ESPEJOS

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Portada Espejos

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ESPEJITO, ESPEJITO

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Consigna: Espejos

Autora: Cecilia G贸mez Nale

El espejo como objeto o como sujeto. El espejo roto. Espejitos de colores. Laberinto de espejos. Espejismos. El otro como espejo. El espejo tomado de manera literal o metaf贸rica. Puede ser el eje del relato, formar parte de la introducci贸n, del desarrollo o del desenlace. Tiene que ser m谩s que una palabra o un accesorio.

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CONSIGNA DEL DOMINGO ¨17/08/2014

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1. CRISTIAN DEL ROSARIO

MÁRQUEZ VS. MÁRQUEZ

El UNO le venía desde muy lejos, entre gritos y bullicios, recordaba aquel primer 1 de los muchos que obtuvo, Hilario, hasta que, finalmente, abandono, el colegio, la Escuela Nro. 1 de Iguazú; eso fue en sexto y desde ahí se acabaron los unos. El Sr. Márquez era un tipo feliz, empresario próspero quien, a la vez, pudo formar una familia de hijos y nietos; querido por sus amigos y empleados, era el mito viviente del “negrito del interior” que empezó de abajo, hasta ser dueño de una empresa millonaria. Se sentía joven, con ganas de volver a empezar todo si fuera necesario. Una sola cosa le molestaba: su vista. Había cosas “que no podía ver bien”. No usaba anteojos, le molestaban y tampoco podía con los lentes de contacto. Peor aún, le daba impresión ese procedimiento, que era tan habitual para muchos otros. Escuchó el DOS, y se acordó cuando, después de abandonar el colegio, no tuvo otra opción que trabajar, al igual que sus otros dos hermanos mayores. Su padre, le habían dicho, se había ido a buscar trabajo a la capital y desde esa vez nunca más tuvieron noticias. Su madre, si bien trabajaba en el hospital, casi 12 horas limpiando pisos, eso no alcanzaba, siquiera, para parar la olla. El Sr. Márquez tomó conciencia de su falta de vista cuando, su nieta, la preferida, le pidió que le lea un cuento. Al intentarlo, no distinguía las letras, por más que acercase o alejase el libro. Fingió, que ese cuento era muy aburrido e improvisó otro. Mientras, le contaba el nuevo cuento, fijaba la vista en objetos más lejanos y los reconocía. “No es tan grave; de cerca no veo bien”, pensó.

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TRES. Hilario ahora rescataría de su memoria “aquel día”, -como si fuera el mismísimo día de su nacimiento-: Esa tarde conoció a María y nunca nada fue igual para él. La vio en la calle y no pudo evitar seguirla tres cuadras, hasta que ella entró a un gimnasio; él, por impulso, también ingresó y tratando de pasar desapercibido, comenzó, a mirar una exhibición de box que daba el “crédito” local: Pascual Zapata -después sabría que era un peso mediano-; se maravilló tanto de la agilidad con la cual los boxeadores se movían en el ring que, por un rato largo, olvidó porque habría entrado al gimnasio. El Sr. Márquez consultó con su esposa quien le dijo que era mejor usar lentes; con sus hijos, que le recomendaron operarse, ya que era una intervención sencilla; y también con sus amigos del club, quienes entre vinos y cervezas, se rieron junto con él de su deseo de hacerse el pendejo (con lo cual la conversación derivó, entre bromas y más risas, sobre la próstata, los tipos de Viagra, las pendejas de 40 y otros temas de tipos 60 y pico). Finalmente consultó con su médico de confianza, quien lo derivo al oculista. CUATRO. El mismo número de años que habían pasado desde ese día que entró al gimnasio. Ya se había convertido en un excelente boxeador, había aprendido la técnica de este deporte con mucha facilidad, como quien recuerda algo ya enseñado, todos le decían que tenía un talento innato; el cual pronto lo llevo a destacarse. Su entrenador le sugería que se dedique profesionalmente y que abandone el trabajo en el supermercado, en donde -él sabía- nunca llegaría más lejos que jefe de maestranza. A él le seducía la idea Pero lo detenía una sola cosa: María. Ella no soportaba que hiciera box, apenas toleraba que hiciera “guantes” con conocidos, mucho menos que lo hiciera profesionalmente. Ella misma le había conseguido el trabajo del supermercado. E Hilario, que en estos años también había logrado el amor de esa mujer -la primera persona con quien se sintió un ser amado- la obedecía ciegamente.

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El Sr. Márquez escucho “cataratas” y torrentes de agua verde vinieron a su memoria. “Debemos operarlo de cataratas, es una operación sencilla, en el mismo día se va a su casa y recuperará la vista al ciento por ciento...”. El Sr. Márquez respiró aliviado, otra vez la vida le seguía sonriendo, estaba exultante ya que acudió a la cita del oculista temeroso, pensando en complejos tratamientos y operaciones que, por su edad, resultarían peligrosas. Nada de eso, ahora un especialista le aseguraba una intervención de poco tiempo y de un simple posoperatorio. CINCO. Un coro exaltado gritaba cinco. ¿Cinco A.M? Era la hora que Hilario volvió a su casa, más temprano que lo habitual, siempre volvía a las ocho de la mañana, luego de limpiar el supermercado, pero ese día lo habían ascendido (¡¡jefe de despachos!!) y a otro sector: por ello lo habían dejado salir antes así llegó a su casa a las cinco, su ansiedad le impidió ver las señales de lo que encontraría. Entró directo a la habitación, casi sin hacer ruido, para despertar sin sobresaltos a María, pero la encontró no solo despierta, sino siendo tomada por detrás por un desconocido, al que, en verdad, nunca le vio la cara, quedó paralizado por la imagen. Ninguno de los dos amantes notó su presencia con lo cual, tuvo tiempo, de ver y escuchar más de lo tolerable. No sabe cómo llegó al gimnasio y entrenó callado, estuvo horas pegando con furia todas las bolsas. Luego se ofreció como sparring de los profesionales -lo que nunca hacia- y, en menos de dos rounds, dejo KO al campeón provincial de un peso mayor que el de Hilario, ante la sorpresa de todos. El Sr. Márquez apenas terminado el post operatorio se hizo quitar las vendas y fue a un espejo para comprobar si habían quedado marcas de la operación. La imagen que recibió fue demoledora, ante él, donde debía estar su imagen, encontró a un hombre viejo, arrugado, demacrado que se le parecía. El rostro que, en su cerebro, fue completando todos estos años -como un lento ejercicio de suplantación de la vista- se había quedado fijado en aquel que tenia a los cuarenta. Hoy era reemplazado por el real, ya que la vista, había recobrado plenamente su funcionalidad. También descubrió a aquel hombre que había olvidado, el que dejó una familia en Misiones. Miró a su mujer y tampoco pudo reconocerla, ni a sus hijos ni sus nietos. Él ya no era él, era el otro.

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El hombre del espejo se había devorado al Sr. Márquez quedando solo en su boca el gusto amargo de ese pasado, que se había prometido olvidar. SEIS. Hilario, escuchó fuerte el seis y entendió todo, recordó todo. Recordó la furia que lo había llevado a ese ring, luego de diez peleas ganadas, todas por knock-out. Sus limitaciones y pobreza, el abandono de su padre, la traición de María. El imaginar que, en cada contrincante, se topaba con el desconocido de esa noche. Pero su entrenador, casi el padre que no tuvo, preparándolo para esta pelea, le había dicho, lo que recién ahora comprendía. Semanas atrás, cuando estaba practicando la velocidad de sus golpes, frente al espejo, que iba de pared a pared del gimnasio. El entrenador se paró a su lado y le dijo: “Usted es un excelente púgil profesional, pero le faltan aprender dos cosas: la primera, como usted nunca fue derribado sepa, que, si no se levanta antes del siete, su suerte estará sellada, no deje nunca que el árbitro llegué a ese número. La segunda, deje de buscar enemigos, al que tiene que ganarle es a ese -y le señaló su imagen en el espejo- no a otro. El día que pueda ganarle a ese, ese día, Hilario, usted será invencible”. Hilario “el yaguareté” Márquez, abrió los ojos, se paró, en un torpe, pero eficaz, movimiento, y quedó frente al árbitro, quien comprobó que estaba en condiciones de seguir la pelea. En el round siguiente lograría conectar un gancho en el mentón desguarnecido de su rival, provocando su desmayo. Así, mientras desde su rincón, espera la formalidad del conteo que todos se daban cuenta que era innecesario; Hilario, sintiéndose ya campeón nacional de los pesos medianos, creyó ver en el suelo su propia imagen, la del espejo del gimnasio.

