Ejercicios de memoria entre el Museo y la Facultad

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ISBN 978-987-702-261-2


Ejercicios de memoria entre el museo y la facultad. Volumen 1 / Paula Canelo ... [et al.] ; compilado por Viviana Nardoni ; Alicia Megías ; Marco Iazzetta. - 1a ed . - Rosario : UNR Editora. Editorial de la Universidad Nacional de Rosario, 2018. Libro digital, PDF Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-702-261-2 1. Sociología. 2. Museología. I. Canelo, Paula II. Nardoni, Viviana , comp. III. Megías, Alicia, comp. IV. Iazzetta, Marco, comp. CDD 301.01

DISEÑO DE TAPA, EDITORIAL Y DIAGRAMACIÓN Eugenia Reboiro eugenia.reboiro@yahoo.com.ar


ÍNDICE INTRODUCCIÓN Alicia Megías y Marco Iazzetta

4 CUÁNTO AVANZAMOS EN EL CONOCIMIENTO DE NUESTRO PASADO RECIENTE (Y POR QUÉ CORREMOS EL RIESGO DE DEJAR DE HACERLO) Paula Canelo

7 PROCESOS SOCIALES DE BÚSQUEDA DE VERDAD Y LUCHA CONTRA LA IMPUNIDAD. EXPERIENCIAS SIGNIFICATIVAS María Fabiana Elcarte y Lucas Massuco

26 LUCHAS DE MEMORIAS POSTDICTATORIALES EN ROSARIO: LOS CASOS DEL MUSEO DE LA MEMORIA Y EL SERVICIO DE INFORMACIONES DE LA POLICÍA DE LA PROVINCIA DE SANTA FE María Antonela Pierotti

42 JUSTICIA, MEMORIA Y OLVIDO EN LA CONSTRUCCIÓN DEMOCRÁTICA. REFLEXIONES SOBRE LOS CASOS DE LA ALEMANIA DE POSGUERRA Y LA ARGENTINA POST DICTATORIAL Valentina Quiroga

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INTRODUCCIÓN

EXPERIENCIAS

Hace ya mucho tiempo que las Ciencias Sociales aspiran a generar escenarios de estudio y reflexión interdisciplinarios e interinstitucionales, donde se crucen diferentes miradas y lógicas de conocimiento. El objetivo de este proyecto que se inició espontáneamente hace algún tiempo es, precisamente, ese: generar intercambios y materializar experiencias conjuntas entre el Museo de la Memoria y la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario. La presente compilación titulada “Ejercicios de Memoria entre el Museo y la Facultad”, recupera algunos de los resultados de las actividades de extensión, docencia e investigación que, en los últimos años, vienen desarrollando en conjunto el Museo, bajo la dirección de Viviana Nardoni y la Facultad, a través de Cintia Pinillos, responsable de la Secretaría de Planificación y Gestión Institucional. En este primer volumen se incluyen sólo algunas de las experiencias de trabajo conjunto entre el Museo de la Memoria de Rosario y la Facultad de Ciencia Política y RR.II de la UNR. Por un lado, las presentaciones de Paula Canelo y María Fabiana Elcarte en el Panel Especial “A 40 años del golpe en Argentina”, realizado en el marco del XII Congreso Nacional y V Internacional Sobre Democracia, “La Democracia por venir. Elecciones, nuevos sujetos políticos, desigualdades, globalización”, en septiembre del 2016, actividad en la que también participaron César Tcach y Hugo Quiroga como panelistas y Mónica Billoni,

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como coordinadora. Por otro lado, dos artículos que resumen tesinas de grado en Ciencia Política: una de Antonela Pierotti1 y otra de Valentina Quiroga2. La nómina de las tareas que han compartido ambas instituciones, se completa con tesinas, artículos, cursos, conferencias, convenios de investigación y pasantías que confiamos publicar en próximas compilaciones que, como ésta, pretenderán contribuir al conocimiento y la reflexión sobre temas y preocupaciones comunes a ambas instituciones: una, impartiendo y generando conocimiento y otra, preservando memoria. Entre todas esas actividades hay una que, aunque constituye probablemente el más sencillo y concreto ejemplo de la relación entre la Facultad y el Museo, resulta difícil comunicar: las visitas que los alumnos de la Facultad –hace ya muchos años y afortunadamente, casi todos ellos nacidos en democracia- realizan al Museo. Los jóvenes estudiantes llegan a esa visita en la mitad de su carrera, con un bagaje de lecturas teóricas y conocimientos fácticos sobre la política, la sociología, la economía y la historia. Esto es, no desconocen en absoluto los problemas políticos e ideológicos que atravesó el país; sin embargo y a pesar de ese conocimiento previo, se conmueven, porque esos recorridos también refieren directamente a lo sensible, a las percepciones y a las emociones. Se trata de una experiencia de fuertes contrastes: los alumnos se enfrentan con las sórdidas y descarnadas evidencias del terrorismo de Estado en Argentina, pero lo hacen a través de una propuesta estética y con un lenguaje narrativo y plástico refinado que va más allá de la simple información o de la evocación de un conjunto de acontecimientos dolorosos que atravesaron la sociedad argentina en un pasado que, para esos jóvenes, suele ser bastante lejano. En efecto, aunque transmite los rasgos más fuertes del horror de los tiempos de dictadura, el Museo no se presenta al público como un espacio grave y solemne. Al contrario, los estudiantes pueden interactuar con muchos de los objetos y los documentos exhibidos, pueden acceder a la biblioteca y a los archivos... Entonces, el Museo no aparece como una simple evocación del pasado, ni como la reconstrucción de un período particular; se presenta como un espacio de estudio y reflexión en el cual comienzan a sentirse capaces de intervenir.

1. Tesina fue dirigida por la Prof. Alicia Megías 2. Tesina fue dirigida por la Prof. Natacha Bacolla

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Algunos así lo hicieron y lo siguen haciendo. Varios de los alumnos de la Facultad se convirtieron en guías del Museo; otros hicieron sus primeras experiencias profesionales en pasantías de investigación o en la redacción de sus tesinas finales de carrera. Esas voces de los jóvenes estudiantes, las de los docentes de la Facultad y las de los investigadores del Museo, son las que este proyecto buscar recuperar y publicar en ésta y en futuras compilaciones.

Alicia Megías y Marco Iazzetta

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CUÁNTO AVANZAMOS EN EL CONOCIMIENTO DE NUESTRO PASADO RECIENTE (Y POR QUÉ CORREMOS EL RIESGO DE DEJAR DE HACERLO) * Paula Canelo (CONICET-UNSAM-UBA)

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CUÁNTO AVANZAMOS EN EL CONOCIMIENTO DE NUESTRO PASADO RECIENTE (Y POR QUÉ CORREMOS EL RIESGO DE DEJAR DE HACERLO) Paula Canelo (CONICET-UNSAM-UBA)

1. INTRODUCCIÓN

Desde su asunción, en diciembre de 2015, el gobierno de la alianza Cambiemos que llevó a Mauricio Macri a la Presidencia de la Nación desplegó un conjunto de políticas públicas orientadas, en su mayor parte a revertir la orientación general de los gobiernos kirchneristas. En un breve lapso de tiempo, la sociedad argentina fue objeto de un amplio conjunto de medidas políticas, económicas y sociales regresivas que, de mantenerse, auguran la consolidación de un modelo de sociedad excluyente. Más aún, como afirmamos en otro trabajo1, en determinados planos de política el actual gobierno muestra su decidida intención de ir más allá que de una mera reorientación de las políticas de sus predecesores. En el plano de las políticas de memoria y de derechos humanos, por ejemplo, su propósito hasta el momento es cuestionar y vulnerar los consensos fundamentales construidos durante más de tres décadas, que constituyen los pilares básicos sobre los que se fundó la democracia argentina desde principios de los años ochenta. En particular, nos referimos al amplio consenso social constituido por las memorias sobre el terror de Estado, que afirman la legitimidad de la defensa de los derechos humanos y sus consignas, y la de las políticas de judicialización de los crímenes de lesa humanidad cometidos por las Fuerzas Armadas, de seguridad y sus aliados civiles durante la última dictadura. Para ello, el gobierno ha desplegado numerosos frentes, abriéndole la puerta a posturas negacionistas de variado tipo, encarnadas en actores portadores de memorias antagónicas a las hegemónicas, en muchos casos protagonistas y defensores del terrorismo de Estado y de la violación de los derechos humanos.

* El presente capítulo es una versión revisada de mi exposición en el Panel Especial “A 40 años del golpe en la

Argentina”, junto a Hugo Quiroga, César Tcach y María Fabiana Elcarte, en el marco del XII Congreso Nacional y V Congreso Internacional sobre Democracia. Agradezco a la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la UNR y al Museo de la Memoria de Rosario por la invitación a participar de esta obra colectiva. También al ex juez Carlos Rozanski por los comentarios realizados a una versión preliminar de este trabajo (Canelo, 2016 b) en el marco de la presentación del libro De militares y empresarios a políticos y CEOs (FCSUBA, abril de 2016), y a Daniela Slipak, Darío Rubinstein y Martín Vicente por sus recomendaciones temáticas y bibliográficas. 1. Canelo (2016 b).

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Apenas asumido, el gobierno de Macri avanzó con la desestructuración, vía despidos y reorganizaciones, de los cuadros de gestión de numerosos organismos vinculados con las políticas de memoria. En este plano vale citar la desarticulación del Grupo Especializado de Asistencia Judicial (GEAJ) que, en el ámbito del Ministerio de Seguridad de la Nación, colaboraba con Abuelas de Plaza de Mayo en la extracción de muestras de ADN por vía judicial, lo que permitía la identificación de los nietos apropiados; o el desarme de la Subgerencia de Promoción de los derechos humanos del Banco Central de la República Argentina, dedicada a analizar documentación producida por la entidad durante la dictadura. Pocas semanas después de asumir, el Secretario de Derechos Humanos de la Nación Claudio Avruj recibió al Centro de Estudios Legales sobre el terrorismo y sus Víctimas (CELTyV), una organización procesista, defensora de la teoría de los dos demonios; mientras que el presidente Macri demoró más de dos meses para recibir a los organismos de derechos humanos. El gobierno encaró además un persistente cuestionamiento público del número de desaparecidos. El entonces Ministro de Cultura porteño, Darío Lopérfido, afirmó que los treinta mil desaparecidos por el terrorismo de Estado eran “una mentira…arreglada en una mesa cerrada para conseguir subsidios”2. Poco después, Macri conceptualizó al terrorismo de Estado como una “guerra sucia” y agregó, sobre la controversia planteada por Lopérfido: “No tengo idea. Es un debate en el que no voy a entrar. No sé si fueron nueve mil o treinta mil, si son los que están anotados en un muro o muchos más. La guerra sucia fue una horrible tragedia, lo peor que nos pasó en nuestra historia y no pasa por un número”3. Ya en 2017, Macri fue apoyado por el ex carapintada Juan José Gómez Centurión, designado director de la Aduana y su estrecho colaborador, quien también negó los treinta mil desaparecidos y la existencia de un plan sistemático de exterminio de opositores durante la dictadura. En el aniversario del 24 de marzo (que el presidente intentó infructuosamente transformar en feriado móvil), un conjunto de diputados oficialistas difundió una foto grupal portando carteles que sostenían “Los derechos humanos no tienen dueño” y “Nunca más a los negocios con los derechos humanos”4. Estas estratégicas señales se daban en un contexto general de obstrucción y deslegitimación de la política de judicialización que había sido promovida por distintos gobiernos de2. Página/12, 27 de enero de 2016. 3. La Capital, 11 de agosto de 2016. 4. Apoyamos parte de esta reconstrucción de hechos en “El camino a la impunidad”, especial de Tiempo Argentino, 7 de mayo de 2017, pág. 4.

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mocráticos desde 1983: varios tribunales le otorgaban el beneficio de la prisión domiciliaria a represores paradigmáticos, el diario La Nación cuestionaba los procesos de justicia desde sus influyentes editoriales, y organizaciones de abogados denunciaban graves demoras en los juicios de lesa humanidad5. Este sendero de impunidad creciente confluyó en el llamado “fallo del 2x1” por el cual la Corte Suprema de Justicia de la Nación benefició al represor condenado Luis Muiña con una contundente reducción de pena, habilitando así futuros pedidos, calculados en unos 750. El fallo fue cuestionado por una movilización histórica y multitudinaria a la Plaza de Mayo, la primera realizada en repudio a una decisión del máximo tribunal argentino, obligando al Poder Ejecutivo a distanciarse públicamente de la medida. A 18 meses de gobierno, es evidente que el gobierno de Mauricio Macri busca quebrar la legitimidad que tuvieron, desde al menos 1983 y para la mayoría de la sociedad argentina, la defensa de los derechos humanos y sus consignas, y la judicialización de los crímenes cometidos durante el terror de Estado. Viola así dos pilares fundamentales que en el caso argentino, a diferencia de otros países latinoamericanos, apuntalaron y reconstituyeron, vía juicio y castigo de los crímenes contra la humanidad, el pacto social básico quebrado por la traumática experiencia del terror de Estado, instituyendo una interpretación compartida sobre nuestro pasado reciente. En otro trabajo mostramos la importancia que esta interpretación compartida, esta memoria social sobre nuestro pasado reciente tuvo sobre la constitución, a lo largo de varias décadas, de lo que llamaremos una agenda académica de estudios e investigaciones sobre nuestro pasado reciente. También mostramos que el impulso otorgado por los gobiernos kirchneristas a las llamadas, en términos muy amplios, “políticas de la memoria”, a la judicialización de los crímenes y a la incorporación de la agenda de los derechos humanos en la agenda político-gubernamental, fue fundamental para consolidar un rico, heterogéneo y pujante campo de estudios sobre estos temas (Canelo, 2016 a). En el marco de transformaciones que impulsa actualmente el gobierno de Cambiemos, nos preguntamos de qué forma las mismas impactarán en esta agenda académica, en lo que sabemos, lo que investigamos y lo que enseñamos y aprendemos sobre ese pasado. Entre otras cuestiones, ¿podrán estas políticas negacionistas erosionar la potencia de este campo de estudios sobre nuestro pasado reciente?

5. Sobre este panorama, consultar Ludueña y Bertoia (2016).

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En este trabajo le proponemos al lector recorrer los que reconocemos como tres ciclos diferenciados de producción académica sobre el pasado reciente argentino, especialmente sobre la última dictadura militar, ciclos que se sucedieron entre la postdictadura y la actualidad. Este recorrido no podrá ser más que un balance general, más impresionista que exhaustivo, que inevitablemente reconocerá omisiones. Algunas preguntas generales que nos guiarán en tamaña empresa serán, por ejemplo, ¿qué sabemos y qué investigamos sobre nuestro pasado reciente, y especialmente sobre la última dictadura militar? ¿Es posible hablar de la constitución de una agenda o de un campo relativamente autónomo de estudios sobre dictadura? ¿Podemos identificar ciclos, regularidades, tendencias en el mismo entre principios de los años ochenta y la actualidad? Más puntualmente, ¿cuáles fueron los motivos (históricos, políticos, propios del campo académico, etc.) que jerarquizaron estos temas y desplazaron a otros posibles durante este extenso período? ¿Cuál fue el desempeño relativo de las disciplinas sociales y humanas, como la ciencia política, la sociología, la economía, la historia, la antropología, en la constitución de ese campo? Especialmente, ¿qué vínculo mantuvieron estas agendas académicas con las agendas político-gubernamentales que se sucedieron durante las últimas tres décadas?

2. EL PRISMA FUNDANTE. LOS AÑOS OCHENTA

Si los años de la transición a la democracia marcan un momento fundacional de la historia argentina posterior, también lo fueron para la reflexión futura sobre la dictadura militar. Los años de Alfonsín (1983-1989) inauguraron una conjunción clave en la reflexión posterior sobre la dictadura. Por un lado, una agenda político-gubernamental convulsionada por problemas percibidos como decisivos para el futuro de los argentinos; por otro lado, un campo académico-científico escasamente profesionalizado aún, y muy castigado por la represión de las dictaduras latinoamericanas. Así, la reflexión sobre la dictadura, y los temas y perspectivas que comenzarán a ser jerarquizados en la agenda, estarán muy determinados por los problemas políticos “graves” del momento, y por las urgencias de la agenda político-gubernamental.

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Recordemos que, en la convulsionada agenda del gobierno alfonsinista, resultaba urgente resolver los que por entonces eran percibidos como los principales “legados” o “herencias” de la dictadura. Muy especialmente, la necesidad de encontrar una fórmula posible de castigo para las aberraciones cometidas por las Fuerzas Armadas, de seguridad y sus aliados civiles durante el terror de Estado, recomponiendo la erosionada legitimidad de la justicia argentina; una delicada situación militar, con unas Fuerzas Armadas que eran consideradas la encarnación de la amenaza corporativa sobre la frágil “democracia recuperada”; y una desastrosa situación económica, aún no suficientemente diagnosticada. Es en este contexto en que comenzó a articularse una incipiente agenda académica de investigaciones sobre el pasado reciente argentino, que nacerá deudora de las urgencias políticas del momento. Los problemas que eran jerarquizados en la esfera pública y gubernamental como los principales desafíos de la democracia, lo fueron también en la agenda académica, sus instituciones y sus actores. Así como había sucedido durante gran parte de las dictaduras, el caudal principal de producción de las ciencias sociales y humanas fluía de los centros de investigación, tanto latinoamericanos como norteamericanos. Éstos eran el refugio de numerosos investigadores y académicos reprimidos por la ferocidad de las dictaduras, que encontraban en los centros la posibilidad de realizar trabajo intelectual por fuera del Estado, las instituciones de financiamiento científico (como el CONICET en la Argentina-Bekerman, 2011) y las universidades, en su mayoría intervenidos por las fuerzas dictatoriales. Será en estos espacios heterogéneos, que jugarán un rol político e intelectual significativo, donde se reinstitucionalizará la producción de conocimiento, en muchos casos atada a las oportunidades del financiamiento internacional, lo que impulsará en muchos casos la desprovincialización y la especialización. Estos centros serán privados o no gubernamentales pero con raigambre nacional, como lo fueron CEDES y CISEA en Argentina (desprendidos del viejo Instituto Di Tella), CIEPLAN y CIDE en Chile, CLAEH en Uruguay, y IUPERJ y CEBRAP en Brasil; regionales, como CLACSO y FLACSO; foros informales y otros grupos de intelectuales, como el Grupo de Discusión Socialista en México. También importantes organismos en los Estados Unidos formarán parte de la producción de conocimiento sobre los países latinoamericanos como, por ejemplo, el Woodrow Wilson International Center of Scholars- Latin American Program, dirigido por Abraham Lowenthal (Camou, 2007; Lesgart, 2003; Sabato, 1996). El prisma fundante de los años ochenta delimitó un conjunto relativamente acotado de temas y problemas. Entre otros, el “terrorismo de Estado” y la violación de los derechos humanos, la “cuestión militar”, y las transformaciones so-

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cioeconómicas operadas por la dictadura. Este conjunto relativamente delimitado de temas y problemas generó, asimismo, una particular oportunidad para algunas disciplinas, con mayor o menor grado de institucionalización por entonces: la sociología, la ciencia política y la economía. Trabajos representativos6 de la producción de la época sobre terrorismo de Estado y derechos humanos fueron El Estado terrorista argentino, de Eduardo Luis Duhalde; Iglesia y dictadura, de Emilio Mignone; El mito de la guerra sucia, de Daniel Frontalini y María Cristina Caiati; El movimiento por los derechos humanos y la política argentina, de Héctor Leis (parte de la influyente producción editorial del Centro Editor de América Latina -CEAL-); y las compilaciones El discurso político. Lenguajes y acontecimientos, con textos de Eliseo Verón, Leonor Arfuch, María Magdalena Chirico, Emilio De Ipola, Noemi Golman, Inés González Bombal y Oscar Landi; y Juicio, castigos y memorias. Derechos humanos y justicia en la política argentina, donde colaboraron Carlos Acuña, Catalina Smulovitz, Elizabeth Jelin, Oscar Landi, Luis Alberto Quevedo y Ariana Vacchieri, entre otros7. Fue también durante estos años que comenzó a articularse un conjunto de problemas incluidos bajo la noción de “cuestión militar”, que determinó cómo se pensaría a las Fuerzas Armadas, sus vínculos con el poder político y la política de defensa en las décadas subsiguientes. Tanto en la Argentina como en otros países latinoamericanos, la cuestión militar fue constituida sobre todo por la ciencia política, especialmente desde las vertientes de la llamada “transitología” y el paradigma de las relaciones cívico-militares, que reinterpretaban la amplia cuestión de “la democracia” con una fuerte influencia de los enfoques teóricometodológicos de la academia norteamericana. La transitología se instaló por entonces como la perspectiva central que orientó los análisis sobre el ocaso de las dictaduras y la llegada de las democracias a varios países de América Latina y Europa Meridional. En 1986 vio la luz la que sería la obra más influyente en el estudio de las transiciones, Transitions from Authoritarian Rule (1988), editada por Guillermo O’Donnell, Philippe Schmitter y Laurence Whitehead. El interés por los vínculos entre democracia y va6. Este listado de temas y autores no es exhaustivo. Un panorama más completo puede ser consultado en Canelo (2016 a). 7. DUHALDE, E. L. (1983),El Estado Terrorista Argentino, Buenos Aires, El Caballito; MIGNONE, E. (1986),Iglesia y dictadura: el papel de la Iglesia a la luz de sus relaciones con el régimen militar, Buenos Aires, Ediciones del Pensamiento Nacional; FRONTALINI, D. y CAIATI,M. C. (1984),El mito de la guerra sucia, Buenos Aires, CELS; LEIS, H. (1989),El movimiento por los derechos humanos y la política argentina, Buenos Aires, CEAL; VVAA(1987), El discurso político. Lenguajes y acontecimientos, Buenos Aires, Hachette; VVAA (1995), Juicio, castigos y memorias. Derechos humanos y justicia en la política argentina, Buenos Aires, Nueva Visión.

