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El
valle sagrado de los
incas
La capital del imperio inca era Cuzco, “el ombligo del mundo”, pero las maravillas y monumentos de aquella increíble cultura no sólo estaban allí; la secretos de Sacsahuamán, los misterios de Ollantaytambo y muchos otros se escondían en el mágico Valle Sagrado. Juan José Revenga y Lorenzo Fernández Bueno lorenzo.fernandez@eai.es
a civilización inca dejó un conglomerado de cultura y religión que siempre estaba dedicada al cosmos, con un conocimiento matemático que aún hoy nos asombra. Sin embargo, la muestra más clara de esta avanzada cultura la encontramos en el eje que forman Cuzco, Machu Pichu y Ollantaytambo. Y es que muchos entendidos consideran que las mayores construcciones de este lugar están levantadas a imagen y semejanza de la Vía Lactea, pues todas las constelaciones están reflejadas en los santuarios que riegan el fértil valle. En todas las entradas del Valle Sagrado existían puestos de control, un tipo de aduana donde todo el que ingresaba debía pagar un tributo al inca, hijo directo del Sol y la persona más poderosa, no sólo del imperio, sino del mundo conocido. Una muestra del poder de este hombre se aprecia en el hecho de que el inca supremo no podía ponerse dos veces la misma ropa; cuando caminaba –las pocas que lo hacía por sus propios medios– y se le caía algo, el lugar pasaba a ser sagrado y debían levantar una pequeña huaca o templo en honor a su dios.
L
Una construcción descomunal Sacsahuamán es la fortaleza desde la que se divisa la ciudad de Cuzco. Su construcción gigantesca nos hace pensar en la gente que la levantó. Piedras de más de 17 toneladas de peso, con 9 de alto y hasta 5 de ancho, alzadas y sujetas una junto a otra en la muralla de este inexpugnable castillo militar. Tal y como decían los primeros cronistas españoles que observaron el lugar, “la construcción parece obra del demonio”; ningún hombre podría haber levantado estas rocas. Incluso en la actualidad es francamente difícil llevar a cabo construcciones de este ti-