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2. JAVIER ALEJANDRO GUIRIN ESPEJO DE RÍO La luna te llena de sombras decorativas y vos le devolvés una pincelada bañada en oro. Tu sendero espejado es de mentiras, la luna descansa en tu lecho y las estrellas lejos de apagarse, decoran tu espejo. Tu cielo es perfectamente imperfecto y las estelas interrumpen el camino de alguna estrella que se quiera fugar. Mientras el sol duerme en tus aguas, la luna vigila su sueño colgada del cielo. En las noches espejo de cristal y durante el día un profundo tesoro de plata. Quisiera dormir en tu lecho y usar la luna de almohada. Pero tengo miedo de no despertar y convertirme en tu eterno reflejo. Tus aguas son mi río, ese que no olvido, aunque nunca sean las mismas, en ellas reflejo mis sueños y así te recuerdo todavía.

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3. MARÍA GABRIELA FAILLETAZ -¡Hola Patri! Te llamé varias veces. ¿Dónde estabas? -En la peluquería. Me fui a hacer una hidratación. Tenía las puntas a la miseria... -¡No sabés lo que me regaló Martín! -¡Una cartera! -¡No, nena! ¡Ojalá! ¡Un puto espejo de triple aumento! -Pero, ¿ese pibe es boludo? Después de los 45 a ninguna mina se le regala eso. -Para mí es sádico. O se vengó. Porque el mes pasado fuimos a un local de ropa y yo le alcancé al probador, un pantalón un talle más grande. -¡Ja! ¡Qué tarada! También vos, re bestia. -¡Y una que no te conté! La vez pasada me tira… Vos sos linda, pero tendrías que bajar un poquito...Y yo, muy sensata le contesto: Sí, sí, con dos kilitos me siento mejor... Y sobre mi voz el idiota agrega rotundo, haciéndose el entrenador de gimnasio: ¡4! Me hice la disimulada y por dentro me dije… cuatro puntos menos para vos... ¡PELOTUDOO! -¡No te puedo creer que te dijo eso! ¡No tiene neuronas! Porque de última ¿qué le importan unos kilos de más? ¿Qué pretende? ¿Tener a Luli Salazar? Eso es para lucirse él. - Aparte, si dijéramos que tenemos 20 años de casados (que también me hubiera molestado te soy sincera) que me aconseje bajar un poco o ponele, yo esté medio pasada ¡y me lo sugiera por salud! Pero hace tres meses que nos tratamos. La verdad me sonó muy superficial. -Sí, además el que debería bajar es el, me parece. Después de todo… Hizo como una transferencia, ¿no? ¿Así se dice? 12


-¡Qué sé yo! ¡No sabés, Patri! ¡En el espejo de mierda, te ves todas las imperfecciones! -¡Pero qué problema te hacés si la gente no te ve triple! Te ve en tres dimensiones, pero una sola versión de vos; no, tres. Salvo que te miren de cerca con los de leer. Aparte, no son imperfecciones, son líneas de expresión. Caracteres. -Caracteres de mierda: manchas, arrugas, pozos, flojedades, grietas, pelos que ni sabías que tenías. Tras unos minutos de exposición al espejito, bien a la luz, te juro, Patri, que tenés dos caminos: o consultás un cirujano plástico o te suicidás. -¡Ay nena! qué exagerada. ¿Y qué pensás hacer? -¡Nada! Lo voy a usar para depilarme las cejas que se ve bárbaro. -Ah, sí... Para eso está bueno. Che, te dejo que tengo turno con la cosmetóloga. -Dale. Yo me voy a tomar sol. Chaucito.

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4. VIVIANA GOLDMAN

En casa tengo cuatro espejos. Y voy al trabajo y tengo algunos más. Llamo por teléfono a una, dos, tres amigas y la cantidad de espejos crece. Suena el teléfono, mi vieja; ahí el espejo paso a ser yo, o ella antes o yo más tarde. Y así sucesivamente. Hasta prendo la tele, y me divierto creyendo que también me veo en el espejo. En todas las imágenes que me devuelven, algo encuentro de mí, de mí porque yo lo gesté, de mí porque es lo que aspiro ser, de mí porque me muestra lo que de mí no me gusta. Todos nos parecemos en algún rasgo. Y la rueda gira y nos vamos cruzando, nos vamos vinculando, seguimos andando.

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5. PABLO MIGUEL Titánica tarea la de revisar el contenido de una casa que durante décadas habitó alguien que nunca tiraba nada. Por ejemplo, encontrás el cajón de una cómoda lleno hasta el tope de bolsas de plástico prolijamente dobladas. “Siempre hacen falta”, solía decir mi vieja, pero ¿hasta qué límite? Platos cachados. Está muy bien seguir usándolos cuando no tenés otros, pero ¿para qué guardar un par de docenas si tenés otros tantos intactos en la pila de al lado? Encima todos distintos. Colecciones de revistas que no son de colección, solo aburridos suplementos dominicales. Cajas y más cajas llenas de pavadas irrelevantes. Hilos e hilitos, trozos de tela, cuentas de collares. Una lata de té con un retacito de organdí y una astilla de espejo tan inútil como peligrosa: me corté un dedo. Fui a buscar una curita y encontré montones, junto con medicamentos vencidos hace mucho. Después de limpiar todo y dejar la casa en un estado más o menos decente para la venta, calenté agua para cebar unos mates y ponerme a ver la documentación que había rescatado, esperando encontrar el título de propiedad y evitar recurrir al catastro. Había de todo. Partidas de defunción de gente que apenas sé quien fue, certificaciones de trabajo de empresas que ya no existen, estampitas de bautismo y cartas. Había una dirigida a mi abuela por su hermano mayor, avisándole que su marido iba a ser fusilado. Detrás de esa, otra con caligrafía infantil de esas que no se mandan, como las navideñas. A diferencia del resto estaba doblada en varios pliegues. “Querido papá”, empezaba, y seguí desencriptando. “Me dijeron que estás en el cielo pero no te veo. Aquí no hay espejos grandes como el del ropero. Solo el [ilegible] alto en el baño, pero me traje un pedacito del nuestro. Lo tomé cuando se rompió por las bombas. Lo escondí y mamá no sabe, porque se enoja. Lo [ilegible] en el barco y lo tengo en un lugar que es mío. Ahí cuando estoy sola te miro y me pongo el vestido lindo y jugamos a la princesa y al rey, y siempre estás y soy tu princesa.” Con el papel en una mano y el mate amargo en la otra me asomé a la ventana. Acababa de pasar el camión de la basura, escuché un “vamooo” pero ya demasiado lejos... como a unos setenta y pico de años de distancia.

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6. CARO BARBA CADA UNA DE MIS PARTES Se cayó, y todas las miradas me apuntaron pensando en todos los años de mala suerte que tendrían por delante. Hubo pedazos que cayeron sobre mi mano y me provocaron pequeñas heridas, hubo otros que re decoraron el living salpicando con trocitos punzantes. Cuando me acerqué al espejo para sacarlo de donde estaba, me capturó la imagen que fotografió de mí. Yo seguía ahí, con cada una de mis partes. Con la mirada insoportablemente soñadora que no descansa ni cuando duermo. Con mis labios esbozando una sonrisa, por las dudas... Porque uno nunca sabe. Mi cabello, se veía ordenado, difiriendo con mis pensamientos que jamás están tranquilos. Era yo, y esa imagen de mí me gustaba: serena...serena y especial... ¿Sería el mismo "especial" al que se refieren cuando me lo “dicen”? Rápidamente anulé lo que estaba analizando porque recordé que eso no me gustaba… y volví a mi imagen de venecitas que me hacía verme rara pero linda. Me gustaba verme rara...fragmentada en mil pedazos porque en realidad soy muchos pedazos, pero una sola, con cada una de mis partes.

