LIBRO LIPE LIBRE

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Portada LIBRO LIBRE LIPE L. Alfonso MartĂ­n Delgado


LIBRO LIPE LIBRE


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NO CONSIGNA DEL DOMINGO 13 / JUL / 2014

TEMA LIBRE

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Pablo Miguel

LA OBRA PERFECTA

La obra de Aurelio Cadorna es inmerecidamente desconocida. En el barrio se lo recuerda como a un bohemio simpático que componía poemas trasnochados en los bares, de los que solía ser echado amablemente a la hora de barrer. Sin embargo, en cierto modo, este pintoresco personaje revolucionó las letras de su tiempo, fue best-seller en varios idiomas y hasta estuvo nominado para el Nobel de Literatura. Cadorna tenía 20 años y estaba tomando cerveza con sus amigos en el café de Don Cosme cuando de golpe lo asaltó la inspiración, fue "como si alguien se metiera en mi cabeza y me dictara" según confesó luego al turco Salim, habitual compañero de mesa. Inmediatamente dejó la reunión y se desveló escribiendo un extenso y bello poema que unos meses después le valió un premio municipal y la publicación de su primer libro. Ese espaldarazo lo alentó a probar suerte con la novela y en ese empeño empleó los siguientes 7 años, con las intermitencias a las que lo obligaban sus diversos y poco gratificantes trabajos. Cuando le puso a ésta el punto final comprobó la acritud de la industria editorial y su manuscrito terminó descartado en todos lados. Al cumplir los 35 su suerte volvió a cambiar: escribió una interesante obra teatral que pronto fue puesta en escena en el circuito underground con razonable éxito. La inclusión de ésta en un festival internacional de teatro independiente provocó su tardío estreno en una sala comercial e incluso una pésima adaptación para TV, en la que no intervino. Así y todo, esta incursión en los medios masivos le abrió esa puerta tanto tiempo anhelada. En el transcurso del año siguiente se publicó su novela y un volumen de viejos cuentos, algunos ya aparecidos en revistas y periódicos de escasa circulación, pero este reconocimiento le llegó demasiado tarde: estaba gravemente enfermo y le quedaban pocos meses de vida. Postrado en la cama de una clínica porteña se lamentaba amargamente de las oportunidades perdidas, de morir tan joven cuando al fin tenía la posibilidad de escribir como siempre quiso, de dejar en la nada tantas obras que hubiera podido entregar al mundo. Una noche se durmió sabiendo que lo hacía por última vez y soñó que estaba en el café de Don Cosme unos 20 años atrás, pero él no era el protagonista de la escena, la veía desde afuera como a veces sucede en esos casos, y el hombre maduro, el hombre que estaba soñando, se metía en la mente de aquel muchacho.

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Cadorna quedó como pasmado... ¿Así de repentina era la inspiración? Su cabeza bullía con la efervescencia de cientos de argumentos literarios y desenlaces geniales. Se levantó de la mesa como en trance y a partir de entonces dejó de frecuentarla. Cambió sus hábitos y, convencido de su vocación, no sólo comenzó a escribir metódicamente todos los días sino que se dedicó a obtener los contactos necesarios para llegar a ser un escritor profesional. Su éxito fue rotundo y su carrera meteórica, a los 40 años había publicado 7 novelas universalmente elogiadas, varios volúmenes de cuentos y una docena de obras teatrales, casi todas ellas llevadas a la pantalla por las grandes corporaciones del cine. Tenía doctorados honoris causa de las más prestigiosas universidades y su columna semanal era la sección más leída de los diarios de mayor circulación en el mundo. Sin embargo su salud era precaria y, a pesar de contar con los mejores especialistas disponibles, iba a morir pronto. En esas circunstancias, que no le hayan otorgado el premio Nobel privilegiando a Herbert Quain produjo en el país una ola de chauvinismo y anglofobia. Postrado en su habitación de la mejor clínica de París, una editorial le solicitó autorización para publicar sus obras completas en 10 tomos. Este pedido lo llenó de amargura: 10 gruesos tomos... cuántas páginas y páginas de más, cuántas palabras vanamente redundantes. A esta altura, con toda su experiencia, él recién hubiera podido empezar a escribir en serio. Una obra, una sola, que resumiera tanta inútil parrafada. Una obra perfecta, que sintetizara la trama minuciosa del cuento breve con el desarrollo psicológico de los personajes de una novela, utilizando la fluidez narrativa de la dramaturgia junto al lenguaje elocuente de la mejor poesía... pero ya no tenía tiempo, se moría y había utilizado mal su oportunidad. Sabiendo que lo hacía por última vez, se durmió y tuvo un sueño. Cadorna quedó como pasmado y no era para menos. Sentado a una mesa del café de Don Cosme se iluminó con un relámpago de sublime inspiración. Vislumbró, completa y acabada, una obra de arte perfecta. Era una pieza literaria magistral e irrepetible y todo estaba ahí, en su cabeza. Tan sólo tenía que retenerlo y su mente (bastante capaz) tal vez lo hubiera hecho si no fuera porque el turco Salim, gesticulando indignado por el penal injustamente cobrado contra Colegiales, le dio un manotazo a la cerveza y la volcó enteramente sobre los pantalones de su amigo. A esto siguió una trifulca, un pedido de disculpas, abrazos, otra ronda a cargo del turco e interminables brindis. Cadorna se durmió a la madrugada completamente borracho y a la mañana siguiente no recordaba prácticamente nada, aunque creía haber tenido en un momento una especie de arrebato místico. Durante los siguientes 20 años vivió de changas. En el barrio se lo recuerda como a un bohemio simpático que componía poemas trasnochados en los bares y, de tanto en tanto, importunaba a sus amigos pidiéndoles opinión sobre determinados fragmentos de una novela eternamente inconclusa.

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Alrededor de los 40 cayó gravemente enfermo y ni siquiera en su hora postrera, en la sala común de un hospital público, volvió a invadirlo aquella inspiración: su último sueño fue una fantasía demasiado similar al cuento "Rainbird" de R. A. Lafferty.

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Sanchu De Raedemaeker

CUANDO SEA GRANDE VOY A SER COMO DEBRA RAPOPORT

Aún sueño con esas prendas que mi mente inventa y me invita a usar, y amablemente me niego por la falta de discreción. Con la comida que no sé hacer y sé degustar, con el instrumento que no sé tocar pero puedo distinguir la sutileza, de las cuerdas y los dedos rebotando en las teclas. De la máquina de coser que regalé al hogar que hoy frecuento y puedo ver, como una prenda se sueña. La textura de lo fino, los hombros que la cuelgan elegantemente. El escote redondeado, el cinturón, la prestancia. Pienso que si tuviera dinero me vestiría bien, pero no a la manera de las modelos, que presumen de poder alcanzar la naranja más lejana de la góndola en el supermercado. Me vestiría como lo he soñado, acorde al paisaje. Caminando por la costa Amalfitana con paletó de lino color té con leche. Zapatitos con alma sin dolor. Llevaría una camisa de seda al limón y vida. Y una falda de cintura alta y faja. El cabello recogido con moño santo y una pulsera con una medalla plateada. Si estuviera en plena libertad de mis facultades mentales sería como un rebusque, en el ropero de mi abuela Enriqueta. Una especie de mi frase favorita y mal intencionada “No me importa nada”. - ¡Con la ropa no se jode y menos frente al espejo! les digo mientras se ríen encantadas y risueñas de sus logros animados, en collares, maquillaje y texturas. No hay que ser delgada, ni robusta, ni andar comprando tendencia. Cuando vayan a la tienda, y algo les atraiga, sólo pasen la mano y lo que queda como sensación, es lo que deben elegir.

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La comodidad es buena, pero el gĂŠnero es mejor y esa ropa, jamĂĄs te va a cansar. No hay que andar por la vida dando electricidad, poquito pero bueno y si es bueno es eterno, como la caricia de quererse a una misma. Bueno volviendo de la costa Amalfitana, me amigo con los jeans viejos planchados del revĂŠs, saben del derecho como un durazno en la piel.

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Cecilia Gómez Nale

TELETRANSPORTADA

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Lo último que recuerdo es haber cerrado la notebook - sin apagarla, como es mi mala costumbre -; haber puesto el despertador en hora por más que al momento de sonar siempre lo ignore -; y haber apagado la luz. Estaba cansada y tenía sueño, mucho sueño; tanto, que aunque me habían surgido ganas de escribir, seguí el ritual de ir eligiendo las palabras e ir armando las frases de lo que escribiría al día siguiente, con el mismo resultado de siempre: una vez amanecida, nunca recordaba ni estructuras ni contenidos y me daba un poco de bronca. La ventana había quedado semiabierta y corría una brisa agradable, y el aire de verano, acariciando el follaje de los árboles cercanos es un somnífero infalible. Así que no logro registrar cómo ni por qué, de repente, estaba en tu cuarto, mirándote dormir profundo y pesado; se ve que, o no hice ruido o no te despertás fácil. Estabas destapado y te acurrucaste un poco, de espaldas a mi perspectiva. Esperé a que te estuvieras quieto y di la vuelta a la cama para mirarte la cara, porque lo cierto, es que no me la acuerdo tanto. Sí, sí... A partir de las fotos, puedo reconstruirla, pero ahora tenías los ojos cerrados y los músculos relajados y lo único que tengo presente es tu voz. En eso, giraste para el otro lado y te estremeciste un poco. “¿Tenés frío?” quise preguntarte, pero temí que el sonido de mi voz rompiera el sortilegio y me arrastrara violentamente a mi mundo y aterrizara desorientada en la cama, sin entender qué hacía ahí, qué había hecho allá y todas esas cosas comunes que forman parte del universo onírico y que nos resultan tan extrañas durante la vigilia. Así que me limité a recostarme a tu lado, a abrazarte por la espalda y a escuchar el sonido rítmico de tu respiración.

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Escrito en enero de 2011, al comienzo de una ilusión.

