5 de julio hoy tenemos patria

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Autor: Comandante Supremo Hugo Chávez Año: 1992 Técnica: Óleo sobre lienzo Lugar: Centro Penitenciario Yare I San Francisco de Yare, Edo. Miranda, Venezuela



5 de julio:

¡Hoy tenemos Patria! Discurso de Elías Jaua Milano en conmemoración a los 202 años de nuestra Independencia (5 de julio de 2013)

Elías Jaua Milano


©Elías Jaua Milano. 5 de julio: ¡Hoy tenemos Patria! ©Fondo Editorial de la Asamblea Nacional Willian Lara Junta directiva Dip. Diosdado Cabello Rondón Presidente Dip. Darío Vivas Primer vicepresidente Dip. Blanca Eekhout Segunda vicepresidenta Víctor Clark Boscán Secretario Fidel Vásquez Subsecretario Fondo editorial de la Asamblea Nacional Willian Lara Presidente Farith Fraija Norwood Edición y correción al cuidado de: Carlos Alberto Zambrano Rodríguez Juaníbal Reyes Diseño y diagramación: Armando Rodríguez Hernández Imagen de la portada: Hugo Chávez Frías ISBN: 978-980-7603-01-0 Depósito Legal lf 78620133202627




SESIÓN SOLEMNE DE LA ASAMBLEA NACIONAL EN CONMEMORACIÓN AL 202 ANIVERSARIO DE LA DECLARACIÓN DE LA INDEPENDENCIA NACIONAL, FECHA EN LA CUAL REITERAMOS EL COMPROMISO CON EL LEGADO DE NUESTRO COMANDANTE SUPREMO Y LÍDER DE LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA: HUGO CHÁVEZ

Palacio Federal Legislativo, Caracas, viernes 5 de julio de 2013 Orador de Orden MINISTRO DEL PODER POPULAR PARA RELACIONES EXTERIORES

Elías Jaua Milano Bueno. Traemos el polvo del camino acompañando a nuestro compañero Presidente Nicolás Maduro, en ese acto de defensa de la dignidad del pueblo de Bolivia y del Presidente Evo Morales. Traemos el polvo del camino por donde pasó Bolívar, porque allá en Cochabamba, allá llegó Bolívar el Grande, el Gigante. Compañero Nicolás Maduro Moros, Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela;

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compañero Diosdado Cabello, Presidente de la Asamblea Nacional; compañera Blanca Eekhout, Segunda Vicepresidenta de la Asamblea Nacional; ciudadana Gladys Gutiérrez, Presidenta del Tribunal Supremo de Justicia; ciudadana Adelina González, Presidenta del Poder Ciudadano y Contralora General de la República; ciudadana Luisa Ortega Díaz, Fiscal General de la República; ciudadana Gabriela Ramírez, Defensora del Pueblo. Honorables compañeros del Cuerpo Diplomático acreditados ante la República Bolivariana de Venezuela; compañera Cilia Flores, Primera Combatiente de la República Bolivariana de Venezuela; compañero Jorge Arreaza, Vicepresidente Ejecutivo de la República Bolivariana de Venezuela; demás compañeros y compañeras; Ministros; Gobernadores y Gobernadoras; compañero Ministro del Poder Popular para la Defensa y miembros del Alto Mando Militar de nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana; al Alcalde Jorge Rodríguez; a Natacha y Natalia; diputados y diputadas:

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5 de julio: ¡Hoy tenemos Patria!

Felicitaciones hoy en el día de los soldados de la Patria, de los soldados bolivarianos, antiimperialistas, socialistas. Compañeros, es el primer 5 de julio que estamos aquí sin la presencia de nuestro Comandante Presidente Hugo Chávez; y ha querido la historia que se cumplan hoy exactamente cuatro meses desde que se proyectó ese relámpago que iluminó aquella madrugada del 4 de febrero de 1992, para seguir iluminándonos en el camino, pero aquí estamos. Él no está físicamente presente, pero aquí estamos nosotros y tenemos Patria, la que él nos dejó. 5 de Julio de 2013 ¡Hoy Tenemos Patria! De repente se me presenta el tiempo. Bajo el semblante venerable de un viejo cargado con los despojos de las edades; ceñudo, inclinado, calvo, rizada la tez, una hoz en la mano[…] Yo soy el padre de los siglos; soy el arcano de la fama y del secreto; mi madre fue la eternidad; los límites de mi imperio los señala el infinito; no hay sepulcro para mí porque soy más poderoso que la muerte; miro lo pasado; miro lo futuro, y por mi mano pasa lo presente (Simón Bolívar, Mi delirio sobre el Chimborazo, 1823).

Corren los primeros doscientos años de Venezuela como Nación independiente.

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Nosotros, pues, a nombre y con la voluntad y autoridad que tenemos del virtuoso pueblo de Venezuela, declaramos solemnemente al mundo que sus Provincias Unidas son, y deben ser desde hoy, de hecho y de derecho, Estados libres, soberanos e independientes; y que están absueltos de toda sumisión y dependencia de la Corona de España o de los que se dicen o dijeren sus apoderados o representantes, y que como tal Estado libre e independiente tiene un pleno poder para darse la forma de gobierno que sea conforme a la voluntad general de sus pueblos.

Eso dice nuestra Declaración de Independencia que fue, sin duda, un acontecimiento, uno de esos que revisten carácter fundacional; pero es también un episodio que se inscribe en una larga tradición de luchas del pueblo oprimido por su emancipación. Una cierta interpretación de la historia, hasta no hace mucho dominante, privilegiaba la gesta de las élites, ocultando el papel decisivo, protagónico, de las clases postergadas y excluidas, sin las cuales nuestra Independencia hubiera sido simplemente inconcebible. La era Bicentenaria nos ofrece una oportunidad para repensar nuestra historia, nuestra memoria colectiva, desde el punto de vista de lo que pudiéramos llamar “nuestra tradición de los oprimidos”. Desde esa tradición la historia no es

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tan solo un asunto de archivos y bibliotecas y academias; es también un campo de batalla dentro de la larga lucha de los pueblos por su emancipación definitiva. Un buen amigo de nuestra Revolución Bolivariana, el filósofo Enrique Dussel, advertía hace ocho años, en un célebre artículo “1810, ¿El nuevo encubrimiento del Otro?” en La Jornada, México, 26 de septiembre de 2005: “Sería necesario anticiparse a las ‘celebraciones patrióticas’ que exaltarán una vez más a los héroes pasados, sepultando bajo tierra a los héroes presentes”. Perdón, Maestro Dussel, pero ¡En Venezuela, son nuestros héroes presentes, nuestro pueblo, quienes celebran y exaltan a nuestros héroes pasados! Hoy, como ayer, nuestros héroes integran las filas del pueblo oprimido, hoy protagonista de la Revolución Bolivariana. ¡Hoy celebramos la heroicidad siempre manifiesta del pueblo venezolano!

Antes, recordaba Dussel, había sido necesario anticiparse a las “celebraciones hispanófilas” que recorrieron el continente con motivo de los quinientos años de 1492, con todo y su discurso oficial, de élites, sobre el “encuentro de dos culturas”. ¿Cómo podía hablarse de un tal encuentro, “siendo que la primera, la hispánica, masacró impunemente a la segunda, a la amerindia”?

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El 23 de enero de 2011, al lado de los nietos e hijos del mártir de la democracia, Fabricio Ojeda, nuestro Comandante Chávez nos habló de que la Patria se había forjado a lo largo de cinco grandes revoluciones:

En la historia venezolana van cinco grandes Revoluciones: La primera fue la Revolución india-aborigen ¡Anakarina rote aunucon itoto paparoto mantoro!, gritaba Guaicaipuro en estos mismos valles […] La segunda gran Revolución fue la de Miranda y la de Bolívar, la del pueblo de hace 200 años, que también terminó fracasada. La tercera gran Revolución de nuestra historia fue la Revolución Federal que también terminó fracasada, dirigida como fue por Ezequiel Zamora. La cuarta gran Revolución fue la Revolución Restauradora dirigida por Cipriano Castro, también traicionada. Cuatro grandes revoluciones; cuatro grandes traiciones. Esta, la que estamos viviendo ahora, es la quinta gran Revolución de nuestra historia. Y esta Revolución, la Bolivariana, no nació para ser traicionada, nació para hacer Patria grande, independiente, y para recoger los 500 años de batalla.

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Sin duda, así es; estamos torciendo la historia de las traiciones. Gracias a todos ustedes, compañeros y compañeras, bolivarianos y chapistas; gracias a ti, Nicolás, por tanta lealtad y por comenzar a demostrar que es posible otra historia: la de la lealtad, la del compromiso, la del sentimiento profundo por los afectos, por las ideas y por los valores que guían a la humanidad.

