CUENTOS DE CANTERBURY 1.-
CABALLERO (Knight)
2.-
ESCUDERO (Squire) [hijo del anterior]
3.-
Historia de Palamón y de Arcite, los príncipes tebanos que, siendo prisioneros de Teseo en Atenas, se enamoraron de la misma mujer (Emilia, cuñada de Teseo) y hubieron de justar por ella [historia tomada de Boccaccio]. Historia de Cambuscan, rey de Tartaria, que, en el día de su cumpleaños, recibió como regalo cuatro objetos mágicos (un caballo de latón, un espejo, un anillo y una espada desenvainada). A la mañana siguiente, su hija Canace, portando uno de ellos (el anillo), dialoga con un halcón hembra que ha sido abandonado por su amado y lo acoge [inconcluso].
CRIADO [DEL CABALLERO} ([Knight’s] Yeoman)
4.-
PRIORA
El niño devoto de la Virgen asesinado por los judíos que, incluso después de muerto, seguía cantando el Alma Redemptoris Mater.
(Prioress) 5.-
OTRA MONJA
Vida de Santa Cecilia [historia tomada de la Legenda aurea]
(Another Nun) 6, 6bis, 6ter.-
CAPELLÁN DE MONJAS (Nuns’ Priest)
Historia del gallo Chantecler, que, por hacer caso de las palabras de su esposa favorita, la gallina Pertelote, y de las adulaciones del zorro Russell, fue arrebatado por este, si bien pudo zafarse de él gracias a su astucia.
[en principio, tres, pero, posteriormente, se habla, únicamente, de uno] 7.-
MONJE
Ejemplos de cómo la Fortuna, siempre voluble, ha hecho caer a grandes personajes (entre ellos, a Pedro I de Castilla) [interrumpido por el anfitrión].
(Monk) 8.-
FRAILE
El alguacil corrupto arrebatado por el demonio.
(Friar) 9.-
MERCADER
Historia de Enero, el caballero de Pavía que, en su ancianidad, quiso contraer matrimonio con una mujer joven y fue burlado por su escudero y por su esposa.
(Merchant) 10.-
ESTUDIOSO DE OXFORD (Clerk of Oxford)
11.-
MAGISTRADO (Sergeant of Law)
12.-
TERRATENIENTE (Franklin)
13.-
Historia de Griselda, la joven humilde escogida como esposa por el marqués de Saluzzo a quien este puso a prueba haciéndole creer que ordenaba matar sucesivamente a sus dos hijos y que la repudiaba [historia tomada de Petrarca]. Historia de Constanza, la hija del emperador de Roma arrojada al mar a su suerte en dos ocasiones por las maquinaciones de sus dos sucesivas suegras tras haber convertido al cristianismo a los musulmanes de Siria y a los paganos de Gran Bretaña. Historia de Dorígena, la dama de Bretaña felizmente casada con Arveragus que, habiendo sido requerida por el escudero Aurelio en ausencia de su marido, le prometió ser suya si hacía desaparecer todas las rocas de la costa de Bretaña, por lo que Aurelio recurrió a los servicios de un mago de Orleáns que creó dicha ilusión. Dorígena, comprometida, quiso quitarse la vida, pero Arveragus prefirió que viviese sin faltar a su palabra y Aurelio, conmovido, renunció a Dorígena y el mago, conmovido igualmente, renunció a sus honorarios.
MERCERO (Harberdasher)
14.-
CARPINTERO (Carpenter)
15.-
TEJEDOR (Weaver)
16.-
TINTORERO (Dyer)
17.-
TAPICERO (Tapestry-weaver)
18.-
COCINERO
El aprendiz juerguista [inconcluso].
(Cook) 19.-
MARINO
El comerciante de Saint-Denis y su esposa burlados por el monje al que solían acoger en su casa como si de un pariente se tratase.
(Shipman) 20.-
DOCTOR EN MEDICINA (Doctor of Physic)
21.-
22.-
ESPOSA DE BATH
Historia de Virginio, el caballero cuya hija era objeto de deseo del juez Apio y que, habiendo urdido este una estratagema para poseerla, prefirió decapitarla para presentarle su cabeza a Apio (que, por esta acción, fue encarcelado y se suicidó).
