MENTES ABIERTAS

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MENTE ABIERTAMENTE ABIERTA


Ilustraci贸n de portada L. Alfonso Mart铆n Delgado


MENTE ABIERTAMENTE ABIERTA


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CONSIGNA DEL DOMINGO 29 / JUN / 2014

MENTE ABIERTA

Leer, viajar, probar, salir de la zona de confort, de lo conocido, prueba tu supuesta apertura mental. Entender nuevas maneras de comunicarse, de hablarse, de hacer negocios, de comprar, de leer. Borrar - o adaptar - lo que entendías por una pareja, un alemán o un judío, recibir en tu casa o vestirte para una fiesta. La consigna de la semana "era de mente abierta" puede tenerlos entretenidos durante los próximos siete días. Como siempre, los que pueden, ficcionan, eligen y vuelan. Los que quieren, recuerdan, ajustan y vuelan también. Buen fin de semana.

Silvina Scheiner 3


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Cristian del Rosario

MENTES ABIERTAS I

- Negro, ¿podés ir más rápido?... ¿Justo esta camioneta chota trajiste? - Y era lo único que tenía en el taller, ¿que querés?... ya cerraba cuando me llamaste, es Viernes. - Verito, Ud. tranquila, va a estar bien, justo, nena, que tus viejos se fueron a La Angostura, suerte que vino hoy, no iba a venir, iba a pasar mañana. - Me duele Tita, me duele mucho... - Aguante... pero ¿no sabe que un hijo es una bendición de Dios? Y si no, piense en Ud. misma, que también es una bendición de Dios. Se tiene que cuidar y si iba hacer esto me hubiera dicho a mí... sabe que la amo... ¿cómo se hizo esto sola? - Pero vos son creyente... y… nada… ayhh... - Mija... no se preocupe. ¡¡¡Dale Negro, metele pata, que a la Vero le duele mucho!!! - Tita... dame fuerte la mano... vos sabés que, yo no creo en Dios... pero… - Tranquila, Verito... va a salir todo bien. La cosa es así... Ud. no se preocupe tanto por lo que piensen los demás; Diosito y el niño Jesús, con tantos líos que hacemos nosotros, no pueden estar en todos lados, ni la virgencita, que siempre ayuda; entonces ellos nos dejan, a veces, elegir solos, pero, como también saben que a veces elegimos mal, o el diablo nos hace elegir mal, es entre nosotros, los que tenemos que ayudarnos. Y no importa si uno cree en él o no, si no, Dios sería malo, si ayuda sólo a los que creen en él. ¿Ve? como ahora, que el Negro y yo la ayudamos a Ud., así que tranquila, que Diosito, aunque Ud. no crea, la va ayudar. Y vos negro, metele pata…

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MENTES ABIERTAS II

- Es así, este país está así por los negros, por los “cabezas” más que los negros, porque en Estados Unidos hay negros de verdad que los de oca, pero son otra cosa. Todos rieron menos Carla. Carla escuchó la frase. Ya había escuchado otras parecidas en ese cóctel de fin de año de la empresa. Tal vez la mezcla del calor y el alcohol, tal vez porque estaba ya llegando tarde a verlo a él y quería inventarse una excusa para irse, o porque ya tenía otro trabajo en el que comenzaría desde principios de febrero o finalmente, por la educación familiar recibida de padres progres - ésa de la que se burlaba públicamente y que internamente, admiraba - tal vez todo eso junto, de alguna manera, la hizo dar ese paso más allá de lo políticamente correcto. - Escúchame Fernández-Long... la verdad no sé en qué fundamentas eso. Este país está gobernado, desde hace muchos años - hablo de los que realmente toman las decisiones - por el mismo grupo de gente que viene vendiendo muy astutamente dos cosas: primero, a los cabezas, como vos lo llamas, les venden que son como ellos, que son de familias peronistas, pero resulta que la mayoría, son hijos y nietos de burócratas llenos de plata, que ocuparon intendencias, gobernaciones y otras cargos políticos o judiciales del 45 para acá; ojo, con cualquier gobierno, civil, militar, peronista, radical; o bien en general son tercera generación de familias burguesas, amigos de esos burócratas, que hicieron fortunas, a costa del estado y se enriquecieron obscenamente mientras que, los "cabezas" se cagaban de hambre. Pero la segunda mentira es mejor, porque a los primeros los disculpo, pues no están preparados - porque les robaron la plata de su educación - pero la segunda mentira, es la que compraron tilingos, como Ud., de ésos que se juntaron los apellidos, para disfrazar que es hijo del almacenero Fernández y de la inglesita Long, nieta e hija de ferroviarios; bueno, a Uds. los convencieron que diciendo pelotudeces como esa, los hacen pertenecer a esa clase de la que hablo, para ser su mano de obra profesional, que lame sólo el hueso –a plata y poder grande de sus amos. Carla se dio media vuelta, se sintió refrescada y aliviada internamente. Salió en busca de su coche, la noche arrancaba fantástica, con dos gin tonic encima, exultante, pensando en la sonrisa de su viejo medio zurdo que siempre le recriminaba el mundo en que vivía y.... - ¡La puta madre que los parió! puteó para sus adentros, cuando vio ese rastrojero, destartalado, en doble fila estacionado al lado de su auto, sin nadie arriba.

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- ¡¡La puta madre que los parió, estos negros de mierda!! dijo, ya más alto, cuando comprobó, lo que se temía, que no podía sacar su coche... y nadie más en la calle. - ¡¡¡LA RECONTRAPUTA QUE LOS PARIÓ A ESTOS CABEZAS HIJOS DE PUTA!!!. Gritó todo lo fuerte que pudo, cuando entendió que su noche se derrumbaba, imposibilitada de cruzar hasta la otra punta de la ciudad.

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MENTES ABIERTAS III

- Hija… ¿pero qué van a decir...? - ¡Maaaa! siempre me educaste en que debo ser libre, tomar mis decisiones, que me deshaga de los prejuicios religiosos, morales, que vivía mi vida, que no me importe lo que digan... - Pero hija, todo el mundo sabe que estabas embarazada, lo comentamos a todos en una reunión... y ahora nos salís con lo del aborto… - Ah, buenoooo, resulta ahora que la nena era un símbolo de la valentía social, descendiente directa del mayo francés, al querer tener un hijo a los 16... que sería criado en una comunidad sin roles burgueses de padres, madres, abuelos, abuelas; ahora, estaría obligada ¿escuchaste? obligada a tenerlo, para no quedar mal frente al círculo de amistades intelectuales de sus padres. ¿Te escuchas, no? Ahora sí debo pensar en el qué dirán. ¿Y qué van a decir, que actuó como cualquier nenita burguesa? Te juro que me reiría si no fuera por lo mierda que son. - Vos no tenés idea lo que decís... - Sí, Pa, tengo idea, sí; Uds. me la inculcaron, los escuché siempre hablar de que soy libre de mi cuerpo, de mi sexualidad, que puedo decidir... que puedo pensar… - Verónica, te lo digo, y esto se acaba acá, yo no voy a permitir que abortes. Si es necesario voy a presentar una acción legal como tu padre, vos sos menor de edad y yo tengo derechos... - Me jodes ¿no? ¿Ahora usas los derechos que toda tu vida criticaste?. ¿Sos capaz? Ah, pero ahora entiendo, es por tu ego mezclado con snobismo. Sos capaz de eso, para ser nuevamente la estrella contracultural; síííí, cómo no me di cuenta antes, te encantaría ser otra vez tapa de los diarios. "Reconocido intelectual ateo presenta recurso para proteger la vida a pesar de su hija". ¿Podés llegar a ser tan pelotudo?. - Vero, no le hables así a tu papá... - ¿Y vos? decime que nunca te hiciste un aborto. Jurame acá, que, en tu vida no lo hiciste y yo te juro que lo tengo.

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MENTES ABIERTA IV

Beto venía puteando por lo linda que estaba la noche y la gente quería caminar más, puteando contra su patrón, porque el muy turro siempre se las ingeniaba, que la "noche libre" - que le daba el taxi para juntar unos mangos para él - era una noche de mierda; como ésta; puteando contra este gobierno de montoneros que sólo ayudaba con planes que pagaba con su monotributo a los vagos que no laburan; puteando porque él tenía que laburar como 12 horas por día y no llegaba a pagar el monotributo y... Fueron las señas, medio exageradas, de un tipo para que parara el taxi, el que lo sacó de sus puteadas. Estaba a 50 metros y pudo, rápidamente, concluir que el tipo era medio sospechoso, ya lo habían asaltado 3 veces en esta zona, no le convenía parar. Pero tampoco tenía un mango ¿y si era un viaje? Ya estaba jugado y con este calor de mierda, el choto de su patrón y este gobierno corrupto… - ¿Quiere un taxi jefe? - Negro, no te voy a camelear, estoy con la jabru y esa rubiecita, que es casi mi hija, bueno, recién la conozco, pero, sí, es como una hija para mi jermu, y se está desangrando. Se me quedó el rastrojero, aquél de allá, ése que dejé en doble fila. Tengo 20 pesos y necesito llegar al Clínicas ayer; te juro que si me llevas te arreglo el taxi gratis cuando lo necesites, soy mecánico. Y sos el tercer tacho que para... los otros dos me putearon y es más, otros tres al verme ni pararon. Ojo, los entiendo, el morocho éste por acá… en Palermo… ¿qué hace? ¡Maestro, te lo pido por lo que más quieras! “Este país de vagos, esto con los milicos no pasaba", pensó Beto al ver el escena frente a sus ojos. - ¡Dale suban, cuida no manchar el tapizado, que si se mancha lo tengo que garpar yo!

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MENTES ABIERTAS V (no ficción)

Recuerdo de mi pre-adolescencia una cena familiar con invitada de honor: una estudiante chilena, de la edad de mi hermana -16 años-, que, como era – no sé si continúa - habitual entre colegios bilingües, pasaba su semana de intercambio en casa. Era la primera cena con ella y mi mamá se había lucido con una carne asada, así también la mesa del comedor fue preparada para la ocasión, con la mejor vajilla y hasta con un centro de mesas con velas. Mis hermanos, 19 y 7, y yo de 13, habíamos sido advertidos por mi padre para que nos comportemos. La invitada (ojos claros, delgada, trenzas castañas claras, tez muy blanca), nos contó que pertenecía a una familia tradicional de Santiago, muy fina en sus gestos, en sus modos y la tonada, tan particular de los chilenos, que a ella le daba una dulzura especial. La cena transcurría, como en esas publicidades que hacen para navidad, todos sonrientes, espléndidos, diálogos amenos y comentarios simpáticos, todo, con el fin de hacer sentir cómoda a la invitada. Y parece que lo logramos, ya que - sin previo aviso - nuestra invitada emitió un eructo, de tono grave y prolongado, como de un oso polar, el cual casi apaga todas las velas del centro de mesa (eructo que volví a escuchar, muchos años después, en un camionero de 120 kilos que comía un choripan al borde de la ruta 2). Por momentos se hizo un silencio en todos los integrantes de mi familia y nadie se atrevió siquiera a mirarla, fue mi hermana, quien rompió, el hechizo estomacal trasandino, pidiendo que le alcancen la panera. Nadie hizo comentario alguno suponiendo - sin decirlo - que, tal vez, era una costumbre chilena, que allí, no tenía la reprobación social, que sí tenía en Argentina. Nunca lo supimos, pero en ese momento pensamos que era cuestión de abrirse y aceptar otras costumbres. Minutos después, mi hermano menor, imitó lo hecho por la invitada pero el certero mandoble de la mano derecha que le puso mi padre sobre su cabeza - sin mayor comentario y aviso - le recordó a mi hermano, que él era argentino.

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Aitor Arjol

TÓMESE SU TIEMPO, LEA Y PIENSE EN CÓMO UNA SIMPLE MESA EN ALGUNA PARTE DE GALICIA ILUMINA LA ESCRITURA 1

Cómo empezar. Es muy fácil. Uno dispara con la boca y se pone a escribir lo que le viene a punta de cañón. Eso es lo que estaba pensando. Después de muchas disquisiciones. Cómo sincerarse siendo, a la vez, periodista, escritor, poeta, jardinero, profesor, hijo de sus buenos padres, gilipollas en más de una ocasión, botarate en otras tantas, metódico la mayor parte de años, no siempre buen sujeto con la devoción femenina, pero creo que siempre andante de caminos difíciles. Los de la libertad de pensamiento, me refiero. Los extraños a los comunes, quiero decir. Amo los caminos que no me dictan ni los comercios, ni los bancos, ni ciertas autoridades, ni algún que otro vecino, ni la madriguera de ricos sin consuelo ni sencillez entre los que me toca mover en un sinnúmero de ocasiones. Y entre los caminos que quise escoger, cuando menos, tocan los de la tierra. Cuál escoger. La aragonesa de mi padre. Bella, esteparia, seca, llena de olivos, almendros y viejas viñas. Espléndida y con la mayor parte de gentes dedicadas al campo y a los oteros. Y digo gentes en plural, porque me da la gana, porque el escritor para eso está, para utilizar la ortografía como un recurso estilístico, y si no que se lo digan a Juan Ramón Jiménez, que denominó "intelijencia" a la inteligencia para llamar la atención sobre este último aspecto. O tal vez debería escoger la tierra de mi madre, los anchos campos de Castilla, el último reducto de Burgos antes de entrar en Palencia, a medio camino entre la estación del tren ahogada en sus ruinas y la bendita población de Castrojeriz, aunque en medio hubiera un pueblo donde corren los rumores de que los de Vallunquera se llevan mal con los de los Balbases. Qué será. ¿Será cierto lo que cuenta Rosalía? ¿Tú crees Natalia, que será cierto? ¿y si despierto a la Obdulia? ¿y si volvemos a las fiestas del Sejo? Sí, esas fiestas que son en honor a la virgen de Vallehermoso, pero que popularmente parece que alguien rompió un porrón o una copa de vino y borracho dijo que se jodió, que se jodió, que se jodío y ahí quedó el mote de las fiestas. O tal vez me siento vasco porque nací en Bilbao. Cierto. Eso es un largo debate que solo parece 1

Dicen de mente abierta. En este caso, la apertura tiene que ver con el curioso debate ¿Se escribe lo que se vive o lo que se imagina? Es un relato literario, strictu sensu, sin adscripción a género alguno. Una cuestión de identidad abierta.