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1.- La primera Revolución: la de Resistencia Indígena y Afrodescendiente

La primera gran Revolución de la que nos habló nuestro Comandante, aquel 23 de enero, es la de la Resistencia Indígena y Afrodescendiente. En Venezuela la “tradición de los oprimidos” se inicia desde el momento mismo de la llegada de los conquistadores españoles a estas costas. Es una vasta tradición de resistencia cuyos momentos iniciales llegan hasta nosotros a través de las acciones de Guaicaipuro, Tamanaco, Terepaima y tantos otros que se opusieron a la conquista europea de estas tierras. Desde la destrucción de la ciudad de Cumaná, en 1522, por parte de los Caribes, pasando por sus constantes ataques contra las pesquerías de perlas de los españoles en Cubagua, durante ese mismo periódo, hasta llegar a las diversas protestas y revueltas indígenas que se sucedieron en el interior de Venezuela hasta muy entrado el siglo XIX, la memoria de la resistencia indígena es parte esencial de “nuestra tradición de los oprimidos”. La Resistencia Indígena fue, por encima de todo, una heroica afirmación de la humanidad de nuestros pueblos

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originarios, una humanidad que fue negada, cínicamente, por los ideólogos europeos de la conquista. Esa defensa de la propia humanidad –que trató de suprimir el conquistador– quedó registrada en una obra que tendría gran influencia sobre los líderes de la guerra de Independencia latinoamericana: la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, del Padre De las Casas, uno de los testimonios más elocuentes sobre el enorme genocidio que se practicó contra los habitantes originarios de nuestra Patria. Bartolomé De Las Casas, testigo directo de la Resistencia Indígena, participó, además, en uno de los debates de mayor trascendencia de su tiempo, la “Controversia de Valladolid”, organizada por el emperador Carlos V para debatir, entre otras cosas, si los indígenas americanos eran seres humanos. De las Casas se destacó en ese debate por su defensa de los indígenas, mientras que los argumentos expuestos por parte de los defensores de la conquista nos muestran, por cierto, que el discurso de la colonización imperial contiene una escalofriante continuidad histórica: los imperialistas siempre han intentado colocar a los que resisten fuera del ámbito de lo humano para exterminarlos con mayor impunidad. Fue así como se construyó el mito de la antropofagia, entre los pueblos indígenas, para deshumanizarlos y martirizarlos. También fue la forma como, por un error de

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traducción y una intención de satanización, los kariñas (caribes) pasaron a ser caníbales. Ahora bien, es necesario ¡que se sepa!: que no existe ni siquiera un caso de antropofagia testimoniado de la época en algún parte del territorio indígena. Sí los hay de sacrificios humanos, pero del llamado canibalismo, ni uno solo. Por el contrario, en distintas etapas de la historia europea se recogen y se ventilan, de manera clara, episodios de antropofagia. Uno de los más célebres de ellos fue el ocurrido en la matanza de la noche de San Bartolomé, en París, el 24 de agosto de 1572, donde católicos y calvinistas se enfrentaron en una verdadera carnicería. En consecuencia, como modesto homenaje a toda esa vasta historia de lucha de nuestros indígenas, vale la pena recordar un canto de guerra de los Timotes, traducido, a comienzos del siglo XX, por Tulio Febres Cordero: Corre veloz el viento, corre veloz el agua, corre veloz la piedra que cae de la montaña. corran guerreros, vuelen contra el enemigo; corran veloces como el viento, como el agua, como la piedra que cae de la montaña. Fuerte es el árbol que resiste al viento,

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fuerte es la roca que resiste al río; fuerte es la nieve de nuestros páramos que resiste al Sol. Peleen, guerreros; peleen, valientes; muéstrense fuertes como los árboles, como las rocas, como las nieves de las montañas.

¡Que vivan nuestros pueblos indígenas! ¡Que viva Evo! La memoria de nuestro pueblo es “profética” por cuanto es una memoria colectiva que intenta materializar, en las luchas del presente, las esperanzas y los proyectos igualitarios de todos los oprimidos que resultaron vencidos o que vieron truncadas sus aspiraciones de igualdad. Esta memoria profética está alimentada no solamente por las luchas de los pueblos indígenas, sino también por la rebeldía de los esclavizados de origen africano, violentamente trasplantados a estas tierras. Es oportuno recordar hoy, por ejemplo, que hacia mediados del siglo XVI unos doscientos esclavos que trabajaban en las minas de Buria (cerca de Nirgua, en el actual estado Yaracuy) se alzaron bajo el liderazgo de un esclavo llamado Miguel, proveniente de Puerto Rico y que pasaría a la historia bajo el nombre de Miguel de Buria, o el “Rey Miguel”, al proclamarse monarca de una comunidad de cimarrones. De acuerdo con diversos testimonios, el Rey Miguel

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también contó con el apoyo de comunidades indígenas Jirajaras, lo cual pudiera explicar que su nombre aparezca en un lugar prominente dentro del culto de María Lionza. Vale recordar, igualmente, que Alejandro de Humboldt, en su obra Viajes a las regiones equinocciales del nuevo continente: del Orinoco al Amazonas registró la historia del Rey Miguel, comparándola, de manera justa, con los sucesos de la muy posterior Revolución Haitiana. Debemos recordar, además, que en toda la época colonial hubo muchas rebeliones como esta, contra el régimen esclavista; por ejemplo: • La rebelión de “los negros perleros”, ocurrida en Cubagua, en 1603, protagonizada por esclavos que eran explotados en la extracción de perlas en dicha isla, y que fue liderada por una mujer cuyo nombre, desafortunadamente, ignoramos. • La rebelión de “Andresote”, ocurrida entre 1731 y 1733, en los valles de Yaracuy. • El levantamiento de José Leonardo Chirino, en la Sierra de Falcón, el 11 de mayo de 1795. Las autoridades coloniales acusarían a Chirino de querer implantar la “ley de los franceses”, en una clara alusión tanto a la Revolución Francesa como a la Haitiana, dos procesos unidos, de manera indisoluble, como demostró de manera magistral C.L.R. James en su clásico Los jacobinos negros. Era verdad, José Leonardo estuvo en Haití

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a finales de 1700, con su amo, y se contagió de ese liberador germen, que es la Revolución. • Apenas tres años después de la insurrección de Coro se produce un importante antecedente del 5 de julio de 1811: la Conspiración de Gual y España. Esta fallida conjura muestra un salto cualitativo en relación con las anteriores rebeliones ya que intentó recoger las exigencias de igualdad y justicia de los oprimidos dentro de un programa de independencia nacional y soberanía popular.

Al respecto, veamos lo que nos expresa Gil Fortoul en su Historia Constitucional de Venezuela: El programa de 1797 contiene ya en germen lo que realizaron los patriotas de 1810 a 1811. Esta afirmación es sorprendentemente exacta […] No solamente por lo que entraña como actitud humana al rebelarse contra el poder de la metrópoli, ni siquiera por las particulares coincidencias en la conducta de los patricios de 1810-1811, que parece pautada por las “Ordenanzas” de 1797 [el programa de la revolución], sino –y es lo más significativo– por la perduración del ideario de los conjurados en la [conspiración] de Gual y España, ideario que continúa vivo con fuerza singularísima en el ánimo de quienes redactan los textos jurídicos del nuevo Estado independiente en 1811 […].

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Recordemos junto a todo lo anterior y como parte del legado de Gual y España, una estrofa de uno de los himnos revolucionarios compuestos para acompañar aquel proyecto insurreccional. Se trata de un fragmento de la Canción Americana que combina la denuncia de la monarquía española con la reivindicación del carácter sagrado, es decir, inviolable, de la soberanía popular: Monstruo, cruel y horrendo: hace trescientos años que con furor devoras a los americanos: ya es tiempo que paguéis tus crímenes, malvado, y que recobre el Pueblo sus derechos sagrados.

Así, uno de los artículos (32) del programa de este movimiento insurgente establecía: Se declara la igualdad natural entre todos los habitantes de las Provincias y distritos y se encarga que entre blancos, indios, pardos y morenos reine la mayor armonía, mirándose como hermanos en Jesucristo, iguales por Dios, procurando

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aventajarse solo unos y otros en mérito y virtud, que son las dos únicas distinciones reales y verdaderas que hay de hombre a hombre y habrá en lo sucesivo entre todos los individuos de nuestra República.

Con motivo del quinto centenario, acusaba Enrique Dussel la historia oficial; la historia de las élites había “sepultado” al indígena americano “bajo la imagen del ‘Otro’ europeo”. Por eso, correspondía hablar de “encubrimiento” y no de “descubrimiento”: “encubrimiento del oprimido, del violentado, del asesinado o del reducido a la encomienda, a la mita, a la hacienda…”. Ahora, con motivo del Bicentenario de nuestra Independencia, estamos obligados a corregir tamaña injusticia histórica. El Bicentenario no puede convertirse en una ocasión para invisibilizar al mismo “Otro”: a nuestros pueblos originarios, a nuestro pueblo afro, zambo, pardo, a nuestro pueblo pobre y sojuzgado que regó su sangre en estas tierras y por media América para que fuéramos libres. Por eso, y para decirlo con palabras de Dussel, en este tiempo debemos continuar sentando las bases para una “segunda emancipación desde el poder liberador del Otro”, que no es otro que el Poder Popular.