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Se sentía extraña la piel desconocida y me percaté de que por primera vez, desde que recuerdo, pude experimentar el sentido del olfato en un sueño. Es raro que no lo hubiera percibido antes, cuando ese es un sentido guía y, generalmente, determinante en mi cotidianeidad. Y te olí. Yo estaba despierta en mi sueño en el que vos dormías, y cuando atinaste a tomar mi mano, suavemente la corrí, no fuera cosa de que al sentirla te despertaras y al verme a tu lado te pegaras tremendo susto. Aunque supongo que me intuías cerca, o tal vez me estuvieras soñando. Estaba relajada y cómoda, disfrutando de la tranquilidad de ese singular momento de compañía, cuando me pregunté cómo me las ingeniaría para volver a mi entorno. Eso solo bastó para teletransportarme de nuevo a mi dormitorio. Y cuando me acerqué a la cama noté que del lado en el que suele quedar vacía, estaba esbozada en las sábanas todavía tibias tu silueta y persistía, débil aunque caprichoso, el olor de tu piel.

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Abigail Zovich

LOS FAMILIARES

Los gatos son dioses antiguos. Ellos estaban aquí antes que nadie. Hace mucho tiempo nos acercamos a ellos. Fuimos domesticados para alimentarlos, mimarlos y adorarlos. A cambio ellos nos dieron un regalo que lo cambió todo: el don de contar historias. Contar las miles de historias que flotan en la profundidad tornasolada e insondable de sus ojos. Entonces sucedió algo que ellos no esperaban, algo que no les pasó con ninguna otra criatura, una parte de ellos también fue domesticada. Así nació algo distinto, algo íntimamente leal y aun así independiente, algo que era más de lo que ellos habían sido jamás: los familiares. Pero en algún punto nuestros caminos se desfasaron, y la humanidad tomó un atajo de injusticias. Los que tendrían que haber contado historias se perdieron en el abismo de la adicción y el fanatismo. Las calles se llenaron de familiares huérfanos, los pequeños gatitos salvajes, con sus miradas vacías. Tienen un hambre brutal que les devora las entrañas, un hambre que no puede saciarse con comida. Y siempre sienten un frío húmedo que les cala hasta los huesos. Sólo uno puede terminar esa agonía. Sólo aquél que tendría que haberlo adoptado. Sólo su cuerpo, aún caliente, podrá llenarles el estómago y darles un poco de calor.

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M Pilar López O

UN AUTOBÚS FLOTANDO SOBRE EL MAR

Los niños miran al mar con las narices pegadas a los enormes cristales del bus. Sin hablar, ¡con tanto anhelo! Abajo las olas van y vienen, el sol salpica, la arena casi se huele, salada y caliente, crujiendo como guirlache recién hecho. "Aún no, niños", dice la conductora, “no habéis hecho la tarea Andrea y Luisa, Rosa no acabó su cena anoche, y Juanjo se comió a traición el postre de su hermana, y..." Siguió y siguió, hay para todos. Nadie contesta, nadie se disculpa, solo miran al mar abajo, las olitas que van sembrando de espuma frágil una línea húmeda y móvil. Arriba el bus se balancea apenas, al ritmo del oleaje tranquilo. Un grupo de gaviotas vocingleras le persigue, pero no se aproximan mucho, pasan, van, vuelven, se alejan, se siguen... Los niños, con la frente pegada a los cristales suspiran a veces suavecito, para que la conductora no les oiga y les castigue otra vez más. Arriba el sol se va girando lentamente, la sombra del bus se alarga, se prolonga y el agua cambia un poco de color. El aire sabe a helado de fresa, sabe a trago de agua salada que ríe, sabe a patata frita. Todos los niños salivan sin querer, tragan despacito para que no se note, Juanjo suelta una lágrima que cae lentamente hasta su boca. Abajo siguen las olas, salpican un poco, juegan a volverse blancas, azules, doradas, transparentes... El bus oscila como un globito sujeto que alguien aferrara con la mano pringosa de caramelo.

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Carmen Navajas Rodriguez de Mondelo

EL ESPECTRO DE NUESTRO OTRO YO

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DECORADO

Nuestra historia se desarrolla en un ambiente lleno de luz. Los personajes del cuadro aparecen iluminados y descubren ser otras personas. Todos observan como hipnotizados la imagen de su otro yo.

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PERSONAJES -

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El Narizotas Manuela Leticia Malena embarazada Oso del bosque encantado Bosque encantado, con sus habitantes: - Pinocho con su perro - Gusano volador - Jaime con conejo en la cabeza El espectro de nuestro otro yo

Aprovecho la ocasión para compartir otra historia en una acuarela. Se trata de una colección de historias contenidas en acuarelas. La pintura surge inicialmente como una mancha de color, de cuya observación fueron surgiendo personajes y formas sin un orden establecido ni una pretensión argumental. Una vez terminada la labor de la ilustración, la imaginación enhebró con un hilo conductor todas las imágenes, convirtiéndolas en narraciones.

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1 El Narizotas

Narizotas tenía tan mal genio que mantenía atemorizada a toda su familia. Era un hombre que había tenido una niñez muy dura. Su madre murió cuando él tenía sólo cinco años. Su padre se volvió a casar y su madrastra no lo aceptaba porque era un niño muy feo, con una nariz por cara. El niño notaba que ella no lo quería y vivió una infancia llena de superaciones para que su madrastra estuviese orgullosa de él. Ya de mayor, su mujer le abandonó porque no soportaba su mal genio. Narizotas se fue a vivir al bosque y allí descubrió su verdadero YO. A partir de ese momento vive feliz con su gran nariz. Ha descubierto que, gracias a ella, posee grandes cualidades positivas, que habían estado ocultas sin salir al exterior debido al sentimiento de culpa originado por esa enorme nariz que ahora le hace tan feliz.

2 Manuela

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Es la ex mujer de Narizotas. En su juventud fue muy alegre y comprometida en la ayuda a los demás. Cuando conoció a Narizotas lo vio tan triste y necesitado de amor que se entregó por completo a él. En seguida descubrió que su marido era un hombre que cargaba con su nariz, por lo que intentó con todas sus fuerzas ayudarle para que la nariz no fuera dueña de todo su ser. Pero Narizotas era tan orgulloso que no quería aceptar que su nariz fuera la culpable de su comportamiento. Manuela posee una luz muy intensa que le permite ver lo que otros no ven. Gracias a ella está en contacto directo con su otro YO iluminando al resto de los personajes del cuadro.

3 Leticia

Leticia salió un día de casa con ganas de conocer el mundo. Vivía asfixiada en la ciudad con tanto ruido y polución. Decidió ir al desierto africano para conocer sus gentes. Se unió a una ONG que ayudaba a dotar de agua potable a la gente, buscando el agua, creando pozos para captarla y potabilizándola. Al poco tiempo se dio cuenta de que estaba cambiando su forma de ser, ya no era la Leticia de antes. Dejó la ONG y se fue a vivir a una cabaña en el desierto para dedicarse al pastoreo. Una mañana, cuando estaba ordeñando sus cabras, se sintió inundada de una luz intensa de color amarillo. A partir de ese momento fue alcanzando una sabiduría natural que la sumió en un estado de plenitud inimaginable antes. Elevó la barbilla y vio su otro YO vestido con una túnica rosa.

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4 Malena embarazada

Malena estaba embarazada de ocho meses y medio cuando sintió la llamada del hijo que llevaba dentro. Casi todo su tiempo de embarazo había estado triste y pensativa. No sabía a qué se debía su bajo estado de ánimo, pero sentía que algo en su interior estaba fallando. Su marido estaba contentísimo con la inminente llegada de su hijo, pero ella no se sentía igual. Fue precisamente el hijo que llevaba dentro el primero en darse cuenta de la luz celeste que los invadía, reconfortándolos como si estuvieran escuchando una música celestial. En ese momento, Malena sintió los primeros dolores del parto, acompañados de una alucinación en la que se veía a sí misma vistiendo una túnica rosa. Cuando nació su hijo, Malena descubrió su verdadera identidad. Maduró inmediatamente al descubrir la felicidad de vivir dando vida.

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5 Oso del bosque encantado

El oso del bosque encantado no entiende nada de lo que está pasando a su alrededor. Al ver la túnica rosa aparecida en el cielo sintió un irrefrenable impulso de correr hacia ella. La observó detenidamente por todos los lados hasta darse cuenta de que esto no iba con él. A continuación, salió del cuadro pensando que los personajes que lo habitaban habían perdido la cabeza y fue en busca de otro cuadro con un decorado más acorde a él.

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6 Bosque encantado

Nuestro bosque encantado es un bosque de cuento. En él habitan personajes de cuento, como Pinocho con su perro, que han alcanzado una paz espiritual y se dedican a la contemplación, o el gusano volador, que tras conocer a Pinocho y su perro dejó sus anteriores obligaciones para hacerles compañía, o Jaime, que vive al otro lado del bosque, siempre con un conejo en la cabeza a modo de sombrero, que le transmite el conocimiento de todas las ciencias y le convierte en una enciclopedia viva que comparte su sabiduría con el resto de los habitantes de nuestro cuadro. 7 El espectro de nuestro otro yo

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Nuestro otro yo es una túnica rosa con estrellas malvas. Tiene la cabeza de un niño con flequillo. Domina todo nuestro cuadro observando a todos sus personajes desde fuera y desde dentro. Su intenso reconozcan observando que ellos se

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color rosa hace que, al sentirlo, nuestros personajes se a sí mismos. Él se siente feliz en el bosque encantado, a los personajes que lo habitan, conociéndolos y haciendo conozcan a sí mismos.

CONCLUSIÓN

Una luz intensa de color amarillo es el punto focal de nuestra acuarela. De ella irradia una fuerza que se adentra en todos los personajes del cuadro. Narizotas acepta su nariz como su valor más positivo y encuentra su verdadera identidad. Manuela se traslada a vivir a nuestro cuadro para estar rodeada de personajes auténticos como ella. Leticia abandona la ciudad y se dedica a trabajar en lo que le hace ser ella misma. Malena acepta plenamente su maternidad y recupera las ganas de vivir al dar la vida a su hijo. El oso del bosque no entiende ni quiere entender nada de lo que pasa a su alrededor y sale rápidamente del decorado. El bosque se transforma en un bosque de cuento gracias a los personajes que habitan en él y queda encantado. Nuestro otro yo aparece para que aparezcan los otros yo de los personajes de los habitantes del cuadro; no es un personaje por sí solo, sino todos los personajes en sí mismos.

