Temas y Debates Nro. 19

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ISSN 1666-0714

temas y debates 19

[revista universitaria de ciencias sociales semestral / aĂąo 14 / nĂşmero 19 / agosto 2010]



ISSN 1666-0714

Comité Editorial Directora Adriana Chiroleu / U.N. Rosario Hugo Quiroga / U.N. Rosario Sandra Valdettaro / U. N. Rosario Graciela Zubelzú / U.N. Rosario María Eugenia Garma / U.N. Rosario

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TEMAS Y DEBATES es una revista de periodicidad semestral editada por la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario (ISSN 1666-0714). Tiene como objetivo principal la difusión de la producción académica en Ciencias Sociales, procurando generar un ámbito de discusión sobre temáticas propias de esta área de conocimiento a partir de la presentación de artículos inéditos, seleccionados por el Comité de Redacción con la colaboración de árbitros externos especialmente convocados para tal fin. Dirigir correspondencia a: TEMAS Y DEBATES, Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Universidad Nacional de Rosario, Riobamba 250 Bis, Monoblock 1, Planta Baja, Secretaría de Investigación y Posgrado, 2000 Rosario, Argentina.

Autoridades FACULTAD DE CIENCIA POLITICA Y RELACIONES INTERNACIONALES UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO DECANO: Lic. Fabián Bicciré VICEDECANA: Lic. Silvia Robin SECRETARIA ACADEMICA: Lic. Mercedes Caila SECRETARIA DE INVESTIGACION Y POSGRADO: Lic. Claudia Voras SECRETARIO DE PLANIFICACION Y GESTION INSTITUCIONAL: Lic. Franco Bartolacci SECRETARIA DE EXTENSION: Lic. María Inés Suidini SECRETARIO ESTUDIANTIL: Lic. Pablo Alesandroni SECRETARIO FINANCIERO: Lic. Oscar Sgrazzutti DIRECTOR ESCUELA DE CIENCIA POLITICA: Mg. V. Gastón Mutti DIRECTORA ESCUELA DE COMUNICACION SOCIAL: Lic. Elizabeth Martínez de Aguirre DIRECTOR ESCUELA DE RELACIONES INTERNACIONALES: Lic. Pedro Romero DIRECTORA ESCUELA DE TRABAJO SOCIAL: Mg. María Eugenia Garma


TEMAS Y DEBATES es una publicación de periodicidad semestral editada por la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina. Su Comité Editorial se conforma de profesores de diferentes unidades académicas argentinas y del exterior. La publicación se encuentra indizada de acuerdo a los criterios de calidad editorial establecidos por el sistema Latindex (CAICYT-CONICET). Habiendo obtenido un puntaje correspondiente al nivel 1 (nivel superior de excelencia). Forma parte, por tanto del Catálogo correspondiente, Folio 11766 (www.latindex.org). Además, la revista integra la Base de Datos DIALNET de la Universidad de La Rioja, España bajo el registro 12939 (http://dialnet.unirioja. es).

TEMAS Y DEBATES is a half-yearly Journal published by the Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales of the Universidad Nacional de Rosario. Its Academic Commitment is integrated by professors of different Argentine academic units and from the outside. The publication was evaluated according to the criteria of publishing quality established by system Latindex (CAICYT-CONICET), having obtained level 1 (superior level of excellence), and it forms part of the corresponding Catalogue, Folio 11766 (www.latindex.org).The Journal is also included in DIALNET Universidad de La Rioja, España, n° 12.939(http://dialnet.unirioja.es).


ISSN 1666-0714

Sumario

ARTICULOS La dialéctica de la exclusión y de la inclusión en las sociedades democráticas María de los Angeles Yannuzzi Matrimonio político y crítica antagonista en Argentina. Análisis de discursos en clave de género y teoría política Rita F. de Grandis y Ma. Mercedes Patrouilleau Disparen contra Imperio. Una aproximación crítica a la obra de Hardt y Negri María Clara Musante Las relaciones económicas entre Argentina y Venezuela durante las administraciones Kirchner-Chávez (2003-2008) Mariano Roark y Mariana Calvento

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COMUNICACIONES El nuevo Prometeo. Algunas reflexiones en torno al liderazgo carismático en el contexto de las democracias modernas Gastón Souroujon

Politicidad, acción política y marco histórico interpretativo: dimensiones políticas en las prácticas de los mensajeros en moto del Ámbito Metropolitano de Buenos Aires (AMBA) María Graciela Rodríguez

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Identidades puestas en juego en los procesos de recuperación de empresas: un estudio de caso Melina Perbellini

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RESEÑAS Trabajo Agrícola. Experiencias y resignificación de las identidades en el campo argentino de Juan Manuel Cerdá y Talía Violeta Gutiérrez (comps.) Evangelina Tifni

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A 90 años de la Reforma Universitaria: memorias del pasado y sentidos del presente de Adriana Chiroleu y Mónica Marquina (comps.) María de Luján Burke

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INFORMACION INSTITUCIONAL

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IX Congreso Nacional y II Congreso Internacional sobre Democracia: “Los senderos de la democracia en América Latina: Estado, Sociedad Civil y Cambio Político”. Rosario, Argentina, del 18 al 21 de octubre de 2010 Franco Bartolacci

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La dialéctica de la exclusión y de la inclusión en las sociedades democráticas María de los Angeles Yannuzzi Matrimonio político y crítica antagonista en Argentina. Análisis de discursos en clave de género y teoría política Rita F. de Grandis y Ma. Mercedes Patrouilleau Disparen contra Imperio. Una aproximación crítica a la obra de Hardt y Negri María Clara Musante

artículos

Las relaciones económicas entre Argentina y Venezuela durante las administraciones KirchnerChávez (2003-2008) Mariano Roark y Mariana Calvento



La dialéctica de la exclusión y de la inclusión en las sociedades democráticas María de los Angeles Yannuzzi

resumen

summary

Las sociedades democráticas han insertado en su seno las múltiples diferencias que el liberalismo mantuvo neutralizadas en una esfera no-política. Pero esta inclusión presenta problemas. Primero, porque se trata de sociedades altamente conflictivas. Al pensarse las diferencias en términos de igualdad, se dificulta, particularmente en los casos de diferencias insolubles, la conformación de criterios compartidos para una estrategia pacífica de resolución de conflictos. Segundo, porque la política democrática se basa en el consenso, por lo que se busca alguna forma de homogeneización que excluya aquellas diferencias atentatorias de la unidad. Vemos así que el relativismo que caracteriza en su base a toda democracia no hace más que cuestionar la constitución de universales a partir de los cuales pensar la política. Esta paradoja constituye uno de los mayores riesgos que se deben enfrentar, ya que según como se la resuelva será la dinámica de exclusión e inclusión.

Democratic societies have included inside them all those differences that liberalism neutralized, holding them up in a non-political sphere. This inclusion presents us big problems. First, because they are strongly conflictive societies. The fact of considering differences being in a condition of equality among them makes it difficult the common elaboration of shared criterions for the pacific solution of controversies. Secondly, because democratic politics is based on consensus, so it is always needed any form of homogenization. And this is achieved by the exclusion of those differences that threaten unity. As we can see, relativism, which characterizes democracy in its base, put in question the constitution of universals, needed to think politics. This paradox inserted in the notion of democracy is one of the biggest risks to be face, because exclusion and inclusion logic depends on its solution.

palabras clave

keywords

inclusión / exclusión / diferencia / espacio común / racionalización

inclusion / exclusion / difference / common space / rationalization

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María de los Angeles Yannuzzi es Profesora Titular de Teoría Política de Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales e Investigadora categoría B del Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Rosario E-mail: yannuzzi@unr.edu.ar

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Todo sistema político establece siempre criterios de inclusión y exclusión a partir de los cuales se da forma al tipo de sociedad que se pretende construir. Es justamente esta característica la que hace de la democracia un tipo de sociedad particular, ya que aunque en principio antagónicos, ambos criterios guardan una relación muy estrecha entre sí, al ser la exclusión la que realmente delimita el campo en el que se define el contenido del Nosotros, es decir, de la inclusión. Pero si bien esta premisa es aplicable en términos generales a todo régimen político, lo cierto es que las democracias, dado el alto nivel de conflictividad que existe en su seno, constituyen un caso particular que merece nuestra especial atención. Con la inclusión en la esfera pública de todos los adultos, las diferencias que los atraviesan también se insertan en el plano de lo político, convirtiéndose todas por eso mismo, como señalaba Carl Schmitt, en materia de interés del Estado. En ese sentido, se trata de sociedades altamente complejas, entre otras cosas por haber insertado en el espacio público las múltiples diferencias que su antecesor, el liberalismo, mantuvo neutralizadas en una esfera no-política, la sociedad civil. Pero si bien es cierto que en el contexto de una democracia las diferencias encuentran un lugar potencialmente propicio para manifestarse plenamente, dando lugar a la diversidad, también es cierto que es en ella donde esas diferencias, por el solo hecho de estar insertas en el espacio público, se politizan, es decir, se encuentran atravesadas por las distintas relaciones de fuerza que se despliegan en la sociedad. La política democrática transcurre así necesariamente entre dos momentos claramente contrapuestos que necesitan de algún tipo de conciliación: por un lado, el de la diferencia, producto del reconocimiento de la heterogeneidad propia de estas sociedades, y, por el otro, el de la unidad, momento a partir del cual se establece y se define la convivencia en común. Oscilando siempre entre ambos extremos que, en última instancia, no son en sí mismos más que negación lisa y llana de la política1, ésta se define siempre como el ámbito en el cual se concilian de alguna manera estos dos momentos en principio antagónicos. Se trata de una instancia de conciliación que nunca tiene una definición precisa fuera del marco de una sociedad concreta. Es decir que la forma de resolución a la que la conciliación arribe reconoce teóricamente matices de los más diversos. Pero esta ambivalencia nos plantea dos problemas que, en definitiva, no dejan de ser constitutivos de la democracia en sí y que requieren necesariamente de algún tipo de resolución. El primero se refiere al tratamiento que debemos dispensar a la diferencia en un contexto democrático, ya que si bien el incremento de la complejidad lleva a profundizar el proceso de diferenciación, no podemos olvidar las palabras de Robert Michels cuando ya en 1911 decía que “cada vez es más absurdo intentar la ‘representación’ de una masa heterogénea en todos los innumerables problemas nacidos de la creciente diferenciación de nuestra vida política y económica” (Michels, 1983: 85). Mantener ad infinitum esta tendencia simplemente atentaría contra la estabilidad de un régimen democrático, ya que su desarrollo en extremo conduciría a la fragmentación y a la atomización o, para decirlo en otros términos, llevaría a un estallido que invalidaría toda construcción de la unidad. El segundo problema, estrechamente relacionado con el anterior, alude a la dificultad


que se encuentra en toda democracia, dado el constante incremento de la complejidad, para articular el espacio común. Ambas son cuestiones de gran relevancia, ya que al fundarse la política democrática en el consenso, se deben asegurar de alguna manera los apoyos necesarios que den fuerza a la representación propia de la política moderna. Por eso se hace siempre necesario buscar alguna forma de homogeneización de lo distinto, es decir, de la diversidad que define a la democracia, permitiendo así dar forma a la unidad. Se trata, por supuesto, de una homogeneización que por definición debe excluir aquellas diferencias consideradas atentatorias de ese momento que define lo común, ya que de lo contrario no podría constituirse el sistema. La cuestión pasa entonces por determinar qué contenido se atribuye en cada caso particular a la unidad. Este es uno de los riesgos que debe afrontar toda democracia, ya que, según se la defina, no sólo puede llegar a negar o expulsar aquellas diferencias que en principio la ponen potencialmente en peligro, si no que incluso se puede llegar a anular directamente la complejidad que caracteriza a toda democracia que se defina como plural. Toda democracia oscila, como indicáramos más arriba, entre dos extremos por definición antagónicos: el de un fuerte relativismo en su base que le permite incluir en su seno las diferencias y el de una homogeneización a partir de la cual construir lo común. El problema que se plantea, como podemos apreciar, no es menor, ya que al encontrarse inicialmente todas las diferencias en un plano de total igualdad entre sí, se requiere de distintas formas de racionalización que articulen criterios compartidos a partir de los cuales definir una estrategia pacífica de resolución de conflictos, único modo éste de evitar que aflore la violencia producto, como decía Hobbes, de la igualdad de aspiraciones en un mundo con recursos por definición escasos. Es entonces en la intersección entre ambos momentos que se define el grado de liberalidad o de autoritarismo2 que tendrá un régimen político particular, ya que si bien el relativismo permite reconocer la diversidad, por lógica ésta dificulta la constitución de universales a partir de los cuales pensar la política. Este carácter contradictorio inherente a la democracia constituye uno de los mayores riesgos a los que se deben enfrentar las sociedades contemporáneas, ya que según como se lo resuelva será la dinámica de exclusión e inclusión que opere en cada sociedad particular. Por eso es importante conocer el contenido con el cual se articula la unidad –es decir, el reconocimiento– a partir de la cual se resuelve la vida en sociedad. Esta es una cuestión, como podemos apreciar, que se encuentra en el centro mismo de toda relación específicamente política, ya que la política se refiere, como señala Sheldon Wolin (1993), a lo común a todos. Determinar por dónde pasan en una sociedad concreta los criterios de inclusión y de exclusión, tanto en el orden social como en el político, supone establecer las fronteras desde las que se construye la identidad común, es decir, el ‘Nosotros’ que siempre se define en relación a un ‘Otro’ distinto que queda por ello mismo excluido. Teniendo en cuenta esto, vemos que definir el problema

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La dialéctica de la inclusión y la exclusión

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central en cada caso concreto se resume entonces en dos cuestiones perfectamente relacionadas entre sí: por un lado, decidir qué sucede con lo distinto, con lo discordante, es decir, definir en qué medida la alteridad llega a cuestionar la politicidad y, en tal caso cómo lo hace, teniendo siempre presente que es la exclusión la que constituye al sistema en sí, y, por el otro, determinar qué es lo compartido, es decir, aquello que da identidad al grupo político. De esta forma se establece el grado de homogeneidad exigible en la construcción de un orden político específico. Pero como afirma Alfonso Pérez-Agote, “en la base de la formación de un grupo, de un noso­tros, hay una relación de inclusión-exclusión que es arbitraria” (PérezAgote, 1986: 83) y, por ello mismo, ligada al poder.3 La dialéctica de la inclusión y la exclusión se inserta así en el contexto de las relaciones de fuerza existentes en una sociedad determinada, ya que en la definición de todo criterio de demarcación –y, por consiguiente, de toda frontera simbólica–, se entabla en la sociedad una puja de poder cuyo objeto es resolver, desde un punto de vista concreto, los espacios de inclusión y exclusión, así como las instancias posibles de interacción que se entablan entre los distintos grupos sociales dentro de un Nosotros, que es el que se busca constituir y que, en parte, pretende ser reconocido por todos. Esto es lo que hace que la resolución de la dialéctica de la inclusión y de la exclusión reconozca niveles e intensidades distintos según cada momento y lugar específicos.

El problema de la diferencia

Hoy podemos reconocer una tendencia a exacerbar en el seno del sistema político una serie de fractu­ras que, desde un punto de vista exclusivamente político, pasan incluso por la posibilidad del sistema de mantener la legitimidad que necesita para poder desarrollarse. En ese sentido, si algo ha caracterizado a los procesos de globalización es “la multiplicación de identidades nuevas –y no tan nuevas– como resultado de la disolución de los lugares desde los cuales los sujetos universales hablaran” (Laclau, 1996: 45). ¿Cómo resolver entonces el conflicto que se entabla para establecer qué diferencias son relevantes para la política? Y ¿cómo se determina cuál o cuáles de entre ellas se constituyen en frontera que define la exclusión? Al tratarse de sociedades postmetafísicas que no reconocen criterio objetivo alguno que permita dirimir la cuestión, el único recurso al que se puede apelar, de no mediar alguna instancia de racionalización, es la mera fuerza. Es decir que las relaciones francamente democráticas son en principio relaciones de guerra que, al no haber forma de racionalización que las modifiquen, pueden aflorar en cualquier momento. Este es un riesgo siempre latente en este tipo de sociedades, ya que la noción de igualdad que da sentido al concepto de democracia contradice en realidad la posibilidad de establecer objetivamente algún tipo de primacía entre las distintas diferencias. Sólo poniendo todas las diferencias en un plano de completa igualdad entre sí es que la democracia se reafirma como tal. Sin embargo, una igualación total y absoluta en la valoración de las diferencias no podría mantenerse sin más en la política, ya que ella introduciría un grado de relativismo tal que simplemente invalidaría la convivencia común. Necesariamente, determinar en una sociedad concreta cuáles son aquellas diferencias que se consideran relevantes para definir el espacio común, debe contar con


La discursividad juega así un rol fundamental en la definición de los criterios a partir de los cuales establecer la frontera que delinea el espacio de inclusión. En tanto que presupuestos articuladores de la práctica política concreta, estas concepciones completan el sentido de la relación específica y establecen en última instancia los alcances y límites que se pueden encontrar en la construcción de un espacio común. Sin embargo, no debemos olvidar que esta forma de racionalización se desarrolla siempre en un marco de puja por el poder. Y lo que está siempre en la base del conflicto entre los distintos grupos en pugna es la pretensión de cada uno de hacer valer su propia diferencia como lo suficientemente relevante para tener entidad, a su vez, en el espacio público. Es en realidad en el contexto de estas interrelaciones que se establecen los criterios de inclusión/exclusión. Toda diferencia se instituye como tal en el espacio público en la medida que se la cristaliza desde el poder, cobrando de esta forma una entidad que antes no tenía, al constituirla de alguna manera en un parteaguas que define alguna forma de exclusión. Pero es entonces cuando las diferencias se politizan al quedar atravesadas por distintas relaciones de fuerza que, al impartirle así una lógica distinta a la que le es propia, producen una distorsión en su valor real. Al ser recuperadas por el discurso político estas diferencias integran construcciones de sentido que responden a una intencionalidad explícita de los actores, por lo que la diferencia en cuestión se constituye, desde el punto de vista discursivo, en el argumento necesario para legitimar la acción del grupo en su lucha por posicionarse mejor con relación al poder del Estado. De esta forma se convierte en un instrumento de justificación del poder como cualquier otro. Es aquí donde la democracia se enfrenta a un serio riesgo, no sólo porque la inclusión de la diferencia en el Estado le permite encontrar el canal ne-

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alguna instancia de racionalización que al expresarse a través de la palabra, retrase esa guerra potencial siempre presente en una democracia. Es aquí donde se hace relevante el tener en cuenta las concepciones políticas con las que participan los distintos actores, porque es justamente a partir de ellas que se da sentido al mundo circundante. No olvidemos que en el modo de significar los fenómenos encontramos ya el basamento para articular en una sociedad determinada las posibles formas tanto de integración como de exclusión. Por eso, como señala por ejemplo Charles Taylor, nos podemos encontrar con “una concepción filosófica de exclusión, digamos, una visión marxista de la sociedad burguesa como irrecuperablemente dividida por la lucha de clases o ciertas visiones feministas de la sociedad liberal como irremediablemente viciada por el patriarcado, de modo que una invocación de la comunidad política se muestra como un fraude y un engaño. El tipo de política que tiende a surgir de este sentimiento de exclusión, esté basada en la realidad o proyectada filosóficamente (y a menudo es una mezcla de ambas), evita la formación de coali­ciones alrededor de alguna concepción del bien general” (Taylor, 1996: 365).

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cesario para generar acciones positivas en favor del grupo portador, sino porque, según cómo se la considere, se podría llegar a la absolutización de una diferencia en particular, promoviendo la anulación o la neutralización de otras, con el consiguiente retroceso de los grupos que la representan.

La construcción del espacio común

Como viéramos anteriormente, es a partir del modo como se instituye la diferencia en el espacio público que podemos determinar los riesgos que se plantean al construir la unidad. Es aquí donde nos encontramos con un problema, ya que la homogeneización requerida para asegurar el espacio común puede llegar a plantearse en términos schmittianos como “homogeneidad sustancial”4, es decir, como unidad indiferenciada que repele todo aquello que suene disonante por considerárselo atentatorio de dicha unidad. Producto de traducir la noción de homogeneidad en términos de unidad indiferenciada, sólo la exclusión de lo distinto garantiza en este caso la fuerza del número, aspecto propio de un contexto de masificación. Este es el único criterio que aparece entonces con ciertos visos –por cierto, totalmente insuficientes– de racionalidad para definir los niveles de consenso necesarios en una sociedad democrática. Esto es lo que ha ocurrido, por ejemplo, con algunos de los nacionalismos emergentes, que en principio se presentaron como un intento de pluralización del espacio público.5 Sin embargo, esta reivindicación de la diferencia frente al poder omnímodo del Estado-nación ha llevado en realidad a la recuperación de la particularidad –algo que parecería en sí mismo promisorio–, pero para convertirla nuevamente en un absoluto de carácter similar a aquel que se buscó destruir. Lo que se hace en realidad no es otra cosa que reproducir en un universo menor el mismo fenómeno del Estado-nación, fenómeno ya conocido y padecido por las sociedades contemporáneas. En ese sentido, el Estado democrático que se desarrolló a comienzos del siglo XX, concebido “como persona colectiva, unitaria y unificante” (Bobbio, 1986: 106), no hizo más que concentrar en él un poder extraordinario que, utilizado en nombre de un pueblo entendido en un sentido totalmente abstracto, llegó a constreñir a sus propios ciudadanos individuales, evitando en realidad la inserción de lo distinto. Esto marca incluso una diferencia importante con relación al modo en el que el Estado-nación originariamente construyó el momento de unidad, plasmándola en la categoría de ciudadano. Mientras el Estado moderno intentó en sus orígenes construir la unidad a partir de una diversidad preexistente, estas nuevas formas instituyen como requisito de la unidad la pureza de la particularidad. En realidad, esta es una faceta autoritaria que ya está implícita en el modo de construir el espacio común en una sociedad democrática. El Estado democrático produjo así desde el poder –muchas veces incluso desde la mera fuerza– la unidad de los distintos con la pretensión de hacer desaparecer la diferenciación. Y esto mismo es lo que tiende a reproducirse desde los nacionalismos más recalcitrantes, aunque esta vez la noción de identidad se instituye como frontera de exclusión de toda diferencia y como fundamento hacia el interior del propio poder. Es decir que estos grupos políticos tienden a legitimarse a partir de un discurso que, lejos de incorporar la diferencia


La instancia de racionalización

Un orden democrático, tal como lo concebimos hoy, debería así definirse por la inclusión de la diversidad como condición misma de posibilidad. Esto nos lleva a pensar la construcción del momento de unidad en términos distintos a la solución dada en el siglo XX. En ese sentido, la forma de homogeneización puede pensarse también en base a niveles distintos de abstracción que reconozcan en su interior

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como co-constitu­tiva de la politicidad, aquélla se constituye en línea demarcato­ria de la exclusión, fundando así su propio desarrollo en el presupuesto inicial de la indiferenciación. Pero los nuevos nacionalismos no son los únicos que plantean la exclusión de lo diferente. En todo caso ellos han marcado una tendencia que como tal se ha reproducido en el mundo, esta vez de la mano de la globalización. Por eso, si bien llevado a otro plano, también podemos decir que se ha producido la exclusión social de numerosos sectores a partir de la conformación de una cierta unidad de los idénticos, aunque esta vez se refiere a la construcción de un espacio público monocromático, es decir, de un espacio público que se niega como democrático por carecer de propuestas alternativas. Se trata de un modelo de exclusión que, por el hecho de clausurar las instancias de racionalización que habilitan la negociación, tiende a insertar la violencia en los bordes de la sociedad. Estas instancias de racionalización son propias del plano político. Por eso, el mercado, pensado como un espacio de resolución de conflictos, no ha hecho más que producir una extensión de la idea de exclusión que lleva consigo formas de violencia social y cultural. Su efecto no deja de ser altamente paradójico, ya que en tanto que espacio que se instituye como igualador ante la deficiencia en la satisfacción de las necesidades básicas, no hace más que profundizar aun más las diferencias existentes. Esto atenta contra la estabilidad del régimen político democrático, ya que la mayor exclusión no hace más que cuestionar objetivamente las bases de legitimidad del Estado. En este contexto, la reducción del espacio público, producto de la falta de alternativas, resulta funcio­nal al proceso de exclusión en el plano social. Excluir del espacio público las voces disonantes supone despolitizar la sociedad, con lo que se le quita toda posibilidad de resistirse a la opresión del Estado desde un poder racionalizado y acumulado en ella. Por eso, la exclusión política se constituye en estos casos en condición necesaria de la exclusión social. Esta es la única forma en que una fracción determinada puede asegurar su lugar de poder sin exponerse a los avatares de la oposición, ya que la inclusión del disenso tendería a fracturar la articulación del consenso logrado tras de sí. En ese sentido, la democracia, al pretender incluir las distintas voces de disenso, adquiere en principio un alto grado de inestabilidad por la dificultad que esto acarrea para la consecución de los consensos necesarios para mantener la unidad. Este riesgo siempre presente en el contexto de una democracia es el que promueve la articulación de formas de racionalización que lleven a una conciliación que contemple el interés de los distintos actores6, antes que al desarrollo del conflicto, al que, por otra parte, se lo podría solucionar apelando incluso a la fuerza represiva del Estado.

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una pluralidad de elementos, sin pensar por ello que lo distinto es en sí mismo disolutorio de la unidad. A ello apunta Laclau cuando se pregunta: “¿es el particularismo pensable tan sólo como particularismo, a partir de la dimensión diferencial que él afirma? ¿Son las relaciones entre universalismo y particularismo simples relaciones de mutua exclusión? o, si planteamos la cuestión desde el ángulo opuesto: ¿la alternativa entre un objetivismo esencialista y un subjetivismo trascendental, agota la varie­ dad de juegos de lenguaje en torno a lo ‘univer­sal’ en la que es posible comprometerse?” (Laclau, 1996: 46). Ciertamente no. Pero se trata de una construcción que no está exenta de problemas. La articulación entre lo universal y lo particular viene mediada en el espacio público por la instancia de representación. Sin ella sería imposible mantener las condiciones de pluralismo propias de una democracia. Como señala Novaro, “las ideas representativas se despliegan en todo tipo de interpelaciones y discursos de los representantes, y de este modo actúan como vehículos de la mediación, en la producción, a partir de una homogenei­dad y unidad ideal, de la ‘homogeneidad efectiva’ en que se asientan los órdenes políticos concretos” (Novaro, 2000: 182). Pero estas “interpelaciones y discursos de los representantes” también contribuyen a definir en la sociedad qué particularismos son efectivamente representables. O, si lo preferimos, cuáles son lo suficientemente relevantes como para dejar su marca en el espacio público. La interdiscursividad juega así un rol fundamental, como analizáramos ya, en la atribución de sentido, tanto de la diferencia en sí, como del tipo de homogeneización pretendida en una sociedad particular. Sin embargo, no deja de ser una construcción precaria en el sentido de que nunca podremos lograr niveles permanentes de certeza, dado el carácter dinámico y ambivalente de la sociedad democrática. Si bien es cierto que la palabra cancela la violencia, estos juegos del lenguaje no hacen más que socavar la ambición de poder de algunos grupos, por lo que el conflicto está siempre latente en una democracia, conflicto que se manifiesta también en la instancia de representación. Incluso este ‘hacer presente a quien no lo está’, propio de las sociedades políticas modernas, produce planos distintos de circulación del discurso emanado de la misma complejidad que caracteriza a la democracia. Esto plantea en la práctica cierta dificultad para establecer relaciones realmente dialógicas entre todos los sujetos, dificultad que sólo se supera en ese mismo terreno cuando se produce efectivamente una identificación entre representados y representante. Sin embargo, dicha identificación nunca es por lo general plena, reactualizando siempre las líneas de conflicto y, por consiguiente, las pujas de poder que, en contextos de racionalización, tienden a verbalizarse. Esto significa que la utilización del lenguaje no garantiza por sí misma una estrategia pacífica de resolución de conflictos. Como señala Colom González al criticar la teoría habermasiana, en un contexto de


Por eso, si bien no nos caben dudas que es sólo mediante la palabra que se puede lograr una instancia de racionalización que contenga la violencia, sería ingenuo de nuestra parte pensar en la posibilidad de lograr la articulación de los consensos partiendo de un tipo ideal que no tenga en cuenta la dinámica propia del poder. Este es un problema que presenta, por ejemplo, la teoría habermasiana7 y del cual no está tampoco exenta la propuesta de Laclau. Pensar lo particular como únicamente existente “en el movimiento contradictorio de afirmar una identidad diferen­cial y, al mismo tiempo, de anularla a través de su inclusión en un medio no-diferencial” (Laclau, 1996: 57) exige que los portadores de esa particularidad se despojen de toda pretensión de alcanzar espacios de poder que le permitan cristalizar su propia diferencia como parteaguas general. Es decir que la premisa enunciada por Laclau requiere de una condición previa: la aceptación por parte de cada identidad diferencial de ser incluida en un medio de integración, cancelando así su propia particularidad. Incluso si suponemos una situación en la que efectivamente ocurra esto, no se niega necesariamente la puja por el poder. Por el contrario, lo que se produce es un corrimiento del espacio y del momento en el que se dirime el conflicto. Y es en este espacio y momento anteriores que se suponen instancias de racionalización que han funcionado de manera exitosa. Es cierto que pensar lo universal como “símbolo de una plenitud ausen­te”8 (Laclau, 1996: 57) favorece el desarrollo de formas de racionalización que utilizan como medio los juegos del lenguaje. En tanto que significante vacío, lo universal imparte así una dinámica que permite dotar de sentido en cada caso concreto al momento de unidad. Sin embargo, no hay forma de asegurar que todas las particularidades existentes acepten afirmarse al mismo tiempo que se anulan. El hecho que la política tenga como medio de acción la violencia, es decir, la fuerza, introduce siempre un alto nivel de incertidumbre en el resultado de los intercambios. Esto no significa que debamos renunciar a ellos. Por el contrario, se trata de establecer los límites que estos juegos del lenguaje tienen como intento de contención de las prácticas de exclusión.

Algunas reflexiones finales

Al ser la heterogeneidad la principal característica de las sociedades democráticas, la política deber ser necesariamente entendida como un terreno en el que se construyen equilibrios por definición inestables. Fluctuando entre dos extremos –el de una homogeneidad potencialmente sustantiva que niega toda diversidad y

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pluralismo y diferenciación, propio de toda sociedad democrática tal como la concebimos hoy, “las dinámicas que alimentan sus líneas de conflicto difícilmente se dejan transparentar por la fuerza racionalizadora del lenguaje, e incluso en aquellos casos en que así es, las interacciones lingüísticas no pueden a menudo sino ratificar la imposibilidad de alcanzar consensos” (Colom González, 1992: 215).

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el de un fuerte relativismo que cuestiona la legitimidad–, es sólo en la intersección de estos dos momentos que se puede construir en la modernidad una democracia basada en el pluralismo. Sin embargo, la solución dada durante el siglo XX tendió a privilegiar el momento de unidad por sobre el de diferencia. Este es el motivo por el cual se recibió con mucho optimismo la emergencia de los nuevos –y no tan nuevos– particularimos. Pero como afirma Laclau, “la construcción de identidades diferenciales sobre la base de cerrarse totalmente a lo que está fuera de ellas, no es una alternativa política viable9 o progresista”, ya que “se consolidarían toda clase de formas de subordinación y de exclusión con la excusa de mantener identidades puras” (Laclau, 1996: 57-58). ¿Cómo se constituye entonces el espacio común en un contexto democrático, habida cuenta que, como hemos visto más arriba, la definición de los criterios de inclusión/exclusión se encuentra penetrada por las relaciones de fuerza existentes en la sociedad? Responder a este interrogante no resulta sencillo, sobre todo si tenemos en cuenta que las mismas características de la democracia moderna no permiten una respuesta unívoca. En ese contexto, la globalización tiende a acentuar el relativismo que caracteriza en su base a la democracia, al mismo tiempo que reactualiza el problema de encontrar el modo de lograr una cierta homogeneidad que defina lo común, impidiendo de esta forma la desintegración del sistema. Esta es sin dudas una de las cuestiones políticas más importantes que deben resolverse hoy. Si partimos de la base que nos estamos refiriendo a socieda­des por definición complejas, la construcción de un momento de unidad en el orden político –momento que, desde el tipo de reflexión que nos ocupa, hace referencia directa a la construcción del ‘Nosotros’–, necesariamente requeriría la inclu­sión como condicionante de toda reflexión de la situación de las minorías y de la relación de éstas con el Estado y con la políti­ca. Se trata, en última instancia, de definir cuáles son las diferencias lo suficientemente relevantes como para ingresar en el espacio público y cómo deben ser articuladas, para evitar el riesgo de desintegración de la sociedad, asegurando así la legitimidad. Pero si bien la solución tiene que contemplar necesariamente la pluralidad, bien sabemos que toda democracia moderna es un tipo de sociedad altamente conflictiva. Por eso se hacen necesarias formas de racionalización que se manifiesten particularmente a través de los juegos del lenguaje, formas que tengan como objeto transformar en fuerza positiva la violencia implícita en las relaciones verdaderamente democráticas. En ese sentido, las concepciones políticas y los discursos a partir de los cuales se manifiestan juegan un rol fundamental al momento de establecer en la sociedad los criterios de inclusión y exclusión. Sin embargo, no podemos olvidar que se encuentran atravesados por relaciones de poder, lo que le agrega un valor distinto al problema de definir las esferas de inclusión y de exclusión, ya que el reclamo por el reconocimiento de una particularidad se convierte al mismo tiempo en la argumentación necesaria para autojustificar su propia acción política.


1. Se trata, por supuesto, de combinar ambos momentos, reconociendo con ello la conflictividad que caracteriza a sociedades por definición complejas, ya que la anulación del antagonismo que producen implicaría en un caso la disolución de la diversidad, cercenando con ello los espacios de libertad, o, en el otro, la atomización lisa y llana, llevando tendencialmente a la desintegración social. 2. Sartori (1987) sostiene que es a partir del tipo de exclusión que se opere en una sociedad que podemos definir un determinado régimen como democrático o autoritario. Reconociendo que la posibilidad de exclusión siempre está presente en la construcción de todo orden político, la democracia se definiría por tener los menores niveles de exclusión. Sin embargo, creemos importante retomar una distinción que hace Carl Schmitt y que muchas veces no es tenida en cuenta. Como señala este autor, democracia no es el antónimo de autoritarismo. Por el contrario, esta última tendencia ya está implícita en última instancia en la misma forma democrática tal como se la concibe modernamente. Un ejemplo de ello sería la noción de igualación en tanto que masificación, que conduce a la premisa rousseauniana de ‘obligar a ser libres’, autorizando con ello la exclusión de todo lo que sea divergente. De esta forma Schmitt destaca que la democracia tiene un componente autoritario muy fuerte que solamente se puede contener, tal como sugirieran en los inicios de la democracia de masas tanto Gaetano Mosca como Max Weber, mediante la inclusión de elementos liberales. 3. En el terreno de la empiria la exclusión, o su par antagónico, la inclusión, no se resuelve como sostiene por ejemplo Robert Dahl (1993), definiendo si ella es justa o no. Más allá de que discursivamente se use esta calificación, lo cierto es que el contenido que se atribuye a nociones tales como ‘lo justo’ o ‘lo injusto’ guarda en la práctica una estrecha relación con el poder y con el posicionamiento particular de cada grupo frente al Estado. Esto es lo que Dahl parece no tener en cuenta en su análisis. Más aún, su forma de enunciación parece incluir un criterio ético objetivo de demarcación para la definición del público que no es en verdad privativo del sentido con el que se articula la política en la Modernidad. La política es, como ya definiera Maquiavelo, puja por el poder y como tal, retomando ahora a Weber, sus relaciones con la ética pública siempre se encuentran en el mundo empírico en una cierta tensión. 4. En el contexto de una sociedad de masas, la democracia “descansa sobre el concepto de una igualdad y una homogeneidad substancial” (Schmitt, 1979: 16). 5. Kimlicka manifiesta una visión a nuestro juicio algo optimista de estos nuevos nacionalismos, cuando sostiene que “los grupos étnicos tienen bastante claro que lo que pretenden con la acción positiva es la inclusión, no el autogobierno” (Kymlicka, 1996: 100). Si bien es cierto que no todo movimiento de reafirmación identitaria necesariamente reclama el autogobierno, no podemos negar que dicho reclamo al menos encuentra terreno fértil en este tipo de discurso. Incluso la misma experiencia europea a este respecto resulta indicativa de ello. 6. A esta solución apunta por ejemplo Habermas con su concepto de racionalidad comunicativa: “la acción comunicativa sólo puede domesticar el riesgo de disenti­miento que lleva en su seno aumentando ese riesgo, a saber, estableciendo duraderamente discursos” (Habermas, 1999: 99). 7. “Las ‘reglas de racionalidad’ o ‘reglas de razón’”, nos dice, “hacen valer idealizaciones que no hay más remedio que suponer en la dimensión temporal, en la dimensión social y en la dimensión objetiva –tiempo infinito, ninguna restricción en el número posible de participantes y perfecta ausencia de coerción–. En el discurso racional suponemos condiciones de comunicación que, primero, impiden una interrupción de la argumentación, que no venga racio­nalmente motivada; que, segundo, a través de iguales derechos de todos a acceder a la argumentación, así como a través de una parti­cipación en la argumentación, simétrica y dotada de iguales oportu­nidades, aseguran tanto la libertad en la elección de temas, como también la inclusión de las mejores informaciones y razones; y que, tercero, excluyen toda coerción que pueda ejercerse desde fuera sobre el proceso de entendimiento, o que pueda surgir de ese proceso de entendimiento, a no ser la coerción del mejor argumento y que, por tanto, neutralizan todos los motivos a excepción del de la búsqueda cooperativa de la verdad” (Habermas, 1998: 301-2). 8. Dado que “todos los medios de representación son por na­turaleza diferenciales es sólo si el carácter diferen­cial de las unidades significativas es subvertido, sólo si los significantes se vacían de todo vínculo con significados particulares y asumen el papel de representar el puro ser del sistema –o, más bien, el sistema como ser puro y simple– que tal signifi­cación es posible” (Laclau, 1996: 75). 9. Este calificativo de ‘viable’ merece ciertamente una reflexión especial. En tanto que alternativa política, Laclau parece referirse al hecho de articular un modelo de nación que asegure en un futuro relativamente próximo las condiciones de desarrollo económico y social. Sin embargo, no podemos

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Referencias

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ignorar que, aunque contradictorias con las nuevas condiciones mundiales, estas concepciones nacionalistas pueden ser exitosas, es decir, pueden tener una gran utilidad social, como señalaba hace casi un siglo Vilfredo Pareto, para organizar y cohesionar en el presente la sociedad. Por lo que, desde ese punto de vista, resultan ‘viables’.

Bibliografía

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Rita F. de Grandis es Licenciada en Filosofía y Letras, Universidad Nacional del Litoral. Magíster en Lingüística por la Universidad de Montreal y Doctora en Literaturas Hispánicas por la Universidad de Simon Fraser, Canadá. Profesora titular de Literatura hispanoamericana, Universidad de British Columbia, Canadá.

Ma. Mercedes Patrouilleau es Licenciada en Sociología, Magíster en Ciencias Sociales y candidata al Doctorado en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Becaria doctoral del CONICET en el Centro de Investigaciones Socio-Históricas, Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (UNLP-CONICET). E-mail: mmercedes_p@yahoo.com.ar

resumen

summary

El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en Argentina experimentó agudos conflictos políticos. Uno de los núcleos de los argumentos de la crítica opositora se centra en la “forma” de gobernar y en la consecutividad de candidaturas entre Cristina Fernández y Néstor Kirchner. En este contexto, Cristina Fernández de Kirchner intenta construir una subjetividad política predicada sobre la base de una tradición femenina que el “matrimonio político” con Néstor Kirchner menoscaba. Desde un enfoque posestructuralista este artículo problematiza la intersección entre matrimonio político y heteronormatividad genérica. Se analizan diversos discursos políticos (de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, de dirigentes, de medios de comunicación, de intelectuales), destacando las fronteras inestables entre lo político y el género, y teniendo en cuenta en particular los antecedentes al respecto en la historia del peronismo.

In Argentina, Cristina Fernandez de Kirchner’s government experienced major political conflicts. One of the main arguments of the oppositional critique focuses on the “form” of governing and on the fact that her candidacy followed that of her husband. Within this context, Cristina Fernandez de Kirchner attempts to configure a feminine political subjectivity that her matrimony with Néstor Kirchner undermines. From a post-structuralist perspective, this articles problematizes the intersection between “political matrimony” and gender heteronormativity within the articulation of an opositional discourse through different actors: Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner, politicians, the mass media, intellectuals. In this oppositional discourse old dichotomies such as the antinomy between liberalism and populism are reenacted.

palabras clave

Sexismo / relaciones homosociales / crítica antagonista / medios de comunicación / populismo / liberalismo

keywords

Sexism / homosocial relationships / antagonist critique / mass media / populism / liberalism

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Matrimonio político y crítica antagonista en Argentina. Análisis de discursos en clave de género y teoría política* Rita F. de Grandis y Ma. Mercedes Patrouilleau

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Introducción

Cuando instituciones heterosexuales como el matrimonio se entrecruzan con la dimensión instituida de la política, los límites normativos de lo que es propio de cada una de estas dimensiones de la vida social se tensionan mutuamente, tornándose ambiguos, generando resistencias, conmoción, confusión, miedos y ansiedades que revelan el núcleo conflictivo que comporta un matrimonio devenido en sociedad política. Cabe entonces preguntarse qué desata estas pasiones (Mouffe, 2005) y cuáles son las asunciones, tradiciones políticas, presupuestos ideológicos y de género que estas reacciones ponen en juego. En Argentina, las instituciones matrimoniales han dado bastante que hablar en la historia política con referencia al peronismo.1 Sólo basta con traer a cuenta a Eva Duarte de Perón o María Estela Martínez de Perón. La inmortalizada Evita, según las versiones canónicas, o la denostada Isabelita, por su subordinación y complicidad con la represión y el poder militar, tuvieron dificultades para ser aprehendidas por fuera del rol marital con el que entraron ya marcadas a la escena política. ¿Es otro el caso de Cristina Fernández de Kirchner (CFK) en el marco de su matrimonio con Néstor Kirchner (NK)? Durante los años cumplidos del mandato de CFK (diciembre 2007-diciembre 2009) su gobierno recibió fuertes cuestionamientos y críticas que se centraron en la “forma” de gobernar y en la consecutividad de candidaturas entre CFK y NK. A diferencia de su esposo que llegó a la presidencia con cierto déficit de legitimidad2, CFK obtuvo el 45% de los votos. Sin embargo, incluso durante su propia postulación, fue blanco de críticas por esta posición marital, interfiriendo en la evaluación de sus relativos méritos de gestión. En el contexto político argentino de estos años, los medios de comunicación, especialmente ciertos medios concentrados, se instituyen en voceros de la oposición y de la crítica al Gobierno, particularmente a partir de que NK se mostrara dispuesto a reubicar a los medios en un lugar subordinado en el campo político, limitando su capacidad de marcar las agendas de gobierno.3 Bajo estas condiciones, los principales medios de comunicación producen y reproducen prejuicios sexistas y formas dicotómicas de pensar el peronismo que cuentan ya con una prolífica historia en la cultura política argentina. Apoyándonos en paradigmas teórico-epistemológicos posestructuralistas, y atendiendo a las dimensiones principales de género, populismo y teoría política, analizaremos en este trabajo fragmentos de discursos de CFK, emitidos durante los primeros años de gobierno, de la prensa nacional, del humor político gráfico, declaraciones de CFK, de NK y de otros personajes políticos, adentrándonos en las fronteras entre lo público y lo privado, en parámetros heteronormativos, en disputas por el sentido y por la definición de formas del hacer político, para captar la complejidad e intersticios por los que estas fronteras entre el género y la política colisionan y se rearticulan. En medio de la coyuntura y la diatriba política, el artículo propone una mirada en clave histórica que permita visualizar la reactivación y rearticulación de antagonismos que tradicionalmente signaron la historia política del peronismo. Reconocerlos en vez de negarlos, indagar en sus raíces y


en sus formas de expresión puede contribuir a la elaboración de un conocimiento superador de dicotomías.

