Kayak
& Trekking en Groenl andia
Una travesía de seis días en kayak navegando sin asistencia, combinado con jornadas de trekking, todo ello en una naturaleza abrumadora, y con la guinda de un recorrido por un inconmensurable glaciar. Bienvenidos a Kalaallit Nunaat, la tierra de los hombres, el reino de los hielos. ¡Groenlandia! Texto y fotos: Francisco Javier González
El viaje Tras sobrevolar Dinamarca, los espectaculares fiordos noruegos, las islas Shetland y Feroe, el Atlántico, Islandia… de repente asisto a un impactante espectáculo visual: al llegar a la línea de la costa este de Groenlandia, el agua del océano comienza a fundirse con la banquisa en un caleidoscopio de formaciones de hielo e icebergs, con un fondo de impresionantes cadenas montañosas con algunos picos superiores a los tres mil metros. Los enormes glaciares se intercalan con las montañas, y el espíritu se encoge al darse cuenta de la enorme masa de hielo deshabitada que es el inlandis que sobrevolamos, que ocupa alrededor del 80% del país. Una inmensidad blanca que parece no tener fin, y que hace reflexionar sobre el valor y el carácter de los exploradores pioneros de tan vasto y remoto territorio salvaje e indómito. El inlandis fue cruzado por primera vez con esquís por el explorador noruego Fridtjof Nansen en 1888, y el primer español en hacerlo fue el explorador Ramón Larramendi en 1986, dueño de la agencia Tierras Polares, que es, precisamente, la que se ocupa de comercializar el fascinante viaje en el que estoy embarcado. El siguiente vuelo será en un pequeño avión de hélice que, ¿por qué será? siempre aporta una sensación extra de aventura a cualquier viaje. Vuelvo a sobrevolar la banquisa, maravillado por su inmensidad, y preguntándome cuál será la causa de que en el año 982 el vikingo Erik el Rojo denominase como “Greenland” o “Tierra Verde” a una tierra que, sin embargo, sobre el mapa (y viéndola desde las alturas) es un desmedido desierto blanco de nieve, hielo y glaciares. Al sobrevolar la población de Narsaq, veo los fiordos y los primeros bloques de icebergs, una escena igualmente conmovedora 76
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i tienes que hacer una llamada, aprovecha para hacerla ahora, es el último lugar con cobertura en seis días”. De poco me valió la advertencia, porque incluso en ese punto (en el que empezaba y acababa la travesía en kayak) mi cobertura no alcanzaba para hacer la llamada de rigor a casa. Menos mal que antes de venir había avisado con el viejo dicho: “si no hay noticias, es que todo va bien”.
desde el aire. Y ya en el mínimo aeropuerto de Narsarsuaq me recibe el equipo de Tierras Polares con una enorme sonrisa en sus caras.
Arreglos previos Desde el primer momento se nota que la agencia tiene infraestructuras propias (hostales, barcas, kayaks, campamentos), así como personal propio trabajando en Groenlandia: guías de kayak, de trekking, patrones de barco, cocineros, receptivos, coordinadores, mecánicos… El hostal en Quassiarsuk se llama Leiff Eriksson, en homenaje al explorador vikingo considerado como uno de los primeros europeos que llegó a América del Norte. Partimos en barca hacia Narsaq, donde me recibe Marta, la que será mi guía y compañera durante los próximos seis días de travesía. Nos vamos a la casa de guías de la agencia en el pueblo (1.600 hab) a preparar todo el material que llevaremos en nuestra travesía en solitario. La mayor parte del material colectivo lo aporta Tierras Polares, pero hay que venir muy bien equipado con el material de uso individual. Avisando con anterioridad hay posibilidad de alquilar algunas cosas como saco, esterilla o bastones de trekking (y ahorrar así unos kilos de equipaje). Toca empaquetarlo todo en distintas bolsas estancas: ropa, material, comida... y lleva su tiempo hacerlo de una manera lógica y metódicamente organizada que facilite luego el trabajo de cargarlo y descargarlo del kayak, y utilizarlo luego en los campamentos. Mientras empaquetamos todo, charlamos sobre mi experiencia previa en kayak para decidir si iremos en dos kayaks individuales o en uno doble. Hay factores a favor de ir en dos kayaks (tener "modelos" para las fotos) y en contra (estabilidad y seguridad). Aunque es muy
recomendable la experiencia previa en kayak, no es imprescindible (un 60% de los clientes de este viaje no tienen experiencia previa). Para los palistas más experimentados que quieran hacerlo por su cuenta, la agencia también ofrece alquiler de material y apoyo desde tierra. Una vez todo preparado, es hora de pasear por el pueblo. Mientras andamos me cuentan que en Groenlandia también se están despoblando los pueblos hacia las “grandes” ciudades. Un guía me confirmaría esta hecho al contarme que algunos pequeños pueblos tienen que "cerrar" cuando cierra su única tienda. Nos despertamos un día radiante. Finalmente, mi guía opta por la opción del kayak doble, poniendo por delante la seguridad al componente gráfico de este reportaje. A pesar de mi experiencia previa (no demasiada, pero alguna), Marta considera que será todo más seguro si paleamos juntos; y yo siempre estoy de acuerdo con mis guías. Ahora toca introducir todo el material en el kayak, y no es tarea fácil, nos llevará cerca de una hora lograr encajarlo todo en los tambuchos de proa, popa e incluso en la bañera y el exterior del kayak, y a pesar de que antes de empezar lo daba por tarea imposible, finalmente ¡prueba superada!