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Cristian del Rosario

DE CABRAS Y MUROS

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Aprendí que existen cabras y existen muros. Las primeras suelen ser objeto de burlas por realizar tareas calificadas de absurdas, ilógicas y hasta propias de orates, tales como querer derrumbar y atravesar a los muros, a fuerza de meras embestidas. Dicha burla, puedo ahora aventurar, es hija de un maridaje ente la envidia y la estupidez, ya que, la mayoría de los animales rechaza - o es ciego - a tres verdades muy evidentes. La primera verdad: que los muros existen por y para las cabras. Así, su razón y destino, se justifica solo por éstas. Los muros resignadamente saben de su inutilidad en una tierra sin cabras. Escuché a algunos alegar en una tautológica defensa - de manera soberbia y altanera - lo siguiente: “Al menos servimos para que se puedan distinguir a las cabras del resto de los animales”. Tal ironía - como toda que se precie - esconde un secreto: los muros las distinguen por que admiran a las cabras. Admiran ser enfrentados por esos animales que, contra la lógica de saber que cada una de sus embestidas dará, por seguro fruto, un rosario de heridas en sus cabezas, igual no cesan en su ataque. La segunda verdad, enuncia: todos los muros serán atravesados por cabras. No importa cuándo y cuál de aquellas cabra lo hará, pero en forma inevitable todo muro será derribado por una de ellas, tal acontecimiento podrá ser causado por uno o más de esos toscos topetazos, por la primera o la segunda o por la que - aún tal vez no ha nacido - sea la sucesora de esa lucha. Pero, desde siempre, está escrito que la ahora inmóvil pared, comenzará a ceder y ese comienzo sucederá, quiero ser claro, desde que reciba el primero de los golpes, aquél que parecerá inocuo y hasta inofensivo

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Para mi compadre Esteban. Enero 2004.


para todos, menos para el muro. Éste último sabrá, en ese mismo instante, que no sólo se le advierte la presencia de su oponente, no sólo se le está anunciando el comienzo de la batalla sino que también, inexorablemente, ha comenzado su caída. Respecto de la última verdad que voy enunciar, conjeturo que las cabras no tienen conciencia de la misma e imagino que los dioses - en su sabiduría indescifrable - les vedaron la siguiente certeza: que nunca serán derrotadas y que, a lo sumo, podrán ser sólo ser demoradas en el triunfo. Repito, los animales se burlan de las cabras, las tratan de tozudas, rebeldes y hasta de locas; y ello es por envidia o por ignorancia, y me permito aventurar esta última opción - tal vez más optimista - sólo porque yo, de buena fe, era uno de los que no sabía lo que ahora comprendo: cada vez que se derriba una pared, el horizonte se traslada y allí, donde todo parecía terminar, las cabras han creado el mojón que servirá para un nuevo punto de partida. Por eso, mientras los demás, frente a los muros elegimos medirlos, clasificarlos y muchas veces evitarlos, justificando con excusas lo que en verdad es cobardía y para nuestro pesar y deseo, modificar nuestro original camino; en igual encrucijada, ellas, las cabras, reciben de su instinto una orden básica, vital para el resto de los seres: no es bueno que existan los muros y si existen es sólo para ser derribados.

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Gisela Krapf

Los observo en el parque, dos cuerpos magnéticos tan exactamente recíprocos. Sus figuras se asemejan a las dos caras de una misma pieza. Sus movimientos parecieran estar coordinados, motivados por la misma causa. Ella levanta la vista y él, muy delicadamente, alza los ojos al mismo punto. Ella se recuesta en el pasto y el copia la postura, aunque de lado, como cobijándola de una posible brisa. Él abre su libro y ella escribe en una pequeña libreta lo que parecen ser impresiones del ambiente. No hablan, no se miran a los ojos, sin embargo siento que están íntimamente comunicados. No puedo evitar imaginar que comparten más que solamente el espacio en el cual los veo. Él se levanta y comienza a caminar por el parque, hasta que se pierde de mi vista. Ella lo observa alejarse con una leve sonrisa y algo de intriga. Luego se levanta y comienza a estirar sus piernas. Yo me alejo en mis propios pensamientos, me dejo bañar por el sol, cálido en esta tarde de otoño. Me asombra encontrar dos personas que parezcan predeterminadas a formar solo una, nunca creí en ese tipo de conexión, ni siquiera en mi experiencia personal. Luego de media hora, él regresa y vuelve a sentarse donde estaba, ella había estado dormitando y se despertó cuando él llegó. Se miraron un segundo, ella se sonrojó, apartó la mirada y volvió a escribir. Él continuó leyendo. El sol comenzaba a caer y los tres parecimos sentir un poco de frío. No quería retirarme sin terminar de comprender esa fusión tan perfecta. No podía dejar de ser testigo de lo que, a continuación, ocurrió. Él se levantó, caminó muy despacio, como dudando cada paso. Regresó y volvió a su camino dos veces, hasta que finalmente, con determinación, se acercó y se sentó al lado de ella. Esta vez, realmente la miró, y la mujer no pudo más que levantar la vista y mirarse en los ojos de él, intrigada, con algo de timidez, preguntándole con la expresión qué ocurría. Él se sonrió y con ternura le dijo: - Hola, mi nombre es Justo. ¿Cómo te llamás? Me levanté, tomé mis cosas y me fui caminando despacio. La tarde me había hecho partícipe de algo increíble, y esas criaturas no podían más que conocerse después de todo lo que había notado. La noche me abrazó con un aroma cálido que no había sentido en mucho tiempo.

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Diego Albé

SIN ADIÓS

Se fue dejando como único rastro, un hilo delgado hecho de pausas marcadas con párpados. Se fue. Escribió su nombre en cada una de las hojas de los árboles centenarios que custodiaban la avenida. Entonces se detuvo el reloj una tarde de otoño mientras los churreros volvían con sus carros y sus pérdidas y sus azúcares sucios. Todas las campanas de los pasos a nivel del tren gritaban su éxodo, mientras él trabajaba. Hubo incluso quienes vieron muchos gorriones arrojarse suicidas al asfalto aún tibio por el sol de la tarde que moría con ellos. La buscó durante meses, en las esquinas, en las latas de atún más caras, en las marcas que dejan los broches de la ropa mal enjuagada. Hurgó en los álbumes de fotos de gente desconocida, por las dudas. Se sentó a esperarla en los andenes terribles que guardan murmullos de gente cansada y frustraciones con forma de juntas de brea. Después de dejar casi su vida en la búsqueda, escribió en un papel: lo único que mueve las aguas de este presente es una triste y palpable insipidez. La tranquilidad vestida como una novia vieja y arrugada. Un cielo poblado de nubes con forma de nubes y un asco lejano y persistente que no se deja descifrar. Mi resignación está infectada y creo que dentro de muy poco moriré por su causa. Sólo me quedan estas líneas y un vago aroma a lo que nunca llegarás ni llegaré a comprender. Dobló prolijamente la hoja y armando un avioncito, lo arrojó en la triste, húmeda y peligrosa oscuridad de un aljibe.

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Gustavo Pedace

UNA NOCHE

Amantes del cine y las novelas Jugaron sus fantasías a una noche Ella, de reloj; él, de adivinanza Alteraron horarios y rutinas Favarólogos No pudieron con sus latidos Dosificadores Hicieron unlock con la entrega Siempre rodeados Estuvieron solos Y porque no son de resfriarse Se olieron para recordarse de otro modo Por un momento, solo un momento Un instante duró más Y de la mano Se asomaron al abismo de luces que abría la ventana Luces como preguntas Infinitas en la noche

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Andy Pecas

DÍA DE ANÉCDOTAS

¡Hey! ¿Hoy es miércoles de anécdotas? ¿Sí? Pero qué bueno, porque viene de ocurrirme una cosa de lo más..... Bajé del bus en una calle de Madrid y me encuentro con un señor mayor que me dice: "Cada día más linda tú". Como acá no son muy piropeadores (al menos no tanto como allá), me sorprendí y lo miré. Cuando cruzamos mirada, me dice: "Ah, no, no. Me he equivocado". Mal día para ir con la moral alta, eh.

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DÍA UNO

El vino cae en la copa con su inequívoco anuncio del brindis esperado. Pero está sola en la mesa. Sola en ese restaurant en el que nadie acudió a la cita. Por suerte conoce el menú. Por suerte este es un restaurant oriental. Los orientales no preguntan, no miran con expresiones de desacierto o de infortunio y, sobre todo, no juzgan en tu idioma. Hay tres camareras de impecables camisas blancas que pasean por el salón como si estuvieran muy atareadas. Y todas la ignoran. Le han servido el vino y no vienen por el pedido. Repasó veinte veces la carta del menú ejecutivo. Va a pedir unos makis, un sushi variado y un pollo al limón. Si se dignan a venir, claro. Llama con timidez a una de las mozas. La ignora, pero eso sí, con una sonrisa. Anota, fastidiada, el pedido en un papel. Con una birome roja, gruesa. A nadie le importa. Pasan, la miran, la ignoran. Se fastidia. Increpa a una de las camareras que apenas abre los ojos para decirle: “Pero... usted... ¿sola? ¿No nadie?” “No, querida. No nadie. Tráeme lo que te pido y no indagues sobre lo que no te importa”, piensa. Pero no lo dice. Solo asiente con un gesto estúpido y mecánico y hace el pedido. Le traen los makis. No le traen palitos, claro. Los pide con un gesto de mierda que sacaría de quicio al mismísimo Kung Fu de la serie. Y por esto, no se lo traen, claro. Una de las orientales se apiada y se los trae. Y vienen las tres piezas de sushi también.

