LA MENTIRA

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LAMENTIRA


Portada L. Alfonso MartĂ­n Disney


LA MENTIRA


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CONSIGNA DEL DOMINGO 31 DE AGOSTO DE 2014 Consigna

LA MENTIRA

Ponente

CARO BARBA

Víctima:

cuál es el umbral de desilusión ante la misma.

Victimario:

cuál es el sentimiento que te genera el decirla.

Motivo:

comodidad o protección.

Género:

a elección.

Duración:

apta para gente con muchas actividades y con ganas de leer.

Con la mano en el corazón o con el corazón en la mano... ¡¡¡A escribir!!! Si no es ficción, que NO se note.

Daniela Acher

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Javier Cárdenas

EL OTRO

Mentiste. Lo noté de inmediato por la manera en que tus ojos me rehuyeron. Además, cambiaste de tema y te alejaste de mí, pretendiendo escapar. Esa táctica no va a conducirte al éxito. Es tan pequeño el departamento, que no vas a poder eludirme por mucho tiempo. Hubiera resultado más simple confiar en mí, pensar en que lo iba a entender y que sería comprensivo. ¿Acaso no te quiero? Sabes que sí. Me das la espalda, limpiando unas zanahorias en la mesada. El sol que entra por la ventana, se filtra a través de tus cabellos. Estás en falta, pero prefiero no insistir. Parece que, de tu parte, la conversación está terminada. Me duele que me engañes, sobre todo, cuando puedo sentir su olor en tu cuerpo. Ya te perdone más de una vez. Te conozco, y sé que no tenés el valor necesario para cumplir tus promesas. Sólo son palabras, vacías y huecas. Te dejo sola y en la habitación me aboco a buscar indicios. Doy vueltas el lugar, hasta que obtengo resultados. Cuando regreso a la cocina, me estás esperando con los ojos húmedos. Arrepentida, musitas que te perdone. Es lo de siempre. Más de lo mismo. Me dirijo hacia la ventana y la abro. Estrujando el atado de cigarrillos que traigo en la mano, lo arrojo con fuerza hacia la calle. Cierro, mientras me miras, esperando mi reacción. −Que sea la última vez− advierto, ceñudo. Asentís con la cabeza, moqueando. Me siento, tomo el control remoto y sin mirarte, enciendo el televisor.

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Julio Fernando Affif

SABER JUGAR

La rubia de sonrisa cómplice trataba de hacerse notar en el medio de una conversación netamente masculina. Su orgullo no le permitía aceptar que con tantos hombres a su alrededor nadie le daba la importancia que ella sabía ganarse desplegando simpatía y belleza. Había intentado en tres oportunidades mediar en la animada charla de los varones, pero no lograba hacerse oir. Por una vez en un millón, los hombres estaban tan entusiasmados en su conversación, que les interesaban más las opiniones que la despampanante rubia. Me separé levemente del grupo para agarrar una copa de vino y ella aprovechó la distancia y un comentario suelto de algún otro y me espetó casi con soberbia: −Yo salí campeona de Truco en el torneo regional del año pasado… La miré con tranquilidad displicente y contesté:

−Lamentablemente nunca aprendí a jugar al Truco, porque no sé mentir. Todavía no sé por qué, pero no volví a verla en toda la noche.

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Cristian del Rosario

OTRO GÉNESIS

−¿Qué es lo que deseas? Es tu premio por no haber hecho caso a la serpiente, cuando te incitó a probar del árbol de la sabiduría; pídeme lo que quieras y te será concedido− dijo Dios. Adán pensó unos segundos y pidió con vos firme:

−Quiero que no exista la mentira. Dios, sorprendido, lo miró y le preguntó:

−¿Estás seguro de lo que me estás pidiendo? −Sí−, mintió Adán por última vez. −Concedido−, se escuchó decir a Dios y desapareció. Adán, en ese instante, fue invadido por una gran desazón, había adquirido la certeza que Dios no existía. Así, junto con la mentira, habían desaparecido la ilusión, la esperanza, las dudas, los sueños y toda forma alternativa a la realidad, aquella que ahora se imponía con toda su crudeza. El paraíso se convirtió en un lugar, igual a tantos otros, en el que comenzaba la espera insoportable de la segura muerte.

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Mariangeles Soules

LA MENTIRA

Había vivido la vida mintiendo de tal manera que ya no recordaba cuál era la realidad, ya nadie le creía una palabra, ni la madre, ni sus amigas, ni su marido. Todos sabían que de un modo u otro siempre inventaba una mentira, se gastaba la plata que tenía para la comida del mes en ropa, zapatos, carteras, aros o perfumes importados; claro, después no sabía cómo hacer para llegar a fin de mes y ahí empezaba a pedir prestado, pero siempre en base a mentiras que ni ella misma se las podía creer. Durante un tiempo todos la ayudaban pensando que algún día iba a madurar y que dejaría de mentir, pero no, los años transcurrían y las mentiras no cesaban, al contrario se hacían más sofisticadas. Ella no sabía vivir sin sus inventos, salía con otros hombres porque no lograba llenar su vida en la realidad de su hogar, él lo sabía pero se lo toleraba a pesar del dolor que le causaba. Así vivieron un matrimonio de mentiras durante ocho años, él mudándose a otra habitación porque ella no soportaba estar ya a su lado y no tenía sentido seguir compartiendo ese dormitorio en donde parecía que convivían dos extraños. Un día él conoció a alguien que lo contenía, lo amaba y principalmente no le mentía, sólo que no quería dejar a su esposa y empezó a mentir: “Vuelvo tarde porque voy a jugar un partido con mis amigos”; “el domingo después de almorzar me voy a la cancha” y así seguían las mentiras, claro que ella lo superaba en cuanto a la forma de inventar excusas para ausentarse de la casa algunas noches y de este modo siguieron dos años más hasta que ella descubrió su engaño y nunca nadie pensó en que podría reaccionar así. Le tiró la ropa fuera de la casa, lo denunció por adulterio y comenzó a hacerle la vida imposible, no soportaba recibir de su propia medicina. ¿Cuál era el problema del engaño? Si ella misma lo vivió engañando, si ni siquiera se sabía si esos niños que habían tenido eran o no de él. La mentirosa no resistió que le mintieran y terminó su vida llena de rencor y maquinando formas de vengarse del que tantas mentiras le soportó.

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Antonio Lendínez Milla

LA MENTIRA

Si mentir es el principio de la manipulación y del manejo de un ser humano por otro, la imposición de un poder sobre otro, mentir por definición es decir lo contrario de lo que uno piensa, con intención de engañar. Quien quiere sacar ventaja se refugia en lo oculto, en lo que no está claro. El poder y el dominio ocultan la verdad, se quedan con parte de la información, y, la utilizan con ventaja, para conseguir el sometimiento del otro o de otros. La palabra puede ser mentirosa intencionada, o consciente a tu sentir, dicha desde la verdad de cada cual. La palabra cura como un bálsamo o hiere y mata como una daga. Las palabras armas son de doble filo. Hablar con verdad, delicadeza y respeto, es con amor, comenzar a hacer amigos. La intención oculta es la que nos dará la clave para distinguirla de la mentira. Cada observador tiene su punto de vista. En la búsqueda de la verdad absoluta, hay pequeñas verdades posicionales. Cada punto de vista determina una visión distinta. Las partes conforman el todo. En el esclarecimiento de la verdad no puede haber dudas. Sí o no, verdadero o falso. No se pueden manipular las pruebas en un juicio, a fuer de que sean consideradas falsas; luego mentirosas, no descriptivas de la verdad que se quiere esclarecer. Lo contrario de mentir es decir la verdad. La verdad en consciencia de cada uno, sin intención de engañar al otro. El niño pierde la inocencia cuando aprende a mentir. Lo hace cuando se da cuenta del juego falso y manipulativo que ejecutan los mayores. Entra en ese juego. La mayoría de edad la obtendrá cuando pueda darse cuenta, de que también él es responsable de sus acciones. Y de que su intención consciente determinará la honestidad de su comportamiento. Mentir o no mentir tiene sus consecuencias. Libremente comenzará a dirigir su vida. Si uno quiere recomponer su vida, como primer paso, tendrá que comenzar a no mentir, es decir, a no mentirse a sí mismo. Todo en esta vida es reflexivo, pasa por nuestro filtro. Si eres sincero y honesto contigo, lo serás también con los demás. Cada uno vive su realidad, es la propia de uno mismo, cómo es sentida por cada uno. El intérprete de la vida es uno mismo. Cada uno es el creador de su existencia, de su día a día, de cada instante. La mentira, en el fondo, no satisface a nadie, ni siquiera a uno mismo. Dice el refrán castellano: “Se coge (agarra) antes a un mentiroso que a un cojo”. De nada sirve mentir para