En el reino del
hielo
Sin cobertura Último lugar con cobertura en seis días. Solos, y sin asistencia (salvo en caso de urgencia). Aislados del mundo moderno. No veremos ni un pueblo, ni barcos, ni una casa, ni gente… los compañeros de viaje más fieles serán los icebergs y, si tienes suerte, las focas, caribús, pájaros o ballenas que puedas ver por el “camino”. OX IGENO
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Primeras paleadas del día frente a una de las lenguas del Glaciar Qaleraliq
Antes de entrar al agua toca recibir las primeras nociones de seguridad básicas en la piragua: no abalanzarse a por las cosas que se caen al agua (aun a riesgo de perderlas), cómo usar la pala de contrapeso en caso de riesgo de volcar, o cómo quitar el cubre y salir de la piragua en caso de que pase… y por fin ¡al agua! En los primeros paleos mi guía aprovecha para darme los primeros consejos técnicos a la hora de palear, que me ayudarán a ser más efectivo y cansarme menos: rotación del tronco, paleo por debajo de la altura de los ojos… Pasamos cerca del primer iceberg del viaje ¡qué impresión!, momento que Marta aprovecha para advertirme de que nunca pasaremos demasiado cerca, ya que sus movimientos son impredecibles, y siempre hay un riesgo de que se rompan y nos caiga un trozo encima, o que, en el caso de icebergs muy grandes, la ola 78
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que genere nos pueda poner en problemas. El sonido de un trueno me descoloca, hasta que me doy cuenta de que proviene de un iceberg cercano que se ha roto, ¡ahí está la prueba! Y efectivamente, la ola que genera nos podría poner en problemas, sobre a todo a mí si hubiese ido en un kayak individual. Cruzando el fiordo paso bastante calor, el sol castiga y rompo a sudar. Hay un dicho de los kayakistas de países de aguas frías que dice: "vístete con respecto a la temperatura del agua, no la del exterior”. El agua está a alrededor de 1º, menos en las zonas de icebergs en las que baja de 0º. Paleamos hasta alcanzar una pequeña bahía con apacibles aguas transparentes con plantas y algas submarinas de formas caprichosas, rodeados de paredes de roca y cascadas. Se respira paz, tranquilidad y soledad ¡no hay nadie! La parada
del picnic la hacemos en una zona con agua ría, limpia, fresca y accesible en un riachuelo cercano. Menos mal que la abundancia de agua en todas las zonas de acampada hace que no haya que portearla. El picnic es muy completo: ensaladas, bacalao ahumado, embutido, frutas ¡qué hambre da el ejercicio! Con fuerzas renovadas, cruzamos el fiordo con la corriente golpeando de lado. Es el momento más peligroso y proclive a volcar, sobre todo si hay viento. Acongoja pensar en volcar justo en el medio del fiordo y no cerca de la costa. Cuando se palea cerca de la costa se siente más la velocidad, las referencias cercanas van cambiando, mientras que en un cruce del fiordo el paleo se hace más pesado, con la única referencia de los cabos de las islas al fondo. El sol golpea sin piedad y el sudor me cae por la cara, las gafas de sol se empañan ¡e incluso tengo que remojarme varias veces la nuca y el pelo con agua del fiordo! Una foca asoma la cabeza para saludarnos, algunos patos vuelan a ras del agua, y en conjunto me parece estar metido en una estampa digna de un documental de naturaleza de La 2. Impresiona comprobar el tamaño de los icebergs bajo el agua. De hecho, sólo muestran sobre el agua un tercio de su volumen. Mi guía me da más indicaciones técnicas: las muñecas, los hombros… y sobre todo me recomienda bajar el ritmo, teniendo en cuenta que “hay que guardar fuerzas para momentos en los que nos puedan hacer más falta”. La primera es la etapa más corta, para ir calentando motores de cara a etapas posteriores más largas. Las travesías en la piragua, tanto de mañana como de tarde, oscilan entre la hora y las dos horas, siempre en función de las condiciones (viento, mareas), así como del ritmo de paleo o las pausas que se hagan. Físicamente es un reto bastante accesible, eso sí, a personas acostumbradas al ejercicio físico. Al llegar a la bahía en la que acamparemos, distinguimos unos cuantos caribús en la orilla, que se alejan en cuanto nos ven. La mayoría de los animales ya nos tienen asociados como depredadores (y además con armas de fuego), por lo que tanto focas como caribús no confían en absoluto en nosotros. Una vez descargado el kayak lo atamos por si la marea sube más de la cuenta, y con el campamento ya montado, es el momento de estirar los músculos con una sesión de estiramientos y yoga, con los fiordos y los icebergs de fondo ¡pura inspiración! Por la tarde aprovecho para dar una caminata por la zona hasta una cascada cercana. Un paso lleva a otro y finalmente acabo haciendo “cima” en varios cerros y colinas cercanas. Las
