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Nombela Toledano, Manuel Antonio “Manuel del Olmo”

vía me acuerdo lo que decía el contrato: “En Madrid, a 20 de septiembre de 1940, reunidos de una parte, Atenodoro Ramos, como empresario de la plaza de toros de Villarejo de Salvanés, y de otra, “Yerberito”, matador de novillos, ambos acuerdan lo siguiente: El primero contrata al segundo para matar cuatro toros en la fecha del ocho de octubre en dicha plaza, procedentes de Miura, por la cantidad de dos mil quinientas pesetas, siendo por cuenta de “Yerberito” todos los gastos de viajes y sueldos de cuadrillas. Cláusula adicional: Los toros podrán tener de tres a diez años y de veinte a treinta arrobas, por cuya causa, ni “Yerberito” ni la cuadrilla, podrán hacer reclamación de ninguna clase y si se dejara algún toro vivo se le descontará el porcentaje (veinticinco por ciento) correspondiente”. Y aún continuó varios años más matando toros viejos y cornalones en los pueblos donde no quería ir nadie, como él mismo reconoció en la mencionada entrevista, quizás, la última de su vida, pues ya contaba con 63 años de edad. “Pues así estuve de un lado a otro hasta que, visto que como matador no iba a conseguir mis ilusiones, me hice banderillero en 1945”. Y como banderillero toreó con todos los matadores, de toros o novillos, que solicitaban sus servicios, especialmente en la provincia de Madrid.

NOmbEla tOlEdaNO, manuel antonio

“MANUEL DEL OLMO”

Matador de toros nacido en Madrid, el 3 de junio de 1950, que comenzó a dar sus primeros pasos en el toreó en la segunda mitad de la década de los años 60 del siglo XX. En 1968 tenemos constancia de que ya toreaba novilladas sin picadores, categoría en la que permaneció hasta la temporada de 1970, en la que debutó con los del castoreño, seguramente muy avanzada la temporada, porque solamente toreó 3 novilladas picadas. En 1971 toreó 8 novilladas, y en 1972 fue contratado nada menos que en Kuwait, para torear unos festejos que se celebraron en un estadio deportivo que adecuaron para tal menester el 7 de abril, con Paco Alcalde y José Lerma con novillos del Conde de la Maza. Esa temporada, la Unión de Peñas Taurinas de Vizcaya le concedieron el Diploma que lo acreditaba como novillero destacado. En la temporada de 1973 toreó también 8 novilladas, una de ellas la de su presentación en la plaza madrileña de Las Ventas, el 29 de junio, con novillos de García Romero Hermanos junto a Pepín Peña y Manuel Alonso “Herrerita”. Manuel del Olmo estuvo lucido con capote y muleta,

pero los fallos con la espada le privaron de cortar trofeos. Sin embargo, ese año cosechó algunos triunfos importantes, como el que tuvo en Plasencia (Cáceres), el 1 de mayo, con José Ramón Casero y Zoilo Pertíñez “Zoilo Santafé”, de Granada, con novillos de “El Almendral”, fecha en la que salió a hombros de la plaza al cortar las dos orejas de su segundo oponente. Aún continuaría varios años más toreando corto número de novilladas: en 1975 y 1976 toreó 2 novilladas, y 3 en 1977, por ejemplo. Seguramente esa circunstancio lo decidió a doctorarse en Torrijos (Toledo), el 27 de septiembre de 1979, con toros de María Lourdes Martín de Pérez Tabernero, de manos de Ruiz Miguel, con Luis Francisco Esplá, de testigo. Toreó solamente la corrida del doctorado, y otra en 1980, la de su confirmación en Madrid, el 22 de junio, de azul pavo y oro, con toros de Javier Moreno de la Cova (5), y 1 de Eugenio Marín Marcos (3º), con Raúl Aranda de padrino y Félix López “El Regio”, de testigo. Tanto Manuel del Olmo como El Regio resultaron heridos por su primer toro de carácter grave, por lo que Raúl Aranda quedó en solitario para matar los toros restantes de la corrida. Joaquín Vidal escribió la crónica del festejo en “El País”: “Los toros del domingo eran de cogida, no había más que verlos, y dos de ellos confirmaron este pronóstico, calando a Manuel del Olmo y a El Regio. Con mayor gravedad a este diestro, en quien la sangre manaba a chorro por el boquete de la herida. Raúl Aranda, a causa de los percances, hubo de matar cuatro toros y lo hizo con habilidad de buen profesional. Del Olmo y El Regio habían estado pundonorosos y, por supuesto, valentísimos. Un corridón de miedo, lo cual quiere decir, claro, que espantaba al más gallito. No eran toros grandes, y alguno, por su anatomía descolgada, cuello como degollado, cara pequeña, de morro estrecho y cornicorta cabeza, equivocaba a los menos atentos. Hubo una voz para el segundo de la tarde: “¿Dónde está el trapío de este toro, señores veterinarios?”. Sentimos discrepar. Había trapío en ese toro, aunque fuera -terciado. Toro de edad, de respeto, -rematado, aunque su estampa no guste, puede ser toro de trapío, y así ocurría con ese segundo. Todos, en realidad, tuvieron trapío. Lo que no tenían, en cambio, era nobleza ni, por supuesto, clase. La mayor parte no merecía otra cosa que trasteos de aliño”. (...) “El primero se pudo llevar por delante a Del Olmo y en su lugar se llevó el capote enredado entre las astas. La embestida no mejoró nunca durante la lidia. Al último tercio llegó con sentido y olor a cloroformo, pese a lo cual el diestro de la alternativa lo fijó, clavó las zapatillas en la arena y se dispuso a torear en redondo. Al segundo pase, el toro lo levantó prendido en el asta. Con la cornada encima, conteniendo a duras penas el dolor, Del Olmo igualó, aca-

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