros que D. Sancho trajo de su viaje por Andalucía. Mucho tiempo había transcurrido desde entonces, y las sumas que D. Sancho trajo pronto las habría gastado en reparar los daños causados por la campaña de 1199-1200. Sin negar la importancia de la subvención almohade, creemos que el desahogo económico de que D. Sancho da muestras en 1209, se explica cumplidamente por los 12 años de paz—1200 a 1212, — que sólo interrumpió la corta campaña de Estella—1206—por la sabia administración con que D. Sancho fomentó las riquezas de sus pueblos y también por su exagerada y célebre avaricia.
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contra Jaén y Baeza, y los calatraVos contra Andújar (1), haciendo grandes presas. El maestre ganó los castillos de Montoro, Fesora, Pilpafont y Vilches, que asoló, a excepción de este último (2). Mientras el rey de Castilla hacía esta expedición por tierras andaluzas, seis concejos leoneses invadieron la frontera castellana, pero fueron rechazados con grandes pérdidas por el conde don Fernando y Alvar Núñez (5). El leonés, al tener que separarse de doña Berenguela, no había logrado quedarse con los castillos que esta princesa llevara en dote y quiso ahora aprovechar la ocasión de recobrarlos. Malogrado su intento, tuvo que aguardar hasta el 1212 para el desquite. Al año siguiente—1210—pobló Alfonso VIII a Moya (4); el Miramamolín envióle embajadores que protestasen contra tales violaciones de la tregua establecida, pero el castellano los desoyó y por ambas partes se preparó la guerra; Pedro II de Aragón secundaba como buen amigo las miras de Alfonso, y en Marzo del mismo año—1210—invadía la región valenciana y se hacía dueño de Adamuz, Castelfabib y Sertella. El Anónimo de Copenhague (5) nos ofrece nuevos datos sobre las causas de esta expedición: el año 607— 1210 -^ el Sid Abu-elOla, jefe de las dos escuadras del Andalús y de Africa, fue con todos sus navios al país del Barcelonés e hizo una gran razia, la mayor hecha por los almohades en el mar. Consecuencia de ella fue la invasión de Pedro II en tierras de Valencia. Este mismo año llegaron a Marraquex embajadores del Oriente del Andalús, quejándose de la incursión del Barcelonés, y Anasir mandóles preparar los caminos y las estancias para la guerra santa. Tras estos preludios belicosos, el infante D. Fernando, heredero de Castilla, significó al Papa Inocencio III su deseo de consagrar las primicias de sus armas a la guerra con los infieles, y recabó el auxilio de la sede apostólica, temeroso de que el rey de León aprovechase la ausencia de las fuerzas castellanas, para
(1) D. Rodrigo, lib. VII, cap. 35. (2) Argote de Molina: Nobleza de Andalucía, pág. 72. (3) Anales Toledanos. (Flórez, tom. XXIII, pág. 395.) (4) «En la provincia de Cuenca, partido judicial de Cañete, del que dista 4 leguas; se halla al extremo E. de la provincia sobre un monte redondo, áspero y encumbrado: hay varios restos de fortificaciones anteriores a la repoblación de Alfonso VIII.» (Madoz: Dic geog.) (5) Fol. 168.
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caer sobre las fortalezas de la frontera. El Papa, en bula de 10 de Diciembre de 1210, manda a los obispos de España que exhorten a sus reyes a imitar la conducta del joven príncipe y concedan indulgencias a todos los que tomen parte en la próxima campaña. Alfonso VIII, previendo la gravedad que iba a revestir la lucha, envió luego a Roma al obispo electo de Palència, para interesar aun más al Papa en sus planes de reconquista y conseguir la Venida de un legado, que con su autoridad diese calor a la cruzada y asegurase, si no el concurso, por lo menos la neutralidad de todos los reyes cristianos. El Papa no accedió a esta peticiónbula de 8 de Marzo de 1211—por la inseguridad que reinaba en el Mediodía de Francia con la guerra de los Albigenses, pero de nuevo encomendó al arzobispo de Toledo y a los obispos de Zamora, Tarazona y Coimbra descargasen los rayos eclesiásticos, sin recurso alguno de apelación sobré los reyes que, habiendo firmado paz o treguas con Castilla, las Violasen mientras Alfonso o su hijo atacaban a los musulmanes. Cuando esta bula llegó a España, el ejército almohade acababa de cruzar el Estrecho—16 Mayo 1211 —, perdióse Salvatierra durante el verano, murió en Octubre el infante D. Fernando, y el rey de Castilla, más decidido aún con estas desgracias a librar batalla campal a los infieles en la primavera de 1212, lo hace saber al Papa por medio del obispo electo de Segovia y le pide que publique una cruzada general en su favor, señalando la octava de Pentecostés—20 a 27 Mayo 1212—para dar comienzo a la campaña. Inocencio III accede, por fin, a sus deseos, y manda a los obispos del Sur de Francia—31 Enero 1212—que exhorten a sus subditos a acudir para esa fecha con sus personas y bienes en socorro del rey de Castilla; a ellos y a todos los que de cualquier parte concurran a la empresa, concede plena remisión de sus pecados. El Papa hace en seguida saber a Alfonso—4 de Febrero— que ha expedido orden de predicar la cruzada a todos los obispos de Francia, y se conduele con él de la pérdida de Salvatierra y muerte de su hijo; pero temeroso de que el revuelto estado de ProVenza—guerra de los Albigenses—impida que el número de los cruzados sea considerable y haga peligrar el éxito de la campaña, le aconseja que, si el Miramamolín le ofrece una tregua decorosa, la acepte, hasta que se presente una ocasión más propicia y sea mayor la seguridad de la victoria. Mas ya no era posible aplazarla jornada decisiva; los enviados
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de Alfonso predicaban la cruzada en todos los reinos cristianos de la península; el sabio arzobispo de Toledo conseguía interesar a los provenzales en la gran cruzada española, y los trovadores con el Viejo Gabaudan, auguraban en ardientes presicanzas las glorias de la expedición. Ya los contingentes cristianos comenzaban a ponerse en camino para Toledo, cuando Inocencio III, temeroso siempre de que las rivalidades de los reyes cristianos comprometiesen el buen suceso de la cruzada, ordena una Vez más a todos los prelados españoles—5 Abril 1212—que excomulguen a cualquiera que se una con los sarracenos y que manden a los reyes cristianos, en nombre de la sede apostólica, diferir la solución de las cuestiones que tengan pendientes y acudir con ellas a Roma. Los ultramontanos cruzaban el Pirineo en Mayo; el arzobispo de Narbona que los dirigía pasó por la corte de Sancho VIII; —«que estaba, dice, enemistado entonces con el rey de Castilla, y nos detuvimos en su residencia para inducirlo a venir en socorro del pueblo cristiano»—. Estaban para expirar las treguas firmadas por cinco años entre Navarra y Castilla—Guadalajara, Octubre 1207—; Sancho veía próxima la ocasión de rescatar la perdida Álava, tenía muy Viva la herida de los agravios castellanos, y no pudo resolverse todavía a olvidar sus querellas y acudir generosamente en socorro de su mayor enemigo. Pedro II, que había prometido a Alfonso VIII estar en Toledo para la octava de Pentecostés, llegó a marchas forzadas, justamente el domingo de la Trinidad—27 de Mayo—(1), y ocho días después—3 de Junio—llegaba el arzobispo de Narbona. Seriamente preocupaba al rey de Castilla el ver que sólo el rey de Aragón acudía en su auxilio, y deliberaba en Toledo con los capitanes de su consejo sobre los peligros de tal abstención; porque si el navarro se mostraba reacio, el leonés había respondido claramente a los embajadores de Castilla, que mientras Alfonso no le restituyese todos los castillos y tierras que le había quitado, no
(1) El 16 de Junio, desde el Alcardete—Toledo—, donde estaba acampado, hace una donación a los Templarios. Publicóla Miret y Sans., op. cit.; es interesante, porque nos da a conocer con certeza los nombres de varios caballeros, que tomaron parte en la batalla de las Navas. Firman el documento, con el rev de Aragón, García Romero, Ximenez Cornel, Aznar Pardo, Pedro Ahones, Arnaldo de Alascón, Guillermo de Cervera, Raimundo de Cervera, Berenguer de Peramola, Guillermo de Tarragona, Pedro de Mur y Pedro de Clusa.
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acudiría en su auxilio; y no sólo no acudió, sino que mientras el castellano luchaba en las Navas, se apoderó de varias fortalezas en tierras de Campos (1). Mas ya el Miramamolín había movido su campo de Sevilla, y si se detenía en Jaén, era porque las muchas aguas de aquel año no permitían aún vadear el Guadalquivir; era pues preciso salir a su encuentro, para no verse atacado en el corazón de Castilla, como en tiempos del terrible Yacub Almansur.
CAPITULO II La invasión almohade. Toma de Salvatierra
Treinta años de edad y once de reinado contaba el Miramamolín Anasir, Mohamed ben Yacub, cuando las incursiones de Alfonso VIII por tierras de Jaén—1209—, rompiendo las treguas establecidas y la repoblación de Moya—1210—, secundada por la entrada de Pedro II en tierras de Valencia, le decidieron a pasar a España con un ejército almohade. Sofocada la rebelión de Yahia ben Qania, recuperadas las Baleares y regida la turbulenta Ifriquía por el prudente y fiel hafsida Abdeluahed, reinaba la paz en el inmenso imperio almohade; Anasir podía dirigir todas sus fuerzas contra los cristianos españoles y emular las glorias de su padre. «Estando en Marraquex, dice el Selaui, tuvo noticia de que Alfonso se extendía por las fronteras de los musulmanes en el Andalús, devastaba sus aldeas, robaba sus bienes y cautivaba sus mujeres y niños; preocupado e inquieto con estas nuevas, escribió al jeque Abu Mohamed Abdeluahed ben Hafs, señor de Ifriquía, consultándole sobre la conveniencia de una expedición al Andalús. Aconsejóle Abdeluahed que no la emprendiese, pero Anasir no le atendió y se dispuso en seguida para la guerra santa. Era el Miramamolín muy pagado de su propio parecer y muy independiente en la administración de los negocios» (2). (1) Lucas de Tuy. Hisp. Illust., tomo IV, pág. 110 y sigts. (2) El Selaui, texto árabe, tom. 1.°, pág. 191. Fue Anasir hijo del vencedor de Alarcos y de una esclava cristiana llamada Zahar— Flor —. Era blanco, tenía la barba rubia y los ojos azules, mejillas preeminentes y buena
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Reunido un fuerte ejército, salió Anasir de Marraquex el 5 de Febrero de 1211; con las penalidades propias de la estación, dirigióse a Rabat, en cuyas afueras acampó, en el sitio llamado Marjhamam; desde allí envió instrucciones a sus gobernadores para el tiempo que estuviese ausente de Marruecos y expidió órdenes al Andalús para que se hiciesen preparativos de guerra en grande escala: los Valies del Andalús respondieron a su llamamiento con gran entusiasmo (1). El 4 de Abril—1211—salió Anasir de Rabat y se dirigió a Alcazarquivir; el tiempo había mejorado en tanto y los caminos estaban ya practicables, pero no por eso fue menos duro el Viaje; la carestía de Víveres, la imprevisión administrativa y la lentitud suma con que Anasir hacía las jornadas causaron tales fatigas al soldado, que el descontento cundió por todo el ejército. Anasir, irritado con sus gobernadores, en cuya negligencia veía la causa de tan graves dificultades, los hizo blanco de sus iras y llegó a tratarlos como a rebeldes: el Visir Abu Mohamed ben Mezna recibió orden de destituir al gobernador de Fez Abdelhaq ben Daud, el más poderoso de los jeques almohades. Llegado el visir a Fez, dejó pasar dos días para no infundir sospechas, y al tercero redujo a prisión al gobernador y castigó con gran rigor a todos sus partidarios y subordinados. Anasir, en tanto, se convencía cada vez más de la mala Voluntad de los jeques almohades; no bien llegó a Alcazarquivir destituyó a su gobernador Mohamed ben Yahia ben Taraka que también mandaba en Ceuta y lo envió aherrojado a Fez: ambos jeques fueron ejecutados públicamente un viernes, después de la oración, a fines de Mayo o principios de Junio de 1212 (2).
estatura. Era muy meditabundo y silencioso e impenetrable en sus designios; la causa principal de su taciturnidad era !a tartamudez. «Prudente y valeroso, según el Marráquexi—pág. 226—, parco en derramar sangre, y muy poco entrometido en lo que no le atañía, afeaba tan relevantes prendas con una gran avaricia. Tuvo muy pocos hijos, agrega el mismo autor, pues sólo tengo noticia de Yusuf, su heredero, de Ishaq, y de Yahia que murió en Sevilla en 608—1211 a 1212—; he sabido por varios de sus cortesanos, que había determinado dejar el trono a este Yahia.» Murió Anasir año y medio después de la batalla de las Navas. A los treinta y tres de edad y quince de reinado; subió al trono a los diez y siete cumplidos. (1) Anónimo de Copenhague, fol. 174. (2) Id., fol. 176 y 184.
Jl,urra Itinerario del ejĂŠrcito almohade
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Reuniéronse en Alcazarseguir (1) embarcaciones de todos los puertos musulmanes, y en la primera quincena de Mayo—1211— cruzaron las tropas de Anasir el Estrecho, incluso su guardia, séquito y bagajes. Pasó él, después de todos—lunes, 15 de Mayo— y desembarcó en Tarifa, donde recibió el homenaje de los caídes, alfaquíes y gobernadores andaluces. Al cabo de tres días salió de Tarifa; el 20 acampó en Haj-Ibrahim y el lunes 29 puso sus tiendas a las puertas de Sevilla, junto a los castillos de Buhairabab Juhar (2). El Qartás y el Selaai, que lo copia, suponen que al tener noticia de la llegada del Miramamolín, los cristianos, llenos de espanto, abandonaron los castillos fronterizos y se acogieron al interior de Castilla. Más aun: el viaje del rey de Navarra a Andalucía, que en la pluma de Haveden se transforma, como hemos Visto, en las dramáticas andanzas de la estancia en Africa y de los amores con la hija de Yacub Almansur, da pie al Qartás para pintarnos una fantástica visita de D. Sancho al Miramamolín, descrita con gran copia de pormenores, pintorescos unos, inverosímiles los más: «Llegó, dice, a Sevilla el Miramamolín, el l.°de Junio de 1211, y en ella estableció su campo; toda la tierra de los cristianos se conmovió con la nueva de su llegada, y el miedo se apoderó de los corazones de sus reyes. Fortificáronse en su país, abandonando el territorio próximo a los musulmanes, con sus aldeas y castillos. La mayor parte de sus emires escribió al Miramamolín, saludándole y pidiéndole perdón: uno de ellos, el rey de Pamplona, Vino humilde a saludarle y pedirle la paz y el perdón. Cuando este maldito oyó que el Miramamolín había llegado a Sevilla, entró en temor y se apresuró a buscar un medio para salvarse a sí y a su país; envióle un embajador, pidiéndole licencia para ir a verlo; Anasir se la concedió y escribió a todas las ciudades del Andalús, por donde había de pasar el infiel, para que le hospedasen a su paso durante tres días, y cuando al cuarto se decidiese a partir, le retuviesen mil soldados de su escolta. Salió, pues, el maldito de su corte con su ejército para ver al Miramamolín; cuando llegaba a una ciudad musulmana le salían a
(1) Pequeña ensenada entre Ceuta y Tánger, llamada también Alcazarjuaz—Castillo del paso—por ser el punto obligado para cruzar el Estrecho. (2) Anónimo de Copenhague, fol. 177. .
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recibir los caídes de ella con sus soldados y gran número de ciudadanos muy ordenadamente; lo hospedaban con esplendidez durante tres días, y cuando al cuarto se iba a poner en camino le retenían mil de sus soldados; hicieron así con él, hasta que, cuando llegó a Carmona, ya no le quedaban más que mil caballeros; hospedóse en ella tres días, y al querer salir al cuarto día le quitaron los mil últimos hombres de su guardia. «¿Cómo me los quitáis, dijo él, a los caídes de la ciudad, si ya no me queda otra escolta que ésa?» Respondiéronle que iría a la sombra de las armas del Miramamolín y bajo su protección. Salió el rey cristiano de Carmona con sus familiares, su esposa, sus criados y los presentes que llevaba para Anasir, entre los cuales figuraba una carta del Profeta a Heraclio, rey de los griegos, a fin de valerse de su intercesión, y demostrarle al mismo tiempo, que había heredado el trono de sus padres y abuelos, pues ellos le habían dejado esta carta envuelta en un paño verde y guardada en una caja de oro llena de almizcle, en señal de respeto y estimación. Anasir mandó que se pusiesen los soldados desde las puertas de Carmona hasta las de Sevilla y que se desplegasen ante él jinetes y peones en dos filas a derecha e izquierda, con los más hermosos trajes y las mejores armas, en una extensión de cerca de cuarenta millas, desde Carmona a Sevilla. El rey de Pamplona avanzó a la sombra de las espadas y lanzas de los musulmanes; cuando se acercó a Sevilla, mandó Anasir plantar la tienda roja fuera de la ciudad, en el camino de Carmona, y poner en ella tres asientos. Preguntó quién sabía la lengua extranjera entre los caídes; dijéronle que Abu-el-Juiuch; hizo que viniese a su presencia y le dijo: «Abu-el-Juiuch, este impío ha venido a verme y tengo que honrarlo; si me levanto de mi asiento cuando entre y me quedo en pie, obraré contra la Suna; si por el contrario sigo sentado, cometeré una falta con él, pues es un gran rey que viene a visitarme. Siéntate tú en el asiento que hay en medio de la tienda, y cuando él entre por una puerta, entraré yo por la otra; tú entonces te levantas y tomándome por la mano me sientas a tu derecha; haces luego lo mismo con él, lo sientas a tu izquierda y nos sirves de intérprete». Sentóse, pues, el caíd Abu-el-Juiuch en medio de la tienda, y cuando entraron los reyes, puso al Miramamolín a su derecha y al rey de Pamplona a su izquierda; luego dijo a este último: «Este es el Miramamolín». Saludáronse y se entretuvieron conversando un rato; montó después a caballo Anasir y el rey de Pam-
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piona un poco detrás de él; la gente salió a recibirlos, los habitantes de Sevilla hicieron gran fiesta, y fue éste un día célebre. Entró Anasir en Sevilla seguido del rey de Navarra; lo aposentó en el interior de la ciudad, le hizo grandes regalos y pactó con él y con sus descendientes paz eterna, para mientras durase la dinastía almohade; luego lo envió a su país honrado y cargado con todo lo que le había pedido (1 ). Mientras el ejército almohade cruzaba el Estrecho, el rey de Castilla y su hijo el infante D. Fernando, «con las gientes de Madrit e de Guadalajara e de Huepte e de Cuenca e de Ucles fueron al Axarch e a Xàtiva e allegaron a la mar en el mes de Mayo e tornáronse ende». El Miratnamolín, que así se Veía provocado, detúvose un mes escaso en Sevilla, y a fines de Junio salió a campaña y fue contra Salvatierra. Yacub Almansur, en 1195, después de la victoria de Alarcos, cayó sobre Calatrava la Vieja, que defendían los calatraVos, y la tomó por asalto, degollando a todos sus defensores. La Orden se Vengó cumplidamente tres años más tarde—1198—, sorprendiendo el castillo de Salvatierra entre la perdida Calatrava y las avanzadas cumbres de Sierra Morena, al sur de Oreto y casi a la mitad del camino que hay ent re el Guadiana y el Guadalquivir, yendo desde Andújar a Calatrava. A más de una jornada de la frontera, en pleno país enemigo y sin esperanzas de inmediatos socorros, encastilláronse impávidos los calatraVos y derramaron la devastación por las tierras musulmanas. «En esta fortaleza, dice el mismo Anasir (2), se habían tendido las redes de la cruz y con ella se atormentaba el corazón,de los dominios del Islam; habían hecho de ella los cristianos como unas alas para ir a todas partes y la habían dispuesto para que fuese la llave de las puertas de las ciudades y humillase
(1) El texto del Qartás editado por Tornberg dice: «rey de Bayona», pero el Selaui, que lo transcribe y que disponía de mejores manuscritos, da la verdadera lectura «rey de Pamplona». La confusión de las dos palabras en la escritura árabe, es muy fácil, y el que Pamplona, desfigurado por un copista ignorante, pueda vocalizarse Bayona es puro azar, sin que para nada haya que recurrir a las ingeniosas explicaciones que Campión le da. (Vid. Revista del Antiguo Reino de Navarra, II, pág. 21 y sig.) (2) Parte oficial del Miramamolín a sus gobernadores, dándoles cuenta de la toma de Salvatierra; está fechado el 2 de Rebia-el-ajer—15 Sept. 1211-. (Anónimo de Copenhague, fol. 178 y sig.)
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a los amigos de Dios con sus grandes fosos y torres. Estaba rodeada por todas partes de tierras musulmanas y la tenían por un lugar de peregrinación y de guerra santa. En su servicio se empleaban sus reyes y sus frailes, sus tierras y sus bienes y la tenían por la defensa de sus casas y el lugar de expiación de sus pecados.» Natural era por tanto que Anasir se dirigiese en primer término contra Salvatierra. Envió delante de sí bandas de caballos árabes que corriesen el campo; cuatrocientos calatravos salieron fieramente a recibirlos en la explanada del castillo y no se repararon tras sus muros, hasta que todo el ejército almohade cayó sobre ellos. En el primer ataque tuvieron que abandonar los cristianos la Villa situada en la pendiente de la colina para concentrar sus esfuerzos en la defensa del castillo. El enemigo quemó el pueblo y cercó la fortaleza, armando cuarenta máquinas de sitio, que la combatían sin cesar, día y noche, con porfiada lluvia de piedras y saetas. Entretanto, columnas volantes talaban toda la región toledana. Defendiéronse heroicamente los calatravos durante tres meses, al cabo de los cuales, consintieron en rendirse, si su rey no los socorría; Alfonso VIII, que se hallaba en la Sierra de San Vicente, junto a Talavera, y que en consejo de guerra había decidido diferir para el año siguiente los riesgos de la batalla, mandó a los calatravos entregar el castillo al Miramamolín. Cuarteados los muros, muertos muchos de sus defensores, heridos los más de los supervivientes y apretados por el hambre y la sed, todavía aquel puñado de héroes pudo arrancar una capitulación a Anasir y retirarse a tierras de Castilla (1). El autor del Qartás desfigura con su habitual desenfado el sitio de Salvatierra, para encontrar en él la explicación del desastre de las NaVas: nuestros historiadores han acogido a ojos cerrados su versión, a pesar de tener en contra el testimonio explícito de todas las fuentes árabes y cristianas, contemporáneas de los sucesos. Dice así: «Salió Anasir contra Castilla el primero de safar de 608 —15 Julio 1211—, y acampó sobre Salvatierra, castillo muy fuerte, en la cima de una alta montaña, coronada de nubes y que no tenía acceso más que por un sendero entre peñascos y angosturas.
(1) Apoderóse también de la pequeña fortaleza de Castel de Dios. Mientras Anasir sitiaba a Salvatierra, el infante D. Fernando razió a Trujillo y Montánchez por el mes de Agosto. (Anales Toledanos.)
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Rodeóla con sus soldados y comenzó a batirla, levantando contra ella cuarenta máquinas de sitio, y devastando sus huertas sin resultado alguno. Su Visir Abu-Said ben Jamaa no era noble de origen entre los almohades, y cuando obtuvo el Visirato dióse a humillar a los jeques almohades y a despreciar a los más nobles de entre ellos; con lo cual muchos de los que tenían parte en el gobierno se apartaron del trato de Anasir, quedándose el visir solo en el poder, en compañía de un tal Aben-Mezna; Anasir no decidía nada sin su consejo. Cuando pasó junto a esta fortaleza en dirección a Castilla, se admiró de su inexpugnable posición y le dijeron ellos dos: «¡Oh Miramamolín!, no pases adelante sin tomarla; ésta será tu primera conquista, si quiere Dios». Dícese que se detuvo ante este castillo tanto tiempo, que anidaron las golondrinas en su tienda, empollaron y sacaron las crías a volar, mientras él seguía en el cerco, que fue de ocho meses. Llegó con esto el invierno, arreció el frío, faltaron los forrajes, se corrompieron las provisiones, acabáronse los recursos, se cansaron los ánimos y pervirtióse la intención con que habían emprendido la guerra santa; se desesperó la gente en aquel campamento tan largo, les interceptaron los víveres y sobrevino una gran carestía. Cuando Alfonso se cercioró de aquel estado de cosas y supo que el poder de los musulmanes se había debilitado y que su ardor por la guerra se había extinguido, dispúsose a tomar venganza. Levantó sus cruces insensatas en todos los países infieles y acudieron los cristianos con sus ejércitos magníficamente equipados, llenos de fuego para combatir; se le allegaron también los siervos de Santa María—órdenes militares—y en todos se vio un entusiasmo gentílico. Cuando tuvo reunido todo su ejército y recibió a todos sus auxiliares, avanzó contra un castillo frontero de los musulmanes, llamado Calatrava, defendido por el noble y célebre caíd Abuel-Hajaj ben Qades, con setenta caballeros musulmanes. Cercóle Alfonso y comenzó a combatirlo y apretarlo; pero Aben-Qades resistía los asaltos y cada día enviaba correos al Miramamolín Anasir, dándole cuenta de su estado y pidiéndole socorro contra sus enemigos, pues se veía en el último aprieto. Pero el visir guardaba las cartas al llegar a sus manos y no se las leía al Miramamolín, para que no levantase el cerco de Salvatierra sin tomarla; así traicionaba a Anasir y a todos los musulmà-
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nes, pues no le daba cuenta de las cosas de sus subditos y le ocultaba los negocios más graves, que no debía ignorar ni dejar de resolver por sí mismo. Cuando Aben-Qades perdió las fuerzas en sitio tan prolongado y quedó sin flechas y sin esperanzas de socorro, temió que el castillo fuese tomado por asalto con daño de los musulmanes, de las mujeres y de los niños que en él había, y lo entregó a Alfonso, obteniendo la vida salva para todos sus defensores. Evacuada por los musulmanes Calatrava, la ocupó el enemigo y Aben-Qades se fue a presentar al Miramamolín, seguido de su cuñado, que era tan Valiente como él. Aben-Qades le exhortó a que se Volviese y le dejase ir solo: «Vuélvete, le decía, porque no hay duda que me Van a matar y no podré sobrevivir a esta jornada; pero he vendido mi vida a Dios, por salvar a los musulmanes que había en el castillo». Su cuñado le respondió: «No tiene encantos la Vida para mí, después de tu muerte». Cuando llegaron al campamento de Anasir, les salieron a recibir y a saludarlos los caídes andaluces; al saber su llegada, salió apresurado el Visir y mandó a los negros que los desmontasen con Violencia y que los aherrojasen; en seguida entró a Ver al Miramamolín. Aben-Qades le pidió que le dejasen entrar con él, pero el visir le respondió: «No entra a ver al Miramamolín ningún infame». Pasó él solo y de tal modo engañó a Anasir, que éste mandó que los alanceasen al instante. Irritóse la gente con esta ejecución y odió a Anasir; pervirtióse la buena voluntad délos caídes andaluces, y Aben-Jamaa, yendo a las tiendas de la zaga, mandó convocarlos, y reunidos les dijo: «Abandonad el ejército almohade, pues no tenemos necesidad de vosotros, como dijo Dios: «si salen con vosotros no os servirán »sino de daño y meterán entre Vosotros el desorden». Después que acabemos esta expedición, examinaremos la causa de todos los perversos». Cuando supo Anasir que Alfonso venía contra él y que se había apoderado de Calatrava, el mejor castillo fro,ntero de los musulmanes, lo sintió tanto, que dejó de comer y cayó enfermo de pesar. Apretó con esto el cerco de Salvatierra, gastó grandes tesoros en combatirla y al fin la tomó por capitulación a últimos de Dulhija de 608—Junio de 1212—». Hasta aquí el Qartás. Ocioso es repetir que versión tan dramática no ofrece la menor consistencia. Salvatierra capituló antes del 13 de Septiembre
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de 1211; Calatrava fue cercada el 27 de Junio y se entregó el 1.° de Julio de 1212. Al mes siguiente de perdida Salvatierra, murió en la flor de la edad el Infante D. Fernando—14 de Octubre—primogénito de Alfonso VIII, llevando la desolación al ánimo del noble rey y de todo su pueblo, que había fundado en él las mejores esperanzas, por la discreción y valor con que había hecho sus primeras armas en las dos expediciones llevadas a cabo aquel mismo año (1). Lucas de Tuy acoge el rumor popular de que lo envenenaron los judíos; refiere que oyendo el príncipe un día explicar la Pasión de Jesucristo, como le dijesen que los judíos habían sido expulsados de España por los reyes católicos antiguos y que ellos fueron los traidores que entregaron Toledo a los musulmanes, concibió tal odio contra su raza, que los perseguía por cuantos medios podía; por eso y por temor de que al subir al trono los exterminase, procuraron su muerte con veneno (2). Alfonso VIII no encontró mejor lenitivo a su dolor que la guerra contra los infieles, y apenas sepultado el infante en las Huelgas de Burgos, salió con sus ricos-hombres y los concejos de Madrid, Guadalajara, Huete, Cuenca y Uclés, y siguiendo la ribera del Júcar ganó a Alcalá, Sorquera, Qradién y Cuevas, hizo grandes presas y libertó a muchos cautivos. El rigor del invierno le obligó a tomar la vuelta de Toledo, donde se afanó en preparar la magna expedición del año siguiente (3). Tampoco el Miramamolín permaneció inactivo aquel invierno. (1) Casi por el mismo tiempo Anasir perdía en.Sevilla al más querido de sus tres hijos, Yahia, a quien había pensado, según el Marráquexi, dejar el trono. (2) Cronicón Mundi. (Hisp. Must., torn. 3.°, pág. 110.) (3) Fueron sus frailes y sacerdotes desde Portugal hasta Constantinopla gritando desde el mar de los griegos hasta el mar verde—Atlántico—: «¡Soco : rro, socorro: misericordia, misericordia!» Llegaron los siervos de la cruz de todo desfiladero profundo y de todo país lejano, acudiendo día y noche de las cumbres de las montañas y de las playas de los mares; fueron los primeros en acudir los francos que se extienden por las regiones del Este y del Norte; siguiéndoles el Barcelonés con lo que disponía de hombres y socorro; el rey de Navarra estaba sometido a la protección de los almohades, y recibía socorros pecuniarios de ellos con gran largueza; pero maldíjole el Seflor de Roma si no guerreaba al lado de su gente y se unía a los príncipes de su religión; unióse, pues, a este ejército con ardor, y metióse en aquel mar revuelto, en el que todos invocaban la cruz. {Anónimo de Copenhague, fol. 185.)
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Fundándose en el Qartás, nuestros historiadores han creído que Anasir pasó el Estrecho, trayendo consigo todas las tropas, que condujo a las Navas de Tolosa. Como la batalla se dio diez y siete meses y medio, después de su salida de Marráquex, salta a la Vista la imposibilidad absoluta de que sostuviese tanto tiempo en pie de guerra un ejército, que se quiere hacer subir con evidente exageración a seiscientos mil hombres (1). El Marráquexi, contemporáneo de los sucesos y muy ajeno a las inverosimilitudes del Qartás, dice sencillamente, que Anasir pasó el Estrecho con su ejército y fue a establecerse en Sevilla; refiere luego la toma de Salvatierra y como consecuencia de ella la predicación de la cruzada cristiana. En vista de los grandes preparativos de Alfonso VIII y creyéndose indudablemente sin fuerzas bastantes para luchar con él, «cuando Volvió de esta expedición—la de Salvatierra—a Sevilla, convocó a las gentes de los más remotos países y se le reunió un gran ejército, con el cual salió de Sevilla a principios del año 609 —comenzó el 3 de Junio de 1212—y fue a Jaén» (2). El Anónimo de Copenhague confirma esta versión, la única racional, pues dice que Anasir, después de acampar en las afueras de Sevilla, se instaló en la ciudad y luego mandó alojarse en ella a sus soldados, divididos en cuerpos y bien ordenados, prueba evidente de que no eran la infinita multitud, de que habla el Qartás y nuestras crónicas, pues cabían bien dentro de Sevilla. Anasir, como Alfonso, recibió la mayoría de las fuerzas que condujo a las Navas, en la primavera de 1212.
(1) Asegura el Qartás que los soldados de Anasir tardaron dos meses en cruzar el Estrecho — 18 de Marzo a 15 de Mayo de 1211 —. Desde Tarifa, dice, se dirigió el Miramamolín a Sevilla con un ejército innumerable, que como langostas que levantan el vuelo, llenó montes y valles y encontró estrechas las llanuras, los collados y las hondonadas. Anasir se envaneció ante aquel inmenso ejército, en el que sólo los voluntarios eran 160.000; el grueso del ejército 300.000; los negros de la guardia 30.000, y los arqueros y agzaz 10.000; esto sin contarlos mercenarios almohades, cenetas, árabes, etc. (2) El Marráquexi, pág. 236.
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CAPÍTULO III La expedición cristiana de Toledo a las Navas de Tolosa
El miércoles—20 de Junio de 1212—púsose en marcha el ejército cristiano: cuatro semanas largas lo había retenido en Toledo Alfonso VIII, no esperando, como quiere el Tüdense, a que el Miramamolín viniese a atacarle, según había prometido; sino aguardando a los rezagados, poniendo orden en aquella abigarrada y confusa muchedumbre, armando a la turba allegadiza de fieles, Venidos sin más equipo que el deseo.de ganar las indulgencias, y organizando de algún modo los servicios de administración y aprovisionamiento (1). Dividióse la hueste cristiana en tres cuerpos; el primero de extranjeros, que impacientes por venir a las manos con la morisma, pidieron para sí la vanguardia y salieron guiados por el experimentado capitán D. Diego López de Haro. Seguíales a corto trecho el rey de Aragón con su gente, y formaba la retaguardia Alfonso VIII con los castellanos. Fueron a plantar sus tiendas aquel día a orillas del Guadaxaraz (2); el jueves 21, acamparon junto a Quadazalet, y el 22, Viernes, cabe Algodor (3). Los ultramontanos apostáronse
(1) Los ultramontanos, acostumbrados a degollar cuanto albigense caía en sus manos, «volvieron todo Toledo e mataron de los judíos dellos muchos e armáronse los caballeros de Toledo e defendieron a los judíos». Como la ciudad era estrecha para tanta gente acamparon en sus afueras y talaron toda la huerta del rey «et de Alcardet todo e fisieron mucho mal en Toledo e duraron y mucho». (Ana/es Toledanos ) (2) Hoy Guajaraz, riachuelo de la provincia de Toledo, que nace en el término de Marjaliza, partido judicial de Orgaz, y desagua en el Tajo entre Toledo y Albarreal; su dirección es de Sur a Norte, por espacio de siete leguas. (Madoz: Dio. geog.) (5) Otro arroyo toledano, que nace en la caflada de San Marcos, término de Marjaliza, y desagua en el Tajo frente a Mocejón; su curso es de 16 leguas. No hemos podido identificar el Gtiadazalet, nombre hoy perdido; pero debe ser el arroyo Valdecabra, entre el Guajaraz y el Algodor.
ITINERARIO DEL EJÉRCITO CRISTIANO La doble línea que desde las orillas del Valdecabra va a Malagón, y desde Alarcos a Salvatierra, indica el desdoblamiento de ultramontanos y cristianos en el primer caso, y en el segundo, la detención de los reyes de Aragón y Navarra, que según la carta del rey fueron a alcanzar a Alfonso VIII en Salvatierra. Las líneas con puutos indican las fuerzas que se destacan del grueso del ejército para ir a tomar castillos cercanos.
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aquel día en Guadal-fezra (1) y adelantándose al grueso del ejército, que caminaba a pequeñas jornadas, llegaron solos el dominr go 24 al castillo de Malagón (2). Sin detenerse a armar las tiendas, dieron de improviso sobre la Villa, y en menos de una hora se apoderaron de ella; atacaron luego el castillo, combatiéronlo todo el día y aun la noche, desguarneciendo con piedras y saetas las almenas y minando al mismo tiempo los muros con picos. «Era, dice el Arzobispo de.Narbona, una torre de cal y canto que tenía en las cuatro esquinas otras torres pegadas a ella con sus parapetos muy fuertes; se apoderaron por fuerza de las cuatro torres laterales y llegaron por ellas, minando, hasta los cimientos de la torre principal, sin que por eso dejasen los moros de defenderse con el mayor esfuerzo posible, desde lo alto de la torre, adonde no podían todavía subir los nuestros libremente por las fuertes bóvedas que en medio había, hechas de ladrillo con cal y yeso; así que se trató de concierto. Pedían los moros que se les dejase la Vida, aunque con pérdida de la libertad, pero no quisieron los nuestros concedérselo y se entregó el castillo con calidad que prometiendo la vida al alcaide y a dos hijos suyos, quedasen los demás al arbitrio de los peregrinos: casi todos fueron pasados a cuchillo». El lunes 25 por la mañana debió ser el degüello; por la tarde llegaron las tropas de Aragón y Castilla, y el martes 26 descansó todo el ejército reunido al pie del castillo conquistado; pero la alegría de la primera conquista enturbióse con la falta de provisiones, que allí comenzó a aquejarles. El miércoles 27 esguazaron el Guadiana y vinieron a ponerse sobre Calatrava. Los moros que la defendían habían sembrado de abrojos, o cardos de hierro los vados del río, para mancar a peones y caballos; apercibiéronse de
(1) Llámase así a una dehesa en la provincia de Toledo, partido judicial de Orgaz y término de Yébenes, situada en los confines de la provincia con Ciudad Real; tiene un castillo o edificio que fue residencia del alcaide moro. (Madoz: Id. id.) (2) A 14 leguas de Toledo, en la provincia de Ciudad Real, y a 4 de Piedrabuena; está situado sobre una media ladera en dirección Oeste a Este. (Madoz.) Aun se destacan los restos de su castillo sobre las casas del pueblo, sin que nos conste la importancia de esta Villa y fortaleza árabe; debemos sólo mencionar la existencia de otras ruinas quizá árabes en un cerro inmediato. (Blázquez: Hist, de Ciudad Real, pág.. 171.)
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ello los cristianos y lograron ganar sin daño la orilla opuesta. El castillo de Calatrava, aunque situado en un llano, se hallaba de una parte protegido por el Guadiana, que lamía sus murallas, y tan fortificado por las demás «que sin guerrearla luengo tiempo con engennos, semeiaba que non se podrie combater» (1). Era su alcaide un almohade y se hallaba en él de frontero el célebre Aben Qadas, moro andaluz, valiente y experto capitán, muy probado en hechos de armas. Detuviéronse los caudillos cristianos aquel día y
los dos siguientes en examinar las fortificaciones del castillo y resolver si convendría alzar el cerco y dejar para después de la Victoria su conquista, sin peligros ni dilaciones. Resolviéronse en dar un ataque general el 30 de Junio; y combatiéronlo de guisa que aquel mismo día ocuparon la parte más exterior que caía al río y era la más débil; atacaban por aquel lado el rey de Aragón, los caballeros de Calatrava y parte de los ultramontanos; en las dos (1) Hoy es un despoblado en la provincia de Ciudad Real, término de Calatrava; aun se ven las ruinas del famoso castillo, y varios subterráneos en los que se depositaban Víveres y aprestos de guerra.
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torres de que se apoderaron enarbolaron los estandartes de la Cruz. Interrumpido el combate con la noche, trataron los moros de paz y como la parte ganada era la más débil y lo que quedaba por ganar muy fuerte, plugo a los reyes, para economizar tiempo y sangre, recibir el castillo en capitulación, dejando a sus defensores salir libres con solo los Vestidos puestos y 35 caballos (1). Alfonso VIII entregó la fortaleza a los Calatravos, de quienes la había ganado Yacub Almansur a consecuencia de la batalla de Alarcos. A los dos días de tomada Calatrava—martes 3 de Julio—, abandonaron los ultramontanos el campamento, y dejando la señal de cruzados, comenzaron a tornarse para sus tierras; quedáronse no más que el Arzobispo de Narbona y el noble Teobaldo de Blazon, castellano de origen, con su gente del Poitou; total 130 hidalgos y algunos peones. Los ultramontanos dirigiéronse a Toledo, «e cuidaron prenderla por trayzon. Mas los homes de Toledo cerráronles las puertas, denostándolos e clamándolos desleales e traedores e descomulgados» (2). Algunos de ellos antes de entrar en Francia hicieron la peregrinación de Santiago de Compostela (3). El rey Alfonso VIII, en su carta al Papa (4), dice que los franceses «aunque nosotros los proveíamos de todo lo necesario con largueza, considerando los trabajos de la tierra, que estaba yerma y algo calurosa, quisieron abandonar la empresa y volverse a su país». Agrega que solo a fuerza de súplicas consiguió que siguie-
(1) Esta es la versión del Narbonense, testigo presencial. Alberico, Abad de Tres Fuentes, dice en su crónica, que interrumpido el combate en la noche del sábado—30 de Junio --, presentáronse ocultamente al rey chico—Alfonso VIII—los principales de la comunidad musulmana, pidiéndole que a escondidas de los franceses les dejase salir aquella noche, en camisa, con las vidas salvas y le entregarían el castillo con todos sus pertrechos, víveres y tesoros. El rey se lo concedió y los llevó a su campamento; al verlo al día siguiente los franceses se indignaron y resolvieron Volverse a su patria. Agrega Alberico que ganaron esta fortaleza los franceses por modo milagroso; porque entró en ella el primero un sacerdote con el cuerpo del Señor y recibió en el alba, de que iba revestido, más de sesenta saetas, sin que ninguna le hiriese. Ningún testigo presencial hace alusión a tal portento. (Memorias de Alfonso VIH, por Mondéjar. Apéndices; pág. CXXII.) (2) Anales Toledanos. (Flórez, loe. cit.) (3; Crónica de Alberico. (Mondéjar. Apénd., pág. CXXIII.) (4) Mondéjar. (Apéndices XCVIII y XCIX.)
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sen hasta Calatrava, distante no más que dos leguas de Malagón, y asegura al Papa que él no quería recibir a Calatrava por capitulación, pero que Pedro II y los ultramontanos, Viendo que, para tomar por asalto el castillo, había que minar sus muros y dejarlo inservible, con daño de los calatraVos, a quienes se había de entregar, insistieron con gran fuerza en que se aceptasen las capitulaciones y se cobrasen las armas y víveres allí almacenados en gran cantidad, con los cuales se remediaría la escasez que padecía el ejército. Esta versión es completamente falsa; la Iglesia había prohibido hacer pactos de esta clase con los infieles (1); los cruzados extranjeros, habituados a la guerra de exterminio hecha a los albigenses, llegaron ávidos de sangre y no dejaron lugar a duda acerca de sus crueles propósitos, pues pasaron a cuchillo a los habitantes de Malagón, que se habían entregado a merced. Alberico, en su crónica, asegura explícitamente que los franceses abandonaron a Alfonso porque firmó la capitulación de Calatrava, y el Marráquexi coincide con él diciendo: «los musulmanes que la ocupaban, la entregaron a Alfonso, después que les prometió la Vida salva; lo cual fue causa de que gran número de cristianos abandonasen a Alfonso; pues al ver que no les permitía degollar a los musulmanes de Calatrava le dijeron: nos has traído únicamente para ganar tierras por nuestro medio y nos impides el saquear y matar a los musulmanes; para eso no tenemos por qué acompañarte» (2). La verdad es que Alfonso quería hacer una guerra de conquista y no de exterminio, y que a pesar de no darse cuartel moros y cristianos, entraba en sus planes conservar los castillos que pudiese ganar y proveer de esclavos moros a las plazas fronterizas. Para evitar que las quejas de los ultramontanos hallasen eco en Roma e indispusiesen al Papa, que con tanto entusiasmo le había concedido la cruzada, Alfonso trueca los papeles y en su carta a Inocencio III se atribuye a sí mismo los afanes exterminadores de los aventureros franceses. La falta de provisiones debió acabar de decidirles a retirarse; ya en Malagón, a los seis días de salir de Toledo, «fallescieronles las uiandas yaquanto» a pesar de la diligen(1) Argote de Molina. Nobleza de Andalucía, pág. 114. Buena prueba de ello es la oposición que en nombre de las leyes eclesiásticas hicieron después los obispos a todo trato con los sitiados de Ubeda. (2) Hist, de los almohades, pág. 256.
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cia con que el rey de Castilla había procurado organizar los servicios; en Calatrava volvieron a sentir hambre, antes de tomar el castillo, y algunos españoles, dando por descontado el fracaso de la empresa, preludiaron la deserción de los franceses y se pasaron al enemigo, descubriéndole el precario estado de la hueste cristiana (1). El calor y la añoranza de su patria, que les atribuye el Tudense, no creemos que influirían gran cosa en la determinación de los cruzados (2). Grave fue la inquietud que en el campo cristiano produjo la retirada de los ultramontanos, al reducir por lo menos en un tercio los contingentes de la cruzada; mas pronto se repuso la moral del soldado y hasta se vio que aquella discordia tenida por peligrosa, tornábase en bienandanza. No Volvió a sentirse tanta falta de proVisiones y el rey de Castilla pudo, con los medios de que disponía, acudir mejor a todas las necesidades. Al otro día de partidos los cruzados extranjeros, levantó su campo Alfonso VIII y tomó la vuelta de Alarcos, 4 de Julio. El aragonés quedóse en Calatrava esperando a unos caballeros suyos y al rey de Navarra que estaba para llegar. El jueves 5 y el viernes 6, tomaron los castellanos Alarcos y rindieron las fortalezas contiguas de Piedrabuena, Benavente y Caracuel. En Alarcos o en Salvatierra se les reunieron el rey de Aragón, que no llevaba sino gente noble, y el rey de Navarra que se había encontrado con Pedro II en Calatrava y que se presentó acompañado de solos 200 caballeros (3). A última hora llegaba Sancho VIII; es que le había tentado fuertemente aquella ocasión tan propicia para vengar sus agravios y tuvo que batallar mucho consigo para dar al olvido las expoliaciones de Alfonso VIII y los atropellos de los reyes de Castilla, que habían sufrido no sólo su padre y su abuelo, sino todos
(1) D. Rodrigo. Lib. VIII, cap. VII, pág. 182. (2) El Arzobispo de Toledo pasa por alto toda esta enojosa cuestión y se contenta con decir que «el diablo conturuio los corazones» y que los trasmontanos se volvieron. (3) Carta de Alfonso VIII al Papa. Las fechas que damos a la toma de Alarcos, Piedrabuena y Caracuel, son conjeturales; sólo consta que después del 5 salió el rey de Castilla de Calatrava y que el sábado 7 acamparon los tres reyes delante de Salvatierra. Los arzobispos de Toledo y Narbona dicen que el rey de Navarra alcanzó a Alfonso VIII en Alarcos, pero éste dice que fue en Salvatierra.
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sus progenitores desde la muerte de D. Sancho el de Peñalén; pero «maguer que de comienzo fiziera semeianza que non querie y uenir, pero pues que y ueno, cuando llegaron al dia de la batalla et del peligro, non quiso apartar del servicio de Dios el prez de la su ualentia nin del su corazón». El 7 de Julio acamparon los tres reyes junto a Salvatierra, que llevaba casi un año en poder de los moros, pero no quisieron atacarla por hallarse ya muy cerca del ejército enemigo, cuyas avanzadas ocupaban el puerto de Muradal. El domingo 8, mandaron los reyes hacer alarde a sus tropas a vista del castillo enemigo, y tan apuesto continente presentaron en armas, enseñas y caballos que hasta los más medrosos y descaecidos se recobraron de la turbación que la retirada de los ultramontanos pusiera en sus pechos (1). Descansaron allí mismo el día 9 lunes, y el 10 fueron a posar en las Fresnedas; el 11 acamparon en otro lugar próximo llamado también Fresnedas (2). Aquel mismo día D. Diego López de Haro, que mandaba la Vanguardia, hizo que su hijo'D. Lope y sus sobrinos Sancho Fernández y Martín Muñoz se adelantasen con sus batidores y adalides a ocupar las alturas del puerto de Muradal, antes que las tomasen los moros. Ganaron prestamente la cumbre, y ya dueños de la meseta del puerto, se adelantaban hacia el castillo de Ferrai, cuando dieron salto en ellos unas bandas de árabes, que casi los desbarataron por sorpresa (3); pero tan de corazón tornaron las armas el de Haro y los suyos y tan de recio los acometieron, que les ganaron toda la cumbre y, plantadas en ella sus
(1) La Primera Crónica general se equivoca en este lugar, al traducir el pensamiento del Arzobispo. D. Rodrigo dice que acamparon junto a Salvatierra; la crónica entiende que «fincaron y sus tiendas e cercáronla e prisieronla». Pero el rey en su carta y el Narbonense, aseguran que no la atacaron por hallarse tan cerca del enemigo. La Crónica de Florián de Ocampo dice acerca del nuevo orden de marcha adoptado con la defección de los ultramontanos y la llegada del rey de Navarra, que «deseando cada rey los primeros encuentros con los moros, dejaron al caballero ampurdanés Dalmau de Crexel, anciano y tenido por extremado y práctico en actos de guerra, que ordenase las haces. Dio a Alfonso la Vanguardia por principal y por ser suya la conquista; al Navarro el centro y al de Aragón la retaguardia: así fueron desde Alarcos hasta el lugar de la batalla. (2) Ca son dos logares uno cerca otro que dicen las Fresnedas. (Crónica general.) (3) Unos dos mil, según la Crónica de Florián de Ocampo.
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tiendas, mantuviéronse muy firmes. El jueves 12, al atardecer, llegó todo el ejército a orillas del Guadalfaiar—hoy Magaña--que contornea las estribaciones de Sierra Morena en la provincia de Ciudad Real, hasta pasar a la de Jaén por Despeñaperros; antes de la noche subieron muchos soldados a reunirse con los adalides que ocupaban la meseta, pero el grueso del ejército pernoctó a orillas del río. El Viernes 13, de mañana, ganaron los tres reyes con todas sus tropas la cumbre y plantaron su campo en la árida llanada de Muradal (.1)Los moros abandonaron al punto el castillo de Ferrai, que situado al sur de la meseta sirve de atalaya al formidable desfiladero de la Losa; quisieron sin embargo impedir a los nuestros el acceso al arroyo que corre al pie de la loma en que se asienta el castillo y aun desbarataron a algunos soldados, que se adelantaban incautamente desde el campamento; el pequeño grupo de extranjeros que acompañaba al Arzobispo de Narbona, acudió con presteza y rechazó ardidamente a los enemigos, dejando expedita la vera del agua a nuestras tropas (2). Pero el humilde arroyo del castillo— como aun hoy se le llama—era insuficiente para todo el ejército; el aprovisionarse en sitio tan árido y desierto ofrecía grandes dificultades, y aunque se tenía a la vista el campamento enemigo, era imposible dar la batalla, mientras el formidable paso de la Losa siguiese ocupado por las avanzadas almohades. Entretanto el Miramamolín, a quien se atribuía falsamente el juramento de acabar con todos los reinos cristianos de la península, había salido de Sevilla casi al mismo tiempo que los cruzados dejaban a Toledo; pero noticioso de las grandes fuerzas allegadas por Alfonso, no se atrevió a tomar la ofensiva; pensó que el ejército cristiano, teniendo que forzar la línea del Guadiana e internarse en las fraguras de Sierra Morena llegaría tan fatigado y maltrecho a Andalucía, que no sería difícil cortarle el paso y en su retirada exterminarlo (3). Conforme a este prudente plan estableció su cuartel general en Jaén y acumuló grandes medios de combate; sabedor luego por los tránsfugas cristianos de la escasez de Víveres que su-
(1) D. Rodrigo, lib. VIII, pág. 182. El Rey. Apéndices de Mondéjar, pág. XCIX. Narbonense: ibid., pág. CV. (2) Narbonense, id. id. (3) D. Rodrigo, lib. VIII, cap. VIII, pág. 182.
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fría el enemigo y de la retirada de los franceses, adelantóse a Baeza; hizo ocupar los pasos de la sierra y fue a acampar en Santa Elena, frente al desfiladero de la Losa, resuelto ya a dar batalla campal a Alfonso en las condiciones más ventajosas (1). Ganada por los adalides de D. Diego López de Haro la cumbre de la sierra y el castillo de Ferrai, hizo Anasir ocupar con mayor cuidado el desfiladero de la Losa, «tan áspero y difícil, escribe el rey Alfonso, que mil hombres podrían defenderlo contra cuantos pueblan la tierra». Grande era el peligro que amenazaba al ejército cristiano; seguir en Muradal era exponerse a todas las lacerías; meterse por los barrancos de la Losa equivalía a dejarse degollar a mansalva; Anasir contaba en todo caso con la victoria. Celebraron los tres reyes consejo de guerra con sus capitanes y algunos propusieron, como única solución razonable, bajar de nuevo al pie de la sierra y elegir otro paso más accesible y desguarnecido, a dos o tres jornadas de distancia. Pero el rey de Castilla comprendió al punto la gravedad del peligro que tal medida entrañaba y la declaró impracticable (2); «ca el pueblo et los otros que le non ouieren prouado, quando nos uieren tornar atrás, non judgaran que batalla ymos uscar, mas que foymos de la batalla; et facerse a desacuerdo en la hueste et yrse an que los non podremos tener». Tratábase de un ejército allegadizo, que tenía reciente el el ejemplo de los ultramontanos, y esta razón gravísima, unida al desdoro que para su persona veía el rey de Castilla en aquella retirada, fueron parte bastante a decidir que se acometiese el paso de la Losa con ánimo de morir en la demanda, antes que retroceder un paso. Adoptóse esta desesperada resolución el viernes y es muy pror bable que el sábado—14 de Julio—se hubiese repetido en mayores proporciones el desastre de Alarcos, si aquel mismo día no se hubiese presentado en la hueste cristiana un hombre, asaz Vil de persona y Vestido, que tiempo antes se había dedicado al pastoreo y a la caza en aquellas montañas. Indicó el pastor a Alfonso VIII el camino por donde podían las tropas salir a una explanada de la vertiente meridional de la sierra, «et aun dixol que non conuinie de tirarse nin de asconderse de la uista de los enemigos, mas aun que ueyendolo
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lib. VIII, cap. VIII, pág. 182.
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ellos et non nos podiendo embargar nin estoruar, nin nos tener danno, que podiemos uenir al logar conuinient a la batalla» (1). Alfonso VIII no creyó despreciable el aviso y para verificarlo, mandó al de Haro y a García Romero, capitán aragonés, que aquella misma tarde fuesen a explorar el paso prometido por el pastor. Hallaron ser verdad de todo en todo su dicho y tomando la explanada, a que hoy llaman Mesa del rey, plantaron en ella sus tiendas, defendiéronla fácilmente contra un cuerpo de caballería almohade que quiso desalojarlos y enviando aviso de la operación al campamento, mantuvieron la posición aquella noche. En la madrugada del sábado, los tres reyes después de comulgar y recibir la bendición del Arzobispo de Toledo, movieron a toda prisa su hueste y abandonando el castillo de Ferrai, avanzaron por el puerto de Muradal hacia el Oeste, cruzaron el puerto del Rey y por el Salto del Fraile, desembocaron en la espaciosa llana de la Mesa del Rey. Creyeron en un principio las avanzadas moras de la Losa, que huían los cristianos y con gran algazara volvieron a ocupar el castillo; mas pronto se apercibieron de que en vez de retirarse, avanzaban y Anasir pensó librarles aquel mismo día batalla campal. Poco después de medio día ordenó sus haces, y asentando su retaguardia en la cumbre de una colina próxima a Santa Elena, dispuso sus tropas frente a la Mesa del rey en las navas que median entre Santa Elena y Miranda del Rey. Hasta el anochecer esperó en Vano que los cristianos aceptasen el reto; sus tropas ligeras de árabes y flecheros destacáronse y llegaron hasta el pie del campamento real, trabando escaramuzas a manera de torneos con las avanzadas, pero los reyes habían convenido en aplazar la batalla para el lunes, dar aquellos dos días de descanso a sus tropas, que bien lo habían menester, y entretanto estudiar las fuerzas y disposición del enemigo (2).
(1) Prim. Crón. gen., pág. 698. (2) Asegura D. Rodrigo que el Miramamolín túvolo a cobardía, y «parosse muy lozano. Onde enuio sus letras a Baeza et a Jahen; que cercara III reyes et tenielos cercados et auiensele a dar a tercer día. Pero algunos de los sus grandes que cuedauan la cosa mas altamente en seso de grand entendimiento diz que dixieron: Vérnoslos nos assentados sabiamientre et con gran entendimiento et mas semeia que se guisan para darnos batalla que no para foyr. (Prim. Crónica general, pág. 699.)
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El domingo 15, con la primera luz, salió de nuevo al campo el Miramamolín y desplegó sus tropas, con mayor aparato aún que el día anterior; hizo que le sacasen del campamento su tienda roja (1), y mantuvo las haces paradas y ordenadas hasta después de medio día; los flecheros con algunas tropas de línea, llegaron como el día anterior, con gran estruendo de voces e instrumentos, hasta casi las primeras tiendas cristianas, y la caballería árabe trabó torneos y combates singulares con los caballeros cristianos; pero no acometiéndolos lanza en ristre y esperando en firme el ataque del contrario, al modo de nuestras justas y mantenimientos, sino avanzando rápidos y desordenados, para volver grupas, después de arrojar sus lanzas y cuadrillos sobre el adversario que se les ponía a tiro (2). Los caudillos cristianos observaban los movimientos y la táctica de los musulmanes, sus obispos recorrían el campo exhortando a todos y concediéndoles la remisión completa de sus pecados, y el rey de Aragón armaba solemnemente caballero a su sobrino Ñuño Sánchez. Los almohades, a media tarde, Volviéronse a su campamento y los cristianos ultimaron sus preparativos para el día siguiente. Notó Alfonso VIII en las escaramuzas y maniobras de aquellos dos días, que la caballería árabe y las tropas ligeras de Anasir podían hacer gran daño en las alas extremas de su hueste, formada por la infantería de los concejos, muy inferiores en solidez y disciplina a los núcleos de freires e hidalgos, y para evitar que los bruscos ataques y retiradas del enemigo las desordenasen, entreveró
(1) El Arzobispo cree que «pora desuiarle la calentura et pora facerle sombra». La razón es porque la tienda—qubba—roja era un distintivo de la soberanía. La palabra qubba designaba primitivamente una tienda grande, pero ya entre los árabes preislámicos se reservaba a los grandes personajes. «Honráronle y plantáronle una qubba», dice el Kitab el Agani. El color de la qubba era rojo. Según el mismo Kitab el Agani cuando Musafir se presentó a Noman-ben-Modar, este príncipe quedó encantado de él; lo convidó a su mesa e hizo que le levantasen una qubba de cuero rojo. Cuando el rey hacía esto con alguno, era para demostrar la importancia que le concedía. En la misma obra, tomo segundo, se encuentra esta expresión: los que tienen tiendas rojas y se entregan a los placeres y al vino. Sin duda, a consecuencia de estas tradiciones la qubba llegó a ser una de las insignias de la soberanía. (Journal Asiatique, serie III, pág. 252, tomo V.) (2) Narbonense, loe. cit., pág. CV.
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con las milicias de las ciudadas los contingentes de las órdenes militares y sus mejores caballeros; medida acertadísima que dando mayor firmeza y estabilidad a todo el ejército contribuyó poderosamente a la victoria (1).
CAPÍTULO IV La batalla
Breve fue el descanso del ejército cristiano en la noche del 15 al 16 de Julio de 1212; a poco más de media noche dábase en el campamento la voz de «que se leuantassen todos en nombre de Dios et que se armasen pora la batalla del Sennor». Los obispos y clérigos que en el ejército iban, absolvieron brevemente de sus pecados a los combatientes y les dieron de comulgar. Armáronse luego todos y quizá comieron, pasando en seguida a ocupar cada uno el puesto señalado, pues ya, en los días anteriores, el consejo de guerra había decidido el orden en que formarían las tropas para el ataque (2). En la Mesa del Rey, con los albores del día, fueron formándose, bajo el mando de los tres reyes, tres cuerpos de ejército; en el centro dispuso Alfonso VIII las tropas, cuya dirección se había reservado, y a sus lados se desplegaron las alas, la derecha a las órdenes de Sancho VIII y la izquierda regida por el rey de Aragón. Las tropas mandadas por Alfonso se hallaban así distribuidas: D. Diego López de Haro con su hijo D. Lope y sus sobrinos Sancho Fernández y Martín Muñoz, tenía la Vanguardia. El centro se hallaba constituido por dos columnas o haces; en una, no sabemos cuál, figuraban D. Gonzalo Núñez con sus hidalgos, los Templarios con su Maestre Gómez Ramírez, que murió después de la batalla, a consecuencia de las heridas recibidas, los del Hospital con su Prior Gutiérrez Ramírez, los de Uclés y Calatrava; en la otra iban Ruy Díaz de los Cameros con su hermano Alvar Díaz, Juan González y otros muchos nobles castellanos. Regía la retaguardia don (1) Carta del rey. Mondéjar: Pág. C. (2) D. Rodrigo. (Lib. VIII, cap. IX, pág. 184.)
1 EL CAMPO DE BATALLA La dolble línea de flechas indica el retroceso de los cristianos desde Castro Ferrai para ir por el Puerto del rey. La -j- que hay entre ellas indica el sitio en que acamparon el dia 13. La cruz de la Mesa del rey señala el campamento de los días 14, 15 y 1G. El orden de üatalla de ambos ejércitos es conjetural; una elipse marca el palenque del Miramamolín. Las ~J__f señalan el campamento almohade, y la línea que va entre ellas el camino de la persecución hacia Vilches y Baeza. En el Salto del Fraile esta el paso de la Losa.
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Gonzalo Ruiz Girón con sus hermanos, D. Ruy Pérez de Villalobos, D. Suero Téllez, D. Fernando García y otros ricos hombres, que rodeaban a su rey Alfonso VIII, con el Arzobispo de Toledo, cinco obispos castellanos y quizás el Arzobispo de Narbona y los dos obispos aragoneses que iban en el ejército. Por cada una de estas haces «eran departidos los concejos de las nobles ciudades» (1). El ala izquierda, mandada por el rey de Aragón, iba dividida en otras tres líneas; regía la Vanguardia García Romero, el centro Ximen Cornel y Aznar Pardo, y la retaguardia el rey en persona con el resto de sus nobles. Como los aragoneses eran pocos y casi todos caballeros, formaban en sus cuadros varios concejos castellanos; llevaban además un haz colateral o cuerpo de flanqueo mandado por nobles de Aragón. Sancho el Fuerte adoptó indudablemente la misma disposición; sólo sabemos que mandaba el ala derecha y que llevaba consigo los concejos de Segovia, Avila y Medina del Campo. Estos son los únicos datos positivos que tenemos acerca del orden en que avanzó el ejército cristiano; nos los da el Arzobispo D. Rodrigo y los traduce—aunque sólo en parte—la primera Crónica general; ni el rey de Castilla en su carta, ni el Arzobispo de Narbona dicen una palabra sobre el particular, y los Anales Toledanos hacen constar escuetamente que los reyes aliados mandaban las dos alas. Los cronistas del siglo XV y XVI no pudieron sufrir tantas lagunas; la vanidad patriótica y el afán de adular a la nobleza los indujo a completar el cuadro, con más Voluntad que inteligencia, barajando los nombres de cuantos caballeros castellanos, navarros y aragoneses firman los documentos de la época, y sacando a escena todos los concejos que acompañan a Alfonso VIII en otras expediciones (2).
(1) D. Rodrigo, lib. VIH, cap. IX, págs. 184 y 185. (2) El general Arteche, en su Memoria sobre la batalla—manuscrito de la biblioteca del Ministerio de la Guerra—, reúne los datos de la Crónica general de Florián de Ocampo, de Beuther, de Rades de Andrade, Garibay y Argote de Molina; procura desenredar las contradicciones en que abundan, y llega a darnos el siguiente cuadro de los contingentes cristianos: Centro formado por cuatro divisiones; primera: montañeses y castellanos a las órdenes de D. Diego y sus hijos; Pedro Arias de Toledo, como alférez mayor, y gran número de hidalgos; segunda: los caballeros de las cuatro órdenes españolas mandados por el conde D. Gonzalo Núñez de Lara, más los templarios, san-
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El ejército del Miramamolín desplegó en primer término sus tropas ligeras de árabes y algunas tribus bereberes apoyadas en una colina—las Cañadillas del Calvario—; en segunda línea, extendido por las ondulaciones de las Lagunillas hasta el llano de las
juanistas y el tercio de Cuenca; tercera: los tercios de Gormaz, Almazán, Aillón, Atienza, Medinaceli, Asturias y Vizcaya, guiados por D. Rodrigo Díaz de los Cameros; cuarta: regida por el rey en persona y formada por los concejos de Valladolid, Medina, Arévalo, Olmedo y Toledo con Alvar Núflez por alférez mayor. En el ala derecha, pone con Sancho el Fuerte y los suyos a los concejos de Segovia, Soria y Avila, a los franceses, portugueses y gallegos; y en la izquierda a los aragoneses solos, divididos en cuatro cuerpos. A la vista salta que los pormenores de esta distribución son inventados y contrarios a la realidad; pone a los concejos separados de las órdenes militares contra el testimonio explícito del rey y del arzobispo: quita a Sancho VIII el concejo de Medina para colocarlo en la retaguardia castellana, y le da en cambió el de Soria; deja a los aragoneses solos en el ala izquierda, cuando consta que eran pocos y que los reforzaron varios concejos de Alfonso VIII, etcétera, etc. Argote Molina deduce de los blasones de muchas casas nobles, adoptados con ocasión de la batalla, los nombres de varios caballeros; cita además todos los que sus predecesores quisieron nombrar, y reúne así una larga lista de apellidos a los que adjudica este timbre de gloria. No hay duda que la gran mayoría se hallarían en las Navas, pero no llegan a 50 aquellos cuya presencia se puede probar con documentos. PERSONAJES CUYA PRESENCIA EN LA BATALLA CONSTA POR EL TESTIMONIO DE TESTIGOS PRESENCIALES
Castellanos: Alfonso VIII; D. Tello, obispo de Palència; D. Rodrigo, obispo de Sigüenza; D. Melendo, obispo de Osma; D. Pedro, obispo de Avila; D. Rodrigo, obispo de Plasència; Diego López de Haro; el conde Fernando de Lara; el conde D.- Alvaro su hermano; el conde D. Gonzalo su hermano; Lope Díaz de Haro; Ruy Díaz de los Cameros; Gonzalo Ruíz Girón; Ruy Díaz, Maestre de Calatrava; Gómez Ramírez, id. del Temple; Gutiérrez Ramírez, prior de Hospital; Pero Arias, Maestre de Santiago; Sancho Fernández; Martín Muñoz; Alvar Díaz de los Cameros; Juan González; Ruy Pérez de Villalobos; Suero Téllez; Fernando García; Domingo Pascual de Almoguera; López Fernández de Luna. Testimonio: D. Rodrigo. Aragoneses: Pedro II; Ñuño Sánchez; García Romero; Ximen Cornel; Miguel de Lusia; Aznar Pardo; Guillén de Cardona; Remón Falcón, conde de Ampurias; Guillén de Cervera; D. García, obispo de Tarazona; D. Berenguel, electo de Barcelona. Testimonio: D. Rodrigo.—Pedro Ahones; Arnaldo de Alascón; Raimundo de Cervera; Berenguer de Peramola; Guillermo de Tarragona; Pedro de Mur; Pedro'de Clusa. Testimonio: Donación que firman en Toledo el 16 de Junio.
