PCM. Traiciones y mentiras 1920-1950

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ISBN: XXX-XXXX-XX

© Derechos Reservados Artenación Primera edición, 2007.

Copyright © 2007 Artenación Publicaciones, Ciudad de México.


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Heredero directo de dos países protagonistas de la primera mitad del siglo XX, Rusia y Estados Unidos, Peter Leventhal creció y se formó dentro de las filas del Partido Comunista en Nueva York, a la par que se desarrollaba como artista; al igual que cualquier persona interesada en su devenir, con el paso de los años se preocupó por conocer más ese ambiente; esto lo llevó a indagar en la historia de su país y en la de su partido, así como en las relaciones que éste mantuvo hacia el exterior. Después de muchos años de trabajo y buscando un lugar de retiro, Leventhal se estableció en México; volcó entonces su interés hacia la historia del comunismo mexicano, en el que encontró apasionantes argumentos, que tenían además raíces profundas en el pasado, y se sintió atraído por la personalidad de muchos de sus protagonistas, que incluso años antes del surgimiento del Partido Comunista Mexicano, ya habían dado muestra de su valor al destacarse como ideólogos, líderes o traidores; una vez conformado el PCM, la historia comienza a tomar rumbos diversos, que caracterizan al partido por lo errático de su proceder en más de una ocasión, lo que incluyó asesinatos y terribles errores en su dirección, siguiendo siempre las consignas dictadas por la Internacional Comunista, quien emitía resoluciones totalitarias sin considerar las particularidades de cada uno de aquellos países hasta los que el brazo del comunismo había alcanzado, y que en el caso de México dieron lugar a terribles crisis de larga duración, logrando sin embargo rescatar a algunos de sus elementos, quienes a pesar de haber sido expulsados del partido, demostraron con su actitud la lealtad a sus convicciones comunistas. Estos argumentos resultaron dignos de la mejor fábula de intrigas; al confrontarlos Leventhal con la realidad, los hechos se transformaron en amargas respuestas a las preguntas inherentes a su propia existencia, y con cada nueva página que pasaba por sus manos, el desencanto se hizo aún mayor; decepcionado por las traiciones y mentiras que dieron forma al acontecer histórico del partido y de la historia misma, en esta obra reevalúa y reinterpreta el pasado utilizando su particular forma de expresión, la pintura, para complementar con sus ideas y reflexiones, todas aquellas que se han ido acumulando con los años en su cabeza, en un intento por entender el pasado, tomando como eje un partido que se fue disolviendo lentamente en el tiempo.


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Un hombre viejo, exiliado, que recuerda vívidamente su pasado, y quien por casualidad tiene una pluma en la mano, seguramente querrá escribir sus memorias; los lugares para exiliarse en el mundo son infinitos y las razones para ello incontables, todas además, condicionadas por la tiranía que se hace presente en el mundo de manera constante. Por esto, no debería sorprenderme nunca de lo espantosas que pueden llegar a ser las acciones de los seres humanos; sin embargo, suelen asombrarme los terribles actos nefastos, aunque ocurran cotidianamente. Durante muchos años he buscado un tema en la historia de México que despierte mi curiosidad, mi pasión, y leí algunos libros sobre el desarrollo del país hasta la conformación de un estado moderno; sin embargo, no había llegado a ningún resultado satisfactorio que me llevara a la acción. Siempre he pensado en la importancia, para un artista experimentado como yo, de no confundir la voz interna con la voz exterior; en mi caso, la verdadera revelación no procede de mi imaginario, siempre llega del exterior. Comencé en México a dibujar retratos de conocidos míos y de políticos que encontraba en los periódicos, que posteriormente incorporé a mi obra; entonces leí la historia de Julio Antonio Mella, Tina Modotti y Vittorio Vidali, que me impactó profundamente a la vez que me envolvió. Leí después sobre el asesinato de León Trotsky, lo que me envolvió más aún, y me llevó a buscar historias de militantes del Partido Comunista Mexicano, con lo que me acerqué a Hernán Laborde y a Valentín Campa, militantes destacados, y al capítulo de su viaje a Nueva York, con la posterior traición que significó la intervención de Earl Browder, dirigente del Partido Comunista Estadounidense en los asuntos del Partido en México. Realicé entonces un plan de acción, considerando el nexo que une a varios de estos eventos y personajes, intelectuales y artistas, todos involucrados o relacionados de alguna manera con el Partido Comunista Mexicano. Como consecuencia, he tenido que voltear al pasado y revisar la historia; mi propia visión de ella está inundada de cuerpos inertes, lo que me hace pensar que estoy quizá orientado hacia una filosofía del fin del mundo; pero estoy consciente de que los muertos no pueden hablar, por lo que la historia registra la cuenta de estos asesinatos, aunque no estoy seguro. Sin embargo, lo que sí sé es que yo detesto los asesinatos, por lo que recuerdo claramente la frase de Stalin “mucha gente, muchos problemas, poca gente, pocos problemas”. Mi vida misma está llena de tinieblas que, al llegar al horizonte, hacen regresar las mentiras, el odio, la crueldad y la ignorancia de manera más desolada; pareciera hacerlas proliferar en forma exponencial. ¿Qué locura obsesiona a mi época? Un filósofo franco-rumano escribió que en cada hombre duerme un profeta, y que cuando despierta, llega un poco más de maldad al mundo. Analizando lo anterior, he pensado también, que la mayoría de los revolucionarios no tienen contacto con el proletariado sino con una minoría que ha sido educada como

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01 y 02. Imรกgenes de las manos de Peter Leventhal. Fotos Mark Alor Powell.


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ellos mismos; y más aún, estos tipos generalmente no se ajustan a su realidad. Pienso que un ser humano sano aborrece la brutalidad, por lo que no asesinaría jamás. Decidí comenzar este proyecto por varias razones importantes, pero una de las más significativas fue el trabajo que realizó mi abuelo en el movimiento socialista internacional, considerando las historias de traición y destrucción que los comunistas trajeron a él. Mi abuelo nació en 1878, se afilió al Bund Judío en sus inicios, hacia 1897, y se unió al Partido Anarquista Socialista de Polonia en 1902, mismo año de su salida de la prisión zarista y del nacimiento de su hija Celia, a quien tuvo con una mujer que nadie en la familia conoció y que desapareció al poco tiempo. Hombre de obligaciones, algunas locales, algunas judiciales, algunas incluso cósmicas, y comprendiendo que ellas no venían de la derecha, nunca creyó posible poder hacerles frente sin la idea del socialismo internacional. La desaparición del Bund Judío después del golpe Bolchevique de 1917 cortó su relación con los partidos socialistas en general. Puesto que él era prácticamente un nómada, esta separación trajo consigo un resultado muy curioso: se volvió individualista en extremo, así como muy excéntrico. Sin esperanza y apartado del mundo en su totalidad, llegó a ser una nación por sí mismo; se encontraba en las fronteras de la utopía, más como Bakunin que como Marx. Mi abuelo destacó en las negociaciones fronterizas: de Polonia a Rusia, de Galicia a Ucrania. Tomó entonces a su pequeña hija y viajó de Galicia a Odessa, en donde se estableció; sus negocios se fueron con él. Después de la Segunda Guerra Mundial mi abuelo vivió en la Ciudad de Nueva York, sin tener visa o ningún tipo de documento; nunca se adaptó a la vida ahí, por lo que desaparecía con cierta frecuencia. Sospechamos que durante sus desapariciones, que duraban varios meses, viajaba a Centro y Sudamérica realizando actividades relacionadas de alguna manera con su ideología personal de izquierda. El PCM fue el primer partido de clase obrera organizado en México y, a diferencia de los partidos fundados en otros países, éste no tenía un antecedente de ser el resultado de la escisión de un partido obrero, lo que significa una ventaja en cuanto a que no hay células corruptas que busquen una nueva oportunidad de detentar cierto poder, pero una desventaja en lo relativo a que no había experiencia teórica, política u organizativa, además de que aquí no se había recibido la propaganda marxista con que sí contaban los partidos socialistas existentes previamente a este momento, por lo que el periodo de formación se considera con una duración de entre 10 y 15 años (1919-1935). Sin embargo, la fundación del PCM se da cuando hay ya cierta madurez entre los miembros de la clase obrera, aprovechando la actividad del movimiento obrero que, junto con las masas campesinas, reaccionaban ante los incumplimientos de la burguesía que había hecho en el curso de la revolución, y que olvidaba una vez que había logrado instalarse en el poder. En los primeros años del partido, el núcleo sufrió un fuerte embate cuando Obregón organizó una represión en mayo de 1921, y no fue sino hasta 1923 que la dirección queda conformada de una manera más o menos estable. La aparición de El machete