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Piensa donde estará almorzando él. O si estará almorzando. En realidad lo que quiere saber es si piensa en ella. Aún no sabe por qué lo citó. Tampoco sabe por qué lo citó tan cobardemente. Con un mensajito por Facebook. Tal vez para darle la opción de que él pudiera alegar el no haber entrado en su cuenta. Tal vez porque siempre le dio excusas para deshacerse de ella a voluntad y luego venir a buscarla enredado en unas balbuceantes disculpas. Aceptadas de antemano, claro está. Para estar sentada, ahí, ahora, le mintió a Marcelo. Bah, le mintió. No es mentir el ocultar información. El tema es que hace tres años que Marcelo está en su vida. Se ocupa de los niños (que no son de él), le da alguna ayuda económica cuando es menester y la apoya en todo. Por eso sabe que no va a dejarlo. También sabe que necesita esos momentos de delirium tremens con otros. Con ilustres desconocidos que la persiguen, la coquetean o la psicopatean (cómo no) por chat. Terminó sus nueve piezas de sushi y ahí está en su bandeja la pechuga de pollo al limón. Mucha comida. ¡Qué importa! En líneas generales, elige colegas, Otros médicos, como ella. O enfermeros. Pero no son relaciones de sexo ocasional. No es eso lo que la inspira. Necesita enamorarse y sentirse el objeto del enamoramiento del otro. Necesita el torbellino de sensaciones que le provoca lo desconocido. Necesita verse en los ojos de los demás cuando va a coloquios o congresos. Marcelo la acompaña siempre. Sin darse cuenta de nada. Por eso ella nunca va a dejarlo. Es lo más fiel, lo más seguro que tiene en su vida. Los chicos se morirían si se separaran. Muchas veces él los busca a la salida del colegio y ya pasaron varias vacaciones juntos. ¿Si lo ama? No sabe si lo ama. Lo tiene. Es suyo. Y es buena esa sensación de pertenencia. Da seguridad. El pollo sabe a dioses. A dioses. No a adioses. Le hace gracia esta frase. No sabe cómo se le ocurrió. La festeja para sus adentros.

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Casi que el hecho de cavilar sobre su vida, la hizo olvidar el desplante. Casi que su sonrisa con la frase de los dioses la hizo no ver la silla vacía en su mesa. Casi. Gira la cabeza en busca de la camarera perdida y le parece ver el perfil de su amiga Hilda en una de las mesas que están cercanas a la puerta. Puede que sea, claro. Vuelve a mirar, ya sin disimulo y sí. Es ella. El pelo rubio, cortito. La sonrisa sexy, No hay dudas. Quisiera ir a saludarla. Lo hará en un rato, al terminar el pollo. Aprovecha para mirarla de lejos. Como a una desconocida. Es llamativa. No linda. Llamativa. Sabe lucir lo que tiene. Se esmera en dar lo mejor de sí aunque no tiene un físico privilegiado. Es grandota de arriba, hombros anchos, poca teta, la verdad y luego unas piernas finitas que no combinan con el resto. Sin embargo tiene una cara preciosa. Y sabe peinarse. Y pintarse. Y moverse como pez en el agua en ese cuerpo complicado. Y usa gafas. Y sabe lucirlas. De repente, la ve erguirse hacia alguien. Hacia un alguien que le da un beso en los labios. Terminará el pollo marinado este e irá a saludarla solo por ver su sonrisa de embarazo. El tipo se sienta a su lado. Un tipo común, pareciera. Boina clara, chomba al tono, no muy bajo. Ni muy alto. Brazos fuertes, interesantes para el abrazo. Es lo único que puede ver. Ya lo verá mejor luego, al acercarse a la mesa. Suena el celular. El suyo. Lo atiende. Es él. Lamenta no haber podido asistir a tan “inesperada invitación”. Espera que ella lo perdone y ya la llamará él para ver si pueden combinar otra cosa. Subraya el “ya te llamaré yo” como dando a entender lo que todos entendimos. Lejos de desesperanzarse como haría cualquier mortal, ella sonríe. Al menos se tomó la molestia de llamarla. La debe extrañar. Seguro. Le divierte ver a su amiga besuqueando al extraño en esa mesa. Se acarician la cara. Se ríen.

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Termina el último bocado de pollo y antes de poder incorporarse para ir a saludarla, ve que el amigo de Hilda se levanta de la mesa. Como para ir al baño. Mejor. Pasará a su lado y ella podrá observarlo de todos los frentes. Y luego irá a la mesa de Hilda a darle su opinión sobre el trasero de su nuevo amigo. Comienza a caminar hacia su mesa, tan cerca del baño. Y su silueta comienza a tomar una forma conocida. Una forma como de... como de... como de Marcelo. No puede articular palabra. Apenas si recuerda como respirar. Marcelo la ve. Duda un instante y luego se le acerca con paso firme. La besa en los labios y le cuenta que vino allí con unos amigos pero que ya se están yendo. Que va al baño y que luego vuelve a sentarse con ella por si quiere tomar un café. Qué coincidencia, dice. Y ella no lo contradice. Marcelo entra al baño y ella no le quita la vista de encima a Hilda. Ella recibe un llamado. Se pone lívida, saca la billetera y deja dinero sobre la mesa y sin darse la vuelta, sale del establecimiento casi corriendo. Marcelo corre la silla vacía. Se sienta. Pide dos cafés y la mira con esa mirada límpida de todos los días. Ella querría preguntarle tantas cosas, pero sólo puede quedarse muda, Al fin y al cabo, él la llamó para excusarse, va a llamarla nuevamente y Marcelo... bueno, Marcelo es lo más fiel, lo más seguro que tiene en su vida. Los chicos se morirían si se separaran.

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Cecilia Mosto

Les presento a Mario. Es camionero y lo adoro Mario es uno de los mejores camioneros que integra la “Expreso Cañuelas”. Tiene su viejo Scania y veinte años sobre una ruta 3 que conoce como pocos. No trae ni lleva problemas porque para Mario no es un laburo. Para Mario es su vida. Sabe que en la puerta de su casa, de Lanús Oeste, lo espera esa posibilidad enorme de irse. Sin oficina, sin jefes… él decide la mayor parte de las cosas que le pasan. Sin negociar… sin aprobación…s in nadie. Tiene una foto medio enmarcada, chica, colgando del espejito en la que se lo ve de joven, con el pelo largo, en la costa… tranquilo… buena onda. La lleva delante de él para no olvidarse nunca lo que significaba la vida en el momento que decidió definirla. Porque después uno se olvida. Quería recordar siempre su subestimación del compromiso con poco. Su desinterés por ir atando relaciones que taparan la percepción de lo corto. Eso arriba siempre. Y para eso estaba la foto. Mario se subía al camión en un gesto convencido de no haber renunciado a la vida en el sentido de lo precario. Ya avanzada la ruta prefería ir con la ventanilla baja. Pensaba “está linda hoy” y el viento le golpeaba la cara y sabía que pronto iba a empezar a sentir la espesura y el olor del mar a la izquierda y quizás dejara colgando el brazo sobre la ventanilla abierta que nunca baja del todo. Piensa siempre que sobre ese camión y con el mar a la izquierda está girando en un universo infinito. También sabe que en Caleta Olivia lo esperan los labios de Evelyn… en Rio Gallegos los de Martita y los de Mónica en Ushuaia. Una feliz continuidad de bienvenidas y tiernas despedidas. Porque lo importante es el Scania y la ruta… que es la 3, cómplice y garante de una enorme distancia.

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Paula Ancery

PASAR DE GRADO

Yo elijo tomarme lo que dijo la profe este domingo como que ésa es la consigna: “¿y ahora qué hacemos?” Lamentablemente no tengo una idea clara acerca de cómo podríamos entrar en una etapa nueva. Pero la invitación a pensar está hecha, y quiero intentarlo. Una de las críticas que yo me hago a mí misma en relación con LIPE, tal vez la única, en todo caso la más importante, es que todo lo que escribí es absolutamente autobiográfico. Tal vez haya habido alguna excepción, como con el relato colectivo; pero en general mis posteos los saqué de la vida misma. Me habría gustado ser más creativa. Pero lo fui en una medida muy ínfima. En cada posteo omití alguna parte de la realidad a la que estaba aludiendo, magnifiqué alguna otra, acomodé algún detallecito para que encajara justo donde discursivamente me venía bien, bajé los decibeles o los subí. Poco más. He tenido comentarios muy lindos sobre lo que escribía, mimitos en el alma que siempre vienen muy bien. Pero no dejo de reconocer que escribiendo tengo esta limitación. Siempre me parece que la realidad supera a la ficción. Que nada de lo que podría salir exclusivamente de mi propia cabeza sería tan interesante como lo que efectivamente pasa fuera de ella. Con estos antecedentes, entenderán que no puedo no ser autobiográfica también en este post. Justamente la profe acaba de poner en claro las fechas; y me di cuenta de que la aventura de LIPE coincide casi exactamente en mi calendario con otra aventura grupal que emprendí offline. La diferencia entre estas dos experiencias grupales, la que tengo con ustedes y la que tengo con otras personas, es que en LIPE nos encontramos para jugar, y en la otra nos encontramos para restañar heridas de cierta consideración. Estoy teniendo al mismo tiempo una experiencia sanadora y una experiencia lúdica… que también resulta ser sanadora, aunque como efecto colateral. Las dos son grupales. Y recién ahora, porque la profe nos llama la atención sobre el particular, estoy dándome cuenta de lo importante que es que las dos experiencias sean GRUPALES. No sería en absoluto lo mismo hacerlo one-to-one. También podría ser hermoso y acompañador. Pero no tendría la misma dimensión ni la misma calidad.

