G.A.T.E.P.A.C: Vanguardia arquitect贸nica y cambio pol铆tico por Ignasi de Sola-Morales Rubio
Creo que el mayor interés de esta reedición de la revista A. C. será la de ofrecer al lector el material más importante, de primera mano, con el que formarse una idea adecuada de lo que significa el grupo de arquitectos agrupados bajo las siglas de G.A.T.E.P.A.C. De los documentos referentes a este grupo ninguno tan completo como su revista. Incluso la recuperación de los archivos del GATCPAC en fecha reciente corrobora esta afirmación, pues lo que nos añaden de funcionamiento interno, proyectos y relaciones con otros grupos, es ya algo que en buena parte se desprende de la simple lectura de las páginas de los Documentos de Actividad Contemporá-
nea (1). Tomada, pues, como documento básico esta revista, no exige sino que remitamos al lector a ella, sin mayores dilaciones críticas. En este sentido, estas notas no pueden pretender la sustitución de la lectura del texto principal ni tan siquiera explicar su contexto. Para ello se han escrito ya cosas bastante claras y completas. Los textos de Oriol Boñigas y Carlos Flores de comienzos de la década de los 60 son, desde el punto de vista informativo, clásicos, en el sentido de haber planteado globalmente el problema GATEPAC en sus términos básicos (2). Toda discusión posterior no puede dejar de referirse a ellos. Algunas publicaciones más recientes han añadido, junto a una nueva información, las primeras discusiones en cuanto a la valoración que de este grupo deba hacerse. Así se han puesto de manifiesto ciertos presupuestos ideológicos latentes en la valoración de este movimiento (3). En general, la fortuna del GATEPAC ha estado ligada a la pervivencia de actitudes de tipo vanguardista que han
juzgado el fenómeno desde puntos de vista semejantes a los de los protagonistas de esta historia. La lectura del GATEPAC como recuperación de un momento olvidado de nuestra historia pasada atribuyendo además este olvido no a una causa fortuita, sino a una voluntad —cierta por otra parte— de la cultura dominante de censurar no pocos hechos del pasado, supone imaginar en términos duales la historia cultural. El GATEPAC, todo vanguardismo artístico, formaría a un lado, junto a toda la élite de acontecimientos y personajes «de izquierda», «progresistas», etc., que se encontrarían permanentemente enfrentados a toda la tradición, llamémosla «ortodoxa», «aceptada», «de derechas», etc. Así, la visión más frecuente del GATEPAC ha sido homologa a la que se ha hecho muy a menudo de otros movimientos de vanguardia europeos, de la Bauhaus, del Constructivismo, de Le Corbusier..., víctimas del nazismo, del estalinismo, de una imprecisa reacción (4). Por todo ello habría que ir pensando en esta historia con un enfoque distinto, y aun cuando no serán las breves páginas de esta introducción las que lo desarrollen, sí quisiera hacer algunas indicaciones concretas que creo pueden contribuir a ver esta historia de manera algo distinta. 1. GATEPAC COMO VANGUARDIA El término vanguardia aplicado a la Arquitectura no fue en el período de entreguerras de los más frecuentes en España y sólo lo encontramos en las referencias más generales a lo que deba entenderse por arte de vanguardia. Sin embargo, ciertas características de acción en grupo, de combativi-
1. Desde 1971 se encuentran depositados los materiales procedentes de los archivos del GATCPAC en el Arxiu Historie ¿'Arquitectura Disseny i Urbanisme, del Collegi d'Arquitectes de Catalunya ¡ Balears. Libros de actas, correspondencia, boletines internos, así como otros documentos, permiten reconstruir con mucha precisión el desarrollo del grupo catalán. Para los grupos vasco (Norte) y madrileño (Centro), aun cuando no existió una organización de las mismas dimensiones, no se conoce públicamente, hasta el momento, la existencia de documentos semejantes.
2. Oriol Bohigas: -Homenaje al GATEPAC», Cuádrenos de arquitectura n.° 40, 1960, pp. 307309. También en Barcelona entre el Pía Cerda i el barraquisme. Barcelona, Edicions 62, 1963, y Arquitectura española de la Segunda República. Barcelona, Tusquets Editor, 1970. Carlos Flores: Arquitectura española contemporánea. Madrid, Aguilar, 1961.