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2. La segunda Revolución, la victoriosa: el bien más preciado: La Independencia

Las expediciones de Miranda de abril y agosto de 1806, junto con los sucesos del 19 de abril de 1810, constituyen los dos antecedentes más inmediatos del 5 de julio de 1811. En este breve período de unos cinco años se suceden una serie de eventos que determinarán el camino hacia la Declaración de Independencia. Principalmente, la decadencia de la monarquía española, puesta de manifiesto durante la invasión napoleónica de la Península Ibérica, hecho que provoca, de acuerdo con el lenguaje de los patriotas del 5 de julio, la ruptura del pacto entre el monarca español y sus súbditos americanos. El 5 de julio de 1811, en cuanto origen de nuestra primera experiencia republicana, produjo un importantísimo proceso de experimentación política del cual Bolívar extrajo, luego de la derrota, algunas de las lecciones más importantes que orientaron su visión de la gesta emancipadora. El 5 de julio de 1811 el proyecto independentista alcanza su primera formulación a través de los debates del Congreso

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de las Provincias de Venezuela y de la Sociedad Patriótica; está última, vanguardia política de los sectores más esclarecidos del momento. En consecuencia, no es casual que en ella participaban hombres como Bolívar, Miranda y Ribas. No es muy difícil, en esta conmemoración bicentenaria, imaginar que escuchamos el eco de todos aquellos discursos, recordando, entre muchas otras, las palabras de Manuel Palacio Fajardo: Venezuela se basta a sí misma. Venezuela triunfará de cuantos se opongan a su felicidad. ¿Qué importa que España nos declare la guerra y que Inglaterra rompa con nosotros? […] ¡Desconozcamos a todas las potencias del universo!

Aún resuenan las palabras de Bolívar, la víspera del 5 de julio: No es que hay dos Congresos. ¿Cómo fomentarán el cisma los que conocen más la necesidad de la unión? Lo que queremos es que esa unión sea efectiva y para animarnos a la gloriosa empresa de nuestra libertad; unirnos para reposar, para dormir en los brazos de la apatía, ayer fue una mengua, hoy es una traición. Se discute en el Congreso Nacional lo que debiera estar decidido. ¿Y qué dicen? Que debemos

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comenzar por una confederación, como si todos no estuviésemos confederados contra la tiranía extranjera. Que debemos atender a los resultados de la política de España. ¿Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o que los conserve, si estamos resultados a ser libres? Esas dudas son tristes efectos de las antiguas cadenas. ¡Que los grandes proyectos deben prepararse con calma! Trescientos años de calma ¿no bastan? La Junta Patriótica respeta, como debe, al Congreso de la nación, pero el Congreso debe oír a la Junta Patriótica, centro de luces y de todos los intereses revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana: vacilar es perdernos.

El pueblo estuvo lejos de ser un espectador pasivo durante los debates del Congreso de las Provincias de Venezuela que condujeron a la Independencia. En su Historia de la Primera República de Venezuela, Parra-Pérez comenta: Estamos, al fin, en aquella sesión del 5 de julio en que los próceres venezolanos van a tomar posición definitiva para los destinos de su país y cumplir un acto memorable entre todos para el Continente Hispanoamericano. Llenaba –escribe Baralt– gran golpe de gente las tribunas y galerías: “Nunca se había visto, ni jamás se observará entre los oyentes el porte descomedido que en esta ocasión tuvieron.

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Vítores y aplausos ruidosos y sin fin resonaban cada vez que tomaba o dejaba la palabra un diputado republicano; las opiniones equívocas eran acogidas con risotadas, silbos y amenazas” […].

En su extraordinaria Historia de la rebelión popular de 1814, Juan Úslar registra el clima que se vivió en Caracas una vez conocida la noticia de la Declaración de la Independencia. En el mismo pasaje, cita un fragmento de los Recuerdos de la rebelión de Caracas, de José Domingo Díaz, historiador contrario a los intereses de la naciente República, y un elocuente ejemplo de la imagen que las élites construyen de las clases populares prestas a festejar sus victorias: Apenas Caracas conoce la noticia el júbilo es general. La Bandera de Venezuela, que había diseñado Miranda, es ondeada por primera vez. La de España es despedazada; los bustos y cuadros de Fernando VII que estaban en los edificios públicos y en las casas de los realistas más conocidos fueron destruidos. Aquellos jóvenes –dice Díaz–, en el delirio de su triunfo corrieron por las calles; despedazaron y arrastraron las banderas y escarapelas españolas; sustituyeron las que tenían preparadas, e hicieron correr igualmente, con una bandera de sedición, a la Sociedad Patriótica, club numeroso establecido por Miranda, y compuesto por hombres

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de toda casta y condiciones, cuyas violentas decisiones llegaron a ser la norma de las del Gobierno. En todo el día y la noche las atroces pero indecentes furias de la revolución agitaron violentamente los espíritus sediciosos. Yo los vi correr por las calles en mangas de camisa, y llenos de vino, dando alaridos y arrastrando los retratos de Su Majestad, que habían arrancado de todos los lugares donde se encontraban. Aquellos pelotones de hombres de la revolución, negros, mulatos, blancos, españoles, americanos, corrían de una plaza a otra, en donde oradores energúmenos incitaban al populacho al desenfreno y a la licencia. Mientras tanto, todos los hombres honrados, ocultos en sus casas, apenas osaban ver desde sus ventanas entreabiertas a los que pasaban por sus calles.

Cualquier parecido de este relato con un editorial del El Nacional, refiriéndose a los revolucionarios Bolivarianos y Chavistas, no es casualidad. Es la continuidad histórica de un pensamiento segregacionista que constituye el germen del fascismo venezolano que estamos confrontando desde hace 14 años, del cual hablaremos unos minutos más tarde. Volvamos al tiempo. Es preciso no olvidar que, tras publicarse el Acta de nuestra Independencia, el 14 de julio de 1811, se realizó en Caracas una multitudinaria manifestación de apoyo, precedida por nuestra Bandera tricolor, la

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cual portaban los hijos de José María España, martirizado y ejecutado hacía 12 años, en esa misma plaza. En esta conmemoración del 5 de julio de 1811 no podemos dejar de evocar a Juan Germán Roscio. Recientemente conmemoramos los 250 años de su nacimiento, uno de los intelectuales más importantes de la causa independentista, quien estuvo entre los redactores de la Declaración de Independencia y de nuestra primera Constitución. La huella intelectual de Roscio resulta patente en la redacción del artículo 151 de nuestra primera Carta Magna: El objeto de la sociedad es la felicidad común y los gobiernos han sido instituidos para asegurar al hombre en ella, protegiendo la mejora y perfección de sus facultades físicas y morales, aumentando la esfera de sus goces y procurándole el más justo y honesto ejercicio de sus derechos […].

Por cierto, es necesario reivindicar, la rectificación de Roscio a favor de la Patria. Hay que recordar que él formó parte de quienes juzgaron a los hombres de Francisco de Miranda, en el primer intento de desembarco, en las costas de Aragua, en 1806. Leamos su autocrítica: Menos por malicia que por ignorancia, abusaba de la Religión para sostener la servidumbre de mi patria. Yo fui uno

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de los que en 1806, tomaron armas y pluma para destruir a los buenos que intentaban conquistar mi libertad y la de mis hermanos [...] Me avergüenzo del servicio especial que hice yo entonces y del mérito que contraje en la opinión del déspota y sus satélites [...].

Ojalá, aparecieran muchos Roscios en la oposición venezolana. Ojalá hubiera un acto de arrepentimiento, de tamaña grandeza histórica, por parte del Secretario Ejecutivo de la llamada MUD, quien fue recientemente al Departamento de Estado y al Congreso de los Estados Unidos a ofrecer la Patria en el altar del Imperio, a cambio de apoyo para una aventura golpista que permita la restauración en el poder a la burguesía venezolana. Analicemos ahora, otros de los artículos de nuestra primera Constitución, aprobada por el Congreso en diciembre de 1811, hace 201 años; es decir, ya leíamos el artículo 151 redactado por Juan Germán Roscio, pero voy a leer otros tres o cuatro nada más. Artículo 191: Los gobiernos se han constituido para la felicidad común, para la protección y seguridad de los pueblos que lo componen, y no para el beneficio, honor o privado interés de

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alguna familia o de alguna clase de hombres en particular, que solo son una parte de la comunidad. Artículo 195: Ninguno es hombre de bien, ni buen ciudadano, si no observa las leyes fiel y religiosamente, si no es buen hijo, buen hermano, buen amigo, buen esposo y buen padre de familia. Artículo 198: Siendo constituidos los gobiernos para el bien y felicidad común de los hombres, la sociedad debe proporcionar auxilios a los indigentes y desgraciados y a la instrucción de todos los ciudadanos.

Y el último que les voy a leer es ya en la alocución final, dice: Independencia política y felicidad social fueron vuestros votos el 5 de julio de 1811 –Recordemos que la Constitución se aprueba en diciembre de 1811–. Independencia política y felicidad social han sido los principios que han dirigido desde entonces a los que para llenar el destino al que los elevó vuestra confianza, han sacrificado su existencia a tan ardua como importante empresa.

