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Otras puertas del infierno

Si el monasterio de El Escorial fue erigido para sellar una “puerta” del infierno, no fue el único templo levantado aparentemente con la misma finalidad. En diferentes lugares de la Tierra, cuentan las leyendas que se hallan otras entradas al averno. Viajamos a cada uno de esos recónditos lugares y conocemos de mano del autor la visión del inframundo en las diferentes culturas y religiones. Juan Ignacio Cuesta

El Hades En la mitología griega, Hades, el invisible, es el dios de los muertos, asimilado a Plutón, el rico –dueño de los tesoros del interior de la Tierra–, que pasaría al mundo romano como Orcus o Dis Pater, incorporando al equivalente etrusco, Aita. Por extensión también se llamaba así al reino de los muertos. El término pasó al mundo cristiano y es citado en diversos lugares del Nuevo Testamento (Mateo 11:23, 16:18; Lucas 10:15, 16:23; Hechos de los Apóstoles 2:27-31 y Apocalipsis 1:18, 6:8, 20:13-14). Exceptuado el último, no queda claro si el término se refiere al infierno o simplemente a la muerte, de la que Lázaro es rescatado. Según La Eneida, el extenso poema de Virgilio, mas

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la entrada se encuentra cerca del antro donde la Sibila de Cumas adivina el futuro: “Descendiente de la sangre de los dioses, troyano, hijo de Anquises, fácil es la bajada al Averno; día y noche está abierta la puerta del negro Dite; pero retroceder y restituirse a las auras de la tierra, esto es arduo o difícil…”. Como vemos, la puerta es un cráter apagado que está entre Miseno y Dicearquia cercano a Cumas, en Campania, llamado Averno. El griego Diodoro Sículo, dice que allí hay un lago llamado también Aornos –sin pájaros–. En el año 37 a.C. Agripa abrió una conexión entre él y otro lago, el Lucrino, y excavó un túnel hasta la cueva de la Sibila. Este reino de los muertos se divide en un lugar equivalente al Cielo

cristiano llamado los Campos Elíseos, y otro al infierno, el Tártaro. Las almas de los muertos debían ir allí navegando por el río Aqueronte –en la barca de Caronte– para ser previamente juzgadas. Además de este río de la pena, había en el Hades o Érebo otros cuatro. Cocito, el de los lamentos; Lete, el del olvido, donde las almas borraban sus recuerdos; Flegetonte, el del fuego; y el Estigia, del odio, frontera entre la vida y el inframundo, presidido éste por Hades y su esposa Perséfone. La terna de jueces de las almas estaba formada por Minos, que juzgaba a los griegos, Éaco a los europeos, y Radamantis a los asiáticos, consagrados los tres a la diosa Hécate. La virtud, www.akasico.es


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