Entre el matrimonio político y la construcción de una tradición femenina

CFK asume que el vínculo que la une a la gestión anterior es principalmente político y argumenta su legitimidad desde la alteridad de género a partir de determinados rasgos del vestuario y del linaje político con el que se identifica. En el mismo acto de asunción se muestra vestida de blanco, escoltada por su hija, acompañada por su madre y por las Madres de Plaza de Mayo. Su imagen “femenina” se ve también constatada por su vestuario, maquillaje, accesorios, peinados; usa pañuelos en el cuello, pollera, pelo largo, suelto y mucho maquillaje. Imagen que no pasa desapercibida, ya que es por un lado blanco de críticas7 y por otro material de difusión en notas de espectáculo y entretenimiento.8 Desde nuestra perspectiva, su afición por el vestuario, y a través de él por cierta imagen de femineidad generacional puede ser interpretada desde la idea de género como performatividad tal como la esboza Judith Butler, para quien la performatividad heteronormativa implica repetición compulsiva de la norma genérica social. Repetición en sentido derrideano al que adscribe Butler entendida como iteracción, es decir repetición no idéntica sino aproximativa, que da lugar a la posibilidad de resignificación de la norma (Butler, 1990). En el caso que nos ocupa, la cuidada atención por una deter-

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A diferencia de sus antecesoras en el peronismo (Evita, Isabel), que entraron a la política promovidas por sus esposos y que fueron postuladas como vicepresidentas del marido presidencial (Juan D. Perón)4, CFK llega al gobierno con una carrera política propia desarrollada en el campo legislativo5; aunque como las anteriores figuras fue promovida por su esposo, en este caso para Presidente, en el mandato inmediatamente posterior a su período presidencial. En su discurso de asunción CFK da cuenta de su carrera a la vez que ratifica la continuidad política y de modelo económico de NK, fundamentada en la comunidad de convicciones, de proyectos, y en la condición de ser miembros de una misma generación, la generación joven y militante de los setenta. Se coloca entonces en posición de paridad con su marido, a quien se refiere siempre en términos políticos6: El Presidente que está a mi izquierda lo hizo en la Casa Rosada, volvió a re-situar la política como el instrumento válido para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos […] Quiero hacerlo también desde mis convicciones, ustedes lo saben, como quien se va, como el Presidente, formamos parte y muchos de ustedes también de los que están aquí sentados, que no somos marcianos ni Kirchner ni yo, somos miembros de una generación que creyó en ideales y en convicciones y que ni aún, ante el fracaso y la muerte perdimos las ilusiones y las fuerzas para cambiar al mundo (Discurso de asunción ante Asamblea Legislativa, 12.12.2007).

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minada imagen femenina a través de su inclinación por el vestuario es repetición de la normatividad heterosexual pero a la vez diferencia puesto que esta imagen femenina se inviste de un valor otro, al resignificarse en una función pública como es la política. Así, hacia el final de su primer discurso presidencial CFK habla desde su posición de género, no sólo en el sentido de alteridad y diferencia, sino enfatizando una condición de desigualdad: Sé que tal vez me cueste más porque soy mujer, porque siempre se puede ser obrera, se puede ser profesional o empresaria, pero siempre nos va a costar más. Estoy absolutamente convencida (Idem). Para la Presidenta las mujeres en cualquier ámbito social o especialmente en el campo político deben esforzarse más (“siempre nos va a costar más”), haciendo una declaración sobre su propia posición de desigualdad que en Argentina tiene su historia y en el peronismo algunos hitos históricos. Con el primer gobierno peronista e impulsado desde la figura de Eva Perón la mujer adquiere en Argentina el derecho al voto, derecho por el cual la mujer se incorpora a la esfera pública de la vida política. Sin embargo, desde el peronismo y desde el discurso de Evita, la mujer es alguien fundamentalmente comprometido con el hogar, con la familia, con sus hijos y su educación, con tareas domésticas, con la administración del hogar; en suma, la mujer ocupa un lugar complementario al rol varonil en la esfera pública o laboral (Llacuna, 2008). Y si bien Eva adquiere por momentos radicalidad y fuerza propia, su excepcionalidad descansa paradójicamente en que ella materializa el vínculo con Perón, “es en su cuerpo y en su corazón donde tienen lugar la identificación de Perón con el Pueblo” (Sigal y Verón, 2003: 206). Posteriormente, la dictadura de 1976-1983 confinó a la mujer al ámbito doméstico, al rol de ama de casa y esposa, valorizando el papel de madres en torno del cual la función primordial fue el cuidado de los hijos, a quienes debían proteger de la “subversión” (Bravo, 2003; Jelin, 2007). Este papel maternal y familiar ubicado en algún lugar entre lo privado y lo público es también resignificado desde los movimientos de derechos humanos que nacen en la dictadura, como el de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Mientras tanto, el acceso femenino a instancias de decisión y representación políticas fue muy limitado.9 Recién en 1991 bajo la presidencia de Carlos Menem se sanciona la Ley 24.012 de Cupo Femenino (que entró en vigor en 1993), haciendo de Argentina el primer país que adoptó una cuota mínima (30%) para candidaturas de mujeres a través de la reforma de su legislación electoral, a diferencia de los países europeos.10 En el marco de estos antecedentes históricos que delinean rasgos de la cultura política nacional, CFK vuelve a reinterpretar el lugar de la mujer estableciendo su propio linaje. En el discurso que analizamos, seguidamente, CFK asevera: Pero creo tener la fuerza para poder hacerlo y además el ejemplo, el ejemplo no solamente de Eva que no pudo, no


pudo, tal vez ella lo merecía más que yo, el ejemplo de unas mujeres que con pañuelo blanco se atrevieron donde nadie se atrevía y lo hicieron. Ese era el ejemplo de ellas, de las Madres y de las Abuelas, de las Madres y de las Abuelas de la Patria (Idem).

Según su configuración, el “hada buena” había llegado con Perón, en una posición limitada a repartir lo que ya se encuentra otorgado, restando radicalidad política, capacidad transformadora y autonomía a la identidad política femenina. Reivindica la Eva de carácter fuerte, la del tono admonitorio y crispado que reverbera en su propio tono de voz, blanco de constantes críticas.11 Con respecto a las Madres y Abuelas destaca actitudes y valores expresados por su militancia también desde su posición de género: Sé que siendo mujer me va a costar un poco más, pero que no se confundan con mi aparente fragilidad, tengo ejemplos de mujeres que vencieron a lo que ningún hombre podía vencer. Allí están, a un costado, con sus pañuelos blancos en la cabeza, ellas son el ejemplo de que las mujeres, con objetivos, con ideales y con valentía, son capaces de vencer las adversidades más terribles (Discurso, Encuentro por la convivencia y el diálogo en Plaza de Mayo, 01.04.2008). Desde esta recurrente estructura enunciativa, primero reconoce como debilidad su condición de género, para inmediatamente reconvertirla positivamente, apoyándose en estas figuras femeninas y maternales. Asimismo, las carga de un nuevo sentido político respecto del peronismo y la lucha setentista –dos espacios semánticos que albergan todavía amplios desacuerdos en el campo político y cultural argentino– al incorporarlas como figuras de una nueva articulación política.12 A partir de aquí y de los diversos actos de la política de la memoria que tanto NK13 como CFK han propulsado, se refuerza su identificación con una tradición femenina desde el género y la política. Políticamente, resignifica la Plaza de Mayo como de todos los argentinos y no sólo de los peronistas:

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La mandataria reconoce que como mujer se requiere un esfuerzo mayor, pero que a la vez tiene el valor y la fuerza de los ejemplos a seguir: Eva y las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Con respecto a Eva, afirma que no pudo, y enfáticamente lo reafirma (“no pudo, no pudo”), haciéndole honor con un dejo de modestia (“tal vez ella lo merecía más que yo”), y fijando un cierto perfil de Eva: Con la Eva que me siento identificada es la Eva Perón del rodete y el puño crispado frente al micrófono. No con la Eva milagrosa con la que sí se identificaba más mi madre, la Eva del Teatro Colón, el hada buena que había llegado con Perón a repartir el trabajo, el derecho al voto… (Entrevista, El País 26.07.2007).

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Por eso yo quiero desde aquí, desde esta Plaza de Mayo que, como dije ayer, empezó siendo de los peronistas, pero que después de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo es de todos los argentinos. (Discurso en Acto por la Democracia en Plaza de Mayo, 18 de junio de 2008). [La asociación de la Plaza de Mayo con las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo la hace el día anterior en el Acto de Homenaje a víctimas del bombardeo a Plaza de Mayo en 1955. Así dijo: Quiero también, en nombre de esa militancia, porque no puedo olvidarlos, invitarlos mañana a esta Plaza de Mayo, que ya no es de los peronistas, hace mucho tiempo que dejó de ser de los peronistas, es de los argentinos. Esas mujeres de pañuelo blanco la convirtieron en la plaza de todos los argentinos]. El atribuir la Plaza de Mayo a todos los argentinos tiene consecuencias interpretativas que van más allá de la referencia explícita al uso que hicieron de ella las Madres y Abuelas. Históricamente la Plaza de Mayo marcó el evento político de invención/irrupción/nacimiento del peronismo, cuando aquel 17 de octubre de 1945 las masas de pobres marcharon y ocuparon la Plaza reclamando la liberación de Juan Domingo Perón.14 Entonces, KFC (y NK antes) establece(n) nuevas cadenas de equivalencias políticas como diría Laclau (2005), trascendiendo los límites de interpelación trazados hasta el momento. En esta nueva cadena de equivalencias la Plaza de Mayo no sólo atañe al vínculo con las Madres y Abuelas y al lugar simbólico por excelencia del peronismo histórico, sino también al peronismo setentista que fue expulsado de la Plaza por el propio Perón aquel 1º de mayo de 1974, cuando después de su discurso inaugurando el 99º período legislativo el entonces Presidente, irritado, molesto, y criticándolos directamente, los echó de la plaza. CFK también articula a través de las Madres y Abuelas un rol mediador, pacífico y humanitario, que va a establecerse como equivalente en su discurso y que se aprecia particularmente en sus intervenciones en relaciones internacionales y en conflictos políticos regionales como en los casos de Ingrid Betancourt, a partir del conflicto entre Colombia y Ecuador en marzo de 200815 y posteriormente cuando se postuló como mediadora en las relaciones entre Estados Unidos y algunos países latinoamericanos (Cuba, por ejemplo). En ocasión de la reunión extraordinaria convocada por la Organización de Estados Americanos a propósito del conflicto entre Colombia y Ecuador, CFK alegó: ¿Qué nos tiene que demostrar esto entonces a nosotros? La primera cuestión: no desvincularnos nunca de la legalidad; la segunda cuestión: separar las cuestiones humanitarias de las cuestiones que estén estrictamente vinculadas a otro tipo de cuestiones y, la tercera, rechazar –reitero– la unilateralidad y volver a instalar entre todos nosotros el consenso (…). Esto es lo que quería decir y pedir, además, siempre nos han


En este discurso hay una serie de implícitos que conciernen a lo que estaba ocurriendo en Argentina. Así, si bien el receptor inmediato son los mandatarios latinoamericanos, el receptor aludido como “paradestinatarios” (Verón, 1987), son los y las argentinas, teniendo en cuenta que en el momento en que CFK pronuncia este discurso el conflicto con el sector agropecuario está en todo su vigor, y, el “matrimonio político” se instala en la escena política como núcleo discursivo de la oposición. En esta alocución tan cargada de sobreentendidos, CFK reafirma la racionalidad de la legalidad a la vez que hace una apología del género femenino reivindicando la capacidad racional de hacer política de las mujeres e invitando a formas consensuadas, legales y multilaterales de tramitar conflictos políticos.16 En suma, CFK al construirse como sujeto político no abandona la referencia heteronormativa, señalando su alteridad de género y las dificultades que debe enfrentar una mujer en la esfera política, pero aceptando el reto e inscribiéndose en una reducida tradición de mujeres políticas, entre las cuales las Madres y Abuelas son sus inmediatas predecesoras. Sin embargo, no aboga por una política de género, como ha impulsado Michelle Bachelet en Chile (Fernández Ramil, 2008), aunque ha tomado algunas medidas como la paridad de género en el nombramiento de juezas e impulsa la despenalización del aborto (un reclamo sostenido por sectores feministas) (Escudero, 2007). Su accionar político despliega y se convierte en un campo de tensiones al acatar y desacatar la heteronormatividad genérica, afirmando su diferencia y a su vez transgrediéndola al incursionar en el ámbito público de la política. En su figura política se dirimen las dicotomías entre lo público (lo político, lo masculino) y lo privado (la familia/lo femenino), tanto en sentido general como (y sobre todo) en su familia en la que su propia carrera política entra en entredicho y competencia con la de su esposo.

Ella es él o de cómo se los ve en tándem

Por las razones arriba mencionadas la legitimación política de CFK tiene serios límites para consolidarse en la opinión de vastos sectores sociales y, especialmente, en los medios de comunicación como actores políticos. Como anticipamos, CFK fue cuestionada desde su postulación por considerarse su candidatura una

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acusado –y discúlpenme un planteo de género– a las mujeres de que se nos vuelan los pájaros y que por allí tenemos cierto grado de histerismo cuando tenemos algunas cuestiones, pero quiero decirles [que a raíz de] algunas escenas que por allí nos tocan ver, nos convierten a las mujeres tal vez en las personas más racionales de este planeta. Discúlpenme con la cuestión del género, pero nos lo debíamos porque siempre nos están poniendo a prueba y siempre tenemos que dar muestras y pruebas de que podemos ser mejores que los hombres. Creo que en algunas cosas estamos demostrando que […] somos un poco mejores que algunos hombres. (05.03.2008).

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estrategia de su esposo para extenderse en el poder incluso por más de tres períodos consecutivos.17 Si bien la Constitución Nacional no impide que los miembros de un matrimonio se sucedan entre ellos en el gobierno, dado que el vínculo no es impedimento para la sucesión en el cargo, su candidatura fue controvertida por eso mismo. En una entrevista antes mencionada leemos: – Periodista: ¿Descarta la posibilidad de que usted y su marido se vayan turnando en la presidencia mandato tras mandato? Kirchner 2012, por ejemplo. – CFK: Ése es un título de película de ciencia ficción. No se puede programar la política. ¿Acaso ustedes sabían en 1985 que el muro iba a caerse en 1989? Plantear esta posibilidad es un insulto a la inteligencia de los lectores. (Resaltados propios. Entrevista, El País 26.08.2007). El descrédito de su gestión surge de la puesta en disputa del valor político de su posición dentro de la normatividad heterosexual de su matrimonio, no de un cuestionamiento de la heterosexualidad normativa per se. Por el contrario, se la refuerza al considerarse a CFK incapaz de un pensamiento y política propios, independientes de los de su esposo. El entredicho es la complementariedad política dentro del vínculo matrimonial, o dicho de otro modo, el pacto político dentro del pacto matrimonial. Esta imagen de la pareja escondiendo fuentes ocultas de poder fue tempranamente lanzada a la escena pública nada menos que por Eduardo L. Duhalde, primero promotor político y luego acérrimo adversario de NK. A poco menos de un mes del comienzo de la gestión de CFK, en una nota titulada: “Duhalde apoya el ‘doble comando’ entre Néstor y Cristina, porque ‘ella no está preparada para gobernar’” (Perfil, 18.02.2008, comillas en el original), Duhalde lanza y pone en circulación la idea del doble comando que hizo un eco altamente productivo en buena parte de la prensa nacional e incluso internacional, desacreditando a CFK, ya que no significa ni siquiera que son un bloque político y co-gobiernan, sino que él mantiene el comando (como en los automóviles preparados para el ejercicio de los principiantes) dada la carencia de expertise de ella. En esta percepción dual y jerarquizada reverberan indudablemente los matrimonios de Perón y modalidades de la política del peronismo; recuérdese la consigna setentista “Cámpora al gobierno, Perón al poder” (por cierto no marcada por subordinación de género o lazos familiares), entre otras acepciones.18 Veamos ahora, en torno a este núcleo conflictivo del matrimonio político, declaraciones políticas de dos principales diarios argentinos: Clarín y La Nación, en un contexto de oposiciones y críticas que tienen también origen, como señalamos en la introducción, en otros temas e intereses. En editoriales de La Nación, columnistas destacados como Joaquín Morales Solá y Mariano Grondona, reproducen esta idea de jerarquía genérica del poder compartido dentro de la pareja K, con la que concuerdan incluso partidarios del Partido Justicialista (PJ), convirtiendo este núcleo del matrimonio en el poder en el blanco del discurso político y periodístico antagónico. Morales Solá, constante-


La descripción de Grondona tiene un tono apocalíptico (“han ido cayendo bajo la voluntad”, “esta ilusión se ha disipado”) y vincula el poder del matrimonio K con los regímenes autoritarios, dictatoriales o nepotistas a tiempo indefinido (“podrían sucederse indefinidamente cada cuatro años, ninguna nube institucional parece empañar su horizonte”). La dinámica de género que subyace a tal afirmación es la heteronormativa; no hay duda de que KFC cayó bajo la voluntad de NK. La crítica y editorial mediática que estos columnistas vehiculizan reproduce más que reflexiona sobre la idea lanzada por una de las principales figuras políticas de la oposición al gobierno, Eduardo Duhalde.19 Dentro del campo “propiamente político”, otra de las voces opositoras al tándem es la del propio vicepresidente Julio Cobos, quien fue el que desempató en su calidad de Presidente del Senado y en contra de la posición del Gobierno, la votación por la resolución 125 de aumento de las retenciones al agro20: El vicepresidente también apuntó contra el ex-presidente y jefe del PJ, Néstor Kirchner, al que sugirió ‘ser más medido en su rol y en su participación’, ya que ‘se puede interpretar que se está compartiendo el poder, y esto no ayuda a la Presidenta’, disparó. (“Cobos criticó al Gobierno y a Kirchner”, La Mañana, Neuquén, 17. 11.2008). La diferenciación de Cobos de la política de gobierno de CFK, hace más visible el tándem, desplazando el par presidente/vicepresidente por el matrimonio político; tándem o doble comando que el propio Néstor Kirchner alimenta, afirmándose en su imagen masculina de diseñador de las estrategias del poder. En un acto político Néstor Kirchner confiesa:

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mente se dirige a los dos, no a ella: “el gobierno de los Kirchner deberá”, “¿Podrán los Kirchner reconstruir las instituciones?” (“Un mundo lleno de malas noticias”, La Nación 16.11.2008, resaltado propio). En esta pregunta retórica que invisibiliza el género y cuyo sujeto son los Kirchner, y el objeto las instituciones, hay una impugnación implícita, que conduce a otra dicotomía con la que la idea de doble comando está insoslayablemente asociada con el peronismo: lo institucional se opone a lo autoritario, caudillista, populista, clientelista. Mariano Grondona describe el doble comando estableciendo una clara jerarquía en la administración del poder a favor de NK y vincula la consecutividad en el gobierno con los regímenes totalitarios: Pero uno por uno, casi todos esos poderes han ido cayendo bajo la voluntad de Néstor Kirchner. Si alguna vez se pensó que su esposa mostraría ser distinta de él desde el Poder Ejecutivo, esta ilusión se ha disipado. Como Néstor y Cristina podrían sucederse indefinidamente cada cuatro años, ninguna nube institucional parece empañar su horizonte. (“La carrera entre el fracaso y la suma de poder”, La Nación 16.11.2008).

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Todas las mañanas... Acá me siento como en casa. Uno en política acierta y desacierta, uno siempre actúa con buena fe. Ojalá fuera perfecto, ¿no? Pero bueno, uno va aprendiendo. A las mañanas Cristina a veces se acuerda y me dice: ¡Qué vicepresidente que me pusiste, Néstor! (Discurso. Acto por la reelección del Secretario General de la CGT, Hugo Moyano, 21 de noviembre de 2008). Ya sea como provocación política o como mera confesión de arrepentimiento, declaraciones de esta naturaleza no hacen sino corroborar y reproducir la jerarquía de género de parte de NK. En estas batallas discursivas, la mujer queda posicionada como locus de disputas patriarcales. Las provocativas aserciones de NK y las ansiedades de sus opositores ante la posibilidad de que CFK sea un instrumento para prolongar la estancia en el poder de NK, develan las relaciones homo-sociales, en donde las mujeres son usadas como meros objetos en disputas masculinas (Sedgwick, 1985).21 Las formas de legitimar o desligitimar al matrimonio K principalmente por periodistas o políticos, así como la propia dinámica que por momentos deja entrever la pareja “K”, demuestran las tensiones de género sexuado normativizadas cuando intersectan con el ámbito público de la política. CFK ha salido al paso de tales acusaciones, señalando la falacia de tal jerarquía genérica y subrayando en cambio el fundamento político de la relación: En 2003 decían que Kirchner era un pusilánime que iba a ser manejado por el anterior Presidente. Kirchner era desconocido para el gran público y yo era más conocida, era la de carácter fuerte y él débil. En cambio ahora la débil soy yo. En realidad no son ciertas ninguna de las dos cosas. Somos un matrimonio de militantes políticos de hace muchos años trabaja con ideas por una Argentina mejor (CFK en conferencia de prensa en Quinta de Olivos, 02.08.2008). Nuevamente los dichos de CFK ponen en primer plano el contrato político del matrimonio por sobre el contrato afectivo del orden privado, señalando la relatividad de las posiciones genéricas (“débil”, “fuerte”) dentro de una pareja, su intercambiabilidad, y la relatividad de los juicios de los críticos respecto de ellas.22 La ambigüedad entre género y matrimonio político es plasmada también en el humor gráfico a través de una sátira visual de la mano del reconocido dibujante Hermenegildo Sábat. En pleno conflicto con el sector agropecuario y un día antes del acto preparado por el Gobierno “en defensa de la democracia”, Sábat publica en Clarín una caricatura sobre la cual pocos quisieron arriesgar interpretaciones, a pesar de su polemicidad. Ésta muestra la cara de Cristina, con la boca tapada por una banda en forma de cruz, mientras que el perfil derecho de la Presidenta se transfigura en Néstor Kirchner, que al contrario tiene la boca abierta y muestra los dientes.


El enfatizar la boca tapada de Cristina es un recurso metonímico para señalar y condenar su excesiva y estridente oratoria23, o censurar lo dicho. Pero, no está sola, él habla por ella. El dibujo marca las diferencias al tiempo que aúna las dos figuras, convirtiendo la caricatura en la representación grotesca del doble comando. El ojo negro de Cristina emblematiza su fracaso frente al conflicto con el sector agropecuario. Siguiendo a Cossia (2008: 4), este lugar común (“doble comando”) en una serie de caricaturas de Sábat, como de otros periodistas, degrada la figura presidencial en favor del muñequeo omnipresente de su esposo. El cuestionamiento que los medios hacen del tándem dispara además por parte de CFK la producción de una frontera antagónica al equiparar la oposición del conflicto sectorial agropecuario con las agencias de comunicación: En estos días de marzo, amigos y amigas, hermanos y hermanas donde he visto nuevamente el rostro de un pasado, que pareciera querer volver. Tal vez, muchos de ustedes son muy jóvenes […] tal vez muchos no lo recuerdan, pero un 24 de febrero de 1976 también hubo un lock out patronal, las mismas organizaciones que hoy se jactan de poder llevar adelante el desabastecimiento del pueblo llamaron también a un lock out patronal allá por febrero del 76. Un mes después, el golpe más terrible, la tragedia más terrible que hemos tenido los argentinos.

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Hermenegildo Sábat, Clarín digital 01.04.2008. Fecha de consulta: 27.12.08

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Esta vez no han venido acompañados de tanques, esta vez han sido acompañados por algunos “generales” multimediáticos que además de apoyar el lock out al pueblo, han hecho lock out a la información, cambiando, tergiversando, mostrando una sola cara. Son los mismos que hoy pude ver en un diario donde colocan mi caricatura, que no me molesta, a mí me divierten mucho las caricaturas y las propias son las que más me divierten, pero era una caricatura donde tenía una venda cruzada en la boca, en un mensaje cuasi mafioso. ¿Qué me quieren decir, qué es lo no puedo hablar, qué es lo que no puedo contarle al pueblo argentino?” (Discurso en Encuentro por la convivencia y el diálogo en Plaza de Mayo, 01.04.2008, resaltado propio). A la invectiva lanzada por los medios, CFK devuelve la suya construyendo analogías históricas por las cuales los “tanques” del pasado setentista son reemplazados por “algunos generales multimediáticos” del presente. De este modo, en torno a la legitimación política de CFK se instala el discurso polémico como el lugar dominante del accionar y de la articulación de la política. Además de la emblemática caricatura de Sábat, el matrimonio político será también objeto de una saga de otras caricaturas en las que desde una mirada histórica Sábat dibuja las diferentes parejas peronistas: Eva Duarte, Estela Martínez de Perón y CFK; todas ellas, también Cristina, aparecen señaladas por el índice de sus maridos, en una posición instrumental y dirigida, produciendo una serie que consolida las primeras acepciones acerca del matrimonio. Sábat, al despejar ciertos rasgos para enfatizar otros, constata el orden de género a partir de la reponderación de la importancia de cada uno de los elementos compositivos de la imagen. En la gramática de la caricatura la incorporación del desequilibrio en el personaje dibujado es esencial, para lograr dar una mayor relevancia. En este sentido la caricatura es siempre jerárquica.24 Además el doble comando de los Kirchner se constituye en leitmotif de Sábat, repitiéndose en sucesivas caricaturas a lo largo de ese año que acompañan editoriales y notas de relevancia sobre los conflictos sectoriales que afronta el gobierno, y cuyos argumentos se desplazan entre la ilegitimidad del bloque marital de poder y la figura de Néstor Kirchner como manipulador de otros líderes políticos, destacando una supuesta “cara oculta” del poder. Hábilmente, el dibujante también juega interpretaciones políticas con los rasgos del ex presidente, condenando su estilo de ejercicio del poder. Su rostro también expresa en las caricaturas un doble comando ya no de género; en varias oportunidades es él quien en un mismo plano puede mirar para un lado y para el otro, no tiene una mirada unívoca, es una mirada estrábica en el sentido barthesiano de mirar desde múltiples lugares, que en el caso de NK puede asociarse con su pragmatismo, con su capacidad de concertar convergencias con distintas fuerzas políticas, sindicales y sociales y de dividir también a sus opositores.


Por su parte, J. Morales Solá con fina ironía se refiere a una “fiesta” comandada por un sistema gobernante, retomando sin duda el célebre cuento de J. L. Borges y A. Bioy Casares, “La fiesta del monstruo” en el que se parodia el peronismo. Como sostiene Felipe Piglia, esa “fiesta atroz” de la barbarie popular, es el modo en que funciona la parodia en clave ficticia como diatriba política, incluso como lectura de clase, desde una forma ideologizada al extremo (Piglia, s/f). Morales Solá plantea un binarismo entre “las apariencias de la actual presidenta” y “la esencia del poder de Néstor Kirchner” (“Ante un final de fiesta”, La Nación 30.11.2008). Al hacer esta distinción Morales Solá coloca del lado del parecer a CFK y del lado del ser a NK, jerarquizando la esencia del poder con NK. En la plurisemiosis del título de la nota “Ante un final de fiesta” también reconocemos otro guiño literario; se trata de la novela Fin de fiesta de Beatriz Guido (1958) llevada al cine por su esposo Leopoldo Torre Nilsson en 1960, novela en la que se critica la política del caudillismo que para la autora es uno de los principales aspectos del peronismo. Las alusiones platónicas entre ser y parecer se repiten nuevamente en una nota de otro destacado escritor y periodista, Tomás Eloy Martínez, que adoptando una perspectiva histórica hace uso de la analogía, una que más allá de la diferencia homologa (“la imagen que se parece a otra y no es idéntica”) al matrimonio Kirchner y al “esperpéntico par López Rega - Isabel”: Platón fue el primero en distinguir el simulacro de su modelo, la esencia de las apariencias. El ex presidente votado por el pueblo en elecciones legítimas no es en modo alguno comparable al esperpéntico asesino López Rega. Tampoco la ambiciosa CFK, que desde su juventud como estudiante de Derecho en La Plata aspiraba al protagonismo político,

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Ahora bien, las proximidades y bifurcaciones en los roles políticos, en los lugares formales que ocupan y en cómo parece moverse el poder entre las posiciones formales y de género, fueron propios, como vimos, del fenómeno peronista a lo largo de su historia política.25 Un amplio espectro del campo político e intelectual participa de la productividad textual en torno al doble comando, recreando distintas combinaciones semánticas. Por ejemplo, Julio Blanck lo define como poder bifronte, planteando cuál es la verdadera identidad del peronismo kirchnerista y distinguiendo entre el poder que ejerce NK en el Partido Justicialista y CFK en el gobierno. Blanck señala una diferencia cualitativa entre el accionar político de ambos; él es el belicoso (“furibundo”, “guerra santa”) mientras que ella es más mediadora (“cierta predisposición al acuerdo”, “modificando levemente”): ¿Cuál es la verdadera identidad del kirchnerismo: la cara furibunda que muestra Kirchner desde la comandancia del Partido Justicialista proclamando la guerra santa contra el campo, o cierta predisposición al acuerdo que exhibe el Gobierno con Cristina, modificando así sea levemente el sistema de retenciones? (Julio Blanck, “Los dilemas del poder bifronte”, Clarín 01.06.2008).

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es equiparable a Isabel, que siempre se dejó llevar por las decisiones de otros. Pero los postulados platónicos permiten pensar que sólo difiere aquello que se parece (la imagen que se parece a otra y no es idéntica) y, por tanto, sólo en sus diferencias los seres humanos se asemejan. (“Los Kirchner. Frente al pasado que vuelve”, La Nación 29.11.2008, resaltados propios). Esta vez el vocablo en clave no es “fiesta” sino “simulacro”, y, remite una vez más a Borges y “El simulacro”, un pequeño relato que narra, parodiando, el entierro de Eva en un remoto pueblito de la provincia de Chaco allá por el mes de julio de 1952. Fiesta (Morales Solá) y simulacro (Eloy Martínez) proyectan, reproducen y resignifican interpretaciones del pasado sobre el peronismo confirmando una vez más las profundas pasiones (en la terminología de Mouffe) que aún suscita el peronismo en la Argentina del nuevo milenio y que el modelo kirchnerista viene a reavivar. La extrema carga ideológica y política que guía este tipo de crítica antagónica apunta a los modos de hacer política que caracterizan al peronismo en tanto fenómeno considerado populista26, por ser el populismo una modalidad contaminada y no legítima de hacer política frente a una visión racionalista de institucionalidad republicana. Ante estas formas de invectiva, CFK responde apelando a una cierta especificidad latinoamericana, en los modos posibles y legítimos del hacer político. Tomemos a título de ilustración una vez más la entrevista que citamos arriba a propósito del matrimonio gobernante y de la posibilidad de que se perpetúen en el poder por sucesivos términos presidenciales: –Periodista: “No es tan descabellado si piensa, por ejemplo, que si Hillary Clinton gana las próximas elecciones en EE.UU. el país habrá estado en manos de dos familias, los Bush y los Clinton, durante el último cuarto de siglo...”. –CFK: “Me parece fantástico el ejemplo. Nadie habla del poder consolidado en esos países, de cómo se transmite la dirigencia de un país de padres a hijos. Suele existir una mirada crítica sobre las cuestiones de familia, pero habría que preguntar: ¿En tu casa cómo andamos?”. –CFK: “Esta idea obedece a categorías de pensamiento europeas. Estas ideas no sirven muchas veces en América Latina, donde una ideología no necesariamente tiene que dominar sobre la otra. No hablo de superar el socialismo o el liberalismo, sino de otras categorías de análisis político en contextos históricos y políticos muy diferentes. […] Se critica mucho a los nacionalismos de América Latina, pero discúlpenme si les recuerdo que no tienen nada que ver con los terribles


nacionalismos de Europa, que causaron las peores tragedias de la humanidad, como el Holocausto o el genocidio de los Balcanes”.

Así, the crux of the matter que el matrimonio K trae a la escena discursiva del nuevo milenio se articula en torno al vínculo del contrato matrimonial, una institución fuertemente comprometida con la razón de Estado que el liberalismo cuestiona como forma ilegítima de contrato político. Retomamos aquí por sugerentes las reflexiones ofrecidas por Rinesi y Vommaro (2008) a propósito del actual discurso “republicano” en la política argentina. Los autores recuperan conceptos del republicanismo clásico para refutar una aparente contradicción entre las formas republicanas y el populismo entendido actualmente desde la teoría de Laclau. Si bien estos términos refieren a conjuntos de ideas específicos, no homologables, no se contradicen allí donde ambos reconocen la libertad que significa la existencia de conflictos políticos que permitan seguir mejorando la república. Desde la óptica de Maquiavelo en su tiempo, la república y la estabilidad no son hijas del aplacamiento de los conflictos, del resguardo de las formas consagradas. Ciertamente, en el universo del discurso populista y no en el del liberalismo republicano las fronteras entre lo público y lo privado, lo doméstico o familiar y lo político parecen más lábiles; menos sujetas a los estrictos deslindamientos de la razón liberal. La experiencia peronista, en toda su diversidad, ha escrito su propia historia con respecto a estos temas, ante la cual quizás nos falten todavía las herramientas teóricas, la apertura conceptual y cierta voluntad para poder dilucidar. Algo nos dice Chantal Mouffe (2005) cuando sostiene que el discurso liberal se

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No cabe duda que la posición de CFK participa de los postulados de la teoría política esbozada por Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, para quienes el populismo en tanto signo es un significante vacío que puede adquirir los más variados contenidos ideológicos y por eso no es comparable por ejemplo con el liberalismo. El populismo se caracteriza por el campo semántico de oposiciones que articula su forma de hacer política. En una nota de Juan José Sebreli, éste ironiza a CFK por su adscripción a la teoría de Laclau y Mouffe: Cristina Kirchner, que tiene sus alardes intelectuales, dice seguir a la politóloga belga Chantal Mouffe y su libro de cabecera es En torno a lo político. Mouffe es la mujer y colaboradora de Ernesto Laclau, un argentino profesor de Essex, que fue en su juventud trotskista-peronista. En Europa descubrió el posestructuralismo, el althusserismo y el lacanismo y los agregó a su viejo populismo porteño. Esa mezcla rara llamada neopopulismo latinoamericano fue adoptada por la juventud de las Facultades de humanidades de Buenos Aires y dio origen al movimiento Carta Abierta cuyas intrincadas proclamas expresan su apoyo al kirchnerismo (“La crisis del último modelo de peronismo,” El País 27.11.2008).

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construye como no marcado por las pasiones, sino por la racionalidad, mientras que una de las deficiencias inherentes al populismo, residiría en su falta de racionalidad. Esta premisa ideológica opone populismo a liberalismo, racionalidad a pasión, institucionalidad a autoritarismo, construyendo binarismos y simplificaciones. Ante el antagonismo evidente entre populismo y liberalismo tampoco debe pasarse por alto que el liberalismo también constituye un significante que ha estado asociado a diversos sentidos políticos presentándose, como ya lo sostuvo José Luis Romero (1986), como uno de los principales problemas culturales de América Latina y protagonista político con diferentes matices: conservadores y reformistas, con perfiles revolucionarios u oligárquicos. Romero sostiene que en la Argentina del siglo XIX predominó la línea elitista por sobre la jacobina, exaltando la igualdad jurídica en medio de despóticas limitaciones para las etnias y los trabajadores, mientras se endiosaba la propiedad privada y el librecambismo; de allí que el liberalismo no esté necesariamente ligado a la democracia, a la voluntad general o a las mayorías.27

Reflexiones finales

Para finalizar, nuestro análisis plantea que CFK a diferencia de sus antecesoras peronistas, ha accedido al poder después de una carrera propia y como sucesora de su esposo, si bien su mérito político se ve puesto en duda y menoscabado a partir de la resignificación política de la heterosexualidad normativa dentro del matrimonio. En esa zona de intersección entre normatividad de género y matrimonio político reside su aspecto más controvertido y la impugnación “populista” a la forma de gobierno que de ese vínculo emana. En esas disputas CFK generiza la política, debatiéndose un lugar en medio de relaciones homosociales. La crítica antagonista y el propio juego de poder al que también acceden NK y CFK, reproducen dicotomías de género normativas, unos en función de una moralidad liberal, a-ideológica y no marcada por el género; los otros, en función de estrategias políticas. La crítica antagonista no reconoce o más bien invisibiliza que la impugnación al matrimonio político resulta inextricable de la impugnación al fenómeno populista. Al condenar al matrimonio político desde la racionalidad liberal esta crítica reproduce estructuras heteronormativas de la política y la sociedad argentina. En el plano de las pasiones y la política, los binarismos desde los cuales se intenta aprehender el fenómeno político del matrimonio kirchnerista no logran trascender dicotomías históricas que no hacen sino reproducirse y resignificarse según la estructura discursiva del fenómeno populista, y porque su otro republicano y liberal no logra articular una política de mayorías, sino sigue perpetuando como el liberalismo del siglo XIX una política de minorías. La novedad (o no) del matrimonio kirchnerista reside precisamente en que el matrimonio como institución sagrada del catolicismo y de la legalidad heterosexual normativa es una cerrada sociedad política inmersa ella misma y en tensión con las estructuras patriarcales. En el marco de las relaciones homosociales pejotistas, no sólo vino Néstor Kirchner designado por su predecesor en el gobierno Eduardo Duhalde (y en este caso no había objeciones), sino que vino acompañado de un suplemento de género


Referencias * Las autoras agradecen al el/la evaluador/a externo/a de la revista las sugerencias dadas en pos de la

claridad y la argumentación del escrito. 1. Así lo enfatiza también el periodista Jorge Halperín (2009), diciendo que mientras diferentes diarios y voces internacionales se escandalizaban ante la noticia de un país “gobernado por un matrimonio”, esto se encuentra en lo que él denomina el ADN del peronismo e incluso del país. Históricamente destaca que la matriz de la pareja gobernante se dio ya en los días de Juan Manuel de Rosas con su esposa Encarnación Ezcurra. 2. En las elecciones del 11 de marzo de 2003, Carlos Menem obtuvo el 24,3% de los votos contra el 22% de Néstor Kirchner. Kirchner ganó al no presentarse Menem a la segunda vuelta, dado que las encuestas le pronosticaban una amplia derrota. Posteriormente, la gestión de Kirchner gozó de un amplio consenso social, basado principalmente en el ritmo de la recuperación económica y en la satisfacción de otras demandas que se encontraban latentes en el campo político argentino.

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(en el sentido derridiano), que agrega un plus de significación a las interpretaciones políticas. El matrimonio K renueva identificaciones peronistas y populistas, avivando otros fantasmas, no sólo el del matrimonio político (dos veces frustrados, de Eva y Perón e Isabelita y Perón), sino el de la pervivencia en el siglo XXI de aquella fuerza “maldita” (el hecho maldito de la definición de John William Cook), ya no sólo del peronismo histórico, sino de su engendro setentista. Si la generación “revolucionaria” exterminada por las bandas parapoliciales, escuadrones de la muerte y grupos de tareas, se pensaba erradicada de una vez y para siempre del universo de la política y de la sociedad argentina, el matrimonio kirchnerista según algunos sectores sociales y políticos vino a restituirla. Según estos sectores, esa generación esta vez está en el poder, reeditando esa fuerza política multiforme y pluriideológica que es el peronismo, y de este modo se vuelven a enfrentar peronismo e ilustración liberal, institucionalidad democrática y populismo, órdenes del saber y formas de ideología que siguen siendo percibidas como antitéticas, y de las que aún nos resta mucho por conocer y trascender. El matrimonio presidencial no sólo incorpora y reactiva significantes que reconfiguran el campo político argentino, sino que pone de manifiesto la naturaleza heterosexual normativa de la política y de los discursos de la oposición. Ante la fragmentación y desarticulación partidaria de la oposición al gobierno, del propio Partido Justicialista y ante los conflictos sectoriales, los medios participan de las diatribas políticas con un doble discurso de visibilidad e invisibilidad de su opinión. La mentada independencia de los medios se configura en disimulo de un periodismo de oposición. La elocuencia del espectro semiótico de estas críticas a través del dibujo, la palabra, el periodismo político, la literatura periodística, el humor, el artículo de entretenimiento, lejos de desestabilizar las estructuras patriarcales confirman su normatividad. La noticia y el periodismo de los principales medios se mueven en un reducido mosaico interpretativo (tal como sugiere un diagnóstico sobre medios elaborado por de Moraes, 2007), con escasa pluralidad argumentativa, asociada a los procesos de oligopolización de la producción cultural. Se reproducen así binarismos de género y binarismos políticos en nombre de intervenciones transversales, neutrales a cualquier toma de posición.