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preocupar a ciertos estamentos más interesados en utilizar la identidad como una larga adarga. Benditos ignorantes ellos. Sentirse vasco es algo mucho más grande que reducirlo a un concepto ideológico. Sentirse vasco es arrancarse las pieles de emoción cuando uno se refiere al singular movimiento de las aguas de la ría cuando boto una piedra desde el puente del Arenal. Sentirse vasco es tomar una navajilla con cepillo y filo en forma de gancho y arrancar suavemente el tallo de un níscalo o de una colmenilla en los otoñales pinares de Álava. Sentirse vasco es mirar a los ojos de cualquier aldeano y reconocer en ellos la mirada recia, desclasificada y armada de recuerdos. Son solo tres ejemplos. La identidad no cabe ni en un estatuto, ni en un escaño, ni en una bendita pancarta. O tal vez me siento de Galicia, porque pasé allá muchas temporadas, no por largas pero sí por intensas. Es por eso que ahora estoy escuchando "Boides", mientras pergeño estas letras. Mientras me descoso. Mientras repaso cierto evento cinematográfico que vi despacio, muy despacio, la semana pasada. "El bosque del lobo". Una película de inicios de los setenta, ambientada en mi querida y añorada Galicia. Una película en la que un actor de la época, más acostumbrado a las comedias o películas de destape de su época. En esa película se revivía el caso real de Manuel Blanco Romasanta, un hombre de mediados del siglo XVIII al que llegaron a confundir con un verdadero hombre lobo que, durante las noches de luna llena, asesinaba a las incontables víctimas de cuya muerte fue inculpado, sometido a juicio y, finalmente, hasta su muerte, le conmutaron la pena capital por la curiosidad que suscitó su caso. Como dije, ahora escucho "Boides". Diversas canciones donde se realiza un repaso antropológico por el camino de Santiago. O para concluir, me siento de los Andes. De ese viento que se regodea de libre y fértil en la pesada cordillera. De la ciudad de Quito. De sus calles blancas, angostas, sucias o sobre las que pesa el alquitrán urbano. Llena de gentes diversas. Cada quien con su relicario vital. Unos pocos allá por el norte. Alguna comunidad de españoles que llegan contratados desde la lejana península y que se creen que el mundo es suyo por el hecho de que su nómina supera con creces cualquier expectativa y que todavía abundan, metidos en su burbuja. La arrogancia histórica que todavía no se ha perdido, pero estimo que el tiempo es justo aunque caprichoso y en una de sus borracheras les mandara recado de su falta de miras. Pero también hay otros muchos que huyen de la avaricia política, de los desmadres, de los santones con escaño, de un fiscal que además de tocar los cojones quiere utilizar los poderes del Estado para evitar que imputen y enjuicie a una presunta autora de delitos fiscales por el simple hecho de tener sangre azul. Acaso la justicia será para todos. No es para todos, sino para algunos. Lo mismo que cierto programa de televisión que se llama "Españoles por el mundo" y recientemente quiso reflejar la vida de unos pocos

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españoles en Quito, es decir, la vida según ellos, y que sacaron a relucir los tópicos de la ciudad que todos conocemos, así que habrá que corregirles el nombre del programa y decirles que sean "algunos españoles por el mundo". Aunque ese sentimiento va en ambas direcciones porque la ignorancia acerca de lo que es mi querido país es también evidente. Estar una semana de vacaciones o quince días repartidos por Madrid y Barcelona no es conocer el país. Les falta recomendar a su agencia de viajes que se metan entre cardos, matorral y deshabitación para darse una vuelta por el castillo de Escalona, por los pueblos abandonados o por los extensos páramos de Soria. Eso es sentir el país al que solo se le conoce por la crisis, por la aparente arrogancia de los llegados, por la bota de vino, por las corridas de toros o por el flamenco edulcorado. Como se puede ver, es harto difícil hallar una respuesta acerca de la propia identidad. Más difícil todavía es llegar a un consenso. O sobre todo, que se lea en profundidad y adviertan emociones. Porque está visto, comprobado y es una luz fehaciente el hecho de que me tengo que pensar dos veces qué imagen le acompaño a lo que escribo para que cumpla con su función de motivar a la lectura. Hablar de uno mismo no solo es una cuestión de egotismo cuando sobre ello pesan las propias vivencias. Los sentimientos más reconditos. Y además, tratar de convertirlo en literatura. Los más tecnólogos de la narración querrán que me ponga a alternar la omnisciencia con otros procedimientos narrativos, empleé metáforas audaces, responda a las cinco preguntas que se hace todo periodista en el primer párrafo de la noticia o vaya preparando una rueda de prensa multitudinaria en el patio del mejor museo para decir que mis crónicas entran dentro de la más exclusiva revolución literaria del siglo XXI. Me da a mí que no. Me da que seguiré el ejemplo de cuanto revolucionario por razón de su ser interno. Me dará por Bergson. Me dará por Alvaro Cunqueiro. Me dará por la belleza. Me da a mí que en las letras hay mucho de ebullición y que, lamentablemente, nacemos particularmente hechos para una determinada profesión, como sí algo se nos dara particularmente bien sobre el resto de las cosas. Los gitanos lo llaman duende. Los vascos lo llamamos una simple cuestión de humor y de "ríase de uno mismo" acerca de nuestro acostumbrado estereotipo de que somos brutos y exagerados. Creo que se me da bien escribir porque soy de Bilbao. Con la imagen quise tomar las debidas preocupaciones pero también la mejor respuesta. Qué coño iba a poner. Y con lo de coño, les pido disculpas a los académicos, porque también es literario. Solo que unos lo emplean para añadir el toque burdo, erótico, banal y con "tendencia" en los últimos meses. Pones coño y se multiplican las ventas. Pues no, para mí es una cuestión edificante. No para acercarme al vulgo. Ni para arrogarme una descosida simpleza. Más bien es una agravante literaria. Sí. Una hipérbole. Una onomatopeya que no sonido. La viva expresión

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de mi pensamiento. Tengo tanto cariño a aquella mesa de plástico. A aquellas bolsas colgadas de un clavo en el muro. A aquella puerta verde detrás de la cual hay un antiguo horno de piedra. Galicia. Allí me sentaba a escribir o a pensar. Los dos perros. El grandullón, que tenía la maldita y bella costumbre de seguirme a todas partes, como un niño grande y que producto de ser un perro sin "pedigrí" sus orejas eran más grandes de lo normal y siempre andaba centrifugándose la cabeza. Ese grandullón al que una vez, a fuerza de ser glotón, debí disculparme por la broma de convidarle al pulpo a la gallega que Lola que había cocinado, con una altísima densidad de pimentón picante. El perro que ignoraba tales estrategias culinarias, se lo comió de una sola dentellada pero creo que salió escociéndose en busca de agua. Creo que disculpas aceptadas. Es hermoso escribir sobre lo vivido. Aunque también esta costumbre posee algún ligero inconveniente. Cuando escribes sobre lo imaginado, todavía hay quien interpreta que fue realmente vivido por el suscriptor de las palabras y todavía resuena el eco de que me han atribuido hijos, divorcios, concejalías, presidencias y olivares. Como en una ocasión en la que escribí acerca de un atractivo amante de buena honra, que se levanta de la cama, que habla en tono de suspenso acerca de su mujer, de su amante y del cura de la parroquía y una señora me escribe muy ofendida porque yo le había ocultado mi condición de divorciado. Qué divertida es la literatura. O como el más reciente, que me inventa la gente con la que me codeo, que es relevante y que solo me apetece rodearme del pueblo, al que supuestamente no pertenezco. Mira por donde la mesa de plástico, los perros, la puerta, el tejado de pizarra, la leña desordenada, las gallinas con hambre y las alambradas de su recinto le van a dar una sonora caricia de descrédito. La literatura es maravillosa. Lo mismo que usted, que vos, sí, la que me llama metafísico, irónico, inteligente, buen cocinero y últimamente me ha alegrado tanto, no la vanidad, sino el corazón. Aunque ¿estaré escribiendo sobre lo vivido o sobre lo imaginado? Esto es literatura, por si acaso. Por último, conviene aclarar que sobre esa mesa no he cometido ninguna tropelía erótica ni desnudado a una vaca para poseerla ni tropezado con una cabra para realizar parecida cuestión. Lo señalo porque en el mundo de la literatura, que además de globalizarse y de publicar quien quiera, lo hacen pensando en un tema vendible, que abre el apetito hasta al más impoluto: el erotismo, las historias con detalle, con culos, con alevosía, con una descripción embotellada de los actos, con pluralidad de sujetos, con orgías mediáticas. Aquí simplemente viví. Soñé. Hablé con mi amable y eterna conversadora que en paz descansé no tanto en honor a Dios sino a la gran mujer, amiga, madre y persona que fue. Qué gran honor sentarse en aquellos lugares surgidos a la sombra del río Sil. Qué grato, entrañable, necesario, imprescindible y esencial fue aquella tierra con la determinación de

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escribir. Un aliento. Una identidad verde. Los caminos de la vida son insospechables.

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Caro Barba

Ayer. 1985 Inexplicablemente era de mente abierta y le decía a mi mamá, con tan sólo doce años, que se separara porque no la veía feliz. Lejos estaba de saber lo que eso significaba y mucho menos de lo cerca que estaría treinta años después de vivirlo en carne propia. Pero la sabiduría de los doce, superó la de los cuarenta y tantos y se llevó la bandera de la libertad cuando le aconsejaba a mi madre que fuera feliz. (Se separó a mis 27 años).

1998-2000 Los modelos sociales que me rodeaban, trataban de indicarme el camino hacia las familias numerosas, con la medallita colgando aunque ni siquiera supieran el significado de la imagen que llevaban puesta. Un primero de Enero (muy prolijo lo mío) salté de la cama con la sensación espantosa de sentir que ya no amaba a quien por entonces era mi marido y fue en ese instante, donde las tazas comenzaron a caerse de los estantes, la ropa a volar del placard y la casa a quedarme tan enorme como el problema que acababa de comenzar. ¿Dónde estaba la niñita de doce años, que no la podía encontrar? Claro, tantas lecciones de vida y tanta gente la habían alejado. Pero regresó cuando comencé la búsqueda de la verdad. Años más tarde y tras varios intentos de recuperar la pareja, pude tomar la decisión de separarme.

Hoy. 28 de Junio 2014 Confirmación de uno de mis hijos. Reunión post ceremonia en casa de su padrino-amigo. Grupo familiar conformado por seis hijos y un sin fin de primos y tíos que no terminaban de saludar mientras iban llegando. Asistí con mis tres hijos, mi ex marido, su mujer y sus dos hijos (hermanos de dos de los míos), mi madre y la hermana de mi ex. A las dos horas aproximadamente llegó un señor muy simpático que me felicitó por mi torta de manzana y nos preguntó a los que estábamos en la mesa, quiénes éramos. Yo decidí ser la encargada de enumerar a los miembros de la familia ensamblada. En voz bajita escuché que dicho señor era el sacerdote del barrio donde nos encontrábamos y por eso comprendí cuando se atragantó (literalmente) con la empanada

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mientras escuchaba mi relato. Su sonrisa se borró en segundos, se paró y me dijo: - Prefiero quedarme con que vos sos la que hizo la torta de manzana y ella (señalando a la mujer de mi ex), su mujer. Pensé que iba a felicitarnos o hacer algún comentario por la armonía con la que estábamos transitando la noche, tal vez era mi deseo, porque la previa había sido difícil para mí, pero no, el sacerdote cambió de tema antes de volver a atragantarse. Yo me fui feliz por ver feliz a mi hijo y por haber tenido a mi lado, cual espíritu santo, a la niña de doce años que fui alguna vez.

