EL LIBRO DE LOS ELOGIOS

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EL LIBRO DE LOS ELOGIOS


Portada L. Alfonso MartĂ­n Delgado


EL LIBRO DE LOS ELOGIOS


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CONSIGNA DEL DOMINGO 7 DE SEPTIEMBRE DE 2014 Tema

ELOGIO

Ponente

GUSTAVO PEDACE

Elogio de lo feo, lo raro, lo roto, lo cachuzo, lo contrahecho, lo desagradable, lo innoble, lo horrible. Un texto que elogie lo que nos desagrada, nos molesta, lo que no queremos ver y está ahí, sucede. Les pasa a los nadies, a los ignotos de la tele o de las crónicas de los diarios, pero un día nos pasa cerca, nos toca, nos seduce, nos enamora o enternece. Texto libre, desgarrador o divertido, reflexivo o liviano. Debe comenzar con el título "Elogio de...". Yo voy con uno que se llamará "Elogio de la mujer con yeso". ¡Buena semana para todos!

Gustavo Pedace

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Horacio Tort

ELOGIO A NUESTRA SRA. PRESIDENTA

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Estimada Sra. Presidenta: Con enorme placer le escribo estas líneas para hacerle saber mi elogiosa opinión sobre la tarea que usted viene realizando desde hace ya unos años al frente de nuestro país. Creo Sra. Presidenta, que debo empezar confesándole que al momento de la desafortunada desaparición de su esposo, y si digo desaparición y no muerte es sólo por esas versiones antojadizas que circulan, yo no albergaba muchas esperanzas sobre su capacidad para llevar adelante este país. Dicho esto, debo reconocer que ha dejado a su difunto marido como un aprendiz, si lo ponemos a su lado. Si me permite, explico a continuación a que me refiero. Que él tenía el carácter fuerte que todo gobernante necesita era un secreto a voces, pero yo nunca lo vi como a usted, por televisión, a los gritos, diciendo incoherencias, con esa mirada de psicópata que la caracteriza cuando está en ese estado, que levanta de la silla a los aplaudidores de turno y que aterroriza y pone la piel de gallina a la oposición. Le garantizo que a su lado, él parece un manso corderito. Por otra parte, sus reconocidas ansias de poder eran casi las de un misionero jesuita al lado de las suyas. Dicen que el poder subyuga y no tengo dudas que eso le pasaba al gran Néstor, pero en usted parece hasta generar múltiples orgasmos. No quiero ni pensar dónde andará ese bastón presidencial. Pero convengamos que eso es casi indispensable para poder tener éxito como soberana de una nación como la nuestra. Más aún proviniendo de un partido político con una estructura partidaria tan compleja, en la que es tan difícil llegar a los puestos de poder, que sólo los más capacitados acceden. Y si alguien lo duda no tiene más que dar una ojeada a su gabinete. ¡Qué maravilla la gente que la rodea, señora, ¡un lujo! Qué claridad la suya al rodearse de esa forma. Porque convengamos que no es fácil sobresalir entre los funcionarios que tiene usted en su gabinete. Gente muy profesional y 1

No sé si mi texto responde exactamente a la consigna, Yo me quedé con eso del elogio de lo innoble, lo desagradable, eso que no queremos ver pero está ahí, sucede. Y vaya que hice una catarsis maravillosa.

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sumamente capacitada para la mentira, el engaño, la desinformación, el blanqueo de capitales, el lobbismo y el manejo de información privilegiada. Hablando de esto último, ¿se acuerda señora cuando Néstor compró esos dos palos verdes? Hoy eso parece una tontería al lado de los manejos que hacen estos muchachos. Mire a su vice si no, un especialista el hombre. Toda gente capacitadísima sin dudas. Gente que además maneja al dedillo las conexiones con personajes influyentes del narcotráfico, sólo por mencionar otra de las muchas virtudes de estos muchachos, tan necesarias para el manejo de dinero mal habido que inevitablemente circula en esas esferas del poder, especialmente en épocas de campaña. Y usted Sra. Presidenta, usted los hace ver como principiantes, si hasta estoy seguro que es usted misma quien guía sus actos y les sugiere donde esconder esos fondos. Justo a usted le van a querer dar explicaciones de paraísos fiscales, si hasta se hace tiempo de visitarlos en medio de las giras presidenciales. Al lado suyo son unos pichis, unos nenes de pecho. Será que no son abogados exitosos ni clarividentes en materia de economía como lo es usted. Porque sólo alguien que la tiene muy clara puede enriquecerse en el orden del 1.600% en 10 años con un magro sueldo de gobernante y algunos alquileres. Pero usted ha sabido administrarse y ahorrar lo suficiente como para ser hoy poseedora de una fortuna incalculable (claro, difícil calcular cuando se esconde tanto). Usted que sabe, dele algunos consejos al muchachito este que está peleando una pulseada con los fondos buitres y no hace más que comerse cachetazos. Eso sí, hace usted muy bien en apoyarlo en su quijotesca postura, tratando de que el mundo financiero internacional acepte cobrar lo que le debemos en pesos y en nuestro país, donde la seguridad jurídica es un ejemplo gracias a su preclara gestión. Si usted lo apoya, con la diplomacia que la caracteriza, seguro que les torcemos el brazo. Pero no quiero, quedarme varado en el elogio de sus virtudes como mandataria sin mencionar aquellas que la hacen una mujer y un ser humano excepcional. En este sentido quiero hacer un alto para expresarle mi admiración por el apoyo que usted brinda a la gente joven de nuestro país. Eso de nuclearlos en La Cámpora, Batallón Militante y tantas otras agrupaciones, con el altruista propósito de sacar a muchachos vagos e ignorantes de la calle y alejarlos de las tentaciones que esta representa, para inmediatamente y sin capacitación alguna, ponerlos en puestos de poder en ministerios y empresas públicas, me parece una genialidad que sólo a usted se le podía ocurrir. Y no son casos aislados, sino miles y miles de jóvenes que le deben a usted este cambio radical, o mejor dicho peronista, en sus vidas. Habla sin dudas de su gran sensibilidad como mujer y como argentina.

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Pero no quiero abrumarla con mis elogios, Sra. Presidenta. YPF, con un precio de la nafta que sólo aumentó un 256% desde su privatización hace 3 años, el INDEC y sus índices tan entretenidos, la importación de insumos básicos cerrada, la inflación controlada, la inseguridad que no es más que una sensación, Fútbol para Todos y tantas, tantas decisiones maravillosas durante su mandato. La lista de sus aciertos es interminable y es una bendición tenerla entre nosotros. Y la impunidad, no nos olvidemos de la impunidad con que nos gobierna usted y su gabinete, que bien ganada la tienen y es algo que a los argentinos nos encanta. Basta de andar disimulando, es mejor que nos roben en la cara como hacen ustedes, es todo mucho más franco de esa forma. Mire lo que le digo, si los mandatarios de los países fueran como los jugadores de fútbol y se pudieran transferir, no dudo que Argentina estaría llena de ofertas multimillonarias por usted. Usted es el Messi de los mandatarios, se lo aseguro. Me las imagino de Suecia, Suiza, USA, Austria, Japón (Gran Bretaña no, pero nada más que por la sonsera esa de Malvinas) y montones de otros países del primer mundo que cuentan con gente aburridamente decentes, al frente de sus naciones. No como usted, que siempre saca un as de la manga, encuentra un enemigo nuevo debajo de las piedras y nos sorprende a diario con la cadena nacional que los argentinos tanto amamos y esperamos, siempre contándonos de dónde nos van sacar algo más de dinero. Pero no, no se preocupe, usted es única e intransferible y lo mejor es que todavía tenemos más de un año por delante para disfrutarla. Qué macana señora, ¿que no hubo caso y no pudimos sacar la reelección, no? Usted se la recontra merece. Y los argentinos también, sí... al fin y al cabo… la votamos. Señora, le deseo el doble de lo que usted nos desea a los argentinos. Qué digo el doble, el triple. Y con esto me despido, siga como hasta ahora, señora, que lo está haciendo de maravilla. Recuerde que vamos por todo y ya no queda casi nada.

