ENTREVISTA
POR MARÍA FLORENCIA PÉREZ - FOTOS: EUGENIA KAIS
CRISTINA BANEGAS
“PARA ACTUAR HAY QUE PONER
LA CARNE EN LA PARRILLA” INTENSA Y ARRIESGADA, ESTÁ NOMINADA COMO “MEJOR ACTRIZ DE TEATRO DE LA DÉCADA” EN LOS PREMIOS KONEX. HABLA DEL COSTO DE SUS ELECCIONES ARTÍSTICAS, EL RIGOR DEL OFICIO Y SU “NO” ROTUNDO A LAS CIRUGÍAS PLÁSTICAS.
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N
o es una chica fácil la Banegas. De ella, mejor no esperar sonrisitas complacientes, ni diálogos de ascensor. Sino, más bien, silencios intimidantes, miradas esquivas, respuestas como dardos: “Hay entrevistas que son muy taradas”, dice como para romper el fuego. La cita es en su lugar en el mundo, que queda escondido en un pasaje de Palermo. Una casa hermosa y habitada de luz, libros, discos, arte y fotos que hablan de Cristina Banegas todo lo que Cristina Banegas calla mientras prepara café. Hablan de la trayectoria de una artista en permanente búsqueda que hoy está nominada como “Mejor Actriz de Teatro de la Década” en los Premios Konex. Hablan de la creadora del espacio cultural El Excéntrico de la 18, de la cantante de tangos, de la maestra de actores, de su admiración incondicional por Alberto Ure, cuya obra “La familia argentina”, hoy dirige en el teatro de la Cooperación. También de la Banegas íntima que es hija de Nelly Prince, una prócer de la tele, y que alguna vez fue una adolescente introvertida que se casó con Paco Fernández de Rosa y se convirtió en mamá de Valentina y luego en abuela de dos nietos. Pero, finalmente, el café está listo y servido en la mesa y con mucha calma, casi como si practicara una suerte de Tai Chi verbal, Banegas empieza a hablar y a interpretar el papel que le queda más cómodo, el de ella misma. -Se casó muy joven. ¿Por qué tomó esa decisión? -Sí, me casé a los 16 años y a los 13 ya estaba de novia. Nos casamos porque estábamos en condiciones económicas de hacerlo. Mi marido era un actor muy conocido que trabajaba en “La familia Falcón”, en teatro, en cine. Y creo que también tuvo que ver que ambos teníamos familias de las que estaba bueno alejarse un poco.
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-¿Y cómo fue casarse con alguien de la TV? -Yo era hija de la TV también. Mi mamá trabajaba en TV y mi papá era productor. Así que yo siempre digo que mi verdadero hogar era Canal 7. De modo que fue una continuidad de algo que yo conocía. -O sea que su necesidad de alejarse de la familia era bastante relativa… -Claro, Alberto Ure siempre me decía: “Como necesitabas una familia te casaste con la familia Falcón”. -¿Se siente reconocida en este momento de su carrera? -La verdad que sí. Por la gente que me cruza en la calle. El taxista que me dice: “anoche me rompiste el vidrio del televisor”. Porque uno hizo algo fuerte y de alguna manera algo perforó, algo rompió con esa actuación que trasgrede el estándar de la actuación televisiva que es un poco simplificada y plana. Y también por los premios, por mis colegas. En diciembre recibí el premio municipal que es una pensión vitalicia que, por cierto, empecé a cobrar recién esta semana. -¿El reconocimiento callejero siempre es inmediatamente posterior a una aparición en TV? -Hay quienes me conocen más por el teatro, pero por supuesto, son muchos menos que los que miran TV. Me pasa algo divertido y es que me reconocen, pero no saben de dónde. Los taxistas, por ejemplo, me dicen: “Yo a usted la llevé un día. La conozco de algún lugar”. Algo que está bueno porque tu imagen no está por delante de la del personaje. Hay una buena capacidad de metamorfosis. Eso me gusta. Nunca tuve problemas de acoso. Es un problema que no tuve nunca ni lo tendré. -Usted da la imagen de una mujer muy intensa, de decisiones firmes. Mirando para atrás en su vida, ¿cuál cree que ha sido su motor? -Mi relación con la actuación y con el teatro. Hace un poco más de 25 años, cuando compré el Excéntrico de la 18 y decidí poner un estudio propio, elegí vivir de la docencia y no de la TV. Decidí que iba a hacer sólo unitarios. No este sistema de internaciones que implican las tiras, y eso me colocó en un lugar un poco más marginal. Hay ciertos prejuicios y reglas en las industrias culturales del tercer mundo. Se supone que hay que tener un nombre comercial y sino hacés TV o sos muy selectivo con la TV es más difícil.