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Dicky Schefer

ERA DE LA MENTE ABIERTA

No sé bien por qué, pero desde chico me gustó ser “contrarian” y, por tanto, políticamente incorrecto. En un plano trivial, basta que se pongan de moda los relojes grandes para que use uno chico. Si todos van a Mar de las Pampas, yo me voy a Pinamar. En mi oficio hago lo mismo. Si se habla de violencia de género contra las mujeres, yo hablo de hombres maltratados. Y así en todo, lo cual es una manera muy eficiente de llenarse de antipatías. Quizá también sea una forma de que no se me peguen moscas indeseables. Sea como sea, desafío el pensamiento corriente. Hincha, si. Pero el tema acá no soy yo y mis maneras, sino la apertura mental, o algo así. La impresión que tengo es que hoy por hoy lo políticamente correcto, la moda intelectual, el sentimiento de la gente culta es la duda ante el fenómeno OVNI, que no está mal, o la negación, que es un error científico. Mi actitud de apertura, entonces, es la contraria, obviamente: existen, o como se llame en las distintas regiones y culturas, primitivas y elementales para los cultos. Hasta Henry Vallee me resultaba antipático y ahora con su onda sociológica me cae re bien, cuando la moda intelectual es criticarlo, Ah, pero los locos… ah, pero los cuenteros… ah, pero lo que sea. Esos son o no buena gente, según quien los mire, y en realidad no tienen nada que ver con el asunto. Es más, recelo, no sé por qué, dado que no me hacen nada, de la gente que se la pasa la noche filmando. Quizá por su actitud. Ellos no son el tema. El tema es si creer o no en cosas no identificadas, que existen, o 'viven'. Una vez, la revista Time en tapa se preguntó: 'Do ufo exist?'. Claro, era la época de la guerra en Vietnam. Gente, les doy vuelta la mesa. No me pidan pruebas de la existencia de OVNI, denme pruebas de su inexistencia. Les doy todo el tiempo que quieran.

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Daniela Acher

MENTE ABIERTA

Estaba yo cursando el año de montaña rusa emocional que le siguió a los 21 años de amorosa apacibilidad matrimonial. Mi entonces futuro ex marido y yo habíamos decidido vivir en casas separadas porque era lo único que estábamos en condiciones de decidir en ese momento. En el mar de incertidumbre, pérdida de certezas y desasosiego en el que me hallaba, mi hijo, mi niño de 16 recién estrenados años, se puso de novio. A ver si soy clara: de novio. Nada de relación pasajera o un “nos vemos de vez en cuando”. Un noviazgo hecho y derecho, que duraría un año y medio. ¿Edad de la novia? Sí, más grande. ¿21? Más. ¿23? Más ¿30? Más. ¿¿¿Más??? Sí, más. Fernanda tenía 39 años, tres menos que yo. Ella y mi hijo cumplieron 17 y 40 el mismo día, hubo festejo compartido. Y eso no es nada. ¿Profesión de la novia? No van a adivinarla, he hecho la prueba decenas de veces. Me dicen “maestra, directora, editora (como yo), prostituta, psicóloga…”. Nadie acierta. Fernanda era, es, jueza… de menores. Adivino las reacciones de las madres con hijos varones: ¡Qué hija de puta! ¡Yo la mato! ¡Perversa!. La de algunos hombres: Ehh, el pibe la hizo bien, qué maestro, adquirió toda la experiencia. Ésas fueron algunas de las respuestas que me daba la gente a medida que se iba enterando. La psicoanalista de mi hijo decía que ella era una perversa; el mío, que mi hijo estaba cumpliendo el objetivo de acostarse simbólicamente con la madre y con el padre (por lo de jueza, aparentemente la ley paterna); mi mamá me tildó de mala madre y, con la sofisticada metáfora se te mezclaron los naipes en el mazo de la vida, me acusó de ser culpable de ahora en más de sus noches de insomnio. Muchos se indignaban, otros se horrorizaban, otros me hablaban de relación desigual de poder, de la locura de ella, algunos victimizaban a mi hijo, y la mayoría me decía que no me opusiera porque iba a ser peor, por una cuestión de estrategia. Ni una sola persona me dijo lo que yo sentí: que tenía que dejar que mi hijo hiciera su experiencia, cuidándolo pero respetando sus deseos. Claro que no fue eso lo que sentí ni bien me enteré. Lo primero que hice cuando mi hijo me dio por error su celular que mostraba un mensaje poético de ella fue negarlo. Sabía que existía una jueza marplatense llamada Fernanda a la que había conocido en un foro de San Lorenzo,

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pero pensé que le estaba mandando una poesía para que mi hijo escribiera a una amiguita, o que se trataba de otra Fer. Cuando a los pocos días mi hijo cambió repentinamente su destino vacacional y en vez de ir a Gesell con amigos anunció que se iría con su abuela a Mar del Plata, pensé que quería algo más tranquilo. Cuando cada vez que llamaba a mi ex suegra, ella me decía que mi hijo estaba con la jueza, yo estaba más que segura de que la jueza había encontrado una buena manera de acercarse a mi ex marido, oficiando de cuidadora de su hijo. ¿Cómo podía pensar que era cierto lo que en verdad pasaba? Hasta que en algún momento caí. Los incontables mensajes de amor en el celular olvidado de mi hijo me dieron la confirmación que me faltaba. Mi cabeza era una coctelera, que tenía por ingredientes todas las reacciones de los demás que describí hasta ahora. Y una más, que me hablaba a mí misma: “Ahora te toca estar del otro lado. Vos también tuviste 17 y lloraste de odio hacia tus padres cuando exiliaron a su amigo de 40 y no los dejaron vivir su gran amor. ¿Y? ¿Qué vas a hacer ahora?”. El cóctel fue tomando forma y salió homogeneizado cuando un sábado mi hijo invitó a almorzar a su novia a casa, recién llegada de Mar del Plata. En calidad de amiga, por supuesto, oficialmente yo no sabía nada. Después de conocerla, escucharla hablar y darme cuenta, o creer o intuir o confiar en que ella no le iba a hacer mal a mi hijo, interrumpí su charla y les revelé que ya sabía todo. Mirándola solamente a ella, le dije que mi hijo podía parecer adulto pero que era un nene. Que fuera lo que fuera lo que había entre ellos, yo no me iba a oponer. Que iba a estar atenta pero que no me iba a oponer. Lo dije calma y segura, lo único que dije en tono un poco más amenazante fue que mi hijo no fuera padre a los 16 años porque ahí sí se armaba. Cuando terminé de hablar, ella recién pudo bajar el tenedor que le había quedado congelado a centímetros de su boca. Todo lo que dijo fue sensato y coherente, en el mar de incoherencias que era todo. Lo primero fue gracias y lo último fue si esta relación, que todavía no sabemos qué es, le hace más mal que bien a tu hijo, yo me abro. Y así fue. Cuando le dije a mi hijo que me preocupaba que él sufriera me dijo: Como en cualquier relación. Y después remató con un Uno no elige de quién se enamora. La relación le hizo muy bien a mi hijo. Vivieron un año y medio de felicidad compartida que él decidió terminar cuando volvió de su viaje de egresados. Él me lo contó tranquilo, ella me llamó llorando, y como prometió, se abrió sin un solo psicopateo.

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Hubo risas, salidas, aprendizajes, encuentros, viajes, música, poesías, intercambios y muchas situaciones bizarras. Como por ejemplo, un mediodía, en que mi hijo estaba en la escuela y las dos almorzábamos en camisón y hablábamos de gustos de comida. Ella entonces me dijo: Yo como de todo. Lo único que no como, porque me da impresión, son niños envueltos. ¿Me merezco la medalla de mente abierta?

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Pablo Miguel

LOS TRES LOCOS (Instantes que abren tu mente)

Durante buena parte de mi juventud viví constantemente drogado, mezclando hipnóticos y estimulantes en cantidades desmesuradas. Eso casi nunca me impidió llevar una vida social dentro de los parámetros aceptados o mantener relaciones laborales estables, sin embargo una que otra vez el cóctel me sobrepasó y siendo cadete recorrí algún día la ciudad escapando de perseguidores imaginarios. Esa huída me llevó, previo salto de un tren entre estaciones y alocada carrera, a la casa de mis padres, donde me acuartelé avisándoles que una horda de seres hostiles rodeaba el lugar. Después de infructuosos intentos de conversación me subieron a un taxi y le dieron al chofer la dirección de un conocido hospital psiquiátrico. Éste, con la habitual locuacidad del gremio y una notable falta de tacto, preguntó "- ¿Y quién es el loco?..." y mi viejo, sin enojo pero con una seriedad demoledora, respondió lacónicamente "- Los tres estamos un poco locos". El tipo fijó la vista al frente y no volvió a articular palabra hasta destino. Ahora, después de tantos años y experiencias personales, puedo llegar a comprender la clase de locura que sentía en aquel momento mi padre, tan lejos de la mística y tan cerca de la desesperación, pero entonces yo estaba demasiado ensimismado como para entender sus sentimientos. Lo que percibí, en cambio, fue empatía: mis viejos, que siempre habían tomado partido (así creía yo) por el sistema contra mí, se declaraban públicamente en la orilla de los locos, de mi lado, conmigo. Esas seis palabras mágicas, que tal vez nunca hubieran sido pronunciadas sin el acicate de la inoportuna pregunta del tachero, fueron para mi estado de conciencia mucho más importantes que cualquier contramedicación que me hayan suministrado en la guardia. Mucho tiempo después, cuando mi vida ya era muy distinta a aquélla, le recordé ese momento a Papá mientras él jugaba con uno de mis hijos sobre sus rodillas. Se sorprendió, no logré hacerle comprender que ese había sido un momento-bisagra, que algo en el tono de su respuesta había perforado todos los muros que yo había construido a mi alrededor y que sin eso mi rumbo posterior habría sido muy otro. Me dijo, con total sinceridad, que para él mi cambio de rumbo había sido un proceso, pero que no recordaba ni la pregunta ni la respuesta por él dada... Yo, en cambio, la recuerdo cada día, ¿cómo olvidarla si esa frase me salvó la vida?

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Horacio Petre

COARTADAS

Llegué un poco más tarde de lo debido a la vernissage, y ya veía la cara de Marcela con un dejo de desaprobación. Le expliqué, me disculpé, aunque no sirvió de mucho, e imaginé que tendríamos escena en el regreso a casa. Estaban todos los que tienen que estar y si bien nunca me sentí totalmente cómodo en estas reuniones, tampoco diré que la paso mal. Mis colegas me cargan o directamente se muestran sorprendidísimos de que una artista plástica se haya casado con un contador público. Yo les explico que no está tan mal, sirven canapés y calentitos, cada tanto algún culo o un par de tetas como la gente se dejan ver, y a veces hasta alguna charla interesante. Siempre aclaro que de veras no entiendo totalmente el funcionamiento de los circuitos artísticos… pero peor es juntarme con mi cuñada que insiste en llevarnos a misa y los retiros espirituales. Esta vez la muestra era de Antonio Berruti, que inauguraba una serie de instalaciones nuevas, luego de su paso consagratorio por la trienal de Dresde, en la que, según me explicó Marcela, le habían dado el premio Zeuyss. Por lo general me siento más cómodo con obras de carácter más tradicional, como pinturas o esculturas, y el universo de las instalaciones y performances se me vuelve ciertamente un tanto ingobernable… Uno es un hombre de números… en definitiva, el DEBE y el HABER, y en el medio no hay mucha vuelta, o sí, ya lo sabemos. Los contadores somos verdaderos poetas a la hora de la versificación con numerales y papeleo… Y estábamos en eso, en una suerte de trío charlador con Marcela y una mujer de edad indefinible y ropa de diseño artie cuando se acercó a saludarnos Antonio, el autor de las obras, que a la sazón se conoce con mi esposa desde hace más de veinte años. Mientras ellos se eyectaban mutuamente flores de celofán, fui a dar una vuelta por la muestra, nuevamente. Las instalaciones consistían en unos cubos de dos metros de lado, en los que en su interior había algo. Ese algo no podía verse pues los cubos estaban cerrados, eran opacos, de un material sintético blanco tiza, pero el texto introductorio a la sala

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de exposición explicaba claramente lo importante de eso que no se veía y estaba dentro de cada uno de los volúmenes. Los siete cubos eran idénticos, y sólo cambiaban por sus títulos: “Uno”, “Dos”, “Tres”, etc. aunque hete aquí que cuando me acerqué al previsible “Siete” me sorprendí al encontrar que su título (estaba escrito con el mismo diseño y fuente que los otros) era “Cirrus Minor”. Me resultó de una discreta comicidad este último nombre, una suerte de guiño bromista por parte de su autor. Volví copa en mano, risueño a la ronda de charla de Marcela, Antonio y la mujer de edad indefinible que miraba absorta el parloteo del artista. En cuanto pude metí un bocadillo e inquirí por el interior de los cubos y la travesura en el séptimo título… Marcela me atravesó con su mirada al tiempo que pude sentir la presión de sus mandíbulas entre sí, mientras los ojos salían de sus cavidades. Antonio me observó con una mirada que se alojaba detrás mío y comentó algo acerca de otro artista y una bienal importantísima, pretendiendo continuar con su discurso hacia otro lado, evadiendo mi consulta. Pero lo frené. Muy cortés, aunque enfáticamente... - Disculpame Antonio… ¿tu obra habla de la obra de otro…? ¿Está hecha en función de otra bienal? El artista cambió un poco el semblante y buscó ayuda con la mirada, Marcela intentó poner una sonrisa avant garde mientras en estéreo me seguía perforando con su mirada, y Antonio exclamó: - Un artista no debe explicar Su Obra. Juro que me lo dijo así… “Su Obra” con mayúsculas… Yo un poco más canchero, viendo que le estaba entrando de costalete, y divirtiéndome con la situación aventuré: - Faltaba más Antonio… no te exijo yo ninguna explicación… Pero teniendo en cuenta que tu trabajo no cuenta para nada con un desarrollo técnico o de oficio como lo haría un fotógrafo, dibujante, pintor o escultor, y que lo esencial está en el mensaje y lo que desatás en tu puesta en escena en el mundo para ser leído por los fruidores, no sé si es lo ideal que en esa esfera también te manejes de manera tan abstracta y sin claves de lectura… Se la dejé picando con una mirada inquisidora detrás de mi copa. Seré contador, pero no soy boludo, y cada tanto leo algo sobre arte,

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comunicación y esas cosas… Antonio, entró ahora en pánico, Marcela intentó tomarme del codo como para llevarme a la barra, pero rechacé su mudo convite. - Mariano… - me espetó Marcela - Antonio es un artista consagrado, su carrera incluye innumerables premios, participación en colecciones privadas y museos y adem… - ¡Pero me parece fantástico todo eso! - le corté el rollo a mi mujer, mirando y sonriéndole a Antonio - Nadie niega tus títulos, ocurre que estoy ante Tu Obra (se lo dije así con mayúsculas) y no sé si tendré nuevamente oportunidad de tener a su autor a tiro para consultarle sobre cosas que me pasan en torno a este trabajo… Edad indefinible que se terminaba de limpiar los labios con una servilleta, exclamó algo incomprensible en francés, lanzó una leve risa que sin duda calmó a Antonio, y luego rieron todos, dejándome en offside total. Con una exclamación de mis cejas inquirí alguna explicación para un no francoparlante… Pero la conversación siguió por otros paisajes menos complejos para el “artista”, y yo me quedé solo con mi copa de champagne viendo como salían los tres medio a los gritos a saludar a Esthercita Gamés Urriquiaga, recién llegada de New York, que a viva voz le decía a Antonio mientras hacía su entrada en la galería: - Queridísimo… ¡no podés!! ¡no podéees!! ¡Sos un genio brutal e indiscutible...!

