HISTORIAS DE / CON DONES

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HISTORIAS DE / CON DONES


Ilustraci贸n de portada Michellangelo Buonarroti La creaci贸n de Ad谩n


HISTORIAS DE / CON DONES


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CONSIGNA DEL DOMINGO 6 / ABR / 2014

EL DON ¿Lo tenía o lo desarrolló? ¿Le vino, se lo dieron o lo compró? Hay quienes tienen un don. Quizá no lo tienen, pero en la comparación, a algunos mortales nos parece que sí. A algunos, nos conviene pensar que les "vino" y así no nos sentirnos holgazanes. Otros nos convencemos que fue "comprado" y así considerar al dotado casi un delincuente, con lo cual también lo sacamos de cuadro. Y dejamos que la mediocridad o lo promedio siga sin sentir la amenaza. Un don. ¿Para qué? ¿Un don sólo se mide por lo que provoca? ¿Un don para algo intrascendente sigue siendo tal? Quizá lo perdiste. Lo tenías y te dejó. Te lo robaron. Se fue con los años. ¿Quién sabe? Tu ficción, tu realidad ficcionada, tus recuerdos, las historias que te contaron, lo que te acordás de lo que contaron... sobre dones, y no precisamente piruleros.

Silvina Scheiner

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Cristian del Rosario

DON

Todo poder implica una gran responsabilidad le dijeron a Peter Parker... En mi caso: Soy excelso llamando mozos y parando taxis con el mínimo de gestualidad y ademanes, a veces pienso en dar un curso llamado "El mensaje imperceptible". Tengo un sexto sentido, desde mi niñez, para detectar el punto de quiebre -exacto- de la galletita mojada en el café con leche, de manera de absorber y transportar la mayor cantidad posible de esa infusión, en la confitura, sin que se despedace en la taza o quiebre en su trayecto a la boca, mi campo cubre desde etérea vainilla al impenetrable, símil ladrillo, del bay biscuit. Puedo colarme en cualquier evento fiesta privada o agasajo selecto, celosos vips de boliches, locales cerrados a una rigurosa lista o cenas con los lugares previamente asignados se han rendido a mis habilidades, hasta llegar a ser, muchas veces, uno de los oradores del evento en cuestión o el que saca la última liga a la novia. Puedo hacerte sonreír en los primeros 22 segundos de conocerte. Y complementario a mi capacidad de perder cosas soy cinturón negro en hallar cosas extraviadas por terceros, al punto tal de solo invocando mi nombre aparecen, siendo ya propuesto a la santa sede mi canonización como "San Cristian de los hallazgos imposibles". Estos son mis dones y parafraseando a G. Marx, si no le gustan, tengo otros.

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María Gabriela Failletaz

El DON

Escarbe a fondo para hallar el misterio de ese carisma, o simplemente atienda un poco y verá que solo se revela. Es el don que atesora cada humano en su peculiar manera. Por lo menos uno, habrá de poseer el hombre. Es habilidad, talento, mérito, beneficio. Desenvainar su arma lo veremos. Contemplaremos la virtud, el ágil juego que ostenta y despliega. Don es la destreza, la capacidad de ver y hacer, la "gambeta" que con gracia vence al contrincante. Es la metáfora elaborada, el arte vivo, las hazañas del intelecto organizadas y en equilibrio. Es alabanza hacia lo bello y lo sublime. En el niño el don es vuelo de mariposa, aflora y alado, revolotea y se posa, revolotea y se posa. Fluyen los dones como manantiales que van puliendo la piedra en bruto del ser humano. El don emerge. Brota. Aparece. Sorprende. Quien lo posea deberá cuidarlo y honrarlo. Será un bien amado. Podrá jactarse o ser humilde pero siempre deberá ser generoso. A él le han otorgado la ventaja, el crédito, el derecho y aun así hay quien lo mira con recelo. Es el pánico a tener que engordarlo que lo atraviesa, reconocer la gloria de merecerlo. La espinosa tarea es comprenderlo, aceptarlo, valorarlo y saber usarlo. Otros lo elogiarán, dirán que brilla, mas para quien lo porte será ventura y también desdicha. No tendrá derecho a desperdiciarlo.

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El don es la ofrenda. Una herramienta, la materia prima, el insumo, el motor, la energĂ­a, la estrategia. El don determina y labra el camino, pero es la voluntad del hombre y su tenacidad la que al don le da forma y finalmente destino.

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Caro Barba

Aunque no lo veamos... está. Todos lo tenemos, de eso estoy segura. Puede estar debajo de kilos de escombros, durmiente por años. Que despierte, sólo dependerá del destino, o de tu momento... Te encuentra y te desborda pidiéndote que lo muestres, que te muestres con él. Hay que cuidarlo de las sombras y asegurarle un camino por donde su luz pueda brillar. Es la oportunidad de estar presente en esta vida y toda la vida, aún cuando ya nadie te encuentre... él estará y te hará perpetuo.

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Betina Lubochiner

Coincido en pensar que los dones dependen de la suerte que nos toque, o no. Que hay que trabajar todo el tiempo para que puedan servir como herramienta y que deberíamos leer de vez en cuando el manual de instrucciones de los mismos, para saber utilizarlos con moderación y conciencia. Pero... ¿y los que, como muchos, disponen de un maravilloso don y no lo utilizan por temor? ¿Y los que nacen con la inmensa capacidad de "producir cosas maravillosas en los demás" y no lo saben hacer? Hay personas que van por la vida con una gran valija (maleta) llena de ideas, con una inmensa catarata de palabras que no llegan al oído adecuado y con un manual de prevención para que el "otro" se equivoque lo menos posible pero que no lo hojean nunca. Pienso que todos nacemos con un don, con algo iluminado que permite dar brillo y felicidad donde no lo hay, pero también es una decisión poder utilizarlo.

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Dicky Schefer

El DON

Espero no se enoje la distinguida dirección literaria, pero voy a invertir los términos de la consigna y mencionar algunos de mis no-dones, al menos de los que soy consciente. Me dirán porqué no los suprimo, pero me respalda la psicología moderna cuando dice que por más que uno sea consciente de los propios sesgos cognitivos, es de balde casi tratar de cambiarlos. Eso me justifica lindo. Paso a enumerar los no-dones que me dificultan las relaciones: - hablar cuando se impone un silencio - consolar cuando lo que se requiere es escuchar - meter la pata casi siempre, especialmente con diplomáticos - hablar en inglés en Argentina y castellano en Inglaterra - hacer silencio cuando se impone opinar - decir lo que pienso en todo momento y lugar - creer, como la mayoría, que soy mejor que el promedio - chupar sin comer algo antes - creer que entiendo de jazz y bossa nova. ¡Ah sí! tengo un don: a veces sé cuando hay que cortarla. Ahora mismo.

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Cecilia Gómez Nale

EL DON

Loli tenía el don de volar. Y también el de hacerse invisible. O de hacerse todo lo chiquitita que hiciera falta para filtrarse y poder estar donde no debía o donde no se suponía que debiera estar. Y así escuchaba y veía todo. Loli podía teletransportarse en el tiempo y en el espacio y cambiar el pasado, el presente y el futuro a su antojo. El don de Loli no se terminaba ahí, ya que lograba destacarse en el deporte, en el arte y en la música. Y como si eso no alcanzara, también en la ciencia, en la filosofía y en las letras. Loli hablaba todos los idiomas: los que se hablan hoy, los que desaparecieron y los que van a inventar. Loli tenía el don de obtener de la gente lo que deseara: que la quisieran, que la odiaran, que la aceptaran, que la rechazaran. Y así, teniendo la posibilidad de armar un mundo a su medida, se dio cuenta de que no había nada librado al azar, ni siquiera encadenado a las infinitas causalidades que ella no pudiera modificar. Y se sintió aburrida. Así que cerró los ojos y renunció a sus dones. Y recién ahí empezó a vivir.

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Claudia Castañeda

DONES

Ella sostenía que su don era “sacarle la ficha a las personas”. Pero cuando le decía a su otrora marido: “¿Viste? ¡Te lo dije!”, él le respondía con su peor cara: “tenés el don de romperme soberanamente las pelotas”. Ella, también, sostenía que tenía el don de la paciencia. Pero sus hijas, a fuerza de insistencias y reclamos, hicieron que ella caiga en la cuenta de que si había algo que no le sobraba, era la paciencia. Había días en los que ella se creía con dones de pitonisa sabia. Entonces, esos días predecía lluvias, amores eternos y todo tipo de fenómenos favorables. Pero un buen día, desacertó el pronóstico y una amiga que salió sin paraguas, terminó internada con neumonía. No sólo perdió su creencia en el don de pitonisa, también perdió a su amiga que, recuperada de su neumonía, la mandó al carajo. Hoy, ella anda por la vida sin pensar en sus dones. Pero está rodeada de personas que le agradecen a diario un consejo, una sonrisa y su capacidad de correr a asistirles hasta en la luna.