vistas desde lo alto son sobrecogedoras, con las altas montañas de la Península de Narsaq al fondo (con alturas de alrededor de 1.300 m), los fiordos salpicados de icebergs, un águila planeando el cielo, pequeños lagos y riachuelos, flores moradas salpicando el suelo que pisas… Es muy recomendable contrastar el paisaje desde el nivel del mar mientras se palea, con una subida a las “alturas” para verlo todo desde otra perspectiva. Además, el trekking es una actividad que se complementa perfectamente con el kayak, trabajando así el tren superior paleando, y el tren inferior caminando y estirando las piernas que han estado menos activas durante el paleo. Los cirroestratos en el cielo me hacen pensar en un posible cambio a peor tiempo. Una pequeña fogata y una cena caliente nos ayudan a entrar en calor, ya que se ha notado un cambio temperatura cuando el sol se ha ocultado detrás de la pared de una montaña cercana. Por encima de ella, el inlandis, que ya hemos podido ver a lo lejos desde el kayak y que es nuestro destino en unos días. aDe momento, la jornada siguiente es una etapa más larga y dura, y seguramente con peor tiempo, como nos confirma el apoyo de tierra con el mensaje con el parte meteorológico de los días venideros. Aunque cuesta acostarse con la luz que hay incluso cerca de la medianoche, no tardo en dormir una vez metido ya en el saco, con cierto olor en la ropa a caribú ahumado. Por la noche refresca bastante y el frío se cuela por las parte del saco que he dejado descuidadamente sin cerrar. Nos despertamos como un reloj a las 4 AM (las ocho en España), prueba de que el reloj biológico no entiende de jet-lags… Unas horas más de sueño y amanecemos con un día totalmente nublado, con los riscos escupiendo brumas amenazadoramente, pero con una temperatura no demasiado fría. Desmontaje del campamento, traslado de enseres y carga del kayak. Es el momento de corregir errores de distribución y compensación de pesos en la piragua, además de otros detalles importantes como los reposapiés, que me ayudarán a una postura de paleo más cómoda. Un poco más abrigados comenzamos una nueva etapa de paleo con la visión de nuevo de los caribús del día anterior, ahora despidiéndonos desde otra pradera cercana al borde del cabo al que nos dirigimos, antes de enfilar el fiordo que recorreremos hoy. Mi guía me sigue corrigiendo gestos. Como en todo deporte, es difícil prestar atención a tantos gestos técnicos distintos. Pones atención a uno solo, pero descuidas otro… la unión de todos ellos en un único gesto correcto ¡sólo lo da la práctica!
Paleo y acampada Hoy nos hemos propuesto palear a un ritmo más suave, pero la marea y el viento a favor nos han hecho ir a muy buen ritmo ¡cómo se nota la ayuda! Un grupo de focas asoma las cabezas, nos miran, se sumergen, vuelven a salir ¡qué animales más simpáticos! Algunos grandes icebergs de formas antojadizas se nos aparecen. Cuando nos detenemos a maravillarnos con ellos hace acto de presencia… el silencio. Un silencio tan profundo que hace que te piten los oídos; sólo roto por el murmullo del agua en las cascadas que surgen de las paredes del fiordo, o los inquietantes truenos de los icebergs al romperse en la lejanía, o algunos curiosos estorninos que pían mientras juegan volando a ras del agua. Muchos de los enseres que llevamos están atados por fuera a la cubierta del kayak. Muchas veces lo estético está reñido con lo auténtico. De vez en cuando miramos el mapa plastificado que llevamos con nosotros para orientarnos entre algunos islotes que vamos encontrando. Cruzamos entre dos de ellos por un estrecho paso en el que abundantes pájaros juegan y parecen saludarnos a nuestro paso. Somos el único elemento extraño en un ambiente natural en el que domina la quietud y la armonía. El kayak es sin duda una seductora forma de conectar con la naturaleza, de vivir el desplazamiento en los fiordos de una forma natural, ¿cómo es posible que los inuits lo hayan casi abandonado y cambiado por los barcos a motor? Lo cierto es que la respuesta es obvia. Todavía hay comunidades que siguen pescando y cazando peces, focas, e incluso ballenas con kayaks, e impresiona ver su delicada y efectiva
técnica de paleo con sus finas y estrechas palas de madera, o su depurada técnica de esquimotaje. Pero, a día de hoy, el kayak para la mayoría de comunidades y poblaciones inuit, es un elemento en sus vidas más recreativo -e incluso folclórico- que funcional. Pasados los islotes se abre ante nosotros una magnífica vista, con un viejo glaciar de hielo negro (en claro retroceso) cayendo desde el inlandis, que se adivina inmenso sobre las montañas. Mientras avanzamos las paredes del fiordo se van agudizando, y el mar en calma nos proporciona un plácido momento de paleo, con las ondas del agua reflejando los brillos de la luz sol en un precioso juego de luces que me recuerda al del reflejo del sol sobre la nieve virgen. Estamos en un lugar en el que mi guía vio una ballena hace un tiempo. No me cuesta imaginar lo espectacular que debe ser ver una de cerca desde un kayak. Marta decide cambiar el sitio de la parada para comer, y entramos en una bahía de serenas aguas transparentes con grandes paredes verticales rodeándola. Atracamos en una recogida playa con una cascada cercana que nos dará de beber, con la sensación de estar a los pies de un ibón de alta montaña. ¡Qué lugar más increíble! De nuevo me invade la sensación de soledad y aislamiento que me acompañará todo el viaje, de estar viviendo una experiencia única e un escenario salvaje, y que difícilmente podré transmitir, ni siquiera con la unión de palabras y fotografías, o incluso vídeos… En el picnic pruebo el pan duro que utilizan los pescadores groenlandeses, que a pesar de su rudeza para resistir la humedad, no deja de ser sabroso y combinar bien con algunas viandas
Primera noche de acampada frente al fiordo