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en 1924 ayuda a que por primera vez, una gran cantidad de masas de la clase obrera y campesina accedan a las ideas del marxismo-leninismo y a los principios la Internacional Comunista. Aunque hay que considerar el grado de analfabetismo también, y pensar que la difusión de ideas si bien existió, fue pobre. El partido se adjudica entonces la desaparición del anarquismo, considerando a Ricardo Flores Magón como alguien fiel a sus principios, pero rodeado de una serie de oportunistas adscritos además a la Casa del Obrero Mundial, quien había de antemano pactado con la burguesía para combatir a los campesinos revolucionarios, y a atacar de manera deshonesta a los primeros núcleos comunistas que se conformaron; se adjudican además los comunistas el haber despertado el espíritu de solidaridad y la conciencia internacional con los sectores más avanzados de la clase obrera. Al mismo tiempo, el PCM se dedicó a combatir el reformismo representado en los años 20 por la CROM y por el Partido Laborista. A finales de los 20, el PCM ya había integrado una corriente sindical propia opuesta al anarquismo y al reformismo, lo que dio paso a la conformación de la CSUM, organización condenada a la ilegalidad por la represión callista, misma que tuvo una duración de 5 años. El partido buscó satisfacer uno de los requerimientos leninistas de formación y desarrollo, y aseguran haber sido el primer partido marxista-leninista en Latinoamérica que planteó el problema de la organización del movimiento campesino por la clase obrera, y el primero en formular un programa agrario revolucionario; el hecho de que previamente no existiera un partido campesino, ayudó a que los comunistas se relacionaran con ellos directamente, en lugar de hacerlo a través de algún representante. Esto tuvo como resultado la creación de la Liga Nacional Campesina, primera organización independiente, en 1926, destruida violentamente por la burguesía en mayo de 1929. La Secretaría General del partido fue asumida en 1929 por Hernán Laborde, quien en ese momento trabajaba en el Buró Político, al tiempo que dirigía la campaña electoral del Bloque Obrero y Campesino. Entre sus antecesores, destaca José Allen, que encabezó la dirección del partido desde su fundación y hasta 1921, Manuel Díaz Ramírez, que lo hizo desde 1921 y hasta 1925, y Rafael Carrillo, quien desertó del lombardismo y dirigió al PCM desde 1925, hasta 1929. Destacan en el texto también la militancia de Julio Antonio Mella (1926-1929), pero me parece que es más por el carácter mítico que su persona adquiere. En este punto está ya presente una de las principales carencias del partido: la importancia de la teoría y su aplicación considerando las condiciones concretas del país y sin olvidar la base marxista-leninista. Los esquemas entonces seguidos eran planteados por la Internacional Comunista (que además los planteaba para todo el mundo), con lo que se ignoraban las palabras de Lenin al respecto, quien subrayaba la necesidad de considerar “la diversidad de condiciones en que tienen que luchar y actuar los distintos partidos para el trazo de su línea política y su programa”. En consecuencia, el IV Congreso de la Internacional comunista calificó a los países latinoamericanos como “semi-coloniales” y “semi-feudales”, y así se hizo nuevamente caso omiso de otra concepción de Lenin, “según la cual la mayoría de los países latinoamericanos se ubi-


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03 03. Leventhal pintando. Foto Mark Alor Powell. 04. Leventhal trabajando en un cuadro de la serie Asesinato de Julio Antonio Mella, 2007. Foto Mark Alor Powell.


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caban en un grupo intermedio, como países en que los movimientos nacionales habían pasado ya en la época de las guerras de independencia y se mantenían como países independientes políticamente, pero sujetos a la dependencia económica y financiera de las potencias imperialistas”. Y seguían entonces los intentos que en el texto se mencionan, pero que no se detallan, de emular de alguna manera los pasos seguidos en revoluciones exitosas, como la cubana, la rusa o la china. De hecho, el concepto que mejor se adecuaba a la realidad latinoamericana era la consigna de “revolución obrera y campesina”, aunque siendo realistas, la consigna no ayudó a la agrupación de estas mismas fuerzas, en función de que la madurez de la revolución socialista no se había alcanzado aún, por lo que el partido carecía de armas cuando se necesitaba dar salida a la crisis económica que afectó al mundo y a México en particular entre los años 1929 y 1933. Es entonces cuando da inicio la campaña anticomunista, con la declaración de ilegalidad del partido y de las asociaciones adheridas a él (CSUM y la Liga Nacional Campesina); además, el presidente en turno (Portes Gil) había roto relaciones con la URSS. El período se extendió hasta 1934. Lenin comete el error de “declarar la guerra” a la democracia pequeñoburguesa, sin considerar que “en la estructura de clase del país tenía un peso enorme la pequeña burguesía, especialmente en el campo, donde las clases no proletarias constituían (y constituyen) una potente fuerza revolucionaria”, considerándolos además como los enemigos más poderosos. Así por ejemplo, llamaba a concentrar la lucha contra el partido Socialista de las Izquierdas, que dirigía el Coronel Adalberto Tejada, uno de los hombres más radicales de su tiempo, que presentó su candidatura a la Presidencia de la República contra el entonces candidato del PNR, Lázaro Cárdenas.

La explicación a estos errores está en función de que la IC se había conformado como un partido internacional, “y pertenecer a ella era, en las condiciones de su creación, la única forma de militar en el movimiento comunista”. Las normas de la III Internacional se habían desarrollado unilateralmente, y abandonado ciertos aspectos a raíz de la muerte de Lenin (el referente a la comprensión e interpretación de las peculiaridades nacionales), lo que condujo al PCM a plegarse a un esquema internacional que no se ajustaba a las condiciones del país. La concepción de la clase obrera mexicana era también deficiente, en cuanto a que los materiales que el partido elaboraba y difundía se referían a una clase obrera de tipo europeo o de un país capitalista desarrollado, mientras que el núcleo industrial de la clase obrera de entonces se conformaba por un destacamento más bien reducido e inmaduro: hacia 1928 el número de obreros industriales no rebasaba la cifra de 200,000 En cambio tenían una gran potencialidad los obreros agrícolas, las capas explotadas no-proletarias de la ciudad, hacia las cuales no se orientaba la actividad del partido de manera conciente, sino espontánea. Se actuaba entre los campesinos, pero la línea de revolución socialista no podía canalizarlos hacia un movimiento político de envergadura nacional con reivindicaciones propias. Al no establecer una firme alianza con las capas trabajadoras no proletarias por la ausencia de un programa concreto de transformaciones revolucionarias, un programa que diera respuesta a las necesidades reales, la burguesía pudo canalizar la ola revolucionaria mediante una serie de reformas y atraerse a las masas descontentas.


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05, 06 y 07. Estudios de rostros. Foto Mark Alor Powell.


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08. Bosquejo del cuadro de Siqueiros y Neruda. Foto Mark Alor Powell. 09. Leventhal bosquejando el cuadro de Siqueiros y Neruda. Foto Mark Alor Powell. 10. Bosquejo del rostro de JosĂŠ Vasconcelos. Foto Mark Alor Powell.


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12 11. Estudio de rostro. Foto Mark Alor Powell. 12. Obra de la serie El asesinato de León Trotsky, aún sin concluir. Pether Leventhal, 2007. Óleo sobre tela. Foto Mark Alor Powell. 13. Obra de la serie Laborde y Campa en Nueva York, aún sin concluir. Pether Leventhal, 2007. Óleo sobre tela. Foto Mark Alor Powell.