3. M. Ribalta: «Bibliografía del GATEPAC», en Cuadernos de arquitectura y urbanismo, n.° 90, 1972.
4. Manfredo Tafuri: «Para una crítica de la ideología arquitectónica» en De la vanguardia a la metrópoli. Crítica radical a la Arquitectura. Barcelona, Editorial Gustavo Gili, S. A., 1972.
o. oarius oarnuriuiu: rmiuuu a va cuiüiun tastellana de Hans M. Wingler, La Bauhaus. Barcelona, Editorial Gustavo Gili, S. A., 1975. También las obras ya citadas de Carlos Flores y Oriol Bohígas en la nota (2).
6. Habría que hablar probablemente de una actitud antivanguardista impuesta por la cultura oficial del noucentisme a la que se remite no en términos de adhesión, sino de censura.
7. Véase algunas indicaciones en este sentido en la intervención de Josep Termes a propósito del grupo ADLAN (Amics de l'Art Noui en la mesa redonda organizada con motivo de la exposición sobre este grupo en Barcelona, en marzo de 1970. (Transcrito en Cuadernos de arquitectura, n.° 79, 1970.)
aaa y radicalismo, ae proyecto ae «un arte capaz de cambiar la vida», aparecen en esta revista con una diferencia clara respecto a otras publicaciones de la época. Desde un punto de vista cronológico debe subrayarse el hecho de que el vanguardismo arquitectónico tenga lugar en España de una manera organizada en la tercera década de nuestro siglo. En este sentido hay que distinguir entre la postura que representa A. C. y la difusión de las corrientes artísticas o específicamente arquitectónicas que ya se producen en nuestro país con mucha anticipación respecto a la aparición de los primeros números de A. C. Si en Barcelona las importaciones culturales que lleva a cabo el marchante Dalmau empiezan ya en 1912 con exposiciones de Gris, Duchamp, Metzinger, Léger, etc., es hacia mediados de los años veinte cuando los pintores y literatos se autodefinen como vanguardistas en una desenfrenada carrera de exposiciones, manifiestos y publicaciones efímeras. Sin embargo, poca presencia tiene la arquitectura en estos movimientos. La recepción de cuanto sucede en Europa y América la encontramos, sí, en algunas de las más prestigiosas revistas del momento: Arquitectura, Arquitectura y Construcción, La Construcción Moderna, etc. Es sobre todo
la primera, órgano de la Asociación Central de Arquitectos, la que mejor cubre la información de los acontecimientos centroeuropeos a través de las crónicas y contactos establecidos por Bergamín, S. Arcas, Torres Balbás, García Mercadal, etc. (5). Pero aun cuando muchos de los artículos allí publicados y de las referencias que en ellos se exponen remiten claramente a los fenómenos y a las actitudes que hoy llamaríamos de vanguardia, no hay en la revista ni la coherencia ideológica ni la voluntad programática típicas de una postura vanguardista global. Curiosamente, en Catalunya, las refe-
rencias europeas en los años veinte son de un absoluto eclecticismo, y salvo en personalidades aisladas como puede ser un Folguera o un Nicolau Rubio i Tudurí, apenas si hay reflejos explícitos de la polémica europea hasta después del 29 (6). Habría que explicar, sin duda, los porqués de este hecho que hace del vanguardismo español un fenómeno retrasado en ét tiempo aunque no por ello menos virulento. La hipótesis reorganizativa a nivel ideológico entre el 14 y el 29 debería ser modificada atendiendo probablemente a las peculiares características de la historia global española, por la que el antiguo régimen —de algún modo— se prolonga hasta el 14 de abril de 1931, fecha de instauración de la República, que abre un capítulo de renovación política en el contexto recesivo inmediatamente posterior a la crisis económica del 29 (7). Cuando en octubre de 1930 se constituye en Zaragoza el «Grupo de Artistas y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea» (GATEPAC), ya existía previamente en Cataluña un grupo semejante (el GATCPAC: «Grup d'Artistes i Técnics Catalans per el Progrés de l'Arquitectura Contemporánia»). Uno de los acuerdos de la reunión constituyente de Zaragoza será el de llevar a cabo la publicación de una revista trimestral; su título será «A. C.» (Actividad Contemporánea), recogiéndose así el proyecto ya en preparación por parte del grupo catalán. La creación de la revista y del grupo son por lo tanto solidarios. Lo que interesa señalar, sin embargo, es que no sólo la confección material de la misma se realiza en Barcelona, sino que de hecho la dirección está también en manos del grupo catalán que es el más numeroso y el más duradero. El período de la arquitectura europea de los años veinte se cierra —grosso modo— con la aventura en la Unión Soviética de algunos (May, Meyer, Wagner, Stam, etc.) y con la organiza-