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3. Algunos autores analizaron el cambio en la relación entre el poder político y los principales medios de comunicación que comienza con el gobierno de NK. Para Kitzberger (2005), existe un punto de inflexión en la relación entre el gobierno de Néstor Kirchner y la prensa hacia fines del año 2004, relacionado con dos hechos particulares y casi simultáneos: el discurso presidencial leído en la ESMA, en el aniversario del golpe de Estado de 1976 y la aparición sin vida de Axel Blumberg, un joven que había sido secuestrado, a raíz de lo cual se desata una serie de manifestaciones exigiendo seguridad. Estos hechos diferencian a la opinión pública del gobierno y así es asumido también por ciertos medios gráficos. Lo que está en juego para Kitzberger en la oposición de la prensa al gobierno es el rol político de los medios y del periodismo en la definición de las agendas públicas. Por su parte, Cremonte (2008) afirma que con el gobierno de NK se produjeron actitudes desconcertantes para los principales medios de comunicación, ya que cambiaron las reglas de juego caracterizadas por cierta indulgencia y subordinación de la política a las pautas mediáticas, tal como se había instalado desde mediados del mandato de Alfonsín en adelante y que fuera definido por Landi (1992) como el pasaje del “rol de altoparlante” en este caso de la televisión al de “escenario” al que los políticos tienen que acudir. Las características de la comunicación presidencial desde Kirchner retomaron en cambio un estilo clásico, estableciendo una separación entre el poder político y los medios. Más allá del debate político sobre el rol de los medios, ciertos intereses afectados especialmente desde la gestión de CFK –con la nueva de Ley de Comunicación Audiovisual aprobada durante 2009, por ejemplo– disparan también la confrontación con el gobierno. 4. Si bien Eva accede a la escena política a través de su esposo, una vez en el poder ella llegó a encontrarse en determinados momentos políticos a la par de Perón, aun cuando invocara el poder de su esposo a partir del cual ella ejercía el suyo. Eva era una gran oradora popular y socia política. Sin embargo, no llegó a ocupar oficialmente un cargo político. Cuando surgió la candidatura a la vicepresidencia en 1951, Perón observó las reacciones de su entorno, esperó y por último decidió en contra de las aspiraciones personales de su esposa y en contra de la voluntad de la CGT, que la proponía. Con Isabelita en cambio se dice que fue “una criatura del general, una paciente construcción suya de los últimos diecisiete años” (Sáenz Quesada, 2003: 97). 5. Desde 1989 asumió distintos cargos: diputada provincial en Santa Cruz, convencional constituyente de la misma provincia, senadora nacional y diputada nacional. Desde diciembre de 2007 es Presidenta de la Nación. 6. Este gesto contrasta con el posicionamiento de Eva Perón como esposa, expresando públicamente su amor y fidelidad incondicional, tal como lo destacan Sigal y Verón (2003). 7. Especialmente a raíz del conflicto con el sector agropecuario, en donde están en juego diferencias en torno a las atribuciones del Estado de establecer impuestos. En notas de opinión de los portales de los diarios se lee: “Tratan de hacer creer que les ha preocupado cuando la realidad es que lo que les preocupa es seguir sacándole dinero a quien produce para alimentar vagos en vez de crear fuentes de trabajo, del total recaudado en retenciones varias a todo tipo de cereales y cultivos, sólo el 30% se destina al erario público en salud, educación, seguridad, etc., el resto es para la “Señora” que habla de austeridad, apoyo, solidaridad, etc. Pero viste con ropa de Chanel, accesorios de Louis Vuitton y perfumes de Estée Lauder. Con dinero también de los productores” (lanacion.com, 26.03.2008). 8. La revista Noticias dedica un número al guardarropas de Cristina, describiendo su tamaño excesivo, sus hábitos de compras, sus “marcas fetiches”, sus compras “secretas y delivery a Olivos” (2008: 92). Según las articulistas, Alejandra Daiha y Fernanda Sández, el presupuesto del placard 2008 de la Jefa de Estado superó el millón de pesos y ocupa una superficie de unos 95m2, “el equivalente a un cómodo departamento de cuatro ambientes”. 9. Con la sola excepción del período del segundo gobierno de Perón en los años 50 y una pequeña recuperación durante el tercer gobierno peronista (1973-1976), la presencia de las mujeres en funciones políticas fue generalmente limitada. Entre 1983 y 1989 la presencia femenina en el Congreso de la Nación no alcanzó ni siquiera el 5% de las bancas y las mujeres tampoco ejercieron cargos de conducción en los partidos políticos mayoritarios (UCR y PJ). En cambio en otros ámbitos a nivel internacional la década de 1975-1985 fue muy importante en activismo genérico; la declaración del año internacional de la mujer auspiciado por las Naciones Unidas (1975) y la Convención contra todas las


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formas de discriminación de la mujer (CEDAW, sigla en inglés, 1976) sentaron las bases para políticas de acción afirmativa en todo el mundo, tendientes a mayor igualdad entre los géneros en el ámbito del poder político (Marx, et al., 2006). 10. El proyecto comenzó en 1989 impulsado por la senadora nacional por la provincia de Mendoza, Margarita Malharro de Torres (UCR) en un marco de activismo de distintas organizaciones de mujeres y de apertura y recepción de parte de la gestión menemista. 11. Así reciben el tono de sus mensajes representantes de la oposición: Gerardo Morales, presidente del comité nacional de la UCR, afirmó: “Lamentablemente, Cristina Kirchner contestó con el estilo autoritario de siempre, al que nos tiene acostumbrados. Una vez más, el mensaje de la Presidenta estuvo cargado de prepotencia y provocación” (La Nación, 26.03.2008). 12. Con la reivindicación de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, CFK adscribe a su ejemplo pacífico en el marco de la radicalización y la violencia que en muchos casos sus propios hijos/nietos protagonizaron. Estas mujeres resignificaron los códigos políticos y de género sostenidos durante la dictadura militar desde su condición de madres desesperadas por encontrar a sus familiares, y teniendo que crear un formato de protesta y un discurso efectivos ante los escasos –casi nulos– espacios para la crítica en el gobierno de facto. Vale aclarar que ya Néstor Kirchner durante su mandato se había identificado con la lucha de las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo. A meses de su asunción dijo en medio de la Asamblea General de la ONU: “La defensa de los derechos humanos ocupa un lugar central en la nueva agenda de la República Argentina. Somos los hijos de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, y por ello insistimos en apoyar en forma permanente el fortalecimiento del sistema de protección de los derechos humanos y el juzgamiento y condena de quienes lo violen” (25.09.2003). 13. Durante el gobierno de NK se inauguró un Museo de la Memoria en la sede principal de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), uno de los centros clandestinos de detención de la última dictadura y se conformó el Archivo Nacional de la Memoria en el marco de la Secretaría de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos; se declaró feriado y Día Nacional de la Memoria, por la Verdad y la Justicia el 24 de marzo, aniversario del golpe de Estado de 1976 y se conmemoran ciertas fechas significativas de los años de la resistencia peronista, como los aniversarios del bombardeo militar a la Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955 y el de la Masacre de José León Suárez del 9 de junio de 1956, entre otros gestos y acciones de gobierno. 14. Perón había sido apresado por sus oponentes en el gobierno de Edelmiro Julián Farrell (amigo de Juan Perón) porque temían el poder que Perón estaba adquiriendo (Fraser y Navarro, 1980). 15. Este conflicto se suscitó a partir de que el 2 de febrero de 2008 las Fuerzas Armadas colombianas incursionaron sin aviso ni autorización en territorio ecuatoriano para bombardear un campamento de guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, instalado en la frontera entre estos países, lo que llevó a la ruptura diplomática de Ecuador y a una reunión extraordinaria de la OTAN. 16. Los límites en la definitiva recepción de sus conductas como provenientes de un estilo de consenso se expresan en el campo de opinión de la militancia de género. Dentro de este campo hay quienes comentan que su polemicidad no se basa en su condición genérica sino en su condición de esposa de NK; otras sostienen que la dificultad no reside en una cuestión de género, sino más bien en la cultura política del peronismo caracterizada por su autoritarismo. La polémica se muestra asimismo en la propia difusión de las opiniones de los especialistas en estos temas. Por ejemplo, dentro del ámbito académico la socióloga Dora Barrancos dio así su opinión en entrevista con La Nación. Periodista: “Muchas dirigentes políticas dicen que Cristina siempre quiso ser Evita, pero que cuando llegó finalmente al poder se convirtió en Perón, en el sentido de que no hay en ella vestigios de liderazgo femenino...” – Barrancos: “No sé si toda la vida quiso ser Evita. Creo que ella siempre ha tenido un proyecto para lo público; Evita, no. Lo que sí me parece es que la Presidenta es ambigua: hay una gran contradicción en Cristina en relación con el género, porque no impulsó políticas firmes de equiparación. Mantuvo planes sociales, como los de Jefas de Hogar, que pueden resolver perentoriedades, pero que, en el largo plazo, lesionan a la ciudadanía femenina. La interpretación sobre su estilo femenino o feminista es volcada en la titulación de este artículo: “«Cristina es ambigua y contradictoria en cuestiones de género»” (Sección Los Intelectuales, La Nación 05.08.2009). La editorialización de esta entrevista en el manejo del título, fue denunciado por una agrupación denominada “Mujeres con Cristina” quienes reconocen

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en Barrancos una autoridad en la temática de género pero arguyen que sus dichos “se rearticulan en el discurso antikirchnerista destituyente de ese Diario […]. La periodista utiliza los propios dichos de la investigadora para preguntas y cuestionamientos tendenciosos que hasta desvirtúan los dichos de la propia entrevistada” (Blog Red de Mujeres con Cristina, 16.08.2009). 17. Los períodos presidenciales son de cuatro años. Las críticas especulan que para asegurarse una larga estancia, incluso por más de ocho años, NK alternaría con su esposa; y aún estando Cristina en la presidencia él continuaría efectivamente tomando las decisiones de gobierno. 18. Alejandro A. Lanusse (1971-1973) decretó la apertura política que permitiría una transición hacia la democracia y la posibilidad de que el peronismo después de casi 18 años de proscripción, volviera al juego electoral. Desde su residencia en Madrid, Perón designó a su delegado personal y ex presidente de la Cámara de Diputados durante el primer peronismo, Héctor J. Cámpora, como candidato hasta que él, una vez de regreso y estabilizado el período de transición, se postulara para la presidencia. El slogan de la juventud revolucionaria que apoyaba esta estrategia fue “Cámpora al gobierno, Perón al poder” (Pigna, 2008). Este caso fija el sentido y la posibilidad del enroque de poderes en el Ejecutivo dentro del peronismo, y así es como pueden presentarse otros casos, sin ir más lejos la creencia o esperanza de sectores políticos de que Duhalde dejaba a NK en el gobierno en el 2003 pero se mantenía en doble comando. Posibilidad luego desvirtuada por la alternativa de CFK. 19. Retomando ideas de Sandra Russo en Página 12, acerca de estas “maneras de decir”, al principio se ajustan a una percepción, y por eso “prenden y se desparraman”, pero luego su uso reproduce y oculta, bajo simplificaciones y chicanas los términos desde donde establecer una crítica legítima (Página 12, 12.05.2008). En este mismo sentido rescatamos las reflexiones volcadas por Ignacio Ramonet difundidas por distintos medios periodísticos, acerca de lo que considera la “censura democrática”: “Tenemos la idea de que la censura tiene que ver con la amputación o con el recorte –dice– en el contexto presente la censura funciona mediante la sobreinformación en un contexto de tiempo real, de información urgente, que no te da tiempo para saber distinguir entre la que vale la pena y la que no” (citado en sitio web de la Asociación de Prensa de Tucumán, http://www.prensatucuman.com.ar/ not_ver.ficha.php?v=268. Fecha de consulta: 03.12.2009). 20. El enfrentamiento con sectores agropecuarios derivó en un conflicto de 127 días de continuas medidas de protesta de los ruralistas y movilizaciones de los diferentes sectores enfrentados, que se zanjaron con el voto “no positivo” (en contra de la posición del propio gobierno al que representa) del vicepresidente Julio Cobos en el Senado, el 17 de julio de 2008. Julio Cobos es partidario de la Unión Cívica Radical, e ingresó al proyecto de gobierno como integrante de la Concertación, espacio político más amplio que el justicialista promovido por NK. 21. Sedgwick (1985) pone el énfasis relaciones homo-sociales entre los hombres. Reinterpreta el mito analizado por el estructuralismo de Lévi Strauss (que postulaba el principio de exogamia entre comunidades a partir del sistema de intercambio de mujeres) para decir que el mismo no trata en realidad de relaciones heterosexuales sino de un intercambio homosocial entre hombres, en el cual las mujeres son simplemente vehículos de deseo inter-masculino. 22. Es interesante traer a colación otro dato histórico respecto de las atribuciones de roles genéricos. La sospecha sobre la fuente del poder en el matrimonio de Perón y Eva Duarte se basaron en la faceta andrógina de Eva. “En realidad, él era la mujer y ella el hombre” escribía Martínez Estrada en Qué es esto? Catilinaria (1956: 245). Este caso se extiende a otros matrimonios y es retomado por la prensa en un artículo previo a la definición peyorativa del tándem, interpretándolo en esta ocasión desde una nota de color. Se titula: “Avanza en todo el país la moda de los matrimonios políticos” (La Nación, 13.01.2008) y señala: “los ‘matrimonios políticos’ se reproducen como una moda en las provincias. Hay al menos seis mujeres de gobernadores que tienen peso propio en las estructuras políticas provinciales”. También destaca el caso “invertido por el género” de la gobernadora de Tierra del Fuego, Fabiana Ríos, y su marido, Gustavo Longhi, quien afirmó: “Me llaman 20 personas por día para ver si soy el titiritero de Fabiana; hay una concepción machista del poder”. 23. El artículo ilustrado por Sábat se tituló: “Cristina pidió a los productores que dejen transitar los camiones” (a propósito del corte y bloqueo de rutas en el marco de la protesta). 24. Una nota en sección informativa del mismo periódico notifica posteriormente la arremetida de


la Presidenta hacia la caricatura y expresa una defensa de Sábat, acompañada de una justificación en base a su “vida y obra”. Al final de la nota se afirma: Sábat trabaja en Clarín desde 1973. Reconocido internacionalmente, en 2004 recibió de manos de Gabriel García Márquez el premio de la Fundación Nuevo Periodismo por su “conducta intachable ante el poder”. Ciudadano Ilustre de Buenos Aires, antes, había obtenido en Estados Unidos el premio María Moors Cabot por sus ya célebres dibujos durante la dictadura militar (“Cristina se enojó ante un dibujo de Sábat”, Clarín 02.04.2008, resaltados originales). Según esta defensa, la obra de Sábat está “en la vereda de enfrente” del accionar político; pero “el no ser político” de esta apología es una estrategia retórica para ganar credibilidad y aceptación; emite y construye opinión sobre un tema altamente politizado, en uno de los principales diarios del país. 25. En 1973, a propósito de la posible candidatura de Isabelita Perón anunció: ‘Con respecto a mi señora, que no ha vuelto sino para cuidarme a mí, es como entrar en un nepotismo que no existe sino en los más atrasados países de África’. Habiendo negado la posibilidad de que “Isabelita lo acompañe en su fórmula, finalmente se retracta”. Al otro día Perón le contestó a un periodista: ‘Es una decisión del congreso peronista que veo natural. Si acepta o no es una cuestión de la señora y no mía. […] Tal vez la propuesta parezca algo rara en la Argentina, agregó, pero tanto en Israel, como en la India hay gobernantes mujeres’ (se refería a Golda Meir e Indira Gandhi) (Sáenz Quesada, 2003:125). 26. Siguiendo a Laclau, el autor llama populismo a la lógica política que permite un movimiento político, a partir del establecimiento de equivalencias entre diversas demandas y sujetos sociales, y de la identificación de un enemigo que permite aglutinar dicha identidad. Con esta definición el autor legitima la posibilidad de trascender los límites instituidos como aporte fundamental de la práctica política y condición para el establecimiento de órdenes democráticos. Acción posible a partir de propiciar un reacomodamiento y reconstitución del campo político y de las identidades. Debe aclararse también que esta “forma populista” no garantiza en sí el establecimiento de un orden democrático ni libertades, sino más bien estos aspectos dependerán entre otras cosas de los significantes sostenidos por las cadenas de significantes y por las institucionalidades que puedan darse para garantizar la satisfacción de las demandas sociales. 27. Confróntense también Ansaldi y Moreno (1989).

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Disparen contra Imperio. Una aproximación crítica a la obra de Hardt y Negri María Clara Musante

resumen

summary

En los años ochenta, el campo de las ciencias sociales se vio sacudido por la crisis de los paradigmas tradicionales experimentada como corolario de la derrota sufrida por los movimientos de izquierda, de gran protagonismo en la etapa anterior. La fractura de los “grandes relatos” y el promocionado fin de la historia abonaron el surgimiento de una nueva corriente de pensamiento llamada posmodernismo. Sin embargo, en el año 2000, un “acontecimiento” singular genera un cimbronazo en el ámbito intelectual, académico y hasta mediático. Un libro de filosofía, que rápidamente se convierte en un boom editorial, se presenta como “la reescritura del Manifiesto Comunista” del siglo XXI, la “primera gran síntesis teórica del nuevo milenio”: el libro Imperio, de Negri y Hardt. El trabajo que aquí presentamos retoma algunas problemáticas de la polémica generada a partir de dicha obra, en un intento de contribución a un debate todavía latente.

In the eighties, the field of social sciences was shaken by the crisis of the traditional paradigms experienced as corollary of the defeat suffered by the leftwing movements, of great protagonism in the previous stage. The fracture of the “big narratives” and the promoted End of History fertilized the emergence of a new current of thought called postmodernism. Nevertheless, in the year 2000, a singular “event” generates a shaken in the intellectual, academic and even in the mediatic field. A book of philosophy, which rapidly turns into a publishing boom, that presents itself as “the rewriting of the Communist Manifest” of the XXI century, the “first great theoretical synthesis of the new millennium”: the book Empire, by Negri and Hardt. The text that we present here recaptures some problems of the polemic generated from the mentioned work, in an attempt of contribution to a still latent debate

palabras clave

Imperio / imperialismo / multitud / clase social

keywords

Empire / imperialism / crowd / social class

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María Clara Musante es Licenciada en Comunicación Social y Becaria CONICET. E-mail: cahiamusante@hotmail.com

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Introducción

En los años ochenta, el campo de las ciencias sociales se vio sacudido por la crisis de los paradigmas tradicionales experimentada como corolario de la derrota sufrida por los movimientos de izquierda, de gran protagonismo en la etapa anterior. La fractura de los “grandes relatos” y el promocionado fin de la historia abonaron el surgimiento de una nueva corriente de pensamiento llamada posmodernismo. Más allá de la variedad de autores, teorías, perspectivas, puntos de vistas y formas de denominar una “nueva” época –posmodernidad, modernidad líquida o tardomodernidad– que pondría en crisis las formas tradicionales de pensar la sociedad y el Estado, lo que estaba en cuestionamiento era principalmente uno de los “relatos” fundantes de la ciencia política: el marxismo. Sin embargo, en el año 2000, un “acontecimiento” singular genera un cimbronazo en el ámbito intelectual, académico y hasta mediático. Un libro de filosofía, que rápidamente se convierte en un boom editorial, se presenta como “la rees-critura del Manifiesto Comunista” del siglo XXI, la “primera gran síntesis teórica del nuevo milenio”. De una manera novedosa, pero no por ello totalmente original, los autores realizaban una articulación de perspectivas teóricas que hasta ese momento aparecían como antagónicas e irreconciliables. La tradición marxista, particularmente estructuralista (rescatando la figura de Spinosa), el posestructuralismo de Foucault y Deleuze y el discurso posmodernista se imbricaban para analizar de una manera totalizante (quizás una las mayores virtudes del libro, cuando el concepto de totalidad era fuertemente cuestionado) las nuevas condiciones del capitalismo “desterritorializado”. La aparición de Imperio, escrito por el filósofo italiano Antonio Negri y el profesor de literatura Michael Hardt, generó posiciones fuertes, con acérrimos defensores y jueces despiadados que expresaron el amor y el odio con la misma intensidad. En esto reside precisamente el valor del libro. Su publicación permitió la apertura de un debate en el ámbito de la teoría que hasta entonces parecía hallarse cautiva del pensamiento “débil” y la convivencia pacifica de las ideas. Con este trabajo pretendemos adentrarnos en ese debate inconcluso y aproximarnos a algunos de los temas más controvertidos y provocadores planteados en sus páginas. En particular, intentaremos reflexionar sobre la noción de “Imperio” como superador del concepto de imperialismo, retomando el núcleo de las polémicas que se generaron a su alrededor. En este sentido, nuestro “ensayo” estará dividido en tres momentos. En primer lugar, realizaremos una descripción sobre los aspectos principales que definen la constitución del nuevo sistema de poder mundial, destacando su singularidad y diferencia con la fase anterior y evaluando las condiciones por las cuales se afirma que este término es el indicado para comprender la dinámica propia del capitalismo posmodernista. En segundo lugar, se busca abordar las tesis centrales del libro a través de la exposición de ejemplos concretos que den cuenta de las críticas formuladas por sus detractores.


Por último, la propuesta es ensayar algunas “conclusiones” a modo de interrogantes sobre las problemáticas actuales de las ciencias sociales a partir de algunas situaciones de la política internacional que permiten poner en tensión el problema de las continuidades y discontinuidades en la historia del capitalismo mundial. Así como Marx fue el crítico de la estructura de producción y acumulación del siglo XIX y Lenin aportó herramientas teóricas para pensar el imperialismo monopolista de principio del siglo XX, habría que ver hasta que punto Imperio de Negri y Hardt es una mirada renovada para el análisis del capitalismo del siglo XXI o una simple amalgama de ideas y perspectivas inconexas que poco contribuyen a la construcción de una política de tipo transformadora. ¿Cómo describir la tesis básica de Imperio sin repetir lo que tanto se ha dicho? ¿Cómo sintetizar los postulados más importantes planteados por Hardt y Negri evitando caer en lugares comunes? ¿Cómo poder aportar interrogantes nuevos sobre una publicación tan debatida y trabajada en el ambiente académico? Ante estos cuestionamientos lo único que se nos ocurre es renunciar a la faena sin pensarlo dos veces. Sin embargo, desde nuestra perspectiva, lo que resulta interesante del abordaje de un libro como Imperio no es la novedad del análisis, ni la originalidad de las conclusiones a las que se puede arribar. Más bien, se trataría de conocer las principales afirmaciones vertidas por una obra tan polémica –sobre todo para aquellos que no nos hemos adentrado hasta ahora en el universo teórico que la soporta– con la intención de “descubrir” las claves de su análisis de la realidad política mundial que la han posicionado en el centro de la escena. A poco de empezar la lectura del libro en cuestión –de hecho en el prefacio– se advierte la tesis central, liminar, sobre la que girará el resto, donde se concentra todo el potencial conflictivo y controversial de Imperio: “Nuestra hipótesis básica consiste en que la soberanía ha adquirido una forma nueva, compuesta por una serie de organismos nacionales y supranacionales unidos por una única lógica de dominio. Esta nueva forma global de soberanía es lo que llamamos imperio” (Hardt-Negri, 2002: 14). Llama la atención la importancia “real”, como muchas veces aclaran, que le adjudican a las organizaciones no gubernamentales como las Naciones Unidas. Según los autores, este nuevo escenario mundial, visible tras el final de la guerra de Vietnam, se avizora a partir del ocaso de la soberanía en su concepción moderna. El “diagnóstico” que elaboran presume que los Estados nacionales han claudicado frente al desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación que sostienen los procesos de globalización económica. Con la caída del muro de Berlín y el fin de los gobiernos socialistas, el avance imparable e inexorable del mercado mundial parece haber arrastrado, desde la óptica de Imperio, los viejos mecanismos de regulación estatal de los términos del intercambio económico y cultural. La pérdida de soberanía del Estado-nación –no sólo fuera de sus fronteras sino también en el interior de su territorio– se anuda a las dificultades que tiene para

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Síntesis de Imperio

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imponer su autoridad en el ámbito económico y la falta de control respecto del tránsito de bienes y personas. Frente a este estado de cosas la conclusión –para ellos– es cantada: “Junto al mercado global y los circuitos globales de producción surgieron un nuevo orden global, una lógica y una estructura de dominio nuevas: en suma, una nueva forma de soberanía. El imperio es el sujeto político que efectivamente regula estos intercambios globales, el poder soberano que gobierna el mundo” (Hardt-Negri, 2002: 13). Al leer estas afirmaciones de inmediato interrogamos a los autores: ¿Sobre qué elementos basan la existencia del nuevo orden global al que denominan imperio? ¿Qué características novedosas posee? ¿En qué se diferencia del “antiguo” imperialismo? ¿Qué rol juegan dentro de este esquema los países más poderosos como por ejemplo los Estados Unidos? Sin duda, la aparición de esta estructura de dominación ­–a la que refieren los autores con el nombre de imperio– guarda una relación estrecha con la declinación del poder de los Estados nacionales mencionado anteriormente, poder que jugó un papel central en la expansión económica de los países europeos durante la era moderna. El desarrollo imperialista característico del siglo XIX, basado en el control de los territorios extranjeros a través de “un sistema de canales y barreras que alternativamente facilitaban y obstruían los flujos de producción y circulación” (Hardt-Negri, 2002: 14), es aniquilado por el avance de este nuevo aparato de dominio. Según la descripción que hacen de este último, a diferencia del imperialismo que demarcaba un centro desde donde ejercía el poder e imponía límites fijos, el imperio es descentrado y desterritorializador. Sus fronteras están abiertas para incorporar a todos los territorios sin distinciones y jerarquías. Desde la perspectiva imperial se va conformando un mapa del mundo sin límites precisos, donde los “colores” que identifican a las distintas naciones se confunden, se mezclan y fusionan, atravesados por redes virtuales e intercambios plurales. Por lo tanto, hay una clara discrepancia con aquellos intelectuales que creen ver aún hoy en los Estados Unidos al gran digitador de la realidad internacional; aquel que define en última instancia desde su privilegiado lugar en la cúspide del poder, este estado de cosas. Finalmente, si bien la tarea de resumir una obra tan vasta y ecléctica es un tanto compleja, podríamos sintetizar la tesis general de Imperio en cuatro proposiciones principales: 1- El sistema imperialista como lo hemos conocido tiende a desaparecer y en su reemplazo se erige una estructura de dominio descentralizada y en red denominada imperio. 2- El declinar de la soberanía estatal es el producto del proceso de globalización, impulsado por el desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación, que supone la expansión de la economía capitalista a todas las regiones del planeta. 3- Como consecuencia de ese proceso un nuevo sujeto social, la multitud, irrumpe en escena. Ya no se trata de la clásica noción de lucha de clases sino de la batalla


entre éstas y el imperio. La multitud se convierte en el sujeto potencialmente transformador de la sociedad capitalista. A partir de hora nos proponemos desmontar las proposiciones mencionadas a través de un rastreo y reflexión sobre las críticas más consistentes e interesantes vertidas sobre Imperio por los intelectuales, aportando ejemplos que nos ayuden a comprender y revelar las luces y sombras de un libro que pretendió sacudir cierta modorra del pensamiento político con una gran dosis de irreverencia y provocación. En este sentido logró su propósito. Una de las objeciones más recurrente a la primera tesis enumerada es la falta de fundamentación empírica que se advierte en la afirmación del fin de la etapa imperialista del capitalismo. “Imperio es un libro extraño. En el momento en que Estados Unidos es la única superpotencia, cuando casi un 50 por ciento de las 500 mayores empresas multinacionales están domiciliadas y son de propiedad estadounidense y cuando Washington está liderando una guerra de intervención contra Afganistán –después de anteriores guerras intervencionistas en los Balcanes, América Central (Panamá), el Caribe (Granada) y guerras por delegación en Colombia (Plan Colombia)– y antes en Angola, Mozambique, Nicaragua, los autores de este libro tan elogiado nos dice que el imperialismo es algo del pasado” (Petras, 2002). Lo planteado por Petras se vuelve aún más evidente tras la invasión de los Estados Unidos a Irak en 2003. En un mismo sentido apuntan los argumentos de Atilio Boron contra la proposición de una nueva estructura de dominio global que marcaría un corte con el tradicional esquema de poder desplegado por los países occidentales sobre su esfera de influencia y la negación del rol preponderante que juegan hoy los Estados Unidos en el concierto mundial. Lejos de abrir posibilidades inéditas de resistencia para los Estados periféricos como augura en sus pasajes más optimistas –y de terminar con los “crueles regímenes del poder moderno”– la fase “posmoderna” de la historia parece encaminarse hacia la consolidación de la dominación imperialista encabezada por la hegemonía norteamericana. Para los intelectuales citados, los entretelones de esta guerra desatada bajo la consigna de aniquilar “el eje del mal” no dejan dudas de su carácter imperialista. Se trató de la decisión unilateral de la superpotencia mundial del norte que invadió territorio extranjero pasando por alto cualquier participación de los llamados “organismos supranacionales”. Estas entidades, como las Naciones Unidas, que constituirían el marco legal del imperio, quedaron casi sin razón de ser ante la avasallante imposición de los intereses políticos y económicos norteamericanos en Medio Oriente. Desde la perspectiva de Hardt y Negri, las formas jurídicas adoptadas por los organismos supranacionales aparecen como uno de los “síntomas” más claros de la conformación de este nuevo orden global –superador de las restricciones del viejo “concierto” internacional– cuyos valores apuntan a la paz y al cese de los

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1- La guerra como evidencia

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conflictos. El modelo de autoridad imperial, basado en el reconocimiento de un poder central independiente de los Estados nacionales y desplegado tras el fin de las guerras “interimperialistas”, se asemeja entonces al de “una máquina que impone procedimientos de acuerdos continuos” (Hardt-Negri, 2002: 32). En momentos de crisis, cuando el orden imperial se ve amenazado, se arroga el derecho de intervenir de manera excepcional en nombre de principios éticos superiores y de ejercer la fuerza policial necesaria para recuperar el equilibrio perdido. Resulta difícil sostener, atendiendo a los hechos históricos, que el Imperio legitimó la intervención armada a partir del consenso y los valores éticos en términos de “guerra justa” dado que el propio Consejo de Seguridad de la ONU nunca avaló la invasión que fue calificada de “ilegal”. De hecho, la incursión a Irak provocó un cimbronazo en la relación entre las grandes potencias que se dividieron entre aquellas que se opusieron activamente a la invasión –Francia, Bélgica, Alemania, Rusia y China– y quienes la apoyaron, como España, Inglaterra e Italia. “La idílica idea planteada por Hardt y Negri de los Estados Unidos renunciando a la defensa de sus intereses nacionales y al ejercicio del poder imperialista, y transfiriendo su soberanía a un quimérico imperio, en aras del cual la Casa Blanca responde magnánimamente al clamor internacional en pro de la justicia y el derechos globales quedó sepultada por el aluvión de bombas inteligentes que se descargaron sobre la geografía iraquesa” (Boron, 2004: 14). Pero más allá del caso concreto de la guerra de Irak que socava sin sutilezas los argumentos de Imperio, para Samir Amin la razón principal por la cual el sistema mundial contemporáneo seguirá siendo imperialista es su propia “naturaleza” polarizante, cuya lógica tiende desde su origen a la constitución de centros dominantes y periferias dominadas y a su reproducción más profunda en cada etapa. “Esta teoría asocia al imperialismo con el proceso de acumulación del capital a escala mundial, hecho que considero como una sola realidad con diferentes dimensiones, de hecho indisociables” (Amin, 2004).

2- La salida estatal a la crisis financiera

Como mencionábamos al principio, el fin de la etapa imperialista decretada por Imperio y su relevo por un nuevo paradigma de poder va de la mano de la decadencia de las soberanías nacionales y la acentuación de los procesos de globalización en el mundo. En este sentido, el desarrollo abrumador de las tecnologías de la información y la comunicación –además de fomentar la extensión de la economía capitalista a todas las regiones del planeta– ha alentado la visión de un universo interconectado e inmaterial donde no existen límites precisos y es casi imposible para los Estados gobernar o regular los flujos e intercambios de dinero, bienes, tecnología y personas. A contramano de la segunda tesis apuntada al comienzo, numerosos investigadores sostienen que el carácter global del sistema capitalista no supone necesariamente, como contrapartida, la declinación del Estado nación. Más bien, destacan la profundización de la brecha que separa a las naciones del “primer mundo”, que han advertido la necesidad de reforzar la capacidad de sus instrumentos de


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intervención en la economía, de las “tercermundistas”, presionadas a acatar los designios de los organismos multilaterales de crédito en materia de políticas públicas. De hecho, para el sociólogo Eduardo Gruner –en línea con los planteos de Samir Amin o Immanuel Wallerstein– la tan mentada “globalización” lejos de ser una novedad de la era posmoderna, es un producto de la propia lógica del sistema capitalista en su carácter expansivo que se inició hace 500 años con los procesos de colonización. Una afirmación que cobra fuerza si se tiene en cuenta que el trabajo, el resorte fundamental de la producción de plusvalía, está cada vez menos mundializado (Grunner, 2002: 13). De esta manera, la aparente “libre movilidad” de los distintos factores productivos a través de las fronteras –sostenida por los cultores de la ideología neoliberal– se ve restringida cuando de mano de obra se trata. El papel protagónico que aún detentan las formaciones jurídico-políticas estatales se pone en evidencia en el férreo control que ejercen los países centrales sobre los “flujos mundiales” de esa fuerza de trabajo, a través de la implementación de políticas inmigratorias cada vez más restrictivas. Un párrafo aparte merece el sustrato racista que le reprochan los autores a la soberanía nacional moderna, constitutiva del Otro negativo que daba sustento a la avanzada colonial, negando su persistencia en la actualidad. De la lectura de Imperio se desprende la idea de que en la nueva estructura de poder esas “prerrogativas reales” de los Estados son cedidas o traspasadas, en ciertos aspectos, a las grandes empresas industriales y financieras, trasnacionales y multinacionales que constituyen “el tejido conectivo fundamental del mundo biopolítico” (Hardt-Negri, 2002: 45). Al parecer, en el capitalismo global las directivas económicas pasan a ser una facultad de estas empresas que se van a encargar, según Hardt y Negri, de distribuir la fuerza de trabajo en los diversos mercados, asignar funcionalmente los recursos y organizar jerárquicamente los diversos sectores de la producción mundial. Con entusiasmo proclaman: “¡el Estado ha sido derrotado y las grandes empresas gobiernan la Tierra!” (Hardt-Negri, 2002: 285). La debacle financiera que azota los mercados del mundo por estos días, ocupando el centro de la escena mediática con todo tipo de pronósticos apocalípticos, bien podría alentar esta concepción posmoderna de los autores de un sistema de poder que funciona al margen de los Estados nacionales, en el cual lo que prima son los movimientos y flujos internacionales irregulares e incontrolados que fracturan las unidades y oposiciones binarias propias de la soberanía moderna (HardtNegri, 2002: 139). El principal motivo que justificaría tal comparación es la falta total de regulación demostrada por los gobiernos, en especial el de los Estados Unidos, respecto del accionar de las entidades bancarias y el sistema financiero que han puesto en jaque a la economía mundial. Un nuevo “instrumento”, que fue diseñado con el fin de multiplicar las ganancias en la bolsa, permitió expandir el mercado de hipotecas en forma ficticia y ofrecer gran cantidad de créditos, incluso de alto riesgo, es decir, con baja probabilidad de cobro. La situación se complicó aún más cuando

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esas hipotecas fueron metidas adentro de un gran paquete y vendidas en forma de bonos. Obviamente el fin no era garantizar la vivienda digna a los ciudadanos de bajos recursos y pronto, ante el aumento de las tasas de interés y la cesación de pagos de los clientes, la “burbuja” creada por los expertos de Wall Street explotó. En este contexto de crisis generalizada, que recuerda la Gran Depresión de 1929, las recetas del liberalismo más ortodoxo resultan insuficientes hasta para el mismísimo presidente George Bush, quien propuso al Congreso un plan de salvataje por 700 mil millones de dólares con el objetivo evitar, según su diagnóstico, las peores consecuencias de la recesión. A primera vista la fuerte intervención del Estado en los mercados, destacada como una de las mayores en la historia del país, no sólo choca de lleno con la tesis de Imperio sobre la “derrota” irremediable de dicha institución política y su desaparición futura. Además, implica un cierto reconocimiento de la inoperancia de los postulados esenciales del Consenso de Washington –por parte de uno de sus máximos cultores– a la hora de intentar superar la crisis. Sin embargo, al analizar con más detenimiento, se observa que la intromisión del gobierno norteamericano en el sistema no tiene nada de excepcional, ya que lo que se busca restablecer y asegurar es el funcionamiento del proceso de acumulación del capital. Esto se evidencia en las condiciones de la primera versión del proyecto de salvataje que exigía al parlamento la aprobación a libro cerrado de una enorme asignación de dinero sobre la cual otra vez no tendrían ningún control y cuyos receptores iban a ser, discrecionalmente, algunos grandes bancos, sin mencionar siquiera a los deudores acuciados por el remate de sus hogares. A contramano de la metáfora de la “mano libre del mercado” que se cuela en los planteos de Hardt y Negri, Petras destaca la “gestión” de las distintas crisis económicas que a lo largo de la historia reciente han realizado los Estados Unidos con el objetivo de salvar de la bancarrota a importantes inversionistas, apuntalar a compañías insolventes e impedir el quiebre del mercado financiero. “Más que nunca, las empresas multinacionales y la llamada ‘economía global’ dependen de la constante y masiva intervención de los Estados imperiales en la gestión de la crisis, y en la obtención de beneficios mediante las adquisiciones de empresas locales”. Para Boron, es claro que la defensa de los intereses de estos gigantes empresariales –a los que nomina “leviatanes”– por parte de los países desarrollados no es una actitud inusual tomada ante el inminente colapso. Esto refuerza los argumentos en contra de la tesis de Imperio que afirma la imposibilidad de hablar de economías nacionales en un mundo virtual, desterritorializado y en red: “Su creencia en la desaparición de los productos, empresas e industrias nacionales es absolutamente indefendible a luz de la evidencia cotidiana que demuestra la vitalidad, sobre todo en los países más desarrollados, de tarifas aduaneras, barreras no arancelarias y subsidios especiales por los cuales los gobiernos buscan favorecer de mil maneras a sus productos nacionales, su empresas y sus actividades económicas” (Boron, 2004: 58).


En una visión altamente optimista, los autores de Imperio le confieren a la multitud una gran capacidad potencial de transformación. Sin embargo, al utilizar este término, que adolece de ser demasiado abarcador, no queda muy claro a quién nos referimos: ¿quiénes son parte de la multitud y quiénes no? Es preciso tener en cuenta que la multitud no implica necesariamente un carácter transformador y ni siquiera progresista. De hecho, puede constituir desde lo político una fuerza más bien reaccionaria. Es por esto que algunos autores, que se inscriben dentro de la corriente del “marxismo posestructuralista”, hablan de ambivalencia para explicar este fenómeno a primera vista contradictorio. El propio Zizek, quien en un primer momento saludó con vehemencia la llegada de Imperio a las librerías, más tarde llamaría la atención sobre el peligro del despojo del sentido spinoziano de multitud que forzaban los autores: “El slogan de Hardt y Negri –la multitud como sitio de resistencia del Imperio– abre una extensa serie de problemas, siendo el primero de ellos la pérdida de la ambigüedad radical de este término en Spinoza, de quien se lo toma. Cuando Spinoza describe cómo una multitud se conforma a través de la imitatio afecti, los mecanismos que él evoca son completamente neutrales con respecto a sus efectos “buenos” o “malos”. Spinoza evita ambas recaídas del enfoque tradicional de la siguiente manera: no subestima el mecanismo de formación de las masas, considerándolo como la fuente de la chusma destructiva irracional, ni lo celebra como el origen de la autosuperación altruista y la solidaridad…Es con respecto a esta neutralidad que la distancia que separa a Negri y Hardt de Spinoza se hace palpable: en Imperio, encontramos una celebración de la multitud como fuerza de la resistencia, mientras que, en Spinoza, el concepto de masa como multitud es fundamentalmente ambiguo: la multitud es la resistencia al Uno impuesto, pero, al mismo tiempo, designa lo que nosotros llamaríamos la turba, una explosión salvaje, irracional de violencia que, a través de la imitatio afecti, se alimenta y se propulsa a sí misma” (Zizek, 2004: 42). En este sentido, la multitud, desde el punto de vista operativo, desplaza al concepto de clase y de lucha entre ellas. El problema que presenta el término es que evita definir una cuestión básica: contra quién lucha la multitud y en dónde estaría encarnado el imperio. Es decir, elude la identificación del enemigo y la delimitación del escenario en el cual se llevará adelante la resistencia. Quizás los autores intentan dar respuesta a esto cuando se refieren a los movimientos antiglobalización. Sin embargo, al abarcar diferentes intereses sectoriales, por no decir de clases, desde los granjeros conservadores y grupos ecologistas, hasta los sin tierra de Brasil y diferentes organizaciones de derechos humanos y de inmigrantes, no permite reflexionar sobre la problemáticas “nacionales”, ni preguntarse por la cuestión del poder. Unas preguntas “ingenuas” –como las que hace Zizek– serían: ¿Qué hace la multitud con el poder? ¿Dónde está el poder, por otra parte? ¿O es que acaso se puede “cambiar el mundo sin tomar el poder”, como dice John Holloway? Estos interrogantes, obviamente, quedan en suspenso en el discurso de Negri y Hardt.

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3- La multitud: de cacerolas y asambleas

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Los sucesos de 2001 en Argentina suelen ser tomados como ejemplo de la irrupción y fortaleza de la multitud. La “alianza” entre “caceroleros”, “piqueteros” y el funcionamiento de las “asambleas barriales” fueron para muchos la expresión de un fenómeno de nuevo signo que este concepto venía a cubrir y explicar. Pero podríamos decir que el propio movimiento social generado por la crisis institucional careció de formas positivas de organización sustentables. No sólo la alianza duró poco –las clases medias que en un principio saludaron al movimiento piquetero luego le dieron la espalda– sino que además las asambleas no fueron más que una “ilusión” de restitución de una forma de participación política. Las fuerzas “creativas” de la multitud no se plantearon formas de organización “contraimperio”, como imaginaban los autores. Es más, se podría afirmar que el error está en el propio concepto de multitud, con el que estos autores analizan distintas explosiones del nuevo sujeto social: plaza de Tiananmen, la intifada contra la autoridad israelí, la sublevación en Los Ángeles, el levantamiento de Chiapas, las huelgas que paralizaron Francia y otra en Corea del Sur. Justamente estos ejemplos, como otros de nuevas características, como la explosión de jóvenes en los barrios periféricos de Francia que quemaban autos en el año 2005, demuestran que la multitud no permite analizar la complejidad de las diferencias particulares de cada suceso. Así como la intifada es la forma de lucha de las masas sojuzgadas palestinas contra el Estado israelí, las quemas de autos son la expresión de los jóvenes emigrantes franceses que responden ante situaciones de exclusión y desocupación. Cada singularidad, en realidad, puede ser mejor pensada a partir del “viejo” concepto de lucha de clases, como concepto central que marca el antagonismo fundamental que determina otros tipos de antagonismos: étnico, racial, nacional, etc. ¿Por qué para Negri y Hardt el concepto de lucha de clase no sirve para explicar estos fenómenos de fines de siglo XX y principio del siglo XXI? Los autores de Imperio no se detienen a explicarlo.

Conclusión

Una conclusión fácil y tentadora a la que podemos arribar tras leer Imperio y recorrer las críticas que se le han realizado, es que nos encontramos frente a un relato de tipo fantástico, que no tiene nada que ver con las condiciones actuales del capitalismo mundializado. En este sentido, se afirmaría que el sistema capitalista no ha generado nada nuevo y que se trata de más de lo mismo. Sin embargo, quizás lo pertinente sería pensar, sin caer en dicotomías polarizantes, la dinámica del sistema bajo el aspecto de la dialéctica de lo nuevo y lo viejo. Aquello que es novedoso, pero suele tratarse como “más de lo mismo” o a la inversa, no comprender que aquello que se presenta como “novedoso” no es más que la expresión de viejas cuestiones. No se trata de negar algunos cambios fundamentales que se han producido en el capitalismo. El propio concepto lleva en su interior esa característica: un modo de producción dinámico, que está siempre transformándose, que es su contradicción fundamental la que hace que esté en constante “revolución”. Esa dinámica


se expresa en las formas “nuevas” que adquiere el trabajo, en las características particulares de la lucha política, en situaciones que hablan de diferentes posicionamientos de los sujetos sociales. No se puede negar, por ejemplo, que las revoluciones en el marco de las tecnologías de las comunicaciones han tenido un fuerte impacto tanto en el terreno de lo “ideológico”, como en el marco de lo político o de las formas, en realidad, de hacer política. Esto no significa ningún fin, como ha sostenido cierto posmodernismo, sino la aparición de un nuevo escenario que de alguna manera ha impactado sobre el propio concepto de clase social. Hoy, tal vez, no es posible asociar a la clase obrera sólo con la figura del overol del clásico trabajador industrial, pero tampoco decir que no existe la clase obrera. De hecho, la clase se ha “extendido” hasta abarcar a los trabajadores de otros sectores, como el de servicios, y a los propios desocupados, que –como Marx ya decía– representan la mano de obra de recambio. De todos modos, habría algo importante para rescatar del libro Imperio: es que se trata de un esfuerzo de restituir la idea de totalidad. Esta obra de Negri y Hardt aparece en un momento en el que determinadas cosmovisiones estaban ya dadas por muertas por el posmodernismo que sostenía el fin de los grandes relatos. La sola idea de pensar la posibilidad de un mundo diferente y alternativo al sistema capitalista, independientemente del modo en que se lo haga, es una bocanada de aire fresco que restituyó el ánimo polemista en el marco de las ciencias sociales. De algún modo se apartaron del modelo hegemónico “posmoderno” del fragmento y lo micro, para pensar nuevamente la historia, el sujeto, la transformación social, y construir un “gran relato”. Una teoría “fuerte” a contrapelo de las teorías “débiles”.

S. AMIN (2004), “Geopolítica del imperialismo contemporáneo”, en A. BORON (Comp.), Nueva hegemonía mundial. Alternativas de cambio y movimientos sociales, Buenos Aires, CLACSO A. BORON (2004), Imperio & Imperialismo: una lectura crítica de Micheal Hardt y Antonio Negri, 5ta. edición, Buenos Aires, CLACSO. E. GRUNER (2002), El fin de las pequeñas historias, Buenos Aires, Paidós. N. KOHAN, “El imperio de Hardt & Negri y el regreso del marxismo eurocéntrico”, http://www. cuestiones.ws/semanal/030503/sem-may03-03-kohan.htm. Fecha de acceso: 10/09/2008. A. NEGRI, M. HARDT (2002), Imperio, Buenos Aires, Paidós. A. NEGRI, M. HARDT (2002), “La multitud contra el imperio”, en Revista del Osal, Nº 7, Buenos Aires, CLACSO – Observatorio Social de América Latina. J. PETRAS (2002), “Imperialismo versus Imperio”, en Revista Laberinto, Nº 8. http://laberinto.uma. es/index.php?option=com_content&task=view&id=175&Itemid=34. Fecha de acceso: 5/08/2008. A. RUSH (2003), “La teoría posmoderna del Imperio (Hardt & Negri) y sus críticos”, en A. BORON (comp.), La Filosofía Política Contemporánea, Buenos Aires, CLACSO. http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/teoria3/rush.pdf. Fecha de acceso: 13/08/2008. S. ZIZEK, (2004), La revolución blanda, Buenos Aires, Atuel.