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Por eso en el cine recién tuve acceso a roles protagónicos a los cincuenta y pico de años. Es algo que lamenté pero no ocurrió. -¿Sus elecciones artísticas tuvieron un costo económico para usted? -No, porque siempre pude subsistir dando clases y estuve en proyectos que muchas veces anduvieron bien. Hice poco teatro comercial, sino más independiente u oficial; cuando esos proyectos que muchas veces se gestionan como cooperativa andan bien, se gana plata. No te hacés millonario pero ganás plata. -¿Qué lugar tiene el dinero en su vida? -Soy bastante desaprensiva. Gasto mucho, no soy casi nada ahorrativa. Me gusta vivir bien y compartir con mi familia. Me encanta viajar, por ejemplo.
“NO ME PARECE QUE MI CARA NECESITE ESTAR MÁS INFLADA CON BOTOX O LO QUE SEA. LA RELACIÓN CON EL TIEMPO TRANSCURRIDO ES ALGO BIEN INTERESANTE Y YO NO QUIERO RENEGAR DE ESO. CON LAS CIRUGÍAS LO ÚNICO QUE SE CONSIGUE ES PARECER UNA PERSONA GRANDE OPERADA Y A MÍ, LA VERDAD, ME INTERESAN MÁS OTRAS COSAS.”
-Y con el paso del tiempo, ¿cómo se lleva? -Bien. Trato de cuidarme, de alimentarme bien. Estoy haciendo Tai Chi, por ejemplo. Lo que no me gustan son los gimnasios. Me generan fobia. Lo mismo me pasa con los deportes de competencia. Me parece fantástico el que lo puede hacer y lo disfruta porque es algo gozoso, lúdico y estimulante. -Entre sus elecciones también está la de decirle que no a las cirugías estéticas. ¿Se siente rara en el ámbito en que se mueve? -Están todas y todos operados y está todo bien. Cada uno que haga lo que quiera. Pero yo no. No me parece que mi cara necesite estar más inflada con botox o lo que sea. Creo que es mejor así en relación con mi expresión y con respecto a mi tiempo. La relación con el tiempo transcurrido es algo bien interesante y yo no quiero renegar de eso. Además con las cirugías lo único que se consigue es parecer una persona grande operada y todas las personas operadas se parecen un poco. A mí, la verdad, me interesan más otras cosas. -Como formadora de actores y actrices, ¿qué actrices de las nuevas generaciones le gustan particularmente? -Hay muy buenas. Me gusta mucho Belén Blanco, Carolina Fal, Leticia Bredice, Paola Barrientos, Analía Couceyro… -¿Y qué es lo que hay que tener para ser un buen actor? ¿De qué materia están hechos los que pueden llamarse actores? -Hay que tener un imaginario bien provisto, una relación con la exposición en la que el ego y el narcisismo no te lleven por delante. Hay que poder pensar la actuación como una ofrenda y no como una exhibición. Requiere una cierta generosidad poner el cuerpo. Hay que poner la carne en la parrilla. Y mucho trabajo y disciplina. El año pasado, cuando hice Medea, era un matadero. Era un esfuerzo titánico. Una especie de maratón. Yo salía arrasada, toda empapada, con el maquillaje corrido. Construir un personaje implica un pasaje de la realidad a la ficción que no es gratis. Más bien todo lo contrario, es bastante costoso. O
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