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Capítulo 1. Región y regionalización: la trayectoria de un debate

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Capítulo 1

REGIÓN Y REGIONALIZACIÓN: LA TRAYECTORIA DE UN DEBATE

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No pensamos que la región haya desaparecido. Lo que se desvaneció fue nuestra capacidad de reinterpretar y de reconocer el espacio en sus divisiones y recortes actuales, lo cual nos desafía a ejercer plenamente la permanente tarea de los intelectuales, esto es, la actualización de los conceptos. (Santos, 1994: 102)

La cuestión regional retoma hoy su fuerza, en primer lugar, por la proliferación efectiva de regionalismos, identidades regionales y de nuevas-viejas desigualdades regionales (que, de una u otra manera, deben ser atacadas por políticas de base regional), tanto en el plano global, más amplio, como en el intranacional. En este sentido, a pesar de la proclamada globalización homogeneizadora, lo que vemos, concomitantemente, es una permanente reconstrucción de la heterogeneidad y de la fragmentación mediante nuevas desigualdades, y la recreación de la diferencia en los diversos rincones del planeta. Por otro lado, la cuestión resurge en las ciencias sociales en función de varios debates académicos. De esta forma se hace evidente desde corrientes, como el posmodernismo y el posestructuralismo, un cierto retorno a las singularidades y a lo específico. Dichas corrientes, con el prefijo pos-, más que un futuro efectivamente nuevo que se anuncia evocan características de un pasado que se desvanece. Se explicita así la crisis social y de paradigmas en la que estamos sumergidos. Ello exige, como mínimo, un constante cuestionamiento de nuestras proposiciones conceptuales.

Sin embargo, la relevancia de la cuestión regional no está ligada solo a la realidad concreta y al debate académico que intenta responder a ella. En el ámbito académico, al lado de esta “nueva geografía regional” que pretende amalgamar bajo nuevas formas lo teórico y lo empírico, lo general y lo singular, lo analítico y lo sintético, tiene lugar también la proliferación de las que podemos denominar geografías regionales populares, en el marco del fortalecimiento del interés por las singularidades que marcan el espacio geográfico. De modo similar, el discurso de los medios de comunicación y la formación del sentido común alimentan la revalorización de lo “regional”, aunque este concepto se entienda de formas muy distintas. Una muestra de ello es la creciente difusión de revistas y documentales como los de la National Geographic, que expandió su mercado entre las décadas de 1990 y 2000, con el lanzamiento de su versión en idiomas como el francés y el portugués. Para completar, una de las áreas que, sin duda, más han estimulado la mirada sobre la diversidad territorial por medio de la valorización y/o de la re-creación de la diferencia (cuando no de lo “exótico”) es el turismo, uno de los sectores más dinámicos de la economía contemporánea.

Para algunos, la nueva valoración de lo regional tiene lugar en la globalización de los mercados y de las comunicaciones. En este caso, este proceso se interpreta como una revalorización de lo “local” singular, de la diferencia. Para otros, la nueva “regionalización” (o también los “nuevos regionalismos”) se tornaría un contrapunto a la globalización, mediante grandes uniones comerciales –como si los mercados comunes, obviamente, no se insertaran como bases para la articulación con los circuitos globales de la economía capitalista–. En este sentido, no cabe duda de que al tradicional énfasis en el debate regional formulado especialmente dentro de las fronteras del Estado (por ejemplo, la discusión que contrapone la centralización estatal a las autonomías regionales) y que involucró hasta a los geógrafos “regionales” fundadores, como Paul Vidal de la Blache, viene hoy a sumarse, cada vez con más fuerza, la discusión de lo regional (y/o de lo local) frente a los procesos de globalización.

Si nos referimos al ámbito epistemológico, podemos verificar que en la geografía, detrás de discusiones como aquella que tiene lugar entre globalización y “fragmentación” (o, para otros, “regionalización”), se despliega uno de sus grandes dilemas: aquel que se establece entre la llamada geografía general o sistemática y la geografía regional o temática (“especial”, para un geógrafo clásico como Bernard Varenius), tal vez solo equiparable en su relevancia al debate entre geografía Física y geografía Humana. Se trata, de una manera aún amplia, de la disputa entre dos grandes núcleos epistemológicos: el nomotético,

fundado en el racionalismo y en la objetividad “científica”, y el ideográfico, fundado en el “empirismo”, en el sentido amplio del término, que se refiere al mundo de la experiencia y de la sensibilidad. 1 Algunos autores sostienen que se trata de un proceso hasta cierto punto cíclico en las ciencias sociales, tal vez aún más determinante en el caso de la geografía, donde dichas corrientes empiristas (que de alguna forma valorizan más la llamada geografía regional) son sucedidas por corrientes con mayores pretensiones teóricas, más racionalistas (que otorgan más énfasis al carácter general o sistemático de la geografía), como si una fuera necesaria para, al mismo tiempo, desafiar y realimentar a la otra, lo que demuestra, también, su inexorable imbricación.