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ERA DE MENTE ABIERTA II

El horror asoma su sucia cabeza. En la planta baja del edificio donde viví mi infancia, había un gran patio, ideal para jugar y hacer travesuras. Y era más ideal todavía para hacer cumples al aire libre partido de fútbol incluido. Cuando estaba en segundo grado, en mi cumple de ocho años, mi madre organizó un partido en aquel patio y calculo que unos quince varoncitos de mi grado vinieron a festejar. Terminado el partido, llegó el momento de apagar las velitas, la torta y todo el rito. Estábamos todos juntándonos alrededor de la mesa, cuando se acercó mi hermano Diego, que tenía seis añitos recién cumplidos, y observó que uno de mis invitados, David, tenía un collar con un pequeño colgante con letras hebreas. Diego se lo miró curioso, preguntándole qué era eso, a lo cual David le explicó con bastante madurez, ya que en su familia sin ser fanáticos, eran muy practicantes de la religión judía. - Ah… ¿sos judío? - le dijo Diego - Sí, claro. ¿Por…? - ¡Entonces andate, porque en esta casa no queremos a los judíos! Mi amiguito del cole empalideció, y vio cómo mi vieja se le vino al humo a mi hermano, retándolo, enrostrándole que cómo decía semejantes cosas… Mi hermano huyó a esconderse a tiempo antes de ligar un coscorrón y que lo agarraran de un mechón. Mi vieja enseguida se acercó a David, a explicarle que nada de eso era cierto, que no se sintiera ofendido y toda una sarta de excusas, muerta de vergüenza. A mi hermano no lo encontraban en ninguna parte del edificio, que tenía cuatro pisos y en todos vivían familiares. A la hora del escandalete recién lo encontraron a Diego en el garage, cuerpo a tierra abajo del Falcon de mi abuelo. El cumple prosiguió y cuando vino la mamá de David a buscarlo, mi vieja nuevamente sacó su discurso pacificador, intentando explicar el suceso, para que no quedaran dudas de que en mi familia no había antisemitismo ni nada parecido.

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Recién en mi adolescencia reconstruí el hecho… Y la verdad es que Diego se había limitado a reproducir lo que había mamado… En mi familia siempre fueron antisemitas. No de desear los vagones llenos hacia Auschwitz, pero sí de fruncir el ceño frente a cualquier apellido centro europeo o ruso. Es más, la noche aquélla, luego de mi cumple, se festejaba el de mi bisabuela en el cuarto piso, y muchos familiares comentaban la anécdota risueñamente, incluso algunos aplicando todo el sainete típicamente intolerante (los judíos son sucios y no se bañan, se desesperan por la guita, son vagos y se apropian del trabajo ajeno, etc.) todo dicho con un tono pedagógico y tranquilo como quien explica una receta de cocina o le enseña la tabla del tres a un nene de segundo grado. Y la verdad es que ya adolescente, cuando empecé a desmarcarme de los preconceptos familiares, cada vez que recordaba el hecho me alegraba por la vergüenza que le hicieron pasar a mi vieja. Diego no había hecho nada malo. Es más, actuando con la naturalidad de un niño de jardín de infantes, había echado luz sobre un aspecto tristísimo y muy poco edificante del típico ideario discriminador y conserveta.

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Paula Ancery

FASCISTA

Yo, Paula Mercedes Ancery, educada en la más genuina tradición de la izquierda latinoamericana; lectora de Eduardo Galeano, de Juan Gelman y de Mario Benedetti, escuchadora del Nuevo Cancionero y de la Nueva Trova Cubana, votante del Frente Amplio de Liberación (línea Néstor Vicente), egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires; incapaz de llamar pelado al pelado, petiso al petiso, negro al negro y gorda a la gorda; la misma que fue elegida por un amigo homosexual para ser la primera persona frente a quien saliera del closet, la que nunca tuvo un novio que no fuera judío al menos por parte de madre –siendo ella gentil-, la que recibió una invitación para ir a un encuentro de swingers y no aceptó, pero tampoco pestañeó; yo, esta misma, ante Vuestra Señoría respetuosamente me autoincrimino de haber cometido los siguientes actos de discriminación: - Haber dicho “ah, bueno, era un policía” en tono de alivio, al escuchar en un informativo radial la ampliación del título “un muerto en un asalto”, en la cual se precisaba que el occiso era un miembro de esa fuerza. - Haber comentado, una vez que la aludida se hubiera retirado, “en mis tiempos, las peruanas eran mucamas o a lo sumo enfermeras, pero no médicas”, en circunstancias en que madre padeciente de una enfermedad puta había requerido una ambulancia y la misma deparó una facultativa de dicha nacionalidad que se fue como vino, sin resolver nada y además criticando que le administráramos muchos remedios. - Haberles gritado “negros de mierda” no una vez, sino dos, a vecinos que persistían en su actitud de escuchar y bailar música de cuarteto a las cuatro de la mañana de un lunes (noche de domingo a lunes) sin hacer caso del previo golpeteo de paredes con puños y pies. Como atenuante, cabe mencionar que los interpelados pasaban continuamente la misma canción y que la misma tenía la peculiaridad de que su melodía sugería todo el tiempo que estaba terminando; pero que, al ser repetida ininterrumpidamente durante horas, sólo terminó cuando a los aludidos se les cantaron las bolas. Como agravante, cabe señalar que a) la acusada no tiene la menor idea de quiénes son esos vecinos ni, por consiguiente, del tono de la pigmentación de su piel; b) la acusada PENSÓ detenidamente – tuvo horas para hacerlo – qué

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consigna vociferar y se decidió por la transcripta bajo el argumento de que, fueran quienes fueran sus vecinos, la invocación usada sería algo que probablemente los ofendería; y c) esto fue la semana pasada. Proveer de conformidad. SERÁ JUSTICIA.

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María Gabriela Failletaz

ERA DE MENTE ABIERTA

…Y como es de mente abierta y yo me topé con ella, su manera de vivir, su filosofía, siempre me parecieron una cátedra. Me ayudó a deshacerme de algunos prejuicios y por su influencia, desterré muchas críticas infundadas hacia seres inocentes condenados por mi egoísmo. Me mostró infinitas escenas de acciones generosas y cordiales hacia los más vulnerables: personas humildes, gente de pueblo, ancianos, niños, adolescentes, aborígenes. La he visto ejerciendo su bondad y disfrutar de su quehacer con naturalidad, con voluntad firme en el frio y el calor, con francas sonrisas a toda hora. Todo esto lo vi porque tuve la suerte de compartir su amistad, salidas, viajes y aventuras. Fui atraída por su bohemia, sus raíces autóctonas, su casa de puertas incondicionalmente abiertas, su postura política y las rondas musiqueras que inundaron de ritmo nuestras juventudes, en compases de folklore y bossa nova. Me enseñó sin proponérselo a ver al mundo con una mirada humanística y por sobre todo, libre. (Libre de boludeces, digo yo). Calzarse sus lentes es ver sensible y profundamente el amplio espectro de la libertad. Justamente por su apertura mental. Pero nada es casual. Es una mente que ha sufrido y a la pena le ha dado un giro productivo. Siempre admiré su ecuanimidad y su decencia. Su capacidad de darse, de hacer amigos, de mantener vivos los lazos aun en la distancia, aceptando de ellos sus diferencias, aprovechándolas y enriqueciéndose. Incluso compartiéndolas para que otros también nos beneficiemos. Hizo engordar mis ideas y remodelar viejas estructuras rígidas producto de atávicos modelos familiares, colegiales o del entorno. Intenté minimalizar como ella, sacudiendo lo inútil para dar protagonismo solo a lo esencial. Pocas veces lo consigo por mi tendencia a complejizarlo todo para tener la excusa de no alcanzarlo.

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Procuré acomodarme a ver la vida con sus ojos de artesana y enredarme en la trama de sus ideales y allí, en la diversidad de colores de su telar, entonces alcanzar su dignidad y, por ejemplo, ya no comprar nunca más las marcas de ropa o zapatillas sabiendo que detrás de su impronta banal, hay un niño inclinado lastimando su manos para cumplir con la entrega que le dará el peso para comer ese día. Me indujo a abandonar modelos sociales, patriarcales, dogmas sin sustento ideológico, la falsa moral, el machismo destructivo, la vanidad, la cosificación del ser humano, la superficialidad. Entendí el significado de la palabra hipocresía que nos hace esconder aquello que deberíamos dejar al desnudo o echar a volar para amar más y mejor. Fui interesada espectadora de su juego. Y aunque no lo juego tan bien como ella, me sirve. Me enriquecí de verdades tanto dulces como crueles al escuchar las experiencias de su dura profesión de trabajadora social. La constante lucha con o sin remuneración, en defensa de la mujer maltratada, niños abusados, los flagelos que esconde y calla la montaña allá en el páramo de la comunidad mapuche donde la vi desarrollarse, las víctimas de violencia familiar y de género, las consecuencias sociales del alcoholismo, la explotación del obrero. Ella me enseñó a respetar más al pobre, pero no como lo había hecho la iglesia desde una postura de superioridad que promulga la caridad como válido acercamiento, sino en el codo a codo, confiando en sus capacidades, valorando sus posibilidades y alentando sus emprendimientos. Me alertó, en aquel viaje: - Gaby, acá tenés que ir más lento, darles tiempo. Bajá las revoluciones de la urbe. Respetá sus silencios. Entendí que entre Mapuches no tenía por qué ser tan simpática ni expresiva, ni seductora, ni siquiera tenía derecho a ser gritona. Para gritones estaban los pájaros. Ni siquiera maquillarme mucho la cara porque la belleza ya estaba en las pieles cobrizas de sus pómulos, en el azabache de sus cabelleras y de sus ojos oblicuos. Y en el río también, en las piedras apiñadas de las orillas, y en las noches rebosantes de estrellas, o en la inmensidad y en el misterio de las sombras que se recuestan en las laderas. Hasta tuve que aflojarme la ropa. En definitiva ser más auténtica.

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Gracias a mi amiga también entendí mejor los temas sobre la libertad sexual como parte de la diversidad del placer, sin discriminar. Siempre te deja sin argumentos. Ella erigió comarcas de socialistas puntos de vista donde reina los dos principios elementales de la convivencia: la comprensión y la tolerancia. Y aunque comparada con ella soy mucho más burguesa a duras penas logró transmitirme algunos conceptos sobre vida sana (o al menos que me los cuestione un poco) como el no compararse, no competir, intentar no ser consumista, ser mas naturista para comer. Cariñosos yuyos, semillas y pociones mágicas vs analgésicos, antibióticos y antitérmicos Pfizer, Roemmers y Bagó. En los viajes ella pinceló el cuadro de la pobreza extrema con tintes de ternura y a lo sucio lo convirtió en pintoresco. En su cámara de fotos siempre se recrean lo natural, lo espontáneo o el gesto legítimo que siempre quiere significar. Para ella lo defectuoso es bello, lo bello es relativo o accidental. Nunca exagerado. Y eso siempre da cobijo y seguridad. Es sobria, calma, ni excesivamente eufórica ni apocalíptica y dramática, pues para ser imparcial y justa en sus apreciaciones supongo que entiende que debe ser medida. ¡Y lo es! Considerada hacia aquello imposible de cambiar, relativiza conceptos sobre lo morboso, la locura, la ambigüedad como admitiendo infinitos grises entre el blanco y el negro. Es humilde y usa un lenguaje sencillo para darse a entender pero siempre dejando una brecha para el cuestionamiento y la creación de nuevos planteos, demostrando así que ella también puede aprender de uno. Creo que una mente abierta definitivamente goza de un privilegio; una gran capacidad de disfrute. ¡Ella que disfrute… que yo disfruto de su amistad!