Nos atrevemos a interpelar a los presentes. ¿Estos artículos, suenan más a capitalismo, o se parecen a los

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postulados del socialismo bolivariano del siglo XXI que nos legó el Comandante Chávez? Sin duda alguna, nada más lejos del pensamiento de las doctrinas liberales o neoliberales que algunos insisten en venderlas como la solución a nuestros problemas económicos y sociales. Nada más extraño a nuestra nacionalidad que las tesis del Estado Mínimo, que plantean teóricos neoliberales como Robert Nozick. Como todos sabemos, aquella primera experiencia republicana terminará en la catástrofe de 1812. Pero de esa experiencia tremenda surgirá el primer documento político importante de Bolívar, como balance de todo lo sucedido, el Manifiesto de Cartagena en el que el futuro Libertador establece las causas del fracaso e inicia esa ofensiva revolucionaria que es la Campaña Admirable, de la cual estuvimos conmemoramos 200 años, y que lo llevó a ser proclamado Libertador y de allí a la emigración a oriente, de los Cayos haitainos a Cariaco, al Congreso de Angostura, a los llanos apureños, al Pantano de Vargas, Boyacá, Carabobo, Pichincha, Junín, Ayacucho y a la fundación de su hija predilecta, Bolivia. De donde acabamos de llegar, de testimoniar nuestra solidaridad en nombre del pueblo venezolano, como lo ha hecho nuestro Presidente Nicolás Maduro, al pueblo boliviano, al pueblo predilecto hijo del Libertador Simón Bolívar. Como decían los presidentes y presidentas el día

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de ayer: “Parece que en Europa se les olvidó esta historia”. Creo que a algunos dirigentes europeos hay que mandarles muchos textos de la lucha de la Independencia venezolana, para que aprendan a respetar a un pueblo que los echó de aquí a fuerza de coraje, libertad y de conciencia. Señores embajadores, echamos de aquí a los de entonces; ustedes aquí sí son bienvenidos, aquí no les vamos a revisar los aviones ni las embajadas. Aquí, los únicos que asaltan embajadas son algunos sectores de la oposición. Y luego la gran traición al proyecto de un mundo nuevo en nuestra América, que se perdió en Santa Marta, cuando el Sol de Colombia se proyectó en la penumbra, para esperar un nuevo amanecer.

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3. La Tercera Revolución de resistencia, la popular y campesina: La Guerra Federal

[…] no habrá hambre, no habrá miseria, ni mazmorras, ni grillos para el pueblo que hizo la Independencia, pero el fruto fue nada más que para la oligarquía. Ezequiel Zamora Los sucesos que la historia recoge con el nombre de Guerra Federal fueron en esencia y realidad un proceso de insurrección de los campesinos y campesinas de mediados del siglo XIX quienes, después de la Guerra de Independencia, se encontraban sumidos en la más profunda miseria como consecuencia de la no abolida esclavitud y del despojo de las tierras a los soldados libertadores y a los pequeños propietarios, debido a la aplicación de leyes de usura y tributos onerosos. Corría el año 1846 en un contexto de embargos a los pequeños propietarios, persecución a los dirigentes liberales,

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represión salvaje contra el pueblo, desmanes y violaciones cometidas por las tropas del gobierno. Ante esa situación, Antonio Leocadio Guzmán presentó su candidatura para las elecciones de octubre, aglutinando rápidamente el descontento y levantando un fuerte movimiento de apoyo popular en todo el país. Dicha situación ocasionó, en el mes de agosto de 1846, el estallido de protestas populares en Caracas y en el centro del país. Páez intentó ganar tiempo y, usando como mediador al también héroe de la Independencia, General Santiago Mariño, convocó a Guzmán a un diálogo en la ciudad de La Victoria, estado Aragua. El 2 de septiembre Guzmán llegó a la referida ciudad; pero Páez, además de no asistir, se hizo nombrar Jefe del Ejército e inició una campaña militar contra la rebelión liberal. Un timorato Guzmán se negó a los pedimentos de sus seguidores de convocar a la lucha armada y salió huyendo en solitario hacia Caracas, donde posteriormente fue hecho prisionero. El pueblo rechazó la claudicación y se sumó a las guerrillas que por todo el centro del país ya operaban. La más importante de ellas se encontraba en las serranías de Carabobo y Aragua, liderizada por Francisco José Rangel, un soldado de la Independencia, mejor conocido como el “Indio Rangel”.

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Zamora había escoltado, como miliciano, a Guzmán, en el frustrado diálogo de La Victoria y, decepcionado por la claudicación de este, se había retirado a Villa de Cura junto con Manuel Ibarra, hijo de Diego Ibarra, quien había sido edecán de Simón Bolívar. Ambos se insurreccionaron en septiembre de 1846, con un puñado de peones en Guambra, al sur de Aragua, bajo la consigna de Tierra y Hombres Libres. EI Indio Rangel se les sumó con un centenar de campesinos y campesinas, que proclamaron a Zamora como General del Pueblo Soberano, el 08 de Septiembre de 1846. Francisco José Rangel fue capturado y decapitado el 14 de marzo de 1847 y su cabeza fue llevada a José Antonio Páez. Zamora fue hecho prisionero el 25 de marzo de 1847 y condenado a muerte el 27 de julio de ese mismo año. Aun cuando esta insurrección fue derrotada y sus líderes asesinados o encarcelados, la misma profundizó las contradicciones en el seno de las clases dominantes, generando una ruptura entre José Antonio Páez y José Tadeo Monagas, quien bajo la presión popular liderizada por Paula Correa (la valiente madre de Zamora), conmutó la pena de muerte por diez años de cárcel, el 5 de noviembre de 1847. Esto fue el antecedente de la gran revolución campesina de 1859. Zamora, después de desempeñar importantes cargos militares se había distanciado políticamente de los

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Monagas por considerar que no tenían voluntad para una verdadera transformación popular. En enero de 1859 eran incontables las partidas guerrilleras que estremecían buena parte del territorio nacional. Las más importantes eran encabezadas por • Zoilo Medrano en las Sabanas de Calabozo, • Prudencio Vázquez en el Valle del Yaracuy, • José de Jesús González, “El Agachado”, quien había peleado, junto a Rangel y Zamora en 1846, en los Valles de Aragua, • y la fracción de los Indios de Guanarito con Natividad Petit, en las sabanas de Portuguesa y Barinas.

Las condiciones estaban dadas para que Zamora ejecutara el plan que tenía en mente y para que, junto a los campesinos y campesinas, escribiera una página épica en la historia revolucionaria de nuestra Patria. El 20 de febrero de 1859, siguiendo el plan diseñado por Ezequiel Zamora, el comandante Tirso Salaverría, seguido de 40 hombres, asaltó con éxito el cuartel de Coro, se apoderó de 900 fusiles y lanzó el “Grito de la Federación”. Al día siguiente, el 21 de febrero, publicó un manifiesto proclamando la Federación, pasando la provincia de Coro a ser un Estado Federal. Desde Coro y al frente de un ejército de campesinos, llamado oficialmente Ejército Federal de Occidente, Zamora libró una exitosa campaña contra los godos, dirigidos militarmente

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por el General León Febres Cordero que culminó victoriosa en la Batalla de Santa Inés, el 10 de diciembre de 1859, la cual constituyó un verdadero tratado de estrategia y táctica militar diseñado por Zamora y ejecutado por 5.000 campesinos y campesinas “pata en el suelo”, que usando una maniobra de falsa retirada, combinada con el recurso de trincheras, emboscadas y el incendio de la sabana, le dio un golpe estratégico a las tropas de la oligarquía. El Ejército de la oligarquía, dirigido por su élite militar, que se había presentado en Santa Inés con 7.000 hombres bien armados, alcanzó a llegar a la ciudad de Mérida con apenas 400 hombres, maltrechos y heridos, el 28 de diciembre de 1859. Zamora, convertido en General del Pueblo Soberano por sus tropas en 1846, fue designado por el Estado Mayor Federal como General en Jefe y Generalísimo de los Ejércitos Federales de la República, el 30 de Noviembre de 1859. Trece años después de la primera insurrección campesina, Zamora seguía consecuente con las aspiraciones del pueblo que se resumían en las consignas lanzadas al viento por las tropas zamoristas: • • • • •

¡La tierra no es de nadie, es todos! ¡Respeto al campesino! ¡Desaparición de los godos! ¡Todos somos iguales! ¡Abajo los godos! ¡Los bienes son comunes! ¡Hagamos Patria para los indios! ¡Tierra y hombres libres! ¡Elecciones populares! ¡Horror a la oligarquía!

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Esas consignas expresaban el real motivo de aquella gesta popular, la Federación era solamente una bandera de las élites liberales. Para los campesinos y campesinas “la federación”, que era como ellos y ellas, pronunciaban la palabra, significaba tierra, libertad y justicia. EI 31 de diciembre de 1859 el Ejercito de los Campesinos y Campesinas de Occidente, con el camino despejado e iluminado por el sol de la victoria lograda en Santa Inés, se enrumbó desde Barinas con el objetivo de llegar a Caracas el 20 de febrero de 1860, para cumplir así con el plan diseñado por Zamora e iniciado con el desembarco en La Vela de Coro. Entretanto el Ejército Federal de Oriente con 3.500 lanceros encabezados por el General de la Independencia, Juan Sotillo, avanzaba a pasos acelerados para encontrarse con Zamora a mediados de enero de 1860 en los llanos de Cojedes. Igual movimiento, con 1.500 hombres provenientes de los Valles de Aragua y del Tuy, realizaba el Ejército Federal del Centro con los líderes campesinos a la cabeza. EI Ejército Revolucionario sitió la ciudad de San Carlos, Cojedes, la mañana del 10 de enero de 1860. Fue en este escenario donde Zamora, cuando revisaba las posiciones de combate, cayó asesinado en extrañas circunstancias, con un balazo en la cabeza que le entró por el ojo izquierdo, proveniente de un tirador hasta ahora desconocido. Como único testigo del hecho: Antonio Guzmán Blanco, sobre el cual