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riables socioeconómicas, que había dominado paradigmas anteriores, era desplazado para colocar a la política como variable independiente, rejerarquizando el estudio de las decisiones de los actores políticos (entre ellos, las Fuerzas Armadas) en contextos institucionales y de elección estratégica (Camou, 2007; Lesgart, 2003). Además, el estudio de la “cuestión militar” fue muy influido por los trabajos del politólogo Samuel Huntington, especialmente por su obra The Soldier and The State ([1957]1995), y por el paradigma de las “relaciones cívico-militares” construida en torno a una oposición básica entre civiles y militares (Soprano, 2010). Esta literatura propuso análisis sobre el grado de “autonomía” o de “subordinación” de las Fuerzas Armadas frente a los civiles, definiciones sobre situaciones ideales de “control civil” a los que la democracia debía aproximarse, y estudios sobre el rol político jugado en estos contextos por diversos tipos de asociaciones corporativas (militares, sindicales, empresarias), entre otras cuestiones. Algunos trabajos que comparten en términos generales esta orientación son el difundido Ensayos sobre la transición democrática en la Argentina, de José Nun y Juan Carlos Portantiero, Seguridad nacional y sedición militar, y El último levantamiento, ambos de Ernesto López, Defensa y Democracia. Un debate entre civiles y militares, de López, Druetta, Estevez y Miguens, y La cuestión militar 1987-1989, de Rosendo Fraga, entre muchos otros8. Completando esta incipiente agenda, otro grupo de trabajos analizó las transformaciones socioeconómicas recientes, consideradas “herencia económica” de la dictadura. Los temas más sobresalientes fueron los cambios en las estrategias y composición de los agentes económicos más relevantes, las transformaciones sociales y en el mundo del trabajo operadas por las políticas dictatoriales, la desarticulación de las alianzas de clase que habían sostenido el modelo de acumulación de industrialización sustitutiva de importaciones, etc. Aquí encontramos trabajos de economistas y sociólogos, como El nuevo poder económico en la Argentina de los ochenta, de Daniel Azpiazu, Eduardo Basualdo y Miguel Khavisse; Orden social y monetarismo y “La disciplina como objetivo de la política económica. Un ensayo sobre el programa económico del gobierno argentino desde 1976”, de Adolfo Canitrot; los trabajos compilados en Crisis de la dictadura argentina, de Eduardo Jozami, Pedro Paz y Juan Villarreal;

8. NUN, J. y PORTANTIERO, J. C. (1987),Ensayos sobre la transición democrática en la Argentina, Buenos Aires, Puntosur; LÓPEZ, E. (1987),Seguridad nacional y sedición militar, Buenos Aires, Legasa; LÓPEZ, E. (1988),El último levantamiento, Buenos Aires, Legasa; LÓPEZ, E.;DRUETTA, G.; ESTEVEZ, E. y MIGUENS, J.(1990),Defensa y Democracia. Un debate entre civiles y militares, Buenos Aires, Punto Sur; FRAGA, R. (1989), La cuestión militar 1987-1989, Buenos Aires, Centro de Estudios Nueva Mayoría.

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y Martínez de Hoz. La lógica política de la política económica y Expansión económica del Estado subsidiario, ambos de Jorge Schvarzer9, entre muchos otros.

3. LA HIBERNACIÓN. LOS LARGOS NOVENTA

Durante la que consideraremos una década larga, que incluyó las dos presidencias de Carlos Menem, la de Fernando De la Rúa y la de Eduardo Duhalde (1989-2003), se produjeron nuevos cambios en el estudio del pasado reciente en general y de la dictadura en particular. Los cambiantes escenarios de la agenda político-gubernamental delimitaron dos subperíodos en la agenda académica. Durante el primer lustro de los noventa asistimos al debilitamiento del interés por el pasado reciente, en gran parte por el efecto contundente del Indulto. Otorgado en 1989 y 1990 por Menem a casi 300 militares y civiles con proceso abierto por delitos cometidos durante la “lucha contra la subversión”, acciones “subversivas”, participación en los levantamientos “carapintada” y responsabilidades en la guerra de Malvinas, entre otros delitos, el Indulto tuvo un impacto decisivo, tanto en la agenda política como en la agenda académica. A partir de allí, el interés por el pasado reciente entró en un estado de “hibernación”, similar al que sufría por entonces el movimiento de derechos humanos dada la imposibilidad de avanzar en los procesos de judicialización iniciados la década anterior (Jelin, 2005). En forma simultánea se producían cambios de perspectiva en las investigaciones sobre la “cuestión militar”, donde ganaban peso los estudios sobre defensa, hegemonizados por la ciencia política y, ahora también, por las relaciones internacionales. El avance de “la problemática de la Defensa” era inseparable del alineamiento del menemismo con la agenda de

9. AZPIAZU, D.; BASUALDO, E. y KHAVISSE, M. (1986), El nuevo poder económico en la Argentina de los ochenta, Buenos Aires, Legasa; CANITROT, A. (1981), Orden social y monetarismo, Buenos Aires, CEDES; CANITROT, A. (1980), “La disciplina como objetivo de la política económica. Un ensayo sobre el programa económico del gobierno argentino desde 1976”, en Desarrollo Económico, Nº76, Vol. 19; JOZAMI, E.; PAZ, P. y VILLARREAL, J. (1985), Crisis de la dictadura argentina, Buenos Aires, Siglo XXI; SCHVARZER, J. (1984),Martínez de Hoz. La lógica política de la política económica, Buenos Aires, CISEA; y SCHVARZER, J. (1981), Expansión económica del Estado subsidiario, Buenos Aires, CISEA.

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seguridad de los Estados Unidos, y de la (derivada) influencia de los debates sobre las “nuevas amenazas”. Entre otros trabajos producidos en este contexto podemos mencionar Democracia y Seguridad en América Latina, de Rut Diamint; Democracia y cuestión militar, de Ernesto López y David Pion-Berlin; Nuevas amenazas. Dimensiones y perspectivas. Dilemas y desafíos para Argentina y Brasil, compilado por Ernesto López y Marcelo Sain; “Seguridad regional, defensa nacional y relaciones cívico-militares en la Argentina”, de Marcelo Sain; y “Neutralidad y Política mundial. Una mirada desde las relaciones internacionales”, de Juan Tokatlian y Roberto Russell10. Otros cambios modificaban, además, la agenda académica, donde ganaban peso las problemáticas derivadas de la reforma estructural, que desplazaban el interés por el pasado reciente y lo reorientaban hacia nuevos temas de investigación. Entre otros, los efectos socioeconómicos de las políticas de ajuste sobre la sociedad argentina, los nuevos formatos de la protesta social, las transformaciones de la representación política y la identidad peronista. Entre los trabajos representativos de esta agenda, donde conviven muy variadas perspectivas teóricas, podemos mencionar las compilaciones El Menemato, con textos de María Seoane, Oscar Martínez, Atilio Borón, Eduardo Gruner, Claudio Lozano, Roberto Feletti, Martín Granovsky, Julio Villalonga y Oscar Taffetani; y Peronismo y Menemismo, con artículos de Atilio Borón, Manuel Mora y Araujo, José Nun, Juan Carlos Portantiero y Ricardo Sidicaro; La nueva matriz política argentina, de Carlos Acuña; El desarrollo ausente, de Daniel Azpiazu y Hugo Nochteff; La protesta. Retratos de la beligerancia popular en la Argentina democrática, de Javier Auyero; Transformaciones de la protesta social en Argentina 1989-2003, del Grupo de Estudios de Protesta Social y Acción Colectiva del Instituto de Investigaciones Gino Germani (IIGG-FCSUBA); La protesta social en Argentina. Transformaciones económicas y crisis social en el interior del país, compilado por Norma Giarracca; La protesta social en los ’90. Aproximación a una periodización, de Nicolás Iñigo Carrera y María Celia Cotarelo; La plaza vacía. Las transformaciones del peronismo, de Danilo Martuccelli y Maristella Svampa; Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteras, de Maristella Svampa y Sebastián Pereyra; “La 10. DIAMINT, R. (2001), Democracia y Seguridad en América Latina, Buenos Aires, GEL; LÓPEZ, E. y PION-BERLIN, D. (1996), Democracia y cuestión militar, Buenos Aires, UNQui; LÓPEZ, E. y SAIN, M.(2004) (comps.),Nuevas amenazas. Dimensiones y perspectivas. Dilemas y desafíos para Argentina y Brasil, Buenos Aires, UNQui; SAIN, M. (1999), “Seguridad regional, defensa nacional y relaciones cívico-militares en la Argentina”, en ROJAS ARAVENA, F. (ed.), Argentina, Brasil y Chile: integración y seguridad, Caracas, FLACSO-Chile y Nueva Sociedad; TOKATLIAN, J. y RUSSELL, R.(1998), “Neutralidad y Política mundial. Una mirada desde las relaciones internacionales”, en Análisis Político, Nº 40, mayo-agosto de 2000.

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política de liberalización económica en la administración de Menem”, de Juan Carlos Torre y Pablo Gerchunoff; y “¿Democracia delegativa?”, de Guillermo O’Donnell, entre muchos otros11. Así como la hibernación del primer lustro de los noventa había sido determinada por el Indulto, el segundo lustro fue impulsado también por la agenda político-gubernamental, pero en sentido contrario. Ahora se sucedía un conjunto de hechos que generaron un clima de revisión del pasado reciente: entre ellos, las “autocríticas” del general Balza, jefe del Ejército, en 1995 y 1998, la apertura de causas judiciales por apropiación de bebés durante la dictadura, pedidos de procesamiento y extradición por parte de cortes extranjeras contra represores argentinos, y el inicio de los “Juicios por la Verdad”. En el marco de este clima de creciente interés por el pasado reciente surgieron lo que en otro trabajo denominamos “estudios políticos” sobre la dictadura (Canelo, 2016 a). La sociología y la ciencia política colaboraron para abordar el análisis del pasado reciente, especialmente del gobierno del Proceso, desde un prisma político en términos amplios: no sólo enfocando la mirada en los vínculos entre partidos políticos y dictadura por ejemplo, sino también articulando las primeras reflexiones conceptuales sobre la dictadura con herramientas de la teoría política y el análisis político. Aquí sobresalen los trabajos pioneros El diálogo político: la transición que no fue, de Inés González Bombal; Política y dictadura. Los partidos políticos y el Proceso de Reorganización Nacional. 1976-1982, de María de los Ángeles Yannuzzi; El tiempo del Proceso. Conflictos y coincidencias entre políticos y militares, de Hugo Quiroga; y Pasado y presente. Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina, de Hugo Vezzetti12, entre otros. 11. AAVV (1991), El Menemato, Buenos Aires, Letra Buena; AAVV (1995), Peronismo y Menemismo. Avatares del populismo en la Argentina, Buenos Aires, El cielo por asalto; ACUÑA, C. (1995),La nueva matriz política argentina, Buenos Aires, Nueva Visión; AUYERO, J. (2002),La protesta. Retratos de la beligerancia popular en la Argentina democrática, Buenos Aires, Libros del Rojas; AZPIAZU, D. y NOCHTEFF, H. (1994),El desarrollo ausente, Buenos Aires, FLACSO; GEPSAC (2006),Transformaciones de la protesta social en Argentina 1989-2003, Documento de Trabajo IIGG-FCS-UBA; GIARRACCA, N. (2001) (comp.),La protesta social en Argentina. Transformaciones económicas y crisis social en el interior del país, Buenos Aires, Alianza; IÑIGO CARRERA, N. y COTARELO, M. C. (2000), La protesta social en los ’90. Aproximación a una periodización, Buenos Aires: PIMSA; MARTUCCELLI, D. y SVAMPA, M. (1997), La plaza vacía. Las transformaciones del peronismo, Buenos Aires, Losada; SVAMPA, M. y PEREYRA, S.(2003),Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteras, Buenos Aires, Biblos; TORRE, J. C. y GERCHUNOFF,P. (1996), “La política de liberalización económica en la administración de Menem”, en Desarrollo Económico, Nº 143, octubre/diciembre de 1996; O’DONNELL, G. (1992), “¿Democracia delegativa?”, en Cuadernos del CLAEH, Nº 61. 12. GONZÁLEZ BOMBAL, I. (1991), El diálogo político: la transición que no fue, Buenos Aires, CEDES; YANNUZZI, M. de los A. (1996), Política y dictadura. Los partidos políticos y el Proceso de Reorganización Nacional. 1976-1982, Rosario, Fundación Ross; QUIROGA, H. (2004), El tiempo del Proceso. Conflictos y coincidencias entre políticos y militares. 1976-1983, Rosario, Homo Sapiens; VEZZETTI, H. (2002), Pasado y presente. Guerra, dictadura y sociedad

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Finalmente, como otro rasgo característico de este segundo lustro, hay que mencionar el ingreso del periodismo de investigación como un actor activo en el análisis, y especialmente, en la generación de fuentes sobre el pasado reciente. Representativas de este tipo de producción son las biografías Almirante Cero. Biografía no autorizada de Emilio Eduardo Massera, de Claudio Uriarte; El dictador. La historia secreta y pública de Jorge Rafael Videla, de María Seoane y Vicente Muleiro; y los trabajos de investigación vinculados con la represión, como La masacre de San Patricio, de Eduardo Kimel, o El vuelo, de Horacio Verbitsky13, entre muchos otros.

4. LA RENOVACIÓN. LOS AÑOS KIRCHNERISTAS

Los gobiernos kirchneristas marcaron un nuevo quiebre en este proceso, aunque la estrecha vinculación entre la agenda político-gubernamental y la agenda académica permaneció intacta. Como mostramos en otro trabajo, durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner(2003-2015) se conjugaron varios planos de política que en el pasado habían transcurrido desvinculados: decisivos avances en los procesos de judicialización, ampliándose como nunca antes el frente abierto por el gobierno de Alfonsín, la defensa de los derechos humanos como centro de la agenda gubernamental, el desarrollo de un variado conjunto de políticas de la memoria, y una política militar y de defensa consistentes con las anteriores (Canelo, 2016 a). Durante estos años asistimos a una importante renovación y heterogeneización de los temas y problemas a través de los cuales las ciencias sociales y humanas interrogaron al pasado reciente, y especialmente a la dictadura, a una importante colaboración disciplinaria, y a la multiplicación de recursos de investigación. en la Argentina. Buenos Aires, Siglo XXI. 13. URIARTE, C. (1992), Almirante Cero. Biografía no autorizada de Emilio Eduardo Massera, Buenos Aires, Planeta; SEOANE, M. y MULEIRO, V. (2001), El dictador. La historia secreta y pública de Jorge Rafael Videla, Buenos Aires, Sudamericana; KIMEL, E. (1989), La masacre de San Patricio, Buenos Aires, Dialéctica; VERBITSKY, H. (1995), El vuelo. Buenos Aires, Planeta.

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Sin dudas, entre los temas y problemas que mayores cambios reconocieron se encuentran los que podríamos llamar “estudios sobre represión”. Estos comenzaron a desafiar los límites impuestos por el prisma fundante de los años ochenta, para operar un triple movimiento de renovación: hacia un estudio pormenorizado de los espacios locales, hacia la jerarquización de las escalas transnacionales o regionales, y/o hacia el cuestionamiento de las periodizaciones y los conceptos más transitados (Canelo, Franco y Manzano, 2016). Entre una vasta y heterogénea producción, se encuentran el trabajo pionero La Argentina, los Estados Unidos y la cruzada anticomunista en América Central, 1977-1984, de Ariel Armony; Represión estatal y violencia paraestatal en la historia reciente argentina. Nuevos abordajes a 40 años del golpe de Estado, coordinado por Gabriela Aguila, Santiago Garaño y Pablo Scatizza; “Dictadura militar y represión a la clase trabajadora. La Armada Argentina, marco doctrinario y operaciones represivas en perspectiva regional. Ensenada y Bahía Blanca”, de Ivonne Barragán y Ana Belén Zapata; El genocidio como práctica social. Entre el nazismo la experiencia argentina, de Daniel Feierstein; Un enemigo para la Nación. Orden interno, violencia y “subversión”, 1973-1976, de Marina Franco; Democracia, hora cero. Actores, políticas y debates en los inicios de la posdictadura, dirigido por Claudia Feld y Marina Franco; Lesa humanidad. Argentina y Sudáfrica: reflexiones después del Mal, compilado por Claudia Hilb, Philippe-Joseph Salazar y Lucas Martín; “The Creation of a Social Problem: Youth Cultures, Drugs, and Politics in Cold War Argentina”, de Valeria Manzano; Predatory States: Operation Condor and the Covert War in Latin America, de Patrice McSherry; y Un Comahue violento. Dictadura, represión y juicios en la Norpatagonia argentina, de Pablo Scatizza14, entre muchos otros. En segundo lugar, se multiplicaron los trabajos sobre memoria, inaugurados en gran medida por Los trabajos de la memoria, de Elizabeth Jelin, y los estudios sobre exilio; por ejemplo, La 14. ARMONY, A. (1999), La Argentina, los Estados Unidos y la cruzada anticomunista en América Central, 19771984, Buenos Aires, UNQui; AGUILA, G.; GARAÑO, S. y SCATIZZA, P. (coords.) (2016), Represión estatal y violencia paraestatal en la historia reciente argentina. Nuevos abordajes a 40 años del golpe de Estado, La Plata, FAHCEUNLP; BARRAGÁN, I. y ZAPATA, A. B. (2015), “Dictadura militar y represión a la clase trabajadora. La Armada Argentina, marco doctrinario y operaciones represivas en perspectiva regional. Ensenada y Bahía Blanca”, en Diacronie, N°24, diciembre de 2015; FEIERSTEIN, D. (2007), El genocidio como práctica social. Entre el nazismo la experiencia argentina, Buenos Aires, FCE; FRANCO, M. (2012), Un enemigo para la Nación. Orden interno, violencia y “subversión”, 1973-1976, Buenos Aires, FCE; FELD, C. y FRANCO, M. (dirs.)(2015), Democracia, hora cero. Actores, políticas y debates en los inicios de la posdictadura, Buenos Aires, Biblos; HILB, C., SALAZAR Ph. y MARTÍN, L. (comps.) (2014), Lesa humanidad. Argentina y Sudáfrica: reflexiones después del Mal, Buenos Aires, Katz; MANZANO, V. (2015), “The Creation of a Social Problem: Youth Cultures, Drugs, and Politics in Cold War Argentina”, en Hispanic American Historical Review, Vol. 95, Nº1; MCSHERRY, P. (2005),Predatory States: Operation Condor and the Covert War in Latin America. New York, Rowman and Littlefield; y SCATIZZA, P. (2016), Un Comahue violento. Dictadura, represión y juicios en la Norpatagonia argentina, Buenos Aires, Prometeo.

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historia política del Nunca más: la memoria de las desapariciones en la Argentina, de Emilio Crenzel; El exilio. Argentinos en Francia durante la dictadura, de Marina Franco; Exilios: militancia y represión. Nuevas fuentes y nuevos abordajes de los destierros de la Argentina de los años setenta, editado por Silvina Jensen y Soledad Lastra; y De vencedores a víctimas: memorias militares sobre el pasado reciente en la. Argentina, de Valentina Salvi15, en el marco de una extensa producción. Una tercera línea de investigaciones creció exponencialmente en los últimos años se interesó en las llamadas “actitudes y comportamientos sociales” y “participación civil” durante la dictadura. Aquí podemos mencionar, desde ópticas muy variadas, trabajos como Procesos represivos y actitudes sociales, coordinado por Gabriela Aguila y Luciano Alonso; Complicidad patronal-militar en la última dictadura argentina. Los casos de Acindar, Astarsa, Dálmine Siderca, Ford, Ledesma y Mercedes Benz, de Victoria Basualdo; nuestro trabajo “La importancia del nivel municipal para la última dictadura militar argentina. Un estudio a través de sus documentos reservados y secretos”; “Burócratas, amigos, ideólogos y vecinalistas: el reclutamiento de funcionarios municipales de Morón durante la dictadura militar (1976-1983)”, de Daniel Lvovich; La dictadura del capital financiero, de Bruno Napoli, María Celeste Perusino y Walter Bosisio; “Descentralización municipal, intendentes y ‘fuerzas vivas’ durante el Proceso (1976-1983)”, de Laura Graciela Rodríguez; y Cuentas pendientes. Los cómplices económicos de la dictadura, de Horacio Verbitsky y Juan Pablo Bohoslavsky16, entre otros.