Lo que consecuentemente repercutió de manera negativa en las relaciones entre el partido y la clase obrera, junto con las masas trabajadores no-proletarias. El partido se mantuvo durante sus primeros años como un núcleo pequeño, sin superar siquiera el millar de militantes. Hasta 1926 la organización fue a base de “locales”, agrupaciones de localidades específicas; después de IV Congreso de 1926 empezó a utilizarse el sistema “celular”. Hacia 1925, el partido contaba con 191 miembros organizados en 10 ciudades. Para 1927 eran ya 600 miembros y más de 50 células de empresa. Para el período del Pleno de julio de 1929, al entrar en la ilegalidad, el Partido había elevado, junto a su influencia de masas, el número de sus militantes: contaba con 1500 miembros, de los cuales 70% era de obreros, el 27% de campesinos, y el 3/ de intelectuales y empleados. Los desleales a la causa comienzan a segregarse más aún. En el pleno de 1929 se expulsó al núcleo trotskista encabezado por Diego Rivera; se expulsó además a Úrsulo Galván, líder campesino, por evidenciar su conducta oportunista ante la represión del callismo. El texto aprovecha además para sentar nuevamente bases respecto de su apreciación del trotskismo: Han pasado desde entonces más de 40 años; Troski [sic] trasladó a México su cuartel general y desplegó contra los comunistas mexicanos una campaña calumniosa sistemática. ¿Y qué ha quedado del trotskismo? ¿Cuál es su aporte al movimiento obrero y revolucionario del país? ¿Dónde están los cuadros del trotskismo en el movimiento obrero, campesino y popular? A excepción de sus reducidos grupos estudiantiles, e incluso a pesar de ellos, el trotskismo sigue siendo lo que siempre fue: un minúsculo grupo anti-partido, escisionista y antisoviético, incapaz de desempeñar cualquier influencia positiva en el movimiento revolucionario. La labor que continuó realizando el partido, a pesar de la ilegalidad, le permitió seguir influyendo de manera decisiva, y genera reacciones importantes: manifestación de obreros y campesinos contra la política de Pascual Ortiz Rubio y en demanda de tierras ( junio de 1930, fuertemente reprimida, asesinados 20 comunistas); manifestaciones de personas sin trabajo contra el paro y la desocupación (febrero y marzo de 1931, de Puebla a la Ciudad de México, Monterrey y Veracruz). Es entre los años 1934-35 que el movimiento huelguístico alcanza cifras destacadas, pues en 34 se realizaron 202 huelgas, y para 1935, el número se elevó a 642, con 145,202 huelguistas. En junio de 1935 estalló la crisis política a partir de las declaraciones del presidente Calles, que exigía el aplastamiento de las huelgas. Se crea entonces el ”Comité Nacional de Defensa Proletaria”, movimiento unificador de la mayoría de los miembros de la clase obrera. El Partido entonces comienza a actuar de manera libre, y los dirigentes actúan abiertamente; cuando se abre el local del Comité Central las autoridades pretenden impedir la actuación de los comunistas, pero sin éxito. El partido presenta entonces una postura ante la candidatura de Lázaro Cárdenas a la presidencia, que actúa bajo el lema “Ni con Cárdenas ni con Calles” primero, y “Con Cárdenas no, con las masas cardenistas sí”, consigna contradictoria que buscaba la defensa de su carácter independiente como partido.

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En el siguiente congreso de la Internacional comunista se elaboró una táctica de frente popular antifascista e imperialista, buscando abrir camino al socialismo al tiempo que se cerraba al fascismo. El Partido no logra el punto medio ante estas directrices, por lo que algunas actuaciones se consideraron sectaristas, lo que los llevó a romper con una experiencia importante, como lo fue la defensa de la independencia de clase del proletariado frente a la burguesía y la pequeña burguesía, con lo que hacían evidente la incapacidad que tenían para defender la dependencia de la clase obrera, e “impedía que ésta a su vez pudiera atraer a las fuerzas de clase que aspiraban a transformaciones cada vez más profundas y dirigirles contra la burguesía en cuanto ésta volviera las espaldas al proceso de reformas. En consecuencia, en febrero de 1936 se lleva a cabo el Congreso de Unificación Proletaria, seno del que surgió la Confederación de Trabajadores de México (CTM), organización clasista que fundía en una sola, las fuerzas representadas por el CSUM (que actuaban bajo la dirección de Lombardo Toledano y Fidel Velázquez, escindidos de la CROM en octubre de 1933). Éstos últimos, Lombardo y Velázquez, buscaron a toda costa frenar la influencia comunista en los sindicatos cetemistas, imponiendo a los representantes de cada sindicato, “que utilizaban los puestos para la politiquería burguesa, medrar con las cuotas y apaciguar a los trabajadores”. La crisis vino en 1937, un año después, durante la reunión del IV Consejo Nacional de la central, donde la CTM se escindió y sindicatos dirigidos por el PCM, así como los de líderes independientes, abandonaron el consejo. Resultaban ser estos sindicatos los más importantes, y permanecieron en la Confederación los sectores más atrasados del proletariado. Earl Browder, Secretario General del PC Estadounidense, intervino para resolver el conflicto a solicitud de Lombardo, y proclamó la consigna “Unidad a toda costa”, presionando a los dirigentes del partido para que restituyeran a los sindicatos al seno de la CTM, a pesar de la resistencia existente. En consecuencia, la influencia del partido en los sindicatos decreció, y tiempo después este argumento sirvió para revertir la labor de Hernán Laborde y Valentín Campa, sin considerar que la línea les había sido impuesta, aunque es cierto que tampoco fueron capaces de condenarla aún ante la crisis; la línea fue más bien de capitulación, donde el partido renunciaba a defender posiciones propias y hacía concesiones que no ayudaban de ninguna manera al desarrollo de las fuerzas de la clase obrera, de tal modo que en junio de 1939, el Comité central decidió suprimir las fracciones comunistas en algunos sindicatos; las palabras de Laborde fueron: “¿Creemos que las fracciones son un obstáculo para la unificación completa de los trabajadores de la enseñanza? Pues suprimamos las fracciones”. Previo a esta errónea decisión, el Partido había decidido hacerse a un lado en el asunto de la sucesión presidencial, argumentando que el PRM era el “Frente Popular en las condiciones peculiares de México”, y acabaron imponiendo la candidatura de Manuel Ávila Camacho, aunque no se puede dejar de lado el hecho de que aún con la participación de los comunistas, es muy probable que hubieran impuesto su candidatura. Esto evidenció una vez más el error de continuar la línea de la unidad sin considerar los intereses de clase.

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15 14. Bosquejo de rostro. Foto Mark Alor Powell. 15. Detalle del rostro de Ramón Mercader, obra de la serie El asesinato de León Trotsky. Pether Leventhal, 2007. Óleo sobre tela. Foto Mark Alor Powell. 16. Detalle de rostro, obra de la serie El asesinato de León Trotsky, Pether Leventhal, 2007. Óleo sobre tela. Foto Mark Alor Powell.


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17 y 20. 18 y 19.

Textos de Leventhal, de escritura errรกtica, 2007. Foto Mark Alor Powell. Peter Leventhal escribiendo, 2007. Foto Mark Alor Powell.


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En las condiciones de la situación política de 1939, cuando se decidía el futuro inmediato del movimiento revolucionario, democrático y antiimperialista del país, cuando ante las masas estaba planteado el dilema de si el país marcharía hacia la coronación de las tareas democráticas y antiimperialistas, hacia un auténtico ascenso del movimiento revolucionario, o se entregaría el poder a los sectores derechistas de la burguesía; en esas condiciones, la concepción abstracta, sin sentido de clase y conciliadora de la unidad, causó los mayores daños al partido. A pesar de que alguna vez tanto Marx, como Engels y Lenin habían dicho que era preferible la derrota en la lucha, la línea de “unidad a toda costa” fue la única que se siguió, e incluso el mismo Cárdenas, años después, llamó al hecho ”contraderrota pacífica”. El Movimiento obrero y campesino se desmoralizó totalmente, las fuerzas de izquierda se disgregaron, y comenzó el período de severa crisis al interior del PC. A finales de los años treinta llegó al país una delegación de la Internacional Comunista encabezada por Victorio Codovilla, que gestiona para la convocación de un Congreso Extraordinario del Partido, que sirvió para la depuración del mismo, eliminando a Hernán Laborde y a Valentín Campa, tomando como sustento acusaciones superficiales sin investigación de por medio, con lo que se expulsó a muchos militantes al tiempo que fueron disueltas organizaciones enteras en torno a las cuales se agrupaban miles de comunistas, es decir, en lugar de que el partido buscara de fondo los problemas reales que lo aquejaban y los corrigiera, sentó las bases para su propia disgregación, previa a la escisión. La delegación de la IC no estaba en condiciones –por su falta de conocimiento-, para realizar un examen objetivo de la labor del partido en los años de crisis y previo a los mismos. No obstante, los materiales que se prepararon para el Congreso señalaron de manera acertada algunos de los errores cometidos, siendo el principal no haber comprendido en todos sus aspectos “la idea leninista de la hegemonía del proletariado en el movimiento democrático y antiimperialista que se había desarrollado”, lo que le impidió defender la independencia de clase y la autonomía política de la clase obrera, justo en el momento en que las circunstancias históricas habían logrado cierta coyuntura entre la clase obrera y las capas radicalizadas de la pequeña burguesía junto con algunos sectores de la burguesía democrática. Sin embargo, la preparación de estos materiales no ayudo a corregir la desviación de raíz al no adoptar una actitud consecuente con los errores, además de que “revelaron la presencia de los mismos errores que se pretendía corregir: “El Partido de la Reunión Mexicana reunía y reúne las condiciones para transformarse en una verdadera organización de frente popular, teniendo en cuenta que en su seno existen las organizaciones sindicales... pero a condición de democratizarse y transformarse en un organismo de frente popular desde arriba hasta abajo”, y después de lo anterior plantearon que el partido debía luchar por ingresar al PRM.