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eludir responsabilidades. Honestamente, no me interesa la mentira; quiero vivir en paz conmigo mismo. Nada me llevaré de la manipulación torcidera de mis palabras mentirosas. No alimentan, ni mi vida, ni mi espíritu. Esas vituallas acabarán sentándome mal, acabaré teniendo dolor de estómago. No las traga mi organismo. Si hay un paraíso por descubrir en esta vida, es la vida sin mentira. Ninguna relación puede sustentarse en ésa. El esclarecimiento de la realidad pasa por desenmascarar al mentiroso. Descubrir que nos mintieron –eso sí, con la mejor intención, querían lo mejor para nosotros, y nosotros obedientes les seguimos-, perdonarles y perdonarnos a nosotros mismos. Puede que ese sea el tan perdido Paraíso. ¿Mentir? ¿para qué? ¿Qué provecho he de sacar? No se engaña uno a sí mismo.

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María Gabriela Failletaz

CATALOGO DE LA MENTIRA

Te mentí por no ser cruel. Mentí porque era algo sin importancia. Te mentí porque sentí pánico. ¡Pero si te mentí sólo en eso! ¿Por qué me mentís? No me dejen mentir. No te mentí. Te oculté. Mentime que me gusta. Te mentí para evitarte el dolor. Te mentí para salvarte. Te mentí para resguardarme. No quería mentirte, me obligaron las circunstancias. ¡Es una mentirita...! Era mitómano, pobre... Es una mentira social. Te mentí por despecho. Odio que me mientas. Y sí... me vengué… te mentí. Mentí porque soy inmaduro. Lo reconozco.

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No puedo con ella. Es una fuerza interna que me lleva a mentir siempre. ¡Eh che vo !... ¡ eja e mentir! Es la última vez que te miento. No lo hago más. ¡Pará! ¡No me mientas más! Hubiera preferido que me mintieras. Su vida es una permanente mentira. Cuando dejes de mentirte a vos misma, lo vas a lograr. No sabes mentir... ja ja… se te nota. ¿Vos querés que te mienta? Te mentiría si te dijera que no te quiero. ¡Por favor! ¡Pará de mentir! Me siento orgulloso de vos. No mentiste. La mentira tiene patas cortas. No hay que mentir… te crece la nariz como a Pinocho. ¡Que dejen de mentirnos!

Créanme que no les miento... yo no miento... Bué ... rara vez miento…

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Daniel Goldenberg

EL EJECUTIVO

Le acarició la frente con un beso imperceptible. Los mismos pasos invisibles con los que había entrado, lo retiraron del cuarto sin despertarla. Se detuvo frente al espejo del pasillo levantando el amplio mentón y moviendo ligeramente la cabeza a ambos lados en señal de profunda inspección. Con precisión definitiva, ajustó por tercera vez el impecable nudo de la corbata azul marino. Sus últimas canas se alinearon en prolija formación de vuelo. Se abrochó el botón central del saco con serenidad litúrgica, y le dio un par de tirones suaves a sus firmes solapas. Aclaró con un paño los cristales de los anteojos y verificó una vez más el orden perfecto de sus pertenencias, deslizando delicadamente la palma de la mano sobre el interior acolchado del portafolios Samsonite. Cerró la puerta en un susurro y, con minuciosa dedicación, pasó llave a cada una de las cerraduras, cumpliendo con en el ritual de contar en silencio hasta tres en cada paso. Llamó al ascensor, y mientras lo esperaba, volvió a comprobar el estado de la cerradura más alta. En el espejo del ascensor repasó con el índice la raya de su peinado, cada día más solidaria con su oreja izquierda. Miró con calma impaciente el cuadrante dorado del reloj de su muñeca y lo adelantó cinco minutos. Sin quitar la vista del reloj pulsera, atravesó como un rayo el palier del edificio de la calle Viamonte. Marcándose un paso con el escobillón, el encargado lo saludó con un amable buenos días, al que él, por piedad, respondió con una leve

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bajada de cabeza, para no desperdiciar en palabras ni un instante más, de su escaso y cotizado tiempo. El llamado imprevisto de un teléfono que no había sonado todavía, lo detuvo bruscamente antes de cruzar el umbral de la puerta de entrada. Los amplios ademanes que acompañaban a su respuesta, delataban el comienzo de una jornada demandante de resoluciones, para las cuales sus talentos serían absolutamente imprescindibles. Sin dejar de gesticular, se perdió con tranco largo y exigido entre la muchedumbre enloquecida, que se agolpaba en cada parada de colectivo o a la pesca de algún taxi todavía libre sobre Avenida Callao. Dos cuadras después su paso se volvió resignado y cansino. El portafolios del ejecutivo se destrabó sobre el regazo de un pantalón inmaculadamente planchado por su madre, exponiendo a la sombra del jacarandá todo su contenido. Una ajada Biblia Reina-Valera de 1960, se abrió en Juan 8:44, al tiempo que el celofán de un paquete de Criollitas crujía a medio terminar. Las palomas se arremolinaron alrededor del banco de la Plaza Rodriguez Peña a garronearle alguna migaja de galletita.

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Eduardo Mizrahi

¿O TAL VEZ NO?

Son malos, malísimos, me obligan a escribir... Y encima, sobre la mentira... ¡Turros atómicos, gente de baja estofa! ¡Imberbes! Pero los quiero igual... (¿O tal vez no?) ¿Qué es la mentira? ¿Aquello que no es verdad? La mitad de la verdad... ¿es una mentira? ¿Sí? ¿No? ¿Tal vez? Sí, puede ser... pero todo puede ser. Les propongo un viaje a la mentira. El pasaje es barato, el conductor soy yo. Vamos, pasen, no hay tiempo que perder.

−Largá la medialuna, che, acá no se puede comer. ¿Despegamos? ¿Ajustaron los cinturones? ¿Listos? ¡Todo bien! Entonces... vamos... no, pará.

−¡Che, vos! ¡Sí, el pelado! ¿Podés apagar eso, por favor? Si no vamos a la luna, no hace falta, che. Además, ese boludo de la tele no te va a ver... Ah... la mentira. Veinticinco años casado y ninguna flor. O sea, ningún cuerno. Maravilloso... (¿O tal vez no?) Y sin embargo, la paranoia.

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Debo confesar una intimidad: me tenía las bolas por el piso. Ella nunca va a admitir que siempre le fui fiel. Y eso que oportunidades hubo... bueno, ustedes me conocen... (¿O tal vez no?) Se darán cuenta de que boludo no soy... (¿O tal vez no?) Y entonces la anécdota relevante... (¿O tal vez no?) Yo estuve internado en una granja de rehabilitación especializada en esa terrible adicción que consiste en cortarse las uñas en público, y me fue muy bien... Salí con mejor puntería que antes, embocando en los ojos al primer intento. Luego participé en varios torneos internacionales de la disciplina, mi máximo logro fue salir séptimo en el torneo internacional de Santiago del Estero, que me otorgó muchos puntos para el grand prix de la especialidad... (¿O tal vez no?)