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Americas, había un gran cuerpo de ejército, compuesto a lo que parece de los voluntarios de todo el imperio y probablemente de los andaluces; en el fondo del llano de las Americas y sobre la cuesta del cerro de los Olivares estaban escalonados los almoha-
Navarros: Sancho VIII el Fuerte; Rodrigo Jiménez de la Rada. Testimonio: D. Rodrigo. Extranjeros: Arnaldo Amalarico, arzobispo de Narbona; Teobaldo de Blazon. Testimonio: D. Rodrigo. —Guillermo, arzobispo de Burdeos; Obispo de Nantes. Testimonio: El rey de Castilla. NOMBRES AGREGADOS POR LOS CRONISTAS DEL SIGLO XVI Y POSTERIORES
Castellanos: Pero Díaz de Haro; Iñigo de Mendoza; Gómez Pérez el Asturiano; García Ordóñez; Gonzalo Gómez. Testimonio: Argote.—Gutiérrez Hermenegildo, prior de San Juan; García González de Candamio, comendador de León, santiaguista; Pero González de Aragón, comendador de Oreja; Fernán Pérez, comendador; Ruy González de Mansilla, comendador del Hospital de Toledo; Fernán García de Lerma, comendador de las Tiendas; Fernán Esteban, comendador de Villarubia; Pero Gómez, id. de Biedna; Ordón Garcez de Aza, id. del Hospital de Cuenca; Juan López de Amaya, id. de Alarcón; Ruy Gutiérrez de Villagracia, id. de Monreal; Juan Fernández de Osonilla, id. de Sancti Spiritus; Arnal Ferrenchel, id. de Montalbán en Aragón; Gutiérrez Ruiz; Fernán Alonso; Gómez Galindo; Gutiérrez de Losada; Fernán Sánchez de Quintana; Alonso Fernández de Valladares, comendador de la Barra; Gutierre González Palomeque, comendador mayor; Rodrigo Garcés de Aza; Gómez Clavero; Fernán Pelá'ez; Iñigo Vela, corn, de Azega; Diego Ossórez, id. de Caracuel; Dia Gómez de Toledo, id de Nambroca; Martín Fernández de Castro, id. de Zorita; Suero Díaz de Quiñones, id. de las Casas de Talavera; Pero Gómez de Acevedo, de las de Toledo, alférez de la Orden; -Ruy López de Escalante, com. de Benavente; García de Aza, de las de Maqueda; Alonso Pérez de Pantoja, com. de Ciruelos; Rodrigo Hernández de Rebujos, de Auñón; Ñuño Ruy Girón, hermano del conde don Gonzalo. Testimonio: Rades de Andrade. — Rodrigo Rodríguez Girón; Pero Ruiz Girón; Alvar Ruíz Girón; Gil Manrique; Gómez Manrique; Alfonso Tello de Meneses; Fernán García; Ruy García; Rodrigo Pérez de Avila; Guillén Ginés de Avila; Ñuño Pérez de Guzmán; Gonzalo Yáñez de Naboa; Gonzalo Ruíz de Villalobos; Juan González; Fernando García de Villamayor; Pero González Mengo; Andrés Boca; Miguel de Lujan. Testimonio: Argote.—Miguel de Lujan; Rodrigo Arias; García Ramírez. Testimonio: Hist, de las OO. MM., part. I, tom. II, Benevides, etc. Aragoneses: Lope Ferench de Luna; Artal de Foces; Pero Maza de Corella: Rodrigo de Linaza; Ximen de Ayvar; Guillén de Çaberta; Atorrella; Sancho, conde del Rosellón; Centol de Astarad; Moneada, conde de Ampurias; Guillén de Avilón, de Tarragona; Guerao de Cabrera, conde de Urgel;
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des, y en lo alto de la colina se agrupaban la guardia del Miramamolín con sus grandes dignatarios, dentro de un palenque formado de estacas, unidas por gruesas cadenas. Estos son los únicos datos y no mu_y precisos que nos dan los dos Arzobispos de Toledo y de Narbona, acerca de la disposición del ejército musul-
Ramón de Rocaberti. Testimonio: Argote.—Arzol de Tarragona; el Obispo de Narbona; el Obispo de Adega; el conde de Foix; el señor de Mirapeix; el señor de Montesquín; Beltrán de So, vizconde de Ousa; D. Fernando, abad de Montearagón, hermano del rey; Blasco de Aragón; Fernando de Luna; Ximen Dezlor; García Frontino, obispo de Zaragoza; Berenguer Palavisín, obispo de Barcelona; Guillén de Peralta; Guillén de Castelnou; Ramón de Canet; Aymar de Moset; Pero Bernet; Andrés de Castelroselión; Guillén de Olms; Guillén de Cabestani; Ramón de Vives; Ramón de Torrellas; Pedro de Barbera; Thomás de Lupián; Arnaldo de Banils; Jofre, vizconde de Rocaberti; Bernardo de Cabanes; Remón Xatmar, Pedro de Cartella; Galceran de Cartella; Bernardo de Santa Eugenia; Galceran de Cruylles; Gastón de Cruylles; Jofre de Valgonera; Otger de Doritts; Gueraldo de Sarra; Bernardo Guillén de Foxa; Pedro de Paz; Guillén de Bordils; Pero Alberto Çatrilla; Galceran de Puigvert; Amorós de Ribelles; Guizberto de Guimerà; Bernardo de Monsanis; Remón de Pinell; Guillén de Antorn; Hugo de Troya; Gueraldo de Espès; Guillén de Moya; Guillén de Ruvión; Galceran de Sacosta; Oliveros de Térmens; Remón de Peralta; Remón de Fluvià; Pedro de Olvia; Bernardo de Ponce; Remón, vizconde Vilamil; Arnaldo Alemán de Torrella; Cerverón Remón de Montpençat; Guillén de Bellera; Comenges; Guillén de Villaflor; Roger Arnaldo de Orcau; Cerverón de Puig Verde; Pedro de Pernes; Guillén Folch, Vizconde Cardona; Hugo, vizconde de Bas; Remón de Cervera; Bernardo Guillén Çaportella; Remón de Monells; Bernardo de Malla; Bernardo de Centelles; Pérez de Moneada, senescal; Guillén de Cerbellón; Remón Alemán; Guillén de Urso; Ponce de Santa Paz; Bernardo de Embeig; Gauzberto de Castellet; Pedro de Beloch; Remón Galceran de Pinos; Hugo de Mataplana; Galceran de Anglesola; Ponce Çagardia; Marco de Vilademani; Remón de Manleu; Dalmau de Mediona; Pero de Tagamanent; Pedro de Sentmenat; Pedro de Montboy; Galceran de Papiol; Bernardo de Tous; Galceran de Casteluy; Arnaldo de Rajadel; Bernardo Roger, conde de Pallarès. Testimonio: Beuther. Navarros: D. Gonzalo Gómez García de Agonciello, alférez mayor; D. Pero Martínez de Leert; Pero Garcés de Arroniz; García Almoravid. Testimonio: Argote.—Pero Vélez de Guevara; Mauleón de Cascante; Remón de Peralta; Ximeno de Bastan; Juan García de Bidaurre; Pero González de Marrano. Testimonio: Beuther.—Arnal de Leet; Iñigo de Oteiza; Fortún Ximénez; Ñuño Sánchez; Iñigo de Rada; Miguel de Rada; Ximén de Iñíguez; Iñigo de Estúñiga; Diego Iñíguez; Fermín de Aguinaga: Juan de Arellano; Ochoa Fortúnez; López Fortúnez; Rodrigo de Arazuri. Testimonio: Rades.—Sancho Martínez de Monteagudo; Pero Martínez de Subiza; Martín de Milagro; Gar-?
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man (1). De las crónicas árabes sólo el Qartás hace algunas indicaciones; confirma el testimonio de D. Rodrigo, diciendo que Anasir puso su tienda roja en lo alto de un collado, rodeada por la guardia negra, y que se sentó sobre su escudo a la puerta de la tienda con el caballo al lado (2). Delante de la guardia, pone la zaga con el Visir Abu Said ben Jamaa; en la vanguardia, dice estaban los Voluntarios y no precisa él puesto de los almohades, árabes y andaluces (3). Puestos en orden de batalla los dos ejércitos, toma la ofensiva el cristiano; bajando de la Mesa del Rey atraviesa el primer barranco—Quiñones de Miranda—cubierto de arboledas y cortado por el cauce de un arroyo; va su Vanguardia a dar con gran denuedo en las avanzadas enemigas, dirigida por D. Diego, que no encontró resistencia, pues las bandas de árabes, acostumbradas a pequeños choques de amagos y falsas retiradas, huyeron despavoridas ante las compactas masas que de la Mesa del Rey caían sobre ellas (4). Tan rápidamente se desbandaron que, según el
cía de Berriz; Guillén Rolduin; García Garcez de Aoyz; Pero Xyménez de Olleta; Ximeno de Ayvar. Testimonio: Garibay. Extranjeros: Jofre Rodel de Vaza; Jofre de Argento; Ricardo del Poypec; el conde de Benavento; el vizconde de Coperen; Céntulo de Astarante; Sanes de la Marca. Testimonio: Garibay (1) D. Rodrigo, lib. VIII, cap. IX, pág. 185; El Narbonense: Mondejar, CVI. (2) D. Rodrigo agrega, que tenía cabe sí la espada y vestía una capa negra que había sido de Abdelmumen, discípulo y sucesor de Aben Tumert, el fundador de la secta almohade; tenía también a mano el Alcorán. (3) Nuestros cronistas posteriores se han permitido desfigurar la organización de los musulmanes, aun más que la de los cristianos. Ya el Príncipe de Viana pone en primer término 40.000 negros armados de lanzas con los cuentos hincados en tierra y los hierros muy amolados; luego 3.000 camellos atados con cadenas, y finalmente los caballeros, ballesteros y demás gente. La Crónica de Florián de Ocampo, después de los camellos, pone el palenque y dentro de él 80.000 caballeros, y alrededor del palenque, el resto de jinetes y peones. (4) «Ordenadas las haces, dice la Crónica de Florián, se le paró Lope Diaz de Faro delante et dixo a don Diego Lopez su padre: pidovos por merced como a padre et señor que pues el rey vos dio la delantera, que en guisa fagades como me non llamen fijo de traydor; et miembre se Vos el buen prez que perdistes en la de Alarcos: et por Dios queredlo oy cobrar, ca oy en este dia podredes fazer emienda a Dios, si en algun yerro le caystes. E estonces don Diego bolviose contra él muy sañudo et dixol: llamar vos han fijo de puta,
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Narbonense, no se encontró un solo muerto en el sitio que ocupaban. Aguijando tras los fugitivos, pasaron la cuesta de las Cañadillas del Calvario y con nuevo ímpetu se lanzaron sobre los grandes núcleos estacionados en los altozanos contiguos, y aunque encontraron bastante resistencia los arrollaron con espantosa carnicería. Desbaratadas las dos primeras líneas enemigas, llegan a chocar con el cuerpo almohade. «Los nuestros que subien por logares assaz desaguisados pora combater» y que llegaban cansados de la lucha y del calor en tan áspero terreno, vienen a dar de manos en los almohades, que los reciben a pie firme y rechazan fieramente sus acometidas (1). Suenan los tambores de la zaga del Miramamolín, los almohades atacan con vigor y la primera línea cristiana comienza a turbarse y a ceder. Entre la gente de los concejos se inicia ya la fuga, pero los nobles resisten con heroísmo (2); algunos caballeros de las segundas haces de Castilla y Aragón, acuden al puesto de mayor peligro; con el refuerzo de la segunda línea se rehace el combate, pero los almohades luchan con tanto valor y la posición de los cristianos es tan desventajosa, que cejan otra vez y a duras penas sostienen el choque Violentísimo del enemigo (3). Las alas encuentran la misma resistencia que el centro; el número y la decisión de los almohades es tan grande, hacen tanto daño en las filas cristianas que también en las alas «unos de los nuestros comenzaron a couardar et tornando las espaldas semeiaua que fuyen ya» (4).
mas non fijo de traydor: ca en tal guisa fare yo con la merced de Dios. Mas yo veré oy en qual guisa aguardaredes a vuestro padre y señor en este logar. E estonces fue a el Lope Diez e besol la mano e dixol: señor padre; vos seredes aguardado de mi como nunca fue padre de fijo: et en el nombre de Dios entremos en la batalla quando querrades». (Crón. gen., fol. 397.) Según Garibay, el de Haro tuvo la culpa de que se perdiese la batalla de Atareos; su mujer D.a María Manrique fue de costumbres muy libres. (1) D. Rodrigo, lib. VIII, cap. X, pág. 186. (2) Id. id.; Narbonense: apud Mondéjar, CVI. (3) Carta del rey. Mondéjar, C y CI. (4) La leyenda se ha apoderado de estas indicaciones de los testigos presenciales y las ha desarrollado a su sabor. «Desque las haces, dice la Crónica de Florián, fueron paradas en el campo de los moros et de los cristianos, don Diego López de Haro, que tenie la delantera del rey de Castilla, fue ferir en los moros et como el fuesse mucho esforzado et mucho atrevido quebranto et paso por ellos et salió de la otra parte del corral: et finco alli con pocas de
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El rey de Castilla, al ver la vanguardia y la segunda línea gravemente comprometidas y casi desbaratadas, decidióse a intentar un supremo esfuerzo y socorrerlas sin pérdida de tiempo, con cuantas fuerzas le quedaban en la retaguardia. «Arzobispo, yo et Vos aqui morremos», dijo a D. Rodrigo con ceñuda resolución, dispuesto a no sobrevivir a otro desastre como el de Alarcos. Y sin atender a las razones optimistas del Arzobispo, picó de espuelas a su caballo, diciendo: «uayamos apriessa a acorrer a los primeros que están en gran peligro» (1). AtraVesósele el experimentado caballero Fernán García y representándole que no debía abandonar la dirección de la batalla y exponer la huesíe a graves turbaciones, procuraba retardarle el paso, mientras Gonzalo Ruiz de Girón y sus hermanos acudían con tropas de refresco en socorro de las dos primeras haces. Pero Alfonso VIII, impaciente, no podía sufrir la indecisión de tan críticos momentos, y a poco volvió a decir a D. Rodrigo: «Arzobispo, aqui mueramos, ca tal muerte conuiene a nos et tomarla en tal articulo et tal angostura por la ley de Cristo et mueramos en él». El Arzobispo respondióle animoso y confiado: «Sennor, si a Dios plaze esso, corona nos uiene de victoria...; pero si de otra guisa pluguiere a Dios todos contnunalmientre somos parados pora morir con uusco et esto ante todos
sus compañas dando golpes et feriendo et el polvo era tan grande que los suyos non lo podien desaminar pora lo guardar: et aun aguardaba Sancho Ferrandez a la seña de Madrid cuydando que era el pendón de don Diego por el osso que traye que semeiaua a los lobos del pendón de don Diego. E don Diego estaua en muy gran priessa, ca no tenie consigo mas de quarenta caualleros, mas pero por priessa que le dieron nunca lo podieron fazer mouer de aquel logar, antes le costaua muy caro al que se le allegaua». (Fol. 597 v.) Argote de Molina agrega: el Miramamolín que vio lo que habían hecho los cristianos, descendió a gran priesa de su trono y subiendo en un hermoso caballo, esforzó a los suyos e hízoles volver animosamente a la batalla. Los cuales volvieron con tal furia, incitados de la presencia de su señor, que pusieron en huida a la seña de Madrid. Lo cual como el Arzobispo de Toledo viese, con gran dolor creyendo que era la seña de D. Diego, dijo al rey que viese la seña de D. Diego cuál Volvía. Y como Andrés Roca ciudadano de Medina del Campo lo oyese, dijo al rey: «Cierto, no es aquella la seña de don Diego, mas mirad adelante y veréis vuestra seña y don Diego adelante con la suya y con la del conde don Alvaro de Lara y los que huyen los Villanos somos, que los hidalgos nó, que aquella que huye la sen a es de Madrid». (Nobleza de Andalucía, pág. 81.) (1) Crón. gen., pág. 701.
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lo testigo yo, pora ante Dios». Dio Alfonso de nuevo riendas a su caballo, y a toda prisa llegó con apuesto continente y lozano gesto hasta las primeras filas que luchaban al pie de la colina coronada por el palenque. Toda la retaguardia movióse como un solo hombre en torno a su rey, que resuelto a morir, metióse con su estandarte real en lo más recio de la pelea. Tan cerca llegó a estar la blanca seña de Castilla de los enemigos, que éstos reconociéndola procuraban derribarla con piedras y flechas (1); pero el empuje decisivo del Rey Noble quebrantó la desesperada resistencia de los almohades; los imesebelen, inmóviles en sus puestos, fueron rematados a lanzadas y los demás se desbarataron, acosados sañudamente por los vencedores (2).
(1) Carta del rey: Mondéjar, CI. D. Rodrigo escribe que «la Cruz del Sennor que delant el Arzobispo de Toledo auie costumbre de uenir aduziendola aquella hora Domingo Pascual de Almoguera, canónigo de Toledo, entro con ella por ell az de los moros, et paso por todos marauillosamientre, et non tomando y ningún pesar esse don Domingo que la cruç traye, nin ninguna lision, sin los suyos, ca non uenien y con el et assi fue y en su yda sin todo periglo, fasta que llego all otro cabo de la batalla; et fue assi como plogo a Dios». El Arzobispo parece indicar que su cruz atravesó milagrosamente por todo el ejército enemigo, pero hay que notar, según se desprende de la narración del mismo D. Rodrigo, que la cruz no se movió de la retaguardia hasta que los cristianos llegaron al pie de la colina, en cuya cumbre estaba el palenque; que cuando se movió fue con el Arzobispo y el rey, de quien dice que «uenosse apriessa fasta que llego al corral del moro», sin milagro alguno, y finalmente que no estuvo en la mente del Arzobispo decir que el canónigo con su cruz atravesó la estacada y el cadenado del palenque para llegar «fasta ell otro cabo de la batalla». Ni el rey en su carta, a pesar de ser extensa y dirigida al Papa, ni el Arzobispo de Narbona, que refirió los pormenores de la expedición al capítulo general del Cister, ni Lucas de Tuy, ni los Anales Toledanos, ni Alberico, ni autor alguno contem- poráneo hacen mención de tal milagro. (2) «De parte de fuera daquel corral, dice la Primera Crónica traduciendo al Arzobispo, eran paradas otras haces de peones, de que los unos, también de los de fuera como de los de dentro, tenien atadas las coxas los unos a los otros a reuezes, como que desesperassen de ayuda de foyr ca de guisa estauan atados que maguer que lo mester ouiessen et lo quisiessen fazer, non podrien foyr». (Crón. gen., pág. 700.) Eran los imesebelen—desposados—una especie de devoti, que aun hoy día perduran en el norte de Africa. Es una costumbre berebere, que cuando un gran peligro amenaza a la tribu, los más decididos se consagren con fórmulas religiosas a la defensa del país y juren no cejar jamás ante el enemigo; para cumplir esta promesa se atan entre sí. y nunca se
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Al mismo tiempo que Alfonso VIII echaba mano de sus últimas fuerzas para decidir el combate, los reyes de Aragón y Navarra, cada uno con su acompañamiento, entraban personalmente en acción, y rehaciendo a sus tropas de la primera y segunda línea, iniciaban la rota del cuerpo almohade en las alas (1). Quedaba sólo el palenque por ganar y sobre él vino a estrecharse en forma de media luna el ejército cristiano: Anasir, que hasta entonces había permanecido impávido, recitando versículos alcoránicos, cedió a los requerimientos de sus cortesanos, montó a caballo y huyó casi solo para Baeza con tal precipitación, que deteniéndose allí solamente para cambiar de montura, llegó aquella misma noche a Jaén (2). Las fuertes estacas del palenque, enlazadas con cadeda el caso de que los imesebelen huyan del combate. Los franceses han sido muchas veces testigos de su valor en las campañas argelinas. En Junio de .1854, dos columnas francesas penetraron en la Gran Cabilia para castigar la rebelión del jerife Abu-Bagla, y en más de una ocasión encontraron soldados desnudos hasta la cintura, vestidos con solo un calzón corto y atados unos a otros por las rodillas con cuerdas para no huir: eran los imesebelen, a quienes había que rematar a bayonetazos sin conseguir que se rindiesen. (1) Beuther se atreve a afirmar que el rey de Aragón dio la mitad de sus tropas a Ximén Cornel para que entrase en la batalla, y él con la otra mitad se puso en celada; llegado el momento crítico cayó de improviso sobre los musulmanes y decidió la victoria. (Lib. 2.°, pág. 108.) Los navarros, a su vez, no han vacilado en atribuir a su rey el éxito de la jornada. Un erudito como Campión, sostiene la patraña de que Sancho VIII operó en lo más reñido de la batalla un movimiento de flanco que inició la desbandada general del enemigo. {Euskalerria, 1885, pág. 329.) (2) El autor del Qartás, nada escrupuloso en componer escenas dramáticas, escribe, que roto ya el palenque por los cristianos, Anasir seguía sentado sobre su escudo a la puerta de la tienda roja y decía: «Dios dijo la verdad y el demonio mintió», sin que se moviese de su sitio hasta que casi vio llegar a los cristianos. «Murieron a su alrededor más de 10.000 combatientes: entonces un árabe montado en una yegua llegóse a él y le dijo: ¿Hasta cuándo vas a seguir sentado, oh Miramamolín? Se ha realizado el juicio de Dios, se ha cumplido su voluntad y han sucumbido los musulmanes.» Levantóse entonces Anasir para montar el veloz corcel que tenía a su lado, pero el árabe descabalgando de su yegua le dijo: «monta en ésta, que es de pura sangre y no se deja deshonrar. Quizás Dios te salve con ella, porque en tu salvación está todo nuestro bien». Montó Anasir la yegua; el árabe le precedía con su caballo y dábale escolta un fuerte destacamento de negros, a cuyos alcances iban los cristianos. El Arzobispo D. Rodrigo asegura que montó en una bestia de muchos colores y que sólo llevó consigo tres compañeros. Los de Baeza, viéndole tan malparado, «demandáronle que farien: et diz que les respondió ell: non puedo consseiar nin a mi nin a uos. Et camió alli la bestia et ueno a, Jaén
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ñas muy gruesas, ofrecían un obstáculo harto grave a las espadas, lanzas y saetas de los cristianos, que no sabían cómo poder abrir brecha. Ninguno de los tres testigos presenciales dice cómo se ganó el palenque, ni quién fue el primero en romperlo; lo más cierto parece que el centro y las dos alas vinieron a abatirse casi al mismo tiempo sobre él y que si bien su solidez y los muchos soldados que lo defendían atajaron un tanto a los asaltantes, fue luego entrado por Varias partes, sin que saber se pudiese quién fue el primero en romperlo (1). Las ligaduras de los imesebelen, el
aquella noche». El Narbonense acoge el rumor de que «ya el día anterior presintiendo que iba a ser vencido, envió de noche por delante en mulos y camellos las riquezas inestimables que poseía». (1) Si a pesar del testimonio explícito de todos los testigos presenciales en favor de Alfonso VIH, los aragoneses y navarros han atribuido a sus reyes la gloria de decidir personalmente el éxito de la jornada, no nos extrañará que, aprovechando el silencio de las fuentes contemporáneas, compitiesen Navarra, Castilla y Aragón, en arrogarse el puesto de honor en la rota del palenque. La tradición aragonesa dice que Juan Azllor sugirió a Aznar Pardo, mayordomo mayor de Pedro II, la idea de prender fuego a la estacada del palenque para poder entrarlo y que Aznar Pardo lo puso en ejecución con el éxito más feliz. Jaime Febrer en sus trovas recogió esta tradición; dice así de Juan Azllor: «Est lo expedient troba de dar foch a totes les traves de la empalizada del rey Almanzor ab qu' es conseguí una gran victoria.»
Y de Aznar Pardo:
«Pere Pardo el Vell que al rey Almanzor crema la estacada qu' en lo rededor desa reyal tenda ab molt fortes traves pera sa defensa frabricat avia.»
Argote de Molina reproduce las armas de los Pardos y las explica por este hecho. D. Aznar Pardo, dice, rico hombre de Aragón, mayordomo mayor del rey D. Pedro y Señor de la villa y castillo de la Casta, por haber puesto fuego al palenque de los moros, tomó por armas tres tizones verdes con llamas rojas en campo de oro como hoy se ven en la iglesia de S. Juan de Linares. (Nobleza de Andalucía, pág. 103.) Otros caballeros aragoneses se atribuyeron la gloria de abrir brecha en el palenque, pero sin recurrir al fuego y así: • D. García Romeu—, que de antes traía por armas una águila negra en
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embarazo de la estacada, la huida de Anasir, y el pánico de la derrota, entregaron apelotonada, al furioso acero de los vencedores, aquella numerosa guardia compuesta de los soldados más gallardos y escogidos del imperio (1). En pos de los fugitivos llegaron los cristianos al campamento musulmán, situado en la explanada y colinas contiguas a Santa Elena;, la mayor parte de sus
campo de plata—tomó por armas tres estacas de oro encadenadas en campo rojo, por las estacas del palenque que rompió de los moros. (Argote; Id. idem, pág. 92.) Según la tradición castellana recogida por la Crónica general de Florián de Ocampo y confirmada por Argote de Molina (Pág. 95), Alvar Núñez de Lara, alférez mayor de Castilla, fue quien empuñando el pendón real pasó de un salto de su caballo la estacada y entró el primero en el palenque. El P. Moret en nombre de la tradición navarra, protesta contra la vanidad poco escrupulosa de los castellanos y da por inconcusa la versión del Príncipe de Viana, según el cual don Sancho «tomo el dicho cadenado de los camellos—sic—e las tiendas e conquisto las cadenas por armas e asentólas sobre las ariestas con un punto de sinople». (Crón. de Navarra, pág. 117). El discreto Zurita no acoge ninguna de las tres tradiciones, y a propósito de Sancho el Fuerte limítase a decir (lib. II, pág. 98): «También desta victoria alcanzó grande gloria el rey don Sancho de Navarra, que se señaló en ella con los suyos muy valerosamente y desde entonces tomó las armas de las cadenas de oro en campo roxo y en el medio una esmeralda», sin mentar la primacía en romper el palenque. El que D. Sancho tomase las cadenas por blasones está muy lejos de probar que entrase el primero, pues también las tomaron más de veinte caballeros navarros, castellanos y aragoneses; lo cual mueve a Alcántara a asegurar—//¿s/. de Granada, tom. II, pág. 285—, que cuantos campeones lucharon con los moros del palenque, pusieron las cadenas en sus escudos. La tradición navarra ha tenido mejor suerte que la castellana y la aragonesa, gracias a la fama de valiente de D. Sancho, y sobre todo a su preeminencia real sobre todos los nobles que adoptaron el blasón de las cadenas. (1) El Qartás, desfigurando, como suele, los hechos, olvida que Anasir construyó una estacada y supone que los negros rodeaban al Miramamolín sin más defensa que sus lanzas enhiestas. «Los infieles, dice, persiguieron a los musulmanes espada en mano hasta llegar al círculo de negros y guardias que rodeaban a Anasir, pero los encontraron que formaban como un sólido muro y no pudieron romperlos; entonces Volvieron las grupas de sus caballos encubertados hacia las lanzas de los negros dirigidas contra ellos, y entraron en sus filas.
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tiendas estaban abatidas (1); por ellas habían pasado en tropel los Vencidos, sin tiempo para salvar sus bagajes. D. Rodrigo, al ver en fuga al ejército, enemigo, volvióse a su rey y le dijo: «Sennor, membraduos todauia de la gracia de Dios que cumplió en uos todas las faltas et yaquanto el denuesto de Toledo (2) et oy uos lo emendo; et membraduos otrossi de uuestros caualleros por cuya ayuda uiniestes a tan gran gloria et tanto prez entre los reyes de Espanna». Mientras los Vencedores daban alcance a los fugitivos que se desparramaban por aquellos montes, camino de Vilches, el Arzobispo de Toledo, con cuantos obispos y clérigos había en el ejército, alzaban las manos al cielo y entonaban el Te Deam laudamus. La gente de los concejos, y en general todos los peones, quedáronse en el campamento almohade robando las joyas, vestidos y vasos de gran precio, esparcidos por doquiera, pero los caballeros de las órdenes militares y los nobles, obedeciendo al precepto del Arzobispo, que había excomulgado a cuantos «se metiessen a tomar ninguna cosa de todo el campo, fasta que toda la batalla fuese librada», desdeñaron por el momento los despojos y persiguieron a los fugitivos con tal saña que a pesar del cansancio de la batalla y del ardor del día llegaron casi a Vilches, distante tres leguas de Santa Elena, y dejaron en aquellos campos más muertos que los hechos en la batalla (3). Antes de la puesta del sol el Arzobispo de Toledo, con todos los eclesiásticos y probablemente los reyes con gran parte de sus tropas, subieron «cansados pero assaz alegres» al campamento enemigo y asentáronse en él. Para llegar a las tiendas de los almohades tuvieron que pasar por el abatido palenque de Anasir y aun yendo en buenos caballos encontraron dificultad en cruzar los (1) El Narbonense: Apénd. de Mondéjar, pág. CVI. (2) Supone Mondéjar que el Arzobispo alude a los amores de Alfonso VIII con la judía Raquel, pero lo natural es que se refiera a la humillación por que le hizo pasar Yacub Almansur en 1196, sitiando durante diez días a Toledo, pues ahora toma cumplido desquite de ella. (3) El Narbonense, apud Mondéjar, apénd., pág. CVI. Como los testigos presenciales no nos dan ningún pormenor acerca del alcance dado a los fugitivos, la Crónica de Florián llena así este hueco: «E fallaban los moros en las encinas e en los alcornoques; e allï les daban muchas lanzadas e assi los derribaban dende»; luego agrega que los moros se acogieron a una peña muy alta y que allí murieron todos; que los cristianos pasaron el Guadalferze—sic—y que llegaron cerca de Vilches. (Fol. 598 Verso.)
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informes montones de cadáveres (1). Antes de que cayese la noche Volvió la caballería de perseguir a los fugitivos; todo el ejército se instaló en el campamento conquistado y sólo los sirvientes fueron a la Mesa del Rey para transportar los bagajes a la nueva estancia. Imposible es precisar con exactitud el número de combatientes y de bajas de una y otra parte; sólo podemos hacer un cálculo aproximativo y demostrar en cuántas exageraciones han incurrido los cronistas. Los historiadores árabes, posteriores al siglo XIII, que veían cuan de cerca siguió la ruina del imperio almohade a la batalla de las Navas, atribuyeron a ésta la causa de aquélla. El Qartás y el Maqari aseguran que de los 600.000 soldados de Anasir apenas se salvaron 600, uno por mil; y el Qartás lleva la exageración hasta afirmar que el imperio quedó despoblado y que notándolo los Benimerines se establecieron en el sur de Marruecos sin resistencia alguna. Aben Jaldún dice vagamente que la derrota fue completa y que los musulmanes demostraron gran Valor. Los dos autores contemporáneos de los sucesos nada especifican; sólo el Marráquexi confiesa que murieron innumerables almohades y que el Valor de Anasir impidió que fuesen exterminados. Annouairi copia al Marráquexi y el Selaui al Qartás; de los cristianos dicen todos que eran una muchedumbre inmensa, como una nube de langostas o como las arenas del mar; exactamente lo mismo que dicen los cristianos del ejército almohade. El Arzobispo D. Rodrigo escribe que los soldados del Miramamolín eran 185.000 caballeros e innumerables peones, y que sus mueilus llegaron a 200.000, micntrae que los cristianos sólo tuvieron 25. La carta al Papa, redactada quizás por el mismo Arzobispo, da igual número de enemigos, con las mismas frases, pero dice que sus muertos fueron 100.000 y los nuestros no llegaron a 30 (2). El Narbonense cree que en el alcance murieron unos 60.000 enemigos y que en la batalla perecieron casi otros tantos; total 100.000. De las bajas cristianas^aíirma que noJl£gar_Qn_ai)0j(5jL_
(1) D. Rodrigo, que da este dato, añade forzando la nota hasta lo milagroso, que: «maguer que yazien destorpados de todos sus cuerpos et de todos sus miembros et despoiados todos que los despojaran los pobres, pero por tod esso en todo el campo de la batalla ninguna sennal de sangre non pudo seer hallada». (Crón. gen., pág 705.) (2) D. Rodrigo, lib. VIII, cap. X, pág. 187. El rey, apud Mondéjar, CI. (5) Id. id., pág. CVI. .
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Alberico de Tres Fuentes señala con el Arzobispo de Toledo 185.000 caballeros en el ejército musulmán; 925.000 hombres más de caballería—sic—e innumerables infantes; muertos 100.000. De los nuestros dice que antes del ataque final que dio Alfonso VIII con la retaguardia murieron muchos cristianos y después de esa acometida, que decidió la Victoria, apenas cayeron 30 (1). Los Anales Compostelanos calculan en M. mil—quizá CM. 100.000—caballeros los muertos del enemigo; de los cristianos afirman que tuvieron pocos muertos (2): Finalmente, el Cronicón de Marsella atribuye más de 100.000 muertos al enemigo (3). Las conclusiones que del cotejo de todos estos datos deducen los autores árabes, que señalan números en el ejército musulmán, son muy posteriores y nada Veraces. La manía de exagerar las cifras de que los tacha Aben Jaldun, la gravedad de la derrota y su proyección fatídica sobre el cuadro del desquiciamiento almohade, hacen que sus cálculos rayen en lo absurdo. El Marráquexi y el Anónimo de Copenhague cuyos testimonios, como de contemporáneos, serían más estimables, nada dicen en concreto. Sin embargo, de las apreciaciones del primero se puede hacer una deducción importante. Ponderando los muertos y cautivos que hicieron los cristianos en Ubeda, dice que fue esta calamidad mayor aún que la de las Navas (4) y como, aun aceptando las cifras de la carta del rey y de los Anales Toledanos, no hubo en Ubeda más de 60.000 entre muertos y cautivos, por mucho que se equivocase el Marráqaexi no pudo creer que los muertos musulmanes llegasen siquiera a 100.000. Esta cifra de 100.000 representa el cálculo de los cristianos, pues la dan poco más o menos todas las fuentes que acabamos de citar, de las cuales cuatro son contemporáneas de los sucesos. Sólo el Arzobispo de Toledo dobla el número, por un lapsus calami o quizá por el afán inconsciente de realzar la grandeza del triunfo: en todo caso su testimonio no puede quedar en pie frente al de tantos otros, tan graves como él, que le son contrarios (5). (1) Mondéjar, pág. CXXIII. (2) Flórez: tom. XXIII, pág. 523. (3) Id., tom. XXVII, pág. 359. (4) Hist, de los Almohades, pág. 238. (5) Sobre todo, teniendo en cuenta que también dobla el número de ultramontanos, contra el testimonio del rey y del Narbonense.
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Respecto a los muertos cristianos, que D. Rodrigo reduce a 25, no cabe la explicación de que se sobreentienda en el texto latino la palabra milita, pues la Primera Crónica general traduce: «Mas de los nuestros, segund ende podimos saber la uerdad adur se pudieron seer fasta XX et V omnes». El Narbonense por su parte escribe: «¡Y cosa admirable! según creemos, de los nuestros no murieron cincuenta». Por si todavía quedase lugar a duda, leemos en la carta del rey: «Del ejército del Señor—cosa que no se puede decir sin grandes acciones de gracias y que no es creíble, sino porque es milagro—apenas murieron 25 o 30 cristianos. ¡Oh, qué alegría! ¡y cuántas acciones de gracias hay que dar a Dios! A menos que haya que sentir el que en tan grande ejército hubiese tan pocos mártires que fueron a reunirse con Cristo, por el martirio.» Los Anales Compostelanos también hacen notar que murieron pocos cristianos (1). Ante tal conformidad de testigos presenciales, es imposible dudar que las bajas de los cristianos fueron relativamente pocas, y si el celo religioso y la dificultad de conocer exactamente las pérdidas, no coincidiesen con la poca escrupulosidad histórica de la época, no podríamos menos de rendirnos al peso de testimonios tan graves y tan concordes entre sí. Pero, no son estas solas las razones que nos impiden aceptar tales cifras en toda su exigüidad. Alberico, que acaba su Crónica 30 años después de la Victoria de las Navas y que sólo deja de ser exacto cuando se abandona a su pasión por lo sobrenatural, afirma que «de los cristianos habían sucumbido ya muchos, pero que después que se sacó el estandarte de la Virgen (2), apenas murieron 30». El mismo D. Rodrigo, desvirtuando su propio relato, confirma esta apreciación de Alberico, pues hablando de las tropas que componían el ejército del Miramamolín, dice: «A esto dizien unos moros que son de tierra de Azcore que es cerca de los Marruecos (3), que fueran en esto que non era pagado de ellos el su rey, et estos moros,
(1) Flórez, tom. XXIII, pág. 323. (2) Alude a la acometida de Alfonso VIII que llevaba la imagen de la Virgen en su seña real. Antes hace notar que la primera línea fue rota, y que en la segunda descaecieron los Templarios y Calatravos; en esta primera fase de la batalla pone atinadamente la casi totalidad de nuestras bajas. (5) No hemos encontrado en los autores árabes nada a que poder referir esta indicación del Arzobispo.
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dexados los caballos, por ganar la gracia del su rey fizieronse a pie:
et lidiaron etfïzi'eron grand danno en los cristianos^. Describiendo el momento critico de la batalla, agrega: «En tod esto las azes de las costaneras lidiaban muy fuerte con las azes de los moros et las íeridas eran muchas et muy fuertes delia et delia parte, mas las de los moros eran tantas et tan fuertes et la su muchedumbre tan grand, que unos de los nuestros comenzaron a couardar et tornando la espalda...» (1). Aún es más explícito el rey Alfonso: «Cuando llegaron, dice, a la última haz que era innumerable y en la que estaba el rey de Cartago—el Miramamolín— tuvieron gravísimos choques con caballeros, peones y flecheros, a los que a duras penas y con grandísimo peligro o mejor dicho de ningún modo, podían ya resistir. Nosotros Viendo que la lucha se les hacía imposible, avanzamos a rienda suelta, dispuestos a morir, y lanzándonos a las armas con furor, rompimos su haz de innumerable muchedumbre y aunque seguían constantes y firmes en la pelea... (2).» El Narbonense asegura que, excepto algunos nobles, todo el ejército que formaba delante de la retaguardia parecía huir, y Alberico, con los Anales Toledanos, lo confirman (3). En todas estas manifestaciones no puede haber sospecha de pasión que las falseara; son al mismo tiempo tan explícitas como concordes; no es de extrañar por tanto, que el Anónimo de Copenhague diga que la victoria se declaró primero por los musulmanes (4). La lucha fue larga y empeñada, sobre todo con el cuerpo almohade; los cristianos estuvieron a punto de ser derrotados, las pérdidas en la primera fase de la batalla fueron considerables. ¿Cómo iba a ser esto posible, si un ejército tan numeroso y aguerrido no perdió más de 25 ó 30 hombres en todo el día? La exaltación religiosa y patriótica debió reducir hasta ese grado de inverosimilitud el número de muertos cristianos en los cuatro testimonios aducidos, como exageró en términos manifiestos el número de combatientes y el de muertos musulmanes. Con los Anales Toledanos, que dicen murieron pocos cristia-
(1) (2) (3) (4)
Crónica general, pág. 701. Mondéjar: apénd., pág. C y CI. Id. id.: CVI y CXXIlí. Flórez, tom. XXIII, pág. 325. Fol. 195.
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nos, es compatible el que muriesen Varios cientos y aun más de mil o dos mil, número pequeño, dado lo enconado de la lucha y la cifra total de combatientes y de muertos en ambos ejércitos. Sí D. Rodrigo es, como parece, el autor de la carta al Papa, quedan reducidos los testimonios a los de los dos Arzobispos que, escribiendo a Su Santidad y al capítulo general del Císter, se veían obligados, aun sin darse cuenta, a hacer una relación edificante, y quizá entendían como Alberico, aunque no lo hacían constar, que sólo tuvieron de 25 a 30 muertos, después que se declaró la victoria por las armas cristianas (1). ¿Cuál fue el número de combatientes? Puesto que las pérdidas de Anasir, aun aceptando las cifras dadas por los cristianos, apenas se pueden elevar a 100.000 y habiendo sido la derrota y carnicería tan grande que, según los Anales Toledanos, «murieron y todos si non los que escaparon por pie de caballo», es de creer que el total del ejército almohade no alcanzaría, quizá con mucho, a 200.000 hombres. Como hemos visto—cap. II—, el Miramamolín salió de Marráquex a principios de Febrero de 1211; llevaba, pues, casi año y medio de campaña y, aunque muchas de sus tropas no las había recibido hasta la primavera de 1212, era punto menos que imposible en aquella época sostener y aprovisionar a 200.000 hombres. El hecho de resolverse a estar a la defensiva, al saber que Venían los ultramontanos en auxilio de los espa-
(1) Hemos intentado reunir nombres de personajes que murieron en la batalla, para hacer una estadística, pero nos ha sido imposible por falta de datos. Sólo de las órdenes militares, dícese que murieron: Pero Gómez de Acevedo, alférez de Calatrava, y Alfonso Fernández de Valladares, comendador de Santiago. (Argote, pág. 98.) Gómez Ramírez, Maestre de Temple, «murió luego después de la batalla» de las heridas recibidas y a los 18 días el Maestre de Santiago por la misma causa; el Maestre de Calatrava quedó tan mal herido, que resignó inmediatamente el mando en su sucesor. (Hist, de las Ordenes milit., por Benavides, etc., tom. I, págs. 127 y 288.) Si se tiene en cuenta que no sabemos los nombres de más de ocho o diez freires, que asistieron a la batalla, y que el número total de personaje's conocidos con certeza no llega a 50, es ya mucha la proporción que suponen esos escasísimos datos. Es por demás significativo el que tres Maestres quedasen tan mal heridos, que dos muriesen luego y el tercero tuviese que renunciar en el acto al mando. Téngase en cuenta que en la batalla de Alarcos, con ser tan desastrosa, no murieron según la Calenda de Uclés, más que XIX hermanos—de su orden—, con innumerable muchedumbre de fieles. (Ambrosio de Morales: Opúsculos, tom. II, pág. 26. Madrid, 1793.)
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ñoles, y el esperar en posiciones ventajosas la llegada y el ataque de los cristianos, son una prueba más de que su ejército era muy inferior a las cifras hiperbólicas de nuestros cronistas y de los autores árabes muy posteriores a los sucesos. Del ejército cristiano, dice Alfonso VIII en su carta, que contaría con unos 60.000 ultramontanos (1). D. Rodrigo señala 10.000 caballeros y 100.000 peones extranjeros; pero la Primera Crónica general corrige discretamente esta exageración y nota al traducir al Arzobispo que se ha de entender por esos 110.000 hombres a los extranjeros y a todos los españoles que no eran castellanos (2). Si, pues, llegaban a 60.000 los ultramontanos, hay que señalar un límite máximo de otros 50.000 a 60.000 a los españoles que acudieron en auxilio de Alfonso. Que fuesen muchos menos, se arguye bien a las claras del hecho de que Sancho VIII y Pedro II acudiesen a la campaña con 200 y 3.000 caballeros, respectivamente, y que las alas por ellos mandadas se reforzasen con Varios concejos de Castilla. Ahora bien; aun suponiendo que las tropas castellanas igualasen y aun doblasen a los refuerzos venidos de los demás reinos de la península, se hace difícil creer que el ejército cristiano llegase a contar 100.000 combatientes (3). Lo más Verosímil es asignar a los soldados de Anasir un límite máximo de cien a ciento cincuenta mil y a los de Alfonso de sesenta a ochenta mil (4). Poco precisos podemos ser acerca de la duración de la batalla: (1) El ejército que, a mediados de Junio de 1209, se reunió en Lyon para ir contra los albigenses pasaba de 50.000. (Vid. Miret y Sans: Boletín de Buenas Letras de Barcelona, Año 1905, pág. 504.) (2) Crónica general, pág. 693. Dice D. Jaime I en su Crónica, que el Arzobispo de Narbona acudió al sitio de Valencia en 1238, con 11 caballeros y 1.100 peones; en los últimos días del cerco, tuvo el Conquistador a sus órdenes 1.000 caballos y 60.000 peones. (3) Hay que tener en cuenta, respecto a Castilla, que Alfonso VIII hubo de dejar tropas en la frontera leonesa contra Alfonso IX su enemigo, y probablemente también en la de Navarra, pues, cuando el ejército salió de Toledo, se ginoraba aún si D. Sancho acudiría a la campaña, y era de temer que durante la expedición vengase sus agravios. (4) El ejército almohade, aunque muy superior en número, no debía ser ni el doble que el cristiano, pues el mismo Arzobispo, cuyas exageraciones sobre la grandeza de las fuerzas enemigas son evidentes, dice que los nuestros, al pernoctar en el campamento musulmán, después de la victoria, ocupaban como la mitad de él.
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16 ó 18 horas transcurrieron desde que los cristianos se pusieron en pie—dos o tres de la mañana—hasta que, terminado el alcance, se instalaron en el campamento almohade—siete a ocho de la noche—. Con la primera luz del día confesáronse y comulgaron todos los soldados cristianos, y aunque la confesión fuese general, no pudo menos de ser larga la ceremonia de la comunión; «guisaronsse luego todos e guarnecieronsse de todas sus armas como era mester». Por esta preparación, habremos de entender que comieron, pues no hubo lugar de hacerlo después en todo el día, y no es posible que soportasen en ayunas las fatigas de tan larga y ruda jornada. Una vez armados, formáronse en orden de batalla, operaciones todas que, aun siendo rápidas, requerían mucho tiempo en un ejército numeroso. Anasir, en tanto, había desplegado sus tropas en orden de batalla; los cristianos, bajando de la Mesa del Rey por una pendiente bastante difícil, tuvieron que atravesar un terreno cubierto de árboles y mucho monte bajo; cruzaron luego el barranco de las Cañadillas del Calvario para tener el primer choque con la Vanguardia almohade a una media legua de la Mesa. No creemos, por tanto, que serían menos de las ocho o las nueve de la mañana, cuando se inició el combate. La primera línea musulmana se desbandó pronto; la segunda opuso seria resistencia y se dejó acuchillar antes que huir; luego la lucha con el cuerpo almohade fue tan tenaz y tuvo tales peripecias que sería ya medio día cuando llegó el momento crítico del combate y la entrada en escena de la retaguardia cristiana. Deshechos los almohades, cercado y roto el palenque, huiría Anasir lo más tarde a las dos o las tres, pues aquella noche entraba en Jaén después de haber pasado por Baeza, para lo cual hubo de recorrer por lo menos doce o quince leguas de terreno escabroso y sin peligro de verse perseguido más que en las dos o tres primeras leguas. Bastante antes de media tarde debió quedar el campo por los cristianos, pues de lo contrario no habrían tenido tiempo material, por una parte, para perseguirá los fugitivos por espacio de tres leguas largas hasta Vilches y estar ya de vuelta para el anochecer, y por otra para robar el campamento almohade, hacer que la servidumbre trajese los bagajes y efectos desde la Mesa del Rey, distante más de una legua, y quedar todos instalados en el nuevo campamento antes de la noche.
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CAPÍTULO V Fin de la campaña de las Navas. Sus consecuencias
La noche del lunes y todo el martes, hasta la mañana del miércoles 18 de Julio, permaneció el ejército cristiano en el campamento del Miramamolín. Bien necesitaba de aquel corto descanso después de la ruda jornada del día anterior; además, el paso de la sierra y «la permanencia en sitios yermos e incultos habían hecho que padeciese gran falta de provisiones y como encontrase allí abundancia de Vituallas, armas, caballos de guerra y acémilas, se repuso cumplidamente de todo lo necesario» (1). Ya hemos Visto que el lunes, mientras la nobleza y la caballería de las órdenes militares, obedeciendo al Arzobispo, se abstenía del saqueo para mejor seguir la victoria, el vulgo indisciplinado y algunos caballeros aragoneses que no reconocerían a D. Rodrigo jurisdicción espiritual sobre ellos, detuviéronse, apenas asaltado el campamento almohade, a robar cuanto les vino en talante de «oro et plata, vestiduras preciadas et ropas de seda, muchas et nobles y muchos otros affeytes muy preciados et muchos aueros de otra guisa, vasos de gran precio...» (2). El martes, sin escrúpulos que les impidiesen recoger el botín y sin enemigos que combatir, diéronse todos a pillar el campo y recoger por las cercanías armas, camellos, caballos y otras presas abandonadas por los fugitivos en tal cantidad que, aunque cada uno tomó cuanto quiso, dejaron todavía más de lo que cogieron (5). Como significativo indicio de la grandeza del botín hacen
(1) Carta del rey. Mondéjar, CI. (2) «Et todas estas cosas por la mayor parte ouieron los peones et algunos caualleros de Aragon: ca los mayores omnes que auien el amor de la fe et guardauan la onrra de la ley et se querien dar por libres et non se abaxar a tales cosas et guardar sus noblezas desdennando todas estas cosas, mas cataron por contender en matar los enemigos que alcançauan et segudarlos, ante que en meterssea tomar daquellas cosas». (Crón. gen., pág. 704.) (5) El rey, apud Mondéjar, pág. CI.
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notar el rey Alfonso y el Arzobispo D. Rodrigo que a pesar de haber empleado, y con gran prodigalidad, no más que astas de lanza, arcos y flechas en los fuegos que se hicieron, desde el lunes por la noche hasta el miércoles por la mañana, no se quemó ni la mitad de las que se encontraban a mano (1). El 18 por la mañana, deseosos los reyes de lograr el fruto de la victoria y obligados quizás por el hedor de tantos cadáveres allí reunidos en lo más caluroso del estío, movieron su campo en dirección a Ubeda y Baeza y fueron a acampar a orillas del Guadiel, a dos o tres leguas del campamento almohade. Al mismo tiempo que el grueso del ejército se encaminaba lentamente hacia el Quadiel, despacháronse varios destacamentos que fuesen a ocupar los castillos cercanos de Vilches, Baños, Tolosa y Ferrai. Estos tres últimos eran de poca importancia y se entregaron sin resistencia, lo cual no obstó para que sus defensores fuesen pasados a cuchillo. Vilches era una fortaleza respetable, y el rey cometió al nuevo Maestre de Calatrava, Rodrigo Qarcés de Aza, la empresa de expugnarla. Apenas llegado el Maestre ordenó el ataque y con tal tesón la combatió el resto de aquel día y toda la noche, que sus defensores, entre los cuales había fugitivos de las Navas, se rindieron, probablemente al amanecer del jueves, sin extremar una resistencia cuya inutiiidad Veían y esperando así salvar sus Vidas: todos, sin embargo, fueron degollados (2).
(1) Mandó el rey de Castilla «coger las cosas del campo et adozirlas todas a un lugar do las pudiesse uer». El tendría su parte en el botín, y de ella hizo luego grandes dones a sus auxiliares, pero se dejó a cada uno robar y pillarlo que pudo; es falso que dio el rey a don Diego que partiese al campo como él quisiese. «E entonces, dice la Crónica de Florián, D. Diego partiólo en esta manera et dixo: Señor todo el algo que vos et nos et los fijos dalgo auemos de auer en esta batalla del Miramamolín, según que esta en el corral, sea todo del rey de Aragón et del rey de Nauarra et a Vos Señor, do yo la honra de la batalla ca la deuedes auer. Señor las otras gentes si algo ouieron ende que se presten cada uno de lo que gano; ca non seria guisado lo al. E el noble rey don Alfonso gradesçiogelo mucho et touo que partiera bien et confirmo su juicio». (Fol. 598 v.). (2) El primero, dice Argote de Molina, que habiendo dado el asalto al castillo de Vilches, subió en él y lo ganó de los moros fue un hijodalgo principal de la compañía del Maestre. Al cual por haberlo combatido y ganado en un día y una noche le dio el rey D. Alonso por armas un sol de oro con ocho resplandores y ocho estrellas de plata en torno de él, en campo azul, por significación del día y de la noche del combate: dentro del cuerpo del sol un
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El jueves acudieron los reyes a Vilches desde su nuevo campamento, pusieron recaudo en el castillo y regresaron luego a la orilla del Guadiel, donde pernoctaron con todo el ejército; el viernes por la mañana—20 de Julio—, asegurada la posesión de los castillos próximos, dirigiéronse contra la ciudad de Baeza, plaza fuerte que los moros desampararon por completo, pues «Veyendo el peligro de los suyos, cogiéronse et uinieronse pora Hubeda, sinon unos embargados que se non pudieron tan bien librar como los otros, et metiéronse en su meçquita» (1); viejos y enfermos serían a no dudarlo, mas los vencedores prendieron fuego a la mezquita y los quemaron a todos. Ante el inesperado abandono de Baeza, los reyes reunieron en consejo a los principales cabos del ejército y se acordó cercar inmediatamente a Ubeda, ciudad bien poblada y fuerte por su posición y defensas, donde se habían refugiado los habitantes de Baeza y de casi toda la comarca, con no pocos fugitivos de las Navas (2). La mayor parte del ejército fue aquel mismo día a ponerse sobre Ubeda, que apenas dista 9 kilómetros de Baeza: los reyes, con el resto de las tropas, llegaron el sábado 21 de Julio. El domingo 22 armáronse los cristianos para dar el asalto a la ciudad; pero luego los reyes, en atención a la festividad del día, prefirieron descansar y mandaron que todos se preparasen para celebrar al día siguiente la octava de las Navas con un ataque general. Con gran ardor lanzóse el lunes 23 todo el ejército sobre las defensas de Ubeda y durante varias horas persistió en querer tomarla a escalas vistas. Las pérdidas eran muchas, y como los moros no cejaban un punto en la resistencia, la mayor parte délos asaltantes comenzaban a volverse al campamento desesperanzados de tomar la ciudad a la primera acometida; pero precisamente entonces, el rey de Aragón, que se obstinaba en el ataque por el lado
castillo de oro en campo rojo y un león rojo en campo de plata de las armas reales, como lo traen los hijosdalgos de este apellido que moran en Jaén, cuya hazaña consta por sus ejecutorias litigadas en la Cnancillería real de Granada. (Nob. de Andalucía, pág. 112.) (1) Crónica general, pág. 704. (2) Dice el rey en su carta, que eligieron a Ubeda como último refugio porque «como se sabía que nunca, ni el emperador ni ningún rey de España la había conquistado o sometido, creían que en ella podrían salvar sus vidas». (Mondéjar, apénd., pág. Cl.) Baeza había sido tomada por Alfonso VII. --
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que le había cabido en suerte, consiguió que la mitad de una torre, minada por su gente, se desplomase. Los soldados de Pedro II precipitáronse por la brecha, siendo el primero en llegar a lo alto de la muralla un escudero de Lope Ferrández de Luna; al Verlo desmayaron de mala guisa los sitiados y comenzaron a replegarse: esto bastó para que el asalto se reanudase en toda la línea y fuesen escaladas las murallas por diversos puntos a la Vez, mientras los musulmanes se refugiaban en el barrio más fuerte de la ciudad, abandonándola en sus dos terceras partes a los asaltantes. Incapaces de resistir más tiempo, depusieron las armas y trataron de concierto con promesa de entregarse «a la mesura del rey D. Alfonso». Departió el castellano con los otros dos reyes y acordaron dejar a los vencidos su ciudad libre y quita, si les pagaban 1.000.000 de maravedíes de oro. Con esta enorme contribución de guerra lograba Alfonso hacer frente a los grandes gastos de la campaña, ya que por falta de hombres, según él mismo confiesa, no podía pensar en conservar Ubeda bajo su poder (1). Pero los Cánones prohibían Vender armas y Víveres a los infieles, y por este pacto, no sólo se cedían a los sitiados cuantas provisiones de boca y guerra encerraba la ciudad, sino que además se les vendía la parte que iba a ganarse y hasta la ya ganada. Esto bastó para que los Arzobispos de Toledo y Narbona, con todos los obispos que. había en el campo cristiano, reclamasen contra aquella infracción de las leyes eclesiásticas. Hubo que modificar las condiciones y finalmente se ajustó que los sitiados diesen el millón de maravedíes y se les permitiese salir libres con todas sus cosas, pero que la ciudad fuese arrasada hasta en sus cimientos. Los ubedanos no pudieron aportar la cantidad exigida, y ante el incumplimiento de cláusula tan importante, fueron reducidos a esclavitud en número de 60.000; de los cuales unos fueron muertos, otros regalados a los nobles que hacían la campaña y en su mayor parte enviados a las fortalezas de la frontera para trabajar en las obras de su reparación y defensa (2). Natural parecía que con un ejército tan poderoso y después de victoria tan señalada, se hubiese apoderado Alfonso VIII, por lo
(1) Narbonense. página CI. (2) Id. id.
Mondéjar, apénd., pág. CVII. Carla del rey. Apud ídem, ' •
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menos de todo el reino de Jaén, y no hay duda que lo hubiera conseguido fácilmente, aunque luego no pudiese conservar sus conquistas; pero los grandes ardores del estío, las penalidades y privaciones sufridas en el camino, la falta de higiene y los excesos a que se entregó la soldadesca Vencedora y harta de botín, provocaron una rabiosa peste en hombres y ganados, «assi que apenas auie en todas las sus tiendas uno que pudiesse seruir all otro, nin cauallero a cauallero, nin aun sirvient a sennor, pora darle lo que mester fuesse» (1). El contagio, aunque tan general, no parece que fuese muy mortífero, pero en tal estado la continuación de la campaña hacíase imposible; así que inmediatamente se emprendió la retirada hacia Castilla. Volvieron los tres reyes por el mismo camino que habían traído hasta Calatrava, donde se encontraron con el duque de Austria, «que de tierras de Alemanna, uinie a la batalla con muy grant guisamiento» (2). El rey de Aragón, que era su pariente, llevóselo consigo para su corte, despidiéndose allí de los reyes de Castilla y Navarra. No sabemos dónde tomaría Sancho VIII el camino de su reino. Alfonso entró con su hueste en Toledo, donde fue recibido por la clerecía y todo el pueblo, en la iglesia de Santa María. Despidió luego a sus buenos concejos, prometiéndoles grandes mercedes, mejorarles los fueros, bajarles los tributos «et muchos otros algos que les prometió ca lo meresçien ellos muy bien» (3). A los cruzados de los otros reinos de España, que le siguieron hasta Toledo, hízoles grandes dones y los envió muy pagados, «diziéndoles et prometiéndoles que siempre fallarien en el todo lo que mester les fuesse». Alfonso VIII, para quien el deseo de Vengar la derrota de Alareos y extender a Andalucía la reconquista, era casi una obsesión hacía años, llegó con el triunfo de las Navas a purificarse de las codicias y rivalidades que le habían envuelto en continuas y miserables luchas con León y Navarra. Al entrar vencedor en Toledo,
(1) «Esfriandosse ya la gracia de Dios, tanto los tenie enlazados la cobdicia que por ella entendien ya a fazer tuertos et robos; onde Nuestro Sennor Dios por poner freno et estoruo a la cobdicia dellos firio con enfermedades a ellos et a sus bestias». (Crón. gen., pág. 7Ü5). La Crónica de Florián de Ocampo asegura que los soldados se entregaron a la lujuria con las cautivas moras. (2) Crón. gen., pág. 705. (5) Id. id.
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supo que Alfonso IX, por obra del inquieto magnate Pedro Fernández, había recobrado durante la campaña de las Navas varios castillos, de los que perdiera o reclamara en las contiendas anteriores. Temían los leoneses que Alfonso VIII, después de tan señalado triunfo, revolviese contra ellos con todo su poder, pero Vieron con sorpresa que él mismo se adelantaba a ofrecerles la paz, que cedía generosamente a su rey los pueblos de que Alfonso IX acababa de apoderarse, y que además de restituirle Peñafiel, Almazán y Colle, en tierras de León, y Miranda de Nieva, en Asturias, le permitía arrasar en Salamanca los castillos del Carpió y Monterreal (1). Con tan noble proceder y en su afán de pacificar a todos los reyes de la España cristiana, para unirlos contra los musulmanes, consiguió del rey de León que devolviese al de Portugal todos los castillos que le había arrebatado y firmase con él la paz (2). Por tan digna manera, terminó la célebre campaña de las Navas de Tolosa. Nuestros historiadores señalan el 16 de Julio de 1212 como la fecha de una nueva fase en la era de la Reconquista. «La toma de Toledo, dicen, falla en favor de la cruz el pleito entre los cristianos del Norte y los musulmanes andaluces; recurren éstos en última y desesperada instancia a sus correligionarios de allende el Estrecho, y la invasión almoravide primero, y
(1) Lucas de Tuy: Hisp. Illas., tom. 4.°, pág. 111. (2) La conducta de Anasir, después de su derrota, fue bien distinta de la de Alfonso. El mismo día de la batalla fue a Jaén, como hemos visto; de allí regresó a Sevilla, donde según Aben Aljatib, mandó degollar a cuantos le habían infundido sospechas de traición durante la campaña. Pasó el invierno de aquel año en Sevilla, y en Febrero o Marzo de 1215 cruzó el Estrecho y volvió a Marráquex. Despechado sin duda por el mal éxito de su expedición, hizo en seguida proclamar a su hijo Almostansir y se encerró en su palacio, para no darse más que a los placeres y al vino, hasta que al año siguiente murió el 20 de Xaaban de 610. Hay divergencias acerca de la causa de su muerte; lo más cierto parece que perdió el habla por una inflamación del cerebro un viernes faltando 15 días de Xaaban; quedó sin habla hasta el martes siguiente: los médicos le aconsejaron que se sangrase, pero él lo rehusó y murió en miércoles, faltando 10 días de Xaaban, año 610—2 Enero {2H—(Marraquexi, pág. 237). El Qartás pone mayor misterio en su muerte; «murió, dice, envenenado por arte de sus visires, que sobornaron a una de sus mujeres para que lo envenase con una copa de vino, que lo mató instantáneamente; Anasir había decidido matarlos, pero ellos le tomaron la delantera». (Pág. 160.)
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la almohade después, comprometen por un momento la existencia de la cristiandad española; pero la jornada de las Navas desvanece la última esperanza que el Islam abriga de consolidarse en la península con el apoyo de los grandes imperios africanos. Los Benimerines apenas intentarán poner en duda la pérdida decisiva del Andalús». Estas conclusiones tienen más de simbólicas que de verdaderas, y exageran en demasía la transcendencia déla jornada. El imperio almohade nunca hubiera podido hacer más que retardar algo la reconquista española. Yacub Almansur, con la brillante victoria de Alarcos y sus tenaces incursiones en tierras de Toledo, no logró rescatar sino media docena de castillos fronteros. Aunque Anasir hubiese vencido en las Navas, la ola africana se habría estrellado contra los alcázares de las plazas fuertes de Castilla, y a lo sumo hubiera rebasado el Tajo, para tener que retirarse en seguida. Pensar que una nueva victoria de los almohades podía entrañar un peligro hasta para la cristiandad ultrapirenaica, es confundir a los freires y concejos del siglo XIII con los godos de D. Rodrigo. Como es imaginario el alcance que se ha querido conceder a un posible triunfo del Miramamolín, así es excesivo el que se ha dado a la victoria de los tres reyes. Gracias a ella se fijó la frontera musulmana en la raya de Andalucía, en vez de quedar indecisa entre el Guadiana y Sierra Morena. Anasir tuvo que renunciar a nuevas expediciones, y los moros andaluces sintieron más hondamente el peso de la superioridad cristiana. Pero si los almohades no volvieron a tomar seriamente la ofensiva contra Castilla, fue porque las graves complicaciones surgidas en Africa no les daban lugar para ello, y si su imperio se derrumbó poco después, casi súbitamente, no fue porque la pérdida de cuarenta o cincuenta mil soldados lo hubiese herido de muerte en las Navas, sino porque el gran movimiento político-religioso iniciado por Aben-Tumert, era tan inestable como Violento y al descentrarse la enorme fuerza que había cohesionado por un momento todo el Noroeste africano, se descompuso en cien arremolinadas corrientes que entregaron a la anarquía y a la muerte el gran imperio almohade. Aun sin el triunfo de las Navas, las continuas rebeliones de los jeques almohades y de las tribus bereberes, la independencia de los Hafsíes en Ifriquía y la aparición de los Benimerines, hubieran preparado cumplidamente las conquistas de San Fernando.
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CAPÍTULO VI
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El campo de batalla de las Navas de Tolosa
La tradición actual afirma que la batalla de las Navas se dio en las colinas próximas a Navas de Tolosa y su castillo, y aun en el llano en que el pueblo está asentado. Una cruz que se Ve en la plaza lleva una inscripción conmemorativa, y el vulgo asegura que allí se paró el guión arzobispal llevado milagrosamente a través de las haces enemigas por el canónigo Domingo Pascual. Pero la tradición moderna, desorientada a través de los tiempos, se halla en pugna abierta, no sólo con la tradición antigua, que hasta el siglo XVIII se conservó fiel a la Verdad, sino además con las mismas fuentes históricas y documentos contemporáneos, según los cuales la batalla ni se dio ni pudo darse en el sitio que hoy se le asigna. A mediados del siglo XV, la ciudad de Baeza, en cuyo término jurisdiccional se dio la batalla, escribe así a Enrique IV: «Muy alto y poderoso príncipe, nuestro señor: el Concejo y Corregidor, Regidores, Caballeros y Escuderos de la Vuestra Noble Ciudad de Baeza Vuestros Vasallos con omil y debida reverencia vesamos vuestras manos e nos encomendamos a vuestra merced. A la cual plega saber, que antiguamente en Tiempo del Señor Rey Don Alfonso, cuya anima Dios haya, el óbo una muy gran batalla con el rey Mirababeli e con otros moros que muy gran gente ayuntaron en el puerto de Muradar, término de esta ciudad, onde los dichos moros fueron vencidos y desbaratados, e la mayor parte de ellos muertos por el dicho Señor Rey Don Alfonso. Onde en señal de dicho vencimiento apareció la Santa Vera Cruz en el cielo, por cuya memoria fue edificada una pequeña Iglesia, que dicen de Santa Cruz e unas casas que dicen los Palacios. La cual está en un lugar muy peligroso por ser yermo e montañas e aun acaescen ende muchos peligros assi por moros que ende vienen a saltear, como por malos cristianos por ser despoblado. E si en los dichos palacios obiese alguna población de Vecinos los dichos males e daños serian escusados. E aun seria en remem-
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branza e memoria del fecho pasado por onde se acrecentasen los Corazones de los ornes para facer lo semejante. Por ende, alto y poderoso Señor, omildemente a Vuestra Merced suplicamos, a la cual plega de mandar sean poblados los dichos palacios de contia de cincuenta vecinos por onde los dichos males e daños sean excusados e la Vuestra tierra guardada, etc. Escrita a 22 de Diciembre, año del nacimiento de Nuestro Señor Jesu-Cristo, 1447 años» (1). El pueblo pedido por Baeza y no fundado hasta los tiempos de Carlos III, es el de Santa Elena, y la ermita de la Santa Cruz es la que, como veremos luego en Argote de Molina, se llamó también de Santa Elena. La aparición de la cruz en el cielo y su ermita, hicieron que se diese al pueblo el nombre de la madre de Constantino, en memoria de la invención de la Vera Cruz de Jerusalén. Ximena (2) nos da el curioso mapa que reproducimos, y en el que la ermita de los Palacios está situada en Santa Elena, junto al arroyo del Rey y en el lugar preciso que nosotros asignamos a la batalla. El general Arteche, en su Viaje por las Navas, Vio todavía la ermita: «pequeña, dice, y casi derruida capilla en Santa Elena, en cuyo interior se Ve un cuadro que representa el fin de la batalla, colocado allí como punto en que se halláronlos reales cristianos, interpretándose mejor que leyéndose una inscripción grabada en una piedra a espaldas de la capilla, según la que fue fundada por un caballero en acción de gracias por la Victoria. La fecha es próxima a la de la refriega» (3). Según el documento baezano que hemos transcrito, la batalla fue dada en el puerto de Muradal. Fernando de Mejía en su Nobiliario que dedicó a Fernando el Católico, emplea la misma frase: «las cadenas de Navarra, dice, representan aquellas que el Miramamolín tenía en torno de sí cuando fue vencido en el puerto de Muradal» (4). El arzobispo de Valencia, D. Francisco de Navarra, (1) Gozar: Hist, de Baeza, pág. 91. (2) Catálogo de los Obispos de las Iglesias-Catedrales de la diócesis de Jaén y Anales Eclesiásticos de este Obispado—1652 - , página 4. (5) Monografía sobre la batalla de las Navas, manuscrita en la sección de Cartografía del Ministerio de la Guerra. En una de nuestras excursiones al campo de batalla hemos buscado la capilla, pero ya sólo hemos encontrado de ella tres piedras desparejadas, con letras ilegibles; están empotradas en la pared de un corral contiguo a la parroquia; el resto ha desaparecido. (4) Lib. Ill, cap. 12.
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escribiendo a Zurita en 1562, dice de D. Sancho el Fuerte, «que se halló en la batalla de las Navas de Tolosa que agora llaman el puerto de Muradah (1). Argote de Molina recoge la tradición del siglo XVI y escribe: «ha perseverado en Vilches, lugar de la jurisdicción de Baeza, cinco leguas de ella, en memoria de esta
El campo de batalla según la tradición del siglo XVI
batalla, una cofradía de 300 hombres, que desde este lugar Van cada año el día de este santo triunfo en procesión por el lugar de esta batalla, tres leguas hasta los palacios reales donde está la ermita de Santa Elena, que por gloria de este día fue allí edifica-
(1)
Vid. la carta citada en el cap. I, pág. 5, nota (2).
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da» (1). Navagero, en su viaje por España, recoge la misma tradición: «posamos, dice, en la venta del Palacio, que dista cinco leguas de Linares, casa hecha en tiempo de los Reyes Católicos para los caminantes. Pasada la venta está la mayor aspereza del Puerto de Muradal, y en el camino vimos muchas cruces que señalan los lugares, en que yacen muchos cristianos, en una refriega que tuvieron allí con los moros, en la cual fueron al fin vencidos y aniquilados los infieles» (2). El nombre que dan a la batalla las crónicas árabes corrobora todos estos datos: llámanla batalla de Hisn el Uqab—&\ castillo de la Cuesta—. Castro Ferrai está a media cuesta de la vertiente meridional de Sierra Morena. Esta tradición, mucho más respetable que la actual, pone el lugar de la batalla doce o trece kilómetros al Norte de Navas de Tolosa, entre los pueblos de Santa Elena y Miranda del Rey; los patos históricos y geográficos de los autores contemporáneos de los sucesos, no pueden concordar sino con ella (3).
(1) Nob. de Andalucía, pág. 96. (2) Libros de antaño, tomo VIII, pág. 212. El nombre de Navas de Tolosa nada prejuzga en favor del pueblo que hoy lleva ese nombre. «Son las Navas de Tolosa, Losa o la Condesa, unos llanos despejados de arboledas—esos llaman Navas en España—no del todo seguidos, sino cortados a las veces con quiebras y eminencias, que son frecuentes en la sierra. Extiéndense por diez millas y algo más». (P. Vilches: Santos de Jaén y Baeza, pág. 104.) (5) La tradición primera se perdió, porque despoblados todos aquellos contornos, durante los siglos XVII y XVIII, desvanecióse la localización del recuerdo y al crear Carlos III las poblaciones de Sierra Morena, como la batalla se había llamado de las Navas de Tolosa, por extenderse las Navas a que da nombre el castillo de Tolosa hasta el barranco del Rey, los pobladores creyeron que la batalla había tenido lugar al pie del castillo, y de ahí, que pusieran ese nombre al pueblo e iniciasen la segunda tradición, conservada y admitida hasta nuestros días. El primero que trató de fijar el campo de batalla conforme a los datos de las fuentes históricas fue el general Arteche en la Monografía citada. El general describe con algunos pormenores, los accidentes del terreno y hace observaciones técnicas, pero desconoce algunas fuentes, estudia mal otras y así coloca el campamento cristiano en la explanada de Santa Elena, supone que la batalla se inicia a mitad de camino, entre Santa Elena y Navas de Tolosa, en las colinas comprendidas entre la carretera general y la que va por la Aliseda a la Carolina, y temeroso de romper abiertamente con la tradición, admite que el último choque tuvo lugar junto al cerro en que se asienta el castillo de Tolosa, a la vista del pueblo de las Navas. Después de Arteche, D. Antonio Blázquez, en su Historia de la provincia de Ciudad Real, consagra un apéndice a esta cuestión, y aunque sin poder pre-
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El Arzobispo de Toledo, después de referir cómo los cristianos ganaron la meseta del Puerto de Muradal y el castillo de. Ferrai, cuyas ruinas se ven al Sur de la Peña de Malabrigo, sobre el cerro a cuyo pie corre el arroyo de NaValquejigo, dice: «era ya la hueste del moro más acerca del logar que nos, et demás que la su tienda del era ya fincada et paresçia como era bermeia» (1). El rey lo confirma escribiendo: «junto al Paso de la Losa, del lado de allá estaba todo el ejército de los sarracenos con sus tiendas ya plantadas» (2), y finalmente el Arzobispo de Narbona, tercer testigo presencial, señala hasta las distancias, y dice que desde la cumbre de Muradal Vieron, como a una legua o dos, las tiendas de los sarracenos (3). El pueblo de las Navas de Tolosa dista por lo menos cinco leguas de la cumbre de Muradal, y a esa distancia ni se podía guardar el Paso de la Losa, ni verse las tiendas enemigas. El mismo príncipe de Viana, aunque tan poco exacto en los pormenores dramáticos que da de la batalla, sigue en este punto a los testigos citados y escribe: '«los moros fueron a pequeñas jornadas hasta que fueron en los puertos de Muradil, donde se atendaron fasta que sus gentes fueron ayuntadas. E los dichos tres reyes atendaronse una legua cerca de los^moros» (4). Que es justamente cisar el punto en que se dio la batalla, por no haber visitado el lugar del suceso, demuestra claramente, que la narración del Arzobispo de Toledo está en pugna abierta con la tradición actual; señala el campo entre Santa Elena y Miranda del Rey como teatro de la batalla y pide que la Academia de la Historia envíe una misión para su estudio. La necesidad de dilucidar punto tan importante nos movió a visitar detenidamente el terreno comprendido entre Baeza y el Puerto de Muradal. Del 14 a 18 de Junio de 1911 visitamos Linares, La Carolina, Navas de Tolosa, Santa Elena, Despeñaperros y el Puerto de Muradal; el 18 y 19 de Septiembre Volvimos a Santa Elena y recorrimos detenidamente el campo comprendido entre Santa Elena y Miranda del Rey y los barrancos que conducen al Paso de la Losa y al castillo de Ferrai. Finalmente del 1 al 4 de Noviembre, estudiamos de nuevo todo el terreno relacionado con la batalla y extendimos nuestras observaciones a Ubeda, Vilches, los barrancos del Guarrizas, el Guadiel y la Aliseda; además obtuvimos las fotografías adjuntas y en Santa Elena recibimos de la amabilidad de D. José Ginés las flechas de las Navas que presentamos con nuestro trabajo. Fruto de estos Viajes son las conclusiones que formulamos en el presente capítulo. (1) Crón. gen., pág. 698. (2) Mondéjar: Apénd. pág. C. (5) Id. id., pág. CV. (4) Crón. del Príncipe de Viana, edic. Yanguas, págs. 113 y 114.