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locales como el bacalao ahumado o, mejor aún, algunos embutidos y quesos españoles. Charlando sobre navegación, Marta (experta navegante en veleros) me cuenta sobre lo necesario que es en esa zona de Groenlandia contar con patrones de barco locales de la zona, ya que en día de niebla cerrada hay que conocer cada recoveco de los fiordos como la palma de la mano. Y sí, me puedo imaginar ¡lo difícil que debe ser! Por la tarde el viento nos golpea de cara durante el paleo, pero logramos mantener un buen ritmo en la segunda parte de la jornada. Los cabos sirven de referencia, una vez lo pasas te fijas en el siguiente y, cada cierto tiempo nos detenemos simplemente para admirar la quietud del paisaje que nos rodea y disfrutar del silencio (y a la vez descansar un poco). Por el camino se ha cruzado con nosotros un enorme banco de ammassats, unos pequeños peces -parecidos a los boquerones- que se mueven en gigantescos bancos y que forman parte de la gastronomía groenlandesa, tanto frescos como secados al sol (los comen como pipas). Un águila pescadora ha pasado por encima de nosotros, seguramente para ficharnos de cerca y comprobar quienes éramos, la única nota discordante de este enorme
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escenario natural por el que nos desplazamos. Se agradece ver cualquier asomo de vida: ya sean patos, gaviotas o, como nos ha pasado esta tarde, un grupo de focas dándose un festín, seguramente con un banco de ammassats. Una vez localizado el campamento, hemos dado una vuelta en busca de agua hasta dar con un manantial en el que un gigantesco grupo de mosquitos me ha hecho valorar mucho que no los haya en esta época del año ¡qué molestos pueden llegar a ser! Hemos tenido que montar el campamento bajo una ligera llovizna; es incómodo pero, ¿no está para eso la ropa técnica? Un esqueleto de un animal grande no identificado (pienso que un caribú) de nuevo me da la sensación de estar en un lugar inhóspito. Seguimos sin ver a nadie, ni siquiera rastros de aviones en el cielo. La aparición de un gran iceberg en el fondo del fiordo me hace recordar que, aunque a veces parezcan estáticos, ¡se mueven!, algunos muy lentamente, y otros mucho más deprisa.
Al mal tiempo...
Y comenzó a llover, y con ganas. Dicen que “no hay mal tiempo, sino mala ropa”. Y es totalmente
cierto. Con la lluvia, más que abundante, persistente, es cuando realmente se comprueba la tecnicidad de tanta ropa de montaña. La vida en el campamento en jornadas de lluvia se reduce a sólo dos opciones: la tienda o la lluvia. Pero, ¡qué bien sienta una cena caliente al abrigo de la tienda mientras llueve a cántaros en el exterior!. Por cierto, todas las cenas son calientes: comidas simples, pero que siempre saben a gloria, porque todos sabemos que en el “campo” todo sabe mejor, y el ejercicio físico, además en el agua, ayuda a abrir el apetito. Pasta, arroces, albóndigas, purés… no esperéis alta cocina, pero sí agradecidas recetas “de acampada”. Otra opción muy auténtica, son las posibilidades de pesca y recolección de comida: salmones árticos y bacalaos, setas, arándanos, mejillones… ¿no es gratificante comer lo que uno mismo consigue por sus propios medios? Cargar el kayak cada mañana es una auténtica partida de Tetris, que además con la permanente lluvia se hace un poco más pesada y difícil, y que como novedad nos hizo tener que usar la esponja para vaciar de agua las bañeras de la piragua. Posteriormente comprobaré que las piraguas son muy sensibles a los cambios de peso en su interior, y por pequeños que sean los cambios afectan a la
navegabilidad y maniobrabilidad. Por otro lado, con el paso de los días la experiencia acumulada nos hace cada vez más fácil y rápido el proceso de carga. Gracias a la ropa técnica de kayak palear bajo la lluvia no es un problema, todo lo contrario: es incluso agradable avanzar con las gotas cayendo sobre las aguas calmadas del fiordo, con el sonido de las gaviotas, cascadas y “truenos” más o menos lejanos, que siguen sorprendiéndome a pesar de que ya no supongan una novedad. Durante el paleo es divertido jugar a descifrar las caprichosas formas de los icebergs: perros, dragones, yates, helipuertos, e incluso “Morla”, la gigantesca tortuga de “La historia interminable”, que nos sorprendió a la vuelta de un cabo. Palear en pareja en un kayak doble tiene cierta connotación de cordada de montaña. El paleo ha de ser coordinado, aunque el guía en popa es el que gobierna el timón con los pedales (y el que sigue la cadencia de paleo de su compañero en estribor). Se dice que en las parejas y amistades curtidas el silencio deja de ser incómodo. Y tras dos días paleando con mi guía siento que estoy a gusto porque no supone ningún problema disfrutar del silencio sin sentirnos incómodos, y realmente es un lugar y una actividad para disfrutar del silencio. Marta continúa con sus consejos técnicos: hoy tocaba imaginar una caja en el cubre bañeras que mi pala no puede tocar en su movimiento, ¡son tantas indicaciones! Es tremendamente difícil volcar un kayak doble, pero a veces es inevitable pensar en qué haríamos si pasa justo en el medio de un cruce de costa a costa del fiordo, y encima lloviendo. Marta me explica que hay distintas técnicas de rescate, con una o varias piraguas implicadas, y los guías están perfectamente entrenados por si ocurre, aunque la cantidad de veces que ha ocurrido es anecdótica. Tener que palear con la capucha puesta limita mucho el campo de visión, y el efecto túnel hace que cada vez que me la quito para observar mejor lo que me rodea, me embelese con la nueva panorámica. Cuando se cruza el fiordo, la sensación de pequeñez del kayak se acentúa.