15. JELIN, E. (2002), Los trabajos de la memoria, Madrid, Siglo XXI; CRENZEL, E. (2014), La historia política del Nunca más: la memoria de las desapariciones en la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI; FRANCO, M. (2008), El exilio. Argentinos en Francia durante la dictadura, Buenos Aires, Siglo XXI; JENSEN, S. y LASTRA, S. (2014) (eds.), Exilios: militancia y represión. Nuevas fuentes y nuevos abordajes de los destierros de la Argentina de los años setenta, La Plata, Edulp; SALVI, V. (2012), De vencedores a víctimas: memorias militares sobre el pasado reciente en la Argentina, Buenos Aires, Biblos. 16. ÁGUILA, G. y ALONSO, L. (coords.) (2013), Procesos represivos y actitudes sociales, Buenos Aires, Prometeo; BASUALDO, V. (1996), Complicidad patronal-militar en la última dictadura argentina. Los casos de Acindar, Astarsa, Dálmine Siderca, Ford, Ledesma y Mercedes Benz, Buenos Aires, CTA-Fetia; CANELO, P. (2015), “La importancia del nivel municipal para la última dictadura militar argentina. Un estudio a través de sus documentos reservados y secretos”, en Historia (Santiago), Vol. 48, NºI; LVOVICH, D. (2010), “Burócratas, amigos, ideólogos y vecinalistas: el reclutamiento de funcionarios municipales de Morón durante la dictadura militar (1976-1983)”, en BOHOSLAVSKY, E. y SOPRANO,G. (eds.), Un Estado con rostro humano, Buenos Aires, UNGS-Prometeo; NAPOLI, B; M. C. PERUSINO y W. BOSISIO (2014),La dictadura del capital financiero, Buenos Aires, Peña Lillo; RODRÍGUEZ, L. G. (2009), “Descentralización municipal, intendentes y ‘fuerzas vivas’ durante el Proceso (1976-1983)”, en Cuestiones de Sociología, Nº5-6; VERBITSKY, H. y BOHOSLAVSKY,J. P. (2013),Cuentas pendientes. Los cómplices económicos de la dictadura, Buenos Aires, Siglo XXI.

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Finalmente, durante la última década asistimos a una importante rearticulación de los debates sobre la militancia de los años sesenta y setenta, tema que ha ocupado trabajos como Los combatientes: historia del PRT-ERP, de Vera Carnovale; Los desaparecidos de la iglesia. El clero contestatario frente a la dictadura, de María Soledad Catoggio; Mujeres montoneras. Una historia de la Agrupación Evita, 1973-1974, de Karin Grammático; Montoneros. El mito de sus 12 fundadores, de Lucas Lanusse; “Justicia, política y violencia. Un análisis de los cuerpos normativos montoneros 1972-1975”, de María Laura Lenci; Las revistas montoneras. Cómo la organización construyó su identidad a través de sus publicaciones, de Daniela Slipak; y Sobre la violencia revolucionaria. Memorias y olvidos, de Hugo Vezzetti17. Este vasto panorama se alimentó de una importante colaboración disciplinaria. Un campo que, como venimos mostrando, había sido generalmente impulsado por la sociología o la ciencia política, es nutrido ahora por la historia reciente y la antropología. Las ciencias sociales y humanas estudiosas del pasado reciente también encontraron durante estos años importantes aliados extra-académicos, entre ellos, el judicial y el periodístico. Así, por un lado, muchos científicos sociales colaboraron en varias causas judiciales, como testigos, peritos o aportando sus investigaciones18, y en la tarea de diferentes organismos de derechos humanos. Por otro, se multiplicó el interés de los medios de comunicación por el pasado reciente, colaborando en la divulgación y el reconocimiento social de las investigaciones producidas. Finalmente, este campo se nutrió de una multiplicación de las fuentes y los recursos disponibles para la investigación, de mano de políticas públicas dirigidas a tal efecto. Entre ellos son especialmente destacables fondos documentales como las llamadas Actas Secretas de la Dictadura, el Fondo CAL, y las Actas del Comité de Derechos Humanos de la ONU(Canelo, 2016 a), los acervos de los llamados “Archivos de la represión y la memoria”, como el Archivo de la 17. CARNOVALE, V. (2011), Los combatientes: historia del PRT-ERP, Buenos Aires, Siglo XXI; CATOGGIO, M. S. (2016), Los desaparecidos de la iglesia. El clero contestatario frente a la dictadura, Buenos Aires, Siglo XXI; GRAMMÁTICO, K. (2011), Mujeres montoneras. Una historia de la Agrupación Evita, 1973-1974, Buenos Aires, Luxemburg; LANUSSE, L. (2005), Montoneros. El mito de sus 12 fundadores, Buenos Aires, Vergara; LENCI, M. L. (2008), “Justicia, política y violencia. Un análisis de los cuerpos normativos montoneros 1972-1975”, ponencia presentada en la Jornada académica Partidos Armados en la Argentina de los años 70, Buenos Aires, UNSAM; SLIPAK, D. (2015), Las revistas montoneras. Cómo la organización construyó su identidad a través de sus publicaciones, Buenos Aires, Siglo XXI; VEZZETTI, H. (2009), Sobre la violencia revolucionaria. Memorias y olvidos, Buenos Aires, Siglo XXI. 18. Por ejemplo, nuestro trabajo fue incorporado en una investigación judicial a cargo del juez federal Daniel Rafecas, sobre la participación de Alfredo Etchebarne, ex Presidente de la Comisión Nacional de Valores durante la dictadura, en el secuestro de 23 personas del Grupo Chavanne y Siderúrgica Grassi. Ver Resolución del juez federal Daniel Rafecas, Causa Nº8405/2010, “D´Alessandri, Francisco Obdulio y otros s/ privación ilegal de la libertad...”, Registro de la Secretaría nº 6 del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal Nº3.

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Dirección de Inteligencia de la Provincia de Buenos Aires, el Archivo Nacional de la Memoria, el Archivo Memoria Abierta y el Archivo del Museo de la Memoria de la Ciudad de Rosario, y el Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en Argentina (CEDINCI), entre otros (Canelo, Franco y Manzano, 2016).

5. REFLEXIONES FINALES

¿Qué nos muestra este largo recorrido a través de estas fluctuantes agendas político-gubernamentales y académicas? Sin dudas, que a lo largo de las décadas que se extienden entre los años ochenta y la actualidad, se ha producido una profunda retroalimentación entre ambas. Así, lo que sabemos, estudiamos, investigamos y aprendemos sobre nuestro pasado reciente, ha estado muy determinado por la cambiante importancia que fueron adquiriendo determinados temas y problemas en la agenda político-gubernamental. La autonomía relativa de lo que podríamos llamar campo de estudios sobre el pasado reciente muestra fronteras porosas y la agenda académica se muestra intensamente permeada por los vaivenes, estímulos y obstáculos que le presentó la agenda político-gubernamental, junto con sus actores e instituciones, durante las décadas analizadas. Como mostramos en este trabajo, durante los últimos años este campo de estudios recibió un poderoso estímulo de políticas públicas concretas, que se mantuvieron relativamente estables a lo largo de más de una década. Este estímulo produjo avances sustantivos en lo que conocemos sobre nuestro pasado reciente: creciente colaboración interdisciplinaria, multiplicación de recursos materiales y simbólicos para la investigación en estos temas, renovación y heterogeneización de temas, problemas y perspectivas, nuevos vínculos con actores extra-académicos, etc; lo que, en términos germanianos, podríamos caracterizar como un mejoramiento de las condiciones objetivas y subjetivas de investigación (Germani, 1964)19. 19. En su defensa de la “sociología científica” y de la construcción de las condiciones adecuadas para institucionalizar capacidades investigativas en la Argentina, Germani reclamaba a principios de los años sesenta un conjunto de condiciones indispensables. Con “condiciones objetivas” de la investigación se refería, entre otras cosas, a la asignación de recursos económicos y materiales que garantizaran el mantenimiento de institutos y centros de investigación provistos de medios administrativos, bibliográficos y técnicos, remuneraciones adecuadas para el personal científico y técnico, el pago de gastos de investigación, y la formación de investigadores especializados

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Sin dudas, en esta renovación han jugado un rol decisivo actores sociales y políticos fuertemente comprometidos con el conocimiento sobre el pasado reciente: organismos de derechos humanos, periodistas, intelectuales, académicos y científicos, funcionarios políticos, militantes, etc. Su accionar en pos de las consignas de Memoria, Verdad y Justicia tuvo un impacto decisivo, tanto en las agendas políticas como en las académicas. Así, la construcción de agendas en torno a qué investigamos sobre el pasado reciente en general, y sobre la dictadura en particular, ha sido un espacio tanto de disputa académica como de lucha política concreta entre diversos actores sociales y políticos. Ha sido, en otros términos y felizmente, un espacio marcadamente político. Ahora bien, si lo que conocemos sobre nuestro pasado reciente ha mostrado a lo largo de estas largas décadas una permeabilidad tan notoria a los vaivenes de la agenda políticogubernamental, ¿pueden las políticas llevadas adelante por la actual gestión del gobierno nacional erosionar estos avances? Hemos mostrado al inicio de este trabajo que, desde la asunción de Cambiemos al frente del gobierno nacional en diciembre de 2015, la orientación negacionista y regresiva de las políticas públicas buscó desarticular el modelo anterior y también, en términos más amplios, vulnerar varios de los consensos fundamentales que constituyen los pilares básicos sobre los que se fundó la democracia argentina. Esta orientación negacionista y regresiva en el plano de los derechos humanos por parte de un gobierno argentino, es inédita desde la transición a la democracia. Ni siquiera el gobierno menemista, que con el Indulto probablemente marcó el punto más crítico en el camino de lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia, llegó a vulnerar o negar los consensos básicos que forman parte de la memoria social sobre nuestro pasado reciente. El gobierno de Macri sí lo hace, mostrándose, en el plano de la memoria y los derechos humanos, mucho más ideológico que su par menemista. Pero además, el gobierno de Cambiemos también implementó un ajuste contundente sobre las políticas de CyT, redujo sustantivamente el presupuesto dedicado a educación e investigación, y dirigió una campaña sistemática de desprestigio hacia la labor científica y académiy dedicados de manera profesional y exclusiva a la investigación. Entre las “condiciones subjetivas”, el sociólogo destacaba la importancia de ciertas condiciones psicológicas de los investigadores, como la capacidad para ser regulares y sistemáticos en su trabajo, creativos y disciplinados a la vez, con capacidad de proyectar su labor en el largo plazo, entre otras cuestiones, que sin dudas, debían ser apoyadas por el cumplimiento de las condiciones objetivas (Germani, 1964).

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ca, seguramente por considerarla innecesaria e inconveniente para un modelo de sociedad excluyente. Como consecuencia, creemos que el actual escenario augura una muy preocupante combinación de deterioro del interés social y político sobre el pasado reciente argentino, una contundente pauperización de las condiciones objetivas y subjetivas de investigación y, en consecuencia, un riesgo concreto de retroceso en el avance hacia el conocimiento. Junio de 2017

6. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

BEKERMAN, F. (2011), “La expansión de las research capacities en tiempos de dictadura: la política de creación de institutos en el CONICET y su impacto en la estructura del sistema científico argentino (1974-1983)”, en Estudios, N° 25, enero-junio de 2011. CAMOU, A. (2007), “Se hace camino al transitar. Notas en torno a la elaboración de un discurso académico sobre las transiciones democráticas en Argentina y América Latina”, en A. CAMOU, M. C. TORTTI y A.VIGUERA (coords.), La Argentina democrática. Los años y los libros, Buenos Aires, Prometeo. CANELO, P. (2016 a), La política secreta de la última dictadura argentina (1976-1983). A 40 años del golpe de Estado, Buenos Aires, Edhasa. CANELO, P. (2016 b), “Cambiemos futuro por pasado. La política del gobierno de Macri hacia las Fuerzas Armadas”, en A. LIJALAD (comp.) Plan Macri. Argentina gobernada por las corporaciones, Buenos Aires, Peña Lillo-Ediciones Continente. CANELO, P. (2016 c), “¿Qué estudiamos sobre la última dictadura argentina? Tres ciclos de investigaciones entre 1983 y 2015”, en G. LEVY (comp.) De militares y empresarios a políticos y CEOs. Reflexiones a 40 años del golpe Buenos Aires, Gorla.

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CANELO, P., FRANCO, M. y MANZANO, V. (2016), Introducción al Dossier “Dictadura y Estado. La conflictiva y nunca acabada construcción de un campo de estudios”, en Papeles de Trabajo, Año 10, Nº17, primer semestre de 2016. GERMANI, G. (1964), “Condiciones objetivas y condiciones subjetivas de la investigación y los investigadores en Sociología”, en G. GERMANI, La sociología en la América Latina. Problemas y perspectivas, Buenos Aires, Eudeba. HUNTINGTON, S. ([1957]1995), El soldado y el Estado. Teoría y política de las relaciones cívicomilitares, Buenos Aires, GEL. JELIN, E. (2005), “Los derechos humanos entre el Estado y la sociedad”, en J. SURIANO (dir.) Nueva Historia Argentina, Tomo 10, Dictadura y Democracia (1976-2001), Buenos Aires, Sudamericana. LESGART, C. (2003), Usos de la transición a la democracia, ensayo, ciencia y política en la década del ’80, Rosario, Homo Sapiens. LUDUEÑA, M. E. y BERTOIA, L. (2016), “Archivos: desclasificar el silencio”, en Revista Anfibia, disponible en: <www.revistaanfibia.com/cronica/archivos-desclasificar-silencio> O’DONNELL, G., SCHMITTER,Ph. y WHITEHEAD,L. (comps.) (1988), Transiciones desde un gobierno autoritario, Barcelona, Paidós. SABATO, H. (1996), “Sobrevivir en dictadura: las ciencias sociales y la ‘universidad de las catacumbas’”, en H. QUIROGA y C. TCACH (comps.), A veinte años del golpe. Con memoria democrática, Rosario, Homo Sapiens. SOPRANO, G. (2010), “Los militares como grupo social y su inscripción en el Estado y la Sociedad Argentina. Batallas intelectuales y políticas por la construcción de un objeto de estudio en las ciencias sociales”, en ReDiU, Revista Digital Universitaria del Colegio Militar de la Nación, Año 8, Nº22, septiembre de 2010.

Canelo, Paula (2018). “Cuánto avanzamos en el conocimiento de nuestro pasado reciente (y por qué corremos el riesgo de dejar de hacerlo)” , en Ejercicios de memoria entre el Museo y la Facultad, Volumen 1, compilado por Viviana Nardoni, Alicia Megías y Marco Iazzetta. UNR Editora, Rosario. Páginas 7-25.

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PROCESOS SOCIALES DE BÚSQUEDA DE VERDAD Y LUCHA CONTRA LA IMPUNIDAD. EXPERIENCIAS SIGNIFICATIVAS María Fabiana Elcarte y Lucas Massuco (Museo de la Memoria de Rosario) 26


PROCESOS SOCIALES DE BÚSQUEDA DE VERDAD Y LUCHA CONTRA LA IMPUNIDAD. EXPERIENCIAS SIGNIFICATIVAS María Fabiana Elcarte y Lucas Massuco (Museo de la Memoria de Rosario)

1. INTRODUCCIÓN

En 1998 a través de la ordenanza 6506 del Concejo Municipal de Rosario se crea el Museo de la Memoria, con el objetivo de promover el acceso al conocimiento y la investigación sobre la situación de los derechos humanos y la memoria social y política a nivel local, nacional y en Latinoamérica. Su objeto de acción, entonces, es la transmisión del pasado reciente. Una segunda norma (6790/1999) estableció que su sede definitiva sea el edificio que fuese sede del Comando del II Cuerpo de Ejército en el cruce de las calles Córdoba y Moreno. Allí el Ejército diseñó y llevó a cabo (en estrecha colaboración con la Policía provincial y diferentes estamentos de la sociedad civil) el plan de persecución y exterminio que se desplegó sobre seis provincias de la Argentina. El edificio fue sitio obligado de peregrinación de familiares de detenidos-desaparecidos, pero también de las propias víctimas ya que allí pasaban los primeros momentos de detención y se decidía su suerte legal (ser traslado a una prisión dependiente del Poder Ejecutivo Nacional o ir a alguno de los Centros Clandestinos de Detención de la zona, permaneciendo en condición de desaparecido). Una vez instalado el Museo, se propuso un trabajo de construcción de un relato mediante la intervención del espacio museístico alrededor de ciertos ejes temáticos. Así, con la mediación del arte y la literatura, la escena del museo narra la historia política desde el presente, proponiendo un lugar de interpretaciones en el que el público participa a través de sus sentidos y su reflexión. De esta forma, el museo no se ocupa de un relato historiográfico en sentido estricto, sino de uno que genera una memoria local que se encuentra en disputa con otros relatos tanto por la interpretación de ese pasado reciente como por el objetivo de rescatar el carácter local de la historia. En este tipo de museos se plasman los interrogantes y debates acerca de las estrategias actuales dentro del arte y la literatura para decir lo indecible, para construir un archivo de la memoria colectiva del terror histórico (Buchenhorst, 2007: 16). Por mandato legislativo, el Museo posee […] dos áreas centrales [de acción]: una de carácter testimonial, donde se conservarán las huellas del horror con un lugar específico destinado al recogimiento; y otra destinada a la creación de conciencia, donde se llevarán a cabo todo tipo de actividades vivas que contribuyan al objetivo de impedir el olvido. En términos operativos, esto se tradujo en el diseño de una muestra permanente en el espacio estrictamente museístico y en el armado de una estructura

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organizacional que subyace por debajo de aquélla. En el espacio museístico propiamente dicho, compuesto como ya se dijo de obras de arte que buscan invitar a la reflexión del visitante, se reflejan las decisiones respecto a qué es memoria y qué no lo es. Hay espacios para la lucha de las Madres de Plaza 25 de Mayo, espacios para el accionar de las Abuelas de Plaza de Mayo, un espacio para la organización y ejecución del Terrorismo de Estado en la zona dominada por el Segundo Cuerpo del Ejército, incluso se dedica lugar para las masacres y genocidios ocurridos en otros tiempos en América Latina. Este trabajo conjuga la reconstrucción de una historia institucional con el de la crónica de una coyuntura. De esta forma, en la primera sección se repasarán algunos de los hitos que dieron forma al Museo de la Memoria tal como lo conocemos hoy. En la segunda sección, se describirá la forma en que han impactado en él los cambios sucedidos desde 2016 en las políticas nacionales de memoria, verdad y justicia.

2. CREACIÓN Y PRIMEROS AÑOS

La creación del museo en 1998 a través de la Ordenanza Municipal n° 6506/1998 puede entenderse sólo si se tiene en cuenta el contexto y si se vinculan el plano nacional con el local. Desde 1989, el gobierno del presidente Menem había emprendido una política de Derechos Humanos consistente en indultar a todos aquellos involucrados judicialmente con la violencia política de los setenta sin distinguir a miembros del Estado con civiles que formaban parte de las organizaciones armadas y en instalar como interpretación dominante que lo mejor para el país era la reconciliación entre las partes, olvidar el trauma y seguir hacia delante sin voltear la mirada. Así, una vez terminada la disputa electoral de 1989, el presidente llegó a afirmar: “mi idea tiende fundamentalmente a poner paz en el seno de la comunidad argentina, porque necesitamos cerrar heridas y cicatrizar definitivamente un pasado que no le hace bien al país”1. Y también: “no puedo ver encerrados ni a los pájaros”2. Con estas evasivas Menem anunciaba cuál era su posición respecto a la cuestión del enjuiciamiento de los delitos de lesa humanidad cometidos en la última dictadura militar. De esta manera, los orga1. Ver diario Clarín, 26 de mayo de 1989. 2. Ver diario La Nación, 02 de julio de 1989.

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nismos rosarinos de Derechos Humanos (familiares de desaparecidos y ex-presos políticos) comenzaron a movilizarse contra esa política, pero no como subsidiarios de los organismos nacionales localizados en Buenos Aires sino a partir del recuerdo de lo sucedido en la ciudad que era sede del Segundo Cuerpo del Ejército y desde la cual se ordenó e implementó el terrorismo de Estado en seis provincias argentinas, es decir desplegaron una memoria con historia e identidad propia que se vincula con otras por tener rasgos en común. El Concejo Deliberante de Rosario en 1998 recogió la problematización hecha por los organismos locales, hizo propia la necesidad de materializar la memoria de este sector como forma de antagonizar con aquella que proponía el gobierno nacional. Así lo marca la norma creadora cuando reivindica a la CONADEP y al informe “Nunca más” y dice que […] es imprescindible desarrollar un ámbito que preserve la memoria, que resguarde la documentación que ha salido a la luz y aquella que aún se encuentra escondida y que espera ser revelada, aportando al conocimiento histórico y superación definitiva de la etapa denunciada ejemplarmente por el informe. En este caso, “superación” no toma el mismo sentido que el desplegado por la política de indultos del menemismo. En el último, implica clausurar la cuestión, en el primero significa superar la obturación del trauma y de la cultura autoritaria. Desde el momento en que el Consejo Municipal creó el Museo, se abrió un doble frente de conflictos: por un lado, el del contenido que se desdobló en el debate interno de los promotores del museo por la mejor forma de dar testimonio de lo sucedido y hacer conciencia en las generaciones futuras, y con aquéllos detractores que ya resignados pretendían un contenido “equilibrado”, una “memoria completa” de lo sucedido; estos frentes de conflicto eran esperables ya que, como dice Jelin (2001: 55), hay luchas y conflictos por el reconocimiento público y oficial de esos recordatorio, entre sus promotores y quienes plantean que esa memoria no es tal o no tiene la relevancia mentada. Y, por otro lado,la batalla más esperable, más obvia, fue por el relato a transmitir, por el contenido de la narrativa ligada al lugar.