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quedó el señalamiento histórico de haber sido el autor intelectual del crimen. Con Zamora moría también la revolución campesina y popular. Por eso la oligarquía celebró en Caracas con la triste y célebre frase, expresada por el fanático cagatintas de la oligarquía Juan Vicente González; “bala afortunada, bendita sea mil veces la mano que te dirigió”. Como celebraron la de Bolívar en 1830: “Se salvó la patria, murió el Tirano” publicó un pasquín en Maracaibo en diciembre de aquel fatídico año, como celebraron la de nuestro Comandante Chávez “Viva el cáncer”, escribieron en las paredes durante la campaña electoral opositora de abril de 2013. Es el mismo odio, es el huevo de la serpiente del fascismo. Como lo expresó ese gran referente moral que también se nos fue, Domingo Alberto Rangel: La fuerza de Zamora no radicará, solamente, en su fuerza de soldado. Es el amor de los humildes, la adhesión de las masas, el factor que bailará siempre en las velas de sus empresas hasta empujarlas a la meta. A Ezequiel Zamora le sobran soldados, porque tiene pueblo. De cada caserío desemboca en su Ejército el contingente de la fe campesina. Si lo derrotan, al día siguiente dispondrá de otro Ejército. Hay alimentos para su hambre, vendas para sus heridas y caminos para su marcha. Para que Ezequiel Zamora fuera

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grande –y lo fue con proporción de guerrero y apóstol– la tierra venezolana le parió soldados. Ese hombre no tenía un Ejército sino un pueblo atormentado tras su huella. [...] hubiera tenido cien mil hombres si el balazo de San Carlos no pone una raya de sangre en su carrera de saeta.

Parafraseando a Domingo Alberto Rangel, podemos decir que a Chávez no le faltó victoria porque tuvo pueblo y tiene pueblo. ¡Bastante!

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4.- La Cuarta Revolución, de resistencia: La Revolución Restauradora

La Guerra Federal nunca terminó, a pesar del Pacto de Coche, pacto de la traición a la revolución campesina, firmado cinco años después del asesinato de Zamora. Venezuela, se sumergió en un largo período de guerras y golpes de Estado. Hasta que los andinos, que habían estado al margen de la guerra intestina, decidieron bajar a Caracas en los albores del siglo XX, bajo el liderazgo del General Cipriano Castro, liberal, nacionalista y bolivariano, bajo la consigna de la “Revolución Restauradora”, restauradora de la unidad territorial y de la soberanía nacional perdidas. Tras tomar el poder, el gobierno de Cipriano Castro tendrá que enfrentarse desde el principio con una situación extraordinaria, nunca antes vista en Venezuela: una guerra civil atizada por caudillos regionales en alianza con potencias extranjeras (con intereses económicos en el país), sumado a la activa participación de la banca privada. Se trata de la autodenominada “Revolución Libertadora”. La oposición armada contra Castro, quien llegó a estar prácticamente sitiado, con levantamientos en el occidente,

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oriente y sur del país, tiene su punto culminante en el bloqueo a las costas venezolanas, ejecutado en diciembre de 1902 por las armadas de Inglaterra, Alemania e Italia. Un dato muy relevante para comprender el alcance y las profundas implicaciones de tal agresión contra Venezuela y que es frecuentemente escamoteado por la historia de las élites es el siguiente: se trata de un período (primeros años del siglo XX) en que los conflictos inter-imperialistas están en pleno apogeo, en buena medida como consecuencia del ascenso de Estados Unidos en cuanto potencia imperialista que reclama para sí el señorío sobre el suelo nuestroamericano. De hecho, el gobierno estadounidense, activo en la conspiración contra Castro, aparecerá como mediador frente a las potencias europeas. Doce años más tarde todas las potencias involucradas en la conspiración y bloqueo naval contra Venezuela tomarán parte en la Primera Guerra Mundial. Pero más allá de la información de contexto, sin la cual –insistimos– es imposible comprender las razones de la agresión imperialista, hoy es preciso destacar la actitud firme y decidida no solamente de Castro, sino de la mayoría del pueblo venezolano, que se lanzó a las calles una vez que la planta insolente del extranjero profanara el sagrado suelo de la Patria. Incluso, es sabido cómo parte de la oposición al gobierno de Castro se mostró dispuesta a tomar las armas

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en defensa de la Patria, actitud que debería ser replicada hoy y siempre. Victorioso contra las agresiones de los caudillos y de los imperios, Castro enferma y debe viajar a Europa, para finalmente ser vencido por la traición de su compadre y Vicepresidente Juan Vicente Gómez. Este último había pactado con el gobierno norteamericano, la felonía, a cambio de la entrega de la explotación del petróleo, que los gringos ya tenían identificada y planificada en nuestro territorio. Entonces, como nos lo explicó muchas veces el Comandante Chávez: fue el primer golpe petrolero y el inicio de un proceso de neo colonización que terminó convirtiéndonos en una factoría petrolera. Pero también fue el inicio de una larga lucha de resistencia de los campesinos, los obreros, los estudiantes y los militares patriotas que abrió camino a la victoriosa Revolución Bolivariana y Socialista del Siglo XXI.

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5.- La Quinta Revolución, de resistencia y victoria: La Bolivariana

El siglo XX venezolano es prolífico en episodios de luchas populares para hacer realidad la emancipación permanentemente frustrada por las élites. La misma instauración del modelo democrático representativo, luego del derrocamiento de Pérez Jiménez, supuso en el muy corto plazo una nueva traición a las aspiraciones populares. Esta traición, capitaneada por una clase política que pronto pactó con la burguesía criolla y el imperialismo, dejó la escena servida para nuevas convulsiones: protestas sociales, insurrecciones cívico-militares y lucha armada. Valga la mención de las insurrecciones cívico-militares de comienzo de los 60 como una oportunidad para recordar la vocación nacionalista, antiimperialista e igualitarista de nuestro Ejército. Vocación, por cierto, que en mayor o menor medida dio origen a los ejércitos de Nuestra América, y que sobrevivió particularmente en el venezolano. Nuestros ejércitos nacieron de la lucha por la emancipación y la justicia.

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Posteriormente, la guerra de Independencia nutrió a nuestros ejércitos de hombres de pueblo, sin conocimientos militares, formados en la guerra misma. Recordemos todos a ese emblemático prócer de la emancipación americana, pero también de nuestra identidad africana, que fue el Negro Primero, Pedro Camejo, héroe-mártir de la confrontación militar que selló la Independencia de Venezuela: la Batalla de Carabobo. Un largo y sostenido proceso de ideologización de nuestras Fuerzas Armadas latinoamericanas logró, con relativo éxito, inculcar una nueva doctrina militar antipopular en la región. Podríamos identificar como un momento determinante de este proceso la década de los setenta, paralelo a los inicios de la ofensiva neoliberal en el continente. Si bien las oligarquías nacionales habían logrado secuestrar y torcer el destino de nuestros procesos de Independencia, su alianza con Estados Unidos, potencia que emergió más fortalecida que nunca de la Segunda Guerra Mundial, proporcionó un nuevo horizonte político a las élites latinoamericanas: la imposición por la fuerza militar del proyecto capitalista neoliberal. Es cuando aparecen los militares gorilas de las dictaduras sureñas, la Escuela de las Américas y la doctrina de seguridad nacional. Nuestros ejércitos se convirtieron en ejércitos de ocupación, inspirados en el pensamiento

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fascista que hoy rebrota, tras la máscara de la tecnocracia neoliberal. La doctrina militar estadounidense hizo de los ejércitos latinoamericanos una mera extensión del Ejército imperial de Estados Unidos. A los ejércitos de nuestras naciones se les asignó el rol de fuerza auxiliar subordinada a los intereses de la nación del norte. Buena parte de nuestros oficiales fueron adiestrados en centros especialmente ideados para moldear a los militares latinoamericanos, en los que se nos enseñaba a reprimir a nuestros pueblos y a desconfiar de nuestros vecinos. Un ejemplo de este tipo de centros lo constituye la tristemente célebre Escuela de las Américas, verdadero centro de adoctrinamiento y de enseñanza de técnicas de tortura, de donde salieron una buena parte de los dictadores que tuvimos que soportar a todo lo largo del siglo XX en nuestro continente. Los enemigos, a los que se les enseñaba a combatir, eran las clases populares, los campesinos sin tierra y los trabajadores urbanos, todo ello en nombre de la estabilidad y la lucha contra la insurgencia comunista y para beneficio de los latifundistas y las transnacionales, quienes contaban de esa manera con un medio eficaz de coerción para continuar explotando el trabajo ajeno. Sin embargo, a pesar de la aplicación más o menos estandarizada de este programa de reconstitución ideológica

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de las fuerzas armadas latinoamericanas, nuestra historia militar y política, así como la composición social de nuestra Fuerza Armada, permitieron que los profundos contenidos populares y nacionalistas se mantuvieran vivos entre nuestros soldados, incluyendo buena parte de la oficialidad. Esta realidad histórico-social que determina a nuestras Fuerzas Armadas, descrita aquí a grandes rasgos, puede explicar la receptividad que en su seno tuvieron desde siempre las ideas progresistas, incluso de izquierda. A pesar de todos los intentos del puntofijismo por aislar al Ejército del pueblo y de las ideas de transformación social, estas siempre estuvieron presente entre sus cuadros con una intensidad variable según el momento histórico. Testimonio de esto lo tenemos en las insurrecciones militares de Carúpano y Puerto Cabello en 1962, protagonizadas por jóvenes oficiales en alianza con la izquierda insurreccional de jóvenes estudiantes y trabajadores, que finalmente terminaron resistiendo en las montañas de nuestra Patria, en una sacrificada guerra de guerrillas. El espíritu de estas rebeliones continuó vivo, y la relación de los militares con los movimientos revolucionarios civiles también. Después de la derrota de la guerrilla en la década de los 70, estos contactos se reestablecieron, y constituyeron los primeros pasos hacia la conformación de un movimiento revolucionario a lo interno de la Fuerza Armada, por parte de nuestro Comandante Chávez. Se trata, por