Recibido: 31/03/2009. Aceptado: 22/02/2010

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Bibliografía

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Mariano Roark es Licenciado en Relaciones Internacionales (UNCPBA) y becario de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires, CEIPIL- UNCPBA. E-mail: marianoroark@hotmail.com

Mariana Calvento es Licenciada en Relaciones Internacionales (UNCPBA) y becaria doctoral CONICET, CEIPIL- UNCPBA.

resumen

summary

El artículo analiza las relaciones bilaterales entre Argentina y Venezuela durante el período 2003-2008 y sus antecedentes, centrándose principalmente en los aspectos económico-comerciales de la misma. Para ello, la investigación se desarrolla en dos planos. El primero, indaga sobre los antecedentes de dicha relación en el período previo, 1990-2003, tanto en sus aspectos comerciales como en relación con los acuerdos e instrumentos de vinculación que se establecieron entre ambos países. En el segundo plano se avanza sobre la temática central del artículo, ahondando en las características de la relación comercial entre Argentina y Venezuela durante las presidencias de Néstor Kirchner y Hugo Chávez. Para ello, se detalla el acercamiento y cooperación entre los países durante esta etapa, así como también se profundiza sobre las particularidades de la relación comercial establecida. A partir del análisis de estas dos etapas, se extraen las consideraciones preliminares acerca del relacionamiento argentino-venezolano de los últimos tiempos y las posibles oportunidades de vinculación comercial a futuro.

The article analyzes the bilateral relation between Argentina and Venezuela during the period 2003-2008 and its antecedents, focusing in the economical and commercial aspects. Following that objective this investigation is developed in two points. The first one, deals about the antecedents of that international relation, in the previous historical moment, 1990-2003, rearding its trade aspects as well as the agreements and binding instruments established between both countries. The second one talks about the central theme of the article, diving in the aspects of the business relationship between Argentina and Venezuela during Néstor Kirchner and Hugo Chávez presidencies. To reach it, the approach and cooperation between this countries during this moment, is highly detailed, so as the particularities of the commercial relation. Based on the analysis of these two periods, preliminary considerations are extracted from the Argentina-Venezuela current relation and about future trade linking possibilities.

palabras clave

keywords

relaciones comerciales / economía internacional / acuerdos comerciales / Argentina / Venezuela

commercial relations / international economy / trade agreements / Argentina / Venezuela

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Las relaciones económicas entre Argentina y Venezuela durante las administraciones Kirchner-Chávez (2003-2008) Mariano Roark y Mariana Calvento

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Introducción

El presente trabajo busca analizar las relaciones bilaterales entre Argentina y Venezuela durante el período 2003-2008, con el objetivo general de brindar una aproximación al proceso de acercamiento comercial desarrollado recientemente por dichos países, de modo de establecer un análisis general acerca de las oportunidades y desafíos que implica el estrechamiento de vínculos con el país caribeño. En este sentido, es preciso destacar que el componente económico de la relación bilateral entre Argentina y Venezuela constituye uno de los aspectos más relegados en el análisis académico de la vinculación bilateral, en relación con el predominio de los estudios centrados en asuntos de tipo político-diplomáticos, pero actualmente se constituye en una variable interesante a indagar. A partir de mediados de 2003, como consecuencia de un proceso complejo, en el que se sucedieron simultáneamente transformaciones en la coyuntura económica internacional y en las circunstancias políticas y económicas domesticas se generó un marco bilateral favorable a un mayor estrechamiento de los vínculos económicos. A partir de entonces, los flujos de bienes y capitales entre ambas economías no sólo experimentaron un incremento exponencial en términos cuantitativos, sino que, en el transcurso del período de gobierno de las administraciones KirchnerChávez, la composición misma de los intercambios bilaterales comenzó a mutar paulatinamente hacia un nuevo patrón de relacionamiento comercial, caracterizado por una mayor participación de productos elaborados y semi-elaborados. Del mismo modo, durante el período 2003-2008, Argentina y Venezuela lograron instrumentar una serie de acuerdos bilaterales de significativa relevancia que apuntaron a profundizar el proceso de integración entre ambas economías. En este sentido, la suscripción del Tratado de Libre Comercio CAN1 – Mercosur2 en 2003, en conjunto con el Convenio Integral de Cooperación, puesto en marcha a partir de 2004, incluyen una serie de medidas concretas en materia de preferencias arancelarias y cooperación técnica en sectores económicos y actividades productivas diversas, que han servido como marco normativo de las relaciones económico-comerciales entre ambos países, favoreciendo la intensificación de los intercambios bilaterales. De esta manera, el análisis del funcionamiento y la puesta en práctica de dichos instrumentos internacionales constituyen antecedentes inmediatos que permiten realizar una evaluación concreta del posible impacto del ingreso de Venezuela como miembro pleno del Mercosur, en vistas de la pronta conclusión del proceso iniciado en Julio de 2006 a través de la conclusión del Protocolo de Adhesión en la ciudad de Caracas. En relación con el objetivo general del trabajo y para comprender el alcance y la importancia de las nuevas tendencias que se están gestando a nivel económicocomercial entre Argentina y Venezuela, la investigación se centra en la descripción y el análisis del desempeño histórico de dichos lazos a través de las dos etapas en que se dividen los últimos años de relación, 1990-2003 y 2003-2008. Se parte de considerar que para estudiar las relaciones entre dos países es necesario contar con diversos elementos que permitan establecer una mayor compre-


sión de su desempeño y vinculación en el plano internacional. Por ello, en este trabajo se considera que la política exterior de los países se establece en torno a variables internas y externas, y que principalmente la política exterior guarda relación con una estrategia nacional de desarrollo (Perina y Russell, 1988) y con el contexto internacional en el que se desempeña. Por tanto, la descripción de las relaciones bilaterales y su entendimiento realizados en este trabajo serán enmarcados sintéticamente en dichas variables internas y externas. El artículo se estructura alrededor de tres secciones, para las que se retoman las dos etapas en que se desarrolla la relación económica bilateral de ArgentinaVenezuela en los últimos años. De esta manera, la primera sección trata, por un lado, sobre la dinámica de los vínculos comerciales y financieros durante la etapa 1990-2003. En la misma sección se desarrollan también los principales instrumentos internacionales que lograron concretarse durante el transcurso de esta primera etapa, haciendo especial hincapié en aquellos vinculados a temáticas afines. La segunda sección abarca el estudio de las relaciones económicas bilaterales a partir del año 2003, en el contexto de un nuevo marco de cooperación política y profundización de los vínculos comerciales. Seguidamente, la sección se aboca al análisis sistemático de la composición de los intercambios comerciales entre Argentina y Venezuela y su evolución durante los últimos años. Finalmente, el último apartado de consideraciones finales, brinda un balance preliminar del estado actual de las relaciones económicas entre ambas naciones, identificando los desafíos y oportunidades que de allí se desprenden para la economía argentina. a. Comercio e inversión en la década del noventa Durante una primera etapa de las relaciones económicas entre Argentina y Venezuela, es decir, durante el período transcurrido entre 1990 y 2003, los rasgos centrales del intercambio de bienes y capitales entre ambos países se vincularon con el desarrollo de un comercio intermitente de baja intensidad y la existencia de una dinámica diferenciada respecto a los flujos financieros. En el plano comercial, como puede observarse en el Gráfico Nº 1, entre 1990 y 1999 Argentina y Venezuela mantuvieron un volumen de intercambios moderado aunque relativamente estable, con una fase de auge entre 1995 y 1998, cuando el valor de los intercambios se incrementó en un 52%. La suma promedio de las transacciones efectuadas durante estos años alcanzó la cifra de 314 millones de dólares, con un saldo comercial de alrededor de 210 millones de la misma moneda, favorable a Argentina. A pesar de esta significativa performance, durante el año de mayor expansión de las exportaciones argentinas a Venezuela (1995), el mercado caribeño significó apenas el 1,8% del total de las ventas nacionales, ubicándose en el décimo segundo lugar entre los principales destinos. Por el lado de las importaciones, es preciso destacar que Venezuela nunca ocupó un lugar destacado entre los países proveedores de Argentina y la década del no-

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Primera Sección

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venta no fue la excepción. El país caribeño tuvo una débil participación en el total de compras nacionales. Se ubicó en el lugar 41 en la lista de las principales fuentes de importación nacional y exhibió pisos históricos como el de 1990, cuando sólo se exportaron a nuestro país mercancías por un total de 8 millones de dólares.

Gráfico 1. Relaciones comerciales de Argentina con Venezuela, 1990- 1999

Fuente: Elaboración propia en base a datos de CEI (2009) y CEP (2008)

Hacia el final de la década, el ciclo comercial bilateral comenzó a transitar por una abrupta fase de declive. De acuerdo a datos del Centro de Economía Internacional (CEI), volcados en el Gráfico Nº 2, la reducción del 45% en el volumen total de los intercambios, en 1999, dio inicio a una pendiente de contracción de los flujos bilaterales. Para 2003, las transacciones de bienes entre ambas economías descendieron a 129 millones dólares, menos de la mitad del monto registrado en 1998. La razón fundamental de este encogimiento de los vínculos económicos radica en la confluencia de dos factores. Por el lado de Venezuela, la caída de los precios internacionales del crudo, que llegó a pisar la cifra histórica de 10 dólares el barril en 19983, tuvo un impacto decisivo en el sector externo del país caribeño, que sufrió una disminución del 25% de sus exportaciones. En Argentina, el panorama era aún menos alentador. A principios del nuevo milenio comenzó a desatarse una de las crisis económicas más importantes de los últimos 50 años. Entre 1999 y 2002, todos los indicadores macroeconómicos y sociales se desplomaron y la actividad comercial experimentó una significativa desaceleración. Las importaciones pasaron de 31.377 millones de dólares en 1998 a 8.990 en 2002. Del mismo modo, teniendo en cuenta los totales de 1998 y 1999, las ventas nacionales al exterior, en un solo año se redujeron en más de 3.000 millones de dólares. La dinámica en los flujos de inversiones entre ambas naciones experimentó un destino similar. Tuvo un moderado impacto a principios de la década del noventa, una fase de auge en la segunda mitad y sobre el comienzo del nuevo milenio comenzó a transitar el camino del declive. La diferencia que separa a estos dos aspectos de las relaciones económicas argentino-venezolanas, radica en la impor-


tancia superlativa que representaron los flujos de capitales durante su período de plenitud. La relevancia de las inversiones nacionales en la economía venezolana durante los años noventa revistió tal magnitud que se convirtió en el eje principal de los vínculos materiales entre ambos Estados.

Gráfico 2. Intercambio comercial de Argentina con Venezuela, 1993-2003

De acuerdo con datos del Centro de Estudios para la Producción (CEP), entre 19974 y 2000, Venezuela se erigió como el segundo receptor latinoamericano de inversiones argentinas (después de Brasil), recibiendo el 17,7% del total invertido a nivel internacional. Asimismo, debido a este notable incremento de los flujos financieros, Argentina se colocó en el segundo lugar de importancia como inversor extranjero en Venezuela, superando incluso a EE.UU. (Ver Cuadro Nº 1). La dinámica altamente concentrada se constituyó en el común denominador durante este proceso de internacionalización de los capitales argentinos. Pocas compañías dominaron la mayor parte de los capitales invertidos y el destino sectorial de dichos flujos se redujo a un pequeño número de actividades económicas. Es así que, de acuerdo con la CEPAL, del total de los capitales argentinos colocados en Venezuela en 1997, tres empresas (Pérez-Companc, YPF y Techint) acumularon una participación de más del 80% (Kosacoff, 1999: 8). Dentro de este procentaje, los rubros de exploración y explotación petrolera, el sector siderúrgico y la construcción constituyeron los principales destinos sectoriales, sumando, en conjunto, alrededor del 75% del total entre 1990 y 1999. Otro rasgo particular de este proceso fue su carácter breve y efímero. A pesar de haber mostrado un ritmo frenético en sus inicios, a comienzos del nuevo milenio la intensidad en el movimiento de flujos de capital se desmoronó abruptamente a raíz de la delicada situación política y económica que atravesaban ambos países. Por el lado de Argentina, el colapso económico-financiero de 2001 impuso serias restricciones al mercado nacional de capitales. El modelo económico implementado en este país a partir de la década del 90, y con antecedentes de la década del 70, había significado un cambio profundo en el patrón productivo, pasando de ser un modelo industrial sustitutivo de importaciones a uno que impulsaba políticas

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Fuente: Elaboración propia en base a datos de CEI (2009) y CEP (2008)

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económicas de apertura comercial. Este modelo involucraba medidas relativas a la desregulación económica, privatización de empresas públicas y liberalización comercial y financiera, acompañadas por una moneda asociada a un patrón de tipo de cambio fijo denominado Plan de Convertibilidad.5 La liberalización y dependencia financiera implicó que la economía quedara expuesta a las interrupciones en los flujos internacionales de capital, provocando severas crisis fiscales y monetarias. En ese sentido, durante los noventa se produjeron diversas crisis internacionales6, como la mencionada en el año 2001.

Cuadro 1. Distribución geográfica de las inversiones argentinas en el exterior

Fuente: Kosacoff (1999)

En el caso de Venezuela, las causas de la inestabilidad económica y política tienen su raíz en el agotamiento del modelo de desarrollo interno, producto de las debilidades estructurales de su sistema económico-productivo. Desde principios de la década del veinte, la explotación y comercialización masiva de los hidrocarburos se fue posicionando como el eje central de la economía nacional, desplazando rápidamente a la producción de bienes tradicionales como el café y el cacao, hasta constituirse en la mercancía de exportación nacional de mayor importancia (concentra más del 90% de las exportaciones en la actualidad) y en la principal fuente de ingresos fiscales para el Estado (históricamente, más del 50% del total). Ahora bien, este alto grado de especialización en las actividades petroleras vuelve a su economía profundamente dependiente de los movimientos cíclicos de los precios del petróleo y de las coyunturas económicas de los países industriales (principales mercados de destino de las exportaciones de petróleo). Durante las décadas del sesenta y setenta, en un contexto generalizado de expansión econó-


b. Instrumentos internacionales Uno de los aspectos más destacables de las relaciones bilaterales argentino-venezolanas durante la década de 1990 se vincula con la configuración de un entramado de acuerdos y entendimientos de carácter comercial, que constituyeron el puntapié inicial de un proceso de integración económica que aún está en marcha. Durante esta primera etapa, la construcción de una estructura legal para la relación de ambas economías se desarrolló básicamente en dos niveles: por un lado, dentro de un marco de negociaciones directas o bilaterales, y por otro, a través de los mecanismos regionales del Mercosur. Ambos escenarios conformaban un espacio geográfico de extraordinaria importancia para la economía venezolana. Allí convivían su principal mercado de exportaciones a nivel regional (Brasil), y uno de los más importantes proveedores de inversiones extranjeras: la República Argentina. De este modo, esta significativa relevancia dio sentido a la convicción de la diplomacia venezolana de lograr un entendimiento con las economías más australes de Sudamérica. Es así que, a principios de los años noventa, a nivel bilateral se lograron concluir una serie de tratados en materia de comercio e inversiones,

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mica internacional, los altos ingresos petroleros constituyeron la base para una expansión significativa del gasto público, lo que, sumado a la implementación de un modelo de sustitución de importaciones, generó un periodo histórico de prosperidad económica y social sin precedentes. A fines de la década del ochenta, las circunstancias externas comenzaron a cambiar y el modelo económico empezó a mostrar sus flaquezas. Los precios internacionales del petróleo iniciaron una fase descendente7 que se extendió a lo largo de toda la década del noventa, llegando a un piso de 10 dólares el barril. Asimismo, las políticas de apertura comercial y recortes del gasto del Estado, iniciadas por Carlos Andrés Pérez (1989-1993) y continuadas por Rafael Caldera (1994-1999), eliminaron las palancas tradicionales de crecimiento interno. La crisis económica8 constituyó el denominador común de este periodo y la inestabilidad política resultó inevitable.9 El surgimiento de este nuevo marco tuvo un efecto inmediato sobre los flujos de capitales en Venezuela. En primer lugar, a causa de la disminución de los precios internacionales del petróleo, Venezuela se unió a la estrategia adoptada por la OPEP y decidió impulsar una reducción de la producción que favoreciera un alza de precios. Las empresas privadas nacionales y extranjeras comenzaron a ser afectadas por este recorte de producción y amenazaron con retirarse. En segundo lugar, se produjeron ciertas tensiones con multinacionales y capitales foráneos por la incertidumbre que generaba la popularidad de Hugo Chávez en las próximas elecciones presidenciales. Como consecuencia, Venezuela dejó de ser un destino atractivo para los capitales foráneos. Entre 2001 y 2002, las inversiones argentinas en Venezuela sólo registraron 67 millones de dólares, contribuyendo con una participación irrisoria del 0,7% en el total invertido en la economía caribeña.

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que dieron un impulso significativo a los intercambios de bienes y capitales entre ambas naciones. El 28 de septiembre de 1990, los gobiernos de Argentina y Venezuela acordaron un Memorándum de Entendimiento para un Acuerdo Marco de Liberación Comercial. Dos años más tarde, en octubre de 1992, se suscribió el primer Acuerdo de Alcance Parcial de Complementación Económica (ACP-20), al que posteriormente se adhirieron 14 Protocolos Adicionales (el último en el año 2000). En la esfera financiera, ambos Estados concluyeron un Acuerdo para la Promoción y Protección Recíprocas de Inversiones a mediados de noviembre de 1993, que sirvió de base para el significativo impulso de los flujos de capitales durante la segunda mitad de los noventa. En el plano regional, la victoria del histórico líder venezolano, Rafael Caldera, en los comicios presidenciales de 1994, marcó el inicio de una ofensiva política para lograr un entendimiento entre la Comunidad Andina y el Mercosur. El comercio interbloque se había vuelto clave ante la disminución de los precios internacionales de los hidrocarburos y la creciente crisis de la economía venezolana. Se respiraba un clima político enrarecido y convulsionado, y cada día se hacía más evidente la necesidad de diversificar las exportaciones en aras de obtener los ingresos de divisas que el petróleo ya no generaba. En este escenario, el objetivo de profundizar los vínculos económicos con aquellos países que constituían mercados potenciales para su producción no tradicional, se colocó al tope de la agenda de la política exterior. Con el tiempo las iniciativas venezolanas tendrían sus frutos. Entre 1997 y 1998, en las ciudades de Montevideo y Lima, se concretaron tres reuniones cumbre entre representantes de la CAN y el Mercosur. Durante estos encuentros ambos grupos de naciones manifestaron el propósito de crear una zona de libre comercio sudamericana. A partir de entonces, se inició un largo proceso de avances y retrocesos entre ambos bloques regionales, que duró hasta mediados de 2003. El primer paso concreto hacia ese objetivo tuvo lugar el 16 de abril de 1998, gracias a la suscripción de un Acuerdo Marco para la creación de una Zona de Libre Comercio entre la Comunidad Andina y el Mercosur, que establece las bases para la conformación de ese espacio ampliado. A través de este arreglo, se dispuso que las negociaciones se desarrollarían en dos etapas: en la primera, se trataría de alcanzar un Acuerdo de Preferencias Arancelarias Fijas sobre la base del patrimonio histórico y en la segunda un Acuerdo de Libre Comercio. Con base a estos nuevos lineamientos fijados en el Acuerdo Marco, la Comunidad Andina y el Mercosur iniciaron, en junio de 1998, las negociaciones de un Acuerdo de Preferencias Arancelarias. La modalidad de negociación, que inicialmente fue de bloque a bloque (esquema 4+4) fue cambiada, a sugerencia de Brasil, por la de los andinos en su conjunto con cada uno de los países del Mercosur (4+1), manteniéndose sin embargo el objetivo final. Como resultado de estas negociaciones, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela suscribieron con Brasil, el 12 de agosto de 1999, un Acuerdo de Alcance Parcial de Complementación Económica por medio del cual ambas partes establecieron márgenes de preferencia fijos, como un primer paso para la creación de una Zona


de Libre Comercio entre la CAN y el Mercosur. Con igual objetivo, Argentina y la CAN negociaron un Acuerdo de Preferencias Arancelarias, que fue suscrito el 29 de junio del 2000 y entró en vigencia el 1º de agosto de ese mismo año. La segunda etapa de la negociación se inició en abril de 2001, con la finalidad de firmar un Acuerdo definitivo para la conformación de una Zona de Libre Comercio entre ambos grupos. La importancia que los gobiernos de los países miembros de la Comunidad Andina y del Mercosur asignaron a la formación de una zona de libre comercio fue destacada en reiteradas oportunidades, al más alto nivel político, tanto presidencial como ministerial. El 6 de diciembre de 2002, los países de la CAN y del Mercosur suscribieron, en Brasilia, un Acuerdo de Complementación Económica por medio del cual reiteraron su decisión de conformar un Área de Libre Comercio, “cuya negociación deberá estar concluida antes del 31 de diciembre de 2003” (CAN, 2009: 1). Los esfuerzos para profundizar los lazos económico-comerciales entre ambos bloques regionales entraban en la recta final. Las bases para la integración efectiva de las economías venezolana y argentina se habían instalado exitosamente. Poco tiempo después, debido a la confluencia de una progresiva estabilización de la situación política y económica y al surgimiento de un contexto internacional favorable, la expansión de los vínculos materiales alcanzará niveles históricos. a. Cooperación política y profundización de las relaciones económicas De acuerdo a lo establecido en los apartados anteriores, a fines de la década del noventa, la dinámica económica de la relación bilateral exhibía un panorama poco alentador para los negocios entre argentinos y venezolanos. Del mismo modo, debido al estallido de un severo marco de inestabilidad política y económica en ambos países, los primeros años del siglo XXI tampoco parecían ofrecer signos favorables a la reversión de estas tendencias.10 El punto de inflexión de esta situación sobrevino en el transcurso de 2004, como resultado de la confluencia de dos factores de suma relevancia. Por un lado, el progresivo desarrollo de un marco internacional favorable a la región, en términos económicos. Por otro, la estabilización de los procesos políticos en ambas naciones y el surgimiento de intereses y objetivos de gobierno complementarios. Respecto al primer punto, desde principios de 2003 la evolución de la economía internacional comenzó a experimentar cambios significativos que tuvieron un impacto decisivo para la recuperación del crecimiento de América Latina. Durante los últimos años “el relanzamiento de la demanda internacional, motorizado en especial por la fuerte demanda china, contribuyó al crecimiento de la economía latinoamericana y a la mejora de los términos del intercambio” (Sevares, 2007: 11). Según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, 2006), los precios de los commodities aumentaron 44,8% entre 2002 y 2005 en dólares corrientes, excluyendo el petróleo (que experimentó un incremento de un 114%). Como se puede apreciar en el Gráfico Nº 3, gracias

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Segunda Sección

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a esta expansión de precios de los productos primarios, la región adquirió los ingresos necesarios que le permitieron solventar un notable aumento de sus flujos comerciales.

Gráfico 3. América Latina y el Caribe: tasas de crecimiento de las exportaciones e importaciones de bienes, 2001 – 2005

a. Los países petroleros de América del Sur son Colombia, Ecuador y República Bolivariana de Venezuela y los no petroleros son Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay. b. Se agregan 37 países. Fuente: CEPAL (2006)

Respecto al segundo factor, la asunción de Néstor Kirchner a mediados de 2003 en conjunto con la reafirmación del gobierno de Chávez, tras la victoria en el referéndum revocatorio de 2004, inauguró un nuevo marco de relaciones bilaterales caracterizado por el estrechamiento de la cooperación política11 y la intensificación de los vínculos económicos. Ahora bien, detrás de esta nueva sintonía bilateral existieron una serie de circunstancias vinculadas a objetivos internos que tuvieron una influencia relevante.


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En primer lugar, del lado argentino, las modificaciones establecidas en el modelo de desarrollo implementado en este país permiten superar la situación de crisis pos 2001. En ese sentido las principales medidas implementadas por el gobierno de Néstor Kirchner incluyeron el sostenimiento de un tipo de cambio competitivo alrededor de los 3 pesos por dólar; el incremento constante del PBI industrial; los sectores líderes en la economía fueron la industria sustitutiva, la construcción, el agro y la producción petrolera reemplazando a las empresas privatizadas y las finanzas (Araya y Colombo, 2009). Asimismo, la crisis energética empezaba a tener efectos negativos en diversas actividades productivas e incluso en las relaciones bilaterales con países vecinos, ante el incumplimiento de los compromisos en materia de exportación de gas. Por otra parte, debido a la incertidumbre que generaba una economía aún en bancarrota, existían fuertes restricciones para acceder al mercado financiero internacional. De este modo, la apertura de canales alternativos de financiación era un lujo que no se podía rechazar. Del lado venezolano, debido al aumento fenomenal de los precios del crudo la disponibilidad de divisas se multiplicó exponencialmente. Esta verdadera bonanza petrolera favoreció la expansión del gasto público y posibilitó la puesta en marcha de programas de cooperación financiera con países de la región, como Argentina, que se vio beneficiada por compras millonarias de bonos del Estado.12 Por otra parte, las insuficiencias estructurales del sector agroalimentario nacional (Venezuela importa alrededor del 80% de sus alimentos), sumadas a las necesidades de infraestructura de la industria petrolera y a la puesta en marcha de ambiciosos proyectos de construcción (todos sectores donde nuestro país posee altos niveles de competitividad) hicieron posible una “simbiosis” bilateral sin precedentes. La intensidad de estas fuerzas económicas puso rápidamente a tono las reglamentaciones y el marco legal necesarios para su mantenimiento y expansión. Durante el periodo de gobierno Kirchner-Chávez, gracias al desarrollo de un nuevo marco de cooperación política, se tendieron en pocos años las bases para la profundización de los vínculos económicos entre ambas naciones. En este sentido, uno de los instrumentos internacionales que tuvo un impacto decisivo en las relaciones comerciales bilaterales comenzó a tomar forma en diciembre de 2003, durante la XXV Reunión del Consejo del Mercado Común en Montevideo. A partir de este encuentro, celebrado en el marco de los compromisos CAN-Mercosur, Argentina y Venezuela, junto con las economías andinas de Ecuador y Colombia, suscribieron un Tratado de Libre Comercio (TLC) que supuso un salto de gran relevancia en el proceso de integración económica regional.13 Dicho instrumento, protocolizado en ALADI en octubre de 2004 como Acuerdo de Complementación Económica Nº 59 (ACE 59), entró en vigencia en enero de 2005 y estableció un cronograma de liberalización del comercio bilateral a 15 años que incluye la reducción de más de 1.200 partidas arancelarias que explican aproximadamente el 73% de las colocaciones argentinas en Venezuela. Dentro de este marco, las exportaciones vinculadas a la producción de manufacturas de origen agropecuario (MOA) constituyen el rubro más beneficiado por

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los acuerdos, ya que, de acuerdo al análisis del CEI (Gaspar, 2006), las partidas incluidas dentro de la desgravación arancelaria explican casi la totalidad del valor de las exportaciones corrientes. Por su parte, aunque la baja de los aranceles a las manufacturas de origen industrial (MOI) incluye a una serie de partidas que explican el 35% de las ventas argentinas, la abierta preponderancia de este tipo de comercio da lugar a futuros acuerdos que derivarán en nuevas oportunidades para las manufacturas argentinas. Paralelamente, en términos agregados, el proceso de desgravación comienza en 2005 con una reducción inicial del 33% respecto al arancel promedio que grava el ingreso de los productos argentinos. Una vez implementada esta desgravación inicial, el proceso continúa con la puesta en marcha de una secuencia de desgravaciones escalonadas en el que los aranceles promedio disminuyen en alrededor de 7 puntos porcentuales por año hasta 2015, punto en que los aranceles habrán caído más del 95%.14 Un segundo instrumento bilateral que jugó un rol decisivo en el impulso de los vínculos económico-comerciales entre Argentina y Venezuela se originó en abril de 2004, a través de la conclusión del Convenio Integral de Cooperación y Anexos. De acuerdo con el CEI, la celebración de dicho tratado, al brindar facultades para monitorear y establecer nuevos vínculos comerciales y económicos en distintas áreas de interés común15, “incorporó las bases para mejorar el intercambio comercial entre ambas economías” (Pioli, 2006: 64). Ahora bien, en términos generales, la puesta en marcha del convenio bilateral constituyó un esfuerzo conjunto para apuntalar deficiencias estructurales de ambas economías nacionales y apoyar los programas de desarrollo económico y social implementados por ambos gobiernos.16 De esta manera, entre las motivaciones generales para la construcción del acuerdo confluyeron, del lado argentino, la necesidad de obtener aprovisionamientos de hidrocarburos adicionales en aras de saltear los problemas inherentes a la crisis energética interna. Del lado venezolano, influyó la necesidad de asegurarse el acceso estable a una fuente importante de alimentos y tecnología agrícola capaz de complementar las deficiencias tradicionales del sector agroalimentario nacional y sostener el programa gubernamental de provisión de alimentos a precios subsidiados orientado a la satisfacción de las necesidades básicas de la población nacional de bajos recursos (MERCAL).17 El leitmotiv del convenio bilateral giraba entonces alrededor del intercambio de hidrocarburos venezolanos por bienes provenientes mayoritariamente del sector agroalimentario argentino. Con respecto a su funcionamiento y mecanismos concretos, es preciso destacar que los intercambios entre productos de ambas economías se canalizan, en líneas generales, de la siguiente manera. El Estado argentino, a través de la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico Sociedad Anónima (CAMMESA) compra gasoil y fuel-oil (producto que sustituye al gas como combustible para las centrales eléctricas), según lo requiera, a la estatal Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima (PDVSA), que a partir de octubre de 2004 dispone de oficinas comerciales en Buenos Aires (Interven), con la finalidad de facilitar los vínculos comerciales.


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Los pagos que realiza CAMMESA por el combustible venezolano son depositados en un fondo de fideicomiso18 establecido especialmente en la cuenta del Banco Ubs Stamford de Nueva York y administrado por el banco estatal venezolano Banco de Desarrollo Social de Venezuela (BANDES), según instrucciones del Ministerio de Energía y Minas y PDVSA. Ahora bien, en el marco del convenio bilateral, la República Bolivariana se compromete a utilizar dichos fondos para la adquisición de productos provenientes de nuestro país a través de las necesidades de los distintos Ministerios o entes venezolanos inscriptos (la estatal Corporación de Abastecimiento y Servicios Agrícolas -CASA-, el Ministerio de Agricultura y Tierras, la Corporación Venezolana de la Guayana y la empresa PDVSA), de acuerdo a las previsiones de compras anuales que estos organismos establezcan y a la oferta exportable argentina, realizándose las compras bajo el criterio de reciprocidad y equilibrio del intercambio comercial.19 Dentro del abanico de oportunidades de intercambio que ofrecen ambas economías, el convenio especifica, a través de sus anexos y addendums posteriores (trece hasta enero de 2009), un listado de bienes y servicios particulares que entran bajo su mandato. En términos generales, las áreas de interés incluidas en el marco del acuerdo se vinculan con productos agroalimentarios, equipos e insumos para la industria petrolera, equipamiento médico y productos farmacéuticos, aeronáutica, construcción e infraestructura, energía, deportes y salud. Gracias a este marco, un número cada vez mayor de productos exportables argentinos reciben un trato preferencial en el acceso al mercado venezolano. Por otra parte, además de objetivos comerciales inmediatos, el Convenio Integral argentino-venezolano prevé entendimientos en materia de cooperación científico-tecnológica. En este sentido, establece vinculaciones de organismos de investigación o desarrollo tecnológico de ambos países (el Instituto de Investigación Aplicadas -INVAP- y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria -INTA- por la Argentina; y el Instituto de Tecnología Venezolana para el Petróleo -INTEVEP- y el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas -IVIC- por Venezuela) para promover el intercambio de profesionales, técnicos y productores para compartir experiencias y fomentar la cooperación y el desarrollo. De esta manera, la puesta en marcha de este acuerdo bilateral supone una respuesta coordinada en busca de una mayor integración económica, cuyos pilares se encuentran no sólo en la intensificación de los intercambios comerciales sino que se pone el acento también en la generación de conocimiento y el desarrollo técnico orientado a la producción. La primera oportunidad para someter a prueba el convenio se dio tres meses después de la conclusión del acuerdo, a través de la organización de la Macrorueda de negocios entre Argentina y Venezuela, llevada a cabo en la Isla Margarita en julio de 2004. De acuerdo con Luis Bilbao, “el encuentro inter-empresario fue exitoso más allá de lo esperado”20 (Bilbao, 2004: 8). El ministro de Producción y Comercio de Venezuela, Willmar Castro Soteldo, informó que participaron 145 empresas argentinas y 355 venezolanas y se concretaron 157 negocios por un monto de 80,4 millones de dólares. Por su parte,

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el presidente del Bancoex de Venezuela, Víctor Álvarez, anunció la firma de una línea de crédito entre la entidad que dirige y el Banco de Integración y Comercio Exterior (BICE) y el Credicoop de Argentina, dirigida fundamentalmente a las microempresas, pequeñas empresas y cooperativas, e informó acerca de un memorando de entendimiento entre PDV Marina Venezuela y la Unión Transitoria de Empresas (UTE); otro entre la Compañía Diques y Astilleros Nacionales (Dianca) y los Astilleros Río Santiago de Argentina, además de una carta de intención entre los gobiernos del estado Nueva Esparta y los astilleros de Río Santiago, con el objetivo de construir un ferry para Isla Margarita. Álvarez anunció asimismo la creación del Fondo Latinoamericano de Garantías Recíprocas para avalar a pymes cuando soliciten créditos y la introducción en Venezuela de tarjetas de crédito y débito especialmente diseñadas para las cooperativas (Bilbao, 2004: 8). Los resultados materiales de esta intensificación de los lazos bilaterales no se hicieron esperar. Como puede apreciarse en el Gráfico Nº 4, durante el primer año de implementación del Convenio, el valor de las exportaciones argentinas verificó, por mucho, el punto más alto de la serie histórica, creciendo en un 300% respecto al 2002, y manteniendo un ritmo sostenido de incremento exponencial (Gaspar, 2005: 10).

Gráfico 4. Intercambio comercial de Argentina con Venezuela, 20002008

Fuente: Elaboración propia en base a datos de CEI (2009)

En este sentido, el peso de los acuerdos económicos alcanzados por ambas administraciones fue determinante. Así lo remarcaba el CEI en un estudio del panorama comercial bilateral de 2005: “A propósito de estos acuerdos se identifican varios productos donde nuestro país incrementó fuertemente sus exportaciones a Venezuela, por ejemplo, el caso de la leche. Asimismo, hubo otros donde la participación argentina en las importaciones venezolanas era nula en 2003 y experimentaron un gran salto hacia 2005. En muchos casos, estos productos no muestran complementariedad comercial entre la Argentina y Venezuela y el Convenio, conjuntamente con el estrechamiento del vínculo bilateral, ha jugado un papel fundamental en el incremento de las exportaciones” (Pioli, 2006: 65).


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De este modo, durante los últimos ocho años el volumen de comercio bilateral se ha incrementado exponencialmente en relación con los primeros años del nuevo milenio. Ahora bien, el dato que llama la atención es la reducida participación de las importaciones venezolanas en el comercio total (menos del 2% de los flujos bilaterales). Si bien la causa de este fenómeno no resulta del todo clara21, la razón más convincente se desprende de dos elementos que pueden prestarse a confusión. En primer lugar, de acuerdo al testimonio de la Gerencia General de Divulgación Estadística de Venezuela, las fuentes primarias encargadas de elaborar las estadísticas comerciales de dicho país –el Instituto Nacional de Estadística (INE) y el Banco de Exportaciones de Venezuela (BANCOEX)–22, en el cálculo global de los intercambios de Venezuela no tienen en cuenta las exportaciones de petróleo del sector público (es decir las de PDVSA), sino que contabilizan únicamente aquellas vinculadas a los sectores no tradicionales (todos los productos que difieren del hierro y el petróleo). La contabilización de la comercialización externa del crudo y sus derivados queda en manos de la propia PDVSA y del Ministerio para la Energía y el Petróleo, cuyos datos no se encuentran disponibles para consulta pública. Los principales productos de exportación de Venezuela, tanto para la Argentina como para el resto del mundo, tienen que ver precisamente con el rubro energético, que, como subrayáramos en el primer apartado, se encuentra casi totalmente bajo propiedad del Estado. De esta forma, a raíz de estas excepciones fundamentales se genera una falta de información sobre un conjunto de bienes clave para la vinculación económica bilateral23 que plantea ciertas dudas respecto a los flujos comerciales reales entre Argentina y Venezuela.24 Un segundo elemento de controversia tiene que ver con los mecanismos financieros establecidos bajo el amparo del Convenio Integral. Debido a que el sistema de pagos de las transacciones generadas en el marco del Convenio se hace efectivo a través de un fondo fiduciario y no a través de los canales estándares, es posible que escapen a los procesos de regulación y contabilización tradicionales. Si tenemos en cuenta estas dos aclaraciones es dable entender porqué Venezuela en 2007, siendo ya miembro de una alianza estratégica con Argentina25, posee menos relevancia que la pequeña Isla de Bahamas como proveedor de importaciones al mercado nacional.26 Más allá de estas controversias, lo cierto es que el volumen de los intercambios se incrementó en forma significativa, y dentro de esta dinámica las exportaciones argentinas tuvieron una altísima performance. De acuerdo con datos de ALADI, volcadas en el Cuadro Nº 2, entre 2003 y 2008 Argentina multiplicó por 10 el volumen total de las ventas colocadas en el mercado venezolano, pasando de 138 millones de dólares en 2003 a 1.422 millones en 2008, lo que le permitió ubicarse entre los principales países de destino de las ventas nacionales.

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Cuadro 2. Exportaciones argentinas a Venezuela y al mundo (en millones de US$) Exportaciones de Argentina A Venezuela Al mundo Participación (%)

2002

2003

2004

2005

2006

2007

2008

148

138

426

513

790

1.176

1.397

25.709

29.566

34.550

40.387

46.456

55.779

70.043

0,58

0,47

1,23

1,27

1,70

2,11

1,99

Fuente: Elaboración propia en base a datos de CEI (2009)

De esta manera, la República Bolivariana se convirtió en el cuarto mercado más importante de las exportaciones argentinas hacia destinos latinoamericanos, después de Brasil27, Chile y Uruguay. En contraste, y teniendo en cuenta las salvedades anteriormente comentadas, el país caribeño es origen de sólo el 0,1% de las compras argentinas del 2008, ubicándose entre los últimos puestos (Ver Cuadro Nº 3).

Cuadro 3. Argentina: exportaciones e importaciones según destinos (2008)

Fuente: Elaboración propia en base a datos de CEI (2009)

Adicionalmente, de acuerdo con INTAL una manera de apreciar la importancia relativa de un socio comercial consiste en comparar la participación que tiene para un país con la que tiene en el comercio mundial. De esta manera, las frases “compra mucho” o “compra poco” se colocan en contexto (Girado et al., 2006: 96). Un indicador que permite medir esta interrelación relativa es el Índice de Intensidad del Comercio (IIC) utilizado por Anderson y Norheim (1994). Dicho indicador, según el CEI, se define como la proporción del comercio de un país con un socio en relación a la proporción que representa el país socio en el comercio mundial (CEI, 2007). En consecuencia el IIC permite distinguir la parte del co-


mercio explicada por el patrón de especialización de las economías, por un lado, y aquella originada en un “sesgo geográfico” residual, por el otro. De esta manera, ofrece una visión alternativa sobre la naturaleza e importancia de los cambios en los flujos bilaterales de comercio. El análisis de los cambios en el índice puede mostrar si con el tiempo dos países están experimentando una tendencia creciente o decreciente a comerciar entre sí. En el Gráfico Nº 5 se proyectan los resultados del IIC para el comercio entre Argentina y Venezuela durante el periodo 2000-2008. Dentro de las posibilidades que ofrece el cálculo, un índice mayor a 1 significa que los países bajo análisis tienen un comercio bilateral mayor al que se esperaría en función de la participación del socio comercial en el comercio mundial (existencia de sesgo geográfico positivo). A la luz de los valores obtenidos, éste parece ser el caso para los intercambios bilaterales argentino-venezolanos. En consecuencia, es posible afirmar que ambas economías están experimentando una tendencia creciente a comerciar entre sí.

Gráfico 5. Índice de Intensidad del Comercio (IIC), Argentina – Venezuela

Por último, otro rasgo sobresaliente en la estructura de los intercambios bilaterales tiene que ver con el desarrollo de un marcado desequilibrio comercial entre ambas naciones, con resultados favorables a nuestro país. Como se desprende del análisis del Gráfico Nº 6, durante los últimos nueve años Argentina ha experimentado un progresivo crecimiento de su saldo comercial con Venezuela, alcanzando un pico de 1.372 millones de dólares en 2008. De esta manera, a pesar de que las cifras referidas a las importaciones de origen venezolanas (que podrían tener un impacto en la balanza comercial bilateral) se encuentran sujetas a revisión, el crecimiento exponencial de las exportaciones argentinas con destino a Venezuela, gracias a las desgravaciones arancelarias sobre productos en las cuales nuestro país tiene una tradicional competitividad internacional, constituye un factor relevante para el análisis del superávit comercial nacional con la República Bolivariana.

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Fuente: Elaboración propia en base a datos de CEI (2008, 2009); ALADI (2009) y OMC (2004, 2005, 2006, 2007, 2008)

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Gráfico 6. Balanza comercial de Argentina con Venezuela, 1999-2008 (en millones de US$)

Fuente: Elaboración propia en base a datos de CEI y CCAV (Cámara de Comercio Argentino-Venezolana)

b. Composición del comercio Argentina - Venezuela b.1 Exportaciones De acuerdo con datos elaborados por el INDEC, durante el año 2007 las exportaciones argentinas a Venezuela alcanzaron los 1.176 millones de dólares. De esa suma, las manufacturas de origen industrial (MOI) se erigieron como el rubro más dinámico de la relación bilateral, obteniendo un crecimiento del 763% entre 20032006 (CEP, 2007b: 70) y una participación dominante del 71% del total de las colocaciones argentinas. En segundo lugar de importancia se ubicaron las manufacturas de origen agropecuario (MOA), con el 24,5%; seguidas por los productos primarios (3,9%); y los bienes pertenecientes al rubro de combustibles y energía (0,06%) (Ver Gráfico Nº 7). Dentro de las MOI, las industrias básicas de hierro y acero, el sector automotriz y la industria química, tuvieron una participación destacada. Las ventas de automóviles, durante el 2007, lograron colocarse al tope de la lista de los principales productos de exportación, concentrando el 11% del total. Los tractores, camiones y demás vehículos de transporte de mercancías también exhibieron números relevantes, logrando posicionarse en el tercer y quinto lugar, respectivamente, dentro de los productos exportados de mayor participación. Respecto a las industrias básicas, los principales rubros de venta se vinculan con las necesidades venezolanas de infraestructura para la industria de hidrocarburos y la siderurgia. Es así que, dentro de los principales productos de exportación de este sector, la provisión de tubos de acero para la construcción de oleoductos y gasoductos y los recipientes para gas comprimido o fundición, tuvieron un papel preponderante.


Gráfico 7. Exportaciones argentinas a Venezuela por grandes rubros

Fuente: Elaboración propia en base a datos del INDEC

En lo referido a las industrias químicas, dentro del sector orgánico se destacaron las ventas de Etileno (0,3% de las exportaciones totales), mientras que en el rubro inorgánico, el monóxido de plomo obtuvo una participación de alrededor del 0,4%, igualando las ventas totales de productos tradicionales como el trigo.

Descripción

%Total

%Acum.