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2.1. EL EDIFICIO DEL II CUERPO DEL EJÉRCITO

Desde el momento mismo en que el Museo fue creado se comenzó a discutir cuál sería el lugar más apropiado para su instalación definitiva. La significación histórica del edificio, su valor arquitectónico, su testimonio como lugar desde donde fueron impartidas las órdenes que volvieron sistemático el terrorismo estatal, volcaron la decisión hacia la casona de la calle Córdoba y Moreno. Una nueva ordenanza municipal designó a este sitio como sede definitiva del Museo y a partir de allí comienza un largo camino que recién concluyó en diciembre de 2010, cuando las puertas del Museo en este lugar fueron abiertas para toda la comunidad. La designación de ese edificio como sede definitiva, en lugar de construir uno nuevo que se adapte a las necesidades del Museo se debe, claramente, a la historia particular del edificio. Como ya se dijo, allí funcionó el Comando del II Cuerpo del Ejército durante casi toda dictadura cívico-militar. Fue la referencia durante décadas del poder militar en la ciudad y en las seis provincias que correspondían a su zona de influencia. Esa esquina céntrica se encuentra frente a la Plaza San Martín, la Facultad de Derecho (es Palacio de Tribunales de la Provincia de Santa Fe), a cien metros de la ex Jefatura de Policía provincial y a sólo doscientos del ex Centro Clandestino de Detención conocido como Servicio de Informaciones, el de mayor envergadura de la zona. Esto muestra que el lugar elegido para instalar el Museo se encuentra en un sector de la ciudad que tiene gran parte de los edificios más paradigmáticos del poder social de Rosario. El edificio fue sitio obligado de peregrinación de familiares de detenidos-desaparecidos, pero también de las propias víctimas ya que allí pasaban los primeros momentos de detención y se decidía su suerte legal (ser trasladado a una prisión dependiente del Poder Ejecutivo Nacional o ir a alguno de los Centros Clandestinos de Detención de la zona, permaneciendo en condición de desaparecido). Este edificio, también conocido como Casa de los Padres, fue proyectado por el arquitecto Ermette De Lorenzi y construido por el ingeniero José Spirandelli en el año 1928. La casona dejó de ser utilizada como residencia familiar hacia finales de la década de 1940 y pasó a manos del Ejército hasta 1982 (Museo de la Memoria, 2011: 21). Como sede del II Cuerpo del Ejército, la casa no sólo cumplió funciones militares-represivas, sino que era uno de los ejes de la vida social de la ciudad. Era un espacio de conmemoraciones, actos cívico-militares y de reuniones de

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camaradería con civiles e incluso a la acción cívica. Era lo manera en que la institución militar lograba prestigio social. Este prestigio servía para desarrollar sin muchos problemas su función principal: la militar-represiva. La sede del II Cuerpo era un espacio en el que, además de contener en sí mismo la responsabilidad institucional de la represión, también ocurrieron hechos significativos que en diferentes momentos materializaron y visibilizaron su labor represiva. Hablamos de los Consejos de Guerra a detenidos civiles aquí realizados y a las visitas de los familiares de detenidos-desaparecidos para reclamar por aquellos. Esta combinación de relevancia social y represiva generó que al momento de la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que se produjo en Rosario el 19 de septiembre de 1979, Tom Fraser y Francisco Bertrand Galindo, representantes de la CIDH, fueron recibidos por Luciano Jáuregui, por entonces Comandante del II Cuerpo, en el propio edificio del comando (Ibídem: 23). Las visitas que los familiares de detenidos y desaparecidos hicieron a la sede del II Cuerpo significaron la visibilización de este sitio como autoridad máxima no sólo en la represión sino también en la responsabilidad de dar respuestas a la población. Las colas de familiares se realizaban por calle Moreno en la vereda de enfrente del Comando. A partir de 1977, y cada vez con mayor presencia, los grupos incipientes de los organismos de derechos humanos de la ciudad tomaron a la emblemática sede como eje principal de sus reclamos. En varias oportunidades entregaron en la puerta del II Cuerpo de Ejército una lista de nuevas desapariciones que habían sido denunciados con el patrocinio de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre. Esto explica la significación que adquirió posteriormente este edificio para los familiares y para los organismos de derechos humanos. Al no tener respuestas en otras dependencias burocrático-administrativas (comisarías, cárceles, juzgados, hospitales, morgues, iglesias), advirtieron muy tempranamente que el lugar donde reclamar debía ser la Comandancia del II Cuerpo, sede del poder militar (Socco, 2017: 86). La casa era el edificio principal de un complejo más grande que constituía al Comando: además del edificio principal se encontraba una casa también ubicada por calle Córdoba que hoy en día se utiliza como diversos locales comerciales y por calle Moreno, donde hoy se encuentra un estacionamiento, se encontraba su patio trasero por donde ingresaban automóviles, personal de menor jerarquía y los detenidos-desaparecidos que fueron sometidos a Consejo de Guerra. El rol de la segunda casa no fue menor, allí se instalaron el Área de Inteligencia y el de Operaciones. En esta Sala de Operaciones se ubicaban distintos mapas y planos, además de ser el lugar de reunión de toda la

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cúpula militar para planificaciones y otras actividades. Incluso los comandantes se dirigían a dicha Sala en oportunidad de estas reuniones (Ibídem: 87) En el año 1983, con la recuperación de la democracia fue desocupado y estuvo abandonado durante un período, hasta que el 10 de octubre de 1984 el edificio fue vendido a un particular. Entre finales de 1984 y principios de 1985 la casa estuvo a punto de ser demolida, a partir de que se encuentra en un sitio privilegiado de la ciudad, con un terreno de elevado valor, un alto índice permitido de edificación, sumado a los elevados costos de mantenimiento y los altos impuestos y tasas correspondientes (Ibídem: 91). El Municipio intervino con una solución “mixta”. En primer lugar, se le permitió la construcción de un estacionamiento en una franja de terreno no ocupado por la casa (sobre calle Moreno). Asimismo, ya que el gobierno local en ese entonces necesitaba lugar para la instalación de sus oficinas, a partir de que el “Palacio de los Leones” estaba saturado de funciones, se decidió alquilar la propiedad para que allí funcionaran diversas dependencias del Ejecutivo (Pasquali y Van Poepelen, 2002: 8), situación que se mantuvo hasta finales de 1997. Luego de estar deshabitada por dos años, la casa es alquilada por la firma “FoodCorner S.A”, para la instalación de un eslabón de la cadena de comida rápida estilo norteamericana, Rock and Feller’s. Dicho bar funcionó hasta el 1ro de marzo de 2010 cuando se concreta la toma de posesión del inmueble por el municipio para comenzar las obras de instalación del Museo (M. de la Memoria, 2011: 22). Esta toma de posesión no sólo se basaba en la ordenanza de designación de sede definitiva, sino también en una ley de expropiación que había sido sancionada en 2004 por la Legislatura Provincial.

2.2. EL DEBATE POR LA(S) MEMORIA(S)

La polémica por las formas de representar el pasado reciente refleja el debate, en realidad, por la memoria en tanto discurso social. No sólo es de formas, también es de fondo: ¿qué parte del pasado se ilumina, cuál se obtura, con qué visión del presente y con cuál del futuro?

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El primer director del Museo lo sintetiza al hablar del debate entre dos proyectos de memoria, en uno se explicitan las imágenes del horror y en el otro se invita a la reflexión del visitante a partir de la sutileza del arte. Mientras en el primero se cierra toda posibilidad reflexiva por su carga impactante y abrumadora, en el segundo, al apelar sutilmente a los sentidos que despierta el arte, se busca abrir en el espectador una interrogación que lo lleve a explorar esa memoria de la desaparición (Chababo, 2007: 144). En el espacio museístico del edificio inaugurado en 2010 prevaleció este segundo proyecto, así lo explicita la web institucional: En su trabajo de construcción de un relato, el Museo de la Memoria convocó a algunos de los más reconocidos artistas de Rosario para intervenir el espacio museístico alrededor de ciertos ejes temáticos. Así, con la mediación del arte y la literatura, la escena del Museo narra la historia política desde el presente, proponiendo un lugar de interpretaciones en el que el público participa a través de sus sentidos y su reflexión3. La actual directora del Museo, Viviana Nardoni, afirma que al momento de presentar el proyecto para la instalación del museo en su sede definitiva se plantearon toda una serie de objetivos respetuosos de la ordenanza de creación y que para lograrlos se decidió explotar el soporte del arte contemporáneo para facilitar la tarea instructiva y pedagógica del lugar. Los objetivos eran: a) la preservación del recuerdo sobre lo ocurrido en nuestro país durante los años de la última dictadura militar, trabajando para evitar que el olvido se lleve consigo la atroz verdad de los campos de concentración, la desaparición forzada de personas, la apropiación de niños y la tortura, prácticas aberrantes que fueron naturalizadas por el Terrorismo de Estado. b) desarrollar actividades educativas y de investigación, tendientes ambas a generar conciencia no sólo de la dimensión trágica de lo ocurrido en el pasado, sino también para advertir en este presente la existencia de situaciones históricas y sociales que merecen y exigen de nuestro compromiso sensible y humano. c) impulsar la construcción de puentes que promuevan el diálogo intergeneracional y sean de utilidad para hacer del pasado un territorio de constante interrogación y aprendizaje para que aquello que nos sucedió, no nos vuelva a ocurrir.

3. Ver sitio internet del Museo de la Memoria Rosario: http://www.museodelamemoria.gob.ar/page/elmuseo. Visitado por última vez el 05/03/18.

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d) promover el fortalecimiento de los valores de la libertad, la justicia y la dignidad humana, indispensables para la construcción de cualquier comunidad democrática. De esta forma, queda claro que el Museo no se ocupa de desarrollar un relato historiográfico en sentido estricto, sino de un relato que genera una memoria local que se encuentra en disputa con otros relatos tanto por la interpretación de ese pasado reciente como por el objetivo de rescatar el carácter local de la historia. La allí expuesta es una memoria de todas las posibles. La otra cara de esta discusión era dada con los detractores de la existencia misma del Museo, los defensores de la memoria del Proceso de Reorganización Nacional. En el debate por la creación del Museo, los concejales que se opusieron a la expropiación de la ex Sede del Comando fueron Federico Steiger (Unión Cívica Radical) y Miguel Ángel Montrassi (Partido Demócrata Progresista). El mismo Steiger declaró por entonces: “falta un Nunca Más para la guerrilla y la subversión”4. Por su parte, el general Eduardo Cabanillas, Jefe del Comando del 2º Cuerpo de Ejército con asiento en Rosario en 1998, entabló conversaciones con el intendente Binner con el objetivo de que sea un Museo equilibrado, no para un solo lado, porque acá hubo dos bandos. Entonces, no queremos que sea solamente para un lado, porque se ha hablado que era para recordar el terrorismo de Estado, pero resulta que nosotros también tenemos muchos muertos en esta lucha contra los delincuentes subversivos […] Estoy convencido de que una hábil prestidigitación publicitaria nos transformó en agresores a quienes en ese momento nos creímos defensores de la sociedad agredida, y los subversivos ahora eran idealistas dignos de toda conmiseración5. Al mismo tiempo explicó que el edificio ubicado en Moreno y Córdoba también es de especial significación para el sector militar “[…] porque allí velamos al teniente general Juan Carlos Sánchez, así que para nosotros sería una reivindicación”. Además de estos “nudos” que involucran las políticas de otros niveles de gobierno y de actores privados, cabe desarrollar las acciones concretas que el Museo lleva adelante en tanto materialización de una política de memoria. Para esto, primero, se debe entender cómo se problematiza el problema de intervención desde la cúpula directiva del Museo. Su primer director, Rubén Chababo (2007:143), lo plantea en estos términos: 4. Ver Revista Alapalabra, mayo 2004. 5. Ibídem.

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Estamos aquí para reflexionar no en torno de la muerte como fenómeno de la existencia humana sino de la muerta como consecuencia de un arrebato violento por parte del Estado […] Estamos aquí para preguntarnos cómo evocar, con qué instrumentos, con qué herramientas, no sólo a los ausentes, sino las condiciones que hicieron posible que ellos fueran arrebatados de nuestro lado. En este sentido considero que los memoriales y museos de memoria cumplen un rol central en la compleja maquinaria de transmisión de memoria de estas situaciones traumáticas. Desde sus inicios, el Museo de la Memoria, y más aún desde que se concretó el traslado a su sede definitiva en marzo de 2010, intenta responder al interrogante ¿Es posible la representación del límite? Los artistas han rodeado esta pregunta durante años sin llegar a una certeza. El dilema acerca de la representación estética de la violencia pone en cuestión no sólo la posibilidad de la misma sino también sus alcances éticos: el valor del arte frente al valor de la vida. En sus salas, su programación cultural y acciones educativas se refleja el convencimiento de que el arte es un mediador indispensable, que la representación artística es la herramienta imprescindible para abordar estas temáticas. De este modo, ya sea a través de su muestra permanente, de las muestras temporales, como de las múltiples actividades que desarrollan las diferentes áreas de trabajo que conforman el Museo, se intenta dar una respuesta afirmativa para este interrogante.

3. #40AÑOS

El 24 de marzo de 2016 fue la fecha que marcó el 40 aniversario del último y más sangriento golpe de Estado cívico-militar de la historia argentina. Esta fecha conmemorativa llega en una situación de extrema complejidad por las modificaciones en las políticas nacionales de memoria, verdad y justicia y por las expresiones públicas de miembros de la actual coalición de gobierno que de forma explícita reivindican posiciones negacionistas respecto al genocidio ocurrido apelando al olvido y la reconciliación. En esta coyuntura simbólica y política, el Museo de la Memoria de Rosario propuso un intenso programa de actividades con el objeto de convocar a la ciudadanía a la reflexión sobre el golpe. En tal sentido, desde finales de 2015 y durante todo 2016 se realizaron acciones en el espacio

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público, instituciones de cultura, centros de distrito, escuelas, en el Bosque de la Memoria y Monumento Nacional a la Bandera, todas ellas de acceso libre y gratuito. La lucha por el sentido del pasado se da en función de la lucha política presente y los proyectos de futuro. Siguiendo a Elisabeth Jelin (2001) se puede pensar la historia de esta institución preguntando: ¿cuál es el papel de la creación artística, de las conmemoraciones públicas y colectivas, de los memoriales y museos, en este proceso? Así, en un año cargado de simbolismo como fue el 2016, el espíritu que impulsó sus actividades sobrepasó el hecho de conmemorar cuatro décadas completas desde la llegada al poder de las Fuerzas Armadas y de reconstruir la memoria colectiva de nuestra historia reciente. Se buscó interpelar a los sujetos que caminan el espacio público, recordar que en el contexto latinoamericano actual (y del pasado) la democracia no es “algo dado”. Es decir, instalando los actos de conmemoración en el espacio público y convocando a la ciudadanía a participar, se intentó que ella se apropie y resignifique la memoria local del Golpe para que, en definitiva, sea su memoria.

3.1. MANOS QUE BORDAN MEMORIA

Las actividades comenzaron en octubre de 2015 convocando a rosarinas y rosarinos a bordar pañuelos blancos, como los usados por las Madres de Plaza 25 de Mayo6, con los nombres de los desaparecidos y los asesinados por la represión en esta región. El espacio del Museo se abrió para que el público se apropie del sitio y de la conmemoración. Los pañuelos, bordados colectivamente durante más de tres meses, conformaron un homenaje que se montó en marzo en el Monumento Nacional a la Bandera que sirvió de marco para la marcha central el día 24, en la cual 35.000 personas tomaron las principales calles de la ciudad reclamando Memoria, Verdad y Justicia.

6. La resistencia al terrorismo de Estado tiene a los organismos de Derechos Humanos de la ciudad de Buenos Aires como sus representantes emblemáticos. De esta forma, las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo constituyen todo un símbolo de la lucha por Memoria, Verdad y Justicia; sin embargo, en las grandes ciudades del resto del país han generado sus propios organismos. Las Madres de Plaza 25 de Mayo, el principal organismo de la ciudad de Rosario, nació en 1977 en plena búsqueda de los desaparecidos por el terror estatal. Desde esa fecha, las Madres tienen a la plaza 25 de mayo como su punto de reunión para visibilizar su lucha.

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El simple gesto de bordar adquiere numerosos sentidos, que Silvana Rabinovich describe en el siguiente fragmento de uno de sus artículos: El tiempo del bordado es un tiempo paciente, que contrasta con la inmediatez insomne y voraz del capital. Los bordados del dolor muchas veces son producto del insomnio ante la persistente injusticia. Bordar memoria en las megalópolis es descolonizar el tiempo, des-orientalizarlo. Bordar es una forma delicada, silenciosa y colorida de la resistencia. Es un camino sinuoso, sin pavimento en busca de justicia7.

3.2. ROSARIO, CIUDAD CON MEMORIA

Llegados a marzo de 2016, la intervención que inició el homenaje de los 40 años tuvo lugar en la plaza 25 de Mayo. Allí el artista plástico Dante Taparelli plasmó un homenaje permanente a las Madres rosarinas, con el remplazo de algunas baldosas con la reproducción en bronce de sus propias pisadas, recreando la ronda que las madres realizan, desde hace 39 años, todos los jueves alrededor de “La columna de la libertad” que ocupa el centro de la plaza. Con las huellas genuinas de las Madres haciendo sus rondas en busca de justicia, su lucha se torna indeleble para el paisaje urbano.

3.3. MUESTRA LA MEMORIA EN 40 IMÁGENES

La actividad central para el Museo fue la producción de una muestra colectiva que reúne imágenes seleccionadas por cuarenta ciudadanos. Se los invitó a evocar, mediante una foto personal y un breve texto, un recuerdo de los cuarenta años del golpe. Posiblemente la búsqueda haya implicado un ejercicio de memoria, de reconstrucción del relato 7. Ver sitio internet del Museo de la Memoria Rosario: http://www.museodelamemoria.gob.ar/page/noticias/ id/1794/title/Manos-que-bordan-memoria. Visitado por última vez el 05/03/18.

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biográfico. La muestra estuvo marcada por la transversalidad, fue una construcción diferente en la que el visitante podía evocar su propio archivo de imágenes y memorias y, de esa forma, romper la barrera que separa al artefacto del sujeto. Fue inaugurada simultáneamente en los diferentes centros de distrito de la ciudad, siguiendo con esta política de traspasar las paredes de nuestra institución.

3.4. INSTALACIÓN ¿QUIÉN SI NO?, VOCES QUE ROMPEN EL SILENCIO

Esta instalación en el patio frontal del Museo constituyó una propuesta poética, gráfica y sonora en homenaje a los sobrevivientes de la última dictadura. Se recuperan los testimonios de los sobrevivientes del genocidio ocurrido desde el 24 de marzo de 1976. Sabina Flotio y Cynthia Blanconá, curadoras de la instalación, destaca que de esta manera se registran dos figuras de la memoria: la del expediente judicial y la de la particular voz del testigo. Con el relato de los protagonistas se visibilizan datos históricos, testimonios e imágenes documentales.

3.5. R40: HOMENAJE A LAS RESISTENCIAS

En un trabajo articulado con el Colectivo Arquitectura, Derechos Humanos y Memoria de la Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño de la Universidad Nacional de Rosario, se montó en la plaza lindera al Museo una instalación en homenaje a los movimientos de resistencia a la impunidad y al olvido durante estos 40 años. Recreando una línea histórica en formato 3D, se utilizó las imágenes de archivo de organizaciones de la sociedad civil y del Estado. Alejandra Buzaglo, la curadora de la instalación, marca que la propuesta intentó

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recuperar el legado de los movimientos sociales, organismos de derechos humanos, movilizaciones de resistencia y solidaridad que a lo largo del período iniciado en 1976 se han constituido en legítimas herramientas de la lucha popular por la justicia y para la defensa, construcción y ampliación de derechos. R40 es una instalación colectiva en el espacio público que propone, desde el lenguaje del arte, recordar y reflexionar sobre nuestros derechos y sobre aquellos y aquellas que persisten en velar y luchar por ellos a 40 años del golpe8.

3.6. LOS 30.000 DESAPARECIDOS NOS FALTAN A TODOS

El 30 de agosto de 2016, Día Internacional del Detenido-Desaparecido, se realizó una intervención de danza y música para conmemorar esta jornada en el marco de los 40 años. Diferentes elencos de prácticas escénicas, que integran el Instituto Superior Provincial de Danzas “Isabel Taboga”, realizaron esta intervención ocupando y resignificando los distintos espacios del Museo, representando con diversas danzas, palabras, ritmos y melodías, la opresión, la tristeza, la lucha, la pasión, la llegada de la primavera democrática después de la larga noche, la libertad y la alegría recuperadas. A través de la danza expresaban: Bailamos por el recuerdo y la vida que está Bailamos para no sentirnos derrotados Bailamos para seguir buscándolos, para despertarlos, para hacerlos presentes Bailamos por la información real, honesta y necesaria Bailamos por el incondicional amor, la lucha y la búsqueda Bailamos por los encuentros y la identidad Bailamos porque bailar es una forma de mantener vivos los ideales9. 8. Ver sitio internet del Museo de la Memoria Rosario: http://www.museodelamemoria.gob.ar/page/noticias/ id/1914/title/%2340A%C3%B1os. Visitado por última vez el 05/03/18. 9. Ver sitio internet del Museo de la Memoria Rosario: http://www.museodelamemoria.gob.ar/page/noticias/

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4. NO HABRÁ FUTURO SIN MEMORIA VERDAD Y JUSTICIA

Claramente, recordar los 40 años del golpe cívico-militar fue el eje que estructuró las actividades del Museo de la Memoria para todo el año 2016, fue el eje alrededor del cual gravitó ese año. Se puede afirmar que, a nivel macro social, los aniversarios terminados en cero entrañan un fuerte peligro para los procesos de memoria: transformarse en un objetivo en sí mismo, pensar en la conmemoración de los 40 años del inicio de la última dictadura como un punto de llegada en el recuerdo de una catástrofe tan inexplicable como excepcional. Por el contrario, el Museo de la Memoria de Rosario, más allá del hecho cronológico, tuvo en 2016 el comienzo de un proceso de afirmación identitaria, simbólica y, por ende, política. El cambio en las políticas de memoria iniciado ese año planteó como necesidad instalar en el debate público que el pasado sigue presente no como forma fantasmagórica sino como un vínculo de actores, tramas, ideas y situaciones que sigue vigente y dando pelea. Situado en la coyuntura que lo atraviesa, el Museo intentó, inspirándose en Pilar Calveiro, trae al pasado como iluminación fugaz, como relámpago, al instante de peligro actual.