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la distancia que hay de la Mesa del Rey, donde acamparon los cristianos, al campamento de Santa Elena, donde estaban los almohades. Situado el Miramamolín a tan corto trecho del Paso de la Losa, D. Diego López de Haro y los nobles «que iban en la vanguardia, guiados por un rústico, encontraron allí mismo otro paso bastante fácil, desconocido de los sarracenos, y pusieron sus tiendas en un sitio próximo al ejército enemigo, aunque era árido y seco» (1). Quedan pues los dos ejércitos frente a frente, a dos leguas poco más o menos del Paso de la Losa; las avanzadas del Miramamolín tratan el sábado de impedir que los cristianos establezcan su campamento en ese sitio árido y seco, que no puede ser otro que la Mesa del Rey; despliega el mismo Anasir todas sus tropas desde el medio día hasta el anochecer y vuélvese por fin a su campamento. El domingo-por la mañana sale de nuevo todo el ejército musulmán y se forma en orden de batalla, entre su campo y el de los cristianos; el Miramamolín hace trasladar su tienda bermeja al campo de batalla, mas al cabo, entre la hora de sexta y la de nona, «pues que ouieron assaz esperado allí et uieron que nos non faziemos contenente pora salir et yr a ellos, leuantaronsse dalli dond estauan et tornaronsse pora sus tiendas, alli donde las tenien fincadas» (2). Los musulmanes no cambian antes de la batalla su campamento próximo a la Losa; los cristianos, que están acampados junto a ellos, salen el lunes de madrugada de su campo y traban luego el combate con la vanguardia del ejército almohade, que los espera en orden de batalla; después de romper tras larga y porfiada lucha todas las haces enemigas, llegan vencedores hasta la colina del palenque y luego al campamento del Miramamolín; pasan por él y persiguen a los fugitivos por más de tres leguas hasta cerca de Vilches; vuelven luego sobre sus pasos y acampan en el campamento enemigo, haciendo que los sirvientes y criados les traigan su impedimenta desde las tiendas que tenían establecidas en la Mesa del Rey. Ahora bien; todo esto sería imposible, si la batalla hubiera tenido lugar junto al actual pueblo de las Navas. Desde el Paso de la Losa hasta las Navas, hay cuatro leguas de ásperos barrancos y
(1) Carta del Rey. Mondéjar: Apénd., pág. C. (2) Crón. gen., pág. 700.
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colinas escalonadas,, cubiertas de tupido monte bajo y a trechos de bosque, que entonces sería mucho más denso: hay pues que suponer que en la mañana del lunes los dos ejércitos, situados a una legua de la Losa, andan dos o tres leguas de monte para ir a encontrarse en las Navas de Tolosa; que los cristianos, ganada la batalla, Van a tomar el campamento, desandando otras dos o tres leguas; que luego siguen el alcance hasta cerca de Vilches por espacio de tres o cuatro nuevas leguas; que antes de ponerse el sol están ya de vuelta en el campamento enemigo, donde se instalan, después de haber traído sus bagajes del campamento en que habían pasado los días anteriores; total, doce leguas como mínimun, de terreno muy agrio, amén de una batalla porfiada con todos sus preparativos, para unos hombres pesadamente armados, que en sus jornadas de Toledo al puerto de Muradal, apenas andaban Veinte kilómetros diarios. Suponer que los campamentos estaban junto a las Navas, para así acortar las distancias, es hacer tabla rasa de todos los datos que nos suministran los testigos presenciales y la tradición de los siglos XV y XVI; además de que entonces resulta incomprensible cómo, dada la batalla junto al castillo de Tolosa, no cayese inmediatamente en poder de los vencedores, sino que habiendo pernoctado allí el lunes y el martes, fuesen el miércoles a poner su campo a orillas del Guadiel y entonces enviasen tropas para posesionarse del castillo, sin encontrar resistencia alguna. Fuerza nos es, ante tal cúmulo de absurdos y contradicciones, abandonar el campo tradicional de las Navas; vengamos al verdadero, cuya sola descripción nos permitirá localizar fielmente todas las indicaciones de las fuentes históricas. A una legua escasa al Oeste de Despeñaperros, se extiende por la cumbre de Sierra Morena el Puerto de Muradal, formando una meseta de dos o tres leguas de largo: desde lo alto del puerto deprímese suavemente la Sierra hacia Santa Elena, pero ya a la altura del Castillo—Castro Ferrai—los arroyos de Pedrizablanca, Navalquejigo, NavaVaca y Las Piedras, que bajan de la cumbre, forman hondos barrancos perpendiculares a la Sierra, cortados todos por otro mucho más áspero y profundo, el del Rey, que naciendo en el Puerto del Rey, corre paralelo al Puerto de Muradal, recibe las aguas de los arroyos mencionados, y formando un inmenso corte entre el Puerto de Muradal y los campos de Santa Elena Va a desaguar en el río de Despeñaperros. Los arroyos de Navalquejigo y NavaVaca, conflu-
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yen sobre unos grandes peñascos, lisos como una losa y verticales como un muro, que forman el célebre paso de la Losa o de Muradal, «do es la penna sin carrera, en la ribera yuso del arroyo, logares muy guisados de caer omnes et bestias en priessa», como tan gráficamente los pinta D. Rodrigo. Bajar por aquellas fraguras para hundirse luego en el barranco transversal del arroyo del Rey
1, Despeñaperros. 2, El Puerto de Muradal. 3, Castro Ferrai, á, El Paso de la Losa. 5, Barranco del Arroyo del Eey. (Fotografía tomada desde el campo de batalla.)
y subir en seguida casi Verticalmente hasta desembocar en el llano de Santa Elena, es empresa temeraria para un ejército cargado de impedimenta, aunque no tenga un enemigo enfrente; con los pasos ocupados por un puñado de hombres la travesía es de todo punto imposible. En cambio siguiendo por la cumbre de Muradal hacia el Oeste se llega en poco menos de dos horas al Puerto del Rey, que flanquea los barrancos y ofrece un declive relativamente suave por encima del Salto del Fraile y el Empedraillo hasta la Mesa del Rey, situada entre Miranda y el arroyo del Rey. La Mesa, espaciosa y uniforme llana de dos o tres kilómetros de largo por uno de ancho,
El Paso'de la;Losa, hoy Cerradas del Castillo.
El Campo de batalla: 1, El Puerto del Bey. 2, La Mesa del Bey. 3, Las Cañadillas del Calvario donde tuvieron lugar los primeros choques, i, El cerro de los Olivares donde estaba el palenque del Jíiramamolín.
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domina el ondulado anfiteatro de una legua de diámetro, que se extiende entre Miranda del Rey y el cerro de los Olivares: tendrá unos 150 metros de elevación sobre el terreno adyacente; sus laderas se yerguen rápidas y ofrecen una subida penosa; la cumbre, que parece allanada artificialmente, es una magnífica posición, sólo
1, Camino seguido por los cristianos, guiados por el pastor. 2, El Puerto del Rey. 3, La Mesa del Bey donde acamparon los cristianos el 14 y 15 de Julio 1212.
dominada por el Puerto del Rey. Como éste no estaba ocupado por el enemigo, los cristianos pudieron sin peligro alguno y a la Vista del ejército almohade pasar en dos o tres horas desde el castillo de Ferrai por lo alto del Puerto hasta la Mesa del Rey. El barranco del Rey y la Mesa por el E. y el N. y el cerro de los Olivares con los de Miranda por el S. y el O., forman el marco de un espacioso campo que cortado por pequeñas colinas y suaves hondonadas sube con desnivel sensible desde el pie de la Mesa hasta el cerro de los Olivares. Bajando de la Mesa del Rey, encuéntrase en primer término, una depresión llamada Quiñones de Miranda, que de S. a N. Va a perderse hacia el barranco del arroyo del Rey; un collado tendido en la misma dirección, separa los Qui-
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ñones de las Cañadillas del Calvario; tropiézase luego con otro cerro más elevado y detrás con el cauce, bastante ancho, aunque seco en verano, de las Lagunillas, que pasando por Miranda, se pierde en el .barranco del Rey. La pendiente se acentúa más, para formar luego la explanada de las Americas con una pequeña prominencia en el centro; cierra el anfiteatro el cerro de los Olivares dominando el campo por el S. como la Mesa del Rey lo domina por el N. y formando pareja con ella por su altura e importancia estratégica. Bajando del cerro de los Olivares hacia Santa Elena se atraviesa otra cañada y un poco más al SE. fórmase una línea de tres altozanos—los Cerros de las Viñas—más bajos que el de los Olivares y seguidos de una hermosa explanada—el Acampamento—que va
1, Los Cerros de las Viñas. 2, El Acampamento, donde acampaba el ejercito musulmán.
a morir en los bordes del barranco de la Estación de Santa Elena. Nace este barranco en Despeñaperros y bajando de N. a S. por delante de Las Correderas y Santa Elena, corta el paso desde este pueblo hacia el E. como el barranco del arroyo del Rey lo corta
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hacia el N. Dos solas salidas quedan por tanto a un ejército derrotado entre Santa Elena y Miranda del Rey por un enemigo que baja de la Sierra; el barranco de la Aliseda, áspero y tortuoso y completamente dominado por ambas Vertientes, y el camino que sigue la carretera general desde Santa Elena a Navas de Tolosa:
1, El Castillo de las Navas de Tolosa. 2, El campo de batalla, según la tradición actual.
al llegar a este pueblo el terreno se abre y suaviza en amplísimas ondulaciones y la huida es fácil por todas partes. La minuciosa relación que de la batalla nos hacen los testigos presenciales encaja con ajustada exactitud en el terreno que acabamos de describir. El miércoles 11 ocupan las avanzadas cristianas la cumbre del Puerto de Muladar—Muradal—y el grueso del ejército acampa a orillas del Magaña—Guadalfaiar—. El jueves gana todo el ejército la altura del Puerto y Ve el campamento musulmán situado en el llano del Acampamento y Cerros de las Viñas, a más de tres leguas de distancia y tan cerca de las Cerradas del Castillo—Paso de la Losa—como lo estaban los mismos cristianos; en efecto, de lo alto del Puerto a las Cerradas del Castillo habrá
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menos de dos leguas y casi la misma distancia desde las Cerradas hasta el Acampamento. Desde la cumbre de la Sierra se domina el Castillo de Ferrai, situado a media cuesta del Puerto, sobre una loma de fácil acceso por el N. y como la distancia, desde la cima de Muradal al Castillo, no pasa de una legua, los musulmanes al ver en lo alto del Puerto a todo el ejército cristiano, abandonan el Castillo y se sitúan al otro lado del barranco que al pie de la fortaleza forma el arroyo de NaValquejigo y en la conjunción de éste con el
Castro Férral—Hisn el Uqab—ganado por los cristianos el jueves 12 y abandonado el sábado 14.
de NaVaVaca, guardando las agrias Cerradas del Castillo—Paso de la Losa—. Ante la imposibilidad de forzar el desfiladero y ganar el borde S. del barranco del Rey, sobre el cual acampaba el ejército del Miramamolín, los cristianos, guiados por el pastor, abandonan el Castillo y vuelven a subir a lo alto del Puerto haciendo a los musulmanes la impresión de que se retiraban camino de Toledo; pero a poco de seguir la cumbre hacia el O. encuentran el Puerto del Rey y aunque el terreno es pedregoso y cubierto en gran parte de monte bajo, como no lo cortan grandes barrancos, bajan por él a la
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Mesa, «sin asconderse de la uista de los enemigos, mas aun ueyendolo ellos et non nos podiendo embargar nin estoruar, nin nos tener danno» como les aseguró el pastor. La distancia de la Mesa del Rey al Acampamento es corta y la bajada del Puerto del Rey se distingue tan claramente desde las afueras de Santa Elena, que los musulmanes al Ver a las avanzadas de D. Diego bajar por encima del Salto del Fraile acuden a la Mesa para detenerlos, pero son desalojados fácilmente por los adalides cristianos, que estaban en posición ventajosísima sobre ellos. Acampados los cristianos en la Mesa, el sábado 14 por la mañana, y rechazadas las fuerzas almohades que tratan de estorbarles, sale el Miramamolín de su campo de Santa Elena, poco antes del medio día, asienta su zaga en el cerro de los Olivares, despliega sus tropas por el llano de las Americas, la Cañada de las Lagunillas y quizás el cerro de las Cañadillas del Calvario; los cristianos pueden observar impunemente todos sus movimientos desde la Mesa y aceptar la batalla cuando les plazca. El lunes bajan los cristianos de la Mesa, atraviesan la hondonada de los Quiñones de Miranda y con el ímpetu de la primera acometida ocupan la altura délas Cañadillas del Calvario, desalojando de ella a la vanguardia enemiga; bajan luego a la Cañada de las Lagunillas y deshacen la línea musulmana que ocupa la pendiente frontera: éstas son las colinas menores de que habla el rey Alfonso y en las que no encontraban los cristianos gran resistencia. Siguen subiendo hasta el llano de las Americas, que ocupan los contingentes almohades apoyados en la cuesta del cerro de los Olivares, «a que se fazie grieue las sobida»: la ventaja que la posición da a los enemigos, la aspereza del terreno, el calor y la fatiga de la lucha, explican perfectamente que en este sitio pasase el ejército cristiano los momentos más críticos. Deshechos los almohades, ganan los Vencedores el palenque del Miramamolín en la cumbre del cerro de los Olivares, persiguen a los fugitivos por la cañada contigua, escalan los cerros de las Viñas y en menos de un cuarto de hora entran en el campamento musulmán. Los fugitivos siguen el único camino que les queda franco y se corren de Santa Elena hacia Navas de Tolosa; llegan a orillas del Quadiel, que nace al Mediodía de las Navas y de la Carolina, tuercen allí hacia el Este y van a refugiarse en el cerro y castillo de Vilches, en cuyas inmediaciones dejan de perseguirlos los cristianos. El mismo camino, por donde ejecutaron la victoria el lunes,
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siguieron los vencedores el miércoles por la mañana, para acampar a orillas del Quadiel, entre la Carolina y Carboneros; la distancia desde el campamento almohade hasta el Guadiel será de unos 12 ó 14 kilómetros, y de 20 hasta Vilches por el camino que siguieron los dos ejércitos. Así el trayecto que recorrieron los cristianos el día de la batalla no puede llegar siquiera a 7 leguas: una desde la Mesa del Rey al campamento enemigo, por todo el campo de batalla; menos de tres en la persecución camino de Vilches, y otras tantas en la Vuelta al campamento almohade (1).
CAPÍTULO VII Organización militar de los ejércitos beligerantes
El ejército que mandaba Alfonso VIII se componía de ricos ornes de pendón y caldera, acostados a terratenientes, ornes dé orden o caballeros de las órdenes militares, subditos de los abades, priores y obispos y soldados de los concejos o mesnadas de las
(1) En 1912 toda España conmemoró el centenario de la batalla más famosa de la Reconquista; Navarra abrió un gran certamen científico-literario en honra de Sancho VIN y de las cadenas de su escudo; Burgos, que posee el sepulcro de Alfonso VIII, su seña real y el pendón de las Huelgas, celebró juegos florales; Jaén y la Carolina solicitaron una subvención oficial para levantar un monumento conmemorativo en el lugar de la batalla; justísimos fueron estos homenajes, pero hubiera sido muy triste que la representación oficial de España sancionase ridiculamente un error y tributase honores a un campo que a lo más Vio pasar de lejos a vencedores y vencidos, dejando en el olvido el teatro glorioso de las hazañas de los cruzados españoles y la célebre colina del palenque del Miramamolín. Se debe antes levantar un plano minucioso del campo de batalla y hacer excavaciones; pues es una pena que los labriegos de Santa Elena y Miranda del Rey hayan recogido y recojan por arrobas hierros de flechas y lanzas, que funden para sus instrumentos de labranza o dejan perder, ignorantes de su Valor histórico.
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ciudades y Villas (1). La predicación de la cruzada hizo que alrededor de este núcleo regular se agrupase en Toledo una confusa muchedumbre de castellanos, leoneses, gallegos, portugueses, navarros y aragoneses, desprovistos en su mayoría de recursos y aun de armas. Contábanse entre estos contingentes irregulares, gran número de «mugieres et omnes flacos que non eran a abtes pora batalla et mocos chicos—et siruien en la hueste en las cosas que mester eran, assi como los menores a los mayores et uinieran otrossi allí, pora remeir sus peccados aquellos que los auien» (2). Las tropas auxiliares eran además de los 3.000 caballeros del rey de Aragón y los 200 del Navarro, todos nobles y acompañados sin duda de sus escuderos y algunas gentes de armas, de Veinte a sesenta mil ultramontanos, como máximum, casi exclusivamente (1) Las milicias concejiles que aparecen organizadas en 1166 eran en un principio levas momentáneas para ir en fonsado con el rey, siguiendo la costumbre goda. Adquieren verdadera importancia a partir de Alfonso VIII que las lleva con toda regularidad en sus expediciones: era obligación imprescindible de toda Villa el tener alistados y armados los campeones que por fuero le correspondían, y el Merino cuando convocaba la fuerza que pedía para la guerra, ordenaba al mayordomo del concejo que proveyese a la caballería de calzas, espuelas y capas—Fuero de Castroverde, 1197—. El deber de los alistados era acudir al toque de apellido provistos de sus armas: los fueros dan muchos pormenores acerca de la organización de estas milicias concejiles; así, el fuero de Càceres, 1229—diez y siete años después de las Navas - , dice que el que iba al ejército con tienda de campaña de más de 20 cuerdas debía llevar dos escusados y dos jinetes u ocho peones; siendo armados con loriga y almófar o lorigón y capellina dos escusados, y siéndolo con brafoneras tres escusados, tres jinetes o seis peones, aun cuando no tuviesen tienda; los escusados habían de ser aldeanos o, si nó, villanos. La organización de las milicias concejiles está por estudiar y nosotros no podríamos hacer aquí más que aducir con gran abundancia, pero sin mérito alguno, los datos generales e inconexos que se encuentran en el Museo Militar, pág. 204 y siguientes; Almirante: Diccionario Militar; Clonard: Historia orgánica de las armas de infantería y caballería, etc. El Arzobispo elogiando a los que concurrieron a las Navas dice: «magar que en sus Villas et en sus çipdades uiuien por gouernamiento et mantenimiento de un prinçep, pero del comienço de la su yent ouieron natura de auer uso de armas et nobleza de caualleria et ganaron de antiguo nombre de caualgar dándose siempre a ello de guisa que todauia fizieron muchos buenos fechos et grandes contra moros et otrossi a las uezes contra cristianos entre si mismos unos contra otros.» (Crón. gen., pág. 691.) (2) Id., id., pág. 694.
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franceses, gente habituada a pelear con los albigenses, bien armada y aguerrida; su concurso hubiera sido de gran precio sin el afán de pillaje y exterminio; su espíritu demasiado aventurero y la falta de un jefe acatado por todos, les hicieron volverse a sus tierras antes de la batalla. La concentración se hizo con gran lentitud e irregularidad; la campaña debía emprenderse en la octava de Pentecostés—20 a 27 de Mayo—según se había anunciado en la convocatoria de la Cruzada; pero todo Mayo y la primera quincena de Junio se pasó aguardando a los rezagados y pertrechando a los que llegaban sin más armas que las de la fe. Los servicios administrativos de que disponía Alfonso VIII eran a todas luces insuficientes para las atenciones de la campaña, y a pesar de toda la buena voluntad y desprendimiento de sus pueblos, Vióse a punto de fracasar por la falta de medios materiales. Los escribanos y notarios del rey hicieron listas de reclutamiento, cuyo resultado desconocemos, y una vez terminadas, decidió Alfonso VIII dar veinte sueldos burgaleses diarios a cada caballero y cinco a cada peón y así lo hizo pregonar por la ciudad (1); a la turba allegadiza de mujeres, niños y hombres inútiles para las armas, que acudieron a ganar las indulgencias, mandó que les diesen su ración «et sobreestá ración que se ganassen ellos sus almosnas por la hueste e sus otras ganancias que eran muchas» (2). Para hacer frente a tan grandes atenciones había primero publicado Alfonso VIII un edicto, a raíz de la pérdida de Salvatierra, por el cual mandaba a todos los caballeros y peones de su reino que, dejadas todas las galas y joyas mundanas, se proveyesen cumplidamente de armas y pertrechos de guerra; obedeciéronle todos de buen grado y «de las çipdades, de las Villas mayores et de los castiellos uinieron allí compannas grandes et muy abondadas de cauallos et de armas et muy guisadas de todas las cosas que eran mester pora leuar en hueste; vianda, lorigas de cuerpos et de cauallos, perpuntes et de todas las otras cosas que pertenesçien pora def fender sus cuerpos en la batalla et lidiar bien—et estas cosas de que ellos uinieron muy guarnidos eran tantas, que serie mucho de contar, assi que entre todos ellos non auiey ninguno que minguado
(1) Crón. gen., pág. 694. (2) Id., id.
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fuesse de ninguna cosa, mas aun ellos dauan liberalmientre desús cosas et fazienlas con ellos comunales pora todos» (1). No íué menor la generosidad con que acudieron en ayuda del rey, los que no pudiendo tomar parte personal en la cruzada, deseaban cooperar a su éxito y gozar de sus premios espirituales; de todas las provincias castellanas y aun de toda España, enviáronle «quanto buen cauallo, buena mula, rocines, azemilas buenas auie en Espanna, en ayuda de reyes, de condes, de rycos omnes de los prelados de sancta eglesia, de los conçeios en present de que se ayudasse a tal tiempo et en tal priessa como aquella» (2). Gracias a este generoso concurso de sus pueblos, pudo Alfonso VIII formar una impedimenta, que D. Rodrigo hace subir a 60.000 acémilas con tiendas, carros y provisiones para todo el ejército; pero ni aun así se pudieron organizar debidamente los servicios de avituallamiento. A luego de salir de Toledo comenzó a sentirse la escasez de víveres, y aunque la toma de Calatrava con sus depósitos de provisiones y la retirada de los ultramontanos aliviaron de momento la situación, la marcha a través de un país enemigo por terrenos áridos y escabrosos siguió dificultando los transportes, y sólo dejó de sentirse hambre en el ejército cristiano (3), cuando el saqueo del campamento musulmán y la toma de Vilches, Baeza y Ubeda lo puso en condiciones de prescindir de los suministros toledanos. Llevaba el ejército adalides, que en la edad media formaban un cuerpo especial, en el que se entraba, como en una especie de orden militar: era su jefe en esta campaña D. Diego López de Haro; practicaban todos los servicios de exploración—toma del puerto de Muradal—, y elegían el sitio del campamento—Mesa del Rey—, cuidando «que no fuesse so otero e sierra alta e que non fuesse puesto en tremedal nin en lugar que lo pudiesse aguaducho facer mal e que fuesse siempre cerca de agua y de yerba y de leña» (4). No sabemos qué disposición se adoptó en los campamentos cristianos de esta campaña, pero lo más verosímil es que las indi-
(1) (2) (3) (4)
Crón. gen., pág. 691. Id. id., pág. 694. Carta del rey. Mondéjar. Apénd., pág. 101. Las Partidas, II., tít. XXIII, ley XIX.
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caciones de las Partidas no sean más que una copia exacta de la costumbre seguida en tiempo de las Navas. Poníanse las tiendas del rey en medio, «e las de los oficiales que le habían de servir en derredor de ella. E todas las puertas de estas tiendas deuen estar fazia la del Señor e deuen dexar en derredor desta plaza para en que descabalguen los que uinieren a uer al rey e onde se alleguen si algún rebato acaesciese en la hueste» (1). Alrededor de estas tiendas plantaba las suyas el común del ejército; cada concejo, orden militar o mesnada formaba una agrupación con su bandera propia (2), de modo que los jefes y ornes honrados quedasen en la línea exterior cercando la hueste, como en manera de muro con torres. Cuando por la configuración del lugar, el campamento era redondo, dejábase una calle ancha y circular entre las tiendas de los concejos y las de los nobles; cuando era alargado dividíalo en toda su longitud una vía recta, y si era cuadrado se cortaba con dos o cuatro, «las unas en luengo y las otras en traviesso». Al querer acampar, el rey y sus caballeros, así como las atalayas y guardas que protegían la hueste, no descabalgaban hasta que todo el ejército se reunía en el sitio destinado a campamento; asi Vemos que lo hicieron los tres reyes al trasladar sus tropas de Castro-Ferral a la Mesa del Rey en la madrugada del 14 de Julio. No parece que en la campaña de las Navas fortificasen los cristianos sus campamentos con fosas o defensas mayores, por lo transitorio de sus estancias, pues sólo se usaba el «carcauear la hueste en derredor cuando supieren que alli han de fazer morada luenga en algún lugar» (3). Ponían sí, sus guardas de caballeros y peones
(1) Las Partidas, II, tít. XXIII, ley XX. (2) Los pendones posaderos usados en los campamentos eran «anchos contra el asta e agudos fazia los cabos», según Las Partidas, y se distinguían por sus Varias formas según la importancia del grupo que las usaba. Las señas de batalla eran cuadradas: «sin farpas, la del rey, y farpadas en cabo las otras de los caudillos a que llamaban cabdales y solo podian llevarlas los que ouieren cien caualleros por vassallos o dende arriba.» También usaban señas de guerra los concejos y las órdenes militares. «Los gallegos-cristianos españoles — , dice Aben Jaldún, se sirven de ordinario de pequeños pendones atados a largos palos; además hacen sonar las cuerdas de guitarras y gaitas, como en un concierto, en el mismo campo de batalla.» (Prolegómenos, edic. Slane, tomo II, página 55.) (3) Las Partidas, id. id., ley XXI.
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noche y día, y escoltaban los convoyes, así como las aguadas, según indica el Narbonense y lo prescriben las Partidas. Las armas que en las Navas usaron los cristianos fueron con poca diferencia las mismas que mencionan las Partidas y que se usaron en los siglos medios hasta la invención de la pólvora. Las defensivas se reducían a la loriga, que todavía era de malla, el perpunte, almófar, capellina y escudo; las ofensivas consistían en la lanza, espada, arco, saeta, honda, hacha, maza y guadaña. No parece ser que el ejército cruzado llevase como material poliorcético «engeños que tyran piedras por contrapeso e de los otros que las tiran por cuerdas de mano» (1), ni castillos de madera, gatos y bezones, que indica Alfonso el Sabio para derribar torres y murallas. No hubo en el sitio de los castillos tomados en esta campaña tiempo ni necesidad de acudir a tales máquinas, como tampoco de hacer cauas e carcauas cubiertas—minas—para romper los muros; ninguna fortaleza, ni la misma de Calatrava, resistió un asalto de más de 24 horas y las brechas en ellas abiertas hiciéronse a poder de picos—como consta de Malagón—«e açadones, açadas e palancas de fierro pequeñas e grandes». Los ballesteros para desguarnecer los muros se reparaban tras zarzos para tirar en salvo a los de dentro, y el vulgo «amen de ballestas muchas e arcos e todas las otras cosas que tiran saetas, llevaba fondas de aquellas que se tyran por mano e de las otras que se tyran por fustes». La hueste cristiana caminaba dividida en tres cuerpos, vanguardia, centro y retaguardia que hasta Calatrava y Atareos iban separados y distantes a veces una jornada; pero al aproximarse al enemigo se volvió a reunir todo el ejército; en la batalla se despliega en tres cuerpos, centro y alas, cada uno de los cuales se compone de tres líneas o haces; la segunda que es doble se subdivide en dos columnas a su Vez, formando así en las alas dos haces colaterales o cuerpos de flanqueo. El ataque fue a fondo por masas compactas que iban desbaratando las líneas enemigas y se reforzaban con la segunda línea y hasta con la retaguardia, cuando no podían forzar la resistencia o se veían comprometidas ante la solidez del cuerpo almohade. La nota más saliente de. la táctica empleada en la batalla de las Navas fue la disposición dada a la caballería; en vez de agruparla
(1) Las Partidas, II, tít. XXIII, ley XXIV.
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en el centro, como parece que sucedió en Alarcos, Alfonso la distribuye entre los concejos y refuerza con ella las alas. Los caballeros de las órdenes militares y los nobles tenían un valor militar muy superior al de los peones concejiles de las villas y ciudades; a ellos se debió que a pesar de la resistencia almohade y del desorden introducido en la primera y segunda línea no se desbandasen en abierta fuga las dos primeras haces; si las alas hubiesen estado compuestas por solo las milicias de los concejos, aunque la acometida del centro formado por los freires y la nobleza hubiese sido más eficaz, las dos alas habrían cejado ante el enemigo y los almohades después de desbaratarlas hubiesen caído en media luna sobre el centro para exterminarlo como en Alarcos. Por eso el gran acierto de Alfonso VIII está en confiar a la caballería su Verdadero papel de sostén de la infantería, sobre todo en un terreno tan accidentado como el de las Navas (1). En cambio después de la batalla la caballería es la que principalmente persigue a los fugitivos, pues los infantes, como indica D. Rodrigo, se detuvieron a robar el campo enemigo, mientras que los caballeros cumplían generosamente su misión, persiguiendo durante tres o cuatro leguas al enemigo, a pesar de las fatigas del día y ejecutando eficazmente la Victoria, pues murieron más musulmanes en la huida que en la misma batalla, según observa el Rey en su carta. ORGANIZACIÓN MUSULMANA.'—Cada una de las cábilas sometidas al imperio almohade contribuía con un número determinado de infantes y caballos a la formación del ejército del Miramamolín, pero en casos, como el de la guerra santa promulgada por Anasir, grandes masas de voluntarios acudían en tropel a engrosar las filas musulmanas. Los almohades como sostenedores de la dinastía formaban el núcleo del ejército y sus jeques recibían cada cuatro meses estipendios fijos del erario público (2). El Marráquexi nos suministra datos interesantes sobre su organización militar en tiempos de las Navas: «Las cábilas almohades a las que se aplica este nombre y les es común, son siete y forman el ejército—fond—, los auxiliares y los ayudadores; las demás tribus masmudíes les están sujetas y obedecen a sus órdenes.
(1) D. Rodrigo, lib. VIII, cap. IX. (2) El Marráquexi, pág. 236.
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La primera cábila es la de Aben Tumert, llamada Harga, y es pequeña en número con relación a las demás. La segunda es la de Abdelmumen, llamada Kumia; es muy numerosa y de muchas ramificaciones; no tenía ni antigua ni modernamente fama de preponderancia, ni nobleza; eran simples agricultores, pastores y gente de zocos que Vendían en ellos leche, leña y otros productos; bendíjola Dios y amaneció un día, viéndose sin igual en todo el Magreb, por ser Abdelmumen de ellos. Aunque como hemos dicho antes procedía de otras. La tercera es la gente de Tinmlel, que aunque de tribus diversas, la auna el nombre de esta ciudad; la cuarta, Antata, que es también una cábila muy considerable, una parte de la cual ejerció el mando y fue noble en tiempos pasados. Vienen luego los Jaufisa, que es una tribu noble y fuerte, su habla es la más pura y elocuente en la lengua berebere. En sexto lugar están los Jamudíes, aunque no todos, porque una parte están sometidos; vienen después los que respondieron al llamamiento almohade entre las cábilas de Sanhaja y finalmente algunas cábilas de Haskura. Estas son las cábilas almohades, que merecen este nombre entre ellos, que reciben soldada, forman el ejército y Van en las expediciones militares; las demás cábilas masmudíes están sujetas. Tienen los masmudíes además otra milicia compuesta de otra clase de gentes, como árabes, gozz, andaluces, cristianos, cábilas almorávides y otros. Los almohades, de quienes hemos hablado, están divididos en dos categorías, una que llaman el Jumua, que son los soldados pagados, que están en Marráquex y no salen de ella, y la otra clase a que llaman el umum, que son los que están en sus ciudades y no van a Marráquex, sino en caso de una concentración general; el número de soldados pagados que hay en Marráquex, de las cábilas almohades y de las demás que hemos citado, se eleva, según tengo por más cierto, a 10.000 hombres; esto, los de Marráquex, sin contar a los almohades y otras clases de soldados de las demás ciudades. Cuando hay una revista general los primeros que desfilan son los descendientes de Abu Hafs Ornar el Sanhaji por orden de edad; luego la familia del califa, compuesta de los descendientes de Abdelmumen; después la Jamaa por orden de categorías; luego la familia de los cincuenta; luego las cábilas y en primer término la de Harga, que es la cábila de Aben Tumert; detrás de ella la
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gente de Tinmlel, luego la de Kumía; en fin, los demás almohades por categorías conforme a su clase e importancia» (1). Los andaluces, en cuyo favor se emprendían estas expediciones, reforzaban considerablemente las tropas venidas de allende el Estrecho. El ejército del Miramamolín se componía, según la costumbre musulmana, de cinco partes—Kataeb—, que eran: alqalb— el corazón o centro—, alyanahain—las dos alas—, almoqadama—la vanguardia—y assaca—la zaga o retaguardia. La saca tenía en Africa, en tiempo de los almohades, un sentido especial; era de hecho la retaguardia del ejército, pero estaba mandada por el sultán en persona y se componía de los príncipes de la sangre, de los grandes de su corte y de su guardia. En el campamento tenía sus tiendas detrás de la del sultán; cuando éste montaba a caballo, la saca le seguía a todas partes, lo mismo en tiempo de paz que de guerra, y tenía el privilegio exclusivo de llevar tambores y banderas, insignias que los sultanes habían prohibido a las demás tropas y de las que habían hecho un atributo de la majestad real (2). Otro elemento característico del ejército del Miramamolín en las Navas, fueron los Agzaz, que eran 10.000 según el Qartás. Gozz— plural Agzaz — designa propiamente una tribu turca, aunque este nombre se ha aplicado también a los Curdos. «En la segunda mitad del siglo XII, un cuerpo de Agzaz vino de Egipto al N. O. de Africa con Caracoch y adquirió gran importancia. Poco a poco entraron como arqueros al servicio de los almohades; tenían arcos especiales, y formaban la décima tercera clase de la jerarquía militar y llegaron a gozar de tanto favor, que el vencedor de Alarcos los prefería a los soldados de su propio país. Cambiaron después las circunstancias, y en el siglo XVII los encontramos muy decaídos del alto puesto que antes ocupaban. En este tiempo todavía eran arqueros, pero en otro sentido, en el de agentes de policía encargados de poner los grillos a los prisioneros, de azotarlos y de cortarles la cabeza. Por eso la palabra aIgoz tiene en portugués la significación de verdugo» (3).
(1) El Marráquezi, págs. 246 a 248. (2) Dozy. Supplement aux dictionnaires arabes, tomo II, pág. 705. (3) Dozy. Id., id., tomo II. Dice el Marráquexia este propósito: «Al principio de su reinado—Yacub Almansur-en 585 o 582 —1187 u 1186- llegaron a Marruecos los Gozz Üe Egipto; venía entre ellos un mameluco llamado Cara-
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Los andaluces, que acudieron a esta campaña con gran entusiasmo y que conocían perfectamente la táctica cristiana, eran los hábiles guerrilleros de que nos habla el sabio Julio en el Libro de los Estados (1), «que andan mucho en la guerra guerreada et pasan con muy poca Vianda, Van sin adaragas et sus armas son azagayas que lanzan y espadas con que fieren con gran ligereza». Los árabes y bereberes que como Voluntarios o auxiliares acudieron a la campaña, formaban una confusa muchedumbre armada a la ligera, que atacaba fuera de orden de lid, corriendo con gran ligereza ante las pesadas huestes cristianas, para atraerlas a las angosturas y revolverse de súbito contra ellas o para enturbiarlas y desordenarlas, dando así ocasión a los almohades, formados detrás en buen orden, para romper al enemigo. Esta era una de las notas características de la táctica musulmana, opuesta en un todo a la seguida pul lus uhsliaiius. «Nu hay más que dos maneras de combatir, dice Aben-Jaldún (2): el ataque a fondo formando filas y el ataque por cargas y retiradas sucesivas. El primero es el usado por todos los pueblos extranjeros; el segundo es el de los árabes y bereberes; el primero es más sólido. Los que combaten por el segundo método acostumbran a formar detrás de su ejército una línea o atrincheramiento de objetos inanimados— piedras, bagajes, etc.—, o de animales—camellos, acémilas—para tener un sitio en que su caballería se pueda refu-
coch, que dicen era mameluco—liberto—de Taqui-ed-din, sobrino de El-Malik Anasir-Saladino; un hombre llamado Xaabán, que dicen era un emir gozz, y del ejército egipcio un hombre conocido por el cadi Imad-el-Din con otros. Recibiólos muy bien, los honró mucho y los puso en manifiesta superioridad respecto de los almohades y esto porque los almohades recibían su paga tres veces al año, una cada cuatro meses, y la paga de los agzaz era mensual sin que nunca les faltase. Decía Yacub: «la diferencia entre éstos y los almohades, es que éstos son extranjeros y no tienen nada en el país de que echar mano, sino su paga, y los almohades tienen feudos y bienes heredados.» Esto, a pesar de que dio feudos a los principales de entre ellos, como a los almohades: así, dio a uno, que según creo era de Irbil y se llamaba Ahmed el Hayeb, propiedades que no tenía ninguno de sus parientes y dio en feudo al citado Xaabán en el Andalús, muchas alquerías, de las cuales sacaba unos 9.000 dinares anuales; esto sin contar con sus pagas que ningunas otras tropas tenían como ellos». (Pág. 110.) (1) D. Juan Manuel. Bibliot. de AA. EE., tomo 51, pág. 323. (2) Pròleg., \\, pág. 77 a80.
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giar en los intervalos de cargas y retiradas, y hacer así durar el combate lo bastante para conseguir derrotar al enemigo (1). Los datos de los cronistas de las Navas, confirman en todas sus partes las observaciones de Aben-Jaldún; la vanguardia y las alas extremas formadas por árabes y bereberes iniciaron la batalla con una serie de cargas y retiradas sucesivas que descompusieron a la primera línea cristiana y la llevaron, por un terreno escabroso, al pie de la colina donde se apostaban los almohades para obligarla a luchar en condiciones desventajosas. El famoso palenque del Miramamolín, situado en la cumbre de la colina, era el complemento obligado de la táctica musulmana y la base de toda la resistencia almohade. Ya hemos visto cómo para extremar la solidez de esta línea de apoyo, los bereberes acostumbraban a atarse por los muslos — ¿mesebelen—e incapacitarse para la huida. El corral del moro, como lo llámala Crónica general, era, a lo que parece, una fuerte empalizada de estacas entrelazadas con las famosas cadenas «a poder de saetas et de otras armas». Las cadenas no servían mas que para reforzar la empalizada, y en manera alguna se usaron para atar a la guardia del Miramamolín. Su mismo grosor —si las de Navarra son auténticas—y el escudo de García Romeu, bastarían a probar que no habían sido destinadas a ese fin. Las Partidas, recordando sin duda este hecho, dicen: «corral o cerca fazian los antiguos para guardar sus reyes que estouiessen en saluo. E esto fazian de ornes de pie que los parauan en tres haces: unos en pos de otros e atauanlos a los pies, porque non se pudiessen yr e fazianles tener los cuentos de las lanzas fincados en tierra e las cuchillas enderezadas contra los enemigos e ponían
(1) Todavía en sus líneas generales, a pesar del armamento de fuego, la táctica de los bereberes es la misma. Segonzac nos pinta así un combate que presenció en 1901 entre los Benimetir: «La escaramuza es bastante típica y nos permite apreciar al vivo los procedimientos de combate de estos bereberes semi-jinetes y semi-montañeses. Ataque repentino, rápido, gracias a sefiales bien conocidas; combate sencillo, frente a frente, sin ninguna idea de táctica; en cuanto a la caballería, nada que se parezca a las fantasías árabes. En lo poco que he visto, he notado una serie de encuentros personales bastante mal preparados, largas marchas para acercarse en zig-zag, terminadas con un arranque loco, cuyo fin supremo es disparar un tiro de fusil aleatorio e inofensivo y en seguida emprender una retirada desordenada». (Voyages au Maroc, 1899-1901, pág. 110.)
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cabe ellos piedras e dardos e ballestas e arcos con que pudiesen tirar e defenderse de lueñe» (1). Los cristianos, al ganar la cumbre de Sierra Morena, divisaron al otro lado del desfiladero de la Losa, el gran campamento del Miramamolín. «Las tiendas de los árabes en un principio, dice Aben-Jaldún (2), solían estar muy espaciadas, porque llevaban consigo sus familias y además iban divididos por tribus; luego se estrecharon los espacios, para que así se encontrasen todos reunidos en un solo sitio, donde el sultán los pudiera Ver a todos juntos y le ofreciesen un hermoso espectáculo. Los almohades, por fasto y pompa, aceptaron esta costumbre; además, al principio sólo usaban tiendas y pabellones ordinarios, los que les habían servido de habitación en su Vida nómada. Pero cuando fundaron imperios y adoptaron, con las costumbres nacidas de la opulencia, la de vivir en palacios, tuvieron tiendas y pabellones de campaña, en los que desplegaron un lujo que no habían antes conocido.» En las jornadas de Marráquex al Estrecho, todo el ejército almohade acampó reunido; en su marcha desde Tarifa a Sevilla, formáronse, según el Qartás, cinco campamentos para los cinco cuerpos en que se dividía el ejército; pero ésta no es más que una de las mil exageraciones en que incurre el Qartás, pues una vez llegados al Paso de la Losa encontramos a los musulmanes formando un solo campo, en cuyo centro se destacaba la tienda bermeja del Miramamolín, llamada Jaba assaca en el Collar de Perlas—tienda de la zaga—, donde el sultán celebraba consejo con sus generales, comía con ellos, etc. (3). Ya hemos visto que el uso de tiendas rojas data de los tiempos anteislámicos, pero que entre los almohades sólo la usaba el Miramamolín, y era como su tienda de guerra y el emblema de su soberanía. Según Aben-Jaldún, se hallaba rodeada por el afrag, o cercado de tela de lino, que la aislaba del resto del campamento (4). Si hemos de dar fe a la tardía autoridad del Selaui plantóse junto al Paso de la Losa el campamento de verano, con lo cual parece indicarse que el ejército almohade usaba otra clase de tiendas para el invierno.
(1) Partidas, II, tít. XXIII, ley XVI. (2) Prolegómenos, II, pág. 52. (3) Folio 70. (4) Esta costumbre se guarda todavía en los viajes que hace el Sultán de Marruecos. Afrag en muchas localidades bereberes significa patio de una casa.
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Refiriéndose a la manera como viajaban Abdelmumen, Yusuf y Yacub-Almansur, dice el Marráquexi (1): «Cuando viajaban nunca se dejaba de leer el Alcorán entre ellos mañana y tarde, y de hacer dos rikaas; cuando acampaban lo primero que hacían cada día, después de la oración del Alba, era que saliese quien invocase el auxilio de Dios y proclamase la confianza en él: esto al montar a caballo. Entonces montaba la gente y el califa salía de su tienda, montaba y sus principales parientes y los jeques almohades iban ante él a grandes pasos; entonces les mandaba montar, y cuando lo habían hecho, se paraba, extendía sus manos y oraba; cuando terminaba su oración, comenzaban el Alcorán los tolba almohades y recitaban una hizba con todo cuidado, caminando lentamente; recitaban luego algo de las tradiciones y después las obras de Aben-Tumert acerca del dogma, en su lengua—berebere—y en árabe. Cuando terminaban, parábase el califa también, extendía sus manos y oraba; al tiempo de acampar, le precedían también los tolba a pie hasta su tienda, y cuando llegaba a ella, extendía sus manos y hacía una oración; no dejó de practicarse esta costumbre en ninguno de sus Viajes.» Las dinastías bereberes permitían en general a los jefes de ejército el uso de banderas, las cuales no tenían un color especial, como el negro de los abasíes o el blanco de los omeyas; eran de seda de diversos colores, sobre los cuales se destacaban bordados de oro. Los almohades restringieron el uso de tambores y banderas hasta prohibírselo a sus generales y reservarlo al soberano; tenían siete banderas, número que creían de buen agüero, y las llevaban siempre, así como los tambores en la assaca o zaga (2). Las armas empleadas por los musulmanes en las Navas se reducían a la lanza, espada, azagaya, flecha y honda; no llevaban apenas armas defensivas, peleaban sin escudos y por lo menos la mayoría sin adargas, por exigirlo así la movilidad y rapidez de su táctica; el Arzobispo de Narbona observa, extrañado, que no torneaban como los francos, acometiendo al enemigo de poder a poder o esperándolo a pie firme, sino arrojándole sus lanzas y azagayas antes de llegar a encontrarse cuerpo a cuerpo. Refiriéndose a estos mismos combatientes, dice D. Rodrigo «que semeian a turcos; con
(1) Página 249. (2) Aben-Jaldún, loe. cit.
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fechos de saetas lidian et en las medidas de las porras traen unos como uasos que se rebueluen»; así traduce la Crónica el «¿nponderibus clavarum vasa vertiginis». En las Partidas encontramos la explicación de esta frase embrollada; el Anónimo de Copenhague nos dice que el Miramamolín había mandado en 1211 a los caídes del Andalús fabricar gran cantidad de hondas—uadaif—; Alfonso VIII en su carta al Papa hace notar que, en el trance más crítico de la batalla, los musulmanes procuraban derribar con piedras y flechas la seña real, en la. que iba la imagen de la Virgen María; muchos soldados del Miramamolín estaban por lo tanto provistos de
Lanza, azagayas y flechas recogidas en el campo de batalla de las Navas
hondas (1). Ahora bien, Alfonso el Sabio nos dice que en su tiempo se usaban dos clases de hondas, «las que se tyran por mano e las (1) Nada tiene de extraño que usasen arma tan primitiva, pues aun hoy los bereberes de Marruecos se sirven con frecuencia de la honda, sobre todo los del O. y en particular los Zemmur, que la emplean cuando no tienen otras armas, cuando han agotado las municiones y cuando persiguen a los ladrones. (Vid. Segonzac: Voyages au Maroc, pág. 110.)
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que se tyran con fustes». A éstas se refiere el Arzobispo. En nuestras excursiones al campo de las Navas hemos podido recoger un hierro de lanza y varias azagayas y flechas que parecen de la época; el hierro de lanza mide 15 cm. de largo por 3 y V2 de ancho; las azagayas son de unos 10 cm. de largo, más gruesas por la parte media; tienen cuatro aristas y la parte inferior es hueca para recibir el mango de madera; las flechas musulmanas miden 5 y V2 centímetros de longitud, llevan una espiga de 3 centímetros que se introducía en la madera de la flecha y son pirámides de cuatro aristas como las azagayas; la cristiana, en cambio, es casi plana, con dos aletas y mango hueco. Los castillos tomados por los cruzados al enemigo en nada diferían de los castillos moros que conocemos; hemos visitado los de Santa Elena y Castro Ferrai; son como el de Malagón, que según nos describe el Arzobispo de Narbona, se componía de una gran torre cuadrada de argamasa morisca con torreones a los lados unidos entre sí por fuertes muros; todavía se ven en su interior los subterráneos donde se guardaban los víveres y pertrechos, excavados muchas Veces por los mineros andaluces que ensueñan tesoros. El castillo de Calatrava era mayor y tenía bastantes torres, según el mismo Arzobispo de Narbona, aunque no sabemos cuántas; muchas de ellas estaban defendidas por manganelos—máquinas de movimiento parabólico que servían para lanzar grandes piedras (1)—. Los defensores de Calatrava emplearon para impedir (1) El foneVol, dice Monfar—Condes de Urgel, cap. V—, era un largo madero, como una entena de navio, y al cabo de él estaba atada una gran piedra—las hubo hasta de ocho quintales—. Estaba esta madera con gozne y se sustentaba encima de dos mástiles o árboles grandes y muy firmes: éstos estaban plantados en el suelo o en unos encajes de madera, por que se pudiesen así juntos llevar de una parte a otra. Dicho madero de en medio tenía a un cabo la honda o receptáculo para las piedras y este cabo con cuerdas le hacían venir para abajo hacia el suelo, donde se ataban, y a la otra parte o extremo metían una gran piedra o caja llena de plomo. En algunos casos se remataba con dos extremos o cajas llenas de plomo para que mejor se pudiese trasladar la máquina. Cuando querían disparar, soltaban la entena o cortando alguna cuerda o moviendo alguna mano como las de los arcabuces y ballestas y la piedra salía con tal ímpetu que hacía notable daño en lugares muy distantes. Echaban también animales muertos, suciedades, pedazos de hierro o metal candente, etc. El fonevol se llamó también manganel, en razón de unas talegas o mangas que hacían el oficio de caja en ciertos casos. La algarrada se dife-
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al ejército cristiano el paso del Guadiana unos garfios de hierro, que sembraron en gran número por los Vados próximos a la fortaleza, para mancar a hombres y caballos. D. Rodrigo los describe cumplidamente: «assacaron, dice, de fazer unos estrumentos de fierro que sembrauan por la tierra a danno de los cristianos e eran fechos a manera de abroios et llámalos la estoria cardos de fierro et sembráronlos et echáronlos por todas las pasadas del río Guadiana et auie en ellos IIII aguijones et como quier que aquel cardo de fierro que dezimos e abroio, caesse en tierra el uno daquellos aguijones siempre se paraua derecho a arriba et fincaua en los pies a los omnes et en las vnnas a los cauallos» (1). En el sitio de Salvatierra levantaron 40 ingenios, análogos a los manganelos, para batir los muros, arrojando sobre ellos piedras que ahuyentaban a sus defensores y permitían así al sitiador acercarse al pie de la muralla, para socavarla con picos. En suma, sus medios poliorcéticos eran análogos a los de los cristianos, aunque menos eficaces, según parece, o manejados con menos valor; porque mientras el Miramamolín gastó tres meses con todo su ejército en hacer capitular a Salvatierra, Alfonso VIII se apoderó a la primera acometida de 8 ó 10 castillos importantes, antes de la batalla, y después de Vencer al Miramamolín, rindió las fortalezas de Vilches, Baños y Tolosa, más las ciudades de Baeza y Ubeda, casi sin resistencia; Yacub Almansur en cambio, después de vencer en Alarcos, no logró apoderarse, en el primer momento de pánico, sino de los castillos de Alarcos y Calatrava, y en las expediciones que hizo los dos años siguientes, no logró entrar más que en los pueblos abiertos, sin rendir ningún alcázar importante. En suma, la táctica cristiana era más sólida que la almohade, sus armas más eficaces, sobre todo las defensivas, y el valor de sus nobles y freires muy superior al de las mejores tropas enemigas.
renciaba del foneVol y manganel en que hacía sus tiros a fuerza de hombres sin contrapeso, y la fuerza era tal que las piedras que de ellos salían pasaban de claro en claro, cinco y seis tiendas>. (Apud Milá y Fontanals: Los Trovadores provenzales en España, tomo III, pág. 258.) (1) Prim. Crón. gen., pág. 695.
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CAPITULO VIH Las fuentes históricas de la batalla de las Navas: su valor crítico
FUENTES CRISTIANAS.—La Historia del arzobispo D. Rodrigo Jiménez de la Rada es el más importante documento cristiano de que nos hemos valido al historiar la campaña de las Navas. Como testigo de vista y actor principal de los hechos que relata, el culto Arzobispo hace una narración extensa, y casi siempre justa, de los sucesos; conoce bien el asunto y no incurre en grandes equivocaciones; tiene bastante honradez literaria para no desfigurar a sabiendas y por puro efectismo la verdad; pero su amor propio sumamente interesado en el éxito de la empresa, la devoción harto cortesana que profesa a Alfonso VIII y su exaltado celo patriótico-religioso, ponen a veces, quizás sin él darse cuenta, buscada oscuridad en su pluma, y le hacen exagerar las proporciones de los hechos, hasta ver milagros, que su misma narración hace imposibles. Como el rey quiso que se encargase personalmente de proveer a las necesidades de los cruzados y poner orden en aquella muchedumbre ociosa e inquieta, nos dice que a todos acudió con gran solicitud y que la armonía más perfecta reinó en la ciudad «a pesar de que el común enemigo intentó varias veces turbarlo». Esta frase tan vaga encubre, como hemos visto, hechos muy desagradables; que los ultramontanos revolvieron a todo Toledo, que degollaron a gran número de judíos y que hubieran acabado con todos ellos, si los caballeros de la ciudad no hubiesen tomado las armas para impedirlo; finalmente, que talaron la huerta del Rey y el Alcardete, que hicieron grandes daños todo el tiempo que se detuvieron en Toledo, y que al Volverse de Calatrava intentaron tomarla por traición y saquearla. Su amor propio de gobernante que le impedía referirnos tan graves desmanes, le hace soslayarlos con un eufemismo anodino. Otro tanto hace al tratar de la retirada de los ultramontanos; pone primero grande empeño en demostrarnos que el rey de Castilla había organizado cumplidamente los servicios de avituallamiento, apenas indica que ya en Malagón se pasó hambre, y luego,
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sin mentar la capitulación de Calatrava, verdadera causa de la retirada de los franceses, dice solamente que el diablo «fizólos arredrar de yr, et fizólos desuiar de la buena postura que auien fecha». Exagera grandemente en la cuenta de los ultramontanos, que eleva a más de 10.000 caballeros y 100.000 peones; en mayor exageración incurre aún, al decir que los muertos musulmanes fueron 200.000, y sólo 25 los cristianos. De la hipérbole pasa al milagro e inventa dos, que sólo él menciona; lo de no poderse hallar ni rastro de sangre en todo ei campo de batalla a pesar de que había tantos cadáveres, «destorpados de todos sus cuerpos et de todos sus miembros», y el que Domingo Pascual pasase maravillosamente por medio del ejército enemigo sin tomar «y ningún pesar fasta que llego all otro cabo de la batalla» (1). La carta de Alfonso VIII, redactada quizás por el mismo Arzobispo de Toledo, no difiere apenas de la narración de D. Rodrigo; desfigura completamente las causas de la vuelta de los ultramontanos y refiere, de la toma de Ubeda, lo que no pudiera parecer mal al Papa. Tan radical y consciente es la inversión de las causas que motivaron la defección de los franceses, que no puede menos de sorprendernos, aun dada la poca escrupulosa sinceridad histórica de la época. En cambio, reduce a la mitad el número de cruzados extranjeros y muertos musulmanes que da el Arzobispo; es sobrio y justo en su narración, y no cuenta milagros; sólo al fijar el número de enemigos, dice con las mismas palabras de D. Rodrigo, que eran 185.000 caballeros e innumerables peones, e insiste, como él, en que no pasaron de 25 o 30 los muertos cristianos. El Arzobispo de Narbona es el más descuidado de los tres testigos presenciales en los pormenores del itinerario de Toledo a las Navas; pues llega hasta poner sólo dos jornadas de Alarcos a la orilla del Gualdalfaiar—Magaña—, cuando fueron cinco o seis. En la narración de la batalla al hablar del desorden y fuga de algunos concejos, dice que los musulmanes apenas tenían armas y caballos, mientras que los cristianos estaban espléndidamente pertrechados; pero después, al ponderar la gravedad de la derrota, asegura que en tres o cuatro sitios se encontraron tantas arquillas llenas de saetas y cuadrillos, que dos mil acémilas no bastarían para llevarlas. De los muertos cristianos, afirma que no pasarían de 50.
(1) Crónica general, pág. 702.
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Finalmente, no es de extrañar que por ser francés y dirigirse a franceses, exagere un poco la intervención de los ultramontanos. Lucas de Tuy apenas ofrece datos interesantes; lo poco nuevo que dice, no merece gran crédito: acoge el rumor popular de que el infante D. Fernando murió envenenado por los judíos; indica que el pastor que guió a los reyes en el puerto de Muradal desapareció luego sin ser Visto, dando así fundamento a la leyenda del ánge! o de San Isidro, y para referir un milagro más, añade que al acampar los cristianos en la Mesa del Rey, los musulmanes prendieron fuego a los jarales próximos porque el viento soplaba de su parte, pero que por la gracia divina Volvióse atrás el humo, cayó sobre los enemigos y les molestó mucho. Alberico de Tres Fuentes, cuya Crónica acaba 30 años después de la batalla, inventa en favor de sus compatriotas los franceses el milagro de Malagón, que ningún coetáneo cita; hace concurrir con los reyes al domicello de Portugal; supone que sólo al enarbolar el estandarte de la Virgen de Roque-mador, traído milagrosamente de Francia, se decidió la Victoria, y da al Miramamolín 185.000 caballeros, amén de otros 925.000!!! jinetes e innumerables peones. A pesar de tan absurda exageración, que quizá no es mas que un error gráfico, hay que reconocer que está bien informado, que es verídico y que por escribir en condiciones distintas de los testigos presenciales, ofrece puntos de Vista—retirada de los franceses, bajas cristianas—sumamente interesantes. Los cronistas posteriores, como el príncipe de Viana o la Crónica de Florián de Ocampo, sólo añaden o nuevos milagros o pormenores desprovistos de todo fundamento histórico y a veces contrarios a los datos ciertos consignados por los testigos presenciales. El defecto general de las fuentes cristianas, es el exceso de lo maravilloso; la grandeza campal del triunfo hirió con tanta fuerza la imaginación de aquellas almas saturadas de fe, que les hizo sentir la intervención de Dios en la batalla y ver hasta nueve prodigios en el curso de la campaña; sin embargo, los tres testigos presenciales no convienen en más milagro que el del escaso número de muertos cristianos; Lucas de Tuy, contemporáneo, ni siquiera éste cita, aunque inventa otros, y Alberico, que no conoció la Versión de D. Rodrigo, la contradice expresamente al escribir, que antes de dar Alfonso VIII con toda la retaguardia la acometida
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que decidió la Victoria, murieron muchos cristianos, y después de ella, sólo unos cincuenta. FUENTES ÁRABES.—Los autores musulmanes, mucho menos ricos en pormenores acerca de la batalla, incurren en el defecto contrario al de nuestros cronistas. No pudiendo atribuir al cielo su derrota, ni reconocer llanamente que el valor o la superioridad táctica de los cristianos decidió el éxito de la batalla, inventan toda clase de razones y causas humanas para explicar sin desdoro de su religión y de su país la magnitud de la catástrofe. La primera crónica árabe utilizada por nuestros historiadores fue el Qartás; las causas de la derrota no podían, según ella, ser más naturales y verosímiles: estaban en la defección de los andaluces, provocada por el asesinato de Aben-Qades y las intemperancias del visir Aben-Jamaa. Conde y Lafuente, a quienes no podían satisfacer los toques sobrenaturales que las fuentes cristianas dan al cuadro de la batalla, aceptaron sin vacilar la explicación, tan sencilla como racional, del autor árabe, y le dieron carta de naturaleza en nuestra historia. Pero lo grave del caso es, que otros cronistas musulmanes que no copian al Qartás y que tienen mucho más valor histórico que él, dan cada uno su explicación natural y verosímil de la derrota, resultando así hasta seis causas inventadas del desastre, que se destruyen mutuamente por el mero hecho de no coincidir. Dos textos árabes de positivo interés y mérito, nos han servido principalmente en el estudio de la campaña de las Navas: el Marráquexi y el Anónimo de Copenhague. Dozy, que editó la obra del Marráquexi, dice en la introducción (1): «En la Historia de los Almohades, el lector verá que la información que ofrece es de incalculable Valor. A cada paso, y por lo menos en cada página, cita testigos contemporáneos de los hechos que refiere, y entre ellos encontramos los nombres de los primeros hombres de Estado, y aun de los mismos soberanos, con mucha frecuencia. El mismo autor nos confiesa que ha recibido la mayor parte de sus datos de una autoridad altamente respetable, de Yahia, nieto del fundador de la dinastía (2). Además, como no podía disponer de ninguna historia de los almohades anterior a la suya, su trabajo es, si así puede decirse, original». .. • (1) (2)
Página 12. Página 176.
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El Marráqaexi, que en 614—cinco años después de la batalla—estaba en Marruecos y que escribe su obra en 621, a los doce años de las Navas, reduce a sus justos términos la expedición de Anasir, no incurre en ningún error respecto al sitio de Salvatierra, no desfigura los hechos, desconoce la mayoría de las leyendas, por la sencilla razón de que aun no habían podido forjarse, y achaca la derrota a la avaricia del Miramatnolín. Dice que desde el principio de su reinado mostróse Anasir muy parco en pagar las pensiones que su padre Yacub Almansur había asignado a los jeques almohades, y que durante toda la expedición de las Navas suspendió por completo los pagos. A fin de hacer menos sensible al amor propio musulmán la humillación de la derrota, acoge el rumor popular de que muchos almohades, para vengarse de Anasir, ni siquiera desenvainaron sus espadas y se desbandaron a la primera acometida de la Vanguardia cristiana, que además cayó sobre ellos de improviso (1). El Anónimo de Copenhague no es menos interesante que el Marráquexi; hemos traducido la parte referente a las Navas, Valiéndonos del AíanuscritoAQQ de la Biblioteca Nacional, y déla copia que del Manuscrito de Copenhague hizo Dozy, existente hoy en la Academia de la Historia. No queremos ponderar con palabras propias la importancia de esta obra ni las dificultades con que hemos tropezado para su traducción. El Anónimo es, según Besthorn (2), el más precioso manuscrito de la Biblioteca Real de Copenhague; para la historia de la España árabe desde 1170 a 1263, es una fuente del más alto valor. Su texto es extremadamente malo, abunda en faltas de la peor especie, porque no sólo viola por completo las reglas de la gramática y altera toda una serie de palabras, sino que también omite a cada paso, ya parte de una frase, ya frases y aun páginas enteras, de suerte que muy a menudo se ignora lo que el autor ha querido decir, y a cada paso se encuentra uno detenido por faltas de sentido; sin embargo, no se le puede dejar en paz. Han hecho uso de este manuscrito: Schirrmacher en su Ge-
(1) Página 236. (2) «Miscelánea de estudios y textos árabes» : El Anónimo de Copenhague, pág. 2; publicaciones de la Junta para ampliación de estudios e investigaciones científicas.
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schichte von Spanien, Gotha, 1881; Codera, en su Decadencia y desaparición de los Almorávides, y Gaspar Remiro en su Murcia musulmana. Los arabistas españoles han tenido a su disposición, además de la copia del manuscrito de Copenhague, que después de la muerte de Dozy fue adquirido por la Real Academia de la Historia, otro manuscrito que fué de Gayangos y que hoy se encuentra en la Biblioteca Nacional. Dozy (1) hace un gran elogio de la obra: «quizá, dice, la más completa entre las crónicas musulmanas que tenemos de este período y cuyo autor ha bebido en fuentes excelentes, hoy perdidas. Desgraciadamente, las omisiones de los dos manuscritos de Copenhague y de Madrid, son tan frecuentes y tan grandes, que será, al menos a mi juicio, dice Besthorn, imposible constituir un texto tolerable o hacer una traducción literal. Pero se debe en lo posible hacer accesible a los historiadores no arabistas el contenido de los dos manuscritos. La empresa es difícil y de cualquier modo ingrata, porque hay que desesperar de hacer una obra que resista a la crítica, sed commune naufragium dulce, y los arabistas que han estudiado estos difíciles manuscritos harían una obra útilísima a la historia de la España árabe abordando la empresa viribus unit is.-» En el Anónimo hemos encontrado curiosos detalles de las penalidades que sufrió el ejército almohade en su Viaje de Marráquex a Sevilla, de la muerte de los gobernadores de Fez y Ceuta, decretada por Anasir, del sitio de Salvatierra, de la alianza de Sancho el Fuerte con el Miramamolín, etc., etc. Atribuye la derrota a la Venganza de los jeques almohades por la muerte de sus compañeros, y copia en parte una carta de Anasir a los gobernadores de provincias dándoles cuenta de la expedición y atenuando la gravedad de la derrota (2). Un siglo posterior a las dos crónicas anteriores es el Qarfás, que termina su narración en 726—1321—, y bien se nota el tiempo transcurrido en los ampulosos y fantásticos pormenores con que exorna su narración. Hace pasar a Anasir el Estrecho con 600.000 hombres; afirma contra toda verdad, que a la noticia de su llegada, los cristianos, consternados, abandonaron las fronteras y se refugiaron tierra adentro; el viaje que doce años antes hizo Sancho el (1) Recherches, (2) Folio 186.
3. a edición, tomo II.
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Fuerte por Andalucía, lo transforma en una aparatosa presentación del monarca navarro en Sevilla, pocos días antes de que Anasir entrase en campaña contra Salvatierra, y expone, con gran minuciosidad y buscado efectismo, la entrevista, que para nada mencionan ni el Anónimo, ni el Marráquexi. Retrasa en un año el sitio de Salvatierra, extiende su duración de tres a ocho meses, lo pone paralelo al cerco de Calatrava por Alfonso VIII, que supone muy largo, aunque apenas duró tres días, y bordando sobre el asesinato del español Aben-Qades, alcaide de Calatrava, los rencores de los andaluces y la tiránica altivez del Miramamolín y su primer ministro, atribuye la derrota a la defección en masa de los andaluces en el trance más crítico de la batalla. Pinta luego la dramática escena de la huida del Miramamolín, y se desquita del amargor de la derrota, haciendo que todos los reyes cristianos, que concurrieron a la batalla, muriesen dentro de aquel año (!!!). No puede darse mayor cúmulo de errores e invenciones en la exposición de un hecho tan culminante: el Qartds, anecdótico y maravilloso, ha recogido gran número de leyendas populares marroquíes y las ha entreverado en el curso de una crónica regular y metódica: contiene muchos datos ciertos, pero ninguno se puede utilizar sin contrastarlo con otras fuentes. Aben-Jaldún escribe poco acerca de las Navas, y está bastante mal informado; asegura que por haber durado el sitio de Salvatierra hasta el invierno, quedaron los caminos bloqueados por la nieve y tuvo Anasir que volverse a Sevilla; explica la derrota diciendo que Alfonso VIII hizo un pacto secreto con el rey de León, para que éste después de aliarse fingidamente con Anasir le abandonase, provocando así la derrota de los musulmanes. Coincide con el Qartás en afirmar que Anasir hizo dar muerte a AbenQades, pero pone el sitio de Calatrava después del de Salvatierra, y no atribuye la muerte del alcaide a los manejos de Aben-Jamaa; más bien parece indicar que Anasir lo condenó por haberse entregado sin resistencia. Almacari apenas difiere en sus rasgos generales del Qartás; discrepa algo al achacar el desastre a la mala dirección de Anasir, porque siendo los musulmanes del Andalús aguerridos, y estando habituados a luchar con los cristianos, el sultán y su visir prescindieron de sus consejos y aun ofendieron a alguno de ellos; las consecuencias fueron que los caídes andaluces se disgustasen profundamente, y los cristianos ganasen sin dificultad la batalla.
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Annouairi extracta fielmente al Marráqaexi y, por último, el Selaai, autor moderno, no hace más que copiar al Qartás y a Aben-Jaldún, sin agregar nada nuevo. El mayor mérito que se podía atribuir a las fuentes árabes, la explicación de las causas internas de la derrota, se desvanece por completo. El Anónimo y el Marráqaexi nos suministran datos •muy apreciables sobre la expedición almohade; confirman noticias de origen cristiano, tan interesantes, como la existencia de un pacto entre Sancho el Fuerte y el Miramamolín, o como las causas de la defección de los ultramontanos; sirven para contrastar el relato de los autores cristianos, y ponen a veces en evidencia sus errores y apasionamientos. Las demás crónicas apenas merecen crédito por sí mismas. Las fuentes cristianas son mucho más ricas que las árabes y, en su mayoría, tienen un valor documental mucho más considerable; la coincidencia de que tres testigos presenciales expusiesen con bastante minuciosidad toda la campaña, las pone en condiciones de evidente ventaja sobre los narradores musulmanes, entre los cuales no hay ningún testigo de vista, antes bien, son casi todos muy posteriores a los sucesos (1).
(1) Como complemento de este capítulo, vamos a dar la lista de los milagros que deciden el triunfo, según los cristianos, y délas causas humanas que motivan la derrota, según los musulmanes: su sola agrupación bastará para justificar en sus líneas generales el juicio que hemos formulado acerca de las fuentes históricas. MILAGROS CRISTIANOS
1.° Un sacerdote francés entra con la sagrada hostia por la brecha de Malagón y recibe más de 60 flechas en el alba. (Alberico.) 2.° Un campesino, enviado por Dios, guía a los nuestros (Alberico); desaparece luego sin ser Visto (Lucas de Tuy); es San Isidro (Florián). 5.° Ese campesino los provee de agua milagrosamente. (Alberico.) 4.° Fuego en el campo de batalla, que Dios vuelve contra el enemigo. (Lucas de Tuy.) 5.° La Virgen de Rocamador, traída milagrosamente de Francia, decide la Victoria. (Alberico.) 6.° Aparece una cruz en el cielo durante la batalla. (Florián.) 7.° Domingo Pascual atraviesa con la cruz del Arzobispo todo el ejército enemigo. (D. Rodrigo.) 8
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8.° Los cristianos sólo tienen de 25 a 50 bajas. (D. Rodrigo, El rey, El Narbonense.) 9.° Los 200.000 muertos musulmanes no destilan una gota de sangre. (D. Rodrigo.) CAUSAS DE LA DERROTA, SEGÚN LOS ÁRABES
1.° Traición de los almohades, motivada por la avaricia de Anasir. (El Marrciquexi.) 2.° Venganza de los almohades por la crueldad del Miramamolín. (Anónimo de Copenhague.) 5.° Defección de los andaluces. (El Qartás.) 4.° Ataque por sorpresa de los cristianos. (El Marráquexi y Annouairi.) 5.° Traición del rey de León, aliado de Anasir. (Aben-Jaldún.) 6.° Torpeza de Anasir, que prescinde de los consejos tácticos de los españoles andaluces, habituados a la guerra con los cristianos. (Aímaqari.) Como el Selaui no hace más que copiar al Qartás y Annouairi al Marráquexi, se reducen a cinco las fuentes árabes del todo distintas que hemos aprovechado para este estudio, y llegan a seis las causas completamente diversas que esas fuentes asignan a la derrota.
