AC: la restitución de la libertad: una revista programática por Xavier Montanyà

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Cuando se debate sobre la ‘vivienda mínima’ a menudo se cae en el simplismo argumental y la amnesia histórica. Pero parece un buen momento para acudir a Josep Lluís Sert, que ya en los años treinta realizó propuestas urbanísticas que conjugaban tradición y modernidad, rigor y belleza, y una apuesta comprometida por la vivienda social. ¿Nos dice algo?

Sert, lecciones de urbanismo MARIA RUBERT

Sert. Mig segle d'arquitectura, 1928-1979 FUNDACIÓ JOAN MIRÓ BARCELONA

Hasta el 12 de junio www.bcn.fjmiro.es

a exposición dedicada a Josep Lluís Sert que Jaume Freixa y Josep M. Rovira han proyectado en la Fundació Joan Miró de Barcelona ofrece una oportunidad para conocer –a través de sus croquis, maquetas, escritos y fotografías– la evolución de su arquitectura, las constantes de su producción, su discurso urbano. Comprobamos cómo la vivienda social es el eje de su trabajo desde los años treinta en Barcelona hasta sus últimos conjuntos de vivienda en América; y cómo la experimentación está en el origen de sus proyectos de mayor compromiso urbano. Una exposición oportuna que se presenta en el museo construido por Sert, en un momento en que el debate sobre la vivienda mínima ocupa un lugar central. Para una vivienda, tan importante como su organización interna es la estructura urbana donde se inserta. Las condiciones de una casa en la ciudad dependen, en parte de las formas de la agrupación (bloques de pisos, casas en hilera, casas unifamiliares dispersas, manzanas renovadas, por citar modelos próximos), en parte de las condiciones y servicios que ofrece el contexto urbano. Una vivienda mínima es posible en la medida en que algunos usos se hagan pú-

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Un hábitat mínimo requiere una ciudad con servicios máximos; esa es una de las lecciones de Sert

A la izquierda, detalle de una fachada de Peabody Terrace, complejo de apartamentos en la Universidad de Harvard. A la derecha, Sert fotografiado por Català-Roca

blicos o comunitarios: el comedor compartido o la lavandería son el contrapunto a la plaza y el parque. La sala de estar puede extenderse hacia la calle o hacia un patio, del mismo modo que su cocina o el comedor son el bar de la esquina o el banco mancomunado. Un hábitat mínimo requiere una ciudad que ofrezca servicios máximos. Esa es una de las lecciones que derivan de la arquitectura y el urbanismo de Sert. “Hacer una casa sin una visión urbanística es un error, hoy ya imposible”, sentencia en una entrevista publicada en Serra d'or en los años 70. Observamos que en sus proyectos los espacios comunes, a cada escala, son los

relevantes: el doble espacio en las viviendas de la calle Muntaner, los porches en las casitas del Garraf, la terrazacorredor del Grupo de viviendas obreras en Torres i Bages (Casa Bloc), el jardín anterior de las casas obreras de Sant Andreu, la vasta sala en su casa de Locust Valley, el escalado de patios en sus proyectos para Chimbote o Medellin, los tres patios de su casa de Cambridge, los vestíbulos y porches en los conjuntos americanos. Descubrimos que son a menudo esos espacios exteriores –patios, terrazas, balcones, verandas, corredores, vacíos– tan o más importantes que los espacios cerrados y protegidos de las inclemencias climáticas. Es ahí donde se produce la vida comunitaria, donde la vivienda mínima encuentra lugar para expandirse.

Tres aportaciones Tres proyectos de vivienda resumen, de algún modo, su aportación fundamental al urbanismo y a la arquitectura del siglo XX: la Casa Bloc como prototipo de manzana urbana en Barcelona, la propuesta de casa patio para ciudades latinoamericanas y sus edificios en manzanas escalonadas para conjuntos de alta densidad en Estados Unidos: 1. El compromiso de Sert con la transformación urbanística de Barcelona en el periodo republicano es el motor que impulsa sus primeras obras y proyectos con Josep Torres Clavé y el grupo del GATCPAC (Grupo de Arquitectos y Técnicos Catalanes para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea). La Casa Bloc (1933), primer conjunto de vivienda social promovido por la Generalitat republicana, (200 viviendas duplex de 36+36 m2, con biblioteca, club, parvulario, locales sociales y talleres) se postulaba como el patrón para iniciar la transformación radical de zonas del Eixample no central. Es de hecho una alternativa a la manzana cerrada, con un bloque en forma de greca, donde los edificios se separan y crean espacios más apropiados para organizar jardines comunes y equipamientos, sin alterar el orden de las calles. Una experiencia que marca definitivamente su trabajo posterior. 2. El trabajo desarrollado en América Latina en los años 50 propone el tejido de casas patio como la solución al pro-


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