Su fan # 1.

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Diego Albé

ELOGIO DE LA LEPRA

Lo bello es siempre raro. Lo que no es ligeramente deforme presenta un aspecto inservible. Charles Baudelaire

Rejas altas como eucaliptus apuntando al cielo, como culpando a Dios por su ausencia. Al tiempo pensaría si Dios también puede ser cobarde. Después de trasponer ese límite, nada fue igual para mí hasta estos días. Las calles que circundaban el hospital estaban pobladas de casas en las que se podía ver algún esmero. Mis ojos miraban con prudencia y miedo algunas margaritas flacas ebrias de viento y perros sucios acomodándose al sol. Salieron a mi encuentro dos religiosas que con ademanes justos y cordialidad provinciana me acompañaron a la capilla antes de entrar al pabellón. Era mi primera visita al leprosario. Un Cristo con los ojos mirando al mismo Dios de las rejas centraba ese lugar austero, casi limpio, casi oscuro, casi mudo. Me dieron un rosario y una mantilla que apoyaron en mis hombros, recomendándome el Salmo 76. “Sujetas los párpados de mis ojos, y la agitación no me deja hablar…” rezaba una parte. Al cabo de unos cuarenta minutos en los que me convencí de encontrar el recogimiento necesario, la hermana Cecilia me llevó al Pabellón de los más ancianos. Aún faltaba una hora para las doce, pero como un demonio invisible, el olor a sopa recalentada se colaba nauseabundo por los pasillos. Cerré mis ojos y a la sopa le siguió el cachetazo de la acaroína. El 4 (tal el nombre del pabellón) se desplegaba antiguo y oscuro, con camas amarillentas de un metal que no conocía pintura desde hacía tiempo.

−A ellos les hace tanto bien que venga gente joven como usted... tanto bien. Venga, venga que se van a alegrar mucho. Como en una coreografía, los enfermos se movían lentos en sus camas, en un fondo de murmullo constante. Mantas grises con rayas bordeaux, delgadísimas de ser lavadas en agua hirviendo. Podría estar horas narrando cada rostro, cada quejido de dolor, cada llanto.

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Pero me centraré en la figura de Gerardo, un enfermo que, según las monjas, era un ser digno de conocer. Su piel apenas cubría los huesos, las piernas parecían las de un coloso no por los músculos, sino por las infinitas capas de vendas que las cubrían. Nunca olvidaré esas vendas decoradas con rastros supurantes. El rostro cadavérico, la piel blanquecina, las cuencas de sus ojos que una enfermera limpiaba de a ratos, con permanente humedad. Cabellos grises largos en ese hombre deformado, de edad eterna y un hueco en lugar de nariz. Le susurraron mi nombre y sonrió extendiendo sus manos sarmentosas, acaso lo más digno que le quedaba. Me senté a su lado en una silla tapizada de cuerina roja y una pata remendada con torpeza. Muerto de miedo y de vergüenza, rompí en llanto. Dios no existe, pensé. Sin darme cuenta, mi cabeza estaba a un palmo de su regazo y Gerardo, con sus cuencas húmedas y una voz que parecía provenir de un arroyo norteño, me dijo:

−Dios existe y a veces me lo demuestra con estas caricias. Un muchachito como vos, sano, fuerte, que me visita y me da fuerzas para seguir soportando este dolor. Vamos a escuchar unos tangos. Sonaba Recuerdo, de Pugliese, y Gerardo me contó que hacía cincuenta años su familia lo había abandonado en el Sommer (así se llama el Hospital) para darlo por muerto ante todos los conocidos, escondiendo el horrendo y flagrante deshonor de la lepra. Siguió contándome de cuando fue capataz en una estancia, de su novia, de sus sueños, de su manera de ver el sol en la ceguera, acercándose al calor de los vidrios repartidos. Casi sin quererlo, lo visité durante dos años, de mes en mes, hasta su muerte silenciosa y anónima. En ese tiempo, él me habló de su historia y yo de mis sueños, de mis miedos, de la muerte. Gerardo era enorme. Hoy, después de 25 años, Pugliese me trae el recuerdo de su cuerpo enjuto, lleno de vida y de muerte. Y cuando el sol comienza a entibiar las primaveras, cierro los ojos y lo disfruto en cada ventana.

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Gustavo Pedace

ELOGIO DE LA MUJER CON YESO

La mujer con yeso camina una décima de tiempo más lento (como esa fracción imperceptible que calculamos entre el gol gritado en HD y el de la transmisión clásica), es cuidadosa, va con sus brazos en continuo movimiento preciso, cuidador, como si en cualquier momento fuera a necesitarlos para no caer. Como si nadara en el aire. La mujer con yeso se pega a uno, si uno tiene la dicha de andar a su lado. Y es lindo sentir que caminar al lado de la mujer con yeso le da a uno la sensación de ser necesitado. Aunque sólo se trate de un asunto relacionado con baldosas ladinas. La mujer con yeso puede tomarlo a uno del brazo, y eso no será más que un apoyo, o quizá una forma sutil (tan propio de la mujer con yeso) de tener una excusa para tomar el brazo de uno a plena luz del día, cosa que no se permitiría sin esa condición de mujer con yeso. Tiene una elegancia airosa la mujer con yeso. Y un enigma la sobrevuela. ¿Cómo se lo hizo? te preguntás cuando la ves. Y ahí nomás imaginás las circunstancias que rodearon el momento en el cual, la mujer con yeso se convirtió en la mujer con yeso. Si fue por amor, por desdén, por descuido, por diversión o empujón. La mujer con yeso se cuidará de contarlo, para que el misterio siga vivo. Caminé hace poco al lado de la mujer con yeso, y tengo que confesar que necesitaba ese yeso en esa pierna de esa mujer. Hacía mucho que no la veía. Y me gusta verla. Me gusta caminar con esa mujer con yeso. Y la caminata, esas cuadras siempre apresuradas del mediodía de la ciudad, se demoraron en sus pasos, en sus cuidados, en sus miradas de reojo a las baldosas y los cordones. La mujer con yeso no lo notó, pero cada vez que sus brazos buscaron el apoyo de los míos (yo sin yeso, como mejor parado, seguro, aunque no tanto) me sentí grandioso. Es que estaba yo como abrumado, buscando en los negocios de electrónica ese aparatito nuevo, muy chiquito, muy especial, que se llama algo así como “aprovechador de minutos” que sirve para que los

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minutos que uno pasa con alguien a quien ve poco, extraña y esas cosas, duren más. Dicen que es fabuloso (estaba dispuesto a gastar lo que sea) que basta con tenerlo encendido cuando uno se encuentra con esa persona para que el tiempo se duplique o triplique (según la versión). Y además, así uno no hace tonterías, ése es el principio básico. No se pone nervioso como un novio nuevo, no dice cosas buscando palabras y disfruta de los minutos (extendidos por esos misterios de la ciencia) que le tocan compartir. Pero ante esa frustración de no encontrar el aparatito (y eso que busqué) la mujer con yeso me vino a convencer que esa fragilidad es más fuerte que la tecnología. Y esos minutos, que desconozco cuando volverán a repetirse (son así las cosas por estos días) fueron largos, lentos (como ese efecto de las películas nuevas en las que todo va como en cámara rápida menos los protagonistas) cálidos. Buenos para guardar hasta la próxima. Ya sin yeso, por ella. Con yeso siempre, por mí.