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Jorge Pailhé

LA MENTIRA

Orejeé las cartas: un rey, un seis y un cinco de distinto palo. Como siempre, evité que mi cara transmitiera decepción y, también como siempre, grité: “¡Todos al pie; ni negra me juegue!”. Javier, el primero de ellos, salió con un 4 de espadas y Nico, que me había hecho la seña del ciego, lo imitó con el maradoniano 4 de copas. A mi izquierda, Rodrigo estaba medio nervioso y no fue claro al darle instrucciones a Sergio, que tiró una sota de bastos sin demasiadas certezas. Yo había visto que Sergio algo tenía, aunque no había podido descubrir sus señas, y que Rolo tenía un 2, y nada más. Me pareció que Rodrigo le tiró una mirada de reproche a Sergio. “¡Venga, carajo; venga!”, le grité a Rolo, pero con un gesto imperceptible que sólo nosotros tres manejábamos le dije que pusiera el 2. El Rolo cumplió y me puse como loco: “¿Qué mierda es para vos 'venga'? ¿Vos te crees que tenés un pie como el inútil éste?”, le mandé y señalé a Rodrigo. El Rolo, viejo zorro, puso cara de confusión, suficiente para que Sergio dijera “mirá qué hijo de puta; no puede ir: ¡está recontracargado!”. Rodrigo parecía no compartir la opinión de su compañero, sino que empezaba a entender que se iban a tragar un sapo así de grande. Preguntó por el tanto, no encontró respuestas y tiró un 6 ante la mirada desconcertada de sus compañeros: estaba más muerto que mi tatarabuelo. “¿Hay algo para el primero?”, pregunté a mi turno. “Tisiete”, dijo Javier. “Ni en pedo; ya tenemos asegurado el segundo, si vamos a cantar el primero es en serio”, retruqué, valga la expresión. En cuanto jugara iba a ser el turno de Rolo y nuestra mentira iba a caerse a pedazos, así que di un par de rodeos más con comentarios del tipo “che, ¿éstos se habrán ido a la pesca?” que fueron bien acompañados por mis cumpas. Apoyé boca abajo mi 5 de oro, miré a Rodrigo y con tono casi casual le dije: “¿Te conté que me estoy comiendo a la hija de la Amelia?”. Rodrigo, serio, me dijo que jugara y terminara con las boludeces. Nico, atento, largó: “¡Noooo! ¡No podés ser tan hijo de puta!”. Rolo, en cambio, parecía ansioso por seguir el partido y descargar todo su arsenal sobre la mesa.

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Sergio, todavía un poco mareado por la inusual primera vuelta y la revelación que yo había hecho, miraba a Rodrigo como preguntando qué carajo pasaría en la segunda. Rodrigo estaba caliente como una pava. Tiré mi 5, cruzamos un par de comentarios con Nico sobre lo buena que estaba la hija de la Amelia, lo miré a Rolo y le hice que sí con la cabeza. “¡Truco, mierda!”, gritó. Silencio. Rodrigo ya estaba derrotado, pero no tanto por el punto que nos iban a entregar sino porque se iban a quedar con un par de cartas atragantadas. “¿Para qué mierda me llamaste?”, lo increpó Sergio. “¿Y por qué mierda jugaste tan apurado? ¿Qué tenés? Decilo, ya está”, fue la respuesta del pie. “Dos 3, pero ahora ellos tienen la primera... ¡fuimos unos pelotudos!”. “Para mí éstos no tienen un carajo”, evaluó Javier. Rodrigo seguía más caliente que japonés con fiebre, no podía definir qué hacer. “Che, todo este circo para no felicitarme por la minita...”, tiré, y ya Rodrigo me estaba odiando con la mirada. “¡No quiero!”, respondió. Al final, les ganamos por tres. Nos fuimos con Rodrigo, ya sin rencores, a tomar una cerveza a la barra. “¿Y? ¿Es posta lo de la piba? ¿Nos ganaban esa mano de mierda?”, preguntó. “Rodrigo, esto es como cuando cantás envido y truco: una es mentira y la otra es verdad”.

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Cecilia Mosto

MENTIRA POSITIVA

−Hola, Nilda ¿sabes que en febrero me hice una escapada a Cancún…? lindo como la puta madre. −Che, viejo ¿viste que Luisito se fue a Cancún en el verano…? −¡Me jodes!... Nunca hubiera imaginado que Luisito iba a ir a Cancúnnnn... ¡me llenaste el culo de pasto! (expresión campera, denota sorpresa). Este Luisitooo... Decile que se venga a comer el domingo. Compro un buen asado, y helado en La fresca.

−Pero, ¿no será mucho viejo? Fin de mes… −No, no, no, ni hablar. Ya le aviso al Morcilla que me reserve lo mejor que tenga. Punto.

Moraleja: Y así Luisito dio una alegría, se ligó un asado y el mejor helado de Floresta, sin haber salido del patio en todo el verano. La mentira y la imaginación le permitieron comer algo rico con gente, tal vez un poco amarreta, que lo tenía olvidado.

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Mariasi Cañizal

MACANAS

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Ahora que vamos de viaje Ahora que vamos de viaje Vamos a contar macanas trulalá Vamos a contar macanas trulalá Por Por Por Por

el el el el

mar corre mar corre monte las monte las

la liebre la liebre sardinas trulalá sardinas trulalá

Salí de mi campamento Con hambre de seis semanas trulalá Tropecé con un ciruelo Cargadito de manzanas trulalá Comencé a tirarle piedras Y caían avellanas trulalá Con el ruido de la nueces Salió el dueño del peral trulalá −Chiquillo no tires piedras −Chiquillo no tires piedras trulalá Que no es mío el melonal Que no es mío el melonal trulalá Así termina la historia De haber contado macanas Así termina la historia De haber contado macanas trulalá

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El tema mentiras, más que inspirarme, me trajo al recuerdo una canción que cantábamos todos los viajes en auto a la playa, yéndonos de campamento en familia. Confieso que he tenido que llamar a mi papá para que me ayude a recordar la letra de esta canción, quien tiene una memoria envidiable y que lamentablemente no heredé.

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Andrea Goldberg

Si uno confiesa, se limpia por dentro. Sentate acá, que te voy a decir unas mentiras que tengo guardadas desde hace tiempo. Esta vez, te juro que te digo la pura mentira. No voy a faltar a la mentira. Dios libre y guarde de quien falte a la mentira si al fin y al cabo ella no nos faltó a nosotros jamás. Una vida entera de clases de religión, los diarios, los discursos en las fechas patrias, los fallos judiciales. ¿Estás preparado? No va llevar mucho tiempo, no pongas esa cara. ¿Listo? Son 3: No puedo. No sé. Me da miedo.

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Horacio Petre

MIRÁ LO QUE TE ESCONDO

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SABER O NO SABER…

“Al que madruga dios lo ayuda”, dice un refrán muy popular, que viene como anillo al dedo en determinados casos. Sin embargo para otras situaciones también está el remanido “No por mucho madrugar, amanece más temprano”, que pareciera rebatir totalmente al anterior. Lo mismo podríamos decir de la dupla “Ojos que no ven corazón que no siente”/ “Lo esencial es invisible a los ojos”. ¿Cuál refrán es verdadero? ¿Cuál falso? Evidentemente siempre hay una adecuación a las circunstancias, y así como lo verdadero y falso pueden relativizarse muchísimo, algo similar ocurre con el valor moral del mentir, esa actividad consistente en aseverar como verdadero algo que sabemos falso (o viceversa), a conciencia. Creo que hay un pequeño acto íntimo, privadísimo, donde se gesta… La mentira requiere saber. A veces, ese acto es un cofre blindado pero que sin embargo se comparte en forma tácita, como cuando sin que haya un acuerdo explícito se conforman zonas grises, innombrables, en algunas familias o grupos. O los temas tabú, generalmente camuflados por un relato compartido e incuestionable.

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LOS OTROS

Muchísimas mentiras se hacen con objetivos poco edificantes, con intención de dañar a otro, mentiras que nos ponen en la punta del Everest sin haber subido jamás ni a la Sierra de Tandil, falsedades que tapan los propios trapitos sucios para no quedar fuera de carrera… Y acá creo que hay una parte del dilema moral, que está totalmente consustanciado con las normas sociales. En una socidead con fuerte tendencia a la unidimensionalidad, en la que la competitividad es fomentada explícitamente sin ningún tapujo (al tiempo que el obtener lo máximo entregando lo mínimo es el acuerdo

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tácito básico de toda interacción), en la que la no adecuación a los estándares o el no cumplimiento con lo esperado condena a la nada social, nadie quiere quedar del medio para atrás en la cola. Sociedad espermatozoidal, en la que todos pujan por llegar primero, en la que darse el lujo de no mentir pareciera significar un fuera de pista ipso-facto. En el engaño clásico de las parejas y los amantes, lo social es uno de los pilares en cuanto al dolor del cónyuge burlado. La vergüenza de saberse que uno fue dejado en segundo lugar por otro tanto o más deseable, el oprobio de no haberse avivado. Lo paradojal, es que a su vez, el engaño y la mentira gozan de un alto desprestigio social… Hay una disociación entre la sociedad que condena la mentira y exige honestidad, pero al mismo tiempo sacraliza una manera de distribuir el poder montada en una simulación colectiva.

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USOS ALTERNATIVOS

El dilema ético o moral de la mentira, creo que tiene que ver con su función, con su juego en una dinámica que la sobrepasa. ¿Cuando y para qué mentimos? Una vez un amigo vió pasar corriendo a un pibe aterrorizado medio golpeado, con la camiseta de un equipo de fútbol hecha jirones. A los pocos minutos apareció un grupo de tipos desaforados, con cadenas y con la camiseta de otro equipo preguntando si lo había visto al otro pibe. Les mintió. Les dijo la dirección contraria. Y no se sintió mal para nada, casi diría que todo lo contrario. Y yo opino que mi amigo hizo bien, me parece una mentira de lo más saludable. El autoengaño suele ser una de las formas más desacreditadas de la mentira. Yo le admito cierto lado potable… en circunstancias extremas, creo que es muy útil convencerse a uno mismo de que se es Superman. El único inconveniente es seguir con la capa puesta luego de pasado el trance… Ahora bien, el mentirse a uno mismo como soporte permanente, es quizá uno de los generadores de disfuncionalidad, estrés y angustia más poderosos. Puesto a elegir, siempre me resulta más loable la transparencia, pero no puedo dejar de pensar que la mentira NO es un lugar yermo de inmoralidad, y de una forma u otra me aparece, a veces, con un sentido funcional, proactivo, edificante.

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En el arte, desde lo que se cuenta, hasta como se lo cuenta, hay una inmensa sumatoria de bellos engaños. En el lenguaje cotidiano también, cualquier metáfora, comparación o exageración cotidiana (“¡Pateó el penal como un cañonazo!”) en términos estrictos falta a la verdad.

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TESTER COTIDIANO

Llegué hasta acá sin poner un límite muy claro a la validez ética de la mentira… Suelo pensar que no hay un mapa o un canon que fije absolutos, sino que todo en lo social y el lenguaje (y la mentira está en ese mundo, no hay mentiras en la naturaleza, no hay engaño fuera del lenguaje), es un flujo de convenciones, pactos y también imposiciones. Pienso que lidiar con la posibilidad del engaño es una suerte de peaje que pagamos como especie por poseer la maravilla de la palabra. Y me parece que al respecto no hay certezas totalizadoras, sino que una vez más se trata de un paciente trabajo de poner, sacar, releer, volver a poner, consensuar o discrepar. ¡Hay que yugarla!

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Sanchu De Raedemaeker

Un divague de verdad, es una mentira divertida. Mentime que me gusta, porque en un mundo mentiroso mentir es decir la verdad. Recurso plasmado de un presente increíble. Parece que nos subestiman cuando nos tildan o nos dicen eso que nos hace temblequear. ¿Algunas oraciones son mentirosas o poco duraderas? ¿Será lo mismo la verdad a corto plazo, que una mentira? Y un día, después de unos años de creer, y por ende entregarme al cien por ciento haciendo un clavado en la piscina, y terminar como un cerdo que se le rompió el collar de perlas, me pasé a la vereda del frente. Hoy tengo el chaleco anti-blabla que me protege, las balas me rozan pero, me sacudo la pólvora y me levanto creyendo sólo lo que yo quiero. Es como cuando te pedís un plato en un restaurante, y no sabés quien es el cocinero; obviamente, seleccionas el bocado a ingerir con mucho cuidado. El que emite la mentira, tiene o un miedo inmenso o una gran valentía, lo que lleva a dejar un espacio pequeño a la duda. La mentira es un buen tango. La mentira nos acuna y la verdad nos hace caer al piso de esos brazos confortables. Alimento y veneno. Hoy por hoy voto en forma neutra como desarraigada y si me mienten, que se las arreglen con el cirujano plástico y les haga una bonita nariz. La traición no es la mentira, la traición es la acción que nos hace perder el tiempo creyendo. El día a día nos pone la letra chica debajo de cada contrato, pero capaz haya que ir o al oculista o dejar de negar situaciones y agarrar lupa y leerlas Creo como ingiero, mirando el plato y corrigiendo los bocados con el tenedor. 26


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Mauricio Castello

Eran todas risas hasta que se olfate贸 el primer cuesco. (Continuar谩...)

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Luis Alfonso MartĂ­n Delgado

PARADOJA DEL MENTIROSO CONFESO

Lo confieso, todo cuanto digo es mentira, nunca he dicho ninguna verdad.

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Jorge Pailhé

PARADOJA DEL SABIO

Esto pasa en una isla un poco rara, que tiene una sola entrada. Es como que todo el contorno está cerrado por un muro -ponele- y sólo hay una puerta para entrar. En esa entrada hay un viejo sabio que al que llega y quiere entrar le hace una pregunta. Si el recién llegado dice la verdad, entra; si miente, unos muchachos que están por ahí al servicio del sabio, lo matan. El sabio, por su condición de tal, sabe siempre, siempre, si alguien miente o no. Una vez llegó un tipo flaquito, cuarentón, barbudo y con aspecto cansado, y la pregunta que eligió el sabio fue: −¿A qué viene usted acá? El tipo, lo más pancho, le respondió:

−Vengo a que usted me mate. El sabio no supo entonces qué hacer, porque si lo hacía matar estaba cometiendo un error, ya que el tipo había dicho la verdad, y si lo dejaba entrar también fallaba, porque el tipo había mentido...

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Javier Alejandro Guirin

¿MENTIRAS? CREO QUE SOBRAN...

El dueño de la ferretería coloca el tacho de 10 litros sobre el mostrador, que parece ceder ante su peso, pero nada extraño sucede, Héctor saca de la billetera $300. — ¿Cuánto es? — pregunta. — A ver, dos brochas grandes, enduido, fijador y la pintura. Serian… — Héctor escucha el golpeteo de los dedos sobre el teclado de la calculadora, traga saliva — Seiscientos cincuenta pesitos, sería todo. — ¿Tanto? No puede ser ¿Cuánto sale la pintura? — $500 — No, es mucho ¿No tiene otra? — El tipo se baja un poco los lentes, los apoya casi en el extremo de su nariz y lo mira por sobre los grandes vidrios, como si estuviera por decir algo demasiado importante. — Mire señor, esta pintura es de primera calidad, además le voy a ser sincero, la traigo por pedido, tengo un cliente que es pintor y como todavía no la pasó a buscar, se la doy a usted ¡Y al mismo precio que a él! Tenga en cuenta que a este tipo le hago precio especial ¡Con lo que me compra! — Es para pintar el frente de casa nomás, tampoco es un frente tan importante. Un amigo me prestó unos andamios y tengo que hacerlo mañana sin falta, espero no llueva. — Quédese tranquilo que hasta el lunes no llueve y con esta pintura se olvida fácil por tres años de volver a pintar. Es un regalo, $166 por año ¡No se va a arrepentir! Cualquier cosita me viene a ver, el domingo abro hasta el mediodía. Héctor saca de su billetera el dinero restante y paga los $650, no le gusta hacerle perder el tiempo a la gente y piensa que después de todo, no volver a pintar por tres años no es una mala inversión, odia las alturas y estar haciendo equilibrio sobre un andamio no es una emoción que le quite el sueño.

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Cuando sale de la ferretería recuerda que debe de pagarle a Antonio el diario que todos los domingos recibe en su casa, siempre le paga por adelantado el mes completo $72. — Buenas tardes ¿Cómo anda Antonio? Aprovechando que vine a comprar algunas cositas, le dejo lo de este mes como siempre. —Espere un poquito, no se vaya — Héctor lo aguarda, mientras observa como el viejo revuelve entre las revistas, debe estar buscando algún obsequio que no me entrego con algún diario piensa — ¡Acá está, ya me parecía! — reaparece en escena con un cuaderno con mil anotaciones garabateadas en lapicera, incluso hasta fuera de los márgenes, en una se puede adivinar el apellido López $72 — Me debe lo del mes pasado, serian $144 en total. —No, no puede ser, si me acuerdo perfectamente cuando se lo pagué, Antonio; vine a comprar a la carnicería con mi yerno y él compró un ejemplar de la revista El Gráfico que le había quedado del mundial. — El cuaderno no se equivoca y acá dice López debe $72. Usted es López, ¿verdad? — Sí, y estoy seguro que debe tener otros clientes con mi apellido, incluso mi vecino de frente a casa a quien usted también le deja el diario ¡También es López! — El viejo se saca la gorra y se rasca la cabeza — Sí, sí, tiene razón ¡Pero usted es el López que me debe! Mientras piensa una sarta de insultos que no dice, Héctor paga y se va, él no es de faltarle el respeto a la gente. Sube al auto y enciende la radio, faltan diez minutos para el comienzo del partido, tiempo que tardará en llegar a su casa, destapar una cerveza, acomodarse en su sillón favorito y disfrutar del equipo de sus amores. Laura su mujer, lo espera con el garaje y el portón principal abierto, las luces encendidas le recuerdan a Héctor que aún es agosto y el invierno no se acaba. Cuando ingresa a la casa un murmullo repentino lo desconcierta ¿Habrá empezado el partido? Un segundo después se corta la luz, Héctor no se reprime esta vez. — ¡La puta madre que lo parió! ¿Qué más me va a pasar hoy? Diez minutos más tarde está metido dentro de su automóvil, sufriendo con el relato de Víctor Hugo Morales. Recién a los treinta y cinco minutos del segundo tiempo regresa el suministro eléctrico, el partido lo gana la academia de sus amores por 1-0, enciende el televisor casi a las corridas y en ese mismo instante suena el teléfono. Su mujer que prefirió recostarse en medio del apagón, aun no se levantó, por lo que no tiene otra alternativa que atender al inoportuno de turno.

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— Hola… — ¡Hola Héctor! ¿Cómo anda? Me imagino que contento con el triunfo de Racing — Es el novio de la nena, piensa en explicarle que todavía no pudo ver un carajo, pero se abstiene porque es quien lo ayudará a armar los andamios al día siguiente. — Sí, sí, espero que no nos empaten ¿Qué necesitas Sergio? — Nada, pasa que mañana no puedo ir temprano porque me toca trabajar en la oficina, me avisaron recién hoy a la tarde, si no le avisaba antes. Pero quédese tranquilo que para el mediodía ando por ahí. — No te hagas problema, te dejo porque quiero terminar de ver el partido. — ¡Nos vemos mañana suegro! Cuarenta minutos y en un descuido de la defensa, Independiente empata el partido, Héctor que ya no se aguanta ni a una mosca, se pone a fumar como loco, mientras camina de un lado a otro sin dejar de observar la pantalla. ¡Penal! ¡No se puede creer lo de la defensa de Racing! Una lástima, el partido en el bolsillo, el triunfo casi asegurado y ahora, después que realizó todos los cambios, se va expulsado Saja, ya que cometió la falta siendo el último hombre. Pillud uno de los defensores se calza los guantes, frente a la pelota el Rolfi Montenegro, es la última jugada del partido, camina con las manos en la cintura….uno, dos… ¡Goooooool! Héctor que no lo puede creer, apaga el televisor y se marcha derechito a su dormitorio, en el camino se cruza a su mujer, pero ni la registra, y así se acuesta, presuroso porque el sueño llegue lo antes posible. Al día siguiente se pasa toda la mañana armando el andamio, el sol pega fuerte y para cuando llega el mediodía, no sólo está cansado, con dolor de espaldas y haciendo equilibrio sobre las improvisadas maderas, sino que también le arde toda la cara y los brazos, el sol le dio de lleno durante toda la mañana. El yerno aparece con su hija casi a la una de la tarde, Héctor se contiene y no dice nada, pero le llama la atención la renguera de Sergio y cuando tiene la oportunidad, le pregunta a Lucía. — ¿Qué le paso a Sergio que anda rengueando, hija? — ¡Ni me hables papa! Anoche se fue a jugar a la pelota y lo trajeron los amigos ¡No podía ni caminar! Pero me quedé tranquila, porque me avisó que ya había hablado con vos y le dijiste que no lo necesitabas, que Jorge te dejaba los andamios y antes de irse te ayudaba a armarlos ¡Menos mal!

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Héctor no almuerza, ignorando los insistentes llamados de su esposa e hija, Sergio es el único que se queda a la mesa y disfruta del almuerzo preparado por su querida suegra. Extrañamente apenas termina con el postre, recibe un llamado de su padre y se disculpa por tener que retirarse sin ayudar al pobre Héctor. Seis de la tarde y parece que son las ocho de la noche, la oscuridad viene avanzando y Héctor puede percibirla, hace un esfuerzo y le da los últimos retoques a la pared, ya en el piso y lejos del andamio todo parece más sencillo. Logra juntar todas las cosas, pero deja el andamio armado, lo desarmará en la mañana del domingo, eso sí, lo hará después de disfrutar el desayuno leyendo el diario, como siempre. La tormenta se desata con toda la furia, pero no viene sola, caen piedras y el viento para desgracia de Héctor, derriba el andamio exactamente sobre las rosas de su esposa. Claro que todo ese espectáculo recién lo descubre en la mañana, cuando sale al patio en busca del diario. Pero eso no es todo, de la pared blanca solo queda una capa transparente de pintura lavada, el resto blanquea parte del césped ¿El diario? No lo encuentra, y eso que revuelve las pocas plantas que se salvaron del desastre ¡No está! ¿Afuera, en la vereda? Quizás esté allí, sale en chancletas, camina hacia la derecha, nada, camina hacia la izquierda, nada. Siempre mirando el piso, como quien busca una moneda, pero el gran diario argentino no está en ninguna parte. — ¡Héctor! ¿Qué se te perdió? — es su vecino de enfrente, que lo saluda con una mano en alto, mientras en la otra sostiene un diario. — Busco el diario Miguel ¿Puede ser tan boludo este tipo, que se olvidó de dejármelo? — Puede ser, Antonio ya está grande. Mira cómo será que le dije que no me lo deje más y me lo sigue trayendo ¡Eso que el mes pasado no se lo pagué! ¡Así se va a fundir! — No lo creo ¡Debe haber algún boludo que lo está pagando por vos! — Capaz que sí. Che, ¿por qué no le diste con pintura de la buena? Eso se ve que era cal blanca nomás ¡Así no, vecino! — ¡Ándate a la puta que te parió! Héctor se sube así como está a su auto y sale derrapando del garaje, tiene pensado pasar por la ferretería, el kiosco de revistas y también por el vivero, pero eso será a lo último, cuando esté regresando… le espera un largo domingo con su mujer.

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Cecilia Gómez Nale

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Gustavo Pedace

Le gustaba ser el primero en gritar “¡dos más!” cuando jugábamos al tenis. No perdía nunca una apuesta (creo que cada vez que ganaba a algo, lo incorporaba a unas estadísticas que recordaría toda la vida) y una vez compró cuatro trajes iguales, porque decía que le había gustado cómo le quedaba y lo quería usar siempre y tenía miedo que pase de moda. Yo era todo lo contrario. Leíamos diferentes secciones del diario, y esto nos define bastante bien. Mientras él se zambullía a las páginas financieras, sonriendo con complicidad a medida que recorría las novedades (cortas, directas) yo me tiraba de cabeza al suplemento de cultura, y por lo general, guardaba recortes que tiraba en una caja que nunca revisaba. Por alguna razón nunca competimos entre nosotros. A nada. Nos desafiábamos todo el tiempo, pero nunca nos encontramos frente a frente en nada. Lo único que teníamos en común eran amigos, un par de historias de la noche y una mutua admiración y respeto por algunos sonados logros con las mujeres. Nada más. Crecimos en lugares distintos, estamos llenos de historias de ésas que suenan absurdas de sólo pensarlas fuera del círculo en el que fueron paridas. Somos tan anónimos acomodadores de cine.

como

son

anónimos

los

barrios

y

los

No lo vimos venir, no fuimos capaces de darnos cuenta de que en el único campo que alguna vez íbamos a competir, era por esa pequeña parcela en el corazón de una mujer. Quise esquivar la pelea. Traté de evitar verlo. Dejé de ir a los bares y las fiestas, pero no pude. Una noche, una desafortunada noche de desencuentros, construida pacientemente mentira a mentira, los tres nos vimos finalmente a los ojos. Y con la mirada nos dijimos todo.