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7. JAVIER CÁRDENAS EL ÚLTIMO ESPEJO El lúgubre silencio de la casa, estremece. Oculto detrás de la cortina del baño, temblando de frío, Omar no reúne el valor necesario para salir. Hace rato que la última gota cayó de la regadera y se estrelló a sus pies. Envuelto en una toalla húmeda, intenta recordar cómo fue que se animó a entrar y a ducharse. En las demás habitaciones, ya no hay peligro. Hizo quitar todos los espejos. Pero, en el baño, a ese espejo empotrado en la pared, no hubo quién pudiera arrancarlo. Desde que se acabó el agua caliente, viene retrasando lo inevitable. Cierra los ojos, asustado, y contiene un quejido. No quiere que lo escuchen gimotear. Repasa mentalmente, los detalles de lo que debe hacer. Descorrer la cortina de un solo movimiento, abandonar la ducha y alcanzar la puerta en un par de zancadas. Y sobre todo, pase lo que pase, no apartar la vista de la salida. Simple, preciso y factible. Inspira profundo, con el corazón palpitante. Luego de una breve cuenta regresiva, pasa a la acción. De un abrupto tirón, corre la cortina plástica, casi arrancándola. Salta de la ducha y su pie resbala en el piso húmedo, pero consigue mantener el equilibrio y evita golpearse contra el lavabo. Caerse hubiera resultado fatal; quedar así a su merced. De otro tranco, gana la puerta, saliendo y cerrando a sus espaldas. Aliviado, en su cuarto, termina de secarse con otra toalla, recuperando la compostura. Se mete en la cama. No puede quitarse de la cabeza, la fugaz visión del espejo que captó con el rabillo del ojo. Aún están ahí, enajenados, atrapados. Apaga la luz, cobijándose. Mañana, piensa, será otro día.

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8. HORACIO PETRE ESTADÍOS Un par más… y van… ¡Lo peor es la contractura!! ♪ “Se dice de mi…” ♫♩ ¡Ja! Como dice la minita esta del tango, una jovata ahora, pero que estaba refuerte… Aunque a mí el tango… ¡ni fu ni fa! ¿viste? Yo soy del rócan rol, chabón…¡ ¡Aguante el agite!! ¡¡Eh!! ¡¡Bien arriba ahí con un par de rayas!! ¡¡Aguante “LA FURIA DEL RINCÓN”!! Rocanról de verdá y no los jipones de Nito Mestre y los pelandrunes de siempre… Los sigo a todos lados a los locos… son una masa… ¡¡“LA FURIA…”!! Maravilla, el otro día tocaron en Laferrere, una fecha con unos pibes de Olavarría que eran unos crotos… ¡¡¡Manga de giles!!! ¡¡A batir cantina a la Loma del Orto, culiados!! Decí que para el final estaba “LA FURIA DEL RINCON” que la rompe... Ahora, lo que me decía El Cadena es que hay unos logis de La Plata, los Redonditos de no-se-qué-pindonga que vienen bien… Pará, pará que peino un par más…. *** ¡Ah…! Ahora sí… ¿Cómo te decía Gonzalito…? ¡Ah! Flor de quilombo se armó en lo de la turca el otro día… Un secuestro padre, chabón… Cayeron los melli pasados de rosca, venían colando pastas, los locos… de la cabeza estaban los monos… “de ROCHE” de energía… ¡¡Pero si son unos mamertos los drogados estos!! Se habían quedado a gamba, querían pegar Tamilán o no sé qué y los muy pelotudos tenían un yetebi de mil mangos… ¡Andá a comprar rabanitos con eso gil de goma! Ahora yo, yo la repiloteo… con la camerusa ¿viste? Ningún drama loco… Eso sí, la tiza la tengo que tener cerca, sino pinta el bajón “angustial”… y no da ni para arrancar en primera. Pero yo la tengo clarísima, no como los pinchetos estos de Querandíes que por una sopa son capaces de venderte a la vieja… Aguantá que habilito un par de rayas… 19


*** Y… ¡viste como es…! Pá, pá, pá, pá…. y dale que va… ¿sabés qué? ¡Pegué minita, man! Esa… ¡Arriba ahí…! Re-de-primera la loca, la conocí en lo de Cadena, de toque. Habían ido con la prima a pegar faso a la villa, viste, pero se les cayó la línea y se fueron para lo del quía, ahí nos conocimos… Re buena onda, la flaca no es del palo de la frula, pero se copó cuando la invité y se subió al bondi con la mejor. Ahí nomás transamos y la venimos curtiendo tranqui… En ese momento justo venía tomando de una piedra que era un infierno… ¡¡¡Qué pala!!! Le dabas un toque nomás, y así… ¡¡¡Así, mirá!!! Se te ponían los pelos de acá… No sabés como pegaba… Es re-del-palo la loca, pero de familia chetísima. La vieja es psicóloga… de la Recoleta, la conocí el otro día y me sacó la foto al toque… ¿sabés lo que me dijo? Que estaba en el estadío. En el estadío del espejo… ¿Te peino otra línea, Gonzalito?

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9. DIEGO ALBÉ LA VERDAD DEL ESPEJO La almohada nocturna y paciente modela surcos en su rostro, leves rastros de sueños que poblaron durante la noche sus íntimos pasillos. Los cabellos ensortijados siguen aferrándose al deseo de permanecer en ese otro mundo más dulce, aun en el destino efímero que lo hace sucumbir ante la realidad de un nuevo día. Hay que comenzar. O seguir, da igual. Del otro lado del espejo las cosas no se ven al revés. A lo sumo, piensa ella, se ven invertidas, que no es lo mismo. Levanta el brazo, abre su boca, observa la tormenta de sus ojos y todo el mar que los habita es demasiado para ser contenido. Desde hace muchos años cree creer que la imagen que le devuelve el cristal no va con su alma. Ni con sus feroces y deliciosas mil proezas por hacer. Lo mismo le ocurre con las fotos, el retrovisor del auto, el maquillaje antes de llegar al trabajo, los estanques. Sabe o cree saber con firmeza, que la juventud se fue corriendo como el agua que espera sus manos y el jabón para lavar culpas futuras. Culpas de no ser quien quiere ser y obrar en consecuencia. Pero ese es un tema más complejo; si al menos fuese linda, piensa, las cosas serían diferentes. De nada sirvió que su esposo le haya dicho que visite a un profesional. Mucho menos las palabras que como letanía un antiguo desliz con nombre de amante le recitaba cada mañana, diciéndole que era la mujer más bella del mundo. Tampoco sirven todos los elogios de otros hombres que ruedan por sus hombros sacándole sonrisas pasajeras que cada mañana desembocan en el lavabo como un río de mentiras. Para ella, todos mienten menos el espejo. Nada como la realidad, piensa. Lo que ella no sabe es que los espejos, pulidos, brillantes, fríos, no absorben complejos. Los espejos no saben de triciclos, ni de filas en el colegio, ni de bailes de quince. Los espejos no estuvieron nunca de acuerdo, sin embargo fueron obligados desde siempre a devolver sus lágrimas como si los reclamos fuesen justos. Ella nunca pudo ver que en el fondo, donde las líneas de las paredes fugan y la oscuridad gana terreno, voces invisibles le piden a gritos que aprenda a ver. Y cada vez, invariablemente, sus lágrimas o su hastío arruinan el momento de la verdad.

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Yo por mi parte hace más de un lustro que no la veo, pero supongo que si pudiera, biselaría mis palabras, haría más pulidos mis argumentos y lavaría sus manos con unción, con caricias de agua fresca. Y mirándola hasta el fondo de sus ojos, allí de donde parecen zarpar todos los barcos, le haría comprender de una vez por todas que la única verdad vive en el tiempo. Ese tiempo que hace desde siempre que las mentiras lleguen antes que los espejos.