ción del CIRPAC y los Congresos Internacionales de la Arquitectura Moderna (CIAM), animada sobre todo por Le Corbusier, Gropius y Giedion. De hecho ambas experiencias tienden a hacerse excluyentes como se refleja precisamente a comienzos de la década de los treinta y en concreto en la reunión de Barcelona de 1932 que tenía que preparar el lll.er Congreso a realizar en Moscú y que, significativamente, se llevaría a cabo mucho más tarde y controlado muy directamente por Le Corbusier a bordo del paquebot «Patris II», camino de Atenas. De hecho, si los contactos con las figuras europeas en los años veinte habían estado en manos del grupo madrileño {Mercadal, especialmente), en cambio a partir de la existencia del grupo organizado y de la publicación de la revista son los catalanes —Sert especialmente, en relación con Le Corbusier— quienes dirigen la revista. Vanguardismo «stricto-sensu» en la actitud, hegemonía del grupo barcelonés, conexión con el CIRPAC y de un modo muy especial con Le Corbusier, es decir, con aquella postura del intelectual que asume en sí el cometido no sólo de crítica, sino fundamentalmente el dictado de nuevas formas de organización de cara a la producción de la ciudad. Todo el republicanismo, tantas veces reivindicado para el GATEPAC, está fundado no tanto en la amplia audiencia política que las orquestas del grupo pudieran tener, cosa harto discutible, sino en esta función central, ¡lustrada, que el intelectual de vanguardia, el arquitecto en este caso, se otorga en el proceso político. Porque el mayor atractivo, pero también la debilidad de una experiencia como la de A. C, está —qué duda cabe— en haber traspuesto los niveles estrictamente tecnológicos para indicar desde ellos sus conexiones políticas. Pero, si en esta apertura de intenciones está lo que le hace más atractivo, creo que sería necesario apuntar los distintos niveles que esta idea de
conexión entre cambio tecnológico y cambio social se propone. 2. REFORMISMO Y ESTILO En este sentido propondría la identificación de tres niveles o concepciones ideológicas del papel social del trabajo arquitectónico que conviven en las páginas de A. C. Aun cuando no haya una absoluta discontinuidad entre ellas y su predominio en el tiempo es sucesivo, creo que puede ser útil su identificación, porque muchas de las confusiones originadas por la historiografía posterior proceden de esta diversidad de concepciones. Una primera posición procedería de la decantación de las experiencias formales de las vanguardias en un método de diseño. Podemos encontrar referencias suficientes que plantean la innovación en términos de diseño como respuesta funcional, es decir, como mediación por la forma diseñada entre las necesidades de la producción y del consumidor. Nueva arquitectura, por tanto, como diseño. En este sentido son significativas las afirmaciones culturales en favor de «la arquitectura, de nuestro tiempo», es decir, de un lenguaje formal que, como resultado de una reorganización entre producción y uso, exprese, como consecuencia, un nuevo estadio de homogeneidad social. La justificación de los cambios formales en nombre de la nueva sociedad industrial y del orden social que de ella se desprende, nace de una preocupación expresiva en la que todavía lo que interesa —como pervivencia de las experiencias plásticas de la vanguardia— es la expresión formal de un orden social maquinista (8). No menos sintomático en este mismo orden de cosas son las llamadas a la diversidad de lenguaje en función de la diversidad de recursos técnicos. O de otro modo, la introducción del lecorbusierano interés por el mediterranismo como ideología, sí, pero también como justificación de procedl-
8. Vid. p. ej. el texto-manifiesto que encabeza el n.° 1 de A.C.
9. ¿No es acaso sintomático que en un contexto cultural distinto, hacía 1960, sean para el grupo llamado realista —versión española del brutalismo europeo— estos aspectos los que más atraigan del «legado GATEPAC»? Vid. p. ej. Oriol Bohigas, «Tres elogis» en Barcelona entre el Pía Cerda i el barraquis-
me, cit. nota 2.