APÉNDICES
FUENTES
ÁRABES
Anónimo de Ccpenl?aí>ue. jYíanuscríto de la biblioteca J/acional, num. 490. Folio 173 a 189. EXPEDICIÓN DEL EMIR DE LOS CREYENTES ANASIR. —Una vez que
ordenó los asuntos del imperio y aseguró su autoridad, salió de Marráquex el sábado 20 de Xaaban—5 Febrero 1211—; dirigióse a Rabat-elfatah con próspero viaje y se detuvo en ella para arreglar los negocios más importantes y decidir lo que debía hacerse en los dos países—el Magreb y el Andalús—, conforme a sus planes. Pasó en tanto el mes de Marzo, llegó el de Abril, mejoró el tiempo y quedaron buenos los caminos y puntos de parada. Salió de Rabat-el-fatah, el lunes 18 de Xaual—4 Abril 1211—y expidió desde el sitio donde acampaba, llamado Marj-hamam, comunicaciones al Andalús, en las que exhortaba a los grandes a la guerra santa y a hacer los preparativos convenientes: los gobernadores del Andalús obedecieron a estos mandatos, prepararon los instrumentos de guerra que conocían, dieron los mejores consejos y obraron con diligencia; la expedición se encaminó a Kasar Ketama, y entre tanto los precios estaban muy altos, los gastos eran continuos y el país no podía sobrellevar las cargas que se le imponían. La causa de que se mostrase riguroso este año con sus gobernadores fue que la gente encontróse en este viaje con toda clase de dificultades y falta de provisiones y de las cosas más necesarias. Anasir, además, procedía con lentitud en sus marchas, para mayor trabajo de sus tropas, y el común de los soldados llegó a sufrir tal escasez, que aquello equivalía a una derrota completa. Anasir no hacía caso de las fatigas de que se le daba cuenta, hasta que llegaron a un punto en que se acabó el amor y nació el aborrecimiento; se agotaron las provisiones estables y las pasa-
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jeras y la amistad se secó con la prolongación del odio. No quedó en los grandes almacenes del sultán ni resto de provisiones, ni tuvo su intendente guía ni consejo previsor; se puso a ración tasada al vulgo del ejército, lo cual produjo el efecto de un desastre irremediable; la grandeza de las cargas fue superior al esfuerzo de la gente, que no pudo buscarse medios de vida en tan gran estrechez. Anasir irritóse por lo que veía de la carestía y de la gran negligencia de los encargados de la administración; descargó su cólera sobre todos los culpables de aquel mal e impuso penas a los causantes de la agitación, como a rebeldes vencidos. Dio órdenes al jeque Abu Mohamed ben Abu Ali ben Mezna, encargado de los negocios del Majzen, para que apresase al gobernador de Fez, Abd-el-Haq ben Abu Daud, que era el mayor de sus gobernadores, pues tenía muchos secuaces y su puesto era el más eminente cabe el Sultán; dejó Abu Mohamed pasar tres días después de su llegada a la ciudad de Fez, para que arraigase la confianza en el ánimo de los comprometidos y se curasen sus sospechas acerca de la venida del ministro en tal ocasión. Entonces Abd-el-Haq decretó su encarcelamiento desde la casa de los jerifes y envió quien fuese a su morada y lo cargase de cadenas; abrió luego una amplia información sobre sus cosas y extendió la mano a poner en prisión a todos sus amigos y subordinados; además escribió a todas partes para que apresasen a quien había servido en su tiempo y había intervenido en sus negocios, y en todas partes los sometió a examen. Cuando Anasir llegó, como queda dicho, a Kasar Retama redobló sus amonestaciones, por la continua resistencia que veía en sus jeques, y sus recelos se confirmaron ante la evidencia de la pereza y mala voluntad: su gobernador en Kásar. Ketama, Mohamed ben, Yahia ben Takaga el Maxuqui, que mandaba también en Ceuta, tuvo la misma suerte que sus iguales; fue detenido él y sus amigos y enviados todos al encargado de los negocios del Majzen en Fez. Anasir en esta expedición acortaba las jornadas y prolongaba las paradas, apartando a su gente de la playa de embarque; reunió luego embarcaciones de los demás puertos, dispuso el pasaje y mandó acelerar las operaciones; cuando él llegó al puerto ya habían pasado la mayor parte délas tropas y quedaban muy pocas; detúvose en Kasar Ketama el resto de Dulcada hasta que pasase su zaga, bagajes y séquito; él se embarcó lunes primero de Dulhiya —16 Mayo 1211—, el sábado —21 Mayo— fue a Hay Ibrahim, continuó su marcha hasta llegar al llano de Sevilla y acampó en los castillos de Buhaira bab Yuhur el lunes 15 de Dulhiya—30 de Mayo—. Después de instalarse él en la ciudad, mandó entrar a sus soldados por cuerpos y ordenados; quedóse en Sevilla el resto de aquel año. El año 608—comienza 15 Junio 1211—mandó Anasir congregar las
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tropas andaluzas, hacer instrumentos de guerra, obligar a la gente de las diversas provincias a presentar las armas que tuvieran y a venir con sus jefes y gobernadores, hasta que se reunieron en buen orden y se fortificaron sus ánimos; cuando acabaron de llegar soldados de todas las regiones y se completó el número de las tropas y socorros, emprendió Anasir la expedición y la guerra santa. Movióse de Sevilla en el mejor orden, con gran poder y concierto, llevando numerosas tropas de almohades, árabes, soldados délas divisiones militares—guns—y otras clases de combatientes, y dirigió su marcha, con el propósito de atacar a los infieles, contra el castillo de Salvatierra, que ganó después de porfiado cerco; es éste un castillo de gran importancia y que hace grandes daños al enemigo. Escribió a las ciudades dando cuenta de su conquista el 2 de Rebia el ajer—15 de Septiembre—de este año. CAPÍTULO DE LA CARTA QUE ENVIÓ ANASIR NOTIFICANDO LA TOMA DE SALVATIERRA, ESCRITA POR ABEN AIAX.—Asístaos Dios, y con-
cédaos sus favores. Los cristianos, como se prolongaba el tiempo sin combates y casi se habían olvidado de las incursiones de la caballería en sus montes y sus llanos, merced al tratado de paz, cuando las treguas existentes entre los almohades y el rey de Castilla estaban para expirar, se dispusieron, según supimos, a encender el fuego de la guerra, que estaba oculto; los almohades, después de regresar del Oriente—expediciones a Túnez y Argelia—, no cesaban de estar dispuestos para la guerra santa; así que vinieron en número sólo de Dios conocido, como las olas del mar; con el resplandor de tales tropas no se retarda el que viaja de noche; y Dios, su recompensador, les concede la victoria. Al pueblo infiel, que no tiene fe ni pruebas de lo que invoca, llegó de Roma, de su..., a quien adoran y veneran, que les mandaba ponerse de acuerdo y a algunos de ellos rechazarlo que quedaba sobre sus cervices de pactos hechos con los almohades; pero el que viola una promesa, contra sí la viola, y los pactos de Dios son los más seguros, y la espada de la secta hanefí la más afilada y más cierta. Mientras ellos maquinaban sus engaños, hacían alarde de arrogancia y preparaban lo que no se había de realizar, ni había de obtener el auxilio divino, tuvieron noticia de nuestra llegada, que ellos creían lejana y que Dios les mostraba cercana, y de nuestro desembarco en el Andalús, con el cual Dios iba a dar victoria al rito hanefí. Vieron que la guerra volvía a encenderse y que suprimía todo intervalo; a principios de Junio, cuando suele salir el enemigo a guerrearnos, aunque habíamos desembarcado, cuando ya había pasado la estación de las expediciones militares y no quedaba sino poco tiempo..., nos habían retrasado las dificultades que encontró la gente en el camino por las lluvias torrenciales, el fango que se pegaba a los pies de los hombres y a
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los cascos de los caballos, los torrentes que se desbordaban por las tierras firmes, como ríos crecidos que van espumosos, tanto, que arrastraron los puentes y dejaron infranqueables la mayor parte de ellos; pero la firmeza de voluntad que brilló en medio de estas dificultades y trabajos, sólo es conocida de Dios, que conoce los corazones. A pesar de la escasez del tiempo y de correr parejas lo que quedaba de la estación con la falta de medios materiales, no quisimos que terminase el año sin invadir el país de los infieles y hacerles renovar los pactos por la espada, para que no volviesen a quebrantarlos. En la fortaleza de Salvatierra se habían tendido las redes de la cruz y con ella era atormentado el corazón de la tierra musulmana; habían hecho de ella los cristianos como unas alas para ir a todas partes, y la habían dispuesto para que fuese la llave de las puertas de las ciudades y humillase a los amigos de Dios, con sus grandes torres y fosos. Estaba por todas partes rodeada de tierras musulmanas y la tenían los infieles como un lugar de peregrinación y de guerra santa; servíanla sus reyes y sus frailes, sus tierras y sus dineros y la miraban todos como la defensa de sus casas y el lugar de expiación de sus pecados. Pero lo que sucedió fue, que los almohades la hicieron en una de sus expediciones escalón de sus pies y techo bajo el cual se recogiesen; no se había formado el proyecto, cuando ya los infieles se vieron obligados a cesar en sus incursiones; los almohades los desalojaron, en un abrir y cerrar de ojos, del castillo y lo poseyeron hasta el día de hoy: todo está sujeto al juicio de Dios. Aumentó con esto la desgracia de los infieles, y si no fuera por su hábito de sufrir males, inútiles les hubieran sido las armas y los arqueros; no sabía aquel pueblo que la obra de Dios iba en aumento y que sus buenos auspicios se iban renovando y que ellos habían venido en un tiempo en que habían de salir mentirosas sus presunciones y habían de ver sus ojos lo que no esperaban. Invocamos a Dios en nuestro campamento, hicimos todo lo necesario para merecer su apoyo y dijimos: «Esta es la mano diestra del señor de s»Castilla; si la cortamos, ahorraremos a ese infame el moverse con ella, y »será ésta la mejor prueba de su impotencia». Luego enviamos contra ella bandas de caballos árabes, una tras otra, y los dirigimos un poco delante de nosotros contra sus defensores; aparecieron en la explanada del castillo 400 orgullosos caballeros que combatieron a los nuestros. Luego avanzamos en pos de ellos con nuestro ejército, y antes de descabalgar y de echar mano a los aceros y a las lanzas, los saludó nuestra gente con un ataque rápido y mortífero, se apoderó de sus arrabales, que estaban en una pendiente, y les dio fuego por todas partes; luego mandamos disponer las máquinas, que se acercaron a la fortaleza, arrojando piedras como montañas, al mismo tiempo que caía sobre sus defensores una espesa nube de flechas, en la que unos
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hierros chocaban contra otros, y el que se libraba de las piedras como montañas, no se libraba de las flechas como nubes; columnas volantes fueron a los pocos días por Toledo y su comarca; el temor llenó todo el país y los cristianos temieron por su capital y desearon buscar descanso, aunque fuera en la muerte. La gente del castillo de Salvatierra salió, abandonándolo a los que tienen el cielo por recompensa; apenas salieron, purificó el castillo de sus inmundicias y cambió las campanas por almuédanos; la iglesia se transformó en mezquita donde se honrase a Dios y los musulmanes tuvieron una consolación, cual no la habían tenido desde hacía tiempo, y quedó Salvatierra en poder de los musulmanes con la fecha citada.» El año 609—comenzó 5 Junio 1212—se difundió la nueva en el Andalús, entre los jeques almohades, de que habían sido ejecutados los presos de Fez, que eran el gobernador de Ceuta y el de Fez. Recibió Aben Mezna la orden de matarlos a fines del año anterior, y fueron ejecutados, según se dice, a últimos de Dulhija o, según otros, a principios de Moharren de este año—Mayo o Junio de 1212—, Sacáronlos un viernes, después de la oración, ante millares de personas y los decapitaron, para escarmiento de los cuerdos y memoria de los irreflexivos. Este año fue la batalla del Uqab—las Navas—, que causó la ruina del Andalús; dirigióse el Miramamolín Anasir al país enemigo del maldito Alfonso con un gran ejército musulmán. Preparáronse los infieles y toda la gente de Castilla y de otros distintos reinos de la cristiandad, próximos a ella; encontráronse los dos ejércitos en el sitio llamado el Uqab y la victoria se declaró primero por los musulmanes, sólo que los almohades no se esforzaron, ni se portaron bien en esta expedición, por causa del castigo que Anasir impuso a los jeques almohades y por haberlos condenado a muerte y despojado por mano de Aben Mezna. El Barcelonés—Rey de Aragón— acudió a Alfonso con tres mil caballos...; volvieron la espalda los musulmanes y extendióse entre ellos la derrota. Permaneció Anasir con tal constancia, que casi se apoderó de su persona el enemigo, y ya llegaban a su lado las lanzas cristianas cuando buscó la salvación en la huida. Fue esta batalla el lunes 8—sic—de Safar del citado año. Cuéntase que algunos decían: «Esta inundación, di a Aben Mezna que la resista», aludiendo con esto al ministro que ejecutó a los jeques almohades. Anasir, disculpándose del resultado de esta batalla, escribió a Marráquex y a otras partes; citaré aquí algunos de sus capítulos. La carta es de Aben Aiax. «Hasta ahora os ha protegido Dios y os ha ayudado según su voluntad. El rey de Castilla, viéndose el año pasado impotente para triunfar, se ocultó en su país hasta de la vista de los hombres y se decidió a implorar el auxilio de los reyes de su religión, para que le socorriesen a precio de dones y regalos, por ver si en ellos encontraba remedio a su
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impotencia. Fueron sus frailes y sacerdotes desde Portugal hasta Constantinopla, gritando desde el mar de los griegos hasta el mar verde: «Socorro, socorro; misericordia, misericordia!». Llegaron los siervos de la Cruz, de todo desfiladero profundo y de todo país lejano, acudiendo día y noche de las cumbres de las montañas y de las playas de los mares; fueron los primeros en acudir los francos, que se extienden por las regiones del Este y del Norte; siguiólos el Barcelonés con lo que disponía de hombres y socorros; el rey de Navarra estaba sometido a la protección de los almohades y recibía socorros pecuniarios de ellos con gran largueza; pero maldíjolo el señor de Roma, si no guerreaba al lado de su gente y se unía a los príncipes de su religión; unióse pues a este ejército con ardor y se metió en aquel mar revuelto en el que todos invocaban la Cruz. «Nosotros invocamos al que oye y responde...; cuando nos movimos con los almohades y demás musulmanes, vimos que el pueblo... y que había afilado en el camino de Dios sus espadas; supimos que la nación que no tiene igual en el mundo y que la sociedad que gobierna Dios y San Gabriel y los mejores creyentes y los ángeles..., después de esto, manifestó... el partido de Dios por el cual se ha honrado siempre el polvo y se ha glorificado la religión extraña en tiempo de la unidad y del extrañamiento. «Pedimos a Dios que nos guiara por el buen camino y que nos colocase en su mejor servicio, y le suplicamos que nos iluminase para bien del Islam. Llegamos delante de Jaén y nos establecimos allí por algunos días, esperando a que decreciese el Guadalquivir, cuya corriente iba níuy hinchada y con su crecida por la parte del Norte había borrado los Vados..., con-lo que cuidábamos de la buena administración y del tesoro, que es lo más importante. »Los infieles entre tanto se reunían en Toledo, como langostas, por su número y por los daños que habían de hacer; el señor de Castilla los trataba con afecto y paciencia, permitiéndoles devastar sus tierras y comprándolos con los bienes de sus subditos y soldados. Nosotros supimos con certeza que reunió...; cuando decreció el Guadalquivir, entramos en campaña con nuestras tropas; movióse también con rapidez el infiel y destruyó los castillos fronteros que hallaba en su camino. Luego los dos ejércitos se batieron en el sitio llamado..., entre los musulmanes y sus enemigos en un día de estrellas aciagas. Esperamos que lo tenga Dios en cuenta y que reciba nuestras obras; apretó el combate y no tuvieron valor las vidas, pero quiso Dios purificar a los creyentes y afligir a los infieles; así que la amargura de aquel día fue sobre todo para los seguidores de la Cruz y el buen resultado sólo para la gente del Islam...; separáronse los dos ejércitos; los flancos de los musulmanes quedaron bien guardados por el poder de Dios... el libro de ellos; no hiere la gue-
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rra a ninguno ni falta de su número nadie... En estas luchas ha querido Dios que haya alternativas y que sean como un circo para las naciones... los soldados numerosos, los estandartes desplegados, persiste la constancia y las recompensas de Dios están preparadas. »No temáis; mirad nuestra mayoría sobre los infieles y el auxilio contra ellos de los ángeles de Dios, que son los mejores auxiliadores. No dejará Dios a los creyentes hasta tomar venganza de sus enemigos, ni abura camino a los infieles sobre los musulmanes. Os hemos hecho saber esto para que conozcáis la batalla tal como ha sido y los hechos en su realidad, para que veáis que no han tenido muertos los almohades y que no han sido alcanzados ni muchos ni pocos. Dado a fines de Safar de 609—31 de Julio de 1212—». El año 610—1213—murió Anasir: sucedió que, después de esta gran derrota, tomó la vuelta del Magreb y se instaló en Marráquex y ya no hizo ninguna expedición, hasta que murió en su capital, el martes 10 de Xaabán de este año. Dícese que algunos de sus visires sobornaron a uno para que lo envenenase, porque temieron que los matase en pago de sus malas obras.
II El Marráquexi. Jfisforia de los almohades. Z^exto árabe, editado por T)o^y, págs. 234- y siguientes Rompióse el pacto existente entre Anasir y Alfonso, y pensó el Miramamolín en hacer una expedición al país de los cristianos; salió con su ejército y pasó el Estrecho, el mes de Dulcada de 607—15 de Abril a 16 de Mayo 1211 — , y fue a parar en Sevilla, según la costumbre de sus antepasados. Detúvose allí lo que quedaba de aquel año, y al comenzar el siguiente de 508—empezó en 15 Junio 1211—entró por tierras de cristianos y sitió un gran castillo muy defendido, llamado Xalbatierra —Salvatierra—, que quiere decir en árabe tierra blanca, sólo que los dos términos están invertidos, según la costumbre de la lengua extranjera. Lo ganó después de porfiado cerco; su padre —Yacub—lo había sitiado antes durante algunos días, pero luego lo dejó por compasión hacia los musulmanes y por miedo a los trabajos que habrían de sufrir en el asedio. La toma de este castillo amedrentó a los cristianos, y con el temor que concibieron, salió Alfonso a las más apartadas regiones cristianas, convocando a todos los grandes, caballeros y hombres esforzados que querían seguirle. Reuniósele una gran muchedumbre no sólo de la península, sino
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también de Oriente, tanto que llegó su clarín hasta Constantinopla. Se le unió el señor de Aragón, llamado el Barcelonés... Después que el Miramamolín volvió1 de esta expedición a Sevilla, convocó a las gentes de los más remotos países y se le reunió una gran multitud, con la cual salió de Sevilla a principios del año 609—comenzó el 3 de Junio de 1212—y fue a Jaén, donde se detuvo para atender a sus fines y preparar sus tropas. Alfonso salió de Toledo con un poderoso ejército y fue a acampar sobre Calatrava, que era de los musulmanes, por haberla tomado Almansur Abu Yusuf en la gran batalla—de Alarcos—. Los musulmanes que la ocupaban se la entregaron, después que les prometió la vida salva; lo cual fue causa de que gran número de cristianos abandonasen a Alfonso, pues al ver que no les permitía degollar a los musulmanes de Calatrava, le dijeron: «Nos has traído únicamente para conquistar tu tierra por nuestro medio y nos impides el saquear y matar a los musulmanes; para esto no tenemos por qué acompañarte». Salió el Miramamolín de Jaén y se encontró con Alfonso en el sitio llamado el Uqab, cerca del castillo de Salem; preparó Alfonso sus tropas, puso en orden a los suyos y cayó de improviso sobre los musulmanes, que no estaban preparados, derrotándolos, con muerte de innumerables almohades. Pero la causa principal de este desastre fueron las discordias de los mismos almohades, porque, según un decreto del sultán Yaqub Abu Yusuf, debían recibir donativos cada cuatro meses y nunca les habían faltado; pero en tiempo de Anasir se retardaban mucho tales liberalidades y, sobre todo en esta expedición, ellos lo achacaron a los visires; así que salieron de muy mal talante. He oído que muchos de ellos no desenvainaron sus espadas ni aprestaron sus lanzas, ni hicieron prevención alguna para la batalla, sino que se desbandaron a la primera acometida de los francos. El Miramamolín resistió este día con constancia no igualada por rey alguno. Si no es por su firmeza, hubiera sido exterminada o cautivada toda aquella multitud; de allí volvió Anasir a Sevilla, donde se detuvo hasta el mes de Ramadán—Febrero de 1215—, luego pasó el mar y se dirigió a Marráquex. Fue esta gran derrota de los musulmanes en lunes, a mediados de Safar de 609. Alfonso, después de llenar sus manos y las de sus compañeros con las riquezas y bienes de los musulmanes, partió de este sitio y dirigióse a Baeza y Ubeda; a Baeza la encontró abandonada o poco menos; quemó sus casas y destruyó su mezquita mayor; luego sitió a Ubeda, donde se había refugiado gran número de fugitivos de las Navas y de Baeza con la gente de la misma Ubeda; cercóla trece—tres—días y la tomó por asalto; mató, cautivó, saqueó y se fue con [tantos cautivos, que se llenó de ellos la tierra de los cristianos; fue esta calamidad más grave que la derrota de Hisn-el-Uqab.
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No se movió Anasir en todo el año 609 y parte del 610—1213—, hasta que murió en el mes de Xaabán; hay divergencias acerca de la causa de su muerte; lo más cierto parece que perdió el habla por una inflamación del cerebro el viernes, faltando quince días de Xaabán—27 de Diciembre de 1213—; quedó sin habla hasta el martes siguiente; los médicos le aconsejaron que se sangrase, pero él rehusó y murió el miércoles, faltando diez días de Xaabán, año 610—2 Enero 1214—.
III Historia de los bereberes, tomo II, página 195 y siguientes, texto árabe
ABEN JALDÚN:
Anasir, al saber que los cristianos se habían apoderado de varias fortalezas de la provincia de Valencia, se preocupó mucho y escribió al jeque Abu Mohamed el hafsí, consultándole sobre la conveniencia de hacer urja expedición al Andalús. Aunque la respuesta fue desfavorable a su propósito, Anasir salió de Marráquex el año 607—1211—y se dirigió a Sevilla, donde estableció su cuartel general e hizo los preparativos para entrar en campaña. Invadió el territorio de Alfonso y tomó el castillo de Salvatierra; pero viendo luego que la nieve había bloqueado el camino que pensaba seguir, dejó tiempo al rey cristiano para sitiar a Calatrava. Yusuf ben Qades, alcaide de la fortaleza, se vio tan apretado que hubo de entregarla al enemigo para conseguir la vida salva. Como luego fuese a presentarse a Anasir, éste mandó darle muerte. Anasir condujo entonces su ejército a El-Uqab, donde el rey cristiano, sostenido por el rey de Barcelona, le esperaba, dispuesto a atacarle. Tuvo lugar la batalla a fines de Safar de 609, y aunque los musulmanes demostraron mucho Valor, sufrieron una derrota completa. Anasir volvióse a Marráquex, donde murió el mes de Xaabán del año siguiente. Alfonso había hecho un pacto secreto con su pariente el Baboso, rey de León, para que éste, después de aliarse con Anasir, lo abandonase de improviso, provocando así la derrota de los musulmanes. Tras este desastre los vencedores invadieron el Andalús con ánimo de devastar el territorio musulmán; pero el sid Abu Zacaría, hijo de Abu Hafs y nieto de Abdelmumen, cayó sobre ellos en las cercanías de Sevilla y los obligó a retirarse, con lo cual se reanimó por algún tiempo el valor de los musulmanes.
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IV
El Qartás. peinado del Mirctmamolin Anasir ben Almctnsur ben Abd~el~Aumen ben Ali. Aezfo árabe, edición Zornberg, päqs. 152 a 160. El Miramamolín Mohamed ben Yaqub ben Yusuf ben Abd-el-Mumen ben Ali el zeneta, el qumi, el almohade fue hijo de una mujer noble, Amma-Ala, hija del sid Abu Ishaq ben Abd-el-Mumen ben Ali. Se apellidó Anasir Lidín Allá y grabó en su anillo: «En Dios he confiado, que es mi esperanza y el mejor tutor». El encabezamiento de sus cartas era: «Alabanzas a Dios solo». Era blanco, de estatura cumplida, delgado, de hermosos ojos negros, de barba poblada y cejas espesas; no llegó a dominar en su imperio, sino después de grandes esfuerzos; se guiaba por su propio criterio en el gobierno y administraba el reino por sí mismo. Sus visires fueron Abu-el-Xahid y Aben Mezna; su hagib y primer ministro, Abu Said ben Yamaa, que se alzó con ambos cargos. Fue proclamado Anasir en vida de su padre y se le renovó el juramento de fidelidad en la mañana del viernes, día siguiente a la noche en que murió su padre. Lo reconocieron todos los países sometidos a los almohades y su nombre fue invocado en todos los almimbares; permaneció en la capital, Marráquex, el resto del mes de Rebía-el aual y todo Rebía el tani; a principios de Yumada-el aual del año 595—Marzo de 1199—salió para Fez, donde pasó el resto del año; de allí se encaminó a las montañas de Gomara para combatir a Aludan el Gomari, que se había sublevado en ellas. Regresó luego a Fez y construyó la alcazaba y las murallas que había mandado arrasar sü abuelo Abd-el-Mumen cuando la tomó; permaneció en Fez hasta el año 598 —empieza Octubre 1201 —. [Sigue el relato de sus expediciones a Ifriquía y Mallorca, fundación de Uxda y obras realizadas en F e z ] Pasó Anasir en Marráquex los años de 605 y 606—Julio 1208 y 1209 a Julio 1210—; recibió nuevas de que, en el Andalús, Alfonso invadía las tierras musulmanas, y cayendo sobre aldeas y castillos, mataba a los hombres y robaba las mujeres y haciendas. Los andaluces pidieron auxilio al Miramamolín, que se decidió a hacer la guerra santa. Repartió dinero entre los caídes y soldados y escribió a todo el Ma-
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greb, Ifriquía y países del Sur, convocando a los musulmanes para la guerra contra los infieles. Innumerables acudieron a su llamamiento, y cada cábila del Magreb contribuyó con un número determinado de caballos y peones que le acompañasen a la guerra santa; reuniéronsele soldados de todas partes y acudieron a él tropas ligeras y pesadas de todas partes. Cuando todo el ejército y todos los legados de las tribus estuvieron reunidos, salió de Marráquex, el 19 de Xaabán de 607—5 Febrero 1211—; llegó a Qasar el Yuaz, donde acampó y comenzó a transbordar su gente: el paso de los ejércitos, de las cábilas, caballos y pertrechos duró desde el primero de Xaual—18 Marzo—hasta el fin de Dulcada del año 607—15 Mayo 1211—. Cuando todos los combatientes cruzaron el Estrecho, pasó Anasir; tomó tierra en la playa de Tarifa el lunes 15 de Dulcada—9 Mayo—. Salieron a su encuentro todos los caídes del Andalús, alfaquíes y santos para saludarle: detúvose tres días en Tarifa, al cabo de los cuales se dirigió a Sevilla con un ejército innumerable que, como langostas que levantan el vuelo, llenó montes y valles y encontró estrechas las llanuras, los collados y las hondonadas. Anasir se envaneció ante aquel inmenso ejército y lo dividió en cinco cuerpos: el primero, de árabes; el segundo, de zenetas, masmudíes, gomaras y demás cábilas del Magreb; el tercero, de los voluntarios, que eran 160.000 entre infantes y jinetes; el cuarto, de andaluces, con sus caídes y auxiliares, y el quinto, de almohades; mandó que cada cuerpo acampase aparte. Llegó a Sevilla el 19 de Dulhija de 607—1.° Junio 1211—y en ella estableció su cuartel general; toda la tierra de los cristianos se conmovió con la nueva de su llegada, y el miedo se apoderó de los corazones de sus reyes. Fortificáronse en su país, abandonando el territorio próximo a los musulmanes, con sus aldeas y castillos, y la mayor parte de sus emires escribió al Miramamolín, saludándole y pidiéndole perdón. Uno de ellos, el rey de Bayona, vino humilde a saludarle y pedirle la paz y el perdón; cuando este maldito supo que el Miramamolín había llegado a Sevilla, entró en temor y se apresuró a buscar un medio para salvarse a sí y a su país; envióle un embajador, pidiéndole licencia para ir a verlo; concediósela el Miramamolín y escribió a todas las ciudades del Andalús, por donde había de pasar el infiel, para que lo hospedasen a su paso durante tres días, y cuando al cuarto se decidiese a partir, le retuviesen mil de sus soldados. Salió, pues, el maldito de su corte con su ejército para ver al Miramamolín: cuando llegaba a una ciudad musulmana le salían a recibir los caídes de ella con sus soldados y gran número de ciudadanos muy ordenadamente; lo hospedaban con esplendidez tres días, y cuando se iba a poner en marcha, le retenían mil caballeros de su ejército, haciendo así
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con él hasta que llegó a Carmona, cuando ya no le quedaban más que mil caballos; hospedóse en ella tres días, y al querer salir al cuarto día, le quitaron los mil soldados que le quedaban. «¿Cómo me los quitáis—dijo él a los caídes de la ciudad—, si ya no me queda otra escolta que ésa?»; respondiéronle que iría bajo la protección del Miramamolín y a la sombra de sus armas. Salió el rey cristiano de Carmona con sus familiares, su esposa, sus criados y los presentes que llevaba para Anasir; la carta, entre otros, del Profeta a Heraclio, rey de los griegos, a fin de valerse de su intercesión y demostrar, al mismo tiempo, que su trono lo había heredado de sus padres y abuelos, los cuales le habían dejado esta carta envuelta en un paño verde y guardada en una caja de oro llena de almizcle, en señal de respeto y estimación. Anasir mandó que se pusieran soldados desde la puerta de Carmona hasta la de Sevilla y que se desplegasen ante él jinetes y peones en dos filas, a derecha e izquierda, con los más hermosos trajes y las mejores armas, en una extensión de cerca de cuarenta millas desde Carmona hasta Sevilla. El rey de Bayona avanzó a la sombra de las espadas y lanzas de los musulmanes; cuando se acercó a Sevilla, mandó Anasir plantar la tienda roja fuera de la ciudad, en el camino de Carmona, y poner en ella tres asientos. Preguntó quién sabía la lengua extranjera entre los caídes; dijéronle que Abu-el-Yuiuch; hizo que viniese a su presencia y le dijo: «Abu-el-Yuiuch, este impío ha venido a verme y tengo que honrarlo; si me levanto de mi asiento cuando entra y me quedo en pie, obraré contra la Sunna, al levantarme ante un hombre que es infiel a Dios; si por el contrario sigo sentado, cometeré una falta con él, pues es un gran rey que viene a visitarme. Siéntate tú en el asiento que hay en medio de la tienda, y cuando el infiel entre por una puerta, entraré yo por la otra; tú entonces te levantas, y tomándome por la mano me sientas a tu derecha; haces luego lo mismo con él, lo sientas a tu izquierda y después nos sirves de intérprete». Sentóse pues el caíd Abu-el-Yuiuch en medio de la tienda, y cuando entraron los reyes, puso al Miramamolín a su derecha y al rey de Bayona a su izquierda. Luego dijo a este último: «Este es el Miramamolín». Saludólo el rey y se entretuvieron conversando un rato. Montó después a caballo Anasir, y el rey de Bayona un poco detrás de él; cabalgaron también los almohades y todo el ejército; la gente salió a recibirlos, los habitantes de Sevilla hicieron gran fiesta y fue éste un día célebre. Entró Anasir en Sevilla seguido del rey de Bayona, lo aposentó ene interior de la ciudad, le hizo grandes regalos y pactó con él y sus descendientes paz eterna, para mientras durase la dinastía almohade; luego lo envió a su país honrado y cargado con todo lo que había pedido. Inmediatamente salió Anasir contra Castilla, el 1.° de Safar de 608 —15 Julio 1211—, y acampó sobre Salvatierra, castillo muy fuerte en la
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cima de una alta montaña coronada de nubes y que no tenía acceso más que por un sendero entre peñascos y angosturas. Rodeóla con sus soldados y comenzó a batirla, levantando contra ella cuarenta máquinas y devastando sus huertas sin resultado alguno. Su visir Abu Said ben Yamaa no era noble de origen entre los almo. hades, y cuando obtuvo el visirato dióse a humillar a los jeques almohades y a despreciar a los más nobles de entre ellos; con lo cual, muchos de los que tenían parte en el gobierno, se apartaron del trato de Anasir, quedándose el visir solo en e] poder en compañía de un tal Aben Mezna; Anasir no decidía nada sin su consejo. Cuando pasó junto a esta fortaleza en dirección a Castilla se admiró de su inexpugnable posición, y le dijeron ellos dos: «¡Oh Miramamolín!, no pases adelante sin tomarla; ésta será tu primera conquista, si Dios quiere». Dícese que se detuvo ante este castillo tanto tiempo, que anidaron las golondrinas en su tienda, empollaron y sacaron las crías a volar, mientras él seguía en el cerco, que fue de ocho meses. Llegó con esto el invierno, arreció el frío, faltaron los forrajes, se corrompiéronlas provisiones, acabáronse los recursos, se cansaron los ánimos y pervirtióse la intención con que habían emprendido la guerra santa, se desesperó la gente en aquel campamento tan largo, les interceptaron los víveres y su precio encareció mucho. Cuando Alfonso se cercioró de aquel estado de cosas y supo que el poder de los musulmanes se había debilitado y su ardor por la guerra se había extinguido, dispúsose a tomar venganza. Levantó sus cruces insensatas en todos los países infieles y acudieron los reyes cristianos con sus ejércitos magníficamente equipados, llenos de fuego para combatir. Se le allegaron también los siervos de Santa María y en todos se vio un entusiasmo gentílico. Cuando tuvo consigo todo su ejército y recibió a todos sus auxiliares, avanzó contra un castillo frontero de los musulmanes, llamado Calatrava, defendido por el noble, valiente y célebre caíd Abu-el-Hayay ben Qades, con setenta caballeros musulmanes. Cercólo Alfonso y comenzó a combatirlo y apretarlo, pero Aben-Qades resistía los asaltos y enviaba todos los días correos al Miramamolín Anasir, dándole cuenta de su estado y pidiéndole socorro contra sus enemigos, pues se veía en el último aprieto. Mas el visir guardaba sus cartas al llegar a sus manos y no se las leía al Miramamolín, para que no levantase el cerco de Salvatierra sin tomarla; así traicionaba a Anasir y a todos los musulmanes, pues no le daba cuenta de las cosas de su imperio ni de los-asuntos de sus subditos y le ocultaba los negocios más graves, que no debía ignorar ni dejar de resolverlos por sí mismo. Cuando Aben Qades perdió las fuerzas en sitio tan prolongado y quedó sin flechas y sin esperanzas de socorro, temió que el castillo fuese
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tomado por asalto con daño de los musulmanes, de las mujeres y los niños que en él había y lo entregó a Alfonso, obteniendo la vida salva para todos sus defensores; al evacuar los musulmanes a Calatrava, la ocupó el enemigo, y Aben Qades se fue a presentar al Miramamolín seguido de su cuñado, que era tan valiente como él. Aben Qades le exhortó a-que se volviese y le dejase ir solo. «Vuélvete, le decía, porque no hay duda que me van a matar y no podré sobrevivir a esta jornada; pero he vendido mi vida a Dios para salvar a los musulmanes que había en el castillo.» Su cuñado le respondió: «No tiene encantos la vida para mí, después de tu muerte». Cuando llegaron al campamento de Anasir, les salieron a recibir y a saludarlos los caídes del Andalús; al saber su llegada salió apresurado el visir y mandó a los negros que los desmontasen con violencia y que los aherrojasen: en seguida entró a ver al Miramamolín. Aben Qades le pidió entrar en su compañía, pero el visir le respondió: «No entra a ver al Miramamolín ningún infame». Entró él solo y engañó de tal modo a Anasir, que éste mandó darles muerte; salió el visir e hizo que los alanceasen al instante. Irritóse la gente con su muerte y odió a Anasir; pervirtióse la buena voluntad de los caídes andaluces, y Aben Yamaa, yendo a las tiendas de la zaga, mandó convocarlos y, reunidos, les dijo: «Abandonad el ejército almohade, pues no tenemos necesidad de vosotros, como dice Dios: Si
salen con vosotros no os servirán sino de daño y meterán entre vosotros el desorden. Después de que acabemos esta expedición, examinaremos la causa de todos los perversos». Cuando supo Anasir que Alfonso venía contra él y que se había apoderado de Calatrava, que era el mejor castillo frontero de los musulmanes, lo sintió tanto, que dejó de comer y beber y cayó enfermo de pesar. Apretó con esto el cerco de Salvatierra, gastó grandes tesoros en combatirla y al cabo la tomó por capitulación, al fin de Dulhija de 608—fines de Mayo de 1212—. Al oir Alfonso que Anasir había tomado a Salvatierra, se dirigió contra él, con todos los reyes cristianos que le acompañaban y con sus ejércitos. Al saberlo Anasir, le salió al encuentro con las tropas musulmanas; avistáronse los combatientes en el sitio llamado Hisn-el-Uqab; allí fue la batalla. Plantóse la tienda roja dispuesta para el combate en la cumbre de una colina: Anasir vino a ocuparla, sentóse sobre su escudo con el caballo al lado; los negros rodearon la tienda por todas partes con armas y pertrechos. La zaga con las banderas y tambores se puso delante de la guardia negra con el visir Abu-Said-ben-Yamaa. Dirigióse contra ellos el ejército cristiano en filas, como nubes de langosta; saliéronles al encuentro los voluntarios, que cargaron sobre ellos en número de 160.000, pero desaparecieron entre las filas de los cristianos, quienes los cubrieron
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y combatieron terriblemente. Los musulmanes resistieron heroicos, y todos los voluntarios murieron mártires, sin dejar uno; las tropas almohades, árabes y andaluzas los miraban sin moverse. Cuando los cristianos acabaron con los voluntarios cargaron sobre los almohades y los árabes, con inaudito empuje; mas al entablarse el combate huyeron los caídes andaluces con sus tropas, por el odio que había en sus corazones contra Anasir, a causa de la muerte de Aben Qades y de las amenazas que les había dirigido Aben Yamaa, al despedirlos. Cuando los almohades, los árabes y las cábilas bereberes vieron que los voluntarios habian sido exterminados, que los andaluces huían, que el combate arreciaba contra los que quedaban y que cada vez eran más numerosos los cristianos, se desbarataron y abandonaron a Anasir. Los infieles los persiguieron espada en mano, hasta llegar al círculo de negros y guardias que rodeaban a Anasir; pero los encontraron que formaban como un sólido muro, y no pudieron abrir brecha; entonces volvieron las grupas de sus caballos acorazados contra las lanzas de los negros, dirigidas contra ellos, y entraron en sus filas. Anasir seguía sentado sobre su escudo delante de su tienda y decía: «Dios dijo la verdad y el demonio mintió», sin moverse de su sitio, hasta que casi llegaron los cristianos junto a él. Murieron a su alrededor más de 10.000 de los que formaban su guardia; un árabe entonces, montado en una yegua, llegóse a él y le dijo: «¿Hasta cuándo vas a seguir sentado?, ¡oh Miramamolín! Se ha realizado el juicio de Dios, se ha cumplido su voluntad y han perecido los musulmanes». Entonces se levantó para montar el veloz corcel que tenía al lado; pero el árabe, descabalgando de su yegua, le dijo: «Monta en ésta, que es de pura sangre y no sufre ignominia; quizá Dios te salve con ella, porque en tu salvación está todo nuestro bien». Montó Anasir la yegua, y el árabe su caballo, precediéndole, y rodeados ambos por un fuerte destacamento de negros, a cuyos alcances iban los cristianos. El degüello de musulmanes duró hasta la noche, y las espadas de los infieles se cebaron en ellos y los exterminaron completamente, tanto, que no se salvó uno de mil. Los heraldos de Alfonso gritaban: «Matad y no apresad; el que traiga un prisionero será muerto con su prisionero». Así que no hizo el enemigo un solo cautivo este día. Fue esta terrible calamidad el lunes, 16 de Safar de 609—16 de Julio de 1212—; comenzó a decaer el poder de los musulmanes en el Andalús, desde esta derrota, y no alcanzaron ya victorias sus banderas; el enemigo se extendió por ella y se apoderó de sus castillos y de la mayor parte de sus tierras, y aun hubiera llegado a conquistarla toda, si Dios no le hubiese concedido el socorro del emir de los musulmanes Abu-YusufYacub ben-Abd-el-Haq, que restauró sus ruinas, reedificó sus alminares y devastó en sus expediciones el país de los infieles.
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De" vuelta de Hisn-el-Uqab, íué Alfonso contra la ciudad de Úbeda y la ganó a los musulmanes por asalto, matando a todos sus habitantes, grandes y pequeños; y así siguió conquistando el Andalús, ciudad tras ciudad, hasta apoderarse de todas las capitales, no quedando en manos de los musulmanes sino muy poco poder. Sólo le impidió apoderarse de este resto de botín la protección divina por medio de las dinastías de las Benimerines. Dícese que de todos los reyes cristianos que asistieron a la batalla de Hisn-el-Uqab y que entraron en Ubeda, no hubo uno que no muriese aquel año. Cuando Anasir volvió de la derrota de Hisn-el-Uqab dirigióse a Sevilla y entró en ella en la última decena de Dulhija: se había envanecido con esta expedición por la grandeza de su ejército y el número de sus auxiliares^ pues reunió para esta jornada más soldados que nadie antes de él. El cuerpo de voluntarios se componía de 160.000 infantes y jinetes; el grueso del ejército, de 300.000 hombres; los negros, que iban delante de él en la guerra y que formaban su guardia, eran 30.000; los arqueros y agzaz, 10.000; esto sin contar los mercenarios almohades, zenetas, árabes, etc. Confiado en lo grande de su ejército, se creyó invencible, pero Dios le mostró este prodigio, para enseñarle que la victoria es suya, y que el poder y la fuerza están en su mano. Cuando Anasir entró en Marráquex de vuelta de Hisn-el-Uqab, hizo proclamar a su hijo Sid Abu Yacub Yusuf, apellidado el Múntaser; reconociéronle todos los almohades y fue invocado su nombre en todos los almimbares en la última decena de Dulhija de 609—fin de Abril de 1213—. Proclamado su hijo, entró Anasir en su palacio y se aisló de los hombres, engolfándose en los placeres y dándose a la bebida, mañana y tarde, hasta el mes de Xaaban de 6 1 0 - D i c . 1213-Enero 1214—, en que murió envenenado por orden de sus visires, que sobornaron a una de sus mujeres, para que lo envenenase con una copa de vino, que lo mató instantáneamente; él había decidido asesinarlos, pero le tomaron la delantera. Murió el miércoles 11 de Xaaban de 610—25 Dic. 1213—en su palacio de la alcazaba de Marráquex; reinó 5.451 días, o sea 15 años, 4 meses y 8 días, desde el viernes 22 de Rebia-el aual del año 595 —22 Enero de 1199—, en que fue proclamado al morir su padre, hasta el martes 10 de Xaaban del 610—24 Dic. 1213—, en que murió envenenado.
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V Aim acari. Jfistory of the Jyfo/jammedan dynasties in Spain, edic. Cayancos, tomo II, págs. 323 y 324-. A Yacub Almansur sucedió su hijo Abu Abdala Mohamed, por sobrenombre Anasir li-din-Alla—el defensor de la religión—, cuyo reino fue tan fatal a los musulmanes, sobre todo a los del Andalús. Habiendo reunido el año 609—1212—un ejército de más de 600.000 hombres, no sólo no hizo nada provechoso para la religión, sino que sufrió la derrota más completa que han experimentado las armas del Islam.
El autor de Addajirat assiniat ft tari] daulat almeriniat dice que Anasir se complació tanto con el número de sus soldados, que se tuvo por invencible. Los francos, por otra parte, hicieron sus preparativos y ganaron la célebre batalla de el-Uqab, que perdieron los musulmanes y cuyas consecuencias fueron que la mayor parte del Magreb quedara desierto y que los francos conquistasen la mayor parte del Andalús. De los 600.000 hombres que entraron en la batalla, muy pocos escaparon; algunos autores afirman que no pasaron de mil. Esta batalla fue una catástrofe, no sólo para el Andalús, sino para todo el Magreb, y la derrota se debe atribuir a la mala dirección de Anasir; porque siendo los musulmanes del Andalús aguerridos y estando habituados a luchar con los cristianos, este sultán y su visir prescindieron por completo de sus consejos y aun ofendieron a varios de ellos: las consecuencias fueron que los caídes andaluces se disgustaron y los cristianos ganaron fácilmente la victoria. Sea de esto lo que fuere, es lo cierto que esta derrota se debe de tener por la verdadera causa de la subsiguiente decadencia del Magreb y del Andalús: del primero, porque las pérdidas sufridas en la batalla fueron tan grandes, que sus regiones y ciudades quedaron casi despobladas; del segundo, porque el enemigo de Dios pudo desde aquel momento extender sus conquistas.
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VI Manuscrito i?úm. 6o de la Academia de la Historia. €s el tomo XXII de la J{istoria Universal es~ criia por Jlhmed ben j/fbdelua/jab ben Jyfo/jamed ben j/îbâedâaim, conocido por jÇnnouairi. folio 24-1 v. A principios del año 608, dirigióse Anasir contra el país de los cristianos en son de guerra y íué a sitiar la fortaleza de Salvatierra, que tomó; Alfonso reunió contra él un gran ejército de España, Oriente y Constantinopla; encontráronse los dos ejércitos en el sitio llamado el Uqab; cayó Alfonso sobre los musulmanes, que no estaban prevenidos, y los derrotó; fueron muertos muchos almohades, y el emir Anasir se mantuvo con constancia no vista en ningún rey antes de él, sin lo cual hubieran sido todos exterminados. Fue esta derrota en lunes, a mediados de Safar del año 609; de allí se dirigió Alfonso contra Baeza y encontróla abandonada; encaminóse luego a Úbeda, donde halló muchísimos musulmanes de los fugitivos de la batalla y de la gente de Baeza; sitió a Úbeda trece—tres—días y la tomó por asalto, cautivó y saqueó, y fue esta desgracia más dura para los musulmanes que la misma derrota de Hisn-el-Uqab.
VII El Istiqsa del Selaui. Zexto árabe. Tomo 1, pág. 191 y siguientes. €xpedición de las J/avas. Por entonces-604—llegó la noticia a Anasir, estando en Marráquex, de que Alfonso se extendía por las fronteras de los musulmanes en el Andalús, de que devastaba sus alquerías, robaba sus bienes y cautivaba sus mujeres y niños; preocupóse e inquietóse con esto y escribió al jeque Abu Mohamed Abd-el-Uahed ben Abu Hafs, señor de Ifriquía, consultándole sobre la expedición al Andalús. Este le aconsejó que no la emprendiese, pero Anasir no le atendió y se dispuso en seguida para la guerra santa. Era Anasir muy pagado de su propio parecer y muy independiente en la administración de los negocios.
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Distribuyó dinero a los caídes y soldados y escribió a todos los ciudadanos de Ifriquía, el Magreb y el Sur, convocando a los musulmanes para la campaña contra los infieles. Respondió a su llamamiento mucha gente, contribuyó cada una de las cábilas árabes con un determinado número de infantes y caballos, acudieron a él soldados de todas las demás regiones y se apresuraron a reunírsele tropas ligeras y de línea de campiñas y ciudades. Una vez que tuvo reunido todo el ejército, salió de Marráquex el 19 de Chaabán del año 607—5 de Febrero de 1210—, llegó al castillo del Paso—Alcázar-seguir—, donde se estableció y comenzó a transportarlas tropas desde el primero de Xaual hasta el fin de Dulcada—18 de Marzo al 15 de Mayo—. Allí salieron a su encuentro los caídes, alfaquíes y caudillos del Andalus; detúvose en Tarifa tres días y luego dirigióse a Sevilla con un ejército innumerable que cubría montes y valles. Dice un fidedigno historiador magrebí, que se reunieron con Anasir en esta expedición, entre magrebíes y andaluces, 600.000 combatientes. Anasir se envaneció a la vista de tanta multitud de soldados y se persuadió de que triunfaría; dividió su gente en cinco cuerpos: uno formado por los árabes, otro por los zenetas, sanhajas, masmudas, gomaras y demás cábilas del Magreb, el tercero por los voluntarios, el cuarto por los andaluces, y el quinto por los almohades, e hizo que cada cuerpo acampase aparte. Conmovióse todo el país de los francos con la noticia del paso de Anasir; el miedo se apoderó de sus corazones; diéronse a fortificar sus tierras y a abandonar las alquerías y castillos próximos a la frontera musulmana. La mayor parte de los emires cristianos escribió a Anasir pidiéndole la paz y demandando perdón; uno de ellos—el rey de Pamplona— acudió a él en persona, sometiéndosele engañosamente y pidiendo un tratado de paz. Dícese que llevó consigo una carta del Profeta dirigida a Heracllo, rey de lus gi iegus, y que él había heredado de ouo abuelos; valióse de su intercesión, y Anasir lo recibió solemnemente; dispuso que formasen sus tropas desde la puerta de la ciudad de Carmona hasta las puertas de Sevilla, en una distancia de 40 millas; luego firmó con él la paz, para mientras durase el imperio almohade, y lo envió a su país honrado y con todas sus peticiones cumplidas. Dice Aben Jaldún que quien vino a verse con Anasir en esta expedición fue el Bibujo—el Baboso—, uno de los tres reyes que concurrieron a la batalla de Alarcos, y fue—agrega—el que traicionó a Anasir el día de la batalla de Hisn-el-Uqab; presentóse a él aparentando amistad y entregándole riquezas; luego le hizo traición y causó su derrota. Salió Anasir de Sevilla para raziar las tierras de Castilla a principios de Safar de 608—mediados de Julio de 1211—y fue a poner sitio a Salvatierra, que es un castillo muy fuerte, colocado en la cumbre de una
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montaña, ceñido de nubes y al cual no se llega más que por un camino estrecho y áspero. Acampó sobre él Anasir, rodeólo con sus tropas, levantó contra sus muros cuarenta máquinas y destruyó sus arrabales, pero sin lograr nada contra el mismo castillo. Dicen que su visir Abu Said ben Jamaa se había apoderado del ánimo de Anasir y que había alejado de su persona a los jeques almohades más poderosos y entendidos, quedándose él solo en su intimidad. Él fue quien aconsejó a Anasir en esta expedición y sus consejos fueron la causa de la debilitación del imperio y de la desgracia de los musulmanes, porque como Anasir se cansase de sitiar a Salvatierra y se determinase a levantar el cerco, aconsejóle Aben Jamaa que no pasase adelante hasta tomarlo. Dícese que se detuvo en este asedio ocho meses, durante los cuales se corrompieron las provisiones, escaseó el forraje y se gastaron todos los recursos del ejército, amenguándose con ello sus ánimos y pervirtiéndose su buena intención. Fueron cortadas por el enemigo las comunicaciones del ejército, subieron los precios de las subsistencias, llegó el invierno con sus rigores y sufrieron los musulmanes toda suerte de males. Dícese que fue tan largo el cerco, que las golondrinas anidaron en un lado de la tienda de Anasir, criaron y sacaron a volar sus polluelos, sin que el sultán se moviese de allí. Tuvo noticias el maldito Alfonso del angustioso estado a que se veían reducidos los musulmanes, de su falta de provisiones y de sus resentimientos y divergencias de criterio; aprovechó la ocasión y envió por sus ciudades quienes reclutasen y convocasen a cuantos pudiesen llevar las armas, reuniendo así un ejército innumerable, con el cual se opuso a Anasir, sitiando a Calatrava. Teníala por entonces Abu el Hajaj Yusuf ben Qades, uno de los más esforzados caídes andaluces, que se había hecho morabito en aquel castillo, con cierto número de caballos para defenderlo y sostenerlo. Sitiólo Alfonso muy apretadamente, y Aben Qades escribía al Miramamolín, que estaba sobre Salvatierra, dándole cuenta de su situación y pidiéndole socorro; pero el visir Aben Jamaa, cuando llegaban las cartas de Aben Qades, no se las enseñaba a Anasir, para que no levantase el cerco de Salvatierra sin tomarla. Como se prolongase el asedio que sufría Aben Qades, y se viese sin provisiones ni medios de defensa, desesperó de recibir auxilios de Anasir, y compadecido de las mujeres y niños que había en el castillo, pactó con Alfonso la entrega de la fortaleza, a condición de que saliesen los musulmanes con la vida salva. Hízose así, ocupó Alfonso a Calatrava y fue Aben Qades a reunirse con Anasir y a darle cuenta en persona de lo sucedido. Acompañóle un yerno suyo; a pesar de la insistencia de Aben Qades para que se volviese, él se opuso y le dijo: «Si te matan, moriré contigo». Cuando se presentaron al visir, Aben Jamaa mandó encarcelarlos; luego entró a ver a Anasir y le dijo: «Aben Qades ha entregado
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el castillo al enemigo, después ha venido aquí y quiere verte». Anasir sé • hallaba predispuesto contra los andaluces y sospechaba de ellos que le ocultaban las cosas del enemigo cuando él estaba en Marráquex; así que, cuando llegó Aben Qades en esta ocasión, al oír las palabras de Aben Jamaa, mandó matarlo, y fue alanceado con su yerno. Irritáronse los andaluces contra Aben Jamaa y se torció su voluntad para con Anasir; notólo Aben Jamaa, y llamándolos ante sí les dijo: «Abandonad el ejército almohade, porque ninguna necesidad tenemos de vosotros, como dice Dios: «Si salen con vosotros, no os servirán sino de «desorden.» Después veré yo lo que hay que hacer con los malvados.» Cuando Anasir supo cuáles eran las fuerzas de Alfonso y cómo se había apoderado de Calatrava, que era el mejor castillo frontero de los musulmanes, sintiólo con tal vehemencia, que se abstuvo de comer y de beber, y llegó a enfermar de pena. Apretó luego el asedio de Salvatierra y gastó grandes sumas, hasta que la ganó por capitulación a fines de Dulhija del año 608-fin de Mayo de 1212—. Entonces avanzó Alfonso contra Anasir y éste contra Alfonso, encontrándose ambos ejércitos en el sitio llamado Hisn-el-Uqab; plantáronse el campamento de verano y la tienda roja de Anasir, preparada para la batalla, sobre la cumbre de una colina; el Miramamolín se sentó delante de ella sobre su escudo, y teniendo a su caballo preparado cabe sí; los negros, perfectamente armados, rodearon la tienda por todas partes, y la retaguardia, con tambores y banderas, se colocó delante de los negros, mandada por el visir Aben Jamaa. Avanzó todo el ejército franco contra las tiendas de los musulmanes, como langostas que alzan el vuelo; saliéronles al paso los voluntarios y cargaron sobre ellos en número de 160.000, pero desaparecieron entre las filas de los francos, que los cubrieron por completo; el combate fue encarnizado y murieron mártires todos los voluntarios, sin quedar uno. Entre tanto, las tropas de los almohades, árabes y andaluces los contemplaban, sin que nadie de ellos se moviese; cuando los francos acabaron con los voluntarios, cayeron todos con gran furia sobre los almohades y los árabes, y así que se trabó el combate entre ellos, huyeron los caídes andaluces con sus tropas, por el odio que habían concebido contra Aben Jamaa, a causa de la muerte de Aben Qades, primero, y de las amenazas y desvío con que los trató después. Acarrearon con eso la derrota de los musulmanes, siguiéronlos las cábilas bereberes, los almohades y árabes; los acuchillaron los francos, separándolos de Anasir, hasta llegar al círculo que en torno a él formaban los negros y su séquito; mas los encontraron como un muro sólido y no lograron nada contra ellos; entonces enviaron su caballería caparazonada contra las lanzas de los negros, enhiestas hacia ellos, y entraron en el círculo, mientras Anasir, sentado sobre su escudo a la puerta de su tienda,
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decía: «Fue verídico el Misericordioso y mintió Satanás». Ya casi llegaban a él los francos y habían muerto a su alrededor unos 10.000 negros, cuando se le acercó un caballero árabe montado en una yegua y le dijo: «¿Hasta cuándo vas a estar sentado, oh emir de los creyentes?; ya se ha realizado el juicio de Dios y se ha cumplido su voluntad y han sido exterminados los musulmanes». Levantóse entonces Anasir hacia su ligero corcel, que tenía cabe sí, y se disponía a montarlo, cuando descabalgando el árabe de su yegua le dijo: «Monta en ésta, que es de pura sangre y no sufre baldón; quizá Dios te salve con ella, porque en tu salvación está todo nuestro bien.» Montó Anasir la yegua, y el árabe en el caballo delante de él, rodeados los dos por un gran pelotón de esclavos, perseguidos por los francos, que iban en su alcance. Los heraldos de Alfonso habían lanzado el pregón de: «Matar y no apresar; el que venga con un prisionero, será muerto él y su prisionero». Cebáronse las espadas de los francos en los musulmanes hasta la noche. Fue esta gran batalla el lunes, 15 de Safar del año 609—16 de Julio 1212—. Fue decayendo desde aquel día el poder de los almohades en el Magreb y el Andalus y ya no consiguieron sus banderas victoria alguna sobre los francos, hasta que Dios reanimó al Andalús expirante, por medio del sultán victorioso Yaqub ben-Abd-el-Haq el Benimerín. Dice Aben Aljatib, que cuando Anasir llegó a Sevilla, pasó por las armas a muchos de los que le habían infundido sospechas.
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PUENTES CRISTIANAS
1007.
Mas acabauasse ya estonces el termino de las treguas que auie puestas fasta tiempo tasado con el Miramomelin, et despues que poblo Moya, esse mismo muy noble rey don Alffonsso, desseando morir por la íe de Jhesu Cristo, suífrie la dessondra passada de la batalla en que fuera uençudo en la de Alarcos, et suffriela sabiamientre pero non de coraçon. Et porque siempre desseaua grandes fechos et contendie en ellos, non quiso mas allongar la tregua con el Miramomelin, nin gela quiso demandar; mas como era rey libre en las cosas que eran de fazer et rey de muy grand coraçon, por amor de la fe, en el nombre Dios sennor de todo, mouio ell la guerra. Agora contaremos como se començo et se demedio et se acabo el fecho de la batalla de Hubeda.
1008. El capitulo de la prisión de Saluatierra, esto es, de como fue presa et la ganaron los moros. Sobre aquella prisión de Saluatierra cuenta ell arçobispo don Rodrigo, en la estoria en este logar, que se començo la guerra et la batalla por los mandaderos que audidieron y dantes entrel noble rey don Alffonsso et los moros. Et despues que los nuestros ouieron fecho algun destruymiento en tierra de Baesça et de Anduiar et en Jahen, el fijo del sobredicho rey de los moros, el que dizien Mahomat por nombre, ayuntado grand poder de sus yentes, veno et finco sus tiendas enderredpr de Saluatierra. Et como la ouiesse tenida cercada fascas III meses ya, et guerreado con estrumentos de muchas maneras, et muertos ya daquellos cristianos que eran dentro en el castiello piesca dellos et muchos llagados, et las torres et los muros crebantados, et muchos dessos cercados muertos de set: desto et de lo que eran muy combatudos, al cabo ouieronse de dar; et fue el castiello preso de moros en denosto de la fe cristiana, et fue Saluatierra perduda desta uez en la era de mili et CC et XL annos et andaua otrossi estonces ell anno de la Encarnación del Sennor en mill et CC et dos et contesçio esto en el mes de setiembre
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En aquel tiempo auie don Alffonsso el noble ayuntada su yent et su hueste cerca los términos de Talauera; et como quisiesse cometer de yr a la desseada suerte de la batalla et mayormientre por el afficamiento del inffante don Fernando, su fijo primero et heredero que gelo rogaua— pero demandaual que fiziesse la batalla, mas que la allongasse porall otro anno—ouo el su consseio mayor et mas affincado et mando allongar las dubdas de la batalla fastal otro anno que uinie y luego. Ca, segund dize el arçobispo, meior es et mayor pro allongar et esperar tiempo, que non la apressurada locura de la atreuençia, et esto es: que mayor seso es et mayor pro en las cosas dubdosas esperar tiempo para cuando omne pueda fazersu fecho a meioria de si, que non apressurarse con atrevieneia loca et cometer el fecho a su danno. Aun ua la estoria adelante en la cuenta desta razón de la batalla et diz: 1009.
El capitulo de la fabla de la batalla et de al muerte del inffante don Fernando.
Cuenta aqui assi la estoria: el moro, pues que gano la fortaleza daquel castiello de Saluatierra, tornosse con grand soberuia pora su tierra. Mas el rey don Alffonsso el noble, auido su consseio con ell arçobispo de Toledo et con los obispos de su tierra et con los grandes omnes de su regno, llamaron et dixieron todos, queriéndolo ell y diziendolo por la su boca, que meior era prouar en la batalla la voluntad del çielo et el periglo, que non uer tantos males de su tierra et tantos crebantos de sus sennorios; et fizo echar pregon por todas las prouincias de su regno que caualleros et peones, dexadas las uestiduras sobeianas con orofres et argenfres et qualquier otro affecto que a la cosa non pertenesçiesse, que se guisassen de armas et de las cosas que eran mester pora en batalla: et aquellos affectos con que non plazie a Dios en las cosas sobeianas, que ploguiesse estonces al muy alto, esto es a Dios, con las cosas que eran mester et provechossas a la batalla; et guisados desta guisa et con esta etttençion, que fuessen luego con ell. Et todos los del regno, del pequenno fastal grand, obedesçieron al noble rey et otorgáronlo; mas a todas estas cosas el muy dulce inffante don Fernando, fijo primero et heredero deste muy noble rey don Alffonsso, dando entendimiento conuinient a la su atemplança, a quien tomara en aquel tiempo la fiebre muy fuerte, acabo la uida deste mundo. Et fino ante que el termino de la batalla llegasse; en cuya muerte fue lloro a la tierra et lloro al padre que non auie conorte, ca se cataua et se reueye en el como en espeio de su vida, segund cuenta la estoria: ca era aquel inffante sperança de los pueblos, porque assi le onrrara Dios que todos le amauan; et lo que la edad no da a los adolescentes, esto es a los mocos que uan ya cresçiendo et uiniendo a tiempo de fer generación, dauagelo la gracia
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de la bienandanca de todos los sennales dé bien que Dios mostraua en el. Pues murió este infíante don Fernando çiertamientre en Madrit, en ell arçobispado de Toledo, en el mes de octubre, en la era de mill et CC et XLIX annos et andaua otrossi ell anno de la Encarnación del Sennor en mill et CC et XI annos. Et cuenta la estoria que vazio de annos—et esto es, que non auie aun dias porque mûrir deuiesse—mas lleno de gracia y de uertud, esse inffante don Fernando murió como es dicho. Et leuaronle dalli a enterrar en el monesterio de Sancta Maria la Real de las monjas que dixiemos çerca Burgos et dizenle las Huelgas; et fueron con el don Rodrigo arçobispo de Toledo et sus obispos et otros grandes omnes de seglares et de religiosos et con todos estos la muy noble et muy alta donna Berenguella su hermana, reyna de Leon, a quien después veno el regno de Castiella por heredamiento, dando ella a todos complidamientre et muy apuesto todo lo que era mester pora los officios dell enterramiento et de onrra, et otrossi de llanto et de dolor et de duelo; et assi se mostro aqui et fizo Dios esclaresçer el complimiento de las uertudes délia et el ensennamiento della, otrossi de la su natura omillosa a Dios, en que ella sobrepuiaua en piedad et en dar elmosnas, en que uençia a todos los otros de su llinnage con su muchadumbre de dar et de bien fazer; et desta guisa leuo complido a la sepultura al cuerpo dell inffant don Fernando et a todas las otras compannas que yuan y. Mas el noble rey don Alffonsso, su padre, non reçibie conorte de la muerte del fijo, sinon en los grandes fechos que ell amaua, tanto que oluidaua la muerte et el dolor del fijo, assi que non dexaua de contender en ellos por el. Et llegada la hueste de los suyos cogiosse luego con ellos por la ribera ayuso del ryo que dizen Xucar; etpor alli entro a tierra de moros desta Vez el muy noble don Alffonsso rey de Castilla, et cerco luego de su entrada el castiello que dizen Alcalá, mas non Alcalá la que diezen de Sant Yuste, sinon ell daquella tierra; et priso a esse et a Xorquera et a Gradien et a Cubas, en que fallo muchos presos que tenien los moros et muchos despoios. Et tomados essos despoios et los moros catiuados et los suyos del rey don Alffonsso guarnidos como era mester et rycos, tornáronse dessa vez pora su tierra con bienandanca. Et este torno a la tierra fizo el rey don Alffonsso daquella uez, assi como cuenta la estoria, por ell yuierno affincado que entraua. Et passo el yuierno, mas non passo al noble rey don Alffonsso del coraçon la grand uoluntad que el tenie en uengarsse de la batalla de Alarcos; onde luego, al marco desse otro anno, cogiosse et fuesse pora ella como contaremos. 1010.
El capitulo de la uenida del rey don Alffonsso a la çi'pdad real, esto es a Toledo.
Después desto que dicho auemos, assi acaesçio de como cuenta la estoria: passado ell anno que era et uiniendo el tiempo en que los reyes
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suelen salir a sus huestes, el noble rey don Alfíonsso, llamadas sus gentes, et ayuntadas con sus armas et sus uiandas et todos los otros guisamientos que aduçien como era mester pora la batalla, et sobre todo los coraçones de todos abiuados et aleados pora la batalla contra los enemigos, cogieronsse todos apriessa con su rey noble et bien andant, et dieron consigo en la çipdad de Toledo. Et esta çipdad sola dio a todos abondo de las cosas que mester les eran, de guisa que non fallesçio nada a ninguno de lo que mester ouo que y non íallasse cumplimiento de lo que mester le fuesse. Entretanto don Rodrigo, arçobispo dessa cipdad de Toledo, et otros menssaieros que fueron enuiados por las tierras sobre este fecho, tornaronsse aquella ora pora la cipdad de Toledo, de muchas partes do fueron con aquel mandado. Començo estonces la real çipdad a enllenarsse de pueblos et a seer muy complida de las cosas que mester eran, et ennoblecerse todos et complirse de armas et enssennarsse de muchas lenguas departidas de las muchas yentes que elli eran ayuntadas, et demudarsse en tantas maneras de uestidos en quantas eran las yentes estrannas ayuntadas alli de nueuo; ca por amor desta batalla fascas de todas las partidas de Europa fueron yentes ayuntadas en Toledo daquella veç et non era quien se achacar pudiesse que falta fallasse y de ninguna cosa que mester ouiesse; tanto era abondada de toda cosa la çipdad; demas que corrien alli los abondos de las cosas de todas las partes del regno et de las tierras, et demas sobre todo esto, que la larga mano del muy noble prinçep rey don Alffonsso daua a todos las cosas que auien mester. Et ell acorro et la uenida de los que a la fama desta batalla uinieron primero, començosse en febrero; et poco a poco fue cresçiendo et todauia mas, tanto que la muchadumbre de las compannas non cabie ya en la villa. Et porque eran las yentes de muchas tierras et departidas por costumbres et en las maneras del uestir et por los lenguajes desacordauan, et porque plazie al rey, ell arçobispo de la çipdad de Toledo inoraua estonçeb y, porque por la su sabiduría se amanssasse el desacuerdo de aquellos que desacordauan et se tornasse en acuerdo et en paç et en amor. Et assi fue que por la gracia de Dios, que faziendo sus sennas a las yentes extrannas, ordenaua todas las cosas de guisa que ninguna discordia nin ningún turuiamiento non nasçio y, que pudiesse embargar el fecho de la batalla, magar que por el enemigo del humanal llinnage, et aquel es el diablo, fuesse muchas uezes ensayado de estoruarsse. Et porque de dia en dia cresçie mas la cuenta de las yentes que uinien et trayen en sus cuerpos las sennales de la cruç del Sennor, esto es que uinien ya cruzados a la batalla, et porque en las angosturas de la çipdad non fuessen ellos apremiados, ell noble rey don Alffonsso queriendo pensar de la pro dellos, dioles fuera de la çipdad, en la ribera del Taio, huertas et huertos et otros uergeles de deleyete en que tomassen solazes et sabores, que el fiziera criar pora si pora
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tomar la su real maiestad sabores et solazes quando ell en essa çipdad fuesse et quissiesse salir a andar, et diogelo todo a sabor de si et soltogelo pora fazer y como quisiessen, et folgar y a las sombras en las calenturas, et fiziessen de cimas et de ramos de los fruteros et de los otros aluoles cuberturas et tiendas so que estidiessen a plazer de si fastal dia que saliessen pora yr a la batalla. En tod esto pensaua dellos el rey don Alffonsso en sus espenssas de quanto auien mester. Et all ochauo dia despues de la fiesta en que la cristiandad onrra sanctidad del dia en que Nuestro Sennor Dios enuio el su Spirito Sancto sobre los apostólos por firmar la ley de la su cristiandad et—a esta fiesta llamamos çinquesma et es a L dias del dia de pascua mayor, la de quaraesma—aquel dia ochauo despues del dia de çinquaesma, Pedro, el rey de los aragoneses, fiel amigo del noble rey don Alffonsso de Castilla, segund la postura que fizieran, fue en Cuenca, que uinie en su ayuda, et dalli tomo el comienço de llegar a Toledo, et dalli fizo sus jornadas mas apressuradas que non conuinie a rey; mas en el dia puesto ueno ell et lego a Toledo al rey don Alffonsso et esta era la entençión de la priessa de la su uenida. Et saliéronle a reçebir ell arçobispo et toda la clerezia con procesión et muy onrradamientre. Et ell recibido dellos desta guisa, acá, en el uergel que dixiemos del rey, fincauan las sus tiendas et guisauanlo todo muy apuestamientre, esperando la su uenida et de su yente pora recibirle y. Agora cuenta la estoria de la uenida de los grandes omnes et extrannos a Toledo pora esta batalla et diz:
1011. El capitulo de la uenida de los de allent las montannas a la batalla de Hubeda. De saber es que uno de los más grandes fechos que en el mundo contesçieran de quando el mundo fuera creado fasta aquella sazón, la batalla que dizen de Hubeda fue; et fizóla el ochauo don Alffonsso, muy noble rey de Castiella, et uençiola el en las Ñauas que dizen de Tolosa, en el puerto que dizen de Muradal. Et assi como cuenta don Rodrigo, arçobispo de Toledo, que assi como esta batalla fue muy grand et una de las famadas cosas del mundo, assi uinieron y yentes de muchas partes del mundo, et cuenta quales et de quales tierras et como guisadas, et diz luego que uinieron y grandes omnes de las Qallias. Et Gallias dize aqui ell arçobispo por las Francias; et dizen Francias por muchas, porque fallamos que ay UN Francias que heredaron los gallos, esto es, los franceses: ca los gallos por franceses son dichos Pues cuenta ell arçobispo don Rodrigo de las yentes que a esta batalla uinieron et diz: uinieron a esta batalla en los primeros muy grandes omnes de las partidas de las Qallias, esto es de las tierras de Francia et dessas tierras dalla: veno luego el arçobispo de Bordel, veno otrossi ell
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obispo de Nauarret et muchos otros altos ricos omnes dessas partes; et ayuntáronse y estonces otrossi grandes omnes de Ytalia, que es tierra de Roma et de Lombardia, que se ayuntaron al perdón daquella batalla, et de otros fijosdalgo simples, et de omnes de armas a pie, tantos que non auien cuenta. Alli ueno el onrrado don Arnaldo, que tenie el mantenimiento de tierra de Sesterçio, et mantenie estonces et deífendie de los ereges la eglesia de Narbona; et descubriéronse estonces los ereges et leuantaronse publicamientre contra los cristianos por los bienes y por las grandes cosas que los de la cruzada desta batalla dizien et predicauan; et fue este onrrado don Arnaldo contra ellos con la cruçada que tenie guisada pora venir a esta batalla, et mato de los ereges que yuan contra los cristianos con enuidia de los bienes de Jhesu Cripto et de la su ley, tantos en Narbona et en Beders et en Carcaxona que dalli adelant nunqua fue ninguno osado de tener razón de la creencia de la eregia; et cuenta aqui el arçobispo don Rodrigo que uiniera estonces en aquellas çipdades que nombramos de las ereieas, grand miraglo de Nuestro Sennor Dios: llama que ueno del çielo et quemo las tierras daquellas çipdades. Et dalli se tomo despues desto este don Arnaldo con su cruçada de fijos dalgo et de otros omnes a pie, todos guisados de armas et de viandas et de otras cosas que pora batalla eran mester tantos que non ' auien cuenta. Et aquellas yentes que dezimos uinieron todas cruzadas et muy guisadas, que llegaron a la çipdad de Toledo, et recibiéronlos muy bien et muy onrradamientre el rey don Alffonsso et ell arçobispo del logar. Aun uinieron et se ayuntaron en la çipdad de Toledo por esta razón, sin los de tierra de Ytalia et de las Qallias et de Francia et los de Aragon, muchos caualleros de tierra de Portugal, et de omnes de pie muchos sin cuenta, omnes ligeros et guisados de todas las cosas que a batalla conuienen et de soffrir tod affan que mester fuesse pora hueste et pora lid, et que se yuan ferir con los enemigos muy de grado et atreuidamientre et a grand priessa. Aun cuenta desto la estoria adclant, et diz: . p
1012.