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No me refiero sólo a que seamos muchos: “si es lindo el feedback de uno, y también es lindo leer los textos de uno, probablemente multiplicando las voces se multiplicará el estímulo”. Es y no es eso. Es lo que ustedes han señalado en varias oportunidades: que construimos y sostuvimos un espacio de compañerismo, respeto y ese tipo de cosas que por lo general no abundan. Que viene maravillosamente en cualquier momento, y para qué les cuento en este momento mío. Algunos de ustedes ya han barajado algunas sugerencias que – hasta donde leí, porque nunca llego a leer todo - tienen que ver con hacer cosas distintas con nuestra escritura en la nueva etapa. Pero yo no puedo evitar comparar mi experiencia en LIPE con mi otra experiencia grupal, que también es amorosa, aunque en ese otro grupo no siempre reinen la paz y la concordia. Y es que el motivo por el cual esa otra comunidad es un poco quilómbica es, justamente, que ciertos roles indispensables para el mantenimiento de la comunidad se ejercen de manera rotativa. Allá no hay UNA profe. Allá hay varios que cumplen un período, como los presidentes. Sólo que, a diferencia de los presidentes, el profe de allá no manda, sino que toma sobre sus hombros ciertas tareas cotidianas, como en nuestro caso puede ser pensar una consigna semanal. Recién ahora me doy cuenta de que es algo bastante parecido a lo que vinieron haciendo Silvina y Horacio. Tal vez sea sólo una sensación que tengo porque estoy influida por lo que pasa en aquella otra comunidad. Pero me parece que estamos encaminándonos hacia un embudo en el que va a hacer falta que alguien tome la posta en materia de – por ponerle algún nombre administración. Si una cantidad suficiente de lipeños estuviera de acuerdo con esta opinión, tenemos por delante un pequeño laburito. Definir qué tareas se trata de asignar concretamente, durante qué período, quiénes serían los candidatos (¿se postulan? ¿los votamos? ¿los unge nuestra factotum y alma mater?), y que la profe preparara una salida ordenada de la Convertibilidad. Hasta que la ronda haga que a ella le toque de vuelta. Por favor, que nadie me entienda mal. No estoy pensando en términos de ciclos agotados, ni de que LIPE necesite un recambio administrativo. Es obvio que estábamos chochos así como veníamos. Pero recalco que estoy influida por el modo de funcionamiento que tiene la otra comunidad de la que formo parte. Allá, como los roles son rotativos, todos hemos experimentado alguna vez en carne propia lo que es abrir la puerta para que los demás vayan a jugar. Es una experiencia enriquecedora en muchos sentidos; y personalmente creo que el principal de ellos es adquirir la dimensión de todo el laburo que los administradores previos hicieron por uno, y que uno disfrutó alegremente, sin mucha conciencia de que se trataba de eso: un laburo.

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Un laburo lindo, pero que no deja de requerir neuronas, dedicación y tiempo. Yo siempre sentí enormes reconocimiento y gratitud hacia la profe por su creación y por mantenerla en funcionamiento, pero es desde esta perspectiva que se me ocurrió hoy que quiero volver a decir que es una genia. Siempre será nuestra factotum, nuestra alma mater, nuestro amor, nuestro cómplice y todo. Y ese lugar ya no lo va a ocupar nadie más. No va a haber otra persona que haya creado LIPE y que sea nuestro factotum, etc. Pero justamente por eso, no me gustaría, para nada, que a ella le agarrara una tendinitis o alguna molestia parecida, de tanto abrir la puerta para que salgamos a jugar todos los demás.

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Diana Levinton

MASTER CLASS: EL ASQUELETO.

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El asqueleto de la persona viena ser el ser de gueso que tiene adentro del ser de carne todo ser humano pa sostenerlo y empedir su derrumbamiento, porque si seriamo de solo carne, sin armazón interna, pareceríamo gusanos, lo cual quedaríamos muy repugnantes. El asqueleto está compuesto por un montón de guesos, que según ande estean, toman el nombre del órgano que rellenan, como ser los guesos de la cabeza, que son los que arman el claneo, pa que uno pueda ponerse el sombrero o la peluca y que se denominan calavera. En las calaveras fallecidas se oservan unos guesitos sueltos liamados dientes, muelas y colmillos, que cuando se caen, son reemplazados por los dientes postizos, liamados prótesis, que son de sacar y poner o sea de lavar y planchar o como le dicen en ingle, de wos an guere. Del claneo parte la columna vertebral o sea el espinazo, que empieza en el pescuezo y termina donde uno se sienta. Está formado a las especie de un coliar de carreteles enebrados por la médula o caracus, liamados también osso buco o tuétano, como la enfermadá producida cuando penetra tierra con porquería en un rajunión, y que después hay que cortar rajunión con miembro y todo pa que no suba la cangrena al corazón y el tipo reviente, todo por culpa del tuétano. En el pecho de bajo de los petorales tenemos un costillar que forma una specie de jaula, con garrotes de gueso pa proteger las entranias liamadas tambien henchuras, las cuales varían en su aspeto pues hay personas que tienen malas entranias endemientras que otras poseen lindas henchuras. A los costados del pecho esisten las extremidades superiores o sean los brazos que contienen el omoplato, el húmedo y la radio, y otros guesos que no se me acuerdan. En vez, las extremidades inferiores se encuentran debajo de la barriga, vulgarmente liamada adomen y sirven pa rellenar las piernas y cual su nombre lo endica, pa caminar y correr, así como los guesos de las caderas sirven cual su nombre lo endica pa bailar rocanroll. 4

Tema libre tirando a libertino. Creo que esta mujer fue una genia.

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Las piernas rematan en los pieses, el pie costa del tarso, el metatarso y los dedos de los cuales el mayor es el dedo gordo, que posee un juanete y una unia encarnada. Algunos órganos poseen dobles esqueletos, como ser el antebrazo, que a su vez tiene el cubito y la radio, y la antepierna, que tambien tiene dos: la tibia y el peroné. En cambio otros órganos no poseen ningún esqueleto en su interior, como ser la lengua, por lo cual es liamada “la sin gueso”. Y al propósito, dejando de darle a la sin gueso, corto aquí mi disertación, chas gracias y hasta la prosima, si dios quiere y los da salu.

Marina Esther Traveso (Buenos Aires, 1903-1996) fue una actriz, guionista y humorista argentina, conocida con el seudónimo de Niní Marshall.

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Daniel Goldenberg

LA NIEBLA

La niebla reducía mi existencia a una idea única. El camino, ya invisible a mis sentidos, apenas si sobrevivía en la imaginación de alguien más. La nada lo asfixiaba todo y desde todas las direcciones posibles; que en la niebla son infinitas. Los escasos centímetros de suelo apenas intuidos por la rueda delantera de la bicicleta, se materializaban y desaparecían simultáneamente en un mismo guiño cuántico, sin dejar más cicatriz que el continuo crujido del ripio cordobés. La niebla, al igual que la oscuridad, no oculta todo aquello que escapa a los límites de nuestra capacidad perceptiva, sino que por el contrario, nos confirma la sospecha fatal de su inexistencia más absoluta. Todo el universo se reduce a manifestarse, sin demasiado esfuerzo, al pobre alcance de nuestros sentidos; recreándose a si mismo a cada paso que nos atrevemos o cuando levantamos la mirada sin más que un gesto involuntario como aparente motivo. Más allá de esos límites, solo coexisten realidades ajenas, creadas por el alcance de los sentidos de otros y a las que no se nos es dado percibirlas; salvo en sueños, o bajo los efectos de drogas o alcohol. Es por esta razón que la mayoría de las personas no toleran la presencia de los borrachos, los adictos o los dormilones depresivos: saben muy bien que ellos conocen sus secretos más infames. La incertidumbre me bajó de la bicicleta y de mis pensamientos en un mismo tirón; las suelas de mis Shimano despejaron a desgano una amalgama pegajosa de nube y polvo del camino. Aspirando una bocanada de aire en estado casi líquido, comencé a trepar la que percibía una subida importante, de esas que nos formulan a cachetazos la inefable pregunta - ¿Qué mierda estás haciendo acá, pelotudo? - a cuya respuesta siempre acude, inevitablemente, algún paisaje imponente que nos roba el aliento junto con todas las palabras de nuestro vocabulario; incluso las más inútiles. Las dimensiones indefinidas por la niebla no me permitían calcular el grado de pendiente que el esfuerzo me hacía sospechar. La niebla se devoraba, junto con todo el espacio circundante, cualquier magnitud de tiempo transcurrido, de modo que no me era posible siquiera atinar cuanto espacio-tiempo estuve inmerso en la tarea de empujar la bicicleta y su carga hacia un improbable arriba y adelante. Solo se que

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no me detuve hasta percibir - no sé bien de qué manera - un detalle incierto que sugería una bifurcación. Es bien sabido por los lugareños, que las bifurcaciones sumidas en la niebla van a dar todas a un mismo lugar. Por lo tanto me daba exactamente igual tomar una que otra dirección; pero – bajo el pretexto de tener que arriesgar una decisión de vida o muerte - aproveché estas profundas cavilaciones para excusarme unos minutos de respiro antes de continuar hacia donde me daba lo mismo. Una brisa miserable, que parecía provenir de un posible noroeste, desvaneció brevemente la niebla en torno al mínimo espacio que mi mirada requería para invadirlo de realidad en pocos segundos; a mi izquierda, se manifestaba espontáneamente la presencia de una roca tan enorme como orgullosa de saberse observada por los únicos ojos que provocaban su misma existencia. La imponencia de la piedra - que se erguía como un muro descomunal hacia un cielo inexistente impidió por unos instantes que centrara mi atención en algo que ocupaba de forma descaradamente irreal, el primer plano de la escena: “Miel/Peperina/Queso de Cabra” - anunciaba ridículamente el cartelito garabateado con tiza y apenas sostenido entre un par de piedras flojas sobre una mesita plegable de madera destartalada. El aroma de la peperina impregnaba todo lo que la niebla dejaba entrever. - Buenas tardes amigo, ¿qué anda haciendo solito por estos lados con esta “niblina”? – preguntó el viejo; al tiempo que sonreía nada más lo suficiente como para hacer de su diente solitario una metáfora de mi propia presencia. - Buenas tardes, cómo le va; y... aquí ando dándole pelea a la niebla y a la subida con rumbo hacia Los Gigantes, si es que no me he perdido del todo aún... quién me manda a hacer estas cosas... ¿no? – respondí yo, sonriéndole amablemente al viejo, pero sin refregarle la existencia de mi dentadura completa, solo como para no parecer irrespetuoso - ¿Siempre se instala a vender aquí? – pregunté sonando casi tan creíble como si realmente me importara. - Todos los días, a menos que llueva, que es cuando nunca pasa nadie. Hay que ganarse la vida, ¿vio? – contestó el viejo haciendo temblar el diente que parecía imitar con ademanes exagerados lo mismo que el viejo me iba diciendo, pero en forma de burla. - ¿A cuánto tiene la miel y el queso? – pregunté yo; esta vez verdaderamente interesado.

