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ESCUELAS DE TRABAJO

Igualdad

DE OPORTUNIDADES PARA LOS JÓVENES

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Gobierno de la Ciudad de Santa Fe

Secretaría de Desarrollo Social

Durante la campaña de 2015 tomamos el compromiso de darles a los jóvenes de la ciudad las herramientas necesarias para cambiar su realidad, alcanzar un desarrollo autónomo y proyectar un futuro distinto.

Teníamos en la ciudad una situación en la que gran parte de los chicos y chicas que se encontraban en esa etapa decisiva de la vida, en la que se toman las elecciones más importantes que van a determinar su porvenir, estaban atravesados por una situación social deteriorada y en muchos casos, inclusive, por la violencia del entorno, que los transformaba en víctimas y, a la vez, victimarios.

Muchos de ellos no estudiaban ni trabajaban, no contaban con la posibilidad de insertarse en el mundo laboral, tenían dificultades para terminar la escuela y no tenían a disposición un espacio que les facilitara la inclusión social.

Y tampoco contaban con un espacio institucional donde encontrar y construir una alternativa que les permita acceder a otras opciones.

Tomamos la decisión de crearlo. Nos animó y nos inspiró la experiencia exitosa de los Jardines Municipales, en este caso con la complejidad y diversidad que representa esa franja etaria que va de los 18 a los 24 años y las diversas dimensiones de sus desafíos: la educación, la vivienda, el trabajo, el acceso a los derechos, el deporte, la cultura y el arte.

Cumplimos la palabra empeñada y, en los primeros días de nuestra segunda gestión, en diciembre de 2015, se pusieron en marcha las Escuelas de Trabajo. Esta nueva iniciativa, junto con los Jardines y los Programas Urbanos Integrales —con los que realizamos las obras de infraestructura y servicios necesarios en los barrios que más lo necesitan—, tienen como objetivo convergente brindar condiciones que favorezcan un mejor futuro para los sectores vulnerables. La primera infancia y los jóvenes son etapas críticas de la vida de las personas, donde una correcta intervención del Estado puede generar un cambio significativo.

Con una política de pretensión universal, pero concentrando esfuerzos en el tercio con menores ingresos de la ciudad, desde el comienzo contamos con el invalorable apoyo de la Mesa de Diálogo y las instituciones de la ciudad. Las universidades y las iglesias y templos de distintos credos abrieron sus puertas para albergar talleres y propuestas artísticas o de capacitación.

Junto con el sector privado, que también se plegó al proyecto, formamos una amplia red que sustentó a las Escuelas de Trabajo. No se trata ni de una experiencia piloto ni de una política focal aplicada; por el contrario, se planteó con una vocación de universalidad, para que todos los jóvenes de la ciudad que lo necesiten, puedan acceder a este espacio. Las puertas de las Escuelas de Trabajo siempre están abiertas para todos.

Propusimos como ejes principales la educación, la formación e intermediación laboral, el fomento del empleo independiente y la promoción de derechos, el acceso a la cultura y al deporte, para generar una propuesta dinámica y flexible que se adapte a la realidad y a las necesidades de cada una de las chicas y chicos.

Buscamos que puedan mejorar sus condiciones de empleabilidad, que se sientan acompañados para lograr finalizar sus estudios y que puedan potenciar sus capacidades y descubrir otras nuevas.

Para eso estamos cerca de ellos, para que los jóvenes se apropien de las Escuelas de Trabajo, y que hagan de ellas su lugar. Comenzamos con los lugares que nos prestaron las instituciones, pero, se requería contar con edificios propios.

En estos años construimos tres edificios específicamente diseñados para el programa, con la pretensión de que tengan la mejor arquitectura posible, símbolo del lugar prioritario que las Escuelas de Trabajo tienen en las acciones del gobierno local. Lo hicimos allí, en los barrios que más lo necesitan: en San Lorenzo, para que asistan los chicos de todo el sudoeste, esa zona que tanto sufrió con las inundaciones de otros años; en Barranquitas, para darle a este barrio del oeste, que era considerado el patio trasero de la ciudad, un nuevo edificio público de calidad; y en Coronel Dorrego, en el noreste, una zona que estuvo atravesada por el narcotráfico y por la ausencia del Estado.

