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SÍNDROME DE SJÖGREN: ¿CÓMO AFECTA A LOS OJOS?
Tipologías
Hay dos tipos de síndrome de Sjögren, según si la persona afectada cuenta con patologías previas o no. La primera es la forma primaria, si no se padece otra enfermedad reumática. Los pacientes presentan, en este caso, un cuadro médico que afecta, en general exclusivamente, a ojos y boca.
Las lágrimas no son solo una muestra de tristeza o de alegría; el llanto es un proceso fisiológico necesario. No solo tiene un impacto emocional positivo, ayudando al cerebro a desestresarse y descansar, sino que también tiene claros beneficios físicos. Las lágrimas ayudan a mantener los ojos húmedos, combatiendo la sequedad del ambiente, y sirven para mantener el globo ocular limpio, expulsando cuerpos externos.
El síndrome de Sjögren es una enfermedad autoinmune que daña las glándulas productoras de lágrimas y saliva, causando sequedad en los ojos y en la boca. En algunos casos, puede llegar a dañar también otros órganos del cuerpo como los riñones y los pulmones. En este trastorno, como todos los procesos autoinmunitarios, es el propio cuerpo quien, por error, ataca determinados tejidos sanos del cuerpo.
Dentro de las diversas enfermedades autoinmunes que pueden afectar a los ojos, el síndrome de Sjögren no es de las más graves. Aunque se trata de una enfermedad crónica y no tiene cura como tal, existen numerosos medios para contrarrestar sus efectos, que abarcan desde medicamentos específicos hasta prácticas cotidianas como masticar chicle o beber agua suficiente.
También se puede manifestar de forma secundaria: son los casos en los que el síndrome de Sjögren se da en personas con otras enfermedades reumáticas previas, como la artritis reumatoide, el lupus o la esclerodermia. En todos estos casos la enfermedad se puede complicar generando más alteraciones a otros niveles.
Causas y síntomas del síndrome de Sjörgen
Igual que suele ocurrir en otras tantas enfermedades autoinmunes, las causas del síndrome de Sjögren no están claras, aunque en general se considera que pueden tener relación con cuestiones genéticas y ambientales.
Está visto que este trastorno afecta fundamentalmente a mujeres, y, aunque puede darse a cualquier edad, es mucho más frecuente en personas de entre 40 y 50 años que en otros grupos y, desde luego, nada habitual en niños.
Los principales síntomas de esta enfermedad son, como comentábamos, la sequedad en los ojos y en la boca, dado que el cuerpo deja de producir lágrimas y saliva, aunque también puede afectar a otras zonas del cuerpo, como veremos a continuación. Según el Instituto Nacional de Artritis y Enfermedades Musculoesqueléticas y de la Piel, de Estados Unidos, los síntomas más habituales del síndrome de Sjörgen son:
Ojos secos, puesto que se genera una sensación de ardor o picor, como si se hubiera metido arena o polvo. Esta sequedad puede provocar también visión borrosa o mayor sensibilidad a la luz. Si no se combate adecuadamente, se puede llegar a la inflamación de los párpados y de la córnea.
Boca seca, al producir un mal sabor de boca y problemas para tragar, saborear o, incluso, hablar. Esto también genera mayor propensión a que aparezcan infecciones bucales o caries.
Además, en algunos casos el síndrome de Sjögren puede afectar a otros tejidos y órganos, produciendo síntomas más amplios en el resto del cuerpo con efectos como sensación de fatiga, dolor y debilidad en articulaciones y músculos, sequedad en otras zonas del cuerpo como la piel, las fosas nasales o la garganta. En esta situación la enfermedad tiene un impacto mucho mayor en el día a día de la persona que lo padece, con picor en la piel, erupciones cutáneas, dificultad para dormir, tos seca y sensación de falta de aire o problemas para respirar, y también problemas de concentración y de memoria.
Diagnóstico y tratamiento
Actualmente no existe una prueba totalmente específica para determinar el síndrome de Sjögren, pero la presencia de síntomas habituales y el historial familiar, así como los exámenes de vista, las pruebas de las glándulas salivales y los diversos análisis de sangre suelen permitir el correcto diagnóstico de esta enfermedad.
Al tratarse de una enfermedad crónica, no hay una cura definitiva: el tratamiento está enfocado a paliar los síntomas y a evitar posibles complicaciones. Este proceso puede variar según el perfil de cada paciente, y en todo momento debe hacerse bajo la supervisión y las recomendaciones del equipo médico que esté siguiendo el caso, formado por un grupo variado de profesionales sanitarios, incluyendo de oftalmología.
En general, el tratamiento suele incluir elementos diversos, como por ejemplo las lágrimas artificiales para combatir la sequedad del ojo, fomentar su higiene y evitar complicaciones como posibles úlceras corneales. También se suelen dar recomendaciones cotidianas, como el mascar chicle o chupar caramelos para generar más saliva, beber abundante agua o extremar la higiene de boca y de ojos.