10. Parece subsistir —al revés— el mismo tipo de impostación radical en postura como las planteadas por la cultura anglosajona más reciente en la línea patrocinada por Reyner Banham y A. D.
mientos constructivos, estadios intermedios entre la artesanía y la plena industrialización. La reutilización de procedimientos lógicos y económicos que la arquitectura tradicional muestra —el ladrillo, el estuco, los vidriados, la bóveda catalana, la persiana, el patio— son otros tantos recursos desde determinados estadios de la producción en los que resulta óptimo un compromiso entre procedimiento tradicional y nueva organización del producto diseñado (9). Pero esto no es óbice para que, al mismo tiempo, el acento primordial se ponga en la definición de los nuevos standards sociales y en la ordenación morfológica capaz de resolverlos económicamente. Sin duda, en este nivel de la nueva arquitectura como design pesa en la redacción de A. C. el modelo de Das Neue Frankfurt de la que, no sólo se copia literalmente el formato y composición, sino que de ella proceden muchas orientaciones en cuanto a la idea de «standard» como dimensión óptima de la producción seriada —racionalización de la producción— y dimensión óptima —mínima— de las necesidades del usuario normalizado, respondiendo por otra parte al tipo de impostación más idealista del movimiento moderno. En ella se parte de una formulación genérica y universal de las necesidades y de su racionalización en función de parámetros elementales (luz, economía de espacio o de recorridos, suelo disponible), para definir un modelo general del que después se establecerán las correspondientes aplicaciones. Fruto de esta actitud es el trabajo de divulgación de estos standards primero —en la línea de Klein, p. ej.— o en la presentación de repertorios tipológicos para una serie de temas de diseño. La vivienda mínima, la escuela, el hospital, son divulgados en sus nuevas formulaciones, mediante los típicos ideogramas que son las pequeñas y esquemáticas plantas de distribución
que fijan los tipos de organización como base del nuevo procedimiento. Regularidad, intercambiabilidad por modulación, relación fija entre los distintos elementos dimensionales de las partes en juego, son otros tantos aspectos de esta gramática del design, de cuya difusión se hace una cruzada. Que tras esta formulación, perfecta-" mente codificada, se piense en una operación de regeneracionismo social, es precisamente la dimensión más ingenuamente reformista de esta ideología del diseño de la que la vanguardia hace gala. De un proceso de racionalización de los elementos de la construcción, se pasa así a la ¡dea mecánica del cambio social por obra de esta racionalización. No es necesario insistir en lo discutible de esta postura, a la que se ha enfrentado en los últimos años un cierto radicalismo, a veces no menos ingenuo, al que podríamos genéricamente ligar a las corrientes estéticas pop (10). En cualquier caso, aun en los programas más elaborados y complejos se traducen las limitaciones de un planteamiento que no va más allá de una reordenación entre el consumidor y las nuevas posibilidades de la producción. Las ideas sobre la cocina, el dormitorio, el mobiliario, o los nuevos materiales a los que el GATCPAC da pronta difusión a través del centro MIDVA (Mobles i Decoració per a la Vivenda Actual), no son en este sentido distintos de los grandes programas para el consumo social de la vivienda (Casa Bloc) o el ocio (Ciutat de Repós). Aunque es cierto que estas dos experiencias introducen una ¡dea de colectividad en la gestión y de reorganización en un sentido más global de sectores completos de la ciudad, hay en ellos, sin embargo, como factor más característico del cambio y la innovación, un hecho de diseño que racionaliza el producto y lo adecúa a un nuevo tipo de consumidor. Cuando examinamos los proyectos detallados realizados para la Ciutat de