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Roberta Garibotti

EL LADO B DE LOS DONES

Que hay gente con don la hay, si no, mirá a Messi, El Papa, García Márquez, Julio Chávez, Martín Bossi, Adolfito Cambiaso. Soy de las que cree que el don viene con su cuota exacta de no talento, una especie de dificultad bien clara y manifiesta para desarrollarse en alguna disciplina. Una forma carísima de pagar ese don que vino del cielo y que todo humano que lo posea, ya sea por ley divina, por fuerzas neurológicas o genéticas, deberá abonar con un déficit altísimo en la capacidad para lograr algunas otras habilidades. Imagino a Messi, pagándole a un escritor para que le elabore una carta de amor a su mujer. El pobre pibe no tiene el don de la palabra, vino algo así como castrado de ese talento. Es más, sin sus dos gambas no podría ni atender la mesa de una pizzería en Chacarita. Pero tiene piernas. Zafó. Al Papa Francisco puedo visualizarlo en camiseta y calzoncillos, luego de sus tareas de evangelización. Seguramente al terminar el día, el tipo se relaja. Pone tangos en su compu e intenta cantar Naranjo en Flor, pensando en su querida novia de los 14 años, que lo dejó por un muchachito que jugaba bien al fútbol. "¡Mierda, que desafino en la parte que dice ERA MÁS BLANDA QUE EL AGUA!", debe gritar el sumo pontífice con los auriculares en la sien, la camiseta manchada con almíbar de pastelito que le regalaron unos argentinos y el rostro enfurecido por ser portador de un oído musical tan precario. Ni hablar de Adolfito Cambiaso, intentando dibujar un caballo en el cuaderno de tareas de su hijo menor, queriendo bailar como Mick Jagger mientras ve un recital el plasma del living, intentando, en vano, interpretar Rayuela de Cortázar. Todo no se puede. Maradona hay uno solo.

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Ser Ros

JUAN GELMAN

"Cada día me acerco más a mi esqueleto. Se está asomando con razón. Lo metí en buenas y en feas sin preguntarle nada, él siempre preguntándome, sin ver, cómo era la dicha y desdicha sin quejarse, sin distancias efímeras de mí." Es un don cuasi divino el poder transmitir hacia otros ese mundo interior poblado de sensaciones y sentimientos, amores y frustraciones. Aquel que logra transportarnos con sus palabras, su lienzo, o con sus notas tiene el poder de coronar nuestra alma inundándola de lo más precioso que los hombres pudieran haber creado. El poeta de alguna manera vislumbró su muerte, plasmándola en tal noble relato, como logró vaticinar los eventos, o simplemente su sensibilidad le permitió expresar lo que su cuerpo anunciaba. Don de hijos de los dioses, aquel que detentan el poder de expresar su mundo interno, iluminando a los pobres mortales que pululan esta castigada tierra. "Esqueleto saqueado, pronto no estorbará tu vista ninguna veleidad. Aguantarás el universo desnudo" Juan Gelman, uno que destaca entre tantos otros.

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Mauricio Castello

Pobre el que no tenga el don de querer, los demรกs, rimbombantes, son para imprimir un espejismo en dudoso bronce.

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Antonio Lendínez Milla

EL DON

El don de dejarse llevar, de adaptarse a lo que es. El don de contemplar en paz, en el sosiego las penas. El don de quedarse quieto, el de callar y escuchar. El don de oír el vaivén de las olas, el silencio en las mareas. El don de no perderse en la mente, de elucubrar cosas inciertas. El don de no pensar mal, mas estar atento a la pena. El don de no actuar, de vigilar, de estar presente en el tema. El don de observar, de no sostener lo que no vale la pena. Dejar que caigan las hojas del árbol cuando están muertas. No inquietarse más por ello, serenar, abrazar, la mente quieta. Saber decir no. Agarrar y abandonar. Dejar que la vida esté suelta. No querer más controlar. La vida se controla ella, que con sola tú dejarla, sin intervenir, sin esperar pero atendiendo, serena, sola ella se endereza; sin intervenir siquiera, el don de la sutileza. De saber acariciar, de no retener, de vivir y sentir las huellas; las sombras que nos acompañan, abrazarlas sin vergüenza. No dejar que nos esclavicen, ser libres como sirenas. El don de estar aquí, presente, y de ello darse cuenta. Intervenir si conviene, y, si no atento ahí, dejar que siga la cuenta. Si eres capaz de apreciarlos es que tú los tienes ya, ¿o es que no te das cuenta? Deja de buscar ya y atiende a lo que en ti se encuentra. Lo que tu pensamiento guía, mas mira muy bien quién observa. Quien observa es quien gobierna. Consciente de ese don queda. No pierdas amigo esa cuenta, que eres tú el observador, y el que tu vida gobiernas. Cuida muy bien de ese don que abrirá todas las puertas. El don no quería salir, era muy tímido el niño, de salir tenía vergüenza, se quedaba calladito. Su dueño le dio la mano, y a la luz salió aquel niño, el niño ya no temía, caminaba así solito. Seguro ya se sintió, se mostró como él ya quiso, sentía cómo quería ser, de su miedo se deshizo.

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David Haskel

YO SOY EL DON

Al menos, tengo un par de vecinos que siempre me dicen: “Buen día Don David, ¿cómo le va?”.

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Diego Pascual

Ese don que tú tienes, tiene como un brillo, un brillo de vuelo en el horizonte. Ese don que tú tienes, tiene un silencio de madrugada resonado en mis pasos. Ese don que tú tienes, me tiene aquí, adorándote, desde aquel tiempo de encanto. Ese don que tú tienes, de dejarme tan solo y a la vez tan completo. Ese don que tú tienes de llenarme y llevarme a rincones lejanos. Ese don que tú tienes de enloquecer mi cordura tan despacio que me quema. Ese don que tú tienes de sonreírme como lo haces y no amarme…

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Carmen Navajas Rodriguez de Mondelo

EL DON AHORA ¿Dónde estás, DON AHORA? En ti no hay dónde, sé que estás aquí. Sé que las horas no existen, el tiempo no es para ti. Te encanta que cada instante, sea un sentir vivir. Cuesta creer en ti. Todo vida sin fin. Mas tú sabes de sobra, en ti no existe fin. Eres todo sorpresa, la esencia está en ti. Si te siento en mi existir todo don puede venir, toda gracia, todo miedo, todo sufrir puede servir para un mejor vivir. No es fácil descubrirte, sé que estás en mí. Si te siento a mi lado, la vida se hace sentir. SE ASOMAN TODOS LOS DONES, SÉ QUE ESTÁN AHÍ, NO ME ATREVO A VERLOS, SIENTO MIEDO... SÉ QUE SU EXISTENCIA, EXPANDE MI EXISTIR. https://www.facebook.com/photo.php?fbid=494692853987251&set=p. 494692853987251&type=1

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Horacio Tort

ES DON O NO ES DON, ESA ES LA CUESTIÓN

Señoras y señores del jurado… ¿qué es un don? Permítanme decirles que según la RAE es la “gracia especial o habilidad para hacer algo”. Desde ese punto de vista, alguien que acierta un balero 8 de cada 10 veces tiene un don, el don de la buena puntería. Y aquel matrimonio de jubilados que llega a fin de mes con dinero en su billetera tiene el don de la administración austera de recursos escasos. Y así podría agotarlos con ejemplos que me permito llamar (pausa escénica)… pedorros. ¡¡¡Un don mis cantimploras!!! Hablemos con propiedad señoras y señores del jurado. Yo desafío la definición de don de la RAE por excesivamente amplia y permisiva. Por querer quedar bien y congraciarse con todos. Porque con esa definición de por medio, el que no tiene un don no es de este planeta. Así que convoco a juicio lipeño para poner en la mesa de discusión que es esto de llamar don a cualquier habilidad o aptitud o aun yendo más lejos, a cualquier característica o rasgo de personalidad. Y frente a todos ustedes yo manifiesto a viva voz que una cosa es un DON, y lo pongo así con mayúsculas, y otra muy distinta es el talento distintivo, la suma destreza o la habilidad extrema. Todas estas capacidades caracterizan a personas que salen de lo común, que rompen el molde, sean estos deportistas, artistas, científicos, empresarios, profesionales de distintas ramas, etc. Son estas mismas capacidades las que los separan del resto de sus pares que realizan esas mismas actividades dentro de los parámetros de normal exigencia que estas tienen. Sobresalen de la media y aún de aquéllos más destacados dentro del rubro. Pero ¿nacieron ellos con esa destreza o habilidad, o fue adquirida a fuerza de esfuerzo, estudio, enfoque, concentración, entrenamiento, transpiración y práctica a lo largo del tiempo? En este contexto que planteo, yo me pregunto si es comparable el niño chino que a los 6 años de edad interpreta infinidad de partituras de música clásica en el piano con la destreza propia de un excelente concertista, con un pianista famoso como Oscar Peterson. O la niña inglesa que a los 7 años canta ópera al mismo nivel que una María Callas. No, señoras y señores, no, mis amigos lipeños, yo creo que no. En mi opinión, DON es sólo lo que tienen estos niños. Algo con lo que ellos han nacido y no algo que se adquiere con el aprendizaje y la práctica a lo largo del tiempo. Y puede que uno lo lleve adentro por años sin saberlo (y quiero creer que ese es mi caso), sin que se materialice y