El capitulo de la uenida de los grandes omnes et prelados de los logares de Espanna que uinieron a esta batalla.
Cuenta el arçobispo don Rodrigo de como uinieron a esta batalla de Hubeda yentes de muchos regnos et diz: aqui uinieron et se ayuntaron en la çipdad de Toledo pora esta batalla grandes omnes del regno de Aragon et otros omnes libres et ligeros et guisados pora fazer toda cosa que a batalla pertenesca con armas et cauallos et llegaron de esta guisa a Toledo. Entre los nobles et grandes omnes de Aragon fueron estos: don Garcia Romero, Xemen Cornel, don Miguel de Lusia, don Aznal Pardo, don Gvillem de Cardona, el conde de Ampurias don Remon Fol-
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con, don Guillem de Çeruera, et muchos otros grandes principes et ricos omnes; et de simples caualleros otrossi et de ballesteros et de omnes a pie muy grande companna et noble. Alli fueron otrossi en la çipdad de Toledo con el noble rey don Alfíonsso, grand companna et muy fijos dalgo de grandes omnes et companna muy de alabar et libres todos et muchos delios, et complidos mas que otros omnes de buenas costumbres et de bien razonar, et libres pora en las cosas que eran de fazer, et apuestos en todo de guisa que en su vista se espauoresçien dellos los enemigos; et non solamientre como de uarones de meter espanto, mas aun como de muy onrrados et muy derecheros de onrrar et de temer. De las çipdades otrossi uinieron alli muchos buenos omnes del regno de Castiella al noble rey don Alffonsso; de las villas mayores et de los castiellos uinieron alli otrossi compannas grandes et muy abondadas de cauallos et de armas et muy guisadas de todas las cosas que eran mester pora leuar en hueste; vianda, lorigas de cuerpos et de cauallos, perpuntes et de todas las otras cosas que pertenesçien pora deffender sus cuerpos en la batalla et lidiar bien—et estas cosas de que ellos uinieron muy guarnidos eran tantas, que serie mucho de contar, assi que entre todos ellos non auie y ninguno que minguado fuesse de ninguna cosa, mas aun ellos dauan liberalmientre de sus cosas a los otros et fazienlas con ellos comunales pora todos—et magar que en sus villas et en sus çipdades uiuien por gouernamiento et mantenimiento de un prinçep, pero del comienço de la su yent ouieron natura de auer uso de armas et nobleza de caualleria, et ganaron de antiguo nombre de caualgar dándose siempre a ello, de guisa que todauia fizieron muchos buenos fechos et grandes contra moros, et otrossi a las uezes contra cristianos entre si mismos unos contra otros, et fizieronlo ellos assi et usáronlo sus parientes apuestamente todauia. Otrossi fueron y prelados de la eglesia et omnes de orden que aduxieron y sus cuerpos et sus cosas, assi como Dios ge las dio pora sus despensas et pora contemprar sus trabaios; et fecho tod esto todauia omillosamientre por el fecho de la fe et de la ley de Cristo, penssando et cuedando en el fecho de tan grand cosa como aquella batalla auie de seer; omillosos ellos et oradores en susofficios auanuistos en los consseios, largos en las cosas que las yentes auien mester, libres et enderesçados pora dar coñsseio en los peligros, condoledores de los otros en los trabaios. Agora dize aqui la estoria de los prelados de Castiella que fueron y et diz que fueron estos: don Rodrigo arçobispo de Toledo et primas de las Espannas, don Tello obispo de Palencia, don Rodrigo obispo de Siguença, don Melendo obispo de Osma, don Pedro obispo de Auila. Del regno de Aragon fueron y otrossi: don Garcia obispo de Taraçona, don Berenguel electo de Barçilona. Et de los seglares otrossi caualleria del regno de Castiella: don Diago de Haro, el conde don Fernando de Lara, el conde don Aluaro su hermano, et el conde don Gonçaluo su hermano,
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et Lop Diaz de Haro, Roy Diaz de los Cameros, Gonçaluo Royz Giron et sus hermanos, et muchos otros grandes et nobles omnes cuyos nombres, segund dize la estoria, serien muchos de contarlos aqui. Alli fueron otrossi los caualleros de las ordenes con sus maestros; el maestre Roy Diaz de Calatrava con su cauaileria, como de hermanos, que plazie a Dios; otrossi fueron y los freyres de la caualleria del Temple, en uno con su maestre Gomez Remirez, et este maestre se murió luego después de la batalla; et estos son los que primero se apremiaron en el nueuo testamento: con signo de cruç reçebido en si, todauia guardando su loçania de soberuia, que es en aquella caualleria de seer libres en sus fechos, cinxieronse en ella con cinta de caridad et de religion. Alli fueron otrossi los freyres de la caualleria dell Ospital, que son hermandad que se trabaian de caridad sancta et omillosa por amor de la fe, et todos ençendudos a entençion de aquello que es mester a la Tierra Sancta et en cuyo mantenimiento et deffendimiento ellos uiuen: et aqui tomaron atreuadamientre espada de deffenssion: et fueron en esta batalla en uno con su prior Gutierr Ramirez. Y fueron otrossi los freyres de la caualleria de Sant Yago, en uno con su maestre don Pero Arias; estos caualleros de Sanct Yago muchas obras fizieron en las tierras de Espanna como couinie. Et fizieron alli en la entrada de la batalla sus professiones et promissiones de nunqua salir de la cristiana religión, esto es de orden de santidad; et esto todo assi como lo prometieron alli, assi lo guardaron después por la gracia de Dios: ca profession fazer el frayre, es renunciar el mundo, esto es, quel dexa pora siempre, et de fincar en la orden otrossi por siempre, et nunqua salir de orden. Et sobresto ellos, amonestados por este amor et por condolimiento de la fe, sennalaronse luego con la sennal de la sancta crue, et tales entraron en esta batalla et fizieron y lo suyo, como los de las otras ordenes, et todos muy bien. Aun ua la estoria por la cuenta de las razones desta batalla et diz del noble rey don Alffonsso su razón apartada desta guisa:
1013.
El capitulo dell aaantaia de las uertudes el de la franqnez que el noble rey don Alffonsso auie sobre los otros.
La estoria, fablando de las bondades de los omnes, cuenta aqui et diz de la nobleza deste rey don Alffonsso de Castilla. Como eran alli muchas yentes de muchas tierras, et departidas por muchos llenguaies et demudados et estrannos en sus uestires et en las otras cosas et fue alli ayuntada de tales omnes muchedumbre, que diz que no serie ligera de mantenerla et gouernarla un prinçep, nin aun quien la quisiesse nin la podiesse soffrir en sos fechos, mas dize el arçobispo—que era y en todos estos fechos—que maguer que esto assi era del demudamiento et de la estranneza daquellas yentes, que pero el noble rey don Alffonsso, tan
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gran coraçon auie que se fiziesse aquella batalla en que serien crebantados et abaxados los paganos, que serie grant seruicio pora Dios, que con esta entençión de caridad de la Cristiandad et del seruitio de Dios suffrie el en paç et en manssedumbre todas aquellas cosas que en aquellas compannas acaesçien et sostenielo con ygual coraçon et derechero; assi que lo que era a los otros enoyo, suffriendolo el muy bien, tornaualo el en uertud de la su nobleza et de la su grand bondad; et andando el entre todos con alegre cara a todos uençie ell enoyo et el pesar. Et las cosas que oye dichas mal et sin uerguença, dauales el uergonçosa respuesta, et tornándolas en la meior parte, fazie a los que las dizien emendarlas; de guisa que todo se tornaua en onrra et en plazer de todos. Et si algunos eran tristes et torçien ende las caras con maldad, dauales el algo, et lo que auien mester, et metielos en carrera de dezir bien. Et acorrie a los caualleros lócanos, de guisa que si la su loçania era con cordura et apostura, acorrieles el con grand abondo de manera que la apostura dellos non se dexasse por ninguna mingua. Et guardando el el muy noble contenent de las costumbres de los reyes, assi obraua en ell el buen coraçon et la buena alma, que aquello en que se el abaxaua en fazerse ygual et comunal con los otros, de guisa lo fazie el et en tan apuesto et ensenado contenent, que non semeiaua a los otros sinon auantaia et meioria que leuaua el sobre todos, porque todos los que bondad amassen podrien tomar del exiemplo dello. Ca todos ueyen en el que alabar et que cobdiçiar de bien pora si, si ell abondo les cumpliesse; et todos se marauillauan de la su sabiduría que el traye en las cosas que eran de fazer; et tenien que de guisa era complido en dezir, et en fazer, et en dar, et en pensar todos los bienes, et tan complido en todos sus fechos, que dizien que tod el mundo se deuie dar a este muy noble don Alffonsso rey de Castiella. Aun dize deste rey don Alffonsso de Castiella la estoria mas, et departe desta guisa: este muy noble rey don Alffonsso de Espanna, veye alli yentes ayuntadas tantas que eran muchas ademas; assi como auemos ya contado, auie y yentes de las Gallias, esto es de tierra de Francia, muchas et con grandes omnes; auie y de Ytalia, que es tierra de Roma, Lombardia et Alemanna, et essas tierras todas; àùie y de Aragon, et de Portugal, de Qallizia, et de las sus Asturias, auie y las suyas del muy noble rey don Alffonsso, de la su Castiella; ca por todas estas tierras fuera, con el otorgamiento del apostoligo et de la corte de Roma, predicada et pregonada cruzada por todas estas yentes; et por los grandes perdones que y eran dados, cruzáronse yentes sin cuenta, destas tierras, caualleros et peones, que uinieron a esta batalla como en romeria a saluarse de sus pecados. Et sobre estas yentes tan muchas, aqui uera agora quien mesurarlo sopiere, quam complido fue alli el seso et ell entendimiento deste muy noble rey don Alffonsso de Espanna. El tenie muy a coraçon el danno et el que10
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branto que el et la cristiandad auien recebido en la batalla de Alarcos, et gano por ende dell apostoligo, et de su corte, porque aquellas yentes tantas le llegassen alli; porque assi como fuera grand ademas la soberuia et el quebranto et la desondra que el alli tomara, que assi touiesse el guisado de tomar grant emienda de los enemigos renegados de la cruç quel a ell esto fizieran, et loado a Dios et a la su merced, assi se cumplió alli que tomo el tal emienda et tal vengança dellos en las Ñauas de Tolosa et fueron alli los moros quebrantados et aterrados, de guisa que nunqua despues alçaron cabesça, nin la alçaran, si Dios quisiere. Et pora guisar esto el muy noble rey don Alffonsso, diremos del su muy cumplido seso que fizo: fizo partes destas yentes, et ayunto luego en la primera los fijos dalgo, et los otros omnes de armas sus naturales, et fizo su corte con ellos et dixoles: Amigos, entre todas estas yentes que aqui ueedes, Vos sodes mios naturales et sodes fijos dalgo, et todos auedes derecho en bien. Et bien creet que, en el regno, el que mas sabe de sus fijos dalgo —donde uienen cada unos et quales son en sus costumbres et quales en hardiment de armas et quales los leales a sennor, et de las otras yentes de los logares del regno quales son los que prez an de meiores omnes, et quales son los que mas et meior guardaron todauia nobleza de fidalguia en los sus derechos—el qui meior los sabe et meior los conosçe ell rey es»; et por darles masuiuos coraçones et encenderlos et assannarlos pora la batalla, dixoles adelant assi: «catad agora, mios amigos, quales sodes los que auedes mester cauallos, et non los tenedes, et quales auedes mester las armas, et quales los pannos, et quales los dineros, et quales las otras cosas que mester sean; uenid a mi et demandatme, ca yo compliré a todos de todo». Et assi como lo dixo, assi lo cumplió luego a todos; et dioles cauallos et dioles armas et dioles dineros; et aun dioles cauallerias a los que non las auien et eran pora ellas. Et fizólos a todos tan sus pagados et tan sus amigos que todos alearon las manos et dixieron: «sennor, yd por o quisierdes, ca conuusco yremos et nunqua vos fallesçremos, et aun, si mester fuere, y queremos morir; mas que mas, que uençremos a los enemigos de la cruç et nuestros et uiuremos». Desque los sus naturales ouo el rey don Alffonsso puesto en recabdo desta guisa, apartóse otro dia con los de Aragon et portugaleses et gallegos et asturianos, essos que y uinieron, et dixoles assi'el rey don Alffonsso: «Amigos, todos nos somos espannoies, et entráronnos los moros la tierra por fuerça et conquirieronnosla, et en poco estidieron los cristianos que a essa sazón eran, que non fueron derraygados et echados delia; et essos pocos que fincaron de nos en las montannas, tornaron sobre si, et matando ellos de nuestros enemigos, et muriendo dellos y, fueron podiendo con los moros, de guisa que los fueron allongando et arredrando de si. Et quando fuerça dellos, como eran muchos ademas, uinie a los nuestros dond nos uenimos, llamauanse
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a ssus ayudas, et uinien unos a otros et ayudauanse, et podían con los moros, ganando siempre tierra dellos, fasta que es la cosa uenida a aquello en que uedes que oy esta. Et assaz oyestes todos el mal que a mi fizieron en la batalla de Alarcos; et llameuos por ende a esta otra batalla et vos ayunte aqui, et pero desta guisa: ell rey de Aragon a su postura consigo porque ueno, los otros ueniestes aqui otrossi pora limpiaros de uestros.yerros contra Dios: mas pero a qualquier manera que uengades, ruegouos que vos pese mucho del mió mal et del mió crebanto, et de nuestros cristianos; et pues que aqui sodes, que me ayudedes a tomar uenganza et emienda del mal que e tomado yo et la cristiandad. Et catad quales auredes mester cauallos o otras bestias o dineros et viandas o otras cosas, et dezidlo et pedid; ca yo dare et compliré de todo a todos.» Las compannas, quando oyeron estas razones tan buenas, et estos cumplimientos que el rey don Alffonsso dizie, gradesçierongelo todos et alearon las manos et prometiéronle aquello mismo que sus castellanos; que íuesse por o quisiesse, ca ellos con ell yrien, et o morrien o uencrien con el. Empos esto, ouo otrossi el rey don Alífonsso su fabla con las yentes ultramontanas, que eran los franceses, et los de Leon de sobrel Ródano, et los de Italia, los de Lombardia, los de Ale- ' manna, et predicóles en razon de la eglesia de Cristo et de la cristiandad, diziendoles corno en la cristiandad et en la eglesia todos eramos unos, et de como el su danno alcançaua a todos: que otrossi la su enmienda et la su uengança onrra et pro serie de toda la cristiandad et de la eglesia; et que aquellos que mester ouiessen cauallos et armas et dineros et viandas, que lo dixiessen et demandassen, ca el complirie todo. Ellos respondiéronle como auedes oydo quel respondieran los otros; que yrien con ell, o fuesse, et o morrien o uençrien con ell. Et el rey don Alffonsso, el muy noble, desque ouo todas estas cosas puestas et paradas con todas estas yentes, de la guisa que auemos contado, mando a sus notarios et a los escriuanos que sopiesen de las yentes trasmontanas la cuenta quantos eran, peones et caualleros; et dize el arçobispo don Rodrigo que fallaron y de los de allent de los montes de fuera de Espanna: de caualleros mas de X mili, et de omnes a pie sobre çient uezes mili; et pero segund la estoria quiere dezir, que los de fuera de Castiella, como aragoneses, leoneses, gallegos, portugaleses et asturianos, que en esta cuenta entraron de los X mili caualleros et de los çient uezes mili omnes de a pie. Et el noble rey don Alffonsso cogiosse estonces a su palacio et pensso et mando echar pregon por toda la hueste; que los caualleros todos que ftiessen tomar quitaciones de XX sueldos de los burgaleses por el dia el cauallero, et cada peon V sueldos dessa moneda uieia otrossi por el dia; et que ésto les complirie el cada dia, fasta que Dios los aduxiesse daquello a que yuan. Et entre tod esto cjue el noble rey don Alffonsso libraua, llegáronle alli quanto buen
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cauallo, buena mula, rocines, azemilas buenas auie en Espanna, en ayuda de reyes, de condes, de rycos omnes, de los prelados de sancta eglesia, de los conçeios, en'present de que se ayudasse a tal tiempo et en tal priessa como aquella, et muchos buenos otros cauallos que aduxieran y a uender los çipdadanos et los lauradores buenos que se los criauan pora esso. Et el noble rey don Alffonsso, desque se assento a yantar, non ouo y rey nin conde, nin prelado, nin otro buen omne, a quien non enuiasse sus dones et sus presentes, et cuenta la estoria que en aquellos dones yuan y muchos nobles cauallos de llinnage et pannos de muchas guisas que dauan alegria con su fremosa paresçencia. Aun mas íizo sobresto el muy noble rey don Alffonsso, que porque las yentes de las tierras agenas non ouiessen mingua pora leuar sus cosas en la hueste, dioles luego tiendas a todos et carros que leuassen, et esto ya de gracia. Et aun después desto, segund dize el arçobispo, ennadio gracia a gracia et dioles bestias pora leuar todas estas cosas et sus uiandas en la hueste; et assi como cuenta la estoria, fueron estas bestias someres que dizen en Francia por «bestias de repuest et de troxa»; et fueron LX uezes mil, assi como dize ell arçobispo. Libradas todas estas cosas, como Dios non oluidaua a este rey don Alffonsso, ca le paraua su fazienda et ordenaual su hueste assi como auemos dicho, assi non oluidaua ell a el; ca de como quier que las despenssas que son dichas eran grandes a desmesura, et grieues de cumplir pora todo alto omne, non se agrauio por ende este rey don Alffonsso porque los pobres de Dios oluidasse. Et mandólos catar, et fallaron y mugieres, et omnes flacos que non eran a abtes pora batalla et mocos chicos —et siruien en la hueste en las cosas que mester eran, assi como los menores a los mayores, et uinieran otrossi alli, pora remeir sus pecados aquellos que los auien—a todos estos tales mandóles dar el noble rey don Alffonsso ración de comer; mas assi como dize el arçobispo, non en razón de quitación como a los omnes de armas; et sobrestá ración que se ganassen ellos sus almosnas por la hueste, et sus otras ganancias que eran muchas. Pues que este muy noble don Alffonsso rey de Castiella et de Espanna, ouo ordenadas sus compannas de su hueste todas, de los mayorales, fasta en los menores, como es dicho, començo de mouer su hueste. Agora cuenta desto la estoria y dize adelante desta guisa: 1014. El capitulo de la salida de Toledo a la yda desta batalla et de como fue presa Ma lagon. Agora, despues que la hueste de la batalla de las Ñauas de Tolosa fue ordenada, como es contado, pora aquello que yuan, cuenta aqui la estoria que, ell abondo de todas las cosas dado a todos alli, salió de la
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çipdad real de Toledo de yda pora la batalla la hueste del sennor Dios; et fue esto XII dias ante de las calendas de julio, esto es XII dias por andar del mes de yunno. Et yuan alli por si los vltramontanos, estoes los de alend de los montes de fuera de Espanna et fueles dado por cabdiello Diago Lopez de Faro. Et yua empos ellos el noble rey don Pedro de los aragoneses, con los suyos. Et empos el, este noble rey don Alffonsso de Castiella, con los suyos. Et pero que apartados yuan, segunt cuenta ell arçobispo don Rodrigo de Toledo que yua y, poco departimiento auie entre los unos et los otros en su yda. Et el primero dia que salieron de Toledo, fincaron las tiendas cereal calze de Guadaxaraç; el segundo, cerca Guadaçalet. El tercero dia posaron cerca Algodor; mas los vltramontanos fueron et fincaron sus tiendas çerca Quadalfezra, et yndo dalli, cercaron el castillo de Malagon, que fue signo de bien por la gracia de Dios que lo fazie; et maguer que los que eran en el castiello se deffendien assaç como varones, pero tanto fue grand el combatimiento de combater los vltramontanos que firuiencon ligereza, desseando uencer o morir por el nombre de Cristo, que minguo del poder de los enemigos et la fortaleza del castiello, assi que en el nombre Dios prisieron a Malagon et mataron todos los moros que y eran. Otro dia ueno y la hueste del rey et fincaron y un dia; et fallesçieronles las uiandas yaquanto, mas acorrió y la noble sabiduría et el poder del rey don Alffonsso et fizóles alli parar delant viandas muchas a grand abondo. Va agora contando la estoria daqui adelant de la yda desta hueste, como fizieron las unas et las otras yentes, et diz:
1015. El capitulo de como fue presa Calatraua et de como se tornaron los vltramontanos. Aun ua la estoria departiendo de la cuenta de la yda a esta batalla et diz: los cristianos por cierto saliendo daquellos logares do dixiemos que posaron, dize ell arçobispo, uenimos todos en uno a Calatraua. Et los moros que y reuellattan et guerreauan deffendiendosse, assacaron de fazer unos estrumentos de fierro, que sembrauan por la tierra a danno de los cristianos, et eran fechos a manera de abroios, et llámales la estoria «cardos de fierro» et sembráronlos et echáronlos por todas las pasadas del rio Guadiana, et auie en ellos IIII aguijones et como quier que aquel cardo de fierro, que dezimos o abroio, caesse en tierra, el uno daquellos aguijones siempre se paraua derecho a arriba, et fincaua en los pies a los omnes et en las vnnas a los cauallos. Mas porque las arterias de los omnes non ualen nada, quan engannosas et sotiles quier que sean, contra lo que Dios faze et quiere guardar, muy pocos o fascas ningunos fueron dannados daquellos cardos o abroios de los moros. Et puso Dios la su mano sobrellos, et passamos nos en saluo el rio de
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Guadiana, et fincamos las tiendas aderredor de Calatraua. Mas los moros assi guarnesçieron de armas et de sennas et de algarradas, según cuenta Ja estoria, las torres en somo, que assac parescie grieue de guerrear Calatraua a aquellos que la uinien combaten Demás maguer que aquel castiello es en llano, pero de la una parte el muro dell ua por somo de la ribera de aquel rio de Guadiana, de guisa que non podrie omne llegar a el; et de las otras partes de guisa es essa villa guarnida de muro et de baruacana et de carcauas et de torres et de logares pora lidiar, que sin guerrearla luengo tiempo con engennos, semeia que se non podrie combater. Et era estonces y un moro que auie nombre Abencalez, usado de armas de muchos dias, argudo et prouado espressamientre en fecho de armas, tanto que de la sabiduría deste moro conffiauan los desse pueblo del castiello de Calatraua, mas que de ssi mismos: aunque auie y maguer que en esse castiello de Calatraua otro moro que dizien Almohat, que era alcayde et adelantado en la guarda del logar. Et porque auien ya tardado algunos dias en aquella cerca los de la hueste, los reyes et los otros principes dubdaban como serie del combatimiento daquel castiello. Pues que ouieron departido en ello luengamientre, plogo a Dios que non dexasen por enssayar el castiello, maguer que semeiaua grieue de combater, et los unos dizien et departien que era meior de yr su carrera que auien començada pora la batalla, que non tardar en combater castiello en la carrera; mayormientre que en tales fechos peligran a las ueces los omnes que uan libres pora la batalla et canssarie y la hueste, et como la fuerça de la conquista de tales logares et la ganancia dellos et el cabo de la su batalla sea aun en dubda. Et pero que esto fue et esto judgauan algunos de la hueste tomaron todos sus armas, et el rey don Alffonsso et los omnes buenos partieron los logares, et dieron sennaladamientre a las yentes de cada tierra et a sos principes los suyos que combatiessen; et en ell nombre de Dios, començaron a combater el castiello, Et combatiéronle de guisa que, por la gracia de Dios, en el domingo, después de la fiesta de San Paulo, echaron del castiello a los alaraues; et fue entergado de Calatraua ell noble rey don Alffonsso, et diola el luego a los freyres que dizen de Calatraua, et entergogela tornada al nombre de Jhesu-Cristo, guarnida de armas et de uiandas. Et el noble rey don Alffonsso de todas quantas cosas y fallo, non tomo ende nada pora si; mas todo lo dio a los vltramontanos et al rey de Aragon. Entre tod esto, porque ell enemigo dell humanal llinnage, esto es ell enemigo de los omnes, et este es el diablo, que nunca queda de enuidiar los buenos fechos de los omnes, metiosse en la hueste de los fieles de Cristo et de la su caridad, et conturuio los coraçones de los enuidiosos que se auien guisado pora yr a esta batalla. Et fizólos arredrar de yr, et fizólos desuiar de la buena postura que auien fecha; ca por la mayor parte todos las trasmontanos de comunal postura establesçieron que
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tolliessen las sennales de la crue que auien tomadas de que se cruçaran pora esta batalla, et que dexassen los trabaios de su lit, et se tornassen pora sus tierras. Mas el noble rey don Alffonsso, esforçando et non dando nada, por todo aquello, partió estonces sus uiandas, et dio a_ todos aquellos que fincauan todo quanto les era mester, et el, por todo aquello, non se dexo déla buena postura que auie començada. Mas essos vltramontanos, esto es los de alend de los montes, demudados de la buena entençion et de la buena carrera, començaronse de tornar, cada unos assi como eran sennas yentes et íueronse todos; fueras ende ell onrrado don Arnalt arçobispo de Narbona, que finco con todos los que el pudo auer et con muchos de los fijos dalgo de la prouincia de Viena; et estos estidieron siempre en la buena postura et leal et fincaron; et assi como diz ell arçobispo, eran çient et XXX caualleros de los fijos dalgo et de los omnes a pie algunos que fincaron y de los dessa tierra. Et fincaron y otrossi don Teoualdo de Blaçon con los suyos de tierra de Piteo, omne noble et libre, et natural de Espanna et castellano de llinnage. Et finco otrossi el rey de Aragon et todos los suyos, fasta que la batalla fue toda librada, assi como auie su amor atado con el noble rey don Alffonsso et lo auie puesto con el; et fizo como manda Salomon que diz: «si mantouieres al amigo ell amiedad quando non ouiere contienda, mantengela quando la ouiere» et aqui pudo prouar cada uno como! amaua ell otro. Mas porque «los que aman a Dios todas las cosas se les obran en bien» maguer que esta discordia fue temuda que serie peligrosa por aquellos que se fueran, pero todas las cosas comencaron de darse a meior, de dia en dia, et darse a bien andança. Onde ydos aquellos que la crue del sennor aduxieran et la desecharon en ell angostura, los espannoles solos que fincaron, con pocos de los vltramontanos—et aquellos fueron los que dixiemos suso— comencaron a yrse pora la batalla muy esforçados et muy enfeuziados en Dios. Et partiéndose de Calatraua fueron luego primeramientre a Alarcos et fincaron y sus tiendas, et prisieron la fortaleza et otros castiellos y aderredor. Et en quanto alli finco el rey don Alffonsso, llego] y el rey don Sancho de Navarra, que maguer que de comienco fiziera semeiança que non querie y uenir, pero pues que y ueno, quando llegaron al dia de la batalla et del peligro, non quiso apartar del servicio de Dios el prez de la su ualentia nin del su coracon. Et fue fecha alli cuenta de esta guisa de tres reyes ayuntados en uno. Et salieron todos tres en el nombre de la Trinidad; et el primero dia salieron dalli et andidieron tanto que llegaron a Saluatierra et fincaron y sus tiendas et cercáronla et prisieronla (1). Eli otro dia, que fue domingo, Saluatierra dexada en recabdo, touieron los reyes et los otros principes por bien que se ar(1) El texto del Arzobispo sólo dice: «acampamos alrededor de Salvatierra».
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masse toda la hueste et ordenassen todas las cosas, commo si fuessen de entrar luego en la batalla; et fizieronlo assi. Et cuenta la estoria que, por la gracia de Dios assi paresçio alli la muchadumbre de la yent de la hueste, pues que los caualleros et la otra yent fueron armados et compuestos et ordenados, que tan fermosa cosa et tan apuesta era et se fizo de armas et de sennas et de cauallos, que aun a los enemigos que los uiessen paresçrien nobles: et non tan solamientre que les paresçrien nobles, mas que aurien ende muy grand espanto; et dize esto et cuenta todo lo al dell estoria ell arcobispo don Rodrigo de Toledo que yua y: a nos parescienos nuestra hueste cosa muy amada et de amar, et muy conuenient pora la batalla a que yuamos. Alli, dize otrossi, que comenzó el muy noble don Alffonsso rey de Castiella et de Espanna a penssar en la yda de los que se fueran et mesurar en los que fincaran et yuan alli, et entendió et uio que los coracones de los grandes et atreuudos cresçieran et los flacos de coracones que esforçaran, et que se affirmaran losdubdosos; et fue muy alegre por aquellas sennales que ueye, porque entendió que aurien la lid et tomarie el uengança de los enemigos. Et la discordia de los que se fueran, que espantara a muchos, el su espanto partiosse de los coracones de los medrosos et fuesse déla companna. Et dize el arçobispo; et speratnos alli aun otro dia, et despues salimos dalli et uiniemos otro dia a posar alli do dizen la Fresneda. Despues all otra posada uiniemos a otro lugar que a otrossi esse nombre mismo: la Freysneda; ca son dos logares uno cerca otro a que dizen las Freysnedas. Et al tercero dia adelant, fuimos a posar a raye del mont de Muradal que a nombre Guadalfaiar. Agora, de que la estoria a contado desta hueste de como ueno a aquel logar, ca la hueste de los moros estaua ya acerca de la otra parte, cuenta de como mo uio dalli pora la batalla, et diz: 1016. El capitulo de como los cristianos tomaron el mont onde salió la su hueste de yda pora la batalla Entretanto, mientre se fazien las cosas que dichas son, Mahomat, aquel Miramoinelin rey de los moros auie ayuntados ya en las montannas de cerca Jahen sus yentes, et alli esperaua ell la hueste de los cristianos' segunt dize ell arzobispo. Et cuenta que non auie ell a coraçon de lidiar, ca diz que dubdaua sil uernien ayudas de cristianos que esperaua que pusieran con el de uenirle;. mas su hardimiento era et su cuedado de saltar a los cristianos en su torno, que por uentura los cristianos canssados por las lazerias et desmayados por las muertes que ell en ellos farie que non se le ternien. Mas Nuestro Sennor Dios dio y consseio en esta guisa contra otros que se fizieron ágenos de los de la hueste de los cristianos et yniciados al diablo, fueronse furtando de la nuestra hueste, et fuxieron a ascuso et passaronse a los moros; et descrubieronles luego ell estado de la hueste de los cristianos et de la mingua que auien. Pero
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dize la estoria que la mingua que era de las uiandas, et fuera ante de la conquista de Calatraua; mas luego que los cristianos ganaron Calatraua, assi lo guiso Nuestro Sennor Dios que la mingua se tollio luego, et ueno abondo de viandas, et assi lo ordeno Dios que dalli adelant la hueste del rey don Alffonsso que non ouo mingua ninguna. Et quando aquellos falsos cristianos que Dios coffonda, fueron dezir a los moros que la hueste de los cristianos non auie vianda, grand abondo auie ya y délia. Et este es el consseio que la estoria dize que Nuestro Sennor Dios dio contra la trayçion daquellos falssos cristianos yniçiados del diablo. En todo esto, fue alli assi fecho que los moros, por aquella sabiduría que ouieron daquellos falsos renegados, mudaron el consseio que auien auido dantes, et tomaron atreuençia por ganar preç, et mouieron de parte de Jahen apriessa contra nos. Et ueno este rey moro con su poder fasta Baesça, et envio dend algunos a mano a las Ñauas de Tolosa que se parassen en ell angostura de la passada, alli do es la penna sin carrera, et en la canal dël agua que por alli passa otrossi: et alli era el logar de embargar la passada a los cristianos et que alli gela embargassen, de guisa que la non ouiessen nin passassen; et si los cristianos non ouiessen aun tomado el spmo de los montes, mando que se assentassen ellos en somo de la isobreceia dessos montes; et esta assentada dalli porque estoruassen a sobida de los cristianos. Et aquellos moros que el Miramomelin enuio alli, cuenta la estoria que fueron después presos en la batalla et contaron a los cristianos este hardiment porque fueran alli enuidados, et que a esta entençion guardauan ellos la passada, porque al cabo, fallesçiendo a nos las viandas, et nos lazrados por el enoyo et por la fambre que nos tornariemos. Mas fizólo la piadad de Dios de otra guisa, ca Diago Lopez de Faro que tenie la delantera et la guiaua et yua en ella yl fuera comendada, enuio delante a su fijo Lop Diaz et dos sus sobrinos dell: Sancho Fernandez et Martin Munnoc, et mandóles que se cogiessen, et fuessen delant quanto pudiessen, et tomassen las altezas del mont, ante que los moros uiniessen. Et ellos, conffiando de su ligereza, ca eran caualleros muy nobles, et en los cauallos que tenien buenos, trabajáronse de fazer como don Diago les mandara; et yéndose pora sobir priuado all alteza del mont, non se guardando de al, fallaron ya en somo desse mont, cereal castiello que dizen el Ferrai, una companna de moros alaraues que dieron salto en ellos, et por poco fue que los non ouieron maltrechos; sinon por que los ayudo Dios, ca tomaron estonces Lop Diaz et Sancho Fernandez et Martin Munnoc, et los otros que con ellos yuan, sus armas muy de coraçon et muy enderecadamientre et sostouieron a los alaraues muy atestadamientre como uarones, et fueron ferir en ellos muy de rrezio, assi que los desuiaron yaquanto et tomáronles la cuesta; et por la gracia de Dios, subiéronles ellos de suso et ganáronles la cabesça del mont et libraron de los moros el logar et ffincaron ellos y sus tiendas et estidie-
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ron y muy fuertes. En la quinta feria adelant, que era ell yueues, cerca ora de nona, dize ell arcobispo, ueniemos al pie del mont. Et en esse dia mismo, muchos de los nuestros subieron a somo de las altezas desse mont, mas la mayor parte fincaron yuso, cerca la canal dell arroyo que dizen Quadalffaiar. Et en la sesta feria adelant, que era el dia del viernes, tomáronse en la mañana los tres reyes: don Alffonsso el noble de Castiella, et don Pedro de Aragon et don Sancho de Nauarra et llamando el nombre del Sennor Dios, subieron y en una cuesta del mont, en un gran llano que se fazie y, et fincaron y sus tiendas et assentaronse y. Et en esse dia mismo fue tomado de los nuestros el castiello Ferrai, so que a unas pedraias peligrosas et en la ribera yuso dell arroyo unos logares de pennedos cereal puerto de la Losa, logares muy guisados de caer omnes et bestias en priessa; et tanta era y el angostura de la passada, que la su graueza aun a los desembargados embargarie. Et alli estauan unas compannas de moros que aquel dia todo, et aun una parte dell otro dia, guardaron alli la passada de los cristianos; et alli esse dia espessamiente firiendose entre los nuestros et los moros, fizieron alli dantes unos enssayos de batalla, assi que de amas las partes murieron y, pero dize la estoria que non muchos. Et demientre que estas cosas se yuan assi librando de comienço, fablaron los reyes por o podrien yr que fuese sin periglo, ca la passada de la Losa non era logar que passarsse pudiesse sin danno de omnes et de bestias; et dize ell arcobispo: era ya la hueste del moro mas acerca del logar que nos, et demás que la su tienda del era ya fincada, et parescia como era uermeia. Alli fueron entre los nuestros departidas las sentencias de los departidos sentidos dellos, como serie de la sobida de la hueste: et los unos catando a la graueza de la passada et que non podie seer, consseiauan tornarse atrás pora passar por mas ligero logar a las compannas de los moros. A esto fizo assi el noble don Alffonsso rey de Castiella et dixo: «Si este consseio fuere tenido por bueno et tomado en buena parte, pero trae periglo conssigo: ca el pueblo et los otros que lo non ouieren prouado, quando nos uieren tornar atrás, non judgaran que batalla ymos uuscar, mas que foymos de la batalla; et fazerse a desacuerdo en la hueste, et yrse an, que los non podremos tener. Mas pues que de cerca uemos los enemigos, mester es que uayamos a ellos; et como la uoluntad fuere en el cielo, assi se libre et se faga la cosa acá.» Et como el consseio del noble rey don Alffonsso de Castiella ualio alli mas que lo al, assi Dios omnipotent por cuya gracia spirital se enderesçaua el fecho, enuio alli estonces al rey don Alffonsso un omne del pueblo assaz uil de uestido et de persona, que auie andado de tiempo antes curiando ganado en aquellas montannas et tomando coneios et liebres; et aquel pastor mostro al rey don Alffonsso la carrera assaz ligera de tod en todo pora sobir por una cuesta del costado desse mont; et aun dixol que non conuinie de tirarse nin de asconderse de la uista de
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los enemigos, mas aun que ueyendolo ellos et non nos podiendo embargar, nin estoruar, nin nos tener danno, que podriemos uenir al logar conuinient a la batalla. Agora la estoria, pues que a departido la subida del mont del puerto de Muradal et como las huestes de amas las partes eran alli llegadas, cuenta, después desto, como se llegaron et fue fecha la batalla et diz:
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El capitulo de la y da de los Cristianos al logar de la batalla, et de la ¡tenida de los moros a ellos.
Sobre la razón daquel pastor cuenta aqui la estoria et diz: mas porque en tan grand periglo como aquel, adur podrie omne creer a tal perssona, como aquel pastor paresçie a la uista de los omnes, el rey don Alffonsso creyol; mas pero queriendo prouar la cosa, enuio adelant con el dos principes: don Diago de Faro et don Garci Romero de Aragon, et mandóles que fuessen, et si en verdad fallassen lo que aquel pastor le dixiera, que subiessen et fallarien encima del mont una llana, et que la tomassen et que se trabaiassen de deffenderla muy bien. Et por la gracia de Dios, fizóse la cosa assi toda, ca aquel omne que al rey don Alffonsso uiniera, como menssaiero de Dios qui escoie las flaquezas del mundo, fue fallado que dixiera uerdad de tod en todo; et los sobredichos principes subieron et fallaron la llana que les el rey dixiera por la palabra del pastor, et don fueron en ella en somo del mont, tomáronla et deffendieronla mui bien et touieronla muy bien guardada. Et desdel dia del sábado, ca en esse dia del sabbado fue ya esto, grand mannana, los tres reyes tomada la bendición dell arcobispo et la gracia del sagramiento del cuerpo de Nuestro Sennor Dios, mouieron et uinieron con sus compannas al sobredicho mont. Et aquel castiello del Ferrai fue luego de tod en todo dexado, como por sin pro; et los moros creyendo que nos desuiauamos de la batalla, porque non guardauamos la passada de la Losa, fueron et tomaron con grand alegria el castiello de Ferrai. Et los nuestros reyes guardauan la caga de la hueste, et uinieron con toda su companna a aquellos dos principes que enuiaron delant. Et los moros quando esto cataron, uieron que aquello non era foyr, mas yr adelant, et doliéronse dend muy grieuemente; et ueyendo las tiendas que en ell alteza del sobredicho mont fincauan, enuiaron una companna de caualleros que de aquel fincar de las tiendas que los cristianos alli fazien que tirassen ende los primeros por fuerça, diziendoles que mala sennal era pora ellos aquello que nos por las angosturas de la passada que non dexaramos de yr nuestra carrera derecha. Et aquella caualleria de los moros que el su rey enuiaua, ueno a los nuestros, et assi como llegaron, cometiéronlos de lid et lidiaron con los nuestros una piesça de tiempo; et por la uertud de Dios que lo fazie todo, pudieron mas los nuestros et echaron de la
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plaça et del campo a los moros, por fuerca de muchas buenas lançadas que dieron en ellos, matando ende los mas que podien. Et los nuestros tomaron estonces toda la llana del mont, et por la gracia de Dios assentaronse y et fincaron y luego sus tiendas como bienandantes. Et las tiendas apenas fincadas, el rey de los moros, ueyendo que en la guarda de la passada do el tenie la feuzia, quel non yazie ningún pro, nin en las celadas, nin en los engannos que el tenie parados a furto a los cristianos, quel non ayudauan en nada, ordeno sus azes esse dia, et salió al campo. Et su aç mayor, que era dada a el a guardar, assentola el noblemientre sobre un monte a que se fazie grieue la sobida; et las otras sus azes fueron otrossi ordenadas a diestro et a siniestro muy sabiamientre. Et alli esperaron de la ora de siesta fasta la uiespera, cuedando ellos que nos esse dia yriemos a la batalla. Mas los nuestros reyes en su consseio que ouieron, fue assi librado que la batalla fuesse allargada de aquel sábado fasta tercer dia, segunda feria, que era lunes adelant, porque los omnes de la nuestra hueste eran canssados en la graueza de sobir el monte, et enoyados todos, et las bestias yaque canssadas otrossi: et en este medio que podriemos mesurar et uer ell su estado de los moros, et el su andamio. Et sobresto entendiendo el moro que nos non yuamos a la batalla, parosse muy loçano et touo que auie ganada gloria: et sobre esto crouo que non por la su arteria que el nos guisara de que se cuedara ayudar, mas por el miedo quel nos auiemos. Onde enuio sus letras a Baesça et a Jahen: que cercara III reyes et tenielos cercados, et auiensele a dar a tercer dia. Pero algunos de los sus grandes moros que cuedauan la cosa mas altamientre en seso de grand entendimiento diz que dixieron: «Vemoslos nos assentados sabiamientre et con grand entendimiento, et mas semeia que se guisan pora darnos batalla que no pora foyr». Otro dia domingo grand mannana salió de cabo ell moro al campo, assi como el dia dantes que fuera sabbado; et y estido esse domingo, sus azes paradas et ordenadas fasta medio dia; et pora desuiarle la calentura aduxieronle y la su tienda uermeia pora fazerle sombra. Et seyendo alli en contenent mayor que non deuie nin complie, esperaua la batalla et combaterse el en ella con loçania de rey. Mas nos fiziemos como el dia dantes, et atendiendo alli la su hueste, nos, nuestras tiendas et todo lo nuestro guardado, delibramos como deuriemos salir otro dia. Et ell arçobispo de Toledo et los otros obispos que y eran, andidieron por las possadas de las compannas de cada unas de las çipdades que alli eran, et por cada unas de las posadas otrossi de los principes, predigandoles et auiuandolos et esforçandolos a la batalla, et perdonándoles todos sus peccados muy omillosamientre et muy con Dios. En esse dia mismo, fizo el rey noble de los aragoneses cauallero a su sobrino Nunno Sancheç. Et los moros entre tod esto, como a manera de algarrada, feriendo sus estrumentos et sus roydos, que ellos fazen contra los cristianos quando tiempo
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ueen, enssayaron de uenir fastal cabo de las nuestras tiendas, cometiendo sus enssayes de ante de la batalla. Mas al cabo, entre la ora sesta et la nona, pues que ouieron assaz esperado allí et uieron que nos non faziemos contenente pora salir et yr a ellos, leuantaronsse dalli donde estauan et tornáronse pora sus tiendas alii do las tenien fincadas. Agora la estoria, pues que a contado la uenida del rey don Alffonsso et de la su hueste et de los otros reyes sus amigos quel uinieron en ayuda et de todos sus amigos et sus cruzados quel acompannaron, fastal puerto de Muradal et a las Ñauas de Tolosa, et helos todos assentados y: et otrossj de la otra parte contada la uenida daquel rey Mahomat Miramomelin de los moros, de Jahen al puerto de Muradal et a las Ñauas, cuéntanos agora adelant como ordenaron sus azes otro dia et salieron a la batalla et como fizieron; et diz assi:
1018. El capitulo de 11 ordenamiento de las azes desta batalla, et de las ordenes de los lidiadores en ella. De la entrada desta batalla et de las ordenancas de las yentes della, cuenta la estoria que otro dia, cerca de la media noche, se leuanto uoc de Nuestro Sennor Dios de exaltamiento et de confession, et sono por todas las tiendas de los cristianos; et fue llamado essa noche como por uoç de pregonero: que se leuantassen todos en nombre de Dios et que se armassen pora la batalla del Sennor. Onde andando y onrrados et guisados como pora aquel officio por cierto los maestros de la passion del Sennor, confessaronsse todos et, tomado ell consagrado cuerpo de Nuestro Sennor Jhesu Cristo, guisaronsse todos et guarnescieronsse de todas sus armas como era mester. Et salieron a la batalla ordenadas sus azes assi como lo auien departido dantes—et diremos agora aqui de como — entre los principes castellanos: don Diago Lopez de Haro con los suyos ouo la delantera et los primeros colpes; el az de medio, et esta era la de la una costanera, ouo el conde don Gonçalo Nunnez con los freyres del Temple et del Ospital et de Veles et de Calatraua; ell az de la otra costanera ouo Roy Diaz de los Cameros et Aluar Diaç, su hermano, et Johan Gonçalez, et otros nobles omnes con ellos; en la postremera az fue el noble don Alffonsso rey de Castiella et don Rodrigo arcobispo de Toledo con ell, et los otros obispos sobredichos et ricos omnes: don Goncaluo Roye Giron et sus hermanos, et don Roy Perez de Villalobos, don Suer Tellez, don Fernand Garcia et otros. Et por cada una destas azes eran partidos los comunes de las nobles cipdades (1): Segouia et (1) Agrega el texto del Arzobispo después de das nobles çipdades»: «según se había ordenado. Por su parte el valiente rey de Aragón don Pedro dispuso su ejército en otras tantas haces: las primeras heridas tuvo García
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Auila et Medina del Campo. Pues ordenadas las azes con Dios en esta hueste, como es dicho, aleadas las manos a los cielos, enderesçados los OÍOS a Dios et auiuados et leuantados los coraçones a martirio et tendudas las sennas de la fe et de los fieles de Cristo, uenieron todos, según la ordenación dicha, assessegados en uno ygualmientre, a los peligros et al departimiento de la batalla. Et los primeros que las primeras feridas fueron dar dell az de Diago Lopez de Faro fueron su fijo et sus sobrinos, los nombrados suso, caualleros libres en armas et muy atreuudos. Los moros de la otra parte fizieron otrossi lo suyo; guisaron en somo del mont una fortaleza a semeiança de corral a poder de saetas et de otras armas, et dentro daquel corral assentados los sus peones rezios et que algo ualien; et alli souo otrossi el su rey dellos, teniendo cerca ssi una espada, et el, uestido una capa negra que fuera de Abdelmon que fue comienco de los almohades, como es dicho, et otrossi, esse su rey cerca si el libro de la descumulgada secta de Mahomat, et este es el libro a que ellos agora dizen Alcoran. De parte de fuera daquel corral eran paradas otras azes de peones de que los vnos, también de los de fuera como de los de dentro, tenien atadas las coxas los unos a los otros a reuezes, como que desesperassen de ayuda de foyr—ca de guisa estauan atados que maguer que lo mester ouiessen et lo quisiessen fazer, non podrien foyr—ca suffrien ellos otrossi fuertemientre la priessa et ell affruenta del afincamiento de la batalla. Et delante aquel corral, de la parte de fuera, estaua ell az de los almohades, caualleros buenos guarnidos de cauallos et de armas, et una muchadumbre dellos que non auie cuenta, et companna espantosa de uista. Et de diestro dellos et de siniestro, estauan los alauares, omnes ligeros, et que se ayudauan de lanças et de azagayas, et fazien danno en los que non sabien que armas eran aquellas: ca èllos en fuyendo, embargan al otro, et desque son sagudados, tornan, si ueen guisado; et fazenlo peor en llano et en ell angostura non tienen danno a la cosa pora reboluerse, son fallados, estos alauares de las lanças et de las azagayas, mas dannosos; estos semeian a Turcos: con fechos de saetas lidian; et en las medidas de las porras traen unos como uasos que se rebueluen, et los unos et los otros destós moros guerreros, andan a uñas et a otras partes como uagueando et fuera de orden de lid, et non guardan de orden de az, et corriendo, turuian et desbaratan a los otros, et los suyos uiniendo ordenadament a las feridas, et danRomero; la segunda haz Ximen Cornel y Aznar Pardo: en la última estuvo él con otros magnates de su reino: del mismo modo en el haz colateral puso a otros de sus nobles. Tuvo también consigo de los concejos de las ciudades de Castilla. El rey Sancho de Navarra, notable por la especial prerrogativa de su valentía, iba con los suyos a la derecha del rey noble y en su compañía iban los concejos de las ciudades de Segovia, Avila y Medina».
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les guisado de fazer mal, si se ellos aperciben. Mas la muchadumbre destos et daqueilos non podrien auer cuenta, nin creo que ninguno délos nuestros asmarlos pudiesse con uerdad; sinon que despues, oymos de sus moros mismos que eran LXXX uezes mil caualleros, et las compannas de sus peones que non podrien seer contadas. A esto dizien, unos moros que son de tierra de Azcore, que es cerca los Marruecos, que fueran en esto, que non era pagado dellos el su rey; et estos moros, dexadoslos cauallos, por ganar la gracia del su rey, fizieronse a pie et uinieron a lidiar daquella guisa; et lidiaron et fizieron grand danno en los cristianos, mas pero non creen los omnes que ninguno destos ende escapo. Aun estaua y, delante su rey, mucha companna ademas, et muy guarnida de nobles sennales de armas et de cauallos. Et desta guisa que es dicho estaua aquel corral de los moros cercado et guarnido, et su rey dentro. Agora la estoria, pues que a dicho las ordenanças de las yentes de la una et de la otra part en esta batalla, cuenta agora de como lidiaron et de como fue librada la batalla, et diz:
1019. El capitulo de como se bolvieron las huestes et lidiaron et iiençieron los cristianos et de la mortandad que fizieron en los moros. Del desbarato daquel corral et de la batalla que los cristianos uencieron daquesta ueç, cuenta aqui la estoria desta guisa et diz: que los moros que estauan atados, como es dicho, et que se non podien mouer daquel logar do estauan, començaron a desuiar las primeras feridas de los nuestros que subien por logares assaç desguisados pora combater. Et en estas contiendas, algunos de los nuestros que subien a cometer los moros, essos canssados por las grauezas de las sobidas, pararonsse et estidieron quedos yaquanto. Estonces algunos de medio de las azes de Castiella et de Aragon, fizieronsse una companna et uinieron a las primeras azes et fue grand la muebda que se y fizo, et la cosa muy peligrosa et en dubda; assi que algunos, pero non de los grandes, semeiaua que querien foyr; mas los primeros et los de medio de Aragon et de Castiella ayuntados en uno, combatien a los enemigos et requedauanlos de yr adelant, et esto fazien ellos quanto podien. En tod esto, las azes de las costaneras lidiauan muy fuerte con las azes de los moros, et las feridas eran muchas et muy fuertes delia et delia parte; mas las de los moros eran tantas et tan fuertes et la su muchadumbre tan grand, que unos de los nuestros començaron;a couardar et tornando las espaldas, semeiauan que fuyen ya. Et ueyendo esto el muy noble rey don Alffonsso, a unos de losuiles del pueblo menudo que non auien cuedado de catar lo que estaua mal, dixo al arçobispo de Toledo, oyéndolo todos: «arçobispo, yo et uos aqui morremos.» Et respondiol essa ora el arçobispo: «sennor, fiemos en Dios
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et mejor sera; ca nos podremos mas que nuestros enemigos; et uos los uençredes oy.» El noble rey don Alffonsso nunqua uençudo de coraçon, dixo: «uayamos apriessa a acorrer a los primeros que estan en peligro.» Estonces Gonçaluo Royz et sus hermanos fueron contra los primeros en acorro; mas Fernant Garda, varón libre et enssennado en caualleria, tardo al rey, consseiandol que guardasse el gouernamiento de la hueste et de guisa fuese en ell acorro daquellos, que la hueste non se desordenasse porque fuesse desbaratada. Estonces dixo el noble rey de cabo al arcobispo: «arcobispo, aqui mueramos, ca tal muerte conuiene a nos et tomarla en tal articulo et en tal angostura por la ley de Cristo: et mueramos en el.» Respondió ell arcobispo: «sennor, si a Dios plaze esso, corona nos uiene de victoria, esto es de uencer nos: et non de muerte nin morir, mas ueuir; pero si de otra guisa pluguiere a Dios, todos comunalmientre somos parados pora morir conuusco, et esto ante todos lo testigo yo, pora ante Dios.» Estonces el noble rey don Alffonsso, non demudada por ello la cara, nin el su loçano gesto, nin el su muy noble et apuesto contenent que el solie traer, nin demudada la palabra, parosse esforçado et firme como fuerte uaron armado et como león sin espanto; ca pora morir o pora uencer firme estaua el. Et dalli adelante, non queriendo mas soffrir el peligro de los primeros, uenosse dalli apriessa, fasta que llego al corral del moro; et enderesçolo Dios que lo fazie todo, et uinieron y con el alegremientre las noblezas de las sus sennas et los suyos. Et la crue del Sennor que delant ell arcobispo de Toledo auie en costumbre de ueuir, aduziendola aquella hora Domingo Pascual de Almoguera, canónigo de Toledo, entro con ella por ell az de los moros, et passo por todos marauillosamientre, et non tomando y ningún pesar esse don Domingo que la crue traye, nin ninguna lision, sin los suyos, ca non uinien y con el; et assi fue en su yda sin todo periglo, fasta que llego all otro cabo de la batalla; et fue assi como plogo a Dios. Et en las sennas de los tres reyes uenie la ymaien de sancta Maria uirgen madre de Dios, la que de la provincia de Toledo et de toda Espanna estido et fue siempre uençedora et padrona, en cuya uenida marauillosa, aquella az de los moros de marauillar et companna que non auie cuenta et que fasta alli estidieran et estauan firmes que se non mouien, et rebeldes que contrallaran a los nuestros, muerta essa compannamarauillosa a espada et segudada alanzadas etuençuda a feridas, torno la espalda a foyr. Estonces yua el rey moro por la priessa de la batalla, et mas por affincamiento de su hermano a quien llamauan Zeyt Abozecri por nombre, quel affincaua que se saliesse, de-la batalla et se fuesse, subió esse rey Almiramomelin en una bestia de muchos colores, et por guarir que non muriese alli o fuesse preso—ca uio el que lo uno o lo al desto que le serie si y fincasse—cogiosse a foyr, sintiendo que aquello era lo mas seguro pora lo que ell auie mester. Et fuxo con
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tres cauaileros queouo por companneros en aquell perigro, et ueno assi fuyendo a Baesça; et los de Baesça, ueyendol daquella guisa uenir, entendieron que mal era et que uencudo uenie, et demandáronle que que farien; et diz que les respondió ell: «non puedo conseiar a mi nin a vos; et camió alli la bestia et ueno a Jahen aquella noche. Estonces los aragoneses de la su parte, et los castellanos de la suya, et los nauarros otrossi de la suya, desboluieron apriessa las manos entre los moros, et mataron alli muchos dellos, et muchos en los alcanços que fizieron empos ellos a muchas partes, por o yuan íttyendo, et ellos empos ellos matando. Oyendo esto ell arcobispo et ueyendolo, dixo estas palauras: al noble rey don Alfonsso: «sennor, membraduos todauia de la gracia de Dios que cumplió en uos todas las faltas, et yaquanto el denuesto de Toledo, et oy uos lo emendo; et membraduos otrossi de uuestros caualleros, por cuya ayuda uiniestes a tan grand gloria et tanto prez entre los reyes de Espanna: et en mas tierras suena el uuestro prez, ca por mas tierras suena et sonara mas et uuestro nombre et la uuestra grand fama.» Estas razones et otras tales como estas acabadas de dezir en esta manera, ell arcobispo et los obispos, que y eran con ell, et los abades et frayres et la otra clerezia, que y eran con ellos, aleadas las manos et las uozes al cielo, con lagrimas de sanctidad et con cántico de alabanca, salieron en esta razón, cantando con gran alegria aquel cántico que dizen en la eglesia: Te Deum laudamus, te Dominum confitemur, et quiere esto assi dezir en el castellano: «A ti, Dios, alabamos, a ti, Sennor, confessamos», et dixieron.este cántico todo, cantandol fasta cabo. Et eran y don Tello obispo de Patencia, don Rodrigo obispo de Siguença, don Melendo obispo de Osma, don Domingo obispo de Plazençia, don Pero obispo de Auila, et muchos otros clérigos onrrados que eran y con ellos, cantando cánticos et alabanças a Nuestro Sennor Dios, por quanto crebanto fiziera en aquell dia en los paganos enemigos de la crue, et quanta uertud et exaltamiento mostrara en los cristianos fieles de Cristo et mantenedores de la su ley. Aun dize ell arcobispo en esta estoria adelante: ell campo de la batalla tan lleno fincaua de moros muertos et tanto era y la su mortandat que, aun yndo nos en buenos cauallos, apenas podiemos passar sobre los cuerpos dellos. Et eran los moros que fueron fallados cereal sobredicho corral muy luengos de cuerpos et muy gruesos omnes; et lo que es marauilla pora dezirlo: maguer que yazien destorpados de todos sus cuerpos et de todos sus miembros et despoiados todos, que los despoiaran los pobres, pero por tod esso en todo el campo de la batalla ninguna sennal de sangre non pudo seer fallada. Et acabadas estas cosas como dichas son, los nuestros non queriendo poner termino nin destaio a la gracia de Dios, fueron sin toda canssedad a todas partes, fasta la hueste em pos los moros que fuyen; et segund ell asmança de los nuestros era, mataron y
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dellos fasta dozientas uezes mili moros. Mas de los nuestros, segund ende podimos saber la uerdad, adur se pudieron seer fasta XX et V omnes. Agora acabada la batalla et delibrada, loado a Dios, como es dicho, cuenta aun la estona adelant de los grandes fechos que los cristianos y fizieron.
1020. El capitulo de los granados fechos que se fizieron en esta hueste del muy noble rey don Alffonsso, et de los que los fizieron. La estoria, pues que a contado la uenida de la batalla et las ordenanças de las azes et los logares do fue la lid, et de como fue uençttda, departe agora de los nobles et granados fechos que fizieron los lidiadores, et dize ende assi: non creo que ninguno pudiesse dezir los fechos sennalados que los grandes omnes fizieron en aquella lid, ca ninguno non podrie catar nin ueer todas las cosas que alli se fizieron apartadamientre, de cada uno las suyas, que alguno non fiziesse algo en las dell otro et ell otro en las dell otro. Et maguer que non en todo, en alguna cosa conuiene a saber en qual manera los aragoneses atreuudos et libres se metieron alli a ferir et matar en los enemigos, et en qual manera con su ligereza passauan delant a los que fuyen, por detenerlos et matarlos y; et quan esforçadamientre, otrossi como uaron, Xemen Cornel ueno con su companna a los de la delantera que fazien las primeras feridas, et los esforço et fizo el y lo suyo; et en qual manera otrossi Garci Romero et Açnar Pardo, con los1 otros grandes omnes de Aragon, quan con Dios et quan granadamientre acabaron alli las dubdas de la batalla. Et en qual manera otrossi la ligereza de los nauarros, omnes lidiadores, se pararon a la priessa de la batalla, segudandolos et matando en los que fuyen. Et en qual manera otrossi los vltramontanos, que eran los de fuera de Espanna, que fincaran y, con qual corredura et quan de coraçon se pararon et contrallaron a las caualgadas et correduras de los moros. Et en quai manera otrossi la grand uoluntad de los castellanos et el su noble coraçon cumplie alli todas las cosas, con largos abondos de armas et de lidiar, et apremio alli con la su nobleza los perigros de la batalla a los suyos, et los acreció a los enemigos et los torno sobrellos; et con espada uençedora ueno delant a los muy ligeros, et fizo pora si llanas las asperezas de la sierra, uençiendo a los enemigos con bienandança, tornando los denuestos et las falsas mentiras de los enemigos de la crue, et de la su ley de Cristo, con cánticos et con alabanças de Dios, en gloria et en oñrra dell. Agora porque serie muy grand la cuenta de los granados fechos que los grandes omnes fizieron en esta batalla, ell arçobispo don Rodrigo, que fue en esta batalla et esta estoria dicto, por escusarse della con apuesta razón, dize ende assi por su persona:
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si yo quisiesse contar los grandes fechos que alli fizieron cada unos de los grandes principes et los conçeios, non lo podria complir: ca o me canssarie la mano escriuiendolos o erraria la cuenta, o minguaria en la razón del dezir; ca si a todos los armo la gracia de Dios pora aquella batalla, et todos querien ganar algo et ganar prez, ¿ueyendolo bien parado, qual serie el que lo non tomasse? mas que mas: que todos cobdiçiauan acabar uençer et ganar prez pora siempre, o si mester fuesse, morir y, et alcançar coronas de mártires. Pues tal gracia como esta et bien tan comunal de todos, o todos se preçiauan de fazer de coraçon bien et meior unos sobre otros, ¿quien lo podrie contar, nin dezir ende al sinon todo bien et alabança de Dios, que lo fizo todo? Et esto assi paresçe que Dios lo fizo todo et lo acabo, por la grand marauilla et el miraglo que dixiemos que contesçiera en esta batalla: que en tod el campo, de tanta matança como alli se fizo, que nin fallaron y sennal de sangre, nin parescio en el campo una gota della. Pues estas cosas todas acabadas por cierto, con tanta bien andança, llego ya el dia acerca de ponerse el sol, et nos assentamosnos en las tiendas de los moros; et souiemos y canssados, pero assaz alegres de la batalla que uençiemos et la uictoria que ouiemos ende. Et nin a nuestras almohallas nin a nuestras tiendas non se torno ninguno de nos de quantos y fuemos, sinon nuestros siruientes que fueron alla pora adozir los sarcanos ende. Et tantas de cosas de los alaraues yazien en el campo, que adur podien ende los omnes tomar la meatad; et quien robar quiso, muchas cosas fallo y que tomasse et leuasse, conuiene a saber: oro et plata, vestiduras preciadas et ropas de casa et ropas de seda muchas et nobles, et muchos otros affeytos muy preciados et muchos aueres de otra guisa, vasos de grand precio; et todas estas cosas por la mayor parte ouieron los peones et algunos caualleros de Aragon; ca los mayores omnes que auien ell amor de la fe et guardauan la onrra de la ley et se querien dar por libres et non se abaxar a tales cosas, et guardar sus noblezas, desdennando todas estas cosas, mas cataron por contender en matar los enemigos que alcançauan et segudarlos, ante que en metersse a tomar daquellas cosas; mas' de matar et segudar los enemigos nunqua quedaron fasta en la noche; et mayormientre porque ell arçobispo de Toledo deuedara et descomulgara el dia dantes a todos aquellos que en la batalla dexassen de matar et crebantar los enemigos, et se metiessen a tomar ninguna cosa de tod el campo, fasta que toda la batalla fuesse librada. De camellos otrossi et de otras bestias que aduxieran alli los moros non serie, por grand entendimiento que ouiesse, qui cuenta nin precio les pudiesse dar nin poner: tantas eran las bestias et las preas de las otras cosas que en ell campo fincaron. Et en aquel logar mismo tardamos aquel dia et ell otro. Bt y ouieron que ueer los omnes en coger las cosas del campo et adozirlas todas a un logar do las pudiesse ueer el rey. Et lo que apenas
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podrie omne creer, maguer que fue uerdat: en adobar de comer et pora las otras cosas que mester eran, nunqua otra llenna ouieron nin quemaron, sinon todo de astas de lanças et de saetas et de otras armas que los moros alii troxieran; et aun en aquellos dos dias, adur se quemo la meatad délias, et aunque lo fazien de guisa que alli se gastassen, maguer que la muchedumbre délias era muy grand. Pues de la guisa que lo auemos contado fue a la batalla que dizen de Hubeda ell noble rey don Alffonsso el ochauo de Castiella; et fue fecha esta batalla en las Ñauas que dizen de Tolosa et uençiola el con Dios et libróla, assi como es dicho, a onrra de Dios et de la cristiandad; et crebanto los moros de guisa que nunca mas alçaron cabesça. Agora diremos de las otras cosas que este muy noble rey don Alffonsso fizo.
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El capitulo de como fueron presas Vbeda et Baesça et otros castiellos delia, et del torno de la hueste.
Librada la batalla como es dicho, torna la estoria a contar de como ordeno et libro este rey don Alffonsso tod el fecho de la frontera et de las conquistas que ell alla fizo desta uez, et desi tornosse pora su tierra con su hueste; et dize assi ell arçobispo que conto lo al: Et yndo nos dalli adelant dont libramos la fazienda, unos de los nuestros fueron et cercaron el castiello de Vilches, que es muy fuerte. Et al tercer dia de la batalla, en la quarta feria, que era ell miércoles dessa sedmana, llego el rey con la hueste et prisiemos esse castiello de Vilches, et estos otros tres castiellos: ell Ferrai et Tolosa et Bannos, en que por la gracia de Dios, dend a acá fasta oy, moraron y et moran fieles de Dios, que son los cristianos; et tardamos en esto un dia, dize el arçobispo. Et dalli uiniemos a Baesça, et fallárnosla yerma, foydos todos los moros ende: que ueyendo el peligro de los suyos cogiéronse et uinieronse pora Hubeda, sinon unos enbargados que se non pudieron tan bien librar como los otros et metiéronse en su tneçquita; et llego ell poder de los cristianos et pusiéronles fuego et quemáronlos y. Oyeron esto los reyes et los otros principes, et ouieron su consseio et acordaron que çercassen a Hubèda; et fizieronlo assi, et fue esto viernes, VI dias después de la batalla. Et despues desso, el lunes adelant, que era ya ocho dias después de la batalla, cometieron de combatir la çipdad et lidiarla muy de rrezio, llamando el nombre de Jhesu Cristo; et de la parte de los moros se acogieran deffendiendosse. En tod esto, un escudero de Lope Ferrandez de Luna subió en el muro; et quando los moros le uieron en somo desmayaron de mala guisa, temiendo que los entrarien ya, et quedaron luego de guerrear, et prometieron que se darien a la mesura del rey. Sobresto el rey don Alffonsso departió sobrello con los otros reyes, et ell acuerdo de la fabla et del consseio fue tal: que diessen los moros mili ueces mili morauedis
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de oro et que les fincasse su villa libre et quita enteramientre; et algunos touieron esta pleytesia por buena et acogiéronse a ella, mas pesaua a los reyes mucho ademas, pero encrubiensse por el affincamiento de los otros grandes omnes que lo querien. Al cabo ell arçobispo de Toledo et ell arçobispo de Narbona et los obispos que eran y con ellos, deuedando por la eglesia esta pleytesia que se non fiziesse, librosse desta guisa: que la çipdat fuesse derribada fasta en los cimientos, et los moros que fincassen a uida, mas que fuessen catiuos. Et por la sobeiania de los omnes esfriandosse ya la gracia de Dios, tanto los tenie enlazados la cobdiçia, que por ella entendien ya a fazer tuertos et robos; onde Nuestro Sennor Dios por poner freno et estonio a la cobdiçia dellos, firio con enfermedades a ellos et a sus bestias, assi que apenas auie en todas las sus tiendas uno que pudiesse seruir all otro, nin cauallero a cauallero, nin aun siruient a sennor, pora darle lo que mester fuesse. Et aquexadas todas las compannas desta guisa, tornamosnos a Calatraua et fallamos y al duc de Astria, de tierras de Alemanna, que uinie a la batalla con muy grand guisamiento; et dalli se torno aquel duc de Alemanna con ell rey de Aragon que se tornaua ya pora su tierra. Et nos, dize ell arçobispo don Rodrigo, con el noble rey don Alffonsso, tornamosnos pora Toledo; et fue y reçebido el rey et los arçobispos et los obispos con gran procession et muy onrrada, fecha de toda la clerezia et de todo el pueblo en la eglesia de Sancta Maria, alabando todos a Dios por muchos estrumentos de musica, et otros exaltando el su nombre porque les diera su noble rey sano et con salut, et coronado de corona de victoria. Et dalli se partió la hueste en la çipdad de Toledo, et se fueron cada unos pora sus tierras, prometiéndoles el noble rey don Alffonsso a los suyos mucho bien et mucha merced, et mejorarles los fueros et baxarles los pechos, et muchos otros algos que les prometió, ca lo meresçien ellos muy bien. Et con los ágenos partió et dioles de lo suyo tan granadamientre et faziendoles tanto dalgo, que todos los enuio muy sus pagados, et diziendoles et prometiéndoles que siempre fallarien en el todo lo que mester les fuesse; et desta guisa se espidió dellos et los enuio. Ffecha fue esta batalla de las Ñauas de Tolosa et de Hubeda en la era de mill et CC et L annos —et andaua otrossi estonces ell anno de la Encarnación del sennor en mill et CC et XII—en la segunda feria, esto es, en ell dia del lunes, XVI dias antes de las calendas de Agosto, esto es, XVI dias por andar del mes de Julio.