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Cristian del Rosario

ELOGIO DE NO MIRARLA

No consigo dormir. Tengo una mujer atravesada entre los párpados. Si pudiera, le diría que se vaya; pero tengo una mujer atravesada en la garganta. Eduardo Galeano

Para muchos, exagero; me dirán que es un acto simple o parece serlo, pero -el mirarla o no- exige una tremenda fortaleza de mi parte. Sepan que mi cuestionamiento, se realiza segundo a segundo, cada vez que estoy frente a ella. Pero mi voluntad trata de imponerse a mi deseo, pues me enumera que al no mirarla puedo pensar en forma lógica y razonada; por ejemplo pensar que existen otras cosas –dos o tres- más importantes que contemplar sus ojos. El no mirarla posibilita también que mi vida siga con sus rutinas habituales, pudiendo cumplir así los compromisos que la misma impone en tiempo y forma. El poder simular que no está mantiene mi respiración y ritmo cardíaco en rangos normales. También hace que no se registren más en mi memoria imágenes de su sonrisa perfecta, pudiendo hacer ejercicio de otros recuerdos, que cuando la miro desaparecen. Por último, entre los muchos beneficios, hace que pueda prestar mayor atención al entorno, lo que me hace suponer, de manera más certera, que puede existir un mundo sin ella. Como ven, el no mirarla me trae un montón de beneficios que, tengo que confesarles, no aprovecho.

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Mercedes Antón Cortés

ELOGIO DEL DILEMA ANTE EL ARMARIO

Denosto en el vestir muchas de esas prendas cómodas que, ante mi mirada sobre lo estético y lo que no lo es, caen en el puesto segundo, y sin embargo, me veo seducida por el plástico que no pesa y te aísla del frío frente a un paño o una piel delicada y suave. Lo ancho donde nada resalta de las formas femeninas y lo ajustado que opone lo seductor a lo informe. Me debato entre la zapatilla y el tacón. Caminar sin pensar en los pies o con la conciencia de los adoquines. El adorno, una presencia extraña, frente a tu mismidad sin afiches. Me llama a veces ese mundo de comodidades y me tienta hacerle frente a todo aquello que por especial, armónico, diferente y personal, tal vez único, es más incomodo o costoso. De acuerdo que muchas veces lo más sencillo es más bello, pero no lo más cómodo. Qué le vamos a hacer, me debato.

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Javier Alejandro Guirin

MALDITA KRIPTONITA

Con su gambeta endiablada y velocidad distinta se hizo grande en el Barsa. Ahí se las juega todas y cada quiebre de cintura deja en ridículo al mejor defensor. Sí, no hay dudas, logra que el equipo juegue en equipo, nadie juega para él y él juega para todos. Imparable e incomparable, goles de todas las formas y colores ¿Cansancio? ¡Olvídate! Y acá, donde no debería existir el maldito punto y aparte, lo tengo que poner igual. Y no es que vaya a hablar de otro jugador, no. Bueno, se supone que no. O sea, es igual a él, tiene su mismo tamaño, también le dicen pulga, lleva la diez en la espalda y la única diferencia es que viste la camiseta de la selección argentina. Y este último detalle parece tener el mismo efecto que la Kriptonita en Superman, porque de ser un jugador inigualable pasa a ser un jugador igual. Su gambeta se vuelve traicionera, todos juegan para él y él no juega para nadie, el cansancio no lo abandona y de Rexona mejor ni hablar. Anda más perdido que perro en cancha de bochas, seria el comentario más acertado de cualquier jubilado amante de esa distracción que ignoro cómo se juega, pero a la que evoco en esta ocasión. La pulga en la selección parece un jején, comparación valida si es que este último insecto… es más pequeño que el primero.

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Mariasi Cañizal

ELOGIO DE LA ANSIEDAD

Se trata del principio que activa nuestro motor no bien despertamos, por ejemplo, María. Sin ansiedad no podríamos emprender nada. Forma parte de las ganas, de la voluntad, del estar vivos. La ansiedad, a veces, se necesita para hacer, para pensar, para querer progresar. Es buena. En su justa medida, claro. Vos sufrís de TAG, María. Trastorno de Ansiedad Generalizada. Digamos que tenés esa ansiedad, pero en exceso. Y, claro, los excesos no siempre son buenos. Esa ansiedad tuya, que es un poco mucho, va a haber que controlarla. Existe medicación, por suerte, y te propongo empezar un tratamiento. Mi ansiedad me hace pensar. Mucho. En exceso, pero llevo un master aprendiendo sobre mí. Por mi ansiedad duermo muy poco, y cada minuto ganado de sueño a mi ansiedad es milagroso, valorable. Mi ansiedad me hace producir lo que sea, cada día: trabajo, ideas, placeres, comidas, arte, movimientos, música, charlas, caminatas; hace también que no pueda mirar la televisión más de diez minutos sin irme a hacer algo. Mi ansiedad hace que coma un montón, de todo, y beba alcohol y no engorde, aún de mayor. Mi ansiedad hace que me apresure en casi todo, pero cuando logro la lentitud soy la mejor. Mi ansiedad llega, remonta vuelo, logra tornados, cambia se sentido, se va y vuelve, todo en una hora, y me deja 3 modos distintos de ver la misma cuestión. Mi ansiedad. a veces, se va a pasear un ratito, y ya la extraño. Nos estamos entendiendo mi ansiedad y yo. ¿Cura? No, no tiene cura, María, sólo tratamiento…

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María Gabriela Failletaz

Recuerdo que le dije: −Hacémela prolija y cortita. Y él me contesto: −La hago justo donde está la marca de la anterior. No es linda pero es imposible no quererla. A veces, frente al espejo, se tiene una mirada dubitativa: ¿es bonita o es antiestética? La cosa es que lleva ahí hace algo más de una década y recibe sus tratamientos, sus cuidados o descuidos. A veces hay que tironear del triangulo de lycra de un lado y después del otro para ocultarla, o comprar la medida justa de la malla que coincida con sus dos extremos. La depilación es un artístico diseño cada vez, y con maniobras expertas pueden recrearse diferentes y renovadores modelos paisajísticos: matorral a la vera del río Colorado, pradera surcada por riacho serpenteante, estepa con grieta blanquecina, nacarada... Después de todo no sé por qué las mujeres la escondemos en los veranos. ¿Quién no tiene una cicatriz de infancia? Las hay bajorrelieve en formato gusanito de brazo que atravesó puertas vidriadas, abertura de cuero cabelludo en caída de baño patinoso o salida repentina de bañadera, raspón de chapa o rastrillo, quemadura de caño de escape de motocicleta, incisión de alambre de púa de campamento colegial, marca en ele de reja trepada… Ya desde la cicatriz concéntrica circular, espiralada y profunda que nos separó cruelmente de la plácida sensación de bienestar y cobijo, de la vida y el alimento tibio y saludable, todos padecemos cicatrices. Y el ombligo, que es el más grosero de todas, hasta llega a ser sensual ¿No es acaso un elogio umbilical el que estoy mencionando? La línea de la ternura que les cuento (la mía) se ubica a ocho dedos apoyados sobre el vientre por debajo del meollo y ahí se dibuja ella, lineal cual paralelo desde donde una vez brotaron aguas saladas y cristalinas en medio de gritos ahogados de emoción. Es también un ecuador que separó el antes del después de ser madre, una órbita donde aún giran y se trasladan mis dos astros luminosos, para revolucionar este mundo y hacerlo bello, bueno y feliz. Es un horizonte al que queremos llegar y el que jamás podremos alcanzar porque ellos, los hijos, siempre vuelan un poco por delante nuestro. Es por esto que elogio la hendida tierra madre que se abrió un día para dar a luz y luego le urgió cicatrizar para poder atender y cuidar. Elogio a la cicatriz de la cesárea y a todas las madres que la llevan tatuada. 16


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Fer Iñarra Iraegui

−Y para la próxima clase traigan una fotocopia del Guernica, porque vamos a utilizarlo para el siguiente trabajo. −¿El Guernica? ¡Por dios, qué bajón! Es deprimente, cruento, tétrico, desgarrador… ¿Porrrr quééééé? Realmente, no parecía una buena idea, así que salimos todas protestando y revoleando las manos en son de queja, costumbre muy nuestra. Sin embargo, ella era la profesora y nosotras ávidas alumnas en busca del saber… Una semana después, con el pizarrón atiborrado de reproducciones, hablamos de CUBISMO; diferentes autores, diferentes enfoques, diferentes obras y se armó un clima muy interesante. Fue entonces cuando la profesora nos invitó a mirar atentamente el famoso cuadro de Picasso. Observamos personajes, describimos sensaciones, nos zambullimos en la rica monocromía, distinguimos fondo y figura. Nos propuso que lo tomáramos como referente y partiendo de él, hiciéramos cinco trabajos sobre los cinco indicadores de espacio de los habíamos estado hablando.