5. BIBLIOGRAFÍA

BUCHENHORST, R. (2007), “La memoria: un intercambio de reconstrucciones”, en S. LORENZANO, y R. BUCHENHORST (ed.), Políticas de la memoria: tensiones en la palabra y la imagen, Buenos Aires, Editorial Gorla. CHABABO, R. (2007), “Atrapar lo inasible”, en S. LORENZANO, y R. BUCHENHORST (ed.), Políticas de la memoria: tensiones en la palabra y la imagen, Buenos Aires, Editorial Gorla. JELIN, E. (2001), Los trabajos de la memoria, España, Siglo XXI Editores de España. MUSEO DE LA MEMORIA (2011), La Casa del Museo, Rosario, Editorial Municipal.

id/1925/title/Actividades-por-el-D%C3%ADa-del-Desaparecido. Visitado por última vez el 05/03/18.

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PASQUALI, L. y VAN POEPELEN, C. (2002), “La Plaza San Martín de Rosario: un sitio para la memoria. El caso del edificio del II Cuerpo de Ejército”, en Jornadas Reconstrucción de la Identidad de los desaparecidos, publicada en CD, Buenos Aires. SCOCCO, M. (2017), “Los usos de la casa del Comando del II Cuerpo del Ejército”, en G. ÁGUILA (Dir.), Territorio ocupado, Rosario, Editorial Municipal.

6. OTRAS FUENTES

Ordenanza nº 6506/1998 de “Creación del Museo de la Memoria”. Recuperado de: http:// www.rosario.gov.ar/mr/normativa/otras-normas/ordenanzas/ordenanza-6506-1998 Ordenanza nº 6790/1999 de “Designación de la sede definitiva del Museo de la Memoria”. Recuperado de: http://www.rosario.gov.ar/mr/normativa/otras-normas/ordenanzas/ordenanza-6790-1999 Revista Alapalabra, la revista de Madres de Plaza 25 de Mayo y Abuelas de Plaza de Mayo de Rosario, mayo de 2004. Web institucional del Museo de la Memoria, http://www.museodelamemoria.gob.ar/

Elcarte, María Fabiana y Massuco, Lucas (2018). “Procesos sociales de búsqueda de verdad y lucha contra la impunidad. Experiencias significativas”, en Ejercicios de memoria entre el Museo y la Facultad, Volumen 1, compilado por Viviana Nardoni, Alicia Megías y Marco Iazzetta. UNR Editora, Rosario. Páginas 26-41.

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LUCHAS DE MEMORIAS POSTDICTATORIALES EN ROSARIO: LOS CASOS DEL MUSEO DE LA MEMORIA Y EL SERVICIO DE INFORMACIONES DE LA POLICÍA DE LA PROVINCIA DE SANTA FE María Antonela Pierotti (UNR)

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LUCHAS DE MEMORIAS POSTDICTATORIALES EN ROSARIO: LOS CASOS DEL MUSEO DE LA MEMORIA Y EL SERVICIO DE INFORMACIONES DE LA POLICÍA DE LA PROVINCIA DE SANTA FE María Antonela Pierotti (UNR)

“Las sociedades post-genocidas a las que pertenecemos están atravesadas por el vacío dejado por la barbarie […] Este vacío está habitado por las almas de los ausentes. […] Porque esos cuerpos evocados están desaparecidos y habitan el increíble éter que respiramos, es que estamos obligados, como generación superviviente, a traerlos simbólicamente hasta nosotros […]”. (Lorenzano y Buchenhorst, 2007: 146)

El 24 de marzo de 1976, por primera vez en la historia argentina, las tres Fuerzas Armadas aliadas a las elites económicas derrocan al gobierno constitucional encabezado por María Estela Martínez de Perón, dando inicio al autodenominado Proceso de Reorganización Nacional. La dictadura que se instaura, a diferencia de las anteriores, se caracterizó por la implementación de una nueva modalidad represiva, la desaparición sistemática de todos los “elementos” considerados “subversivos”, y por producir un cambio en la matriz económica que implicó la destrucción del aparato productivo y altas tasas de endeudamiento externo. Si bien los Centros Clandestinos de Detención y Tortura -CCDyT- , las desapariciones y las ejecuciones ilegales, eran prácticas que ya se venían produciendo con anterioridad (Pittaluga, 2010)1, a partir del ´76 se evidencia que todo el aparato estatal es puesto al servicio de un proyecto desaparecedor (Calveiro, 2012). Dicho esto, el presente artículo se presenta como un esfuerzo no por hacer un análisis del pasado dictatorial o por vislumbrar sus herencias, sino por pensar el campo de las memorias en la ciudad de Rosario. Especialmente lo que tiene que ver con las luchas de memorias en torno a la creación de marcas territoriales. El análisis estará enfocado en los casos del Museo de la Memoria y el Servicio de Informaciones, de Rosario. La inquietud surge a partir de la constatación de que ambos espacios se hallan vinculados con el proceso de la última dictadura cívico-militar en lo que atañe a su política represiva y a la implementación de la desaparición forzada de personas: uno como Sede del Comando del II Cuerpo del Ejército y el otro como CCDyT2. Son, por lo tanto, sitios 1. Los fusilamientos de José León Suárez en 1956, la masacre de Trelew en 1972, los decretos de aniquilación del accionar subversivo de 1975, el Operativo Independencia y la Escuelita de Famaillá son algunos ejemplos de prácticas que a partir de 1976 se ampliaron notablemente transformándose en la principal tecnología represiva. 2. El Informe Nunca Más de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) distingue los Lugares Transitorios de Detención, centros que servían como primera instancia de interrogatorio, en los cuales

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emblemáticos de la ciudad de Rosario, ubicados espacialmente a muy corta distancia entre sí, vinculados ambos al terrorismo de Estado, gestionados por distintas esferas del Estado, pero expresión cada uno de formas diversas de emprender el proceso de construcción de memoria. La recuperación de los mismos como espacios públicos está asociada al mismo período histórico, principios del siglo XXI. Esta circunstancia está íntimamente ligada con un contexto político propicio para acciones como éstas, en este sentido, si bien las luchas de los emprendedores de memorias (Jelin, 2002), aglutinados en torno a las múltiples organizaciones de DDHH, venía de décadas anteriores, los discursos oficiales ligados a la teoría de los dos demonios y de la reconciliación no generaban las condiciones de producción de hechos como éstos. Fue necesaria la confluencia de la lucha de los organismos y un contexto político que daba vuelta el discurso oficial del momento, dándole el nombre de terrorismo de Estado a ese pasado traumático. Es evidente esta situación en los casos de los dos sitios analizados. Los mismos atravesaron largos años de olvido, hasta llegar a ser hoy espacios de memoria. La entonces Sede del Comando del II Cuerpo del Ejército fue representativa del poder autoritario ejercido por las Fuerzas Armadas en Rosario y la región. Desde el interior de sus paredes se planificó el sistema de represión a aplicar en este territorio. Allí se tomaban las decisiones acerca de la vida y la muerte de las personas detenidas irregularmente y torturadas en los distintos CCDyT y se impartían Consejos de Guerra. Dado el control político ejercido por las Fuerzas Armadas fue este también el lugar de procesión de lxs familiares de personas desaparecidas, donde iban en busca de información sobre el paradero de sus allegadxs. Mientras que el Servicio de Informaciones de la Policía Provincial fue el CCDyT más grande de la región, albergando, aún sin números precisos entre mil y tres mil mujeres y hombres entre los años 1976 y 1979.3 Espacialmente están ubicados en el Centro Cívico de Rosario, separados por apenas 200 metros de distancia compuestos por la Plaza San Martín, la Sede del Gobierno de Santa Fe, y la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario. Sin embargo, ambos construyen memoria desde perspectivas y con finalidades diversas. En función de ello algunas de las preguntas que surgen son: ¿Cómo nombran estos espacios se decidía si el/la secuestradx era liberadx trasladadx a un CCDyT. 3. El 8 de octubre de 1984 un grupo de personas roba de los Tribunales Provinciales de Rosario alrededor de ciento cincuenta expedientes recogidos por la CONADEP Santa Fe los cuales implicaban a militares, sacerdotes, empresarixs y dirigentes políticxs en la comisión de delitos durante la dictadura.

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aquel pasado traumático y sus actores? ¿Cómo piensan el futuro y en función de eso su accionar hoy? ¿Cómo piensan el presente y su inserción en el mismo? En fin, ¿Qué usos de la memoria realizan?

1. ¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE MEMORIAS?4

El pasado ya pasó y no podemos cambiarlo. Pero la memoria es el sentido que asignamos al pasado, es una construcción intersubjetiva permanente anclada en experiencias y marcas materiales. Siempre es social, nunca individual. En primer lugar porque construimos memoria desde el lenguaje que hablamos por pertenecer a una comunidad, y en segundo lugar porque los recuerdos tienen sentido cuando los integramos a marcos interpretativos construidos también por nuestra pertenencia a una colectividad. Por lo tanto, si la memoria no es un cúmulo de informaciones, es pertinente hablar de memorias en plural, ya que los sentidos asignados al pasado, sobre todo a un pasado traumático, serán diversos de acuerdo a cada grupo social. De allí que lo contrario de la memoria no sea el olvido, pues todas las memorias contienen silencios, olvidos, omisiones. Lo contrario de unas memorias son otras memorias plagadas de otras ausencias y recuerdos. Las complejidades de la memoria hacen que no pueda ser encuadrada en la concepción lineal del tiempo según la cual a medida que pasa el tiempo los hechos serían olvidados. Por el contrario, hay contextos políticos que promueven el silencio mientras que hay otros que estimulan las luchas de memorias en el ámbito público o la vigencia de memorias hegemónicas. Es evidente en las diversas experiencias históricas, sobre todo en el caso que interesa aquí, cómo a medida que pasan los años respecto del terrorismo de Estado en lugar de producirse el olvido, se habilitan nuevas discusiones en torno a su sentido5. 4. Este título remite a uno de los capítulos del libro “Los trabajos de la memoria” de Elizabeth Jelin (2002), autora cuyo concepto de memoria es utilizado en este trabajo. 5. En 2004 Héctor Jouvé, ex militante del Ejército Guerrillero del Pueblo, fue entrevistado por Sergio Schmucler, director de la revista La Intemperie. En la misma relata cómo, en 1964 fue testigo del asesinato por parte de sus compañeros de dos militantes de la organización de la que él formaba parte. A partir de la misma se puso en cuestión la elección de la vía armada por parte de diversas organizaciones, haciendo públicos debates sobre ese pasado, hasta entonces periféricos. La primera repercusión proviene de Oscar del Barco quien publica

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La memoria involucra tres temporalidades, ya que implica una interpretación realizada en el presente sobre aquel pasado traumático, pero afectando también expectativas de futuro. En este sentido y en el contexto argentino y latinoamericano es importante decir que las disputas en torno a las interpretaciones y elaboraciones de pasados violentos están relacionadas también con perspectivas respecto de incidir en las democracias actuales y en las generaciones que no han vivido aquellos pasados violentos. Hablar de luchas de memorias implica reconocer que diversos grupos sociales, se desempeñan en el ámbito de lo público de manera de que su memoria adquiera reconocimiento público, sea legitimada por sobre otras memorias que se mantendrán en el campo de lo subterráneo disputando el territorio de la interpretación legítima del pasado6. La recuperación del pasado, siguiendo a Todorov (2000), puede ser buena o mala de acuerdo al uso que se haga en el presente del mismo. Al respecto, el autor diferencia entre la posibilidad de recuperar el pasado, siempre válida, y el uso de ese pasado en el presente. De acuerdo a su perspectiva hay dos usos de las memorias: el uso literal, y el uso ejemplar. “Por un lado, ese suceso —supongamos que un segmento doloroso de mi pasado o del grupo al que pertenezco— es preservado en su literalidad (lo que no significa su verdad), permaneciendo intransitivo y no conduciendo más allá de sí mismo” (Ibídem: 30). Todo lo que se extraiga estará en relación de directa contigüidad con el mismo: sus causas, sus consecuencias, los sujetos que podrían estar en relación directa con el fenómeno, a los que yo acuso además de ser parte de mi sufrimiento actual, dado que el presente en todas sus manifestaciones, individuales y colectivas, en este uso, se halla sometido a ese pasado. “O bien, sin negar la propia singularidad del suceso, decido utilizarlo, una vez recuperado, como una manifestación entre una carta titulada “No matarás” en la cual hace un mea culpa respecto de su apoyo a las actividades de esta organización y califica a todos los dirigentes de las organizaciones armadas de “asesinos seriales”. A partir de un imperativo ético que según él trasciende y está más allá incluso de la existencia de un dios anuncia que todxs lxs que simpatizaban directa o indirectamente con la lucha armada son asesinxs. Este relato que no es un acto de reflexión sino de constricción, da origen a una serie de debates que involucran a Horacio González, Nicolás Casullo, Ricardo Forster y otrxs, y que circularon a través de distintas revistas y publicaciones durante 2004 y los años posteriores. En los mismos sobresale la crítica a la ahistoricidad de los fundamentos expresados por del Barco, su reduccionismo, su equiparación de la violencia estatal y de la violencia en manos del pueblo. Junto a esto aparece la noción de responsabilidad y la necesidad de, de una vez por todas, discutir el accionar de la guerrilla y sus concepciones, bajo la constatación de su derrota en transformar el sistema. Ver: Del Barco, Schmucler, Rozitchner, Casullo, González, et al. (2007). 6. Lo que Todorov destaca de los totalitarismos es la apropiación que los mismos han hecho de la memoria, aspirando a controlarla hasta en los rincones más recónditos, prohibiendo cualquier manifestación de otras memorias distintas a la oficial. Ver: Todorov (2000).

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otras de una categoría más general, y me sirvo de él como de un modelo para comprender situaciones nuevas, con agentes diferentes” (Ibídem: 31). En este caso se realiza una doble operación: por un lado, al percibirlo como parte de una trama general y no como un hecho único e indescriptible que me desborda, sometiéndome, logro procesarlo, neutralizarlo y controlarlo, y por otro, abro ese recuerdo – y es allí cuando deja de ser una experiencia privada para convertirse en una cuestión pública- a la analogía, a las comparaciones, a los análisis y extraigo una lección. Esto implica volver productivo ese pasado, transformarlo en fuente de acción para el presente, a partir del análisis de semejanzas y diferencias, no de relaciones de contigüidad; reemplazando entonces, la búsqueda en este pasado de la explicación de toda nuestra existencia. De esto se extrae que el uso literal de la memoria puede volverse peligroso, sobre todo si se lo lleva a un extremo, dado que el pasado se vuelve intransitivo y los recuerdos, incomparables entre sí. Mientras que el uso ejemplar es potencialmente liberador, dado que permite extraer lecciones, que abordadas a la luz de criterios racionales servirán para producir una comunicación interpersonal, la cual a partir de reflexionar en torno a los sufrimientos del ayer, permitirá activar en el presente para evitar arribar a situaciones similares.

1.1 ESPACIOS DE MEMORIAS

Toda marca territorial es producto de luchas y conflictos políticos ya que su existencia y señalización es un recordatorio físico que mantiene vigentes las disputas en torno de un pasado político conflictivo nada fácil de procesar con interpretaciones unilaterales. Por lo tanto puede actuar como chispa, como disparador para reavivar el conflicto sobre su significado en cada nuevo período histórico o para cada nueva generación (Jelin y Langland, 2003). Si en toda ciudad, entre otras cosas, se produce una proyección en el espacio de los imaginarios sociales, la materialización de las memorias a través de la identificación, señalización pública y preservación de espacios, constituyen una fuente privilegiada donde se plasman las formas que se da la sociedad de recordar y procesar el pasado (Schindel, 2009). Para que un espacio se convierta en un lugar se requiere de un proceso de otorgamiento de sentido, hacer hablar al espacio y convertirlo en un vehí-

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culo de memoria donde se plasmen los relatos del pasado que sirvan para la identificación y la creación de pertenencia en lxs miembros de una colectividad. Los espacios no son la memoria en sí mismos, en todo caso, el proceso es al revés, las memorias dan los sentidos a los espacios. Ese hacer hablar al espacio se hace desde un punto de vista, desde una perspectiva resultante seguramente de procesos de luchas y decisiones sobre qué hacerle decir y cómo. Por lo tanto, son las luchas de memorias las que se cristalizan en procesos de creación de monumentos, memoriales, otorgamiento de nombres a plazas, calles, colocación de placas, creación de museos. Y a su vez, dan cuenta de las formas que se van dando las sociedades de procesar y elaborar el pasado. Respecto del Museo de la Memoria, si bien la ordenanza que lo crea dentro del ámbito de la Secretaría de Cultura y Educación, fue aprobada en 1998, es recién en 2010, luego de negociaciones entre quien era propietario del inmueble y el Ejecutivo Municipal en torno a su expropiación -las cuales implicaban que el mismo dejara de funcionar como Bar Rock &Feller- que el Museo pudo instalarse y abrirse al público en la que es su actual ubicación. El Servicio de Informaciones, por su parte, llegada la democracia en 1983 siguió perteneciendo a jurisdicción policial, atravesando un largo período de abandono y deterioro hasta el año 2002 en que se constituyó allí, a partir de un decreto provincial que lo otorgaba en comodato a los organismos de DDHH, el Centro Popular de la Memoria. Esto lo convirtió en el primer CCDyT del país recuperado por parte de los organismos de DDHH cuyo estatuto preveía la preservación de huellas y material testimonial. En 2012, a instancias de la creación unos años antes de la Secretaría de DDHH provincial, se extingue el comodato y el SI pasa a ser gestionado por el gobierno de la Provincia de Santa Fe a través de este área.