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El viejo se agachó como para agarrar algo y puso una caja de madera con forma de alcancía sobre una de las esquinas de la mesita. Pintado a medio borronear se leía en el frente de la caja: “SABIDURÍAS” - Dígame alguna cosa que yo no sepa pero que al mismo tiempo me sirva para algo útil; y se lleva nomás lo que usted quiera – dijo el viejo dejando en claro la completa inutilidad de mi efectivo. - Algo que usted no sepa y que le sirva... déjeme pensar... a ver: “Nada de lo que creemos que es real lo es. Ninguna cosa existe hasta el instante en que la percibimos con alguno de nuestros sentidos. Creamos todo aquello que percibimos y percibimos sólo aquello que creamos” – le disparé yo a la espera de una mirada abierta como el asombro de un niño o un ceño fruncido por la incredulidad de escuchar a un loco en bicicleta aparecido en medio de la “niblina” serrana. Tras un silencio que pudo haber durado tanto un siglo como un segundo, el viejo me devolvió a cambio de mi reflexión una nueva puesta en escena del unipersonal del diente. - Eso lo sabe cualquiera. Y además no sirve de nada saberlo – devolvió el guante sin dejar la expresión risueña en ningún momento - Igual le voy a dar un queso gratis si me dice cuál de los dos caminos va a elegir y el por qué. Usted ya sabe que con esta “niblina” cualquier camino que elija lo va llevar al mismo lugar; la diferencia no está en el destino que alcance, sino en lo que le suceda en el trayecto: suponiendo que uno fuera el camino del recuerdo, y el otro el del olvido; ¿cuál elegiría usted? - Supongo que el del recuerdo me permitirá continuar y el del olvido, comenzar de nuevo... ¿o será al revés? – dudé yo en voz alta - me parece que voy a quedarme sin ese queso... creo que voy a esperar a que despeje la niebla y seguir el camino marcado en el mapa. - En ese caso le dejo un queso para que engañe al estómago mientras espera, pues ya ha elegido un camino y, aunque sin darse cuenta, me ha dicho también el por qué lo ha hecho – dijo mientras me lanzaba a las manos una bola de queso de cabra. - Elijo el camino que más me conviene según el mapa, y el por qué es simplemente porque me lleva a donde tenía planeado llegar desde el comienzo del viaje – argumenté yo esta vez sin sonreír y omitiendo imperdonablemente agradecerle el queso. El viejo se estiró en su banquito y lució orgulloso su diente único una vez más.

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- Eligió el camino seguro sólo porque tiene miedo – dijo mientras levantaba el puesto en un santiamén – Me voy pa’ la casa con la patrona. Que tenga buen viaje, amigo. La niebla volvió a borrar cualquier rastro de la existencia del viejo, salvo el aroma de la peperina que aún permanecía vívido en el aire. Saqué el mapa y lo abandoné prolijamente doblado bajo una piedra de cuarzo. Busqué una moneda de un peso en el bolsito del manubrio y la arrojé sobre el dorso de la mano. Salió cruz. No recuerdo cuál de los dos caminos tomé.

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Caro Barba

MI NOMBRE

Una lechuza se acercó a la panza de mamá y me contó que cuando está por nacer un bebé la luna se pone redonda y los planetas hacen una fila. Los árboles se ponen contentos aunque no tengan hojas y los grillos afinan sus violines para la gran ocasión. Las luciérnagas un poco más modernas encienden sus luces y todo parece estar adentro de un recital de rock. Me contó también que antes de que nazca un bebé hay un tema muy importante que resolver y es el de cómo se va a llamar. Un día lluvioso en el que mamá y papá se quedaron en casa ordenando lo que iba a ser mi habitación, los escuché hablar de ese tema tan importante que tenía que ver con mi nombre. Al principio todo parecía muy raro y por momentos llegué a pensar que mi nombre iba a tener forma de tren por lo largo que sonaba cuando mamá y papá lo mencionaban: GuadalupeMatíasMacarenaFlorenciaAndrés. De a ratos parecía que en lugar de un bebé iban a tener una mascota porque me hablaban y me decían: patito lindo, gatito mío, osito dormilón… Por suerte llegó la abuela Ana y les trajo un libro viejo, lleno de hojas amarillas con olor a muchos años que hablaba de cómo elegir el nombre de los bebés que estaban por nacer. Mamá se acomodó en una silla que parecía una hamaca porque no paraba de moverse y papá se paró a su lado para comenzar a leer. Y así fue como empezó la historia de mi vida: …Algunos papás eligen los nombres porque les gusta mucho un jugador de fútbol o una estrella de cine y entonces una pelota los espera en la cunita y una gran cámara de fotos a la salida del sanatorio. Otros porque quieren que sus hijos se llamen como los bisabuelos, les ponen nombres que ya vienen con un bastón y un par de anteojos... Debajo de todo, en letra chiquita decía: …Están ésos que son iguales a los súper héroes que admiran mamá y papá, que vienen con capa y son incómodos para caminar. Los que son de otra época con corona y carruaje, tan elegantes que no se pueden ensuciar. Y otros que son de un país que queda lejos de casa que sólo mamá y papá pueden pronunciar. Hay nombres que tienen colores y otros distintos aromas: Ramón es de color verde y huele a pino. Facundo tiene el color del trigo y huele a pan recién horneado. Lucía está pintada de luz y huele a lamparita. Marina de color azul y huele a mar. También está Manuela que es marrón y huele a canela y Catalina que es naranja con olor a mandarina. También los que vienen en cajitas iguales y entonces cuando los bebés crecen y van al colegio, la maestra tiene que llamarlos de una manera diferente a cada uno para que no se den vuelta los quince que tienen el mismo nombre…

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Yo ya me estaba aburriendo, mamá y papá no paraban de conversar acerca de cómo me llamarían. Sabían que sólo quedaban unos pocos meses y el nombre que eligieran con capa o con corona, con pelota o con bastón, en inglés, o igual al de otro amigo, con distintos aromas, con luz o lleno de olas, sería el mejor para mí.

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Dicky Schefer

ONIRIA REALIS

Vos no creés en estas cosas ¿y me pedís que te cuente como son? Siento que estás jugando conmigo. Pero como es una linda tarde, me blando y sospecho que realmente te intriga, Quizás te rozó una chispa alguna vez, a pesar que te haces la distraída. Bueno, te lo cuento, no pierdo nada. Es algo así. Lo que más te hace sentir diferente es que no pesás. Flotás. Es linda esa sensación. Te sorprende ver todo, pero ves sólo todo lo grande: estrellas, planetas, galaxias. Sos muy consciente que seguís flotando, o levitando. Es lo mas lindo quizá. Pero repentinamente eso se interrumpe, y estás en una estación de tren, pero hace mucho. Porque los ves a tus abuelos que están apurados, ocupados. Te dan mucha ternura, son tan jovencitos. Creo que se vienen para acá. A otro continente, pero con su mejor pilcha. La estación la podés reconocer gracias al cine. Ahora está distinta. De pronto se fue la imagen junto al changarín. Y volviste. ¿Fue el cine o eran ellos? Sabés que eran ellos. Estás ensoñando y lo raro es que lo sabés. De pronto, te miran los que se fueron. Uno te habla, muy serio te dice "nos están enseñando" y en la próxima escena te miran todos ellos. Cuidado, parecen decirte.

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¿Y por qué? te culpabilizás. No sé de qué, pero si ellos se aparecen, cuidate. Sigue, pero despierto. Sabés cosas. Peor: las prevés. Cómo sigue esto, lo sabés. Y tenés pruebas que es cierto. ¿Te sentís diferente? Sí, pero es lo de menos. El punto es que podés ver. A veces es solitario, muy. Y otras, pocas, te cruzás con iguales. Los sentís cercanos, muy cercanos. ¿Quiénes son, que son como vos? ¿Almas gemelas? ¿Casualidades? Lo que sean, son una bendición. Cuidalas.

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Roberta Garibotti

LA VACA

“Quiero que vuelva a empezar”. Trabajar con chicos chiquitos me hace creer más en cosas que parecen imposibles, mejor dicho, que son imposibles. Quizás la falta de fe, el vivir pendiente de la realidad tal cual es, no nos permita poder convertir en cierto aquello que es ilusión. El lunes pasado, el día después de la final Argentina - Alemania, les pregunté a mis alumnitos de segundo grado, qué sintieron cuando terminó el partido y Argentina perdió. Juan Manuel (7 años) me dijo: - Yo quería que volviera a empezar. Se siente como una frase armada, que suele emplearse por los adultos para dar ánimo o para encausarse después de una derrota, un fracaso económico, una separación. Sería como un volver al ruedo. Lo mismo que ocurre cuando se trastabilla con una dieta y una voz dentro nos calma diciendo “hay que volver a empezar”. Lo de este chiquito fue distinto; hubo algo en su mirada cuando pronunció esa frase, un dejo de esperanza, como si realmente existiera la posibilidad de borrar lo anterior y darle enter a un nuevo comienzo. Lo mismo que se hace con un videíto de youtube para verlo otra vez, esperando que el circulito con rayitas tintineantes le den paso a las imágenes y sonidos que nos tienen expectantes. ¡Qué maravilla el pensamiento mágico de los chicos! ¿En qué momento lo perdemos? ¿Por qué será que el título de adulto nos quita el de soñador, imaginador? La situación entera con la carita de Juanma hablando de su querer volver atrás y cambiar el rumbo de las cosas, quedó rebotando en mi memoria. A cada rato aparecía la expresión: yo quería que volviera… ¿Y si hubiera una súbita capacidad dentro de nosotros para borrar lo anterior y, que por no creer demasiado, no se hace acción?