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supuesto, de los inicios del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200). No por causalidad, este movimiento que levanta las banderas de Bolívar, Zamora y Simón Rodríguez dentro de nuestra Fuerza Armada, insurgirá poco tiempo después del acontecimiento que partirá en dos la historia contemporánea de Venezuela: el 27 de Febrero de 1989. Durante la rebelión popular del 27 de Febrero de 1989, sobre la cual la historiografía burguesa ha construido una leyenda oscura (como un suceso triste, ruin, vergonzoso), el pueblo venezolano saldó cuentas con una vieja partidocracia que, no conforme con empujar a las grandes mayorías nacionales al hambre y a la miseria, ahora pretendía imponerle, a sangre y fuego, las recetas económicas neoliberales. El 27 de Febrero significó un gran grito de ¡basta!, grito rebelde, grito alegre, que fue ahogado en sangre, la misma que abonó la Revolución Bolivariana, que más nunca salió de las calles, especialmente en la voz de los estudiantes universitarios y de educación media, que durante la década de los 90 del siglo XX protagonizamos una hermosa resistencia contra la subasta de la Patria, en el altar del neoliberalismo. ¡Honor y gloria a todos los jóvenes y niños torturados, desaparecidos y caídos bajo la brutal represión del pacto de Punto Fijo! A propósito del neoliberalismo, es oportuno mencionar que desde principios de los años 80, cierta historiografía

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burguesa, comprometida con el proyecto político y el modelo de sociedad neoliberal, ha intentado contraponer la Primera República al ideario del Libertador. Se ha venido gestando, con distintos énfasis, un intento de construir una hegemonía en el plano de nuestra historia nacional. Se trata de un trabajo intelectual que ha mostrado una gran perseverancia en su propósito de socavar la autoridad simbólica de Bolívar. Durante los últimos doce años de Revolución Bolivariana, esta tendencia no ha hecho sino radicalizarse. Sesudos historiadores, algunos otrora progresistas, han proclamado que el Padre de la Patria, no es Bolívar, sino Páez, porque nos separó de Colombia en 1830. O que le niegan a Bolívar la autoría militar de la Campaña de Carabobo, porque el que peleó fue el Catire Páez. La locura: ¡Chávez los volvió locos! Para nosotros y nosotras, Bolívar condensa lo que hemos caracterizado como la memoria “profética” del pueblo venezolano. Nuestra tarea, en el presente, no es otra que la de actualizar las esperanzas de justicia e igualdad que movilizaron a las generaciones que hicieron la Independencia en las primeras décadas del siglo XIX. Bolívar es el nombre que condensa el huracán, de un pasado que no ha dejado de reclamar su espacio en las luchas del presente y del futuro, las cuales se condensan a su vez en ese relámpago que iluminó el horizonte de la Patria, la madrugada del 4 de febrero de 1992, que es y será

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Chávez, que nos llevó a la más grande victoria popular, la del 6 de diciembre de 1998 y de ahí en delante de batalla en batalla, de victoria en victoria. La última, la del 14 de abril de 2013, no solamente hay que medirla cuantitativamente, sino cualitativamente. Porque la victoria Bolivariana y chavista del Compañero Presidente Nicolás Maduro, nos permite hoy seguir construyendo, en paz, el camino victorioso de los cambios profundos que el pueblo venezolano forjó a lo largo de 14 años, hacia su prosperidad. Por eso el Comandante Chávez, cuando se proyectó al horizonte, el 5 de marzo del 2013, a las 4:25 p.m. (¡cómo olvidarlo, hoy hace 4 meses!), lo hizo con la certeza de que había dejado una llamarada encendida, la Patria, como nos lo expresó el 8 de diciembre de 2012: Hoy tenemos Patria que nadie se equivoque. Hoy tenemos Pueblo que nadie se equivoque. Hoy tenemos la Patria más viva que nunca, ardiendo en llama sagrada, en fuego sagrado.

Necesario es hacer un paréntesis para llamar la atención de cierta banalización de la frase “Tenemos Patria” que quieren hacer los “ingeniosos” publicistas que están detrás del autoproclamado dirigente de la oposición. Yo les digo, la Patria no la van a encontrar en los supermercados, ni en el

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baño de sus casas. La Patria, si se tiene, si se siente, la van a encontrar en el alma y en la conciencia de sentirse parte de un pasado y un presente heroico que nos pertenece, de sentirse herederos de los libertadores de este continente; de sentirse parte de un pueblo admirado y respetado en el mundo de hoy por su coraje y su valentía de atreverse a protagonizar una Revolución Socialista, como lo es la Revolución Bolivariana. Pero si quieren medir la Patria en indicadores, oigan esto: Hace 20 años, la Patria, según los tecnócratas neoliberales, había pasado de moda, • por eso perdimos el control del ingreso nacional petrolero con la llamada apertura y vendíamos nuestro petróleo como carbón, eso sí era regalo; • por eso nuestra Fuerza Armada libertadora se había convertido en una policía pretoriana para masacrar al pueblo, como ocurrió el 27 de febrero de 1989; • por eso de cada 100 venezolanos 60 eran pobres; • por eso nos expropiaron la Cantv, Sidor, Viasa, las prestaciones sociales, la salud y la educación gratuitas. • Pero también, por eso nos rebelamos, luchamos y vencimos y seguiremos venciendo.

Es por ello que la frase profunda “Hoy tenemos Patria, que nadie se equivoque”, de aquel inolvidable 8

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de diciembre de 2012, resume una historia de resistencia, lucha y victoria de nosotros como pueblo. Aquí estamos varios testigos de una llamada que recibió el Presidente Nicolás Maduro la noche del 14 de abril: “Hay que pactar, necesario es pactar” y la valiente respuesta de Nicolás Maduro: Yo no tengo nada que pactar, si eso es lo que tú quieres, hablar conmigo, no hay nada que hablar porque aquí no hay pacto, aquí hay una decisión del pueblo y es la que vamos a respetar.

Por qué Tenemos Patria • Hoy Tenemos Patria porque el poder político es expresión de la decisión del pueblo y no de un pacto de élites. • Tenemos Patria porque hemos certificado la reserva más grande de petróleo del mundo, la Faja del Orinoco, y porque el ingreso nacional petrolero lo maneja el Estado para distribuirlo en salud, educación, alimentación y vivienda. • Tenemos Patria porque de cada 100 venezolanos 80 son no pobres y los otros 20 están protegidos por la seguridad social socialista y van saliendo de la pobreza. • Tenemos Patria porque el hambre y el analfabetismo son parte de una triste historia que ya no volverá.

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• Tenemos Patria porque tenemos una Fuerza Armada con una doctrina propia, la bolivariana “empleando su espada para defender las garantías sociales”. • Tenemos Patria porque tenemos conciencia de lo que somos y de lo que estamos dispuestos a defender. • Tenemos Patria por otras cientos de razones beneficiosas para el pueblo.

En consecuencia, nuestro eterno líder, el Comandante Chávez, también se fue con la seguridad de que el pensamiento racista y excluyente que llegó junto a las armas invasoras hace más de 500 años, sigue al acecho. Es por ello que advierte, el 8 de diciembre, “que nadie se equivoque” ¿A quién advirtió? Sin duda alguna, que a la élite opositora que ha venido consolidando una corriente fascista que puja desde hace 20 años contra la corriente popular bolivariana y socialista. Es el resultado del quiebre de la democracia liberal burguesa, ocurrido en 1989, como ocurrió en la Europa de la década del 20, del siglo XX. No obstante, veamos algunas diferencias que separan en demasía los referentes: 1. La pequeña diferencia es que en Europa se impuso la corriente fascista y en Venezuela, en 1998, ganó la corriente bolivariana y socialista liderizada por el Comandante Chávez.

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2. Otra diferencia: en la victoria fascista en Europa, como también en el Cono Sur de nuestra América, en la década de los 70 del siglo pasado, barrieron con los socialistas y con muchos otros, mientras en Venezuela, los fascistas siguen constituyendo una seria amenaza para la paz y la vida de nuestro pueblo, porque han sido respetados, mucho más allá de lo que la tolerancia democrática aconseja.

En la Venezuela Socialista del siglo XXI nuestros diputados de la oposición –gracias por asistir– gozan de buena salud y están en el Parlamento expresando su opinión, y así será porque esta seguirá siendo una Revolución democrática, popular, pacífica; pero, más allá de los sectores democráticos de la oposición, también los fascistas gozan de buena salud y siguen constituyendo una seria amenaza para la paz y la vida de nuestro pueblo. Si la victoria hubiese sido de la corriente fascistoide, tengan la seguridad, no les quepa la menor duda de que hubiesen barrido con el movimiento popular. Los rasgos de intolerancia política y social permanente y la represión genocida de febrero de 1989, por parte de las clases dominantes, las actuaciones de factores del poder económico y político burgués, especialmente de la organización Primero Justicia, durante abril de 2012 y en abril de 2013, junto al Movimiento Voluntad Popular, así lo constatan.