2. ¿CÓMO SE CUENTA EL PASADO? 2.1 EL MUSEO DE LA MEMORIA

La ordenanza que da origen al Museo de la Memoria, entre sus considerandos expresa que:

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la sociedad argentina tiene aún muy cerca un pasado que no debe volver a repetirse […] demostrando que la elaboración de lo vivido durante el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional todavía no ha logrado ni la apertura ni la amplitud que su dimensión requería. A partir de este marco legal que establece su fundación se evidencia el carácter formativo, pedagógico que guió a quienes proyectaron y proyectan esta institución. Según su actual Directora Viviana Nardoni (2012:11), Cuando se presentó el proyecto para la instalación del museo en su sede definitiva […], se enunciaron como objetivos: la preservación del recuerdo sobre lo ocurrido en nuestro país durante los años de la última dictadura militar, trabajando para evitar que el olvido se lleve consigo la atroz verdad de los campos de concentración, la desaparición forzada de personas, la apropiación de niños y la tortura, prácticas aberrantes que fueron naturalizadas por el Terrorismo de Estado. A ello se sumó el desarrollo de actividades educativas y de investigación tendientes a generar conciencia no sólo de la dimensión trágica de lo ocurrido en el pasado, sino también para advertir en este presente la existencia de situaciones históricas y sociales que merecen y exigen de nuestro compromiso sensible y humano. Se destaca también la necesidad de impulsar la construcción de puentes que promuevan el diálogo intergeneracional y sean de utilidad para hacer del pasado un territorio de constante interrogación y aprendizaje para que aquello que nos sucedió, no nos vuelva a ocurrir. Además, promueve el fortalecimiento de los valores de la libertad, la justicia y la dignidad humana, indispensables para la construcción de cualquier comunidad democrática. Respecto de la transdisciplinariedad que subyace detrás del proyecto del Museo puede decirse que hay un uso de las memorias del pasado reciente, pero que también hay aportes generados desde otras disciplinas como la Historia. La instalación de la Mémora, en el ingreso al Museo da cuenta de esto. Esta obra relata fenómenos de violaciones a los DDHH ejercidos por los Estados latinoamericanos sobre sus comunidades. En la selección de los hechos se han tenido en cuenta aquellos que provinieran de fuentes orales y que fueran sobresalientes por sus dimensiones pero al mismo tiempo, desconocidos. La Mémora se acciona manualmente, logrando de esta manera hacer partícipe al visitante del despliegue de los relatos y testimonios sobre avasa-

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llamientos a la dignidad humana. Tiene un propósito doble: inscribir el pasado reciente, y por lo tanto, el presente en una historia de largo plazo de las violaciones a los DDHH en nuestro continente, y generar una inscripción latinoamericanista del mismo. A diferencia de otros Museos de la Memoria del Cono Sur7, su relato no se circunscribe a una periodización que comenzaría en 1976 con la toma del poder por parte de las Fuerzas Armadas y finalizaría en 1983 con la realización de las primeras elecciones democráticas8. Hacerlo implicaría dejar traslucir que aquello tuvo un inicio y un fin claro, y que la sociedad actual está exenta de vivir atravesada por sus consecuencias o de permitir la emergencia de fenómenos de esas características, simplemente porque son hechos que ocurrieron en el pasado. Es decir, no es “el museo de la dictadura” o de los militantes de los ´709, es el “museo de la ciudad toda.” Por lo tanto aquí radica un desafío para quienes piensan el museo: ¿Cómo convertir la voluntad de un sector directamente afectado, en una necesidad de la sociedad?10 ¿A través de qué recursos (artísticos, estéticos) contar el pasado reciente? ¿Se puede representar el horror? ¿Cómo representar la ausencia? En este sentido, respecto de las decisiones sobre el diseño del Museo y su contenido, Nardoni (2011:87) expresa que: 7. En este sentido, el Museo de la Memoria de Santiago de Chile comienza su relato con un archivo audiovisual que muestra los bombardeos del 11 de septiembre de 1973 a la Casa de la Moneda y finaliza con la celebración de las primeras elecciones democráticas en 1990. 8. Las prácticas de represión ilegal comenzaron a aplicarse antes del 24 de marzo de 1976, día en que formalmente asume el poder la Junta Militar. Durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón se promulgó el Decreto 261/75 que en su primer Artículo establece que “El comando General del Ejército procederá a ejecutar las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de elementos subversivos que actúan en la provincia de TUCUMÁN.” En ese marco se rastrea la existencia del primer CCDyT en Tucumán, a instancias del Operativo Independencia en que se aniquila un foco rural encabezado por la organización armada Ejército Revolucionario del Pueblo. En octubre del mismo año, a través de los decretos 2770/75, 2771/75 y 2772/75 se extiende la intervención de las Fuerzas Armadas, policiales y del servicio penitenciario para erradicar el “accionar de los elementos subversivos” en todo el territorio nacional. Con el ascenso al gobierno de la Junta Militar el terrorismo de Estado se intensifica y se vuelve política de Estado aplicándose de manera sistemática y regular contra cualquier tipo de disidencia política. 9. Si bien en la placa que se ubica al lado de la puerta de ingreso al Museo se puede leer que el mismo es un “permanente tributo a los ausentes y a los sobrevivientes, a sus compañeros y familiares, y a todos aquellos que han resistido, sin descanso, por mantener vivos los valores de memoria, verdad y justicia” según opiniones de sus propios miembros, esta descripción es mucho más acotada de lo que el Museo es en realidad, no logrando con estas palabras dar cuenta de su proyección. 10. Consideramos a este como el principal interrogante que recorre todas las instancias académicas en las que se discute la planificación de instituciones de memoria

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En principio nos negamos al monumentalismo como propuesta artística ya que el cuerpo físico del monumento reemplaza al cuerpo/los cuerpos que se procura recordar. El monumento es la mejor manera que una sociedad adopta para, precisamente, hacer desaparecer el sentido de aquello que se evoca. Tampoco deseamos que nuestro lugar de memoria produzca una destrucción “espectacular” de aquello que debe ser reapropiado y resignificado. Si bien la arquitectura del Museo presenta un aspecto monumental, su propuesta estética y ética está plasmada a través de instalaciones de artistas rosarinxs basadas en el enfoque del arte contemporáneo y del antimonumentalismo11. Frente a la supuesta inenarrabilidad del horror12, el arte emerge generando los recursos para que el Museo proyecte su propuesta pedagógica, generando inquietudes en lxs visitantes, alertándolxs acerca de la necesidad de prestar atención a las violaciones de DDHH del presente. Resulta interesante, a los fines de dar cuenta de las características de la corriente antimonumentalista describir la intervención que Horst Hoheisel llevó a cabo en el ex centro de concentración de Buchenwald. Se trata de una losa en la que se hallan grabados los nombres de todxs lxs deportadxs que murieron allí. Su particularidad es que cuando unx apoya su mano sobre la misma, puede sentir que está en contacto con el cuerpo humano, ya que la misma se encuentra constantemente a una temperatura de 36,5 grados centígrados. Esta fue la forma que encontró el artista de representar la ausencia, el horror ejercido por seres humanos sobre miles de personas. Vinculado a lo expuesto resuenan fuertemente las palabras de Todorov (2000) cuando ejemplificaba el ejercicio de la memoria ejemplar en el caso del sobreviviente de un campo de concentración del nazismo que ya liberado se propone investigar la realidad de los campos de concentración soviéticos. Es decir, lejos de agotar la realidad de los campos de concentración a su experiencia particular y privada, este sobreviviente entendía que su compromiso con la dignidad humana debía tener un correlato en la denuncia de las atrocidades que estaban teniendo lugar en otro contexto, pero con prácticas similares. La propuesta del Museo respecto de la historización de las violaciones a los DDHH en Latinoamérica son parte también de este uso de la memoria que implica analizar los hechos, por 11. El artista alemán Horst Hoheisel es el precursor de esta corriente que plantea que los monumentos en lugar de conmemorar, matan el recuerdo de las víctimas. 12. Es ya célebre la frase de Theodor Adorno (1970:14) que plantea que “[…] luego de lo que pasó en el campo de Auschwitz es cosa barbárica escribir un poema”.

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más traumáticos que fueran, desde una perspectiva más general, reconociendo similitudes y diferencias con otros fenómenos de larga data. Establecer estas relaciones permite, como se propone la institución, pensar situaciones actuales similares provocadas por agentes distintxs. Aquí es cuando la memoria ejemplar se vuelve liberadora, siendo principio de acción frente a, en este caso, las aberraciones del presente. Se observan en el campo del desarrollo de museos y memoriales dos estrategias frente a la necesidad de representar estos pasados asociados a la masacre planificada. Por una parte aquellas que conmueven en el plano de la emotividad y la representación pura y literal, y por otra aquellas que desde formas más sutiles apelan a la reflexividad. Mientras las primeras suelen llevar a cabo intervenciones abrumadoras que anulan toda capacidad de pensamiento13, las segundas pretenden abrir puertas a la interrogación. A decir de su ex Director Rubén Chababo, por sí sola, la memoria del horror no puede actuar como antídoto que nos inmunice frente a su repetición, a menos que esa memoria realice algún tipo de labor introspectiva más profunda que nos obligue a preguntarnos cuál fue nuestra propia responsabilidad a la hora de hacer posible ese horror. (Citado en Hite, 2013:141) El posicionamiento claro del Museo expresado en palabras de su ex Director tiene que ver con alejarse de aquellas posturas adoptadas por otros espacios de memoria que se inclinaron por mostrar el horror, hacerlo sentir y traerlo permanentemente, como mecanismo para garantizar su no repetición. Al contrario, muchas veces el efecto de estas obras ha ido a contramano de los propios propósitos del/de la artista, reeditando el horror, imposibilitando la generación de otros sentimientos, inquietudes más propositivas vinculadas con el presente,

13. Rubén Chababo relata una intervención llevada a cabo en Rosario por un grupo de artistas en ocasión de un nuevo aniversario del último golpe de Estado: en una plaza céntrica se esparcieron cuerpos mutilados, estructuras que simulaban parrillas de tortura, cuadros con rostros desfigurados. La propuesta generaba su propósito, despertar el horror, nadie pasaba indiferente por allí, pero lo inquietante es que eso no provocaba ningún efecto residual como ser alguna interrogación respecto del por qué de esos actos de barbarie. Ludmila Da Silva Catela, ex Directora del Archivo Provincial de la Memoria de Córdoba, plantea a través de la decisión de hacer públicos negativos con rostros, nombres y fechas provenientes de un libro policial titulado Registro de Extremistas -relativos a personas secuestradas ilegalmente durante la última dictadura en CCDyT- que “mostrar el horror” tuvo que ver con brindar otros soportes para demostrar la credibilidad de los relatos de lxs sobrevivientes. Para que estos negativos no apabullaran a los visitantes el equipo se planteó presentarlos como “instantes de verdad”, fragmentos del paso de miles de hombres y mujeres por CCDyT que no deben agotar la posibilidad de pensar el proceso autoritario en términos más complejos (Da Silva Catela, 2014).

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o cayendo sencillamente en el olvido. Generan la sensación de que aquellos hechos son parte del pasado y por lo tanto, no tienen nada que ver con las problemáticas del hoy.

2.2 EL SERVICIO DE INFORMACIONES

Hoy, recorrer el Servicio de Informaciones implica adentrarse en los recovecos de un edificio que funcionó en sus inicios como casa familiar del Jefe de Bomberos, pasando a ser Centro Clandestino de Detención y Tortura durante los primeros tres años de la dictadura que golpeó nuestro país, período en el cual la represión fue más intensa. Los cuartos están vacíos14. Totalmente desprovistos de cualquier objeto, sólo un pequeño atril con una mención a la funcionalidad de esa habitación desde su construcción hasta su adecuación para funcionar como CCDyT, y fragmentos de testimonios que dan cuenta de una experiencia o vivencia personal ocurrida en ese cuarto mientras fue sitio de detención. Los testimonios no tienen firma. El propósito perseguido en este sentido es no personalizar los relatos, es decir, no acotar la atención a los nombres, sino a la experiencia relatada. Las paredes en las cuales se registran rastros generados por detenidxs que pasaron por allí (nombres personales, fechas, dibujos) están resguardadas, protegidas con un vidrio para garantizar su perdurabilidad. Sólo resalta un mueble que está en una habitación desde aquel período15. Los testimonios de lxs ex desaparecidxsdetenidxs cumplen un rol fundamental en la recuperación de este sitio. Dado que allí han estado en cautiverio entre dos mil y tres mil personas de las cuales un gran porcentaje son sobrevivientes, gracias a su participación en la recupe14. Cuando la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), uno de los más grandes CCDyT de la última dictadura, fue recuperada como Sitio de Memoria uno de los criterios compartidos por los organismos de DDHH es mantener ese vacío en los recintos que formaron parte del circuito represivo, no intervenir los espacios, dejando únicamente los testimonios como parte del relato. Ese vacío es también coherente con la política de desaparición de personas, toda la evidencia ha sido prolijamente retirada o destruida. 15. Se han encontrado fotografías tomadas a lxs detenidxsdesaparecidxs durante su cautiverio en el SI en cuyo fondo se ve este mueble.

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ración del sitio y en los juicios ha sido posible el reconocimiento de las alteraciones de ocultamiento realizadas por la Policía mientras éste funcionaba como CCDyT, y posteriormente. El eje sobre el que se construye el relato del SI es un eje histórico. Un relato que da cuenta del sitio a partir de la funcionalidad y las modificaciones arquitectónicas que fueron sufriendo cada una de sus habitaciones desde su construcción hasta su adecuación como CCDyT. La finalidad que persigue este Sitio de Memoria es ser prueba testimonial con fines judiciales en los juicios por violaciones de DDHH. De hecho se constituye como prueba en las causas Feced I y Feced II. Es así que durante 2014, con la intervención de la jueza Noemí Berros lxs sobrevivientes recorrieron el SI para reconocerlo y dar cuenta de sus pasos por el mismo. Es interesante, en este momento contextualizar la centralidad que ha adquirido el rol del/de la testigo, y de su principal valor, el testimonio luego de los genocidios del siglo XX. Mientras que a partir del siglo XIX los monumentos se construían para reivindicar las guerras y sus héroes, dejando a lxs vivxs un lugar secundario, luego del Holocausto las conmemoraciones han mutado, pasando a dar al/a la testigo el lugar de ícono viviente de un pasado que se caracteriza como aquello que se debe recordar. En este sentido se hace evidente la influencia de la tríada que identifica las demandas de los organismos de Derechos Humanos: Memoria, Verdad y Justicia16: Las instalaciones de un ex CCDyT son recuperadas como Sitio de Memoria y a su vez, son citadas como prueba en juicios por violaciones a los DDHH. Traverso (2007) va más allá y plantea que los campos de la Memoria y la Justicia se hallan íntimamente relacionados y que si bien no son lo mismo, la justicia como juzgamiento de la culpabilidad o inocencia de una persona respecto de un delito por el que se la acusa a través de pruebas, muchas veces hace justicia a algunas memorias. Es necesario al hablar de memoria y espacios de memoria, hacer la siguiente salvedad que nos permitirá resguardarnos de algunos peligros. Desde el campo de los estudios de memoria se hace patente una intencionalidad por parte de lxs sobrevivientes, familiares y de los emprendedores de memorias de “Recordar para no olvidar”, cierto deber de memoria que haría creer que a través del recuerdo, se impediría la repetición de ese pasado traumático. Es 16. A nivel internacional el caso argentino es citado por todos los trabajos que analizan procesos de memorialización en torno a pasados vinculados con represión estatal en el marco de dictaduras. Se destaca, en la experiencia argentina, la presencia de los organismos de Derechos Humanos que, a diferencia de otros casos en los que la “reconciliación” ha opacado la capacidad de justicia (casos de Chile y Perú), reclaman por Memoria, Verdad y Justicia.

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patente este aspecto en el nombre del Informe de la CONADEP “Nunca Más”: es un mensaje hacia el futuro, que nunca más la violencia política sea considerada un medio legítimo para acceder al poder. Sin embargo, resulta difícil hablar de que la transmisión de la memoria nos garantizaría algo así como la no repetición. Primero, porque los hechos no se repiten de idéntica manera y segundo porque los sentidos de la memoria son abiertos, no se cierran, y por lo tanto, las generaciones posteriores a las que hoy generan estas marcas territoriales que estamos analizando seguramente otorgarán distintos sentidos al pasado, harán preguntas nuevas e interpretarán ese pasado de modos novedosos. Si bien esto podría ser pensado como un peligro, en realidad es la única garantía de que el pasado no se vuelva un caso cerrado que ya no despierte interés en nadie más, es decir, no se vuelva una materia muerta. Mantenerlo constantemente vivo, permitiendo y posibilitando el surgimiento de nuevas preguntas que lleven a respuestas quizás incómodas es la única alternativa para mantener viva la memoria. Sin embargo, por esto mismo, no se puede hablar de aprendizajes en el campo de la memoria.

3. CONCLUSIONES

“[…] lo que se tiene “allí delante” es el reclamo de un cuerpo sin voz que nos pide no ser olvidado” (Lorenzano y Buchenhorst, 2007:145).

Habitamos sociedades que se hallan atravesadas por la barbarie. La barbarie de la tortura, la muerte y la desaparición ejercida por unos seres humanos que arbitrariamente usurparon el poder del Estado para ejercer la violencia sobre otros seres humanos. Es decir, no se habló aquí de la muerte como hecho natural de la existencia sino de la transformación del Estado en una maquinaria de muerte. Esto plantea un gran desafío para quienes pensamos que la organización social, a través de su máxima expresión, el Estado, es el ámbito de realización de todas las aspiraciones.

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Esta herida que se integra a nuestras vidas cotidianas desde el vacío generado por las ausencias nos enfrenta a la necesidad de evocar la ruptura de la humanidad. Con esta preocupación partió este artículo, destinado a preguntarse acerca de las diversas formas de evocar esas ausencias. Los trabajos de la memoria son sinuosos y movedizos. En contextos democráticos su potencialidad radica en que cada grupo es capaz de manifestar su propia interpretación del pasado sin ser censurado o perseguido. Los únicos marcos aceptables son aquellos destinados a evitar el odio racial o la eliminación de cualquier grupo social. Más allá de eso, la ley no debe prohibir la manifestación de las memorias de ninguna comunidad17. Este sentido siempre abierto y dinámico de las memorias es a su vez la garantía de que las futuras generaciones podrán otorgar al pasado sentidos diversos e incluso contrarios a los actuales. Por eso, por más esfuerzo que se haga por fijar los sentidos, construyendo memoriales, museos y marcas territoriales, lo más productivo y lo más interesante para que las memorias sigan siendo materia de interés de lxs próximxs habitantes de estos territorios, es que las mismas estén en constante movimiento. No estáticas. Si bien esto genera incertidumbre, es lo único que garantiza que el pasado no permanezca inerte y siga siendo fuente de cuestionamientos. Desde esta perspectiva es que el marco teórico elegido tuvo que ver con hablar de memorias en plural, y de luchas de memorias, para poder dar cuenta de las disputas que se dan entre distintos sectores o grupos por instalar su visión del pasado como legítima, por ganar reconocimiento público. Forma parte de este plano la transformación o destrucción de los espacios donde tuvieron lugar prácticas de desaparición sistemática -secuestro, tortura, muerte- o su recuperación y conversión en sitios de memoria. Resulta un signo de vitalidad, la presencia en el escenario público de otras memorias asociadas a la reivindicación de los militares muertos por el accionar del terrorismo guerrillero, pues abre la puerta a ciertos cuestionamientos incipientes que, si bien generan dudas al interior del relato oficial porque plantean la discusión sobre el accionar de las organizaciones armadas, son síntoma de la vigencia que tiene pensar las memorias.

17. El mismo Todorov (2000) está en contra de la Ley Gayssot, ley francesa aprobada en 1990, que sanciona las teorías negacionistas, por considerarla una extralimitación legal respecto del derecho de cada grupo de interpretar el pasado de acuerdo a sus valores e intereses, y hacerlo público.

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Son movilizantes estas interpretaciones en tanto politizan el debate, frente a lo que fueron los primeros relatos oficiales postdictatoriales hegemonizados a partir de la teoría de los dos demonios y de la reconciliación. Y su contrapartida, el recurso de los organismos de DDHH de calificar a lxs desaparecidxs como personas inocentes primero, y como héroes o heroínas después. Estrategias de denominación cerradas, sin matices, pero que en ese momento permitían llevar a cabo procesos de justicia frente a lo que era la justificación del terror en el marco de una “guerra sucia”18. Ante la vigencia de teorías en que blanco y negro son fácilmente diferenciables, asignando a uno características positivas y al otro negativas, politizar el pasado, buscando matices es un camino prometedor en el seno de una sociedad democrática que complejiza su historia reciente. Sin embargo, es necesario alertar respecto de los peligros de lo que lxs autorxs denominan, abusos de la memoria: conmemoraciones rutinarias, estandarizadas que, a contrapelo de lo que se proponen, generan el olvido respecto de los hechos o personas a que apelan. Resulta también importante advertir acerca del devenir de la memoria en un objeto de consumo, en un producto vinculado al servicio del turismo. Es interesante, al respecto, rescatar otras experiencias de conmemoración más vinculadas al antimonumentalismo y su propuesta ética y estética, como la placa colocada en el ingreso del centro de concentración de Buchenwald. Intervenciones que apelan a los sentidos, a la experiencia de atravesarlas y conmoverse a partir de la experimentación y de involucrar el propio cuerpo para darles sentido. De otra manera, a través de representaciones más literales, se puede caer en la generación del horror en quien la observa, y no dejar nada más, ningún cuestionamiento más allá de la afectación del momento. En este punto vale la pena rescatar la labor que lleva a cabo el Museo de la Memoria, institución en cuya apuesta artística, se ve la influencia del arte contemporáneo y el antimonumentalismo, corrientes que guían sus instalaciones permanentes y temporarias. En este edificio, emblema de la represión en la región, que fue adquirido por el Estado gracias a la lucha de los organismos de DDHH que veían en su previa utilización comercial el extravío de un vehículo de memoria, la búsqueda está puesta en insertar el relato de las violaciones a los DDHH en un contexto latinoamericano y de larga data, y en interpelar sobre el ejer-

18. Explicación utilizada por los abogados de los acusados en el Juicio a las Juntas para justificar los “excesos” en los que habrían incurrido sus defendidos entre 1976 y 1982.

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cicio autoritario de los poderes hoy, no en entregar respuestas cerradas que calmen la conciencia. En esto radica su uso ejemplar de la memoria. En contrapartida el ex CCDyT SI transitó un camino más incierto y atravesado por contradicciones. En ese sentido, al ser el primer CCDyT recuperado por los organismos de DDHH las experiencias nacionales en las cuales sustentar la gestión y preservación de un Sitio de Memoria eran escasas. Actualmente, el Estado provincial desarrolla allí un relato histórico cuyas paredes dan testimonio de las transformaciones del Sitio desde su construcción hasta su adecuación para funcionar como el CCDyT más grande de la región. Es un relato del pasado, una fuente literal sobre las atrocidades que allí ocurrieron. Como todo proceso de construcción de memorias sobre el pasado reciente, coexisten críticas basadas en que sus cambios tienen que ver con urgencias electorales y no con las necesidades que conlleva la preservación y resguardo del Sitio. Las mismas resaltan que este es un nuevo intento de invisibilización que se suma a los llevados a cabo durante la dictadura y los años posteriores. Mientras que hay testimonios que saludan que finalmente no corran peligro sus instalaciones. Este es el espacio entonces para preguntarse acerca de memorias que se hallan relegadas en los dos espacios analizados: ¿Qué lugar le cabe a las memorias de los soldados que lucharon en Malvinas? ¿Cuáles son las memorias de lxs perseguidxs durante la dictadura por motivos religiosos? ¿Y cómo discutir e incorporar las memorias respecto de la lucha armada? Por último, cabe destacar que, como la historia lo demuestra, no hay garantías respecto de la no repetición de las violaciones a los DDHH, que no hay aprendizajes del pasado. Cabe en esta instancia de la reflexión hacer mención al concepto de memoria justa desarrollado por Hugo Vezzetti (2010), según el autor entre el olvido forzado y el abuso de memoria existe un espacio móvil, dinámico, incierto. La memoria justa se ubica allí siendo algo distinto al reclamo por la intervención judicial en la determinación de culpas, pues esa justicia siempre es limitada, nunca aborda a todxs lxs culpables y nunca es capaz de reparar los delitos cometidos. Implica por lo tanto, las aspiraciones colectivas de una comunidad, la edificación cultural y democrática de la justicia como valor, la proyección de las múltiples memorias en el ámbito público y el reconocimiento de las responsabilidades. Esto

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no significa volver a la teoría de los dos demonios, implica revisar el pasado compartido y complejizarlo, dejando atrás interpretaciones autocomplacientes.