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El mismo Laborde aceptó, en un artículo autocrítico de 1940 que preponderaron el valor de la unidad del partido, olvidando el contenido. Estas viejas debilidades de formación le causaron daños importantes en un momento decisivo. Laborde y Campa fueron expulsados, aún cuando sus nombres estaban prácticamente desde la conformación del partido, y aunque habían cometido errores, eran fieles a la causa de la clase obrera y al marxismo-leninismo, como pudo demostrarse con su conducta política posterior. El lema de “unidad a toda” costa hace que el partido entre en su peor crisis hasta el momento, y la etapa difícil se prolongó hasta finales de la década de los años cincuenta. Mientras, se establecieron en el partido métodos burocráticos para solucionar los problemas interno; por ejemplo, cuando surgía algún desacuerdo entre los miembros, se aplicaban prácticas administrativas –incluyendo la expulsión-, en lugar de discutir la posición de los distintos miembros, lo que a la larga creó una imagen del partido que no coincidía con la del revolucionario en lucha que puede exponer sus ideas en un ambiente de discusión libre. En 1943 fue disuelta la Internacional Comunista, cuando el movimiento comunista llegó a una etapa que exigía un nuevo tipo de relaciones, que no estuviera dirigido desde un centro; no se trataba de romper con los vínculos internacionales, sino de enfocarlos de manera distinta, con intercambio de experiencias y puntos de vista, coordinando acciones contra el enemigo en común. Los grandes errores del PC son varios, entre ellos el apegarse del todo a la organización centralizada, lo que impidió ver la diferencia en las situaciones de los distintos países, lo que hacía que la experiencia de cada partido comunista tuviera un distinto porvenir; incluso se difundían esquemas generales de acción que en muchas ocasiones no tenían nada que ver con la realidad de los países. Cuatro años después de la disolución de la Internacional Comunista, se creó el Buró de Información de los Partidos Comunistas y Obreros, en septiembre de 1947, lo que denotó que la idea de una dirección centralizada persistía en la mente de algunos; la muestra más clara del error de ello se dio cuando se condenó al PC Yugoslavo (1949) y fue arrojado de las filas del partido por observar una actitud “antisoviética”, base que sirvió también para eliminar la dirección del Partido Comunista Checoslovaco en 1968 por su intento de edificar el socialismo considerando las particularidades del país, así como el ejercicio de independencia y soberanía del Estado y del partido. Durante el gobierno del Presidente Lázaro Cárdenas, las reformas que hizo, la economía favorable debido a la entrada de EUA a la 2a guerra mundial y la política que ordenaba contener las huelgas (proclamada por la dirección lombardista de la CTM y apoyada por el PCM) permitieron la aplicación del régimen de seguridad social a los obreros, lo que creó un carácter favorable (por el aparente progreso de la burguesía

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en el poder) la entrada en el Partido de la línea de Earl Browder difundida en el PC Estadounidense. Browder deformó el carácter del imperialismo estadounidense y proclamó relaciones idílicas, de colaboración pacífica entre los regímenes capitalista y socialista en el mundo de posguerras. El revisionismo browderiano proclamaba también la transformación de los partidos comunistas en asociaciones de colaboración de clases y en auxiliares de la política burguesa. Esta línea penetró en la mayor parte de los partidos marxistas-leninistas de América Latina. El IX Congreso del PCM, celebrado en mayo de 1944, adoptó las concepciones fundamentales de Browder. Después del congreso fueron disueltas las células de empresa y fueron sustituidas por los comités de barrio, lo que contribuyó a debilitar la influencia del partido en el movimiento obrero, y aunque la consigna fue echada para atrás 18 meses después, muchas células no fueron reconstituidas. Y no hubo en el partido una fuerza opositora al discurso de Browder, lo que contribuyó a profundizar el descenso del movimiento obrero y campesino. Vicente Lombardo Toledano, por su parte, se había mantenido siempre en las filas del partido oficial, pero a partir de ese momento comienza a trabajar para fundar su partido; en 1944 creó la Liga Socialista Mexicana (basándose en la Asociación Política Comunista con la que Earl Browder sustituyó al PC), y pretendía formar, a partir de ahí, “el único partido de la clase obrera”, con base en la asimilación del PCM y de otros grupos. Después de fracasar en sus intentos, logró que el Consejo Nacional de la CTM lo autorizara a crear un nuevo partido, con base en el apoyo a la central sindical. Lombardo es después expulsado de la CTM por Fidel Velásquez, y tuvo que buscar otros apoyos para su partido. El PCM fue el primer partido de clase obrera organizado en México y, a diferencia de los partidos fundados en otros países, éste no tenía un antecedente de ser el resultado de la escisión de un partido obrero, lo que significa una ventaja en cuanto a que no hay células corruptas que busquen una nueva oportunidad de detentar cierto poder, pero una desventaja en lo relativo a que no había experiencia teórica, política u organizativa, además de que aquí no se había recibido la propaganda marxista con que sí contaban los partidos socialistas existentes previamente a este momento, por lo que el periodo de formación se considera con una duración de entre 10 y 15 años (1919-1935). Sin embargo, la fundación del PCM se da cuando hay ya cierta madurez entre los miembros de la clase obrera, aprovechando la actividad del movimiento obrero que, junto con las masas campesinas, reaccionaban ante los incumplimientos de la burguesía que había hecho en el curso de la revolución, y que olvidaba una vez que había logrado instalarse en el poder. En los primeros años del partido, el núcleo sufrió un fuerte embate cuando Obregón organizó una represión en mayo de 1921, y no fue sino hasta 1923 que la dirección

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21. Tina Modotti y David Alfaro Siqueiros, en el homenaje del PCM a Julio Antonio Mella, 1930. Foto SINAFO-INAH. 22. Siqueiros y Rivera, entre otros, en una sesión del PCM. Foto SINAFO-INAH 23. André Bretón, Diego Rivera y León Trotsky, 1937. Foto SINAFO-INAH.


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queda conformada de una manera más o menos estable. La aparición de El machete en 1924 ayuda a que por primera vez, una gran cantidad de masas de la clase obrera y campesina accedan a las ideas del marxismo-leninismo y a los principios la Internacional Comunista. Aunque hay que considerar el grado de analfabetismo también, y pensar que la difusión de ideas si bien existió, fue pobre. El partido se adjudica entonces la desaparición del anarquismo, consi-derando a Ricardo Flores Magón como alguien fiel a sus principios, pero rodeado de una serie de oportunistas adscritos además a la Casa del Obrero Mundial, quien había de antemano pactado con la burguesía

para combatir a los campesinos revolucionarios, y a atacar de manera deshonesta a los primeros núcleos comunistas que se conformaron; se adjudican además los comunistas el haber despertado el espíritu de solidaridad y la conciencia internacional con los sectores más avanzados de la clase obrera. Al mismo tiempo, el PCM se dedicó a combatir el reformismo representado en los años 20 por la CROM y por el Partido Laborista. A finales de los 20, el pcm ya había integrado una corriente sindical propia opuesta al anarquismo y al reformismo, lo que dio paso a la conformación de la CSUM, organización condenada a la ilegalidad por la represión callista, misma que tuvo una duración de 5 años. El partido buscó satisfacer uno de los requerimientos leninistas de formación y desarrollo, y aseguran haber sido el primer partido marxista-leninista en Latinoamérica que planteó el problema de la organización del movimiento campesino por la clase obrera, y el primero en formular un programa agrario revolucionario; el hecho de que previamente no existiera un partido campesino, ayudó a que los comunistas se relacionaran con ellos directamente, en lugar de hacerlo a través de algún representante. Esto tuvo como resultado la creación de la Liga Nacional Campesina, primera organización independiente, en 1926, destruida violentamente por la burguesía en mayo de 1929.