Los orientadores son el pilar de este programa. Ellos son quienes reciben, ayudan, asesoran y acompañan a los chicos y chicas. Cuando un joven llega a cualquier Escuela de Trabajo ellos se encargan de conocer sus intereses, sus gustos, sus preferencias y con eso presentan el amplio abanico de posibilidades con el que cuentan. Ellos logran que los chicos vinculen y articulen sus objetivos con las opciones que ofrecen los distintos niveles del Estado. Los orientadores son los representantes del Municipio, son la cara visible del Gobierno de la Ciudad, son quienes conocen el rostro, el nombre, el apellido y los deseos de cada uno de los chicos, quienes los acompañan para que tengan un buen desempeño en su primera experiencia laboral, para que puedan terminar los estudios o para que aprendan un oficio. Tienen en sus espaldas gran parte de los logros que se han alcanzado.

En estos cuatro años de vida, hemos avanzado mucho con las Escuelas de Trabajo: se crearon oportunidades donde antes no había, se levantaron edificios que son centrales en la vida de los barrios, se han comenzado a escribir historias distintas.

El éxito se puede medir en números, con los más de 8.000 chicos y chicas que fueron parte del programa en este tiempo, o con el hecho de que uno de cada tres jóvenes que realizaron un Entrenamiento Para el Trabajo en el sector privado, ha logrado acceder a un empleo formal.

Pero el verdadero éxito es mucho más profundo y está sintetizado en la frase que nos dijo una de las jóvenes de la Escuela de Trabajo de Coronel Dorrego cuando fuimos a visitarla: “Vengo a este lugar porque te prepara para el día de mañana”. El drama de nuestros sectores populares es salir de ese presente perpetuo que es la falta de oportunidades, la pobreza con todas sus dimensiones.

En cada uno de esos jóvenes que hoy tienen otra perspectiva, que pueden pensar más allá, que sueñan con un mañana distinto y en una mejor vida para ellos y sus familias, vemos el mejor resultado del trabajo realizado. Este es un punto de partida para construir una mejor ciudad y es una labor que se debe continuar, porque este trabajo diario, minucioso y paciente es la clave para tener un futuro mejor para todos.

José Manuel Corral Intendente de la Ciudad de Santa Fe, Argentina

Prólogo

El punto de partida de cualquier respuesta pública, es una observancia estricta de la realidad sobre la que se pretende incidir; y así como es evidente y ha sido recurrentemente planteado que las circunstancias sociales de la juventud argentina se han deteriorado de manera alarmante en las últimas 4 décadas, corresponde señalar (por duro que sea), que no ha habido una respuesta proporcional del Estado Argentino en la materia. Tal vez la dilación temporal del proceso, o la inclusión del drama juvenil dentro del marco general de erosión social, hayan contribuido a esa ausencia. En mi parecer, existe una especie de “shock paralizante” frente a un desafío que muchas veces se considera inabordable.

Justamente este es el punto que yo quiero destacar. Conozco las “Escuelas de Trabajo” desde su génesis, antes de los edificios, de los programas, de las articulaciones y de la incorporación de personas; cuando era solo una idea. Por eso puedo dar testimonio de una grandeza oculta, que la rutina de la burocracia siempre se encargará de borronear (y que justamente por eso quiero iluminar), una grandeza basada en “hacerle frente a la exclusión”, esa hydra de mil cabezas, que sabemos que lleva las de ganar, pero frente a la cual no nos resignamos y estamos dispuestos a pensar, a ensayar, a invertir, a convocar, a rectificarnos y finalmente a construir un modelo de intervención que pase de la parálisis al aprendizaje y finalmente a la transformación.