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II Carta de Alfonso VIII al Papa Inocencio III.— JVfonc/éjar: j/Tpénd. XCVIII. Al Santísimo Padre y Señor Inocencio, Sumo Pontífice por la gracia de Dios, saluda, besándole las manos y los pies Alfonso, Rey de Castilla y de Toledo. Creemos no se habrá olvidado Vuestra Santidad de cómo le expusimos humilde y devotamente por nuestros embajadores el propósito de atacar a los pérfidos sarracenos, y le pedimos como a padre y señor auxilio, que reconocemos haber impetrado benigna y piadosamente, como de un padre piadoso. Por lo cual, no tardamos en enviar embajadores—los que juzgamos a propósito para el caso—con vuestros breves a las partes de Francia, añadiendo además que a todos los caballeros que viniesen a la guerra y a los soldados les daríamos, como era justo, las expensas necesarias para que pudiesen cómodamente sustentarse. De ahí que al saber el perdón de los pecados que vos habíais concedido a los que viniesen, llegó gran multitud de caballeros ultramontanos, además de los Arzobispos de Narbona y Burdeos y el Obispo de Nantes. Serían los que vinieron, hasta dos mil caballeros con sus pajes de lanza, y hasta diez mil jinetes y cincuenta mil peones, a todos los cuales debimos proveer de vituallas. Vinieron también nuestros ilustres amigos y parientes los Reyes de Aragón y Navarra con sus tropas en socorro de la fe católica. Como se detuviesen por algún tiempo con nosotros en Toledo, mientras aguardamos a nuestras gentes que habían de venir a la guerra, no cesamos, según lo habíamos prometido por nuestros embajadores, de suministrarles todo lo necesario, aunque los gastos por su gran número eran muy pesados y casi insostenibles para Nos y nuestro Reino. Porque tuvimos que proveerlos no sólo de lo prometido, sino además de dinero y caballos, de que carecían casi todos, lo mismo caballeros que soldados. Pero el Señor, que multiplica los frutos de la justicia, nos suministró con abundancia, según su liberal gracia, y nos concedió el poder cumplir todo perfecta y abundantemente. Reunidas, pues, nuestras tropas y las suyas, emprendimos la marcha en el camino del Señor, y llegando a una torre bastante fuerte llamada Malagón, los ultramontanos, que se nos habían adelantado una jornada, la atacaron y con el auxilio de Dios la ganaron inmediatamente. Ellos, aunque nosotros los proveíamos con largueza de todo lo necesario, con-
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siderando los trabajos de la tierra, que estaba yerma y algo calurosa, quisieron abandonar la empresa y volverse a su país. Sólo a fuerza de súplicas nuestras y del Rey de Aragón, continuaron hasta Calatrava, que no distaba de Malagón más que dos leguas, y comenzamos a atacarla en el nombre de Dios, nosotros por nuestra parte, el Rey de Aragón por la suya y ellos por la suya. Los sarracenos que había dentro, viendo que no podían resistir al ejército del Señor, determinaron entregarnos la villa, a condición de que saliesen con sus personas salvas, aunque sin llevarse cosa alguna. Nosotros de ningún modo queríamos aceptar tales condiciones; pero el Rey de Aragón y los ultramontanos, que deliberaron sobre el caso, vieron que la villa estaba fortificada con muros y antemurales, con profundos fosos y altas torres y que no podría ganarse, si no se minaban los muros, para que así se derrumbasen, lo cual cedería en grave daño de los caballeros de Salvatierra, de quienes había sido el castillo, y que en caso de necesidad no se podría conservar. Por lo cual insistieron con gran fuerza ante Nos para que se nos entregase la villa salva y entera con armas y con la gran cantidad de provisiones que allí había y de que estaba bastante necesitado el ejército, y que se permitiese a los sarracenos salir inermes y con las manos vacías. Nosotros, viendo su decidida voluntad de que así se hiciese, accedimos a sus deseos, de modo que la mitad del botín fuese para el Rey de Aragón y la otra mitad para los ultramontanos, sin que quisiésemos quedarnos con nada para Nos, ni para los nuestros. Pero ellos no desistieron de su propósito de repatriarse, y aunque Dios nos daba'honra y gracia y queríamos proveerlos con gran suficiencia de todo lo necesario, vencidos por el deseo de volver a su patria quitáronse todos la señal de cruzados, y con el Arzobispo de Burdeos y el Obispo de Nantes, aunque estábamos ciertos de entrar en batalla con los sarracenos, se volvieron a sus tierras, excepto unos pocos que quedaron con el Arzobispo de Narbona y Teobaldo de Blazon, que era español de origen, con los suyos y algunos otros caballeros del Poitou; todos ellos apenas eran entre caballeros y soldados 150; de los peones no quedó ninguno. Como el Rey de Aragón se detuviese en Calatrava esperando a unos caballeros suyos y al Rey de Navarra, que todavía no se nos había reunido, nosotros con nuestros soldados continuamos hasta llegar al castillo de Alarcos. Aunque estaba bien defendido lo tomamos, así como otros tres castillos, que eran Caracuel, Benevento y Piedrabuena. Partiendo de allí, llegamos a Salvatierra, donde se nos reunieron el Rey de Aragón, que no trajo de su gente al ejército, sino caballeros nobles, y el Rey de Navarra, que tampoco vino al ejército acompañado de más de 200 caballeros. Como el Rey de los sarracenos estaba ya cerca de nosotros, no quisimos atacar a Salvatierra, sino que avanzando contra la
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multitud de sarracenos llegamos a ciertos montes en los que no había paso, más que por determinados sitios. Estando nosotros al pie de aquel monte por el lado nuestro, los sarracenos vinieron por el otro lado y ocuparon la cumbre, queriendo impedirnos el paso. Pero nuestros caballeros subieron varonilmente, y como todavía habían llegado pocos sarracenos a aquel sitio, los expulsaron vigorosamente con el auxilio de Dios y tomaron un castillo fortificado que se llama Ferrat, construido por el Rey de los sarracenos para cortar el paso. Ocupado el castillo, pudo el ejército del Señor subir con seguridad a la cumbre del monte, donde sufrió mucho por la falta de agua y lo árido del terreno. Los sarracenos, viendo que no podían ocupar aquel paso ocuparon otro, muy estrecho y difícil, que había a la bajada. Era tal, que mil hombres podían defenderlo contra cuantos pueblan la tierra; junto al paso, del lado de allá, estaba todo el ejército de los sarracenos con sus tiendas ya plantadas. Como nosotros no podíamos quedarnos allí por la faita de agua, ni avanzar por la dificultad del paso, propusieron algunos de los nuestros bajar otra vez al pie del monte y buscar otro paso a dos o tres jornadas. Mas nosotros, mirando al peligro de la fe y al desdoro de nuestra persona, no quisimos seguir este consejo, prefiriendo morir por la fe en la aspereza del paso, antes que retroceder en lo más mínimo en este negocio de la Religión, para buscar un paso más fácil. Cuando ya habíamos adoptado esta resolución, nuestros magnates que iban en la vanguardia, guiados por un rústico que Dios nos envió impensadamente, encontraron allí mismo otro paso bastante fácil, y desconociendo los sarracenos aquel paso, pusieron las tiendas en un sitio próximo al ejército enemigo, aunque era árido y seco. Cuando los sarracenos lo advirtieron acudieron a impedirles que acampasen; pero los nuestros, aunque eran pocos, se defendieron virilmente. Nos y los Reyes de Aragón y Navarra, armados con nuestros caballeros, aguardamos en nuestro primer campamento en la cumbre del monte, hasta que todo el ejército del Señor llegó con seguridad al sitio en que nuestros adalides habían acampado: así, gracias a Dios, aunque el camino era intransitable, seco, pedregoso y lleno de maleza, no tuvimos ninguna pérdida; fue esto el sábado 14 de Julio. Al atardecer, viendo los sarracenos que habíamos plantado todas nuestras tiendas con seguridad, vinieron formados en batalla delante de nuestro campo y trabaron algunas escaramuzas con los nuestros, a modo de torneos. El día siguiente, domingo, vino el sarraceno con infinita muchedumbre dispuesta en orden de batalla. Nosotros, para examinar su número, disposición y estado de todas sus cosas, seguimos el consejo de personas prudentes y experimentadas y esperamos hasta el día siguiente, lunes. Estando ellos así, pusimos a nuestros caballeros mezclados con los peones para que el enemigo no pudiese molestar las alas extremas de nuestras haces, como así sucedió por la gracia de Dios.
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Al día siguiente, lunes, avanzamos todos armados, en el nombre de Dios, con nuestras haces ordenadas para pelear con ellos por la íe católica. Los sarracenos ocuparon unas colinas muy arduas y de difícil subida, por los arbolados que entre ellos y nosotros había y por los profundos cauces de los arroyos: todo lo cual nos era de gran embarazo, y a ellos, en cambio, de gran ayuda. Pero aquel de quien procede, en quien está y por quien existe todo, obró maravillosamente y dirigió las manos de su ejército contra sus enemigos, de modo que la vanguardia y también el centro de nuestras tropas arrollaron con la virtud de la cruz a muchas haces que estaban en las colinas menores. Cuando llegaron a la última haz, que era innumerable y en la que estaba el rey de Cartago—el Miramamolín—tuvieron gravísimos choques con caballeros, peones y flecheros, a los que a duras penas y con grandísimo peligro, o mejor dicho, de ninguna manera podían ya resistir. Nosotros, viendo que el combate se les hacía intolerable, avanzamos a rienda suelta, precedidos del signo de la cruz y de nuestro estandarte, en el que estaba la imagen de Santa María y de su hijo superpuesta a nuestra seña. Cuando estábamos ya dispuestos a morir constantes por la fe de Cristo, al ver la afrenta de su cruz y de la imagen de su madre, que los sarracenos procuraban derribar con piedras y flechas, lanzándonos a las armas con furor, rompimos su haz de innumerable muchedumbre, y aunque seguían constantes y firmes en la pelea defendiendo a su príncipe, el Señor degolló con la espada de su cruz aquella inmensa muchedumbre y el rey de los sarracenos con unos pocos emprendió la fuga. Los suyos todavía resistían a nuestras acometidas, pero al momento, después de una gran carnicería, diéronse los demás a la fuga. Nosotros los perseguimos hasta la noche y matamos más en el alcance que en la misma batalla; así, la batalla del Señor fue llevada felizmente a cabo por sólo el Señor. Sea a Dios el honor y la gloria que dio a su cruz la victoria por Jesucristo nuestro Señor. Eran los caballeros sarracenos, como después supimos por la relación verdadera de algunos criados de su rey a quienes hicimos cautivos, 185.000; los peones no tenían número. Murieron en la batalla de su parte más de 100.000 soldados, según cálculos de los sarracenos, que después hicimos prisioneros. Del ejército del Señor—cosa que no se puede decir sin grandes acciones de gracias, y que nó es creíble sino porque es milagro—apenas murieron 25 ó 30 cristianos. ¡Oh qué alegría y cuántas acciones de gracias hay que dar a Dios! A menos que haya que sentir el que en tan grande ejército fuesen tan pocos lo's mártires que fuesen a unirse con Cristo por el martirio. Para que se entienda cuánta era su muchedumbre, cuando nuestro ejército se detuvo durante dos días en su campamento, en todos los fuegos necesarios para cocer las viandas, el pan y demás, no empleó otra leña que la de sus lanzas y saetas y apenas pudo quemar la mitad. Y como el ejér-
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cito cristiano por su larga permanencia en sitios yermos e incultos tuviese falta de provisiones y demás, encontró allí tanta cantidad de vituallas, armas, caballos de guerra y otras bestias, que tomando cada uno lo que quiso, todavía dejaron más de lo que se llevaron. Al tercer día avanzamos y fuimos a unos castillos de los enemigos, Vilches, Baños y Tolosa, que ganamos sin tardanza. Finalmente, llegamos a dos ciudades, Baeza y Ubeda, mayores que las cuales sólo son Córdoba y Sevilla A Baeza la encontramos arruinada; en Ubeda, que por su sitio y defensas era fortísima, se había refugiado una infinita muchedumbre de las villas cercanas. Como se sabía que nunca ni el emperador ni ningún rey de España la había conquistado o sometido, creían que en ella podrían salvar sus vidas. Pero en breve por la gracia de Dios la tomamos y la arrasamos por completo, porque no teníamos gente bastante para poblarla. Caerían allí en nuestras manos más de sesenta mil sarracenos, de los cuales unos matamos y otros llevamos cautivos para que sirviesen a los cristianos y a los monasterios que se han de reparar en la frontera. Hemos creído deber escribiros esto, Santísimo Padre, dándoos las gracias, según nuestra posibilidad, por el auxilio que habéis prestado a toda la cristiandad y suplicándoos humildemente que Vos, a quien Dios ha elegido para el cargo de Sumo Sacerdote, le inmoléis víctimas de oraciones con sacrificios de alabanzas por la salud del pueblo.
III Carta de Arpald© Amalarico, arzobispo de Narbona.—J/íondéjar: jfípén. CIII. A los venerables y muy amados en Cristo Arnaldo, abad del Cister, y a los demás abades reunidos en Capítulo general, desea salud y sincero amor en el Señor, Fray Arnaldo, por la gracia de Dios, arzobispo de Narbona. Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad, porque en nuestros días se ha mostrado magnífico el Señor con su pueblo, concediéndole de sus enemigos una victoria, por la que merece tanto mayores alabanzas, cuanto más poderoso es el enemigo de que ha triunfado. Os anunciamos una nueva de gran alegría, porque el Miramamolín, rey de Marruecos, que, según hemos oído a muchos, había declarado la guerra a todos los que adoran la Cruz, ha sido vencido y puesto en fuga en batalla campal por los adoradores de la Cruz.
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Por las indulgencias que el Papa, Vicario de Jesucristo, concedió a todos los que acudiesen a la guerra en socorro de la cristiandad española, concurrieron de todas las partes del mundo fieles cristianos a Toledo, donde por edicto de los Reyes de Castilla y Aragón debían reunirse en la octava de Pentecostés. Halláronse entre los concurrentes el venerable Padre Guillermo, arzobispo de Burdeos, y otros prelados, barones y caballeros del Poitou, Andeg, Bretaña, Limoges, Perigord, Saintonges y Burdeos, con algunos ultramontanos de otras partes. Nos, con acompañamiento bastante honroso de caballeros e infantes bien armados de las diócesis de Lyon, Viena y Valentinois, llegamos a Toledo el tres de Marzo—léase Junio—, después de la octava de Pentecostés, y tratamos con los Reyes del bien de la república cristiana y de la venida del Rey de Navarra, que entonces estaba enemistado con el Rey de Castilla; porque en nuestro viaje nos habíamos detenido en la residencia del Rey de Navarra para inducirle a venir en socorro del pueblo cristiano. Cuando ya llevaba el ejército cuatro semanas de estancia en Toledo y fatigado con el tedio de la tardanza ardía en deseo de ir contra los sarracenos, un martes, a los quince días de nuestra llegada a Toledo, levantamos el campo todos los ultramontanos, llevando por guía y compañero de camino al noble Diego López de Haro, de orden del Rey de Castilla; el domingo siguiente, fiesta de Sanjuan, llegamos a un castillo de moros llamado Magalón, y al punto, antes de plantar las tiendas, lo atacaron los ultramontanos. Antes de una hora, según creemos, ganaron todo lo que estaba alrededor de la cabeza del castillo. Luego atacaron sin descanso durante todo el día y la noche, con saetas y piedras, la cabeza del castillo, minando al mismo tiempo los muros con picos. Era una torre cuadrada de piedra y cal, que llevaba en cada lado otra torre unida a ella, cuyos parapetos estaban bien guarnecidos de tablados. Ganáronse por asalto las cuatro torres laterales y se llegó, minando, hasta los cimientos de la torre mayor. Defendíanse todavía, como podían, los sarracenos que estaban en la parte alta de la torre y no podían aún los nuestros llegar libremente hasta ellos, porque estaban protegidos por unas bóvedas fortísimas de ladrillo y cal o yeso. Tratóse, pues, de la entrega de la fortaleza: los moros querían entregarse como esclavos, pero no agradó esto a los nuestros y se recibió el castillo a condición de que, dejando la vida salva al alcaide y a sus dos hijos, quedasen los demás a la merced de los extranjeros. Dióse muerte a todos los que se encontraron, excepto unos pocos. Al día siguiente, lunes, llegaron los reyes de Aragón y de Castilla, y el martes descansamos todos junto al castillo conquistado; el miércoles avanzamos dos leguas y llegamos a Calatrava. Era ésta una fortaleza bien defendida con fuertes y gruesas torres, en muchas de las cuales había manganelos. El sábado, día de la conmemoración de San Pablo—30 de Junio—atacó todo el ejército la fortaleza, y con
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la ayuda Dios, la parte más exterior hacia el río, que era la más débil y por donde atacaban el Rey de Aragón, nuestros vieneses y los caballeros de Calatrava, fue ocupada muy en breve aquel mismo día, y en dos torres que había por aquella parte, se enarbolaron nuestros estandartes. Al día siguiente, comenzaron los sarracenos a tratar de la paz, y como la parte ganada era débil y lo que quedaba por tomar muy fuerte, plugo a los Reyes, para evitar dilaciones y la muerte de cristianos, recibir el castillo, a condición de que saliesen las personas libres y vestidas y de los caballos que allí tenían sacasen consigo treinta y cinco. El siguiente martes—3 de Julio 1212—algunos prelados ultramontanos, acompañados de gran muchedumbre de caballeros, retiráronse del ejército y se volvieron a sus tierras; créese que serían los que se volvieron con los Obispos más de cincuenta mil. El domingo siguiente—8 de J u l i o salimos de Calatrava, dejando allí al Rey de Aragón, que repartía a sus soldados las vituallas encontradas en el castillo, y llegamos al castillo de Alarcos, junto al cual tuvo lugar tiempo antes la batalla en que, por exigirlo sus pecados, fueron los cristianos vencidos por el Rey de Marruecos. Aquel mismo día llegó el Rey de Navarra; luego en dos jornadas llegamos al pie del monte llamado Puerto de Muradal, y algunos de los nuestros, subiendo a la cumbre del monte, vieron como a una legua o dos las tiendas de los sarracenos, algunos de los cuales pelearon con los nuestros en la misma cumbre. Díjose entonces en el ejército que estaba en aquellas tiendas el Rey de Valencia, tío del Miramamolín, con los sarracenos y caballeros del lado acá del mar, a quienes llaman andaluces, para impedir el paso a los nuestros. Era muy arduo y estrecho el sitio por el que se proponía pasar el ejército; así es que para estorbárnoslo acamparon allí los moros. El Miramamolín en persona llegó al día siguiente, que era viernes, con el resto del ejército y nosotros subimos aquel mismo día a la cumbre del monte, sin pasar más adelante. Los moros abandonaron al punto un castillo que había en aquel monte. Aquel día atacaron los sarracenos a unos cristianos que se adelantaron un poco de las tiendas, los pusieron en fuga y mataron a algunos; a muchos más hubieran matado, si no por los de Viena y el Poitou, que estaban presentes y, aunque pocos, se opusieron con tal valor a los sarracenos, que los persiguieron más allá del agua de que nos querían privar; así, el ímpetu de los nuestros desbarató a los sarracenos. Al siguiente día, que. fue sábado, no pudiendo seguir el camino que nos habíamos propuesto, tanto por la altura y aspereza del sitio, cuanto por los sarracenos que colocados en frente nos impedían el paso, dimos como un rodeo por otra parte, pasando por sitios arduos y abruptos; al llegar al punto en que habíamos de poner nuestras tiendas, nos encontramos con que las haces de los moros estaban ordenadas en frente, y a poco rato saltaron delante de las mismas haces los árabes y flecheros,
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provocando a los nuestros con sus lanzas y saetas. Los nuestros se ocuparon tan sólo de plantar sus tiendas, dejando por aquel día la batalla campal. Al día siguiente, al amanecer, volvieron también los sarracenos con sus haces ordenadas del mismo modo que el día anterior. Los nuestros no aceptaron tampoco aquel día la batalla, sólo los flecheros y algunos pocos más discurrieron de un lado para otro; los árabes por su parte torneaban con los nuestros, no al modo de los franceses, sino según su costumbre de tornear con lanzas o cañas. Aquel día el Miramamolín demostró su poder más plenamente que el sábado. Llegaba el tercer día, día de alegría, día qué hizo el Señor, día por muchos siglos memorable. De mañana, antes que calentase el sol, la primera haz de moros y los árabes que estaban a un lado, como en otra colina (gente de la que se dice que nunca se acercan, sino que pelean corriendo sin orden fuera de filas), huyeron sin aguardar al enemigo, lo cual se demuestra porque en aquel sitio no se encontró ningún sarraceno muerto. Siguieron los nuestros a los fugitivos, y bajando del otro lado de aquella colina a un valle, encontraron una haz de muchos moros y los exterminaron. Los moros que huyeron, al llegar a la cumbre del monte más alto, se detienen porque estaba allí ordenada un haz Tortísima, según ellos creían, y en la que se dice estaba el mismo Miramamolín. Suenan con estrépito los instrumentos de los moros, que los españoles llaman tambores, detienen el paso los sarracenos, y no sólo resisten a los nuestros, sino que los atacan con tal vigor que los serranos, cierta gente del reino de Castilla, vuelven la espalda, lo mismo jinetes que peones, de modo que casi todo el ejército que estaba antes de la última haz, excepto algunos nobles españoles y ultramontanos, parecía huir. Grande fue el temor de muchos de los nuestros, no defraudase el Señor aquel día nuestras esperanzas; pero es de creer que esto sucedió para reprimir la soberbia de los nuestros y para que al ver a nuestros soldados armados no nos atribuyésemos la victoria a nosotros, o a nuestras armas y caballos, que abundaban en nuestro ejército y escaseaban mucho en el de los sarracenos, sino que la atribuyésemos a Nuestro Señor Jesucristo y a la Cruz, que ellos habían escarnecido y que los nuestros llevaban en el pecho para ser, como dice el Apóstol, portadores de su improperio fuera del campamento; improperio con el cual no hay duda que luego vencieron los nuestros. Nosotros al ver a los cristianos en fuga comenzamos a recorrer el ejército y a exhortar a los fugitivos a detenerse. Mas aunque los serranos y acaso muchos otros huían, como la última haz estaba firme y los reyes, cada uno con su acompañamiento, atacaban con gran ardor a los sarracenos, detuviéronse algunos por nuestros ruegos, otros hasta volvieron a la pelea, y no sólo fueron rechazados los sarracenos, que seguían a los cristianos, sino que además los que estaban en aquel haz tan fuerte fueron vencidos y muertos.
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Desde aquel momento huyó irreparablemente el ejército de los sarracenos en pos de su rey, élMiramamolín, que ya antes había huido y que además, según se dice y se cree, la noche anterior, presintiendo que iba a ser vencido, envió de noche por delante en mulos y camellos las riquezas inestimables que tenía. Los nuestros siguieron a los sarracenos fugitivos por medio de su campamento; al llegar a él encontráronse con la mayor parte de las tiendas echadas por tierra. Fueron en su alcance por cuatro leguas largas, y tantos mataron en la batalla y después de ella, que fueron los muertos sesenta mil y aun más, según se piensa. ¡Y cosa admirable: según creemos, de los nuestros no murieron cincuenta! En tres o cuatro sitios se encontraron tantas lanzas, aunque ya rotas, que todos los que lo vieron se admiraban grandemente. Encontráronse también en tres o cuatro sitios tantas arquillas llenas de saetas y cuadrillos que, como muchos pretenden, dos mil acémilas no bastarían a llevarlas. Bendito sea por todo Nuestro Señor Jesucrito, que por su misericordia ha concedido en nuestros tiempos, bajo el feliz apostolado del Papa Inocencio, la victoria a los católicos cristianos sobre tres clases de hombres petulantes y enemigos de su santa Iglesia: los cismáticos orientales, los herejes occidentales y los sarracenos meridionales. Por tantos bienes y dones como se nos han concedido, demos al que todo lo da con abundancia y sin echarlo en cara, las gracias, que a él le pedimos, si no dignas de él, por lo menos cuantas y cuales podamos. Fue esta batalla el año del Señor 1212, a 16 de Julio, lunes, día de Santa Magdalena, en el sitio llamado Navas de Tolosa, porque había allí cerca un castillo de moros que se llama Tolosa y que ahora está en poder de los cristianos por la gracia de Dios; para que entiendan y teman otro tanto, si no se arrepienten, los herejes tolosanos. Al tercer día después de la batalla, el miércoles—18 de Julio—, dejamos el sitio aquel donde estaban lao tiendas de Io3 moros y dunde habíamos pernoctado por dos noches y llegamos a cierta agua, que llaman Qualién. ¿Quién podrá explicar cuántos cadáveres, de los muertos hechos por los cristianos en el alcance, encontramos al avanzar hasta cierto castillo llamado Vilches, que había en el camino? Volvió el castillo aquel día a poder del Rey de Castilla y había en él algunos sarracenos que huyendo de la batalla se habían refugiado allí. Descansó el ejército junto a la dicha agua de Qualién por dos días; el viernes llegamos a Baeza, que encontramos del todo abandonada por sus moradores, pues la mayoría se había refugiado en la vecina ciudad de Ubeda. La mayor parte del ejército fue a Ubeda aquel mismo día; nosotros, con el resto, llegamos al día siguiente. Al otro día, que era domingo, cuando ya" se había armado la mayor parte del ejército para atacar la ciudad, plugo a los Reyes volverse al campamento y diferir el ataque por aquel día. El lunes dióse el asalto, y cuando ya los nuestros
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después de persistir muchas horas sin gran provecho, casi desesperados, se habían vuelto en su mayoría a las tiendas, de pronto por la parte que atacaba el Rey de Aragón, media torre, que habían minado, cayó, y entrando por aquel portillo los aragoneses, comenzaron los sarracenos a abandonar los muros; entonces, asaltando los cristianos la muralla por diversos puntos, los sarracenos abandonaron dos partes de la ciudad y se refugiaron a toda prisa en la tercera, que era algo más fuerte. Luego se trató de concierto en esta forma: que los sarracenos de Ubeda diesen a los Reyes un millón de mazmutinas y que ellos se quedasen en la ciudad con todas sus cosas. Pero como este trato era contrario a la ley de Dios, por venderse a los sarracenos, no sólo armas y víveres, cosa prohibida con excomunión por los cánones, sino además la tierra que se iba a adquirir y aun la ya ganada, pues una parte de la ciudad había sido tomada y había esperanzas certísimas de tomar el resto; por ello comenzaron algunos obispos de los que había en el ejército a reclamar contra tal concierto. No es de nuestro caso decir por consejo de qué cristianos se hacía este pacto. Por fin, volviendo en su acuerdo los Reyes, se hizo este otro ajuste: que los moros diesen la cantidad de dinero prometida y además dejasen la ciudad para arrasarla, saliendo ellos libres con todas sus cosas. Pero sucedió por disposición divina que no pudieron cumplir los moros sus compromisos y en consecuencia fueron reducidos a esclavitud por los cristianos y los muros de la ciudad fueron derruidos. Bendigamos pues todos al Señor, alabémosle y confesémosle porque ha usado con nosotros de su gran misericordia. Por ello rogamos a vuestra santa discreción que deis gracias a Dios todos juntos e insistáis en la oración hasta que el Señor con plena victoria glorifique a su Hijo Nuestro Señor Jesucristo, con quien vive y reina en unión del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
IV Anales Toledanos primeros.—Flores, XXIII, 394 y sig. Año 1195.—Arrancada sobre el rey D. Alfonso en Alarcos, dia Mercores en 19 dias de Julio. Era 1235. Año 1196.—-Priso el Rey de Marruecos a Montanches e Santa Cruz e Trugiello e Placencia e vinieron por Talavera e cortaron el Olivar e Olmos, Santa Olalla, e Escalona e lidiaron Maqueda, e non la prisieron, e vinieron cercar Toledo, e cortaron las viñas e los arboles e duraron y 10 dias en el mes de Junio. Era 1234. Año 1197.—h otro año vino el Rey de Marruecos pora Talavera, e
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por Maqueda e por Toledo e por Madrit e por Alcalá e por Orella e por Ucles e por Huepte e por Cuenca e por Alarcón, e de si fues por la ira de Dios. Era 1255. Año 1200.—Priso el Rey D. Alfonso a Coria (1). Eras 1258. Avenida de Tajo, tan grand como las otras avenidas, en el postrimer dia de Febrero; era 1238. Año 1202.—Murió el conde D. Pedro en Janero. Murió Martin Lopez de Valtierra en Janero. Era 1240. Año 1203.—Avenida de Tajo que levo la puent tercer dia de Navidad en dia Sábado. Era 1241. Año 1204.—Nascio el infant D. Enric, Miercores amanecient en 14 de Abril. Era 1242. Año 1205.—Avenida en el rio de Tajo, que derrivo el pilar de la puent en Febrero. Era 1243. Año 1207.—Fue grand hambre en la tierra. Escurecio el Sol el postrimer dia de Febrer e duro de Tercia hasta Nona. Avenida del Tajo que cobrio la puerta del Almofada, e poyo un estado sobre el arco, dia Jove, a tercer dia de Navidat. Era 1245. Año 1208.—Mudo D. Belenguer Datienza en Mayo. A dos meses después de D. Belenguer murió Garcia Ortiz. Murió la Reyna Doña Sancha Daragon, filia del Emperador e soterráronla en Sixena. Murió el arzobispo D. Martin en 28 dias Dagosto. Murió Esteve Ulan, alcalde de Toledo, noche de San Martin. Era 1246. Año 1209.—-El conde D. Ferrando e Alvar Nuñez vencieron a seis Concejos del Rey de Leon e murieron grandes gientes del Rey de León. Era 1247. Año 1211.—Avenida del rio de Tajo, que derrivo el pilar e cayo la puent en Febrer; era 1249. El rey D. Alfonso e su filio el Infant D. Ferrando con las gientes de Madrit e de Guadalajara e de Huepte e de Cuenca e de Ucles, fueron Alaxarch e a Xàtiva e allegaron a la mar en el mes de Mayo e tornáronse ende. Después vino el Rey de Marruecos con los moros dalend mar e daquend mar e cercaron Salvatierra e Castiel de Dios en Julio e duro y hasta Septiembre, e pleytearon hasta que viniesen al Rey D. Alfonso, que estaba en la Sierra de Sant Vicent con sus compañas, e non la pudo acorrer e mandola dar a los moros. Estando el Rey D. Alfonso e el Infant D. Ferrando con todo su regno en la Sierra de Sant Vicent, fue el Infant D. Ferrando en fosado con todas las gientes a Trugiello e a Montanches e tornos daquel fonsado a su padre en el mes Dagosto. Murió el Infant D. Fernando, dia Vier-
(1) Berganza: Victoria.
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nes en la noche, en 14 dias Doctober. Fue el Rey D. Alfonso con las gientes de Madrit e de Guadalajara e de Huepte e de Cuenca e de Ucles e con sus ricos ornes e prisieron a Sorquera e las Cuevas e Alcalá e otros castiellos. Era 1249. Año 1211.—Cuando se perdió Salvatierra envio el Rey D. Alfonso al Arzobispo D. Rodrigo a Francia e Alemana e al Apostoligo de Roma, e dio el Apostoligo a tal soltura por tod el mundo, que fuesen todos soltos de sus pecados; e este perdón fue porque el Rey de Marruecos dixo que lidiarie con quantos adoraban la Cruz en todo el mundo, e moviéronse los dultra puertos, e vinieron a Toledo en dia de Cinquesma, e volvieron todo Toledo e mataron de los Judios dellos muchos e armáronse los Caballeros de Toledo e defendieron a los Judios; e despues a ocho dias entro el Rey D. Alfonso e el Rey Daragon en Toledo e ayuntáronse grandes gientes de toda España e de toda ultra puertos, e cortaron toda la huerta del Rey e de Alcardet todo, e ficieron mucho mal en Toledo e duraron y mucho; después moviéronse los Reyes con las huestes e prisieron a Malagon por espada e lidiaron mucho a Calatrava, hasta que se dieron e prisieron Alarcos e Benavent e Piedrabuena e Caracuel e pasaron el Puerto del Muradal e prisieron a Ferrat. E vino el Rey de Marruecos con toda su huest e priso la Losa e non los dejaba pasar e derrompieron la Sierra e pasaron e fueron posar en las Navas de Tolosa e paro el Rey moro las azes aderredor de los Christianos cuatro dias e dioles grandes torneos; e Lunes amanecient paróse D. Diego Lopez con todos sus caballeros e todos los Reyes de los cinco Regnos a las primeras feridas. E el Rey de Navarra era la costanera diestra e el Rey de Aragon era la siniestra e el Rey de Castiella tenia la Zaga con todas las otras gientes del mundo. E paro el Rey moro sus azes e firio la az de Diego e de los Reyes e movieron los moros a la primera az e ferio el Rey de Navarra sobre ellos e non los pudo sofrir e ferio el Rey de Aragon sobre ellos e non los pudo sofrir ni los pudo mover. Después ferio el Rey de Castiella con toda la zaga e plogo a Dios que fueron los moros arrancados e murieron y todos; si non los que escaparon por pie de caballo e rugieron los de Baeza e de otras Villas muchas para Úbeda. E fueron los Reyes Christianos prender a Ubeda e prisieron muchos cativos e cativas mas de sesenta mil. Después poblo el Rey a Bilch e Baños e Tolosa e Ferrat. E en toda esta facenda non se acercaron y los ornes de Ultrapuertos, que se tornaron de Calatrava e cuidaron prender a Toledo por trayzon. Mas los ornes de Toledo cerráronles las puertas, denostándolos e llamandolos desleales e traedores e descomulgados. E despues que los Reyes pararon bien lo del Christianismo tornáronse de esa huest. E esto fue en 16 dias de Julio, lunes. Era 1250. 12
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Después vino el Rey de Jaén e el Rey de Granada e el Rey de Cordoba con grandes gientes de moros e lidiaron a Baños e Tolosa e Ferrat e non pudieron y facer nada: e pues fueron cercar a Bilch e lidiaron de dia e de noche 2 dias e "vino ende mandado al Rey D. Alfonso e envio a socorrerla D. Gonzalvo Nuñez e Martin Nuflez con todo Toledo, peones e caballeros e ballesteros e los de Madrit e los de Huept e fueronse los Reyes de los moros. E los Christianos fueron a correr e aduxieron gran ganancia. Esto fue en el mes de Setiembre, era 1250. Fue hueste de moros a Alaxar e prisieron las Cuebas de Alcalá. Era 1250.
V Cronicón del Mundo.—Sucas de Jíiy: Jffspania iIIusfrafa, t. IV, págs. 110 y sig. El ínclito rey de Castilla Alfonso, deseando llevar a cabo el propósito que mucho antes había concebido, pobló la villa de Mora en la frontera de los bárbaros, para tener ocasión de hacer la guerra a los sarracenos, con quienes estaba por entonces en paz. El Miramamolín le envió embajadores, diciéndole que no tendría paz con él, si poblaba aquella villa, y como el Rey de Castilla no quisiese desistir de poblarla, vino el Rey bárbaro con tanta muchedumbre de sarracenos y tanto aparato bélico, que no se puede describir, y sitió el castillo de Salvatierra. Los caballeros del Cister defendieron enérgicamente el castillo; pero los moros acercáronse con decisión y rompieron con sus máquinas los muros, dando muerte a muchos de los defensores. Tomó el Miramamolín el castillo y a causa del invierno se volvió a Sevilla. El rey Alfonso, viéndose en el aprieto de no poder resistir con facilidad a los bárbaros, acudió con ruegos y dones a los Reyes de Aragón y Navarra, para que concurriesen con él a luchar contra los bárbaros, en defensa de la fe católica. Envió también legados idóneos al Rey de León, para que se dignase acudir en tan gran peligro; pero el Rey de León, aunque deseaba prestarle auxilio, le respondió, después de aconsejarse con los suyos, que acudiría gustoso, si el Rey de Castilla le devolvía los castillos que le había quitado. El Rey de Castilla, ocupado con muchas atenciones y puesto en aprieto, no pudo responderle a todo y dirigió todo su empeño a vengar por completo las injurias recibidas de los sarracenos. En aquel tiempo, el arzobispo de Toledo D. Rodrigo, eminente por
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su mucha bondad, ciencia y erudición, herido de profundo dolor, como buen hijo de la fe católica, no rehusó exponerse al trabajo y al peligro por la defensa de la verdad. Apoyado en la autoridad del Papa Inocencio, fue a las Galias, predicó con gran asiduidad la palabra divina y persuadió a los pueblos que acudiesen a defender la fe, concediéndoles el perdón de sus pecados y armándolos con la señal de la cruz. Tocó el Señor los corazones de muchas gentes, que oyeron la palabra divina y apresuráronse alegremente a ir contra los bárbaros. Pero entre tanto, Fernando, hijo del Rey de Castilla, que se esperaba sucediese a su padre en el trono, fue sorprendido por la muerte, llenando de tanto dolor a todos los cristianos de España, que casi todos lo lloraban como si hubiesen perdido un padre, un señor, un amigo y un pastor; y no sin razón, porque era clemente, valeroso, hermoso, liberal y católico. Era tal el ardor de su fe, que haciendo un día que le expusiesen la Pasión de Jesucristo y oyendo que los Reyes católicos antiguos habían expulsado a los judíos de España y que Toledo había sido entregada a los sarracenos por traición de los judíos, concibió tal odio contra ellos, que perseguía su protervia, por cuantos medios podía; dícese que los judíos, temiendo que los exterminase, procuraron su muerte con veneno, porque no era digno el mundo de gloriarse con tal príncipe. Fue enterrado con gran honra en Burgos, en el monasterio de Santa María. El rey Alfonso, aunque herido con la muerte de tal hijo, consolóse con la muchedumbre de los ejércitos que llegaban en su auxilio. Porque vinieron el preclaro rey de Aragón D. Pedro con mucha gente, y el valeroso Rey de Navarra con fuerte golpe de caballeros; asistieron también portugueses, franceses y gallegos, que acudían a la guerra como a un convite. Cuando lo supo el Miramamolín entró en gran temor y se arrepintió de haber dicho con soberbia, que vencería en batalla campal a todos los adoradores de la cruz: de ahí, que por entonces, no tratase de atacar a los cristianos, sino solamente de defenderse. Concurrían muchas gentes a Toledo, y como se agotasen sus recursos, el Rey de Castilla, de su tesoro, proveyó a todos de cuanto les hacía falta, con tanta largueza que nadie pudiese retirarse del ejército, vencido de la necesidad. Como el Rey bárbaro no acometía, como había prometido, a los cristianos que le estaban esperando, levantaron los nuestros el campamento, y al primer ataque tomaron a Malagón, pasando a cuchillo a todos sus habitantes. Luego ganaron a Calatrava, Piedrabuena, Benavente, Alarcos y Caracuel; después de esto los franceses comenzaron a murmurar, vencidos por la dulzura de su patria y, conviniendo en que ninguno se quedase ni aguardase a la batalla próxima, se volvieron a sus tierras. Turbáronse los Reyes con su retirada y quisieron retenerlos con regalos y súplicas, pero no lo consiguieron. Entonces el rey Alfonso, fortalecido en el Señor, mandó al pueblo cristiano encaminarse al Puerto de
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Muradal, donde encontraron a muchos sarracenos armados, que los caballeros cristianos pusieron en fuga, espada en mano. Porque la altura de los montes y la estrechez de los caminos no permitían a los cristianos acercarse a los sarracenos, presentóse por divina inspiración al rey Alfonso un hombre, a modo de pastor de ovejas, que les enseñó un camino ancho; guiados por él llegaron hasta el campamento de los moros y el pastor se retiró sin que ninguno lo viese. Los sarracenos, al apercibir al ejército cristiano, hicieron fuego con zarzas y maleza, porque el viento soplaba de su parte, y para' que el humo dañase a los cristianos. Pero por la gracia divina, volvióse atrás el humo, cayó todo sobre el campo moro y los molestó mucho. El ejército cristiano permaneció en el monte la noche siguiente, y al amanecer del día mandó el Miramamolín despertar a los sarracenos con trompetas y clarines. Entonces los Reyes, habido consejo, descansaron aquel día para prepararse a la batalla del día siguiente. Convinieron entre sí, que el noble y valeroso Diego López de Haro, con su sobrino Sancho Fernández, hijo del difunto Rey de León, mandase la vanguardia. Al trabarse la batalla adelantóse el preclaro Diego López con los suyos, tan arrojadamente, que se turbaron los sarracenos, y como lo viesen los soldados cristianos, animados a luchar, acometieron por todas partes el campamento de los sarracenos. Fue vencido el Miramamolín con los suyos, y murió tanta muchedumbre de bárbaros, que nadie podría contar los cadáveres. Tuvo lugar esta felicísima batalla en las Navas de Tolosa, y nunca se ha dado otra semejante en España. A continuación tomaron los nuestros a Vilches, Ferrai, Baños y Ubeda, en la cual perecieron muchos miles de sarracenos. Mas como el ejército cristiano por los muchos trabajos, comenzase a enfermar gravemente, volviéronse a sus casas con muchas riquezas y gran gloria, por mandato del ínclito rey Alfonso. Mientras esto sucedía, el rey Alfonso de León tenía consigo a Pedro Fernández, poderoso magnate castellano, quien le aconsejaba y ayudaba noblemente; por obra de dicho Pedro Fernández, recuperó, de los pueblos que le había quitado el Rey de Castilla, a Rodón, Ardón, Castrotierra, Villalonga, Castro Gonzalvo, Albadeliste, Luna, Gordon, Arnalium, Alión, y algunos otros. El Rey de Castilla, de quien se temía que, después de la feliz victoria de las Navas, viniese contra los leoneses airado y con gran poder, presentóse muy humilde, alabando a Dios por la victoria concedida al pueblo cristiano. Convidó con la paz al Rey de León, le cedió los pueblos que le había arrebatado—durante la campaña de las Navas—y además le restituyó Peñafiel, Almazán y Colle en tierras de León, en Asturias, Miranda de Nieva, y en el territorio de Salamanca le dio para que lo derruyese el castillo del Carpió y Monterreal. El Rey de León por su parte, conforme al pacto hecho con el Rey de Castilla,
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devolvió al Rey de Portugal todos los castillos que le había arrebatado. Esto hacía el sapientísimo Rey de Castilla, para pacificar a todos los reyes de España y lanzarlos contra los sarracenos.
VI Crónica de Alberico, abad de Tres fuentes.— jYlondéjar: jffpp. CXXII. El mismo año de la expedición de los Infantes, el Rey de los sarracenos, que se decía Miramamolín, entró por las fronteras de los españoles cristianos con infinito ejército de paganos, habló con gran soberbia contra los adoradores de Cristo y les presentó batalla; los cristianos lucharon contra él, lo vencieron y mataron a casi todos los suyos. Tomaron parte en esta guerra muchos buenos y fuertes varones de Francia a petición del rey Alfonso, a quien se llamaba el Rey chico; también asistió a la batalla el Rey de Aragón, guerrero esforzadísimo, que envió a Roma, en señal de la victoria, la lanza y el estandarte del mismo Miramamolín, los cuales aún se conservan en lugar preeminente... Salieron de Toledo y tomaron primero la tierra de Malagón; vinieron luego a Calatrava, castillo fortísimo, y también lo tomaron, devolviéndolo luego a los hermanos de la Orden de Calatrava. Ganaron esta fortaleza los franceses por modo milagroso, porque entró en ella el primero un sacerdote con el cuerpo del Señor y recibió en el alba de que iba revestido más de sesenta saetas sin que ninguna le hiriese. Interrumpido el combate con la noche, vinieron los principales de la comunidad musulmana ocultamente al Rey chico pidiéndole que, a escondidas de los franceses, les dejase salir aquella noche en camisa, con las vidas salvas, y ellos le entregaban el castillo con todos sus pertrechos de armas, provisiones y tesoros. El Rey se lo concedió y [los] puso en su campamento. Al verlo al día siguiente los franceses, el Arzobispo de Burdeos y el Obispo de Nantes, indignados, se volvieron a su patria; algunos de ellos pasaron por Santiago de Compostela. Quedóse por algún tiempo el Arzobispo de Narbona con Teobaldo de Belzon y sus compañeros. Los tres Reyes de Castilla, Aragón y Navarra con el Príncipe de Portugal llegaron a Alarcos y lo tomaron con otros tres castillos, Catacoma, Benevento y Piedrabuena; de allí pasaron a Salvatierra, que no conquistaron, y luego a Castro Ferrai. Al pie del monte, un campesino enviado por Dios, según decía, se presentó a ellos vestido y calzado con cuero crudo de ciervo, en ocasión en que desesperaban de poder pasar
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el monte, y los condujo maravillosamente, el sábado 19 de Julio, siendo así que el monte aquel tenía dos leguas de subida y una y media de bajada. Los sarracenos que, por miedo a los franceses, no se habían atrevido hasta entonces a luchar, después de su retirada, presentaron en seguida la batalla a los tres Reyes; pero éstos no quisieron aceptarla el domingo. El lunes tuvo allí lugar la gran batalla; la primera haz de los nuestros fue deshecha, y como en la segunda descaeciesen los Templarios y los caballeros de Calatrava, ante la inminencia del peligro, se sacó y desplegó el estandarte de Nuestra Señora de Rocamador, que les había sido transmitido milagrosamente y que todavía estaba guardado. Al verlo, todos hincáronse de rodillas y al punto se declaró la victoria por la gracia de Dios y de Santa María de Rocamador... Cuando el Rey de Marruecos comenzó a huir, huyeron también los demás: había allí 186.000 caballeros musulmanes, 925.000 jinetes e innumerables peones. Murieron de ellos 100.000; de los cristianos habían ya sucumbido muchos, pero después que se sacó e estandarte de la Virgen apenas murieron treinta hombres. En dos días no quemaron los nuestros, en todo lo que necesitaron, más que lanzas y saetas, y apenas pudieron quemar la mitad. De allí pasaron a las dos ciudades de Baeza y Ubeda, que eran de las mayores, después de Córdoba y Sevilla; las tomaron y arrasaron, porque no tenían gente para poblarlas; allí murieron 60.000 sarracenos. Mientras esto ocurría, el Rey de León, a quien llaman Rey de Galicia, devastaba las tierras del Rey de Castilla.
VII Cronicón conimbricensc—flórez, XXI11, 335. Año 1212.—Sepan todos los fieles de Cristo, que por la gracia de Dios salieron contra los sarracenos los Reyes de Castilla, Aragón y Navarra, el Maestre Gómez Ramírez con los Templarios y muchas gentes de otras partes; tomaron los castillos de Malagón, Calatrava, Benavente, Alarcos, Caracuel, Piedrabuena, Ferrai, que está en el Puerto de Muradal, Tolosa y Baños; lucharon con los sarracenos en las Navas de Tolosa, pasado el Puerto de Muradal, y fueron vencidos los moros por la gracia de Dios, el lunes 16 de Julio, víspera de Santa Justa y Rufina. Persiguiéronlos con gran poder los Reyes hasta el castillo de Vilches, que fue tomado, así como Ubeda, gran ciudad, que fue ganada a los ocho días de la batalla; allí murió el Maestre Gómez Ramírez el día de Santiago; también tomaron a Baeza.
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VIII Anales Compostelanos— plórez, XXIII, 324. El año 1211, 15 de Octubre, murió el infante D. Fernando, hijo de Alfonso, rey de Castilla. Aquel mismo año los sarracenos tomaron a Salvatierra y los cristianos a Surchera; al año siguiente—1212—el rey Alfonso venció al Miramamolín, que era el más poderoso rey de los sarracenos, en el sitio llamado Navas de Tolosa, del lado allá del Puerto de Muradal, a 14 de Julio—léase 16—; murieron más de mil caballeros sarracenos y pocos cristianos. Entonces fueron por completo arrasados Baños, Tolosa, Úbeda y Baeza; el castillo de Vilches fue tomado y conservado. Entonces se recuperó también a Calatrava y Alarcos con los castillos cercanos, que habían antes poseído los sarracenos durante 16 años.
IX Gesta PWHppi Auéjasti Francorun? re£e, por el maestro T^igorâo.—2>uchesne, i. V, p. 52. Aquel mismo año, un rey de los sarracenos llamado Miramamolín, que en su lengua quiere decir rey de reyes, reuniendo infinito ejército de paganos, acometió las fronteras de España y habló con gran soberbia contra los cristianos, declarándoles la guerra. Lucharon éstos contra él en la fe y nombre de Jesucristo y lo vencieron, dando muerte a casi todos los que con él estaban. El Miramamolín, vencido, avergonzado y casi solo volvióse a su tierra. Tomaron parte en esta batalla muchos buenos y valerosos caballeros de Francia y el nobilísimo Rey de Aragón, que envió en señal de la victoria a Roma la lanza y el estandarte del mismo Miramamolín; trofeos que todavía se guardan en lugar preeminente en la iglesia de S. Pedro, en memoria del favor y la misericordia de Cristo, que hizo a los suyos, aunque pocos comparados con el enemigo, vencedores en aquella batalla.
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X
Ricardo de S. Germái?, en el tomo III de la SACRA de fernando Ughelo, p. 972.
ITALIA
Este año los Reyes cristianos de Castilla, Navarra y Aragón entraron en batalla contra el Miramamolín, rey de los sarracenos, y por el favor de Dios consiguieron la victoria. Para alegría y alborozo de todos los orientales, el Rey de Castilla escribió cartas al Papa Inocencio sobre tan gran triunfo concedido por el cielo a los príncipes cristianos. Envióle además honrosos presentes del botín cogido a los sarracenos, como fueron una tienda toda de seda y un estandarte tejido de oro que se colocó en la basílica del Príncipe de los Apóstoles para gloria del nombre de Cristo.
XI Cropicói? de Sai? Víctor de XXVIII, 345.
Marsella.—flore?»
Alfonso rey de Castilla, Pedro de Aragón y Sancho de Navarra, con muchedumbre de nobles congregados de diversas partes del mundo, pelearon con el Miramamolín, rey de Marruecos..., y mataron de su ejército más de 100.000 sarracenos.
XII Cronicón Barcii?oi?ei?se, I.—jFlóreg, XXVIH, 332. Décimo séptimo de las kalendas de Agosto, año de 1212, fueron tomadas las ciudades de Úbeda, Calatrava y Baeza, después de una batalla campal con los sarracenos, en que triunfaron los cristianos.
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VIII Anales Ccmpestelancs.—flórez, XXIII, 324. El año 1211, 15 de Octubre, murió el infante D. Fernando, hijo de Alfonso, rey de Castilla. Aquel mismo año los sarracenos tomaron a Salvatierra y los cristianos a Surchera; al año siguiente—1212—el rey Alfonso venció al Miramamolín, que era el más poderoso rey de los sarracenos, en el sitio llamado Navas de Tolosa, del lado allá del Puerto de Murada!, a 14 de Julio—léase 16—; murieron más de mil caballeros sarracenos y pocos cristianos. Entonces fueron por completo arrasados Baños, Tolosa, Úbeda y Baeza; el castillo de Vilches fue tomado y conservado. Entonces se recuperó también a Calatrava y Alarcos con los castillos cercanos, que habían antes poseído los sarracenos durante 16 años.
IX Gesta Pl?ilippi Auíjasti Francorun? re£>e, por el maestro T(igordo.—2>uchesne, i. V, p. 52. Aquel mismo año, un rey de los sarracenos llamado Miramamolín, que en su lengua quiere decir rey de reyes, reuniendo infinito ejército de paganos, acometió las fronteras de España y habló con gran soberbia contra los cristianos, declarándoles la guerra. Lucharon éstos contra él en la fe y nombre de Jesucristo y lo vencieron, dando muerte a casi todos los que con él estaban. El Miramamolín, vencido, avergonzado y casi solo volvióse a su tierra. Tomaron parte en esta batalla muchos buenos y valerosos caballeros de Francia y el nobilísimo Rey de Aragón, que envió en señal de la victoria a Roma la lanza y el estandarte del mismo Miramamolín; trofeos que todavía se guardan en lugar preeminente en la iglesia de S. Pedro, en memoria del favor y la misericordia de Cristo, que hizo a los suyos, aunque pocos comparados con el enemigo, vencedores en aquella batalla.
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Iglesia, perseguidores de la fe y ministros de la maldad, y no temas exponer tu persona al trabajo por la defensa de la Iglesia, ni te amedrentes ante los paganos, porque poderoso es el Señor para perderlos y borrarlos de la tierra; para lo cual has de saber que hemos mandado a nuestros queridos hijos en Cristo, los Reyes de España, y especialmente a los de Castilla y Aragón, que si, haciendo con ellos un tratado de paz con mutuos juramentos y puestos en secuestro para mayor firmeza algunos castillos tuyos y de los dichos Reyes, mueves tus armas contra los sarracenos y trabajas en impugnarlos, si sus tierras fueren ocupadas por vuestro valor, que, según el dictamen de nuestro querido hijo Gregorio, cardenal diácono de San Angelo, legado apostólico y sobrino nuestro, y de tres obispos y otros tantos nobles elegidos por el Cardenal y los citados Reyes, a una contigo, las dividan de modo que merezcan tenerte en sus necesidades por auxiliar, que no dejen de concederte libre entrada y salida a tí y a los tuyos para atacar a los sarracenos e ir a las tierras que en esta división te toquen, ni se opongan por ningún caso a todo honesto provecho tuyo y de los tuyos. Y si acaso los dichos Reyes se atreviesen a atacarte a tí o a tus herederos, o a defraudarte en la distribución de las tierras y demás, contra lo que decimos arriba, sepan que quedas en libertad tú y tus herederos de defender como podáis vuestras tierras y personas contra sus agravios. Y a fin de que todo esto se cumpla mejor, hemos dado órdenes al dicho Cardenal para que, mientras se detenga en España, lo haga observar bajo las censuras eclesiásticas y que, después de su.regreso, los venerables hermanos... el Arzobispo de Tarragona y los Obispos de Tarazona y Calahorra lo hagan cumplir bajo las mismas penas. Dado en Letrán, IV de las kalendas de Abril; de nuestro pontificado, el año quinto. Cuelga del pergamino un sello de plomo con la leyenda
S(anctas)
Pe(trtis). S(anctus) Pa(ulus)—Ce(lestinus) p(a)p(a) III. Adherida y cosida a esta bula con hilo blanco, está otra, dirigida al cardenal Gregorio, legado en España; su asunto y redacción son idénticos a los de la bula anterior, sin más variantes que las de llamar rey en vez de duque a Sancho VIII y sustituir en el cargo de juez ejecutor del pacto de los tres Reyes al Arzobispo de Tarragona por el Obispo de Pamplona. La fecha es de 28 de Mayo de 1196. El mismo día 29 de Marzo, en que escribía a Sancho VIII, expidió Celestino III otras dos bulas, una a los Reyes de Aragón y Castilla y otra al Arzobispo de Tarragona y Obispos de Tarazona y Calahorra, sobre el mismo asunto y con las mismas palabras. (Vide Boletín Academia Hist., t. XXVI, pág. 417, y XXVII, p. 223.)
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Letrán, 22 Abril 1196. Celestino III da el título de «rey» a Sancho VIII de Navarra. (Colección Salazar, A. 1, fol. 4, r.) Celestino, Obispo, siervo de los siervos de Dios, al querido hijo [en Cristo, Sancho, ilustre rey de Navarra, salud y la bendición apostólica]. Si reconociendo elbeneficio del dador Dios, cuántas y cuáles [haya hecho]... inmensas de la creación y redención, por las cuales está a él especialmente obligado, [...no por tus mé]ritos, sino por sola su gracia exaltado al solio de la real magnificencia [ ], de la lícita corrección en el pueblo, debes de tal modo ejercer el poder que te ha sido concedido, que... procediendo según su beneficio, no ofendas su benevolencia, sino que cfuanto...] más sublime consideras, con tanto mayor cuidado procures su gracia, de los bienes... del todo pura. Tenga en cuenta la Real Majestad esto y el don di..., que la sacrosanta Iglesia romana te entre sus hijos carísimos de nuevo..., procurando conservar, te ha señalado con el nombre de una más alta dignidad, lo cual no creemos que por ninguno de tus predecesores fuese obtenido de la Sede Apostólica, provocándote a hacer de modo que se gloríe con razón de tus obras, llevadas a cabo con valor y piedad. Porque aquella suprema e inescrutable providencia del Creador no puso en otras manos que las nuestras la obra de nuestra salvación, para que seamos juzgados por la calidad de nuestros actos y no podamos achacar a culpa del Creador lo que se ha dejado cumplir a nuestro arbitrio. Como el trabajo de tu propio negocio te incumba a tí y esté a tu discreción elegir lo que quieras, inclínate a lo mejor, solícito de tu salvación, pues la materia está presta, con tal que a la materia se siga la devoción de una buena voluntad. Lo ves que después de la invasión de la tierra de Jerusalén, ocurrida por exigirlo nuestros pecados, ha crecido tanto en las Españas el poder de los sarracenos, que la muchedumbre de males hace dudar a cuál de esos países sea mejor socorrer. Por lo cual rogamos a Tu Nobleza y aconsejamos y exhortamos en el Señor, mandándotelo para remisión de tus pecados, que te dispongas con alegría de ánimo a atacar su perfidia, inflamándote a ello con tanto mayor deseo, cuanto que el que lucha fielmente por su Señor, tiene más segura esperanza de conseguir digno premio de su victoria. Además, hemos recibido benignamente las súplicas de Tu Real Majestad, presentadas por nuestro venerable hermano el Obispo de Pamplona, y hemos procurado, en cuanto hemos podido, ante Dios y la justicia, acceder a sus peticiones. Dado en Letrán, a 22 de Abril. De nuestro pontificado, el año sexto. Al pie de la copia, en sello de plomo sujeto con cuerda de cáñamo:
Celestino, papa, tercero.
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Letrán, 31 de Octubre 1196. Bula de Celestino III, dirigida al Arzobispo de Toledo, D. Martín López Pisuerga, y a sus sufragáneos, mandándoles publicar por excomulgados al Rev de León y a don Pedro Ferrández y absolviendo a los leoneses del juramento de fidelidad si, persistiendo Alfonso IX en la confederación que había hecho con los moros, los introducía en su tierra contra él Rey de Castilla. (Archivo de la catedral de Toledo; original con la signatura A .6 .1 .5.) Celestino, obispo, siervo de los siervos de Dios, a los venerables hermanos el Arzobispo de Toledo y sus sufragáneos, salud y la bendición apostólica. Como deban los que han renacido en las fuentes del bautismo tener una misma fe en sus inteligencias y una misma piedad en sus corazones, nos aflige profundamente el encontrar la mancha y perversión de algún error en los que debían oponerse como un muro por la casa del Señor y resistir con todo su poder a los enemigos del nombre cristiano que procuran destruir la viña del Señor. Hemos oído, y no hemos podido menos de dolemos, que el Rey de León, instigado y persuadido por Pedro Ferrández—el cual parece, por lo que demuestra en sus actos, haber desesperado por completo de la misericordia divina—, ha hecho con presunción pecaminosa paz con los sarracenos, que continuamente impugnan e infestan las partes de España, y convertido en arco perverso, saca saetas de la aljaba de la iniquidad y causa repetidas molestias y gravámenes a los cristianos, a quienes debiera prestar varonilmente su auxilio y favor; olvidando, a lo que parece, el nombre de Dios y abandonando la fe de la cristiandad, según lo muestran sus obras, busca el auxilio de gentes extrañas y hace sufrir continuamente grandes daños a los cristianos. Hay que separar al miembro podrido del resto del cuerpo, para que no inficione con su corrupción a los demás, y deben las penas eclesiásticas aplicarse principalmente a los que, olvidándose de la fe recibida, no han temido el unirse con los enemigos de la fe cristiana, por lo cual a todos vosotros, por estas letras apostólicas y en virtud de santa obediencia, os mandamos que induzcáis a los pueblos con todo empeño a tomar las armas contra el dicho Rey y el citado Pedro Ferrández, como contra sarracenos, mientras quieran persistir en tan atrevida iniquidad y descuiden el tomar las armas contra los sarracenos en auxilio de los cristianos, y además envolváis en la sentencia de excomunión, en todas vuestras diócesis, todos los domingos y días festivos, a sus fautores y colaboradores, para que la pena más severa corrija pronto, uniendo, Dios mediante, a los que el amor divino y la gracia del bautismo no ha apartado de tanta maldad.
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Por nuestra parte, hemos determinado conceder, con la autoridad de la Sede Apostólica, a los que tomen las armas contra él y los suyos, mientras dure en esa maldad, y procuren vengar la gran injuria hecha al nombre cristiano, el perdón concedido a los que toman las armas contra los sarracenos. Además, si el dicho Rey no quiere volver al buen camino y perdura en su criminal audacia, si se atreve a introducir en su tierra sarracenos para atacar a los cristianos, queremos determinadamente y mandamos que anunciéis a los vasallos de su reino que, por la autoridad de la Sede Apostólica, quedan absueltos de la fidelidad y dominio del Rey. Porque es justo que quien se descuida en guardar fe a su Creador y se olvida del pacto de su Dios, vea que alguno no le ha de guardar fidelidad y conozca que los hombres cuyo gobierno había recibido, se han de librar del yugo de su dominio. Dado en Letrán, 31 de Octubre; de nuestro pontificado, el año sexto. San Pedro de Roma, 16 de Abril de 1198. Inocencio III a su legado fray Rainer ¿o. Le dice que el principal objeto de su legación en España es disolver el incestuoso casamiento de Alfonso IX de León con Berenguela de Castilla y componer la paz entre los principes cristianos. Sobre el rey D. Sancho el Fuerte dice: Hemos sabido también que el Rey de Navarra rompió las treguas establecidas con el Rey de Castilla y ocupó violentamente los castillos dejados en garantía, por lo cual nuestro querido hijo Gregorio, cardenal diácono de Santángelo, legado entonces de la Sede Apostólica, promulgó sentencia de excomunión contra él y puso en entredicho sus Estados... Averigua con diligencia la verdad de lo que acerca del Rey de Navarra queda dicho, y si hallares que es como más arriba se ha expresado, haz publicar por toda España la sentencia dictada contra él y sus Estados y no la anules sin recibir la debida satisfacción. Caso de que la sentencia contra él y contra su reino no haya sido promulgada, sin embargo, si, como se dice, se ha conjurado con los sarracenos contra los cristianos y sobre todo contra el Rey de Castilla, hiérelo con la severidad del anatema y pon su tierra en entredicho hasta recibir digna satisfacción. San Pedro, 28 de Mayo 1198. Inocencio III al Rey de Navarra para que no detente los castillos de Rocabruna y San Juan de Pie de Puerto, dados en dote a su hermana Berenguela, reina de Inglaterra (Potthast, 226). Nuestro carísimo hijo en Cristo el ilustre Rey de Inglaterra ha demostrado, en la queja que nos ha trasmitido, que ciertos castillos, a
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saber, el de San Juan de Pie de Puerto y el de Rocabruna que su padre, de buena memoria, le dio liberalmente en dote con su hija, retienes de intento y rehusas todavía el entregarlos. Por lo cual, rogamos atentamente a Tu Regia Majestad y te exhortamos, mandándote por letras apostólicas que restituyas sin dificultad esos castillos al demandante. De lo contrario, sepas que hemos escrito a nuestro venerable hermano el Arzobispo de Narbona para que te obligue a su restitución por la censura eclesiástica, previo aviso y sin apelación en virtud de la justicia. Dado en Roma, en San Pedro, V de las kalendas de Junio; de nuestro pontificado, el año primero. Letrán, 11 de Febrero de 1199. Inocencio III al Rey de (Potthast, 597).
Navarra.
Sepas que ha llegado a nuestros oídos que los ilustres Reyes de Castilla y Aragón, habiendo entrado el año pasado con sus ejércitos en tu reino, trataron de tomarlo y dividirlo entre sí. Habiendo allí ocupado por fuerza dos castillos y afligido de muchas maneras, tanto a las iglesias como a las tierras de los particulares, amenazaban hacer en adelante cosas peores, si pudiesen cumplir su propósito. Por lo cual, todo el pueblo, muy temeroso, no sabía a dónde volverse ni cómo escapar a la tempestad que le amenazaba. Entre tanto, el dicho Rey de Aragón te envió embajadores para tratar contigo de hacer treguas y pedirte en secreto que le dieses tu hermana por mujer. Tú, esperando que por lo menos así podrías evitar sus acometidas, respondiste que harías su voluntad, tanto respecto a las treguas como al matrimonio, pero que antes de que saliesen de tu reino, no llevarías nada a efecto. Después de esto, los dichos embajadores, volviendo a los Reyes, les llevaron la respucota que Ic3 había3 dado, mas el Rey de Casulla, temiendo que, si salían del reino, te volverías atrás de lo prometido, respondió que de ningún modo saldrían de tu tierra, si antes no les jurabas guardar firmemente lo que habías prometido a los embajadores. Y como te intimasen esto por los mismos embajadores, tú, considerando que los dichos Reyes procuraban, si pudiera ser, lograr tu muerte y desheredamiento, juraste por fuerza y contra tu voluntad lo que se te había pedido de las treguas y el matrimonio, aunque tu hermana está unida en tercer grado de consanguinidad al Rey de Aragón. Nos, por tanto, considerando que tu juramento no fue prestado para ser vínculo de iniquidad y que en lo mal prometido se ha de rescindir completamente la fidelidad, mandamos severamente a Tu Majestad que, si es verdad lo que antecede, no procedas con ocasión del juramento prestado, que mejor se ha de llamar perjurio, a realizar esa incestuosa unión.
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Dado en Letrán, 11 de Febrero; de nuestro pontificado, el año primero. Letrán, 8 de Marzo de 1199. Inocencio III al Sultán y a la nación de Marruecos. (Potfñast, 619). Al ¡lustre Miramamolín, rey de Marruecos, y a sus subditos [les deseamos] llegar al conocimiento de la verdad y permanecer saludablemente en ella. Entre las obras de misericordia que Jesucristo Nuestro Señor recomendó a sus fieles en el evangelio, no ocupa el último lugar la redención de cautivos. Por lo cual debemos acordar el favor apostólico a las personas que de ella se ocupan. Algunos hombres, de cuyo número son los portadores de las presentes, divinamente inflamados, han encontrado hace poco regla y orden por cuyos estatutos deben emplear en la redención de cautivos la tercera parte de las rentas que ahora tienen o puedan tener en adelante; y para que puedan mejor cumplir su propósito, como muchas veces es más fácil salir de la cárcel de la cautividad por canje que por redención, se les ha permitido que rediman entre los cristianos cautivos paganos, para conmutarlos con cristianos, que se hayan de poner en libertad. Por lo demás, como las obras de que tratamos convienen a los cristianos y a los paganos, hemos juzgado intimároslo por letras apostólicas. Aquél que es vía, verdad y vida os inspire para que, conocida la verdad, que es Cristo, os apresuréis a venir a ella cuanto antes. Dado en Letrán, 8 de Marzo; de nuestro pontificado, el año segundo. Letrán, 10 de Diciembre de 1210. Inocencio III a los arzobispos zobispos de España. (Mondéjar, XCIIL)
y
Nuestro querido hijo Fernando, primogénito de nuestro carísimo hijo en Cristo, Alfonso, ilustre rey de Castilla, nos ha significado su deseo de consagrar las primicias de sus empresas militares a Dios omnipotente, poniendo todo su empeño en expulsar de los términos de su herencia a los enemigos del nombre cristiano que la ocuparon impíamente, y nos suplica instante y devotamente que para llevar a cabo esta obra le demos el auxilio apostólico y hagamos que otros le presten oportuno socorro. Nos, por tanto, recomendando su piadoso intento en el Señor, mandamos a vuestra fraternidad por letras apostólicas que a vuestros reyes y príncipes, que no están obligados a guardar treguas con ellos, los exhortéis con diligencia a hacer lo mismo, avisando de parte de Dios y de la nuestra a vuestros subditos y mandándoles, para remisión de todos sus pecados, que ayuden con sus personas y bienes al primogénito del Rey de Castilla y a los demás reyes y príncipes vuestros, que se ocupen
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en esta saludable obra; para que con estas y otras buenas acciones que hagan, merezcan conseguir la gloria del reino celestial. Concedemos la misma remisión de los pecados a los extranjeros que por propia devoción vinieren a realizar fielmente esta obraProcurad llevar a cabo lo que os mandamos, de modo que vuestro celo se manifieste en sus efectos y Nos podamos recomendar vuestra devoción. Dado en Letrán, a 10 de Diciembre de 1210.
Letrán, 31 de Enero de 1212. Inocencio III al Arzobispo senonense y a sus sufragáneos. (Mondéjar, XCV.) Hemos recibido cartas llenas de dolor y no exentas de temor, en las que nuestro carísimo hijo en Cristo, Alfonso, ilustre rey de Castilla, nos ha hecho saber que los sarracenos, entrando este año en España con gran muchedumbre, sitiaron hostilmente un castillo de la orden del Cister, llamado Salvatierra, y atacándolo con máquinas de guerra acabaron por tomarlo. Viendo, pues, el citado Rey que, si no se les resiste fuertemente en batalla campal, pueden, así por su multitud innumerable como por los durísimos ataques de las máquinas, someter a su nefando poder todas las fortalezas, ha decretado acometerlos en batalla campal, en la próxima octava de Pentecostés, prefiriendo morir a ver los males del pueblo cristiano. Por lo cual, nos ha suplicado humildemente que hagamos que le presten el socorro necesario los que profesan la fe cristiana. Así que Nos, recomendando en el Señor su piadoso propósito, mandamos por letras apostólicas a vuestra fraternidad que exhortéis con todo empeño a vuestros subditos, ofreciendo de parte de Dios y de la nuestra el perdón de todos los pecados a los verdaderamente arrepentidos, para que en el término fijado le socorran en esta necesidad y le presten el auxilio necesario en cosas y personas, de modo que por estas y otras buenas obras que hagan, merezcan conseguir la gloria del reino celestial. Concedemos el goce de igual perdón a los que vengan de cualquier parte, por propia devoción, a ejecutar fielmente esta empresa. Procurad cumplir lo que os mandamos, de manera que vuestra solicitud se muestre en los efectos y Nos podamos recomendar con justicia vuestra devoción. Dado en Letrán, a II de las kalendas de Febrero. De nuestro pontificado, el año 14.
Letrán, 4 de Febrero de 1212. Inocencio III al ilustre Rey de Castilla. (Mondéjar, XCIV.J Como amamos con especial caridad en el Señor a tu persona entre los reyes católicos, te concedemos el favor apostólico con ánimo grato en todo lo que nos pides según Dios.
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Nos condolemos con paternal afecto por las desgracias que recientemente han ocurrido a Tu Real Majestad. Y para que veas que el favor apostólico no falta a Tu Majestad, hemos accedido a tu petición y a la demanda de nuestro querido hijo el Obispo electo de Segovia, quien se ha mostrado muy solícito y atento en la promoción de este negocio, y hemos mandado por nuestras letras a los arzobispos y obispos del reino de Francia y de la Provenza que exhorten e induzcan a sus subditos con todo empeño, ofreciendo de parte de Dios y de la nuestra el perdón de todos los pecados a los verdaderamente arrepentidos, para que cuando decretes, en la próxima octava de Pentecostés, librar batalla campal a los sarracenos, te socorran en esa necesidad, te concedan los auxilios necesarios en cosas y personas y consigan con estos y otros hechos la gloria del reino celestial. Concedemos el goce de igual perdón a los peregrinos que vengan de cualquier parte, por propia devoción, a realizar fielmente esta obra. Aconsejamos y exhortamos a Tu Real Majestad a que, puesta toda tu esperanza en el Señor tu Dios, te humilles ante él, que eoncede su gracia a los humildes y da su pago a los soberbios; porque poderoso es para hacerte triunfar magníficamente de los enemigos de la cruz. Por lo demás, como ahora casi todo el mundo está turbado y puesto en maldad, te aconsejamos que si te ofrecen treguas aceptables las aceptes, hasta que llegue una ocasión más oportuna y así puedas, con más seguridad, vencerlos. Dado en Letrán, 11 de las Nonas de Febrero. De nuestro pontificado, el año 14.