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24. Diego Rivera encabezando el cortejo fúnebre de Julio Antonio Mella, 1929. Foto SINAFO-INAH. 25. Tina Modotti en la reconstrucción de los hechos del asesinato de Julio Antonio Mella, 1929. Foto SINAFO-INAH. 26. Funeral de un miembro del PCM. Foto SINAFO-INAH 27. Siqueiros saliendo de la cárcel después de su primera aprehensión, 1931. Foto Sala de Arte Público Siqueiros.

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La Secretaría General del partido fue asumida en 1929 por Hernán Laborde, quien en ese momento trabajaba en el Buró Político, al tiempo que dirigía la campaña electoral del Bloque Obrero y Campesino. Entre sus antecesores, destaca José Allen, que encabezó la dirección del partido desde su fundación y hasta 1921, Manuel Díaz Ramírez, que lo hizo desde 1921 y hasta 1925, y Rafael Carrillo, quien desertó del lombardismo y dirigió al PCM desde 1925, hasta 1929. Destacan en el texto también la militancia de Julio Antonio Mella (1926-1929), pero me parece que es más por el carácter mítico que su persona adquiere. En este punto está ya presente una de las principales carencias del partido: la importancia de la teoría y su aplicación considerando las condiciones concretas del país y sin olvidar la base marxista-leninista. Los esquemas entonces seguidos eran planteados por la Internacional Comunista (que además los planteaba para todo el mundo), con lo que se ignoraban las palabras de Lenin al respecto, quien subrayaba la necesidad de considerar “la diversidad de condiciones en que tienen que luchar y actuar los distintos partidos para el trazo de su línea política y su programa”. En consecuencia, el IV Congreso de la Internacional comunista calificó a los países latinoamericanos como “semi-coloniales” y “semi-feudales”, y así se hizo nuevamente caso omiso de otra concepción de Lenin, “según la cual la mayoría de los países latinoamericanos se ubicaban en un grupo intermedio, como países en que los movimientos nacionales habían pasado ya en la época de las guerras de independencia y se mantenían como países independientes políticamente, pero sujetos a la dependencia económica y financiera de las potencias imperialistas”. Y seguían entonces los intentos que en el texto se mencionan, pero que no se detallan, de emular de alguna manera los pasos seguidos en revoluciones exitosas, como la cubana, la rusa o la china. De hecho, el concepto que mejor se adecuaba a la realidad latinoamericana era la consigna de “revolución obrera y campesina”, aunque siendo realistas, la consigna no ayudó a la agrupación de estas mismas fuerzas, en función de que la madurez de la revolución socialista no se había alcanzado aún, por lo que el partido carecía de armas cuando se necesitaba dar salida a la crisis económica que afectó al mundo y a México en particular entre los años 1929 y 1933. Es entonces cuando da inicio la campaña anticomunista, con la declaración de ilegalidad del partido y de las asociaciones adheridas a él (CSUM y la Liga Nacional Campesina); además, el presidente en turno (Portes Gil) había roto relaciones con la URSS. El período se extendió hasta 1934. Lenin comete el error de “declarar la guerra” a la democracia pequeñoburguesa, sin considerar que “en la estructura de clase del país tenía un peso enorme la pequeña burguesía, especialmente en el campo, donde las clases no proletarias constituían (y constituyen) una potente fuerza revolucionaria”, considerándolos además como los enemigos más poderosos. Así por ejemplo, llamaba a concentrar la lucha contra el partido Socialista de las Izquierdas, que dirigía el Coronel Adalberto Tejada, uno de los hombres más radicales de su tiempo, que presentó su candidatura a la Presidencia de la República contra el entonces candidato del PNR, Lázaro Cárdenas.

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La explicación a estos errores está en función de que la IC se había conformado como un partido internacional, “y pertenecer a ella era, en las condiciones de su creación, la única forma de militar en el movimiento comunista”. Las normas de la III Internacional se habían desarrollado unilateralmente, y abandonado ciertos aspectos a raíz de la muerte de Lenin (el referente a la comprensión e interpretación de las peculiaridades nacionales), lo que condujo al PCM a plegarse a un esquema internacional que no se ajustaba a las condiciones del país. La concepción de la clase obrera mexicana era también deficiente, en cuanto a que los materiales que el partido elaboraba y difundía se referían a una clase obrera de tipo europeo o de un país capitalista desarrollado, mientras que el núcleo industrial de la clase obrera de entonces se conformaba por un destacamento más bien reducido e inmaduro: hacia 1928 el número de obreros industriales no rebasaba la cifra de 200,000 En cambio tenían una gran potencialidad los obreros agrícolas, las capas explotadas no-proletarias de la ciudad, hacia las cuales no se orientaba la actividad del partido de manera conciente, sino espontánea. Se actuaba entre los campesinos, pero la línea de revolución socialista no podía canalizarlos hacia un movimiento político de envergadura nacional con reivindicaciones propias. Al no establecer una firme alianza con las capas trabajadoras no proletarias por la ausencia de un programa concreto de transformaciones revolucionarias, un programa que diera respuesta a las necesidades reales, la burguesía pudo canalizar la ola revolucionaria mediante una serie de reformas y atraerse a las masas descontentas. Lo que consecuentemente repercutió de manera negativa en las relaciones entre el partido y la clase obrera, junto con las masas trabajadores no-proletarias. El partido se mantuvo durante sus primeros años como un núcleo pequeño, sin superar siquiera el millar de militantes. Hasta 1926 la organización fue a base de “locales”, agrupaciones de localidades específicas; después de IV Congreso de 1926 empezó a utilizarse el sistema “celular”. Hacia 1925, el partido contaba con 191 miembros organizados en 10 ciudades. Para 1927 eran ya 600 miembros y más de 50 células de empresa. Para el período del Pleno de julio de 1929, al entrar en la ilegalidad, el Partido había elevado, junto a su influencia de masas, el número de sus militantes: contaba con 1500 miembros, de los cuales 70% era de obreros, el 27% de campesinos, y el 3/ de intelectuales y empleados. Los desleales a la causa comienzan a segregarse más aún. En el pleno de 1929 se expulsó al núcleo trotskista encabezado por Diego Rivera; se expulsó además a Úrsulo Galván, líder campesino, por evidenciar su conducta oportunista ante la represión del callismo. El texto aprovecha además para sentar nuevamente bases respecto de su apreciación del trotskismo:

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28. León Trotsky en su lecho de muerte, 1940. Folleto Museo Casa León Trotsky. 29. Trotsky y Rivera, 1937. Foto SINAFO-INAH 30. Siqueiros y Angélica Amador durante el arraigo del primero en Taxco, 1931. Archivo Sala de Arte Público Siqueiros.