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10. DICKY SCHEFER SOBRE UN NIÑO QUE VE EL INFINITO Esto no es una narración, no es la expresión de un sentimiento, ni de lejos poesía, ni siquiera el reflejo del paso del tiempo, y menos aún romántico. Hasta es en cierto modo, pueril. Pero es lo que hay en mí sobre espejos, desde chico. En el hall de la planta baja del departamento donde vivía de chico había, sobre las paredes laterales, dos enormes espejos, perfectamente enfrentados. Alguien debe haber pensado que eso era elegante y fino. De muy chico, antes que me mandaran al colegio en colectivo, en ese hall de entrada al edificio esperaba que llegara el ómnibus que me llevaba allí, muy temprano, con el sol amarillo aún débil. Tenía sueño. Y me aburría un poco la espera poco alentadora del programa de ir al colegio, donde sonaban timbres y me mandoneaban. En realidad me trataban muy bien, pero no tenía la misma anticipación de un chico que va a ir a una pileta. Entonces fue cuando descubrí que si me paraba en el medio del hall, justo entre los dos espejos, y miraba uno de ellos, veía muchos yo. Del otro lado igual. ¿Cuántos “yo” había? me pregunté. Conté muchas mañanas. Pero nunca llegué al mismo número. Éramos muchos, cientos y más que no llegaba a distinguir bien, porque nos esfumábamos poco a poco. Ahora sé que por la luz absorbida. Fue fascinante, el infinito estaba allí, casi. Y descubrí que existía.

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11. JUDITH VAINMAN ESPEJOS Dicen que Narciso, al ver reflejada su imagen en un arroyo, se descubrió tan bello que resultó luego incapaz de apartar la mirada de sí mismo, siquiera por un segundo, lo que le causó la muerte. Las aguas tranquilas de un lago fueron el espejo de los primeros hombres. Al principio, como Narciso, no tenían en claro que las aguas les devolvían su propio reflejo, y es así que desde sus orígenes los espejos estuvieron asociados a la magia y a lo sobrenatural, a aquello que no podemos comprender. A lo largo de milenios y en todas las culturas, el hombre se obsesionó con el reflejo de su imagen. Se han encontrado espejos de negra obsidiana que datan de hace más de 6.000 años. Luego, llegaron los metales pulidos: egipcios, griegos y romanos examinaban sus rostros en espejos de mano hechos de plata o cobre. Los chinos perfeccionaron el arte de los espejos de bronce. Mayas y aztecas también buscaron superficies pulidas de hierro, pirita, obsidiana, o simplemente agua en un cuenco que sirva de portal hacia ese otro mundo desconocido. Como la pintura de Basil muestra al verdadero Dorian, la imagen en el espejo se asoció con el alma. Y los mismos romanos que desarrollaron el espejo de vidrio recubierto con una capa de plomo, frágil, nos dejaron como herencia la superstición de los 7 años de mala suerte: en ese tiempo la vida se regenera a sí misma; entre tanto, el alma estaría perdida y el espejo roto traería infortunio a aquel cuyo reflejo contuvo. Los espejos eran privilegio de los ricos y poderosos: pocos podían estudiarse a gusto. No fue sino hasta el siglo XIX que se desarrolló la actual técnica de producción de espejos y estos estuvieron al alcance de todos.

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Hoy, nos rodean los espejos y las superficies reflectantes: en los baños, en los ascensores, en los autos; en las vidrieras y vidrios; en la puerta del placard. Los espejos se multiplican en nuestra sociedad de consumo. Y nosotros nos miramos y nos juzgamos. Creemos que ese reflejo que nos devuelven es una reproducción exacta de la cáscara, lo que los demás ven. Nos equivocamos. Así como la belleza (o la fealdad, o el kilo ese de más) está en los ojos de quien mira, el espejo me devuelve mi imagen cubierta con la pátina de mis miedos, de mis deseos, de mis valores, de mi confianza en mí misma. El espejo, miles de años después, sigue mostrando el alma.

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12. GUSTAVO PEDACE STRAUSS, DEBE SER, O PUEDE QUE CHOPIN Voy hundido en el asiento trasero de un Volvo 960 por Brompton Road. Tan cálido, tan azul, tan cuero, tan 25 grados adentro y agradabilidad. La primera vez que me siento a gusto en este viaje. La calle por la que voy está llena de negocios de todo tipo. Como si todos los idiomas y los colores entraran en las vidrieras. Llueve. En Londres siempre llueve. El tráfico se para y yo, que a esa hora no entro en ningún saco, apoyo mi cabeza en la ventanilla que repele gotitas y las junta para dibujos que cambian todo el tiempo. Una nena se acerca para ver quién viaja en el asiento de atrás de es Volvo azul. ¿Será un actor? Piensa, y se acerca tanto que casi puede verme. Creo que me adivina. A la noche, seguro le contará a alguna amiga que vio a alguien al que ella admira. El chofer me dice por el espejo: -¿Músic? Apenas debe hablar inglés. -Yes, lovely. Entonces Chopin (ahora estoy seguro). Entonces más lluvia en el vidrio y más dibujitos de gotas. ¿Es la misma lluvia que en Buenos Aires? Hago algo de ruido con mi anillo en el vidrio. Miro a toda esa gente que me es tan ajena. Me acerco tanto a la ventanilla para poder ver algo (por la oscuridad y el tono de los vidrios es casi imposible) que de pronto me veo. Me incomoda verme.

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Cuando me veo y me reconozco, todo lo que se estaba construyendo en mi mente se deshilacha, no puedo esquivar en esa mirada corta, intensa, casi de amante, en el reflejo de la ventanilla polarizada las verdaderas razones por las que elegí estar ahí esa noche, cómo me siento por estar lejos más allá de lo que cuento y escribo, qué traicioneras son una vez más las palabras. El chofer acelera, debo estar en Gatwick en media hora. Seguí todo el proceso ordenadamente. Subí cuando debía subir, me acomodé, me saqué las zapatillas, que ordenadamente acomodé debajo del asiento. Leí algo, repasé el menú una y otra vez. El vuelo no iba directo, y cuando eso pasa, siempre temo por el destino de mis cosas. Todo cordial en British. Algo distante, pero cordial. Salimos, la lluvia no paró. Tomamos fuerza y... de repente paramos bruscamente, nada serio creo, pero paramos. El avión está lleno de brasileños. Irrefrenables, pienso. Segundo intento... nada. Volvemos al lugar de partida, como en la Oca. Hay algunos nervios. Muchas preguntas ahora... ¿qué pasa, señor? Sin perder la sonrisa nos convidan cosas. Estoy solo, quiero llegar, me incomoda el pantalón, tener mi equipaje, que pensé podía conservar conmigo, en otro lado. Tomo el tercer jugo. Me relajo, al fin y al cabo, mejor que nos haya pasado antes de salir, pienso. Auriculares, búsqueda, y paro al fin en La Bohème. Le doy volumen.

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Me quedo colgado en los dibujos que la lluvia hace en la ventana. No sé cuánto tiempo voy a estar acá. La música, la lluvia, los vidrios, Londres, la luz tenue del avión, la gente que empieza a impacientarse y pregunta cosas, Bohème sigue. Casi que de tanto meterme para adentro me quedo dormido, y cuando doy con la cabeza en la ventanilla y despierto con sobresalto, otra vez la oscuridad la convirtió en espejo implacable. Y ya no puedo escaparle a las preguntas que valen, y tengo que dejar de golpe las que te estaba escribiendo en el aire, para volcarte más tarde en una servilleta como siempre hago: ¿Cómo estarás ahora? ¿Pensando en qué cosas? ¿Soñando qué cosas? ¿Escuchás música? ¿Llueve en Buenos Aires? ¿Serán iguales las lluvias de acá y de allá? ¿Por qué creo estar tan cerca cuando estoy tan lejos? Todavía Londres, Marzo 1997

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13. DANIELA DE LA ESPEJO Espejo es lo que refracta tu mirada. Espejismo es verte por las paradas de los colectivos, en las heladerías, en la calle y en donde no estás, todo el tiempo. Espejo es reflejo de la risa de un amigo que, aunque sea por burlarte, se vuelve contagiosa. Espejo es pensar en dos. Sea en un hijo, en un amigo, en un amor o en un amante. Espejo es una mirada sin ropa, borrada de tapujos, de tabúes, de inhibiciones y de condicionamientos sociales. Espejo es ser libre, besar sin trabas, odiar sin incomodidad, apasionarte sin remordimientos. Espejo es darte cuenta cómo un hermano menor intenta reflejarse en vos. Cómo te imita, cómo repite tus discursos, cómo espera tu aprobación constante. Espejo, finalmente, es aprender a verte a ti mismo. Sin desdobles, real. Ni mejor ni peor. Con una objetividad que, aunque imposible, es casi certera.