Las claves del dispositivo que se ha construido se basa en 4 principios esenciales: a) No conocemos tanto como creemos la exclusión, reconozcamos esa debilidad; tampoco conocemos tanto a nuestra juventud y los mecanismos socio-culturales relevantes para ellos; por tanto, debemos aproximarnos sin prejuicios, preguntar, observar y aprender; para luego poder responder con sentido.

b) No se trata del Estado “salvando” jóvenes, se trata de facilitar respuestas institucionales que les permitan a los jóvenes diseñar y concretar sus proyectos de vida en condiciones razonables. c) Si la lucha contra la exclusión “nos importa a todos”, la respuesta pública debe exceder al Estado, y por tanto hay que movilizar recursos de la esfera comunitaria y alinearlos con los objetivos públicos. d) Si bien la agenda juvenil puede tender a infinito, es posible y es necesario establecer núcleos problemáticos claves determinantes de la capacidad de decisión de los jóvenes. En este caso la política pública definió 5 ejes claves de actuación (empleo, salud reproductiva, relación con la Ley, adicciones, hábitat).

Ahora bien, probablemente el mayor aprendizaje todo el proceso de formulación, puesta en marcha y gestión de las “Escuelas de Trabajo”, es que resulta insustituible y por tanto determinante del recorrido vital de los jóvenes, la generación de un espacio de reconocimiento y valoración, y que la introducción exitosa de pautas de comportamiento y formativas está íntimamente asociada a la posibilidad de “sentirse” reconocido. Generalmente ese rol lo juegan las familias, pero cuando (por infinitos motivos) eso no sucede, constituye una carencia estructural que, obviamente, impacta en aspectos centrales de la vida relacional, en la sensación de seguridad/ inseguridad, en el reconocimiento de límites y cuidados, en la visualización del futuro, etc

Podría sintetizarse lo aprendido en la siguiente noción: antes de poder ser un ciudadano con criterio cívico autónomo, un empleado con capacidades razonables para integrarse a un proceso productivo, un vecino colaborativo de su entorno barrial o cualquier otro rol “modélico” que entendamos que debemos impulsar; los jóvenes deben terminar de construir su subjetividad, poder descubrir que desean, que les gusta, que les molesta; poder verbalizar sus percepciones y establecer vínculos de afecto, de cuidado, de respeto.

El abandono temprano de la escolaridad, la crianza sin referentes claros en el seno familiar, las restricciones materiales, la naturalización de circunstancias violentas, la conformación de vínculos patológicos, etc impiden de modo decisivo una evolución deseable del proceso de conformación del sujeto social autónomo.

En este punto, y sabiendo de antemano que cualquier “aparato burocrático” es insuficiente y desenfocado para suplir roles de este tipo (sobre todo en lo referente a generar contextos de sensibilidad altamente personalizados), las “Escuelas de Trabajo” son un ejemplo que debe ser observado y analizado con meticulosidad.

Quiero destacar, las estrategias de seguimiento, el uso de la tecnología para hacer más fluidos los vínculos, la centralidad puesta en los “tiempos de respuesta”, la búsqueda incansable de construir procesos de “responsabilidad compartida”, los intentos de unir lo lúdico con lo formativo, las reglas con las retribuciones, y de enhebrar historias personales con procesos socio-comunitarios.

La visión centrada en la subjetividad se terminó de consolidar a partir de combinar elementos más tradicionales de las políticas de inclusión, por ejemplo la oferta en transferir habilidades (oficios por lo general), con una perspectiva más basada en el sentir, en el juego, en los vínculos, en la construcción de un lenguaje que quiebre las barreras internas, que rompa el círculo de la incomprensión y la imposibilidad.

Las “Escuelas de Trabajo” son una verdadera odisea positiva, son el rostro de la Argentina que se anima, que ensaya, que aprende y que resuelve.

El país enfrenta decenas de dilemas arrastrados, lamentablemente usamos demasiado a menudo el término “deuda”, que no muestra otra cosa que una cierta morosidad en atender lo que hay que atender.

Sin embargo, en la ciudad de Santa Fe nos han dado una lección, porque a las ganas de cambio, se le sumó la reflexión, la ruptura de paradigmas y el esfuerzo coordinado de decenas de instituciones que abrieron, modificaron y ajustaron sus ofertas para desterrar el término “ni-ni” e ir en búsqueda de un nuevo sujeto joven: más activo, más acompañado, más productivo, soportando la complejidad de ese momento existencial con herramientas, pudiendo a partir de ello decir y hacer.

Estoy orgulloso de haber sido mínimamente parte de esta experiencia, para mí constituye un renglón importante en mi vida, porque me ayudó a entender y porque son las acciones como estas las que le dan sentido a la política y a la vida.

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