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Han pasado desde entonces más de 40 años; Troski [sic] trasladó a México su cuartel general y desplegó contra los comunistas mexicanos una campaña calumniosa sistemática. ¿Y qué ha quedado del trotskismo? ¿Cuál es su aporte al movimiento obrero y revolucionario del país? ¿Dónde están los cuadros del trotskismo en el movimiento obrero, campesino y popular? A excepción de sus reducidos grupos estudiantiles, e incluso a pesar de ellos, el trotskismo sigue siendo lo que siempre fue: un minúsculo grupo anti-partido, escisionista y antisoviético, incapaz de desempeñar cualquier influencia positiva en el movimiento revolucionario. La labor que continuó realizando el partido, a pesar de la ilegalidad, le permitió seguir influyendo de manera decisiva, y genera reacciones importantes: manifestación de obreros y campesinos contra la política de Pascual Ortiz Rubio y en demanda de tierras ( junio de 1930, fuertemente reprimida, asesinados 20 comunistas); manifestaciones de personas sin trabajo contra el paro y la desocupación (febrero y marzo de 1931, de Puebla a la Ciudad de México, Monterrey y Veracruz). Es entre los años 1934-35 que el movimiento huelguístico alcanza cifras destacadas, pues en 34 se realizaron 202 huelgas, y para 1935, el número se elevó a 642, con 145,202 huelguistas. En junio de 1935 estalló la crisis política a partir de las declaraciones del presidente Calles, que exigía el aplastamiento de las huelgas. Se crea entonces el ”Comité Nacional de Defensa Proletaria”, movimiento unificador de la mayoría de los miembros de la clase obrera. El Partido entonces comienza a actuar de manera libre, y los dirigentes actúan abiertamente; cuando se abre el local del Comité Central las autoridades pretenden impedir la actuación de los comunistas, pero sin éxito. El partido presenta entonces una postura ante la candidatura de Lázaro Cárdenas a la presidencia, que actúa bajo el lema “Ni con Cárdenas ni con Calles” primero, y “Con Cárdenas no, con las masas cardenistas sí”, consigna contradictoria que buscaba la defensa de su carácter independiente como partido. En el siguiente congreso de la Internacional comunista se elaboró una táctica de frente popular antifascista e imperialista, buscando abrir camino al socialismo al tiempo que se cerraba al fascismo. El Partido no logra el punto medio ante estas directrices, por lo que algunas actuaciones se consideraron sectaristas, lo que los llevó a romper con una experiencia importante, como lo fue la defensa de la independencia de clase del proletariado frente a la burguesía y la pequeña burguesía, con lo que hacían evidente la incapacidad que tenían para defender la dependencia de la clase obrera, e “impedía que ésta a su vez pudiera atraer a las fuerzas de clase que aspiraban a transformaciones cada vez más profundas y dirigirles contra la burguesía en cuanto ésta volviera las espaldas al proceso de reformas. En consecuencia, en febrero de 1936 se lleva a cabo el Congreso de Unificación Proletaria, seno del que surgió la Confederación de Trabajadores de México (CTM), organización clasista que fundía en una sola, las fuerzas representadas por el CSUM (que actuaban bajo la dirección de Lombardo Toledano y Fidel Velázquez, escindidos de la CROM en octubre de 1933). Éstos últimos, Lombardo y Velázquez, buscaron a toda costa frenar la influencia comunista en los sindicatos cetemistas, imponiendo a los representantes de cada sindicato, “que utilizaban los puestos para la politiquería burguesa, medrar con las cuotas y apaciguar


a los trabajadores”. La crisis vino en 1937, un año después, durante la reunión del IV Consejo Nacional de la central, donde la CTM se escindió y sindicatos dirigidos por el PCM, así como los de líderes independientes, abandonaron el consejo. Resultaban ser estos sindicatos los más importantes, y permanecieron en la Confederación los sectores más atrasados del proletariado. Earl Browder, Secretario General del PC Estadounidense, intervino para resolver el conflicto a solicitud de Lombardo, y proclamó la consigna “Unidad a toda costa”, presionando a los dirigentes del partido para que restituyeran a los sindicatos al seno de la CTM, a pesar de la resistencia existente. En consecuencia, la influencia del partido en los sindicatos decreció, y tiempo después este argumento sirvió para revertir la labor de Hernán Laborde y Valentín Campa, sin considerar que la línea les había sido impuesta, aunque es cierto que tampoco fueron capaces de condenarla aún ante la crisis; la línea fue más bien de capitulación, donde el partido renunciaba a defender posiciones propias y hacía concesiones que no ayudaban de ninguna manera al desarrollo de las fuerzas de la clase obrera, de tal modo que en junio de 1939, el Comité central decidió suprimir las fracciones comunistas en algunos sindicatos; las palabras de Laborde fueron: “¿Creemos que las fracciones son un obstáculo para la unificación completa de los trabajadores de la enseñanza? Pues suprimamos las fracciones”. Previo a esta errónea decisión, el Partido había decidido hacerse a un lado en el asunto de la sucesión presidencial, argumentando que el PRM era el “Frente Popular en las condiciones peculiares de México”, y acabaron imponiendo la candidatura de Manuel Ávila Camacho, aunque no se puede dejar de lado el hecho de que aún con la participación de los comunistas, es muy probable que hubieran impuesto su candidatura. Esto evidenció una vez más el error de continuar la línea de la unidad sin considerar los intereses de clase. En las condiciones de la situación política de 1939, cuando se decidía el futuro inmediato del movimiento revolucionario, democrático y antiimperialista del país, cuando ante las masas estaba planteado el dilema de si el país marcharía hacia la coronación de las tareas democráticas y antiimperialistas, hacia un auténtico ascenso del movimiento revolucionario, o se entregaría el poder a los sectores derechistas de la burguesía; en esas condiciones, la concepción abstracta, sin sentido de clase y conciliadora de la unidad, causó los mayores daños al partido. A pesar de que alguna vez tanto Marx, como Engels y Lenin habían dicho que era preferible la derrota en la lucha, la línea de “unidad a toda costa” fue la única que se siguió, e incluso el mismo Cárdenas, años después, llamó al hecho ”contraderrota pacífica”. El Movimiento obrero y campesino se desmoralizó totalmente, las fuerzas de izquierda se disgregaron, y comenzó el período de severa crisis al interior del PC. A finales de los años treinta llegó al país una delegación de la Internacional Comunista encabezada por Victorio Codovilla, que gestiona para la convocación de un Congreso Extraordinario del Partido, que sirvió para la depuración del mismo, eliminando a Hernán Laborde y a Valentín Campa, tomando como sustento acusaciones superficiales sin investigación de por medio, con lo que se expulsó a muchos militantes al tiempo que fueron disueltas organizaciones enteras en torno a las cuales se agrupaban miles

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de comunistas, es decir, en lugar de que el partido buscara de fondo los problemas reales que lo aquejaban y los corrigiera, sentó las bases para su propia disgregación, previa a la escisión. La delegación de la IC no estaba en condiciones –por su falta de conocimiento-, para realizar un examen objetivo de la labor del partido en los años de crisis y previo a los mismos. No obstante, los materiales que se prepararon para el Congreso señalaron de manera acertada algunos de los errores cometidos, siendo el principal no haber comprendido en todos sus aspectos “la idea leninista de la hegemonía del proletariado en el movimiento democrático y antiimperialista que se había desarrollado”, lo que le impidió defender la independencia de clase y la autonomía política de la clase obrera, justo en el momento en que las circunstancias históricas habían logrado cierta coyuntura entre la clase obrera y las capas radicalizadas de la pequeña burguesía junto con algunos sectores de la burguesía democrática. Sin embargo, la preparación de estos materiales no ayudo a corregir la desviación de raíz al no adoptar una actitud consecuente con los errores, además de que “revelaron la presencia de los mismos errores que se pretendía corregir: “El Partido de la Reunión Mexicana reunía y reúne las condiciones para transformarse en una verdadera organización de frente popular, teniendo en cuenta que en su seno existen las organizaciones sindicales... pero a condición de democratizarse y transformarse en un organismo de frente popular desde arriba hasta abajo”, y después de lo anterior plantearon que el partido debía luchar por ingresar al PRM.


El mismo Laborde aceptó, en un artículo autocrítico de 1940 que preponderaron el valor de la unidad del partido, olvidando el contenido. Estas viejas debilidades de formación le causaron daños importantes en un momento decisivo. Laborde y Campa fueron expulsados, aún cuando sus nombres estaban prácticamente desde la conformación del partido, y aunque habían cometido errores, eran fieles a la causa de la clase obrera y al marxismo-leninismo, como pudo demostrarse con su conducta política posterior. El lema de “unidad a toda” costa hace que el partido entre en su peor crisis hasta el momento, y la etapa difícil se prolongó hasta finales de la década de los años cincuenta. Mientras, se establecieron en el partido métodos burocráticos para solucionar los problemas interno; por ejemplo, cuando surgía algún desacuerdo entre los miembros, se aplicaban prácticas administrativas –incluyendo la expulsión-, en lugar de discutir la posición de los distintos miembros, lo que a la larga creó una imagen del partido que no coincidía con la del revolucionario en lucha que puede exponer sus ideas en un ambiente de discusión libre. En 1943 fue disuelta la Internacional Comunista, cuando el movimiento comunista llegó a una etapa que exigía un nuevo tipo de relaciones, que no estuviera dirigido desde un centro; no se trataba de romper con los vínculos internacionales, sino de enfocarlos de manera distinta, con intercambio de experiencias y puntos de vista, coordinando acciones contra el enemigo en común.