−Va a ser muy entretenido, tienen libertad para elegir materiales, tamaño y forma de la hoja, personajes, recortar pegar, dibujar, pintar, poner frases… lo que quieran. ¡Diviértanse! Ese “muy entretenido” y el “diviértanse”, me pegaron en la frente como un pájaro contra el espejito del auto y dije: −¡¡¡Sí, nos vamos a c… de risa con el Guernica!! Durante lo que restaba de la clase, elegí de mi fotocopia el personaje que sentí… más potable. Nada de bebés muertos, gente destripada, toros en estampidas sangrientas. Fui sombreando lentamente con mi lápiz negro, el caballo. Uniendo sus partes para darle forma, volví a mi infancia cuando encontraba en el Anteojito, dibujos en los que uno debía colorear sólo las formas que tenían un puntito adentro e iba apareciendo ante nosotros un dibujo que antes estaba escondido. Al día siguiente agrandé y achiqué, ideé y presenté… Las ideas iban surgiendo. Me amigué con los personajes y al desdramatizarlos, aparecieron ante mí con otra impronta.

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Además del caballo, apareció el pajarito, la mujer de las axilas peludas y los pantalones rayados y comenzaron a mezclarse con mi risa, colores, situaciones inesperadas y el entusiasmo me llevó a terminar el proyecto de dos semanas en dos días. Nobleza obliga: pedí disculpas por mi comentario y reconocí públicamente que aún de las cosas terribles y cruentas, uno puede sacar algo bello y hasta divertido si lo mira con otros ojos.

La tropilla

Tío vivo

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Ropa secรกndose al sol

Caballo pastando en paz

Girasoles en Guernica

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Antonio Lendínez Milla

ELOGIO DE LOS RUIDOS

Es que, la verdad, no lo entiendo, si me gusta hacer ruido… ¿Por qué tendré que estar callado? Tanto silencio y silencio. Dime, pues, para qué sirve. Si el ruido no existiera, el mundo sería un tedio. Todo en silencio como en un templo. Qué lugar tan aburrido. En silencio, callando y obedeciendo. No me da la gana callar, que me encantan los ruidos. Si el ruido no existiera, estaríamos como en el limbo, de nada nos enteraríamos, no estaríamos prevenidos, se acabarían las sorpresas, los sustos, los vuelcos del corazón.

−No se te ocurra entrar en casa en silencio y despacito. Anúnciate con algún ruido. Aunque sólo sea liviano, un delicado sonido. Ellas siempre se asustan, detestan esa sorpresa, que les saca de su monólogo continuo. Te gusta que, poco a poco, se aproxime la tormenta, escuchar lejanos los truenos, imperceptibles apenas. Ves los relámpagos, los rayos. Cuentas hasta percibir el ruido. Sabes a la distancia que está. De pronto, ese estridente ruido… Está encima, luz deslumbrante, rayo. Trueno que retumba en tus oídos. Se aleja, poco a poco, como vino. Sientes su paso. Cómo sucede la lluvia. Miras tras los cristales, por la calle, fluye el agua como un río. El ruido alto, estridente, también la fiesta ameniza. Ese jolgorio continuo te saca la mejor sonrisa. Despierta tu sentir a la vida, te despabila. Se anima así a los niños. Estar callado y alegre es difícil de lograr. Hay que estar en buen equilibrio, por dentro, para no quedarte ahí, triste, melancólico, en un tedio, aburrido. Una sonrisa no es más, muchas veces: oír del que está a tu lado una razón inteligente que te ilumine el espíritu. De alguien que sabes que quieres, de alguien de cuyo amor sientes. El lenguaje del silencio suele ser mucho más íntimo, silencios que emiten vacíos llenos de contenidos. Pienso, veo más con los ruidos, que mirando con los ojos abiertos, donde no interpreto lo que miro. A través del oído escucho todos los ruidos. Si tienen un son, son sonidos. Acompasada cadencia, cuenta de tonos, y tiempos.

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Música: sonidos articulados, acompasados ritmos. Nos abandonamos deleitándonos, escuchando su cadencia, silencios, suceden a los ruidos. Tonos, compases, ritmos. Escuchar de sus sonoros silencios, dónde surgen los sonidos. Ritmos, esas energías que articulan los sentidos. Si perdiera la facultad de escuchar, si no oyera, los ruidos, los sonidos, esos ritmos; la vida se tornaría insulsa. Me encanta escuchar tu voz, ese amor que la acompaña, ese armonioso sonido. Hay tonos que escucho callado, me llegan, amor, muy dentro. ¡Qué hermoso es sentir tu ruido! sonidos, sentidos ruidos articulados, sentimientos palabras, ideas escritos, hechos

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Mariano Durlach

ELOGIO DE MI PANZA Y MI PELADA

Con el tiempo fui aprendiendo aquellas cosas que puedo dominar y controlar y las que no. La pelada es una de las que aprendí a asumir y aceptar con cierta resignación al principio y sacarle provecho más adelante cuando me percaté de que la mayoría de las fotos revelaban mi mente brillante. Con la panza, en cambio, si bien me hago cargo y me declaro absoluto responsable de sus dimensiones, me pasó que me fui encariñando y hoy ya no estoy seguro de querer perderla. En serio, le dediqué mucho tiempo y hay mucha guita invertida ahí dentro.

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Horacio Petre

ELOGIO DE LA ORNAMENTA

Ese amable temblecor en la columna al tomar el colectivo primero y luego el subte. Ir caminando las cuadras restantes rumbo a la oficina y en el momento de entrar, saber que las ocupaciones del día lo llevarán a distraerse un poco.

−¿Y tu jermu, Petrino?− viene Manfredi muy canchero y le pregunta ni bien llega, mientras le guiña un ojo a los otros y pone los dedos en cuernito para arriba detrás de la cabeza… Y él, claro, se prepara para la tanda de cargadas… ¡Otra jornada de escarnio! De pronto se acerca a su escritorio el gordo Abel y mientras le pregunta por los formularios F-125, con una mano toma una bic y la mete y la saca en el puño entrecerrado de la otra, mientras lo mira con una sonrisa irónica, mostrando levemente la punta de la lengua… ¡Pero es ahí! Ahí es donde se templan los héroes… Sabedor de las casquivanas aventuras de su propia esposa, Petrino cavila que hay que tener mucha espalda para sobrellever el día lejos de casa… Piensa en ella, en casa, piensa en Sgt. Pepper‘s y algo tergiversa su tema beatle favorito… “ELLA SE VA DE CAZA” La zeta traicionera desata todo tipo de preguntas lacerantes en el ánimo de Petrino… ¿Acaso no alcanza con lo que le doy? ¿Por qué sale a buscar afuera lo que yo le puedo dar con tanta ternura y respeto? Acaso…

−¡Para hoy Petrino! ¿O te quedaste pensando en el uniCORNIO azul? Olivetti, su jefe, que lo precisa. Y allí va, cual saeta, como siempre, dispuesto a cumplir, a jugarse el todo por el todo por la compañía…

−Pero Petrino… ¿Cómo puede ser tan bolas tristes? Mire esto que me trae… Los foliados no están correlativos, faltan los sellos de los secretarios de área… ¿Así espera un ascenso para fin de año? ¡Y claro! Semejante bolastrún… ¡Cómo espera tener una mujer que lo respete y no salga corriendo a buscar cualquier choma para que se la trinque…!