A pesar de la intensa actividad diaria, no faltan los momentos de contemplación de una naturaleza prodigiosa.
No puedo dejar de imaginarme un plano aéreo en el que se vea la inmensidad de la naturaleza que nos rodea, y lo pequeña e insignificante que es la mancha roja de nuestra piragua en este majestuoso decorado. Al fondo se adivina entre las nubes un glaciar titánico. Cuando estamos cerca me quito la capucha y la panorámica me embauca: son tres lenguas glaciares las que nos rodean, con unas colosales paredes de hielo de las que se desprenden de vez en cuando enormes trozos, que ya en el agua se convierten en icebergs y comienzan su más o menos breve andadura por los fiordos o incluso por el mar. Las tres lenguas, ahora separadas entre sí y con abundantes “calvas” de rocas entre medias, hace poco más de una década estaban unidas en un mismo frente glaciar, pero ¡sorpresa! el calentamiento global sigue su inexorable curso, y parece que en Groenlandia se está cebando, o por lo menos es uno de esos lugares en el mundo en el que los efectos son -por lo menos visualmente- más obvios.
Fletanes
Al igual que ocurre en la montaña, en la que muchas veces intuimos nuestro destino detrás de cada collado o de cada pico que vemos en el horizonte, con el kayak las referencias tras la que deseamos encontrar refugio son los cabos que, sin embargo, a veces se repiten uno tras otro y tras otros sin que parezca que vayamos a llegar nunca. Cuando lo hacemos, una amplia playa frente al glaciar nos espera - todavía bajo la lluvia- con la marea alta: perfecto para desembarcar cerca del campamento que será nuestro refugio las dos próximas noches. Se nota un descenso de la sensación térmica. Las lenguas glaciares que nos rodean crean una sensación de nevera, y la humedad en nuestro cuerpo (sobre todo en las manos) acentúa la desagradable sensación. La descarga y transporte de intendencia se hace penosa con el frío, la humedad y el cansancio, pero la sorpresa del día, el campamento “Fletanes”, compensa OX IGENO
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de musgos, arbustos y rocas, en el que hay que vigilar cada paso para no tropezar con ramas, ni meter el pie en musgo profundo con agua o incluso agujeros ocultos. A pesar del día gris, los musgos componen una sinfonía de colores otoñales: rojo, naranja, amarillo, verde… en contraste con la crudeza de la morrena y los sedimentos glaciares: rocas, tierra, fango y arena de duros colores ocres. Una vez más, la cima de la colina proporciona unas preciosas vistas al glaciar al otro lado del fiordo, mientras a la espalda se nos abre la perspectiva a un enorme lago con el cielo cargado de aún más negras y amenazadoras nubes. La bajada es más delicada, sobre todo porque llueve mucho más, estamos más cansados, los pies ya están húmedos y el terreno es resbaladizo; pero la cabeza acepta mejor la mojadura cuando sabe que al final del día espera un campamento caliente en el que secar la ropa, y no una pequeña y mojada tienda de campaña. Llegando al campamento escuchamos uno de los estruendos más grandes que he oído en días, y aunque no llego a ver cómo se desprende el trozo de hielo, sí que llego a distinguir la ola que este ha creado al chocar con el agua.
1 2 1. L a partida de "Tetris" de
cada mañana ¿seguro que cabe todo dentro del kayak?
2. " Selfie" del autor en plena paleada.
3. M arta, la guía de Tierras
Polares, con una deliciosa cena de acampada.
4. U no de los curiosos
icebergs en el camino ¿con forma de dragón?
5. L a última cena, versión inuit.
6. U n tendedero
improvisado ¡y repleto!
7. E l esqueleto de un "tierno" caribú cerca de uno de los campamentos.
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La jornada estrella Agua, tierra y hielo. Tres elementos que combinados con la luz del sol crean ensoñadores paisajes.