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hasta puede que jamás se haga presente. Y también puede ser que uno lo desperdicie, lo cual es una pena en algunos casos y casi un crimen en otros. Habiendo emitido ya mi alegato, que deja en claro mi posición sobre este tema, comparezco ante este tribunal a modo de ejemplo, y como tal me declaro total y absolutamente carente de todo don, pero si poseedor de unas pocas habilidades o destrezas que desgraciadamente no me han servido de mucho en la vida. Porque convengamos que no es lo mismo ser Messi que un buen numero 9 en un torneo amateur. Por citar sólo unos pocos ejemplos de estas magras destrezas, siempre he podido establecer, con la precisión de un termómetro alemán, la fiebre de mis hijos con solo poner mi mano en su frente. O puedo dividir la cuenta de un restaurante entre 3 o más comensales, incluyendo la generosa propina, en mucho menos tiempo que lo que toma hacer la cuenta en la calculadora. O soy extremadamente fisonomista, nunca olvido una cara, aunque sí puede ser que me cueste mucho recordar donde la vi antes. Y hasta fui (hoy en día ya me resulta algo casi patético de hacer) un total y absolutamente desvergonzado bailarín, capaz de quedar casi en calzoncillos al son de You can leave your hat on. Según mis amigos varones, una horrible imagen difícil de borrar de sus mentes. Soy poseedor también de algunas pocas aptitudes que muy lejos están de ser verdaderos dones, que muchos erróneamente o tal vez sólo de manera coloquial las llaman de esa forma, tales como paciencia, tolerancia, sentido común, sentido del humor, y alguna que otra más, pero soy a la vez carente de otras cuya lista es demasiado extensa como para detallarla en este momento. Resumiendo, el DON es algo que se da naturalmente y que está por encima de talento distintivo, la suma destreza o la extrema habilidad. Y si estas capacidades son propias de unos pocos elegidos, son aún menos los que nacen bendecidos con dones maravillosos y los logran desarrollar y aprovechar en sus vidas. Por algo será. La fiscalía descansa.

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Mirta Cosentino

El don es un regalo que nos da la vida. Todos tenemos al menos un don lo importante es descubrirlo y aprovecharlo. Creo que mi don es la paciencia, por eso aún a los 61 años sigo siendo maestra con la misma fuerza que a los veinte, cuando empecé este hermoso camino. Además soy suegra de tres nueras ¿Les parece que no me hace falta un don? Jajaja, naaaa… las quiero un montónnnnn.

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Cecilia Mosto

Tenía el don de la adivinación. Su mamá la alentaba. Desde chica se anticipaba; evitaba accidentes; reunía personas; hallaba objetos perdidos. Miraba fijo. A veces intimidaba. Había quienes se sentían incómodos por la tensión que emanaba cuando estaba presente. Porque la gente no sabía de su don. Nunca se lo imaginó siquiera.

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Guillermina Silva D'Herbil

Quién sabe de cuántas vidas anteriores arrastraba esa necesidad de ser, no sólo aceptada, sino también querida. Quién sabe qué atávicos dolores o carencias cargaba sobre sus hombros, pero debían ser muchos y muy grandes, porque esa enorme ansiedad que le producía esa desesperante necesidad de ser amada era el origen de su principal don: su don era el de lograr que todo el mundo la adorara. A simple vista parece ser un don casi divino, pero la realidad es que su vida distaba mucho de ser tan maravillosa. Tenía el don, sí... pero el costo era altísimo. No era fácil vivir siendo al mismo tiempo divertida, moralista, estructurada, liberal, peronista, radical, judía, protestante, budista, católica, austera, derrochona, generosa, frívola, sexy, inexperta, madura, infantil, atea, humilde, perfecta y atolondrada. Muchas veces se complicó la vida intentando ser flaquísima y rellenita en el mismo día, o rubia y pelirroja. Su don le permitió ser muy amada por casi todos... pero nunca pudo amarse a sí misma, quizá nunca supo cuál era.

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Julio Fernando Affif

Tal vez el don, como fantasía, no exista. Sí, como la materialización de habilidades intelectuales, físicas o artesanales, escondidas un algún recóndito lugar de nuestro ser y que un día, misteriosamente, pugnan por aflorar. Pero el don sólo lo es, si nos enamoramos de él; si nos aferramos a la enorme satisfacción de resignar intereses por el hecho de sentirnos satisfechos con nosotros mismos si fuimos capaces de arrojar al vacío con desprecio el carro del triunfo y nos colocamos la corona de espinas.

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Horacio Petre

DON YON Tengo dones a patadas, che. No es joda… así como te calculo mentalmente la cuenta de una mesa para cinco antes de que venga el mozo con la adición, te digo la formación completa de Boca con el Toto Lorenzo en el 81. Nada se me escapa… vos dejame en cualquier reunión social, cualquier evento, en la que no conozca a nadie… ¡Y a los quince minutos soy el centro de la fiesta! No sé qué será… de pibe mis tíos se juntaban en lo de mi vieja y me peinaban con gomina, pidiéndome que les cante tangos… y me lo festejaban a lo loco… Ahora, como te canto una de Sabina te hago una de Los Nocheros, y la gente me aplaude delirando… Es algo que lo llevo adentro. Yo te juego a cualquier deporte, tengo ese don también… no te voy a decir que en todos soy regroso… en algunos zafo con elegancia, ¿viste? pero al fútbol la descoso, juego de 10 en una liga en Escobar, el año pasado me llevé el premio al goleador del torneo. Pero ojo, no te vas a pensar que soy un alcornoque… También soy un intelectual… ¡de fuste! El año pasado leí 143 novelas y 98 libros de relatos. Además, de política la sé lunga… ¡No hay quien me gane una discusión, che! Y con las minas… bueno, es mi don magistral… ¡Qué querés que te diga macho!! No seré Brad Pitt, pero tengo mi porte, viste… Además, cómo te explico… tengo mis horas de vuelo. Claro, no sólo labia, sino “expertise” que le dicen… Soy un seductor nato… otro don que poseo. Por no mencionar con lo que me obsequió la madre naturaleza en abundancia, date cuenta… no te voy a venir con centimetraje, pero a John Holmes seguro le hubiera inquietado… Sinceramente, hay días que me miro en el espejo y me doy envidia de mi mismo… y me digo: ¡Qué suerte que tenés loquito…! Tantos talentos y capacidades, tantos dones en tan buenas manos y tan bien usados... Y eso por no hablarte de mi descomunal humildad, tan reconocida por todos. ¡Y mi modestia!! Una modestia de la reputísima madre...

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Mercedes Antón Cortés

Tenía el don de que lo llamaran Don cuando el Don estaba en proceso de extinción. Aquel Don era fruto de su don. Nació con el don, murió con el Don.

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Mariangeles Soules

Todos poseemos un don, cada uno de nosotros hace algo de un modo mejor y con más naturalidad que la mayoría. Aquéllos que han alcanzado el éxito en su vida no han hecho más que perfeccionar su don ¿Cuál es el tuyo? ¿Cuál es el regalo que la vida te ha otorgado? ¿Cuál es el talento que te hace brillar? ¿Qué has hecho o haces con él? ¿Cómo contribuyes a hacer tu vida más fácil a partir de él? ¿Y cómo desde él contribuyes al mundo? Estas preguntas quizá no tengan respuesta pero sí sabemos que hay muchos tipos de dones. Por ejemplo, mi padre tenía una tremenda habilidad para aprender y hablar diferentes idiomas, se podía comunicar con los técnicos extranjeros que venían a su lugar de trabajo como si él también fuese oriundo del país de los especialistas, sabía a la perfección hablar en inglés, alemán, italiano, francés, portugués y algo de ruso. Pero no solamente los hablaba sino que tenía el don de enseñarte idiomas con tanta habilidad, y sin ser profesor, como no he vuelto a tener ningún docente. Creo que ese era su don y dos de sus hijas hemos heredado el gusto por aprender idiomas aunque no nos acercamos en lo más mínimo a lo que era él ya que a las dos nos gustan los idiomas latinos, francés y portugués, el inglés lo hemos aprendido a los tumbos a medio pelo y por obligación como requisito laboral. Aunque mi hermana habla el francés y el portugués como el castellano y yo lo entiendo pero casi no lo hablo, no sé si ella es más aplicada o también tiene ese don.