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Hágame el favor de tenerme todo terminado como co-rres-pon-de, para antes del mediodía.

−¡Sí señor Olivetti! Le juro que preparo todo, ocurre que no pude terminarlo como corresponde porque…

−¡Muzza! ¡Chist! No me vega a lagrimar, usted es un bolas cantoras y punto. ¡Y ni se le ocurra alcahuetear! Se me pone a terminar la entrega como le pedí, que si no ya mismo lo estoy llamando a Armentía para que lo pongan primero en la lista de despidos para fin de año… Hora del almuerzo. Ya entregó el informe, pero el jefe no estaba. Se trajo el táper de casa… En el diario, a la mujer del aviso de mallas se le ve un escote sugestivo y unas caderas espaciosas, y entonces ahí el… ¡chicotazo! (¿por qué me dice bolas cantoras el jefe?)… superpuesta a su cavilación LA IMAGEN. Ella salió de caza y está con el otro. Ella gimiendo encima de EL OTRO, EL OTRO encima de ella diciéndole cosas sucias. Ella pidiendo más y más…

−¿Petrino? ¿Te colgaste de vuelta? ¿Un sueño a media ASTA? De vuelta Manfredi, y estallan las risas en el comedor de la empresa… Petrino les pone cara de estar de vuelta de todo, y para salir del tema, comenta del velero en escala que está armando y que en un par de semanas piensa llevar al piletón enfrente de ATC, para hacerlo navegar…

−¿Y quién te va a EMPUJAR DE ATRÁS la nave?− Espeta Siciolini… Nuevo estallido de risas generalizadas, mientras varios hacen mímicas con movimientos de caderas y las manos sujetando imaginarias cinturas femeninas…

−Che, Petrino… Seguro te compraste un 504 con el techito que se abre… ¿no? ¡Así podés llevar el barquito y que el velamen salga por arriba…! “Lo que no me mata me hace fuerte”, se dice a sí mismo en silencio, recordando la leyenda de un marquito en cerámica en la sala de espera del dentista. Y acá está, robustecido como nadie, haciéndole frente al escarnio… “¡De todo esto se saca fuerzas!” se da ánimo Petrino, cuando repentinamente…

−¡Hoy nos vamos antes muchachos!− cae Ledesma con la noticia.

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−Cerraron la planta en Longchamps, no nos van a llegar los insumos, el jefe se tomó el día y Armentía dió el visto bueno para que nos tomemos la tarde. Súbita ansiedad en Petrino… Se da cuenta de la imposibilidad de volver a casa y llegar a las dos de la tarde… ”¿Y si ella llevó a alguien lo más pancha esperando que yo llegue después de las siete como todas las tardes?” Manfredi se da cuenta del dilema…

−¡Che Petrino! Vos te vas al cine, ¿no? ¿A ver una del Topo Yiyo? ¿O el PAPÁ DE BAMBI? ¡A ver si llegás antes de tiempo y te encontrás con el pata ‘e lana! Nueva risotada general, con ademanes y mímicas de inequívoco tenor sexual incluidas. Pero a Petrino nada lo amedrenta, antes bien, su espíritu estoico se templa de argentina hidalguía, no piensa rebajarse ante las burdas humoradas sus compañeros… Lo soez, el trazo grueso (¿grueso?)… ¡Y otra vez el chicotazo!! …no puede evitar pensar en su esposa exigiendo fuera del ámbito matrimonial el trazo ídem… La puede ver demandando precisión y contundencia al mismo tiempo, mientras se revuelca por el sofá del living de la casa con EL OTRO… ¡Pero no! Taconea, se aclara la garganta y se obliga poner en blanco su mente (¿El Topo Gigio?)… Vuelve a su escritorio, toma sus cosas y planea un regreso moderado y meandroso a su casa. Alcanza a escuchar una última burla y risotada general, pero decide no oír nada. En lugar de enfilar para la parada usual del colectivo, se dirige al parque, se sienta en un banco, y al rato nomás, se sienta a su lado un tipo disfrazado de la Pantera Rosa… Con la cabeza del personaje en una mano, fuma un cigarrillo con la otra. Le comenta que trabaja en el “Tren de la Alegría” junto al Hombre Araña… Se miran por un instante. Petrino se siente imbatible, observa el mundo que lo circunda como desde altas cumbres, sabedor de su inmensa superioridad, de su disciplinado sacrificio… No cualquiera lleva esa cornamenta por la vida... Luego se para y se va a la estación de ferrocarril que no va para su casa pensando: “Si le meto pata, a lo mejor alcanzo a llegar tarde, para después de las siete”. La vida es un tongo.

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Elena Herrero Navamuel

ELOGIO DEL DESAMOR

Hoy cambie los sofás de lugar. ¿Viste qué bonito quedó el salón? ¿Te enfadaste? ¿Por qué no me hablas...? No importa… Es que no sabes expresar tus sentimientos….pero sé que me quieres. Sé que en el fondo lo soy todo para ti. ¡Es mi cumpleaños! ¿No me felicitas? ¿No tengo regalo…? No importa. Sé que tu felicitación va por dentro, tu regalo es estar junto a mí…. simplemente no sabes expresarlo. ¿Vamos a algún sitio? ¿Quieres que salgamos a tomar algo? nos invitaron a cenar…. No importa, estás cansado, lo sé…. trabajas mucho para que nosotros estemos cómodos, tengamos cosas bonitas y los niños estudien en los mejores colegios… Anoche llegaste tarde…. ¿Otra reunión sin fin? Pobrecito… ¿puedo ayudarte en algo? ¿De nuevo cena de negocios? ¿Quieres que te acompañe? ¿No? Claro, es mejor que estés solo en estas citas aburridas, interminables… Hoy llamaron por teléfono…. un hombre que dijo que era el marido de la que lleva siendo tu amante 12 años… ¿Viste cuánto loco anda suelto? Le colgué, por supuesto… ¿Quién querría venir a destruir esta felicidad? Porque somos felices, ¿no es cierto?

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Jorge Pailhé

ELOGIO DE LA GORDITA

Supiste esperar. Te recuerdo en los bailes adolescentes, cuando con un leve vistazo dominabas el panorama. Veías, sin desesperar, que las flaquitas salían a bailar en seguida, y vos te quedabas por ahí, fumando o tomando un trago como desentendida del tema, como despreocupada. Esperabas. Encerrada en ese cuerpo generoso, por entonces víctima de un humor deplorable, esperabas. Yo también −tengo que decirlo− era de los que picaba en punta para bailar con esa piba bajita, linda de cara y flacuchita... ¿Cómo se llamaba? ¿Claudia? ¡Mirá! ¡Ni siquiera me acuerdo! Y yo sabía −cosa de pibes, claro− que medio que a vos te gustaba mi simpatía y mis sueños de ser el mejor arquitecto del mundo. Pasaron los años y siempre recurrí a vos, y vos siempre estabas dispuesta a la charla íntima, a la confesión, al cafecito o whiskicito ya de madrugada, a la palabra atenta y de apoyo ante mis males de amores, que vistos ahora parecen (y son) una sarta de pendejadas. Cuando te recibiste en la facultad fui muy contento a saludarte y a tirarte los huevos y la harina, no sólo porque eras la primera de nosotros en convertirte en profesional, sino porque en verdad me hacía muy bien verte concretar tu sueño de ser contadora pública, y encima a pocos meses de casarte con Eugenio. Eras la prueba de que con voluntad se podía conseguir lo que uno quería. Ya te veía enorme en tu personalidad, con una presencia contundente y a la vez serena. Te veía y te admiraba, aunque no te lo dije. Se ve que yo no tuve esa misma voluntad porque en mis tres carreras universitarias jamás pasé de segundo año, y por eso tampoco pude nunca tener un trabajo que me gustara y que pudiera disfrutar. Por suerte vos siempre estuviste conmigo, dándome aliento y diciéndome que, sea la actividad que fuere, si uno la hacía con ganas. honestidad y voluntad, se podía disfrutar igual. Y así fui disfrutando aquellos años de mi vida laboral, ya que en lo afectivo no me iba ciertamente bien, más bien todo lo contrario. Recuerdo que cuando nació tu tercer hijo me contaste que, si bien eras una madre feliz, la criatura no iba seguramente a gozar de tener a sus padres unidos, porque las cosas con Eugenio ya no marchaban... Pasaron un par de años más y aquí estoy, recostado sobre tus pechos plenos y amables, refugiados, los dos, en nuestro amor tardío... 27