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Nadie sabe mentir con los ojos. Nos habíamos engañado todo el tiempo, pero con palabras. Nos había enamorado a los dos. Nos terminó matando.

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Pablo Miguel

Salí de casa como todas las mañanas. Estaba bajando cuando se paró el ascensor entre dos pisos. Empecé a pedir auxilio mientras la botonera chisporroteaba y amenazaba con incendiarse. Tuve que salir por la puertita de arriba y trepé por una cuerda que me tiró el encargado mientras las llamas ya asomaban por el hueco. Bajé corriendo las escaleras y justo enganché un taxi, le dije que se apurara porque no quería llegar tarde. Hicimos dos cuadras y el tipo atropelló al barrendero; en vez de parar quiso escaparse y chocó con un patrullero que venía. Yo quise irme a buscar otro taxi pero la policía me llevó de prepo a declarar como testigo. Estaba ahí esperando cuando entró a la comisaría un grupo comando para liberar a un narco que justo tenían detenido, me llevaron como rehén. Me subieron primero a un auto, después a otro, a un ferry y a un helicóptero. Me preguntaba adónde íbamos cuando fuimos abducidos por una nave alienígena. Me escanearon la mente y descubrieron que yo no soy narco; entonces me pidieron disculpas, me explicaron que les interesa la merca porque en su planeta no hay y me preguntaron dónde quería bajarme. Les pregunté si podían viajar también en el tiempo y dijeron que sí, pero que el dispositivo tiene un margen de error de 27 minutos y 42 segundos. Por eso llegué media hora tarde, jefe.

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Caro Barba

TU MENTIRA, MI MENTIRA

Mentías y yo fingía creerte porque desconfiar no me convenía. Si desconfiaba me quedaba sola y haciendo de cuenta que te creía, también, pero menos veces. Mentir era tu ritual, tu forma de intentar sostener las alas de mi amor que terminaron endurecidas de tantas dudas. Mentir fue tu arte, y creerte fue mi propia mentira. Cuando pintabas tus historias delante de mis narices, podías mostrarme un cielo verde y un pasto azul y seducirme con sólo tocarme, pero tu arte se manchaba con tu mirada, que era lo único que no podías sostener. Con vos aprendí que la vida no es de una sola manera y que la mentira, puede ser una forma desesperada de amar.

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Alejandro O. Corvi

DEL ANECDOTARIO DE JORGE LUIS BORGES

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En una de las entrevistas en España, Borges me pide que lo acompañe al baño. Lo hago, y no apago el grabador. Mientras Borges está en el baño, pregunta:

−Dígame Peicovich, ¿usted sabe algo de John Birch? Y yo, seducido, tratando de no mostrar una grieta ante el padre eterno, hago “la gran argentina”. Respondo:

−Algo he visto por ahí, pero todavía no lo leí… Creo que es alguien que… ¿qué escribió?

−No, m´hijo. John Birch es como le dicen los ingleses a la pija. Y Lady Jane a la concha. Mi carcajada se escuchó en Portugal.

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Quiero compartir con ustedes este adjunto, que si bien se aparta de la consigna semanal - por lo que pido disculpas - se relaciona con el extenso post en el cual debatimos en su momento la conveniencia y oportunidad de incluir o evitar palabras fuertes en un texto. Adjudiquémosle veracidad a la transcripción de éste pequeño diálogo entre el eternamente genial JLB y su ocasional entrevistador, para poder apreciar un perfil inesperadamente desacartonado de nuestro lúcido y lucido Borges. También una pequeña porción de su siempre filoso humor, con el que solía descolocar a sus interlocutores.

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Mauricio Castello

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Sucedió durante un crudo invierno en la casa de los padres de uno de los chicos, en un garaje doble pasante, cerrado precariamente para la ocasión. Se congregaban unas setenta personas, todos familiares, en un lugar con comodidad para unas treinta sentadas, por lo que hubo que retirar mesas e improvisar que los más chicos, los menores de cuarenta, coman de parado. Los infaltables fumadores, por turnos, habían hecho rancho aparte sobre una galería que daba a los fondos. Se venían superando todos los obstáculos. Eran todas risas hasta que se olfateó el primer cuesco. Se presentó de prepo, impuso su poder, y el hecho de que se moviera a sus anchas por todo el congestionado lugar desarticulaba teorías que arriesgaban su procedencia. Se había desatado un infierno digno del más berreta cine catástrofe en ese recinto. Los pequeños elaboraban más morisquetas que perro comiendo araña, los mayorcitos señalaban con miradas inquisidoras y los mirados se encogían de hombros, unos con otros, de ida y vuelta, podría decirse que habían inventado el pasito que haría olvidar al Baile de los Pajaritos. Gervasia, la Nona, sentada en la única silla con apoyabrazos, se persignaba insistentemente vociferando que era una manifestación del fantasma de su abuelo, el Pardo Chiclana. Don Valerio, casado con Teresa la viuda de Laureano, a la sazón químico, se encargó de denominar al fenómeno como un gas amoniacal. De diecisiete personas que llegó a revisar, todas habían experimentado una agresiva irritación en los ojos y cavidades nasales, mientras que una docena de ellas recién al cabo de dos horas pudieron recuperar el sentido del gusto en la boca. La tragedia había dicho presente, no sólo en el lugar, sino también en mi vida. Del grupo de fumadores reflotó el recuerdo, era yo quien de purrete descerrajaba pedos a voluntad, en cantidad y duración, tenía esa habilidad innata. Que se corriera esa infausta voz provocó el exilio de mi familia de por vida, echando por tierra años de terapia y dilapidando fortunas en Shreddies. En la actualidad hay alguien con un oscuro y pestilente secreto nacido de la mentira de una tarde de comunión, que, mientras lo guarde, preservará su vida.

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En lo que hace a la consigna creo que con lo ya posteado he cubierto la cuota con creces, pero solo a los efectos de no quedar como un mentiroso más, contaré lo acontecido en aquel festejo de comunión simultánea de tres primos.

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Dicky Schefer

LA MENTIRA

La desilusión generada por la mentira es función de la distancia intelectual que separa a quien la emite y quien la recibe. Exagerando con un ejemplo nada más que para aclarar la idea, el caso de una persona o grupo con mucho poder, años de educación y preparación, y mundo recorrido, que le mienta a una persona o grupo de gente ignorante, pobre, para lograr poder, comodidad o riqueza. En este ejemplo no hay sentimiento generado en quien dice la mentira, porque se trataría de un o una psicópata, pero el umbral de desilusión que produciría es tan grande como la distancia entre la expectativa de una vida con más potencia y una realidad que finalmente resulta igual o mucho peor. De darse una situación de este tipo se induce a la frustración, a veces tan grande, que lleva a la desmotivación total, a la depresión desatendida, la autodestrucción, e incluso a veces a la guerra.

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Gisela Krapf

¿Cuál fue la primera? No puedo ya recordarlo. Pasados unos pocos días, ya no podía ver la diferencia. ¿Era yo o alguien más? ¿Me reconocía en esa persona? Había logrado tejer una red tan complicada, tan enmarañada que ya ni mi propia historia podía ser distinguida. Nadie lograba ver qué yacía bajo mi espesa capa de base barata de circo mediocre, no debía permitirlo. Escapar de ese pasado me había costado ya lo suficiente y mi capacidad de camuflaje ya estaba cubierta por una vida. Lo que cargaba era demasiado pesado y, aunque no lo había planeado así, comencé por esconderlo diciendo una pequeña mentira, y para cubrir esa nuevamente dije otra y otra para aquella y luego tantas que ya vivía regida por sus alcances, y hasta sentía que tenían propia voluntad. Por eso hoy quiero liberarme, salirme de su poder, dejar de despertarme en las noches con el sudor por todo el cuerpo, la paranoia de ver cosas donde sólo hay sombras, y ver en las caras que en cualquier momento podrían apuntarme todos los dedos, y con eso estar nuevamente al borde del abismo. No pido comprensión y no voy a revelar qué es lo que oculto, porque no tiene sentido. Sólo pretendo agradecer el haberme acogido entre ustedes y haberme hecho ver quién hubiera podido ser yo, si no fuera quien soy.

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Cristian del Rosario

LA MENTIRA II

Me cansĂŠ de esta farsa. No puedo seguir viviendo esta mentira. Yo soy Batman.