Letrán, 8 de Marzo de 1212. Inocencio III al ilustre Rey de Castilla, Alfonso. (Mondejar, XCIV). Como abrazamos a tu persona entre los reyes cristianos y príncipes católicos con la prerrogativa de un amor especial, acogemos con ánimo grato, en cuanto podemos, tus ruegos y peticiones y atendemos con gusto a lo que sabemos que place Tu Real Majestad. Hemos recibido benignamente, en su venida a la Sede Apostólica, a nuestro querido hijo el Obispo electo de Palència, tu embajador, hombre previsor y honrado, y hemos procurado dar curso con buena voluntad a las peticiones que de tu parte nos ha presentado. En cuanto a la demanda que de tu parte nos ha dirigido para que enviemos un legado a España, no hemos podido por el momento, dada la inseguridad de los tiempos, satisfacer a tu real deseo, mas cuando llegue la oportunidad se cumplirá, Dios mediante, la petición de Tu Majestad. Por nuestra parte, para que tu loable propósito y el de tu hijo no sufra impedimento alguno por causa de nadie, ordenamos por nuestras letras a nuestro venerable 13
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hermano el Arzobispo de Toledo y a los Obispos de Zamora, Tarazona y Çoimbra que, si algún rey de España con quien hayas firmado treguas o paz presumiere violarla en el tiempo en que tú o tu hijo atacáis a los sarracenos, lo repriman con censuras eclesiásticas, sin recurso de apelación. Advertimos con todo cuidado a Tu Real Majestad y te exhortamos a perseverar firmemente en nuestra devoción y la de la santa Iglesia romana, tu madre; porque Nos, en lo que pienses pedirnos, según Dios, daremos a Tu Real Majestad el asentimiento apostólico con ánimo gustoso. Dado en Letrán, a 8 de Marzo. De nuestro pontificado, el 14.
S de Abril de 1212. Inocencio III a los Arzobispos de Toledo y Santiago. (Mondéjar, XCVI.) Cuan grande sea el peligro que amenaza a las Españas, lo ve vuestra prudencia tanto más claramente cuanto más de cerca lo experimenta. Por eso mandamos y ordenamos severamente a vuestra fraternidad, por estas letras apostólicas, que aconsejéis prudentemente e induzcáis con eficacia a los reyes de España para que guarden entre sí paz o tregua inviolable, sobre todo mientras dure la próxima guerra con los sarracenos; para lo cual queremos y mandamos que, sí fuese preciso, los obliguéis con las censuras eclesiásticas, sin derecho de apelación; antes bien, se presten mutuo auxilio contra los enemigos de la cruz, que no sólo pretenden la destrucción de España, sino que además amenazan con ejercer su crueldad en otras tierras de cristianos y borrar, si pueden—líbrenos Dios—, el nombre cristiano. Prohibid en nuestro nombre y bajo pena de excomunión y entredicho, tanto a los reyes como a los demás cristianos que presuman unirse a los sarracenos o darles consejo y ayuda contra los cristianos. Y si el Rey de León, de quien especialmente se dice, u otro presumiese dañar a los cristianos con los sarracenos, declarad, sin recurso de apelación, a su persona incursa en excomunión y a sus tierras puestas en entredicho; prohibid a sus subditos, con anatema, que les sigan en esto, y anunciad sin embargo que los demás reyes y cualesquiera cristianos, así como sus tierras, quedarán sujetos a la misma sentencia, si acaso intentan atacar a dicho Rey, y retraed a sus subditos con igual prohibición de seguirlos en esto. Mandadles además, de nuestra parte, que si tienen entre sí algunas cuestiones, difieran por ahora el resolverlas ante el peligro que amenaza, y en tiempo oportuno, cuando sean poderosos, envíen a nuestra presencia procuradores, testigos y lo demás necesario para la causa y busquen ante Nos justicia, ya que por medio de otros no se ha podido, aunque muchas veces se ha intentado, resolver las cuestiones nacidas entre ellos; y nosotros, con la ayuda de Dios, procuraremos hacerles plena
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justicia. Cumplid el mandato apostólico con tal circunspección y exactitud, que vuestra solicitud y diligencia se trasluzca en los efectos y no podáis ser sorprendidos con motivo de negligencia o desvío, sino más bien ser recomendados por el cuidado y obediencia. Dado en Letrán, 5 de Abril; de nuestro pontificado, el año 15. Rogativa general jar, XCVI.)
en Roma ordenada por Inocencio
III.
(Mondé-
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. El miércoles de la infra-octava de Pentecostes.se hará procesión general de hombres y mujeres por la paz de la Iglesia católica y del pueblo cristiano, y especialmente para que Dios los favorezca en la guerra, que se dice han de tener en España con los sarracenos, porque no se dé su herencia al oprobio y los dominen las naciones; y se ha de avisar vengan todos a esta procesión, sin que se excuse de ella nadie, excepto aquellos que tuvieren enemistades capitales. Al amanecer, pues, se juntarán las mujeres en Santa María la Mayor, los eclesiásticos en la Basílica de los Doce Apóstoles y los seglares en Santa Anastasia; y después de rezadas las colectas, tocando a un tiempo las campanas de estas iglesias, irán todos por el orden siguiente al campo lateranense: ante todos, y a las mujeres puestas aparte, ha de preceder la cruz parroquial de Santa María la Mayor, guiando la procesión las religiosas y siguiéndolas las demás mujeres, que irán sin oro, joyas, ni galas de seda, rezando con devoción y humildad, con lágrimas y sollozos y descalzas las que lo pudieren; y pasando por Merulano y por San Bartolomé, vengan al campo de Letrán y se pongan en frente de la Felonía, permaneciendo en silencio. A los eclesiásticos preceda la cruz de la cofradía, yendo delante los monjes y canónigos seglares y detrás los curas y demás clérigos. Y pasando en esta conformidad por la calle Mayor y el Arco de Basilio, vengan a ponerse en frente del palacio del Obispo albanense, en medio del mismo campo. A los seglares preceda la cruz parroquial de San Pedro, y la vayan siguiendo primero los Hospitaleros y detrás de ellos lo restante del pueblo. Y pasando de esta manera por San Juan y San Pablo y por delante de San Nicolás de las Formas, vengan a ponerse al otro cabo del campo. En el ínterin, entre el Pontífice Romano, con los obispos, cardenales y capellanes, en la Basílica que se llama Sancta Sanctorum, y tomando con reverencia el leño de la cruz vivífica, venga en procesión a ponerse en frente del palacio del Obispo albanense, y sentándose en las escaleras predique un sermón exhortatorio a todo el pueblo. El cual acabado, vayan las mujeres en procesión, como hubieren venido, a ia Basílica de Santa Cruz, donde esté prevenido un cardenal presbítero para decirles misa,
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rezando la oración: Omnipotens sempiterne Deus, in eu jus manu sant omnium potestates, etc., y después se vuelvan en paz las mujeres a sus casas. El Pontífice Romano baje con los obispos, cardenales y capellanes por el palacio a la Basílica Lateranense, y los clérigos por el pórtico y los seglares por el Burgo entren en ella; celebrada la misa con gran veneración, vaya descalzo él y todos los demás en procesión a Santa Cruz, precediéndole los eclesiásticos y siguiéndole los seglares. Después de haber hecho oración, se vuelva cada uno a su casa, y ayunen todos de manera que, excepto los enfermos, no coma nadie peces ni guisado, antes bien ayunen a pan y agua los que pudieren, y los que nó, beban vino aguado y en poca cantidad y coman hierbas y frutas o legumbres, y abran todos las manos y las entrañas a los pobres, para que, por medio de la oración, del ayuno y de la limosna, se aplaque para con el pueblo cristiano la misericordia del Criador.
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LA
ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE
ANGUILA EN VALENCIA Dr. A. Gandolfi Hornyold PRIVAT DORENT DE LA UNIVERSIDAD DE GINEBRA
TRABAJO DEL LABORATORIO DE Hl DROBIOLOö ¡A ESPAÑOLA
Estas observaciones han sido hechas en el Laboratorio de Hidrobiología del Instituto General y Técnico de Valencia durante el invierno de 1915-1916 (1). La constitución de este Laboratorio, fundado y dirigido por el Prof. C. Arévalo, me ha permitido venir a realizar en España algunos trabajos acerca de la biología tan interesante y discutida de la anguila, en una localidad como Valencia, que con Comachio, que ya he visitado, y Aveiro, que me
(1) El Dr. Gandolfi Hornyold solicitó en Septiembre de 1915 autorización para trabajar en el Laboratorio de Hidrobiología del Instituto General y Técnico de Valencia, con objeto de continuar en él y en España sus investigaciones sobre la anguila. Transmitida su petición al Director del Instituto, el Sr. Moróte accedió muy gustoso por tratarse de persona de reconocida competencia y de asunto de Verdadero interés para el fin a que el Laboratorio está especializado. Al hábil e inteligente dibujante D. Santiago Simón, que con tanto acierto viene dibujando para el Laboratorio, se deben los dibujos originales que ilustran este trabajo. (N. de T.)
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propongo ahora conocer, constituye uno de los lugares más indicados para este asunto. Es para mí un deber de gratitud expresar aquí mi reconocimiento al Prof. Arévalo, que accedió gustoso a mi deseo de trabajar en su Laboratorio, me ha facilitado todos sus libros y medios de investigación y se ha prestado a dirigir la publicación y traducción al idioma español de mi trabajo. De todo corazón hago Votos por el desenvolvimiento de esta iniciativa en pro de los modernos estudios de hidrobiología, y deseo todo género de prosperidades al primer Instituto Hidrobiológico de este país. Es para mí una gran satisfacción haber podido hacer este trabajo en España, la patria de mi muy querida madre. No tiene este trabajo la pretensión de ser completo, sino que ofrece grandes lagunas que soy el primero en reconocer y que me propongo ir llenando con el tiempo, sintiendo que, por ahora, las circunstancias por que Europa atraviesa no me hayan permitido procurarme toda la bibliografía necesaria.
RESEÑA HISTÓRICA
La anguila es uno de los peces más comunes de agua dulce, encontrándose en casi todos los lagos, ríos, lagunas y estanques de Europa, excepto en la cuenca del Danubio, donde falta por razones biológicas que explicaremos después. A pesar de que este pez es tan común, quedan todavía por dilucidar muchas cuestiones referentes a él. La biología de la anguila es muy interesante, y no de todos conocido que, encontrándose en las más pequeñas fosas y canales de riego y en lagos de montaña situados a más de 1.000 metros de altitud, en realidad es un pez nacido en las grandes profundidades del mar, a donde debe volver para procrearse y probablemente también para morir. Es lo contrario de lo que ocurre con el salmón, que, naciendo en las aguas frescas de los torrentes montañosos, emigra hacia el mar y pasa en él su juventud, volviendo en la madurez a las aguas de su nacimiento para reproducirse. Llámanse los peces que, como la anguila, vuelven al mar desde el agua dulce, catádromos, y anadromos los que, como el salmón, hacen la emigración en sentido contrario. La vida de la anguila ha permanecido largo tiempo en el misterio y hace pocos años que el Velo que cubría los secretos de su Vida ha empezado a levantarse. Desde épocas remotas, el problema de determinar de dónde Viene la anguila se ha planteado sin que se haya podido resolverle, habiéndose dado las más extrañas explicaciones acerca de su origen. Ya en las obras de Aristóteles De Animations Historiœ y De Animalium Generations, encontramos las primeras indicaciones. Este filósofo no pudo encontrar la diferencia sexual en las anguilas y creía que se formaban por descomposición del cieno. Se había sin embargo ya notado que las anguilas descendían por las corrientes de agua al mar y que las pequeñas anguilas remontaban los ríos.
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Viven las anguilas ocho años, y fuera del agua duran.seis días, si . sopla viento Aquilón, y muy pocos soplando Austro. No pueden sufrir el invierno en poca agua, ni en la cenagosa y turbia, y por esto se cogen muchas cerca de las Vergilias o Cabrillas y principalmente cuando los ríos van turbios. Toman alimento de noche, y de todos los peces solas éstas estando muertas no van ondeando sobre el agua. Es la anguila, uno de los pescados largos, cuyo cuerpo no se cubre de escamas, sino de un cuero liso como el congrio y como la lamprea. Nace siempre en las aguas dulces de los ríos y de los lagos y estanques, y sola ella entre todos los pescados que nacen en agua dulce se entra en él mar o en los estanques marinos, donde son las aguas saladas. Es llamada de los griegos agcheles, que significa cosa de lodo o cieno; en latín se llama anguilla, por tener forma de culebra, la cual es llamada de los latinos anguis, y aunque algunos teniéndola por especie de culebra, la han apartado de la naturaleza de pescados. Pero siendo cierto que tiene branchias (a las cuales llamamos agallas, que son instrumento para la respiración de los peces) cierto es ser pescado, como todos los demás que las tienen, principalmente teniendo también alillas, que aunque pequeñas se ven claras, y distintas, dos debajo de las agallas, y otras dos (aunque menores) que cercan lo postrero del cuerpo por un lado, y por otro, hasta la cola. Tiene la cabeza pequeña, y en proporción de ella es la boca harto grande y muy llena de pequeños dientes. Tiene el tragadero largo y ancho, el hígado grande y colorado, y de él cuelga la bexida de la hiél, la cual es como agua, y su carne gruesa y pegajosa. Acerca de su generación hay entre diferentes autores opiniones muy diferentes. Unos dicen que se engendran del podrecimiento de animales muertos, como los gusanos de tierra, lo cual se ha visto por experiencia (como dice Rondolecio) echando un caballo muerto en un estanque. Otros afirman, que cuando se mueren algunas anguilas por la vejez y se podrecen sus cuerpos, se engendran otras muchas nuevas. Aristóteles escribe que no se engendran por ayuntamiento, ni ponen huevos, porque nunca se ha visto alguna que los tenga,, ni otra materia de generación, ni instrumentos o vías que sirvan para ella; sólo dice que se engendran de cieno y cosas podridas, lo cual no se halla en otro animal de todos los que tienen sangre. Que esto sea así, lo prueba, porque en muchos estanques cenagosos que les quitan el agua para limpiarlos, nuevamente se tornan a engendrar anguilas lluviendo cantidad de agua con la cual se sustentan y viven y así afirma no haber entre ellas distinción de macho ni hembra. Atheneo y Opiano escriben, que revolviéndose unas en otras y ludiendo entre sí forma una espuma de la cual cayendo en la arena o cieno se vienen a engendrar las anguilas, y esta es la opinión más conforme con la de Plinio, el cual dice, que solamente refregándose en los
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peñascos dejan un jugo de donde se engendran. Considerando estas opiniones y la gravedad de los autores que las escriben, parece que queda el entendimiento confuso, pero con la experiencia y razón quedará satisfecho y quieto. Engéndrase la anguila (como Aristóteles dijo) del podrecimiento, y pruébase bien de las experiencias vistas, que prueban más que razones; pero no solamente es esta su generación, antes, como escribe Rondolecio, hay en su especie macho y hembra, los cuales hacen que se conserven con sucesión natural. Que esto sea verdadero, se prueba evidentemente, viendo que muchas veces se toman las anguilas hembras con el enhidro, que es el culebro de agua. Es el macho de las anguilas menos largo y más recio que las hembras, y su cabeza algo más ancha y más corta, aunque Belonio por esta diferencia dice que hay dos especies de ellas. Conciben huevos, los cuales dejan pegados a los peñascos cuando se refriegan en ellos y también los echan en la arena y cieno, ludiendo unas en otras hasta hacer espuma, porque cayendo aquélla, caen los huevos que van pegados a ella; y si no es refregándose en los peñascos o unas en otras, no pueden echarlos de sí, porque se quedan pegados a su mismo cuerpo. Pero son los huevos tan pequeños que casi son invisibles, mayormente estando en el vientre, donde los cubre la gordura entre que están asidos, y esto fue causa de no verlos Aristóteles, y de que Plinio y Atheneo entendiesen que se engendraban de sólo aquel jugo que veían, pero echada la gordura del vientre en el fuego, claramente se ve que saltan los huevos, como los del congrio. Susténtanse las anguilas de cieno y ovas; péscanse fácilmente cuando las aguas van turbias, y así suelen los pescadores enturbiarlas para hacer su pesca. Por esta causa llaman pescadores de anguilas, a los que procuran, con sediciones y enredos, perturbar la paz y el sosiego de las repúblicas, y así los pintaban los antiguos pescándolas, y por esto se dijo el adagio común: A río vuelto, ganancia de pescadores. Son estos pescados de bonísimo alimento para los que hacen ejercicio, porque sustentan mucho, y descienden tarde del vientre, por ser de sustancia pegajosa y gruesa, y así para mujeres delicadas que hacen poco ejercicio y para los que padecen enfermedades de humores gruesos, son malas. Saladas son mejores que frescas, y las del mar mejores que las de ríos. Hácense algunas muy grandes, principalmente en los lagos adonde tienen más cantidad de cieno para su alimento; pero aquéllas son las peores. Péscanse en Castilla en muchos ríos y también en algunos arroyos. Andan siempre en lo profundo de las aguas, casi batiendo en el suelo, y aun después de muertas no suben arriba como los otros peces, y la causa es no tener en el vientre tanto hueco, ni tanta gordura como otros pescados, y así, ni el aire que se recoge en el vientre es suficiente para sustentarlas en lo alto, ni la gordura que es de naturaleza de aire, y así, aunque están muertas y podrecidas, no se hinchan por
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tener su sustancia poquísima cantidad de ese elemento, lo cual no veremos en otros animales muertos, que luego se hinchan con el mismo aire que se resuelve de ellos, y éste detenido entre el cuero los levanta y los sustenta arriba: por esta causa fueron jeroglífico de la memoria muerta, que después de la vida lleva a lo hondo, como la anguila. La poca enjundia que tienen estos pescados es provechosa para losdo lores de oídos y para enfermedades de nervios. Su hiél es buena enlos colirios que se ordenan para los ojos, y finalmente podrecida su carne en vino y dándolo después a beber, dicen que hace que lo aborrezcan.
Joseph Cornide, en su Ensayo de una historia de los peces y otras producciones marinas de la costa de Galicia, arreglado al sistema de Linneo, pág. 2, dice: Sep. 4. Muraena Anguila maxîlla inferiore longiore corpore uni colore. Son comunes en casi todos los ríos de Galicia las Anguilas, y no lo es menos en muchas de sus rías una especie a quien en el país dan nombre de Eiroa, y a quien no se lo conozco en castellano: los portugueses le dan el de Eirá, que en el fondo es lo mismo que el gallego, y aunque no falta quien se persuada que la Eiroa es especie diversa de la Anguila; Linneo no la distingue ni señala más de una, y Rondelecio expresamente asegura que no hay otra, y que todas las Anguilas nacen en el agua dulce, y con el tiempo bajan al mar. Las que se pescan en éste tienen el lomo pardo, los costados de un verde obscuro, y el vientre blanquizco, y si he de decir lo que siento, yo les hallo alguna pequeña diferencia de las fluviátiles, pues me parece su cuerpo más igual, y su cola y cabeza más roma que la de las Anguilas. Cógense éstas, como va dicho, en casi todos los ríos de Galicia; pero con más abundancia que en otros en el Miño, desde el puente de Rabade hasta Puertomarín y su cosecha es un pequeño ramo de comercio para los naturales que, salándolas y secándolas, las venden por docenas en todo el reino. Las Anguilas preparadas de este modo son, por lo general, de media vara de largo, bien que hay algunas de hasta una vara, y de grueso competente llamadas Cabos, que sirven para regalos. Las Anguilas frescas de más estimación son las del estanque de Sobrado, que es un lago artificial de aquel Monasterio. Entre las Eiroas tienen fama las de las rías de Sada y Jubia, que es un fangal de la del Ferrol inmediato al Priorato de este nombre. Se sirven las Anguilas y las Eiroas frescas, fritas, guisadas y empanadas; pero cuando son de proporcionado tamaño se asan sobre las parrillas, rebozadas en hojas de laurel o parra, y aderezadas con un poco de limón y pimienta; son excelentes, y su carne muy delicada, aunque no deja de ser indigesta.
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El uso más común de las Anguilas secas es cocidas con coles, y sazonadas con aceite y vinagre, aunque siempre conservan un tufillo que, para algunos, nada tiene de agradable. Rondelecio dice que las Anguilas así preparadas son las más sanas, porque la sal desata y disuelve las partes viscosas de su carne: entre las marinas y fluviales da la preferencia a las primeras, y encarga que en caso de comerlas cocidas o empanadas, sea al principio de la comida, porque son menos indigestas.
Nicolás Casas, en su Tratado de la cría de las aves de corral, de las abejas, gusano de seda, cochinilla, grana, quermes y de los peces, parte IV, págs 482-487, dice: Existen muchas especies de anguilas, de las que una sola, y es de la que vamos a hablar, vive exclusivamente en agua dulce; las demás, conocidas aún imperfectamente por los zoólogos, frecuentan las embocaduras de los ríos, por las que suben durante el verano. Diremos alguna cosa. Este pez que llaman también culebra de agua por su figura cilindrica, alargada, semejante a la de las culebras, varía con bastante frecuencia en sus colores que, según Spallanzani, dependen mucho de la edad del animal y calidad del agua en que vive: en las aguas cenagosas, la anguila es de un moreno negro por encima y amarillento por debajo; en las aguas claras es verdosa, rayada de moreno por encima y de un blanco plateado por debajo. Sus labios y sus dos líneas laterales tienen gran número de glándulas abiertas, que segregan continuamente un líquido untuoso que aparenta barnizada su piel, y que la hace tan resbaladiza entre las manos que la comprimen. Según los experimentos hechos por algunos observadores, las anguilas no aumentan más que unas ocho pulgadas en longitud durante diez años; pero si su crecimiento es lento, se efectúa por muchísimos años, pues pueden vivir un siglo y aun más. La agilidad, flexibilidad, tamaño y fuerza son el patrimonio de la anguila; así es que nada con la mayor facilidad; recorre, sin que la vista pueda seguirla, espacios considerables. A veces sale del agua, rastrea por el suelo como las serpientes, ya para buscar nuevas aguas cuando en las que está se evaporan o corrompen, ya para ir a coger a la vega gusanos e insectos, y dicen que para comer los guisantes recién sembrados, que le gustan apasionadamente. Estas incursiones las hace sólo de noche, época en que corre menos peligro, y en la que un aire seco y caliente no obra sobre sus órganos. Lacepedo observó que una de las causas de la muerte de los peces que se sacan del agua, es la desecación que experimentan sus agallas o branquias; pero la anguila debe con más facilidad que otros muchos tapar exactamente la abertura de esta parte y la de su boca. Así es que se ha observado puede resistir seis u ocho días fuera del agua cuando está en un paraje húmedo y que no hace demasiado
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calor; pero exponiéndola al sol muere en algunos instantes. Estas observaciones se habían hecho ya en tiempo de Plinio. Durante el día, las anguilas se mantienen casi siempre ocultas en el cieno o en los agujeros que se forman en las márgenes; agujeros a veces muy vastos y que encierran gran número, teniendo casi siempre dos aberturas, por las que pueden entrar y salir indiferentemente en el momento del daño, pues nadan reculando casi con la misma facilidad que en la dirección natural. Cuando hace mucho calor, y principia a corromperse el agua de los estanques, las anguilas abandonan el fondo y salen a la superficie a respirar un aire más puro. Entonces se ocultan debajo de las plantas flotantes o entre las que rodean las orillas. Esta alteración de las aguas es en los países cálidos una de las causas más frecuentes de la mortandad de las anguilas. En las partes septentrionales de Europa, donde la fermentación pútrida recorre con más lentitud sus períodos, están menos expuestas las anguilas a los accidentes de esta naturaleza; sin embargo, adquieren a veces una enfermedad, que se manifiesta en la piel por muchas manchas blancas. Se han visto anguilas vivir meses y aun años enteros encerradas en el lodo de los estanques desecados, o en los agujeros de los ríos a quienes se había mudado la dirección, privadas de agua y tal vez de alimento. Esta facultad hace el que casi nunca sea necesario volver a poblar los estanques pescados, en virtud de que suelen conservarse bastantes anguilas ocultas para trabajar en su multiplicación cuando se les vuelva a echar agua. Las anguilas viven de peces pequeños, gusanos, lombrices, insectos, de cadáveres en descomposición arrojados al agua, y también, como se ha dicho, de substancias vegetales. Son muy voraces y digieren su presa con rapidez, por lo que no se las dejará multiplicar mucho en los estanques, si se quiere sostener la abundancia de los demás peces. Sobre la reproducción de las anguilas se han escrito volúmenes enteros. Aristóteles creía que nacían del cieno; Plinio, de los fragmentos que ellas se quitaban de su cuerpo frotándose contra las rocas; algunos antiguos, de los cadáveres de los animales; Helmont creía que procedían del rocío del mes de Mayo, etc., etc.; el mismo Spallanzani sostiene el que ha pescado miles de anguilas en las lagunas de Italia, sin encontrar en su cuerpo ni huevos, ni fetos; sospechando no procreen más que en el mar, sin fijar la atención en que gran parte de estos peces jamás Van de por sí, ni aun pueden por lo común ir al agua salada. Lo cierto es que las anguilas copulan del mismo modo que las serpientes; que deponen huevos, y que por la mayor parte del tiempo los incuban en su vientre, siendo por lo tanto en este caso lo que en fisiología se llaman animales ovovivíparos, es decir, procedentes de un huevo que contiene los materiales
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para la alimentación del nuevo ser, pero que nace vivo por incubarse dentro del cuerpo madre y romperse las envolturas al salir, del mismo modo que lo hacen las víboras y otros animales. Creciendo los huevos de las anguilas dentro del cuerpo madre no pueden ser tan numerosos como en los demás peces; pero como pueden deponerlos cuando menos desde su duodécimo año, y continúan haciéndolo hasta los ciento, su multiplicación es muy considerable; así es que son tan numerosas en algunas aguas que no puede formarse idea. Spallanzani dice que cubren algunas veces el suelo de los estanques de Comaquio, en los Estados venecianos; no son menos numerosas en ciertos lagos de la Rusia austral y la parte de la Turquía que está próxima; no dejando de serlo tampoco en las represas de las embocaduras de muchos de nuestros ríos, tales como el Ebro, Miño, etc., etc. Se las encuentra en los países más cálidos, como en los países más fríos; en estos últimos se encuentran durante el invierno metidas entre el cieno, subsistiendo sin comer muchos meses .seguidos. A pesar de la flexibilidad y viveza de la anguila tiene enemigos de los que es difícil librarse: las nutrias y muchas aves de agua las pescan con habilidad y se alimentan de ellas: los peces grandes, como los sollos y esturiones, forman también de ellas su presa. Como estos últimos suelen tragarlas enteras, se verifica algunas veces que recorren todo el canal intestinal, saliendo por el ano sin sufrir ningún daño: de aquí el cuento de que entraba la anguila voluntariamente en el cuerpo del esturión para comerse sus huevas; pero de todos los enemigos de la anguila, el hombre es el más temible, pues la hace una guerra continua, ya para comerla fresca, ya para salarla, ya para extraer aceite, etc. Sin embargo, hay muchas personas y aun pueblos enteros que las tienen horror. Fue proscripta como alimento de los judíos por la ley de Moisés. Su carne es muy viscosa, extremadamente aceitosa y de difícil digestión; pero su sabor grato la hace ser apetecible y buscada por las personas de gusto. Los médicos proscriben con frecuencia su uso a los individuos débiles de estómago; sin embargo, parece no ser dañosa, pues pueblos enteros viven casi exclusivamente de ella, y se nota que los individuos que las componen no tienen más enfermedades, y prolongan su existencia tanto como los que no conocen este alimento. La piel de las anguilas tiene la misma consistencia que el pergamino, y forma el objeto de un pequeño comercio en las grandes poblaciones. Se le atribuye la propiedad de hacer crecer el pelo cuando se ata con sus correas. En la Tartaria le usan, después de haberle untado de aceite, para hacer las veces de vidrios en las ventanas. Se dice también que se pueden domesticar las anguilas hasta hacerlas que vengan a comer a la mano, y que son sensibles a la música y a los buenos olores.
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En 1864, el zoólogo Gill declara que un pez bastante raro, llamado entonces Leptocephalus morrisi, no era otra cosa que una forma larvaria del congrio, e Yves Delage, en 1886, observa la transformación del leptocéfalo en congrio en el acuario de Roscoff. En 1893, Grassi y Calandruccio han podido seguir en Catania la transformación de otro leptocéfalo, Leptocephalus brevirrostris (Kaup), en la forma tan conocida de nuestra anguila de agua dulce. En el Estrecho de Mesina, a causa de corrientes muy fuertes, muchos animales que habitan en las grandes profundidades marinas son arrastrados a la superficie y echados contra la ribera, entre ellos los leptocéfalos, habiéndose podido encontrarlos en diferentes estados de desarrollo, así como en el estómago del pez luna, siendo muy notable el caso de que durante esta transformación del leptocéfalo en anguila el cuerpo se acorta. Grassi y Calandruccio han seguido también la transformación en el acuario, y a ellos debemos los primeros pasos en el conocimiento del desarrollo de la anguila, que durante tan largo tiempo ha permanecido en el más impenetrable misterio. En el Norte de Europa se ha dudado mucho tiempo de la exactitud de este descubrimiento, porque si bien sobre las costas se Ven todos los años subir las anguilas en gran cantidad, no se ha encontrado jamás un leptocéfalo en el Mar del Norte, a pesar de lo muy estudiado que está por los vapores encargados del servicio de investigaciones científicas de diferentes naciones. Esto debía hacer presumir que los lugares de freza de las anguilas están más distantes, habiéndose determinado en la costa de Suecia, colocando nasas en diferentes direcciones, que las anguilas plateadas emigran en dirección del Canal de la Mancha. En 1904 el vapor danés Thor, del servicio de inVentigaciones científicas para pesca, capturó un leptocéfalo al Oeste de las Islas Faroes, sobre grandes profundidades. Durante los años 1905 a 1906, dicho Vapor Thor, bajo la dirección de Schmidt, prosigue las investigaciones y aclara la biología de la anguila. Se ha visto que el leptocéfalo había sido capturado sobre grandes profundidades al Oeste de las Faroes; era pues probable que los sitios de freza se encontrasen en profundidades más considerables que las del Mar del Norte y el Canal de la Mancha.
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En efecto, Schmidt ha podido demostrar que estos lugares se encontraban en el Atlántico a una profundidad de 1.000 metros por lo menos, donde hay todo el año una temperatura de 7 grados centígrados y una salinidad de 35'25 por 1.000. Schmidt ha levantado un mapa, señalando los lugares en que han sido pescados leptocéfalos. Según esta carta, se comprende la razón por la cual la llegada de las anguilas a las costas de Europa se verifica en épocas diferentes, puesto que está en relación con la distancia de la isobata de 1.000 metros. En las costas septentrionales de España, donde estas profundidades están muy próximas, la aparición se verifica en Septiembre a Octubre; en Enero, en las costas meridionales de Irlanda y Sudoeste de Francia; de Febrero a Marzo, en el Canal de Bristol y de la Mancha, y por último sobre las costas del Mar Norte en los meses de Marzo, Abril y Mayo, según la distancia. Un hecho que prueba la exactitud de estas investigaciones es que, cuanto más tardan en llegar a una costa las anguilas, más pigmentadas están, toda vez que en las costas del Norte de Alemania la anguila pequeña y transparente es desconocida, ya que por el gran recorrido que ha de efectuar para arribar a ellas llega ya pigmentada a dichas costas. Schmidt capturó los diversos estados de desarrollo del leptocéfalo hasta la forma de anguila transparente, representándolos en la lámina que reproducimos. Un hecho curioso es que los estados más avanzados viven a profundidades inferiores que los jóvenes. Según Schmidt, durante el período de transformación del leptocéfalo en anguila transparente el animal no come, estimando en un año la duración del mismo. Las investigaciones de Schmidt han dado también la explicación de la ausencia de la anguila en la cuenca del Danubio, a pesar de los ensayos que se han efectuado para introducirla, porque siendo afluente del Mar Negro no puede encontrar condiciones para reproducirse, puesto que, según Schmidt, necesita hacerlo a una profundidad de 1.000 metros por lo menos y en condiciones de temperatura y salinidad determinada, y teniendo el Mar Negro, a partir de 200 metros próximamente, el agua saturada de ácido sulfhídrico, que hace la vida imposible, la reproducción de la anguila no se puede verificar. Las últimas observaciones sobre la anguila han sido hechas
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por el Dr. Hyort, director de pescas marítimas de Noruega, en el curso de la expedición del Michael Sars, en el Atlántico (1910), con el malogrado Sir John Murray, de la expedición del Challenger, Hyort observa que los leptocéfalos eran tanto más pequeños cuanto más al Sur se les cogía, y observa también que las larvas más viejas vivían más cerca de la superficie, confirmando con todo ello las observaciones de Schmidt. Se cree que la anguila muere después de haberse reproducido porque no se ha visto nunca ninguna anguila plateada Volver a entrar en el agua dulce, y el hecho de que en el ovario los huevos sean del mismo tamaño parece indicar que la freza no tiene lugar mas que una Vez en la Vida. Se ignora, sin embargo, si muere a continuación de este acto o si vive todavía algún tiempo. Es de esperar que se consiga pescar anguilas sobre el sitio de su freza y conocer así dos momentos de la vida de la anguila que nos son todavía desconocidos: su nacimiento y su muerte. Resumiendo la vida de la anguila, vemos que nace en las grandes profundidades del mar; que en él pasa estados larvarios en los cuales su forma es completamente distinta a la del pez adulto; que llega en ciertas épocas a las costas ya metamorfoseada, en forma de angula más o menos transparente que, pigmentándose, Viene a dar lugar en las aguas dulces a la anguila de Vientre amarillo, adolescente; que las pequeñas anguilas, remontando los ríos, se internan por toda la red fluvial y por los canales de riego hasta los recipientes de agua incomunicados, gracias a la propiedad de caminar de noche por las tierras bajas y húmedas, y que crecida la anguila después de un cierto número de años pasados en el agua dulce, la amarilla se transforma en plateada, forma adulta, puesto que su crecimiento queda terminado, regresando al mar para reproducirse y, como ya hemos dicho, muy probablemente para morir.
MÉTODO En todo trabajo científico parece un verdadero deber indicar y describir tan exactamente; como sea posible los diferentes métodos que han servido para las investigaciones en cuestión. Ante todo, esto facilita mucho la tarea de los que prosiguen más tarde las mismas investigaciones, facilitando la comparación y evitándoles los fracasos, pues la técnica microscópica no se aprende sino por la experiencia. Antes de medir o hacer la disección de una anguila es preciso matarla sin estropearla, cosa no fácil tratándose de animales que tienen gran vitalidad. He ensayado diversos procedimientos antes de encontrar el que me ha dado resultados satisfactorios. Se podría, evidentemente, cortarlas la cabeza, o machacársela como hacen los pescadores; pero para estudios científicos el ejemplar quedaría de esta manera inservible. No es fácil sujetar grandes anguilas (80 cm. a 1 metro), y también a ciertas personas su contacto parece provocarlas erupciones cutáneas, con inflamación más o menos intensa del brazo. Tampoco es fácil cloroformizar las anguilas, sobre todo tratándose de grandes ejemplares, pues se pierde mucho tiempo y es preciso emplear cantidades considerables, además de que la anguila puede revivir muy pronto. El procedimiento que voy a describir permite matar en pocos minutos la anguila más grande sin estropearla y sirve también para matar instantáneamente el congrio. Se coge el animal con un trapo un poco por detrás de las aletas pectorales, apretándole fuertemente, y se inyecta por las aberturas branquiales con una jeringa, o mejor con una perilla de goma, alcohol de 95 por 100 en gran cantidad, con lo que el animal muere casi instantáneamente por inutilización de las branquias. Se puede también inyectar el alcohol por la boca, pero esto es menos práctico y estropea los labios, deformándolos. Para el examen de los ovarios se puede emplear o la disociación mecánica o el método de los cortes; para el de los testículos
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solamente este último método es de aconsejar. Puedo recomendar el procedimiento siguiente, con el que he obtenido muy buenos preparados. Se hace macerar sin fijación preliminar un ovario en picrocarmín de Ranvier durante la noche, se lava hasta desaparición del color amarillo del ácido pícrico en el agua de lavado, se dislacera sobre el porta-objetos bajo el microscopio, se fija con una gota de formalina 5 por 100 y se monta en jarabe de Apathy o en gelatina glicerinada o en bálsamo del Canadá. Para los cortes en parafina o celoidina es preciso naturalmente, ante todo, fijar, obteniéndose con los dos métodos buenos resultados. Como fijadores he empleado los líquidos de Bouin de Carnoy y de Pereny, el alcohol formalinado y el sublimado, ya solo o también, según Mingazzini, con alcohol y ácido acético. Todos estos fijadores dan resultados excelentes. Como colorantes, me he servido sobre todo de la hematoxilina y como doble coloración de la hematoxilina con eosina. Muy frecuentemente he coloreado las piezas con carmín borácico, lo cual da muy buenos resultados. Pero el mejor método que he encontrado para los ovarios es el de los cortes por congelación y la coloración por el sudan III y la hematoxilina según Rosenthal, descrito por Ramón y Cajal en su Manual de Histología.normal, sexta edición, 1914, página 384. El ovario de la anguila contiene muchas gotas de grasa que quedan naturalmente disueltas en el paso por los alcoholes, como se puede comprobar fácilmente montando un fragmento de ovario en glicerina o jarabe y comparándole con otro preparado en bálsamo. También se obtiene con los cortes por congelación y la coloración con el sudan, preparaciones que corresponden a la realidad. Se puede hacer cortes a mano poniendo el órgano entre dos fragmentos de médula de saúco, o también en hígado de anguila endurecido en alcohol, y con habilidad se obtienen cortes más o menos finos. La sola modificación que he aportado al procedimiento de Rosenthal es el montar la preparación en jarabe de Apathy en lugar de glicerina: la coloración se conserva muy bien en él, el jarabe se endurece rápidamente sobre los bordes del cubre-objetos y no se necesita ningún mástic para cerrar. También puede montarse en gelatina glicerinada.
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No es fácil obtener bellas preparaciones de escamas de anguila, y sólo después de muchos fracasos he podido encontrar un método verdaderamente satisfactorio. Se quitan las escamas raspando la piel del animal con un bisturí muy cortante; se las hace macerar, según que se trate de grandes o pequeñas anguilas, durante 24 a 48 horas en alcohol al tercio de Ranvier y se centrifuga durante algunos minutos; se vierte el líquido, que se reemplaza por agua, y se centrifuga de nuevo. Se repiten estas operaciones tres o cuatro veces y se vierten las escamas en una caja de Petri, escogiendo con el binocular o la lente un cierto numero de escamas, que se centrifugan entonces una última vez para dejarlas absolutamente limpias. Se puede montarlas en el jarabe de Apathy, en la gelatina glicerinada o, después del paso por los alcoholes, en el bálsamo. Es bueno colocar Varias escamas sobre un porta-objetos o hacer dos preparaciones, porque es preciso examinar varias para evitar errores al contar las zonas de crecimiento. El procedimiento de montaje de las escamas a seco, como he Visto hacer en Noruega (Knut Dahl) para las escamas de trucha, salmón, arenque, etc., no me ha dado tan buenos resultados para las de anguila. Una causa que dificulta sobre todo la preparación de las escamas de anguilas grandes es debida a la enorme cantidad de mucus segregado por la piel de estos animales. Si se raspa sencillamente la piel de estas anguilas con un bisturí las escamas se encuentran envueltas en el mucus, la maceración se hace mal y las preparaciones quedan inservibles. Se puede muy fácilmente evitar esto limpiando la piel de anguila, para quitar el mucus antes de proceder al raspado, frotándola con talco o con arena fina. Es muy recomendable, al poner las escamas en el alcohol al tercio, separarlas agitando con una espátula y emplear cierta cantidad de líquido.
SOBRE LAS VARIEDADES DE ANGUILAS Es una cuestión ya muy antigua la de saber si la anguila constituye una o varias especies, y se han descrito por diversos autores gran número de éstas, basando las características específicas sobre todo en las diferencias de forma de la cabeza, que es muy variable. Cuvier distingue las cuatro especies siguientes: Anguila barnizada, la más frecuente. Anguila de pico largo, con hocico puntiagudo y comprimido. Anguila de pico plano, con hocico obtuso deprimido, con ojos pequeños. Anguila pimperneau con ojos muy grandes, con relación a la longitud total. La clasificación de Cuvier ha sido adoptada por muchos autores, entre otros Blanchard, Yarrel y Règnes. No es mi deseo repetir todo lo que se ha escrito a este sujeto, y sólo agregaré que la anguila barnizada corresponde a la hembra adulta plateada, llamada Anguilla mediorrostris por diferentes autores, mientras que la anguila pimperneau, de ojos muy grandes con relación a su longitud total, no es más que el macho adulto plateado. En Valencia, el profesor Cisternas ha descrito en 1866 las especies siguientes: A. ar.tttirmsfris, «anguila fartona o paetorcnca». A. mediorrostris, «anguila maresa». A. latiorrostris, «anguila martina». A. brevirrostris, «anguila catarrojina». Además, habla de una pequeña anguila encontrada por Kaup en Valencia y conservada en el Museo de París con el nombre de
Anguilla marginata. EI Prof. Boscá me ha mostrado una pequeña anguila en alcohol, que dice ser la Anguilla marginata de Kaup. Yo creo que se trata sencillamente de un macho, pero no he tenido ocasión de comprobarlo. El Profesor Cisternas termina sus descripciones diciendo: Las descripciones de estas cuatro anguilas corresponden a ejemplares 2
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recogidos de igual longitud (1), escogidos a propósito para poder apreciar mejor sus caracteres diferenciales más sobresalientes, quedando subsistente la duda de si constituyen especies distintas o meras variedades de una sola, que parece lo más probable, inclinándome a admitir, con el distinguido Profesor Siebold, que sólo son diferencias de edad las que se han empleado para distinguirlas, correspondiendo a la A. angustirrostris los jóvenes y a la A. latiorrostris los individuos adultos. Por lo que pueda servir un simple hecho aislado, debo, sin embargo, hacer observar que en una de las acequias de la frontera de la Albufera se cogió el 2 de Agosto de 1866 una A. mediorrostris de más de siete libras de peso, y cuyo mayor grueso medía un decímetro de circunferencia, pudiendo considerarse en estado adulto, lo que parece oponerse a la expresada opinión.
Supino considera la cuestión como no resuelta todavía hasta el día. Walter distingue dos especies: una de cabeza ancha y otra de cabeza estrecha; y en efecto, en las anguilas amarillas se encuentran unas con la cabeza ancha y labios muy gruesos, y otras de cabeza estrecha y puntiaguda y labios delgados, que son las más numerosas. Es importante hacer notar, sin embargo, que no se encuentran entre las anguilas plateadas formas con cabeza semejante a las anguilas amarillas de cabeza ancha, de aspecto tan singular. Esta anguila, de cabeza tan grande y ancha, de cuerpo en general delgado, es llamada, a causa de su forma extraña, en Dinamarca y Alemania del Norte, Ramskopf, Tanzmeister, Prokurator (cabeza de carnero, maestro de baile, procurador); en italiano, Cabeza de Rana. Se ha creído mucho tiempo, por no encontrarse esta forma de cabeza ancha en la anguila plateada, que se trataba de hembras estériles, con sus ovarios menos desarrollados y los huevos más pequeños que en las demás. Petersen ha demostrado que las anguilas de cabeza ancha cambian la forma de su cabeza con la madurez, Viniendo a ser de pico más puntiagudo. Yo no he podido procurarme esta Memoria de Petersen, que está agotada. Sin embargo, Walter la comenta y reproduce los dibujos en su Manual. Walter cree en la existencia de dos especies que tendrían diferente crecimiento: la anguila de cabeza estrecha tomaría el traje nupcial plateado más tarde que la anguila de cabeza ancha, (1) No indica cuál es esta longitud.
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en la que los ovarios se desarrollarían más lentamente, a pesar de que la anguila de cabeza ancha es bastante más grande que la de cabeza estrecha. Según Walter, también la anguila con cabeza estrecha quedaría más pequeña que la de cabeza ancha. Este autor admite, pues, dos especies de anguilas: una de talla más pequeña, pero de crecimiento más rápido; otra más grande, con desarrollo más lento; con relación a la madurez sexual, se apoya también sobre las experiencias de anguilicultura de Bellini, porque las angulas son de magnitudes diferentes, y las más grandes tienen cabezas más anchas y obtusas que las otras. Walter distingue, pues, dos especies en la anguila, pero con ocho formas diversas: , ., , , , Macho y hembra amarillas Anguilas de cabeza ancha ,. . . , , , , * Macho y hembra plateadas , ., , , , [ Macho y hembra amarillas Anguilas de cabeza estrecha .. . , , , , , ( Macho y hembra plateadas
(jóvenes). , , ., i. (adultas). (jóvenes). , , ,, ' (adultas).
No es mi propósito discutir, ni menos resolver la cuestión de sistemática; creo sin embargo muy plausible la opinión de Walter, porque se encuentran muchas anguilas amarillas de cabeza ancha, y me parece difícil creer que todas fueron hembras estériles. Dos hechos me inclinan a creer en la existencia de las dos especies de Walter. Determinando la edad de las anguilas por sus escamas he podido comprobar, como diré más tarde, a propósito de los resultados del estudio de las escamas, que las grandes anguilas amarillas con cabeza ancha tienen una edad más avanzada que las anguilas de cabeza estrecha maduras, y que poseen ya por tanto el color plateado. El otro hecho es, que en las anguilas más grandes, denominadas en Valencia martinas, se vuelven a encontrar caracteres semejantes a los de las anguilas amarillas de cabeza ancha, como son: labios gruesos, gran desarrollo de la región temporal, y midiendo la anchura de la cabeza, entre el centro de los ojos, y dividiendo la longitud total por su valor, se obtiene el mismo cociente que en la anguila amarilla de ancha cabeza, lo que confirmaría que no es más que la forma del hocico lo que se modifica con el crecimiento, como Petersen ha observado ya. Por mi parte, he comprobado este hecho en todas las grandes anguilas martinas, y en caso de que esto se confirmara, el Profesor Cis-
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ternas habría tenido la intuición de la verdad al tomar la anguila martina como la anguila adulta. Las anguilas de cabeza estrecha no parecen llegar a una talla tan grande. Doy, al lado de la figuras, las medidas de las diferentes formas, que he determinado midiendo un gran número, lo cual me parece más útil que largas y fastidiosas descripciones. Los pescadores de la Albufera y los Vendedores de la anguila en el mercado de Valencia hacen de ellas la siguiente clasificación: Anguila pastorenca.—Se encuentra en todas las aguas y también en el mar, tiene el vientre amarillento; se nutre de gamba (Palaemon), peces, etc. En el mercado se distingue por su Vientre blando. Anguila maresa.—Anguilas que vuelven al mar, pero que en él nunca se han capturado ni con redes ni con nasas. La maresa no come y los pescadores saben que pierde de peso y de volumen cuando se tiene en los viveros. Se dice que algunas alcanzan pesos de nueve libras valencianas, y los pescadores con quienes yo he hablado me afirman haberlas tomado de siete libras, reconociéndolas por su carne, más firme que la de las pastorencas, y por su color plateado. Anguila pulgarón.—Anguilas maresas de un peso mayor de media libra. Anguila martina.—Anguila maresa de peso superior a dos libras. Bajo el nombre de pastorenca comprenden los pescadores la anguila de vientre amarillo, cualquiera que sea su forma de cabeza y su tamaño. Se Ve, en efecto, en el mercado vender con este nombre desde anguilas de 15 centímetros de longitud; hasta grandes anguilas de cabeza ancha de más de 70 centímetros y de 500 a 600 gramos de peso, así como también machos amarillos que se venden en muy gran cantidad y anguilas amarillas de cabeza estrecha. Bajo el nombre de maresa se vende, pues, la anguila madura que tiene el traje nupcial plateado, llamándose pulgarón cuando pasa de media libra y martina cuando pasa de dos. Según la talla, se encuentran individuos con caracteres que recuerdan el estado adulto de las dos especies; en los individuos de 50 a 75 centímetros de longitud se observa el mejor tipo de cabeza estrecha. Daré muy brevemente la descripción de los dos sexos de la
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anguila, reproduciendo las figuras de Walter, qíie se encuentran también en el Manual de Supino. Los ovarios y los testículos tienen una forma muy diferente que en los demás peces de agua dulce, lo que explica hayan sido desconocidos durante largo tiempo. Como en otros animales, los dos sexos en la anguila son de talla diferente, y el macho más pequeño que la hembra. No se conoce hasta el presente ninguna anguila macho mayor de 51 centímetros, mientras que las hembras pueden llegar a tener más de un metro y más de siete libras de peso. Es muy raro que los machos excedan de 48 centímetros de longitud, y la de 51 centímetros no ha sido observada más que dos veces en millares de anguilas examinadas en diferentes países. El profesor Léger, de la Universidad de Grenoble, me ha comunicado muy amablemente que los machos no pasan en Francia de una longitud de 48 centímetros. Por mi parte, he examinado en Valencia numerosos ejemplares de anguilas machos, no habiendo encontrado más que dos veces machos de 48 centímetros, debiendo hacer constar que muy rara vez exceden de la longitud de 45 centímetros. Generalmente, los que se encuentran en el mercado miden 35 a 41 centímetros. A continuación doy algunas medidas medias de longitud y peso de machos, obtenidas determinando los valores medios de grupos de diez individuos adquiridos en el mercado de Valencia: Long. max. Long. min.
FECHAS
24 25 5 7 9
Noviembre Noviembre Diciembre Diciembre Diciembre
1915 1915 1915 1915 1915
cm.
cm.
38'5 37'5 43 42 41
35'5 31 33 37 35'5
Peso max. S-'-
75 73 152 100 98
Peso min.
Peso medio Long. med. cm.
g'.
55 47 53 78 69
66'5 60'9 80'2 97 81
36'8 34'4 37'8 59 35'9
Los ejemplares mayores que he encontrado han sido dos anguilas machos de 44 centímetros que pesaban respectivamente 122 y 124 gramos y una de 48 centímetros que pesó 142 gramos. La forma del cuerpo es casi cilindrica, muy musculosa, con la carne muy firme, lo que explica que sean tan estimadas y preferidas para el consumo. Lo que caracteriza especialmente a la anguila macho plateada es las grandes dimensiones de los ojos, cuyo diámetro está contenido próximamente l'5-2 Veces en la distancia del borde anterior de la órbita a la punta del hocico. Corresponde
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muy exactamente a la anguila pimperneau de Cuvier, teniendo los ojos de máximas dimensiones con relación a la longitud total. Por otra parte, la anguila macho se aleja menos del mar, lo que explica la gran cantidad en que se pesca en la región de la Albufera. Se puede decir que casi todas las anguilas pequeñas que se Venden en el mercado de Valencia para la confección de las clásicas paellas son machos. Es difícil establecer diferencias de color en la anguila; sin embargo, los machos son casi negros en general sobre el lado dorsal, cobrizos dorados en los lados y blanco plateados en el Vientre. Por otra parte, la anguila tiene, como todos los peces, una gran Variabilidad de color, debido al mimetismo por homocromía, adoptando la tonalidad del medio que Vive, en tal forma que es muy curioso poner una anguila en un recipiente blanco de porcelana y observar al poco tiempo la coloración casi completamente blanca del animal, así como reunir en él dos coloraciones distintas poniendo un fondo negro en un extremo del cuerpo y blanco en el otro, con lo que puede obtenerse una anguila mitad blanca y mitad negra. Las anguilas amarillas, que tienen generalmente un color verde oliváceo, no parecen tan sensibles y toman el gris azulado más lentamente que las plateadas, que afectan una coloración casi negra. La forma de la cabeza es mucho menos variable que en las hembras, siempre más o menos puntiaguda, y los labios menos diferenciados, y también ofrecen menos variaciones en el diámetro de la cabeza por encima de los ojos. Para darse cuenta de la anatomía de una anguila se abre ed vientre con las tijeras por un corte desde el ano hasta un poco delante de las aletas pectorales, teniendo cuidado de no cortar el hígado para evitar hemorragias violentas que hacen más penosa la operación. Procediendo a esta operación en una anguila plateada de 45 centímetros o menos de longitud, se ve, además del intestino y hacia la cabeza, el hígado, vejiga de la hiél y corazón; bajo el intestino y la vejiga natatoria, no se observan los órganos sexuales, tan aparentes en otros peces, pero si se observa muy cuidadosamente ambos lados de la vejiga natatoria, especialmente vertiendo algunas gotas de alcohol, se nota una cinta fina de dos a cuatro milímetros de anchura en los mayores individuos plateados. Esta cinta es lobada, y por esta razón se llama a los testículos
Lappenorgan en alemán, organes à lambeaux en francés, organi lobati en italiano.
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Cada lóbulo está en comunicación por su base con un canal que forma un vaso deferente terminado en el exterior cerca del ano. En los machos jóvenes el órgano no es más que una delgada cinta sin escotaduras, no midiendo más que un milímetro próximamente de ancho; pero en los más viejos esta cinta comienza a dividirse en glóbulos. Examinando trozos de testículos obtenidos por disociación (no se puede distinguir la estructura más que con aumentos muy fuertes, objetivos DD. o E. de Zeiss o mejor inmersión 1/12 oc. 4), no se Ve más que espermatocitos englobados en el tejido conjuntivo. Este es también un medio de diagnóstico entre los machos y las hembras amarillas de pequeñas dimensiones, con un débil aumento (AA. Zeiss, Oc. 4), porque se distinguen ya los huevos en un fragmento de ovario, mientras que para percibir los testículos es preciso acudir al objetivo de inmersión. En las anguilas menores de 55 centímetros es preciso, para comprobar el sexo, acudir al examen microscópico de un fragmento de órgano sexual. Walter aconseja, para distinguir los sexos en casos dudosos, utilizar aumentos de 50 diámetros, pudiendo asegurarse que es macho si no se ven corpúsculos que presenten claramente la estructura de los huevos. El empleo del objetivo Zeiss AA. con el 4 me ha dado buenos resultados para este diagnóstico. El tamaño de los testículos parece ser menos Variable que el del ovario, pues se observa en efecto poca diferencia en los machos plateados de talla diferente. Los machos jóvenes de Vientre amarillo tienen un color más claro que los plateados, más verde oliváceo que Verde negro sobre la cara dorsal; pero sobre todo se distinguen por el menor tamaño del ojo. En los machos plateados los ojos pueden llegar a 7 u 8 mm. de diámetro, mientras que en las anguilas amarillas nunca pasan de 3 mm.; por lo tanto, la mitad próximamente que el de las anguilas plateadas. No he encontrado, sin embargo, los ojos tan grandes como lo que representan ser en los dibujos de anguilas de Grassi. El cuerpo es un poco menos cilindrico, lo que permite reconocerles, al menos en individuos mayores de 30 centímetros. El tamaño de los ojos no debe sorprendernos, puesto que sabemos que la anguila plateada está próxima a realizar su emigración final a las profundidades del mar, y todos los peces de dichas profundidades se caracterizan por sus grandes ojos.
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Las hembras son mayores que los machos 3; pueden alcanzar una longitud de más de un metro y un peso de Varias libras, mientras que el macho no parece pasar de 51 cm. de longitud, no habiendo yo visto nunca un macho que tenga más de 48 cm. y alcance un peso de 150 gr.; y se puede decir que casi todas las anguilas de longitud superior a 45 centímetros son hembras. La forma del cuerpo es también menos cilindrica que en los machos. Para notar la diferencia es preciso abrir el vientre como hemos descrito para los machos, encontrando los mismos órganos que en ellos y a ambos lados de la vejiga natatoria los ovarios, que en las anguilas amarillas son acintados y transparentes, y en las plateadas blanco-opacos. Según el grado de madurez, el tamaño varía de 5 mm. en los pequeños, hasta 3'5 cm. en los mayores individuos que he visto. El ovario, mirado de cerca, se presenta bajo la forma de una banda plegada como las golas de antaño, lo que ha hecho darles los nombres Krausenorgan en alemán. Los ovarios nacen en el comienzo de la cavidad general y terminan detrás del ano; no hay oviducto, y los huevos deben por tanto caer en el celoma y salir por la abertura sexual al exterior. Para ver la estructura del ovario, se puede hacer cortes o disociar el órgano en estado fresco después de maceración en picrocarmín. Se observa que el ovario, así como los huevos, contiene muchas gotas de grasas fácilmente coloreables por el sudan III. En los huevos de anguilas amarillas, y por tanto jóvenes, se ve mejor la estructura; más tarde el número de gotas de grasa aumenta de tal manera, que es difícil percibir el núcleo. Como se ha dicho al hablar de los métodos por congelación y coloración por hematoxilina y sudan, éstas dan preparaciones muy bellas y más conformes a la verdad que los cortes en parafina, porque con el primer método se hacen los cortes después de congelación, con fijación anterior en formalina solamente, mientras que para poder hacer cortes en parafina es preciso después de la fijación pasar por los alcoholes, que quitan el aceite, con lo que resulta que en los cortes se ven los huevos con huecos redondos que resultan de la disolución de las gotas de grasa. Puede apreciarse fácilmente la estructura plegada del ovario en los cortes. Los huevos tienen todos próximamente el mismo tamaño, lo que hace creer que la freza no tiene lugar más que una Vez. F. Mather ha calculado en 9.000.000 los huevos que una angui-
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la de 6 libras puede producir, y basta observar el ovario para darse cuenta de la gran fecundidad de este pez. Para Walter, el tamaño de los huevos varía de 0'3 a 0'8 milímetros, según el grado de madurez sexual. He examinado los ovarios hialinos de algunas grandes anguilas amarillas de cabeza ancha, y no puedo decir sino que los huevos tienen la misma apariencia que en las anguilas no llegadas a la madurez, difiriendo de los de las anguilas plateadas por dimensiones más pequeñas y por contener menos gotas de grasa coloreable por el sudan; el núcleo es visible, como en todos los huevos de anguilas amarillas, y por tanto no ofrece nada de especial. El ovario es hialino y muy pequeño, en comparación con las anguilas plateadas de la misma longitud o más pequeñas. Como ejemplo, citaré el caso de una de estas anguilas de 64 centímetros de longitud y 565 gramos de peso, que tenía un ovario hialino de 8 milímetros de largo, mientras que en una anguila plateada de61'5 cm. de longitud y 387 gr., el ovario era de 1'4 centímetros y absolutamente opaco. La apariencia hialina del ovario y sus pequeñas dimensiones, explican por qué sehan considerado frecuentemente estas anguilas como hembras estériles (Bade, pág. 86), mientras que, si la hipótesis de Walter es exacta, pertenecerían a una especie mayor pero no madura sino más tarde, y en este caso, en lugar de hembras estériles serían hembras no llegadas a madurez y, por tanto, que tomarían más tarde el aspecto plateado. Muy fácil sería dilucidar esta cuestión, siguiendo su desarrollo en un acuarium. Las anguilas de esta forma son de una talla frecuentemente grande: he visto un ejemplar de la Albufera de 85 centímetros de longitud y un kilogramo de peso, con el ovario de 1'3 cm. de argo, todavía casi hialino. En una anguila plateada de este tamaño y cabeza estrecha, el ovario sería ciertamente de 2-2'5 cm. de largo y completamente opaco.
DETERMINACIÓN DE LA EDAD DE LA ANGUILA POR SUS ESCAMAS Las escamas de la anguila tienen una forma y estructura muy especiales que han sido estudiadas en estos últimos años como medio para la determinación de la edad, igualmente que en otros peces marinos o fluviátiles. El primer paso en este sentido ha sido dado por el trabajo de Hoffbauer sobre las escamas de la carpa, pez de una gran importancia económica en Alemania y Austria. Más tarde se ha aplicado este procedimiento en el estudio de otros peces, como el arenque, bacalao, trucha, salmón, etc. Se sabe desde antiguo determinar la edad de los árboles, contando los anillos concéntricos en la madera de un corte de su tronco, y así se ha podido apreciar la edad Venerable que alcanzan los robles y otras especies. En las escamas de los peces se observan también estrías concéntricas, que por analogía han sugerido la idea de la determinación de la edad por su número. Examinando al microscopio con un débil aumento, o con una lente de aumento fuerte una escama limpiada cuidadosamente, se observan estrías concéntricas muy numerosas, y si la escama proviene de un pez de Vanos anos, se distinguen zonas correspondientes a la edad del pez. No se ven anillos de crecimiento como en el tronco de un árbol, sino zonas claras y oscuras alternadas, siendo éstas más estrechas que aquéllas. Con mayor aumento, se ve que las zonas oscuras están formadas por estrías concéntricas muy próximas, que por lo muy apretadas que están unas con otras, producen la ilusión de hundirse formando una zona oscura. Por el contrario, en las zonas claras, las estrías concéntricas están mucho más espaciadas. Las estrías más espaciadas se forman durante la primavera y verano, que son las épocas de crecimiento para los peces, mientras que las estrías más aproximadas se forman durante el invierno, en que hay una detención de crecimiento. Cada año es por tanto marcado en la escama por una zona clara y otra oscura.
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La estructura de la escama en la anguila es algo diferente de la de otros peces, y antes de entrar en lo que se refiere a la determinación de la edad, daré una breve descripción de ellas. Según los trabajos de Baudelot (1), la estructura de las escamas de anguila es la siguiente: Examinando una escama aislada con un aumento de unos 30 diámetros, aparece como una pequeña placa transparente, cuya superficie está a su Vez dividida en un gran número de pequeñas placas calizas, ovales o redondas, yuxtapuestas, muy claramente delimitadas y ordenadas más o menos paralelamente al borde exterior de la escama. Como estas plaquitas tienen un aspecto más claro con relación al fondo más oscuro de la escama, algunos naturalistas, como Owen, las han tomado por huecos o agujeros de la escama, siendo por el contrario placas en relieve que reposan sobre la superficie de una placa fibrosa que forma el substratum de la escama. Con mayor aumento (100-400 diámetros) se puede distinguir la superficie interior, completamente lisa, y la exterior, por el contrario, cubierta de plaquitas que se dibujan muy claramente sobre el fondo del tejido fibroso de la escama. Según Baudelot, el número de plaquitas en una escama de 2 mm. de longitud es de 1.000 por lo menos. Las plaquitas no se encuentran unidas, sino separadas unas de otras por un intersticio más o menos grande, que deja ver la estructura fibrosa de la escama. Como ya hemos dicho, estas placas están dispuestas en líneas más o menos regulares paralelas al borde exterior de la escama, y forman zonas concéntricas separadas, por un intersticio, de la sustancia fibrosa de la escama. Generalmente, dice Baudelot, hay tres o cuatro anillos concéntricos en una escama de 2-3 mm. de longitud. Cuando la zona central está bien aislada, da la impresión de una pequeña escama inserta en medio de otra más grande. En todo caso, las plaquitas calizas que delimitan cada zona dan la impresión de ser más o menos rudimentarias, pues son más pequeñas y estrechas. Las plaquitas de la zona central son más pequeñas que las de (1) M. E. Baudelot: Recherches sur la structure et te developement des poisons osseux. (Arch, de Zoolog., t. II, 1875.) No he podido procurarme el original. Gemsöe lo reproduce en su trabajo.
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las zonas situadas en la periferia de la escama. En el centro hay siempre un espacio más o menos grande desprovisto de plaquitas, donde se ve el substratum fibroso de la escama espolvoreado de granos calizos. El tejido conjuntivo del substratum está formado de fibras dispuestas más o menos paralelamente a la periferia de la escama, pero para ver esto es preciso servirse de un aumento muy fuerte. Tratando las escamas por una solución concentrada y caliente de potasa, el tejido conjuntivo se disuelve y no quedan más que algunos filamentos orgánicos, entre los cuales se distinguen granos calizos. Gemsöe hace algunos comentarios sobre las zonas concéntricas de las escamas, que no puedo confirmar por las observaciones que yo mismo he realizado en Valencia. Dice, en efecto, que las zonas concéntricas no tienen siempre la misma longitud y que además el número de líneas de plaquitas o medallones Varía • mucho. En algún caso no se puede hablar de anillos propiamente dichos, porque la zona no se manifiesta más que bajo forma de casquete en los dos extremos del eje longitudinal de la escama, y no se percibe en el eje transversal de la escama. Es probable que se trate aquí de un crecimiento restringido durante el año y que los dos casquetes no hayan podido juntarse antes del fin del crecimiento. Se encuentra frecuentemente el anillo externo representado por dos casquetes en las anguilas plateadas, en las que he podido comprobar la formación y el crecimiento, como también el hecho de que éste cesa en ellas en verano más pronto que en las anguilas amarillas; hay por lo tanto aquí menos tiempo para los anillos que han podido formarse, y así el resultado ha sido que éstos han quedado incompletos. Mas esta formación de anillos incompletos ha tenido lugar frecuentemente, en la escama, también entre anillos perfectamente formados. Es preciso, pues, según lo que acabamos de decir, incluirlos en la determinación de la edad de la escama de la anguila. Estos casquetes se encuentran generalmente en las escamas de anguilas grandes que tienen seis o más anillos de crecimiento, mientras que en las escamas de anguilas más jóvenes este hecho parece ser muy raro, y cuando hay casquetes son externos. Añado aquí algunas observaciones personales sobre la estructura de la escama. Como ha observado Baudelot, las plaquitas o medallones de las escamas están compuestos de una sustancia
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caliza que se disuelve muy fácilmente por los ácidos aun muy diluidos. Dejando obrar el alcohol clorhídrico (alcohol 75 por 100, 100 cm.3, más Cl H, 1 cm.3) durante una noche, quedando disueltas, y examinando al microscopio una escama así tratada, se perciben muy claramente delimitadas las señales de las plaquitas disueltas, así como los anillos de crecimiento. La escama da una impresión tierna y sin contrastes, muy uniforme, y muy diferente al aspecto normal de las plaquitas calizas, que ofrecen gran contraste. Las escamas tratadas por el alcohol clorhídrico se abarquillan. Sometiendo la escama a la acción de la sosa o la potasa cáustica se obtiene el resultado contrario; la materia orgánica del substratum se destruye y las plaquitas calizas quedan en libertad. Se cambia el agua para quitar el álcali, muchas veces centrifugando, y después se deja secar un poco el residuo sobre un porta-objetos para conservar la preparación; se cubre con un cubre-objetos bordeado de parafina o se monta en jarabe de Apathy o glicerina gelatinizada. Las plaquitas aisladas tienen la forma de pequeñas baldosas, más o menos redondas y convexas en la superficie libre, y planas en la otra. Se reconocen muy fácilmente entre ellas las plaquitas situadas sobre los bordes de los anillos, por su forma más oval y alargada. Se puede, sin dificultad, emplear el ácido nítrico o acético en lugar del ácido clorhídrico, como también se puede colorear con el carmín, vesubina (pardo Bismarck), e t c , las escamas ya en estado normal o después del tratamiento por los alcoholes acidulados; pero para la determinación de la edad, esto no ofrece ventaja alguna. Sobre los cortes de escamas decalcificadas se comprueba que los medallones o plaquitas calizas están fijas sobre las escamas, como en pequeños marcos, por sus bordes. El tamaño de las escamas varía con el de la anguila. Las escamas de una anguila de 104 centímetros midieron 7'5 milímetros de longitud y 2'5 de ancho. En las anguilas muy jóvenes las escamas son tan pequeñas, que apenas se notan a simple vista. El profesor Arévalo ha tenido la bondad de examinar las escamas a la luz polarizada, y a continuación transcribo el resultado de sus observaciones: «Las escamas de anguila son birrefringentes, presentándose, cuando se las observa con luz polarizada paralela entre nícoles cruzados, claras en el campo oscuro del campo y atravesadas
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por una cruz negra. Girando la escama en su plano no se extingue, mas la cruz permanece con dirección invariable pero dislocándose y deformándose. Dependen estos fenómenos de que la extinción se verifica en los puntos de tangencia de las curvas concéntricas que forman la escama a la dirección de los nícoles, y dada la forma ovalada peculiar de éstas, la figura será un aspa de brazos delgados cuando los ejes de la escama sean bisectores del ángulo de los nícoles; pero girando 45°, es decir, poniendo paralelos los ejes de la escama a los de los nícoles, la cruz ofrecerá un brazo largo y delgado según el eje mayor, y otro corto, y ensanchándose hacia la periferia por ser una línea la zona de tangencia tanto mayor cuanto más exterior es la curva zonar que se considera. Ofrecen colores de polarización débiles y los fenómenos son particularmente vistosos e instructivos cuando se interpone una placa de yeso que dé el rojo primer orden, una placa sensible de cuarzo o una placa de mica 1/i de onda.» Las escamas tienen en la anguila una disposición particular diferente de la que guardan los otros peces de agua dulce, en los que se encuentran casi siempre imbricadas, es decir, recubriéndose, a la manera de las tejas de un tejado, en líneas paralelas a lo largo del cuerpo y ofreciendo un número de líneas muy constante. Esta disposición protege el cuerpo del pez, pero la cabeza está generalmente desprovista de escamas. Las escamas en la anguila se encuentran a cada lado de la línea lateral, dispuestas en líneas muy cortas, en las cuales las escamas se encuentran paralelas unas a otras pero sin tocarse; las líneas están dispuestas bajo ángulos de 90 grados con las otras, lo que da un aspecto muy curioso a la piel de la anguila. Se puede comprobar mejor esta disposición de las escamas, raspando la piel con bisturí. Hacia las aletas dorsal y ventral, o sea hacia el eje del cuerpo, las escamas están dispuestas en líneas casi paralelas a las aletas. Las escamas se encuentran sobre todo el cuerpo, aun sobre la cabeza y las aletas. Baudelot había ya supuesto la existencia de una relación entre las dimensiones de las escamas y el tamaño de las anguilas, y dice: «Las dimensiones de la escama presentan Variaciones de tal manera distintas que, si bien con toda reserva, cabe pensar que quizá estén en relación con la edad del pez». Haciendo la descripción de las zonas de las escamas, dice de pasada: «Las zonas representan tal Vez zonas de crecimiento».