(Wife of Bath)
El caballero de la corte del rey Arturo que, habiendo eludido la pena de muerte tras haber violado a una doncella gracias a que pudo averiguar qué es lo que más desean las mujeres (a saber, ejercer su autoridad sobre los hombres), hubo de casarse con la mujer anciana y fea que se lo reveló, que se volvió joven y hermosa [cuento precedido por el relato de la esposa de Bath de su experiencia matrimonial: desde los doce años ha estado casada en cinco ocasiones, tres con viejos ricos a los que dominó y dos con hombres jóvenes que, en el primer caso, la engañaba y, en el segundo caso, la pegaba].
CURA
Exhortación a la penitencia, seguida de la exposición de los siete pecados capitales y de la explicación de cómo confesarse válidamente [en prosa].
(Parson) 23.-
LABRADOR (Plowman) [hermano del anterior]
24.-
ADMINISTRADOR
El molinero burlado por dos estudiantes del college para el que molía grano.
(Reeve) 25.-
MOLINERO
El carpintero burlado por el estudioso al que alojaba en su casa.
(Miller) 26.-
ALGUACIL
El fraile embaucador que recibió un pedo del hombre enfermo al que atosigaba.
(Summoner) 27.-
BULERO
Los amigos juerguistas que, habiendo encontrado un tesoro, se mataron entre sí por el afán de cada uno de ellos de quedárselo solo para sí.
(Pardoner) 28.29.-
INTENDENTE (Manciple)
Historia de Febo, a quien su esposa, de quien estaba profundamente enamorado, engañaba, la cual, delatada por el cuervo que tenían en casa, a quien Febo había enseñado a hablar, fue asesinada por Febo, que, arrepentido, no obstante, maldijo al cuervo y lo expulsó y lo condenó a solo graznar y a tener un plumaje negro.
CHAUCER
Historia de Sir Topacio, el caballero que quería conquistar a la reina de las hadas y, para ello, tenía que combatir a un gigante [inconcluso; interrumpido por el anfitrión]. Historia de Melibeo, que, habiendo sido ultrajado por sus enemigos, que, en su ausencia, asaltaron su casa y agredieron a su familia, fue contenido en sus deseos de venganza por su esposa Prudencia, que medió para que los agresores reconociesen su culpa y para que su marido los perdonase [en prosa].
30, 30bis.-
CRIADO DEL CANÓNIGO (Canon’s Yeoman)
El sacerdote engañado por un canónigo alquimista sinvergüenza [cuento precedido por el relato del criado del canónigo de su frustrante experiencia personal como asistente de un alquimista, donde pone de manifiesto que esta ciencia no es sino una pura farsa].
[se incorpora al grupo, junto con su amo, a la altura de Boughton under Blean, cerca ya de Canterbury, pero el canónigo huye en cuanto su criado lo pone en evidencia]
Un día de primavera de finales del siglo XIV, Chaucer, que pretende ir en peregrinación a visitar la tumba de Santo Tomás Becket en la catedral de Canterbury, se encuentra alojado en The Tabard Inn, una posada de Southwark, a las afueras de Londres. Coincide allí con otros veintinueve individuos que se han alojado en la posada con idéntico propósito. El posadero (mencionado como el Anfitrión / Host), un tipo desenfadado llamado Harry Bailly, les propone que, para amenizar el camino, cada uno de ellos cuente cuatro cuentos, dos durante el viaje de ida y dos durante el viaje de vuelta, y que el que narre el mejor cuento sea obsequiado por el resto del grupo con un banquete en la posada al regreso de Canterbury. Este es el marco en el que se desarrollan los Cuentos de Canterbury, que quedaron inacabados, pues, lejos de encontrarnos con los ciento veinte
cuentos que cabría esperar con este planteamiento, nos encontramos con solo veinticuatro cuentos, todos ellos narrados antes de llegar a Canterbury por veintitrés personajes. Precede a los cuentos un prólogo general en el que Chaucer, además de presentar la trama, presenta uno a uno, con distintos niveles de detalle (a algunos solo los menciona), a sus compañeros de peregrinación, pertenecientes a distintas clases sociales. Chaucer no ofrece un panorama completo de la sociedad de su tiempo, pues la nobleza apenas está representada más que por el caballero y por su hijo el escudero (y, de la misma manera, tampoco están presentes los sectores más desfavorecidos del pueblo llano), pero sí nos ofrece un amplio panorama del clero (al que pertenecen seis peregrinos) y, sobre todo, del pueblo llano en su versión ciudadana, tanto burguesa como letrada. En muchas de sus descripciones