Repós ¡ de Vacances, los campos de deportes, los hoteles, las residencias, los edificios públicos de todo tipo, tenemos la sensación de tener ante nosotros, en funcionamiento, unos repertorios de soluciones a la manera de los propuestos para la vivienda en los 2.° y 3.6r Congresos del CIAM. Parece que el nuevo paquete de soluciones funcionales haya sido multiplicado y exprimido hasta el máximo en sus tipos más característicos, y que el método de diseño racional haya dado, por las posibilidades que su mismo esquematismo le confiere, toda una adición de elementos cortados bajo un mismo patrón metodológico y, por supuesto, ideológico. 3. LA UTOPIA COMO LÍMITE El interés de la Ciutat del Repós i de Vacances, o su gemela en el Jarama es, desde el punto de vista de diseño, escaso. Los límites de un procedimiento que, ante cierta escala de los problemas, no tiene otro recurso que el de la reiteración de elementos inconexos, remite a un orden de problemas distinto. A un segundo nivel, los objetivos de la nueva arquitectura propuesta por A. C.-GATEPAC, son ya de otra índole. No son ya los que he intentado caracterizar como design, sino los de la planificación. Partiendo del sector de la edificación como campo específico, los arquitectos advierten los límites de la reorganización parcial de ciertas relaciones biunívocas entre producción y consumo. La complejidad del problema no es sólo dimensional, aunque también lo sea. Por el contrario, viene dada por la amplitud de previsiones. Evidentemente, hay una primera respuesta imprecisa que lleva a los arquitectos a un desplazamiento de su interés, por decirlo en términos convencionales, de la «arquitectura» al «urbanismo». Pero este cambio es más
que dimensional —de lo «micro» a lo «macro»—. Es también cualitativo. Supone, sobre todo, un cambio conceptual: la apertura a los sistemas globales de interrelación y de intercambio, como datos básicos a la hora de abordar el problema de la ciudad industrial en su conjunto. Nunca como ahora, la ciudad aparecerá como el término físico que traduce el campo total de la producción y la idea de planeamiento como el instrumento físico y sistemático de reestructuración global —no sectorial— de las actividades productivas. En el planteamiento del 3.er CIAM, con toda su larga gestación, en cuya elaboración el grupo español tiene un papel no despreciable y en cuyo desarrollo están presentes los nombres más descollantes de estos años, aparece lo que después se concretaría en el más conocido documento: la Carta de Atenas. Como posición, las diferencias respecto a lo que he querido caracterizar en el apartado anterior creo que son claras. La idea lineal de montaje —del elemento a la vivienda, de la vivienda al edificio, al barrio, a la ciudad— no excluye el que el término final —la ciudad como sistema de interrelación global— no sea explicable sólo por sus partes. Aunque éstas sean objeto de los detallados estudios de diseño en el nivel anterior, aquí aparecen con un marco operativo distinto. Pero, a medida que los instrumentos de análisis se perfilan y se inician los tanteos y las propuestas, aparece claro un desplazamiento del interés por las relaciones en detrimento de los elementos. No importa que ciertas propuestas sean formalmente muy precisas; pienso, por ejemplo, en el proyecto de Zuazo para la zona norte de Madrid (11). Más allá de la imagen dada por el diseño, el acento está en el control del proceso, en los instrumentos de propiedad, del suelo, de inversión pública, de gestión inmobiliaria, de rea-
11. Vid. A.C. n.° 2. También Arquitectura, Madrid, n.° 12, 1930, y Rafael Moneo, «Madrid: Los últimos veinticinco años». Información comercial española, n.° 402, Madrid, 1967.
12. Salvador Tarrago ha llevado hasta el extremo esta dimensión arquitectónica —secundaria a mi juicio— en su revisión del Pía Maciá, concretado en la propuesta del «Pía Torres Clavé», en 2C «Construcción de la ciudad», n.° 0, Barcelona, 1973. También «El Pía Maciá o la Nova Barcelona, 1931-1938» en Cuadernos de arquitectura y urbanismo, n.° 90, 1972.
13. Josep Lluís Sert. Rapport n.° 2 «Cas d'aplication: villes» 5 eme : Congrés de Paris: «Logis et Loisirs», Juin-Juillet 1937 (traducción castellana en Cuadernos de arquitectura y urbanismo, n.° 90, 1972).
14.
Josep Lluís Sert. Loe. cit.