1

Automóviles

11.10

11.10

2

Aceite de soja

5.94

17.03

3

Tractores

5.91

22.94

4

Leche entera

4.57

27.52

5

Vehículos de transporte

4.25

31.77

6

Carne bovina

4.25

36.02

7

Tubos de acero sin revestir

3.91

39.93

8

Autopartes

3.45

43.38

9

Leche modificada

2.41

45.79

Tubos de acero aleados

2.27

48.06

10

Fuente: Elaboración propia en base a datos de ALADI

Otro rubro que ha experimentado un progresivo crecimiento en las exportaciones argentinas hacia el mercado venezolano se vincula con la industria farmacéutica. De acuerdo con datos de ALADI, entre 1999 y 2007, dicho sector ha multiplicado por tres su participación en las exportaciones totales de Argentina

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Cuadro 4. Argentina: principales productos de exportación a Venezuela (2007)

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hacia Venezuela, posicionando varios ítems dentro de los 30 principales productos de intercambio comercial. En el caso de las MOA, los bienes de mayor participación se refieren sobre todo a los rubros vinculados a la industria agroalimentaria. La producción venezolana de este tipo de productos presenta una serie de deficiencias estructurales que lo han llevado a convertirse en un importador neto de alimentos. De esta manera, como puede apreciarse en el Cuadro Nº 4, el aceite de soja junto con la carne bovina congelada y los productos lácteos ocupan un lugar relevante entre los diez primeros productos de exportación. A ellos se suman, aunque más rezagados, productos como la harina de malta, vino de uvas, residuos de la extracción de aceite de soja, etc. Por último, en relación a las exportaciones de productos primarios, los productos de mayor importancia corresponden a las ventas de hortalizas (ocupando el lugar décimo tercero entre los principales productos de exportación), y cereales como el trigo y el maíz. Respecto a los bienes pertenecientes a la categoría “combustibles y energía”, dos productos concentran alrededor del 80% del total del rubro: parafina y desechos de aceite. b.2 Cambios en la composición de la estructura comercial bilateral Un elemento de especial relevancia en la relación económica entre ambos países lo constituye la progresiva evolución de las exportaciones argentinas desde un perfil esencialmente primario-exportador hacia otro compuesto mayoritariamente por productos elaborados de origen industrial.

Gráfico 8. Composición de las exportaciones de Argentina a Venezuela (1999)

Fuente: Elaboración propia en base a datos de ALADI

Como puede apreciarse en el Gráfico N° 8, en 1999 el rubro de mayor participación en las exportaciones argentinas hacia Venezuela fue Grasas y aceites (45%), seguido por Hortalizas y legumbres sin elaborar (8%); Cereales (7%); Metales


comunes y sus manufacturas (6%); Leche y productos lácteos (3%); Productos químicos (2%) y Semillas y frutos (2%). Esto significa que, con excepción de los Productos químicos y las Manufacturas de fundición, todos los productos de mayor participación en las ventas son de un nivel de valor agregado relativamente bajo. En el Gráfico Nº 9, correspondiente a las ventas argentinas a Venezuela durante el año 2007, la composición de las exportaciones sufre importantes transformaciones en su estructura. De acuerdo con datos de ALADI, la mayor participación en los envíos al mercado bolivariano corresponde, en este caso, a los rubros de Automóviles y material de transporte (31%), seguidos por Manufacturas de fundición de hierro o acero (8%), Carnes y despojos (7%), Grasas y aceites (6%), Leche y productos lácteos (5%), Maquinas y material eléctrico (5%) y Productos farmacéuticos (3%). Vale decir que, salvo Carnes, Productos lácteos y Grasas y aceites, el resto de los rubros con mayor participación en las exportaciones a Venezuela se caracterizan por ser de mediano o alto valor agregado (sumando en conjunto alrededor del 50% del total).

Fuente: Elaboración propia en base a datos de ALADI

b.3 Importaciones Como se adelantó previamente, de acuerdo al análisis de los datos oficiales las compras argentinas de origen venezolano tienen una escasa relevancia en la cuenta global de nuestro país, ubicándose en el lugar 65 entre los principales proveedores de la economía nacional. No obstante, de acuerdo con datos de ALADI, durante el año 2007 el valor de las importaciones provenientes de Venezuela alcanzó un total de 25 millones de dólares. Si ordenamos este valor global en categorías conforme a los usos econó-

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Gráfico 9. Composición de las exportaciones de Argentina a Venezuela (2007)

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micos de las mercancías importadas, se obtiene el panorama de los intercambios bilaterales que a continuación se detalla. Del análisis del Gráfico Nº 10, es posible concluir que, en lo referente a las compras argentinas provenientes de Venezuela, los bienes intermedios concentran más de la mitad de lo importado y, en conjunción con las piezas y accesorios para bienes de capital, suman alrededor del 90% del total de las mercancías adquiridas por nuestro país. De esta forma, la participación de productos elaborados vuelve a ser protagonista en los intercambios bilaterales, esta vez bajo la forma de importaciones de origen venezolano.

Gráfico 10. Importaciones de origen venezolano, por uso económico (2007)

Fuente: Elaboración propia en base a datos del INDEC

Asimismo, en términos desagregados, diez productos provenientes de la República Bolivariana concentran alrededor del 70% del total de las compras efectuadas por Argentina. Dentro de esa suma, como puede apreciarse en el Cuadro Nº 5, se destacan las manufacturas de aluminio (14,7%), los instrumentos de perforación o sondeo (11,7%) y el coque de petróleo (11,2%), producto que se utiliza como combustible en la industria cementera y en cerámica, así como en algunas compañías eléctricas.


Cuadro 5. Argentina: principales productos de importación desde Venezuela 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

Producto

%Total

%Acum

Manufacturas de aluminio

14.71%

14.71%

Instrumentos de perforación o sondeo Coque de petróleo Navajas y máquinas de afeitar Etilenglicol (etanodiol) Dióxido de silicio Carburos de silicio Colorantes Vidrio Partes de máquinas de perforación o sondeo

11.76% 11.29% 7.94% 7.76% 6.99% 3.64% 2.56% 1.27% 1.18%

26.47% 37.77% 45.71% 53.48% 60.46% 64.10% 66.67% 67.94% 69.11%

Fuente: Elaboración propia en base a datos de TRADEMAP

El análisis de la historia reciente de los vínculos económicos bilaterales entre Argentina y Venezuela permite identificar dos etapas claramente diferenciadas. La primera se inició en 1990, en el marco del auge del libre mercado y el regionalismo abierto, y experimentó un declive abrupto a principios del nuevo milenio. La segunda tuvo lugar entre 2003 y 2008, como consecuencia de la estabilización de las crisis internas, el surgimiento de un entorno regional favorable y el establecimiento de un nuevo marco de cooperación bilateral. Durante este periodo, las relaciones económicas argentino-venezolanas experimentaron un salto cualitativo y cuantitativo. En primer lugar, los vínculos financieros entre ambas naciones aumentaron exponencialmente y continuaron ocupando un lugar destacado, al representar valores totales superiores a los intercambios bilaterales de bienes. Sin embargo, a diferencia de la dinámica observada durante la década del noventa, a partir de 2003, los flujos de capitales sufrieron transformaciones relevantes respecto a los actores, destinos y modalidades. Por un lado, el sector privado argentino y las IED disminuyeron notablemente su protagonismo cediendo su lugar casi completamente a las negociaciones entre Estados a través de la compra-venta de bonos y títulos de deuda. Por otro, como consecuencia de la reducción de las colocaciones nacionales y del surgimiento de Venezuela como uno de los principales proveedores de capitales, (gracias a la compra masiva de bonos del Estado argentino), la dirección de los flujos de capitales se revirtió en favor de nuestro país. En segundo lugar, respecto a las relaciones comerciales bilaterales, las tendencias que se abren a principios del nuevo milenio indican el inicio de una nueva etapa histórica, caracterizada de un lado, por la intensificación de los intercambios entre ambas economías y del otro, por el desarrollo progresivo de un patrón de

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Consideraciones finales

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relacionamiento distinto al imperante durante los años noventa, orientado a una mayor participación de bienes elaborados en la composición de los intercambios bilaterales. En relación con el primer punto, gracias al impulso brindado por el Convenio Integral y el ACE 59, durante el periodo 2003-2008, el valor total de los intercambios entre ambas naciones experimentó un incremento record de alrededor del 970%. Dentro de esta notable expansión de los vínculos comerciales, el crecimiento de las exportaciones argentinas hacia el mercado venezolano ha tenido una importancia determinante. En este sentido, si bien el volumen total de los intercambios bilaterales pasó de 146 millones de dólares en 2003 a 1.422 millones en 2008, durante el mismo periodo las colocaciones argentinas en la cuenta comercial global tuvieron una participación promedio del 95%. Ahora bien, a pesar de que estas cifras indican la existencia de un importante desequilibrio en las relaciones comerciales bilaterales, es posible que las importaciones argentinas de combustibles venezolanos en el marco del Convenio Integral no estén debidamente registradas debido a los mecanismos financieros especiales que prevé la puesta en marcha de dicho instrumento. En cuanto a la evolución del patrón de relación comercial es preciso destacar que durante los últimos años se ha iniciado una tendencia a incrementar el valor agregado de las exportaciones argentinas hacia el mercado venezolano. El análisis comparado de la composición de las relaciones comerciales bilaterales entre los años 1999 y 2007, ha dado como resultado que los productos de origen primario y sus manufacturas han bajado su participación, para dar lugar a un mayor volumen de intercambio de productos de origen industrial. Por tanto, gracias a la profundización de los vínculos económico-comerciales y al establecimiento de un marco de regulación normativo capaz de sostener y ampliar los límites de dicha expansión, Venezuela presenta grandes oportunidades para las ventas de productos argentinos, tanto de carácter tradicional como no convencional. Referencias

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respectivamente. La balanza de pagos también tuvo un signo deficitario: en 1994 fue de 303 millones de dólares, en 1995 de 1.120 y en 1998 de 3.418. Las reservas internacionales del Banco Central disminuyeron en un 40%, la tasa de cambio de la moneda nacional sufrió una drástica devaluación pasando de 149 (Bs./US$) en 1994 a 542,20 (Bs./US$) en 1998. El déficit en las finanzas públicas fue en aumento durante esos años, acumulando 1.575 millones de dólares en 1998. Esta situación tuvo un fuerte impacto en la calidad de vida de la población disparando los niveles de desempleo y pobreza de los venezolanos. (Maza Zavala, 2007: 139). 9. En esta instancia es preciso recordar que Venezuela venía de sufrir una enorme revuelta popular en 1989 (el “caracazo”), dos intentos de golpes de Estado en 1992, y la destitución del presidente Carlos Andrés Pérez por corrupción y malversación de fondos en 1993. 10. Cabe recordar la crisis política venezolana de abril de 2002, que incluyó un intento de golpe de Estado y el posterior establecimiento de un “lockout” petrolero con severos efectos sobre la economía nacional. Por otro lado, Argentina se encontraba inmersa en un periodo de transición política y recuperación económica tras el estallido de la crisis de 2001. 11. Según revela el Centro de Estudios Unión para una Nueva Mayoría (CEUNM), en los últimos cuatro años Argentina no sólo ha suscrito con Venezuela más tratados que con el resto de los países de la región, sino que del total de los acuerdos alcanzados desde principios del siglo XX hasta el presente, casi el 40% corresponden al periodo de gobierno Kirchner-Chávez, constituyendo todo un record en la diplomacia bilateral. Más información en sitio web de CEUNM: <http://www.nuevamayoria.com/index.php?option=com_content&task=view&id=172&Itemid=30>. 12. De acuerdo con declaraciones del ministro de Finanzas venezolano, Nelson Merentes, hacia marzo de 2006 la compra de bonos de la deuda argentina por parte de la República Bolivariana sumaba 2.500 millones de dólares. Ver Radio Nacional de Venezuela, <http://www.rnv.gov.ve/noticias/index. php?act=ST&f=4&t=30416>. 13. Disponible online en: < http://www.sice.oas.org/Trade/mrcsrac/eca_s.asp>. 14. Para un estudio detallado del impacto de la liberalización comercial CAN-Mercosur consultar Revista del CEI, Nº 3 (julio de 2005), pp. 5-23. 15. El Acuerdo incluye además de objetivos comerciales inmediatos, entendimientos en materia de cooperación científico-tecnológica. En este sentido, dicho Convenio establece vinculaciones de organismos de investigación o desarrollo tecnológico de ambos países (INVAP e INTA por la Argentina e INTEVEP e IVIC por Venezuela) para promover el intercambio de profesionales, técnicos, productores para compartir experiencias y fomentar la cooperación y el desarrollo. 16. En este sentido, de acuerdo con el Art. 3 del Convenio, “las Partes recíprocamente prestarán sus servicios y suministrarán las tecnologías y productos que estén a su alcance para apoyar el amplio programa de desarrollo económico y social de ambas Repúblicas. Estos serán definidos cada año según el acuerdo de ambas Partes, en el marco de la Comisión Mixta, precisando las especificaciones, regulaciones y modalidades en que serán entregados”. Disponible en línea en http://www.conapri.org/ download/convenio_venarg.pdf . 17. Para más información acerca del programa MERCAL, visitar portal web oficial: http://www. mercal.gob.ve/web/index.php?option=com_content&task=view&id=6&Itemid=. 18. Según la web del BANDES, encargado de la administración del fideicomiso, “un fideicomiso es una relación jurídica a través de la cual una persona llamada fideicomitente transfiere uno o más bienes a otra persona llamada fiduciario, quien se obliga a utilizarlo en favor de aquél o de un tercero llamado beneficiario”. Más información en sitio web oficial del BANDES: <http://www.bandes.gob. ve/fid/#a>. 19. Para que un exportador argentino pueda formalizar una venta en el marco de este fideicomiso, se deberá poner en contacto con algún organismo público venezolano (esté o no nombrado en el Convenio de Cooperación) que se encuentre interesado en la adquisición del producto o servicio ofrecido. Dicha oferta podrá realizarse o bien a través del contacto directo con los entes ejecutores venezolanos, o por intermedio de la representación argentina en Caracas. Las empresas proveedoras argentinas que logren acordar un contacto de suministro con alguno de los denominados entes ejecutores, para poder suscribir dicho contrato, deben esperar la aprobación

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de los términos y condiciones del contrato de suministros por parte de PDVSA, la cual junto con la Presidencia de la República, selecciona los contratos bajo los parámetros de interés social nacional. Dichos términos y condiciones serán los que negocien entre las partes en cada operación. Pasado ese filtro, PDVSA instruye al Bandes para el pago respectivo. 20. El ministro de Planificación, Julio De Vido, resumió para Le Monde Diplomatique, sus conclusiones de las jornadas en Margarita: “El balance es doblemente trascendente. Primero, porque hubo una gran participación de pymes. Los negocios por 80,4 millones de dólares refieren sobre todo a carnes, vinos, frutas, jugos, textiles, calzado, etc. Son en su mayoría empresas de menor escala, para las cuales una transacción de 200.000 dólares es importantísima. Y por otro lado vemos que el producto de la venta de fuel oil a Argentina, que exigió un egreso de 240 millones de dólares, fue en definitiva utilizado para comprar productos argentinos. El fisco erogó –y el sector industrial, por aumento de precios– pero ese dinero tuvo un retorno a Argentina en trabajo, producción y desarrollo industrial. Esos son los dos principales éxitos de lo ocurrido en Margarita” (Bilbao, 2004: 9). 21. De hecho, la Cámara de Diputados de la Nación, a través de un proyecto de resolución con fecha 8 de julio de 2007, solicitó al Ejecutivo la elaboración de un informe sobre el monto de las importaciones de fuel-oil y gas-oil que se han concretado desde la vigencia del Convenio Integral de Cooperación. Ver detalles en: <http://www1.hcdn.gov.ar/proyxml/expediente.asp?fundamentos=si&numexp=3834D-2007> (sitio web de la Cámara de Diputados de la Nación). 22. Es importante destacar que Bancoex, solo maneja estadísticas de intenciones de exportación, lo que no garantiza que realmente se haya realizado esta transacción comercial. 23. Recordemos que el Convenio Integral tiene como base principal de los intercambios bilaterales la importación de hidrocarburos venezolanos. Si éstos realmente fueran tan marginales como indican las estadísticas generales, el fondo fiduciario tendría proporciones minúsculas y no se podría explicar el incremento en la intensidad exportadora de los bienes argentinos. 24. De acuerdo al subsecretario de Combustibles, Christian Folgar, en 2004 el Estado tenía previsto importar combustible venezolano por una suma de alrededor de 200 millones de dólares. Sin embargo, de acuerdo con ALADI, ese mismo año solo se importaron 34 millones d la misma moneda. Para mayor información ver: <http://www.clarin.com/diario/2004/04/08/p-01601.htm> (sitio web del diario nacional Clarín). 25. Acuerdo suscrito el 4 de julio de 2006. 26. Bahamas habría exportado a nuestro país 10 millones de dólares más que Venezuela de acuerdo con datos de ALADI de 2007. Detalles disponibles online en: <http://nt5000.aladi.org/siicomercioEsp/wclSII.ASP?WCI=htmResultadoComercioTotales&WCE=h pkPlanillaExcel&WCU> (sitio web de ALADI). 27. En términos relativos, el mercado venezolano representa alrededor del 11% del comercio bilateral total entre Argentina y su principal socio comercial, Brasil.

Bibliografía

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Enviado: 13/04/2009. Aceptado: 19/04/2010


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comunicaciones

El nuevo Prometeo. Algunas reflexiones en torno al liderazgo carismático en el contexto de las democracias modernas Gastón Souroujon Politicidad, acción política y marco histórico interpretativo: dimensiones políticas en las prácticas de los mensajeros en moto del Ámbito Metropolitano de Buenos Aires (AMBA) María Graciela Rodríguez Identidades puestas en juego en los procesos de recuperación de empresas: un estudio de caso Melina Perbellini



El nuevo Prometeo. Algunas reflexiones en torno al liderazgo carismático en el contexto de las democracias modernas Gastón Souroujon

resumen

summary

El presente trabajo intenta rastrear en el pensamiento de los intelectuales más destacados de fines del siglo XIX y principios del XX la concepción de democracia, y particularmente cómo entendían la relación entre líder-masa que con la expansión del sufragio universal se gestaba. En este orden nos detenemos especialmente en la figura del líder carismático, figura ausente en la tradición liberal y su concepción de sujetos autónomos, que se erige sobre las bases del ideal de la autenticidad del romanticismo. A partir de esto analizamos la nueva temporalidad dentro de la teoría política que presentan las democracias con liderazgos carismáticos, la relación de éstos con la burocracia, y el fino límite que separa a estas democracias de experiencias autoritarias. De este modo retomamos a Weber para subrayar el difícil pero siempre necesario equilibrio entre racionalidad y carisma que debe regir toda democracia moderna.

The present work try to trace in the thought of the intellectuals more important of the end of the XIX century and the beginning of the XX, the democracy’s conception, and particularly how they understood the relation between the leader and mass, that just begging with the expansion of the suffrage. We put our eyes specially in the charismatic leader, figure absent in the liberal tradition and his conception of autonomous subject, that raise from the authenticity’s ideal of the romanticism. With these tools we analyze the new conception of time inside the political theory that present the democracy with charismatic leader, the relation between this leader and the bureaucracy, and narrow limits that separate this democracy the authority’s experience. We return to Weber to underline the hard but always necessary balance between charisma and rationality that have to lead the modern democracy.

palabras clave

carisma / Weber / democracia / elitistas / burocracia

keywords

charisma / Weber / democracy / elitist / bureaucracy

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Gastón Souroujon es docente en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario y Becario CONICET. E-mail: gsouroujon@hotmail.com

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En la historia del pensamiento occidental ha habido periodos en los que todo el universo de significaciones pareciera desmoronarse, en los que el andamiaje conceptual y los supuestos que hasta entonces permitían comprender la realidad se erosionan. Momentos en los que, como afirmaría Marx, todo lo sólido se desvanece en el aire, y el paradigma hasta entonces vigente ni siquiera puede contemplar todas las nuevas preguntas que se debiesen formular. Como sugiere Marshal Berman, los pensadores que habitan estos ciclos padecen la angustia de residir en dos mundos distintos, y de alguna manera sus esfuerzos por interpretar el nuevo ordenamiento social está atravesado por la nostalgia por el edén perdido (Berman, 1989). La época que se abre a fines del siglo XIX hasta la entreguerra, fue uno de esos umbrales históricos que obligó a los intelectuales a adaptar sus herramientas a la nueva matriz social y política que se estaba gestando, en un contexto en el que sus certezas desaparecían, ante una “…sensación de una destrucción inminente de viejas costumbres e instituciones sociales que ya no se adecuaban a la realidad social” (Hughes, 1972: 11). La aparición de las masas en el espacio público, no sólo trastocó el equilibrio liberal entre espacio público y privado, sino que también introdujo aquellos viejos ídolos que el iluminismo había relegado al ostracismo, comenzando a develar el otro rostro de la modernidad. Con la introducción del sufragio universal la democracia es rescatada como una forma de gobierno deseable, luego que por siglos la tradición del discurso político la haya relegado por ser un régimen defectuoso, perverso, o a lo sumo imposible.1 Atenas sigue siendo el imaginario al que se recurre para pensar la democracia, por eso se la concibe como una forma de autogobierno en donde se fusiona nuevamente ejercicio y titularidad del poder. Sin embargo los sueños de una comunidad autogobernada que en el seno del Ágora forja su futuro, choca contra la realidad del número. El retorno de la democracia como forma de gobierno en un contexto de sociedad de masa transforma las instituciones y valores, y desnuda los elementos no racionales del comportamiento humano y su importancia para la vida social; quedando encerrada en una serie de aporías que invalidan su potencial emancipador, convirtiéndose en una creencia más, en un mito como sugerirá Michels (1983), cuya función es legitimar las relaciones de poder. Frente a este cambio paradigmático los intelectuales más lucidos de la época, desde diferentes disciplinas, vislumbran los contornos de un nuevo sujeto, de la nueva figura que signará el siglo XX, el líder carismático, el demagogo. Ante la impersonalidad que impone la burocracia y la irracionalidad de las masas, estos nuevos mesías llaman la atención no sólo de Weber, sino también de Le Bon, Freud y Michels, entre otros, quienes depositan en él su confianza para resguardar los espacios de libertad, cohesionar a las muchedumbres y restituir el tiempo político. Como si ante la desaparición del sujeto autónomo liberal que con su razón guiase el camino de la sociedad, la única esperanza que subsiste es un superhombre, ya no caracterizado por su autonomía sino por su autenticidad, y cuya voluntad de poder y magnetismo remplazará la argumentación racional. No obstante que estos autores entrevieron las vetas siniestras que un individuo de tales


características podía portar (vetas que se desarrollarán en todo su esplendor lustros después) quisieron encontrar en él el núcleo distintivo que desenrollaría todas las paradojas democráticas. Para bien y para mal sus análisis no estuvieron equivocados; como hemos insinuado el siglo XX, el siglo de la democracia, bien puede ser leído a través de sus grandes guías políticos, un siglo que no sin un dejo de ironía al fin responderá al milenario pedido del pueblo judío plagando de mesías las naciones. En este artículo procuraremos pensar la relación que se establece entre democracia moderna y carisma a través de la lupa de los autores de la época. Teniendo en cuenta que el fenómeno del carisma, según lo entienden sus teóricos más notables, trasciende las fronteras de los regímenes políticos y las etapas históricas, nos preguntamos qué características específicas se generan a partir de la articulación de este tipo de liderazgo con la democracia moderna, y que consecuencias podemos extraer con el fin de problematizar nuestros propios regímenes. Consideramos que la aparición de estas figuras son ineludibles en el escenario que se inaugura a inicios del siglo XX, pues allende las puertas autoritarias que el carisma abre, también en éste se encuentra la llave para superar algunas tensiones propias de estos procesos. “… ya no saben lo que es la cultura en su más elevado sentido, ni el esfuerzo personal, ni la responsabilidad individual. Por el contrario encuentran su satisfacción en los colectivos, en el grupo” (Thomas Mann, “Advertencia a Europa”). Observamos que el concepto de carisma de Weber puede ser entendido como una profundización del concepto de prestigio que ya Le Bon y Freud habían pensado. Ambas ideas coinciden en que es una condición extraordinaria accesible a pocos, que requiere de los otros para su reconocimiento (imposible pensar el prestigio en soledad) y que penetra en el corazón de los dominados produciendo en ellos un cambio radical. Pero a pesar de que Le Bon también la ve como una fuerza irracional y acude a ejemplos de la religión para visualizarla claramente, es Weber quien al tomar como modelo la figura del profeta explota todas las potencialidades del concepto. En tanto el arquetipo seguido por Freud para calificar al líder es la del padre, que permite a las masas regresar a la niñez, constituyéndose éste como el manto externo de represión y el artífice del lazo que liga a sus hijos por medio del amor y del temor: “Para Freud el líder es pues la encarnación de la experiencia infantil del temido padre primario, a quien cree sobrehumano, rebosante de energía sexual y dotado de poder absoluto… superyó externo de los miembros de la multitud, liberando a los seguidores de la espantosa responsabilidad de autorregulación al brindarle una voz autoritaria y severa que deben obedecer” (Lindholm, 1997: 82); Weber recurre a la imagen del profeta y deposita en él la solución a las pérdidas que la democracia de masa trae aparejada, pérdidas que se pueden ilustrar, tal como lo sugiere Habermas (1989), con dos de sus metáforas, la jaula de hierro o pérdida de la libertad y el cofre vacío o pérdida de sentido.

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1. Sujeto liberal y masas democráticas

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A modo de resumen de las consideraciones que Weber realiza en su Sociología de la religión, el profeta es aquel que anuncia una doctrina religiosa o mandato divino, intentando articular una concepción unitaria del universo. Es una fuerza disruptiva con el pasado que entroniza un nuevo sistema de creencias, por eso en muchos casos se transforma en legislador, ya que a pesar de poseer un anclaje irracional, permite racionalizar el comportamiento. Contrariamente al sacerdote, usurpa el poder, reivindicando su autoridad no por la tradición, sino por el carisma que es entendido como una gracia de Dios; aparece en momentos de crisis en territorios en peligro, con una predicación emocional que lo separa del filósofo y lo acerca al demagogo. En caso de que su profecía tenga éxito en la consecución de adeptos, con el tiempo tiende a rutinizarse permitiendo el establecimiento de una congregación permanente que trasciende al profeta y asegura la predicación (Weber, 1997). El problema de este arquetipo religioso, que se traduce en pensar en un tópico constante en la historia, es cómo articular la naturaleza del carisma con la nueva gramática que inaugura la democracia de masa, qué modulación reviste esta figura que irrumpe en toda la historia política en tiempos de sufragio universal. Pocos años después que la muerte de Dios fue anunciada, sus asesinos comienzan a ser amenazados; el sujeto autónomo kantiano, espíritu del ciudadano liberal, que sale de la minoría de edad para moldear sus propias leyes con la sola ayuda de su razón sin la necesidad de tutores que lo guíen, comienza a agonizar. Éste, recordemos, se caracterizaba por ser un sujeto responsable de su accionar que había logrado sacarse las ataduras de la superstición y de los mitos2; y que a su vez, sobre todo a partir de Descartes, comenzaría un proceso de desvinculación de su propio yo, acallando sus sentimientos, emociones, etc.3 constituyéndose en un sujeto puramente racional que impregnaría a la vida pública de predecibilidad y llevaría a la sociedad hacia el progreso indefinido predicado por el iluminismo. La tradición liberal construyó todo sus supuestos a partir de este individuo autónomo, quien dejaba sus particularidades disruptivas en el mundo privado para hacer de la esfera política el reino de la razón. De alguna manera las dos barreras, utilizadas por los distintos países europeos, para limitar la participación en el espacio político (instrucción y propiedad) respondían a este postulado; por una parte la confianza en que la educación era el medio que elevaría a todos los individuos al grado de madurez necesario, y por otra que la posesión de una propiedad se conectaba con la propiedad de si mismo (siguiendo una lectura lockeana) permitiendo así la independencia con respecto a terceros. Como nos recuerdan autores como Mouffe (2002) y Walzer (2004), el objetivo final del liberalismo político era erradicar las pasiones de la arena política, para lo cual estos autores coinciden en que esta tradición presentó dos modulaciones, la primera centrada alrededor de una razón normativa y la segunda alrededor del interés. La razón y el interés serían entonces los factores que motivan el accionar de los individuos en la arena política, partiendo de una concepción dicotómica entre razón y pasión, en donde la única posibilidad de constituir un orden político estable y armonioso era relegando la segunda y haciendo reinar la primera.


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La autonomía liberal, en un ámbito de pleno respeto de las libertades civiles, iba a permitir que la verdad aflorara a través de la exposición de argumentos racionales. Como apunta Schmitt: “La discusión significa un intercambio de opiniones; está determinada por el objetivo de convencer al adversario, con argumentos racionales, de lo verdadero y lo correcto, o bien dejarse convencer por lo verdadero y lo correcto” (Schmitt, 1990: 8). Es por eso que la institución paradigmática del liberalismo es el parlamento, recinto donde los sujetos provistos sólo de su palabra constituyen a la discusión en un ritual cuyo único interés es la búsqueda de la verdad y la huida del dogmatismo, de ahí que deba existir siempre la posibilidad latente de convencer. No es simplemente hablar para el coro, sino demostrar una mayor coherencia interna en los argumentos, junto con una mayor correspondencia con la realidad, para que así, siguiendo a Schmitt, una postura pueda participar con éxito en la libre competencia de las opiniones. Si para el liberalismo, dadas ciertas condiciones, todos compartimos la misma posibilidad de hacer uso de la razón, y darnos nuestras propias leyes más allá que difiramos en nuestros intereses privados; para los pensadores que sientan las bases de la psicología estas cualidades pueden hallarse sólo en el individuo aislado, cuya característica privativa es su accionar consciente, conciencia en donde según Le Bon está depositada la capacidad de distinguirnos, de ser únicos. Esta esfera del sujeto, al igual que la concepción liberal, es perfectible por la educación y la cultura, fija autónomamente su voluntad y se siente responsable de su accionar cuyo móvil es el interés personal. Freud amplía esta postura mostrando como este individuo consciente es producto de la represión de los elementos inconscientes por parte de la civilización, que impiden emerger los aterradores instintos que habitan en nosotros “… lo inconsciente individual, sistema en el que se halla contenido en germen todo lo malo existente en el alma humana” (Freud, 1984: 13). Con la inclusión de este elemento inconsciente, Le Bon y Freud introducen la oscuridad, traduciendo lo que era el espíritu intelectual del periodo, que percibía a la concepción del sujeto liberal al menos limitada, ya que se advertía que parte del actuar de los hombres no era reducible a la razón; otros elementos entran en juego, mucho más difíciles de dilucidar, elementos que el iluminismo quiso ocultar bajo el pretexto de la ignorancia. Sin embargo, al introducirse las masas al espacio público las creencias, los mitos, los comportamientos no racionales comienzan a aflorar; el inconsciente, aquello que Le Bon veía que asemejaba a todos los individuos, sale a la superficie obligando a un cambio de cosmovisión. Si bien Le Bon acepta que la muchedumbre siempre ha cumplido algún rol en el devenir histórico, la era que se está inaugurando se caracteriza porque su presencia es permanente. Afirma el autor: “La edad en que entramos será realmente la era de la muchedumbre” (Le Bon, 1958: 17). También Canetti (cuya obra Masa y poder si bien se edita en 1960 comienza a ser escrita en 1925) coincide en esta apreciación considerando que es la modernidad, con su edificación de grandes ciudades y su incremento de la población, el escenario propicio para que las masas se constituyan (Canetti, 2005: 77). Y es justamente en el actuar de las masas donde los autores perciben estas cualidades psicológicas tan disímiles a las del sujeto liberal.

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El individuo moderno que se había desanclado de las creencias externas y de las emociones internas se desvanece en el seno de las masas, donde vuelve a reinar un comportamiento heterónomo. Las masas lejos están de conjugarse con una clase social específica, o con un mero accionar delictivo. Se las debe entender como un comportamiento no racional, impulsivo, que hace descender a sus componentes hacia una instancia similar a los primitivos. Presentan un comportamiento maniqueo y simplista que las impulsa siempre a los extremos, y a una supresión de los intereses particulares; es por eso que a pesar de ser inferiores intelectualmente al hombre solitario, en algunas ocasiones se elevan moralmente llegando incluso al autosacrificio. Le Bon define esto con claridad: “Si el desinterés, la resignación, el sacrificio absoluto a un ideal quimérico o real son virtudes morales, puede decirse que las muchedumbres poseen comúnmente estas virtudes… Ellas las practican sin duda con inconsciencia” (Le Bon, 1958: 64). La diversidad de los individuos que integran las masas se borra, asumiendo éstas cualidades distintas de sus componentes, siendo este nuevo actor otra cosa distinta a la suma de sus partes. Pareciera, según las afirmaciones de Le Bon y Canetti, que existe un ansia del individuo por desprenderse de su subjetividad para incorporarse a ésta, una atracción del sujeto hacia la masa. Según Le Bon lo que se expresa aquí es una exteriorización del inconsciente colectivo, por la falta de freno que permite el anonimato, y a su vez Freud lo comprenderá como la eliminación de las represiones; también en Canetti se halla una argumentación similar ya que la masa permite superar la reticencia al contacto propia del individuo aislado: “Se siente aislado, ya que todas las distancias que lo hacían replegarse y lo encerraban en sí mismo quedan suprimidas” (Canetti, 2005: 76). La consecuencia de este supuesto es que el nivel intelectual de sus componentes no lo hace inmune a este tipo de accionar, ya que al entrar en las muchedumbres la estructura inconsciente común en todos queda liberada. A partir de lo dicho, pensadores como Michels, Mosca y Pareto pudieron comprender que el ámbito de la política está construido sobre una estructura religiosa, ya que son las creencias y no la razón las que movilizan a este nuevo actor y constituyen el principio de legitimidad; hasta la misma idea de democracia no puede ser deducible de la razón, siendo una creencia más, fenómenos que generan que la práctica política varíe inevitablemente. Tal como afirma Yannuzzi, “… se descubre la política como un tipo de práctica que se asienta sobre un sustrato no racional en el que se desenvuelven las creencias y mitos modernos” (Yannuzzi, 2007: 55). Un elemento a tener en cuenta es que la palabra sigue siendo el instrumento principal de la política, aunque sufre una metamorfosis en sus intenciones: donde antes se la utilizaba en pos de construir un argumento lógico que convenza a los pares, ahora, como afirma Le Bon, se la usa para evocar imágenes que puedan despertar los sentimientos del rebaño; ya no se apela al entendimiento, sino a este reducto inconsciente al que se pretende encantar, sugestionándola con palabras más que con razones. Es por eso que Michels afirma que las masas son más fáciles de dominar que los grupos pequeños. Según sus propias palabras, “la adhesión de


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la multitud es tumultuosa, repentina e incondicional… La multitud pesa mucho menos deliberadamente las palabras y las acciones que las personas, o grupos pequeños que componen aquella multitud” (Michels, 1983: 72). La multitud reunida se deja llevar por el contagio grupal y el éxtasis que el orador provoca, suprimiendo su capacidad crítica para discernir entre realidad y fantasía. Es una técnica opuesta al uso de la palabra en el liberalismo, como aduce Adorno, ya que aquí encontrábamos una lógica discursiva que relacionaba premisas e inferencias, en tanto que en la nueva era el discurso es una trayectoria de ideas cuya concatenación se basa en la semejanza, mediante asociaciones que hacen jugar las homonimias, lo que permite a la multitud seguir sin esfuerzo el hilo discursivo “y nada en la corriente de las palabras” (Adorno, 2003: 12). Sin embargo, el autor considera (al menos en Ensayos sobre la propaganda fascista) que esto es típico de la propaganda fascista y no de la política de masas en general, argumentando que los propósitos de la propaganda fascista son irracionales, y hasta contrarios a los intereses de la mayoría que es tomada como niños, característica que, como hemos visto, concuerda perfectamente con la democracia de masas. En este sentido la lectura del novelista Thomas Mann se mostró más aguda que la de muchos filósofos de la época: “Nuestra época ha llevado a cabo esta paradoja: que una asamblea de masas de pobres de espíritu aplaudan con entusiasmo patológico la destrucción de los derechos del hombre pregonados por alguien por un altavoz” (Mann, 1938: 54). Lo anterior explica porqué autores como Michels o Le Bon, a pesar de remarcar el carácter impredecible y turbulento de las masas, las observan como apáticas e indiferentes. La aparente contradicción se resuelve al entender que todo su accionar, su belicosidad, su propensión a los extremos, no es autoinstituida, sino que depende de un tercero exterior a la misma que le de vida, de un primer motor que la ponga en movimiento. Salvo Durkheim, quien percibe el polo activo en la creatividad generada por la participación colectiva en rituales, por lo tanto en el interior de la masa, la mayoría de los pensadores de esos años encuentra en la figura del líder el elemento que mantiene ligada a los muchos y les impone su contenido. A raíz de esto podemos decir que son todos deudores de Nietzsche, para quien ante el rebaño de ovejas débiles, sumisas e incapaces de voluntad de poder, aparece el superhombre que autoinstituye sus valores constantemente en un universo carente de Thelos, una figura dionisiaca que al igual que un artista posee una virtud creativa sobre sí mismo, situándose más allá de todo entramado moral por lo que cualquiera de sus actos estaba justificado por su misma grandeza4. Como afirma Mirrat, “La voluntad de poder es un elemento móvil, variable, plástico que interpreta, modela, confiere sentido y da valor a las cosas… La verdadera creación, donde se expresa su más alta cualidad artística, es la voluntad de transfigurarse uno mismo, de sobrepasarse eternamente” (Mirrat, 2005:18). Los autores de este periodo observan cómo a la nula voluntad de las masas, se le contrapone necesariamente el máximo de voluntad del nuevo Cesar; como sugiere Michels es una fuerza de voluntad que elimina las otras voluntades, de esta manera el olvido de sí que se produce en un extremo obliga a una afirmación

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radical de sí en el otro. La eliminación del individuo liberal en el seno de la masa, con la consecuente pérdida de sus atributos, pareciera requerir la aparición de un superhombre, es por eso que, siguiendo a Mommsen (1981), la política de algún modo sigue siendo un asunto de personalidades. Creemos que una de las causas de este hecho se encuentra en que el elemento que imponía el dinamismo en el transcurrir histórico dentro del liberalismo, la capacidad de los sujetos de darse sus propias leyes con la sola ayuda de la razón y de esta forma avanzar hacia un progreso indefinido, desaparece cuando estos sujetos se transforman en masas, cuyas características son estáticas e incapaces por si mismas de salir de un estado de entropía. Es necesario por lo tanto que los nuevos caminos de la historia sean ejecutados desde fuera por personajes distintos a las masas, aunque el nuevo devenir histórico difiera del anterior.

2. Carisma y autenticidad

La característica principal que signará a este líder en las democracias modernas ya no será la autonomía sino la autenticidad; ya Weber (2000) había advertido que el hombre con vocación política es el hombre auténtico. Si bien tanto la autonomía como la autenticidad son hijas de la modernidad5, en líneas generales podemos decir que recuperan vertientes distintas de ella; en tanto que la autonomía es la hija pródiga del iluminismo, la autenticidad es un producto del romanticismo (aunque podemos rastrear sus antecedentes en Rousseau). Ésta pone el acento no tanto en el actuar siguiendo la razón, sino especialmente en que en el actuar debe reflejar fielmente la más profunda originalidad del individuo, aquello que lo convierte en único, sin suprimir sus instintos y emociones, de manera que cuando el individuo actúa revela su personalidad más que su cualidad de sujeto autónomo. Desde este plano se puede entender la autorresponsabilidad propia del líder carismático que menciona Mommsen (1981), como la responsabilidad ante las más íntimas convicciones, siendo el yo interior el espacio último al que debo rendir cuenta. El líder de masas debe ser un sujeto auténtico, que en un universo público plagado de impersonalidad y en el que la subjetividad desaparece, posee las fuerzas suficientes para diferenciarse mostrando su especificidad, para exteriorizar sus convicciones internas, su más profunda creencia, e impregnar con ellas a sus seguidores, que, como advertimos anteriormente, se ven hipnotizados no por el relato en si, sino por la fuerza de convicción de su jefe, por la credibilidad que sabe desatar y que no es otra cosa que el despliegue de su autenticidad. En este sentido, “…en el campo específicamente político, la validez de un enunciado nunca se determina por el grado de verdad que contenga, sino por el grado de credibilidad que goce quien lo emite” (Yannuzzi, 1993: 41). Esta atadura con la persona del líder más que con la realidad empírica, lleva a que las muchedumbres vivan dentro de un mundo ficcional, al que es imposible intentar criticar a partir de razones; quien lo intente se convierte automáticamente en un réprobo, en el otro, quien se ve excluido, y llegado el caso perseguido por la hermandad naciente. Efectivamente esta aptitud para separar ficción de realidad expresa su distinción. Tal como enuncia Arendt (1999), las masas confían


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más en la imaginación que en el mundo sensible. El garante de esta ficción es el mismo líder, él la encarna, la interpreta y llegado el caso sólo él puede develarla correctamente, brindando a sus seguidores una construcción ficticia pero coherente que resuelve su necesidad de certezas, devolviéndoles la esperanza del paraíso religioso. De esta manera la angustia que la erosión de las grandes religiones había provocado, es cicatrizada con la elaboración de estas nuevas religiones laicas (socialismo, democracia). Sin embargo el hecho de que el futuro prometido se halle en la esfera terrenal, relativiza la separación entre realidad y ficción, apreciación que se puede inferir en la mayoría de los autores (Freud, Le Bon, Weber, Michels), quienes anclan la perdurabilidad de la fascinación que rodea al líder en el éxito que éste pueda llegar a tener en la consecución de las promesas materiales, en la concreción de la profecía. En palabras de Weber, “el héroe carismático no deriva su autoridad… de normas y reglas… Sólo la alcanza y la mantiene por la prueba de sus propias energías en la vida. Si quiere ser un profeta debe hacer un milagro; si quiere ser un caudillo primero, debe realizar acciones heroicas. Pero ante todo debe probar su misión divina por el hecho de que a las personas que a él se consagran y en él creen les va bien” (Weber, 1996: 850). A pesar del espíritu de la época que impregna a todos estos autores suscitando sus coincidencias, podemos notar una importante diferencia entre los psicólogos, Le Bon y Freud, y los sociólogos como Weber y Pareto. En tanto que los primeros advertían que la relación entre masas y líder se tornaba más perdurable en el caso que el fascinador también esté fascinado; los sociólogos si bien aceptan la necesidad de la autoconvicción del líder rechazando la posibilidad de que éste sea un mero manipulador, le atribuyen una cualidad extra que le permite independizarse relativamente de las creencias. En este sentido, Pareto intuye que el líder debe tener la capacidad de desdoblarse y separar sus convicciones de su razón, para utilizar las primeras instrumentalmente, aunque paradójicamente logra mayor eficacia cuando olvida su intención utilitaria. “La paradoja se presenta cuando se observa que el sujeto instrumentalmente más eficaz es aquel que no se piensa como actor u olvida su intención instrumental… El político debe saber oscilar entre el escepticismo y la fe. Debe ser creyente para persuadir, instrumental para construir poder” (Kitzberger, 2004: 327). Por su parte, en su discurso “La política como vocación”, Weber subraya que dentro de las virtudes del político no sólo se debe encontrar la pasión por una causa sino también la mesura (Weber, 2000). A partir de este argumento, Dow Jr. plantea que existe una transformación en la conceptualización weberiana del carisma en el transcurso de sus distintas obras. Mientras que en Economía y Sociedad se acentuaba el aspecto dionisiaco del carisma, en el discurso anteriormente citado hay una pretensión de Weber de moderar este elemento irracional a partir de la combinación de las dos éticas (la de la convicción y la de la responsabilidad). El propio Dow Jr. lo expresa así: “Thus Weber’s whole or genuine man represents a synthesis of charisma and asceticism: He does not have the total freedom of his Dionysian predecessor in the earlier formulation of charisma; yet he is not without

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warmth”6 (Dow Jr, 1978: 88). La autoconvicción se ve contrarrestada así por una ética de la responsabilidad que la contiene al obligar al político a evaluar las consecuencias de sus actos.