Chaucer es irónico e, incluso, cruel (llama la atención su antipatía por los frailes mendicantes, en la que insistirá en el cuento de la Esposa de Bath: “En los lugares que [en tiempos del rey Arturo] frecuentaban los elfos, ahora andan los frailes mañana y tarde, musitando sus maitines y santos oficios mientras rondan por el distrito. Por lo que, actualmente, las mujeres pueden pasear tranquilamente junto a arbustos y árboles; un fraile es al único sátiro que encuentran, y todo lo que este hace es quitarles la honra”, p. 217) y en el prólogo del cuento del Alguacil, donde este, enfrentado al Fraile que forma parte del grupo, sitúa a los frailes que están en el Infierno en el mismísimo culo de Satanás (pp. 238-239). Significativamente, Chaucer se reserva sus palabras más amables para el cura y para su hermano el labrador, que son los miembros más elementales del clero y del pueblo llano, respectivamente, como si se tratase de una apelación a una sencillez primigenia idealizada y a una fraternidad entre los grupos elementales de una sociedad sin pretensiones. Su vínculo de sangre horizontal, que se contrapone al vínculo de sangre vertical del caballero y del escudero, propio de la nobleza, responde, ante todo, a valores simbólicos. En consecuencia, resulta tentador relacionar la presentación de estos dos personajes con los movimientos de reforma que se vivían en Inglaterra a finales del siglo XIV. A pesar de que Chaucer nos dice que se encontró con veintinueve individuos en la posada, que, con él, sumarían los treinta que habían de emprender la peregrinación (sin contar al posadero, que había de ir como mero acompañante y como árbitro), Chaucer enumera a treinta, pero, posteriormente, los capellanes de monjas, que en el prólogo general son tres, quedan reducidos a uno y el grupo en su conjunto a veintiocho (más Chaucer). El grupo solo alcanzará el número canónico de treinta en Boughton under Blean, cerca ya de Canterbury, cuando se les unan un canónigo y su criado, de los cuales solo permanecerá este. La obra no solo está inconclusa porque falten, aparentemente, noventa y seis cuentos, sino también, y muy especialmente, porque presenta incoherencias internas, como las señaladas a propósito del número de peregrinos o la de que el Anfitrión, en el prólogo al último cuento de la obra (el del cura), diga que ya todos han contado su cuento, cosa que ni es cierta ni se ajusta al proyecto inicial de que cada uno contase dos cuentos por trayecto. Estas incoherencias, unidas al distinto orden de los cuentos en los diferentes manuscritos, denotan que la obra nunca se llegó a elaborar en su versión definitiva. Por otra parte, cuatro de los cuentos están inconclusos, dos de ellos (el primero de Chaucer y el del Monje) por la dinámica propia de la historia y otros dos (el del Cocinero y el del Escudero) porque, al parecer, nunca llegaron a desarrollarse. A pesar de todo, los Cuentos de Canterbury son una obra fundamental de la literatura medieval inglesa y universal. Lo son, por una parte, porque son un compendio de géneros literarios y, en general, de cultura libraria (Chaucer era un muy buen conocedor de las literaturas francesa e italiana de su tiempo). Lo son, además, por la variedad de registros que Chaucer es capaz de imprimir a la lengua inglesa, que en su obra alcanza una madurez anteriormente desconocida y difícilmente comparable a la de las restantes lenguas europeas del momento. Como buen autor medieval, Chaucer toma casi todos sus materiales de obras anteriores, pero los reelabora creando una obra nueva y extraordinaria. En su obra encontramos las historias de altos vuelos inspiradas en la Antigüedad Clásica (cuento del Caballero), el miraculum mariano (cuento de la Priora), la vita hagiográfica (cuento de la Otra Monja)... por no hablar de la hilarante parodia de los romans caballerescos que Chaucer se reserva para sí mismo en el primero de sus dos cuentos, que se adelanta doscientos años a Cervantes. De nuevo vuelve a la carga contra ellos en el cuento del Capellán de Monjas: “Empeño mi palabra de que este relato es tan cierto como el libro de sir Lancelot del Lago, quien las mujeres tanto veneran” (p. 481). En su obra también