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MENTE ABIERTA A LA FUERZA I. EL BAÑO MIXTO

No puedo dejar pasar esta consigna, queridos amigos, sin contar el episodio de mi primer avistamiento de hombre desnudo en baño mixto. Corría mayo de 1989. Tenía entonces 24 relucientes años. Habíamos alquilado en Madrid el clásico Corsita. Era blanco y probablemente el más barato del mercado, para poder recorrer Andalucía y no perdernos detalle de los maravillosos Pueblos Blancos que sin auto son mucho más difíciles de conocer, y de paso cañazo (oportunamente aplicado el término) acelerar y ahorrarnos algún hotelito, ya que ésta era la última escala de un largo viaje. Y creo estar definiendo bien esto de "dar en el blanco" aquel día en la fantásticas playas de Marbella. (¿O tal vez era negro? Mmm, no sé...) Pensándolo bien, ya de las fantásticas playas de Marbella, no me acuerdo "ni un pito". ¿Será el deterioro neuronal? ¿el paso de los años? ¿o falta de interés? Razón suficiente para volver algún día a rememorar aventuras. Después de estacionar sobre la costanera, acordamos asolearnos en aquellas reposeras con colchonetitas en composé tan bonitas que proveen los españoles y por lo visto nadie se lleva, como acá, que te afanan la sombrilla oxidada y la lona con hongos y si te descuidás también el sanguche de milanesa con el sobre de mayonesa (¡el empezado!) Antes pasamos a acicalarnos en el baño, ponernos las mallas (traje de baño, dos piezas, las o los biquinis) con las tiritas bien acomodadas con precisión milimétrica sobre las marcas correspondientes a la incineración próximo pasada. Esparcido el ungüento bronceador por las diferentes superficies corporales y los pelos bien atados, allá fuimos, muy decididas a hacer nuestro primer top less puesto que nadie nos conocía y encima ninguna de las tres ostentaba megadespliegue toracoglandular alguno como para que todos los turistas dijeran a coro ¡¡¡iuu, iuu!!! ¡¡¡llegaron las Argentinas!!! Porque a mí, en verdad, me crecieron después. No sé muy bien si fue un contrato "hipotálamo - hipofisiario" o un acto artístico de talabartería con incrustaciones de poliuretano expandido... o algo así... pero la cosa es que con unas 10 lucardas... ¡chan, se produjo el milagro!

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Ya echadas al sol como 3 lagartos mi hermana, su amiga y yo, les informé de mis deseos de ir a orinar. Muy gentilmente me respondieron en un canon las dos sin mirarme y con voz de boca abajo hipoxigenada aplastada sobre colchón... - ¡Andá! Así que allá me fui solita y resignada... Al ingresar al baño a través de dos puertitas de vaivén tipo saloon (verán como los detalles del baño los recuerdo mucho mejor) se internaba uno en el antebaño, y en su interior había dos duchas con correspondientes cortinas que jamás cierran bien. (En Europa tampoco). Lavabo con espejito al frente y dos toilettes enfrentando las duchas cada uno con su inodoro y puertita con llave. Entré con los brincos y correteos propios de la edad y al cerrar la puerta del bañito divisé a metro y medio de la hendija, de mis pupilas dilatadas y mi eyección exoftlámica una forma humana que no era la de una mujer. Entre nervios e indecisiones cerré la puerta abruptamente con la llave y pensé... “¿En qué baño me metí? ¡Eso es un tipo! y lo que sostenía en su mano… ¡¡no es un jabón!! Intranquila y algo temerosa como estaba logré sorprendentemente la micción, lo que indica cierto grado de "mechupaunhuevo", bastante meritorio, ahora que pienso... Esperé unos segundos o minutos a ver si el don fulano (el de la mano) se dignaba a cerrar los grifos y marcharse antes de que yo saliera, pero como tardaba mucho abrí a los piques la puertita y salí como estampida que no me daban las patas con mi biquini al viento. Llegue toda excitada (¡¡de nervioos!!) a las inmediaciones del solarium beach a contarles a las chicas mi gran aventura. Lo que pasó luego, cuando al final de la jornada fuimos a bañarnos las tres es de alto contenido erótico por lo tanto lo derivo a hacia otra consigna más pertinente y para cuando los contertulios me enseñen a escribir ese género que aún no domino y encima... ya saben que soy pudorosa... (¡jua!)

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MENTE ABIERTA A LA FUERZA II. LA NENA: SU PRIMER BAILE BOLICHERO

- Deseame suerte ma. ¡Ah! Desde ya te informo: esta noche, a alguno le doy. Léase, a alguno le doy mi primer beso... pausa... mirada... sonrisa de ambas. - Bueno... Si vos creés que te sentís preparada, mi amor, y querés vivir la experiencia... Me parece bien. - O a varios. - ¿Cómo a varios? - Y sí, ma ¡A varios! - ¡¡NOO!! A varios NO, Sofía. ¡Te tenès que valorar y hacer valer! - ¡Basta, ma! - Mirá Sofía...a uno sólo, y si lo vas a hacer, lo más importante es que te guste el chico, porque después te vas a sentir mal de que esa experiencia tan importante en la vida no te haya terminado de gustar mucho que digamos... - Ok, ma... sí sí... ¡Ya entendí, ya entendí! Dale, dale... ¡Ay! ¡Que estoy re nerviooosa! ¡Chau, maaa! ¡Chau!

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Eduardo Mizrahi

EL INFIERNO REVISITADO

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La casa de mis viejos es un piso. Queda en Palermo. Tiene un living en ele, bastante grande. Un balcón terraza lo separa del vacío. En ese balcón hay una mesa y cuatro sillas. De plástico blanco. En el centro de la mesa hay un orificio, en el que antiguamente se ubicaba una sombrilla gigante de un tono marrón deprimente. Hoy esos muebles descartables están moribundos, el paso del tiempo y el desuso los han transformado en tristes recuerdos de una época de abundancia. No es que tengan gran valor en sí mismos. Fueron escenario de algunos eventos memorables. Algunos los recuerdo con ternura, otros preferiría olvidarlos. Por algún extraño capricho del destino, acuden a mi memoria sin pedirme permiso. E irrumpen en este relato como caballos desbocados. Ahí estoy yo, a los veinte. Mi viejo, mi vieja, mi hermano. Siempre fue un gran tipo mi hermano. De los que están cuando hace falta. Por ese entonces tenía quince, y un instinto de supervivencia admirable. Se estaba haciendo hombre en medio de aquel infierno en que ardíamos mi viejo, mi vieja y quien les habla. Yo creo que él es de amianto, pero nunca se sabe. Han pasado veinticinco años desde aquel momento de frenesí y violencia, de intolerancia y hostigamiento. Y aquí estamos, boludeando como siempre. Él vivió todo esto de otra manera, y está muy bien que así sea. Es mi hermano. Y ahora, con ustedes... el infierno. Cuando escuchamos los problemas de los otros muchas veces pensamos que están exagerando, que se ahogan en un vaso de agua. Y que los nuestros son el océano. Bien, esto es cierto. El infierno es nuestro infierno. Podemos ser comprensivos y solidarios, dar buen consejo, poner el hombro y acercar un pañuelo. Pero no estamos en llamas, y justamente por eso es que podemos dar una mano. Pero cuando nos toca a nosotros... ardemos. La historia es muy sencilla. Una letanía de reproches acerca de la nueva novia. Que es más grande, que tiene un hijo, que no sé qué cosa, que no te conviene.

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Dedicado a Daniela Acher.

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Mezclada con insultos, desvalorizaciones, agresiones de todo tipo. Yo ahora soy más tranquilo, pero a los veinte... no lo era. Y menos si pretenden someterme a una sesión de tortura cada noche, invariablemente a la hora de la cena. Porque otra cosa no compartíamos, casi ni nos hablábamos. ¿Y cómo termina la historia? ¿Bien? ¿Mal? No sé, díganme ustedes. Por de pronto puedo decir que ese año no me fui de vacaciones con ellos, por primera vez en mi vida. Y que cuando volvieron del Caribe en mi habitación faltaba el televisor de catorce pulgadas que me había regalado mi abuelo para el bar MITZVE, el minicomponentes Sony que me habían traído de Miami, una valija vieja y la mayor parte de mi ropa. Atrás quedaron los tesoros más preciados: los discos de vinilo, esos libros maravillosos. Con el tiempo volvieron a estar conmigo. Por esas cosas de la vida algunos se perdieron. Veinticinco años después, el televisor a transistores se transformó en uno gigante de pantalla de cristal líquido. El minicomponente sigue siendo Sony pero es otro, y a la vez el mismo. La que era mi novia ahora es mi esposa. Tenemos una hija de carácter fuerte, pero muy inteligente, creativa y hermosa. ¿Y la habitación en que me refugiaba del infierno? Llena de telarañas, supongo. Poblada de recuerdos del hijo que nunca fue, que no existió, que no existe.

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Jorge Pailhé

¡¡¡MENTE ABIERTA... MENTE ABIERTA!!!

Ahora que me preguntás, recuerdo que todo esto arrancó una mañana mientras tomábamos mate. Celia acaba de untar una tostada de pan negro con manteca lait (¿viste qué feas que son las cosas lait, daiet o como mierda se llamen?) y antes de ponérsela en la boca me dijo que había pensado en que teníamos que abrir la mente, que tantos años juntos - no usa la palabra casados porque dice que la bajonea - y nunca habíamos hecho un viaje medio aventurero y qué se yo. De ahí, a estar los dos caminando por una selva ecuatoriana hubo un paso, te juro. No me preguntes cómo, pero fue un paso. La verdad, yo creo que Celia estaba un poco cagada porque el guía - un negro de dos metros que se vestía como indígena y llevaba un blakcberry colgado del taparrabos - nos habia avisado que en la zona había arañas, hormigas culonas y otros bichos, pero su onda era “¡Qué lindo, negro! ¡Mirá esas lianas, sólo falta Tarzán!” y cosas por el estilo. Al lado teníamos una pareja de yonis que no paraba de sacar fotos y de gritar en inglés - porque vos viste que los gritos son gritos en cualquier idioma - que me tenían las bolas al plato, y más adelante un grupo de como diez ponjas que nos miraban más extrañados a Celia y a mí que a los árboles, las lianas, los monos y las comadrejas que andaban por ahí. El negro del blackberry era un capo: hablaba en español y se traducía en inglés y en quechua (o alguna de esas lenguas indígenas, qué se yo), mientras señalaba aquí y allá. Ahí aprendimos la diferencia entre selva y jungla - ahora no me acuerdo, pero la explicó -, que los leones miden entre sí su bravura por el rugido y otras boludeces, hasta que, cuando íbamos justo debajo de un árbol enorme pero con ramas bajas, ¡no va y se me viene encima un monito en la cabeza! Pegué un grito que hasta los yonis se asustaron, y ahí nomás agarré al animal y lo revolié, con tanta mala suerte que se lo ensarté a la yanqui en la cara. “- ¡No tiro mono, no mono, puto madre!”, empezó a gritar el yoni mientras movía sus brazos con ampulosidad y su mujer lo tapaba con alaridos. Celia intentó sacarle el mono de la cara a la vieja (no te lo había dicho antes, pero era vieja, vieja), pero lo primero que hizo fue meterle el dedo en el ojo. Yo pensaba: “mente abierta... mente abierta”, y estaba

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paralizado como un idiota. Para entonces, los japoneses ya habían formado un círculo y no paraban de sacar fotos y filmar, mientras entre ellos se decían vaya uno a saber qué carajo, y la vieja reaccionó tirándole una trompada a Celia. El pobre monito seguía por ahí, caminándole en la cabeza, hasta que el negro le tiró un manotazo, lo cazó del cogote y lo mandó arriba de una rama. Recién entonces reaccioné y me metí entre la vieja y Celia para evitar que le siguiera pegando, y se ve que me metí bien porque en seguida me ligué un roscazo acá, ¿ves? En el cachete, donde tengo morado. Ahí yo ya me calenté, y al grito de “yanquis gou jom” empujé a la vieja contra una palmera (terminó ensartada contra el tronco porque tenía pinches, pero ojo, yo no sabía, ¡eh!) y cuando el marido se me vino al humo al grito de “¡¡carago, carago, puto; yettttt!!” le tiré un gancho de derecha en la pera y lo mandé para atrás, encima de la mujer, mientras cambiaba el grito a ¡¡¡MENTE ABIERTA, MENTE ABIERTA!!!, miraba desorbitado como si fuera un demente y hacía los movimientos del jaka ese que hacen los jugadores de rugby de Nueva Zelanda. Los gritos del mono habían actuado como un llamado de auxilio, y empezaron a caer varios animalitos de los árboles, y a aparecer otros caminando, así como caminan ellos, ¿viste? con las piernas bien abiertas, que si no fuera por el quilombo en el que estábamos uno se caga de risa de verlos... Bueno, la cosa es que los gritos de estos hijos de puta eran tan fuertes que hasta tapaban a los conchudos de los japoneses, que seguían dale que te dale sacando fotos y hablando entre ellos. Igual, la joda les duró poco porque en un momento dado, cuando quise escaparme del ataque de los simios, me fui para atrás y mandé al piso a dos asiáticos que sólo atinaron a revolear por el aire sus tablets. El negro del blackberry al principio había querido poner orden, pero cuando el yoni se le fue al humo reclamándole que cómo podía ser semejante despelote, perdió los estribos, lo agarró por el forro del culo y lo tiró contra los otros japoneses, que también terminaron desparramados. Mirá cómo será, que varios monos agarraron las tablets y se fueron lo más chotos, oliéndolas y metiéndoles los dedos en toda la pantalla. Celia me vino a calmar pero yo ya estaba desquiciado haciendo mis movimientos guerreros, y en ese momento la vieja se vengó, cazó una rama que habían roto los monos y me la partió en la cabeza... “- ¿Viste, Celia?,- le dije un buen rato después, cuando todo se iba calmando y ella me ponía un trapo en el marote para curar la herida vine a buscar la famosa “mente abierta”, y lo que me llevo abierto es la cabeza...”.