3. Burocracia y carisma

La creciente burocratización que acechaba a la organización de los nuevos Estados al tener que ocuparse de funciones cada vez más complejas en un espacio público de mayor alcance, fue un fenómeno que no pasó desapercibido por los intelectuales de la época, pero sería Michels el que va a explotar todas las trágicas paradojas que este proceso escondía. La naciente sociedad de masas, supone la introducción al espacio público de un gran número de personas desorganizadas que encuentran en la organización la única forma de articular su voz al unísono, organización que se ve obligada a igualar cercenando las diferencias; por otro lado, a partir de esta ampliación el espacio público se complejiza, atrayendo a su seno un mayor número de problemas cuya resolución demanda un conocimiento especializado, aumentando el despotismo y la discrecionalidad de aquellos que lo poseen, a la vez que la preeminencia del ejecutivo sobre el parlamento. Como afirma el autor, “La especialización técnica que resulta inevitablemente de toda organización extensa, hace necesario lo que se ha dado en llamar la conducción experta” (Michels, 1983: 72). Ahora bien según Michels esta consecuencia de la democracia impide el desarrollo de la misma democracia, ya que esta estructura administrativa tiende a suprimir los espacios de libertad e instaura una mediocre igualación que hace descender las capacidades individuales, independizándose de la voluntad de los individuos, generando intereses propios cuyo último fin es el mantenimiento en el poder; por eso en toda la obra de Michels sobrevuela esa idea condenatoria de que toda organización termina siendo devorada por una fuerza conservadora. El pensador alemán decontruye el mito democrático. El supuesto gobierno de todos se transforma invariablemente en el gobierno de unos pocos cuyos objetivos se emancipan, volviéndose la mayoría de las veces contrarios a la voluntad colectiva. Este el momento en el que la figura del líder juega un papel relevante, ya que al ser el responsable de convocar al número puede lograr una autonomía relativa con relación al Partido, pues su posición es dueña de una legitimidad apoyada en el sufragio. Sin embargo el Michels de Los Partidos Políticos termina teniendo una perspectiva pesimista del líder, ya que éste a fin de cuenta forma parte de la elite, y sus intereses al igual que los de la burocracia están marcados por la conservación del poder; años más tarde, según Lipset (en la introducción a la obra de Michels) encontraría, al igual que Weber, en el líder carismático (en su caso Mussolini) la figura capaz de disolver el conservadurismo que implica la organización. Es Weber el que hace detonar toda la tensión que subyace entre organización y líder. Esta contradicción de alguna manera recorre toda su obra, desnudando no sólo su pesimismo, sino también la desazón de aquel ser sensible que se sabe testigo de la desaparición del mundo tal como lo conoció. Weber se erige así en el autor paradigmático de este cambio de escenario, y el que logra precisar todas las


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ambivalencias y puertas al vacío que el proceso de racionalización producía. Aquí nos interesa desarrollar cómo funcionan y se contraponen dos de las construcciones tipo ideales de dominación: la racional legal por medio de cuadros burocráticos y la carismática. La primera es consecuencia del proceso de racionalización que afecta a los Estados-nación de occidente, constituyendo el terreno de estabilidad y certezas necesarias para el desarrollo del capitalismo; es una dominación cotidiana, sumamente impersonal que se apoya en la normatividad. Al igual que Michels, Weber advierte la fuerte tendencia que habita en estas sociedades a ser dirigidas por la burocracia ya que demostró ser una forma de organización más eficaz y precisa que cualquiera de sus predecesoras. Sus palabras son elocuentes al respecto:“La razón decisiva que explica el progreso de la organización burocrática ha sido siempre su superioridad técnica sobre cualquier otra organización. Un mecanismo burocrático perfectamente desarrollado actúa con relación a las demás organizaciones de la misma forma que una máquina con delación a los métodos no mecánicos… La precisión, la rapidez, la univocidad… son infinitamente mayores en la administración severamente burocratizada” (Weber, 1997: 731). Como contracara aparece la dominación carismática, extraordinaria y disruptiva, que trastorna el letargo de la sociedad, dotándola nuevamente de sentido a partir de la creencia en el nuevo profeta. El costo de la preeminencia de la burocracia se expresa en la pérdida de libertad y espontaneidad, en el encierro de la individualidad en jaulas de hierro, ya que uniforma, diluyendo las diferencias en esquemas prefijados, convirtiendo a los individuos en autómatas que reaccionan ante pautas establecidas y son incapaces de obrar espontáneamente. El modelo taylorista de producción es un microcosmo que ilustra bien este esquema, como dice Mommsen “… procesos anónimos de burocratización y rutina que apuntan básicamente a la construcción de envoltura de acero, en una sociedad, en gran medida anquilosada” (Mommsen, 1981:14). La burocracia se erige sobre una sociedad disciplinada, compuesta por súbditos que acatan acríticamente órdenes diseñadas a partir de una razón instrumental (Weber pone el ejemplo del ejército y la empresa). La individualidad termina siendo adiestrada y convertida en un engranaje más de una maquinaria que la excede; nos encontramos, siguiendo a Mommsen, en el mundo del hombre del orden cuyo ideal es la adaptación y la obediencia. Sin embargo este tipo de dominación sólo logra insertarse en el actuar externo de las personas, no en sus motivaciones; al igual que en Hobbes se basa en una coacción externa que no incide en el fuero interior; una transformación del accionar derivada especialmente de los cambios técnicos que obligan a una nueva condición de adaptación. Vemos que el problema de la libertad en Weber tiene dos facetas que van unidas. En primer lugar la necesidad que la burocracia esté controlada por el parlamento para evitar que aquélla ejerza un dominio autoritario. Pero lo que más nos interesa aquí es resaltar que sólo la aparición del líder carismático puede subvertir este monótono disciplinamiento con la introducción de lo nuevo. La libertad es entendida, entonces, como el elemento de creación, de imprevisibilidad, de ruptura con el enclaustramiento del orden. El líder carismático es el único que puede elevarse por

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encima de la rutina establecida por la burocracia y generar espacios de libertad individual; concepto que posee una connotación existencial ya que florece al afirmar el líder su condición de hombre capaz de decidir sobre su destino. La aparición de este personaje saca a la sociedad del determinismo, abre las puertas de la jaula de hierro, posibilitando la creación de un nuevo orden que, como veremos, volverá a caer luego en las manos de la burocracia. El proceso de racionalización corre paralelamente al desencantamiento del mundo, a la desaparición de la magia para la explicación del mundo, proceso que llega a su punto máximo con la ética protestante que genera las motivaciones morales que permiten el capitalismo. Sin embargo una vez establecido el capitalismo, la acción instrumental que éste exige entra en contradicción con cualquier doctrina religiosa, con cualquier cosmovisión que permita dotar de sentido a la vida. El núcleo trágico ocurre cuando el reino de la acción racional con arreglo a fines se evidencia incapaz de saciar las dudas existenciales, y por lo tanto de brindar la sensación de seguridad que reinaba siglos atrás. Weber, recuperando a Tolstoi, nos recuerda la falta de sentido que posee la vida y la muerte para el hombre moderno: “…si la muerte constituye o no un fenómeno que tenga sentido. La respuesta que da es que la muerte para el hombre con cultura, no la tiene… Podría sentir el cansancio de vivir mas nunca la saciedad de la existencia… Por lo tanto, para él la muerte está privada de sentido y tampoco lo tiene la cultura en cuanto tal…” (Weber, 2001: 97). El líder carismático nuevamente parece ser el encargado de restituir el plexo de sentido. Como sugería Le Bon éste instaura las ilusiones, y lo puede hacer especialmente porque su dominio es interno, porque es a partir de las relaciones que entabla con las masas que las transforma desde dentro, al apropiarse éstas de sus ideas; no es sólo un dominio externo como en el caso de la dominación racional legal. Nótese aquí la similitud que posee el líder carismático de Weber con la figura casi mítica del legislador en Rousseau; ambos son seres extraordinarios, fundadores de naciones, que logran cambiar la naturaleza humana, uno mediante los valores que impone a sus seguidores, el otro a través de leyes; en ambos, aunque de manera distinta, este cambio se torna necesario para adentrarse al nuevo tipo de sociedad, en el ginebrino al contrato social, y en Weber a la comunidad que nace con la identificación de las masas con su líder. Para cerrar este apartado quisiéramos remarcar que si bien el pesimismo de Weber concede que la tendencia a la burocratización tiene un carácter inquebrantable, ya que en las condiciones de una sociedad de masas no se puede pensar una dominación sin esta estructura, el carácter positivo, el sesgo de esperanza lo deposita en aquella figura que recupera del principio de los tiempos, el nuevo profeta. Él es el único que puede contrarrestar los peligros que acechan a la modernidad. Por eso creemos errónea la postura de Lindholm quien afirma que Weber se inclina por la dominación burocrática. “…Weber acepta también la oposición entre el genio y las restricciones civilizadas. Pero… Weber en general toma partido por las restricciones civilizadas, a pesar de creer que éstas… destruyen todo lo que es glorioso, impetuoso y emocionalmente fascinante en el mundo” (Lindholm, 1997: 42). La


apuesta de Weber por la rutinización antiautoritaria del carisma no es otra cosa que el intento por mantener precisamente un espacio glorioso y emocionalmente fascinante. Quizás una de las rupturas más grandes que observamos en los pensadores de esta generación se inscribe en su concepción del tiempo. Se deja de lado la noción ilustrada que impregnara al marxismo y al positivismo, de una historia con sentido, que abarcase a toda la sociedad y la llevase hacia una dirección irresistible, ya sea que el motor de esta temporalidad sea la razón o la lucha de clases, un proceso lineal o dialéctico. Versiones todas que no son más que una secularización de la teleología judeocristiana, en la que se intenta hallar una finalidad que tiña la marcha de la sociedad, y en la que en el futuro se esconda el significado último de la historia. Weber explícitamente crítica cualquier tipo de filosofía de la historia, aun así podemos rastrear en su obra una concepción del cambio social, concepción que de alguna manera ya se encontraba en los elitistas. A pesar de las diferencias entre Mosca, Pareto y Michels, en los tres se observa una temporalidad cíclica, que altera estabilidad y cambio, clausura y apertura (Yannuzzi, 1993: 87). El tiempo, en estos autores, está estigmatizado por la vida de las elites, su aparición, estabilización en el poder y decadencia (si bien podemos notar diferencias significantes en la radicalidad del proceso), el devenir social respira el ritmo que le infunda la suerte de las elites. La apertura se da con la aparición de una nueva elite, lo que no supone un progreso, sino, según Pareto (1987), un nuevo cambio de forma, forma que incide en la elección de la nueva elite (también Mosca observa que un cambio en la fórmula política conlleva un cambio en la clase política). Este cambio de forma, que por ejemplo lleva a una clase política de intelectuales reemplazar una de guerreros, opera sobre un fondo inalterable de lenta y perpetua circulación “Este fenómeno de las nuevas elites, que, por medio de un movimiento incesante de circulación, surgen en las capas inferiores de la sociedad, ascienden a las capas superiores, se desarrollan allí y, después entran en decadencia, son aniquiladas y desaparecen…” (Pareto, 1987: 75). Una posible lectura de Weber nos conduce a conclusiones contrarias a esta percepción cíclica, sugiriendo que a pesar de su propio rechazo podemos rastrear en él una filosofía de la historia, una teleología negativa, que paradójicamente infiere que el sentido de la historia es la progresiva pérdida de sentido y libertad, tras el continuo proceso de racionalización. Autores como Lindholm (1997), que ven en Weber una trágica postura evolutiva que va de los líderes carismáticos a la burocracia racionalizada, o Hawthorn (2002) para quien Weber cae en la trampa de la historia al atribuir estatuto de necesidad histórica a todos los elementos que hicieron posible el capitalismo, representan esta perspectiva, como nos sugiere la siguiente cita: “… no pudo escapar totalmente de su propio precepto de no atribuir sentido a la historia… su compromiso con lo que para él era la regularidad y la universalidad del capitalismo occidental lo llevó a imputar sentido al futuro de los acontecimientos pasados…” (Hawthorn, 2002: 146).

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4. Tiempo y carisma

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Mommsen (1981) ofrece otra interpretación más rica y compleja, partiendo de una lectura de los tipos ideales de dominación como formas extremas que se combinan de distintas maneras; se puede concebir la historia como un modelo dualista de cambio, en donde se intercalan la perpetua tendencia a la rutinización y el disciplinamiento propio de la dominación burocrática, deteniéndose el tiempo en un eterno presente sin vestigios de novedad, y la aparición en momentos de crisis del elemento carismático que produce el acontecimiento único, revolucionario, provocando un nuevo ciclo en el arco temporal debido a la implementación de nuevos valores. A su vez esta naciente orientación con el tiempo sufrirá una nueva racionalización, empujada especialmente por los intereses materiales “… toda capacidad fuera de lo común hace brotar una creencia carismática que luego vuelve a disolverse en lo cotidiano” (Weber, 1996: 867). En este orden la historia puede ser leída como la lucha entre dos fuerzas que se superponen constantemente; la extraordinaria que genera la apertura, y la ordinaria que recupera esta creación y la rutiniza, una fuerza vertiginosa que luego es clausurada por la fuerza de la inercia. En todo principio siempre está el gran individuo; es él, no el pueblo, el que mediante un acto fundacional dota de sentido a la historia (sentido siempre transitorio). Podemos apreciar así en el líder carismático un aire familiar al héroe romántico de Carlyle (1985) que moldea la historia universal, dejando al pueblo el papel secundario de reconocerlo. Es inconcebible entender lo nuevo desde otra forma de dominación; en la tradicional y en la racional legal siempre encontramos un eterno control de las normas, lo nuevo debe ser introducido desde fuera por una fuerza capaz de emanciparse de la realidad y cubrirla con sus propios valores. Sus irrupciones son invariablemente disruptivas con la cosmovisión reinante, por eso su figura es siempre herética, criticada y rechazada por los intereses creados. Su aparición al igual que en Schmitt, al igual que la profecía judía, se da en un contexto de crisis que deja a las masas disponibles a la absorción de una nueva motivación; se da cuando la dominación ordinaria no halla dentro de su estructura respuestas para esta situación y se impone la necesidad de una redisposición de valores que permita sentar las bases de un nuevo periodo de normalidad. Vale aclarar que cuando hablamos de la novedad, de la revolución o apertura de la historia que trae consigo el líder carismático, nos referimos específicamente al carácter de ruptura con el orden dado, lo que no excluye la posibilidad de que el cambio se modele como una vuelta a creencias anteriores tenidas por superadas. Los estallidos religiosos en el seno de sociedades secularizadas son un buen ejemplo. Lo que une a las distintas manifestaciones carismáticas es su capacidad para dotar sentido nuevamente y liberar a los sujetos de la jaula de hierro que conlleva la dominación legal racional. Vemos entonces que el dibujo cíclico que proponían los elitistas no se distancia mucho de esta historia en desnivel que sugiere Mommsen. En ambas interpretaciones descubrimos momentos de estabilización y momentos de rupturas que permiten nuevas estabilizaciones. Ambas se conciben como tendencias que se repiten desde los albores de la historia, y no conducen a una dirección predeterminada. La


diferencia está no sólo en la importancia que Weber le atribuye al líder carismático como forjador de orígenes (lo que también podemos rastrear en la afirmación de Mosca de que las individualidades enérgicas y con prestigio son las que se hallan en los inicios de las autocracias), sino sobre todo, en su temor ante los peligros que esconden los tiempos normales. Schmitt (1990) advirtió que si bien había una contraposición entre democracia y liberalismo, democracia y dictadura muchas veces conviven en un mismo régimen. La democracia en sociedades de masas mantiene latente elementos autoritarios, paradoja que encuentra en la figura del líder carismático uno de sus nudos explicativos. Weber indica que en su origen el carisma es autoritario; ante la gracia divina con que se rodea a estos personajes es imposible la divergencia, construyen un universo cerrado que requiere la sumisión total a él o la exclusión. Ahora bien, esta cualidad en las sociedades de masa ya no apela directamente al mandato divino para constituir su autoridad, sino que se reestructura en el plebiscito, que le permite al elegido erigirse como encarnación de la voluntad general, como la personificación del espíritu del pueblo7, por lo que aquel que se oponga a sus decisiones se convierte en el enemigo del pueblo. Desaparecen así las mediaciones entre Estado y sociedad, produciéndose una relación de identificación entre el líder y las masas “… aun en el caso en que se trate de un sistema basado en la división de poderes, ésta queda anulada en los hechos debido a que la relación de legitimación se establece directamente con el líder sin reconocer instancias intermedias” (Yannuzzi, 1998). El plebiscito no debe comprenderse como una forma de votación en la que las voluntades individuales exponen sus preferencias, sino como una manifestación de reconocimiento ante las cualidades del líder; éste por lo tanto, más que un producto de las masas es quien las forja, quien las homogeniza, mediante su arsenal de elementos carismáticos (demagogia, emotividad…). Este mecanismo es un mero ritual donde se escenifica esta relación con el líder, y se expone numéricamente sus fuerzas frente a sus adversarios. Cumple así una doble función: en el seno interno es una ceremonia, un ritual, que reproduce la fe en el líder por parte de sus adeptos, en el orden externo una demostración de sus fuerzas. Podemos afirmar, siguiendo a Mosca (2004) que si en la fórmula política anterior lo que justificaba la autoridad es el precepto de Dios, en la nueva fórmula política es el gobierno de todos el que se presenta como principio de legitimidad. Ante la imposibilidad práctica de este principio, el líder plebiscitario recrea la ilusión presentándose como un vasallo de las masas, independizándose luego de cualquier tipo de exigencia, pasando de dominado a dominador, sobrevolando la sociedad a partir de cierta autonomía derivada del hecho de que no debe responder a nadie salvo a él mismo, ya que es quien mejor conoce las verdaderas necesidades de sus electores. Esta desviación abre las puertas para que las prácticas autoritarias se introduzcan en este tipo de sociedades, provocando las experiencias más nefastas de la historia del siglo XX, y de algún modo, empañando también la misma democra-

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5. Democracia y carisma

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cia presidencial, ya que ninguna ingeniería constitucional que permita la elección directa del líder, puede obstruir totalmente la tendencia autoritaria. Mommsen lo expresa con suma claridad: “Cuanto más manifiesto y personal plebiscitario… es el componente carismático de este acto de legitimación, tanto más alejada la posición del político elegido de la de un funcionario elegido, que está obligado con respecto a un elector… sólo está guiado por su responsabilidad frente a un asunto que sostiene con toda su entrega personal” (Mommsem, 1981: 72). Ante la paradoja que supone que la solución del encierro que representa la burocracia, se encuentra en un líder carismático que puede degenerar al autoritarismo, ante el dilema de la pérdida de la libertad y el obligar a ser libres, Weber encuentra en la democracia plebiscitaria una construcción capaz de navegar entre Escila y Caribdis, no resignándose ante un dominio sin liderazgo pero tampoco radicalizando los elementos autoritarios que aquí se encuentran. La democracia plebiscitaria es una transformación antiautoritaria del carisma, que permite hacer interactuar la legitimidad carismática que ostenta el líder con la racional legal que deviene de la fe en la legalidad del sistema existente (Mommsem, 1981: 72). Al ser el reconocimiento del carisma por parte de los súbditos el fundamento de la legitimidad, posibilita que distintos demagogos puedan competir en el espacio público dentro de un marco de reglas de juego establecidas (principio mayoritario). Es una suerte de combinación de los dos tipos ideales de dominación, que se sustenta en un equilibrio en el que las tendencias perniciosas de cada uno se contrarrestan. Equilibrio por el cual el jefe plebiscitado brinda ese dominio personal, el punto externo que permite escapar del eterno encierro de la administración, y el entramado de reglas, racionaliza el problema de la sucesión, facilitando la alternancia en el poder y limpiando al carisma de algunos de sus elementos irracionales, en especial su elemento antieconómico. Este equilibrio es el que rige la mayoría de las democracias que residieron en el siglo XX, produciendo un escenario siempre precario arrastrado por las fuerzas que lo integran, fuerzas que no obstante domesticarse mutuamente siguen impregnando a las democracias de ese carácter cíclico y repetitivo. La forma en que estos principios conviven varía de democracia en democracia. Toda experiencia conforma un particular modo de negociación entre estas dos lógicas, sin embargo ninguna puede sobrevivir por largo tiempo sin contemplar a las dos. Los abismos del autoritarismo y de la pérdida de libertad y sentido se erigen como amenaza siempre presente ante esta posibilidad. Los dos extremos llevan a la clausura del espacio público, ya que tienden a monopolizarlo negando la pluralidad, y amenazando constantemente las mismas libertades civiles. El carisma es una problemática que fascina a aquellos que se atreven a acercase, ya que en él se encuentra un foco explicativo, que devela muchos interrogantes de la teoría política que otras perspectivas no alcanzan a vislumbrar; pero a su vez fascina, como fruto prohibido, porque mantiene para aquellos que lo estudian una opacidad, una cara oculta, un núcleo duro que es imposible racionalizar, pero parece prometer el paraíso recobrado.


Referencias

1. Nótese que el mismo Rousseau, a quien se lo señala como padre de la democracia, reniega explícitamente de ella por ser una experiencia sólo apta para dioses. 2. La frase de Diderot: “Si lo mantengo, la superstición es más injuriosa para Dios que el ateismo… Su Dios no es sino un producto de la imaginación” ilustra bien esta sensibilidad (Diderot, 1984: 31). 3. Ver Taylor (1996). 4. Dostoievski en Crimen y Castigo expondrá una teoría similar por la cual cualquier delito cometido por una gran personalidad se sitúa más allá de cualquier juicio, autovalidándose. 5. Para una mayor exposición de la contraposición entre autonomía y autenticidad ver: A. Ferrara (2002), C. Thiebaut (1998) y Ch. Taylor (1996). 6. Así la visión de Weber del hombre genuino representa una síntesis de carisma y ascesis: él no tiene la libertad total de su predecesor Dionisíaco en la formulación más temprana de carisma; pero no está sin calor. 7. Fenómeno que se expresa lúcidamente en la siguiente cita de Sastre: “Hoy yo camino delante de mi pueblo como su primer soldado… En una hora todo el pueblo alemán se unirá a mí. Sentirá mi voluntad como su voluntad, lo mismo que yo considero su porvenir y su destino como el motor de mis actos” (Sartre, 1995: 121).

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Politicidad, acción política y marco histórico interpretativo: dimensiones políticas en las prácticas de los mensajeros en moto del Ámbito Metropolitano de Buenos Aires (AMBA) María Graciela Rodríguez

resumen

summary

Este trabajo presenta una reconstrucción analítica de las prácticas de los mensajeros en moto del Ámbito Metropolitano de Buenos Aires (AMBA), a partir de la cual se discriminan tres modalidades vinculadas con la dimensión política. Una, a la que he denominado politicidad, que ocurre entre la cotidianidad y la agencia y que, a pesar de la opacidad de la categoría, intenta ubicarla en proximidad con la acción de los sujetos. Otra, la que se pone en juego en ocasión de disputas por una porción de poder público, y más concretamente de crecimiento gremial, a la que he llamado acción política. La tercera, más ligada a las representaciones y a las biografías y trayectorias individuales, que informa sobre todo las prácticas de quienes militan gremialmente, a la que agrupo bajo el sintagma marco histórico interpretativo (de la política). Para ello, organicé los resultados de lo recogido en mi trabajo de campo, a partir de la descripción de las prácticas de los mensajeros realizadas en contextos diferentes, discriminando los elementos que intervienen y las situaciones en que se ponen en juego. Sobre el final, recupero lo presentado en un nivel teórico de abstracción, para reubicar la investigación en futuros intercambios académicos.

The goal of this article is to present an analytical reconstruction of the everyday practices of the moto bikers in Metropolitan Area of Buenos Aires (AMBA). In that reconstruction three practical ways linked to political dimension are spotted. The first one, which I named politicity, is held between agency and everyday life and, despite its opacity, is close to the individual actions. Another one, which is set in occasion of disputing for political power and more accurately for union achievements, is the one which I have called political action. The third one, related to representations and individual paths and biographies and which emerges particularly from those union participants, is the one I have entitled (political) interpretative historical frame. The outcomes of my field research are organized following a description of their practices in different contexts, taking in account the elements and situations in each case. In the end I take over the presentation in a theoretical level, in order to put the research in forthcoming exchanges.

palabras clave

keywords

politicidad / acción política / marcos históricos de interpretación

politicity / political action / historical frames of interpretation

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María Graciela Rodríguez es Doctora en Ciencias Sociales (UBA) e Investigadora en el IDAES-UNSAM.EE-mail: banquo@fibertel.com.ar

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Los mensajeros en moto tuvieron una actuación destacada en las jornadas cívico-populares de diciembre de 2001 que sacudieron profundamente a la Argentina.1 Se sumaron a la protesta colaborando en llevar heridos a los centros de salud, y/o enfrentando a los caballos de la policía montada que habían salido a reprimir a la población. Motivada por esa actuación, mi investigación tuvo por objeto indagar sobre sus prácticas cotidianas y las representaciones que las sostienen, para comprender las razones de esas acciones, así como el sentido práctico en las que fueron enmarcadas. En el acercamiento al campo2 he podido discriminar tres modalidades de sus prácticas vinculadas con la dimensión política, cuya reconstrucción analítica pretendo dar a conocer en esta presentación.3 Una, a la que he denominado politicidad, que ocurre entre la cotidianidad y la agencia y que, a pesar de la opacidad de la categoría, intenta ubicarla en proximidad con la acción de los sujetos. Otra, la que se pone en juego en ocasión de disputas por una porción de poder público, y más concretamente de crecimiento gremial, a la que he llamado acción política. La tercera, más ligada a las representaciones y a las biografías y trayectorias individuales, que informa sobre todo las prácticas de quienes militan gremialmente, a la que agrupo bajo el sintagma marco histórico interpretativo (de la política). Tres observaciones preliminares: la primera consiste en advertir que no me movió el objetivo de reconstruir una teoría nativa de ‘política’, sino, más simplemente, el de relativizar mi propio sentido –dominocéntrico– de la categoría, tamizándola con los indicios y evidencias que recogí en mi trabajo de campo; la segunda es que las denominaciones adoptadas (politicidad, acción política y marco histórico interpretativo), son el producto de un diálogo con lecturas de autores que han pensado estas cuestiones con anterioridad, y a partir de las cuales fui ‘tejiendo’ una aproximación teórica que se ajustara a lo observado; la tercera, finalmente, es que esta discriminación, que se desprende de la lógica de las prácticas y de una forma de actuar y comprender el mundo contemporáneo de los mensajeros del Ámbito Metropolitano de Buenos Aires (AMBA), no supone compartimentos categoriales cerrados, sino más bien zonas mixtas en las cuales unas y otras se yuxtaponen. En esta presentación, entonces, pretendo dar cuenta de las diferencias entre esas prácticas relacionadas con la dimensión política. No es mi intención discutir, ni aquí ni en ningún otro lugar, definiciones, taxonomías o tipologías de lo que serían prácticas políticas, sino sólo poner por escrito los resultados de un registro analítico producido sobre mis propias argumentaciones, válido, además, y por el momento, para los mensajeros del AMBA. Para ello, organicé los resultados de lo recogido en mi trabajo de campo, a partir de la descripción de esas prácticas en contextos diferentes (cotidiano laboral, rituales celebratorios, acciones de crecimiento gremial, etc.), discriminando los elementos que intervienen, las situaciones en que se ponen en juego, y otras características relacionadas con las diferentes situaciones. Sobre el final, recupero lo presentado en un nivel teórico de abstracción, para reubicar la investigación en futuros intercambios.


Los mensajeros son trabajadores urbanos que se dedican a llevar y traer documentos y dinero por la ciudad montados en moto o en bicicleta.4 Una parte constitutiva de la práctica de fletear5, que así es denominado este trabajo desde la perspectiva nativa, es la producción de acciones relativamente autónomas realizadas dentro mismo del trajín cotidiano. Enrique recibe un encargo y se apresta a llevar unos documentos en su moto desde el norte del Conurbano Bonaerense hacia la Capital Federal. Una vez entregados los documentos, encadena otro encargo a través de su handy6, dispositivo que le posibilita armar sus secuencias cotidianas sin necesidad de regresar al punto de partida. Pero antes se detiene en una de las plazoletas de la avenida 9 de Julio, en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires, a compartir unos momentos con otros mensajeros. “Y lo bueno es que yo ando por la calle, no me controla nadie. Yo me subo a la moto, me voy, y soy yo (…) La gente me dice, ‘llevame esto urgente’ y yo le digo, ‘sí, sí’ y después voy para el centro y le hago el trámite, pero también hago lo otro, ¿entendés? Yo voy tranquilo”, dice. Por la modalidad de su trabajo, los momentos que pasan sin control ni vigilancia son mayoritarios: una vez que reciben el encargo, salen a las calles para cumplirlo. Pero entre un punto y el otro tienen una autonomía relativa, que les permite gozar de un espacio y un tiempo intersticiales. Un atributo significativo de la práctica, y que Enrique valora, es que el formato de trabajo les brinda tiempos de libertad relativa arrancados a las obligaciones. Escapar al encierro y al disciplinamiento implica tanto eludir las colas de los semáforos como hacer un alto en el recorrido para tomar una cerveza en alguna de las paradas destinadas a ese fin. Y si bien este tipo de prácticas intersticiales se acomodan fácilmente al concepto de tácticas de de Certeau (1996), no necesariamente estas tácticas de antidisciplina son homologables a prácticas de resistencia. Por el contrario, del trabajo de campo con los mensajeros surge que estas tácticas son parte misma de la práctica laboral, y que funcionan de un modo tan estrecho con éstas, que resulta casi imposible discriminar una de otra. En este sentido, entonces, no deberían confundirse las tácticas con la resistencia, al menos en este caso concreto.7 Incorporadas a la rutina laboral, las tácticas se engarzan en, y son resultado de, las secuencias que dibujan sus recorridos urbanos y devienen de un modo peculiar de re-organizar su tiempo y espacio de trabajo. A través de esta re-organización los mensajeros tramitan su relación con el poder, encarnado, en este caso, en el disciplinamiento a un modelo. No obstante, vale la pena insistir en que estas operaciones relativas de antidisciplina implican, más que una desobediencia plena, un modo de escapar al control y a la vigilancia. Dicho en otras palabras, el mensajero se mueve dentro de un encuadre heterónomo, y jugando en las fronteras de ese encuadre, busca los límites que lo ayuden a sentirse/imaginarse autónomo.8 Así, en este encuadre, heterónomo por definición, los mensajeros encuentran zonas donde la vida cotidiana parecería hacerse más laxa. Son zonas invisibles a la mirada panóptica, por lo mismo, conquistables. Y, por eso, imaginadas y percibidas

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El trabajo del mensajero

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como propias. En estas zonas, invisibles, conquistables y propias, actualizan la experiencia urbana y, a la vez, se consolida su identidad como mensajeros. La búsqueda de esta autonomía relativa tiene una implicancia simbólica, además, porque estas prácticas se enmarcan en una construcción identitaria mayor: la que surge de la contrafigura del trabajador de traje y corbata. En las representaciones de los mensajeros, esta figura organiza, por contraste, su identidad, y el diacrítico remite a un trabajador que se deja disciplinar. Estos serían, en sus propias palabras, los “hechos mierda”. Una tarde, compartiendo una cerveza con Urbano y Enrique, ellos intercambiaron opiniones sobre el aspecto que tienen algunos compañeros suyos en las empresas que trabajan. En diálogo con Urbano y Enrique, ambos refirieron al aspecto de algunos de sus compañeros de trabajo. El primero afirmaba que le costaba creer que el tesorero tuviera su misma edad: “Está hecho mierda”, decía. El segundo aportaba un ejemplo similar. Mientras los escuchaba hablar, las descripciones de sus compañeros se me iban dibujando mentalmente. Los hombres que describían, de corbata, pelo corto, afeitados y relucientes, se contraponían a los rostros de Urbano y Enrique que, promediando la treintena, tienen todos los rasgos de los que se puede inferir una vida intensa. No sólo por los surcos de arrugas en la cara, sino también por la voz cascada, las manos ásperas y las dentaduras en mal estado, sumado a la vestimenta informal que los caracteriza. Los “hechos mierda” son, en estas descripciones, los que se disciplinaron a un modelo. A la vez, es habitual entre los mensajeros escuchar comentarios del tipo “Yo no quiero crecer: quiero seguir siendo pibe”9, “no quiero madurar, ¿para qué?”, “no quiero ser grande”. Pero si pareciera que la figura oculta que organiza, por contraste, esos comentarios es la del adulto, en verdad ese adulto no remite a una condición etaria sino a un tipo particular de sujeto que es el que usa traje y corbata. De hecho, aquellos de quienes se diferencian en los comentarios anteriores, pueden tener la misma edad. Y es que los mensajeros confrontan con el trabajador dependiente de la rutina, de la oficina, de una vestimenta monocromática que no puede elegir. Por extensión, el fletero se opone al encierro y al disciplinamiento. Siendo en verdad una contrafigura, el modelo del traje y corbata les organiza su vida adulta a partir de un formato laboral congruente con ciertas disposiciones valorativas respecto del poder. La inserción en el sistema productivo se “resuelve” en un formato laboral, el fleteo, que han ido construyendo en la rutina diaria. A la vez, la contrafigura también presenta otra faceta, relacionada con la autenticidad, valor que estaría ausente en los “hechos mierda”, invariablemente “de traje y corbata”, y que implica una condena a la hipocresía, a la ausencia de autenticidad. Si la operación equiparadora implica ‘desnudar’ al otro para despojarlo de los atributos de su rol, es lógico que entonces la contrafigura esté ‘vestida’; y más aún, que esté vestida con “ese perfecto símbolo de todo lo duro y contraído: la corbata” (O’Donnell, 1984: 13). Se condena a quien simula lo que no es, a quien no es auténtico ni coherente, a quien hace un uso ilegítimo del poder emanado de la autoridad de un rol. Es el caso de Aldo, condenado por sus pares por inauténtico.


Disputas gremiales

Las situaciones de interacción, con otros y entre ellos, que se dan por fuera de su práctica laboral concreta, presentan características distintas a la politicidad observada en su laboral cotidiano. Para mi investigación participé en uno de sus rituales de celebración (el del Día del Motoquero), y también reparé en sus prácticas gremiales registrando, particularmente, los modos en que cada una de las agrupaciones de base piensan y organizan sus estrategias de crecimiento y acumulación de capital político. El relato de lo que sigue presenta un entretejido de los

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Aldo apareció en el medio de un asado. Estaba vestido completamente de negro, con anteojos oscuros y guantes sin dedos de cuero, llevaba al cuello un celular, dos handies y una petaca con cigarrillos. Urbano lo calificó como “un payaso”. Las señales que emite Aldo lo colocan en un lugar inauténtico. Y es condenado por ello. Según Urbano, Aldo “no tiene idea del fleteo”. Se compró la moto cuando fue puesto al frente de una agrupación sindical de base y salió a hacer viajes “para mostrar que conoce del tema”. La moto de Aldo por supuesto, contrasta por su aspecto impecable con la de aquellos que trabajan todo el día. Aparenta lo que no es, asume un rol ilegítimo, se coloca en una posición que no le corresponde. Lo que se señala es que los atributos externos, visibles no son garantía del ejercicio de un rol. Y viceversa: cuando una persona ocupa el lugar que ocupa de manera legítima, es decir, por sus propios medios y sin aparentar, esa persona obtiene un voto de confianza y también de admiración. A estas condiciones que orientan las disposiciones subjetivas hacia determinadas posiciones respecto del poder, la autoridad y la jerarquía (Isla, 2006) desplegadas en la vida cotidiana de los sujetos, propongo denominarlas con el término englobador de politicidad. La cuestión es que esta politicidad se relativiza cuando cambia la situación y comienzan las disputas gremiales entre los “auténticos fleteros” y los “de traje y corbata”, encarnados, en este caso, en Aldo. Una de las últimas entrevistas realizadas fue a Mario, uno de los (escasos) mensajeros que milita gremialmente. En ese momento pretendía indagar sobre las modalidades de acción orientadas a la obtención de recursos. Para el momento de la entrevista con Mario, ya había reparado en el uso de la contrafigura de traje y corbata para discriminarse de quienes, según su propia perspectiva, están disciplinados al modelo. En el diálogo acerca de los procesos de agremiación, de las disputas por la representación sindical, de las diferentes estrategias de crecimiento, de sus propias prácticas de militancia, para referirse a aquellos que habían formado una agrupación gremial de base sin ser mensajeros, los llamó “unos tipos de traje y corbata”. Lo interesante del caso es que uno de ellos es Aldo, el que apareció en el asado vestido de negro, ‘disfrazado’ de mensajero. En verdad Mario se halla en una posición intermedia entre la politicidad emanada de su condición de fletero, y las contradicciones de sus acciones políticas. Milita gremialmente, pretende disputar poder pero para eso necesita negociar algunas posiciones.

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dos ámbitos, focalizando sobre el tipo de disputas gremiales. Esto me permitirá tanto discriminar la calidad de las acciones políticas, como del marco histórico interpretativo. En diciembre de 2006 me sumé al ritual de recordación conocido como la caravana a Ramallo. Ese año la caravana fue motorizada por una de las agrupaciones gremiales: la que llamo Celeste y Blanca, aunque la agrupación más antigua es la que denomino Roja y Negra. Se desconocen datos de los comienzos de esta agrupación, aunque algunas crónicas refieren que “(L)os primeros en intentar algún tipo de organización fueron el Pelado y el Chino, en el ‘99”.10 Como paraban en la plazoleta de 9 de Julio y Perón, una de las esquinas más céntricas de Buenos Aires, cercana al Obelisco, a este grupo se lo conoce como ‘Los muchachos de Perón’. Todo parece indicar que fueron ellos quienes empezaron a convocar a marchas por mejoras laborales y libre acceso en las autopistas. Otros medios ubican los comienzos en octubre de 2000 cuando 500 ‘motoqueros’ se manifestaron frente al Obelisco11, mientras que sus propios relatos afirman que la Roja y Negra nació a partir de unas movilizaciones de 1999 en Avellaneda, en el Conurbano Bonaerense, donde se pedía por la mejora y la protección en el tránsito, un suceso que culminó con la intervención policial y por eso recibió cobertura mediática. Según el encargado de prensa, la Roja y Negra tiene 850 afiliados en la Ciudad de Buenos Aires y 2000 en todo el país. A los pocos años de conformarse la Roja y Negra, surgió otra agrupación que funcionaba en un taller para motos, pero tuvo corta vida. En 2003 un pequeño grupo inicial crea la agrupación Celeste y Blanca, que afirma contar actualmente con 450 afiliados. Su rama sindical busca desde entonces la obtención de la personería gremial para alzarse con la representación ‘oficial’ de los mensajeros en moto. Esta agrupación tuvo su bautismo público en ocasión de un escrache realizado al ex-dictador Jorge Videla junto con la agrupación HIJOS12, el 18 de marzo de 2006, fecha cercana al 30º aniversario del inicio de la última dictadura militar. Las dos agrupaciones presentan diferentes filiaciones político-partidarias: mientras la Roja y Negra se alinea con partidos de izquierda, la Celeste y Blanca forma parte de un movimiento de base peronista. En cuanto a las articulaciones verticales, estas diferencias son congruentes con las dos grandes líneas sindicales de la Argentina. La Roja y Negra está asociada a la CTA (Central de los Trabajadores Argentinos), tiene conexiones sólidas con HIJOS, y forma parte del MIC (Movimiento Intersindical Clasista). La Celeste y Blanca responde a la CGT (Confederación General de Trabajadores) y, desde esta posición, buscan desde 2005 pelear la conducción gremial, al frente de la cual la CGT puso a uno de sus hombres. También tienen relación con HIJOS, aunque de manera menos orgánica. En 2001 sólo existía la agrupación Roja y Negra. Las banderas gremiales que se vieron el 20 de diciembre en la ronda de mensajeros al Obelisco, pertenecían a esta última agrupación. Uno de los que promovió su creación fue, entre otros, Urbano (militante de HIJOS y quien luego, en la caravana del Día del Motoquero de 2006, estaría militando en la Celeste y Blanca). En noviembre del año 2005 la


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Roja y Negra, alineada con la izquierda partidaria en el plano político, inaugura un nuevo local con el apoyo económico de una asociación de trabajadores extranjera, la CNT (Central Nacional de Trabajadores) de España, de la CTA (Central de los Trabajadores Argentinos), y de algunas Ongs europeas. En ese local funciona hasta la actualidad. Fue a raíz de una serie de desavenencias internas, ligadas tanto a perspectivas estratégicas para la consecución de la personería gremial, como a diversas maneras de entender y administrar el manejo de los fondos, que poco tiempo después Urbano y un pequeño grupo de mensajeros se separan de la Roja y Negra y conforman la Celeste y Blanca. Las estrategias de crecimiento político-gremial varían: mientras que la Roja y Negra se caracteriza por realizar movilizaciones y reclamos públicos, por su horizontalidad en la toma de decisiones, y por un principio de independencia respecto de la central sindical oficial, la Celeste y Blanca aboga por producir acuerdos con instituciones sindicales de segundo y tercer grado (sindicatos y confederaciones de trabajadores) para la acumulación de capital político que, a su vez, les posibilite convertirse en interlocutores válidos dentro del espectro gremial. Estas diferencias dan cuenta de la existencia de distintos marcos históricos interpretativos, entendidos como el conjunto organizado de representaciones vinculadas tanto con las biografías de militancia como con las sedimentaciones históricas que las maneras de hacer política asociadas a líneas partidarias se han ido tramando en esas representaciones. En otro plano, mientras que la Roja y Negra privilegia la subsunción de cada trabajador dentro del sindicato que los agrupa, la Celeste y Blanca ha optado por estrategias de representación gremial por empresa. Esto, por un lado, los obliga a negociar la presencia de personajes ‘ajenos’ a la práctica, nombrados ‘desde arriba’ por un jerarca sindical; y por el otro, a subsumir su perfil laboral en algún otro que los ampare.13 Así, como resultado de la política gremial de la Celeste y Blanca, Urbano y Mario son actualmente representantes gremiales, elegidos a través de mecanismos genuinos de las empresas donde trabajan, que no son mensajerías. Ambos militan en el gremio de base que organizó la caravana a Ramallo en 2006, momento en el cual participaban codo a codo en la agrupación Celeste y Blanca, con la política interna de lograr representación gremial por empresa. Asimismo, e incluso en el contexto de la acción gremial acotada a la propia agrupación y a la militancia, las relaciones distan de ser serenas: a pesar de que ambos son representantes gremiales, elegidos democráticamente, de empresas similares, actualmente Mario y Urbano están distanciados por cuestiones relativas a diferentes actuaciones gremiales. Lo relevante del caso es que estas diferencias se enmarcan, además, en diversas líneas internas dentro mismo del espectro del peronismo, líneas que van desde la ortodoxia a una izquierda autodenominada “revolucionaria”. De hecho, cada uno por separado, explicó su propia versión detallada del distanciamiento: uno habló de traiciones; el otro de inacción. La caravana a Ramallo se realiza todos los años en diciembre, con el objeto de recordar a Gastón Riva, un mensajero que salió a las calles durante las jornadas cívico-populares, y que fue asesinado el 20 de diciembre de 2001 por los aparatos

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represivos del Estado. En 2006, la caravana implicaba, además del repetido homenaje, una disputa por la hegemonía gremial. Urbano, uno de sus organizadores, en este caso de la quinta caravana, lideró los 205 kilómetros que separan el Obelisco de la ciudad de donde era oriundo Riva. El otro organizador, Mario, fue por su cuenta y llegó después que el resto. Una vez que llegamos a Ramallo, la caravana se dirigió directamente al cementerio. En el nicho de Gastón Riva ya había, además de floreros con flores, varias placas: una de su esposa e hijos; otra con el escudo de Boca Juniors; dos más (de años anteriores) de la agrupación Roja y Negra, contraria a la que representaban Urbano, Mario y el resto de los integrantes de la caravana. Al acto en el cementerio asistieron, además de la comitiva en pleno, amigos, vecinos y familiares del mensajero asesinado en diciembre de 2001. Pocos kilómetros antes de doblar la curva de entrada a la ciudad, apareció Mario, quien no había participado de la caravana sino hasta ese momento. Mario llegó con un compañero, subido cada uno a su moto, justo para la hora de comienzo del acto. Fue él quien inició la ceremonia tocando el nicho de Gastón Riva y persignándose. Inmediatamente después convocó verbalmente la figura de Gastón Riva confesando que nunca lo llegó a conocer. A continuación, le dio la palabra a Aldo, en su calidad de secretario general de la Celeste y Blanca, la agrupación gremial recientemente creada. Aldo comienza su oratoria después de la de Mario. Apenas empieza a hablar, dice que efectivamente él “tampoco conocía a Gastón Rivas”. “Riva”, se escucha fuerte la voz de Urbano, corrigiendo al impostor. Aldo se disculpa, mira a los familiares y continúa. Dos veces más a lo largo de su discurso, el secretario general de la Celeste y Blanca cometió el mismo error al nombrar el apellido del mensajero asesinado: Rivas en lugar de Riva. Pero Urbano ya no lo corrigió. Sin embargo, fue una suerte estar enfrente de él. Porque la breve e ínfima mueca que hizo con la cara fue mucho más elocuente que cualquier palabra, al menos para quienes estábamos atentos a sus gestos. Mario y Urbano deciden no insistir: están demasiado comprometidos con las acciones de crecimiento gremial, saben que no tienen más opción que soportar la presencia de alguien que han calificado de “un tipo de traje y corbata”. En este sentido, los valores y representaciones que fundan su politicidad se ponen en suspenso para poder mantener una estrategia que es, a todas luces, política. A este tipo de acciones, tendientes a la acumulación de capital gremial y/o político, y encuadradas dentro de las dinámicas propias de las instituciones políticas, las he denominado acción política. Si bien entre los mensajeros que militan en estas agrupaciones se distinguen discursos encontrados respecto tanto de cuestiones ideológicas como de funcionamiento interno y de política de crecimiento, quienes carecen de militancia presentan una ‘amable’ distancia con ambas. Y es que en la batalla particular que tiene por objeto de disputa la hegemonía gremial, la politicidad cotidiana no aparece implicada en las prácticas gremiales concretas. Más allá del mantenimiento de los rasgos, valores y atributos del fleteo, la disputa se juega en los marcos prácticos de


la lógica de las dinámicas gremiales, y dentro de las reglas de este particular juego institucional. En este encuadre, los elementos cotidianos quedan en suspenso, toda vez que los bienes en disputa participan de reglas de juego heterónomas, tales como la cantidad de afiliados; la adscripción sindical a asociaciones reconocidas o no por el Ministerio de Trabajo (CGT o CTA); la filiación de la agrupación de base por pertenencia laboral o por empresa, entre otras. Mis interrogantes iniciales fueron siendo matizados por la observación de elementos simbólicos sostenidos por los propios sujetos. En ese sentido, una de las primeras cuestiones que atravesó mis reflexiones fue la necesidad de no anteponer calificativos a las prácticas que iba reconstruyendo, intentar no rotularlas ni de políticas, ni de no-políticas. Especialmente porque, en tanto partícipe de esta sociedad, mi propia visión de la imagen de los mensajeros durante las jornadas de diciembre de 2001 había quedado asociada a la calificación épica producida por las narrativas massmediáticas, y entonces debía ser conciente de que mi análisis de algún modo también participa en la red de atribución de sentidos sociales (Mauger, 2007). No obstante, y a pesar de ello, el análisis concreto de las prácticas que los mensajeros despliegan o desplegaron en distintos contextos, me exigía producir una discriminación terminológica. Y en este punto sentí la necesidad de recurrir a otras voces, la de aquellos que habían escrito antes que yo, en primer lugar para dar cuenta, en un nivel de abstracción mayor, de los atributos encontrados en las prácticas a partir de algún conector que los pusiera en común. El trabajo de Isla (2006) me dio las primeras pistas, especialmente cuando sostiene que la ‘cultura política’ incluye tanto a “las prácticas y los discursos verbales como a campos de simbolización e identificación relacionados a expresiones de poder, a formas de autoridad y jerarquía, concientes o no concientes en los actores” (Isla, 2006: 113. Resaltado del autor). Allí, en la práctica cotidiana de los mensajeros, encontré modos prácticos de entender y expresar una posición frente al poder, la autoridad y la jerarquía.14 La práctica de fletear se efectiviza en la calle, en el marco de una cultura ordinaria (de Certeau, 1999), y se expresa a partir de situaciones encuadradas por coordenadas de espacio y tiempo donde su identidad se ve comprometida. O, mejor aún, son los particulares usos del espacio y el tiempo los que atraviesan su identidad como mensajeros en situaciones donde cotidianamente experimentan el poder, la autoridad y la jerarquía. Esta concepción me permitió pensar la articulación entre la dimensión del trabajo y de la contienda cívica, y, como afirma Isla (2006), me ayudó a reconstruir esa relación desde el propio punto de vista de los actores, en este caso, de los mensajeros. El trabajo de Isla entonces fue crucial para darle forma y marco a mis observaciones, porque me permitió esquivar mi propia mirada y recolocar sus prácticas en términos de unos modos de experimentar, ensayar, evaluar, modificar o reproducir las relaciones de los mensajeros con el poder que no están despegados de la práctica laboral, por lo cual son puestas en acto en el propio ámbito de la calle, donde trabajan todos los días, y en el tiempo recortado de la jornada laboral.