encontramos densos tratados de teoría política (segundo cuento de Chaucer, sobre la resolución de conflictos) o de religión (cuento del Cura, sobre la penitencia), en los que Chaucer recurre a la prosa. Desde el prólogo general Chaucer se excusa por el lenguaje vulgar e, incluso, grosero, que va a emplear, trasladando retóricamente la responsabilidad a los peregrinos que, de acuerdo con la ficción, los relataron y aduciendo como argumentos de autoridad para justificarse nada menos que a Platón y, de manera casi blasfema, al mismísimo Jesucristo: “En la Biblia, el lenguaje del propio Jesucristo es claro y directo” (p. 82). Lo cierto es que el lenguaje desenfadado y, en ocasiones, torpe del Anfitrión o el lenguaje descarado de la Esposa de Bath son todo un monumento a la espontaneidad en una obra de alta literatura. De esta manera, Chaucer va un paso más allá de su admirado Dante, a quien menciona varias veces en su obra, pues, si Dante escribió su Commedia en lengua vulgar, Chaucer escribió sus Cuentos de Canterbury en lenguaje vulgar. Como consecuencia de todas estas circunstancias, los relatos contenidos en los Cuentos de Canterbury son muy heterogéneos, de manera que resulta muy difícil decantarse por algunos de ellos sin atender a criterios estrictamente personales. A mí me gustan especialmente el cuento del Administrador, por su carácter de comedia de enredo, divertida y fresca; el del Capellán de Monjas, por ser una elaborada versión de una bien conocida fábula, en la que Chaucer es capaz de trascender la anécdota; o, por su moraleja, el del Intendente, inspirado en último término en Ovidio; sin olvidar el crudo realismo del prólogo del cuento de la Esposa de Bath, donde se abordan cuestiones tan contemporáneas como las relaciones tóxicas e interesadas. Precisamente, uno de los temas que reaparece con más frecuencia a lo largo de toda la obra es el de la condición de la mujer y su papel dentro de la sociedad y del matrimonio. No creo que quepa hablar de una “teoría general de la mujer” en Chaucer, pero sí resulta interesante ver cómo se concitan en su obra discursos tradicionales, en ocasiones abiertamente misóginos (“Las mujeres hemos nacido para sufrir y estar sometidas al dominio de los hombres”, p. 173), junto a discursos abiertamente liberadores (“Nosotras no podemos amar a un hombre que mantenga un control de nuestras idas y venidas; debemos ser libres”, pp. 202-203). La experiencia personal de Chaucer en la península ibérica como hombre de Juan de Gante, duque de Lancaster, casado en segundas nupcias con la infanta doña Constanza de Castilla, hija de Pedro I de Castilla, por la que aspiró a esta corona frente a Enrique II (Juan de Gante llegaría a casarse posteriormente con la cuñada de Chaucer –hermana de su mujer–, que había sido su amante), se refleja en el relato de las campañas del Caballero en su presentación en el prólogo general (“También había intervenido en el sitio de Algeciras en Granada, luchado en Benmarin...”, p. 66), en la referencia al vino blanco de Lepe en el cuento del Bulero, “que se vende en Fish Street y en Cheapside” (p. 370), o en la inclusión de Pedro I de Castilla entre los ejemplos de personajes caídos en desgracia en el cuento del Monje (“Noble y honorable Pedro, gloria de España, a quien la Fortuna elevó en tan gran esplendor...”, p. 463). Con respecto a “Benmarin”, los editores suelen interpretarlo como un lugar de Marruecos, pero cabe recordar que las fuentes castellanas de época se refieren con una expresión similar a la batalla del Salado, con lo que, si aceptamos esta nueva propuesta, el Caballero de Chaucer habría participado –imaginariamente– en las dos grandes empresas bélicas de Alfonso XI de Castilla: la batalla del Salado (1340) y la conquista de Algeciras (1344). La edición más accesible en castellano, por la que cito, es la de Cátedra (CHAUCER, Geoffrey: Cuentos de Canterbury, ed. de Pedro Guardia Massó, Ediciones Cátedra, Madrid, 1987).