los padecimientos, ya que además arribamos el día que mejor nos viene, después de 24 horas de lluvia constante. “Fletanes” es un campamento fijo que los viajes de kayak sólo usan cuando está desocupado, como, menos mal, es nuestro caso. Tiene varias tiendas tipo "Domo", con literas, cocina, comida ¡y estufas! Tras las incomodidades de los últimos días nos permitió disfrutar del bienestar que supone poder vivir de pie, calientes, y secos por lo menos durante las horas de descanso del siguiente día. Así, tras comprobar que teníamos más ropa mojada, y que además lo estaba más de lo que creíamos, pusimos toda a secar en un tendedero improvisado, ¡y casi no cabía! Comemos con voracidad el embutido y el pan, que parecen saber incluso aún mejor que otros días. Fuera de la tienda creo oír el sonido de una tormenta, ya que escucho grandes truenos. Mi sorpresa es comprobar que es el glaciar el que nos da la bienvenida con sus estruendosos gruñidos desde el fondo de su interior. El paisaje desde el campamento es, por 82
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muy manida que esté la expresión, de postal: el fiordo, las lenguas del glaciar, los icebergs, las cascadas, las montañas… Aunque tenemos programado una caminata a un lago cercano, sigue lloviendo, y psicológicamente necesitamos un descanso de todo lo que supone lluvia, agua, frío y humedad. Así, por la tarde esperamos con ganas el mensaje del “Delorme” (un aparato satelital similar al Spot pero con posibilidad de enviar y recibir mensajes de texto) con el pronóstico del tiempo, y parece que va a mejorar. Y aunque al día siguiente seguía lloviendo, no fue impedimento para lanzarnos a dar un corto paseo hasta la cima de una colina cercana. 300 metros de desnivel por un camino casi inexistente. La ruta sale del campamento y cruza varios ríos pequeños pero con caudal suficiente como para tener que elegir con cuidado por dónde atravesarlos. Pisamos piedras y arena de playa, sedimentos del antiguo glaciar que tiempos atrás debía ocupar esta superficie. El camino que escogemos asciende por un terreno técnico
Hoy es la jornada estrella del viaje. Con el kayak ligero de carga (hoy hemos podido dejar sacos, tienda de campaña, ropa y comida en el campamento), parece que volamos sobre el fiordo. La arrancada se siente potente y no cuesta pillar velocidad de crucero. Sin embargo, la lluvia no nos abandona de momento, ¡esto es Groenlandia! pero las vistas hacen que me olvide de cualquier incomodidad. Paleamos rítmicamente entre icebergs de distintos tamaños y tonos (blancos, azules, glaucos e incluso algunos con curiosas franjas negras y marrones), y cada vez que miro al lado me congratulo del escenario que me rodea: los glaciares están cada vez más cerca y su gélido aliento de aire puro nos llega cada vez más intensamente, acentuando el frío en nuestras manos húmedas. Disfruto de cada palada que doy, soy consciente de estar viviendo uno de esos momentos únicos en la vida, de esos que sólo se pueden aprehender a través de las herramientas que dispone para ello el espíritu: las sensaciones y los sentimientos. Según nos acercamos al glaciar hay que esquivar cada vez más pequeños fragmentos de hielo diseminados por el agua, que a veces se camuflan con el mismo color de esta, y que los navegantes denominan “hielo negro”. Alguno no puede ser esquivado y resuena bajo el casco
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de la piragua, e imagino lo inquietante que debe ser para un marinero escuchar el mismo sonido pero con icebergs de mayor tamaño.
Una morrena peligrosa Desembarcamos, nos cambiamos de botas una vez más (en el kayak se utilizan botas de agua, fuera de él botas de trekking) y comenzamos a andar camino del glaciar. Primero cruzamos una ladera cubierta de una fina capa de hielo muy irregular mezclado con barro gris, por el que se puede andar sin crampones con mucho cuidado (bastones y guantes en las manos obligatorios). Después progresamos difícilmente por la morrena, entre rocas de distintos tamaños muy movedizas, y con el inconveniente de a veces no mirar debidamente dónde se pisa, ya que la mirada se siente
irremediablemente atraída por la pared del glaciar a pocos metros al lado nuestro. Según me cuenta mi guía, la mayor parte del recorrido que hemos hecho era terreno helado ¡hace sólo tres años! Impresiona comprobar in situ lo rápidamente que está perdiendo superficie el glaciar. En un punto del recorrido la ascensión se complica por una pendiente de terreno mixto de rocas, agua, hielo y en el que era obvio que podía haber un desprendimiento o un corrimiento de tierras en cualquier momento. Uno de esos puntos en los que sabes que es mejor moverte rápido, pero a la vez compruebas que no es tan fácil. Lo pasamos con dificultades pero ¡sanos y salvos! Por fin sobre la superficie del glaciar nos maravillamos con el escenario marciano de hielo, regueros de agua y enconados montículos de arena. En un
punto de la travesía las grietas se multiplican, y tomamos la decisión de retroceder. A veces hay que escuchar las intuiciones, y en ese momento a los dos nos han dicho “no sigáis…” ¡Precaución ante todo! A la vuelta, nos vimos obligados a atravesar otra vez la peligrosa morrena con una apremiante sensación de peligro inminente. De vuelta al kayak, mientras preparábamos todo, un sonoro estrépito a nuestras espaldas nos ha hecho mirar justo al lugar por el que veníamos andando hace un momento: ¡un corrimiento de tierras! Tan sólo veinte minutos antes… ¡se acabó! Evidentemente, nos hemos asustado y hemos recapacitado sobre los riesgos inherentes a las actividades en la naturaleza, cuáles se pueden prevenir, cuáles no, la arbitrariedad del destino… Un tema que da que pensar, y que el ensoñador panorama que nos ha brindó la OX IGENO
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G u í a p r á ctica groenlandia Groenlandia es, sin duda, uno de los países más curiosos y fascinantes del mundo. Una pequeña aproximación a su historia, geografía, cultura o economía dan para un buen compendio de curiosidades.