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Ana Lia Monfazani

COMER SUSHI EN JAPÓN

Comer sushi en Japón no es como acá en Buenos Aires. Es una experiencia popular. Buena parte de los locales donde se come están en shoppings, dentro de las estaciones de subte o debajo de los puentes del ferrocarril. Si fuera en esta ciudad, serían como los locales que están en la estación Pacífico. Un típico trabajador japonés varón sale a la tarde de la oficina y va a uno de estos bares a clavarse (muy rapidito) unas cuantas piezas de sushi acompañadas por cerveza o té verde antes de tomar el subte o el tren que lo lleve de vuelta a su casa. La estructura de estos bares es siempre parecida. En el centro del local está la mesada donde el cocinero prepara las distintas piezas. Alrededor de esa mesada circula una especie de cinta de montaje en donde el cocinero va poniendo las piezas que prepara sobre platitos de diferentes colores. Los platitos giran en esa calesita frente a la cual, formando un óvalo, se sientan los comensales. El color de cada platito se relaciona con el valor de cada uno. Cuando pedís la cuenta, te cobran contando cuántos platitos rojos, a cuadritos o a florcitas tenés apilados frente a vos. En la mesada que corresponde a los clientes es común que haya un zócalo con una canillita de la cual sale, tipo canilla libre, té verde. El sushi en sí mismo también es diferente. Hay menos proporción de rolls con arroz, mucho menos salmón y nulo queso Filadelfia. Y mucha más variedad y colores de pescados, más pescado crudo sin nada de arroz y varias formas de sushi cocido y con otros ingredientes. En Japón me di cuenta de que lo mío era el sushi de huevo – sí, huevo, como el huevo relleno de Año Nuevo - y de huevas de distintos pescados. Lo más. En uno de estos locales, dentro de un shopping de Kyoto tuve una experiencia que abrió mi mente sumamente maníaca con los alimentos por unos instantes. Sólo a modo ilustrativo: desde los cinco años no como carne de vaca por solidaridad mamífera. Tampoco cerdo, cordero ni chivo por la misma razón. Jamón cocido solo porque viene en fetas que parece que brotaran de los árboles. Y una larga lista que prefiero no continuar para evitar las burlas…

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Vuelvo a Kyoto. Yo estaba en este bar mientras vi girando por la calesita de platitos un roll que me resultaba atractivo. Arroz y sobre él una feta gruesa, regular y de tono clarito que realmente se veía bien. Lo probé y confirmó mi presunción. Fantástico: un pescado tibio, de sabor suave y tan tierno que apenas se masticaba. Quería pedir otro, pero antes decidí preguntarle al cocinero de qué era la pieza. El buen hombre, que encima de tener que entenderme y contestarme en inglés, porque era obvio que yo no hablaba ni jota de japonés me espetó dos palabras: la primera no la entendí, pero la segunda fue claramente “baby”. Y no se refería a mí. Fueron unos instantes terroríficos. Pensé varias opciones de bebé que había sido capaz de engullir con tanta felicidad: si era pescado no habría tenido la necesidad de decir “baby”, me hubiese dicho el nombre del pescado. Probablemente era una araña pollito monstruosa… o un pariente de Bob Esponja. ¿Me habría comido algún roedor nonato? ¿Un caracol gigante? Tomé coraje y repregunté, siempre con poquitas palabras: - Sorry? - Bamboo baby. Suspiré y me pedí unos cuantos más.

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Mirta Linda Saiegh

MENTE ABIERTA

El día que mi hija, a los veintipico, llegó con la noticia que estaba decidida a cambiar de carrera no me gustó la idea. Dejar Letras, en la UBA, me parecía un desperdicio de talento y materias aprobadas. Intenté no mostrar mi enojo, convenciéndome que si su vocación era otra bien valía estar cerca para compartir su deseo. Pero... cuando me dijo que iba a seguir Medicina China lo primero que me surgió decirle o retrucar fue “¿Por qué no estudias Medicina tradicional? ¿Qué te cuesta?”. Pensando que era una carrera de prestigio, que no sólo tengo un hermano médico con honores sino que además en esa época yo dictaba clases en la materia de salud mental para los incipientes estudiantes a futuros médicos. Me respondió que no la entendía, que ella quería otra cosa. “Quiero sanar, me importan las personas, no quiero trabajar para que ganen los laboratorios”, y cosas que mostraban su convencimiento. Ella lo tenía claro, yo me sentía sin cartas para empardar ese argumento. También me di cuenta que hubo veces (en plena época de dictadura) que me cuestioné cuando cerraban la facultad de Psicología, y no se promulgaba la ley de ejercicio para los psicólogos, si no hubiera sido mejor haber estado en medicina… Ella se anotó en la Escuela de Medicina China y Naturoterapia. Con semejante nombre me costaba acostumbrarme. Así empezó en casa una etapa donde la veía estudiar meridianos que no eran propiamente los de geografía, hablar de la energía, que no era la del toma corriente, descubrir que las flores no son la que venden los floristas… Reconocí el sonido de los cuencos que armonizan, el eco de los mantras que aquietan el alma, los sabores de las semillas, las algas que se agregan a las comidas y un sin fin de cosas que mi mente abierta y curiosa empezó a indagar y querer saber cada vez más. Un aspecto mío, al mismo tiempo, tironeaba, no podía desprenderse fácilmente de mi propia historia familiar. Vengo de una familia de clase media donde el mandato era obtener el título universitario. Así fue como prolijamente mis cinco hermanos y yo llevamos el titulo de la UBA a casa para orgullo de mis viejos que sentían que así nos daban la llave del futuro que ellos no pudieron tener.

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Tuve que abrir la cabeza con la elección de mi hija. Dejar a un lado muchos prejuicios. Soportar que elija una carrera que le daba un titulo que sólo podía ejercer en Cuba y por supuesto en China… qué lejos y raro me sonaba todo. En mis soliloquios circulaban miles de preguntas: “esto es un cuento chino, esto con qué se come”?, o lo mismo pero al revés “¿de qué va a comer mi hija con esto?” Hoy, 2014, la encuentro feliz haciendo lo que le gusta, al lado de su pareja, padre del hijo que esperan, habiéndose conocido mientras los dos cursaban esa original carrera. Juntos van por la vida dando clases de meditación y no sólo no se hacen problema de cómo van a hacer para comer sino que además dan talleres de cocina enseñando a otros lo que ellos amorosamente eligieron. Y algo más: mi hija nunca dejó la escritura, y el no tener el título de Letras no le impidió ganar muchos premios literarios y haber publicado varios libros. El amor por la literatura lo sigue amasando junto con los cereales, la energía y el deseo decidido que encontró y siguió más allá de mi susto inicial.

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Horacio Tort

MENTE ABIERTA

Año 2004. Situación familiar complicada. Mi ex mujer, siguiendo los interesados consejos de su psicóloga y por consiguiente, llevándonos cada vez peor. Juan Pablo, nuestro hijo mayor, en buen camino de rehabilitación de su adicción en la comunidad terapéutica. Dominique, de 19 años, estudiando arte y, para joder nomás desde mi perspectiva, de novia con el principal compañero de consumo de Juan Pablo, un pibe con una situación familiar muy conflictiva, muy limitado social y culturalmente, con mi hija y su guitarra como centro de su universo, muy egocéntrico, egoísta, manipulador, quien muy lejos estaba de buscar alguna rehabilitación. Nacho, de 11 años, con los conflictos propios de la edad, a lo que se sumaba un hermano drogadicto en rehabilitación, padres que tratan de disimularlo pero ya no se llevan como antes y una hermana rebelde saliendo con un drogón, expresión que no me gusta pero a éste le cabía perfectamente. Por suerte, Melanie, de 21 años por entonces, encaminada en su facultad y de novia con un pibe macanudo hacía año y pico. La única que me daba un respiro. Mientras tanto, yo haciendo malabares entre un trabajo que me demandaba bastante tiempo y muchos viajes por toda América, el apoyo a mi hijo en la comunidad, pese a las muchas veces opiniones en contra de mi mal influenciada ex mujer, las charlas con Nacho sobre las experiencias que estaban atravesando sus hermanos y nosotros, sus padres, y las charlas con Dominique para intentar hacerle ver los riesgos que corría con ese pibe a su lado. No era oposición a su relación, ya que pensaba que a mayor oposición peor se iba a poner la situación, pero si dejarle en claro mi preocupación. En medio de todo eso, un mediodía me pasa a buscar Melanie por la oficina para almorzar juntos. Vamos al restaurant de un hotel que había a la vuelta de mi oficina y tenemos una charla muy agradable sobre ella en particular, sus proyectos de estudios y laborales. Luego la charla fue mudando hacia la situación familiar y le comento que, en ese momento, con Juan Pablo ya casi culminando su rehabilitación, mi preocupación se centraba en Dominique. - No te preocupes papá, por más que salga con Nico, Domi no se droga, lo hablamos mucho y lo que vivimos de cerca con Juanpi nos impactó mucho y ni ella ni yo nos drogamos.

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- Gracias por darme esa tranquilidad amorosa, pero no es eso lo que me preocupa. Sé muy bien que no se droga, pero mi temor es que quede embarazada de ese pibe y se cague la vida para siempre. - ¿Qué? ¿Domi tiene relaciones con Nico? - Pero claro, mi cielo, ¿vos qué te creés, que sólo lo escucha tocar la guitarra? Hace rato que tienen relaciones. - ¡¡¡Qué hija de puta!!! ¡¡¡Me cagó!!! - ¿Cómo te cagó? ¿Porque no te contó, decís eso? Ella es muy reservada para esas cosas pero yo sé que es así, ya lo hablé con ella. - Noooo, porque perdió la virginidad antes que yo, la guacha. - ¿Quééé? ¿Vos sos virgen todavía? ¿Hace año y medio que salís con Hernán y todavía sos virgen? Te soy franco, ahora estoy casi más preocupado por vos que por ella. ¿Te pasa algo, tenés algún tabú o trauma que te trabe o algo así? - No, no, papá, nada de eso, sólo que decidí que quiero esperar hasta estar segura que él es con quien quiero perder mi virginidad. - Ahhhh, bueno, me quedo tranquilo entonces. Y te felicito y te admiro, mi cielo. Sólo que no esperaba hoy en día escuchar algo así, ni siquiera de mi propia hija. La charla siguió sobre su relación con Hernán, las dudas que ella tenía, el amor que él indudablemente sentía por ella para esperar tanto tiempo y cosas por el estilo. La escuché atentamente y sólo le dije que no había ningún consejo que yo pudiera darle que le sirviera, ya que sólo ella sabía lo que sentía y que sabría cuándo sería su momento y con quién. Y que yo estaba seguro que ella iba a tomar la decisión correcta. Meses después, tuvimos otro almuerzo donde me confesó que ya lo habían hecho y estaba contenta. Por supuesto no me contó cómo fue, pero sí me dijo que había sido muy lindo, que él la cuidó mucho y que todo fue mejor de lo que esperaba. Y yo me puse contento por ella, ya que esas primeras experiencias son importantes y dejan alguna huella.

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Diego Pascual

Cuando leí mente abierta me vinieron encima muchos recuerdos o fantasías, o anécdotas de amigos... a veces me confundo. Esta ardiente y hermosa mujer juega siempre y siempre me confunde. Es sencillamente increíble y sobrenatural. Después de una mente abierta ya nada será igual...

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Sanchu De Raedemaeker

MENTE ABIERTA

La vida se encargó de hacerme comer malas palabras. Esas desajustadas, impensadas, horrorosas. La vida me dobló el índice, hasta llevármelo a la sien y ponerme a meditar. Capaz termine, en un movimiento activista por el movimiento gay, o abrazando esa mujer oriental que me cae, por sus rasgos, tan mal desde chica. Cuidado con las separadas, me decía a veces desde el cómodo lugar de la aprendiz de oligarca. ¿Habré sido tan mala? No… creo que acá la palabra ignorante cabe. La mente abierta confundió a la madre con la amiga y paga las consecuencias. Lo bueno no era tan bueno y lo malo, relativo. ¿Dónde está el punto donde al definirme en un estallido, hace sentirme entendida? La mente abierta es liberadora, pero cuidado, ya que hay pequeños cimbronazos de alerta, ¡¡cuidado!! Callo cuando no acomodo las letras, y cuando salen, son un crucigrama emocional que desdibuja mi inteligencia. Cuando me la creo es cuando más cerrada soy, vuelvo a contradecirme, fallo y estallo. Renuncio porque no supe ponerme el valor y sigo magullando mierda. No soy para estos tiempos, pero ¿cómo pude trabajar en negro? ¿Porque pido lo que en realidad se exige? ¿Qué hicieron de mí? ¿Qué es lo que yo hice de mí? ¿En que cajón de la mesita de luz guardo los complejos y acomodo los problemas por índice alfabético? ¿Por qué nadie se entera que me duele algo y cuando se enteran ya estoy curada? ¿Por qué este afán de no joder a nadie?, y para que no me jodan decir sí, sí, sí, sííííí…, tomá, te lo doy, el auto, la guita, libertades, pero, por favor, no me jodas, no es alma caritativa, es la vil transacción que al final me juega en contra, porque a veces se siente que no queda nada. Y lo peor, son las ganas de tener ganas. Mente abierta, vení y acomódate en un lugar de mis sesos y dejame mirar la vida de la manera esencial, porque hoy por hoy… no puedo.

