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Bernardo Esquinca (México

Bernardo Esquinca

México

Nací en Guadalajara y vivo en la Ciudad de México, lugar en el que suelen transcurrir mis historias, que son una mezcla de géneros: terror, fantástico y policiaco. Soy papá de Pía y de una xoloitzcuintle llamada Ramona. No me gustan las redes sociales. Me gusta juntarme con la gente en una cantina para conversar, beber cerveza y comer. No como animales. Mi publicación más reciente es el volumen de cuentos El libro de los dioses, editado por Almadía, sello en el que ha aparecido la mayor parte de mi obra.

Credo

Creo en mi mujer y en mi hija.

Creo que a través de la literatura puedo hacer un mundo más interesante para ellas. Si lo logro, tal vez esa misma magia funcione para los lectores.

Escribo porque lo disfruto enormemente. No creo en los escritores que dicen que “sufren” cuando escriben. O mienten o deberían dedicarse a otra cosa.

Creo firmemente que un escritor debe escribir lo que le salga de las entrañas, y que nadie, absolutamente nadie en el mundo puede decirle lo que debe escribir. Lo más valioso que un autor tiene es la congruencia con su obra, con su proyecto narrativo. Los escritores que hacen libros por encargo o siguen las modas literarias para encajar en el mercado, no se respetan a sí mismos, y por lo tanto, no merecen mi respeto.

Un narrador que no ha escrito un libro de cuentos no conoce sus limitaciones ni, por lo tanto, sus fortalezas.

Una vez, un colega me dijo que había dejado de escribir cuentos porque comprendió que haciéndolos “no iba a llegar a ninguna parte”. Hay escritores que, lamentablemente, ven a la literatura como una escalera para trepar a las alturas; algo que ocurre cada vez con más frecuencia.

Para mí, la literatura –y en especial el cuento, siempre a contracorriente del mercado– es una puerta para acceder al subterráneo, al subsuelo, al mundo de abajo que siempre es más vital que el mundo de arriba.

Creo en Cthulhu, en el Rey Peste, en el Gran Dios Pan, y en todas las criaturas que son capaces de regresarnos a la noche primigenia, cuando éramos homínidos y vivíamos en cavernas.

Allí, inmersos en el útero abisal, en el pozo sin fondo del miedo atávico, es donde podemos recuperar nuestra humanidad.

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