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Andy Pecas

ELOGIO DE LA MUJER QUE FUE MUERTA POR SU HIJO

Porque la vio crecer día a día. Y digo crecer y no envejecer porque sería inexacto. María del Valle no envejecía. Aprendía con los años, se reinventaba. Se renovaba en cada época, florecía nuevamente en cada primavera. Sabía adaptarse a lo nuevo, al paso del tiempo, al cambio de tendencias Él lo entendía. Recordaba como aprendió a leer, sentado en la mesa del comedor, a su lado. Recordaba cómo lo acarició con la mirada, delante de sus compañeros de séptimo grado, cuando terminó la primaria. Recordaba esas noches en familia jugando al Estanciero, donde ella indiscutiblemente era la reina. Recordaba cómo le enseñó a tomar en brazos a Inesita, el primer día de su vida. Cómo servía el almuerzo, en esas Pirex enormes, repletas de salsa bolognesa. Cómo tenía todo preparado a tiempo. Cómo recitaba los poemas de Lorca. Los larguísimos, los del torero que muere y de las mujeres terribles que levantaron la cabeza. Cómo hacía cada noche sus sudoku, cual un rito que no se permitía abandonar. Cómo le trasmitió sus valores, su amor por la libertad, su preservación, frente a todo, de la dignidad. Y cuando la vio marchita, en un sillón de hospital, con los ojos vacíos de emociones, con la lengua seca, con la mente seca, con el corazón seco, supo que esa mujer de escasa voluntad y encogida como una lechuguita, no era su madre. Y sacando fuerza de sus recuerdos, de su amor por la dignidad, de su respeto hacia la vida, deshojó esa margarita de tubos que la mantenían aferrada a la no-vida y la devolvió, por fin, al Universo.

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Daniel Goldenberg

ELOGIO DE LA HIPOCRESÍA

Al haberle sido negadas capacidades superiores, la coherencia consigo mismo es la única característica de la que hace gala, como falsa virtud, el Hombre Honesto Común. Permanecer consecuente con su discurso, solo para mantener a raya una conciencia frágil y dormir tranquilo, no es producto de una virtud, sino de una incapacidad social. Al contrario del Hombre Honesto Común, que desde su propia debilidad, guía ciegamente sus actos en proporción directa con sus ideales y convicciones, el Hombre Hipócrita Superior lo hace desde y a partir de un orden elevado. Sobrellevar íntegro cualquier circunstancia en que sus palabras se desmoronan frente a sus propios actos, requiere de atributos que le son ajenos al Hombre Honesto Común. Sin reparar en audacias ni consecuencias, y con la dignidad de un noble europeo, el Hombre Hipócrita Superior se le atreve, sin rodeos, al conflicto entre palabras y acciones, en función de la propia y oportuna conveniencia de sus actos. Pero la valía de esta virtud superior no se limita a contrastar discurso con hechos, y a mantener la firmeza de sus convicciones en oposición a su accionar. El compromiso inquebrantable con sus propios intereses, lo lleva aún más allá, desafiando, incluso, el concepto de consistencia discurso-discurso cuando lo crea necesario. Si las reglas del juego mudan la suerte a su favor, y el ejercicio de la coherencia entre palabra y acto, resultara imprescindible para la consecución de su objetivo, el Hombre Hipócrita Superior jamás dudará en proclamar como justo lo injusto, sin medir de manera alguna su propio sacrificio. Así el Hombre Hipócrita Superior se yergue en toda su estatura, como el auténtico héroe de una civilización que apenas se sostiene, mal cimentada en los débiles valores de la honestidad y la coherencia. Sus intereses no claudican ante sus palabras, ni su discurso ante sus intereses; el manifiesto de sus conceptos morales permanece inquebrantable ante cualquier color que puedan cobrar sus actos y sus actos no serán jamás esclavos de sus palabras. He aquí la noble coherencia de la Hipocresía, bandera de todas las virtudes del Hombre Hipócrita Superior.

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David Haskel

ELOGIO DE LA REPUTA MUERTE

Todos le tememos. Todos la maldecimos. Encarna nuestros miedos más profundos. Se enseñorea en nuestras pesadillas. Reina en la oscuridad y en parajes fríos y solitarios. La Parca es la gran madre desdentada y horrorosa del desamparo, del dolor y de la pena negra. Amiga de las alimañas, las enfermedades, las ciénagas, el desgarro y la carne descompuesta. Es el fin de todo lo que queremos y de todo lo que cuidamos y atesoramos. Pero… levante la mano el que quiera vivir para siempre. Quiero escuchar alguien que me diga que no se quiere morir nunca. Que quiere estar aquí y seguir siendo y siendo y siendo. Quiero que me diga qué sentido tendrían el mundo de los afectos y de las cosas, si uno fuera a estar siempre ahí, para siempre jamás viendo cómo todo lo demás pasa. Porque, ¿por qué será que todo, incluyendo el propio Universo, tiene un principio y un fin en el tiempo? Hasta el mismísimo tiempo tiene un principio –el big bang—, así que sin duda tendrá un cierre (del que en estos días nos hablaba Stephen Hawking)2. Y lo que llamamos muerte es ese fin. Ese temido fin. ¿No será hora de perderle un poco el miedo? ¿Y de ver que todo libro tiene que tener un epílogo, toda película un the end, todo amoroso garche un orgasmo, todo festín su saciedad, todo día su ocaso, toda noche su madrugada, todo viaje su llegada, todo trabajo su descanso, toda fiesta su fin? Toda fiesta su fin.

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http://news.yahoo.com/stephen-hawking-says-god-particle-could-wipe-universe193636349.html?pt=tAD1SCT8P7%2F

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Cecilia Gómez Nale

ELOGIO DE…

Persistente como pocas cosas en este mundo: más que los amores eternos que duran una nada; con el mayor instinto de supervivencia encontrado jamás en todas y cada una de las especies; con más código que muchos de los que se dicen amigos; irreverente como el playboy más ganador o la mujer más seductora. Metódica, implacable, ingobernable, imposible de erradicar, constante, omnipotente y burlona, ella siempre, más tarde o más temprano, con mayor o menor ímpetu, siempre, siempre, siempre se manifiesta: LA MUGRE. En forma de polvillo estático sobre un mueble o dinámico en el aire. Devenida en pelusa. Ayudada por arañas que tejen su tela. Es como una mezcla de todos los colores y se presenta en tonos de grises. Impertérrita, imperturbable, omnipresente. La mugre, aunque no la veamos −como dice en la canción− siempre está. Poco importa la frecuencia, o el producto, o el elemento, o el vigor que se le imponga al combatirla… El brillo previo, la asepsia, la hermeticidad; todos ellos, finalmente abatidos por algo que es más poderoso aún que la muerte. La mugre, señoras y señores, todo lo trasciende.

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Cecilia Mosto

ODA Y VIDA DEL HOMBRE BABOSO (¿EXISTE OTRO?)

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Expectante. Siempre expectante, el hombre baba se agita ansioso por clavar su puñal en algún albergue, el que sea. Madrugador. Antes que aclare el día salta de la cama convencido… (sí, sí) está escrito (para ese día) su destino húmedo en la habitación Selva Tropical del Torres del Lago. Organizado. Su enorme capacidad premonitora lo alerta que, seguramente, se producirá antes de las 17 hrs., porque después se complican los turnos… y el hombre baba no quiere sumar preocupaciones menores que puedan distraerlo de su glorioso final. Humanista. Allí estará metido en una cama con ella. Esa NN, ahora, pero que en un rato adoptará una cara, la que sea. No importa la nación o la tribu. Con color o sin color. Todas están disponibles. Para él y su sex-appeal. Sagaz. Sale a la calle, fija sus ojos saltones en ellas todo el tiempo que hiciera falta porque ahí está para ellas. Para darles lo que ellas quieren. Fija su mirada y se acomoda los tres pelos que quedan arriba de su precoz calvicie que sabe que a ellas encanta. Eficaz. Deja abierto su saco que le queda un poco grande a propósito porque sabe que les gusta. Cuánta energía. Es como un bólido dirigido directo al amor. Ellas lo saben. Solo le cortan la cara porque no se dan cuenta. Hay que darles un segundo. Pero aparece otra y otra. El pasillo de la facultad es un hervidero. Su daga se sale de la vaina, entra al bar.

−Hola, Baba ¿cómo estás? ¿Relaciones internacionales es en aula 202? Más de un segundo duró la frase de Lucía que introducía “Relaciones…” y sí… Lucía era de él.

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Claramente no es una ODA. Pero mi intención fue esa ¿vale?

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Lo del aula era puro chamuyo que había activado un torrente de testosterona. Baba mostró su media sonrisa de reptil advertido. Se sacude como una ola. Su presa estaba dispuesta a entregarse. Y directo, para no hacerla esperar, tocó (en una maniobra quirúrgica) su teta derecha con su mano izquierda. Perseverante. (Lucía era cinturón negro de karate) Baba despierta horas más tarde en el Ramos Mejía al lado de un barra brava de Nueva Chicago que acababa de recibir un tiro en el abdomen. Cerró los ojos y supo que al despertar, Torres del Lago, habitación Selva Tropical, abriría, seguro mañana, su puerta para él.

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Luis Alfonso Martín Delgado

ELOGIO DE LA RAZÓN DURA

Eulogio Porras es un tipo fuera de lo normal, algo admirable. Su propio nombre ya presagiaba desde la niñez lo que podría llegar a ser: eu-logos, que en griego significa el que habla bien, de buen discurso, buen orador. Creció alto y fuerte, tanto corporalmente como en convicciones, alimentado y alentado por sus padres y familiares, de fuerte arraigo tradicional. Ya desde pequeño se distinguió por su poder de convencimiento sobre los demás niños, todos de menores cualidades oratorias que él. Eulogio siempre hablaba más rápido, gritaba más alto y pegaba más fuerte que los demás. Citius, altius, fortius. Así, convencer al resto de sus razones era sencillo. Le bastaba con exponer sus argumentos para que se convencieran de que tenía razón. Cuando se hizo muchacho, su afán de convencimiento le llevó a perfeccionar su dialéctica argumental y se empeñó en el estudio del manejo de nuevos argumentos más acordes al tipo de discusiones en las que participaba, como el puño americano, la navaja automática o la pitón de moto. Cuántas tardes de entretenidas discusiones le proporcionaron estos nuevos conocimientos y cómo disfrutó al comprobar que siempre conseguía el silencio aprobatorio de sus contendientes dialécticos. Ya en la universidad, las aulas se le quedaron pequeñas para albergar su capacidad discursiva. Lo suyo era más el campo abierto, las carreras, solo o en grupos, las divertidas persecuciones y las alegres conversaciones con los otros alumnos que no pensaban como él. Conversaciones que siempre, inevitablemente, acababan en un monólogo de Eulogio, que se quejaba de la falta de respeto del otro, que callaba sin abrir la boca. Ni los ojos. Y por fin, el salto al mundo laboral, para lo que no necesitó ningún título ni reconocimiento académico, ya que le bastaron sus propios méritos personales y sus capacidades dialécticas para conseguir un buen puesto como servidor público.

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Hoy me enorgullece proclamar que Eulogio Porras ha sido distinguido por el Sr. Ministro del Interior como el agente antidisturbios con más capacidad para convencer a los ciudadanos de desalojar las calles y edificios de nuestro país que han sido ocupados por indeseables grupos antisistema en protestas contra nuestro gobierno democrático y legítimo, y esperamos que pueda seguir muchos años más ofreciendo a la ciudadanía su ejemplar comportamiento, henchido de Honor y servicio a la Patria.

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Amelia Molina Burgos

ELOGIO DE LO KITSCH

Un ramo de tulipanes de plástico multicolor (¿por qué no traer Holanda entera a la sala de estar?), sobre el imprescindible y rechinante aparador de formica. Junto a éste, la torrecita Eiffel, dorada, relumbra sobre la fotografía en la que una muchacha se asoma en escorzo mostrando parte de la melena, escayolada de laca, que guarda cautiva bajo una felpa de nylon. En un marco contiguo, repujado con corazones, un soldado imberbe posa orgulloso, apoyado en su cetme. Me deslumbra el juego de luces que forman los flecos amarillos de la pantalla de rafia de la lámpara en la pared, estampada de pétalos de rosa sobre fondo de pintura verde penicilina. En una televisión de patitas cortas, abombada y enmarcada de carey, dos muchachos con chalecos de pico rojo contonean sus caderas, impertérritos sus tupés de cemento. Sobre el aparato, ocupando casi toda la superficie, una gitana, de volantes y lunares, sonríe con ojos brujos a la negrita de plástico, con turbante cubano y aretes, que sentada en el suelo de baldosas blancas y negras, sujeta una puerta de barniz brillante y cristales ahumados. “−Lolitaaaa, contigo yo quisiera twisteaaar toda la vidaaa”– atronan desde la tele los chicos del chaleco de pico rojo, con los tupés ahora desencajados. El brinco de la gitana es simultáneo al de la negrita de plástico. Ambas alcanzan a la vez el hueco que queda libre en el suelo, justo delante del sofá de escay gris perla; se miran, traviesas, y comienzan a bailar en sintonía. Un ruidito me llama desde el aparador ¿La puntera de la bota del soldado está marcando el ritmo? Ahueco la mano formando visera sobre los ojos justo a tiempo para presenciar como el soldado imberbe tira el cetme por el aire y se lanza desde su fotografía. De un salto, alcanza la improvisada pista de baile y se planta frente de la gitana y la negrita de plástico, tras dar un olímpico puntapié al cojín de croché azulón que se ha caído del sofá. Ahora en la televisión, un hombre estático con una túnica, como un globo antes de despegar, entona “Triki triki triki triiiki triki mon amour“.

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El soldado imberbe se coloca entre la gitana y la negrita de plástico y las toma por la cintura, bamboleándose los tres al compás. Hipnotizada, los contemplo hasta que un movimiento casi imperceptible, proveniente del aparador, me saca del trance: a la muchacha de la melena escayolada de laca se le ha escapado un mechón de pelo díscolo de la felpa de nylon, y animada, tararea el “triki triki”. Este espectáculo, esta oda a la fibra, sacude los pelillos de mi corazón de algodón 100% y busco confort dando un sorbo a mi cola-cao. Miro con aprensión el vaso ambarino de duralex con la sospecha de que, como decía la abuela de un amigo, alguien me haya echado un porro en la bebida.