Los términos pueden ser diversos y no siempre sinónimos: empirismo y racionalismo, romanticismo e iluminismo (Gomes, 1988), realismo y constructivismo (Agnew, 1999), positivismo e historicismo (Capel, 1981, 1983), pero señalan la posibilidad –también dentro de muchas limitaciones y bajo el riesgo de lecturas dicotómicas– de un “enfoque pendular” dentro de la geografía, como propone Capel (1981). Según este autor, posiciones de tendencias más racionalistas/ deductivas y empiristas/inductivas se alternan, a tal punto que se puede afirmar que

La evolución del pensamiento geográfico a partir del siglo xviii puede entenderse en términos de una oposición recurrente entre actitudes “positivistas” e “historicistas” que –aunque seguramente siempre han estado presentes– han ido predominando de forma sucesiva. Se trata, muy probablemente, de dos enfoques irreductibles pero, a la vez, complementarios. (1983: 38)

En los últimos tiempos es posible reconocer la amplitud de la cuestión regional en el plano teórico, en términos disciplinarios, también fuera de la geografía. Regionalismos, identidades regionales y/o región y regionalización son, o fueron, abordados por la ciencia política (por lo

1 En sentido lato, el empirismo toma la experiencia sensorial como base del conocimiento. A partir del carácter singular o particular del conocimiento, puede distinguirse, grosso modo, un empirismo objetivo y uno subjetivo. Mientras el primero parte de la existencia objetiva de la realidad como fuente básica de la experiencia sensorial que asegura el conocimiento (un ejemplo geográfico sería la perspectiva de un “cierto” La Blache acerca de las relaciones entre el hombre y el medio), el segundo limita la experiencia a las propias sensaciones, pudiendo considerarlas como la realidad “objetiva” (algunos autores de la llamada geografía humanista estarían próximos a esta perspectiva). Desde luego, no se trata simplemente de un abordaje contrapuesto al racionalismo, como bien demuestra el positivismo clásico, cuyo cientificismo se basaba en la experimentación “empírica”, o sea, en un tipo de empirismo objetivo.

menos, desde el legado de Antonio Gramsci y la cuestión meridional italiana como problema regional) 2 así como por la economía regional (por ejemplo en los trabajos de Perroux, Boudeville, Richardson, Friedman e Isard), por la sociología (véanse textos como los de Bourdieu y Giddens), por la antropología, por la historia regional y por los estudios literarios. Esto, sin hablar de áreas ligadas a las ciencias naturales, donde comienzan a afirmarse conceptos híbridos como el de biorregión, a través del cual se da una correspondencia entre “identidad biofísica y cultural” (McGinnis, 1999; Carr, 2004). 3 En la geografía en lengua extranjera observamos una revitalización de la geografía regional, principalmente, entre geógrafos de lengua inglesa como Gilbert (1988), Thrift (1990, 1991, 1993, 1996), Entrikin (1991, 1994), Hauer (1990), Murphy (1991), Storper (1995, 1997), Scott (1998), Agnew (1999, 2000), MacLeod (2001), MacLeod y Jones (2001) y Paasi (1986, 1991, 2002a, 2002b). 4 En Francia, cabe recordar la reedición de Região, espaço vivido, de Frémont (1999) y el compendio de Initiation à la géographie régionale de Claval (1993). En lengua alemana, hay que destacar la consistente obra de Benno Werlen (junto al artículo traducido al portugués: Werlen, 2000). Finalmente, en el caso de la geografía brasileña, debemos indicar tanto los trabajos producidos en las últimas dos décadas de nuestra autoría (Haesbaert, 1988, 1997, 1999b, 2002), como los de Corrêa (1986, 1995), Gomes (1988, 1995), Castro (1992), Egler (1995), Bezzi (1996), Albuquerque (1998), Heidrich (1999), Santos (1999), Silveira (1999), Lencioni (1999), Limonad et al. (2004), Lemos (2005), Arrais (2007) y Brito (2008).

A fines de los años ochenta, Gilbert afirmaba enfáticamente:

[...] los geógrafos están redescubriendo el estudio de lo específico. [...] la geografía está comenzando a ver aquellos sistemas y estructuras [a los que estaba enteramente dedicada] como localizaciones, y a reexaminar la especificidad de los lugares. [...] Este interés renovado por lo específico hace

2 Hoy, parcialmente revisitada, en especial por medio de las problemáticas que proponen las políticas de la Liga Norte italiana (véase a este respecto, en el ámbito de la geografía, Agnew [2002]). 3 Dentro del elenco múltiple de áreas que fuera de la geografía adoptaron y desarrollaron (a veces, de forma independiente) el concepto de región y/o de regionalización, ya en la década del sesenta, Grigg (1974 [1967]) identificó la Ecología vegetal, la fitosociología, la ciencia del suelo, la climatología, la antropología cultural, la sociología urbana, la historia económica y la economía. 4 Cabe destacar la colección de artículos sobre la región escritos entre 1974 y 2005 organizada por J. Nicholas Entrikin (2008) a la que solo tuvimos acceso cuando estábamos finalizando este libro. Sin embargo, para nuestra satisfacción, esta antología contenía una parte muy representativa de los artículos ya citados aquí.

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