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La máxima expresión de esta constatación la evidencia el candidato perdedor de las pasadas elecciones del 14 de abril, cuando despliega sus grupos de choque contra el movimiento popular, tras expresar la necesidad de “drenar” con ira, con violencia, mostrando el rostro del odio, el uso del miedo, y su vinculación orgánica con la cultura de la muerte propia del fascismo. En esta parte del discurso voy apoyarme, en buena parte, en un conjunto de reflexiones de un grupo de estudiosos venezolanos, coordinado por el sociólogo Javier Biardeau y Juan Barreto, quienes vienen realizando un estudio sobre la cara oculta del fascismo en Venezuela. • Es propio del fascismo convocar a las masas reaccionarias, pero es parte de una apología del destino manifiesto de la minoría selecta. La mayor parte de sus dirigencias vienen de las clases altas e instauran sistemas jerárquicos y autoritarios. Charles Maier, historiador, recalca que hacia 1927, el 75% de los miembros del partido fascista italiano venía de la clase media y media baja; solo el 15% era obrero, y un 10% procedía de las élites, los cuales, sin embargo, ocupaban las altas posiciones y eran quienes en definitiva fijaban sus objetivos y políticas. • Otro rasgo distintivo, del fascismo, es el ocultamiento de sus propósitos y el enmascaramiento de su ideología, como ha planteado Luis Britto García:

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Fascismo y capitalismo tienen rostros aborrecibles que necesitan máscaras. Los fascistas copian consignas y programas revolucionarios. Mussolini se decía socialista, el nazismo usurpó el nombre de socialismo y se proclamaba partido obrero (Arbeite); en su programa sostenía que no se debía tolerar otra renta que la del trabajo. Por su falta de creatividad, roban los símbolos de movimientos de signo opuesto. Los estandartes rojos, comunistas y la cruz gamada, símbolo solar que en Oriente representa la vida y la buena fortuna, fueron confiscados por los nazis para su culto de la muerte.

Hemos visto a los partidos y líderes fascistoides que controlan la oposición venezolana, enarbolar las banderas del progresismo, asumirse socialistas, intentar mimetizarse con las causas y con los logros que el pueblo ha defendido y obtenido en Revolución. El fascismo retorna, como rostro oculto del monstruo de la derecha imperial, el Leviatán, a través de diversos síntomas de nuestro tiempo y de la escena contemporánea: • • • • •

racismo, xenofobía, discriminación étnica, neoliberalización espiritual, violencia contra las minorías,

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• sobreexplotación del trabajo asalariado, • búsqueda de identidades populistas de derecha, • anticomunismos reciclados y neo-fundamentalismos reaccionarios.

No podemos minimizar o desestimar estas amenazas a las luchas de la multitud plebeya y a la izquierda gubernamental de Venezuela y de Nuestra América. De la mano de Álvaro Uribe Vélez –y de sectores de la ultraderecha del Cono Sur– se apoya el núcleo fascista venezolano para impulsar un preocupante crecimiento electoral de estos partidos y movimientos que no pueden dejar de ser calificados como de procedencia o filiación fascista. Reconocer que el crecimiento de una base de masas para la política de derecha y ultraderechas fascistas representa un verdadero peligro, es un paso cada vez más urgente, sin el cual no nos es posible organizarnos para detener el avance del fascismo. Pero también tenemos que comprender los flancos débiles del fascismo, de otro modo corremos peligro de quedar paralizados por el pánico y las pasiones tristes. El fascismo no llega al poder solamente con golpes de Estado, también recurre a elecciones aprovechando las debilidades y errores de las políticas de avance revolucionario de los gobiernos de izquierda; así lo hicieron Hitler y Mussolini en la década de los 20 del siglo pasado. Si el

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avance y la profundización revolucionaria pasa por un momento de estancamiento, se hace vacilante o entra en un proceso de reflujo político, abre las condiciones de posibilidad para maximizar las oportunidades del resurgimiento fascista. Pero, afortunadamente, las formaciones sociales y políticas fascistas necesitan más que éxitos electorales; para acumular fuerzas y ejercer el poder necesitan otros tres elementos interrelacionados: 1. Necesitan una base social de masas, capaz de penetrar todos los poros de la sociedad, sobre todo fracturando la unidad revolucionaria de la clase trabajadora organizada y de la multitud popular, como bloque social de los explotados y los oprimidos. Necesitan más que votos. Necesitan simpatizantes y militantes dispuestos a correr los riesgos necesarios para aplastar toda resistencia e insurgencia popular revolucionaria. 2. Los fascistas necesitan que sectores decisivos de la clase dominante y de la máquina estatal quieran un gobierno de derecha o ultraderecha fascista. Tanto Hitler como Mussolini contaron con el apoyo de los diputados de los principales partidos burgueses –el Partido Liberal Italiano y los partidos Nacional, Popular y del Centro en Alemania–. Y fundamentalmente contaron con sectores reaccionarios de la policía y la Fuerza Armada, que colaboraban con los grupos de choque paramilitares fascistas para eliminar toda oposición.

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3. Necesitan convertir en hegemónico el anhelo de una sociedad ideal sin contradicciones ni lucha de clases, para así aplastar a la disidencia y luego el consenso se logra a partir de la aplicación de la fuerza para el sometimiento de aquellos que se consideran inferiores y excluidos del conjunto de la “minoría selecta”, veamos: • Decía Mussolini: “Todos somos italianos”. • Decía Juan Vicente Gómez: “Ni liberales, ni conservadores, todos venezolanos, y duro con ellos”. • Dice el núcleo fascista venezolano: “No debemos pelear más entre venezolanos, la Revolución dividió a los venezolanos”, como que si el 27 de febrero de 1989, hubiese sido una fiesta de niños.

El Fascismo puede volver con las apariencias más inocentes. Nuestro deber es desenmascararlo y apuntar con el índice sobre cada una de sus formas nuevas, cada día, en cada parte del mundo. De allí la importancia de conocer su procedencia e historia, recapturar su genealogía para comprender las fuerzas y sentidos de su efectuación histórica. Los neofascistas de hoy día tienen organizaciones de masas más pequeñas y débiles que las de Hitler y Mussolini, pero no debemos minimizar las amenazas por cuanto son mucho más poderosas y ampliadas por el poder mediático, como lo decía el Presidente Rafael Correa en el día de ayer.

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El germen fascista se incubó en los estertores de la Cuarta República. La crisis de la democracia liberal burguesa de Acción Democrática y Copei, estimulada por ellos mismos. Lo recuerdan diputados de esas toldas: • La novela Por estas Calles (RCTV, Marcel Granier), • La generación de relevo vs. el Estado omnipotente –es importante que lo recuerden. • Necesario es recordar la secta Tradición, Familia y Propiedad (TFP) y la membresía a ella, de connotados dirigentes de las agrupaciones fascistoides que hoy controlan a la oposición. • Igualmente, en el pensamiento político, económico y social expresado por los miembros de Grupos como Roraima y Santa Lucía, a finales de los ochenta y principio de los 90, se puede encontrar el vivero de las corrientes fascistas que hoy nos tocan confrontar. • En tiempos recientes, las formaciones encubiertas de corte fascista aparecen revestidas como organizaciones de defensa de derechos humanos y de activación política de un movimiento juvenil de corte reaccionario, con simbologías religiosas anticomunistas, como JAVU y otros movimientos que se apoyan en organizaciones imperialistas de a apoyo a la desobediencia social y en los dólares de la indignidad. • Y sin duda alguna, la agrupación Primero Justicia es el sustituto principal de la forma de representación del neoliberalismo ante la decadencia del sistema de representación que sostenía el bipartidismo cuartorrepublicano. Es la respuesta

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directa de la oligarquía, con mínima intermediación de los viejos representantes, ante el avance popular. Subordinando a las corrientes más moderadas de la derecha, como AD y Copei, a favor de los sectores más reaccionarios de la oligarquía y la burguesía monopólica venezolana.

¿Qué van hacer Ustedes, dirigentes socialdemócratas de Acción Democrática, Copei, Un Nuevo Tiempo y organizaciones otrora de izquierda como el MAS, La Causa R, entre otras? ¿Continuarán acompañando el rebrote del germen fascista, como lo hicieron los socialdemócratas y liberales en las décadas del 20 y 30 del siglo XX, ahora en nuestra Patria, o enarbolarán sus banderas socialdemócratas, marcando distancia del monstruo e incorporándose al ejercicio de la democracia participativa y protagónica con lealtad, consagrada en nuestra Constitución Bolivariana? Solamente ustedes pueden saber si quieren y si pueden hacerlo. Pero necesario es que tengan claro, como lo expresó Antonio Gramsci, uno de los pensadores de izquierda más agudos con relación a la cuestión fascista, que la posición de un ala ideológica de derecha de la pequeña burguesía constituyó la base de masas para una contra-ofensiva reaccionaria contra el movimiento obrero y socialista, constituyéndose en un plan de revancha de la gran burguesía,

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contra cualquier intento de Revolución socialista y de la más mínima expresión democrática. El rebrote del fascismo, lamentablemente, no es un fenómeno aislado en Venezuela: • hoy el Leviatán recorre el mundo, • la aplicación de brutales medidas para favorecer el capital financiero a costa de los derechos de los pueblos de Europa, • el desarrollo de una estructura de vigilancia y control a escala global por parte del gobierno de los Estados Unidos, denunciada por el perseguido político del Imperio, el joven Snowden, • el desconocimiento de las más elementales normas del derecho internacional, como el oprobio del Campo de Concentración de Guantánamo, • y la expresión más reciente, el atentado y secuestro contra el avión donde viajaba nuestro hermano Presidente Evo Morales, • Todas, en fin, son señales inequívocas de que el monstruo está de vuelta.