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Paula Ancery

PARA ESPAÑOLES Y ARGENTINOS, Y VICEVERSA POR IGUAL

Para nuestros amigos de Málaga, aclaro que para nosotros la palabra “garrafa” denota los tanques de gas para uso doméstico (nunca entendí muy bien qué es una garrafa para vosotros; me suena a una clase especial de botella, tal vez una especie de sifón, pero no me atrevería a afirmarlo). Bueno, cuando yo era muy chiquita vivía en uno de los tantos barrios nuestros en los que por entonces no había gas natural, de modo que teníamos un repartidor de garrafas a domicilio, que se llamaba Alfio. Nunca más volví a escuchar que nadie se llamara así. Ocurría que además este señor era claramente un anciano; entonces, en el barrio se lo conocía como don Alfio. Y yo, que era realmente chica y tampoco había escuchado nunca la palabra “don”, pensé que su nombre era Donalfio. (Tal vez, por asociación con el pato Donald, a quien seguramente yo por entonces llamaba Dónal.) Si en aquel momento yo hubiera conocido la palabra “donaire”, podría haber hecho la operación inversa y creer que Aire podía ser un nombre propio, como Luz o Victoria. La cuestión es que la palabra “don” me resultó conflictiva desde el principio. Asumo que salí de mi error –separé Alfio de don- cuando registré que a las señoras mayores se les decía “doña”. Y entonces sí, ya quedó fijada en mí, como en tantos, la idea de que “don” o “doña” era una persona vieja. A mi hermana le pasaba lo mismo. Decía que no le gustaba llamarse Verónica porque, cuando fuera vieja, “doña Verónica” no iba a sonar bien; y, desde ese punto de vista, tenía razón: hoy todavía no conozco a ninguna vieja que se llame Verónica. En cambio, uno de los motivos por los que nunca me gustó mi propio nombre es que regía fenómeno para vieja, ¡y yo era una nena! Hasta hay una poesía que contiene la expresión “doña Paula”, uno de esos engendros escolares destinados a exaltar a los próceres, en este caso –como ya habrán adivinado los argentinos- la madre de un prócer. Decía así: “ni la miseria / ni los apremios / en la casita / pueden entrar, / pues doña Paula / los vence siempre / con el producto / de su telar”. Mierda. Además de ser vieja y tener un nombre horrible, tiene también un hijo con un carácter…, y que llega a presidente y es tan ingrato que ella tiene que seguir dale que te pego tejiendo debajo de la higuera por toda la eternidad. Recuerdo en forma muy clara que fue exactamente a mis 15 años de edad cuando registré –por algunas lecturas hispánicas que estaría

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haciendo para el colegio- que, para los españoles, el uso de “don” o de “doña” implicaba un trato respetuoso, pero de una clase de respeto linda: no la del respeto debido a los viejos, o tal vez sí, pero en un sentido lindo, que connotaba status, porque “don” o “doña” también podía ser una persona joven, o una persona sin título universitario a quien se le dice “don” porque no puede decírsele doctor o licenciado, pero de todos modos es alguien importante. Como decía, esta connotación de “don” la descubrí en mi adolescencia, pero tardó aproximadamente 15 años más en sonarme lógica y apropiada; y esto, sólo cuando la usan los españoles. Si hubiera sido en aquel momento cuando don Felipe se casó con doña Letizia, al escuchar que se los llamaba así yo habría pensado, como Obelix, “estos gallegos están majaretas”. Lo que siguió problematizando la palabra fue que, mientras yo crecía y después maduraba, los propios argentinos –o por lo menos, los porteños- variaron el uso que le daban. Hace diez o quince años que, si por ejemplo un adolescente le cuelga “doña” al principio o al final de una frase que le dirige a una mujer adulta, no la está llamando vieja, pero está introduciendo un matiz a mitad de camino entre lo respetuoso y lo campechano. “¿Me dice la hora, doña?” “Doña, tiene abierta la mochila.” El adolescente pone “doña” donde pondría “flaca” si estuviera dirigiéndose a una chica de su edad. Y de la misma manera que la chica de su edad puede ser obesa y de todos modos ser invocada como “flaca”, la interpelada como “doña” puede tener 30 años. Aclaro que este uso de “doña” (y, también, de “don”) es eminentemente barriobajero, de ahí el matiz de confianza que trae aparejado. Algo así como “tranquilo, no te voy a asaltar porque te reconozco como uno de los míos, y perro no come perro: sólo quiero hacerte una consulta, un señalamiento”. Un muchacho de Recoleta diría simplemente “disculpá, ¿Marcelo T. de Alvear es para allá?”, sin usar vocativos de ninguna clase. (Por favor, corríjanme mis connacionales si estoy equivocada en esta apreciación; sé que puede ser sólo un divague mío.) En mi adolescencia también tuvo lugar el fenómeno de “El padrino”, cuando “don” empezó a regir inmediatamente Corleone. Yo, que me pasé muchos años sin ver la película porque no me interesaba, igual sabía que don Corleone era un capo mafioso. Total, que hasta el día de hoy yo misma jamás llamé “don” ni “doña” a nadie. También es justo reconocer –en el sentido de admitir, y sobre todo en el de agradecer- que a mí todavía nadie me ha llamado doña. Será porque a esta juventud moderna no le inspiro ni “respeto lindo” ni campechanía, pero lo prefiero. Aún no logro acostumbrarme a que me llamen señora, justo a mí, que me encanta Lady Gaga. Lo otro que tienen de extraño “don” y “doña” es que además son palabras muy sonoras. Con “don” se puede hacer la onomatopeya de

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una campanada; de hecho, nuestra versión vernácula de “jingle bells” dice “din-don-dan”. Y si creen que “doña” no suena a nada más que a señora yendo a hacer las compras en chancletas y ruleros, pueden escuchar “Oiga doña allá”, donde Les Luthiers cantan “en ruso”. Sé que la consigna no se refería a nada de todo esto sobre lo que acabo de delirar. Ocurre que estoy en un momento –ya un poco largo- de bajísima autoestima. Entonces, primero pensé que yo no tenía ningún don. A continuación pensé que yo era una ingrata por pensarlo: que Dios me dio por ejemplo dos luceros que cuando los abro perfecto distingo lo negro del blanco, etcétera; pero evocar, así fuera sin mencionarla, la canción de una mujer que después de agradecerle tanto a la vida se suicidó no me pareció una buena idea. Más tarde pensé todavía que lo que en realidad me pasa, y gran parte del fundamento de lo bajo de mi autoestima, es que no tengo EL don que quisiera tener: el de ser una escritora. Sé que escribo bien, sé que en algunos días excepcionales puedo llegar a escribir muy bien, pero también sé que no soy una escritora. Al decirlo, me acuerdo de Sylvia Plath anunciándole a su madre en una carta: “Estoy escribiendo los mejores poemas de mi vida, mamá: los poemas que me harán famosa. Soy una escritora. Se me ha concedido EL DON.” Y tenía razón, de verdad estaba escribiendo los poemas que la harían realmente famosa… pero casi toda la fama de Sylvia fue póstuma. Ella también se suicidó. Ya hace cuatro días que estoy dándole vueltas a la cuestión del don y por más que trato, lo que prevalecen son estas asociaciones entre el repartidor de garrafas (creo que los españoles las llamáis bombonas), Paula Albarracín de Sarmiento y el infante don Juan Manuel. Y ¿saben qué? Ésta es la hora en que me doy cuenta de que mi don es éste. Será chiquito y servirá de poco, pero encontrar asociaciones ilícitas entre las cosas más disímiles, y encontrarlas en gran medida empujada por una memoria monstruosa, es un rasgo mío muy característico. Y que de vez en cuando, hasta me resulta útil. No pretendo compararme con él en talento ni mucho menos en éxito, pero cuando Steve Jobs dice, en el discurso de Stanford, que todo el chiste está en “conectar los puntos”, yo sé exactamente de qué habla. Cruda idiosincrasia.

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Diego Albé

EL DON DE DANTE

Dante Oliden había llegado al mundo de la mano de un increíblemente desarrollado sentido del olfato. Lo cierto es que como pasa con la mayoría de los niños cuando aún no cuentan con el preciado don del habla, su facultad permaneció inadvertida hasta que pudo expresarlo en conductas más concretas, alrededor de los dos años de edad. Conocí a Dante a los 13 años. Podía darse cuenta si llegaba la profesora de matemáticas minutos antes de que ella estacionara su auto, ya que olía su perfume (dulce y agresivo como los nísperos semipodridos, según él). También podía percibir el distinto humor de las personas por el efecto de la adrenalina liberada y la transpiración, el celo de las mujeres y los perros, la procedencia de la ropa, la antigüedad de los libros, la higiene de quienes le interesaban, las tormentas. Para Dante el mundo que vivimos era un manojo de sensaciones cada día más ricas y a la vez complicadas. Seguramente ajena a su voluntad, su mente no descansaba en esta la tarea de clasificar, buscar y combinar aromas con colores, con sonidos. Por eso el Do era marrón y olía a tabaco Cavendish, o el perfume de la canela en rama tenía haces de luces naranjas y bordeaux y recordaba a las canciones de cuna de la antigua Rusia. Pasaron muchos años y la figura de Dante se fue desdibujando en mi memoria como lo hace la espuma que baten los remos, en ese esfuerzo que hacemos en nuestra juventud por navegar hacia un futuro distinto, con otros colores, evitando echar la vista atrás. Una mañana fresca, ensimismado en un bar antes de ir a mi trabajo, una voz ronca y profunda me sacó de un jalón para congelarme. Levanté la mirada y lo vi, en todo su miserable esplendor. Pullover celeste de hilo cubriendo su cuerpo huesudo. Cabellos revueltos y barba de dos días. La misma mirada de adolescencia. Era y no era él. Como si los años lo hubiesen forzado a conjugar con los códigos de la calle. Perfil inconciliable con el Dante que yo conocía. Estás muy cambiado, atiné a decirle, en una mezcla del recuerdo de su historia y el respeto que todo hombre burgués, urbano y amariconado por la comodidad como yo, le debe a aquellos que esgrimen el estaño de bar en cada gesto, en cada palabra.