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Claudia Castañeda

MENTE ABIERTA

Mil veces me cuestioné si participar o no de esta consigna. A veces, ni yo misma entiendo por qué elijo cada día lo que elijo. No sé si es la necesidad de estar al límite de algunas cuestiones o si es un desafío diario en el que, muchas veces, intento cambiar cosas imposibles. Algunos contactos que participan en LIPE saben que soy docente (profe en letras). Siempre trabajé con adolescentes y adultos en escuelas secundarias dictando las materias que mi título habilita, más Lengua o Didáctica de la Lengua en institutos terciarios de formación docente. Un buen día, hace unos cinco años, renuncié a las horas de adolescentes y adultos y me quedé sólo con los terciarios. Sé que quienes lean esto estarán diciendo: “¿quién te pidió el curriculum acá, tarada?”. Bueno, acá viene el motivo de lo que escribo: renuncié a las escuelas normales, me quedé con las horas de los institutos de formación docente y tomé horas en contextos de encierro. Sí, en cárceles de hombres y de mujeres que, tras las rejas, intentan recibir educación secundaria. Un día en la escuela (la escuela en las cárceles provinciales dependen del Consejo Provincial de Educación, igual que todas las escuelas secundarias) comienza con una exhaustiva requisa de mis apuntes, libros, hojas, lapiceras y todo lo que guarde en mi mochila por parte de la policía. Cada día atravieso rejas, escucho ruido de candados y me encuentro con personas que me esperan para recibir clases. A veces, me encuentro con personas vejadas, maltratadas que lo único que desean es llorar. Otras, me encuentro con gente bien predispuesta y, las menos, me encuentro con el lenguaje tumbero que intenta hacer frente a todo lo que aprendí en la universidad. Todavía conservo el idealismo de mi otrora adolescencia y creo que puedo torcer destinos, todavía me emociona cruzar a alguien afuera y que me diga: “Hola profe, estoy laburando y a la noche curso en la universidad”. Sé que entre un montón son poquitos. Pero cambiar el destino con educación, así sea un alma solita, a mí me hace sonreír.

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Julio Fernando Affif

OPEN ALL

Ser de mente abierta te impregna un poco de soberbia. Es inevitable. Tal vez porque ello te lleva a considerar ciertas cosas que los otros no pueden. Uno puede ver el universo de las actitudes humanas desde una dimensión diferente, en la que muchos están lejos de entrar porque el marco autoimpuesto se los ha vedado. Y entonces, la paradoja, vamos adquiriendo una actitud de suficiencia que conspira precisamente contra nuestra condición de personas de mente abierta. Y desde el pedestal observamos con cierto dejo de arrogancia a los que no se atreven a cruzar el umbral que les permitirá expandir sus sensaciones, tal vez por el mismo atávico temor que tuvieron los navegantes de la antigüedad que no se le atrevían al Mar Océano, sin considerar que la búsqueda de la libertad supone trasponer los límites en los que habitualmente nos desenvolvemos. “La ignorancia es la madre de todas las desgracias”- del refranero popular - pero no toda ignorancia tiene idéntico significado, ni provienen del mismo concepto generatriz, ni aportan a un mismo resultado. La más grave es la ignorancia que se cimenta en el no querer conocer. Y ser de mente abierta implica un ejercicio consecuente de querer aprender, de hurgar en espacios desconocidos, de lanzarse sin paracaídas hacia las profundidades del yo, del ser, del somos, del querer ser… Y en este devaneo inconcluso del conocimiento humano, pretendemos adueñarnos del equilibrio. Porque si llegamos a ciertas instancias es porque nos hemos superado y como una coraza invisible, la mente abierta que nos distingue y

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diferencia frente a los demás, nos hace invulnerables, ridículamente invulnerables, como un escudo de cristal que espera el grito agudo que nos desnude. Y ahí está el riesgo, porque si realmente no somos open, si simulamos por suficiencia tal condición, más que una rajadura en el cristal sobrevendrá un estallido. Salvo que tengan la fortaleza que tuve yo para explorar en las zonas desconocidas del pensamiento humano que me permiten hoy, sin perder mi consideración hacia los demás, ser uno de los pocos que pueden mirar desde arriba. No traten de emularme. La soberbia acecha.

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Mariasi Cañizal

MENTE ABIERTA

¿Cómo que no? ¿Que no qué? ¿Que no se me abrió la cabeza? Mirá: de la FILCAR al GPS, de ENTEL al Iphone, de las alpargatas a los Crocs, de los yesos pesados y blancos a las férulas semirígidas, de ir a la casa quinta los fines de semana a vivir en barrios privados, de colectivos a Remise, de viajar a dedo hasta la first class de American, del filet a la romana a sushi casi todos los domingos a la noche, de enviar una carta por correo desde Mar del Plata por 15 días hasta un whatsapp desde NY, de esperar 3 fotos buenas de las 36 reveladas a 120 digitales en un minuto para retocar y todo, de la damajuana a los varietales, de la lata de galletitas sueltas en el almacén de la esquina a paquetitos todos iguales con distintas marcas en los súper, de palanca de 3 cambios al volante a híbridos automáticos… Perdura el porro, eso sí, no ha variado, quizás ahora es más de flores la cosa, pero para intentar otro estado sigue estando bien... ¿pero ahora me decís que lo tuyo es la ayahuasca para abrir la mente? ¿Ayahuasca? No es que sea antigua, y creo que menos cerrada, además seguramente ese hongo es de hace miles de años, y me re-va lo de las culturas indígenas y más latinoamericanas, ¡pero el problemita lo tenés en creer que eso te abrirá la mente! Si me dijeras que ya te leíste la Biblioteca Nacional, que ya hace años que hacés un buen psicoanálisis, que te la pasás charlando con gente interesante y sobre todo sufrida que es la que suele dar la mejores visiones de las cosas, que no parás con la filosofía platónica, que has intentado además de la medicina alopática con la homeopática, con la antroposófica, con la macrobiótica, con las alternativas, que visitaste a los chinos, a los japoneses, a los zulúes... tantas cosas ¿no? Pero bueno, si vos decís que con la ayahuasca vamos a ver por fin lo que verdaderamente está en nuestras almas y que el cuerpo físico no nos permite acceder, que todo lo que ya tenemos formado en la mente nos impide conectarnos con lo fundamental, que lo verdadero puede surgir sólo cuando lo ayudamos despejándonos gracias a las alucinaciones, que vamos a obtener por fin nuestra revelación personal, que además volvemos desintoxicados y hasta curados de todo, bueno, está bien, está bien, te banco, ¡vamos a Catamarca! Pero en coche cama pleaseeee!

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Antonio Lendínez Milla

Vengo de abrazar, y siento que en mí no hay más concierto que sentir en el abrazo lo que el corazón entiende como lo más puro y bello. Me abro a mí y desde mis adentros, se aquietan incertidumbres. Observo atento y en silencio quedo. Algo me dice por dentro, que si al mundo no me abro, en el mundo no me asiento. Que este mundo que en mí vive, del cual soy mero reflejo, no respiro en lo que existe, y del sentir yo me alejo. Reflejos los sentimientos son de lo que llevamos dentro. Sacar afuera el dolor, que confunde el sufrimiento; mera construcción mental que me impide disfrutar viviendo. Existencia consciente y gozo, para sentir el momento. No hay más que abrirse al instante a lo que está en frente atento. No puedo dejar de pensar, y si atento no entiendo, puede que pase mi vida sin entender lo que siento. Reflexiono, y muy atento, no quiero que a mí me pierdan esos malos pensamientos, con los que a veces me maltrato sin atender a lo que siento.

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Mauricio Castello

Reza la teorĂ­a que nacemos con la mente abierta e inmediatamente quedamos sometidos a un cierre paulatino por factores externos. A partir de situaciones lindantes con lo insoportable, nos vemos en la disyuntiva, quedarnos o salir. La (re)apertura nos salva. Echemos un vistazo a la impecable y lĂşcida mente de este chico que le escribe a sus padres. ÂĄFeliz viernes!

El Hijo del divorcio Carta de un hijo de padres http://youtu.be/HcKPcbMun3Q

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Diego Pascual

LES DEJO UNOS VERSOS AL PASAR

Tengo la mente abierta pero cerrado el coraz贸n. A veces me seducen ideas. A veces me seducen personas. Siempre me detengo bruscamente justo antes y me encierro entre papeles, contactos y perfiles. Mi mente se multiplica, se abre m谩s y m谩s, mientras mi coraz贸n se oculta, se encoge, y olvida.

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Fer Iñarra Iraegui

DESPUÉS DEL VÉRTIGO

Resignada ya a que el tema “era de mente abierta” pasaría por un costado de mi mente, sorteándolo como a una piedra en el camino, ayer la vida me dio material, como suele hacer… Subió al colectivo un viejito decrépito, maltrecho a tal punto que se arrastró hasta el asiento de al lado mío y con un último esfuerzo se trepó sobre el asiento (que estaba alto y de espaldas al tránsito). Lo venía ayudando otro señor mayor (después supe que este señor tenía 90 años) bien vestido, con su cabello teñido de negro, unos ojos bien abiertos de un celeste traslúcido muy expresivos y que le hablaba y lo aconsejaba con sus mejores intenciones: - No hermano, no puede ser que ande así de mal, ¡no puede ni caminar! Mire, yo hace dos años andaba igual, la artrosis en este brazo no me dejaba levantar ni una bolsa de papel madera, estaba tirado en la cama, el corazón no quería andar más y una noche dije BASTA. Me encomendé a Dios y le dije: ¡Gracias Dios por curarme! Desde entonces todas las noches repito lo mismo. Cuando la médica me dijo a la mañana siguiente que me iban a hacer más estudios le dije: no, gracias, ya estoy curado… Dios me curó. Me fui a mi casa y ahora mire (y revoleó su brazo derecho) estoy bárbaro. Dios cura y si usted se hace a la idea y DECRETA que Dios lo va a curar… así será. Los médicos son sólo un instrumento, pero usted es quien tiene que decretar que va a estar sano. No le pida que le arregle esto o lo otro. Simplemente diga: gracias Dios por curarme. Esto lo aprendí de mi padre, que se lo enseñó mi abuelo, que era cura ortodoxo. Mi padre me dio muchos consejos y eran todos muy ciertos. Hágame caso, decrete que va a sanar, míreme a mí, con 90 años y ando corriendo, haciendo cosas y estoy perfecto, a pesar de que hace dos años casi no cuento el cuento… Le deseo lo mejor y que le vaya bien. Ayer le pasé el dato a mi marido, ni bien bajé del colectivo, y anoche me dormí diciendo ¡Gracias Diosito por cuidarme y curarme! (tenemos ese trato con ÉL) y esta mañana a pesar de haber dormido sólo 6 horas y de necesitar 8 por lo menos para mi descanso… me levanté feliz, llena de energía ¡y seguramente SANA!

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Javier Russo

SÍ, CLARO… ¿POR QUÉ NO?

Un día como hoy recibí una llamada, de una amiga de la adolescencia. La clase de amiga que conoce todo de uno y que no filtra ni lo que piensa ni lo que siente; la que si te dice “No te cases, no va a ser buena para vos”, lo hace con conocimiento de causa, porque te conoce. - Hola, perdido. - Hola, aparato. (Siempre la traté de aparato porque en el único escarceo sexual adolescente que tuvimos me aflojó los incisivos de un codazo, pero lo hizo por hiperquinética que era, nomás). - ¿Qué vas a hacer esta noche? - Leer, escribir y dormir. - O sea que estás de cuelgue, como yo. - No, porque vos no lees ni escribís. Supongo que te tomarás un vaso de Baccardi y mirarás algo en el cable. - Si… pero tengo ganas de salir, hacer algo… - ¿Cine? - Aburrido. - ¿Teatro? - Más aburrido y por favor no me invites a ver Nabuco en el Colón porque te cuelgo… de las tarlipes. - Bueno, entonces proponé vos. - ¿Vamos a uno de esos lugares de swingers? Mi silencio no fue el habitual silencio de negociador que manejo con maestría, sino que estaba tratando de procesar la pregunta. Ella también procesó mi silencio.

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- No somos pareja – respondí - Pero nos hacemos pasar por una y listo; vos me medís a los tipos y yo te mido a las minas. - No conozco mucho el rubro pero puede que terminemos cuatro en la cama. Ahora el silencio era de ella… - ¿Me pasás a buscar? - Dame una hora y salgo para allá. - ¡¡Genial!! La salida estuvo buena pero al parecer o éramos muy exigentes o no nos vendíamos muy bien que digamos. Cuando apareció una pareja potable detectaron nuestro ardid y quedamos solos. A la madrugada, ya sin esperanzas nos volvimos al departamento de ella. El silencio entre nosotros se había instalado. - ¿Subís y me acompañas con un Baccardi? - Dale, uno sólo. El Baccardi quedó en los vasos. Casi treinta años después volvimos a estar juntos. Esta vez no me aflojó los incisivos pero nos reímos mucho recordándolo.