15. Francesc Roca: «El GATEPAC y la crisis urbana de los años 30», en Cuadernos de arquitectura y urbanismo, n.° 90, 1972.
lización en el tiempo que ello supone. La ambigüedad aparece —y Le Corbusier es el gran culpable en la medida en que es el gran mixtificador— en los medios. Los arquitectos piensan en términos de planificación, pero se expresan en términos fundamentalmente morfológicos, cuasi proyectuales. El Pía Maciá, que es una idea de crecimiento sintetizando algunas operaciones de reorganización del uso del suelo en Barcelona, ha engañado por la pregnancia de su representación gráfica (12). Pero a mi juicio, la propuesta básica está en ciertas ideas de actuación y de organización de la escala metropolitana más que en una forma acabada macroarquitectónica. El pabellón español de la Exposición Internacional de París, con todo y sus dimensiones de edificio, tendría algo de metáfora de este distinto orden de atenciones. En la medida en que el proyecto de Sert y Lacasa habría reforzado una cierta desmaterialización de un edificio efímero por su construcción y por las mismas condiciones de durabilidad y habría acentuado su carácter de contenedor flexible, especialmente determinado por las previsiones de movilidad, accesibilidad y superposición de usos, reconoceríamos en este edificio no sólo la fluidez espacial programática desde los manifiestos neoplásticos, sino una atención primordial a la organización global del uso en un sentido abierto y comprensivo. Tal .vez no sea casual que, contemporáneamente, el mismo Sert plantee en el Congreso de París de 1937 una estrategia de reorganización urbana que exigiría una nueva economía urbana (13). Que la radical ¡dad de estas propuestas no tenga un correlato político claro, es lo que en el límite sigue haciendo ambigua la idea urbana a este nivel global. La introducción de todo un instrumental técnico para lograr «la armoniosa organización de la ciudad, de la sociedad» (14), no evita que
aparezca, por lo menos, como último resto del pensamiento utópico abierto a la utilización por parte de la estrategia del capital. Utopía, pues, como límite de un proceso que lleva la exigencia del plan por una imposible vía de incontaminación política. Arquitectura o revolución —según el famoso postulado de Le Corbusier— en sus condiciones más extremas. Que la audiencia obtenida por estas propuestas sea mayor o menor, no quita en nada el que sea esta postura ideológica la de aquellos «homes postergats» que muestran en sí mismos las contradicciones del intelectual burgués comprometido en diseñar, desde la oposición y desde la crítica, una utopía urbana todavía imposible (15). 4. DESTINO Y DISOLUCIÓN DE LA VANGUARDIA Las versiones clásicas de la historia del GATEPAC a las que me he referido líneas más arriba, tendían a explicar su fin de una manera trágica. En síntesis, según estas versiones, el fin de la vanguardia arquitectónica habría que cargarlo en el saldo negativo de la Guerra Civil española. Más todavía: la derrota política de las fuerzas republicanas, en un sentido amplio, había comportado también la liquidación de las fuerzas de vanguardia. Vanguardia política y vanguardia artística habrían corrido una misma suerte. El exilio, la muerte física, la marginación de las personas parecería abundar de un modo visible en este tipo de explicación. Pues bien, quisiera en este último apartado discutir esta interpretación, que casi podría llamarse «oficial» y que tanto éxito ha tenido a lo largo y a lo ancho de una cierta cultura «de oposición»; por supuesto, la misma que ha contribuido en gran manera a la mitificación del GATEPAC. Si nos atenemos a los hechos, éstos nos muestran lo siguiente: la disolu-
G.A.T.E.P.A.C.: Vanguardia arquitectónica
y cambio
político