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La vida es muy puta flaco, me dijo. A veces pienso que en cualquier momento puede cambiar el viento y tirarnos a la mierda. A vos, a mí, a cualquiera. Uno viene haciendo las cosas bien y de repente, al carajo todo. No sé si me entendés, en una de esas a vos no te pasó, todavía. A mi sí. A mí se me entró a mover el molino a los dieciséis años. Estábamos en cuarto año flaco. Me acuerdo que en ese momento mi mamá, mi vieja – corrigió- había entrado a laburar en la Biblioteca Nacional. Se iba temprano y volvía muy tarde, casi no la veía. Mucho tiempo solo, en mi casa. Y vos sabes flaco, más tiempo en soledad, más tiempo para pensar boludeces ¿viste? Bueno, vos sabés, ya a esa altura ya podía sentir cosas que vos no vas a poder sentir nunca. Por el tema de la napia. ¿O me vas a decir que no te acordás de “Oliden, el fenómeno del olfato superdesarrollado”? No, no, cómo me voy a olvidar, contesté nervioso. A los dieciséis años entonces, descubrí algo que me costó mucho aceptar e iría a cambiar mi destino. El olor… el olor de la muerte flaco. No me olvido más. Fue una tarde de mayo del ’86. Llovía como la puta madre que lo parió. Era difícil respirar con tanto olor a barro, perros mojados y bocas de tormenta tapadas. Llegué de la escuela y en la mesa mi vieja me había dejado la consabida nota aclaratoria de tareas para el resto del día: cocinar, llevar la ropa al lavadero… Al volver de mis diligencias y antes de comenzar a prepararme un licuado, sentí una asquerosa presencia desde el fondo de las frutas. Solo, en la impasividad de la grande y penumbrosa cocina de mi madre, el perfume de la muerte parecía visitarme. Un incontrolable temblor de mis manos fue seguido de un estado general en el cual me era difícil controlar hasta la agitada respiración. Me invadió un miedo atávico, ancestral. Como un animal, me encontré arrinconado entre los cajones de soda, mostrando los dientes y hundiendo mis uñas en las puertas del bajo mesada. Habré estado así no sé cuánto tiempo, hasta dormirme en ese estado de alerta bestial, que terminó por abatirme. Desperté hecho un manojo de músculos entumecidos. La luz azulina de la noche aún joven bañaba la cocina. Había vuelto a oler a frutas, un dejo lejano a oliva y a tostadas húmedas. Lo normal. Inmediatamente me invadió el frío, la soledad. El abandono mordiendo la carne y los huesos y la necesidad de un único abrazo. Sintiendo como se me llenaban los ojos con todo el mar, sólo pude pensar en palabra que salió casi inaudible de mi boca transformada en sollozo: mamá.

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Abrazado a mi mismo en un llanto que nunca voy a dejar de recordar con dolor en el pecho, me incorporé para atender el teléfono, llamaban de la Biblioteca. Mamá había muerto mientras preparaba su taza de mate cocido. A partir de ese día, las veredas comenzaron a dejarme rastros como nunca antes. Las paredes dibujaban sombras de quienes habían pasado hacía horas, días. Cada hoja caída, papel arrojado, botella vacía; cada ventisca, lluvia o rocío, encerraban mensajes para mí. Cada día que pasaba me fui sumergiendo en esta nueva vida de contemplación de la realidad. Me llevaban los balcones, las salidas de los cines, los pasos a nivel del ferrocarril. Ropas colgadas en los balcones dejaban ver peleas matrimoniales o reconciliaciones amorosas. Tazas de café semivacías me hablaban del tono de la charla sostenida. Los platos sucios llamaban desde las cocinas llorando cuando el menú había sido la angustia. Descubrí que el jabón recién enjuagado en las manos de un chico libera otro perfume cuando el calor de la piel que las lavó proviene de las manos de su abuela. Que el celo de la mujer que lo hace con amor huele más dulce. Definitivamente despareció la tranquilidad en mi vida, si es que alguna vez hubo de existir. La soledad en la que la muerte de mi madre me había dejado, fue reemplazada por una multitudinaria procesión de sensaciones, cada una con nombre, características, lugar, fecha, hora… Después de un silencio casi interminable, Dante prosiguió: Y después de tanto tiempo, lo que me pasó con mi vieja, la puta madre, ahora me viene a pasar con vos. Un frío me recorrió los huesos y creí desmayarme. Recién en ese momento vi el brillo del arma que Dante tenía apuntándome hacia el rostro. No pude hablar, no podía moverme. Es así flaco, te vengo oliendo de hace un tiempo. Pensé que lo mejor era terminar así. Hacerte un favor. Creeme flaco, quiero que dejes de sufrir. Yo sé que aunque te habrá costado un enorme laburo taparlo, en el fondo te debés acordar de la cena en lo de los Roca. Yo estaba invitado y vos no sabías ¿Te acordás? Llegué un rato tarde, justo para ver tu imitación. ¡Te salía bien hijo de puta ehh! Hasta una nariz de juguete usabas… Casi te morís al verme ¿te acordás que esa noche te dije que no me iba a olvidar nunca? Y bueh… acá me tenés flaco. Apuntándote en medio de los ojos. Y no te imaginás la cantidad de adrenalina que estás desprendiendo. Quedate tranquilo, ya no vas a sufrir más. Chau flaco, pasala lindo. En ese momento, Dante se llevó el arma a la boca y disparó.

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A las tres horas salí de la Comisaría de prestar declaración. Volví a casa por un camino distinto al de siempre. Los tilos dejaron de perfumar mis mañanas.

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David Haskel

Yo soy el feliz poseedor del Don de la Desmemoria, el regalo celestial del permanente olvido. Sí, claro que tiene sus inconvenientes. Aquí van sólo algunos de ellos: No encontrar nunca las llaves ni los anteojos. No recordar si tomé o no las pastillas. Tocar las cerdas para ver si están húmedas y saber así si ya me cepillé o no los dientes. Abrir y cerrar la heladera tres veces en el plazo de un minuto hasta saber para qué la había abierto. Perderme en mi barrio. Cantar bajito para que no se den cuenta que no me sé la letra. Salir a buscar todos los días el auto porque nunca sé dónde lo estacioné. Sufrir como parturienta primípara cada vez que paso frente a una ferretería porque sé que necesito comprar algo que es súper importante pero nunca, nunca sé qué es. Ah, pero todas esas dificultades menores se diluyen ante la suprema dicha de la sorpresa eterna, porque todo es por siempre nuevo, todo es por primera vez, inédito y magnífico. Y además: Mi imposibilidad de ser rencoroso, sobre todo si el supuesto agravio a mi persona tuvo lugar hace más de dos días. El odio, ese subproducto del morboso regodeo en las heridas que alguien pudo habernos infligido, necesita alimentarse de malos recuerdos, y eso escapa a mis posibilidades. El gozo de los amigos de saber que siempre pueden contar conmigo para que me ría de sus chistes aunque me los hayan contado 318 veces.

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Ser siempre súper amable con mi eventual pareja, porque no sé si la última vez que nos vimos metí o no la pata, o si hoy es una fecha importante, o si tenía que preguntarle cómo le fue en la operación. Saludar cortésmente a todo el que pasa a tres cuadras a la redonda de donde vivo, por si acaso sea alguien conocido. Poder volver a leer los libros y ver las películas que más me gustan ad aeternum. Disfrutar Buenos Aires como si fuera un turista croata que nunca salió de Zagreb. Hallar cada tanto algún tesoro, sobre todo plata escondida, en mi propia casa. Y parvas de cosas más que ahora --por suerte-- no me acuerdo.

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Mauricio Castello

Había mujeres más lindas, más jóvenes, más jóvenes y lindas, podríamos decir que se encontraba por debajo de la media de belleza, pero nunca hubo nadie que luciera el escote como ella. La gracia de su paso durante décadas desató batallas, revoluciones, vida y muerte. Sobre su andar y su escote se reescribió el mito de Pandora.

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Gustavo Pedace

Advierto que creo que por primera vez, es largo. Porque es el don de la vida eterna... ¡Qué frío hace! No entiendo bien por qué, si es Abril y nunca hizo tanto frío en Abril. Buenos Aires está cambiando el clima. Si camino más rápido, para calentarme, seguro que se me pasa. Pero tengo miedo de perderla de vista, no quiero perderla de vista. Quiero ver adónde va, con quién se está viendo. Está tan linda. Aunque la mirada la tiene triste, no sé cómo explicarlo, como en otro lugar. Ahora la sigo por Santa Fe y está a punto de entrar en la librería que era cine. Ahí voy a tener que hacer alguna pirueta para que no me vea, no me va a alcanzar con solo revolver los libros desde algún rincón. No quiero perderla de vista. Qué frío, no prendieron la calefacción. La gente parece no notarlo, están livianos, yo estoy demasiado aturdido como para fijarme en cómo están vestidos, pero hago un esfuerzo. Por seguirla, por no dejar de mirarla, por adivinar sus próximos pasos, por no perder esta oportunidad. La librería es grande, distinta de la última vez que estuve. Creo que la sección Novelas estaba en el primer piso, al lado de los clásicos, ahora es como que dieron vuelta todo, y están también esos disquitos chiquititos y coloridos con las mismas recopilaciones de Los Beatles de siempre. Y salimos. Otra vez a la calle y al frío. Compró dos libros, no pude fijarme cuáles. Espero que siga caminando, si se toma un taxi la vuelvo a perder. Estoy sin plata y con frío. Pero no, parece que sigue caminando, que esta vez puedo seguirla de cerca. La última vez me metí en casa, sin que lo advirtiera. Mientras dormía. Tratando de no despertarla busqué mis cosas. Estaban, pero distintas, como corridas de lugar, como desenfocadas, el escritorio, menos fotos. No encontré la ropa. Aunque me esforcé no pude oler nada, hubiera querido recordar con olores. Olor a recién levantada, olor a recién acostada, olor a cocina, a escritorio con papeles, olores familiares. Cuando me di por vencido, antes que se hiciera hora de dejarla, me senté en la punta de la silla del dormitorio para oírla, pero su sueño era tan profundo que no pude, era como si su corazón hubiera parado para reponer fuerzas.