En tal sentido, es necesario recordar las reflexiones del dirigente e ideólogo soviético, Jorge Dimitrov. Para Dimitrov los gérmenes de un renacimiento potencial del fascismo están contenidos en la plaga, conscientemente extendida en algunos países imperialistas, formada por la mentalidad racista y xenófoba (contra los negros, los

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no-blancos, los trabajadores emigrados, los árabes, indios, pobres y hasta los feos), en la indiferencia creciente ante los asesinatos políticos, en el resentimiento irracional hacia los “acontecimientos hostiles” cada vez más frecuentes en la arena mundial, y en el odio, igualmente irracional, hacia las minorías revolucionarias y no conformistas. También Dimitrov, como principal portavoz del frente popular antifascista señaló, en 1935 desde el ángulo del marxismo ortodoxo: Uno de los aspectos más débiles de la lucha antifascista de nuestros Partidos consiste en que no reaccionan suficientemente, ni a su debido tiempo contra la demagogia del fascismo y siguen tratando despectivamente los problemas de la lucha contra la ideología fascista. No debemos menospreciar, en modo alguno, esta fuerza del contagio ideológico del fascismo. Al contrario, debemos librar por nuestra parte, una amplia lucha ideológica, basada en una argumentación clara y popular y en un método certero a la hora de abordar lo peculiar en la psicología nacional de las masas del pueblo.

También señala Dimitrov que el fascismo en el poder es la dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero:

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El fascismo no es una forma de Poder Estatal, que esté, como se pretende, por encima de ambas clases, del proletariado y de la burguesía […] El fascismo es el poder del propio capital financiero. Es la organización del ajuste de cuentas terrorista con la clase obrera y el sector revolucionario de los campesinos y de los intelectuales. El fascismo, en política exterior, es el chovinismo en su forma más brutal que cultiva un odio bestial contra los demás pueblos. Hay que recalcar de un modo especial este carácter verdadero del fascismo, porque el disfraz de la demagogia social ha dado al fascismo, en una serie de países, la posibilidad de arrastrar consigo a las masas de la pequeña burguesía, sacadas de quicio por la crisis, e incluso a algunos sectores de las capas más atrasadas del proletariado, que jamás hubieran seguido al fascismo si hubiesen comprendido su verdadero carácter de clase, su verdadera naturaleza.

Esto hasta ahora no ha sido posible en Venezuela porque el auge de masa que comenzó con el Caracazo del año 89 coincidió con una crisis político-institucional del aparato de Estado y los partidos representantes de la clase dominante. Así mismo, coincidió con una crisis al interior del aparato militar, que sincronizó la máquina de represión y aplastamiento del Estado, permitiendo el ascenso al poder de Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana.

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En Venezuela ocurrió lo que podríamos llamar una crisis hegemónica del proyecto histórico de la clase dominante. Cuando esto ocurre o los sectores fascistas, por una parte, ocupan el espacio de la democracia liberal y llegan en relevo a ocupar el espacio dejado por la democracia representativa; o por la otra, se avanza en un sentido revolucionario de activación de un movimiento de masas de izquierda. La Revolución Bolivariana encarnó la activación del Poder Constituyente y el lugar de la multitud popular. Las preguntas son: ¿Cuánto puede mantenerse una clase dominante sin ser hegemónica? ¿Cuánto tiempo puede soportar sin violencia el desmoronamiento de sus formas de legitimación? O como dijera Gramsci: ¿cuánto tiempo pudiera abstenerse de “desbordar los contenidos éticos del sistema político sin mostrar su propia naturaleza”?, es decir, el fascismo es la burguesía desnuda. Ya la hemos visto varias veces, ¿verdad? El 11 de abril del año 2002, el 14, 15 y 16 de abril de 2013. En tal sentido, y no expreso únicamente la posición personal de Elías Jaua, sino de los miembros de la Dirección Política de la Revolución Bolivariana, y con su permiso la voy a expresar: Es necesario que las agrupaciones fascistoides en Venezuela tengan muy claro que si ellos desbordan el marco de la legalidad democrática, desarrollando un aventura golpista,

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propiciando una intervención extranjera, ejecutando un plan de magnicidio contra el Presidente Nicolás Maduro o de masacre contra nuestro pueblo, nosotros ejerceríamos el derecho a rebelión total y profunda, consagrado en nuestra Constitución Bolivariana; y la Revolución tomaría otro carácter y la forma de lucha principal sería diferente a la que hemos usado en los últimos 14 años. Que nadie se equivoque. Estaríamos obligados a ello, para detener el fascismo y evitar una tragedia humanitaria en la Patria de Bolívar, como la que vivieron los pueblos de Chile, Argentina, Bolivia, Uruguay y Paraguay en la década de los 60 y 70. Para culminar, quiero expresar que hoy, después de tanto trajinar, después de tanta lucha durante doscientos años y más, podemos afirmar sin temor a equivocarnos, y con infinito orgullo y amor por nuestro pueblo, que ha sabido conducirnos hasta acá, que “Un fantasma llamado Bolívar recorre de nuevo Nuestra América”, como diría el poeta Gustavo Pereira en Simón Bolívar, escritos anticolonialistas: No el amurallado por la bruma o la falsía, el convertido en superhombre o divinidad de infranqueable vallado, objeto de culto o de liturgia y por lo tanto, cumplido ya su afán o su destino, yerto, inofensivo, embalsamado. Ni aquel cuya estatua, para decirlo en palabras de Pocaterra, sacan a cada aniversario de su base, la ponen a danzar en una mesa de

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procesión de aldea con coronas barrocas y a cuya majestad se pronuncian discursos y se disparan fuegos artificiales. El fantasma que vivió y vive y trasciende y llega hasta nosotros… envuelto en su raída manta y presa de osadías y delirios y arrebatos y obsesiones y contradicciones y saberes e intuiciones es el Bolívar sensible, contraventor, apasionado, justiciero –revolucionario verdadero en suma– cuyo empeño, valor, generosidad, desprendimiento y talento infatigable de osado dirigente y soñador ayudaron a liberar y conformar naciones y mentalidades en un continente abatido por tres siglos de opresión y despojo. Ese Bolívar nos fue trocado o escamoteado durante largo tiempo y la historia oficial y sus enemigos y sus hagiógrafos se encargaron de reducirlo a fábula o anécdota, cuando no a omnímoda presencia, desplazando el cuerpo matriz de su ideario y de sus luchas y convirtiendo su ejemplo en asignatura moldeable para justificar la iniquidad establecida y hasta la trampa o la celada vendepatria.

Nuestra tarea es seguir creando las condiciones que hagan posible el deambular de Bolívar, Bolívar-padre, Bolívar-pueblo, pueblo bolivariano y zamorano y robinsoniano y Chavista que hoy lucha por seguir construyendo su destino. En paz. Con soberanía, independencia, igualdad, justicia.

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Hoy, cuando celebramos, libres al fin, doscientos dos años de nuestra Independencia, como Bolívar en el Chimborazo, volvemos a dialogar con el Tiempo. Y decimos, tal y como lo escribía el mismo Bolívar en su Delirio: “el tiempo no ha podido detener la marcha de la libertad”. “¡Sí podré!”, exclamaba el padre Bolívar en su escalada al Chimborazo. Hoy decimos, fuerte y claro, para que todo el mundo nos escuche: ¡Nosotros sí podremos! Compañero Presidente Nicolás Maduro, compatriotas todos. Podremos como nos mandó Bolívar, en 1820: […] El impulso de esta revolución está dado, ya nadie lo puede contener y lo más que se podrá conseguir es darle la buena dirección. […] Es imperturbable nuestra resolución de independencia o nada, pues sin ella desaparece toda identidad nacional.

Podremos, como nos mandó nuestro Comandante Chávez, en los dos primeros Grandes Objetivos Históricos del Programa de la Patria. Defendiendo, expandiendo y consolidando el bien más preciado que hemos reconquistado después de 200 años: la Independencia Nacional y profundizando la construcción del Socialismo Bolivariano del siglo XXI, en Venezuela, como alternativa al sistema destructivo y salvaje del capitalismo y con ello

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asegurando “la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política para nuestro pueblo”.

¡Independencia o Nada! ¡Independencia y Patria Socialista! ¡Hasta la Victoria Siempre! ¡Viva el Libertador y Padre de la Patria Grande, Simón Bolívar! ¡Viva el Comandante Chávez, redentor de los pobres de esta Tierra! ¡Viva la Independencia! ¡Claro que tenemos Patria!

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Esta edici贸n de 10.000 ejemplares se imprimi贸 en el mes de julio de 2013, en el Servicio Aut贸nomo Imprenta Nacional y Gaceta Oficial. Caracas, Venezuela.


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