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Enhorabuena, pasajeros al espacio abordo!
Por: C.T.A. Carlos Arturo Acosta
Ante el interés que despertó en nuestra edición anterior el artículo sobre el turismo espacial, he retomado el tema ahora presentándoles cuáles serían las consecuencias a nivel físico de los turistas espaciales.
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El próximo 20 de julio, Jeff Bezos, conocido por haber sido el CEO de Amazon, emprenderá su nueva aventura ahora como turista espacial, junto con su hermano Mark Bezos y Wally Funk (invitada de honor de Bezos) en la New Shepard; sin embargo, el turismo al espacio no solo se ha convertido en una carrera por demostrar quién es más rico en el mundo económico, sino también ha creado una competencia sin igual en el universo para ver quién es de los primeros en lograr esta histórica hazaña. Es así como de Richard Branson, propietario de Virgin Galactic, se ha adelantado a otros famosos y ricos que esperaban ser los primeros en lograrla.
Si todo sale como se espera, el próximo 20 de julio despegará la nave New Shepard de Blue Origin inaugurando esta serie de vuelos. A bordo se encontrarán los hermanos Bezos y un turista cuyo tiquete lo obtuvo por medio de una subasta por 28 millones de dólares; nadie ha dicho que hacer turismo al espacio sea barato, es decir, le costará 2.8 millones de dólares al afortunado pasajero cada uno de los diez minutos que se espera sea la duración del vuelo.
Aunque parezca bastante excéntrico, Blue Origin no será la única empresa en ofrecer el servicio. Es así como la competencia por el mercado turístico espacial se activará con ofertas como la de SpaceX, que ha planeado para 2023 un vuelo en el que llevará al multimillonario japonés Yusaku Maezawa a la Luna y quien además escogerá a ocho personas para que lo acompañen, eso sí, con todos los gastos pagados. El señor Maezawa también tiene reservada su silla para llegar en un vuelo espacial a la Estación Espacial Internacional el próximo 8 de diciembre.
Pero como no todo es maravilloso en estos planes de turismo espacial, se han encontrado varias consecuencias médicas evidenciadas en estudios que demuestran que los viajes al espacio provocan cambios en la fisiología del organismo sin dejar claramente demostradas las
consecuencias que podrían afectar a un pasajero, por ejemplo, de cincuenta años o más.
En este orden de ideas, el doctor David Green, profesor de fisiología humana y aeroespacial de la universidad King’s College de Londres, vaticina como en la bienal siguiente habrá un número importante de personas que realizarán vuelos suborbitales en aeronaves, claro está, adaptadas para tales fines, lo que se traducirá en que saldrán de la atmósfera, experimentarán la ausencia de la gravedad durante unos cuatro minutos y aterrizarán.
Se ha estimado en este estudio del doctor Green que algunos efectos secundarios se manifestarán después de la realización de los vuelos y entre otros se deberán tener en cuenta los efectos de la velocidad de la aceleración y desaceleración involucrada en ese tipo de vuelos. “Es muy probable que el pasajero sienta náuseas o se ponga mal, y eso es una preocupación real”. También puede ser un problema asegurarse de que todos vuelvan a sus asientos después de quedar flotando en la nave. Al regresar a la Tierra todos se sentirán mucho más pesados. Y algunos podrían incluso quedar inconscientes”, sentencia el doctor Green en su informe.
Igualmente añade el estudio que se ha demostrado que “los problemas más comunes durante un vuelo espacial son la cinetosis —el trastorno causado por el movimiento— fatiga, deshidratación, pérdida de apetito y dolor de espalda. También está considerado medicamente que, durante la masiva aceleración y desaceleración vertical durante el vuelo, es difícil que el corazón bombee sangre hacia el cerebro, es así que si la persona tiene un trastorno cardiovascular subyacente esto podría quedar expuesto durante el vuelo”, agrega el doctor Green en su estudio.
Respecto a la afectación en el ser humano de las fuerzas G, el doctor Jon Scott, de QinetiQ miembro de la Agencia Espacial del Reino Unido, se ha dedicado a analizar los efectos de estas fuerzas G en el personal aeronáutico, por ejemplo, en los pilotos de combate.
“En los extremos, algunas personas pueden tolerar solo unos 3G, otras hasta 6G. Pero no hay una sola cosa que pueda utilizarse para medir esta tolerancia. Sería fabuloso si un médico general pudiera hacerlo”, conceptúa el doctor Scott.
Asimismo, un grupo de investigadores en Estados Unidos sigue analizando la tolerancia de estas fuerzas G en grupos poblacionales de potenciales pasajeros espaciales del futuro. Este grupo de científicos de la Asociación Médica Aeroespacial Estadounidense dice que: “la mayoría de los individuos con “trastornos médicos bien controlados” podrían soportar las fuerzas de aceleración involucradas en el despegue y aterrizaje de un vuelo espacial comercial”.