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El proceso de abstracción

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Sin embargo, y si bien Isla me había proporcionado un marco de reflexión que me permitía agrupar lo observado bajo un encuadre en común, su referencia a ‘cultura política’ me incomodaba. En primer lugar, por las dificultades teóricas que ambos elementos del sintagma presentan: tanto “cultura” como “política” son términos que actualmente están siendo objeto de debate teórico dentro de las Ciencias Sociales.15 Pero en segundo lugar, y básicamente porque el sintagma (y obviamente el despliegue argumentativo que hace Isla) me sugería una línea que relacionaba la práctica ‘política’ en sí con un conjunto de prácticas y representaciones vinculadas con modos históricos de hacer política. Por el contrario: el caso investigado me enfrentaba con la necesidad de discriminar la politicidad desplegada en la rutina laboral, de los marcos que provee la historia específicamente local. Entonces, si bien la primera conceptualización que Isla hace de ella me resultaba congruente con lo que encontraba en mi trabajo de campo, necesitaba ensayar una definición que me permitiera señalar una distinción respecto de lo que este autor denomina ‘cultura política’. De modos más generales, mi investigación requería tomar distancia de una zona de la teoría destinada, implícitamente, a pensar los entramados de las disposiciones hacia el poder con una cierta biografía ligada o bien a un pasado de militancia, o bien a unas representaciones asociadas a ella. Y aún encontraba otra distancia, y es que la perspectiva histórica, que daba como resultado un encuadre interpretativo, sedimentaba aún en aquellos que no tenían una trayectoria vital relacionada con la militancia. Si el peor de los insultos de los integrantes de la Roja y Negra hacia los de la Celeste y Blanca era el de “burócratas”, la respuesta en sentido inverso era la de “troskos”.16 En otras palabras, la necesidad de afinar la lectura de Isla no provenía de un afán meramente crítico, sino del hecho de que lo observado en el marco de la vida cotidiana de los mensajeros no conducía a señalar ‘migraciones’ de experiencias de beligerancia entre contextos17, como tampoco hacia la activación de marcos racionales para la acción.18 Los datos orientaban mis reflexiones hacia los modos cotidianos en que se organiza una práctica, y a los modos en que esa práctica está informada de una historia política local sedimentada en representaciones extendidas. Por lo pronto, entonces, decidí denominar a la articulación de los elementos del fleteo, reconstruidos en el trabajo de campo, como politicidad. En principio, adopté la noción de politicidad sugerida por Merklen (2005), quien afirma que la política es una parte constitutiva de la vida cotidiana de los sujetos, no importa qué posición ocupen en la estructura social.19 Este ámbito en el que se constituye la politicidad, es analogable a lo que Auyero denomina la microfísica de la política (2001: 40). Lamentablemente ni Auyero ni Merklen desarrollan en extenso la especificidad de esta condición que, entendida como una dimensión constitutiva de la vida cotidiana, se pierde, se difumina en ella misma. Paralelamente, la pregunta sobre la politicidad fue cobrando sentido no sólo en la medida en que me internaba en el proceso de investigación, sino también en la medida en que orientaba mis preocupaciones en diálogo paralelo con un espectro de trabajos que estudian localmente la politicidad (Merklen, 2005), las formas de la politicidad (Ferraudi Curto, 2007), la microfísica de la política (Auyero, 2001), las ya mencionadas


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disposiciones hacia el poder, la autoridad y la jerarquía (Isla, 2006), las experiencias y prácticas políticas (Semán, 2006) de los sectores populares.20 Sin embargo, ninguno de ellos focalizaba sobre trabajadores urbanos en situaciones concretas de la vida cotidiana, o bien laborales, o bien de crecimiento gremial. En la otra punta del arco, Balbi y Rosato (2003) señalan que, aún cuando la política no puede entenderse separadamente de otros dominios de la vida como el económico, el religioso o el cultural, ello no implica sostener que no existe una especificidad de lo político. Sólo que esa especificidad tiene que ser demostrada a partir de un análisis que no reduzca la política “a una concepción topográfica de la vida social (…) como se observa a un mapa donde, en abierta oposición con la realidad allí representada, el mundo parece hecho de espacios predefinidos y fijos” (Balbi y Rosato, 2003: 16). En este sentido, intenté abordar a la politicidad desplegada por los mensajeros durante las jornadas de diciembre de 2001, bajo esta doble advertencia: la de Merklen y de Auyero respecto de la co-participación de la dimensión política en la vida cotidiana, y la de Balbi y Rosato en relación con la necesidad de entender la especificidad de lo político en el entrecruce con otros dominios de la vida social. Sin ignorar, ni desoír, los análisis que preceden a este trabajo, con politicidad entonces propongo agrupar a las condiciones que, alojadas en la vida cotidiana de los sujetos, orientan sus disposiciones subjetivas hacia determinadas posiciones respecto del poder, la autoridad y la jerarquía. En el marco cotidiano de estas orientaciones, que dependen de las inscripciones específicas de las prácticas, habitan sujetos concretos antes que universales. En esta dimensión experiencial cotidiana, se va tramando la agencia, entendida como la “serie de circunstancias en las que [el sujeto] se encuentra, reflexiona sobre ellas y, finalmente, reacciona contra ellas” (Ortner, 2005: 46). Y la politicidad implicada allí se va inscribiendo profundamente, aunque con poco resplandor, en su laboral cotidiano, en la rutina monótona, casi ‘invisible’, de su día a día. Desde este punto de vista, la politicidad incluye, abarca y organiza a las maneras en que los sistemas públicos de símbolos, textos y prácticas “representan un mundo y, a la vez, dan forma a los sujetos de una manera ajustada a la representación de ese mundo” (Ortner, 2005: 34), y de modos de hacer que son también fundamento de la posibilidad de agenciamiento. Por otro lado, y si bien las prácticas laborales de los mensajeros están organizadas alrededor de modos en que experimentan, y recrean discursivamente, el poder, la autoridad y la jerarquía, en ocasiones de disputar el acceso a los recursos, los mensajeros están implicados en una acción política cuyos gestos se destinan concretamente a pelear por la utilización del poder en forma diferencial, y por la consecuente redistribución de los recursos del Estado. En todo caso, lo que sesgará y moldeará la manera concreta de las acciones políticas destinadas a la adquisición de mejoras en su vida será el marco histórico interpretativo (de la política) de los implicados: convocar a marchas en las calles para protestar por las condiciones laborales de un compañero, o pelear internamente en las estructuras sindicales por una porción del poder institucional. Por marco histórico interpretativo (de la política) entonces decidí referirme en esta investigación a los “sedimentos históricos

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de la política en la cultura” (Semán, 2006: 162), una dimensión simbólica ligada con experiencias anteriores y/o discursos que enlazan las tramas biográficas con las prácticas de disputa por los recursos en un presente coyuntural. La reconstrucción de las prácticas relacionadas con las acciones públicas de los mensajeros muestra que las versiones experimentadas y representadas de las formas de hacer política, inciden en los modos en que los sujetos conforman sus acciones políticas efectivas: pertenecer a la Celeste y Blanca o a la Roja y Negra se traduce en distintas maneras de entender a las estrategias de acumulación de poder y de capital político, y por ende distintas maneras de actuar en consecuencia. Lo cierto es que más allá (o más acá) de estas diferencias, los elementos presentes en la politicidad del fleteo cotidiano las ignoran. Esto permite sugerir que cuando el contexto implica una disputa por los recursos, como es el caso de las dinámicas de agremiación, las prácticas adoptarán la forma de acción política, si entendemos, con Swartz, Turnen y Tuden (1966) que ésta se define por ser: a) un proceso público antes que privado; b) proceso que involucra metas y objetivos concretos y c) que compromete la utilización del poder en forma diferencial. Independientemente de los elementos de la politicidad comprometidos en el ejercicio de las prácticas cotidianas, la acción política se subsume a un tipo de agencia que se despliega en la disputa por los recursos, y que se disuelve en los avatares de la misma dinámica gremial. Desde esta perspectiva, que enmarca a la agencia en relación con las dimensiones de participación y de acceso (Grossberg, 2003), no parece haber un vínculo íntimo entre la politicidad y las acciones destinadas a la obtención de recursos.21 Donde sí están presentes los elementos de la politicidad es en la práctica laboral cotidiana, independientemente de la filiación ideológicopartidaria de los practicantes, de su marco histórico interpretativo, e incluso de sus biografías de militancia. Por lo tanto, considero que, en el caso específico de los mensajeros, sus acciones políticas están efectivamente atravesadas por el marco histórico interpretativo de los sujetos, pero no así su politicidad, que se despliega en la rutina laboral y va inscribiendo allí, en el opaco resplandor de la cotidianeidad, formas particulares de experimentar el poder, la autoridad y la jerarquía.

Recapitulación (después de un ejercicio reflexivo)

A modo de síntesis, entonces, recupero y paso en limpio lo argumentado hasta aquí. Me había detenido en el trabajo de Isla (2006), y en su delimitación de ‘cultura política’, reparando especialmente, en los tres elementos sobre los cuales hace girar su caracterización. Y a pesar de que el autor no apunta a realizar una definición a priori de esa categoría, su etnografía permite inferir que con ‘cultura política’ se está refiriendo a las representaciones, ideaciones, experiencias y valoraciones que conforman históricamente las disposiciones hacia el poder, la autoridad y la jerarquía de un sujeto, haciendo hincapié en el peso de la historia. De esta definición, me incomodaba la relación (implícita) con las biografías de militancia y las representaciones subjetivas sobre modalidades de acción política concretas.


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Este y otros trabajos me dieron pistas nutritivas para discriminar las diversas dimensiones que observaba en las prácticas de los mensajeros y que a todas luces presentaban rasgos distintivos. Concretamente, si estoy afirmando que la politicidad de los mensajeros se materializa en prácticas concretas que organizan la vida cotidiana, es igualmente cierto que esas prácticas concretas no siempre adoptan la forma de acción política en los términos de Swartz et al. (1966), sino sólo en ocasión de la disputa pública por el acceso a la distribución de los recursos. Además, ninguna de estas formas posee a priori un ‘valor’ más importante que la otra, porque todas ellas se vinculan con formas de agencia únicamente recortables en su especificidad contextual. En diciembre de 2001, al margen de que en ese momento sólo existía una de las dos agrupaciones gremiales de base, lo que marcó la salida a las calles de los mensajeros fue la impronta de una politicidad inscripta en su trajinar diario, y no en sus (respectivos) marcos históricos interpretativos. En esa ocasión, fue el sentido práctico el que guió su accionar extraordinario y no su biografía de militancia y/o participación en instituciones consideradas tradicionalmente como políticas.22 Es que, como afirma Semán, “la politicidad se constituye singular e históricamente, más allá de las idealizaciones a las que esa historia da lugar” (2006: 163). Por el contrario, en ocasión de una acción política, los marcos históricos interpretativos sostienen y dan forma a los gestos de disputa por el poder, y la efectividad relativa de los gestos de disputa por el acceso a los recursos no dependerá sólo de la politicidad de los sujetos, sino también del contexto específico, concreto y acotado de la micro-sociedad en la que esos gestos se insertan. De hecho, y a pesar de que los elementos reconstruidos en la práctica cotidiana del fleteo implican un posicionamiento específico respecto del poder, la autoridad y la jerarquía, la acción política requiere, según la ocasión, poner en juego también gestos de consentimiento, como por ejemplo, aceptar estratégicamente que un sujeto considerado representante del modelo ‘traje y corbata’, impuesto ‘desde arriba’ por la cúpula sindical, se erija en dirigente y aliarse coyunturalmente con él para obtener una cuota de poder. Cabe advertir que las tres dimensiones reconstruidas se imbrican fuertemente con la dimensión cultural; de hecho, son formas con cierto aire de familia pero que difieren según el contexto. Las tres dimensiones no sólo comparten elementos culturales, sino que, además, presentan zonas de solapamiento o yuxtaposición: Mario y Urbano comparten su filiación peronista, pero terminan distanciados por provenir de distintas facciones; ambas agrupaciones gremiales tiene vínculos con HIJOS, aunque la organicidad difiere; Mario etiqueta a Aldo como “un tipo de traje y corbata”; etc. De allí que, dialogando con Isla, considero prudente sostener que politicidad, acción política y marco histórico interpretativo, son elementos que, en su conjunto y en su articulación, pueden denominarse cultura política en un sentido pleno. Esto no quita que, en términos de los cambios en las subjetividades, podrá ser la politicidad y no necesariamente la acción política la que defina un modo cotidiano de agencia en el cual, en el sentido geertziano en que la define Ortner (2005), la

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cultura expresa, construye y mantiene esa subjetividad. Las tres dimensiones políticas de las que he intentado dar cuenta aquí, son diversos modos de experimentar la vida, tanto en contextos cotidianos como extraordinarios, e implican todas ellas imbricaciones complejas entre las tramas culturales, las laborales y las políticas. En este sentido, la cultura expresa, construye y mantiene los modos en que los sujetos se posicionan frente al mundo que les ha tocado vivir. Y contribuye, desde la perspectiva de los cambios en las subjetividades, a la construcción y expresión de la agencia de estos sujetos. Referencias

1. Me refiero a la revuelta cívica del 19 y 20 de diciembre de 2001, punto máximo de la radicalización en Argentina de una crisis que fue tanto económica como político-institucional. La revuelta puntualmente originó la renuncia del entonces presidente De la Rúa, y la sucesión de cuatro presidentes en el transcurso de los diez días posteriores. 2. El trabajo de campo lo realicé entre 2004 y 2007 acotando la unidad de análisis a los mensajeros del Ámbito Metropolitano de Buenos Aires (AMBA). 3. No puedo dejar de agradecer las lecturas atentas, generosas e inteligentes que Gabriel Noel, Verónica Moreira, Pablo Semán y Silvina Merenson hicieron de versiones preliminares de este trabajo. 4. De hecho, hablar de ‘mensajeros en moto’ no hace completa justicia a quienes realizan esta actividad laboral. Muchos de ellos hacen mensajería en bicicleta, lo cual se ha ido incrementando en los últimos años, especialmente en aquellas zonas urbanas donde los itinerarios son cortos. En esta presentación, hablaré genéricamente de ‘mensajeros’, o eventualmente de ‘mensajeros en moto’. 5. En esta presentación usaré la cursiva para señalar tanto los términos nativos como los conceptos teóricos. Estos últimos, además, van acompañados del apellido del autor y el año de edición. Advierto que, en ambos casos, sólo utilizaré la cursiva la primera vez. 6. El handy es un aparato inalámbrico con el cual dos personas pueden comunicarse a la distancia. 7. Para ampliar sobre esta cuestión ver Rodríguez (2008). 8. Existe un vínculo estrecho (que no puedo ampliar aquí) entre el deseo de autonomía y el cuentapropismo. Pero es un vínculo que se juega más en el plano de lo imaginario que de lo real, porque la mayoría aspira a integrarse laboralmente a una empresa que los cobije como empleados en blanco, con vacaciones pagas, aguinaldo, obra social y ART, es decir, con relaciones de dependencia laboral y no de autonomía. De hecho los pocos que han logrado esa posición ocupan el lugar superior en la pirámide simbólica: son los privilegiados. Curiosamente, son quienes poseen más grado de compromiso con la militancia gremial. 9. “Pibe” es un término que, en el sociolecto del Río de la Plata, remite a un niño, en cierto sentido travieso y pícaro. 10. L. VALES, “El sindicato de los motoqueros, Los combativos”, Página 12, 03/11/2002, disponible en www.pagina12web.com.ar. 11. L. KLENER HERNÁNEZ, “Motoqueros del Apocalipsis”, en Punto Final, s/f, disponible en www. puntofinal.cl/516/argentina.htm 12. El escrache es una metodología que pone en evidencia la existencia de un sujeto o grupo cuyas conductas hayan producido una severa afrenta moral o material sobre la sociedad, que hasta entonces se halla en el anonimato. Esta metodología de protesta puede atribuirse, en sus orígenes a la agrupación HIJOS (Hijas e Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio), una organización política de derechos humanos que inició su trabajo en 1995. 13. A fines de 2008, un fallo de la Corte Suprema de Justicia habilitó a los trabajadores a adquirir representación gremial por empresa, lo cual plantea un desafío interesante. Y es que mientras la Celeste y Blanca, alineada con la CGT, para crecer se dio una política gremial que implica la representación por empresa (los mensajeros son elegidos delegados gremiales de la empresa donde trabajan, y desde ahí disputan porciones de poder con los sindicalistas ‘’gordos”, para que influyan en la firma de la personería gremial), la Roja y Negra, por el contrario, alineada con la CTA, trabaja por la consecución


Bibliografía

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de la figura legal del mensajero, para buscar representación por profesión, y no por empresa, y desde ahí intentar obtener la personería. Ninguna de las dos agrupaciones tiene aún personería gremial. La contradicción es obvia, y se relaciona con que la representación por empresa es reivindicada por la CTA, aunque en la práctica es traccionada por mensajeros alineados con la CGT. 14. Con esto no estoy afirmando que esos tres elementos, el poder, la autoridad y la jerarquía, son los únicos que intervienen en la construcción de su subjetividad. Más bien intento recortar e iluminar tres dimensiones donde se fraguan unas modalidades particulares de negociación y confrontación identitaria. De hecho gran parte de su identidad como mensajeros gira alrededor de la atracción (real o supuesta, no tiene importancia) que aseguran posee la moto en la conquista amorosa. Otro eje significativo en la modulación de sus identidades está dado por el consumo de sustancias alteradoras de la conciencia. Aunque importantes, ni su presencia ni su ausencia modificó la secuencia analítica que despliego aquí. 15. Algunos desarrollos en ese sentido pueden revisarse en Ortner (2005), Abu-Lughod (2005), y también Grimson (2002). 16. Apócope de trotskistas utilizado informalmente como forma de degradación. 17. Como, por ejemplo, el análisis que realiza Auyero (2002). 18. Como lo sugeriría un análisis sostenido en los presupuestos del paradigma de la intervención estratégica. Para ampliar ver McAdam, McCarthy y Zald (1999). 19. Según Merklen, la condición política de las personas, “engloba al conjunto de prácticas, su socialización y su cultura política (…) es constitutiva de la identidad de los individuos y, por esta razón, evitaremos las fórmulas, más frecuentemente empleadas, de ‘relación con lo político’ o de ‘identidad política’. En éstas, lo político aparece como una dimensión autónoma de la vida social con la que los individuos entrarían en relación” (2005: 24). Unos años antes Auyero (2001) ya había planteado la necesidad de adoptar una perspectiva similar a la propuesta por Merklen. Auyero afirma que, desde el punto de vista de los actores populares, la política es una práctica cotidiana. Seguidamente postula que le interesa describir cómo “la política se entremezcla en la vida cotidiana de la gente” (Auyero, 2001: 40). 20. Resalto el hecho de la clave local en la cual reparé sobre el uso de distintas variedades de categorías asociadas a politicidad, porque en verdad el mismo término requeriría la reposición histórica de una biblioteca académica que ha producido diversas interpretaciones y afirmaciones sobre el tema. Rastrear la historia teórica y consignar la problematización de la categoría de politicidad implicaría sumergirme en una búsqueda que, a los efectos del argumento que presento aquí, considero excesiva. Sí me importa señalar la dificultad que presenta el uso de este término que, en su simpleza, pretende conjugar una dimensión no siempre observada en la vida cotidiana de los sujetos; y que, simultáneamente, parece resbalarse de los anaqueles de las Ciencias Sociales sin nunca adquirir estatuto pleno. Posiblemente, una discusión sobre esta cuestión ameritaría una monografía autónoma. 21. Permítaseme advertir y sugerir que la co-presencia de dos modos distintos de comprender la capacidad de agencia, una objetivista (la de Grossberg) y otra subjetivista (en Ortner) implica, antes que un error analítico, una mirada sobre la ambivalencia del mismo objeto (Grignon y Passeron, 1991). 22. Notablemente, esta práctica fue capturada por los medios en el contexto de un acontecimiento que, de alguna manera, exigía dejar en suspenso toda filiación partidaria y toda adscripción ideológica. La acción cívica en estado ‘puro’, sin contaminaciones, compatibilizó con las prácticas de los mensajeros y por ello fue un valor resaltado por el discurso de los medios. Porque la politicidad de los mensajeros, que en esos días adoptó una forma extraordinaria sin perder sus elementos de base, conectaba con plenitud con la idea que hegemonizó las interpretaciones sobre esas jornadas.

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A. ROSATO y F. BALBI (eds.), Representaciones sociales y procesos políticos. Estudios desde la antropología social, Buenos Aires, Antropofagia-IDES. M. DE CERTEAU (1996), La invención de lo cotidiano. I. Artes de hacer, México, Universidad Iberoamericana. (1999) [1974], La cultura en plural, Buenos Aires, Nueva Visión. M. C. FERRAUDI CURTO (2007), “Cuando vamos de piqueteros: aproximación crítica al concepto de identidad”, en AA.VV. La sociología ahora, Buenos Aires, Siglo XXI. C. GRIGNON y J. C. PASSERON (1991), Lo culto y lo popular. Miserabilismo y populismo en sociología y en literatura, Buenos Aires, Nueva Visión. A. GRIMSON (2002), “Las sendas y las ciénagas de la ‘cultura’. La antropología y los estudios de comunicación”, en Tram(p)as de la comunicación y la cultura, La Plata, Año 1, Nro. 1. L. GROSSBERG (2003), “Identidad y estudios culturales: ¿no hay nada más que eso?”, en S. HALL y P. DU GAY (comps.) Cuestiones de identidad cultural, Buenos Aires, Amorrortu. A. ISLA (2006), “Violencias públicas y privadas en la producción de familia y género”, en D. MÍGUEZ y P. SEMÁN (eds.) Entre santos, cumbias y piquetes. Las culturas populares en la Argentina reciente, Buenos Aires, Biblos. G. MAUGER (2007), La revuelta de los suburbios franceses: una sociología de la actualidad, Buenos Aires, Antropofagia. D. MC ADAM, J. MC CARTHY y M. ZALD (eds.) (1999), Movimientos sociales, perspectivas comparadas, Madrid, Istmo. D. MERKLEN (2005), Pobres ciudadanos. Las clases populares en la era democrática (Argentina, 1983-2003), Buenos Aires, Gorla. G. O’DONNELL (1984), ¿Y a mí, qué me importa? Notas sobre sociabilidad y política en Argentina y Brasil, Buenos Aires, CEDES. S. ORTNER (2005), “Geertz, subjetividad y conciencia posmoderna”, en Etnografías contemporáneas, Buenos Aires, Año 1, Nro. 1. M. G. RODRÍGUEZ (2008), “Escribir los bordes. Los mensajeros en moto y los procesos de circulación cultural”, Tesis de Doctorado en Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, inédita. P. SEMÁN (2006), Bajo Continuo. Exploraciones descentradas sobre cultura popular y masiva, Buenos Aires, Gorla. M. SWARTZ, V. TURNER y A. TUDEN (1966), “Introduction”, en M. SWARTZ, V. TURNER y A. TUDEN (eds.), Political Anthropology, Chicago, Aldine. Recibido: 02/09/2010. Aceptado: 17/01/2010


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Identidades puestas en juego en los procesos de recuperación de empresas: un estudio de caso Melina Perbellini

resumen

summary

A partir de la sociedad industrial, el trabajo se ha convertido en uno de los fundamentos estructurantes de la sociedad y de las identidades sociales. El capitalismo industrial consolidó una nueva relación laboral, la relación salarial. Sin embargo, a nivel mundial, el año 1975 puede tomarse como fecha para marcar la apoteosis de la sociedad salarial. En Argentina, con la implementación plena del modelo neoliberal, asistimos a la crisis del trabajo asalariado. En este contexto, para poder hacer frente a la crisis, los ciudadanos comenzaron a buscar nuevos canales de subsistencia. Es en este punto donde aparecen las nuevas formas asociativas de trabajadores. Una de estas nuevas formas son las empresas recuperadas. A partir de esto nos preguntamos: la ruptura del trabajo asalariado como eje articulador de la identidad, ¿implica una crisis identitaria laboral? ¿Puede el trabajo seguir ocupando el lugar central como estructurador de la identidad? Esto es lo que se intentará descifrar a partir de este trabajo. Para eso nos concentraremos en la estrecha relación entre construcción de nuevas identidades sociales y nuevas formas asociativas de trabajadores, tomando como caso paradigmático y eje de este estudio a las empresas recuperadas, y analizando un caso testigo.

Since the ‘industrial society’, labor has become one of the structuring fundaments of society and social identity. Industrial capitalism consolidated a new labor relationship, the wage relationship. However, the year 1975 can be taken as the apotheosis of the wage labor society. The implementation of neoliberal model in Argentina has produced the crisis of the wage labor. In this context, the citizens have looked for new ways of subsistence in order to deal with this crisis. Then is when new associative ways concerning to work appear, and a particular one: the recovered companies. So we wonder: the rupture of wage labor as main vector of identity, implies a crisis of worker´s identity? Can labor remain its centrality in the structuring of identity? We’ll focus on the narrow relationship between new social identity constructions and new associative ways concerning to work. We’ll take the recovered companies as paradigmatic case and analyze a test case.

palabras clave

identidad / nuevas formas asociativas de trabajadores / empresas recuperadas

keywords

identity / new associative ways concerning to work / recovered companies

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Melina Perbellini es becaria doctoral del CONICET y miembro del Centro de Investigaciones y Estudios del Trabajo de la Facultad de Ciencia Política Relaciones Internacionales de la UNR. E-mail: melinaperbellini@gmail.com

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1. Introducción

A partir de la sociedad industrial, el trabajo se ha convertido en uno de los fundamentos estructurantes de la sociedad y de las identidades sociales. El capitalismo industrial consolidó una nueva relación laboral, la relación salarial. Robert Castel (1997) afirma que la uniformidad de derechos que se les reconocía a los asalariados por medio del trabajo pasó a ser constitutivo de la identidad social de los trabajadores. El trabajo ocupó un lugar central como fuente de sentido en los procesos de constitución de identidades en tanto eje de articulación de vínculos sociales. Sin embargo, durante la década del ’70, la crisis del modelo de acumulación keynesiano-fordista implicó la transformación de la relación propia de este modelo. La crisis estructural del capitalismo impondría nuevas formas de competencia internacional que cuestionarían severamente al régimen de acumulación keynesiano-fordista específicamente en su concepción económica de promover y asegurar la demanda vía salarios y pleno empleo (Dicapua et al., 2006). En Argentina, con la implementación plena del modelo neoliberal, asistimos a un proceso de desindustrialización, de apertura indiscriminada de bienes y capitales, y de privatización de los servicios públicos. Este proceso, nacido con el golpe de Estado de 1976 y profundizado en la década del ’90, condujo a la destrucción del aparato productivo y la contracción del mercado interno, dejando como saldo una creciente desocupación, que se vio fortalecida por las llamadas leyes de flexibilización laboral las que llevaron a la sub-ocupación y a la precarización de las condiciones de trabajo. Este proceso trajo consigo la crisis del trabajo asalariado. Es en este contexto donde aparecen las empresas recuperadas1, empresas/fábricas que los trabajadores deciden ocupar con el fin de hacerse cargo de la producción, cuando sus dueños las declaran en quiebra, o cuando se produce un vaciamiento patrimonial. Las preguntas que van a guiar nuestro trabajo son: ¿Conduce la ruptura de la relación salarial a una crisis identitaria laboral? ¿Puede el trabajo seguir ocupando el lugar central como estructurador de la identidad? ¿Qué identidades se ponen en juego en los procesos de recuperación de empresas? Esto es lo que se intentará descifrar en este trabajo a partir de estudiar un caso testigo. El presente artículo se inscribe en el estudio de casos con un abordaje de tipo cualitativo dando prioridad a la técnica de la entrevista estructurada y semi-estructurada y a la entrevista abierta en profundidad. Asimismo, se trabajó con métodos biográficos o trayectorias de vida con el objetivo de recabar las experiencias subjetivas del grupo de trabajadores y se efectuaron observaciones no participantes. Por otro lado, se utilizó la técnica de triangulación de distintas líneas teóricas sobre el plano empírico.

2. Estudio de caso

El estudio de caso a abordar es la Cooperativa de Trabajo Cristalería Vitrofín Ltda., empresa recuperada por sus trabajadores en el año 2003. La empresa anterior a la cooperativa, Vitrofín, fue fundada en la década del ’60 en la ciudad


santafesina de Cañada de Gómez por un empresario local. Su historia empresarial se caracterizó por el recambio continuo de accionistas, herederos poco comprometidos con la empresa y tres cierres que –cada uno con características muy disímiles– marcan su historia. El primer cierre acontece en el año 1979 y luego de cinco años la empresa vuelve a abrir. El segundo cierre se produce en el año 1995 y se caracteriza y diferencia del anterior, en que dos de sus accionistas y 80 de sus 120 trabajadores deciden intentar continuar con la actividad conformándose en una Cooperativa de Trabajo. Luego de grandes esfuerzos y no pudiendo poner la fábrica en funcionamiento, la empresa cierra por tercera vez sus puertas, declarándose su quiebra en el año 1998. El proceso de recuperación de esta empresa tiene una particularidad: desde el momento de cierre de la empresa en el ’95 hasta la reapertura en el año 2003, existen ocho años de distancia. Luego de ese largo período, 40 trabajadores se organizan con el fin último de poner a producir la fábrica nuevamente. Hoy la empresa cuenta con 70 trabajadores, de los cuales un tercio son ex-trabajadores de la empresa anterior. La mayoría promedia una edad de entre 45 y 65 años. Los oficiales de banco tienen todos más de 60 años e ingresaron en la fábrica en la década del ’60 contando con sólo 13, 14 o 15 años. Los nuevos trabajadores –quienes ingresaron directamente a la cooperativa pasando por la Escuela de Artesanos Vidrieros y Cristaleros organizada por la trabajadores– tienen edades muy diversas, pero con una cantidad considerable de jóvenes –entre 18 y 25 años–. Entre los nuevos no hay ningún oficial de banco. La característica de esta empresa es que al tratarse de una cristalería artesanal el oficio ocupa un lugar central en la organización del trabajo y en las relaciones que éste trae aparejadas en el colectivo de trabajo. Es necesario remarcar una peculiaridad fundamental que va a marcar el proceso identitario de los trabajadores: la alta calificación del oficio. Para dar cuenta de esto es necesario analizar el oficio de artesano cristalero. En las empresas que predomina la producción manual y artesanal, la carrera profesional de los obreros está relacionada con el aprendizaje del oficio: el aprendiz en primera instancia aprende los elementos de un oficio bajo la dirección de un obrero experimentado. Luego, como ayudante, se le encargan a él sólo ciertos trabajos que le permiten ya coordinar algunos elementos que le han enseñado. Finalmente, como maestro debe ser capaz de decidir los mejores métodos de trabajo y ejecutar los trabajos más complejos. El obrero calificado posee una amplia autonomía de decisión en el mundo de la fabricación siendo capaz de organizar por sí mismo su trabajo. Los obreros poseen una amplia autonomía profesional. La calificación adquirida a lo largo de la carrera profesional se define menos como un nivel de conocimientos que como una facultad de decisión y, en muchos casos, como mando, es decir, como un principio de organización del trabajo. Por lo tanto, las categorías obreras están fundadas en la sucesión jerarquizada de niveles de aprendizaje y de decisión. La facultad de decisión y mando de los obreros ca-

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3. El oficio de artesano cristalero2

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lificados nos da una idea de la centralidad que adquiere el oficio en este tipo de empresas (Touraine, 1971). En la producción manual y artesanal del vidrio, el proceso de fabricación está dirigido por los capataces y oficiales de banco. El sistema organizativo de la fabricación depende de la calificación obrera. Ese saber hacer se adquiere luego de una prolongada formación a través de la destreza y la experiencia y como resultado también de la carrera profesional: promoción de aprendiz a oficial (Angélico y Bunel, 1989). Una de las características de las cristalerías artesanales en general, y de Vitrofín en particular, es la alta calificación del oficio de los trabajadores. Las categorías dentro de la cristalería están sumamente jerarquizadas: aprendices, medio oficial y oficial de banco. Esta continuidad en la jerarquía obrera significa que una tarea puede definirse siempre como nivel de participación en el oficio. En este sentido, el trabajo del maestro es el elemento central de ese sistema de trabajo y las demás categorías obreras se definen por su grado de participación en la capacidad de elección y de decisión que caracteriza al maestro. Si bien se lo puede ver como una escala ascendente hasta llegar al cargo más importante –oficial de banco– esto no es tan así: se puede aprender el oficio, pero para llegar a ser artesano del cristal se necesita no sólo la voluntad de aprender, sino algo más profundo, en dichos de los trabajadores: “tener el don de artesano”. “Acá el ser humano es el que hace todo. Acá es mano y boca y nada más. No hay otra herramienta para hacer la pieza (Trabajador de la Cooperativa). Otra de las características en este tipo de empresas, es la centralidad del trabajo en conjunto. Es necesario tener en cuenta que el trabajo se organiza por equipo o plazas, “compuestas por aprendices, ayudantes y que regidas por el oficial realizan en ‘serie o heterogénea’ los diversos artículos” (Angélico y Bunel, 1989). Para la producción artesanal de, por ejemplo, una copa de cristal se necesita contar con un mínimo de 10 personas, entre foguistas, sacadores, sopladores, cuellistas, etc. A su vez, el rubro cristalería tiene una particularidad muy importante: para ponerla en funcionamiento se necesitan como mínimo tres o cuatro plazas de personas. Esto hace que sea un trabajo en equipo, en el cual todas las piezas son imprescindibles. En el siguiente apartado veremos como el oficio adquiere centralidad en la construcción de la identidad de los trabajadores.

4. La construcción de la identidad 4.1. Oficio e identidad

Como ya planteamos, la mayoría de los trabajadores de Vitrofín ingresaron a trabajar en la fábrica desde muy chicos y nunca pensaron que iban a tener que dejar esta “forma de vida”. Como nos plantea Bauman (2005: 49), en la modernidad “una vez elegida, la identidad social podía construirse de una vez y para siempre, para toda la vida, y al menos en principio, y también debían definirse la vocación, el puesto de trabajo, las tareas para toda una vida. La construcción de la identidad habría de ser regular y coherente, pasando por etapas claramente


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definidas, y también debía serlo la carrera laboral. (…) El curso de la carrera laboral, y la construcción de una identidad personal a lo largo de la vida, llegan a complementarse.” Sin embargo, en 1995, la trayectoria laboral de los trabajadores de la cristalería fue interrumpida abrupta e involuntariamente. Cuando uno indaga qué es lo que hicieron esos ocho años antes de retomar la producción, muchos contestan que migraron a buscar trabajo en otras provincias, otros tantos fueron rotando de trabajos y pasaron varios años desocupados o con empleos precarios, y los oficiales de banco se jubilaron. En relación con los oficiales de banco la pregunta que surge inmediatamente es: si ya estaban jubilados ¿por qué volvieron a la cristalería? ¿Qué los impulsó a volver a juntarse? ¿Qué los llevó a conformarse como cooperativa de trabajo y retomar la producción? ¿Influyó de algún modo el oficio en el proceso de recuperación de esta fábrica? – ¿Por qué volviste? –“Porque me gusta. Son muchos años acá adentro, son más de 40 años viviendo esto. Pero yo mientras pueda seguir acá voy a seguir. Trabajando, enseñando…” (Trabajador de la Cooperativa). – “Yo tenía mi cuñado que falleció ahora, el papá de mi sobrina, él siempre decía que cuando empezás a trabajar en el vidrio no podés salir más. Y es verdad, es lo que nos pasó a nosotros” (Trabajadora de la Cooperativa). Si bien los trabajadores de Vitrofín estuvieron alejados del vidrio ocho años, lo que los mantuvo fuertes e hizo que después de tantos años volvieran a la fábrica, fue el reconocerse siempre como cristaleros. Nunca pudieron “abandonar” esta identidad. Si seguimos a Giddens (1997) para quien la identidad es el “yo entendido reflexivamente por la persona en función de su biografía”, es claro ver cómo los trabajadores de Vitrofín, más allá de tener interrumpido su trabajo se siguieron reconociendo como cristaleros. Los trabajadores de la Cristalería realizaron un proceso de incorporación de esta identidad (Dubar, 2001) desde muy chicos, no reconocen otro oficio, otro trabajo, otra forma de vida que la de artesanos cristaleros. “(…) mi pensamiento es: ‘yo nací acá adentro y quiero morirme acá adentro’” (Trabajador de la Cooperativa). La identidad, tal como afirman Dessors y Moliner (1998), es una conquista que se capitaliza en el orden de lo singular pero se opera en el orden de la intersubjetividad. La realización de sí mismo pasa por la mirada del otro. En el ámbito social, la búsqueda de la identidad debe reconducirse permanentemente por medio del reconocimiento del hacer; donde me vuelvo lo que soy. Sólo accedo a mí mismo y al otro por la mediación de un hacer “considerado”, tomado en cuenta. Función del espacio abierto a la dinámica del reconocimiento, el trabajo puede contribuir a la realización de sí mismo. Trabajar es entonces beneficiarse con un lugar para hacer y hacerse con los otros. En este tipo de oficio la identidad profesional (Dubar, 2001) es muy fuerte. Se refiere a la situación en su puesto de trabajo, a la actividad que allí desarrolla y a las relaciones de trabajo, refleja el compromiso de sí mismo en la actividad y el reconocimiento de sí que tiene lugar por parte de los colegas.

