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Ruiz Rodríguez, Antonio “Espartaco”
from Diccionario de toros Tomo 2
by FCTH
pudiera ser que estuviese empleado en alguna fábrica de tapones de corcho y ser oriundo de la localidad donde se doctoró. Hay que considerarlo más que como profesional, como un buen aficionado practico que quiso darse el capricho de retirarse como matador de toros.
ruiZ rOdríguEZ, antonio
Matador de toros y banderillero nacido en Espartinas, Sevilla, el 29 de marzo de 1945. Es uno de los últimos toreros hecho a sangre y fuego, de maletilla, recorriendo a pie los caminos y dehesas de España. Siendo muy niño marchó a la finca El Toruño, de la familia Guardiola, donde tomó el primer contacto con el toro. “Llegué siendo un niño y me dedicaba a echarles de comer a los toros. Luego me marché a “Gómez Cárdena”, la finca de Juan Belmonte. Me quedaba a dormir en un pajar, hasta que un día me encontró el mayoral. Se lo dijo a Belmonte, y el maestro, en vez de ordenar que me echaran de allí, pidió que me dieran de comer. Me llevó a la casa y mandó a Doña Paca que me comprase ropa. Allí me quedé tres o cuatro años. Belmonte tenía una humanidad tremenda. Ayudaba a un montón de chavales que queríamos ser toreros y nos echaba una mano en todo lo que podía. Pero el que más le gustaba era Rafael de Paula. Le encantaba verlo con las vacas. Le decía a Carrión, su chofer, “anda vete a Jerez a por el gitano”... y no veas el gitano el lío que le formaba a las vacas”. El apodo se lo puso Rafael Sánchez “El Pipo”, el que fuera apoderado de “El Cordobés” porque era de Espartinas y porque por aquellas fechas se había estrenado con mucho éxito la película “Espartaco”. En realidad, fue en el cortijo “Gómez Cardeña” donde se hizo torero, “Belmonte me acogió, me puso una habitación y un apodo: “El Arremendao”, porque la camisa y los pantalones que llevaba puestos, que era todo lo que tenía, estaban llenos de remiendos. Luego llamó a D. Francisco Doña, que trabajaba con él, para que me llevara a Jerez y me comprara ropa. Desde aquel día viví allí. Me dejaba torear las vacas, y cuando salía a caballo para recorrer la finca yo iba delante suya montado en un penco para abrirle las cancelas; con el capote, la muleta o como podía, sacaba las becerras que se metían en el monte cuando él las corría para acosarlas; me ayudó mucho para que me pusieran a torear en algunas novilladas. Cuando se quitaba los botos, como ya estaba mayor, yo le ayudaba. En más de una ocasión vi que se ponía triste. Vivía solo.
Pienso que la soledad y la edad fueron sus grandes tormentos. Creo que fue la soledad la que lo mató. Yo no he conocido en mi vida un hombre como él, con su personalidad, su forma de ser...para mí fue como un segundo padre”. Y con su ayuda, vistió de luces por primera vez en Granada, en 1961, apoderado por Pepe y Juanito Belmonte, que eran los empresarios de la plaza de la ciudad de la Alhambra. En esa misma plaza debutó con picadores con Manuel Benítez “El Cordobés” y José María Montilla, con novillos e Carlos Núñez. “Ese año terminé la temporada con 36 novilladas. Al año siguiente me apoderó El Pipo y me vestí de luces 41 tardes”. De novillero alcanzó bastante nombradía, presentándose ante la afición venteña el 6 de septiembre de 1962, con el portugués Armando Soares y Carlos Corbacho, lidiando novillos de la ganadería de “Barcial”, propiedad del señor Cobaleda González. Hizo ese año una brillante temporada, sumando al finalizar el año 35 novilladas, aunque fueron descendiendo paulatinamente sus actuaciones en las siguientes campañas: 15 novilladas en 1963, 13 en 1964 y 3 en 1965. “De novillero hice el paseíllo en todas las plazas de primera categoría. Por ejemplo, en Valencia toreé siete tardes, y en Sevilla, ocho. La primera con El Cordobés y Antonio Medina. Ese día un novillo me pegó una cornada. Alterné con picadores hasta 1966, año en que tomé la alternativa en Huelva...” Llegó sin fuerza a la alternativa, que recibió en Huelva el día 19 de marzo de 1966. Emilio Oliva le cedió estoque y muleta y el primer toro de la tarde, de nombre “Isleño”, negro zaino, número 39 en los costillares, 472 Kg de peso, de la ganadería de Jiménez Prieto. Efraín Girón presenció el acto. Espartaco fue aplaudido en el toro de su doctorado y avisado en el que cerró plaza, silenciándose su labor. Por delante actuó el rejoneador jerezano Álvaro Domecq con un novillo de Prieto de la Cal. “Yo no puedo decir que no tuve oportunidades. Las tuve. Y no me faltó nunca ni afición ni valor. Lo que me pasó es que era muy bruto. Los toros me cogían mil veces. Lo veía todo muy claro desde fuera, pero cuando estaba delante del animal me embrutecía. No me funcionaba la cabeza. Me aceleraba y quería resolverlo todo por la tremenda. Un día que estaba toreando en “Gómez Cardeña” y el novillo me traía a mal traer, porque yo, como siempre, andaba atropellando a la razón, Belmonte me llamó al burladero donde él estaba, me cogió por el cuello y me hizo agacharme: –“Mira, Arremendao –me dijo señalándome los testículos del animal– a cojones él siempre los va a tener más grandes que los tuyos. El toreo es la cabeza”. Ese mismo año toreó en Sevilla, la única tarde que pisaría el albero maestrante como matador de toros. Alternó con Emilio Oliva y El Bala. La corrida fue de Saltillo. Los diestros no estuvie-