Boletín mensual (2) Febrero 2014 Editorial Hace muchos años leí en el libro Comentarios sobre el vivir, tomo III, en la sección El ascetismo y el ser total, (Editorial Kairós) donde Krishnamurti relata una conversación que tuvo con un asceta o renunciante, quien llevaba treinta años haciendo diversas prácticas de meditación, de austeridades, de intentos para controlar el cuerpo, el deseo y la mente. Ese asceta le comenta a Krishnamurti: «...Después de treinta años de firme propósito y disciplina, consagrados a la meditación y al completo sacrificio, ¿por qué no ha caído ese muro delimitador?». «..Hay, desde luego, quienes afirman que uno debe ser aún más tenaz en el sacrificio, más resuelto en la meditación, etc., pero yo sé que no puedo hacer más. Todos mis esfuerzos únicamente me han conducido a este actual estado de frustración». Ese encuentro es muy interesante y rico en muchos aspectos, tanto los comentarios de Krishnamurti como los del asceta, pero ahora solo quiero centrarme en las tres actitudes que vislumbro en el asceta, las cuales me han llamado mucho la atención, y considero que han sido muy poco comunes en el contexto de mi vida. Una, esa cualidad de la mente del asceta de manter una actitud crítica, cuestionadora, de lo que estaba practicando e intentando, a pesar de haberlo hecho durante treinta años.