“… El desafío para estos investigadores es reunir información sobre una variedad de edades y trastornos médicos, no solo de individuos jóvenes en buen estado de salud, para que las compañías de vuelos espaciales puedan juzgar quién puede y quién no puede volar”, dice el doctor Scott.
Los análisis de la fisiología humana en el espacio buscan establecer beneficios entre los que están, entre otros, el de precisar quiénes pueden ser parte de las personas que quieran ser un turista espacial. Es por estas similitudes importantes que se pudieron determinar, aunque suene contradictorio, la diferencia entre los efectos de una estancia larga en el espacio y los efectos del envejecimiento en la Tierra. “Los huesos de los astronautas se debilitan y su estado físico empeora entre más tiempo permanezcan en el espacio, igual que un anciano que ha llevado una vida sedentaria. Viajando al espacio podemos aprender mucho sobre la mecánica fundamental de cómo permanecer vivo en la Tierra…” concluye en su informe el doctor Green.
El mayor acceso al espacio traerá desafíos a los expertos médicos y científicos a medida que intentan minimizar los efectos secundarios en los pasajeros, a la vez que se promueve la euforia de flotar en la microgravedad a unos elevadísimos costos que solo podrán ser sufragados por aquellos que posean un interés especial sobre este tipo de viajes, pero máxime que posea esos recursos económicos, ah, y eso esperando el nacimiento de las low cost espaciales.
Así las cosas. Creo que la masificación del turismo espacial no la veremos en esta generación; sin embargo, ¡buen vuelo y buena mar…te!
En cada número de la revista FEMPPA, tenemos la dicha de leer un sinfín de historias asombrosas sobre aviación; los menos versados en el tema aprendemos de las experiencias de pilotos, asistentes de vuelo y de los autores que dedican su vida a la aviación.
E
n esta ocasión quisiera proponerles un viaje diferente, uno en el que no volaremos precisamente entre nubes sino entre palabras. ¿Existirá alguna relación entre las bolsas para el mareo enfrente de nuestros asientos con los astronautas? ¿El ave vencejo es pariente de un B747? ¿Dónde resguardarán las auxiliares de vuelo las alhajas de la reina? Descubrámoslo. Tomemos nuestro equipaje, que sea ligero, no necesitamos más que imaginación. En nuestro viaje, las pandemias se pueden quedar en el cajón y olvidarnos un momento de ellas. Pandemia viene del griego pan, que significa todo; y demos, pueblo, es decir, a todo o a todos los pueblos. Pan también la encontramos en panorama, que significa toda la visión, y demos en democracia, el gobierno del pueblo.
El día llegó, nos vamos de viaje. Con mucho ánimo, (de animus, que significa alma, mente o espíritu. De ahí magnánimo, el de gran espíritu, y su contraparte, pusilánime, el de alma pequeña) nos dirigimos al aeropuerto. En el camino podemos aprovechar para platicar sobre una curiosidad que se da entre palabras como aeropuerto y puerto aéreo o aerolínea y línea aérea. Si significan lo mismo, ¿por qué se omite una e y se escriben separadas? Porque aero y aéreo tienen orígenes distintos. Aero viene del griego aeros y es un sustantivo —en este caso funciona como un prefijo—; y aéreo viene del latín aereus y es un adjetivo. Así que si decimos que nos vemos en el aeropuerto hay un poco de griego en nuestras palabras; en cambio, decir que nos gusta volar con tal línea aérea estamos utilizando el mismo lenguaje de los clásicos latinos.
Arribamos al aeropuerto. Y ya que estamos hablando de puertos, es oportuno —de op, que significa hacia; y de portus, puerto, es decir, hacia el puerto— revisar que no hayamos olvidado el pasaporte, pues no vaya a ser que nos deporten. Sería algo que no podríamos soportar. Como le pasó a un conocido que tuvo la oportunidad de jugar futbol en Portugal, era, pues, un jugador de exportación que, como dicen algunos, entró por la puerta grande. Jugaba de portero, pero, por portarse mal, se rompió el peroné. Lo transportaron en una ambulancia y hasta hicieron un reportaje. Pensándolo bien, esta historia nada aporta a nuestro viaje y carece de importancia.
Las palabras señaladas en cursivas tienen una raíz común: per, que poseía diferentes significados, como atravesar, conducir o adelante, y son parientes cercanas y lejanas de aeropuerto. Sigamos con nuestro viaje, ya nos llamaron, es hora de abordar. Miren el tamaño de ese avión. ¿Qué habrá sido primero? ¿El avión o la palabra avión?
La palabra avión está registrada desde el Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española de 1611. Pero ¿cómo es esto posible si los aviones no se inventaron hasta muchos años después? El lenguaje es dinámico y este es uno de los casos en que la palabra cambió de significado con el tiempo. Avión, en su origen, se refería al vencejo, un ave que puede permanecer casi un año sin volver a tierra. Acorde a la época, aeroplano y aeronave hicieron su aparición en el diccionario en 1914 y 1917, respectivamente.