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14. MAURICIO CASTELLO Al contemplar ese rostro, Torvald se reconoció inmediatamente, veía incluso más en él que en su propio interior, podía detectar la maldad que se agazapaba en esa mirada. Giró su cabeza hacia a la puerta, la tarea estaba terminada. Caminando por la calle, cada tanto, miraba a su derecha, alineaba la vista con esos ojos y sincronizaba una sonrisa con la que cualquiera podría decir que era su misma boca. En aquella casa había quedado la anciana o, mejor dicho, lo que quedaba de ella, su cabeza nunca apareció. Una pierna en el pedal de la Singer, la otra sobre el infaltable patín con el que pretendía perpetuar el encerado del piso. Una mano en la taza de té y la otra sobre el diario del día que proclamaba en su titular un nuevo ataque de Los Gemelos del Infierno.

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15. CECILIA MOSTO La vampira Marta. Una apretada síntesis de lo que una vida sin espejo puede lograr en el GBA. Marta era oriunda de Villa Insuperable, La Tablada, y el Destino, concepto tremendamente incierto, quiso que la parieran vampira. No hubo banco de ADN capaz de comprenderlo ya que su padre era panadero y su madre costurera (la base de ADN de Villa Insuperable solo incluía “ocupación de los padres”). A Marta no le preocupaba haber destripado a su perrito cuando era un retoño, ni a sus tres mejores amigas de salita de tres. A Marta solo le preocupaba el enorme vacío que experimentaba cuando parada frente al espejo de su cuarto aparecían innumerable cantidad de porquerías, todo… menos ella. Decidió no quedarse quieta y como buena vampira peronista de la corriente Lealtad, organizó rápidamente un gremio que agrupara tanta insatisfacción. Poco tiempo después, y no con pocos sinsabores, su militancia y coraje hicieron que Marta fuera la primera vampira mujer en reconocérsele el derecho (por medio de una ley) a “verse en el espejo”. El Infortunio (así como el Destino en el primer párrafo) quiso que nunca se reglamentara y su lucha quedó inconclusa al morir muy joven de una estacada… Porque por sobre todo era una vampira y eso ninguna legislación por más argentina que fuera podía cambiar.

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16. DANIEL GOLDENBERG EL SALÓN DE LOS ESPEJOS Metió todos sus bártulos y se coló por entero. El hueco informe, del alguna vez magnifico ventanal, no opuso más resistencia que la de sus huesos desvencijados. Los restos de vidrio, esparcidos a desgano por el piso del vestíbulo del antiguo hotel, hicieron añicos el silencio al crujido de sus pasos inseguros. A la izquierda, un interminable pasillo flanqueado de incontables puertas y vigas podridas, servía de vía de escape a una rata famélica. En el lado opuesto del vestíbulo, la todavía reconocible arquitectura de una arcada revestida en piedra, anticipaba la dignidad de lo que en otro tiempo fuera el gran salón de los espejos. Sin detenerse a contarlas, observó con melancolía las sutiles siluetas rectangulares que, esfumadas sobre las amplias paredes laterales, se resistían al olvido. Las imaginó treinta y tres por lado, una por cada año arrojado a la misma basura que le proveía su miserable existencia. Al final de la gran sala y por encima de las fauces de una imponente chimenea, se erguía, absurdamente intacto, el señor de todos los espejos. Se detuvo en el preciso instante en el que un rayo de sol se filtraba desde el techo, como una falsa bendición sobre su cabeza enmarañada. Recortado en la humedad de la penumbra, el enorme cristal le devolvió, desafiante, la imagen fantasmal de un mendigo viejo y sucio. Se contempló con desprecio, durante un instante de eternidad.

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Desde los escombros, un trozo de ladrillo ennegrecido se ajustó de mala gana al puño tembloroso del vagabundo. El reflejo infame estalló multiplicado en infinitas miserias, cubriendo de pequeños espejos las escasas baldosas que sobrevivían al damero que ya no era. Qué más daban otros siete años, de esa vida de mierda.

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17. CLAUDIA CASTAÑEDA

Es la imagen que aparece tan idéntica a estos huesos. Se reservaría el derecho de admisión si refractara mis pensamientos. Pasarían a través del cristal color plata y se transformarían en gemidos y palabras. Evocarían imágenes de antaño y tendrían los colores del tiempo. Jadearían de dolores negros, grises y se envilecerían de placeres turquesas, lilas. Ostentarían frases no dichas y darían volteretas alrededor de estos huesos cansados. Sacudirían el letargo de una imagen que es, tan sólo, infinitas palabras.

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18. MERCEDES ANTÓN CORTÉS Me llamo Teresiana, y me siento muy sola entre esta caterva de gente que cada vez me hace menos caso. He pasado de ser tomada en brazos y acariciada y alimentada con mimo, a ser víctima del más absoluto de los olvidos. Solo con rigurosidad prusiana, el alimento, la higiene, el ejercicio… Pero eso sí, todo siempre dentro del recinto cerrado de la casa. Nunca poder ver a dónde acudían los demás, cómo era el mundo de fuera. Y encima ni una palabra, ni un juego, ni un mimo. Por eso fue que conocer a la otra cambió mi vida. Ella es pequeña como yo y le encanta saltar, y hacer piruetas, sacar la lengua, agitar su largo y delgado abanico, uno distinto a los de los demás. Siempre que la busco allí está ella, esperándome en el mismo lugar, mirándome fija, sonriente, cómplice. Creo que ellos no le conceden importancia a que tenga una amiga, a fin de cuentas creo que la ignoran lo mismo que a mí. Solo me molesta una cosa de ella: que imite todo cuanto hago, en algunos momentos hasta he pensado que se burla de mí. Pero no, no se lo he dicho, es una compañía que no quisiera perder.

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19. MARIANO DURLACH ESPEJÓFONO Allá por el 2010, mi Vieja cumplía 92 años y mi hermana acababa de comprarse un iPhone que no eran muy frecuentes de ver o por lo menos para mi madre que ya estaba residiendo en un hogar. En algún momento de la reunión familiar mi hermana establece una conversación con su hija, la nieta mayor que vive en Canadá para que la salude. Entonces mi hermana le pasa, imaginen y recuerden por favor la época, un pedazo de “vidrio” como si fuera uno de esos espejitos que usaban las damas antes y le dice: “tomá, hablá con Pía”. Primero, tendrían que haber visto la cara de mi madre ante la oferta de hablarle a su nieta a través de un espejito y después el comentario de mi hijo, que en ese momento tendría unos 14 años comentándonos: “No se sorprendan si un día la ven a Elva apoyando la cabeza contra un paño de la ventana queriéndole hablar a Pía”.

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20. ANDY PECAS EL ESPEJO SE RAJÓ DE PARTE A PARTE Todo comenzó (por poner un comienzo) en la parada del bus. Estaba tan tranquila esperando el 53, cuando aparecieron dos mujeres. Evidentemente, madre e hija. Cargaban unas bolsas del estilo de las de Ikea. Y una de ellas llevaba un espejo de pared. La mitad inferior del espejo estaba cubierta por unas de esas bolsas, pero la mitad superior quedaba al descubierto. Las mujeres se sentaron a mi lado. Parecían estar discutiendo algo sobre una fiesta o una ceremonia. Continué con mi lectura haciendo caso omiso al cotorrerío de las mujeres, cuando de pronto: ¡PAM! El espejo cayó sobre mi pierna y el punzante dolor que no duró más de dos segundos me invadió desde la rodilla hasta el alma. La mujer, preocupada, corroboró que el espejo estuviera bien. A mí me dedicó una mirada aséptica y continuó enumerando probables souvenires con la otra. El dolor había pasado. Pero quedaba un resabio de puntadas en mi rodilla y un odio in crescendo hacia esa desconsiderada que no había sido capaz ni de disculparse ni de interesarse por mi salud. Ellas seguían hablando y yo seguía acumulando fastidio. La pierna me dolía nuevamente y unas lágrimas de impotencia estaban a punto de caérseme aunque me convencí de que yo era mejor persona que ella y que, de alguna manera, su karma le haría pagar por lo que me había hecho. De mis cavilaciones krishnamurtianas me arrancó el sonido del whatsapp. Mi marido: “Gracias por este almuerzo con final feliz. No veo la hora de volver a verte el jueves, tkm”. 37


Lo primero que me indignó fue el “tkm”. Bastante esfuerzo hago en mi lucha contra el medio lenguaje de mi hijo adolescente sin tener que aguantar al padre. Lo segundo que me indignó fue que no era yo quien había almorzado con él, ya que según me había dicho, estaba en una reunión importante hasta las 15. Estaba anonadada, buscando el insulto justo para equilibrar la histeria con una tranquilidad de espíritu apabullante, cuando de pronto: ¡PAM! El espejo volvió a hacer el déjà-vu de la caída. Misma reacción por parte de las señoras. Reacción karmática de mi parte: Tomé con furia el espejo dichoso y lo arrojé estrepitosamente hacia la calle. Un camión de mudanzas (¡Oh, paradoja!) lo hizo añicos. La mujer, dando unos chillidos espantosos, comenzó a golpearme con las otras bolsas. Me defendí con uñas y dientes y acabamos las dos por el suelo, boxeándonos como si no hubiera un mañana. Su madre me atizaba de cuando en vez algún puñetazo pero yo los ignoraba. Algún descerebrado llamó a la policía. Y pasé tres horas en el calabozo pensando si llamaba o no a mi marido para que me sacase de ahí. Tenía mucho enojo acumulado. Finalmente, primó la no dignidad y lo llamé, fingiendo que nunca había recibido aquel mensaje equivocado. Volvimos a casa sobre la medianoche. Él contaba nimiedades mientras yo repasaba mi mantra interior: La venganza es un plato que se saborea frío.

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21. MARIÁNGELES SOULES Cada vez que te acercas yo allí estoy pero cuando te alejas me evaporo por qué no te das cuenta que con tu ausencia me matas de a poquito hasta que vuelves. Yo soy muy importante ante tus ojos. Sé que siempre me miras y no me hablas. Estamos así unidos ayer, hoy y siempre. Los dos envejecemos al mismo tiempo ¿Por qué no dices una palabra? Si pasas a mi lado y te detienes, me miras otra vez y te retiras. ¿Acaso no lo sientes? Soy tu reflejo. Sin ti no tengo vida. Y aunque pasen los años siempre estaré esperándote en el espejo.

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22. GUILLERMINA SILVIA D’HERBIL Hoy la vida me sonríe... Hoy me desperté, ya era de día, cielo turquesa, clima ideal, pájaros que cantan. Me duché... Miles de cilindros cayendo sobre mi espalda. Qué placer. Algunas veces, mi vida me parece perfecta. Elijo un vestido, floreado, vaporoso, liviano, qué bien queda con mis zapatos violetas. Hoy la vida me sonríe, tengo por delante un día lleno de cosas lindas, nada malo puede pasar hoy. Respiro y el aire que entra en mis pulmones, huele a jazmines. Salgo y, ¡¡Oh!! No me olvido nada, tengo el celular, la cartera, las llaves... ágilmente bajo las escaleras que me llevan al palier del edificio. Mierda... ¡¡¡A quién carajo se le ocurre poner semejante espejo!!! Qué pena que me olvide de no mirarme, ¡¡¡estaba tan contenta…!!!

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23. ANDREA GOLDBERG Ahí viene el del 7mo. Son las tres de la tarde, almorzó ensalada y me muestra obsceno el trocito de rúcula entre los dientes. Ensaya la sonrisa lánguida que va a desplegar ante los empleados. Un gerente tiene todo el derecho de salir a almorzar para tratar los importantes temas que lo ocupan. Sin querer, roza la espalda de la del 12 que sigue pintándose los labios irregularmente antes de su entrevista de trabajo. Está nerviosa, a mi no me engaña. Quiere que la tomen y viene haciéndome morisquetas todo el trayecto. Le dicen ejercicios de relajación. El cadete del 9no. ¿está silbando o poniendo cara de pato? Esta vez se sacó el casco, se le ve la facha de grandulón. Está un poco pasado de edad para ser motoquero. Se gana la vida. Por el ancho de su espalda calculo que todavía tiene con qué chamuyarse a las secretarias. Pucha, la vieja del 3ro., Directora General de Todo. Se agacha como para buscar algo en la cartera desgastada, teléfono en mano y sigue repartiendo órdenes entrecortadas. Esa camisa roja la hace ver quince años más, debería bajar dos tonos la tintura azul azabache. Claro, es Directora General de Todo no solo aquí, en la peluquería mi compadre tampoco se le anima al feedback, la Señora tiene contactos en todas partes. Mirá si le manda una clausura. Este me cae bien, le dicen “Hola Nachito”, el de la rúcula lo mira con ganas. No sé bien ganas de qué le tiene a “Nachito” No hay que ser mal pensado, tiene ganas de compartir una birra con él después del día de laburo. La gente tiende a pensar que lo sé todo y puedo revelarles lo innegable, que ese es nuestro súper poder. Me temen. Si quiero puedo cagarles el día o la vida entera. Soy su interlocutor más sincero, el más cruel. Una trampa en el bosque para un oso descuidado. Una bala en el entrecejo del ego, un espejo de un ascensor cualquiera

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24. ROXANA CONTI CALEIDOSCOPIO Vidrios de colores en una cajita de espejos, dan vueltas y siempre caen diferentes. ¿Quién maneja los hilos de ese caos? ¡Quién pudiera predecir si el azul hará conjunción con el amarillo o con el verde, o si el naranja formara una flor con el blanco y será una explosión en los ojos! Soy, somos, vidrios de colores cayendo en cascada. ¿Epigenética? ¿Azar? ¿Ambos? Es que somos, según quienes y qué nos rodea. Si la bella composición caleidoscópica del naranja con el blanco es maravillosa, lo es más aún si un leve movimiento provoca que el trocito de cristal rojo caiga justo en un vértice para formar algo más fascinante aún. Una melodía o una voz nos erizan la piel. Una caricia nos enciende. Un grito nos derrumba. El trato amable nos insufla optimismo cual endorfinas. El filo de una palabra nos mata. El humor de quienes nos rodean nos cambia el día, y hasta la vida, en uno u otro sentido de la escala cromática; del gris más triste hasta el rojo más encendido y vivaz, pasando por los lilas, índigos y violetas apacibles, y los ocres, naranjas y amarillos vibrantes. Caleidoscópicas emociones cayendo en cascadas. Se acomodan según quién y cómo nos mire, o cómo nos dice lo que nos dice, si sonríen los labios que nos nombran, y hasta si una frase displicente nos roza apenas. Se acomodan y también se desacomodan cuando sabíamos que ahí, justo ahí, estaba la conjunción más bella de emociones. Pero el trocito de cristal, ese que estaba en un rincón, cayó justo en el vértice.

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25. HORACIO TORT Luis encendió un cigarrillo y se recostó boca arriba dando la primera bocanada. Se quedó contemplando la escena e inmediatamente se maldijo por no tener su cámara fotográfica. Al igual que otras veces y a pedido de él, luego de haber hecho el amor desenfrenadamente un par de veces, Luna se había quedado dormida boca abajo y, por supuesto, totalmente desnuda. A Luis le gustaba contemplarla de esa forma, su cintura ceñida, sus curvas insinuantes, el bronceado de su piel. Adoraba acariciarla suavemente, cantarle alguna canción o susurrarle alguna poesía al oído, que Luna disfrutaba hasta entrar en una somnolencia reparadora. Su cuerpo era espléndido y la forma que espontáneamente había tomado al dormirse, reflejada en el espejo del techo, era digna de verse con atención. Mirando hacia su lado y con el pelo negro algo despeinado, Luna se veía hermosa como siempre. Solo era una pena que al dormir ocultara esos ojos verdes que le robaron el corazón desde un principio. Los brazos apenas flexionados descansaban al costado de su torso, el cual dejaba asomar el contorno de sus pequeños senos. La pierna derecha casi vertical, con la punta del pié hacia abajo y la izquierda algo flexionada, hacían que su cola adoptara una firmeza adicional innecesaria, pero muy agradable a la vista. Y esas piernas entreabiertas dejaban apenas adivinar una vagina aún mojada. Pero lo que le daba espectacularidad a la escena no era solo Luna y su belleza, sino la luz que la bañaba. Era la del farol de la calle, que alcanzaba de manera directa esa habitación en el primer piso del hotel, y que sorprendió a Luis al momento que apagó la luz que los había iluminado hasta entonces. Esa luz, proveniente de la calle, ingresaba al cuarto a través de las rendijas de la persiana en forma de franjas luminosas que seccionaban sus cuerpos y el cuarto entero en una arbitraria elección de luces y sombras.

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Luis no podía quitar la vista de ese espejo. La imagen vertical sobre el cuerpo de Luna era aun más impactante que verla directamente. Luis sintió que no podía aguardar más tiempo sin compartir esa escena con Luna y al cabo de unos minutos comenzó a besarla delicadamente. Primero el cuello, luego la oreja, luego los labios. Ella fue despertando de a poco con una sonrisa, le gustaba que Luis la despierte de esa forma. Al abrir los ojos Luis le señaló el techo y al girar su cabeza ella quedó tan impactada que se dejó caer de espaldas sin emitir palabra. Allí estaban los dos, boca arriba, tomados de la mano, sus cuerpos desnudos, mirando embelesados como la luz caprichosamente los bañaba en forma de franjas. Luego de unos instantes se volvieron a besar y Luna se montó sobre él, y fascinada al ver a su cuerpo diseccionado por las líneas de luz, comenzó a moverse acompasadamente, echando su torso hacia atrás cada tanto para poder mirar esa mágica coreografía de luz y movimiento en el espejo del techo. Moviéndose ambos en una perfecta sincronía llegaron al orgasmo al mismo tiempo y quedaron abrazados al amparo del espejo que los reflejaba con complicidad. Luis y Luna adoptaron ese cuarto de hotel al que volvieron muchas veces durante muchos inviernos, ya que descubrieron que, en verano, el paraíso que había en la vereda se llenaba de hojas y el efecto lumínico se perdía, convirtiéndolo en un cuarto de hotel común y corriente con un espejo en el techo.

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26. CECILIA GOMEZ NALE EL FABRICANTE DE ESPEJOS El lugar no era gran cosa. Para ser honestos, llamarlo “pocilga” habría sido un halago. Pero así es como el tipo se sentía cómodo trabajando. Además, tenía esa cosa de genio loco que encuentra lo que necesita en su taller, en medio de su desorden y de su mugre. Tal vez en algo de eso también residiera su magia, porque su labor tenía algo de alquimia y su reputación llegó a los lugares más lejanos por ser el único en su oficio que creara tales maravillas. Venían gentes de todos lados y con las más insólitas de las ocurrencias; algunos eran ricachones, otros de la media. Y algún que otro pobre que necesitara de sus favores. Mario escuchaba atentamente el requerimiento de cada cliente, sin tomar nota siquiera. Y luego, en silencio sacaba cálculos mentales de costos y tiempos. Nunca dejaba de cumplir con los pedidos y las entregas. Los compradores, satisfechos y generosos, lo recomendaban sin egoísmo porque sabían de la exclusividad de cada pieza. Alguna vez me pedía consejos; y yo como ayudante y aprendiz, pasaba a sentirme importante. ¿Le pongo el pelo más largo a la señora de Gutiérrez? A don Alfonso lo voy a hacer más alto, ¿no? El Wiggins ese, el que hizo el pedido desde Inglaterra y hay que mandárselo por encomienda; creo que le va a gustar que los dientes le salgan más derechos; mirá la foto, ¿qué te parece, Leo? Y yo opinaba, él reflexionaba y luego decidía. Tenías razón, Leo -cuando el cliente le agradecía contentísimo-; hiciste bien en sugerirme esa idea. Y a veces, ni siquiera había sido mía; solo había sido cuestión de refrendar la suya. El tipo era humilde. Y era un buen jefe. Yo quería aprender y para eso observaba su trabajo minucioso. No pretendía robarle la fórmula, porque mi intención era seguir con él, aprendiendo, y el día que ya no estuviera continuar con su negocio, que más que lucrativo en dinero era estimulante en el resultado. 47


Para mí eran solo espejos. Espejos comunes y corrientes. Cuando les daba el acabado final o me tocaba limpiarlos antes de la entrega, eran tan solo espejos. Les hacía rebotar las luces o les cambiaba el ángulo y lo que hacían era devolver la imagen. Yo no me veía en ellos muy distinto que en el del baño de mi casa. Pero los clientes sí. Y solo funcionaban con los propios. Por eso, una vez vino un señor, con mucha plata y mucha tristeza a pedirle a Mario que le hiciera todos los espejos de la casa. En ellos quería verse con la que hasta hacía poco había sido su esposa… que luego se escapó con otro. El pobre hombre seguía enamorado pese al desengaño y no quería mirarse en espejos que no fueran los que fabricaba Mario. Porque en esos espejos él se seguía viendo con ella, juntos y contentos. Algunas noches que pasé tarde por el taller vi la luz prendida. Y al espiar por una ventanita ahí estaba Mario, rascándose la cabeza con el codo apoyado en la mesa de trabajo; absorto en libros y fórmulas. Otras veces, lo encontraba pensativo, con la mirada fija en lo alto, en uno de los ángulos que forman las paredes del fondo y el techo. La vez que lo vi llorando, quise entrar a consolarlo y si podía, serle de ayuda; pero seguramente no lo fuera. Solamente Mario conocía el secreto de fabricar espejos a la medida de la imagen del deseo de cada cliente y seguramente se llevara el misterio con él a la tumba. Junto con la frustración, a pesar de todos los intentos, de crear un espejo en el que pudiera mirarse y verse Anita, su hija ciega.

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27. FER IÑARRA IRAEGUI Ojalá ese espejo me mostrara el reflejo de mi viejo que se fue. Poder vernos jugar con las palabras como tantas veces nos habrá visto hacer. Ojalá retuvieras aquellos gestos ese guiño que solía regalarnos, su sonrisa cómplice y barbada, las imágenes que retuvo en esos años. Pero no, no encuentro ese reflejo solo veo un vacío infinito Cubriré con sus fotos el espejo y ya no importará que no hay reflejo.

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28. ANTONIO LENDÍNEZ MILLA Espejos son los reflejos de la realidad que apreciamos y vemos. Todo lo que observamos es nuestro reflejo. El espejo nos señala cómo somos. Nuestra mirada se refleja en lo que vemos. Es nuestra interpretación, no sólo de nuestro aspecto físico, sino además de lo que en lo psíquico aceptamos, y, con nuestra aceptación creamos, o recreamos. Todos recordamos la secuencia en “Ciudadano Kane”, de Orson Wells, donde en la habitación de los espejos, su imagen se multiplica, metáfora de la división no solo de nuestra visión, sino del reflejo de los distintos puntos de vista. Su visión le enloquece, no sabe salir del lugar en donde está atrapado. Comienza a romperlos, pero su imagen se multiplica. Curiosamente cuanto más rompe en su afán por salir, más se divide y se divide. Esa escena la hemos visto recurrente en el cine muchas veces, en la pintura y en la fotografía como metáfora de la realidad. En la imagen literaria de pasar a través del espejo, se cambia de espacio, se atreve el protagonista a preguntar: ¿qué hay detrás de esa imagen, tras ese reflejo? Se torna entonces reflexivo el observador. El espejo te devuelve eso, tu mirada, es lo que ve, o, hay algo más detrás de ti; ¿quién está mirándose en el espejo? Atravesarlo, transcender esa imagen, se nos muestra como solución. La comprehensión de lo que somos. Este mundo de espejos en el que nos hallamos, encuentra la respuesta en atravesarlo, y transcendiéndolo, como remedio a la incomprensión de lo que miramos sin ver. Nuestro autoconocimiento nos lleva a mirarnos por dentro. El espejo refleja nuestra mirada. ¿Qué vemos, cuando nos apartamos de ese espejo? ¿Seguimos mirando fuera nuestro propio mundo? O ese mundo que observamos nos es ajeno. Con todo nos podemos identificar, tomamos partido, continuamente lo hacemos. Tenemos ideas propias o, nos hacemos con los gestos de otros. ¿Son esos también nuestros gestos? Imitamos los gestos como aprendizaje, y al pronto, ya con el tiempo, nos percatamos que la repetición automática de esos gestos, no asimilados y depurados por nuestro entendimiento, forman parte de un programa que, por dentro nos está destruyendo. Si no asimilamos bien ese alimento, lo que vemos, esos gestos, se instalan como un virus informático, manejando nuestro comportamiento, nuestra vida, nuestros sentimientos. ¿Son esos los malos pensamientos? Acabarán dominando nuestro carácter, si no aplicamos una mirada reflexiva a cada uno de esos gestos, antes de integrarlos como nuestros. 50


Hemos de liberarnos de lo que nos oprime, de lo que somos esclavos, de lo adictivo, de esos gestos. Espejos son nuestros hijos de lo que hacemos, al verlos en ellos nos vemos reflejados como en un espejo; ellos se reflejan y aprenden de nuestro comportamiento. Nos imitan, o aplican su conciencia no imitándonos, saliendo de ese patrón; cuando se percatan de lo que no vemos: seleccionan nuestros gestos. Si no hay observador, consciente y atento, repetiremos y repetirán, los gestos transmitidos, no resueltos. ¿Quién soy, a veces pienso, lo que refleja el espejo, o, el que mira su reflejo? Con vosotros lo dejo...

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29. JORGE PAILHÉ EL ESPEJO QUE NO REFLEJA Quiere la leyenda que una tarde cualquiera, apacible y calurosa, una feria gitana llegó al pueblo. Los niños perdieron algunas horas de juegos y los viejos la siesta, tanta era la expectativa que había por verlos. Los gitanos desplegaron en cuestión de minutos sus puestos llenos de colores y fantasías, y algunos hasta salieron a recorrer el lugar haciendo acrobacias y mostrando sus artes de prestidigitación y magia. Cientos de voces se cruzaban en el aire anunciando jarabes para la tos, verduras frescas y reliquias del siglo 18. Entre la muchedumbre caminaba Ismael, encerrado en su propia soledad. Iba sin destino fijo, sin saber qué quería ¿o sí? Un gitano gigante que vendía antigüedades varias pareció saber quién era o qué quería y le hizo un gesto ampuloso con sus enormes brazos. “¡Llévese el mejor espejo que tengo, patrón!”, lo llamó. Ismael apenas lo miró, pero escuchó con atención una por una las palabras de ese hombrazo que le sonreía y señalaba un espejo bastante percudido y parcialmente oculto por una lona sucia y descolorida. “¿Este es el mejor espejo que tiene?”, preguntó Ismael, casi más por curiosidad que por necesidad de tenerlo. “Sí, patrón; el mejor del mundo, si me permite”, retrucó el gitano. Ismael se lo quedó mirando sin nada que decir, así que siguió: “es el único espejo que no refleja, sino que absorbe: si usted se pone delante entrará en él, y saldrá convertido en lo quiere ser, pero no se anima o no puede”. Ismael se quedó silencioso y maravillado a la vez, mirando alternativamente al gitano y al espejo. “¿Y todavía no lo vendió?”, quiso saber. El gitano, serio por primera vez durante el diálogo, hizo el gesto de negación con la cabeza: “No, nadie se quiso arriesgar”.

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30. DE RAEDEMAEKER SANCHU Capaz se vea en cada cosa que hace, o dice, o piensa. Capaz niegue otras y pasado el tiempo, experimente sus antípodas. Una es la que está enfrentada con el vidrio y la otra es la que tiene ganas de romperlo con la mano. En esta posición que la atormenta y la otra que perdona todo, vamos pasando. La que ajusta, y la que acaricia. La que se lleva el mundo por delante, y la que se agacha para que no la vean. La que enamora y fastidia. Será que no se aguanta, cuando no tiene el horizonte claro. Será la miseria de no saber lo que quiere y confunde tanto. La que transforma en monstruos a algunas personas, y huye despavorida. La azafata, pintora, jardinera, cocinera, abogada, médica, asistente social, psicóloga, cantante, poeta, mucama, niñera, chofer, maestra, vendedora de espejitos de colores, la bruja y la amante a medias. ¿Será lo que deba ser? O los naipes que el destino baraje. Será la vereda, o el pájaro aparecido detrás de cada muerte en lista de espera. La que busca un rincón seguro, lejos de toda responsabilidad que impone la vida y sus sorpresas. Y también, olvidando momentos que el alma recuerda. Y si la despiertan, que sea para proponerle un sueño mejor, de no ser así, recomienda el doctor… que la dejen dormida.

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31. SER ROS ...la imagen no se le devolvía, se le negaba desde aquel momento en el que perdió la memoria. Deambulaba por la casa en un sinsentido balbuceante donde el paso por las distintas habitaciones vacías solo le incrementaba su desconcierto. Imposibilitada de concentrase en sus pensamientos, noto que no sufría ni frío ni calor, no sudaba ni tiritaba, simplemente no sentía. Con el transcurso de las horas su sensible agitación fue trastornando su estado emocional al punto de la desesperación. Debía encontrar una explicación para su estado y esas sensaciones encontradas que no la dejaban de agredir. Su estado era insoportable, el no poder encontrar a nadie solo agravaba su malestar, y esos malditos reflejos que se le negaban, no la reconocían; solo podía imaginarse en ellos, pero los espejos y cristales de la casa no daban signos de ella. Las horas avanzaban, la luminosidad del día fue desapareciendo gradualmente y una feroz oscuridad todo lo invadió. Sin sonidos ni signos de vida la situación solo empeoró, la soledad convirtió su estancia en algo mucho peor de lo que había percibido hasta ese momento. Al cabo de varias horas, sin poder saber cuánto tiempo había pasado, una tenue luz se esbozó a través de las hojas de los árboles, luego se convirtió en un haz, y posteriormente en un par. Finalmente el vehículo se detuvo frente a la casa.

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Sus hijas descendieron y avanzaron hacia el pórtico sumidas en un abrazo profundo de apoyo y contención. Corrió hacia ellas, pero no la vieron; solo escuchó sus llantos y congoja, y entre medio de estas las palabras tan terribles... “Mamá se encuentra en un lugar mejor”…

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32. JULIO FERNANDO AFFIF LUNA NEGRA El beso de la brisa del Caribe me robó de mi boca la ternura. Luna Negra sumida en mis recuerdos ceremonia furtiva. Cadencia y altivez que se detiene sobre mi voz enronquecida, he visto las estrellas de la noche allegarse en el cenit de este día. Y llovieron fugaces los deseos cuando el impulso de la misma vida torció el espejo de las intenciones y tornó en remanso la alegría. Ya veré las razones sin razones, volverá la noche con la luz del día. Buscaré la sombra luminosa y encontraré colinas encendidas. Una ronda de palmares suspendidos en mi humilde imaginario sensitivo forjará recuerdos que no tuve, arenas blancas y un rubor cansino, armará tejidos invisibles, ardoroso fragor de los caminos y llegaré con las manos extendidas a tocar los presagios del destino. Julius Khalil

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33. MARIASI CAÑIZAL PERSONAS COMO ESPEJOS Por fin le dije que lo amaba y él me dijo que también. Pensé que él no, hasta ahora; pero no era tan así. Le dio seguridad que yo se lo diga entonces se animó. Cuando decidí cambiar de casa, a los meses él también y cuando pido champagne para tomar como única bebida en la cena, él ahora por suerte también lo prefiere. Nos acompañamos, es tan lindo. Hace un tiempo prefiero quedarme en casa y no salir tanto, y él se acomodó a que pidamos comida y miremos una peli. Me entusiasma que estamos programando un viaje con mis amigas solas; ayer vino a contarme mi novio que el sábado se va con sus amigos al Sur, ¡qué bueno! Estoy en un período de introspección, con cierto grado de profundidad, animándome a bucear entre la oscuridad más tapada de mi ser. Justo este fin de semana mi novio fue a una ceremonia de ayahuasca: ¡no saben a cuánto autoconocimiento llegó! Qué alucinante. Me gusta la cocina, investigar en sabores, tener mis aromáticas en casa, hacer comidas probando combinaciones nuevas y ¡no saben qué divinos los padres de mi novio!, para su cumpleaños le regalaron la fabricación de una pequeña huerta para el jardín de su casa, ¿no es genial? Me siento rara últimamente, tengo algunos altibajos emocionales. Mi novio empezó terapia por primera vez, me pone contenta que se analice. No tengo mucho tiempo libre, me entretengo con muchas cosas últimamente. Mi novio tiene un montón de trabajo y también nuevos grupos de amigos con los que empezó a verse más seguido. Estoy algo rara, siento como una sombra que me persigue y me encuentro algo inestable. Mi novio vino a decirme que no quiere estar más conmigo.

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EDICIONES LIPE DOMINGO 17 DE AGOSTO DE 2014

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