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1.1 INTRODUCCIÓN

En el presente capítulo abordamos las problemáticas de la justicia, la memoria y el olvido en la construcción democrática, en clave comparada, en Alemania -específicamente el caso de la República Federal Alemana (RFA)-, y en la Argentina, en torno a los períodos posteriores a la posguerra y al régimen dictatorial, los más traumáticos sufridos por ambas sociedades. En el caso de Alemania, el régimen nazi, y en la Argentina, la dictadura militar autodenominada “Proceso de Reorganización Nacional”. Coherente con nuestro interés por entender los complejos procesos y cambios políticos, sociales y culturales que atraviesan las sociedades que han vivido un pasado trágico y doloroso en la transición a la democracia, así como el lugar que tiene la justicia en la misma, analizamos las políticas de la memoria que se han generado desde el Estado y desde diferentes actores de la sociedad civil, que tienden a conservar, transmitir y valorizar el recuerdo de determinados aspectos del pasado considerados particularmente significativos. Nos centramos, específicamente, en el análisis de los juicios de las Juntas Militares en Argentina y el juicio de Eichmann en Jerusalén, para intentar comprender cómo estos procesos influyeron en la reconstrucción de la democracia en Argentina y en la RFA. Estos marcan, desde nuestra perspectiva, un antes y un después en la historia de cada país, en la forma en que cada sociedad y el Estado, se apropia de la carga que representan esos pasados trágicos. La pregunta general que guió nuestro trabajo fue ¿Hasta qué punto los juicios de Eichmann en Jerusalén y de las Juntas Militares en la Argentina significaron un avance en el proceso de transición democrática en Alemania y Argentina? En el caso de Alemania, se estudió desde 1949, año en que se produce la división entre las dos Alemanias, la República Federal Alemana y la República Democrática Alemana, hasta 1. El presente trabajo retoma algunos aspectos y debates producidos en el ensayo, en su versión original, titulado “Justicia, memoria y olvido en la construcción democrática. Reflexiones de los casos de la Alemania de posguerra y la Argentina post dictatorial”, de mi autoría, publicado en el libro Concurso de trabajos de investigación originales “40 años y 30.000 razones”. La versión original es el resultado de un Concurso de trabajos de investigación originales sobre el período comprendido entre los años 1976-1983, denominado “Cuarenta años y 30.000 razones”, convocado por la Cámara de Diputados de la Provincia de Santa Fe, con el fin de conmemorar los 40 años del último golpe militar ocurrido en la República Argentina. El libro fue publicado por la Cámara de Diputados de la Provincia de Santa Fe, en octubre de 2017.

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1969. En Argentina, analizamos el primer gobierno de la transición democrática de Raúl Alfonsín (1983- 1989) y la primera presidencia de Carlos Menem (1989-1995). Nos propusimos estudiar solamente el caso de la RFA, como recorte temático, en el cual los problemas de la memoria y del olvido se plantearon en el marco de un sistema político democrático. Dejamos de lado las reflexiones sobre la RDA, ya que el contexto político de la misma estuvo caracterizado por el monopolio comunista del poder (Groppo, 2001). El pasado existe, los hechos, los acontecimientos, sucedieron, pero la cuestión es saber de qué modo lo enfrentamos, cómo experimentamos la realidad del pasado. En este trabajo, desde una perspectiva historiográfica pero atenta a la construcción de conceptos políticos, intentamos dar cuenta el modo en qué, en dos países geográfica y culturalmente dispares, donde los períodos del terror ocurren en tiempos distintos, se pueden establecer paralelismos en la forma en que ambos enfrentan la carga de ese pasado. En efecto, más allá de las particularidades nacionales, los mecanismos de funcionamiento de la memoria no varían demasiado de una sociedad a otra. Cualquier sociedad que se ve obligada a confrontarse con un pasado trágico, lleva adelante políticas de la memoria y desarrolla mecanismos de inhibición y olvido (Groppo, 2001). En ambos casos nos encontramos frente a la certeza de que dichos crímenes monstruosos no pueden quedar impunes. Mientras en Alemania el proceso es complejo y tardío, en Argentina, si bien han habido intentos de imponer el olvido y el silencio a través de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y los indultos, el Estado, desde un principio, toma parte activa en el castigo a los perpetradores de los crímenes y en la construcción de una historia o relato oficial, en donde el rol que juegan los intelectuales y los organismos de derechos humanos son esenciales. Estos regímenes han representado, y representan, una ruptura traumática para la historia de sus respectivos países. Percibimos que se trata de crímenes sin precedentes, organizados y llevados a cabo desde el Estado, y que involucran el exterminio de miles de personas. Ante ello, la pregunta que cabe formularse es, cómo poder juzgar estos crímenes que parecieran ser inéditos, es decir, que no tienen precedentes, y que cuestionan la propia humanidad. Como veremos luego, ambos países lo resuelven de manera muy distinta.

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1.2 MEMORIA, JUSTICIA Y DEMOCRACIA

La memoria es un concepto un tanto ambivalente. Entendemos que se encuentra vinculada con algo que realmente sucedió- o no pudo suceder- pero siempre en estrecha relación con el pasado. Implica, entonces, tener recuerdos sobre el pasado. Estos recuerdos pueden ser buenos o malos, individuales o colectivos, según el sujeto al cual estemos haciendo referencia: a individuos o a sociedades. El rasgo por excelencia de la memoria es su selectividad; la memoria selecciona elementos significativos, los pone en juego y los transmite a la hora de hacerlos valer en la definición de la identidad nacional. Hablamos de memoria y olvido, porque constituyen partes solidarias de un mismo proceso. En definitiva, lo que hay que resaltar es que memoria y olvido no son dos términos contradictorios, al contrario hay un enlace entre ellos, una interacción entre ambos. Esa interacción explica por qué el mecanismo de la memoria es siempre electivo, y recordar algo implica olvidar otra cosa. Aquí entenderemos a la memoria en un sentido más estrictamente político, referida a recuerdos colectivos, que hacen a la identidad de grupos sociales. La memoria, por tanto, es un fundamento esencial de la identidad de un grupo o colectivo, que descansa en recuerdos y olvidos compartidos. Ahora bien, la memoria, entonces, evoca hechos trágicos del pasado, pero con fines positivos, orientada hacia el futuro. Es decir, se trata de prevenir nuevas violaciones a futuro, y que las políticas de la memoria y los juicios trasciendan el marco de los tribunales y se expandan al campo de la cultura y la política (Crenzel, 2015). Es en este sentido que la memoria es siempre una apuesta al futuro, porque, en la etapa de transición hacia la democracia, es la que impulsa a la sociedad a asumir y reapropiarse de ese pasado, a restablecer la verdad y castigar aquellos crímenes, no sólo con la intención de que no vuelven a repetirse, sino para establecer, de una vez y para siempre, la primacía de la ley y el Estado de derecho. En el mundo occidental, el movimiento memorialista y los discursos sobre la memoria fueron estimulados por los debates sobre la Segunda Guerra Mundial y las políticas de exterminio puestas en práctica por el nazismo, en donde el tema de los derechos humanos adquiere una importancia creciente a

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nivel internacional, que no hace más que reforzar la convicción sobre el imperativo de juzgar estos hechos en términos no sólo jurídicos sino éticos. Por supuesto que, la demanda por la justicia, no es tan inmediata ni automática (Jelin, 2002). Primero, debemos tener conciencia sobre cuáles fueron los daños y perjuicios que fueron cometidos y que deben ser castigados. Por consiguiente, una vez finalizadas las dictaduras, el combate no termina, se produce en otro lugar: en la memoria, en el juicio que hacemos sobre el pasado, en las lecciones que sacamos de él (Todorov, 1993). En ambos casos se produjo un cambio de régimen político, que abrió las puertas a un proceso de reconstrucción democrática, y en el cual la justicia cumple un rol primordial. Pero una real democratización implica que los cambios institucionales vayan acompañados con la adopción de creencias, prácticas y comportamientos enraizados en la idea de democracia. Es decir, que vayan acompañados de la expansión de prácticas democráticas y de la formación de una cultura política democrática. En este sentido, la noción operativa de democracia que utilizamos constituye una articulación entre las reglas procedimentales y un orden justo, que garantiza la plena vigencia de los derechos fundamentales de todos, así como prácticas participativas y asociativas. La exigencia de justicia que se da en ambos casos –aunque en momentos distintos y con las particularidades propias de cada país- y los esfuerzos por parte de ciertos sectores de la sociedad civil en un intento de búsqueda de la verdad y de mantener vivas aquellas páginas dolorosas de la historia, crean el ambiente propicio para el inicio del proceso de reconstrucción democrática y la formación de una cultura política democrática. Cómo se entrelazan e interactúan las demandas de memoria y de justicia en cada caso particular, como seguidamente veremos, nos permite valorar cómo contribuyen a la consolidación democrática.

1.3 LA MEMORIA Y EL OLVIDO EN LA REPÚBLICA FEDERAL ALEMANA

En el período que va desde 1949, año de la instauración de la RFA, hasta la década de los 60 aproximadamente, la República y la sociedad alemana en

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general, transitaron una etapa de rechazo y olvido respecto a su pasado nacionalsocialista. Hubo una renuncia, de parte de los poderes del Estado, pero también de la sociedad, de afrontar la carga que implicaba ese pasado trágico, de reconstruir los hechos hacia la búsqueda de la verdad y de hacer justicia frente a los horrores cometidos por el régimen nazi. Por el contrario, el gobierno llevó a cabo una política dirigida a realizar “borrón y cuenta nueva”, mientras que la justicia -compuesta en su gran mayoría por funcionarios vinculados al nacionalsocialismo- se mostró pasiva y la sociedad, indiferente. El Poder Ejecutivo y los tribunales no sólo que renunciaron a juzgar los crímenes y abusos cometidos en el Tercer Reich, sino que estuvieron dispuestos a perdonar, indultar e integrar a ex funcionarios vinculados al pasado nacionalsocialista, aceptando convivir con ellos. Estas políticas del olvido tuvieron un gran consenso y aceptación por parte de la sociedad alemana. Es preciso aclarar que, a diferencia de Argentina, Alemania había atravesado dos guerras mundiales, quedando completamente devastada. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, su territorio había sido ocupado por las potencias vencedoras, y el mismo habría sido dividido en dos estados, producto, a su vez, de la Guerra Fría. Esto significa que, para el caso de la RFA, el contexto internacional, así como la influencia que ejercen los aliados sobre la política nacional de la misma, en especial Estados Unidos, resultan insoslayables a la hora de comprender y realizar un análisis exhaustivo de la misma. En consecuencia, el caso de Alemania presenta una singularidad, anteriormente señalada, frente a sus vecinos del centro y del este: desde finales de la guerra, y al menos, durante toda la década del 50, la política de la memoria fue dirigida por las naciones vencedoras (Garton Ash, 1999: 31). El proceso de Núremberg, cuyo fin era juzgar a los principales criminales de guerra, así como la denazificación, se desarrollaron sin el compromiso de los alemanes. La reacción lógica era ver la liquidación de la herencia nacional-socialista y restringirse a las tareas del presente, intentando restaurar las condiciones de la supervivencia física (Mommsen, 1998: 56). En verdad, el olvido se reveló imposible en la RFA que, desde su nacimiento, se ha constituido con o contra el recuerdo, pero nunca sin él. Alemania se ha visto obligada a tener que afrontar su pasado en su aprendizaje democrático, bien mediante los mecanismos de rechazo del recuerdo, o bien, más adelante, mediante el ejercicio colectivo, más doloroso, de reanimar su memoria: castigo a criminales, procesos judiciales, indemnización a víctimas, desnazificación, o bien, mediante la reeducación de la población fundada en la democracia y el Estado de derecho (Cuesta Bustillo, 1998: 93-94).

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La voluntad particularmente intensa de olvido, y su renuencia a interrogarse sobre las responsabilidades individuales y colectivas, se reflejan también, como asevera Bruno Groppo (2001), desde el punto de vista del discurso historiográfico. Se considera este período como un paréntesis dentro de la historia del país, durante el cual aquel habría sido subyugado por la personalidad de Hitler y un número limitado de personas, quienes serían los responsables últimos de lo que había pasado. Además, en este período la configuración política de Alemania era dominada por un conservadurismo político y un anticomunismo muy fuertes, que responde, en parte, al régimen existente en ese momento en la República Democrática. Esto generó que en la visión histórica se soslayen ciertos hechos, por ejemplo, el aporte comunista de la resistencia en Alemania fue por muchos aspectos ignorado. La década del 60 representó un corte en la apropiación de la historia del Tercer Reich. Bajo este contexto, a partir de 1949, se sancionaron sucesivas leyes de amnistía general,para la concesión de la impunidad. Paralelamente, se incluyó un artículo especial para la categoría de los “ilegales”, es decir, una amnistía para todos los casos de delitos e infracciones que, desde el 10 de Mayo de 1945, hubieran sido cometidos a causa del encubrimiento del estado civil por motivos políticos, y bajo el presupuesto de que el culpable se retractara de sus declaraciones falsas ante la policía como máximo hasta el 31 de Marzo de 1950. Únicamente quedaban excluidos bajo tal prescripción los delitos que el Código Penal clasificaba como crímenes, sancionados con presidio o con más de cinco años de prisión. A mediados de los 50, casi nadie temía ya ser importunado con motivo de su pasado nacionalsocialista por el Estado o la Justicia. Se había hecho borrón y cuenta nueva no sólo para 3,6 millones de desnazificados y amnistiados, sino también para la mayor parte de los que estaban de nuevo libres y que habían sido juzgados como criminales de guerra en los procesos que sucedieron a Núremberg, o a causa de los juicios militares de los aliados entre 1945 y 1949. Estas leyes dan cuenta que la actuación de la Justicia fue indiferente y pasiva, era impulsada a la actividad por el clima político, y únicamente tomaba medidas judiciales cuando se necesitaba contestar directamente a las justificaciones de los crímenes nacionalsocialistas, en particular la muerte de los judíos, o cuando de modo ruidoso se ponía en duda la legitimación de la resistencia frente a Hitler. Según la interpretación de Hans Mommsen (1998: 56), la ausencia de un proceso de autodepuración, como los que hubo en los países vecinos y el frente común opuesto a una política de desnazificación por los aliados del Oeste, facilita-

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ron la propensión de los gobiernos federales a no comprometerse en un cuestionamiento antifascista que formalmente representaban Esta actitud empieza a entrar en crisis recién en los años 60, a partir del surgimiento de una nueva generación de jóvenes alemanes que comienzan a poner en cuestión la forma en que se habían apropiado de ese pasado. La revuelta estudiantil posterior a 1968 representó un corte de gran importancia. Muchos provenían de familias que habrían tenido puestos políticos en el régimen nazis. Estos jóvenes empiezan a tomar conciencia y a acusar a sus padres por la gran indiferencia y el oportunismo político. Paralelamente, también emerge una nueva generación de historiadores: la ciencia histórica comienza a desviar su interés hacia otros aspectos del régimen nazi, y hacia otros fenómenos y acontecimientos que hasta ese momento habían sido ignorados (Ibídem). A esta reactivación de la memoria contribuyeron también una serie de hitos importantes, que caracterizan la toma de conciencia que se empezaba a generar sobre los crímenes cometidos, y el corte con el clima de época: el juicio de Adolf Eichmann en Jerusalén en 1960, o el proceso en Auschwitz contra un grupo de guardias del campo, en Frankfurt. Lo cierto es que la captura de Eichmann provocó el primer intento serio del gobierno alemán con el objeto de someter a juicio por lo menos a aquellos ciudadanos que habían intervenido directamente en el asesinato de judíos. Hacia 1958, se había creado la Agencia Central de Investigación de Crímenes Nazis, que había tenido grandes dificultades en cumplir sus tareas, debido, en parte, a la renuencia de los alemanes en atestiguar contra personas que convivían con ellos u ocupaban cargos públicos, y en parte, porque los tribunales se resistían a iniciar procedimientos basados en datos recibidos de la Agencia. La captura y juicio de Eichmann bastaron para inducir a los tribunales a iniciar actuaciones, ofreciendo recompensas a quienes contribuyeran a la captura de criminales notorios (Arendt, 1999). Los resultados fueron sorprendentes. Siete meses después de la llegada de Eichmann a Jerusalén, y antes de que se iniciara el juicio, se había capturado a quien había sido comandante en Auschwitz, y seguidamente, a todos los miembros del llamado Comité Eichmann, todos ellos vivían sin ocultar su identidad. Entre los detenidos había hombres que alcanzaron puestos destacados en el régimen nazi, la mayoría de los cuales habían sido ya desnazificados por los tribunales alemanes. Cabe aclarar que, hacia 1960, únicamente cabía la posibilidad de acusar en juicio a los culpables de

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asesinato, ya que los demás delitos habían prescrito, mientras que el plazo de prescripción del asesinato es de veinte años. Hacia 1962, se ejerció una depuración del cuerpo de la administración de la justicia, separando a más de 400 jueces y fiscales, así como a muchos policías. A pesar de la connivencia del pueblo alemán con criminales nazis, el mismo se mostró indiferente. Sin embargo, esto era de esperar, dado el impacto que tuvo el juicio a nivel internacional. El canciller Adenauer previó que el juicio produciría una nueva oleada de sentimientos anti alemanes en el mundo, por ello se explica la rápida actuación de la justicia y el gobierno en la caza y captura de criminales nazis en su territorio (Ibídem). A pesar de que la justicia fue impulsada a actuar por la influencia de un suceso internacional y de la opinión pública internacional, el hecho produjo importantes consecuencias a nivel simbólico en algunos sectores de la sociedad alemana, lo que produciría una ruptura en la forma que hasta entonces el pueblo alemán habría tenido de relacionarse con su pasado trágico. Ahora bien, estos hechos puntuales, anteriormente descriptos, deben ser vistos a la luz de algunos procesos de cambio socioculturales que se empiezan a dar en la sociedad alemana de los años sesenta. A partir de esos años, el pasado se empieza a hacer cada vez más vivo y empieza a adquirir cada vez más fuerza, lo que implicó un cambio en la relación entre la sociedad alemana y su pasado nacionalsocialista. Sin embargo, esto fue un síntoma de un proceso de cambio de más largo alcance, que no es específicamente alemán, sino que es característico, según Hermann Lübbe (2009), de sociedades altamente desarrolladas y con una Constitución política liberal. Lo que si fue específicamente alemán fue que el movimiento juvenil que se constituyó en generación de protesta, que surge al final de los sesenta, especialmente en las comunidades académicas, fue igualmente la primera generación alemana de la posguerra que, en su mayoría, nunca habían estado en contacto biográfico en manera alguna con el Tercer Reich. Paul Nolte (2009) define la década que va desde los sesenta hasta los setenta como la “era de la reforma” de la República Federal Alemana. Estas reformas se dieron de forma gradual, paulatina y continuamente desde los inicios de los años sesenta. El núcleo de la era de las reformas se produce en la época de la Gran Coalición, entre 1966 y 1969, época que h a c e referencia a la coalición política constituida por los dos grandes partidos alemanes, la Unión Cristiano Demócrata y el Partido Socialdemócrata.

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Pero estas reformas no están vinculadas solamente con un cambio de gobierno o el desarrollo de protestas sociales. Estos cambios tienen que ver, también con un impulso de liberalización, democratización y ampliación de la participación. Se ingresa en un período caracterizado por un Estado benefactor, que, bajo una etapa de prosperidad económica, apuntaba a la igualdad de oportunidades y de derechos en un sentido muy amplio. La coalición social-liberal emergente, logró recuperar en una primera etapa estos impulsos de la nueva generación de jóvenes recientemente surgida a favor del sistema político, siendo capaz de absorber las demandas de participación provenientes de los nuevos movimientos sociales. Por tanto, los jóvenes empiezan a tener protagonismo en la vida política del país, a la par que comienzan a desarrollarse organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, que rápidamente toman relevancia en su participación en la arena política, influyendo en la toma de decisiones y el desarrollo de políticas públicas. Como señalamos anteriormente, esta apertura del sistema político siguió los caminos de la ciencia histórica. Recapitulando, luego de la conclusión de los juicios de Núremberg, el pasado reciente desaparece hasta los años sesenta. Los aliados occidentales, sobre todo Estados Unidos, favorecieron esta actitud, ya que estaban interesados, al igual que Alemania, que la RFA se convierta en un nuevo aliado ante el avance de las fuerzas soviéticas. Hacia los 60, los alemanes vuelven a confrontarse nuevamente con los crímenes del Tercer Reich, de la mano de, principalmente, dos sucesos antes mencionados: el juicio de Eichmann en 1961 y la nueva generación del 68.