ción del GATEPAC no se produce con la derrota republicana en la Guerra Civil, sino ya antes. Concretamente a comienzos de la guerra. Recordemos, en primer lugar, que de los tres grupos que convergen en el momento fundacional en la ya mencionada reunión de Zaragoza en 1930 al cabo de los años, el único que mantiene un funcionamiento como tal es el Grupo Este, es decir, el grupo catalán del GATEPAC. Con la guerra, la separación de los tres grupos es ya un hecho, no tanto motivado por estos acontecimientos, sino que se ha ido produciendo en los años inmediatos anteriores. Esto es así de tal modo, que, en realidad, los últimos pasos de la historia del GATEPAC a partir de julio de 1936, hay que buscarlos un poco en algunos arquitectos madrileños (16) y el resto en lo que sucede en Catalunya, en el momento en que el Frente Popular desencadena una situación revolucionaria, que, paralelamente a la guerra, de sarrolla en profundidad un proyecto de organización colectivista de la vida social (17). Inexplicablemente, al tratar de estos temas arquitectónicos se cargan las tintas en la situación de guerra, olvidando casi por completo la revolución y los primeros pasos durante treinta meses de implantación de un nuevo orden, en el que los arquitectos del GATEPAC, que mantienen su adhesión al bando republicano y que no se han exiliado más o menos voluntariamente, tienen una participación. La situación en Madrid es, en este sentido, bastante distinta. El hecho de tener el frente de batalla a unos pocos kilómetros priva sobre cualquier otra cosa, y las acciones que vemos profnover están muy directamente ligadas a ello. En Catalunya, en cambio, las reformas que se acometen son de mayor envergadura. Dentro de la política colectivista implantada por la Generalitat de Catalunya, uno de los sectores en el que el cambio fue planteado más globalmen-
te fue en el de la industria de la construcción. La organización de las empresas o unidades de producción en Agrupaments sancionados por el Consell d'Economia era una forma de concentración, a fin de someterlas a una dirección unificada que posibilitase en el límite una planificación. Hay que notar que en este Grupo VI en el que se encuadra toda la producción ligada a la construcción, fue incorporado orgánicamente el Sindicat d'Arquitectes de Catalunya, nueva organización profesional surgida en sustitución del Colegio y la Asociación de épocas anteriores (18). Esto supone la sustitución de una organización liberal del ejercicio profesional por procedimientos de sindicación única que coordina todos los campos de actividad, tanto en el de proyectos como en el de las empresas constructoras y en el de la enseñanza (19). AI mismo tiempo, como inicial medida de política urbana, se promulga el Decret de Municipalització de la Propietat Urbana, en el que se plantean las líneas de una política del suelo, de la vivienda y de las relaciones laborales y financieras entre la industria de la construcción y los restantes sectores productivos (20). En el diagnóstico de la situación que se señala en torno a estas cuestiones se destacan, entre otros, los problemas de reforma interior y saneamiento, y la infradotación de edificios y servicios públicos (21). Ante estos hechos, que revolucionan en su planteamiento el estatuto mismo de la vanguardia arquitectónica, creo que hay que plantear algunas cuestiones. En primer lugar, qué tiene que ver esta política con el GATEPAC. No podemos decir que el grupo sea ajeno a cuanto sucede a su alrededor, cuanto menos hay que señalar dos actitudes. La de quienes ante la nueva situación optan por desentenderse de ella, evadiéndose más o menos explícitamente, o la de quienes se incorpo-
27 16. Vid. p. ej. los trabajos planteados por el Comité de Reforma, Reconstrucción y Saneamiento de Madrid, en 1937-1938, o los trabajos de desarrollo del Plan de Extensión de Madrid por las Oficinas Municipales.
17. Albert Pérez-Baró: 30 meses de colectivismo en Cataluña. Editorial Ariel, Barcelona. 1974. También: Josep M.a Bricall: Política económica de la Generalitat. Edicions 62, Barcelona, 1970.
18. Francesc Roca: «El Decret de municipalització de la propietat urbana de l'11 de juny del 1937 i la "nova economía urbana"» en Recerques, n.° 2, 1972. También el artículo «L'Agrupament collectiu de la Construcció de Barcelona» en Arquitectura i Urbanisme, n." 19, agost de 1937.
19. Vid. «L'ensenyament professional» y «Pía d'Estudis d'Arquitectura» en Arquitectura i Urbanisme, n.° 18, juny de 1937.
20. Joan Grijalbo i Francesc Fábregas: Municipaützació de la propietat urbana. Barcelona, Edicions Ugt, 1937.
21. Es sintomático que en el último número de A.C., junto con la declaración «És el moment» se plantee como proyecto de reforma del Distrito V, el elaborado hacia el 33-34, pero distinto del propuesto por Le Corbusier para el Pía Macla.