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Diego Albé

ELLOS DOS

Caminaron juntos veredas que habían pisado muchos, pero él le decía que nadie lo había hecho como ellos dos. Ellos dos. Se quisieron mucho. Mucho. Imaginaron plazas hechas sólo para ellos. Sólo para ellos dos. Después de templar sus ganas contenidas, se abrazaban mirando el cielo sin importarles que fuese un cielorraso, porque ellos dos veían un cielo azul y hasta creían escuchar palomas acompañándolos. Contentos de ser tan ellos cuando estaban juntos. Se miraban al espejo haciendo muecas y en ese juego veían que la infancia les acariciaba los hombros como ramas de laurel fresco. Soñaron con viajes a las tierras altas y con terrazas con música y Chianti. Bailaron sin bailar con Jacques Brel y Billie Holiday. Una tarde ella no acudió a la cita. Él la buscó en cada plaza, en cada raíz, en los relojes muertos de las estaciones de tren, en los ojos secos de las estatuas, en las luces de los balcones, en los vidrios de los autos. Salió corriendo a la calle y recorrió cada baldosa pisada por ellos dos; fue a un restaurante donde habían reído y se habían mirado y besado. Y nadie le dijo nada, sólo lo miraban con tristeza y asco. Cansado y triste, arrastrando sus piernas como un penitente, llegó sin pensarlo a un portón gigantesco que entrechocaba sus herrajes con el viento que suele soplar en la primavera por venir. Salieron dos hombretones vestidos de blanco y lo empujaron brutalmente hasta su habitación. La misma habitación que lo encerraba cada noche desde que era apenas un niño. Se durmió entre lágrimas, ansioso de volver a vivir la mejor de las mentiras que había inventado. Ésa en la que su vida silenciosa y oscura se transformaba y le hacía estirar sus manos en la vigilia. Ésa en la que dejaba de pensar en él para pensar en ellos dos.

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Guillermina Silva D’Herbil

Yo tuve una amiga que se llamaba María Inés. Mi amiga era hija única, de una madre viuda cuyo marido, en teoría, había muerto antes de que mi amiga naciera. María Inés tenía una amiga invisible llamada Graciela a quien yo debía saludar con un beso cada vez que iba a jugar o a estudiar a su casa. No sólo a Graciela tenía María Inés, también tenía un padrino que se llamaba Juan, a quien también debía saludar... aunque él era de carne y hueso. Esporádicamente, por las noches, venía a buscarla un plato volador que la llevaba a dar unas vueltas por el universo... comandado por Alelulu. Siempre pensé que mi amiga estaba un poco loca... o era muy mentirosa. Pero no son estas mentiras las que quiero relatar. Mi pobre amiga, cada vez que su madre se ausentaba me arrastraba a revisar cajones, placards, cartas y papeles buscando rastros de su padre muerto antes de su nacimiento. Y siempre encontrábamos algo... pero todo indicaba que ese padre nunca había existido. Cada vez se convencía más y yo no sabía qué decirle, porque yo también cada vez me convencía más de lo mismo. Recién cuando cumplió 21 años su madre le contó la verdad. María Inés vivió siempre en la mentira, ni siquiera su apellido existía, quién sabe de dónde habría salido. Su padre muerto no fue más que un invento; su padre era su padrino, que a esta altura ya era un padre muerto. No es de extrañar la locura de mi amiga.

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Horacio Tort

VERDAD O CONSECUENCIA

Joaquín estaba nervioso y no podía disimularlo. Había sido invitado junto a Martín y Federico a pasar la tarde del sábado en la casa de Dolores, a donde también irían Luján y Ana. No estaba seguro del por qué lo habían elegido. Martín y Fede, con quienes se llevaba bien por ser bueno en el fútbol de los recreos, eran de los más populares, por lo cual su elección caía de maduro; pero él, en cambio, era tan tímido que a veces pasaba desapercibido. De todas formas no importaba, no iba a perderse la oportunidad de pasar una tarde cerca de Ana, aunque esto lo intranquilizaba. A sus 11 años estaba empezando a dejar de lado el rechazo por las chicas, para dar lugar a una incipiente curiosidad y atracción, y Ana era siempre la protagonista de sus sueños y fantasías. Sólo dos meses menor que él, Ana era, a sus ojos, la más linda de la clase. De pelo negro y ojos verdes, casi de su misma estatura, tenía una sonrisa capaz de iluminar una noche de tormenta. Además era muy femenina y siempre estaba de buen humor. Se sentaba un par de bancos atrás en la fila a su izquierda, lo cual le había generado un dolor en el cuello de tanto girar para verla, aunque sea con el rabillo del ojo. Más de una vez le pareció que Ana lo había notado en cuyos casos giró la cabeza tan rápido que asustó a su compañero de banco. Su timidez le había impedido cruzar algo más que los diálogos habituales entre compañeros de clase. Alguna vez en que ella se apartaba del grupo de chicas, Joaquín había pensado en acercarse y conversar, pero nunca lo había podido concretar. Su timidez lo paralizaba. Esta tarde Ana se veía hermosa, con jeans y zapatillas rojas, haciendo juego con una camisola del mismo tono, el cabello retenido a ambos lados por dos hebillas blancas y una especie de flequillo desordenado caía sobre su frente. Tenía también una linda figura, algo que Joaquín estaba empezando a notar. El destino quiso que esa tarde lloviera, por lo cual no tuvieron más remedio que quedar recluidos en el living de la casa y entretenerse con algunos juegos de salón. Luego de un Pictionary y un Dígalo con Mímica por equipos, que las chicas ganaron por amplio margen, Luján propuso jugar a Verdad o Consecuencia. Martín, Fede y Dolores asintieron de inmediato con entusiasmo, mientras que Ana parecía dudar esperando la respuesta de Joaquín, y él no tuvo más remedio que aprobar. Nadie sabía de sus sentimientos por Ana, al menos eso era lo que él creía, pero conociendo la naturaleza del juego, no tenía dudas que estaba en problemas.

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Las primeras respuestas o prendas no fueron un problema y parecía que iba a lograr zafar de la situación hasta que luego de un cuchicheo entre Luján y Dolores le preguntaron qué elegía. Lo miraban de forma rara y lo más inquietante era que también la miraban a Ana. Joaquín propuso cambiar de juego argumentando que ya se había tornado aburrido, pero no tuvo eco en el grupo. Acorralado, decidió elegir Verdad. Y sobrevino la pregunta que tanto temía.

−¿Cuál es la chica que más te gusta de la clase?, le lanzó Lujan sin anestesia Joaquín sintió que un calor interno le subía por el cuerpo y se le instalaba en la cara. Bajó un poco la cabeza como si estuviera pensando, pero en realidad quería ocultar que se estaba poniendo colorado. En fracciones de segundo montones de ideas pasaron por su cabeza. Se le ocurrió nombrar a Patricia, que era bastante bonita, pero se dio cuenta que tendría que enfrentar al día siguiente a cualquiera que nombrara. La única ventaja es que no sería ahí y en ese instante, que estaría postergando la incomodidad del momento. − Cambio a Consecuencia, prefiero una prenda, se escuchó a si mismo decir, lo que causo la risa de todos, incluso Ana, que no se animaba a mirarlo siquiera, se sonrió con la ocurrencia. Por supuesto le negaron toda posibilidad de cambio y se pusieron insistentes en que responda. ¡Para qué había ido si sabía que algo así podía pasar! Se maldijo por aceptar la invitación. Tenía que decidir entre mentir y postergar la vergüenza y las burlas o nombrar a Ana y enfrentarlas de inmediato. No sabía qué hacer pero ya no le quedaba tiempo para decidir, los demás le insistían que tenía que responder.

