Hora de España / Francisco Caudet Roca

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HORA DE ESPANA Y EL MONO AZUL 1. Hora de España fue fundada en Valencia a fines de 1936 - e l primer número salid en enero del treinta y s i e t e , por un grupo de j6venes escritores y artistas que desde un principio hicieron de redactores: Rafael Dieste, Antonio Sánchez Barbudo, Ram6n Gaya y Juan Gil-Albert. A mediados de 1937, se unieron a ellos en la redacci-n Marfa Zambrano y Arturo Serrano Plaja, quienes tuvieron igualmente un papel de importancia en la marcha de la revista y el no haber tomado parte en su fundaci6n fue debido a estar ausentes de Valencia por aquellas fechas en que fue creada. Eran todos ellos, al estallar la guerra, escritores en ciernes y la revista empez6 a darles renombre y un inequívoco aire de madurez y definida personalidad, a la vez que -y debido a ello- se les empe.4 a asociar con el concepto, por vago que fuera, que de Hora de España se tenía. As', con el tiempo, iban a ser conocidos bajo el rdtulo: el agrupo de Hora de España*.

A mds de los del çgrupow, que hacian de redactores y uno de entre ellos las veces de secretario, había un çConsejo de Colaboraci6n~,de cuya n6mina se daba larelaci6n en la pdgina final de cada número. La mayoría de ellos, procedentes de Madrid, residían en la Casa de la Cultura, en Valencia, adonde habfan sido evacuados en noviembre del treinta y seis, siguiendo la suerte del gobierno de la RepSblica, Con sus colaboraciones 1. Francisco Caudet, ed., Hora de España (Antologfa), Tumer, Madrid, 1975, pp. 9-25 (9-12, 15, 23-25). 11. Michel Garcfa, uEl Mono azul^, en Marc Hanrez, cd., Los escritores y la guerra de España, Monte Avila, Barcelona, 1977, pp. 226-233 (226-227, 7<1.7Ç'>


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LA LITERATURA EN LA GUERRA CIVIL

y escritos, o por el mero hecho de figurar como uconsejeros~,avalaban la revista, en cuanto eran figuras en extremo representativas de la intelectualidad del país: profesores, investigadores, escritores, músicos, artistas, Rephrns~en que, a modo de ejemplo, llegaron a formar parte et~gte:,~ del consejo^: Antonio Machado, Le6n Felipe, Josd Moreno Villa, Jos6 Berprnfn Angel Ferrant, Tomhs Navarro Tomhs, Alberto, Rodolfo Halffter, J o d Gaos, Pedro Bosch Gimpera, Joaquín Xirau, Caries Riba, etcdtera. Hora de España llevaba los subtitulos, que intentaban describirla: Revista mensual; Ensayos. Poda. Critica; Al Servicio de la Causa Popular. Su formato ( 2 4 x 16,50) no cambió a lo largo de sus veintitrds números, ni el tipo de letras, como tampoco la andadura, el çprop6sito~ en el número uno, de modo que hubo una continuidad tanto en el fondo como en la forma. Manuel Altolaguirre fue el encargado de la parte tipogrhfica, tan acertada; Ram6n Gaya de ilustrarla con sus inteligentes viñetas . y dibujos, siempre muy a punto. [ .1

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Fue Hora de Espaiía producto de la coyuntura hist6rica y a esa altura quiso estar. El sobrevenir de la guerra detuvo bruscamente el desarrollo normal de la vida cultural que, en los años de la República, se encontraba en un punto culminante dentro de la curva ascendente iniciada unos tres decenios antes, con la generación del 98. [ ...] Ahora bien, pasados los primeros meses de la guerra fue posible ya comenzar a pensar en la necesidad de ofrecer a los intelectuales otros çniveles~también de expresi6n y de dar muestra de su compromiso. Muchos creyeron que era preciso dar continuidad a la obra de cultura detenida y que los cleros, mayores y j-venes, pudieran seguir produciendo, publicando, dando a sus escritos un tono menos instantdneo, combatiente, en cuanto el porvenir merecía igualmente su debida tasa de atención. Urgía, en definitiva, improvisar un clima de convivencia entre distintas generaciones y que posibles diferencias de credo político o matiz est6tico fueran superadas. Ello redundaría a la larga en beneficio de la cultura y podria en la medida de lo posible reparar el atroz efecto que tuvo para 6sta la guerra, suspendidas diversas revistas y publicaciones. [Este empeño dio origen precisamente a Hora de España, como luego a Madrid (Cuadernos de la Casa de la Cultura) y a MSsica, e incluso a la segunda 6poca de Nueva Cultura.] No se niega importancia o valor a publicaciones de otro atono*, ya que por lo demtís, los mismos cofundadores de Hora de España, los j6venes redactores, al igual que muchos de los colaboradores


(a más de aquellos que figuraban en el çconsejo~),habían tomado parte activa y decisiva, y seguían haciéndolo, en la creación de revistas o periódicos con otras metas, a otro çnivel~,más combatientes, como El Mono Azul y otras hojas volanderas. El supuesto elitismo o intelectualismo latente en el çpropósito~puede llamar a engaño hoy, pero no lo hacía prácticamente entonces. Es menester reiterar que Hora de España buscaba la participación de la intelligentsia del país a un univel~determinado, teniéndose plena conciencia de la gravedad del momento histórico y que se podía estar a su altura y servicio -repetimosa diversos çnivelesn que ni se excluían ni estaban en contradicción. En consecuencia, conforme con el espíritu que la motivó, esto es, ser vehículo de expresi6n de la çvida intelectual o de creación artística en medio del conflicto ...È, sus páginas estuvieron abiertas a escritores y artistas republicanos y de izquierdas -o simplemente simpatizantes- que mantenían una actitud compartida ante la cultura, prevaleciendo el sentimiento de responsabilidad y compromiso sobre todo sectarismo. 11. En el índice de El Mono Azul se halla lo más valioso del elenco de escritores con que cuenta la España republicana, desde los más ilustres a otros menos conocidos. De todos modos, los responsables de El Mono Azul y sus amigos han intentado manifestar, de forma patente, la firme voluntad de los escritores antifascistas de haliarse junto al pueblo, probando así que no necesariamente el intelectual es solidario del poseedor. [...1 Diario concebido para el pueblo y en colaboración con él, El Mono Azul hallará su máxima eficacia cuando utilice la expresión más apropiada al combate, por ser ésta la más popular: la del romance. Estos poemas en octosíiabos asonantes que son un vestigio de la vieja tradición épica castellana realizan una especie de milagro; permiten al hombre del pueblo español, para el que son la forma poética más familiar y más espontánea, contribuir a la cultura nacional, con e1 mismo título que el hombre de letras y su público privilegiado. En la medida en que participa de una cultura antigua y moderna a la vez, popular y culta, el romance es un factor de desalienación del pueblo y un factor de unidad nacional.

Más de la mitad de los poemas que publica El Mono Azul (aproximadamente unos setenta) son romances y constituyen el Romancero de la guerra civil que ocupa, él solo, las dos páginas centrales de los once pri-


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