22. Vid. el planteo programático de la nueva organización profesional en el editorial del n.° 14 de Arquitectura i Urbanisme, que apa-
rece ya como órgano del Sindicat d'Arquitectes, en octubre de 1936.
23. Acuerdo del «Institut contra l'atur forcós», publicado por la Generalitat el 13-VIII-36, apud. J. M.a Bricall, op. cit, p. 91.
24. Vid. «Rapport des Groupes CIAM pour la reunión du CIRPAC au Chateau de la Sarraz du 9-11. Septembre 1936», ejemplar ciclostilado de circulación interna.
25. Francesco Dal Co: «Futurismo y vanguardia en la ideología de la arquitectura soviética de los años veinte» en De la vanguardia a la metrópoli. Crítica radical a la Arquitectura.
Barcelona, Editorial Gustavo Gili, S. A., 1972.
ran al nuevo cuadro de exigencias. En el caso de estos últimos, queda claro que la evolución de la profesión y del sector productivo de la construcción, obliga al olvido de muchos de los temas y proyectos propios del período anterior. Advirtamos, por ejemplo, que la demanda del nuevo orden social plantea un tipo de cuestiones distintas a las imaginadas poco tiempo antes. Efectivamente, los temas fundamentales desde un punto de vista profesional serán el de construcciones escolares mediante proyectos de readaptación de edificios ya existentes, la política de saneamiento del casco antiguo de Barcelona y la enseñanza de la Arquitectura según el nuevo plan de estudios (22). De las obras de vanguardia planteadas en el período anterior, sólo hay un acuerdo de terminar la Casa Bloc en función de necesidades de absorción del paro, aunque hay que notar que, desde un punto de vista económico, no se trataba sino de una operación de pequeñas dimensiones (23). Nada se dice, en cambio, del Pía Maciá, por citar una operación de gran alcance. En este sentido puede ser sintomático el rapport que Torres Clavé —sin duda el hombre que más decididamente comprende el cambio de exigencias en la nueva situación— expone en una reunión del CIBPAC, en el Castillo de la Sarraz, en septiembre de 1936. La constitución del Sindicato de Arquitectos, la reorganización de la Escuela de Arquitectura y el control sindical de los organismos públicos como futuros promotores centralizados de construcción y planeamiento, son los grandes e importantes acontecimientos que da a conocer en esta reunión (24). La poca resonancia posterior de esta intervención ante aquella audiencia internacional, da la medida del divorcio entre unos y otros, como la diera unos años antes la situación soviética. Lo que podemos constatar es que, en la dinámica de los acontecimientos, dejan de tener sentido ciertos plantea-
mientos a medida que la realidad concreta impone una nueva situación. Hablar, pues, de derrota o de trágica desaparición del GATEPAC sólo puede tener sentido desde una nostalgia difícilmente sostenible. En realidad, lo que está en juego es el destino mismo de la vanguardia atrapada en sus contradicciones. Si la situación política en Catalunya llevó por su propio proceso a la disolución del GATEPAC, tal vez esta exigencia estaba en lo más válido de sus puntos de partida. Si por la transformación de la profesión y del mercado de trabajo del arquitecto se volatilizan las posibilidades de ciertos planteamientos utópicos o reformistas, no se trata de revisar la realidad, sino aquellos planteamientos. El fin del GATEPAC hay que leerlo, pues, más desde una dinámica del cambio que como un fracaso o una derrota en manos de un vaporoso enemigo. Llegados a este punto enlazamos con el planteamiento hecho al comienzo: es decir, el significado de una experiencia típicamente vanguardista, como la que nos muestra la colección de la revista A. C, primero en un contexto de democracia burguesa, después en una difícil y apurada experiencia revolucionaria. Se hace así patente la contradicción en la que la vanguardia, se debate. Podríamos establecer más de un punto de semejanza entre esta experiencia nuestra y la de los grupos constructivistas rusos a medida que se afianza la planificación del socialismo en aquel país (25). La conclusión —creo— no es simplemente negativa. De lo que se trata es de poner de manifiesto el funcionamiento de una ideología arquitectónica enfrentada a una realidad concreta. La mixtificación que sobre la realidad ejerce todo propósito arquitectónico puede ser inevitable. Ejercitar su crítica es, sin duda, una exigencia. Ignasi de Solá-Morales Rubio