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Ahora la miro de atrás, sigo su paso, y cada vez que se para frente a una vidriera y su cara se refleja en el vidrio me entra calor en el cuerpo. Aunque está distraída, aunque se hizo algo en el pelo (lo tiene lacio y oscuro) su sonrisa, esa sonrisa que puedo dibujar a oscuras hasta los más mínimos detalles, me hace correr calor por la espalda. Y me quedo mirándola, y no mi importan los empujones (que igual no siento) n las bocinas ni los fastidios de las señoras que compran enredándose en bolsas. Entró en un bar. Mira desde la entrada y yo la miro. Busca a alguien, busca un lugar adonde dejar sus cosas, adonde descansar un poco. ¿No tendrá frío? Se va hasta una mesa para dos al final de la fila. Deja sus cosas, se acomoda, sigue buscando y yo me quedo parado cerca, como mirando otras cosas, como escondido detrás del vano de la puerta. Al rato están hablando, él se inclina para adelante en su silla y le acaricia la mejilla. Le dice algo que no llego a oír. Ella se sonríe y mi frío desaparece por completo. Tuerce la cabeza para un lado, para el lado de la caricia, y parece apretar esa mano contra su hombro y la mejilla. Y espera que él no saque la mano. Y trata de acariciar esa mano con su otra mano libre. Y sonríe, pero yo me acerco con cuidado y veo, y sé que esa sonrisa es triste. Hay algo en ellos que me extraña. Estoy bien de verla, tenía ganas de verla. Tengo frío pero ya no importa. Tengo que aprovechar el momento de verla. Disfrutarla. Recordarla, cerrar los ojos y grabarla otra vez. Quiero escuchar qué se dicen. No los entiendo, estoy cerca pero no los entiendo, no puedo saber de qué hablan. Pero ella llora. No con lágrimas, pero llora. Llora con desconsuelo. Y él la vuelve a acariciar en la mejilla y ella vuelve a hacer ese gesto que quiere abrazar esa caricia para siempre. Y él atiende el teléfono y ella termina su scon mirando a la gente en la calle. Yo la miro, ahora la miro fijo, me concentro en esa mirada y ya no me oculto. Me pongo delante, me acerco a la mesa, me acerco tanto a la mesa que casi los escucho. Ella lo mira como esperando que corte, el habla y sonríe y hace señas de que lo espere e intenta llevar otra vez su mano salvadora a su mejilla, como todo gesto de cariño, o de amor. Y ella lo interroga y lo sigue mirando para que corte, y el escribe en la servilleta y yo puedo leer lo que escribe “tengo al nene del medio con gripe, me voy para casa, después te llamo porque tengo para largo...” y se levanta, y se va. Para, vuelve sobre sus pasos y deja un billete. No tengo idea de cuánto.

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Y ella, que sonríe al ver que vuelve, deja caer sus hombros cuando lo ve alejarse. Y me acerco más, y la veo linda, triste. Se hizo algo en el pelo, tiene las uñas más cuidadas, no me acuerdo de ese suéter. Estoy encima de la mesa, intento acariciarla. La alcanzo. Y ella, de repente y asustándome se lleva la mano a su cara. Se sorprende, se asusta, cierra los puños fuerte fuerte y llama al mozo. Yo estoy inmóvil y ella también, solo mueve sus ojos para todos lados, como buscando algo. Cuando no lo encuentra, deja caer sus hombros resignada, mira para la ventana, mira al cielo que ahora se encapota y sus ojos se ponen vidriosos. No voy a esperar a salir con ella, son pocas las veces en que puedo volver y la veo, pero la última vez no soporté verla desvanecerse. Esta vez me voy yo. Como cuando me fui del todo, hace ya como 6 años. También era Abril, pero no hacía tanto frío.

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Javier Russo

Se me viene la imagen de quienes enseñan bien o que comunican bien, que pintan, escriben bien, aquellos “dotados” para algo que se destacan de los demás. Yo tengo oído musical, un poco heredado y muy poco ejercitado. Me han dicho que por eso me resulta fácil aprender idiomas. La verdad es que no tengo idea si es así o no pero es cierto que me resulta fácil aprender otro idioma (aunque de tan vago que soy solamente me defiendo con un segundo idioma). No sé si es un don pero casi siempre hago reír a la gente; la mayoría de las veces por hacer el ridículo ¿Será que el ridículo es un don también? Pero me pregunto ¿qué son los dones en sí mismos? ¿Es aquello que nos distingue o diferencia? Si así fuera, acaso los dones son lo más corriente que tenemos puesto que como todos somos diferentes todos tenemos al menos un don. Paradójicamente si todos somos diferentes por tener al menos un don, pasamos a ser todos iguales al menos en ése aspecto porque todos tenemos uno o más dones. Es decir que aquello que nos hace iguales es tener algo lo que nos diferencia. Lindo lío me armé. Me quedo pensando ¿Qué otro don tengo yo? Creo que tengo el don del enredo mental. Al menos ése lo tengo bien desarrollado ¿no? Puede que esté equivocado y que los dones sean la excepción pero… ¿acaso no somos todos excepciones? ¿Me estaré enredando de nuevo? Otro don que tengo es saber cuándo pedir ayuda... ¡¡¡Socorro!!!

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Cristian del Rosario

SOBRE DONES (flash back a los 90).1

Las palabras no aparecen, no responden las ordenes que les da mi memoria. Los recuerdos se escurren antes de llegar a mis dedos, haciendo inseguro el trazo. Sé que solo busco pretextos para no transformar en una simple crónica, los hechos de aquella noche. ………………………………………………………………………………………… Del lugar que te conocí solo mencionaré que era el ojo de una tormenta. Un oleaje de cuerpos andróginos, rostros desconocidos y sexos secos de deseo giraban sin sentido, estallaban en el aire las conversaciones contra la música pues no soportaban su propia levedad. Yo me encontraba preparando el escape de aquella tormenta utilizando el método más ancestral y efectivo que conozco: tomar la suficiente cantidad de alcohol –ni más ni menos- hasta lograr que los sentidos se disuelvan en el inconsciente y todo se transformé, así, en una masa algodonada, casi silenciosa. Precisamente, cuando arribaba a ese estado de dulce anestesia, es que te vi. Ocupabas una dimensión distinta a tu entorno. Todo alrededor de vos mutaba. Tu rostro marfil, de facciones perfectas, que se enmarcaba en el castaño de tu pelo, te daban la pertenencia a esas razas sagradas,

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Leyendo el texto de Cecilia Gómez Nale me acordé de algo que escribí a mis...años -tan joven soltero e idealista- inspirado en una novia de algunas noches...un texto que lo busque en mi cuaderno de aquellas épocas y transcribí. Lo comparto para que vean el Cristian de principios de los 90 por donde andaba y si hubiera existido LIPE hubiera subido lo siguiente.

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que existían desde antes que los hombres inventen, a este dios monógamo y aburrido. Una punzada en mis entrañas me obligó a que me acerque, nunca advertiste la instrucción clara y precisa que partía de mi instinto: Debía alejarte y protegerte, ya que si bien tus labios actuaban una sonrisa, era fácil leer en tu mirada, ese miedo gris. Pregunté por tu nombre y luego no pude recordarlo más, igual sabía que era parte del disfraz humano que habías adoptado, en algún momento me tomaste de la mano izquierda y –sin saber cómo- nos encontramos bajo un cielo sin sol, lejos de ese viento de voces, que ahora apenas se oía. Durante un rato me examinaste, tu disección fue sutil y profunda, solo cuando te sentiste segura decidiste probar suerte (otra vez) y comenzaste el relato de tu historia. Pero antes, sin decirme aún una palabra y como introducción a tu relato, desplegaste de tu cuerpo, unas alas azules enormes; lo hiciste en un movimiento, sensual, el movimiento más sensual que haya visto en mi vida. No me sorprendiste, de alguna manera lo esperaba, aunque si me sorprendió la belleza de esas alas, forjadas en una génesis profano. Envuelta en ese manto mar, me confesaste que eras la última o tal vez la única de tu especie, no lo sabías. Nunca habías comprendido tu naturaleza extraña –me dijiste en un rumor casi inaudible-. Durante mucho tiempo renegaste de tu condición alada y habías realizado innumerables esfuerzos para volverte más terrenal, más mundana. Intentaste cortarte esos miembros, que creías ajenos, que te hacían diferente, pero –tras tanto dolor- te volvían a crecer más bellos y más fuertes. Después te obligabas a no volar, pero era imposible, algo poderoso te impulsaba y, cuando estabas en el aire me confesaste que el placer era tan, tan inmenso que doblegaba tu más firme voluntad. Una vez -me dijiste en otro susurro a mis oídos- tuviste una visión dentro de un sueño: La existencia de otro ser alado, alguien con quien compartir tus vuelos nocturnos, fríos y silenciosos. Recién, a partir de esa visión, te aceptaste y entusiasmada me decías que, fue para vos, el comienzo de una búsqueda, feroz, sin descanso, para encontrar a tu par. Tu imprudente ansiedad –me reconociste- hizo que te confundas y creías descubrir, en simples seres, a tu semejante. Bastardeaste tu don, habías mostrado tus alas frente a aquellos que no comprendían tu