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Pablo Miguel

ELOGIO DE LA CHAPUZA

En estos tiempos de fomento a la especialización, en los que el técnico de los cables rojos termina su tarea y te entrega un certificado, pero te avisa que todo es inoperable hasta que venga el técnico de los azules, mi elogio es para los entrañables chapuceros. No son especialistas en nada pero quizás por eso se dan maña en todo. Cuando algo se descompone desarrollan su arte y el resultado suele ser una cosa bastante horrible a la vista, con apariencia de no servir, pero... ¡funcionando! Yo, torpe congénito, a quien siempre se le dieron bien los problemas de lógica y le encanta todo nuevo desafío en tanto y en cuanto sea puramente intelectual, confieso que en mi puta vida pude martillar un clavo sin doblarlo, por no mencionar lesiones dactilares. Siempre necesité manos ajenas para llevar a cabo mis ideas. Por suerte, o tal vez por asociación natural, siempre tuve a mi lado amigos y amigas chapuceros que me sacaron de cualquier apuro. Obviamente, esos arreglos "temporarios" tienden a quedarse conmigo (la eternidad también es temporaria si la infinitud es medida de tiempo). ¿Cómo deshacerme de esas cosas feas y medio deformes si al utilizarlas homenajeo a aquellos salvatajes? Elogio justo y merecido entonces para el genio del alambre retorcido, la maga de la cinta scotch o el bollito de papel, los artífices del chicle mascado como aislante entre dos piezas. Gracias.

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Diego Pascual

ELOGIO DE LA LÁGRIMA Y EL PAN

Esto pretende ser un Elogio a las mujeres humildes, anónimas y sufridas. No hay nada feliz en sus pesares, pero admiro profundamente su manera ejemplar de sobrellevarlos… Este es un elogio a las mujeres anónimas del pobrerío, a las mujeres rurales, a las mujeres del mundo trabajador y subterráneo. A esas mujeres de piel curtida, de brazos aguerridos, de manos agrietadas. A esas mujeres que ni el tiempo ni la vida (vaya rivales) han podido someterlas a las lágrimas. A esas mujeres que amasan el pan de la alegría. La alegría para reír por siempre aunque duela (y todo duele cuando nada alcanza). Elogio a la ternura de su amor casero. Elogio a la fiereza deliciosa de su silencio extremo. Elogio a su indomable corazón de oro y a su inmutable piel de acero. Elogio a su trascendencia visceral y sencilla que nos atraviesa.

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Sanchu De Raedemaeker

ELOGIO A LOS 50

Cincuenta años, son pies con uñas mal pintadas, ojos cerrados de recuerdos que vienen con aromas, y colores de pasado. Cincuenta años es una ferretería, mezclada con Lancome, lugares donde no volveremos a cabalgar. Es una metáfora, un laberinto dentro de una cartera. Es medio siglo de Serrat, cincuenta años son... los ochenta. Cincuenta años es temblar en el trabajo, riendo cuando algo no gusta, y llorando a escondidas en el baño. Es la hora del silencio cuando hay ruidos y del respeto hacia uno mismo. Es alerta y valor, es impactante atractivo. Los miedos se replantean, ya no es la luna que hace la marea, soy yo y mis consecuencias. A los cincuenta el vecino deja de tener la culpa, como a los cuarenta los ex, y a los treinta los padres. Los cincuenta son una bocanada de vida, que ya no se pierde, se recupera. Un libro tirado a la basura, y un saco a lucir, las copas aunque no hayan visitas. A los cincuenta se es lindo, porque hay esencia. La vagancia, el poco tino, las ojotas, el abrazo de sólo un ratito. Es el mate y la cara de culo, el no tengo ganas y el no me importa nada. Si hubiera tenido cincuenta en mis cuarenta y en mis treinta, qué práctica sería.

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Pero bueno, resumiendo este camino agrietado con rechazo al cemento, que endurece las facciones, puedo decir que, hasta hoy, fue interesante. Interesante para mis padres, que me decían −Quiero verte a los cincuenta. Para mis hijas, de las que escucho −Mami nos diste mucha libertad, pero aprendimos a discernir. A mis amigos, que me reiteran −Sanchu, necesito tu catre duro. A mi amor, que me da fuerzas cuando algo me sabe pesado de sobrellevar. La vida mía está llena de regalos, que son la amistad, el amor de la familia, la paz que puedo llevar a la cama, la salud, porque puedo dirigirme sin ayuda, a la misma. Mis regalos son mis brazos y mis piernas y mis ojos que pueden ver, y mi corazón a veces inflexible, que cuando lo acarician puede sentir y aunque las canas aparezcan, y que en las arrugas se note mi escuela. Escuchar mi corazón me llena de brillantes ideas.

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Dicky Schefer

ELOGIO DE LA LÍNEA DE LA VIDA

Siempre me asustó la línea de la vida de mi palma izquierda. Toda perfectita y profunda ella, hasta ese horrible quiebre desde donde se corta y se convierte en arroyitos secos y cortados. Solía pensar en ella cada tanto y me intrigaba si realmente significaba algo, o era un cuento. Y si no era un cuento ¿de qué manera se manifestaría la desgracia? ¿como enfermedad? ¿como pobreza? ¿locura acaso? Después de que fue transcurriendo el tiempo con relativos éxitos coleccionados, empecé a mirar ese quiebre en la palma con el cariño de una rareza. Unos bienestares más, y me enorgullecí de mi línea. Era muy única entre las que miré. Así que hasta la miraba con el orgullo de un coleccionista de pieza única. Un día, en el momento menos esperado, se desencadenó una catarata de catástrofes, algunas reales, otras creadas por la real. ¡Qué fantásticamente predictora resultó esa línea! Pero no puedo elogiarla más que eso: le temo. Me planto y la enfrento bien, con todos los recursos a mi alcance. Pero los cortes que siguen son largos, débiles y sinuosos. Confieso que me asusta la guacha. Es más, la detesto.

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Maribel Martínez

Ana Juana Suárez Schilser Romers, distinguida como nadie: culta, tierna, educada, solitaria empedernida, libre y aventurera de grandes viajes por Asia, Europa y Latinoamérica. Recuerdo asombrada cuando me invitaba a tomar té de rosas y yo acudía encantada, con mi prima María de los Ángeles, entre diálogos y lindos momentos, tazas de la más radiante porcelana y cucharitas de plata, me repetía de modo constante, su mirada y elogio intenso de las personas, que con nada de nada son felices. Y yo comprendía su sentimiento. Tenía razón. “La felicidad no tiene precio", le decía suavemente, pues Ana Juana era una gran dama distinguida y sensible.

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Julio Fernando Affif

ELOGIO DEL DESENCUENTRO

Te estoy mirando fijamente y ya no podés sostener tu mirada desafiante. Me aferro suavemente a la tela que cubre el borde de madera, incapaz de pronunciar una palabra. El murmullo alrededor me resulta audible apenas, el ambiente incoloro y triste y el perfume de las flores, penetrante y embriagador. Sigo mirando tu rostro indolente deseando un gesto de tu parte. Pero es en vano. Yo estoy dispuesto a rever mis actitudes, pero los acontecimientos se precipitaron de tal manera que una espiral de violencia verbal se antepuso a cualquier mecanismo racional. Y ahora estás ahí en el medio de la sala, sin percibir lo que pasa a tu alrededor. Cuántos desencuentros, Dios, tan evitables que hoy la rabia se mezcla con la impotencia de no poder manifestarlo. Di media vuelta y salí buscando el aire fresco reparador y una tenue llovizna se confundió con mis lágrimas.

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EDICIONES LIPE DOMINGO 14 DE AGOSTO DE 2014



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