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Independientemente de Baudelot, C. G. Joh. Petersen tuvo la misma idea, porque en el Boletín de la Estación Biológica Danesa, V, 1894, dice: «Hacia esta longitud (20 centímetros), las angulas, antes desnudas, comienzan a poseer escamas. Las escamas aparecen primeramente cerca de la línea lateral, siendo poco alargadas, y presentando estrías de crecimiento que posiblemente corresponden en número muy exactamente a los años, pero este .asunto necesita más investigaciones». Finalmente, Stuart Thomas, en el Vol. VII del Journal of the Marine Biological Association of the United Kingdom, Plymouth, 1904, dice: «Las escamas de anguila presentan muy claramente anillos; pero si éstos son o no anuales, no podría determi-^ narlo con certidumbre a la hora actual porque no tengo una serie completa del pez. Si los anillos son anuales, por el hecho de que estos animales parecen tener un sueño invernal, sería natural suponer que ésta sería la causa». He tomado estas notas históricas del trabajo de Gemsöe: Age and rate of growth of the Eel. Report of the Danish Biological Station,. 1906, que me ha enviado el Director de esta Estación doctor Joh. G. Petersen, por lo que le dirijo desde aquí la expresión de mi sincero agradecimiento. Las investigaciones de Gemsöe han sido también utilizadas por el Dr. R. E. Walter, en su libro Der Flussaal, 1910. A causa de la guerra no me ha sido posible procurarme el trabajo del Dr. Haempel, todavía más reciente. Creo conveniente resumir los resultados de las investigaciones de Gemsöe en las aguas danesas antes de dar los resultados de mis observaciones sobre las anguilas de Valencia. Según Gemsöe, la subida de las anguilas (montée) se Verifica en las costas danesas en primavera y comienzo de verano, midiendo 70 milímetros próximamente. En el mes de Junio la mayor parte están ya bien pigmentadas, y su longitud disminuye hasta 65-68 milímetros. En este momento, las pequeñas anguilas comienzan su crecimiento, y en la primavera siguiente miden 80 milímetros; por lo tanto, durante el primer año las anguilas no aumentan más que 1 a V3 centímetros. Durante el año siguiente, el crecimiento medio es de 5 centímetros, y la longitud de los individuos de 9'5-17 centímetros. En el tercer año el aumento es de 10 centímetros próximamente, y durante él aparecen las primeras escamas sobre la línea lateral.
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Hasta el cuarto año no hay diferencia en el crecimiento de los machos y de las hembras, hasta que durante el quinto, éstas manifiestan un crecimiento mayor, mientras que los machos no aumentan sino algo menos y de una manera muy regular. Los machos toman el aspecto plateado un año más pronto que las hembras y a Veces antes. Según Gemsöe, la anguila queda en las aguas danesas entre sus dos emigraciones, o sea hasta su madurez sexual, en que entran en el mar, los machos 4 años y medio, algunos generalmente 5 y medio y 6 y medio, y muy rara vez 7 y medio y 8 y medio; las hembras, por el contrario, 6 años y medio por lo menos, y generalmente 7 y medio y 8 y medio años. Una edad mayor es rara. Gemsöe cita el caso de una hembra de 95 centímetros de longitud y 5 libras de peso, de edad de 12 y medio años. Según el mismo autor, la edad de una anguila estaría indicada por el número de anillos anuales de crecimiento tomados en una escama próxima a la línea lateral más 2, porque las escamas no se forman hasta el tercer año, según dicho autor. Como ya hemos dicho en el resumen sobre la Vida de la anguila, las anguilas todavía transparentes aparecen todos los años junto a las costas y remontan los cursos de agua venciendo los obstáculos, por lo que se encuentra la anguila en casi toda Europa. El crecimiento tiene lugar en el agua dulce, y las anguilas permanecen en ella hasta el momento en que toman el aspecto plateado nupcial, en que vuelven al mar a reproducirse y muy probablemente a morir, pues no se ha visto jamás volver una anguila plateada o adulta. Los pescadores de la Albufera, que llaman maresas a todas las anguilas plateadas y que las pescan al entrar en el mar, dicen que no han visto jamás recoger anguilas con garlitos (monots) o con redes en el mar, una vez salidas de la desembocadura, creyendo por tradición que se deshacen en contacto con el agua salada. Sería verdaderamente interesante se pudiera llegar a conocer la dirección que toman las anguilas al salir de la Albufera, cosa no difícil colocando garlitos en diferentes direcciones, como se ha hecho ya en las costas de Suecia, y que daría indicaciones preciosas acerca de los lugares de freza. Según los pescadores del Perelló, las angulas entran en la Albufera por las golas desde Octubre a Marzo, no haciéndoselas objeto de pesca, como en las costas del Norte de España, por lo que resulta difícil procurarse ejemplares; he podido solamente
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capturarlos por mí mismo una vez, durante mi estancia en Valencia, el 10 de Enero de 1916, y séame permitido expresar aquí mi agradecimiento a la familia Campos Fos, de Sueca, a la que fui recomendado, por las muchas atenciones que conmigo tuvieron, poniendo a mi disposición su finca del Perelló, y al joven y asiduo asistente al Laboratorio de Hidrobiología D. Luis Pardo, que en unión de su compañero Artal Fos, me acompañaron y actuaron de intérpretes. También debo expresar mi reconocimiento al Rev. P. Cuñat, profesor de las Escuelas Pías en Alcira, que dos meses más tarde me acompañó al Perelló; desgraciadamente, las compuertas estaban entonces abiertas y no pude capturar una sola angula. Las angulas forman una verdadera corriente en el agua, y en la compuerta había tal cantidad, que llené mi manga de plankton con sólo sumergirla en el agua. La longitud de estas angulas varía entre 55-76 mm., y he distinguido en la pesca que recogí, según su longitud, los tres grupos siguientes: 55-61 mm 62-68 » 69-76 » .
200 individuos 400 » 121
Se ve con frecuencia durante el invierno, en las tiendas de comestibles de Valencia, angulas que provienen de Bilbao. Midiendo un cierto número de ellas pocos días después de mi pesca de angulas en el Perelló, he encontrado que los individuos más grandes medían 80 mm., mientras que las tomadas en el Perelló tenían como máximo 76 mm. Las más pequeñas, sin embargo, eran como las del Perelló, de 55 mm. Supino, en su manual de Hidrobiología applicata, pág. 54, dice, hablando de las experiencias de anguilicultura de A. Bellini: «Parece que de las angulas de longitud 56-61 mm. se desarrollan sobre todo machos, y de las de 65 mm., las hembras». No habiéndose hecho experiencias de criar anguilas en Valencia, y no habiendo podido más que una vez examinar angulas, no me es posible emitir una opinión; pero espero que otros investigadores puedan dilucidar estas cuestiones. El mismo día que las angulas, recogí una pequeña anguila, enteramente Verde en el dorso y amarilla en el vientre, que medía 81 mm., la cual, naturalmente, estaba desprovista de escamas,
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pues éstas no se forman sino más tarde, según Gemsöe, cuando la anguila mide ya unos 20 centímetros de longitud, observación que no he podido comprobar. Ya Baudelot había confirmado la ausencia de escamas en las anguilas pequeñas, de 7 cm. de longitud, y dice que se desarrollan más tarde. Las primeras escamas se desarrollan sobre la línea lateral un poco antes del ano, y no puedo recomendar el tomar antes las escamas para la determinación de la edad sobre esta región, so pena de obtener resultados inexactos. Es muy fácil comprobar este hecho quitando escamas sobre otras partes del cuerpo, apreciándose en seguida la diferencia. Como ejemplo, hacia la línea lateral se encuentran escamas que tienen la zona central y 5 anillos anuales; sobre otras regiones, por ejemplo, sobre la cabeza o la cola, se encontrarán muy probablemente escamas con la zona central y 4 ó 3 anillos solamente. No me es posible fijar una edad exacta para la aparición de las escamas en la anguila de la Albufera, pues para ello hubieran hecho falta experimentos de anguilicultura, como los que Bellini ha hecho en Italia. Sin embargo, creo que las escamas se forman en esta laguna, tan rica en alimento, ya durante el primer año de la anguila o el segundo, lo más tarde. Frecuentemente he encontrado anguilas de 15 centímetros con el estómago lleno de gambas; Guenaux indica 15-18 cm. como longitud normal para el primer año en las aguas dulces de Francia; Walter cita casos, para Alemania, donde se hace constar una longitud de más de 20 cm. para el primer año, en agua dulce, y Bellini, en sus bellas experiencias de anguilicultura, ha llevado por sí mismo el crecimiento bastante más allá de estas longitudes: 301 mm. No sabemos la distancia que separa la Albufera del lugar de freza, así como el tiempo que dura el desarrollo de nuestra anguila, desde el día en que ha sido depositada como huevo en las profundidades del mar, hasta el que, habiendo pasado por la forma larvaria de leptocéfalo y su metamorfosis en angula transparente, llega bajo esta forma a la laguna. Schmidt estima que ese tiempo dura dos años, mientras que Qrassi cree que el período no es más que de un año. Renuncio pues a dar una edad más o menos problemática a las anguilas, y no indicaré más que el número de anillos de crecimiento que he encontrado, además de la zona central, en las anguilas de la Albufera, según su tamaño. Se encuentran muchas anguilas pequeñas amarillas en el mer-
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cado de Valencia, de una longitud de 15 a 27 cm. próximamente, y en la actualidad (Abril) y según las escamas, me parece muy probable que la longitud de la anguila de la Albufera pase de 20 cm. durante el primer año. Hacia 18 cm. se encuentran las primeras escamas apenas Visibles, y no consisten más que de lo que será más tarde zona central, que llamaremos c, sin ningún anillo de crecimiento. De 25-35 cm. se encuentran muy regularmente escamas, con una zona de crecimiento además de la zona central (c + 1). A partir de 35 cm., las anguilas jóvenes tienen escamas con zona central y dos anillos, y durante la formación de este segundo anillo, es cuando los machos y las hembras comienzan a diferenciarse claramente con relación al crecimiento. Se puede comprobar que los machos han acabado casi su crecimiento, porque se encuentra poca diferencia en longitud, entre ellos y los machos plateados; hay en efecto machos plateados de 33 cm., y en los que se venden en el mercado de Valencia la magnitud corriente délos testículos es de35-41 cm. Los testículos, en los machos amarillos que tienen la fórmula de la escama c -+- 2, están ya bien desarrollados y ofrecen el aspecto lobado del de los machos plateados, mientras que en los machos cuyas escamas sólo tienen un anillo de crecimiento, el testículo no es más que una cinta muy fina y apenas ondulada. Es más raro encontrarlos con 4 ó 5 anillos de crecimiento, y esta última cifra no la he encontrado más que una Vez y en un individuo de 48 cm. Los machos con 4 anillos no son machos más grandes que los de 3. Las hembras amarillas pueden pasar de 50 cm. de longitud, no teniendo más que escamas de la fórmula c -+• 2; pero se encuentran ya con una longitud de 45 cm. hembras plateadas con escamas c -+• 3; estas pequeñas anguilas plateadas tienen la cabeza muy puntiaguda. Pero generalmente las hembras plateadas más pequeñas que se venden en el mercado miden 50-60 cm. de longitud, y tienen escamas con menos de 4 anillos de crecimiento: su cabeza es también un poco menos puntiaguda que en las precedentes; frecuentemente también se encuentran 5 anillos anuales, por lo tanto c + 5. A partir de 70 cm. hasta 80, se puede estar seguro de encontrar 5 zonas, siendo de notar que las anguilas, hacia ese tamaño, aumentan menos en longitud que en diámetro, y ofrecen un peso considerablemente mayor. Hacia 85 cm. se encuentran 6 ó 7 zonas de crecimiento, y en todas las grandes de 96 cm. y de un peso alrededor de 3 libras, 9 ó 10 zonas además de la central. En una anguila
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martina de 104 cm. y casi 2 kilogramos de peso he encontrado escamas de c -+- 10, todo lo cual indica una vida cuanto más de 10 años en las aguas dulces. He examinado en el Acuario Vasco da Gama (Lisboa), una anguila plateada macho de 39 cm. de longitud y de un peso de 100 gramos. Los ojos medían 9 mm. de diámetro. El animal estaba en el Acuario desde hacía un año, según dijo el personal. Me sorprendió no encontrar en él sino escamas de c + 2. Los testículos, aunque se apreciaban con claridad, divididos en lóbulos, aparecían pequeños. Grassi dice—pág. 89—que no existe proporción regular entre la magnitud de los ojos y la de los órganos sexuales. Parece probable que la alimentación abundante que los animales reciben en el Acuario sea la causa de este desenvolvimiento precoz. Si la duración de la transformación en angula dura dos años como dice Schmidt, o un año como asegura Grassi, una anguila de 96 cm. con 10 zonas de crecimiento más la central, y admitiendo que las escamas se formen durante el primer año de Vida en el agua dulce, tendría una edad de 12-13 años. Por las escamas se ha determinado la edad de otros peces, encontrándose una edad de 15 años para el arenque y 8-9 para el salmón. Las anguilas pueden vivir largo tiempo en cautividad; el naturalista francés Dareste ha conservado una durante 36 años. Un hecho curioso es que todas las anguilas mayores de unos 85 cm. tienen la cabeza ancha y los labios gruesos como las anguilas amarillas de cabeza ancha, lo que sería un argumento en favor de la existencia de dos especies, como hemos dicho a propósito de la relación entre la anchura de la cabeza y la longitud total. Otra circunstancia en favor de la existencia de dos especies, una de cabeza ancha y otra de cabeza estrecha, como Walter las llama, está en que se encuentran anguilas amarillas de gran talla, de las que hemos hablado ya, con su extraña forma de cabeza, a la que deben los pintorescos nombres vulgares con que se designan en distintos países. Estas grandes anguilas amarillas tienen un tamaño con el cual las otras anguilas han alcanzado ya el tono plateado, y los ovarios bien desarrollados y opacos, mientras que en éstas son pequeños y hialinos, ofreciendo huevos de tamaño mitad del que se observa
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en los ovarios normales de anguilas plateadas de la misma y a veces inferior talla. Si se examinan las escamas de estas anguilas, se encuentran cuatro a seis zonas de crecimiento, además de la central, y también seis; una edad, por lo tanto, a la que las otras anguilas son ya plateadas, puesto que, como ya hemos dicho, es a la de c -+- 4 y a Veces c -+- 3. En un individuo de gran tamaño que medía 85 cm. de longitud, yo mismo he encontrado escamas con siete zonas, además de la central, teniendo por tanto la fórmula c -+• 7. Se han tomado estas anguilas por hembras estériles, según indica Bade, por el pequeño desarrollo que ofrecen sus ovarios; pero me parece más lógico admitir con Walter la existencia de dos especies de anguilas: la una de cabeza estrecha, con crecimiento más rápido, pero de talla inferior; la otra de cabeza ancha, de una talla más grande, pero con un crecimiento más lento. En tal caso, estas grandes anguilas amarillas no serían más que formas jóvenes y por tanto aun no llegadas a la madurez. Según mis observaciones sobre las escamas, me parece que la anguila de cabeza estrecha toma la librea argentada con tres o cuatro anillos de crecimiento, mientras que la de cabeza ancha no llega a tomarla sino con seis o siete, y algunas veces aún más. Ya he dicho, al hablar de los ovarios de estas grandes anguilas amarillas de cabeza ancha y con apariencia singular, que no he podido encontrar diferencia entre sus ovarios y huevos y los de otras anguilas no llegadas a completa madurez, y agregaré que con los rayos X se encuentra que la configuración de su cráneo es muy semejante al de las anguilas martinas (1), y bastante diversa de la que se observa en la anguila de cabeza estrecha. La comparación de las radiografías demuestra claramente diferencias constantes en la configuración de los cráneos de las dos especies, sea en la forma adulta o joven. Creo de interés dar algunos datos del peso de las anguilas, según su longitud:
(1) Es preciso, para hacer radiografías de anguilas, largas exposiciones, porque el cuerpo parece muy poco transparente a los rayos Roentgen, sin duda por la existencia de escamas calizas. Las radiografías que acompañan a este trabajo han sido hechas en el Gabinete radiográfico del Dr. Lafora,aquien manifiesto aquí la expresión de mi agradecimiento por su eficaz y amable ayuda.
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7 515 cm. = 11 20 » = 91525 » = 20 120 5030-40 » = 250 9040-50 » = 50-55 » = 150- 325 55-60 » = 230- 400 60-70 » = 350- 700 70-80 » = 650- 1.000 80-90 » = 900- 1.400 90-96 » — 1.200- 1.800 » = 1.970 104
El peso de la anguila es muy variable, aun en ejemplares de la misma longitud, e imposible dar cifras exactas. Para dar algunos ejemplos, citaré los siguientes: número 119,50 cm. de long.=150 gr.; núm. 177,51 cm. de long.=212 gramos; num. 174, 49'5 cm. de long. ==220 gr.; núm. 114, 50'5cm. de long.=184 gr. Todavía citaré dos anguilas de cabeza estrecha, el núm. 182, que tenía 79 cm., pesó 1.250 gr., mientras que el núm. 183, 80'5 de long., no pesaba más que 920 gramos. Actualmente, en fines de Abril, he podido comprobar que la anguila está en pleno crecimiento, porque todas las escamas tienen el anillo periférico incipiente.
BIOLOGÍA DE LA ANGUILA • La anguila se encuentra en casi todas las lagunas, estanques, canales, ríos y lagos, con fondo cenagoso, porque la anguila Vive en el cieno, lo que explica su ausencia en los torrentes y arroyos montañosos, de fondos duros, calizos o graníticos. El fondo de la Albufera, así como el de los canales de riego o acequias de la ,región valenciana, es muy favorable a la anguila. Durante el día, la anguila vive hundida en el cieno; pero durante la noche sale para buscar su alimento, pues es un pez muy voraz. El alimento de la anguila en la Albufera, consiste principalmente de gambas, de las cuales hay, según me comunica muy amablemente el profesor Boscá, tres especies (Charidina longi-
rrostris Desm., Palaemonsquilla L., VirbiusvariansL.), lo que le agradezco sinceramente, así como el haberme prestado algunos antiguos libros, en los que he encontrado datos interesantes. Se encuentran también en el estómago de las anguilas restos de Ciprinodoñ iberas Val. y de otros pequeños peces. Una vez encontré en el de una anguila amarilla de 54 cm. de longitud y 232 gramos de peso, los restos de un pájaro, con la cabeza, las alas y las patas casi intactas todavía; probablemente sería un pájaro caído en la Albufera, siendo su cadáver ingerido por la anguila. No es raro encontrar anzuelos en el estómago de anguilas amarillas, alguna Vez cebados con pedazos deanguilaspequeñas, lo que demuestra que la anguila no desprecia la carne de sus semejantes. Es casi seguro, al abrir el estómago de una anguila amarilla, encontrar restos de gamba, y a veces el estómago muy dilatado; he llegado a contaren el estómago de una anguila de 45 cm., 60 gambas; todas las pequeñas anguilas de 15 cm. parecen ser asimismo tan voraces como las más grandes y se las encuentra llenas de gambas. Las anguilas copiosamente alimentadas parecen ser poco resistentes y mueren muy fácilmente; las que tienen el estómago vacío, lo son mucho más, y puede dejárselas un día fuera del agua sin que mueran. Mientras que en la anguila amarilla es casi seguro encontrar restos alimenticios en su estómago, sobre todo en las pescas
40
Anales del Inst. gral. y técn. de Valencia
con la fitora, porque naturalmente en las que han quedado largo tiempo en las nasas y más todavía en los viveros, la digestión se ha efectuado ya; en las anguilas plateadas no he encontrado jamás nada en el estómago, como si al igual que otros peces, la anguila no se alimentara cuando está próxima a reproducirse, hecho conocido ya de los pescadores desde largo tiempo, porque dicen que la anguila maresa no come. En esta anguila el aspecto del estómago e intestino está más o menos atrofiado. La anguila, en la región de la Albufera, parece tener pocos parásitos, puesto que he examinado un gran número, y solamente una Vez encontré un céstodo, Ichthyotœnia macrocephala (Crepl.) A pesar de haber hecho frecuentes preparaciones con sangre de anguilas, nunca he encontrado tripanosomas.
LA PESCA DE LA ANGUILA EN LA ALBUFERA Poco puedo decir con respecto a la pesca de la anguila en la Albufera, asunto que se prestaría por sí solo a un trabajo muy interesante. Se hace principalmente con nasas (mornell, monots), y también con caña de mano (moliná), con cañitas que se echan lastradas por un extremo con una piedra (cañeta) y con fitora. Como cebos, se usan para las nasas la gamba, que se recoge en gran cantidad con mangas de red (gamberos); las lombrices para la caña, y las ranas (granotes) y pedazos de anguila para las cañetas. Se conservan vivas en cajas de tela metálica o planchas metálicas perforadas, flotantes (vivers), con portezuela que cierran con candado y por donde sacan las anguilas para el mercado. Estas cajas a veces se instalan en barracas edificadas en el agua. Los pescadores habitan en los pueblos ribereños, cerca de los cuales, en canales que conducen a la Albufera, están establecidos los puertos, donde recogen las embarcaciones. Estas son de dos tipos: unas grandes con vela latina y una cubierta para perchar cuando el viento no es favorable, y otras pequeñas sin cubierta, que generalmente conducen con percha, clavándola en el fondo, aun en pleno lago (Huent), gracias a su poca profundidad, ya llevándola desde la orilla por los canales. Según los datos que nos han sido facilitados por D. Julio Esplugues, y le proporcionó el Administrador de Mercados D. Vicente Avalos, ingresan en Valencia, procedentes del lago déla Albufera, unas 100 arrobas de anguilas por término medio (arrobas de 12 1I2 kilos), lo que da idea del gran rendimiento de la pesca en el lago. Séame permitido añadir aquí mis lamentaciones, por el empequeñecimiento progresivo de la Albufera, amenazada, si no se pone coto, de una total desaparición. Blasco lbáñez, en Cañas y Barro, ha descrito de modo admirable la Albufera. Esta laguna merece la protección de todos los amigos de la Naturaleza; la Dehesa, la vista de la Sierra de Cullera, el Perelló y el Palmar, y los canales, son de una gran belleza. Contiene la laguna abundantes peces, y la pesca podría alcanzar gran Valor económico, sobre todo si existiera en la región la industria de conservas. Actualmente, la laguna atrae a muchos pescadores, igualque siglos atrás, y la caza de aves acuáticas es sobrado conocida para que yo me ocupe de ella.
LA ANGUILA DESDE EL PUNTO DE VISTA ECONÓMICO La anguila es muy apreciada, y con razón, como pez comestible, y en muchos países es objeto de un importante comercio. Walter estima cuando menos en 3.000.000 de marcos el Valor anual de esta pesca en Alemania, y cita que en Berlín, en 1901, se vendieron 7.500 quintales de anguilas vivas, de un valor de 645.000 marcos. Alemania e Inglaterra importan muchas anguilas, sobretodo de Suecia, Dinamarca y Holanda. En Alemania, se importan también anguilas de Italia y de Egipto, porque se consumen muchas en este país, tanto frescas como en conserva o ahumadas, y en el Norte de Alemania, la preparación de la anguila ahumada constituye una industria importante. El consumo de la anguila, en Inglaterra, es muy considerable y tiene un valor anual de 600.000 libras esterlinas, próximamente; 100.000 a 150.000 solamente para Londres. En Italia, la ciudad de Comacchio, umversalmente conocida por la pesca de la anguila, está situada sobre una laguna en la que se practica una pesca muy intensiva. Se vende fresca o se utiliza para la fabricación de conservas, arrollándola y puesta en vinagre. Se fabrican anualmente 250.000 kilos de esta conserva, en su mayor parte exportada a Alemania. La angula es muy apreciada en muchos países; así, Grassi cita en su libro que en Pisa se han aforado 9.000 kilos solamente en un año. También se utilizan las angulas en algunos sitios para la fabricación de conservas, puestas en aceite, como las sardinas. Se pescan angulas en las costas cantábricas y se venden en Valencia en los ultramarinos, indudablemente para el elemento forastero, porque los Valencianos no las comen a pesar de tenerlas en gran cantidad a la entrada de la Albufera, lo que constituiría una importante fuente de riqueza junto con la preparación de conservas de anguila, que tampoco se hace en esta región. Es interesante recordar que se atribuían antes a la anguila cualidades como la de curar la tuberculosis, según dice Gerónimo de Huerta (folio 74, último párrafo de La Anguila), y Nicolás Casas
43
A
- Grandolíi H o r n y o l d : La anguila en Valencia
habla de su aprovechamiento en medicina. Actualmente no se emplea en medicina, y aun los Viejos farmacéuticos a quienes he preguntado, me afirman no haber oído jamás pedirla. La piel se ha empleado para usos muy diversos; es posible que diera buenos resultados, convenientemente preparada, para encuadernar libros, como se hace con la de otros peces. Para acabar, daré algunos detalles sobre la sangre de la anguila, que es muy tóxica. El profesor italiano Mosso publicó en 1880 las primeras investigaciones respecto a este asunto. El suero de anguila contiene un Veneno violento, la ictiotoxina, que provoca síntomas análogos al de la víbora. La inyección subcutánea de 0'3 gr. de suero mata el conejo en dos minutos y medio, y en un perro la inyección intravenosa de medio gramo provoca la muerte en cuatro minutos. La ictiotoxina pura es todavía más tóxica. El veneno de la anguila no obra más que en estado fresco; según el Prof. Phisalix, se destruye por el calor a 58 grados, puesto que este autor ha podido inyectar a un conejillo de Indias 10 cm.3, sin otra consecuencia que el aumento de uno o dos grados en su temperatura. Encontró que inyectando una dosis mortal de veneno de Víbora, después de 15 ó 20 horas, el animal se encontraba inmunizado, y el veneno no ejercía acción; ya un gramo y medio basta para inmunizar un conejo de Indias, pero esta inmunización dura poco tiempo. Se sabe, desde antiguo, que la sangre de anguila provoca inflamaciones de los ojos, y es conveniente al matar anguilas evitar el contacto de ella con las heridas y con los ojos. Pero también el contacto con la piel de la anguila parece provocar inflamaciones y erupciones cutáneas más o menos graves en algunas personas, si bien yo mismo he manejado muchas sin resentirme lo más mínimo, aun teniendo cortaduras en las manos. Por prudencia, sin embargo, recomiendo sujetar las anguilas con un paño. Mosso comprobó, tomando una gota de suero de anguila, dificultades en la deglución, así como un aumento de secreción salivar. Claro es que la anguila cocida no ofrece peligro, puesto que ha sufrido una temperatura superior a 58 grados y el veneno queda destruido.
BIBLIOGRAFÍA 1. Dr. E. Bade.
. . , Die Mitteleuropaischen Süsswasserfische. - Stuttgart.
2. Nicolás Casas.
. . Tratado de la cría de las aves de corral, de las abejas, gusanos de la seda, cochinilla, grana, quermes y de los peces.—Madrid, 1844.
3. R. Cisternas- .
. . Ensayo descriptivo de los peces de agua dulce que habitan en la provincia de Valencia.—-«Anales de la Sociedad española de Historia Natural», Mayo 1877.
4. Joseph Cornide. . . Ensayo de una Historia de los peces y otras producciones marinas de la costa de Galicia, arreglado al sistema del caballero Carlos Linneo. —Coruña, 1788. 5. K. J. Gemsöe. . . . Age and rate of growth of the Eel.—Report of the Danish Biological Station, 1896. 6. G. Guenaux. 7. B. Grassi
.
. . Pisciculture.—Paris, 1915. Metamorfosi delle Murenoidi.—Jena, 1913.
8. Jerónimo de Huerta. Traducción de los libros de Caio Plinio, II. 9. / . Murray y J. Hyart. The Depths of the Ocean.—London, 1912. 10. / . M. Regues. . . . Essai sur l'Histoire Naturelle des Vertébrés de la Provence.—Marseille, 1882. 11. F. Supino
Hidrobiología applicata.—Milano, 1914.
12. / . Schmidt
Contributions to the life History of the Eel.— Conseil permanent international pour l'Exploration de la Mer.—«Rapports et Procès verbaux», Vol. V, página 137.—1906.
13. E. Walter
Der Flussaal.—Neudamm, 1910.
A . Gandolfl: La anguila en Valencia
LÁMINA I
Explicación ele Id lámina: "jn Isotermas de I.ooo m. de profundidad. Isobata de 200 m.;— . ^ d 1.000 m.; . de 2.000 m.; de 4.000 m. • Lugnres en que fueron encontradas por Job. Schmidt las larvas de anguila (Leptocepbalus).
Fig. 1.—Mapa de las costas atlánticas con isobatas e isotermas marinas para demostrar la relación entre los lugares de freza de la anguila, la profundidad y la temperatura, así como la distancia de ellas a las diversas costas. (Según Schmidt en Walter.) Anales del Inst. gral. y técn. de Valencia (Trabajo del Laboratorio de Hidrobiología)
A . G a n d o l í i : La anguila en Valencia
LAMINA II
Fig. 2.—Transformación del Leplocephalns brevirroslris en angula, (forma joven de la anguila). (Según Schmidt en Walter).
Anales del Inst. gral. y técn. de Valencia (Trabajo del Laboratorio de Hidrobiología)
LAMINA III
A . G a n d o l f i : U anguila en Valencia
. Corazón . .. Hígado.. Intestino
. Órgano grasiento. —
.. Vejiga natatoria..
%,-z- ...Órgano sexual...
. Ano .
l-.l
r.—Hembra.
Kig. 8.—Maclio. (Según Walter.)
Anales del Inst. gral. y técn. de Valencia (Trabajo del Laboratorio de Hidrobiología)
LÁMINA IV
A . G a n d o l f i : La anguila en Valencia
Original, S. S., pint.
Fis. 5.—Testículo (Oi'gano de Syrsk). Aumento 8 diámetros. (De una anguila de 41 cm.)
Fig. 0.—Corte de un testículo de anguila visto al microscopio. (Según Walter.) (Con gran aumento.) it, Tejido conjuntivo; af, Lagunas del mismo: />, Células sexuales, junto a />', dentro de epitelio germinativo contenido en b", en división; i, Kpitelio germinativo.
Originni, p., S. pint. Fig. " . - Ovario de una anguila de 96 cm. (Tamaño natural).
Anales del Inst. gral. y técn. de Valencia (Trabajo del Laboratorio de Hidrobiología)
A. Gandolli: La anguila en Valencia
LAMINA V
Origina], S. S., pin!.
Fig. S.—Ovario de anguila (débil aumento). (Zeiss, Obj. A.A.. Oc. I )
Original, S. S,, pint.
10. - Ovario de anguila joven, mostrando los núcleos. (Zeiss. Ol>.¡. C, Oe. 1.) Anales del Inst. gral. y técn. de Valencia (Trabajo del Laboratorio de Hidrobiología)
Original, S. S., pint.
Fig. ». - Ovario de anguila (con mayor aumento; Zoiss.Ob.j. O., Oc. I.)
Original, S. S., pint.
Fig. 11.—Ovario de anguila madura, con los núcleos ocultos entre las gotas de grasa. (Zeiss, Olij. C, Oc. i.)
Ejemplares núms. 139 y 175; sexo cf Maresa 139
Pastorenca 175
Verde negro. Verde oliva.
Dorsal. Color
Plateado.
Amarillo.
Peso
100
64
Longitud (L)
59'5
53
Circunferencia máxima del cuerpo
6'4
5'5
Circunferencia cefálica sobre los ojos (C). .
3'3
2'3
07-0'5
0'5-0'3
0'9
0'6
'
Ventral
Relación de la circunferencia cefálica a la longitud total: —j~ Distancia entre los orificios nasales. Distancia entre los ojos Anchura de la cabeza (labios comprendidos) sobre los ojos (A)
0*9
Longitud del hocico desde la línea ocular a la punta (H)
0'8
Longitud de la cabeza hasta los orificios branquiales
4'5
37
Relación de la longitud de la cabeza a la total.
1:87
1:8'9
Diámetro de los ojos (O)
0'6
0'3
Altura de la aleta dorsal
0'6
0'6
Anchura del ovario o del testículo
0'2
O'l
Relación de la longitud al diámetro del ojo: ——
1:65'8
1:110
Relación -—
l:30'4
Tamaño de los huevos
. . . .
Relación — A
Longitud de la pectoral y en relación a la Ion gitud total
1:32'9
1:36'6
1'8=1:21'94 1'2=1:27'5 11'4=1: 5'46 9'9=1: 3 ! 3; 17*2=1: 2'28 14'4=1:2' 2Í
A . Gandolfl: La anguila en Valencia
LAMINA VI
139
Figuras 12 y 13.—Macho plateado, demostrando el gran diámetro del ojo.
175
Figuras M y 15.—Macho amarillo, con el ojo pequeño fle anguila, joven. Anales del Inst. gral. y técn. de Valencia (Trabajo del Laboratorio de Hidrobiología)
Ejemplares núms. 164 y 133; sexo ? PASTORBNCAS
164
; Dorsal. Color ' Ventral Peso Longitud (L) Circunferencia máxima del cuerpo
133
Verde oliva. Verde oliva. Amarillo.
Amarillo.
567
352
67
61'5
13'5
10'6
7'5
5'8
Circunferencia cefálica sobre los ojos (C). . Relación de la circunferencia cefálica a la longitud total: — Distancia entre los orificios nasales
1:8'9 l'2-0'8
Distancia entre los ojos
1'3
Anchura de la cabeza (labios comprendidos) sobre los ojos (A).
2'6
1M-O'7
2'4
Longitud del hocico desde la línea ocular a la punta (H) Longitud de la cabeza hasta los orificios branquiales
7'7
Relación de la longitud de la cabeza a la total..
1:7'6
1:7'9
Diámetro de los ojos (O)
0'6
0'5 l'l
Altura de la aleta dorsal Anchura del ovario o del testículo Tamaño de los huevos
l'l
0'8
0'096
0'090 1:123
Relación de la longitud al diámetro del ojo: --L
Relación
—
Relación — .
1: 37'2
1:38'4
1: 25'7
1:25'3
2'8=1:23'9
1: 24'6
20'3=l:3'21
1:2'86
A
Longitud de la aleta pectoral Longitud del hocico hasta la aleta dorsal.. . . Longitud del hocico hasta la aleta anal. . . .
31'5=rl:2'12
A . G a n d o l f i : La anguila en Valencia
LAMINA VII
Figuras 16 y 17. -Anguila hembra amarilla de cabeza ancha.
Figuras 18 y i!).—Anguila hembra de cabeza ancha (forma menos acentuada). Anales del Inst. gral. y técn. de Valencia (Trabajo del Laboratorio de Hidrobiología)
Ejemplar num. 162; sexo $ MARTINA. 162
Color
Dorsal.
Verde negro.
Ventral.
Plateado.
Peso.
1970
Longitud (L)
104
Circunferencia máxima del cuerpo. .
19'4
Circunferencia cefálica sobre los ojos (C)..
11'7 1:8'8
Relación de la circunferencia cefálica a la longitud total: — c
2'2-l'8
D i s t a n c i a e n t r e l o so r i f i c i o s nasales. Distancia entre losojos.
. . . .
2'7
Anchura de la cabeza (labios comprendidos) sobre los ojos (A).. • .
4
Longitud del hocico desde la línea ocular a la punta (H). . .
3'8 13'5
Longitud de la cabeza hasta los orificios branquiales. . . '
Relación de la longitud de la cabeza a la total
1:7'7
Diámetro de los ojos (O)
1'2
Altura de la aleta dorsal
l'S 2
Anchura del ovario o del testículo Tamaño de los huevos Relación de la longitud al diámetro del ojo:
0M92 i.
1:94'5
Relación - - - .
1:54'6
Relación —
1:26
.
Longitud de la pectoral
4=1:26
Longitud del hocico hasta la aleta dorsal.
55=1: 3'15
Longitud de! hocico hasta la aleta anal. .
48'5=1:2'14
A..
_ "¡C— --'- -**
G a n d o l f l : La anguila en Valencia
LÁMINA VIII
• "•'" "" •"
162
Figuras 20 y 21.—Cabeza de anguila martina 104 cm. de longitud.
Anaies del Inst. gral. y técn. de Valencia (Trabajo del Laboratorio de Hidrobiología)
Ejemplares núms. 134 y 169; sexo $ MARESAS
134 Dorsal. Color
169
Verde negro. Verde negro Plateado.
Plateado.
Peso
267
316
Longitud (L)
59'5
56'5
Circunferencia máxima del cuerpo
9'5
ÍO'I
Circunferencia cefálica sobre los ojos (C). . .
5'5
5'2
1:11
1:107
l'2-0'8
1-6
' Ventral
Relación de la circunferencia cefálica a la longitud total: —7Distancia entre los orificios nasales Distancia entre los ojos Anchura de la cabeza (labios comprendidos) sobre los ojos (A)
l'S
Longitud del hocico desde la línea ocular a la punta (H)
17
Longitud de la cabeza hasta los orificios branquiales
7'8
7
Relación de la longitud de la cabeza a la total. .
1:8'9
1:8
Diámetro de los ojos (O)
0'7
0'7
Altura de la aleta dorsal
0'9
Anchura del ovario o del testículo
1'5
Tamaño de los huevos
0'192
0'192
Relación de la longitud al diámetro del ojo: -4-
1:87'9
1:87'1
Relación
1:35
1:33'2
1:33
1:37
Relación
— A
Longitud de la aleta pectoral
2'6=1:25
l:22'6
Longitud desde el hocico hasta la aleta dorsal. . 19'5=1:3'15
1:3'18
2-6'2=l:2'27
1:2*13
Longitud desde el hocico hasta la aleta anal..
A . G a n d o l f i : La anguila en Valencia
LAMINA IX
134
169
Fisuras 22, 23, 21 y 25,—Pequeñas anguilas hembras, plateadas.
Anales del lust. gral. y técn. de Valencia (Trabajo del Laboratorio de Hidrobiología)
Ejemplares núms. 183 y 184; sexo ç
Color
Dorsal.
Maresa
Pastorenca
183
184
Verde negro. Verde oliva. Plateado.
Amarillo.
Peso
920
92
Longitud (L)
80'5
42
Circunferencia máxima del cuerpo. . . .
14'9
'
6'5
Circunferencia cefálica sobre los ojos (C).
7'8
'
57
Ventral..
Relación de la circunferencia cefálica a la longitud total:
c
Distancia entre los orificios nasales.
l:10'5 1*6-1
1:11'5 •
07-0'4<*> 0'8
Distancia entre los ojos. Anchura de la cabeza (labios comprendidos) so-' bre los ojos (A)
2'5
Longitud del hocico [desde la línea ocular a la punta (H)
2
Longitud de la cabeza hasta los orificios bran-jj quiales ! Relación de la longitud de la cabeza-a la total. .!•
9'8 1:8'2
1:87
Diámetro de los ojos (O). . . .
0'9
0'5
Altura de la aleta dorsal. . . .
1'5
0'8
Anchura del ovario o del testículo.
2
0'6
l'l
5'2
Tamaño de los huevos
0'208
0'080
Relación de la longitud al diámetro del ojo: ~~!¡
1:89'4
1:140
L
1:40
1:55
1:52'2
1:38
Longitud de la aleta pectoral
56 =1:2'
1:50
Longitud del hocico hasta la aleta dorsal..
25'4=1:3'16:
1:3'25
Longitud del hocico hasta la aleta anal. .
35'3=1:2'28!
1:2'29
Relación Relación
u L A
(*) Distancias entre las aberturas nasales, cerca de los ojos, y entre los tubos nasales, junto al hocico, respectivamente. Esto se aplica a las otras mensuraciones.
A . G a n d o l f i : La anguila en Valencia
LAMINA X
183
Figuras 2G y 27.—Anguila plateada de 80'5 cm. de longitud.
184
Figuras 28 y 29.—Anguila amarilla de 42 cm. de longitud. (Hembra.) Anales del Inst. gral. y técn. de Valencia (Trabajo del Laboratorio de Hidrobiología)
A . G a n d o l f i : La anguila en Valencia
RADIOGRAFÍAS
DE C A B E Z A S DE ANGUILA
L Á M I N A XI
(Dr. Laîora, raüiofol.)
Fiff. 31. —Plateada, cabeza, estrecha,85, em. Múm. 183
Fig. no. - Plateada martina. 10-L ein. Kúin. 162
ff. S3.—Plateada, cabeza estrecha, ñ4 cm.
Fig". 32.— Amarilla, cabeza estrecha. 1(5 cm.
31.— Amarillo, cabeza, ancha, (îO cm.
Fig. 35.—Amarilla, cabeza ancha. Sí* cm. Num. 185 (Trabaio del Laboratorio de Hidrobiología)
A . G a n d o î f l : La anguila en Valencia
LAMINA XII
S. S., pint.
Fig. 36.—Aspecto de la piel descamada de una anguila para ver la disposición en que están dispuestas las escamas.
(Oc. i, Oljj. Winhel combinable A B C con A solamente.)
Fig. 37.—Escama de anguila con 1 zonas de crecimiento.
A. G. H., microfot
Fig. 38.—Mici'ofotografias de escamas p a r a ver las zonas de crecimiento. Anales del Inst. gral. y técn. de Valencia (Trabajo del Laboratorio de Hidrobiología)
A . G a n d o l f i : La anguila en Valencia
LÁMINA XIII
A. G. H , microíot.
Pig. 3!).—Microfotografía de escamas para mostrar sus zonas de crecimiento (6 y 7 zonas.)
Original, S. S., pin!.
g. 40.-Fragmento de escama de anguila a gran aumento, para ver los pequeños escudos y su disposición. (Ob. Zeiss C, Üc. 4.) Original, S, S., pial.
Fig. 41.—Escudos de la escama de anguila, disociados. (Ob. Zeiss DD, Oc. 4.) Anales del Inst. gral. y técn. de Valencia Trabajo del Laboratorio de Hidrobiología)
A. G a n d o l f i :
La anguila en Valencia
LÁMINA XIV
Original, b. S., pint.
Fig. 42.—Escamas de anguila vistas a luz polarizada y nicoles cruzados (AA y PP dirección de los ejes ópticos del polarizado!" y analizador.)
Original, 5. S ,
Fig. 43.—Angula del Perelló débilmente aumentada. (X 2.)
Origiua!, S. S., pint.
Fig. 44.—Aleta caudal de la angula vista con mayor aumento para apreciar su pigmentación.
Anales del Inst. gra!. y técn. de Valencia (Trabajo del Laboratorio de Hidrobiología)
A . G a i i d o l l l : La anguila eu Valencia
LÁMINA XV
FOTOGRAFÍAS DE LA ALBUFERA
Puerto de Cniarro.ia.
Kmbarcadero del Puerto de Catarrojn.
Vivero pura, conservar anguikts.
Vivero dentro del agua.
Garlitos Cwonnta) para la pesca de la anguila. Anales del Inst. gral. y técn. de Valencia
•
(Trabajo del Laboratorio de Hidrobiología)
A . Gandolíl: La anguila en Valencia
F O T O G R A F Í A S DE LA ALBUFERA
Barraca en el Pnerto de Oatarroja.
LÁMINA XVI
Pequeños monols para la pesca de la anguila.
Desembocadura del ctnal de Catarroja en la Albufera.
Perchando en el lago.
Perelló: Sacando las redes.
Compuertas en el Perelló.
Marjales cerca, del Saler.
Anales del Inst. gral. y técn. de Valencia
(Trabajo del Laboratorio de Hidrobiología)
A. Gandolii: La anguila en Valencia
FOTOGRAFÍAS DE LA ALBUFERA
LÁMINA XVII
Canales para la conducción de tierra
Canal de Catarro.ja.
Manera, de llevar las barcas con percha desde la orilla, de un canal.
Perchando en el canal.
Labores en los arrozales contiguos a la Albufera. Inales del Inst. g ral. y técn. de Valencia
(Trabajo del Laboratorio de Hidrobiología)
Anales del ínsito General y Técnico de Valencia
PLUVIOMETRÍA DE LA REGIÓN AUSTRO-ORIENTAL INVIERNO DE 1915-16
PEDRO GIMEN© GIL
Finaliza el otoño con un temporal de abundantes lluvias del NE., que dura desde el 18 al 20 de Diciembre, y a los dos días, los vientos del N. procrean sobre la Península una extensa área de altas presiones (770 mm. en el centro), que establece un perfecto equilibrio atmosférico, aunque las diferencias existentes entre el paraje de las Canarias y el Norte de España, parecían indicar poca estabilidad. En efecto: se acentúan el día 23 aquellas diferencias, y empiezan a soplar con fuerza los Vientos del W., iniciándose el régimen propio de nuestra estación invernal, que, dicho sea de paso, puede citarse la última como tipo de normalidad. Al siguiente día, se adosan las altas presiones a nuestro lado Sudoeste, y aumenta la depresión del Cantábrico a tal extremo, que la pendiente barométrica llega a ser de'17 mm. (l)en la latitud (1) No damos gráficos de la distribución de presiones, porque por el estado actual de guerra se ha suprimido el servicio meteorológico en los países beligerantes, y por lo tanto habríamos de circunscribirlos a España, con lo cual su valor disminuye considerablemente. Esta razón nos obliga también a mantenernos constantemente en un límite puramente descriptivo.
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peninsular. En esta disposición isobárica, doblan los vientos hacia el SW., con un tiro marítimo proporcional a la considerable extensión del área anticiclónica, por cuya causa las cuencas altas del Júcar y del Cabriel participan del temporal de lluvias que penetra del Atlántico y que la persistencia de la disposición atmosférica descrita hace prolongar hasta el 26. La precipitación máxima correspondió al anfiteatro de la sierra de Tragacete (Pie Pajarón, 59'8 mm.), y a partir de este punto, las isoyetas van descendiendo bruscamente por el graderío de la Serranía de Cuenca hasta los grupos montañosos de mayor resistencia (Gráfico I), de tal manera, que la divisoria la marcan las altas cumbres de los montes Universales, y el límite oriental de la cuenca del Moya. Únicamente en el centro avanza un poco más hacia el Este para envolver a Utiel, Chelva y Alpuente, donde se nota un pequeño núcleo de mayor precipitación (6'2 mm.), ocasionado por la resistencia que los contrafuertes del Javalambre oponen al paso de los acarreos que penetran por la garganta de la Minglanilla. Fuera de esta zona, sólo hay dos pequeños manchones de carácter chubascoso; uno, entre Jarafuel y Jalance, y otro, en la cuenca del Albaida, de mayor extensión, pero de bastante menor intensidad (1).
Del 26 al 27, sube el barómetro en toda España, dejando una pequeña diferencia de presión entre el centro (máxima) y el Sudoeste (mínima), suficiente para hacer presumir el cambio completo en el régimen atmosférico, que se inicia al día siguiente, con la situación de las altas presiones sobre Cataluña, al tiempo que se dilatan las débiles del S., y saltan los vientos al E. Pero por la posición del máximo, y probablemente también por su reducida área, los vientos que en el seno del Golfo proceden de Levante, son Nortes en su extremo superior, y por lo tanto, su curso marítimo es demasiado corto, para producir algo más que algunas brumas. Además, esta situación fue muy efímera porque una bocanada de la corriente ecuatorial engendró sobre las costas gallegas un (1) Los datos están tomados del Servicio Meteorológico y Red pluviométrica de la Federación Agraria de Levante.
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Distribución
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mínimo de mayor intensidad, y el del Sudoeste fue capturado inmediatamente por aquél, o colmado por una corriente del S. Lo cierto es que el día 29 se invierte la pendiente barométrica, y hasta fin de mes quedamos sometidos a otro temporal del Atlántico con vientos del SW., de bastante menor intensidad que el que se desarrolló del 24 al 26, si bien sus efectos no dejan de notarse en nuestro lado Noroeste. El pluviómetro de Tragacete señaló 13 mm. de lluvia, la mayor cantidad recogida. Por la Serranía de Cuenca sólo llegó a llover hasta la divisoria oriental del Júcar y con precipitación inapreciable (Cuenca, 2'2 mm.); por el S. hasta La Roda (3 mm.) y por el centro, con estrecha entrada hacia Levante, por Motilla (0'5 mm.), Camporrobles (1 mm.) y Utiel (2'2 mm.).
Destruida la situación anterior por una subida general del barómetro, actúa sobre nuestra región durante los primeros días de Enero un régimen que pudiéramos llamar peninsular, por su carácter puramente local, ya que su origen está en las condiciones térmicas de la Meseta, donde se sitúa y persiste un anticiclón que llega a su período álgido el día 6 (780 mm. en su centro). Su acción se manifiesta con vientos flojos del cuarto cuadrante, bajas temperaturas y mucha sequedad; son los días fríos del corto invierno levantino. La única variante atmosférica notable, es la oscilación de los Vientos hacia el N. o el W., según la posición de las bajas presiones, que el día 8 aparecen bordeando el litoral desde Cataluña hasta Qibraltar, manteniéndose las altas en el ángulo Noroeste, por Castilla la Vieja y Galicia, con una diferencia de 9 milímetros (767-776). A continuación una subida general del barómetro en sentido Norte-Sudeste, reduce las bajas presiones al litoral de Cataluña, y los vientos que procedían del NW., se inclinan del lado Norte; pero al seguir progresando el movimiento barométrico ascendente, el día 10, quedan localizadas las presiones débiles al golfo de Cádiz, y declinan algo los vientos al NE., por cuya causa se da una ligera precipitación por las cuencas del Albaida y del Serpis, en una pequeña superficie triangular que apoya sus vértices en el cabo Cullera, en los altos de Castalia y en el Mongó. La mayor canti-
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dad de agua caída correspondió a Castellón de Rugat (3'6 mm.). Una virada délos Vientos a los rumbos del N-, aclaró muy pronto el cielo, y nos dejó de nuevo sometidos al régimen de los primeros días, aunque no con tanta firmeza, pues las corrientes oscilan constantemente entre el N. y el NW. hasta el día 18, en que alcanzan el rumbo W.
Cuando menos podía presumirse contando con los solos datos de la Península, una dilatación de las isóbaras de mayor altura hacia el golfo de León, empuja los vientos al NE., y se da un temporal de lluvias del Mediterráneo, de poca duración pero extenso, y de copioso caudal en el Sur de la provincia de Valencia (Gráfico II). La mayor cantidad le correspondió al pluviómetro de Ador (87 mm.), pricipitación máxima que abarca una zona muy reducida, pero la isoyeta de 40 mm. ya cierra las comarcas de Játiva, Gandía y el valle de Albaida. A partir de aquí, hacia el Sur, decrece el caudal rápidamente, de tal manera que al salvar las sierras divisorias de las provincias de Valencia y Alicante, las lluvias son casi nulas; entre Fontilles y Callosa de Ensarriá, hay una diferencia de 25 mm. (30 y 5 respectivamente). Hacia el Norte y Oeste se observa una gradación más lenta; pero la mayor superficie la comprenden las cantidades inferiores a 5 mm., esparcidas por todo el litoral superior hasta Valencia; en el interior, desde el curso medio hasta las fuentes de nuestros ríos, y por el Sur, desde las sierras de Crevillente y la Carrasqueta, hasta la costa, por la corriente del Algar. La abertura que existe desde el Vinalopó al Mar Menor, y la resistencia que opone al paso de los Levantes la sierra de Almenara, originan alrededor de Cartagena un núcleo de mayor precipitación (18 mm.), y por el lado Norte se nota también lo mismo en las fuentes del Guadalope, entre las sierras de San Just y Gudar (Pitarque, 13'9 mm.), debido al paso abierto a los vientos del NE. que ofrece el valle del Ebro, por donde suelen llegar algunas veces hasta Morella.
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A partir de este último temporal, las corrientes atmosféricas evolucionan, entre los rumbos del primer cuadrante hasta los 45°, sin firmeza ni gran tiro marítimo, alternando con las situaciones de equilibrio, porque las presiones altas siguen ocupando el centro de España. Como consecuencia de esto, se suceden una serie de días brumosos y bastante fríos que dan lugar a suponer la proximidad de otro período de lluvias que no llega a darse, por lo menos en regular cantidad. Desde el 27 al 31, con una disposición isobárica muy semejante a la del día 18, hubo pequeñas condensaciones desde Benifayó, Alberique, Anna, Onteniente, Alcoy y Agost hasta la costa, resultando la más favorecida de la comarca de Pego (6'7 ram.) y toda la cuenca del río Serpis. Al Norte, entre Benifayó y el cabo Cullera, hubo una pequeña faja con lluvias de 4 a 7 mm., y los demás pluviómetros acusaron cifras inferiores a 4 mm. En los primeros días de Febrero, continúa el tiempo ofreciendo el mismo aspecto que en las postrimerías de Enero, llegando a llover en el extremo superior del Golfo, desde Benicásim hasta Villarreal, en cantidades inferiores a 2 mm. * * El día 3 de Febrero se modifica sensiblemente el sistema atmosférico con el desarrollo de un núcleo de bajas presiones en el Noroeste, modificación que fue punto de origen de una nueva fase tan persistente, que alcanzó el final del invierno. Ahora los vientos soplan del tercer cuadrante, las temperaturas se suavizan, y las lluvias, mit3> abundantes y copiosas en el Noroeste, son muy escasas y de carácter chubascoso cuando llegan al litoral. La primera ráfaga de las de esta serie se dio, con ligeras intermitencias, del 3 al 11, si bien las lluvias más cuantiosas y de mayor área de dispersión cayeron durante los días 4 y 8, que realmente señalan dos ciclos distintos de un mismo temporal, separados por una virada de los Vientos al W. En esta etapa, como en todas las demás en que lleguen aquí las lluvias por el lado Sur, la parte menos favorecida es la costera (Gráfico III), comprendida toda dentro de la zona 5-10 mm., si exceptuamos una pequeña parte de la vega de Valencia y las pendientes orientales del Maestrazgo hasta el mar, donde las con-
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diciones topográficas locales hacen que se reduzcan aún más aquellas ya pequeñas cifras. Por análogas causas ocurre otro tanto en las cuencas del Albaida y del Serpis, que, tan beneficiadas por los vientos del NE., apenas si participan de las lluvias del S. La faja de 10 a 20 mm. de precipitación, estrecha y paralela a la costa por el Norte y Centro, se dilata al Sur por las cuencas del Segura y Vinalopó. La divisoria parte, de entre La Roda y Albacete, hacia Ayora, y después de una pequeña inflexión para envolver los altos de Bicorp, sigue casi recta al Norte por la Muela de Oro, las Cabrillas, Chelva y sierra de Espina, hasta el pie de la de Gudar. La isoyeta de 40 mm. Va desde el Norte de Cuenca hasta las cercanías de Albarracín; así es que quedan dentro de la zona 20-40 mm. la cuenca media del Júcar, toda la del Cabriel y las superiores del Turia y del Mijares. En todo este espacio, la uniformidad es alterada tan sólo por las estaciones de Sinarcas y Alpuente, que siempre registran cifras superiores, procedan los Vientos de donde procedan. Desde Cuenca y Albarracín hacia el Noroeste, las diferencias son muy bruscas entre estaciones relativamente próximas. De 34'5 mm. que se recogen en Cuenca, salta a 56'4 en Villalba de la Sierra, a 71 en Tragacete y a 85 al otro lado de la sierra de Canales, al pie del cerro de San Felipe, mirando a la cuenca del Tajo.
** Entre el 11 y el 23 de Febrero se abre un paréntesis durante el cual alternan los vientos del W. con los del NW., siempre muy fuertes y de origen terral, y por lo tanto muy secos, hasta que una depresión del Atlántico, al dilatar su álveo hacia el interior de la Península, engendra el día 24 una turbonada del NE., seguida muy de cerca por otra del SW. al remontarse rápidamente las bajas presiones al Norte, empujadas por los vientos del W. La 'posición especial del mínimo, impidió que esta corriente del NE. alcanzara el extremo meridional de nuestra región, donde siguieron soplando los Vientos del tercer cuadrante; por eso fueron insignificantes o nulas las lluvias que se derramaron desde la sierra Martes, hasta el último confín de la cuenca del Segura (Gráfico IV). El mayor caudal se dio por el curso medio del Turia, en el rin-
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con de Ademuz y Alpuente (54 mm.). En el bajo litoral todos los pluviómetros oscilan entre 10 y 20 mm., y desde las primeras elevaciones, que miran al Mediterráneo, hasta el extremo Oeste, se extiende la zona 20-40 mm., correspondiendo las cifras más altas a la Serranía de Cuenca, por haber participado bastante del temporal del SW. La vertiente septentrional de la sierra de Gudar también ofrece cantidades superiores a 30 mm. Traspasada la sierra de Buenache, se penetra con rapidez en el núcleo de las grandes precipitaciones, enclavado en las fuentes del Júcar, con 86'4 mm., recogidos en el pluviómetro de Tragacete.
El mes de Marzo hace su entrada, acentuándose mucho más, la influencia del Atlántico, por la persistencia de las altas presiones en el paraje de las Azores y la sucesión continua de Varias borrascas sobre el litoral gallego, que frecuentemente se dilatan por toda la costa cantábrica, y a través del Sur de Francia, llegan al golfo de León. Los días de lluvia son muy frecuentes y en casi todos ellos llega a derramarse por la costa de Levante en forma de aguaroques bastante copiosos. Por eso no es de extrañar que se acerquen a 25 mm. las cifras más bajas, y menos aún teniendo en cuenta su larga duración, de nada menos que de 22 días, con muy cortos intervalos, y éstos nunca llegaron a ser generales. Estaciones hubo, como la de Pie Pajarón, que sólo dejó de registrar lluvias dos días: el 14 y el 17; en la sierra Palomera no llovió del 4 al 7; en Monteagudo, del 5 al 8, y dentro de esta misma norma podríamos ir citando todos los pluviómetros de la Serranía de Cuenca. Por esta razón formamos con todo este período una sola unidad, aunque ya lo justifica bastante la continuidad de causa. Una depresión que se formó el día 6 en el Sudoeste de Portugal, parecía que iba a interrumpir el ciclo de Ponientes; pero el barómetro se mantuvo estacionario por Cataluña y Baleares, con tendido isobárico latitudinal, y aunque el 7 mejoró bastante esta disposición, no llegaron a soplar los Vientos del NE. más que en la costa de Gerona. Un avance de las altas presiones del Atlántico que tuvo lugar el día 8, destruye aquella situación y establece la
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pendiente barométrica entre el Nordeste y el Sudoeste, recobrando su imperio los vientos del W. El día 10 se registra un desequilibrio enorme entre Galicia (740 mm.) y Baleares (754 rain.), que se ahonda mucho más el 11 (Santiago, 738 mm.) y deriva un mínimo secundario a nuestro extremo Sudeste. Coincidiendo con ese incremento de la borrasca, Viene una evolución de los vientos, que, procedentes del SW. en las Azores, penetran en España de los rumbos del S., por cuya causa las lluvias de estos días fueron copiosísimas, tanto en el interior como en las partes bajas de las provincias de Valencia, Alicante y Murcia, tal vez por estar comprendidas dentro del mínimo secundario antes citado. El día 12, inician los vientos un pequeño retorno al W. que persiste durante el 13 y el 14, con lo que amaina bastante el temporal; pero España sigue sometida al influjo del área de bajas presiones, y era de presumir que cuando el tendido de las isóbaras de mayor presión fuera adecuado para vientos de gran tiro marítimo, Volvería a recrudecerse el tiempo, y así ocurrió durante dos días, 15 y 16, aunque no en tan grandes proporciones como las del día 10 y 11. Las corrientes del S. siguen sin interrupción durante tres días, pero su tiro marítimo disminuye progresivamente, porque las isóbaras van tomando una posición latitudinal, hasta que al doblar hacia el Este, a la altura délas Baleares, el 19, reducen las presiones relativamente altas al golfo de León, quedando las bajas adosadas a las costas de Portugal, con lo que se origina una corta entrada del Levante, acompañada de pequeña precipitación, desde Valencia al sector Sur de la provincia. El día 20 Vuelve a ser favorable la disposición atmosférica para nueva entrada de los vientos del SW., y así seguimos hasta el final del invierno y algunos días después.
Agrupadas todas las cifras correspondientes a los días de lluvia de Marzo, dan el siguiente resultado (Gráfico V): Una línea que va desde Albarracín a las últimas estribaciones del JaValambre, y que después se dirige al Sur con dos ligeras ondulaciones (una en el monte Bellida y otra cerca de Siete- Aguas), para extenderse después en forma de arco por encima de Albacete hacia el Oeste,
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separa las precipitaciones mayores de las menores de 25 mm. (1), que quedan a sus lados Este y Sur. Dentro de tan extensa superficie hay ligeras manchas de precipitación superior a'25 mm., distribuidas al azar y sin causa aparente que las justifique; una, en torno de Alcalá de la Selva; otra, desde Valencia al Llano de Cuarte, y una tercera, entre Biar y Castalia. La más extensa de la cuenca del Albaida y la del rincón de Fontilles se deben al Levante del día 19, cuya influencia alcanzó hasta aquellos lugares. La isoyeta de 50 mm. marcha casi paralela a la anterior, a unos 25 kilómetros al Noroeste, con las mismas irregularidades, pero algo más pronunciadas. La de 75 mm. arranca de la derecha de Valverde de Júcar, hacia Motilla de Palancar, y cerca de la Minglanilla, se dirige al Norte, serpenteando por el curso del Gabriel, hasta las cercanías de sus fuentes. De 100 mm. en adelante, ya son curvas que se cierran dentro de nuestra jurisdicción, bastante amplia la primera, sobre todo de Norte a Sur, tendida desde el cerro de San Felipe a Reillo y de Este a Oeste, entre la sierra Bascuñana y los montes Universales. Y las de 125 a 175 mm. son elipses concéntricas alrededor de Tragacete, cuya magnitud marcha en razón inversa al caudal de aguas recogido, que llegó bien próximo a 200 mm., en el pluviómetro de Pie Pajarón, situado en la ladera de la sierra de Tragacete, antes de llegar a las fuentes del Júcar.
II En resumen: en el transcurso del invierno hemos estado sometidos al influjo de las bajas presiones del Atlántico, con vientos del tercer cuadrante, cuarenta y ocho días, de los cuales, treinta y uno han sido lluviosos, más o menos, según que las corrientes hayan procedido de los primeros o de los últimos rumbos de aquel cuadrante. De esta situación se ha salido algunas Veces, dilatándose el área de altas presiones del Sur por todo el ámbito de la Península, (1) En los apéndices se pueden consultar las cifras correspondientes a cada estación pluviométrica.
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con lo que se llegaba a un estado de equilibrio; tal ocurrió en el tránsito de Diciembre a Enero. Otras veces, las más, por el plegamiento de las isóbaras de menor presión y extrangulamiento del mínimo en el ángulo de Galicia, donde era destruido o tal Vez obligado a deslizarse hacia el Nordeste, cuando no se precipitaba en el seno del golfo de León, y de aquí seguía avanzando hacia el E. Entonces los vientos iban pasando gradualmente por los rumbos del cuarto cuadrante hasta alcanzar el N., haciéndose muy secos, porque, para nuestras vertientes, su círculo de rotación queda en este caso dentro de la masa peninsular. También se ha pasado por esa serie transitoria, cuando el haz isobárico ha girado en masa de Oeste a Este, apoyado sobre un eje neutro tendido en sentido diagonal de Nordeste a Sudoeste. En tal caso, han adquirido firmeza y persistencia los vientos del Norte, porque el golfo de León es casi siempre centro de bajas presiones. Han sido también bastante frecuentes los casos de retroceso ocasionados por la llegada de una nueva borrasca a las costas de Cantabria, sobre todo en el largo período de Marzo, durante el cual se suceden casi sin interrupción. Los Vientos del cuarto cuadrante han imperado diez días, presentando en seis de ellos, aquel carácter transitorio antes mencionado, y si llegaron a derramar algunas lluvias, fue debido a que al entrar en la Península venían arrumbados del SW., y luego una inflexión de la superficie isobárica hacia el lado Nordeste, les impulsaba a una virada de 90 grados. En los demás casos, parecen haberse engendrado en situaciones de equilibrio, alternando continuamente con los Nortes. Siempre que la corriente ecuatorial, desbordada de su propio lecho, llegó a las bajas latitudes, sobrevino una inversión de las presiones, quedando al Norte las más altas y al Sur las bajas, con lo que entraban en actuación los vientos del Mediterráneo, con procedencia del primer cuadrante. Pero estas situaciones sólo se han dado doce días, en cinco períodos distintos, separados por largos intervalos, y nada más que seis han derramado algunas lluvias, porque la acción del golfo de León tiende a alejar las altas presiones, impidiendo un largo desenvolvimiento marítimo de las isóbaras, que doblan hacia el Norte, apretándose sobre el istmo pirenaico. Estas situaciones se destruyeron por una nivelación isobárica, como ocurrió en 19 de Enero, o por la reintegración en
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sus dominios de las bajas presiones con vientos del tercer cuadrante, en los demás casos, y bueno es advertir que nunca se han dado con verdaderos caracteres de firmeza y con toda su intensidad, como suele ocurrir en las estaciones intermedias, y ocurrió como ya se dijo en los últimos días de otoño y en los comienzos de la primavera. Los períodos de Nortes fueron alternando con los de equilibrio, en cuyo caso eran flojos, o constituían la última etapa del recorrido de los que se engendraron del SW., y se distinguían por su fuerza mayor, al par que por su sequedad y baja temperatura. En ambos casos, su duración nunca alcanzó más allá de dos o tres días, pero generalmente uno solo, y la mayoría se dieron dentro del mes de Enero. Los catorce días de equilibrio atmosférico consecuentes a la dilatación del área anticiclónica por toda la Península, los encontramos en el corazón de Enero, y casi podríamos extenderlo a todo el mes, porque las escasas variantes que se dan tienen muy poco desnivel y carecen de fijeza, como que las más presentan esa característica propia de los vientos en calma, resultado de condiciones térmicas o topográficas tan localizadas, que dan lugar a infinita Variedad, dentro de espacios muy reducidos. Así entendido, podríamos prolongar este régimen, como antes decíamos, a todo el mes de Enero, porque si bien los vientos recorren toda la escala comprendida entre el cuarto y el primer cuadrante, es por lo general a corto tiro, como lo demuestra el hecho de faltarles sus propias características, o presentarlas muy atenuadas. Levantes sin lluvias y hasta con cielo sereno no son Levantes; Ponientes fríos y nubosos, no son Ponientes.
Pasando ahora a la apreciación del conjunto (Gráfico VI), aparecen primero a la Vista tres manchas claras de precipitación inferior a 25 mm., con mínimas de 9 (Callosa de Ensarriá) y de 10 milímetros (Vinaroz); una faja litoral de menos de 20 kilómetros de profundidad, extendida desde las espaldas del Monsiá, hasta los altos de Nules; la pequeña porción encerrada entre el Mongó, ¡a sierra de Aitana y la ensenada de Altea y la cuenca media e inferior del Segura. Los Nordestes son secos en la primera, por la especial orientación de la costa, y el paso para las otras dos no
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pueden franquearlo a no ser que soplen con fuerza suficiente para salvar los obstáculos que interceptan su marcha; los Levantes tienen difícil acceso en todos, y raramente son alcanzados por las lluvias del S., fenómenos cumplidamente explicados por la topografía local, que también justifica sean las cifras de la última zona las más iguales y las que más se acercan a las del límite. Solamente entran bien los Levantes en las tres zonas de referencia, cuando al llegar a la costa doblan algo a los primeros rumbos del segundo cuadrante, lo que suele ocurrir únicamente en el caso raro del mínimo in situ. La zona 25-50 mm. se extiende por la cuenca alta del Segura, por las del Vinalopó y el Monegre y la sierra de Aitana hasta la costa, cerca de Gandía. De aquí sigue hacia elN. por todo el bajo litoral de tal manera que, si descontáramos las cifras correspondientes a las lluvias del S., la isoyeta de 50 mm. adoptaría las mismas inflexiones que la curva de nivel que señala las primeras resistencias hasta el pie del Garbí. Después remonta por la sierra de Espadan para alcanzar las altas cumbres de Gudar y seguir, por la divisoria de los últimos afluentes del Ebro, hasta la Moleta del Cid. Su nota característica es la regularidad en la distribución de las cifras, que van siempre en aumento hacia las mayores resistencias, excepto en su centro, que decrecen de la costa (Valencia, 48 mm.) a las primeras estaciones del interior (Burjasot, 36 mm.), para volver a aumentar después en igual gradación que en los demás puntos. Las cifras elevadas de la parte accidental (Albacete, 48'6 mm.)se deben a las precipitaciones ocasionadas por los temporales procedentes del S. y SW. La sección 50-100 mm. ofrece gran irregularidad de contornos en su límite inferior por los frecuentes avances hacia la costa en aquellos núcleos de mayor capa antes citados. En cambio, en su límite superior es muy regular, es aproximadamente la curva que ya conocemos como límite de la zona de influencia del temporal registrado del 24 al 26 de Diciembre, sin más diferencia que la de un pequeño saliente próximo a su centro, para envolver los cerros de las Cabrillas y de Siete Aguas. Las Variantes dentro de la zona son muy grandes, pero responden siempre a las distintas condiciones del medio geográfico. Las cifras extremas, aparte de las naturalmente limítrofes a la zona superior, las encontramos en el Valle de Albaida, apoyadas en el macizo de Mariola, en el del
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Serpis, y en la confluencia del Júcar y el Cabriel, al pie de la sierra Martes, puntos que pueden considerarse como críticos para las lluvias del NE., los primeros, y para las del SW., los segundos, respecto a la región media, porque dan la norma de todos los demás; son bastantes las estaciones que señalan cifras muy próximas a 100 mm. Detrás de la sierra de Perenchisa también hay una pequeña área superior a 80 mm. Las restantes divisorias de 200, 300 y 400 mm. son como la anterior, sin ninguna diferencia, las mismas trazadas para la delimitación de las áreas de mayores precipitaciones registradas en los temporales del SW. Toda la red hidrográfica del Cabriel, y la del Júcar, desde Villargordo hasta Cuenca, pertenecen a la zona 100-200 mm., con precipitaciones medias en las vertientes del Turia, debajo del rincón de Ademuz, apoyadas sobre el arco que forman el pico de Ranera, el Sabinar y el monte Bellida, particularidad que hemos hecho notar en tantas ocasiones como ha llovido del SW. Los puntos más elevados de la Serranía de Cuenca, señalan la posición de la isoyeta de 200 mm., y las dos restantes están escalonadas, por las pendientes del cerro de San Felipe y la sierra de Canales, en espacios muy reducidos. :¡:
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Concluyendo: las corrientes de procedencia atlántica son las que han predominado y, por lo tanto, las regiones por donde extienden su influencia fueron las más beneficiadas; ahora bien, si sus efectos se han hecho sentir en parajes alejados, a los que suelen llegar ya secos por la distancia continental que antes recorren, ha sido debido a su fuerza y profundidad marítima, así como su constancia ha formado grandes sumas acumulando pequeñas cantidades. La acción intensa de los Levantes se ha reducido a muy pequeños espacios, y si en el área de su dominio aparecen bastante esparcidas las cantidades relativamente altas, no se debe a otra cosa más que al hecho de haberse sumado con lluvias procedentes de los Sudoestes; sin ese refuerzo, el área de mínima precipitación hubiera sido mucho mayor. Este ha sido el régimen pluviometría) del invierno de 1915-16, expuesto en breve síntesis, que damos a título de modesta reco-
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pilación de datos, por si alguien, con mayores aptitudes, puede a la larga, cuando hayan podido reunirse en caudal suficiente, aprovecharlos para trabajos de más empeño, muy apartados de nuestros cortos alcances. Con el logro de este resultado hallarían satisfacción cumplida nuestras aspiraciones de simples anotadores de hechos pasados que, seguramente, supimos apreciar tan sólo en lo muy superficial y más saliente. Valencia, Junio de 1916.