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Lo grandes errores del PC son varios, entre ellos el apegarse del todo a la organización centralizada, lo que impidió ver la diferencia en las situaciones de los distintos países, lo que hacía que la experiencia de cada partido comunista tuviera un distinto porvenir; incluso se difundían esquemas generales de acción que en muchas ocasiones no tenían nada que ver con la realidad de los países. Cuatro años después de la disolución de la Internacional Comunista, se creó el Buró de Información de los Partidos Comunistas y Obreros, en septiembre de 1947, lo que denotó que la idea de una dirección centralizada persistía en la mente de algunos; la muestra más clara del error de ello se dio cuando se condenó al PC Yugoslavo (1949) y fue arrojado de las filas del partido por observar una actitud “antisoviética”, base que sirvió también para eliminar la dirección del Partido Comunista Checoslovaco en 1968 por su intento de edificar el socialismo considerando las particularidades del país, así como el ejercicio de independencia y soberanía del Estado y del partido. Durante el gobierno del Presidente Lázaro Cárdenas, las reformas que hizo, la economía favorable debido a la entrada de EUA a la 2a guerra mundial y la política que ordenaba contener las huelgas (proclamada por la dirección lombardista de la CTM y apoyada por el PCM) permitieron la aplicación del régimen de seguridad social a los obreros, lo que creó un carácter favorable (por el aparente progreso de la burguesía en el poder) la entrada en el Partido de la línea de Earl Browder difundida en el PC Estadounidense. Browder deformó el carácter del imperialismo estadounidense y proclamó relaciones idílicas, de colaboración pacífica entre los regímenes capitalista y socialista en el mundo de posguerras. El revisionismo browderiano proclamaba también la transformación de los partidos comunistas en asociaciones de colaboración de clases y en auxiliares de la política burguesa. Esta línea penetró en la mayor parte de los partidos marxistasleninistas de América Latina. El IX Congreso del PCM, celebrado en mayo de 1944, adoptó las concepciones fundamentales de Browder. Después del congreso fueron disueltas las células de empresa y fueron sustituidas por los comités de barrio, lo que contribuyó a debilitar la influencia del partido en el movimiento obrero, y aunque la consigna fue echada para atrás 18 meses después, muchas células no fueron reconstituidas. Y no hubo en el partido una fuerza opositora al discurso de Browder, lo que contribuyó a profundizar el descenso del movimiento obrero y campesino. Vicente Lombardo Toledano, por su parte, se había mantenido siempre en las filas del partido oficial, pero a partir de ese momento comienza a trabajar para fundar su partido; en 1944 creó la Liga Socialista Mexicana (basándose en la Asociación Política Comunista con la que Earl Browder sustituyó al PC), y pretendía formar, a partir de ahí, “el único partido de la clase obrera”, con base en la asimilación del PCM y de otros grupos. Después de fracasar en sus intentos, logró que el Consejo Nacional de la CTM lo autorizara a crear un nuevo partido, con base en el apoyo a la central sindical. Lombardo es después expulsado de la CTM por Fidel Velásquez, y tuvo que buscar otros apoyos para su partido. La creación de Partido Popular, aunque inicialmente no se presentara como competidor directo de PCM, contribuyó a la confusión sobre todo por las indecisiones en

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31. Obra de la serie El asesinato de Trotsky (detalle). Peter Leventhal, 2007. Ă“leo sobre tela. Foto Mark Alor Powell.



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32 y 33. 34.

Obra de la serie El asesinato de Trotsky (detalles). Peter Leventhal, 2007. Ă“leo sobre tela. Foto Mark Alor Powell. Obra de la serie El asesinato de Trotsky. Peter Leventhal, 2007. Ă“leo sobre tela. Foto Mark Alor Powell.


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35. Obra de la serie El asesinato de Julio Antonio Mella (detalle). Peter Leventhal, 2007. Óleo sobre tela. Foto Mark Alor Powell. 36. La escritura errática de Peter Leventhal, 2007. Foto Mark Alor Powell. 37. Obra de la serie El asesinato de Julio Antonio Mella. Peter Leventhal, 2007. Óleo sobre tela. Foto Mark Alor Powell.


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la dirección del PCM en cuanto a la actitud que debía adoptar ante los militantes del nuevo partido. Inicialmente se autorizó a algunos militantes que formaran parte del PP, y aunque en el X Congreso se reafirmó la postura de buscar fortalecer las filas del PCM y no de otro partido, muchos se mantuvieron con Lombardo. El PCM fue el primer partido de clase obrera organizado en México y, a diferencia de los partidos fundados en otros países, éste no tenía un antecedente de ser el resultado de la escisión de un partido obrero, lo que significa una ventaja en cuanto a que no hay células corruptas que busquen una nueva oportunidad de detentar cierto poder, pero una desventaja en lo relativo a que no había experiencia teórica, política u organizativa, además de que aquí no se había recibido la propaganda marxista con que sí contaban los partidos socialistas existentes previamente a este momento, por lo que el periodo de formación se considera con una duración de entre 10 y 15 años (1919-1935). Sin embargo, la fundación del PCM se da cuando hay ya cierta madurez entre los miembros de la clase obrera, aprovechando la actividad del movimiento obrero que, junto con las masas campesinas, reaccionaban ante los incumplimientos de la burguesía que había hecho en el curso de la revolución, y que olvidaba una vez que había logrado instalarse en el poder. En los primeros años del partido, el núcleo sufrió un fuerte embate cuando Obregón organizó una represión en mayo de 1921, y no fue sino hasta 1923 que la dirección queda conformada de una manera más o menos estable. La aparición de El machete en 1924 ayuda a que por primera vez, una gran cantidad de masas de la clase obrera y campesina accedan a las ideas del marxismo-leninismo y a los principios la Internacional Comunista. Aunque hay que considerar el grado de analfabetismo también, y pensar que la difusión de ideas si bien existió, fue pobre. El partido se adjudica entonces la desaparición del anarquismo, considerando a Ricardo Flores Magón como alguien fiel a sus principios, pero rodeado de una serie de oportunistas adscritos además a la Casa del Obrero Mundial, quien había de antemano pactado con la burguesía para combatir a los campesinos revolucionarios, y a atacar de manera deshonesta a los primeros núcleos comunistas que se conformaron; se adjudican además los comunistas el haber despertado el espíritu de solidaridad y la conciencia internacional con los sectores más avanzados de la clase obrera. Al mismo tiempo, el PCM se dedicó a combatir el reformismo representado en los años 20 por la CROM y por el Partido Laborista. A finales de los 20, el PCM ya había integrado una corriente sindical propia opuesta al anarquismo y al reformismo, lo que dio paso a la conformación de la CSUM, organización condenada a la ilegalidad por la represión callista, misma que tuvo una duración de 5 años. El partido buscó satisfacer uno de los requerimientos leninistas de formación y desarrollo, y aseguran haber sido el primer partido marxista-leninista en Latinoamérica que planteó el problema de la organización del movimiento campesino por la clase obrera, y el primero en formular un programa agrario revolucionario; el hecho de que previamente no existiera un partido campesino, ayudó a que los comunistas se relacionaran con ellos directamente, en lugar de hacerlo a través de algún representante. Esto tuvo como resultado la creación de la Liga Nacional Campesina, primera organiza-

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38. Siqueiros con miembros de la Liga Nacional Campesina. Foto Sala de Arte Público Siqueiros. 39. Detalle de los rostros de Lenin y Engels, obra de la serie Laborde y Campa en Nueva York, Peter Leventhal 2007. Óleo sobre tela. Foto Mark Alor Powell. 40. Asamblea del Partido Comunista Mexicano. Foto SINAFO-INAH. 41. Obra de la serie Laborde y Campa en Nueva York (detalle), Peter Leventhal 2007. Óleo sobre tela. Foto Mark Alor Powell.

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42. Obra de la serie Laborde y Campa en Nueva York, Peter Leventhal, 2007. Ă“leo sobre tela. Foto Mark Alor Powell.


43 43. Obra de la serie El asesinato de León Trotsky (detalles). Peter Leventhal, 2007. Óleo sobre tela. Foto Mark Alor Powell. 44. Obra de la serie El asesinato de León Trotsky (detalle). Peter Leventhal, 2007. Óleo sobre tela. Foto Mark Alor Powell.


ción independiente, en 1926, destruida violentamente por la burguesía en mayo de 1929. La Secretaría General del partido fue asumida en 1929 por Hernán Laborde, quien en ese momento trabajaba en el Buró Político, al tiempo que dirigía la campaña electoral del Bloque Obrero y Campesino. Entre sus antecesores, destaca José Allen, que encabezó la dirección del partido desde su fundación y hasta 1921, Manuel Díaz Ramírez, que lo hizo desde 1921 y hasta 1925, y Rafael Carrillo, quien desertó del lombardismo y dirigió al PCM desde 1925, hasta 1929. Destacan en el texto también la militancia de Julio Antonio Mella (1926-1929), pero me parece que es más por el carácter mítico que su persona adquiere. En este punto está ya presente una de las principales carencias del partido: la importancia de la teoría y su aplicación considerando las condiciones concretas del país y sin olvidar la base marxista-leninista. Los esquemas entonces seguidos eran planteados por la Internacional Comunista (que además los planteaba para todo el mundo), con lo que se ignoraban las palabras de Lenin al respecto, quien subrayaba la necesidad de considerar “la diversidad de condiciones en que tienen que luchar y actuar los distintos partidos para el trazo de su línea política y su programa”. En consecuencia, el IV Congreso de la Internacional comunista calificó a los países latinoamericanos como “semi-coloniales” y “semi-feudales”, y así se hizo nuevamente caso omiso de otra concepción de Lenin, “según la cual la mayoría de los países latinoamericanos se ubicaban en un grupo intermedio, como países en que los movimientos nacionales habían pasado ya en la época de las guerras de independencia y se mantenían como países independientes políticamente, pero sujetos a la dependencia económica y financiera de las potencias imperialistas”. Y seguían entonces los intentos que en el texto se mencionan, pero que no se detallan, de emular de alguna manera los pasos seguidos en revoluciones exitosas, como la cubana, la rusa o la china. De hecho, el concepto que mejor se adecuaba a la realidad latinoamericana era la consigna de “revolución obrera y campesina”, aunque siendo realistas, la consigna no ayudó a la agrupación de estas mismas fuerzas, en función de que la madurez de la revolución socialista no se había alcanzado aún, por lo que el partido carecía de armas cuando se necesitaba dar salida a la crisis económica que afectó al mundo y a México en particular entre los años 1929 y 1933. Es entonces cuando da inicio la campaña anticomunista, con la declaración de ilegalidad del partido y de las asociaciones adheridas a él (CSUM y la Liga Nacional Campesina); además, el presidente en turno (Portes Gil) había roto relaciones con la URSS. El período se extendió hasta 1934. Lenin comete el error de “declarar la guerra” a la democracia pequeñoburguesa, sin considerar que “en la estructura de clase del país tenía un peso enorme la pequeña burguesía, especialmente en el campo, donde las clases no proletarias constituían (y constituyen) una potente fuerza revolucionaria”, considerándolos además como los enemigos más poderosos.

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El lema de “unidad a toda” costa hace que el partido entre en su peor crisis hasta el momento, y la etapa difícil se prolongó hasta finales de la década de los años cincuenta. Mientras, se establecieron en el partido métodos burocráticos para solucionar los problemas interno; por ejemplo, cuando surgía algún desacuerdo entre los miembros, se aplicaban prácticas administrativas –incluyendo la expulsión-, en lugar de discutir la posición de los distintos miembros, lo que a la larga creó una imagen del partido que no coincidía con la del revolucionario en lucha que puede exponer sus ideas en un ambiente de discusión libre. En 1943 fue disuelta la Internacional Comunista, cuando el movimiento comunista llegó a una etapa que exigía un nuevo tipo de relaciones, que no estuviera dirigido desde un centro; no se trataba de romper con los vínculos internacionales, sino de enfocarlos de manera distinta, con intercambio de experiencias y puntos de vista, coordinando acciones contra el enemigo en común. Los grandes errores del PC son varios, entre ellos el apegarse del todo a la organización centralizada, lo que impidió ver la diferencia en las situaciones de los distintos países, lo que hacía que la experiencia de cada partido comunista tuviera un distinto porvenir; incluso se difundían esquemas generales de acción que en muchas ocasiones no tenían nada que ver con la realidad de los países. Cuatro años después de la disolución de la Internacional Comunista, se creó el Buró de Información de los Partidos Comunistas y Obreros, en septiembre de 1947, lo que denotó que la idea de una dirección centralizada persistía en la mente de algunos; la muestra más clara del error de ello se dio cuando se condenó al PC Yugoslavo (1949) y fue arrojado de las filas del partido por observar una actitud “antisoviética”, base que sirvió también para eliminar la dirección del Partido Comunista Checoslovaco en 1968 por su intento de edificar el socialismo considerando las particularidades del país, así como el ejercicio de independencia y soberanía del Estado y del partido. Durante el gobierno del Presidente Lázaro Cárdenas, las reformas que hizo, la economía favorable debido a la entrada de EUA a la 2a guerra mundial y la política que ordenaba contener las huelgas (proclamada por la dirección lombardista de la CTM y apoyada por el PCM) permitieron la aplicación del régimen de seguridad social a los obreros, lo que creó un carácter favorable (por el aparente progreso de la burguesía en el poder) la entrada en el Partido de la línea de Earl Browder difundida en el PC Estadounidense. Browder deformó el carácter del imperialismo estadounidense y proclamó relaciones idílicas, de colaboración pacífica entre los regímenes capitalista y socialista en el mundo de posguerras. El revisionismo browderiano proclamaba también la transformación de los partidos comunistas en asociaciones de colaboración de clases y en auxiliares de la política burguesa. Esta línea penetró en la mayor parte de los partidos marxistas-leninistas de América Latina. El IX Congreso del PCM, celebrado en mayo de 1944, adoptó las concepciones fundamentales de Browder. Después del congreso fueron disueltas las células de empresa y fueron sustituidas por los comités de barrio, lo que contribuyó a debilitar la influencia del partido en el movimiento obrero, y aunque la consigna fue echada para atrás 18 meses después, muchas células no fueron reconstituidas. Y no hubo en el partido una


fuerza opositora al discurso de Browder, lo que contribuyó a profundizar el descenso del movimiento obrero y campesino. Vicente Lombardo Toledano, por su parte, se había mantenido siempre en las filas del partido oficial, pero a partir de ese momento comienza a trabajar para fundar su partido; en 1944 creó la Liga Socialista Mexicana (basándose en la Asociación Política Comunista con la que Earl Browder sustituyó al PC), y pretendía formar, a partir de ahí, “el único partido de la clase obrera”, con base en la asimilación del PCM y de otros grupos. Después de fracasar en sus intentos, logró que el Consejo Nacional de la CTM lo autorizara a crear un nuevo partido, con base en el apoyo a la central sindical. Lombardo es después expulsado de la CTM por Fidel Velásquez, y tuvo que buscar otros apoyos para su partido. La creación de Partido Popular, aunque inicialmente no se presentara como competidor directo de PCM, contribuyó a la confusión sobre todo por las indecisiones en la dirección del PCM en cuanto a la actitud que debía adoptar ante los militantes del nuevo partido. Inicialmente se autorizó a algunos militantes que formaran parte del PP, y aunque en el X Congreso se reafirmó la postura de buscar fortalecer las filas del PCM y no de otro partido, muchos se mantuvieron con Lombardo.

En resumen, tenemos:

1. La falta de tradición teórica del movimiento obrero mexicano y la indiferencia ante el deber de dar una respuesta científica a las cuestiones del desarrollo social nacional, que han sido rasgos característicos en toda la vida del partido, desde su creación. ¿Cómo iba el partido a cumplir la

tarea de introducir la conciencia socialista en los obreros si él mismo no la comprendía? Y debía además adaptarla a las condiciones específicas del país. 2. La causa

de fondo que ha influido de la peor manera se refiere a las concepciones dogmáticas que dejaron una huella muy profunda en toda la actividad del PCM. La teoría se toma convierte en dogma cuando no es tomada como una guía para la acción, cuando se trasladan consignas y fórmulas generales a una realidad distinta. 3. El centralismo burocrático que permitió la expulsión de los discrepantes con los intereses del partido y no permitir la discusión colectiva, libre y

responsable, al contrario de aquello que Lenin proclamaba.



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