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distinta naturaleza -ya sea por temor o ignorancia- se burlaban de vos, sus lógicas y materiales estructuras no podían aceptar la existencia de una mujer alada. Pero en cada frustración –me decías- surgía una mayor necesidad de volar, así, en el dolor, afirmabas tu identidad. Te escuchaba, mi silencio era reverencial ante tu voz y no creo necesario admitirte que, a esta altura de tu relato, yo ya amaba todo tu ser. Una nueva orden, igual de visceral que la anterior me recordó un mandato que había olvidado y para lo cual había sido elegido. Maldije a esa diosa -sólo una mente femenina puede ser tan cruelmente dulceque había dispuesto que sea yo, la pieza de su lúdica organización del destino; y el momento había llegado pues un sol destructor de miedos y magias se imponía en el reciente dominio de la obscuridad. En ese amanecer y cuando estabas más irreal que nunca, clave la daga en tu alma pronunciando la frase idiota de ese libreto prefijado: “Quiero cogerte”. Instantánea e instintivamente plegaste tus alas. Recobraste, en segundos, tu disfraz humano: volviste a actuar tu sonrisa y tu mirada, ya no fue la misma de esa noche. Sé, también, que la tristeza y la desilusión segregaron, en tu plumaje, ese líquido que le da mayor luminosidad tenue y etérea. Me tomaste de la mano derecha y supe que sentiste lástima de mí. …………………………………………………………………………………… Hoy la noche es más mucho más fría que aquella otra, ya no estás aunque desde aquella vez, creo aún percibir tu olor en mi cama. Mi misión y me destino fue cumplido: “Los seres alados jamás conocerán el amor, jamás dejaran de estas solos”. Así fue escrito. Te extraño, acabo de desplegar mis alas, quiero volar, un vuelo que seguramente será el más silencioso y solitario de todos.

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Daniela De La

DON

Ella siempre tuvo un don, estar pero no estar. Se enamoraba poco, pero cuando lo hacía, entregaba su vida por el otro, el cual se daba la casualidad que nunca estaba. Trabajaba en un lugar, soñando con estar en otro. Corría una zanahoria imaginaria. Ella, no era ni de aquí ni de allá. Cuando podía, se escapaba y viajaba a donde dé lugar. Ella no era de nadie, tampoco de ella. Ella creía poder estar, pero se cansaba pronto. Ella buscaba a quien no esté, para no estar mucho tiempo con él. Ella tan ella, tan de nadie, tan de todos.

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Mariasi Cañizal

EL DON DE CURAR

Utopías de sanación2

Tan sólo siente. Y son sus manos el vehículo suave para guardar y para dar. Acaricia y golpetea el ovni musical en perfecta combinación con su gran sensibilidad, y es capaz de generar ese remolino de vibraciones único, produciendo un banda sonora que penetra, que recorre interiores y que llega a aquellos lugares de los niños de la tribu que sanan de sus males, danzando alrededor, poseyendo los sonidos que Yuki les regala cada tarde, para no dejar de sonreír mientras el sol se va desvaneciendo, dejando otro día de cura, un día más de felicidad.

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Dar play al video mientras la lectura.

https://www.youtube.com/watch?v=747hJQNJpeg&feature=youtu.be

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Carmen Navajas Rodriguez de Mondelo

ESTAS INDIVIDUAS HAN APARECIDO EN MI CUADRO... ¿ALGUIEN SABE QUIENES SON, A DONDE VAN, QUE HACEN AQUI VESTIDAS DE AMAPOLAS?3 - Estas son cultivadoras de adormideras, son muy buenas personas. Tienen una clínica para calmar las molestias de la quimio y además no cobran, sólo hay que darles la voluntad. - Son monjitas de África, allí los hábitos son mucho más alegres que los de aquí, su único objetivo es calmar el dolor ajeno, son muy espirituales. - Puede ser... yo creo que son un grupo de excursionistas que han salido al campo y se han sorprendido al ver amapolas... quedan tan pocas. - No, no... ¡¡¡nop!!! ¡Fijaros bien! Son las propias amapolas que han escuchado un ruido y las más cotilla, como siempre, han sacado sus raíces y se han convertido durante unos segundos en señoritas vestidas de amapolas. Todas señalan con su mano a la derecha, pero la más cabezona cree que ese ruido viene de otro lado... es un ruido sospechoso, creo que viene de fuera del cuadro. - La señora amapola de la izquierda está asustada... ¿Por qué será? - No sé... Opción A, que la persona o cosa que esté haciendo ese ruido le provoca una sensación rara. Opción B, que esté vigilando si se acerca alguien. - ¡¡¡Porque ha visto un bichoooooo!!! - ¡No! ¡¡Nop!! Se supone que las amapolas están acostumbradas a ver un bicho... ¿Noo?

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Creo que subir a Facebook una ilustración y contarla entre los que quieran intervenir, es un don divertido... Hoy al publicar la tarjeta de felicitación del cumple de Cecilia me acorde que en su momento fue contada, he recopilado los comentarios y esto fue el resultado. NOTA: leer relato con el dibujo abierto y el texto a la derecha para ver las caritas.

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- ¡¡¡Pero éste es un bicho humano....!!! - Eso me va gustando más. -Creo que no está asustada, se va del cuadro porque le tiene envidia a la señora amapola que lleva el sombrero con tocado de amapolas. - ¡¡¡Possiiiii!!! Si os daisss cuentaaa no va vestida como los demásss.... Ocultaa algoo jajajajajaja - Si, está ideando cómo quitarle el tocado a la de abajo.... - ¡¡¡Es verdad, mirad la dirección de su ojo!!! - Jajajaja - ¡¡ES UNA SEÑORA AMAPOLA SOSPECHOSA!! - ¡TIENE TRASTIENDA! - Pues si se quiere ir del cuadro ¡¡¡que salga ya!!! - Y... la señora amapola del tocado en flor... ¿qué os parece??? - ¡Jajajajajaja! Es verdad... - La señora del tocado parece que tiene un secreto... Jijiji ¡¡Vamos a descubrirlo...!! - Creo que tiene la intención de quitarle una amapola al vestido de la señora derecha para ponérsela en la solapa. - ¡¡Posssiii!! - La señora amapola de la derecha está ajena a todo lo que está sucediendo... ella pasea libre por el campo florido... - Y... de repente ¡¡zas!!... -Pero ella no va a mostrar ninguna emoción de enfado. Siempre ha pasado por la vida de puntillas para no molestar. Tanto es así que se le han deformado los pies y ahora tiene que ir descalza porque no encuentra ninguna horma de zapato que se le adapte bien. - Jajajajaja, siii pero todavía no hemos dado con la tecla... El ruido que oyen las amapolas, ¿qué es?

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- La tecla la ha encontrado la de arriba de la derecha, se ha quedado anonadada, no sabe si decírselo a sus amigas. - Oyen el ruido de los recolectores de amapolas, que se acercan. - No sé, no sé... no me convence... - Creo que sí... las máquinas quieren acabar con todas las amapolas del campo, luego las venden a una fábrica de confección de tocados y broches florales. - Ése es otro negocio que tienen además del fumadero gratuito; también tienen una peluquería para confeccionar pelucas, se han quedado calvitas; ellas mismas han estado malitas y el pelo lo llevan regular ¿no veis lo despejada que tienen la frente? La del tocado es que se sube mucho la peluca pa' disimular y se ha puesto la amapola para dar envidia a las otras, de ahí los ojos de alucine de la de arriba. - ¿No será que la máquina le ha rasurao la frente y están toas cabreas? - Es que la que le cortaba el pelo, ese día tenía un subidón por fumar demasiada adormidera y se volvió loca con la maquinilla, por eso tienen esas caras de asombro, desde que se miraron al espejo se han quedao así; por eso la de abajo se ha hecho el moño tan alta y se ha colocao una amapola, aunque no se ha dao cuenta de que se le ha metío una araña debajo de la peluca, pobre, cuando se dé cuenta, verás... - Jajajaja... ¡¡¡como sea una araña venenosa!!!! - Y como se le meta en el selebro... - ¿Será ése el bicho...? - Bicho es, eso está claro, y tiene por lo menos 6 patas. - Pero acordaros que es para un fin bueeeeno, aliviarán el dolor ajeeeeeno. Y colorín colorado, las amapolas se han cortado, je,je. - ¡¡¡FIIINNN!!! - Pues yo no me puedo aguantar una cosa: la de la mirada más flipá ha tenido un problema con su ropa y le han dejao una túnica demasiado grande que le tapa los brazos y las piernas, o es que al cirujano, que había comprao el título en un todo a cien, se le fue la mano con el lifting y la ha dejado sin extremidades, con tanto estirar la piel, y se le han quedao unos muñoncillos de manos y pies tan pequeños que ni se le

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ven; por eso tiene también los ojos tan abiertos, porque no los puede cerrar, ¡¡de lo tirante que le ha dejado la cara!! - Ja ja ja... ¡¡genial!!4

Las señoras amapolas

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Carmen Navajas

Historia contada por Almudena Muñoz, Rocío Martín, Nuria Navajas, Carmen Navajas.