− Soy yo la que más le gusta de la clase − dijo enérgicamente Ana, dejando a Joaquín y a todos helados; y sin dar lugar a interrupciones ni bromas siguió diciendo − lo sé por cómo se da vuelta para mirarme cuando estamos en clase, por cómo está pendiente de mí en los recreos cuando no está jugando al fútbol y a veces hasta en medio del partido, así que no lo molesten más y pasemos a otro juego, que éste ya me cansó. Fede quiso hacer una broma pero apenas abrió su boca se encontró con la mirada de Ana, filosa como una navaja, y se contuvo. Era una situación incómoda para Joaquín, no sabía muy bien si debía decir algo, si se esperaba eso de él o si podía quedarse callado sin agregar nada a lo dicho por Ana. En eso apareció la madre de Dolores llamándolos a tomar la merienda y él se sintió aliviado al ver que todos aprovecharon para levantarse de la alfombra e ir a la cocina. Pero Ana se retrasó a propósito y de esa forma quedaron solos en el living. Y dándose vuelta lo miró a los ojos y dijo:

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− Mentí para que no te molesten mas con esa pregunta, a mí tampoco me hubiera gustado contestarla, dijo Ana. − Gracias− le dijo Joaquín sin animarse a decirle que no había mentido− y si alguna vez volvemos a jugar y te preguntan a vos, yo haré lo mismo y diré que soy yo quien te gusta de la clase. Ana sonrió de esa forma que sólo Ana podía sonreír y por un momento Joaquín pensó que la tarde había valido la pena.

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Daniela Acher

EL NOMBRE

El impacto seco de todo mi cuerpo contra la pared. ― Sabemos que sos Hugo Díaz. ¿Quién es Federico? ― ¿Así que no vas a hablar, mierda? ¡Tiralo a la plancha! Mis tobillos encintados, los huesos torcidos de dolor. Tus pies de pibe gambeteando. Uno, dos, tres. Centro y golazo. El día que nos fuimos a probar a Gimnasia, tu vieja tan feliz que hasta nos llevó a la panchería de Luis antes de cenar. ― ¡Dale, hablá, hijo de puta, hablá! ¡Si en algo querés tu vida, hablá! ¿Quién es Federico? ¿Era tu responsable? ¿Cómo se llamaba? El peso negro que me aplasta el abdomen, la cadera, las piernas hasta desgarrarlas. Tus piernas casi volando cuando rajamos al escuchar la patrulla la primera vez que volanteamos. El descanso momentáneo, el pique agitado y la sonrisa triunfante al sabernos a salvo. ― Dejá que te ablando, turro de mierda. ¡Federico, hijo de puta! ¡Fe-de-rico! ¡El nombre verdadero de Federico! La corriente sobre la violenta masa de testículos y alaridos. La vez que llegaste con Mónica, la más linda de todas y la más discutidora. Las noches de alcohol e ilusiones en que volábamos los tres hablando sobre el hombre nuevo y la patria socialista y el amor y las estrellas. ― No afloja. Sentalo, que va al submarino. Federico. Comunista de mierda. ¿Quién es? ¡Cantá y te dejamos salir! Solo un nombre danos y te vas. ¿Quién es Federico? Mi cabeza sumergida, las terribles náuseas y el agua corriendo por mis pulmones. El alivio momentáneo, la bocanada y de vuelta al balde.

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Tu sonrisa canchera, los Parisiennes eternizándose en tus labios. Algún día el pucho me va a matar, me decías. Mientras tanto aquí se quedan. ― ¡La última oportunidad, hijo de una gran puta! ¡Hablame de Federico! ― ¡¡¡No sé quién es!!! ¡¡¡No lo conozco!!! ― ¡Ah, sabía hablar el sorete! Al fin, turro de mierda. Mentiroso hijo de puta. Sacale la capucha. Y tus ojos, tus ojos celestes, los mismos que me miran ahora, mientras con la capucha en una mano y la picana en la otra, me decís: ― Siempre fuiste un boludo.

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Javier Russo

De regreso en casa ya. Abro la puerta y el perro sale a mi encuentro moviendo la cola. Se para en dos patas y echa las orejas hacia atrás; me sonríe literalmente. Lo acaricio, me pide más y me agradece. En la cocina ya, saludo a mi esposa, intercambiamos solo un “Hola, hola”. Voy al escritorio y con mi hijo mayor otro “Hola, hola” voy a dormitorio de mis pibes y con mi hijo menor se repite el “Hola, hola”. Entro a mi dormitorio, me siento en la cama, me quito los zapatos y al alzar la vista veo sobre mi mesita de luz la foto de nosotros cuatro ocho años atrás. Tomo en mis manos la foto. Recuerdo eran tiempos difíciles pero éramos felices. No había “Hola, hola”, había abrazos y caricias. Levanto la vista y me encuentro con la mirada de mi esposa.

−¿Por qué nos seguimos mintiendo?− le digo. −Será que la verdad es incómoda− me responde.

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Amelia Molina Burgos

CUARTO DE JUEGOS

─ ¿Que me quieres? Eso es una piedad mentirosa y te crecerá la mala conciencia. Ten cuidado conmigo que me gusta jugar con fuego─ dijo Geppetto prendiendo una cerilla. ─ Mmm… aquí huele a chamusquina ¡Me estoy quedando chata!─ exclamó la matrioska pequeña, despavorida, hacia su escondite.

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Daniel Goldenberg

BICIMENTIRA 1: LA BICICLETA DE LEONARDO DA VINCI

La historia arranca con la restauración de una serie de papeles del genio florentino compilados en el Códice Atlanticus, entre los años sesenta y setenta del pasado siglo. El caso es que en medio de multitud de dibujos y de anotaciones apareció, de forma un tanto misteriosa, el diseño de algo semejante a una bicicleta de nuestros días, con dos ruedas de la misma altura, cadena de transmisión, pedales, asiento y manubrio. ¿Sería Leonardo un avanzado del ciclismo, 300 años antes de que éste naciese efectivamente? Lo cierto es que el dibujo no es muy prometedor: por una parte, muestra una bici con una disposición que no se utilizaría hasta el siglo XX; por otra, tiene un estilo torpe e infantil que hace que cueste admitirlo como obra del autor de la Gioconda.

Según todo indica, el dibujo es una falsificación. Es cierto que entre sus múltiples creaciones Da Vinci había ideado mecanismos semejantes a la actual cadena de una bicicleta (por ejemplo, en máquinas destinadas a levantar baldes de un pozo), pero deducir que fue más allá de ahí es mucho suponer. Investigaciones profundas muestran que el esbozo de una bicicleta no estaba presente en el Códice Atlanticus antes de su restauración. Una hoja extraviada durante años, una restauración poco escrupulosa en los años sesenta o una simple broma, son las explicaciones más plausibles a este salto temporal de tres siglos. 54


BICIMENTIRA 2: MEDE DE SIVRAC, EL CONDE INEXISTENTE

La historia del celerífero se enmarca en una lucha con tintes nacionalistas sobre quién fue el inventor de la bicicleta. Hace décadas que existe bastante consenso en torno a que el creador de la primera máquina digna de este nombre fue Karl von Drais, un alemán que registró un modelo de velocípedo (la Drasiana) en 1817 e incluso llegó a mostrarlo al público en una exhibición. Sin embargo, la idea no pareció gustar en Francia, donde a finales del siglo XIX apareció la historia del conde Mede de Sivrac, que habría diseñado una máquina semejante en plena Revolución Francesa; hay incluso coloridas narraciones en las que el noble francés prueba su invención en el Palais Royal de París en torno a 1791. Pero la verdad es que Mede de Sivrac nunca existió y, por lo tanto, nunca llegó a crear el celerífero. Fue el periodista y divulgador francés Louis Baudry de Saunier quien creó a este personaje, y le atribuyó la paternidad de la máquina en 1891, en su Histoire générale de la vélocipédie e incluso imaginó su aspecto y prestaciones. 4

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Fuente: about en español

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Maribel Martínez

Creí en su apoyo, en su colaboración al arte. Venía casi siempre, la incluíamos en las fotos del grupo. Su intervención en nuestra pensada y elaborada obra. Mas en un instante, cuando nos dieron el premio, diplomas, grandes ramos de flores, en fin, valoración al éxito del trabajo artístico grupal. Vi desde el escenario (de ese bello centro cultural), en una de las primeras butacas de la primera fila el rostro de esa muchacha que quiso ayudarnos de corazón y por admiración, como ella expresaba,. y percibí en sus gestos, fastidio, envidia, tanta bronca, que ni se dió cuenta de que fue mencionada por el maestro ceremonial por su linda colaboración en nuestro proyecto. Hasta hoy me pregunto, al final, ¿todo era mentira? Y comprendí las mil caras, que puede tener una persona, mas la verdadera, tarde o temprano, la define.

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EDICIONES LIPE DOMINGO 7 DE SEPTIEMBRE DE 2014



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