Kayaj y trekking, dos actividades que se complementan perfectamente ¡física y espiritualmente!
travesía de vuelta en kayak nos hizo olvidar (por el momento) rápidamente. El agua calmada, la ausencia de lluvia ¡por fin! y la incipiente luz del sol me hacía creer que nos deslizásemos por un cuadro pintado en un lienzo infinito de naturaleza virgen, en el que las nubes, montañas, glaciares, icebergs e incluso la proa del kayak se reflejaban en las sosegadas aguas del fiordo. Daba la sensación de estar soñando. Ya en el campamento disfruto del cambio de colores que ha experimentado el paisaje con la aparición de la luz del sol. Durante horas no he podido para de hacer fotografías para intentar registrar cada encuadre posible de una naturaleza que era consciente que muy difícilmente volvería ver en la vida. El atardecer (¿o era anochecer?) lo pasé en una roca admirando los múltiples tonos que puede tener el hielo, viendo a variopintas aves volar a ras del agua, y escuchando los truenos que siguen resonando en las entrañas del glaciar, prueba de la materia viva que son, en constante cambio, aunque aun no sepamos si para bien o para mal. Esa noche, el parte meteorológico, puntual en nuestro dispositivo por satélite, nos augura una mejoría en el tiempo los próximos días ¡albricias! La intensa luz de la mañana ha cambiado las tonalidades de los colores del glaciar, el sol se oculta entre algunas nubes, pero de vez en cuando aparece lo suficiente como para que podamos desayunar al aire libre por primera vez en 48 horas ¡y cómo se agradece! 84
OX IGENO Julio-Agost o 2014
Cargamos el kayak, ya con algunos kilos de menos (aunque la basura que se genera viene de vuelta con nosotros). Volvemos por el otro lado del fiordo con una nueva perspectiva en el perenne horizonte de nubes escalonadas, y con la suerte de la marea y el viento de nuestro lado. Así, a pesar del ritmo tranquilo de paleo, avanzamos a buen ritmo. Al otro lado del fiordo el agua cae por las paredes en finos pero poderosos chorros mientras en nuestro margen de costa aprovechamos algún recoveco en la roca para entrar con el kayak y verlo todo desde otro ángulo, e incluso recoger agua desde la piragua. Es el penúltimo día de navegación, y quiero seguir saboreando cada minuto, cada segundo de paleo, ya que no me abandona la sensación de que cada momento es único e irrepetible. Un iceberg se rompe cerca de nosotros y me permite asistir al curioso proceso por el que él mismo se recoloca hasta que vuelve a dar con su línea de flotación, cambiando su forma visible en cuestión de segundos o minutos. Adelantamos a otro con la forma del Cervino. Es divertido sentirse un niño adivinando formas en el hielo. En una de las paradas en el agua para descansar, una bandada de gaviotas interpreta para nosotros una hipnotizante danza grupal en la que el vuelo acompasado de todas ellas, arriba y abajo, a un lado y al otro, dividiéndose y volviéndose a agrupar, crea asombrosas formas vivientes ¡un espectáculo! Atracamos en una pequeña isla y, por primera
vez en cinco días, veo muy a lo lejos una pequeña barca a motor de pescadores, primer “contacto” con alguien desde que partimos, y señal de que nos acercamos al fiordo principal. Volvemos a navegar con viento de costado que dificulta un poco la navegación, sobre todo acostumbrado a las aguas sosegadas en las que he tenido la suerte de palear los últimos días. No era nada fuera de lo común, pero admito que en algún momento lograron ponerme un poco nervioso, sobre todo cuando estábamos cruzando el fiordo. Es un momento en el que la referencia de costa es tan lejana, que parece que no avanzas; por eso procuro buscar pequeños icebergs en el trayecto que me sirvan de referencia para sentir que progreso. Al legar a la costa, el viento y la marea rebotan contra las piedras y crean unas aguas revueltas que dificultan el avance, y hace que tengas que relajar la cadera para acompañar el bamboleo de la piragua. Dudo que si hubiera navegado solo en un kayak individual hubiese superado esta prueba ¿o sí?
¡Una ballena! Pasamos junto a un par de campamentos, pero nos dejamos llevar por el viento en popa, que nos hacía avanzar incluso cuando no paleábamos. Confiábamos en que antes de que acabase la línea de costa encontraríamos un lugar en el que acampar. Un Tupilak (hito de piedras para ahuyentar los malos espíritus) nos presagió la buena fortuna de encontrar un sitio bueno para acampar, finalmente en un promontorio sobre una pequeña cala con dos ríos cercanos. A pesar de estar expuesto al viento, las vistas desde la tienda eran magníficas. Tanto era así que decidí sentarme a mirar tranquilamente la vida del fiordo, cuando un inédito ruido me sorprendió. Cuando miré al lugar de donde provenía, muy cerca de la playa, vi un enorme lomo desapareciendo bajo el agua a apenas cincuenta metros, seguido de un chorro de agua vertical… ¿¡Y eso qué es!? Acto seguido vi surgir del agua una cola de ballena
perfecta, justo frente a mí, lo que primero me hizo quedarme obnubilado, y después ponerme a gritar como un niño pequeño: ¡una ballena! ¡Una ballena!. Generosa en su gesto, ha salido del agua hasta dos veces más, y nos ha saludado con su característico chorro y cola fuera del agua ¡pura magia! Por la mañana hemos meditado cada uno a nuestra manera. Pero un factor nos ha interrumpido a los dos, además de recordarnos lo que será una constante para todos los viajeros que vengan desde finales de junio hasta agosto: los mosquitos, que se han cebado con Marta y a mí me han dejado casi indemne. Ya en al agua, con el viento de popa, la etapa ha transcurrido con la normalidad aparente de ser el último día de travesía. Se nota que nos acercamos a Narsaq en la presencia lejana de algunos pequeños botes de pesca, y el detalle en el cielo de algunos aviones dejando sus estelas. No puedo evitar pensar en sus pasajeros mirando a tierra maravillándose con la vista de los fiordos, los glaciares y el inlandis, y quizás alguno de ellos imaginando lo que debería ser navegar esos fiordos con un pequeño kayak… Llegamos a la playa de la “Isla de la Oreja”. Y si los inuits miden las distancias en el número de pernoctas o sueños que duran, aquí empezo todo hace seis días, seis sueños en los que -como en los mejores viajes- parece que parece que ha pasado mucho más tiempo y, a la vez, parece que fue ayer, cuando en este mismo punto y con el mismo sol, frente al fiordo, los icebergs y las montañas nevadas al fondo, no sabía lo que tenía por delante. Es el momento de volver a las comodidades modernas. “¿Apetece una ducha?”, me pregunta uno de los guías de que nos recoge con la lancha. “Sí, pero apetece, casi aún más, una buena cerveza fría, ¡nos la hemos ganado!”. OX En revistaoxigeno.es encontraréis una muestra de fotos de paisaje panorámicas así como un bonito vídeo de nuestra experiencia en Groenlandia.