Buscamos nuestro asiento. Vemos la fila 11, luego la 12 y… ¿14? Vaya, este avión sufre de triscaidecafobia, el miedo irracional al número 13 (del griego treiskadeka, trece; y fobia, miedo). Las aerolíneas seguro optan por omitir esa fila para no incomodar a algunos pasajeros triscadecafóbicos. Sigamos. Ya estamos en nuestro asiento, junto a la ventanilla. Nuestro compañero de al lado, con quien no sabremos si compartiremos el pan y también las penas (compañero está formado por com, que significa con, y panis, pan; con el que se comparte el pan) porta un turbante. Me perturba saber si turbante y turbina estarán relacionadas. Qué situación tan turbia. Turbante está emparentada a tulipán y su origen es el persa dulband. Turbina viene del latín turbo, que gira, como en torbellino. Como lo que gira puede estar revuelto y ser caótico, también tenemos turba, turbio, el verbo perturbar y, claro, turbulencia. Así que, aunque se parezcan, turbante y turbina solo comparten letras, mas no familia.
Y hablando de turbulencias, no me gustaría que padeciéramos algunas. Por fortuna, en caso de mareo y náuseas, las bolsas de emergencia están a nuestro alcance. No pensemos más en turbulencias, pero sí en la palabra náusea, que contiene la misma raíz que navegación, nave, navío, naufragio, nao, náutico y naval. La raíz nau, que significaba embarcación o barca, también la podemos encontrar en aeronauta, quien navega por el aire; astronauta, quien por los astros navega; y cibernauta, quien lo hace por el ciberespacio.
Nos habla el capitán, el que está al mando, a la cabeza (de caput). De ahí caperuza, capilar, capote, capital y capítulo. El capitán nos comparte el reporte meteorológico —de meta, junto
a; y eoros, que flota en el aire— y el tiempo estimado de vuelo. Una asistente revisa que todos los pasajeros tengamos abrochado el cinturón de seguridad. Aunque azafata o azafato han caído cada vez más en desuso para referirse a una o un asistente o auxiliar de vuelo, azafata es una palabra registrada en el diccionario desde 1726, y, al igual que avión, su significado se modificó de tal forma que una persona que hubiera vivido entre los siglos XVII y XVIII y conociera los significados actuales no haría más que levantar una ceja, sorprendida. Azafata es una palabra de origen árabe que se refería a una viuda que tenía la labor de resguardar los vestidos y alhajas de una reina en su corte. Asimismo, el azafate era un cesto utilizado por las azafatas. ¿La azafata dio nombre al azafate? Lo más probable es que haya sido al revés. Oh, el avión está acelerando, vamos a despegar.
Nos dirigimos a… en fin, eso no importa. Más que recorrer grandes distancias, este vuelo ha sido un viaje por el tiempo, el tiempo de las palabras. Miren, ya se pueden ver las luces de una metrópoli; de meter, madre; y polis, ciudad, la ciudad madre, desde donde se preparaba la fundación de nuevas ciudades y conquistas. Un vuelo corto, creo que estamos por aterrizar.
Hemos llegado a nuestro destino. Mientras hallamos un hotel para descansar y aprovechando que salió el tema a la conversación, para concluir este viaje, hablemos de la familia de la palabra hotel. Tal como sucede con las palabras derivadas de la raíz nau; hotel, hostil, huestes, que significa ejército enemigo, hospital, hospitalidad, inhóspito y huésped son hermanas y vienen de una raíz muy antigua, ghos/ghos-ti, que significaba extraño. Aquellos que invadían un territorio, eran extraños, así como los viajeros que requerían hospitalidad, también extraños. Un huésped, con regularidad, también es un extraño.
Instalados en el hotel, no quisiera más que tomar una siesta, aunque no sea la hora sexta, razón por la cual la llamamos siesta. Esto me ha traído de vuelta al corazón, es decir, a recordar (re, otra vez, cord, corazón) aquella historia de cuando fue necesario, para ajustar el calendario, agregar un día extra duplicando el día sexto, es decir, un bisextus, luego bisestus y, bueno, ya se imaginarán cómo termina la historia, pero eso será materia de otro viaje. Por lo pronto, espero hayan disfrutado de este vuelo entre palabras y buen regreso a casa. Hasta la próxima.
VIAJE
de palabra Por: Carlos Díaz
Bibliografía
Gómez de Silva, Guido. Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Española. Fondo de Cultura Económica. Colmex. 1998. Moreno de Alba, José G. Minucias del lenguaje. Fondo de Cultura Económica. México. 1992. Ortega, Virgilio. Palabrologia. Editorial Planeta. Barcelona, España. 2014. Nuevo Diccionario Lexicográfico de la Lengua Española. Real Academia de la Lengua. http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUILoginNtlle