Cuaderno 72

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Nº 72 - OTOÑO 2015

REVISTA DE LA FUNDACIÓN PABLO NERUDA

Enrique Lihn

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4 Poesía, situación irregular. Por Oscar Hahn 7 Preguntas y respuestas de Enrique Lihn. Por Eduardo Llanos 10 La puntada invisible. Por Jaime Pinos 12 Pedro, no hablemos de mí. Entrevista a Pedro Lastra 13 La musiquilla de las pobres esferas de Enrique Lihn. Por Pedro Lastra 14 Conversaciones con Enrique Lihn 18 Lemebel: Iluminar los escombros. Por Gladys González 20 100 años de Roland Barthes 21 Veintiún poemas inéditos de Pablo Neruda. Por Darío Oses 22 Cuaderno de composición: Roxana Miranda Rupailaf 24 Buenas y malas prohibiciones. Por Martín Hopenhayn 26 Chile prohibido. Entrevista a Óscar Contardo 28 Matones. Por Leila Guerriero 29 Verboten. Por Juan Guillermo Tejeda 30 El velo de la novia. Por Olalla Tuñas 32 La manzana de la libertad. Por Antonio Gil 33 WWW (recomendaciones digitales) 34 LEA! (recomendaciones de libros) 36

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ENRIQUE LIHN Poesía, situación irregular. Por Oscar Hahn Preguntas y respuestas de Enrique Lihn. Por Eduardo Llanos La Puntada invisible. Por Jaime Pinos Pedro, no hablemos de mí: Entrevista a Pedro Lastra La musiquilla de las pobres esferas de E. Lihn. Por Pedro Lastra Conversaciones con Enrique Lihn


SITUACIÓN

IRREGULAR por

Óscar Hahn

N

o he conocido a nadie cuya vocación creadora fuera más poderosa ni más variada que la de Enrique Lihn. Poeta, novelista, cuentista, dramaturgo, ensayista, actor, pintor, dibujante y cineasta incipiente, en él la creatividad era una urgencia compulsiva, una fuerza implacable que lo impulsaba a mantenerse siempre en movimiento, como si tuviera las horas contadas. Un día cualquiera del año 1983, en uno de mis viajes a Chile, fui a visitarlo a su casa. Abrió la puerta, me estrechó la mano y unos minutos más tarde lo vi inclinado sobre una especie de caballete. “¿Qué estás haciendo, Enrique?”, le pregunté. “Estoy dibujando”, dijo. “¿Algo en particular?”. “No. Cualquier cosa. Si no estoy dibujando, escribiendo o embarcado en algún proyecto, no puedo vivir en paz. Tengo la extraña sensación de que ya no me queda tiempo para nada”. Unos años después los médicos le detectarían un cáncer terminal. Fue como si de pronto ciertos versos suyos se le hubieran llenado de un nuevo sentido: “No hay tiempo que perder en este mundo / embellecido por su fin tan próximo”. El libro que instaló a Enrique Lihn como una figura central de la poesía chilena fue La pieza oscura, que incluye poemas escritos entre 1956 y 1962. Es allí donde su voz adquiere una fisonomía propia. Hay en ellos una prosodia inconfundible, una cadencia rítmica y un tono que solo son suyos. Vale la pena detenerse en dos poemas emblemáticos: “La pieza oscura” y “Monólogo del viejo con la muerte”. El tema del primero es el “empalagoso pánico” que produce el despertar de la sexualidad en dos parejas de niños encerrados en una habitación. La escena está narrada desde la perspectiva de uno de ellos, ya adulto, el que se pregunta: “¿Qué será de los niños que fuimos?” La respuesta de Lihn en el libro de conversaciones con Pedro Lastra es inquietante. Sus recuerdos de infancia no serían sino invenciones de la memoria que se confabula con el lenguaje poético. En el “Monólogo del viejo con la muerte”, la Parca se dirige a un anciano y va repasando y recordándole distintas etapas de su vida. La voz de la muerte es, al mismo tiempo, la voz del viejo: el hablante y su interlocutor son uno y el mismo. Es una visión original, muy distinta a aquella que presenta a la muerte como un personaje con vida propia, independiente del ser humano. Enrique Lihn nunca quiso hacer una poesía intransitiva, es decir, que fuera una pura combinación verbal tejida con figuras retóricas, sino lo que él denomina una poesía “situada”. Se trata de contar hechos que ocurren en un espacio “real”, vistos desde la óptica de un yo confesional. Su estrategia consiste en utilizar las diversas herramientas que ofrece la narrativa, sin sobrepasar las fronteras que separan a la poesía del cuento o de la novela. De una expresión coloquial libre, pero con límites afines a los del versículo, el lenguaje poético de Enrique Lihn derivó hacia una forma que se fue acercando cada vez más a la dicción y al ritmo de la prosa. Lo anterior no fue un impedimento para que se desplazara hacia el otro extremo y

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Enrique Lihn

Enrique Lihn., Santiago, 1984. Fotografía: © Inés Paulino. (Fuente: www.archivoinespaulino.cl)



ensayara también esa estructura ceñida que es el soneto. En los años de la dictadura llegó a sostener que sus sonetos eran una pequeña cárcel que representaba a la cárcel mayor en la que se había convertido Chile. “Frecuentar su poesía es enfrentarse con una voz que lo cuestiona todo”, dijo alguna vez Roberto Bolaño. De ese cuestionamiento no se salva ni siquiera la poesía misma. Lihn llegó a llamarla “la musiquilla de las pobres esferas”. Y en un poema titulado “Rimbaud” envidia al poeta francés, porque “botó esta basura” y “le dijo no a este ejercicio / a esta masturbación desconsolada”. Enrique Lihn siempre tuvo una relación amor-odio con la poesía. El mismo poeta que la vitupera es el que le rinde tributo con el célebre verso: “Porque escribí, porque escribí estoy vivo”. Hay un verso de La pieza oscura que no puedo releer sin un escalofrío. Es cuando Lihn declara que escribir significa “trabajar con la muerte codo a codo”. Porque, increíblemente, ese verso terminó por convertírsele en una experiencia real. Al conocer la noticia de que la muerte ya corría acompasadamente a su lado, Enrique emprendió una desesperada carrera junto a ella, y trató de mantenerla a raya escribiendo poemas, exorcizándola mediante la escritura. De este modo, él mismo se vio —ahora literalmente— “trabajando codo a codo con la muerte”. Hasta el extremo de que, cuando sintió que su cuerpo flaqueaba por efecto de la enfermedad y que ya no tenía fuerzas para sostener ni siquiera el más leve peso, pidió que le amarraran el lápiz a la mano derecha, y continuó su tarea: “Todavía aleteo / con el pescuezo torcido y las alas en desorden”, advirtió. Solo entonces, con el lápiz transformado en una especie de prótesis, este heroico inválido pudo dar fin a su último libro. Son los textos que reunidos y transcritos por Pedro Lastra y Adriana Valdés se publicarían póstumamente con el título de Diario de muerte. Ejemplar y sobrecogedora lealtad de un escritor a su oficio. En uno de sus ensayos Lihn afirma: “La escritura es una catástrofe que se goza, una muerte que se vive”. ¿Cómo iba a saber que con esas palabras estaba presagiando los meses de su agonía, el duelo a pluma con su propia muerte? Encerrado en la pieza que se va poniendo cada vez más oscura, Enrique Lihn versifica esa querella entre la creación y la nada, y “el papel se cubre de signos, como un hueso de hormigas”. La muerte tira hacia su orilla para arrasar esos signos, pero la escritura resiste tirando hacia el lado de la vida. Hasta que la cuerda se rompe. Y cuando la muerte cree que por fin puede cantar victoria, se equivoca de plano. Porque el canto de la muerte no ha prevalecido nunca. Lo que prevalece es el canto de los poetas. (Fragmentos del prólogo a Poesía, situación irregular).

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Enrique Lihn

Enrique Lihn (1929-1988), Poesía, situación irregular. Selección y prólogo de Óscar Hahn. (Colección Visor de poesía. Madrid, 2014).


Preguntas y respuestas de

ENRIQUE por

Eduardo Llanos

S

e me solicitan algunas palabras sobre Enrique Lihn. Reviso entonces lo publicado, que no es poco, pero no me parece sencillo resumirlo. Opto entonces por rescatar algunas respuestas emitidas en entrevistas olvidadas o de difícil acceso. Las signadas con el primer numeral romano (I) corresponden a una entrevista que me hizo Adán Méndez con motivo de la publicación de Porque escribí (Fondo de Cultura Económica, Santiago, 1995), primera antología panorámica de la obra poética de Lihn y que lamento que hoy no se pueda seguir reeditando. Las respuestas signadas con el numeral siguiente (II) son extractos de una entrevista que me hizo, en 1994, el poeta y crítico Óscar Sarmiento para El otro Lihn, libro que se publicó siete años más tarde .

I

¿En

Lihn en ¿qué papel cumple en ella?

qué lugar colocarías a

chilena?

la poesía

Pienso que los grandes poetas chilenos tienen una ejemplaridad que rebasa el marco nacional. En el caso de Lihn, creo que, entre los nacidos en torno a 1930, es uno de los mayores del ámbito latinoamericano. Respecto a su papel, diría que su lucidez y su honestidad creadoras implican varias lecciones simultáneas. Él mostró que, sin necesidad de convertirse en un mero epígono de Parra, se podía compatibilizar la demolición antipoética con una lealtad hacia un lirismo genuino y renovado, que no se hace concesiones, pero que tampoco abdica de la subjetividad. También mostró en la práctica –y no sólo con declaraciones– que el compromiso social del poeta era posible y deseable, pero que no puede reducirse a una simple militancia que sacrifique la lealtad hacia el arte y su naturaleza más íntima, por mucho que a veces esa militancia lindara con el heroísmo o incluso con el martirio.

Pero, como todos, Lihn deseaba ser escuchado… Es verdad, pero si bien Enrique deseaba una difusión y un reconocimiento más condignos de su mérito, de ninguna manera incurrió en componendas corruptas o en ninguneos edípicos, ni emprendió una carrera hacia la obtención del Premio Nobel o siquiera del Premio Nacional de Literatura. Definitivamente, no daba puntada con hilo. Y estos rasgos son visibles por igual en su vida y en su obra. Esa coherencia, que los mejores poetas chilenos de su promoción también comparten, es cada día más rara y menos valorada, pero cada vez más y más necesaria. En

el prólogo de este libro parece predominar

Llanos, mientras que en la selección de los textos, el académico: es decir, al elegir los el poeta

poemas usted fue menos personal que al escribir el prólogo.

¿Por qué?

No me había dado cuenta de eso. Respecto a la selección, puedo asegurar que me orienté por un

Enrique Lihn

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criterio que en gran medida es también ‘poético’: procuré incluir los poemas que yo tendía a releer, es decir, aquellos que prolongaban el imantamiento. Aparte del prólogo, que en verdad es una semblanza más o menos personal, el libro contiene un apéndice crítico de cierta extensión, que me parece más bien ‘objetivista’. En cualquier caso, y sea de ello lo que fuere, pienso que el crítico debe pulsar todas las cuerdas que sean válidas para suscitar una lectura atenta y panorámica de las obras valiosas. Hablemos ahora de usted, como poeta y crítico. ¿Cómo interactúan ambos oficios? Creo que hay algunos denominadores comunes que atraviesan tanto mi actividad crítica como mi poesía. Actúo movido por una persuasión íntima, no por cálculos ni por deseos de congraciarme con nadie, mucho menos con el establishment o con los mafiosos de cuello y corbata. Procuro distanciarme tanto del hermetismo como del facilismo, y así como en la crítica no practico el ninguneo (otra cosa muy distinta es que no me alcance el tiempo para referirme a todos los textos y autores que aprecio), así también evito que en mi poesía tome la palabra un solo yo. En temas y registros mi escritura es plural. Ambos oficios –para mí– se potencian mutuamente. ¿Qué lugar ocupa en ese contexto la antología de Enrique Lihn? Respecto a Porque escribí, creo que se trata del cumplimiento de una tarea necesaria, porque la poesía de Enrique requiere y merece una lectura panorámica, recontextualizadora y justiciera, pero no vengativa. La ingratitud y el ninguneo son signos de barbarie, y a la larga resultan culturalmente suicidas.

*

II

¿Cuándo comenzaste a leer los poemas de Lihn? Comencé a conocer la poesía de Enrique Lihn a los dieciocho años, cuando leí La pieza oscura en la biblioteca del Instituto Chileno-Norteamericano. Cuando leí ese libro pensé, pese a la precariedad de mis conocimientos, que se trataba […] del poeta más importante después de la generación de Parra.

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Enrique Lihn

Entonces

el diálogo en torno a lo literario se

dio mucho entre

Lihn y tú.

Mucho. Me pasaba intercambiando opiniones críticas con él; no polemizando. Aunque no coincidíamos, lo interesante era que cada uno podía desplegar sus argumentos. […] Creo que fue perdiendo interés por algunas líneas poéticas chilenas, habiéndolo tenido en algún minuto. Por ejemplo, estoy pensando en Jorge Teillier, de quien se expresó bien a propósito de su hermoso libro El árbol de la memoria, y también de Carlos de Rokha, a quien nunca más volvió a valorar. Por otra parte, no todo era discrepancia. Compartí con Enrique, por ejemplo, el aprecio por Manuel, una figura solitaria, callada, cuya poesía lo refleja de cuerpo entero; un tipo de persona […] que opera en la soledad y no de cara a un público que, como decía Enrique, es “una galería imaginaria”. Entiendo que participaste con Jorge Montealegre en una actividad que Lihn organizó en la Galería Época. Enrique nos pidió estar presentes. La idea era congregar a los poetas y artistas chilenos en torno a la reivindicación del oficio de la sobrevivencia cotidiana. Hubo [allí] un rescate de lo humilde. Cada uno tenía que llevar un objeto, una figura, una creación, o una reelaboración de una creación ajena que fuera connotadora de esa adhesión. […] Fue una exposición bastante difícil de organizar –le dio varios dolores de cabeza a Enrique– porque, como en otras oportunidades, al final quedaba solo, gastaba muchas energías y se desgañitaba discutiendo con cierta gente. En esa ocasión se le cerraron las puertas municipales en varias partes: por ejemplo, en Santiago y en Viña del Mar. La idea era enfrentar a las autoridades pinochetistas o semipinochetistas a un desafío cultural inasimilable, como esta exposición que se adscribía al arte de sobrevivir vendiendo chucherías o haciendo trabajos muy mal pagados. La verdad es que todo resultó más bien caótico, porque la ambición de convocar a tanta gente era desmesurada para los momentos que se vivían en Chile. Los que asistimos, en todo caso, lo hacíamos con alegría y, sobre todo, con la sensación de ser cómplices de un desafío […]


¿Cómo fueron los últimos días de Enrique Lihn? […] En ese tiempo yo estaba recién separado y fue poco lo que alcancé a ir a verlo; debe haber sido mayo la última vez que lo vi. Ese último encuentro fue muy especial, porque había un ambiente político muy agitado, ya que se estaba convocando al plebiscito del ’88. Conversamos de muchas cosas y se citaron muchos poemas. Ese día Nicanor estuvo particularmente chispeante, le dio mucho ánimo a Enrique. […] Resultó muy simbólica también la muerte de Enrique, porque ocurrió justo en el mismo momento en que se estaba inaugurando el encuentro Chile crea y, además, su entierro coincidió con el aniversario del nacimiento de Neruda. Enrique murió el diez de julio y lo enterramos el doce.

N

o t a

Esta entrevista apareció (bajo el título de “Panorama de Lihn”) en Punto final, Santiago, junio 1995, p. 22. Ahí mismo había además una lúcida nota de Virginia Vidal: “Enrique Lihn es una campanada”. Ver Óscar Sarmiento: El otro Lihn. En torno a la práctica cultural de Enrique Lihn. University Press of America, Lanham / N. York / Oxford, 2001, pp. 111-118. Los demás entrevistados son Jorge Edwards, Germán Marín, Adriana Valdés, Jorge Teillier, Pedro Lastra, Waldo Rojas, Carlos Germán belli, Felipe Alliende, Andrea Lihn, Rigas Kappatos, Garmán Arestizábal, Claudia Donoso, Óscar Gacitúa y Jorge Montealegre.

1994-2015.

En enero de 1984, el poeta y periodista Hernán Miranda se

encerró en una jaula del Zoológico de Santiago. Vestido de terno y corbata y portando un maletín, fue exhibido como un animal más. Miranda quería registrar las reacciones del público ante este homo sapiens, y luego publicar un artículo en el diario La Tercera. Previamente, invitó a diversos poetas y artistas de la época. Por rara casualidad, llegó a manos de Jorge Montealegre una cámara fotográfica. Mientras Nicanor Parra, Enrique Lihn y Eduardo Llanos conversaban, Jorge tomó sin aviso esta instantánea, que se mantuvo inédita hasta ahora. Enrique Lihn

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LA PUNTADA INVISIBLE por Jaime

“N

Pinos

o me avengo ni con los partidos, ni con las iglesias, ni con las mafias, ni con las camarillas”. Esta declaración de Enrique Lihn resume una línea de conducta, una política y una poética, que harían del poeta un permanente desinstalado; un marginal a cualquier circuito de poder. En ese sentido, Enrique Lihn nunca dio puntada con hilo. “Su vida política y su relación con la política fueron también producto de una actitud apasionada y delicada. Lo que Cristián Huneeus dice de Enrique, de que ‘no dio nunca puntada con hilo’ me parece que lo retrata íntegramente. Si había una cosa de la que se podía aprovechar, siempre la echaba a perder”, dice Adriana Valdés. Una persistencia que puede explicarse por su fidelidad artística y personal a cierta concepción de la literatura y el arte: “El arte, al menos el moderno y contemporáneo, es, dentro de su especificidad y con ella, una crítica de lo que el orden establecido impone como la realidad”. A pesar de todo, su influencia no ha dejado de acrecentarse durante los últimos años. Su trabajo es para muchos poetas, jóvenes y no tanto, no sólo una referencia literaria sino también moral. A pesar de los olvidos y los intentos interesados por despolitizar la lectura de su obra, Lihn sigue y seguirá siendo la puntada invisible. Aquella que nos permite vincularnos con las vertientes de una tradición encarnada en él y en otros poetas de su estirpe. Pienso en Parra, en Lira, en Roberto Bolaño. Una tradición que nos recuerda, aún en medio de este país donde predominan oportunistas y cobardes, que la poesía tiene una tarea ineludible: “pluralizar y socializar el arte renovándolo, pero en los términos masivos en que se plantea la necesidad colectiva de transformar la historia de este país antes que se convierta, del todo, en un lugar inhabitable”. (Fragmento de “La puntada invisible”, texto incluído en el libro Horroroso Chile. Ensayos sobre las tensiones políticas en la obra de Enrique Lihn, Alquimia Ediciones, 2013).

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Enrique Lihn

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Enrique Lihn en su casa de Providencia. Santiago, 1984. Fotografía: © Inés Paulino. (Fuente: www.archivoinespaulino.cl)


NO HABLEMOS DE MÍ

Entrevista a Pedro Lastra

U

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na historia. Estábamos Enrique y yo haciendo unas notas sobre poetas chilenos. En ese momento llegó el cartero con un paquete que contenía su libro Pena de extrañamiento (1986), recién salido de imprenta. Entonces, empecé a celebrar el libro: “¡Qué bien que ha quedado esto! ¡Mira!”, le dije mostrándole el ejemplar. Y Enrique, cerrándolo, me dice: “Pedro, sigamos en lo que estamos haciendo”. 2 En otra ocasión, pensábamos en una antología de poesía chilena. Siempre tuvimos la convicción de que cuando se prepara una antología uno no debe incluirse. Entonces, le dije: “Enrique, yo tendría que incluirte a ti”. Y él respondió: “¿Ves, Pedro? No podremos hacer una antología: tú querrías ponerme a mí, yo querría ponerte a ti. Entonces, mejor no hagamos nada”. 3 A Enrique Lihn no le gustaba hablar de él. Siempre tuvo consciencia de lo que valía, pero nunca tuvo necesidad de autovanagloriarse. Huía de eso. Yo lo conocí muy joven y siempre fue así. Uno intentaba celebrar su trabajo y él de inmediato te cambiaba el tema de conversación. Es un caso muy ejemplar. Hay mucha gente que no sabe eso. Incluso, una vez en mi casa estábamos hablando de una cuestión personal relacionada con él. Enrique me dice: “No, Pedro, no hablemos de mí”. Él sabía muy bien lo que debía ser un escritor y un artista.

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LA MUSIQUILLA DE LAS POBRES ESFERAS de

por

Pedro Lastra

D

esde el título, este libro de Enrique Lihn se propone como poética desmitificadora: las concepciones sagradas de la poesía, del poeta y del lenguaje son cuestionadas aquí con implacable lucidez y desde diversos puntos de vista, desplegando ante el lector una vasta y extraordinaria indagación sobre el ser y el sentido de la escritura poética de nuestro tiempo. Varios de estos poemas forman parte del registro antológico más difundido y admirado de Enrique Lihn. En uno y otro de los textos de esta obra singular recurre la desencantada y reveladora convicción de que “el estilo no es el hombre sino la suma de sus incertidumbres”, pero junto a ella también la reflexión sobre los trabajos del poeta como un saber y un hacer de salvación, que se lee por ejemplo en los memorables poemas “Kafka” y “Porque escribí”, este último estimado por muchos como una de las piezas fundamentales de la literatura chilena e hispanoamericana. Pocas veces habremos asistido a una disección más penetrante del quehacer poético y de la cual el mismo surja, finalmente, tan esclarecido en sus dimensiones profundas.

En la fotografía: Enrique Lihn. y Pedro Lastra, Santiago, Febrero de1979. (Fotografía tomada de Conversaciones con Enrique Lihn, Editorial UV, 2014).

Enrique Lihn (1929-1988), La musiquilla de las pobres esferas. (Editorial Universitaria. Santiago de Chile, 2008. Primera Edición: 1969).

Enrique Lihn

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CON ENRIQUE LIHN

L

La poesía

a poesía no es un comentario de lo que es; en ella se constituye una forma del ser. La memoria efectúa el mismo trabajo que la escritura: la creación de la infancia en la palabra poética corrobora esta relación simbólica entre la memoria y el lenguaje.Cuando era alumno de Bellas Artes, todos estábamos de acuerdo allí, con razón o sin ella, de que solo se podía ser un buen pintor abstracto si se pasaba por la disciplina del arte figurativo, empezando por la más puntual academia. Yo le temo a la gratuidad de la poesía que no se funda en un modelo “real”. La realidad Creo en la realidad de la literatura no ciertamente como algo dado, sino en el modo de encontrarle un sentido a las cosas, según una técnica o unos procedimientos exclusivos que constituyen la especificidad del discurso literario. Lo que yo he intentado hacer al menos, por mucho que parezca irrealista, es el producto de un cierto enfrentamiento con la situación. La realidad es el horizonte cultural desde el que se escribe; una realidad cultural, pues siempre en cada caso con características muy precisas. El pretexto de los textos es su situación. Una obra no deja nunca de estar situada. La pieza oscura La verdad es que La pieza oscura es un libro que solo puede interesar si se admite que es un libro de poesía bien hecha. Siempre vuelvo a colocar necesariamente el poema “La pieza oscura” al centro de mis lecturas o conversaciones sobre mi poesía. También me sirve para precisar mi idea de la relación entre la memoria y el lenguaje poético, algo así como una misma actividad que se desarrolla en planos homólogos. El sujeto de “La pieza oscura” da cuenta de la imposibilidad de reconstruir en sí misma la infancia: es la memoria la que la está produciendo a la par con el lenguaje poético, actividades que se identifican. La infancia es lo que solo existe gracias a la memoria en el presente del texto. Nicanor parra Conocí a Nicanor Parra el año 1947. Yo que entonces escribía con esa precariedad abundante de los poetas jóvenes, tratando de hacer arabescos verbales, tuve la sensación de la economía y de la madurez que caracterizaban al sujeto de esos textos y al autor de los mismos. Como éramos vecinos en el barrio Nuñoa volví con frecuencia a visitarlo, ahora con amigos de mi propia generación. El Quebrantahuesos formaba parte de los trabajos verbales que siempre se hacían en casa de Parra: una praxis poética continua. Los autores/editores del Quebrantahuesos éramos Nicanor, Jodorowsky, Jorge Berti y yo.

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Ilustraciones de Enrique Lihn en Revista Crisis, nยบ 74, 1989. Buenos Aires, Argentina.


Gabriela mistral Voy a hacer una confesión: escribí la “Elegía a Gabriela Mistral” antes de que ella muriera, mientras agonizaba como una papisa en Long Island, acontecimiento que uno podía seguir por los comunicados de prensa. Yo no había conocido a esa persona, con la que estaba reconocido y a la que me hubiera gustado expresarle mi reconocimiento. Se frustraba la posibilidad de conocer a la Mistral y de ser conocido por ella. Se abría la posibilidad del reconocimiento. Yo pensé en lo que podría haber quedado de su palabra en mí. Neruda Me siento tan cerca de Neruda como de muchos otros poetas modernos. Se trata efectivamente de una personalidad poética ductora, de esas que ocupan espacio de dos o tres generaciones de ejemplares paródicos. Yo percibo a Neruda como una individualidad en cierto sentido irreductible, pero clasificable por sus relaciones con el simbolismo y postsimbolismo (desde Baudelaire hasta T.S. Eliot). De su obra, yo me quedo con las Residencias y me atrevo a pensar que sobran algunos o varios volúmenes en sus obras completas. Las Residencias se escribieron en un verso verdaderamente libre. La escritura de Neruda expone y oculta, hace reverberar un sentido inmanente a sus modos de producción. Todo poeta suficiente es irrepetible: está datado pero mantiene su vigencia. Hispanoamérica La casa de antigüedades es lo que más se parece a esa parte de la memoria en que todo escritor hispanoamericano es un europeo de segundo o de tercer orden. No por mediocridad, sino por fatalidad históricocultural. Hispanoamérica está todavía por fundarse. Es un terreno de aluvión y a veces un inmenso baldío. Supongo que de ahí nos viene esa obsesión por “los fundadores”, en la poesía y en todo lo demás. (Textos de Enrique Lihn seleccionados de Conversaciones con Enrique Lihn).

Pedro Lastra, Conversaciones con Enrique Lihn. (Editorial Universidad de Valparaíso, 2014).

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Enrique Lihn


e l i h C o s o r o r r o h l e d í l Nunca sa ios

ar mis viajes que no son imagin momento tardíos sí - momentos de un zo no me desarraigaron del eria remoto y presuntuoso ceo Alemán Li el e qu a bl ha l de lí sa a Nunc un regimiento en mo co os ti pa s do s su en me inflingió ilio imposible ex un de o lv po el la el en mordiendo ado rencor: gr sa un an ir sp in me s ua ng Otras le materna ua ng le la n co er rd pe de o el mied de nada. toda la realidad. Nunca salí

Enrique Lihn


ILUMINAR LOS ESCOMBROS

por

Gladys González

E

n el libro Adiós, Mariquita Linda (2004) Pedro Lemebel escribió: “de recordar la pobla y el resumo a sobaco y ropa con olor a detergente, de saber que ya no vivo en ese paisaje del Santiago sur, donde aún los bloques de tres pisos siguen siendo la estantería habitacional de los pobres […] Qué digo, si la llamada convivencia allí es una jaula de llantos, peleas y gritos que atraviesan las frágiles murallas, los tabiques de cartón de mi viejo barrio que nunca me quiso, nunca me soportó y menos pudo imaginar que el maricón del tercer piso le daría una estrella de gloria a la descolorida pobla”. De esta forma Lemebel hizo un trabajo de visibilización, por medio de la crónica, del trabajo plástico y la performance, dio cuenta de la desigualdad, la inequidad, la carencia, en los espacios periféricos y marginales. La belleza de sus libros no solo recae en la metáfora de la calle, del paisaje social y el lumpen sino que también establece otra forma de develación que tiene que ver con el corazón, con las emociones, con el tatuaje y las cicatrices de una vida intensa. El desafío de encarnar como personaje y como escritor el dolor más profundo, lo que se prefiere no ver, lo desgarrador de conmoverse, rebelarse, dar testimonio de un espacio sociocultural y afectivo, de un emplazamiento habitado por personas que no forman parte de los discursos oficiales ni le interesan a los medios de comunicación, excepto para estigmatizarlos y culparlos de sus circunstancias. Dar voz y vida a lo que más odia y teme la aspiracional burguesía, el medio cultural institucionalizado y la clase política: los pobres. Él da dignidad a esa pobreza en sus escritos y discurso. Las páginas de sus libros son un tapiz crudo, afilado, honesto y directo donde se exhibe la falta de oportunidades, en un país donde prevalece el prejuicio, la cosificación de lo subalterno, de lo distinto, de lo marginal, de lo indígena, de la mujer, del homosexual. Es en esta falta donde reina a la vez el amor, la complicidad, el humor, el deseo y la ternura, en sus más diversas y extrañas variantes. En medio de una necesidad vital, personal y colectiva —cercana a la sobrevivencia— de ser amado. En una entrevista dada al desaparecido diario La Nación el año 1995 explicaba su quehacer, su política escritural, su posición respecto al oficio de la siguiente forma: “Es como iluminar las ruinas, el deterioro. Esa ciudad que va decayendo, que va desapareciendo por sobre las torres de espejos. Iluminar los escombros, a través de este ojo escritural, que son las crónicas”.

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Pedro Lemebel


Pedro Lemebel. (1954-2015) Poco Hombre. Selecci贸n y pr贸logo de Ignacio Echevarr铆a. (Ediciones Universidad Diego Portales, 2013). Premio municipal de literatura de Santiago 2014.


100 años de

ROLAND

“N

o siendo escribir una actividad normativa ni científica, no puedo decir por qué ni para qué se escribe. Solamente puedo enumerar las razones por las cuales creo que escribo: 1. Por una necesidad de placer que, como es sabido, guarda relación con el encanto erótico. 2. Porque la escritura descentra el habla, el individuo, la persona, realiza un trabajo cuyo origen es indiscernible. 3. Para poner en práctica un “don”, satisfacer una actividad distintiva, producir una diferencia. 4. Para ser reconocido, gratificado, amado, discutido, confirmado. 5. Para cumplir cometidos ideológicos o contra-ideológicos. 6. Para obedecer las órdenes terminantes de una tipología secreta, de una distribución combatiente, de una evaluación permanente. 7. Para satisfacer a amigos e irritar a enemigos. 8. Para contribuir a agrietar el sistema simbólico de nuestra sociedad. 9. Para producir sentidos nuevos, es decir, fuerzas nuevas, apoderarse de las cosas de una manera nueva, socavar y cambiar la subyugación de los sentidos. 10. Finalmente, y tal como resulta de la multiplicidad y la contradicción deliberadas de estas razones, para desbaratar la idea, el ídolo, el fetiche de la Determinación Única, de la Causa (causalidad y “causa noble”), y acreditar así el valor superior de una actividad pluralista, sin causalidad, finalidad ni generalidad, como lo es el texto mismo.” Roland Barthes (1915-1980), “Diez razones para escribir”. Variaciones sobre la escritura. Trad.: Erique Folsch González. (Buenos Aires: Paidós, 2002) 41-42.

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100 años de Roland Barthes


Veintiún poemas inéditos de

PABLO NERUDA por

Darío Oses

L

posee la colección más completa de originales manuscritos y mecanografiados de la obra del poeta. En junio de 2011 se inició un trabajo de revisión detallada de este material. Fue un excepcional viaje hacia el interior de la poesía de Neruda, en su materialidad primordial. Trabajar con esos originales era como regresar a los momentos iniciales de la creación del poema. Entre miles de páginas sueltas, entre blocks y cuadernos, fueron apareciendo poemas que no estaban publicados. Buscamos una y otra vez, esperando encontrarlos en alguno de los muchos poemarios de Neruda, o en las compilaciones de su poesía dispersa, sin resultados. El material era muy diverso: había borradores, textos muy fragmentarios, otros tarjados. También poemas festivos, ocasionales y punitivos y, por último, poemas que tenían un desarrollo y una calidad comparable a la de la poesía publicada de Neruda. De éstos seleccionamos los veintiún poemas inéditos que fueron publicados por la editorial Seix Barral, para todo el mundo hispanohablante. Nos han preguntado ¿por qué la Fundación los publica ahora, si Neruda no lo hizo en su momento? Respuesta: ¿y por qué no? El poeta no dejó ninguna indicación de que no se publicaran. Los poemas no están tarjados ni tienen marcas que puedan indicar su voluntad de desecharlos. Neruda tampoco los tiró al canasto, por el contrario, los conservó y esa es la señal que con más claridad autoriza su publicación. Estos poemas pueden situarse dentro de los grandes temas de la poesía de Neruda: el amor, la naturaleza de su patria, el mundo y las cosas que lo llenan, su propia autobiografía, los deberes del poeta, los mascarones de proa, los viajes, los oficios y los trabajos del hombre, las representaciones de sí mismo. La aparición de estos poemas reafirma la condición de poeta inagotable que tiene Neruda. Inagotable, no tanto por el hallazgo de textos inéditos, que es poco frecuente, sino por la posibilidad de Pablo Neruda (1904-1973), encontrar siempre nuevas lecturas Tus pies toco en la sombra y otros poemas de su poesía. a fundación pablo neruda

inéditos. (Seix Barral, 2015).


DE COMPOSICIÓN

La ciudad es una trampa esta ciudad es un agujero un laberinto negro donde nadie espera donde nada espera Yo que soñé el abrazo y el abrazo no estuvo, sí, la palabra sucia salida de la boca de los brutos

Esta ciudad está llena de brutos de violencia de ojos que son cuchillos de piedras que todos quieren arrojar sobre los cuerpos esos cuerpos que son el aleteo limpio de la imaginación esos cuerpos que son agua, oxígeno de calles consumidas por el humo por el fuego y el azar de golpearnos por doquier amoratarnos vaciarnos el adentro lamer toda la esquina reconstruir el cuerpo zurcir la escena Esta ciudad Este país está lleno de brutos

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ROXANA MIRANDA RUPAILAF Enrique Lihn

(Osorno, 1982)


Prohibiciones

Buenas y malas prohibiciones. Por Martín Hopenhayn Chile Prohibido: Entrvista a Óscar Contardo Matones. Por Leila Guerriero Verboten. Por Juan Guillermo Tejeda El velo de la novia. Por Olalla Tuñas La manzana de la libertad. Por Antonio Gil


BUENAS Y MALAS por

D

Martín Hopenhayn

ios ha muerto, todo está permitido”. Este grafiti o slogan “sesentero” retoma la proclama nietzscheana de La Gaya Ciencia formulada casi un siglo antes. Pero si Nietzsche la colgó en sus páginas como prolegómeno del nihilismo (nihilismo necesario, pero doloroso), los grafiteros de las revueltas estudiantiles la exhibieron como invitación a la fiesta y promesa de liberación. Y desde allí, el “prohibido prohibir” nos hace bailar al compás de un ideario de secularización radical en que el sujeto será tanto más pleno cuanto menos reprimido se encuentre en su entorno inmediato, en el sistema de regulaciones penales, en la cultura y en su propia interioridad. Desde esta perspectiva afirmativa de la libertad individual lo prohibido ha sido denostado y atribuido a la arbitrariedad del soberano, a la rigidez de la costumbre, la dominación de un grupo sobre otro, y la manipulación psicológica ejercida por diversas figuras de autoridad. La prohibición, se dirá, alimenta los peores fantasmas de la mala conciencia (Kafka lo sabía muy bien y lo convirtió en alegoría como nadie), infunde miedo y autolimitación, confina a muchos a la sombra o al encierro. La secularización se reivindica, en contraste, como un laborioso proceso para remontar las prohibiciones hasta sus causas espurias, exponerlas a la luz de la crítica y ampliar, progresivamente, el espacio libre de tabúes y prejuicios. Freud, Reich, Marcuse, Foucault y tantos otros son parte del elenco de estrellas en esta tarea de desenmascaramiento y emancipación respecto de lo prohibido.

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Buenas y malas prohibiciones


Hasta aquí, mirando hacia atrás, vemos que hemos avanzado. Las costumbres se han flexibilizado y la autoridad, desde la familia hasta el Estado, ha caminado de menos a más en libertades, y de más a menos en prohibiciones. Al menos en esta parte del mundo que llamamos “modernidad”. Pero la prohibición tiene otro sentido, de irreductible vigencia, pues resulta imprescindible para garantizar la integridad de las personas, la convivencia ampliada y la continuidad de la vida en sociedad: no matar, no violar, no robar, no estafar, y otros tantos sine qua non de la paz de cada día son prohibiciones a las que adherimos como tales porque queremos protegernos y proteger a nuestros seres queridos, y queremos, también, vivir en un mundo donde la gente se quiere más y se agrede menos. Es cierto que el mundo ideal es aquel en que estas prohibiciones dejan de ser necesarias y donde todos deseamos espontáneamente el bien de todos los demás, pero sabemos que eso hace parte del orden de lo ideal, y que, a medida que transitamos de una comunidad reducida a un mundo globalizado, este ideal se hace cada vez más inverosímil. En la realidad, y conforme avanza la modernidad con todos sus ruidos, tenemos que enfrentar, tarde o temprano, la interpelación conservadora que nos acusa de haber abierto el dique de lo permitido a tal extremo que hemos licuado todas las prohibiciones, incluidas las necesarias para la convivencia. Y que hoy más gente roba, estafa, miente, rompe lealtades y traiciona a sus más queridos, porque las prohibiciones son más débiles en la conciencia de muchos. Así, nos vemos atrapados entre el secular anhelo de liberación respecto de las prohibiciones, y el rescate de un orden colectivo pacífico y con menos riesgos. A esta contradicción se agrega una más, que desde hace un tiempo se hace oír por los críticos de la postmodernidad, a saber: que al suprimir las prohibiciones perdemos el encanto de lo prohibido, la potencia expansiva de la transgresión, el placer de ir más allá de lo que nos impone la rutina con sus normas, tabúes y restricciones. Entonces, un tanto melancólicos después de tanto “prohibido prohibir”, miramos hacia atrás en busca de algún tabú, por estúpido o anacrónico que nos parezca, para reponerlo por un rato mientras gozamos burlándolo. Buenas y malas prohibiciones

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PROHIBIDO Entrevista a Óscar Contardo

L

a Era Ochentera, Siútico, Raro, y una notable biografía de Luis Oyarzún, han sido los libros que han consagrado a Oscar Contardo como un referente de opinión y perspicaz traductor de la realidad nacional que semanalmente dispara desde La Tercera. Era imposible no tenerlo cuando de prohibiciones se trata, estas son sus impresiones.

C

¿Qué es la prohibición?

uando Vicente Huidobro volvía a Chile de un viaje, se dirigió de noche al Parque Forestal, donde se encontró a unos pacos dedicados a alumbrar a los pololos. Entonces, dijo lo siguiente: Chile sigue siendo el patio de un colegio jesuita, donde todo está controlado. Eso es Chile. Tenemos excesiva confianza en una institución como Carabineros. Todos los pueblos en Chile son iguales. Siempre está el retén, que es el punto de control, y al lado hay un segundo retén: la parroquia. Tenemos una tendencia al formulario. Llenar y timbrar las hojas del papel es lo que más importa. La burocracia de que un inspector o un cura me avise lo que tengo que hacer. Esto se relaciona mucho con las prohibiciones: ellas son, en cierto sentido, límites. Estamos siempre preocupados de los límites más que del deseo, la iniciativa o la creación. Es una forma de vida que tenemos inculcada. Marcando límites Las prohibiciones son control social. El mejor control es el que se produce cuando no deben decirte lo que tienes que hacer, cuando esto ya está incorporado. Es como la censura: cuando ya funciona como autocensura significa que el asunto se automatizó. Está incluido en tu forma de pensar, de relacionarte con los otros, con el mundo y con tus propias ambiciones. Cuando sientes que la vida es llenar una hoja de cálculos, un formulario, no hay espacio para la imaginación. Allí se termina la libertad. Pienso en tres personajes que fueron líderes de la burguesía pituca en la segunda mitad del siglo XX en Chile: Pinochet, Jaime Guzmán y Karadima. Todos ellos son personas que constantemente estaban prohibiendo, marcando límites y, a la vez, conservando una trastienda de horrores. Todos sus discursos son de prohibición.

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Chile prohibido


Artistas prohibidos Cuando volvió Gabriela Mistral a nuestro país, después de recibir el Premio Nobel, en la Universidad de Chile hubo una gran discusión en torno a si le daban o no el premio Honoris Causa, porque no había estudiado en la universidad. ¡Insólito! Mucha de la gente que se fue y logró hacer muchas cosas fuera, era gente que acá hubiese estado prohibida. Se fue Roberto Matta, la misma Gabriela Mistral, Claudio Arrau, Raúl Ruiz y un largo etcétera. Gente que hizo afuera cosas que acá no podría haber hecho. Tuvieron que tener el sello de afuera para que acá los valorásemos. La nueva religión Las prohibiciones de ahora —el cigarrillo, la comida, el alcohol— reemplazan el rol que antes tuvo antes la religión. Si queremos que las cosas funcionen, tenemos que reprimir, amedrentar. Son modas de afuera y que acá se adaptan mal. En las cajetillas de cigarros, en vez de poner una imagen grotesca de una pierna corroída, de un pulmón reventado, habría que especificar cuánto cuesta un tratamiento contra el cáncer con el sistema de salud que tenemos en Chile. ¡Carísimo! Mientras que en otros países es gratis. Así realmente nos preocuparíamos. Prohibir es un modo de ser Chile fue el último país en Latinoamérica —y quizás en el mundo— en tener una ley de divorcio; el año 1998 recién se terminó con la distinción entre hijo legítimo e ilegítimo; el año 2003, a más de una década de instalada la democracia, se eliminó la censura cinematográfica. La crisis de hoy ha evidenciado la hipocresía. En Chile la idea de la prohibición es fundamental en el modo de ser. La palabra corrupción en Chile no se pronunciaba, lo que no significaba que no existiera: a la corrupción no le llamábamos así, le decíamos “favor”, le llamábamos “buena onda”. Así es como ha funcionado Chile hasta ahora. Santiago, otoño de 2015.

Óscar Contardo. Fotografía: Djalma Orellana.

Chile prohibido

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por

D

Leila Guerriero

omingo a la tarde, llueve. Cada vez que paso por la cocina compruebo que el vecino, que empezó hace cuatro horas, sigue tocando música andina, bombo y quena, quena y bombo. De pronto escucho un grito: “¡Flaco, cortala con el bombo!”. Pero, a pesar del grito, la música sigue. Segundos después, de nuevo: “¡Flaco, me tenés los huevos llenos!”. Pero, a pesar del grito, la música sigue. Unos segundos más tarde: “¡Flaco, hijo de...!”, y un insulto inigualable. El bombo entonces se detiene, y el dueño del bombo grita: “¡Si no te gusta, mudate! ¡Esta es música argentina, vendepatria, hijo de puta!”. En fin. Yo escuché a muchas personas tocar esa música. En pueblos del norte argentino vi viejas ajadas cantando con voces extrañísimas, charanguistas ensimismados. Son gente discreta, silente. Ni ángeles, ni puramente buenos, pero no usan su música como látigo disciplinador de antipatriotas: no está hecha para eso. El discurso políticamente correcto con tétrico error de paralaje es un fenómeno de estos años. Lo ejercen también, y por ejemplo, esos urbanitas cool que se preocupan por la contaminación y promueven formas de vida amigables con el medio ambiente pero que, a la hora de montar un restaurante, una tienda, un bar, no los montan en cualquier sitio sino en un barrio que, quince años atrás, era perfectamente tranquilo –y amigable con el medio ambiente– hasta que llegaron sus restaurantes, sus tiendas y lo transformaron en una pampa de neón, una tundra de edificios que cuestan lo que ya nadie puede pagar y se yerguen donde antes había patios verdes. Todos los dueños bienpensantes de todas esas cosas no están dispuestos a montar sus negocios en otro lado porque, precisamente, no sería negocio. A su manera, también gritan: “¡Si no te gusta, mudate!”. Tiempos, supongo, modernos. Un poco hipócritas, también. (Esta columna fue publicada por el diario El País de España, el 18 de junio de 2014)

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Enrique Lihn


por Juan

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Guillermo Tejeda

o más exquisitamente prohibido es aquello respecto de lo cual se le escapa a uno el motivo, por ejemplo, lo que me prohibían mi mamá o los curas. Puede que de ahí vengan unos sueños espesos en que me despierto sudando, hay gente como de un comité o una reunión de trabajo... son seres sin interés, astutos, sometidos al sistema, al que sea, y logran imponer su tono, me miran con distancia y me hacen sentir tan avergonzado. Manejan un protocolo de reglas sumergidas y arbitrarias del que hay que saber mucho sin que nadie especifique jamás nada claro, como le pasaba a K. No sé qué habré hecho o qué cosa no hice, me senté mal, dije algo, llegué atrasado... El caso es que la atmósfera que me rodea es un vacío hostil, y al fondo del pasillo oscuro del sueño está la cara de mi madre llorando, enrojecida la piel, desesperada ante mi actitud de desconocer esas reglas absurdas que, por otra, parte ella se saltó una y otra vez.

naranjas, vino y Coca-Cola.

Para mi padre, en cambio, lo prohibido no tenía mucha nitidez, salvo tres o cuatro cosas de decencia básica. Al hablar del goloso rey Farouk, un tirano, o de Napoleón, que sumió a los europeos y norteafricanos a las atrocidades de la guerra, o de Beria, el jefe de la policía política de Stalin, había en su expresión un raro asombro ante el esplendor de la maldad humana, más que juzgar describía lo que, según fuentes diversas, se había ido sabiendo. Ese rey obeso y lleno de anillos que organizaba orgías en la Costa Azul mientras los egipcios gemían en el subdesarrollo, la miseria y el miedo, era, pese a todo, un especimen como nosotros, un amasijo de huesos y carne e impulsos, un ser vivo que, a los 45 años y pesando 140 kilos, depuesto ya, cayó muerto sobre la mesa que ocupaba en el restaurante Ile de France al encender un habano. Terminaba de cenar ostras, langosta, cordero,

Aunque para despistar se vestía de señora chilena, mi madre era en verdad algo así como una punk, una contestataria. Impulsiva y desafiante ante las prohibiciones, se sentía invencible, y ahí aparecía su carisma. Mi padre, en cambio, resistía la banalidad del moralismo desde su escepticismo ilustrado. Ambos desobedecieron, ambos fueron castigados.

Mi padre estaba siempre atrasado o complicado en sus trámites, vencido el carnet de identidad, un sobregiro en el banco, otra vez una letra protestada, pero él parecía divisar solo muy vagamente aquello a través del humo de su cigarrillo, y se hundía más y más en la cama sobre varias almohadas, rodeado de sus libros, de los diarios, del café, de su máquina de escribir portátil. Por las noches, me contaba, soñaba con que al caminar iba pisando unas tablitas que flotaban en el agua de un río o algo así, y a medida que pisaba se iban hundiendo, y así avanzaba por la vida de su pesadilla recurrente. O soñaba también que para hacer algo le era preciso teclearlo letra a letra en su máquina de escribir, de otro modo no lograba ni bajarse de la cama ni abrir la puerta, todo tenía que ser escrito.

Las prohibiciones configuran la zona de placer de los que no logran el placer. Sobre ese suelo resentido prosperan policías, fiscales, sacerdotes, dictadores, jefes de pandilla, aduaneros, médicos, jueces, periodistas, profesores, miembros del jurado, calumniadores, aduladores, temerosos, predicadores, terroristas, censores, jefes administrativos, vecinos, conserjes, cuñadas, novios, padres, tías, hijos... ahí estamos todos.

Verboten

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Tocando lo prohibido

EL VELO DE LA por

Olalla Tuñas

B

erlín. “Ese verano era joven”, dijo. Alzaba y bajaba la vista sin mover la cabeza. “El muro existía.

Vivíamos con él. La alambrada parecía nacer en la arena de la playa y se adentraba en el agua. Nadábamos hasta allí”. Nunca había pensado en esa frontera, dije. C. contestó “sois jóvenes”. No había cerveza en Falafelstern. Maldijo. “La gente moría. La corriente arrastraba sus cuerpos hacia el oeste”. L. frunció el ceño. C. negó con la cabeza. “Oíamos los disparos de noche”. Me vino a la cabeza la imagen de los cuerpos nadando agotados después de que se desbordaran las fronteras en 1989. Golpeando el agua negra mientras en Berlin desde ambos lados la gente se afanaba en tocar, romper, destruir el muro con sus manos. La corriente del este al oeste en la Bahía de Lübeck, en el norte de Alemania, una de las fronteras entre las dos Alemanias creadas en la postguerra. Me imaginé la piel en la fría arena de noviembre. El territorio alemán quedó dividido tras la Conferencia de Postdam en distintas áreas de influencia controladas por los vencedores de la guerra contra el eje fascista que pasados un par de años se alinearon en dos bloques principales motivados por la polarización geopolítica bajo las dos superpotencias del momento: la Unión Soviética y Estados Unidos. Berlín fue el un escenario teatral e hiperbólico de una guerra silenciosa, la Guerra Fría. Los berlineses amanecieron el 15 de agosto de 1961 con el muro, una pared gris delante de sus ventanas. La República Democrática Alemana (RDA), el país creado en el territorio alemán bajo influencia soviética tras la II Guerra Mundial, ordenó el cierre de las fronteras con la República Federal Alemana (RFA) y sus aliados, el día 13 de este mes, cerrando a sus habitantes bajo llave durante año. La frontera entre la RFA y la RDA la marcan las vías del tranvía a la derecha de la Puerta de Brandenburgo. El enfrentamiento que se venía gestando desde la derrota del nazismo ya se podía tocar. La pequeña isla en el mapa que era Berlín permanecería dividida, durante casi 40 años, hasta la destrucción del muro en 1989. Los pilares del muro se construyeron en una noche. Ese día al amanecer, en Bernauer Straße, un bloque de viviendas fronterizo sirvió de paso de huida a las familias. Saltaban de los balcones a colchones y lonas sostenidas por los berlineses del oeste. Amortiguaban su caída. Pero de a poco, las ventanas y puertas fueron tapiadas y poco después esas construcciones fueron destruidas. Las líneas telefónicas entre las dos partes estaban cortadas. La gente solo podía conversar de lado a lado del muro en los primeros meses. Esa imagen maldita de una pareja de novios saludando a los padres de ella desde Berlín Oeste. Cuando el muro engordó y creció, los occidentales instalaron altillos para ojear el otro lado. Los berlineses del este podían cruzar la frontera en contadas ocasiones y con el visto bueno de su aparato policial. La medida se tomó para evitar la perdida de población y su consecuente daño económico que la RDA venía sufriendo en la última década.

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El velo de la novia

A la derecha, el Muro de Berlín a 25 años de su caída, 09 de noviembre de 2014. Fotos: Tamym Maulén.


Ahora, donde antes había un muro, solo se adivina una separación marcada por el vacío. Berlin son dos hermanos siameses separados al nacer que se reencontraron y descubrieron que tenían la misma cicatriz en el ombligo. “Mi madre sigue anunciando como un taxista cada vez que cruzamos del este al oeste”, dice B. mientras habla del papel de la mujer en la RDA. El muro es una vieja cicatriz en Berlin. “Suele pasar. Son re típicas estas... ¿como se dice? líneas del tranvía en el este”, me contó L. cuando vimos como una chica rubia caía de su bicicleta al intentar cruzar la calle, derribada por las vías del tranvía. Sangraba ligeramente por el codo. Las partes del muro que quedaron se han convertido en objetos para el recuerdo, monumentos en memoria de los que intentaron cruzar. En Bernauer Straße se mantiene el espacio que había entre los dos Berlines, antes militarizado con vallas electrificadas, alambres punzantes que embestirían mortalmente cualquier cuerpo en la caída; hoy es tierra de nadie, un espacio vacío. Cuando fui por primera vez había un niño mirando por un agujero del muro, dedicado a descubrir el secreto detrás de la pared. “No hay nada” dijo. “Ahora ya no. Antes era una frontera”, contestó la madre. En ese espacio vive el pasado, sin un referente en la realidad. Fue desmantelado. El niño insistía. No creía que solo hubiera tierra y hierros oxidados. “Solo hay tierra”. Decepcionado vio algo brillante y corrió hacia el lado opuesto del muro. Hay algo magnético en un muro gris. El desconocimiento del otro lado permite recrear, idealizar lo invisible. En viejas fotografías se ven las inscripciones con las que de noche entintaron su superficie: ‘Berlín será uno’, ‘El muro caerá’, ‘Libertad’. Los deseos se lanzaban hacia una imagen mediada por el muro, del otro Berlín y del Berlin que vendría al mundo con la unificación. Esa ciudad solo seria posible desde el otro lado del gris. La ceguera y la distorsión que ocasionaba el muro sobre lo que pasaba al otro lado servia de afrodisiaco y motor para la unión de la metrópoli. El muro era filtro y acelerante al mismo tiempo, como el velo de la novia, una fotografía de un lugar remoto o la idea del coito. Uno solo tiene que ver las caras de aquellos que subieron el muro. Fue una victoria correr la cortina, romperla, dejar el cuerpo de la ciudad desnudo, liberado del corsé gris. La madre de las fronteras caía. Esa mujer de rojo, ese hombre con piqueta en mano que sonríen a la cámara estaban tocando lo prohibido. Aunque aún no habían pisado el otro lado, se sentían afortunados, como aquellos que contemplaron el cuadro de Courbet, el Origen del Mundo cuando aun se percibía el olor a recién pintado. Luego lo cerraron bajo llave durante años. Berlín, abril de 2015.

El velo de la novia

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La DE LA LIBERTAD por

L

a prohibición es esencialmente una fruta magnífica que por motivos desconocidos, y nunca revelados, no podrás jamás probar, bajo pena de castigos brutales y extrañamientos y condenas indescriptibles. Pero existe allí una trampa difícil de leer a simple vista. Ocurre que es única y justamente la trasgresión de la mordida a ese fruto, que por simplificarlo se ha vuelto una manzana, lo que nos hace hombres y mujeres, abriendo de par en par para luego cerrar a nuestras espaldas para siempre, las puertas de ese presidio que estaba representado como promisión y vida eterna por el paraíso terrenal. Es el gesto de morder el que nos libera de la oprobiosa condición de mansos y obedientes a los ojos de divinidades despóticas y caprichosas. Son los incisivos rompiendo con la vida eterna y el goce interminable de un jardín maldito, creado por una entidad maléfica, un demiurgo, un demonio, que ata y condiciona la libertad humana mediante una orden arbitraria. Ese mito fundador, mal entendido o mal intencionadamente interpretada en el Occidente, es el que nos cargaría del “pecado” original de la desobediencia. Y por extensión

Antonio Gil

haría de lo prohibido una advertencia extrapolable a toda forma de desobediencia señalándola como causa segura de aflicción y castigo. Es el tabú que acarrea maldiciones. El gesto de rebeldía que nos privará de bienestares, de paz , de seguridad. El que muerde lo prohibido deberá pues abrazar la incertidumbre y salir del jardín encantado hacia los eriales donde “ganará el pan con el sudor de su frente”. Morder, usar los dientes, es en realidad conquistar una dignidad que toda obediencia ciega nos roba. Lo prohibido es siempre íntimamente una forma de humillación y sumisión, Un abuso de poder que hoy se perpetua en los cuerpos morales que rigen la conducta del hombre. Solo cuando uno se prohíbe voluntariamente a sí mismo determinadas acciones, como matar sin motivo, por ejemplo, lo prohibido se transmuta y enaltece. Toda prohibición arbitraria dictada por las estructuras patriarcales, gerontocráticas, sacerdotales, o dictatoriales siguen siendo la manzana maldita que busca ser mordida a riesgo de perder nuestra esencia humana, basada en la libertad, los eriales del pan ganado con sudor y la muerte eterna, amén.


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eer Susan Sontag, La entrevista completa de Rolling Stone es darse un regalo; considerar una conversación amena y natural, salpicada de inteligencia y sensatez, de valor intelectual y humor; enamorarse de ensayar y hablar. Y pese a que Jonathan Cott no está siempre atento, es expansivo y lúdico. Por supuesto, lo que responde Sontag es siempre sensato, sencillo, vivo. Coteja la realidad, su experiencia personal e incluso la lectura, hasta que se vuelve una experiencia física. Nunca descansa en la respuesta fácil o deja de darle vuelta a la verdad anquilosada. En definitiva, propone peldaños para subir o bajar pensamientos. Nos arrastra a aceptarnos tal cual uno es al escribir, con sus virtudes y defectos, sin miedo al ridículo o la propia cotidianidad. A no tenerle miedo a la amplitud del campo de batalla, sino a no darse por completo, de lleno, en lo que uno apoya su meditación. Y a tener el suficiente coraje, cuando no damos en el punto o deja de interesarnos. Un libro que si de mí dependiera sería obligatorio en los cursos finales de la Enseñanaza Media. Un libro para vivir mejor, pensar mejor. E.G.B. Jonathan Cott

Susan Sontag, La entrevista completa de Rolling Stone. (Ediciones UDP. Santiago, 2014).

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Lea!

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ecordando a Ítalo Calvino, un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir. El desierto y su semilla, la única novela escrita por Jorge Baron Biza (1942-2001), se ciñe a esta definición inapelablemente. Su autor, escritor y periodista argentino, la publicó en 1998, en una edición pagada por él mismo. Baron Biza cuenta la increíblemente tormentosa historia de su vida de la manera más certera que pudo haber encontrado: no por medio de una biografía, sino de un relato que excede en recursos y excentricidades estilísticas geniales (la utilización de idiomas, por citar el ejemplo más impresionante). Es una obra limpia, honesta, ágil, un abrazo reconciliador para el lector que busca más que palabras o metáforas. El desierto y su semilla es precisamente la metáfora misma del arte y la vida: “es de reconciliación de lo que estoy hablando”, dice Mario, el protagonista de esta historia. El rostro de Eligia, su madre, acaba de ser desintegrado con ácido por su padre, quien luego del brutal acto, se ha suicidado en su habitación. Este es el punto de partida de una novela inmarcesible y valiente, una genialidad en la literatura argentina e hispanoamericana. Un silencioso clásico de nuestra época. T.M. Jorge Baron Biza

El desierto y su semilla. (Editorial Eterna Cadencia. Buenos Aires, 2013).


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casi 50 años, se reedita esta inagotable novela autobiografica. Escrita con una prosa afilada, arrabalera y libre de culpas, El río nos narra la historia de un hombre que llegó a ser criminal de exportación y que terminó sus días en la miseria más infame. Alfredo Gómez Morel (1917-1984), emprendió de niño un cauce de vida que lo arrastró por orfanatos con curas abusadores, por el Mapocho y la violencia que giraba en torno al río, y, faltaba más, por la cárcel como escuela delictual, de la cual de gradúa con honores. Lejos de justificarse por un pasado difícil, causal de meterse en ese ambiente de “choros”, el autor se arma del código del hampa y con ese escudo enfrenta a un mundo que pareciese querer expulsarlo. Pero se defiende: da mil vueltas, cae chueco, entra en porfía y se vuelve a levantar con la intención de no doblegarse. Y pese a vivir una y otra vez las derrotas más crueles, Gómez Morel se afirma y no se arrepiente de nada, dejando este libro como prueba. F.O.B.

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iendo él mismo un voraz lector de diarios íntimos, Julio Ramón Ribeyro (1929-1994), sorprende en esta primera parte de sus propios diarios con un acercamiento a su intimidad y reflexiones que componen, quizás, lo más sobresaliente de su obra literaria. Famoso por sus cuentos, en que los tonos y los temas son bien distintos a esta otra escritura, acá encontramos la esencia de las energías que mueven su vida, y los vericuetos de su mirada sobre él mismo, familiares, amigos, amores y las revelaciones de una inquietante y larga estancia en Europa, con los materiales de un escritor latinoamericano. La tentación del fracaso se convierte así en un libro insospechado. F.S.G. Julio Ramón Ribeyro

La tentación del fracaso. (Seix Barral. Barcelona, 2003).

Alfredo Gómez Morel El río (Reedición). (Tajamar Editores. Santiago, 2014).

Lea!

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ENRIQUE LIHN Poeta, novelista, cuentista, dramaturgo, ensayista, actor, pintor, dibujante y cineasta chileno. Nació en Santiago el 3 de septiembre de 1926 y murió en esa misma ciudad el 10 de julio de 1988. Es considerado una de las voces más importantes de la poesía chilena. En 1949 publicó su primer libro de poemas Nada se escurre. Entre sus principales obras destacan: La pieza oscura (1963); Poesía de paso (1966); La musiquilla de las pobres esferas (1969); Por fuerza mayor (1975); París, situación irregular (1977); A partir de Manhattan (1979); Al bello aparecer de este lucero (1983); El Paseo Ahumada (1983); Pena de extrañamiento (1986). Póstumamente se publicó Diario de muerte (1998).

PABLO NERUDA Poeta chileno, nació en Parral en 1904 y murió en Santiago en 1973. Premio Nobel de Literatura en 1971. Considerado unos de los poetas más importantes e influyentes de la literatura castellana del siglo XX. Entre sus muchos libros de poesía se destacan: Crepusculario (1923); Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada (1924); Residencia en la Tierra (1933); Canto General (1950); Estravagario (1958); Memorial de Isla Negra (1964); Confieso que he vivido (memorias póstumas, 1974).

PEDRO LEMEBEL Escritor, cronista y artista plástico chileno. Nació en Santiago de Chile el 21 de noviembre de 1952 y murió en esa misma ciudad el 23 de enero de 2015. Entre sus obras destacan: Loco afán (1996); De perlas y cicatrices (1998); Tengo miedo torero (2001); Zanjón de la Aguada (2003); Adiós mariquita linda (2004); Serenata cafiola (2008); Háblame de amores (2012); y la antología Poco hombre (2013), con la que obtiene el Premio Municipal de Literatura de Santiago 2014. ROLAND BARTHES Escritor, filósofo, ensayista y semiólogo francés. Nació en Cherburgo el 12 de noviembre de 1915 y murió en París el 25 de marzo de 1980. Fue uno de los principales representantes del estructuralismo francés. Entre sus obras destacan: El grado cero de la escritura (1953); Ensayos críticos (1964); Elementos de semiología (1964), Sistema de la moda (1967); Crítica y verdad (1966); El placer del texto (1973); Fragmentos de un discurso amoroso (1977). Póstumamente: Lo obvio y lo obtuso (1982).

OSCAR HAHN Poeta, ensayista y crítico literario chileno. Nació en Iquique el 5 de julio de 1938. Entre sus muchos galardones, destaca el Premio Nacional de Literatura 2012. Algunas de sus obras son: Esta rosa negra (1961); Arte de morir (1977); 1981 - Mal de amor (1981); 1983 - Imágenes nucleares(1983); Estrellas fijas en un cielo blanco, (1988); Tratado de sortilegios (1992); Versos robados, (1995); Antología virtual (1996); En un abrir y cerrar de ojos, (2006); Señales de vida (2009); La primera oscuridad (2011); Poesía completa (2012); Pequeña biblioteca nocturna, (2013) y Los espejos comunicantes (2014). EDUARDO LLANOS MELUSSA Poeta y ensayista chileno. Nació en Santiago de Chile en 1956. Es Psicólogo de la Universidad de Chile y docente de la Universidad Diego Portales. Por Disidencia en la tierra obtuvo el Premio Latinoamericano Rubén Darío (Managua, 1988). Antología presunta (2003) recibió el Premio Altazor. JAIME PINOS Poeta y ensayista chileno. Nació en Santiago de Chile en 1970. Es Licenciado en Literatura de la Universidad de Chile. Entre sus obras destacan: Los bigotes de Mustafá (1997); Criminal (2003); Almanaque (2010); 80 días (2014). PEDRO LASTRA Poeta y ensayista chileno. Nació en Quillota el 3 de marzo de 1932. Entre sus estudios sobre la literatura chilena e hispanoamericana figuran Conversaciones con Enrique Lihn (1980) y Relecturas hispanoamericanas (1987). Mientras que en poesía destacan: Traslado a la mañana (1959); Y éramos inmortales (1960); Noticias del extranjero (1979) y la antología Al fin del día (2013).

ROXANA MIRANDA Poeta chilena. Nació en Osorno en 1982. Es profesora de Lengua Castellana y Comunicación de la Universidad de Los Lagos. Entre sus libros destacan: Las tentaciones de Eva (2003) y Shumpall (2011).


DARÍO OSES Escritor, periodista, ensayista, cronista y crítico literario chileno. Nació en Santiago en 1949. Estudió Periodismo en la Universidad de Chie. Entre sus obras destacan: Rockeros Celestes (1992); Machos Tristes (1992); El Viaducto (1994); Caballero en el desierto (1996); La bella y las bestias (1997); Chile en llamas (1998); El Virus Baco (2002); La teleserie eterna (2007).

GLADYS GONZÁLEZ Poeta chilena. Nació en Santiago de Chile en 1981. Es licenciada en Educación y Pedagogía de la UMCE. Entre sus obras destacan: Gran Avenida (2004); Aire quemado (2009); Vidrio molido (2011); Calamina (2014).

MARTÍN HOPENHAYN Filósofo y ensayista. Nació en 1955 en Nueva York y vivió en Caracas, Buenos Aires y París. Desde hace veinte años reside en Santiago de Chile y trabaja en temas de desarrollo social y cambio cultural en Naciones Unidas. Entre sus obras destacan Ni apocalípticos ni integrados. Aventuras de la modernidad en América Latina (1994); Después del Nihilismo (1997) y Repensar el trabajo. Historia, profusión y perspectivas de un concepto (2001).

ÓSCAR CONTARDO Escritor y periodista chileno. Nació en Curicó en 1974 y estudió Periodismo en la Universidad de Chile. Entre sus obras destacan La Era Ochentera (2005); Siútico (2008) y Raro (2012).

LEILA GUERRIERO Escritora y periodista argentina. Nació en Junín el 17 de febrero de 1967. Como periodista y escritora destaca su labor en diversos medios escritos de Argentina, España y Chile. Algunas de sus obras son: Los suicidas del fin del mundo. (2005); Frutos extraños (2009); Una historia sencilla (2013). JUAN GUILLERMO TEJEDA Artista visual y escritor chileno. Nación en Santiago en 1974. Realizó las ilustraciones de los Artefactos de Nicanor Parra en 1972. Entre sus libros destacan: La Fabrica (2008) y Trabajo inútil (2014).

OLALLA TUÑAS Escritora y periodista gallega. Nació en Galicia, España en 1989. Estudió periodismo en Santiago de Compostela. Actualmente, reside en Berlín, Alemania.

ANTONIO GIL Escritor, académico, publicista y periodista chileno. Nació en Santiago el 9 de junio de 1954. Entre sus obras destacan los libros de poesía: Los lugares habitados (1982); Cancha rayada (1985); Mocha Dick (2006) y las novelas: Hijo de mí (1994); Mezquina memoria (1999); Circo de pulgas (2003); Carne y Jacintos (2010) y Apache (2014).

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ALGUNOS DE LOS GANADORES DE LA PRIMERA Y SEGUNDA VERSIÓN

DEL CERTAMEN

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Con el apoyo de la

Fundación Pablo Neruda

Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura

Oficina de Santiago

Fundación Democrácia y Desarrollo

Archivo Central Andrés Bello

Instituto Nacional

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