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Recordé las veces que después de una pesadilla dije “menos mal que no era verdad”. Pero esta vez al revés. ¡Qué pena que fue verdad!, diría mi voz interior. Si lo de Juan se hiciera posible, habría varios acontecimientos de mi vida que eliminaría para poder “hacerlo mejor”, digo, mejorar la performance, aplicar lo que aprendí y darle una mejor forma, con otro puntaje: al rendimiento como mamá, esposa, hija, amiga, hermana, en fin: persona. O simplemente desarmar por completo el rompecabezas y armarlo de nuevo. Revolear las piezas por el aire. Volver a observar las formas, clasificar por color, tocar los bordes de cada pedacito de cartón. Esa alegría de las cosas nuevas. El entusiasmo de empezar la caminata con zapatillas blanditas. Y encima terminar ganando el partido, dando vuelta el resultado… Quién pudiera abrir una página en blanco de Word y escribir sin faltas de ortografía aquello que quedó mal redactado. Poner bien los puntos, las pausas y ni siquiera usar goma. Si fuera así de fácil en la vida… Miles de errores podrían enmendarse, ¡qué digo!, miles de errores sin recuerdo alguno. Todo otra vez, sin rastros de la falta, del gol que entró y nos dejó fuera de juego. Y como esto de imaginar me hace pensar en que quizás sea posible semejante ilusión, haría una lista de todo lo que iniciaría, por supuesto que anulando lo anterior.

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Julio Fernando Affif

CASTIGO DE AMOR

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Y un día el amor te castiga en ese divagar nocturno de inclusiones marchitas. Te busca insolente para borrar las sombras, con fuegos inventados y delicias compartidas atrapado por el vino diluido en el alma que adormece sentidos como danza macabra. Amanecer furtivo, gigante luminoso que germinó en la aurora, fantasía latente que entre sueños escapa espantando las dudas con la fuerza del viento purificando todo con la claridad del agua. Castigo generoso porque doliendo se ama porque sangramos lágrimas en las risas frustradas. Porque el amor te duele si es más grande que el alma si es más grande que el tiempo, si arremete con saña. Guerrero invencible el amor ! Vence al drama que dice que los tiempos acaban. Implacable tortuga del soldado romano 5

Me he permitido un cierto grado de puerilidad ante la falta de una consigna orientadora.

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avasalla las mieses que corroen el alma. Envolviendo las vidas que llorando divagan saca fuerzas y empuja ataca y contraataca y por fin el milagro la invasi贸n como hormigas escapando del agua que persiste y derriba las antiguas murallas.

Julius Khalil

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Javier Cárdenas

ADICTO

Se preparó un par de líneas antes de ir a trabajar. Las consumió en segundos, sintiendo como levantaban su ánimo. No concebía otra manera de empezar su jornada. En la primera línea, rezaba "Escribir es lo tuyo", y en la segunda, decía "Algún día, vas a poder vivir de ello". Sólo entonces salió rumbo a la fábrica.

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Eduardo Mizrahi

FINAL Entonces como esas noches en que giramos como trompos incandescentes implosionantes refulgentes pero solos, mientras rodeados de vapores sostenidos por alambres cuyo origen intuĂ­mos pero no vemos ni queremos ni podemos entonces conocemos novedades ausencias livianos como dedos que se quitan su vestido en medio de la calle al final del recorrido.

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Daniel Goldenberg

OLIVERIO

Soy propenso a enamorarme todo el tiempo, y de cualquier cosa. Me enamoro tan fácilmente de un rayo de luna, como de una gallina. Puedo declararme perfectamente incapaz de notar la mínima diferencia entre una Venus de Milo y una cucaracha. Todo me seduce, todo me conmueve. Mis arterias entran en colisión, y producen una hecatombe de libido bajo mis uñas al simple contacto de mis dedos con un boleto de tren. Suelo pasarme horas interminables repitiendo la misma serenata una y otra vez, esperando, generalmente en vano, algún sutil gesto de correspondencia por parte del parquímetro que es objeto de mi adoración. Me considero felizmente casado con mi bota izquierda, aunque mantengo desde hace algunos años, un secreto romance con mi paraguas. Nadie puede hacerme descartar la idea de que los timbres son el punto erógeno de las casas, y desafío, a quién logre convencerme, de que los lavarropas no pretendan envolvernos a cada instante, en un voluptuoso y sensual contoneo de chachachá.

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Javier Russo

ESE MALDITO MIEDO A LA LIBERTAD MAL LLAMADO LOCURA

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En alguna medida todos lo padecemos. No todos lo enfrentamos porque no todos estamos preparados para enfrentarnos a nosotros mismos. Víctimas de la prisión auto infringida por aceptar y tomar como propio un mandato tan ajeno a nuestro ser como la piel de otro. Desgarrador sentimiento es el de nacer nuevamente; tortuoso desplazarse abriéndose paso entre obstáculos puestos por nosotros mismos que con el paso del tiempo se han transformado en seres vivos que hablan, apabullan, atormentan e impiden. Es entonces cuando conocemos a nuestros propios demonios. El más astuto y poderoso saboteador es nuestro ego que atormenta al deseo sometiéndolo a la quietud. Parto doloroso y violento en el que la muerte tan temida se transforma en el verdadero motor del cambio. “Quedarse es perecer” se dice el neurótico rumiante en el último soliloquio antes del despertar. Y luego en un estertor incontrolable su palabra se transforma en llanto y su llanto en canto. Es en ese momento en que EL SER se libera y entonces lo llaman loco.

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Esta semana la consigna o tema fue Libre y yo ... yo escribí algo acerca de la libertad, pero recién ahora que lo releo en mi página caigo en la cuenta.

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María Gabriela Failletaz

CASCARITA DE NARANJA

Cascarita de naranja puse al fuego y en ese aroma, brotó dulce y tibio un verso. Se abrió paso luego una balada por la generosa amistad del vino que bebo. Ahogué allí, en su color morado, mi dolor ácido y cítrico. Tenía una poesía... ¡casi la tenía! Y la inocente luz de lámpara, el papel, la emoción desplegada. La metáfora se presentó ladina, vacía de inspiración. irónica y fría. Entonces divagué en una ilusión inconsistente, pálida, inútil, que se fue con el ocaso de mi ventana, anaranjado. Repentino llegó un son errático, poco agraciado,

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un acorde disonante y vulgar rasgando al silencio enajenado. Quisiera amar y, sin pensarla siquiera, aflorara una estrofa enamorada. Pero amar no es amor si no se canta, y yo quiero cantarla a viva voz en este instante. Cascarita de naranja ahora es bizcochuelo, jugo de fruta nacarado harina y huevo. Reina con lentejuelas, en su traje abrillantado, morena desnuda, en chocolate bañada. ¡Pobre canción desesperada! ¡Poema de naranjos sin azahares! Cascarita de naranja puse al fuego y en ese aroma brotó dulce y tibio un verso.

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Antonio Lendínez Milla

EL AMOR QUEDA EN LA BRISA

Soltar, amar, dejar partir, volar, abrirse a lo que nos trae la vida. Cuando llegó fue un despertar, el amor nunca se olvida.

Y me dijiste que no, que todo ya había acabado. Aprendí que el amor es libertad y que a nada se sujeta; que sale del alma, revienta, muy dentro se manifiesta. Que en esas tenues caricias el alma se torna inquieta. Me diste otra forma de sentir, que en mi quedaba discreta. Ese amor que ninguna forma gobierna. Nada puede retenerle, que como el agua es su esencia, que todo lo constituye, que en esta vida es presencia. Que el aire que a todos nutre, alimenta nuestra vida. Es el viento fortaleza, lo que sostiene las alas, el vacío donde asienta, la paz que nos constituye, la fuerza que de él se sustenta. Tuve que aprender a amar, me lo pusiste muy fácil, toda a mí tú te entregaste. Gracias por tu atención. Me amaste, te amé. Querer y dejarte suelta fue de ti mi aprendizaje. Que el amor no se retiene, lo sé. Que al amar no se sujeta, que el amar es libertad, dejar del amor su suelta, gozar con su libertad, que pueda llamar a otras puertas. Tuve que curar la herida, aprender a sosegarme, alegrarme con tu dicha, aunque no fuera de ella ya esa parte. Nunca te olvidaré, porque fuiste de mí parte. No te olvidé, no lo he hecho, puedo ahora contemplarte, feliz como deseo seas, serena y dichosa, donde tú quieras quedarte. Tu libertad es la mía, esa verdad fue amarte. Tu amor es mi forma de quererte, donde el amor tiene su aire. Puedo contemplar la vida en la distancia, y al mirarte, puedo amarte. Quedó curada mi herida, aprendí a amar al soltarte. Me costó desapegarme. Abierto me encuentro ahora a lo que en la vida me aguarde. Nunca cerré las puertas al amor que quiera hallarme.