- Con 2. 522.000 km², es la isla más grande del mundo después de la isla continente de Australia. Cerca del 80 % del territorio (2 .106.000 km²) está cubierto de hielo, por lo que constituye la segunda reserva de éste en el planeta, por detrás de la existente en la Antártida. - Su población total es de aproximadamente 60 mil personas, lo que da una densidad de población muy pequeña, que además se concentra en pequeñas ciudades y poblaciones de la costa, especialmente al suroeste. De acuerdo a estimaciones de 2012, sólo cinco localidades superan los 3.000 residentes. - Geográficamente es parte del continente Norteamericano, geopolíticamente, el país es parte de Europa, y nacionalmente Groenlandia es parte de Dinamarca y, desde 1979, el país tiene su propio parlamento. - La mayoría de la población groenlandesa tiene antepasados inuit, y tienen unos fuertes lazos de unión con los inuit de Siberia, Canadá y Alaska. - El groenlandés es el idioma oficial. Es una lengua aglutinante (a partir de una palabra raíz se añaden afijos, sufijos o infijos) de origen asiático. Las palabras kayak, anorak e igloo han sido adoptadas por otras muchas lenguas. En groenlandés, Groenlandia es Klaallit Nunaat, la Tierra de las personas, o Tierra de los hombres. - No hay ninguna carretera en Groenlandia que conecte dos ciudades. Los dos medios de transporte principales para cubrir largas distancias son el
avión, el helicóptero y el barco. Los trineos de perros continúan siendo un medio de transporte vital, aunque las motos de nieve están ganando cada vez más terreno. En la capital, Nuuk, está el único semáforo y las únicas rotondas del país. - El derecho sobre la propiedad de la tierra no existe en Groenlandia. El gobierno te puede autorizar a construir una casa, pero en ningún caso serás propietario del suelo sobre el que se levante. Oficina de Turismo de Groenlandia greenland.com/en facebook.com/ilovegreenland @ilovegreenland
¿Con quién ir? Al igual que el viaje relatado en este reportaje (que puede ser también de 13 días), los viajes de Tierras Polares están inspirados en el espíritu de descubrimiento de la exploración polar, y pueden ser realizados por cualquier amante de la naturaleza, ya sea en barco, en kayak, a pie, en bici, trineo de perros o esquís, o incluso combinando varias modalidades. Siempre son en pequeños grupos (8 a 12 viajeros), y hay rutas de todos los niveles, con las actividades de aventura siempre incluidas. Tierras Polares: 91 364 16 89 tierraspolares.es
¿Cuándo ir? Desde el 3 de junio hasta el 9 de septiembre. Cada mes tiene sus puntos a favor y sus puntos en contra. Por ejemplo: junio y septiembre son temporada “baja”, encontraréis aún menos gente que en julio y agosto. En junio no se llega a hacer de noche del todo, por lo que no hay demasiada presión en llegar al lugar del campamento antes de que anochezca; y además os libraréis de los mosquitos, que serán vuestros inseparables compañeros en julio y parte de agosto, un factor importante teniendo en cuenta la cantidad,
tamaño y voracidad de estos por estas latitudes. Tanto es así que cuando hacen acto de presencia es necesario llevar una mosquitera constantemente en la cabeza… ¡incluso paleando! Por el contrario, en esos meses “mosquiteros” os será más fácil observar –si se dan las condiciones- las siempre fascinantes auroras boreales.
Vuelos Air Greenland vuela desde Copenhague hasta Narsarsuaq, tanto con escala previa en Kangerlussuaq, como de forma directa en temporada alta (julio y agosto). Air Greenland (+299) 34 34 34 airgreenland.com info@airgreenland.gl ¡Atención! desde España hay que hacer una noche en Copenhague, ya que no hay posibilidad de enlazar los vuelos. Lo que en principio puede ser un inconveniente (por tiempo y por dinero) se puede transformar en una provechosa jornada para conocer paseando una preciosa ciudad cargada de monumentos e historia escandinava. Dos buenos planes pueden ser además aprovechar para ir calentando los motores paseando en kayak por los canales de la ciudad, o visitando su Museo Nacional, en el que hay una buena muestra de cultura Inuit. Museo Nacional Ny Vestergade 10, Copenhague (45) 3313 4411 natmus.dk/en/start Kayak Republic Borskaj 12, Copenhague +(45)30498620 kayakrepublic.dk
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