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Diego Scarpati

Cuando era chico, iba a natación con un amigo a un club por Parque Chacabuco. Nuestras incontrolables hormonas nos llevaban a imaginar un inesperado ingreso al vestuario de damas, para disfrutar las delicias y bondades de los atributos del sexo opuesto. Así es como decidí que quería ser invisible. Mi único objetivo era ingresar al vestuario de damas sin ser detectado, y disfrutar así de una de las más bellas sensaciones, compartir ese momento prohibido y sagrado pero desde la invisibilidad (algo así como una clandestinidad). Comprendí entonces que la invisibilidad era un Don que iba más allá del vil voyeurismo, que podía ser una herramienta para "Equilibrar las Cosas", pero en malas manos podía ser un arma letal. Así comprendí el concepto de los "Súper Poderes", por llamarlos de alguna manera. Con el tiempo y ante la eterna pregunta de "¿Que súper poder te gustaría tener?" mi respuesta se convirtió en: "La Teletransportación". Si, quería ser un "Jumper", un "Saltador": tener la posibilidad de viajar de París a Tokio, o de Tierra del Fuego a Moscú en apenas una fracción de segundos. Mi mundo fantasioso (con mis propias reglas) me llevó a diferenciar a un "Jumper" de un simple "Slider" o "Deslizador": una persona que tiene la capacidad de moverse de un lado a otro a través de imperceptibles "deslizamientos". No voy a entrar acá en explicaciones científicas incomprensibles, solamente diré que a través de la separación molecular y su posterior desplazamiento dimensional se logra la teletransportación o "Salto" (Desplazamiento a Gran escala) y el Desplazamiento propiamente dicho o "Desliz" (Desplazamiento a pequeña escala). Así es como hoy en día, si bien sigo fantaseando con ser el privilegiado testigo de un vestuario repleto con la más variada selección femenina; tengo bien decidido que el Don elegido sería la Teletransportación: por cuestiones de tiempo y economía. Ver chicas como Dios las trajo al mundo es tentador... pero viajar por todo el mundo rápido y gratis, es maravilloso.

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Omar Báez

La palabra “don” genera en mi esos efectos que producen los olores o un tema musical; moviliza mis recuerdos y me traslada a mi infancia rionegrina, en Villa Regina, cuando en plena adolescencia o pre adolescencia, (no es lo mismo hoy que 40 años atrás) el Club Regina organizaba los torneos de “baby” fútbol, en las calurosas noches del verano. El Ruso era fanático de Boca y un referente del equipo (ahora lo llamaríamos así). Jugaba muy mal, pero muy, muy mal y no tenía ninguna habilidad de la que pudiera hablarse, pero poseía la virtud de la constancia, la memoria y el entusiasmo. Era el que más sabía de fútbol, del juego y de historia del fútbol, cómo formaban los equipos año por año. A los 13 o 14 años (40 años atrás, con poca tele y sin internet, en una pequeña localidad del Valle de Rio Negro), el Ruso sabía de mundiales, admiraba como nadie a Pelé y podía relatar todos los goles de Brasil en el mundial del 58. El Ruso reconocía y hablaba de ese don que “tiene Silvio Marzolini para defender y cruzar la cancha con una elegancia incomparable”; el don del rata Rattin “para que todos tiemblen frente a su figura” o el don del loco Gati para “levantar las tribunas” o “el don que tiene Grillo para golear al portero”. Así se expresaba el Ruso Hoffman, con términos y formas radiales y siempre ayudado por las manos. El fútbol era casi, casi, su único tema de conversación. Siempre comentaba la jugada de “Grillo, que se elevó con ese don que tiene, llegó al cielo y cabeceó al ángulo de los tres palos”, o “en la puerta del arco, el loco Gati tomo el balón y con ese don que tiene llegó gambeteando hasta el medio de la cancha”. Y siempre terminaba el comentario: “cómo me gustaría tener ese don, lástima que soy un patadura”. Una noche, con mucho público y contra el equipo favorito, el que todos los veranos ganaba el torneo, él, el Ruso, el patadura (todos se lo gritaban en la cara) hizo un gol de cabeza, su único gol ¡y jugaba (es una forma de decir) de delantero!... Nunca vi a nadie gritar un gol de esa manera, con tanta fuerza que le salía de las entrañas, festejaba como si lo hubiera hecho en la bombonera. Más tarde, en el improvisado vestuario detrás de la ligustrina, el Ruso se paró y nos dijo a todos: “Hoy es el día más feliz de mi vida. Hoy tuve el don, no saben cómo me siento. Hice un gol y de cabeza porque tuve el don para hacerlo. Un solo día tuve el don y voy a ser feliz toda mi vida, se imaginan lo feliz que será Grillo que todos los domingos tiene el don” decía el Ruso de una manera incontenible. Inmediatamente brotó la

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impronta juvenil del equipo: chau Don – nos despedíamos- chau don ruso, chau don ruso, chau don ruso, chau don, nos vemos mañana.

El ruso vivía en otro barrio, alejado de mi casa y lo veía muy poco. Después, a los 18 años fui a vivir a Buenos Aires y perdí contacto con él hasta que 30 años después volví a encontrarlo en uno de mis viajes a Villa Regina. Todavía seguían llamándolo Don Ruso, pero distorsionado por los años. Era un “donruso” todo junto, como un apellido.

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Lucia Dragonetti

Él tenía el don de saber tomar de la mano por la calle, era caminar junto a un oso, gigantesco y tranquilo. Él tenía el don de la humildad, el trabajo silencioso y servicial, la mirada de bondad. Él tenía el don del consuelo ante el reto de los padres, curador de cualquier fin del mundo. Él tenía el don de la simpleza. Y era tan enorme. Crecí pensando que todos los chicos del mundo tenían un abuelo como él, al que querían más que a nadie. Con el que escuchaban la radio, paseaban en tren y pelaban nueces. Mucho más tarde descubrí mi suerte. Hoy tiene el don de llenar los ojos de lágrimas a quien todavía me pregunta por él en la calle. Él, Don Pedro.

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María Guerra Alves

UN DON MUY ESPECIAL

Estefanía había nacido con el don de poder comunicarse con todo tipo de ser viviente, desde diminutos animales hasta los humanos más destacados. A los cinco años de edad, tenía la capacidad de expresar en palabras los sentimientos de cada uno de esos individuos. Nadie como ella podía entender el comportamiento animal. Recorrió el mundo para brindar conferencias acerca de diversos temas. Su mente privilegiada y su interesante personalidad, le permitió lograr sus objetivos. Y supo ganarse el respeto de todos. Uno de los científicos más prestigiosos, había investigado sobre los dones de Estefanía. No había explicación lógica para ello. Le costaba creer que todo lo que se publicaba sobre la adolescente, era verdad. Pensó que tal vez se exageraba un poco. Un día intentó hacerla caer en una trampa, para desenmascararla. Supuso que sería sencillo engañar a una joven de 17 años. Él la doblaba en edad. No pudo. Se sintió derrotado. Su vida fue un antes y después de ese encuentro cara a cara con la persona que más llegó a admirar. Estefanía era totalmente transparente. Y también comprensiva. Perdonó la actitud infantil de Nicolás. Formaron un equipo de trabajo insuperable. No competían. Se complementaban, aprendían, compartían sus conocimientos. Crecían día a día. Poco tiempo después, comenzaron una historia de amor que duró por siempre.

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Luis Alfonso Martín Delgado

CONCLUSIDÓN

Al final no hemos aclarado si el don nace o se hace. A pesar de las sesudas investigaciones de otros afanosos lipeños, nada está claro. ¿Es el don una predisposición o una disposición? ¿O acaso no es más que una simple deposición por indisposición? Verdaderamente no ha quedado clara nuestra posición. Hay quien ha desarrollado la teoría de que un don no es una habilidad, sino quizás sólo la capacidad inicial de conseguirla, eso sí, a base de trabajo. Siempre el trabajo. Pero también, siempre, las circunstancias orteguianas. Yo soy don por mis circunstancias. Y Don por herencia. Pero ésa es otra circunstencia. Tampoco ha quedado claro si hay don y doña, o bien si sólo prevalece el don en este mundo machista en que vivimos. Incluso en las sociedades machistas-leninistas. La paciencia ¿es don o doña? La Gracia, ¿don o doña? Supongo que habría que distinguir entre tener una vecina doña Gracia y el don de tener gracia para entretener a doña Gracia mientras el vecino está en Grecia. Ésa es también otra circunstecia. Sí que parece haber quedado demostrado que el don necesita del talento para ser descubierto y desarrollado. Si se tiene a Talentón, mejor. Nosotros tenemos esa suerte, esa circunstancia. No sé si tenemos el don, pero sí a Talentón. Y tenemos el afán, las ganas, la capacidad, la posibilidad y el forro, quiero decir, el foro adecuado para desarrollarnos comodones, quiero decir, como dones, ya que todos nos sentimos condones, quiero decir, con dones suficientes para ser desarrollados. Sigamos pues en este nuestro desarrollo donoso y quizás algún día podamos encontrar aquí a nuestro don. O a nuestra doña, que es una de las posibilidades que ofrece esto de la red lipeña.

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EDICIONES LIPE DOMINGO 13 DE ABRIL DE 2014



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