1.4 LA ARGENTINA ENTRE LA EUFORIA DEMOCRÁTICA Y EL REALISMO POLÍTICO

A comparación de Alemania, el caso de Argentina constituye un caso paradigmático en la forma en que se enfrenta un pasado desgarrador, y se transforma en un ejemplo para varios países de América Latina y para el mundo en general. Argentina es uno de los países que más esfuerzos ha hecho para tratar de afrontar su pasado desde el retorno a la democracia hasta la actualidad. El Estado

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intervino tempranamente juzgando a los principales responsables y tratando de instituir una verdad oficial, corporizada en el Informe titulado “Nunca Más”, a través de la creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP). Por supuesto que ha habido retrocesos, pero hasta hoy en día, el Estado y la sociedad toda, toman parte activa en la defensa de la memoria, la verdad y la justicia. En contraste con Alemania, la sociedad acompañó y participó de las decisiones del primer gobierno democrático, lo cual se vio reflejado, en las afiliaciones masivas a los partidos y en los actos electorales multitudinarios (Quiroga, 2006). Se asistía entonces, siguiendo al autor, a una época en la cual la política parecía tener otro sentido, a un momento de proclamación de la política -al menos los primeros años luego de la transición hacia la democracia- donde los juicios vienen a construir una suerte de consenso por parte de la sociedad. Nuestro país había estado impregnado de una cultura pretoriana desde hacía largos años, escasa competencia entre partidos y rotación del poder entre militares y civiles. Tuvimos una democracia de corta duración, entre 1912 y 1930, caracterizada por un estilo de sufragio tutelado y técnicas de control clientelar. Con el golpe militar de 1930, se abre el ciclo de los golpes de Estado, donde los militares pasan a ocupar un lugar preponderante en el escenario nacional, constituyéndose en un componente esencial del sistema político. Un hecho importante a tener en cuenta es que, en nuestro país, los Juicios a las Juntas se dan en un contexto diferente del derecho internacional: la humanidad ya había sido testigo de los Juicios de Núremberg, los cuales sentaron precedentes históricos y pasaron a constituir la base del derecho moderno de los derechos humanos. La batalla por la memoria y por el juzgamiento del pasado en Argentina se desarrolló de manera muy distinta en comparación con Alemania, pues se dio de manera inmediata tras finalizar la dictadura y se manifestó en varios ámbitos: en el Congreso, en la CONADEP (Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas), y también en la Justicia, concretamente, en el Palacio de Justicia de Buenos Aires, en la Cámara Federal de Apelaciones en lo Penal. Lo primero que se hizo fue una reforma de la justicia federal. Se propusieron nuevos ministros en la Corte Suprema y se reemplazaron jueces en tribunales políticamente sensibles, principalmente, en la Cámara Federal de Apelaciones de Buenos Aires, que jugaría un rol fundamental. Además, se derogaron una serie de leyes de la dictadura y en su lugar, se sancionaron otras que tenían por objeto la consolidación del

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régimen democrático: se derogaron las leyes contra la subversión, se abolió la jurisdicción militar para los civiles, se reformó el Código Militar para eliminar definitivamente la jurisdicción militar sobre delitos comunes cometidos en conexión con actos de servicio y se derogó la ley de Autoamnistía; por el otro lado, se sancionó una ley que convertía en delito todos los actos que pusieran en peligro la Constitución Nacional, y otra que castigaba la tortura con la misma pena que el asesinato, se ratificaron tratados internacionales de derechos humanos, entre otros (Nino, 2015). La estrategia del ex Presidente Alfonsín osciló entre un legítimo reclamo de justicia y la necesaria preservación de la democracia. A fin de no inculpar a toda la institución militar por la represión antisubversiva, se definieron, a través de la reforma del Código de Justicia Militar, tres niveles de responsabilidad: los que planificaron y ejercieron la supervisión; los que actuaron sin capacidad decisoria cumpliendo órdenes y los que cometieron excesos en el cumplimiento de directivas superiores. Se buscaba, entonces, amparar a la amplia mayoría de los imputados por el principio de obediencia debida (Quiroga, 2005). Reconstituido el Poder Judicial, el presidente también se abocó a la creación de la CONADEP por decreto presidencial hacia 1983, con la finalidad de recibir denuncias y pruebas para ser remitidas a la Justicia. La mayor parte de las evidencias colectadas fueron decisivas para los juicios que seguirían, y que marcarían la restauración definitiva del Estado de derecho en Argentina. La labor fue corporizada en un informe titulado “Nunca más”, entregado al Presidente en 1984. Este documento se convertiría en una verdad pública, que además ahora tenía también valor jurídico, y donde, hasta ese momento, había predominado la interpretación castrense de la violencia política. El comienzo del juicio estuvo acompañado por un clima golpista. Si bien es cierto que las Fuerzas Armadas se retiraban muy golpeadas luego de la derrota de Malvinas, aún no estaban creadas las condiciones para que haya una transición pacífica y sin tropiezos, y pueda juzgarse a los principales responsables de los crímenes cometidos de lesa humanidad sin retrocesos. En este contexto, mucho menos se podía imaginar una rápida continuación hacia la etapa de consolidación de la democracia. Se abre, entonces, una tensa relación entre el gobierno y las fuerzas armadas. La incertidumbre ronda durante todo este período de transición democrática, debido, principalmente, a los conflictos surgidos entre las fuerzas armadas que se resisten a ser juzgadas, y un gobierno democrático decidido a hacer justicia, pero sin comprometer la estabilidad del sistema democrático.

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Las presiones militares eran fuertes, fundamentalmente en las pequeñas ciudades de provincia. La tensión pública se había vuelto de los juicios hacia la crisis económica, que había empeorado. Como consecuencia, en octubre de ese mismo año diferentes sectores del gobierno comenzaron a buscar maneras de contener los juicios. El 4 de diciembre de 1986 se desencadena una seria crisis militar. La Cámara Federal citó a varios generales retirados, lo cual provocaría una fuerte reacción militar. Al día siguiente, el presidente Alfonsín envía al Congreso la denominada Ley de Punto Final, sancionada ese mismo mes. El sentido de la misma era evitar tanto la proliferación de los juicios como disipar el estado de sospecha que pesaba sobre la institución militar, para lo cual se promovía la aceleración de las causas y la fijación de un término de prescripción de la acción penal. Se preveía, entonces, plazos de entre 30 y 60 días para denunciar nuevos hechos y para procesar a quienes no lo hubieran sido; cumplidos los mismos, se extinguía la acción penal. La ley no se aplicaba al secuestro de menores. Además, la prisión preventiva no sería más necesaria si el superior del oficial asumía la responsabilidad de la aparición del acusado ante el tribunal. La Cámara Federal podía ordenar al Consejo Supremo que informara acerca del progreso de los casos en cuarenta y ocho horas. A pesar de todo, la Ley de Punto Final fue insuficiente para el grupo de los denominados carapintadas, que se alzaron en armas cuatro meses después, produciendo lo que se conoció como la rebelión de ¨Semana Santa¨. Inmediatamente después, la posición del gobierno comienza a deteriorarse. Dos meses después de Semana Santa, se aprueba la Ley de Obediencia Debida, que creaba una casi irrefutable defensa para oficiales de mediano y bajo rango, en base a dos considerandos: se presume de pleno derecho (sin admitir prueba en contrario) que los oficiales jefes, oficiales subalternos y suboficiales de las fuerzas armadas y de seguridad, no son punibles por delitos cometidos en la lucha contra el terrorismo por haber obrado en virtud de obediencia debida; y la misma presunción se aplica a los oficiales superiores que no hubieran revistado como comandantes en jefe, jefe de zona, jefe de subzona o jefe de fuerzas de seguridad, salvo que en el plazo de 30 días de promulgada la ley se resuelva judicialmente que tuvieron capacidad decisoria o participaron en la elaboración de las órdenes. Se deja aclarado que la presunción anterior no es aplicable a los delitos de violación, sustracción u ocultación de menores y apropiación extorsiva de inmuebles. Seguidamente, se sucedieron dos nuevos alzamientos militares. Al mismo tiempo, la economía entro en una espiral hiperinflacionaria y en los comicios

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presidenciales del 14 de mayo de 1989 se alzó con la victoria Carlos Menem. Inmediatamente después, Alfonsín perdió el control de la economía, con una hiperinflación que alcanzaba al 200% mensual. Menem debía asumir el 10 de diciembre, pero el presidente, en medio de acusaciones, decidió renunciar y entregar las riendas del poder al candidato vencedor el 7 de julio de ese año. Con el nuevo gobierno, la subordinación del poder militar al civil seguía siendo un problema. En ese sentido, el nuevo levantamiento armado al que tuvo que hacer frente el gobierno de Menem el 3 de diciembre de 1990, demostró que las soluciones ensayadas por Alfonsín no habían sido suficientes ni efectivas. La respuesta del nuevo presidente fue un doble juego de indultos. De esta manera, quedaba definitivamente resuelta la subordinación de las Fuerzas Armadas al poder civil, a la par que se clausuraba, por el momento, la posibilidad de seguir con los juicios. Triunfaba, así, el realismo político por sobre las demandas de justicia de la sociedad. A pesar de estos retrocesos en la lucha por la memoria y la justicia, el proceso de democratización en nuestro país implicó una compleja e intensa tarea de revisión del pasado, búsqueda de la verdad y toma de conciencia, en el que tomaron parte los distintos niveles del Estado, ciudadanos y organismos de derechos humanos y de la sociedad civil. La esfera pública se amplió tanto en los temas como en los lugares de discusión entre gobernantes y gobernados, en la medida en que el gobierno promovía la participación de la sociedad. La fuerza principal del gobierno naciente residía, entonces, en el decidido apoyo de la ciudadanía a la construcción de un orden democrático. A pesar de que, como vimos, el gobierno de Alfonsín se encontró amenazado por un persistente pasado autoritario, por el otro lado, se vio animado por las demandas de participación política. El rol de los organismos de derechos humanos también fue central en el período de transición a la democracia y posterior a él, y contribuyeron, en gran medida, a la recuperación de una cultura política democrática y un espacio público que habían estado limitados durante mucho tiempo. Los organismos de derechos humanos fueron capaces de movilizar a la ciudadanía hacia la persecución de los objetivos de justicia y verdad. A través de la instalación de la consigna de los desaparecidos, contribuyeron a revelar el proyecto militar y a confrontar su relato. Aunque el aislamiento fue notorio en sus inicios, su acción fue encontrando de a poco un eco ampliado. Esos reclamos, sintetizados en las frases “aparición con vida” y “verdad y justicia”, entre otros, signaron la transición hacia un régimen democrático.

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Con el advenimiento de la democracia, el gobierno de Alfonsín hizo suyas varias demandas de los movimientos de los derechos humanos.

1.5 COMPARANDO EXPERIENCIAS: LA TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA EN LA RFA Y EN ARGENTINA

Antes de proceder a comparar las experiencias estudiadas y realizar las reflexiones finales, me gustaría hacer una digresión acerca de los aspectos conceptuales de la transición a la democracia. Hasta aquí, hemos visto, en cada caso particular, la manera que ha tenido cada país de afrontar la carga de un pasado traumático, repasando las respuestas legales y políticas de la memoria que se generaron desde diferentes sectores de la sociedad civil, así como las manifestaciones y demandas de justicia, memoria y olvido que en ellas se ven reflejadas. A continuación, trataremos de abordar las consecuencias que han tenido dichas políticas de la memoria en la posible formación de una cultura política democrática que acompañen los cambios institucionales propios de la transición hacia una democracia. En otras palabras, estudiaremos cómo el accionar de la justicia alimenta la reconstrucción de una cultura política democrática, que no siempre va aunada a la recuperación institucional que caracteriza a un cambio de régimen político. Para ello, discutiremos la idea de transición y la relación que se entabla entre aquella y el contexto político predominante en cada experiencia. El concepto de transición política surge en el campo de la Ciencia Política hacia finales de la década del 70 y principios de los 80, para intentar dar respuesta a la instalación de los regímenes militares, dentro y fuera de la región. Este término, al igual que el de democracia política, fueron producidos en el Cono Sur, cuando aún no se habrían abierto señales de un cambio de rumbo político al impuesto por los regímenes autoritarios. Estos conceptos, entonces, venían a resaltar la brutalidad instalada por aquellos, así como a someter a crítica aquellas rutas políticas que desconocían los derechos y garantías propios de un Estado de derecho (Lesgart, 2002).

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La transición es definida como el intervalo que se extiende entre un régimen y otro, que se inicia con la disolución del régimen autoritario, y puede desembocar en la restauración de la democracia o algún tipo de régimen autoritario o de corte revolucionario (O’Donnell y Schmitter, 1988). En este artículo sostenemos que el concepto de transición política, teniendo en cuenta los casos aquí comprendidos, da cuenta del paso de un régimen autoritario a un régimen democrático. Portantiero (1987) define tres fases en la transición a la democracia: descomposición del régimen autoritario, instalación de un régimen político democrático y consolidación del nuevo régimen. Dicho paso conlleva, entonces, una recuperación de las instituciones fundamentales de un sistema democrático y el desmantelamiento de las formas no democráticas de ejercer el poder, así como también el reconocimiento y ejercicio, por parte de los ciudadanos, de los derechos fundamentales que actúan como garantes y límites al poder político. En ambos casos, la consolidación de los regímenes democráticos, así como el desmantelamiento de formas autoritarias de poder, tarda en llegar. En el caso de Argentina, fue recién con el gobierno de Menem cuando finalmente las fuerzas militares se subordinan definitivamente al poder civil. En Alemania, se mantuvo en ejercicio a varios funcionarios del régimen nacionalsocialista hasta aproximadamente los años sesenta, que se realiza una depuración de los de cuerpos de administración de gobierno. Ahora bien, como vimos anteriormente, y conforme a la definición sustantiva de democracia que aquí utilizamos, una real democratización también implica adoptar creencias, prácticas y comportamientos enraizados en la idea de democracia. En Alemania, la sociedad permanece indiferente hasta la llegada de una nueva generación de jóvenes e historiadores en los 60. El caso de la RFA, como vimos, presenta la particularidad de que el Estado nacional pierde soberanía política ante la influencia de las potencias aliadas. Los juicios de Núremberg y de Eichmann fueron llevados a cabo fuera de Alemania, y la sociedad se mantiene al margen de ellos. Incluso, la transición hacia la democracia, así como el proceso de democratización, estuvieron condicionados por la política e intereses de las potencias vencedoras. Esto significa que, hasta esos años, lo que sucede en Alemania es más bien una reconstitución institucional, que no va aunada a la adopción de prácticas democráticas, ya que no hubo un canal de comunicación con la sociedad hasta la década del sesenta. A partir de ese período, se da, en el marco de procesos de cambio

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más abarcativos, una democratización del sistema político y una ampliación de la participación de la sociedad civil. Recapitulando, lo que sucede en Alemania es que, si bien los procedimientos e instituciones de un régimen democrático habían sido reconstruidos durante los cincuenta, aquello pendiente era la construcción sustantiva de una cultura democrática. Hacia la década del sesenta, la democracia procedimental va a ver emerger una democratización de las prácticas y comportamientos políticos que promueven el surgimiento de una democracia de carácter más participativo. Es decir, que la reconstrucción democrática en la RFA no es proceso impulsado desde el Estado, o al menos, no solamente desde el Estado, sino que se lo reapropia la sociedad alemana, y es absorbido a favor del sistema político. Pero la adopción de prácticas y comportamientos democráticos, deben ser vistos a la luz del resurgimiento del problema de la memoria, aunado a la demanda de justicia, y la voluntad, de ciertos sectores de la población, provenientes del ámbito académico, de revisar el pasado nazi, que había estado silenciado u olvidado hasta entonces. Como consecuencia, si la conciencia democrática en Alemania se definió, entonces, a partir de la oposición al nacionalsocialismo, surgida en la segunda mitad de la historia de la República Federal, con el movimiento juvenil de los tardíos años sesenta, en Argentina, la misma se construyó en base a la consigna de los desaparecidos, el lema del “Nunca Más” y los juicios a las Juntas Militares. En el caso de nuestro país, la reconstrucción de una cultura política democrática, así como la apropiación de ese período de la historia, se dieron en condiciones diferentes. El derrumbe del régimen militar permite a la sociedad argentina ingresar en un período de reconstrucción democrática, afrontando la compleja tarea de subordinar las fuerzas militares al poder civil. El gobierno de Alfonsín emerge ante los ojos de la sociedad como la alternativa posible a un estado de retroceso y destrucción, con una solución inicial que se situaba entre el legítimo reclamo de justicia y la preservación del sistema democrático. En Argentina había una gran identificación con las víctimas, la sociedad en general podía fácilmente distanciarse de los militares, y eso contribuyó, en parte, a que la misma acompañe y se apropie de la estrategia desplegada por el nuevo gobierno democrático. Por tanto, en nuestro país el problema de la memoria fue enfrentado e impulsado por el Estado desde los inicios de la recuperación de la democracia, en donde dirigentes y ciudadanos mostraron su apoyo y apego a los valores

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de la vida democrática. El gobierno democrático promovió y ofreció espacios de participación y el eje de la vida política transitó por la deliberación, el funcionamiento de los partidos y el Congreso.

1.6 REFLEXIONES FINALES

Por empezar, cada sociedad vive a su manera, y entabla una relación con su pasado, en función de su historia y del contexto específico por el que atraviesa. Esta relación con el pasado siempre es difícil, y como hemos visto, no siempre es lineal. Hay momentos en que las sociedades son sordas y la memoria se encuentra adormecida. Muchas veces, se desarrollan mecanismos de inhibición, esforzándose por olvidar los acontecimientos y experiencias que provocan sufrimiento y amenazan nuestra identidad. Por cierto, la trascendencia y alcance de ciertos acontecimientos –como los aquí analizados- no quedarán sin consecuencias en la política y en la democracia, ni en nuestra capacidad de comprender y explicar. En consecuencia, en los sistemas democráticos, la apropiación de esos pasados genera debates en torno a memorias en pugna, que responden a diferentes intereses políticos. La demanda por la memoria va de la mano de la demanda por la búsqueda de la verdad y por la exigencia de justicia y castigo a aquellos crímenes que constituyen abusos contra los derechos humanos. Por tanto, el reclamo de justicia juega un rol primordial en la restauración de una democracia. La justicia no sólo participa en la constitución de un sistema democrático sino también en su representación simbólica. Tiene un carácter simbólico en el orden colectivo, de imparcialidad, de último refugio de ciudadanos y víctimas frente a las arbitrariedades de los poderes totalitarios y autoritarios. La administración de justicia no es únicamente una cosa de los jueces, es centralmente un problema de la sociedad. Si la justicia no funciona bien se rompe toda convivencia ordenada, equilibrada y pacífica de los seres humanos. He ahí también su valor fundamental en todo proceso de democratización.

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Sin embargo, sabemos, por el estudio del caso de la RFA, que este pedido no siempre es inmediato. Pero a fin de cuentas, en el momento en que una sociedad decide enfrentar ese doloroso pasado, aparece entremezclada aquel reclamo de justicia, para no dejar impunes los crímenes de lesa humanidad. Es en este sentido que la memoria es siempre una apuesta al futuro, porque es la que impulsa a la sociedad a asumir y reapropiarse de ese pasado, a restablecer la verdad y castigar aquellos crímenes, no sólo con la intención de que no vuelven a repetirse, sino para establecer, de una vez y para siempre, la primacía de la ley y el Estado de derecho. Por otro lado, la exigencia de justicia alimenta la reconstrucción democrática y la formación de una cultura política democrática, en tanto que contribuye a la visibilización y toma de conciencia sobre los abusos y violaciones cometidos contra los derechos humanos, al tiempo que promueve el apoyo, participación y debate de diversos sectores de la sociedad civil, que se unen bajo un mismo objetivo: no dejar impunes las violaciones cometidas contra los derechos humanos. De esta manera, contribuye a la adopción, por parte de la ciudadanía, de creencias y prácticas democráticas. La lucha por la memoria y todo lo que ella implica, es un elemento fundamental en la lucha por la democratización de la sociedad. No se puede imaginar una sociedad democrática que renuncie a echar luz sobre las páginas más dolorosas de su historia, que dejan marcas profundas, o que acepte la impunidad, como algo natural. En este sentido, la memoria se encuentra íntimamente relacionada con nuestra propia identidad como sociedad, como comunidad histórica, ya que la misma descansa en una memoria común y olvidos compartidos. Finalmente, la situación de la memoria y nuestra relación con el pasado contribuyen a comprender y tomar el pulso de la evolución democrática de la sociedad.

1.7 BIBLIOGRAFÍA

ARENDT, H. (1999), Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, Barcelona, Editorial Lumen.

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ISBN 978-987-702-261-2

EJERCICIOS DE MEMORIA entre el Museo y la Facultad VOLUMEN 1 Viviana Nardoni, Alicia Megías y Marco Iazzetta COMPILADORES

Hace ya mucho tiempo que las Ciencias Sociales aspiran a generar escenarios de estudio y reflexión interdisciplinarios e interinstitucionales, donde se crucen diferentes miradas y lógicas de conocimiento. El objetivo de este proyecto que se inició espontáneamente hace algún tiempo es, precisamente, ese: generar intercambios y materializar experiencias conjuntas entre el Museo de la Memoria y la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario. En este primer volumen se incluyen sólo algunas de las experiencias de trabajo conjunto entre el Museo de la Memoria de Rosario y la Facultad de Ciencia Política y RR.II de la UNR. Por un lado, las presentaciones de Paula Canelo y María Fabiana Elcarte en el Panel Especial “A 40 años del golpe en Argentina”, realizado en el marco del XII Congreso Nacional y V Internacional Sobre Democracia, “La Democracia por venir. Elecciones, nuevos sujetos políticos, desigualdades, globalización”, en septiembre del 2016, actividad en la que también participaron César Tcach y Hugo Quiroga como panelistas y Mónica Billoni, como coordinadora. Por otro lado, dos artículos que resumen tesinas de grado en Ciencia Política: una de Antonela Pierotti y otra de Valentina Quiroga.


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