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“yo valoro a los oficiales, a los que van para arriba, a los que se queman todos los días, a los que vos les das 10 de esto, 20 de esto, 30 de esto, y te lo hacen bien. Eso es lo que tenés que cuidar” (Trabajador de la Cooperativa). A su vez, es muy interesante ver la estrecha relación que tienen los trabajadores con el producto de su trabajo, en este caso el cristal. “Acá muchos se van y vuelven a los dos, tres meses. Si aprendés a trabajar el vidrio… chau, no te lo sacás más” (Trabajador de la Cooperativa). Si bien, como planteamos anteriormente, en los ocho años que estuvieron alejados del cristal, los trabajadores de la cristalería no llegaron a perder nunca la fuerte identidad laboral de artesanos cristaleros, la ruptura de la rutina (Giddens, 1997) los condujo a una corrosión de la identidad (Goffman, 1998). – ¿En esos ocho años que hiciste? – “De todo, carpintero, pintura, albañil, peón, cualquier cosa. Tenía los hijos que eran chicos. Tenía que mantenerlos, así que prácticamente hice de todo. A parte del vidrio tuve que aprender otra cosa… de carpintero, albañil, corta yuyos. Me da vergüenza decirlo” (Trabajador de la Cooperativa). Es notable como el sentimiento de vergüenza, considerado uno de los factores fundamentales de corrosión de la identidad (Goffman, 1998), aflora. Y la vergüenza conlleva un alto grado de angustia que afecta de manera directa a la identidad del yo, pues es en esencia angustia referida a la adecuación de la crónica por la que el individuo mantiene una biografía coherente (Giddens, 1997). Busso y Gorbán (2004) construyen tres categorías diferentes de identificación, planteadas como momentos internos del proceso de construcción/deconstrucción identitaria que enmarcan las transiciones conflictivas entre el pasado, el presente y el posible devenir: las identidades heredadas, las identidades fragmentadas y las identidades resquebrajadas. En los trabajadores de Vitrofín, se destaca la fuerza de la identidad heredada, la elección positiva de un conjunto de saberes, prácticas, códigos y costumbres transmitidos por la familia y/o el grupo, aceptados y revalorizados por los sujetos, reconociéndose como portadores de una herencia. Ellos eligieron ser cristaleros, esto es lo que les marcó su identidad desde muy chicos, incorporando todo un conjunto de saberes y prácticas en relación con el oficio. “Yo me muero acá adentro. Hasta que no me echen no me voy. Porque… yo voy y trabajo de mi primo otra vez… pero en algo que a mí no me gusta, si trabajo 5 años más en un lugar donde… si ya estoy hecho yo. Pero esta es mi vida” (Trabajador de la Cooperativa). Esta identidad heredada al momento de tener que dejar la cristalería en 1995 se convirtió en identidad fragmentada: las identificaciones laborales anteriores anheladas, y las actuales resistidas. Hay un peso enorme de la identidad anterior (heredada) que les va a marcar los otros dos momentos identitarios, ya que como plantean Busso y Gorbán (2004) “la actividad actual no responde a una elección positiva”. Los trabajadores de Vitrofín no eligieron quedar desocupados, y se resistieron a perder la identidad de artesanos cristaleros. “Yo trabajé con un pariente mío en la madera. Fueron los peores años de mi vida. A mí me salvó económicamente, yo ya estaba con mi mujer, tenía una nena,


económicamente me salvó. Pero hacía lo que no me gustaba. Y vos cuando no te gusta una cosa…” (Trabajador de la Cooperativa). Por último, en las identidades resquebrajadas, siguiendo a las autoras, ya no existe un anhelo por el pasado, sino que se reconoce la imposibilidad de volver a él, resignándose frente a la situación que atraviesan. Este tipo de identidad, colmada de resignación, la pudimos observar en un trabajador de la Cooperativa que tiene 55 años, ex-mueblero/carpintero que hace cinco años quedó desocupado y nunca más pudo conseguir un trabajo vinculado con su profesión. – ¿Antes de qué trabajabas? – “En los muebles. Cinco años desocupado” – ¿Esos cinco años qué hiciste? – “Nada” (Trabajador de la Cooperativa). Es notable en la cita anterior cómo se refleja que con la pérdida de trabajo se pierden toda esa serie de nimiedades por medio de las cuales se realiza y se manifiesta de modo concreto una función socialmente conocida y reconocida. Los desocupados, privados de este universo objetivo de incitaciones e indicaciones que orientan y estimulan la acción y, por ello, toda la vida social, sólo pueden experimentar el tiempo libre del que disponen como tiempo muerto, tiempo para nada, carente de sentido (Bourdieu, 1999). A partir de lo hasta aquí analizado podemos afirmar que el trabajo sigue teniendo un papel central como organizador, articulador y estructurador de la identidad. Como afirma Castel (2004: 103) “aunque la relación con el empleo se haya vuelto cada vez más problemática, el trabajo conserva su centralidad (lo cual incluye, y quizás en primerísimo lugar, a aquellos que los han perdido o sobre quienes pende la amenaza de perderlo)”. “Sí, porque ya te digo… estoy trabajando. Por ahí me enojan algunas cosas, pero tengo mi trabajo. Y el hecho de que algunas cosas te enojen significa que por lo menos tenés algo para enojarte. En mi casa con quien me voy a enojar o porqué” (Trabajadora de la Cooperativa). Como planteamos anteriormente, la identidad laboral construida en base al oficio es sumamente fuerte en los trabajadores de Vitrofín. Más allá de lo económico, una de las razones que los impulsó a reunirse nuevamente y tomar a su cargo la producción, bajo otra lógica totalmente diferente a la anterior y alejados de la socialización de la relación salarial, es volver a retomar su oficio. Sin embargo, no hay que perder de vista un dato: “La identidad es esa parte del sujeto que nunca se estabiliza definitivamente y necesita de una confirmación reiterada cada día” (Dessors y Molinier, 1998: 12). Cuando uno pregunta a los trabajadores de Vitrofín qué fue lo que los impulsó a volver a la fábrica, la primera respuesta es: “estaba sin trabajo”, “la jubilación no me alcanza”. Sin embargo, luego de indagar, se pueden observar causas más profundas: el volver a sentirse “vivo” otra vez. Y es en este punto donde se mezclan la socialización de la relación salarial con las nuevas formas autogestivas: ¿qué quieren recuperar los trabajadores? “Estos trabajadores demandan recuperar el ‘trabajo digno’. Asocian con que el trabajo mismo es la dignidad que forma parte

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4.2. ¿La construcción de “nuevas identidades sociales”?

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de ‘la dignidad de cada ser humano’. Y esto va asociado a los valores de esfuerzo, sacrificio y responsabilidad. Es decir, es el mérito logrado para estar en la sociedad; hay allí una idea de inclusión, integración, cohesión” (Lagiú et al., 2007). La contradicción entre valores autogestivos y valores de la sociedad salarial es muy fuerte en los trabajadores de empresas recuperadas. Si partimos del hecho de que ninguno buscó la forma autogestiva, sino que la forma autogestiva fue la única alternativa que les quedó, es muy clara la contradicción permanente que se observa en los trabajadores de empresas recuperadas. “En aquel momento era Sociedad Anónima, eran buenos tiempos, se pagaban convenios, cada uno tenía su categoría, que todavía no hemos llegado nosotros a hacerlo” (Trabajadora de la Cooperativa). Fernández y Borakievich (2007) resumen muy bien la contradicción entre dos lógicas, la autogestiva y la delegativa. La tensión autogestión/delegación opera en acople-desacople con diversas tensiones que se ponen en juego en simultáneo frente a cada decisión a tomar. Cuando no se tiene en cuenta el permanente interjuego de estas tensiones, suele instalarse un imaginario acerca de la autogestión que la supone como un estado que debe instalarse de una vez y para siempre. La ilusión de un estado autogestivo suele desalojar la posibilidad de visibilizar la diversidad de modos en que las tensiones entre autogestión y delegación, en sus potenciales conexiones, operan en los aconteceres singulares de cada fábrica sin patrón en la actualidad. En tal sentido, la no-constatación de una suerte de “autogestión en estado puro”, no habilita a afirmar que se han abandonado las modalidades autogestivas. No se trata de decretar que la autogestión ha desaparecido sino de distinguir y resaltar qué de la autogestión se sostiene en los cursos y recursos de la historia de las fábricas sin patrón. La añoranza de tiempos atrás, del buen sueldo, de los derechos sociales tales como jubilación, obra social, vacaciones, es muy fuerte en los trabajadores de la Cooperativa. Es la añoranza de las certezas de la sociedad salarial: “trabajo y cobro”. “Obviamente recuperada es recuperar lo que alguna vez fue…” (Trabajadora de la Cooperativa). “Nosotros, al recuperar, imaginate, nos sentíamos orgullosos de poder recuperar una empresa como esta” (Trabajadora de la Cooperativa). Sin embargo, el volver a juntarse, el tomar en sus manos un proyecto común, totalmente diferente al que anteriormente los unió, conlleva un proceso totalmente nuevo que comienza en el momento que decidieron juntarse para reabrir la fábrica. Desde el momento en que los trabajadores se vuelven a juntar y el momento de volver a producir pasó un largo año. “Ese año que pasó antes de empezar a producir nosotros tuvimos en custodia la planta, hacerle todo el mantenimiento que necesitaba, porque estaba todo destruido eso. No había quedado nada. Hubo que hacerla de nuevo a la fábrica” (Trabajadora de la Cooperativa). Como afirma Giddens (1997: 146-147), en un momento el individuo reconocerá que se enfrenta a un conjunto de riesgos y posibilidades que ha cambiado. Se le


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exige que cuestione hábitos rutinarios de carácter significativo, a veces incluso más estrechamente integrado a la identidad de su yo. Asumir riesgos buscados constituye un experimento con la confianza, que tiene implicaciones para la identidad del yo del individuo. Cuando los trabajadores se quedaron sin trabajo, debieron traspasar ciertos hábitos rutinarios y asumir un conjunto de riesgos: volver a reinsertarse en la sociedad desde otro lado. Pero, cuando tomaron la decisión de volver a juntarse para reabrir la fábrica, también debieron romper con la rutina, con la rutina que les marcó por años la sociedad salarial en su papel como asalariados. Cuando regresaron a la fábrica, los trabajadores no sabían si iban a poder reabrir la fábrica, cuánto tiempo les iba a llevar, si podían comprarla, etc. Sin embargo, ellos se embarcaron en este proceso, y para hacerlo tuvieron que enfrentar un conjunto de riesgos, que afectaron su identidad. “Una vez que se remató y era nuestro… ahí empezamos fuerte. Cuando esto era nuestro empezamos a cambiar todas las puertas, todas las ventanas. Pusimos luces, todo” (Trabajador de la Cooperativa). ¿Cómo pudieron adaptarse a esta nueva situación? Siguiendo a Bourdieu (1999: 197), los esquemas de habitus –manera particular de entablar relaciones con el mundo– permiten adaptarse sin cesar a contextos parcialmente modificados y elaborar la situación como un conjunto dotado de sentido. Expuesto al mundo, a la sensación, el sentimiento, el sufrimiento, implicado en el mundo, el cuerpo está dispuesto respecto al mundo, orientado hacia el mundo. El agente hace lo que está al alcance de su mano para posibilitar la actualización de las potencialidades de que su cuerpo está dotado en forma de capacidades y disposiciones moldeadas por unas condiciones de existencia. “Sí, sí, porque era un proyecto como cooperativa. La única posibilidad. Significaba volver a reabrir” (Trabajadora de la Cooperativa). – ¿Qué implica que esto sea una empresa recuperada? ­ –“Implica que es una cosa que la hiciste vos y la manejás vos. Vos en el sentido de que entre todos la tenemos que manejar” (Trabajador de la Cooperativa). Castells (2000) plantea una distinción entre tres formas y orígenes de la construcción de la identidad: la identidad legitimadora, la identidad de resistencia y la identidad proyecto. Si nos detenemos a analizar estos tres conceptos en relación con este caso, es posible observar que los trabajadores de Vitrofín han atravesado, claramente, por la construcción de los dos primeros. La identidad legitimadora la han construido como trabajadores de Vitrofín SA, enrolados en el trabajo asalariado previsto por la sociedad salarial. La identidad de resistencia –como construcción de trincheras basándose en principios diferentes u opuestos a los que impregnan las instituciones de la sociedad– es la que están atravesando en estos momentos, peleando desde la autogestión, con conflictos internos, propios de las contradicciones que sufren los mismos trabajadores cuando la lógica de la delegación se enfrenta con la lógica autogestiva (Fernández y Borakievich, 2007), y con conflictos externos al enfrentarse a un mercado capitalista en el cual tienen que “jugar” el papel de empresarios.

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Sin embargo, los trabajadores de empresas recuperadas, basándose en los materiales culturales de que disponen, se encaminan hacia la construcción de una nueva identidad que redefine su posición en la sociedad. Los trabajadores, en algún momento, dejan de identificarse con la resistencia, y empiezan a construir un proyecto, una identidad proyecto. Se transforman en sujetos, en actores sociales, ya que “la construcción de la identidad es un proyecto de vida diferente, quizás basado en una identidad oprimida, pero que se expande hacia la transformación de la sociedad como la prolongación de este proyecto de identidad” (Castells, 2000: 32). Si bien este es un proceso muy largo, en el que todavía a los trabajadores de Vitrofín les resta mucho por transitar y deberán afrontar marchas y contramarchas, es posible empezar a vislumbrar la construcción de una nueva identidad, que sin dejar de lado el fuerte componente laboral, va a incorporar nuevos componentes propios de la lógica autogestiva (Fernández y Borakievich, 2007). En este nuevo marco, las decisiones se toman entre todos, sin delegaciones ni jerarquías; se crean condiciones de horizontalidad al asumir en sus propias manos lo que hay que hacer, se quiebran las lógicas fabriles tradicionales, y se recuperan las capacidades de invención y acción, hasta el momento delegadas en los que más saben (especialistas, gerentes) o en los que detentaban la propiedad de la fábrica o empresa. “Y sí, el esfuerzo que vos hacés cada día es lo que ganás. No es solamente lo que vos hacés lo que ganás, se reparte entre todos. Acá es todo en conjunto. No es lo individual y lo particular, el trabajo se hace grupal, nada es particular” (Trabajadora de la Cooperativa).

5. Conclusión

Las empresas recuperadas como formas novedosas de asociatividad, consolidan un espacio social en el que el trabajo cotidiano de producción se estructura de forma concreta sobre procesos de entendimientos. Los trabajadores aprenden a producir, y a la vez, relacionándose de forma autogestionaria, construyen identidades. Como vimos en el estudio de caso abordado, el trabajo continúa ocupando el papel central como organizador y articulador de las identidades. Aunque la relación con el empleo se haya interrumpido, el trabajo conserva su centralidad. La identidad laboral de los trabajadores de empresas recuperadas se amplía e incorpora nuevos componentes, que tienen que ver ya no con la simple producción, sino con la toma de decisiones, con el trabajo colectivo, con la nueva forma de gestión y producción anclada en la autogestión. Los trabajadores de empresas recuperadas se enfrentan a cambios continuos, transitan por nuevos caminos, se relacionan de maneras diferentes y comienzan a cumplir un papel totalmente distinto al que estaban acostumbrados. Asumen otra postura (Giddens, 1997), alejados de la socialización salarial anterior, que puede llegar a conducirlos a un “nuevo sentido del yo”, no libre de contradicciones. Sólo en la provincia de Santa Fe hay 1.200 trabajadores de empresas recuperadas, 1.200 trabajadores que no quisieron asumir el papel de desocupados. Cuando


el sistema los expulsaba hacia el camino de la desocupación, ellos encontraron un nuevo camino, el camino de la autogestión. Los trabajadores de empresas recuperadas no sólo han reemplazado a patrones, han inventado (Fernández y Borakievich, 2007) otra fábrica, convirtiéndose ellos en otros trabajadores. No sólo han recuperado la productividad de su empresa, al recuperar su capacidad de productores, sino también su dignidad. Han inventado otros modos de trabajo, de organización, de propiedad. Referencias

1. Para este trabajo nos vamos a ocupar de estudiar el proceso de recuperación de empresas nacido en la segunda mitad de la década del ’90 y profundizado luego de la crisis de 2001. Es posible rastrear antecedentes en la década del ‘80 a raíz del proceso hiperinflacionario y la quiebra de empresas, e incluso remontarnos a las ocupaciones desarrolladas en décadas anteriores, como por ejemplo, el caso del Frigorífico Lisandro de la Torre en 1959 y la ocupación de la planta Ford de General Pacheco en 1984. Si consideramos directamente al último proceso de recuperación productiva de empresas, iniciado en la segunda mitad de la década del ’90, las primeras experiencias fueron el Frigorífico Yaguané y la cooperativa CIAM, ambas surgidas en el año 1996, y la metalúrgica IMPA en 1998. Sin embargo, el gran aumento de la cantidad de empresas ocupadas por sus trabajadores, se da a partir del año 2000 junto a la intensificación de la protesta social. 2. En esta sección nos basamos en un estudio previo de Campana, Dicapua, Perbellini, Pérez Barreda y Tifni (2009).

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Bibliografía

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Trabajo Agrícola. Experiencias y resignificación de las identidades en el campo argentino de Juan Manuel Cerdá y Talía Violeta Gutiérrez (comps.) Evangelina Tifni

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A 90 años de la Reforma Universitaria: memorias del pasado y sentidos del presente de Adriana Chiroleu y Mónica Marquina (comps.) María de Luján Burke



Libro: Trabajo Agrícola. Experiencias y resignificación de las identidades en el campo argentino Juan Manuel Cerdá y Talía Violeta Gutiérrez (comps.) CICCUS, Buenos Aires, 2009 (240 pp.)

Los artículos que componen este libro son el resultado del debate en torno a “Trabajo, Propiedad y Tecnología en el mundo rural argentino”. El mismo fue organizado por los integrantes del Proyecto de Investigación y Desarrollo “La Argentina rural del Siglo XX” en el mes de abril de 2008 en la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Este debate abordó la temática del trabajo rural en su más amplia significación, abarcando a múltiples actores y actividades. En este sentido, es posible identificar tres ejes centrales que articulan y se entrecruzan en los diferentes artículos que componen la obra: la temporalidad, los espacios regionales y la resignificación de los actores sociales. Consideramos que este libro está orientado a una diversidad de lectores interesados, de uno u otro modo, con la cuestión agraria. Por una parte, constituye un aporte para la discusión conceptual y la construcción de nuevas categorías analíticas por parte de los especialistas. Por otra, revela la heterogeneidad propia de la realidad agropecuaria actual, cuya complejidad es necesario reconocer en los procesos de elaboración y ejecución de las políticas públicas. En esta dirección, penetra en una diversidad de discusiones vinculadas a la participación de los pequeños productores en el empleo rural y sus complejas y dificultosas relaciones con el Estado y los grandes empresarios, la problemática de la pluriactividad, los atributos que definen a la agricultura familiar, las relaciones con la estructura social, el mercado de trabajo y la sociabilidad, el capitalismo y las explotaciones familiares. Además, estudia la resignificación de las identidades de los diferentes sectores de la región pampeana –que posee un lugar protagónico en el libro–. En este marco, en los distintos artículos se reflexiona en torno a las tipologías existentes y se formulan nuevas propuestas. El primer artículo que compone este libro, “La agricultura familiar en el agro pampeano: desplazamientos y mutaciones” escrito por Carla Grass, describe las transformaciones, cambios y desplazamientos de la agricultura familiar en la región pampeana, a partir de un estudio realizado en comunidades del sur de la provincia de Santa Fe. La autora intenta dar cuenta de las transformaciones ocurridas tanto en los actores sociales como en sus familias, describiendo las

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Evangelina Tifni Licenciada en Ciencia Política y Becaria doctoral de CONICET en el Centro de Investigaciones y Estudios del Trabajo, Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Rosario. E-mail: evatifni@argentina.com

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nuevas características de los que ya estaban como así también las de los que van apareciendo. En esta misma dirección se dirige el artículo de José Muzlera, “Estructura social, mercado de trabajo y sociabilidad en los pueblos rurales del sur santafesino a comienzos del siglo XXI. Una mirada intra regional a la heterogeneidad del ‘nuevo modelo’ agropecuario”. El autor, mediante el estudio de la estructura social de tres comunidades del Sur de Santa Fe (Maciel, Alcorta y Bigand) próximas a la ciudad de Rosario y con una población cercana a los 5.000 habitantes, intenta develar sus características, pautas y hábitos de vida. El artículo de Javier Balsa, “Agro, capitalismo y explotaciones familiares. Algunas reflexiones a partir de los casos del Midwest norteamericano y la pampa argentina”, realiza un recorrido teórico –desde los clásicos– en torno a la construcción del concepto “pequeños productores” y en especial de las unidades no capitalistas que todavía permanecen en la actualidad. En este sentido, efectúa un estudio sobre las transformaciones ocurridas en los últimos tiempos en la región pampeana, comparándolas con el Midwest norteamericano. Aparece también una crítica al rol del Estado y a la necesidad de generar políticas activas que promuevan el regreso de los productores a la producción. En su trabajo “Tipología de explotaciones agropecuarias. Exploraciones empíricas a partir del caso de las explotaciones familiares pampeanas”, Guillermo De Martinelli plantea un análisis crítico de las dimensiones que son consideradas cuando se pretende identificar los tipos de explotaciones agropecuarias. El punto de partida de este análisis es que las transformaciones ocurridas en el agro argentino, y sobre todo en la región pampeana, han configurado una estructura social muy heterogénea y que las tipologías existentes no logran dar cuenta de estos cambios. A fin de dar sustento a su hipótesis, el autor realiza un estudio de caso en el Partido de Rojas, provincia de Buenos Aires, utilizando los datos de los Censos Nacionales Agropecuarios (CNA) de los años 1988 y 2002. Con foco en otro sector de la agricultura, Soledad Lemmi en su trabajo “Qué se muestra y qué se oculta en la construcción de la tipología social hortícola. Aproximaciones teóricas a la definición de sujetos sociales”, reflexiona sobre la conceptualización del sector hortícola. En este sentido, toma como base de análisis las propuestas metodológicas del antropólogo Roberto Ringuelet –que estudia el Gran La Plata– y del sociólogo Roberto Benencia –quien trabaja sobre el Cinturón Verde Bonaerense–. Si bien con diferencias, ambos investigadores trabajan desde una perspectiva marxista. En esta línea, la autora critica estas categorías ya que considera que definen al productor en su individualidad y relegan las relaciones de explotación en las que éstos se encuentran. Por su parte, en el artículo “La trastienda del placer. Los productores tabacaleros del Norte argentino (1920-1960)” Noemí Girbal-Blacha nos presenta, desde una perspectiva histórica, un análisis crítico sobre las condiciones de vida y producción de los cultivadores de tabaco del Noroeste argentino (NOA). A partir del recorte temporal que comprende el período 1920-1960, afirma que el Estado desempeñó exclusivamente un rol de recaudador fiscal sin considerar las indignas


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condiciones que padecieron los productores y cosecheros del sector; beneficiando a los comerciantes y manufactureros. En este marco, la apuesta de la autora será mostrar las tendencias y continuidades presentes durante todo el período histórico analizado. Por su parte, también partiendo desde una perspectiva histórica, Juan Manuel Cerdá intenta en su artículo “El trabajo infantil en la agricultura de Mendoza. Un ejercicio comparativo” echar luz sobre una problemática social que, tal como él dice, se ha mantenido ‘invisible’ (o quizás oculta) por décadas: el trabajo infantil. El autor analiza, desde una perspectiva comparada, las características del trabajo infantil en dos momentos históricos: comienzos y fines del siglo XX en la provincia de Mendoza. Considera que ambos períodos han sido claves en el desarrollo de la industria vitivinícola de dicha provincia. Y que aún cuando en ellos se produjeron avances técnicos en relación con los modos de producción, persistió la utilización de mano de obra infantil. Al respecto, el autor se sirvió de una diversidad de fuentes de información que oscilaron entre los datos estadísticos del Censo Nacional de Población de 1914 y la Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes (ENNA) como así también de entrevistas e informes institucionales. En este marco de estudios regionales, el artículo “Los trabajadores zafrales en los mercados de trabajo locales. El arándano en el noreste de Entre Ríos” presentado por Carlos Cattaneo, Clara Craviotti y Paula Palacios nos introduce en la problemática de los trabajadores zafrales del arándano en Entre Ríos. Apoyándose en un estudio de caso realizado en la localidad de Concordia indagan sobre las características de esta producción que se expandió durante la década del ’90, junto a otras exportaciones no tradicionales, incentivada por la demanda de países con ingresos medios y altos. Reconocen que una particularidad de este tipo de cultivo es su continuidad anual con el ciclo del citrus dulce –tradicional de esta región– y la demanda de numerosos trabajadores para su cosecha y empaque. Esta última labor es realizada en su mayoría por mujeres. A partir de este diagnóstico, el escrito indaga sobre las características del mercado de trabajo y su comparación con el del citrus dulce. Finalmente, el artículo “Participación de los pequeños productores en el empleo agropecuario. Argentina, 2002” realizado por María Pilar Foti y Edith S. de Obschatko, desde una perspectiva nacional y teniendo en cuenta los datos del Censo Nacional Agropecuario del año 2002, se propone analizar el empleo agropecuario de los pequeños productores. En primer término, y respondiendo a sus fines analíticos, diferencian entre los distintos tipos de pequeños productores, las categorías de empleo y la región geográfica. Posteriormente, consideran la evolución del empleo agropecuario ocurrida entre los Censos Nacionales Agropecuarios de 1988 y 2002 y aquellas transformaciones socioeconómicas acontecidas a nivel nacional e internacional que afectaron al sector agropecuario. Consideramos que, más allá de la diversidad de tipos de producción, sectores y regiones geográficas, una problemática común en los diversos artículos es la limitación que presentan aquellos análisis cuya única base de sustentación es la

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informaciรณn suministrada por los Censos antes mencionados que contribuyen a que ciertas problemรกticas particulares, tales como el trabajo infantil, permanezcan encubiertas. Sin dudas, uno de los aportes mรกs significativo de estos estudios interdisciplinarios en torno a las problemรกticas vinculadas al agro, es haber echado luz sobre ciertos sectores muchas veces ocultos en el mundo rural.


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Libro: A 90 años de la Reforma Universitaria: memorias del pasado y sentidos del presente. Adriana Chiroleu y Mónica Marquina (comps.) Los Polvorines. Universidad Nacional de General Sarmiento, 2009. (224 pp.)

Al conmemorarse los 90 años de la Reforma Universitaria de 1918, la Red Interuniversitaria para los Estudios de Política sobre Educación Superior en América Latina (RIEPESAL) nos propone reflexionar sobre la Reforma del 18 y sus legados, desde diferentes perspectivas, buscando la comprensión del proceso en su contexto espacial y temporal, así como la resignificación de sus principios fundantes en el contexto actual. La primera parte del libro denominada La Reforma a lo largo del siglo XX, reúne los trabajos de Pablo Buchbinder, Germán Soprano y Clara Ruvituso y Sebastián Califa, quienes desde una perspectiva histórica trabajan las implicancias de la Reforma en momentos e instituciones claves de la Universidad argentina del siglo XX. En “La Reforma desde los claustros: una perspectiva a partir de La Gaceta Universitaria” de Pablo Buchbinder, el autor propone analizar la Reforma en relación con la historia interna de las universidades argentinas y los problemas específicos de la vida académica. A tal fin, analiza el contenido de la Gaceta Universitaria –órgano oficial de la Federación Universitaria de Córdoba– durante 1918, con el propósito de rastrear las motivaciones y problemas académicos que desencadenaron el proceso reformista. Muestra cómo desde un inicio los dirigentes estudiantiles cordobeses insistían en la necesidad de modificar el sistema de gobierno establecido y además observaban el estado de decadencia de la universidad, remarcando el carácter arcaico y mediocre de las prácticas docentes. Para revertirlo planteaban la asistencia libre a clase y la docencia libre, reivindicaciones centrales del programa académico de los estudiantes reformistas. Por su parte, Germán Soprano y Clara Ruvituso, en su trabajo “Gobierno universitario, enseñanza e investigación entre el movimiento de la Reforma y el primer peronismo. Un análisis comparado de grupos académicos de ciencias humanas y naturales en la Universidad Nacional de la Plata. 1918-1955” estudian la trayectoria de los académicos en escenarios caracterizados por fuertes cambios en las políticas estatales y en la política nacional y procuran observar la incidencia de esas determinaciones en las formas y grados de autonomía y heteronomía de los universitarios. Para ello definen como unidad de análisis a los profesores e investigadores del campo de las ciencias naturales del Instituto del Museo/Facultad de

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María de Luján Burke María de Luján Burke es docente de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la UNR y becaria CONICET. E-mail: lujanburke@hotmail.com

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Ciencias Naturales y del campo de las ciencias humanas activos en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP durante el período seleccionado. Desde un enfoque micro social, analizan y comparan la configuración institucional de estas dos unidades académicas subrayando la tensión desplegada entre, por un lado, la incidencia de las estrategias políticas y normativas gubernamentales de intervención estatal, y por el otro, la afirmación de formas autónomas de regulación institucional, corporativa y disciplinar de los universitarios en la orientación de sus trayectorias. Los autores demuestran cómo las determinaciones resultantes de las políticas universitarias fueron procesadas de diferente forma en cada una de las instituciones debido a su nivel de desarrollo y a su grado de consolidación disciplinar. Mientras que en el período 1920 y 1946, prima una convivencia de diferentes perfiles académicos independientemente de los alineamientos políticos en relación con el gobierno nacional, la intervención universitaria de 1946 significó para los académicos un punto de inflexión en ambas instituciones, ya que debieron posicionarse frente a las políticas de gobierno. En “‘Nosotros somos la universidad’. Los estudiantes reformistas durante el Rectorado de José Luis Romero (1955-1956)”, Juan Sebastián Califa brinda una mirada desde la perspectiva de los estudiantes reformistas, otorgándole centralidad a la militancia estudiantil en la gestión de la Universidad de Buenos Aires durante el Rectorado de Romero. El trabajo resalta el protagonismo estudiantil tanto en la iniciativa política renovadora en la dirección de la UBA luego del golpe del 55 como en el impulso a los cambios más radicales que marcarían a la universidad. Sin embargo, la heterogeneidad del movimiento, los diferentes proyectos que pugnaban en su seno y el enfrentamiento progresivo con las autoridades nacionales impidieron que ese legado se concretara de manera acabada. En la segunda parte del trabajo, denominada La Reforma universitaria y cuestiones actuales de la universidad argentina, los trabajos de Adriana Chiroleu, Mónica Marquina, Nelly Mainero y Laura Vilosio abordan principios claves del movimiento reformista para resignificarlos a la luz de los problemas del sistema universitario argentino actual. En este marco, Adriana Chiroleu en “La democratización del acceso a la Universidad: de la ampliación de oportunidades a la inclusión” aborda el contenido cambiante que fue adquiriendo la demanda de democratización externa de la universidad efectuada originalmente por los reformistas del 18. La autora analiza, en el marco del contexto social y político en el que se plantean los reclamos universitarios, la “dilatada parábola” que se inicia con la demanda de una ampliación de la cobertura en la universidad que permitiera la representación de los ascendentes sectores sociales en la población universitaria, hasta el desarrollo de los procesos inclusivos actuales. En este sentido, la noción de inclusión va más allá de la posibilidad de acceder formalmente a la universidad y plantea mejorar las posibilidades concretas para completar los estudios. Sin embargo, esta noción no propone cambios enfáticos, sino que aspira a que ingresen sectores sociales más desfavorecidos como forma de mantener márgenes de cohesión social y generar posibilidades concretas de permanencia y egreso.


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Mónica Marquina, en “Docencia y gobierno universitario: tensiones del pasado y del presente” analiza el complejo rol de los profesores en la institución universitaria, debido a su doble faz de origen político y académico. La pregunta que guía su trabajo es cómo garantizar el cumplimiento de ambos objetivos (calidad en la enseñanza y participación y representación, principios rectores de la Reforma del 18) y cuál es el papel que le cabe al gobierno como actor externo. Destaca los diferentes momentos históricos de armonía entre ambas facetas y analiza la crisis actual del profesorado universitario, centrándose en la controvertida figura del concurso. La autora sostiene que es la propia universidad autónoma quien deber ser capaz de revertir la crisis de esta tensión, encontrando nuevos medios que aseguren calidad académica y calidad de gobierno universitario. En “Cambios y reforma de la universidad argentina. Tendencias e incidencias en los procesos académicos y modelos de formación”, Nelly Mainero diferencia los conceptos de cambio, reforma e innovación. A partir de allí describe y analiza la evolución de los procesos académicos y modelos de formación en la universidad argentina, identificando tres momentos de reforma: la primera a partir de los hechos acaecidos en Córdoba en 1918, la segunda desde mediados del siglo XX y la tercera desde los años 90. Los cambios académicos analizados están siempre relacionados con la evolución social, cultural y los avatares políticos argentinos. Laura Vilosio en su trabajo “A noventa años de la reforma universitaria: la universidad autónoma bajo la perspectiva de la internacionalización de la educación superior” explora la vigencia del concepto de autonomía, que caracterizó a la universidad de la Reforma y su aplicabilidad a la luz de los procesos de internacionalización adoptados por las universidades como respuesta a los fenómenos de la globalización. La autora sostiene que el desarrollo del mercado global de la educación superior, el avance de la tecnología y la reducción de los presupuestos nacionales destinados a la educación superior, entre otros factores, obligan a las universidades a entrar en el camino de la internacionalización, proceso que puede ser analizado como una pérdida de autonomía. Sin embargo, la autonomía seguirá siendo fundamental para determinar la forma en que las instituciones universitarias realicen sus procesos de internacionalización. En la tercera parte del libro, denominada La Reforma Universitaria: pasado, presente y futuro, los trabajos de Ignacio Aranciaga, Carlos Mazzola y Claudio Suasnábar se interrogan acerca de la vigencia actual de la Reforma del 18 como modelo universitario. En “La universidad como reforma”, Ignacio Aranciaga plantea la inexistencia de una unidad homogénea sobre el devenir de la universidad nacional. Para dar cuenta de su hipótesis rastrea las tensiones permanentes e irresueltas entre universidad y Estado a partir de las circunstancias políticas, sociales e ideológicas imperantes en el país en los diferentes momentos históricos. En su artículo “La Reforma Universitaria del 18. Un proyecto articulado”, Carlos Mazzola rescata a la Reforma como un proyecto abarcativo y profundamente transformador que “aunó la autonomía con el cogobierno, la libertad de cátedra con el desarrollo científico, la ciudadanía universitaria con el ciudadano de la

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polis”, en un contexto atravesado por profundas mutaciones a nivel nacional, regional y mundial. Plantea que este proyecto, cuyos valores eran la libertad, la democracia y la sociedad hoy se encuentra debilitado por la fragmentación social de la comunidad universitaria en un contexto social y cultural desarticulado. Finalmente, Claudio Suasnábar en “La Reforma universitaria de 1918: una mirada histórica de la relación entre intelectuales, universidad y política en la Argentina” explora la relación conflictiva que siempre tuvieron los intelectuales universitarios con la política. Su hipótesis de trabajo plantea que la Reforma Universitaria y la tradición que se inicia con ella, moldeó cierta sensibilidad, imaginarios y formas de intervención de los intelectuales universitarios en la política. Por otra parte, esa matriz identitaria inicial, fue reconfigurada por las diferentes coyunturas históricas del país, los cambios socio-políticos y las transformaciones de la universidad, que en el devenir del tiempo se manifestó en la emergencia de diversos tipos de intelectuales con diferentes modalidades de intervención política. Asimismo indaga sobre las razones por la cuales esa identidad se encuentra cuestionada actualmente como proyecto de regeneración universitaria y como modelo de relación entre intelectuales y política. Este libro es sumamente auspicioso y oportuno, en primer lugar porque nos induce a preguntarnos por la vigencia o declinación de las ideas fundantes de la Reforma Universitaria del 18 que moldearon la configuración de la universidad argentina, en un momento en que se cuestiona el sentido y la razón de ser de la universidad. En segundo lugar, porque los textos revisan desde diferentes enfoques cuestiones relevantes no sólo para la educación superior sino para los protagonistas de la vida universitaria –autoridades, docentes, investigadores, estudiantes, graduados y no docentes– y para actores del Estado y la sociedad que son parte y se relacionan con este campo de conocimiento.


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información institucional

IX Congreso Nacional y II Congreso Internacional sobre Democracia: “Los senderos de la democracia en América Latina: Estado, Sociedad Civil y Cambio Político”. Rosario, Argentina, del 18 al 21 de octubre de 2010 Franco Bartolacci



IX Congreso Nacional y II Congreso Internacional sobre Democracia: “Los senderos de la democracia en América Latina: Estado, Sociedad Civil y Cambio Político” Rosario, Argentina, del 18 al 21 de octubre de 2010 Organizado por Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario Correo electrónico de contacto para la presentación de trabajos e información sobre el congreso: congresodemocracia2010@fcpolit.unr.edu.ar

Convencidos del compromiso que debe asumir la Universidad Pública en la promoción y puesta en debate de los problemas y dificultades que afrontan las democracias de la región, el Congreso sobre Democracia nació en 1994 como resultado de la iniciativa de un grupo de estudiantes de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario y del Centro de Estudios Interdisciplinarios de la misma Universidad, dirigido en aquellos años por el Dr. Hugo Quiroga. El éxito de aquella primera experiencia permitió encontrar razones suficientes para intentar convertir a Rosario en un espacio de ineludible referencia en el ámbito de las Ciencias Sociales. De esta manera comenzó a forjarse una tradición que, como tal, mantuvo continuidad en el tiempo. A lo largo de ocho ediciones ya desarrolladas, el Congreso contó con la participación de prestigiosos académicos, analistas, periodistas y políticos del país y América Latina. En cada encuentro se ha construido un espacio de discusión pública, en donde de manera plural ha tenido lugar la conversación política y cívica entre los participantes. Entre más de 800 expositores invitados cada dos años a la ciudad de Rosario para participar de este ámbito de debate, se destacó la presencia de Alain Rouquié, Norbert Lechner, Fernando Calderón, Manuel Antonio Garretón, Enzo Faletto, Theotonio Dos Santos, Marcelo Cavarozzi, Guillermo O´Donnell, Carlos Strasser, Emilio de Ipola, Juan Carlos Portantiero, Atilio Boron, Liliana De Riz, Luis Alberto Romero, Ricardo Sidicaro, Waldo Ansaldi, Oscar Oszlak, Isidoro Cheresky, Nicolás Casullo, Luis Alberto Quevedo, José Carlos Chiaramonte, Daniel García Delgado, Jorge Schvarzer, Raúl Alfonsín, Héctor Schmuckler, Aníbal Ford, Héctor Timmerman y Eliseo Verón.

Una nueva edición

En este 2010, año del Bicentenario de nuestro país y muchos otros de la región, la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales renueva el compromiso de repensar, desde la teoría, caminos que conduzcan a una práctica orientada a la construcción de un orden más justo y solidario.

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Reseña elaborada por el Lic. Franco Bartolacci, responsable del Comité Ejecutivo.

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Esta novena edición nacional y segunda internacional, que se desarrollará del 18 al 21 de octubre en la sede de esta Facultad bajo el eje “Los senderos de la democracia en América Latina: Estado, Sociedad Civil y Cambio Político”, contempla un espacio de sesiones plenarias, conferencias o paneles centrales con invitados especiales sobre temas de agenda pública vinculados a la construcción pasada y los desafíos futuros de los regímenes democráticos de la región. Además, se desarrollarán paneles y mesas redondas para la presentación de ponencias y estados de avance de proyectos de investigación acreditados y de grupos de trabajo. También, se contará con un espacio para la realización de talleres y seminarios especiales. En total, se trata de más de 100 sesiones, muchas de ellas simultáneas. Entre muchos otros, han confirmado ya su presencia Manuel Antonio Garretón (Chile); Gerardo Caetano (Uruguay); Fernando Mayorga (Bolivia); Fernando Calderón (Bolivia); Marcelo Cavarozzi; Oscar Oszlak; Waldo Ansaldi; Isidoro Cheresky; Enrique Peruzzotti; Hugo Quiroga; Marcelo Leiras; Osvaldo Iazzetta; Vicente Palermo; Edgardo Mocca; Carlos Strasser y Liliana De Riz. En forma paralela al Congreso, se desarrollarán actividades culturales y recreativas, siempre en el marco de los tópicos propuestos en la convocatoria. Entendemos que este año el evento adquiere una relevancia mayor. No sólo por el objetivo de consolidar un espacio de debate y discusión pública que, como se ha dicho, constituye ya un espacio ineludible de referencia académica. También porque en el marco de la conmemoración del Bicentenario en varios paises de la región, resulta oportuno tomar esta fecha como un tiempo de festejos pero también de reflexión colectiva. Es cierto que las instituciones democráticas, que desde los 80 recuperamos en la región, han demostrado cierta solidez para administrar con éxito momentos de crisis institucional, política y económica, pero resta todavía incorporar prácticas que otorguen a nuestras democracias sujetos comprometidos con sus valores y principios. Por tanto, se sabe que nuestra democracia es modesta, pero no ignoramos que su naturaleza imperfecta está abierta a nuevas pruebas y a nuevos impulsos de perfección. A esa tarea alejada de la indiferencia nos convoca este Congreso, con el objetivo de mantenernos despiertos, de pensar y movilizarnos, de interpelar y buscar respuestas conjuntas a problemas colectivos.


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Convocatoria Temas y Debates es una publicación académica, editada por la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario, que recoge colaboraciones de las diversas disciplinas de las ciencias sociales, es editada de manera semestral y recibe los siguientes tipos de trabajos: - Artículos de investigación: deberán ser textos originales. - Comunicaciones y estados del arte. - Reseñas. Los trabajos con pedido de publicación deben ser inéditos en español y observar las siguientes normas: 1. Presentar una nota con pedido de publicación dirigida al Comité de Redacción, que incluya, el título del trabajo, los datos completos del autor (nombre y apellido, máximo grado académico alcanzado), la pertenencia institucional, la dirección postal, el número de teléfono y el correo electrónico. 2. Deben presentarse dos (2) copias impresas, que no contengan los datos del autor para garantizar el anonimato de la evaluación. Asimismo, debe presentarse en CD o vía correo electrónico el texto con los datos completos del autor. Las copias impresas deberán ser enviadas a la dirección que se indica al final. 3. Extensión de los trabajos: máximo 65.000 caracteres para artículos, 25.000 caracteres para notas y comunicaciones y 10.000 caracteres para reseñas bibliográficas. Los trabajos deben presentarse en hoja A4 (297 x 210 mmm), a espacio y medio, con márgenes de 3 cm. Deben ser digitados en fuente Times New Roman tamaño 12. 4. Los cuadros y gráficos se incluirán en hojas separadas del texto, numerados y titulados, haciendo referencia a su ubicación en el texto. 5. Citas y Referencias: Para las citas se utilizará el sistema Harvard (Apellido del autor, año de edición: número de página si correspondiere) en el cuerpo del texto. Ejemplo: (Bourdieu, 2000:23). Las notas ampliatorias o aclaratorias deberán enumerarse correlativamente a pie de página. 6. La Bibliografía deberá ser ordenada alfabéticamente por autor, al final del artículo, y deberá contener los siguientes datos en este orden: a) iniciales de los nombres y apellido del autor (en mayúsculas); b) año de edición, entre paréntesis; c) título de la obra (en bastardilla); d) lugar de edición; e) casa editorial; f) volumen, tomo; g) en el caso de artículos de revistas, el título de estas últimas se incluirá en bastardilla y el título del artículo en letra normal, entre comillas separados entre comas.


Ejemplos: - Para libros: P. BOURDIEU (2000), Las estructuras sociales de la economía, Buenos Aires, Manantial. - Para capítulos de libro: M. DIAMOND (1996), “El Federalista” en L. STRAUSS y J. CROPSEY (comp.) Historia de la Filosofía Política, México, Fondo de Cultura Económica. - Para artículos de revistas: J. M. GÓMEZ (1997), “Globalização da política. Mitos, realidades e dilemas”, en Praia Bermelha, Río de Janeiro, Vol. I, Nº 1. - Para la Web: Citar los datos según se trate de un libro, artículo de libro, revista o artículo de diario o periódico. Incluir la fecha de publicación electrónica, la fecha de la última actualización disponible, y la fecha en que se accedió al sitio Web y se tomó la cita, así como la dirección electrónica o URL entre < >. 7. Resumen: El/los autores deberán enviar un resumen de una extensión máxima de 200 palabras (o 1000 caracteres) y las palabras claves, ambos en español e inglés. Para la aprobación de su publicación los trabajos serán sometidos a la consideración del Comité de Redacción y de evaluadores externos.

Temas y Debates no se hace responsable por los trabajos no publicados ni se obliga a mantener correspondencia con los autores. Toda correspondencia debe dirigirse a: Revista Temas y Debates Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario Riobamba 250 Bis – Monoblock 1 – Planta Baja - Secretaría de Investigación y Posgrado 2000 Rosario / ARGENTINA Correo electrónico: temasydebates@fcpolit.unr.edu.ar / temasydebates01@gmail.com

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En caso de ser publicado el artículo, el/los autor/es transfieren todos los derechos de autor a Temas y Debates, sin cuyo permiso expreso no podrá reproducirse ninguno de los materiales allí publicados. Asimismo, Temas y Debates, asume los derechos para editar, publicar, reproducir, distribuir copias, preparar trabajos derivados en papel y/o electrónicos e incluir el artículo en índices nacionales e internacionales o bases de datos.

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