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Luis Alfonso Martín Delgado

MENTES ABIERTAS

Es evidente que sin una mente abierta es difícil sobrevivir en este mundo de cambios continuos y vertiginosos. Adaptarse o morir. O matar. Pero una mente abierta no es una mente laxa o permisiva. Ser capaz de comprender unas razones no significa necesariamente compartirlas. Tolerar no es aprobar. El respeto hacia el otro no es más que el mismo que se espera de él. Prohibido prohibir. En los últimos 50 años se ha producido en nuestra civilización (¿?) la mayor secuencia de cambios vertiginosos de toda su historia. Realmente ha supuesto una prueba para la apertura de nuestras mentes. Pero esos cambios tecnológicos y sociológicos no han supuesto aún un cambio en nuestro comportamiento primario. Nos siguen moviendo los mismos instintos que a los neandertales. Al fin y al cabo no somos más que una evolución muy elemental de la especie que ha desarrollado nuevas herramientas. Los años, más que mi propio desarrollo intelectual (aún muy básico), me han hecho ser abierto de mente (más por comparación que por propia valoración), pero a la vez han ido modelando y confirmando las raíces de mi pensamiento hasta hacerlo más radical y extremo. Cada vez acepto menos la estupidez humana, aunque cada vez consigo entender más las razones que la provocan. El cultivo de la empatía (que no es una planta alucinógena) permite meterse en la mente del otro y conocer el porqué del qué. Pero a la vez, ese conocimiento me permite rechazar desde su base determinados comportamientos y actitudes que son para mí inaceptables. Sobre todo he desarrollado una extrema intolerancia contra la intolerancia. Así que ¿mente abierta? Sí, siempre al conocimiento, la formación, la educación, el respeto. Nunca para la permisividad laxa del liberalismo individualista del laissez faire, laissez passer. Sí para compartir el nosotros. Nunca para que el NOSOTROS sea un NO a los OTROS.

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Roberta Garibotti

IDENTIKIT DEL MENTE CERRADA (con mucho humor, sin intenciones intencionadas de ofender a todos los que se sientan identificados... por algo será).

A veces se suele relacionar a la persona de mente abierta con un estilo de humano de pensamientos sin ningún tipo de juicio "jugado", sin criterio propio. Alguien obsecuente, que está a favor de todo, que opina igual que el de al lado que espera el colectivo. Todo le parece bien. Este tipo de seres no son interesantes. LA GENTE DE MENTE ABIERTA QUE ME GUSTA es otra cosa; vayamos entonces a los de mente cerrada, he conocido y conozco muchos. Cómo identificarlos o descubrirlos en el montón: - Tienen una mirada especial, direccionada a los genitales del otro o a los pechos de la dama. Aún sin quererlo, la vista se les desvía a ese lugar. - Poseen una fijación con todo lo referido a las relaciones hombre mujer, de las cuales hacen juicios inamovibles. - Son incapaces de cambiar de punto de vista y quizás llegar a creer que lo mejor que le puede estar pasando a un hijo sea descubrir su propia homosexualidad. - Se agrupan, andan en montón, como aglutinados. - Ante la menor duda siempre opinan que lo mejor es la cárcel o la pena de muerte. - Van a clubes, instituciones y lugares donde todos piensan de igual manera. Tienen miedo a la tentación de ser presas del menor cuestionamiento interior. - Opinan, opinan, opinan... siempre a los gritos. - Tienen el dedo índice acalambrado de tanto sentenciar y señalar errores ajenos.

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- Jamás se ponen los zapatos del otro... a ver si les gusta y cambian de opinión; además, son incomodísimos. - Están a gusto en sus tibias casas con hijos que estudian de memoria la lección y se ufanan de ello. - Se reprimen las más básicas fantasías de cualquier índole, no se permitan el menor desliz. Ni siquiera con un trozo de chocolate. Pero luego se morfan la caja entera. - Están tan insatisfechos con sus magros logros en la vida, que adoran criticar la imperfecta pero divertidísima vida de los otros. - Aman las marchas militares, los himnos y la música clásica. - No perdonan. - Son inflexibles, como muñeca berreta. - Sus temas de debate preferidos son: el aborto, la adopción de hijos en matrimonios gays ("¿a quién le dicen mamá?", pregunta favorita), el matrimonio homosexual, los de otra religión, el concubinato, la Iglesia, el celibato, la pena de muerte, las madres solteras, la infidelidad. - Para ellos todo tiempo pasado fue mejor. Creen en la penitencia, en educar con miedo, en el bofetazo a tiempo, en la lectura bendita y única de los libros de historia; Internet es un sucio demonio arruina-cerebros, nada más útil que una enciclopedia gorda y arcaica. La mujeres de mente cerrada son un caso aparte, merecen un apartado importante: son incapaces de salir de su casa luego de las 21 hrs. solas, le temen al qué dirán, tienen muchos hijos que hacen cuidar por una maid (mal pagada), comen muchísimo o poquísimo, son extremistas, se masturban a cada rato, viven con hombres de carácter fuerte, por los cuales se dejan doblegar, se mienten inventando vidas llenas de cursos de crochet y porcelana fría. Llevan a sus hijos a inglés todos los martes y jueves. Consumen poco producto congelado (“sale carísimo...antes vivíamos bien sin esas chatarras"), se visten mucho y desvisten poco. Prefiero una mente sucia, bien sucia, a una cerrada. Ro. (Juro no cambiar de opinión).

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Andrea Goldberg

Lamento mucho no poder participar en la consigna semanal. En mi favor argumento lo siguiente: Soy de mente abierta y ahora mismo estoy abocada casi completamente a las cosas que han hecho que mi mente se abra, a saber: - el fulvo, - los hijos, - explorar nodos de construcción de conocimiento colaborativo en materia agroalimentaria, a ver si movemos el amperímetro del temita de la pobreza y el desarrollo. Particularmente esta semana andamos con un babero colgado festejando la finalización de una etapa de apertura mental para mi hija que determinará una nueva de más apertura mental. Les dejo el videito del festejo por si quieren ver de qué experiencia de apertura mental se viene alimentando... un montón de jóvenes probando otras maneras de vivir, porque justamente de eso se trata abrir la mente, buscar, vivenciar, aprender, probar.

http://www.youtube.com/watch?v=bPMPsc0M8K0&app=desktop

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Gustavo Pedace

ERA DE MENTE ABIERTA

¡Ah, cómo amaba esas conversaciones en la cocina! Hacía esfuerzos porque no me notaran ahí; estaban ellas, mamá, mi abuela, alguna tía más, una probable vecina que a fuerza de confesiones se metía en el círculo íntimo y me obligaría sin que nadie me obligue a decirle tía de por vida. Estaban ellas, decía, y cuando las palabras se liberaban era fiesta. Y yo dale que te dale con las vainillas, el Vascolet, y un murmullo de El Santo en la tele. Pero mi cabeza, mis sentidos, estaban en el fluir de esas palabras, de esas revelaciones, de esos perfiles que se desgranaban con precisión y alevosía. Nunca le tocaba a alguien demasiado cercano. Había como un límite, una especie de convención de Ginebra que limitaba a no menos de 4 cuadras el escudriñe. Entonces tenía que esforzarme por adivinar de quién hablaban. Necesitaba esfuerzo extra para saber con alguna precisión que esa historia se correspondía con alguna cara conocida, la mamá de alguno de mis vecinos, o amigos quizá. Secretos que nunca podría revelar y de tanto que guardaba, me fueron convirtiendo en este hombre concentrado que soy hoy. Volaban los “quetejedi”, “la flaca”, “la turca” y nombres así, como de colección de alias. Se cubrían identidades, se hacían gestos sugeridos para referir obscenidades, que luego requerían de la ayuda de Sergio o Néstor, mis amigos más grandes que conocían el idioma de los gestos. ¡Qué placer esas tardes! Se tenían que conjugar muchas cosas, horarios, peluquerías, mandados, pero cuando ocurría, ¡qué fiesta! Juro que era capaz de quedarme ratos largos in respirar con tal de que no me expulsaran de la cocina, quería ser cortina, mantel, para que ni siquiera me notaran. De todas esas historias recuerdo una, una entre todas, que hizo que cambiara definitivamente mi manera de relacionarme con mi tía Ester. Yo adoraba a Ester, hermana de mi viejo. Era rubia, alta, bailaba el tango como los dioses y era la esposa devota de Natalio, mi tío enciclopedia.

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Natalio tenía un cuartito en la casa, jubilado joven por incapacidad, yo lo conocí en el esplendor de su creatividad, cuando el cuartito explotaba de repuestos, de herramientas de precisión, de radio todo el día, de ajedrez y de experimentos dignos de los que leía en sus revistas de National Geographic, amarillas, numeradas, que tenía en uno de los estantes. Ester y Natalio, pareja de tango y pareja en la vida, eran los tíos ideales. Y eran una especie de familia de repuesto en mis tardes de verano. Esa tarde hablaban de alguien que había hecho algo. Algo que no estaba bien, por las caras de todas, serias, con movimientos lentos de negación y dureza. - “Se calentó”, pero “justo con él”. - “Yo me lo veía venir, viste cómo estaba, distinta…” - “La quetejedi esto”… “Le hizo tal otra cosa..” Estiraba el cuello, entrecerraba los ojos para procesar mejor cada palabra, cada gesto que veía de reojo. Había logrado una abstracción de tanta calidad, que hasta podía escuchar un leve crepitar de vainillas crujientes hundiéndose en el Vascolet, como una suerte de Big Bang de migas. - “Pero qué más sabés”? no se contuvo mi vieja, que se persignaba y retorcía el delantal. Y Pirucha se largó con todo lo que sabía, como que los ruegos ya eran suficientes para tirar munición gruesa. Se fue a Mar del Plata con el marido de la sobrina. El cardiólogo. 4 días, y los vieron. Tantos datos que no llegaba a procesar. No orientaba para dónde íbamos, pero despacio todos los caminos me llevaban a la casa de Ester. Si, tenía una sobrina por parte de Natalio, que era casi tan grande como ella porque Natalio era el más chico de la familia, y sí, había un cardiólogo y… Era Ester. Me galopaba el pecho. Me atraganté con las vainillas y maldije haber estado ahí.

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Odié a Ester tanto que la hubiera destornilladores del cuartito. Tanto.

matado

con

uno

de

los

Se me cruzaban esos días en los que meta ajedrez nos pasamos tardes bajo la parra de uvitas chiquitas dulces, templando el calor, mientras la tía estaba visitando parientes. ¡Hija de puta! Me retorcí. ¿Cómo manejaban estas cosas los grandes? Digo, mi vieja, ¿qué iba a hacer? Hola Ester, ¿cómo andás? ¿como si nada? Ester volvió. Nunca supe si Natalio supo. Entiendo que sí, y que la perdonó. Hace unos años, no tantos, le pregunté a mamá por el episodio. Se asombró un poco, pero lo tomó con naturalidad. Natalio y Ester se murieron hace algunos años. - “Sííí, Ester era muy linda, y Natalio no le daba mucha bola, viste que el tío estaba siempre metido en sus cosas…” - “Pero fue esa vez y nada más, lo hablaron todos, la verdad es que se rompió la familia por ese lado, pero Natalio la perdonó.” Sigo intentando descifrar, hoy después de tantos años, de quién era la mente abierta.

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Pablo Miguel

INFORME DESDE EL PLANETA DI-ERZ

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A pesar de perdurar algunas antiquísimas liturgias en viejos templos llamados iglesias, sinagogas o mezquitas, mi trabajo de campo indica que la religión predominante actualmente entre estos seres es la adoración al esfuerzo físico y sus ritos se llevan a cabo en modernos templos denominados gimnasios. Tal parece que en honor a un pasado lejano en que era necesario utilizar la fuerza para subsistir, y una vez que el avance tecnológico la hizo innecesaria, comenzó este culto en forma de juegos y competencias: un grupo de seres se congregaba para decidir quién era el más rápido, el más fuerte o el más hábil con su cuerpo. Sin embargo el devenir de los hechos y la cada vez más escasa interrelación social provocó el auge de estos templos en los que pueden encontrarse multitudes sin que se produzca intercambio personal alguno entre los concurrentes. La misma tecnología a la que me refería llenó esos espacios de ídolos mecánicos especialmente diseñados para quitarle a la actividad física cualquier aspecto lúdico. Hay allí máquinas ideadas para que el devoto tenga que levantar un peso que irremediablemente regresa siempre a su origen y cintas sin fin donde los feligreses corren con vehemencia sin moverse jamás del mismo sitio. Lo llamativo es que los sacerdotes (personal-trainners) jamás hacen hincapié en los conceptos que estos aparatos simbolizan, a saber: la insignificancia de todo esfuerzo individual y la vacuidad de sus propias vidas, única forma en que se explicaría semejante ceremonia. Al contrario, insisten en la doctrina del "estar en forma", vestigio de aquellos tiempos en que había un entrenamiento para esos juegos rituales a los que ya casi nadie accede, siendo que la mayoría de la congregación, después de sudar la gota gorda en el templo, "está en forma" para sentarse 8 o 9 horas delante de una computadora, una caja registradora o una línea de montaje. Espero que estos datos sean útiles a la Federación, y también espero que me llegue pronto el relevo y el traslado a algún otro planeta. Me han hablado de uno habitado por pececitos de hermosos colores que se comunican telepáticamente, tienen orgasmos grupales y veneran al Cardumen Ecuménico. 3

La referencia al observador extraterrestre (no leí el artículo de Eco, si alguien facilita un link agradeceré) me recordó este viejo texto que copio y pego.

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EDICIONES LIPE DOMINGO 6 DE JULIO DE 2014



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