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María Guerra Alves

NIEBLA

No podía ver nada. Su habilidad para conducir todo tipo de vehículos no le daba la seguridad que siempre había tenido frente al volante. El sabor amargo en su boca, el dolor agudo en el pecho, los labios secos, la piel de su cara, que parecía quebrarse, el cabello despeinado que la incomodaba, el sudor helado que corría por su espalda, eran sólo algunas de las sensaciones de aquella elegante mujer que jamás había salido de su casa sin arreglarse. Alguien la había llamado en medio de aquella húmeda madrugada de otoño para informarle que su hijo la esperaba en una camilla de hospital. Se había puesto un tapado negro sobre el conjunto de gimnasia que usaba para dormir, había tomado algunas prendas para poder cambiarse en algún momento y las había colocado en una bolsa de cartón. La espesa niebla era un asesino serial. Ella había sido testigo de varios accidentes en la ruta. En cada uno se veía a sí misma atrapada en su auto o tendida sobre un charco de sangre. El trayecto se le hizo interminable. Tuvo miedo. El frío se apoderó de su cuerpo y congeló sus neuronas. Sin embargo, pudo rezar en voz alta. De lo único que estaba segura era que no podía detenerse. Su hijo la necesitaba y varios kilómetros la separaban de él. Tal vez la fe hizo que sus oraciones pesaran más que sus reflejos. Dios era su guía. La protegería, como tantas veces. Una prueba más… Llegó a tiempo. Pudo ver a ese ser indefenso a pesar de su edad adulta, segundos antes de la cirugía que le salvaría la vida.

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Maribel Martinez

Esa noche tenía miedo. Una niebla de inconsistencia rodaba mi mente, sentí en un instante la locura estruendosa de perros enfurecidos peleándose, como promovidos por alguien. El sonido de las bocas de sus dueños delataba que un muchacho conspiró para la feroz e inútil pelea perruna. Oré por esos animalitos para que no se lastimaran mucho. Corrí a abrazar a mi dulce gato y sentí la energía que todo no está perdido.

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Mariasi Cañizal

CAMBIOS

Y ahora acomodo la flor distinto. Si así es, así habrá que lucirla y que el resto se acomode a la altura de ella. Un florista en su puestito de la estación, me habló de los tallos, de los tallos largos, los que más valen, de las rosas hasta 2 metros, las de exportación. Los ramitos baratos, cortitos. Las flores frescas y las flores de ayer. Sin haberlo esperado, con su delantal y sus manos ajadas de la tarea, cortar, armar, regar y trabajar algo de tierra. La naturaleza lleva a contagiarnos de ella. Y de su sabiduría. La flor es como la mujer, el tallo la hace esbelta, su cuello largo es la nota, al igual que las piernas. Ahí radica su belleza y por ende su valor. Puede variar su color, puede abrirse más o menos, puede incluso presentar variación, grandeza, rareza, bella la flor, pero el tallo siempre largo, esa es la condición. ¿Cómo cortarlas entonces para mi florero chiquito? Hoy las flores seguirán altas, tan altas como son. Y el resto que acompañe a semejante valor.

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Mirta Linda Saiegh

EFÍMERA ESCRITURA

Me ofrezco al encuentro. Habito a tientas la zona donde no sé lo que hay. Las semillas aletargadas comienzan a germinar. Mi subjetividad se hace carne. No abdico antes de tiempo, mi osadía y complicidad me empujan, la curiosidad morbosa de no saber cómo termina la partida me desafía, me intrigan las cartas del otro, desconozco su juego, me incita el no saber, me armo de expectativas, cortas, transitorias, pueriles, efímeras. Ese destello que se apaga en un intervalo, en la distracción de un pestañeo. Sondeo lo que sé no voy a encontrar, escudriño el porvenir sin ánimo de profetizar. Elijo siempre la interrogación, la tensión constante entre lo desconocido y lo familiar. Me dejo escribir impregnada de enigma y placer. Me alojo en intervalos donde me siento extraña a la coherencia que presumo conquistar, a veces, la realidad que sólo tiene formato de ficción, se burla de mi credulidad. Busco llegar a tierra, como un náufrago, nado en un mar de palabras tratando de hacer pie dentro de un texto que me sostenga. Sé que el oficio de la escritura tiene ese borde sutil entre el caos y el hallazgo del exilio, de esa tierra aun desconocida por habitar y conquistar. Seres mixtos que tienen sombras raras me acechan desde las bisagras. La escritura se me impone, me nutre, me fortalece, me procura habitar por un ratito la mágica idea de haber llegado a la tierra de Nunca Jamás. A veces surge la violencia de mis demonios, de lo iracundo y feroz que me empuja, que pulsa, que grita algo que no logro entender. La escritura me apacigua, me anuda, me sujeta, me fija, me hace habitable mi propia interioridad. Me vuelve menos extraña a mí misma. Irreverentemente me apropio de esa invitación, sabiéndome inexperta, miedosa, insegura para transitar lo que todavía en la página no está inventado, para entrar y salir de mí, de saberme mi propio enigma. Saber no sabido que juega una partida con el sentimiento de un enrarecido vacío.

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Me abro, me doy a la inestabilidad de mi propio ser, tanteo, pruebo, invento, siempre invento, es una creación constante para no sucumbir a la monotonía. Quiero apresar y expresar algo que me haga sentir la experiencia de capturarme, de habitarme. Me busco sin encontrarme. Búsqueda y construcción al infinito de un ser en permanente estado inacabado, la ilusión de atrapar lo escurridizo. Habito el vacío desde la soledad infinita de largas noches a tientas, donde todo me parece extraño, allí donde no reconozco una voz familiar que calme y le de signo a mi ser. Ilusión de creer que me habito, que soy la del espejo, sabiendo que es un cuerpo sujetado, que intenta hacerme creer que soy la que no soy. A veces siento que el otro juega y me dice (como en el truco): “voy al pie” y yo le digo “vení”, pero desconozco cuál es mi juego, con qué voy a responder, y el juego se arma, sabiendo que de lo que se trata es solamente eso , de intercambiar cartas, de hacerlas circular entre lo mío y lo del otro, ahí surge lo desconocido, la probabilidad de un encuentro afortunado. Sin saber, con una apuesta a ciegas, sin ver lo que tengo, me precipito para adelante, siempre avanzo, sin calcular, lanzada, irreverente e inconsciente a lo que pueda darse. No me acobardo, no me guardo, sé que no sé, pero me excita saber que estoy gastando las cartas de la vida antes que se acabe el juego.

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Roxana Conti

PANCHO RAMIREZ Y LA DELFINA

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Dejó el mate en el fogón y se levantó despacio. Veía venir a la montonera envuelta en una nube de tierra. Sus hombres traían el botín de su última incursión en las estancias de Río Grande do Sul. El chasqui le había avisado días antes que no venían solos. Además de pertrechos para reforzar el arsenal militar, caballos, monturas y ganado saqueado en las fértiles llanuras riograndenses, venían con ellos algunos prisioneros y, entre ellos, una bella mujer. Cuando se hubo levantado, y aún bajo la sombra del gran sauce en el calor del mediodía, la montonera se apeaba en una algarabía de polvo y gritos. Envuelta en un poncho claro apareció frente a él una criatura de otro mundo. Su cabello cobrizo le recordaba el color del rio que de niño lo había llevado hasta allí. Se acercó a ella. Quiso saber cómo había sido el viaje y si la habían tratado bien, luego dispuso que la trasladaran a casa de su madre. Se llamaba Delfina. Todo en ella tenía color miel. Su pelo, sus ojos y su piel. En la noche, perfumada de azahares, se reunieron a conversar en aquel patio pueblerino. Desde el atardecer, él la había escuchado cantar en su dulce portugués natal. Delfina había crecido en una estancia al sur de Brasil donde vivía su madre y era hija natural de un virrey portugués. Francisco Ramírez se había criado arriba del caballo. Hijo de un marino fluvial del Paraguay, descendiente del conquistador Ramírez de Velazco, Pancho Ramírez había heredado el carácter fuerte de su madre y la estampa y los ojos azules de su padre. Fue lugarteniente de Artigas para convertirse luego, en un líder natural de los gauchos entrerrianos, que se revelaban al poder de Buenos Aires como heredera de la capital del Virreinato del Río de la Plata. Pretendían anexar a la Banda Oriental y al Paraguay al territorio nacional y a su sueño de Patria Grande. Las charlas en el patio fueron el preludio de su inmensa historia de amor. Pancho Ramírez sucumbió al perfume y la influencia de la Delfina. Cómo no enamorarse de una mujer enigmática y aguerrida, tan lejana a los salones y el acartonamiento de la sociedad de su época. 7

Francisco Ramírez (1786-1821) caudillo entrerriano líder del federalismo en la lucha por la Independencia. La Delfina (circa 1800 -1839) fue su amada compañera.

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Una mujer libre, fuera de todo molde, envuelta en un aura casi salvaje. Durante esos tiempos de paz se amaron locamente. Llegó el día en que ella pidió que le confeccionaran una chaqueta roja y un sable, más liviano y corto, que pudiera empuñar desde su caballo. Se distinguía además por llevar un sombrero chambergo que remataba en una pluma de ñandú. Bella entre las bellas, era la Delfina una Diosa a la que los hombres de Ramírez miraban con admiración y respeto. Cabalgaba diestramente y conducía a ese ejército de hombres junto a su amado. Lo acompañaba en cada batalla. Juntos atravesaban las fértiles llanuras entrerrianas, el árido norte de Santa Fe y las tierras y montes cordobeses. Juntos estuvieron en los tiempos turbulentos y mientras se respiraba la paz. Supo la Delfina de sacrificios, de austeridad extrema y padecimientos a su lado. Supo de hambre y de frío, en los interminables días y noches de su peregrinar por estas tierras. Supo de campos de cultivo, de pedregales, de soles intensos, de campamentos bajo la estrellas y de lluvias bajo los toldos que no reparaban de las inclemencias del tiempo. Una fría mañana de julio de 1821 se trenzaron en un encuentro con los hombres del General Bustos, cerca de Río Seco. La Delfina cae de su caballo en la retirada. Pancho Ramírez y algunos de sus hombres acuden en su ayuda y ella, de un salto sube a uno de los caballos, mientras él recibe el mortal sablazo en su frente y cae envuelto en su poncho colorado. La Delfina volvió al litoral al mando de los hombres de Ramirez. Lo lloró hasta su muerte, 17 años después, en Concepción del Uruguay.

“Pancho Ramírez, ay, la Delfina. Viene la muerte con la partida, con la partida, Pancho Ramírez, por su Delfina. Por sus amores pierde la vida, pierde la vida.”

(copla popular)

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EDICIONES LIPE DOMINGO 20 DE JULIO DE 2014



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