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LA MÁQUINA DEL TIEMPO MUSICAL Contemplación en tiempos de pandemia
CONTEMPLACIÓN EN TIEMPOS DE PANDEMIA
Lic. Jesús Antonio Aquino Rubio
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maquinadeltiempodekiko@gmail.com @kikotimemachine Maquina del Tiempo de Kiko Aquino Rubio maquinadeltiempodekiko Maquina del Tiempo Kiko
Era un día más, uno más de pandemia, donde a veces pareciera ser igual martes, jueves o domingo. Un día más de este 2020 que nos ha enseñado lo frágiles que somos en el equilibrio natural y que nuestros logros, egos y castillos de metal son, en realidad, castillos en el aire.
La eliminación del contacto humano de nuestra cotidianeidad por motivos de salud nos muestra una vida triste, gris, que genera melancolía a cada minuto. El mundo está enfermo de la falta de contacto humano. Las almas y los corazones viven de ello y están marchitos por recomendaciones médicas; mientras no tengamos vacunas, la distancia social es indispensable para cuidarnos.
La necesidad se impone y Nathan tuvo que ir a trabajar, como cada semana, a ese depósito de papas que jornal tras jornal ha entregado durante muchos años, el origen de su sustento y el de su familia, sintiendo la alegría discreta que genera el silbato que marca el final del turno de trabajo.
Con la tarde cayendo, y usando como medio de transporte una patineta, Nathan hacía el viaje de retorno a casa, un momento de verdadera contemplación. Sentir el aire sobre su cara, disfrutando los últimos rayos de la tarde, y de esa soledad enriquecedora que también vivifica el alma.
Teniendo al asfalto y su patineta como testigos, era inevitable que recordase los mejores momentos de su vida, entre ellos, aquellos recuerdos donde su madre cantaba la frase: “Es justo que actúes de la manera en la que te parezca”. Tener en la mano su jugo de arándano, recompensa del duro jornal del día, era el último de los elementos del momento mágico que construía diariamente, que era como la caridad honesta, tenía sentido porque se realizaba para uno mismo, no para complacer a los demás.
Ese cúmulo de elementos para construir el momento perfecto e ideal de Nathan, hubiese continuado siendo efímero, momentáneo y privado, de hecho, lo fue por mucho tiempo, hasta que, siguiendo las recomendaciones y por insistencia de sus hijas, decidió grabarlo.
El mundo de la industria generalmente utiliza elementos probados y códigos culturales para asegurar el éxito de un producto, tiene que ser bello, bonito, estético y sofisticado. Y tratándose de videos comerciales, producidos con gran calidad, cuidando iluminación, edición y otros elementos técnicos para sorprender a quienes lo vean. En los veintidós segundos de video de Nathan no existe nada de eso.
Él no es bello, tampoco bonito, de hecho, se apoda a sí mismo Cara de perro. Tampoco muestra un cuerpo estético o sofisticado, por el contrario, aunado a su falta de simetría,
aparece rapado y con una sudadera gris de lo más común. El video no es de gran calidad, es una grabación realizada por Nathan sobre una patineta, sin mayor cuidado de iluminación o edición. En resumen, el video tiene todo para no triunfar.
Y así, contra todo pronóstico, y sin buscar serlo, Nathan se volvió estrella mundial. Su video tiene mucho de humano y su rostro disfrutando su momento de forma honesta nos grita sin palabras, nos da una bofetada de elementos comunicativos no verbales con los que vibramos los seres humanos.
¿Qué nos dice? Parece que algo diferente a cada persona que lo mira, pero se ha vuelto viral en todo el mundo, tanto que miles de personas han grabado un clip imitando a Nathan Apodaca patinando, llevando su bebida favorita y cantando una frase del famoso tema “Dreams”.
En la coctelera cultural de este fenómeno están las redes sociales, el momento de pandemia que todos vivimos, los anhelos, la contemplación, sobre todo un mensaje honesto y real que no necesita una sola palabra para ser comprendido. Nathan logró que la agrupación musical Fleetwood Mac volviera a la cima del éxito mundial con ese famoso tema y logró darlos a conocer a las nuevas generaciones, tanto que su fundador hizo el mismo video en homenaje y agradecimiento a Nathan.
En el mundo y la tierra del sueño americano parece que por un momento lo fue para el protagonista de esta historia, quien recibió de la compañía de jugos de arándano un regalo demasiado especial:
una camioneta todoterreno nueva de agencia, repleta en su compartimento de carga con una increíble dotación de su jugo favorito para beber durante un año.
Ahora la famosa nueva estrella del firmamento digital podrá ir al trabajo en su nuevo vehículo, podrá tomar su jugo de arándano cuando quiera y contemplará el camino de regreso a casa de una forma diferente. A pesar de todo esto, un día a la semana regresará al trabajo en su vieja patineta y esperará el sonido del silbato que marque el final de su jornada laboral, para entrar como niño pequeño a la tienda de conveniencia que está junto a la bodega donde trabaja, recorrerá hasta el final el pasillo 4, tomará de la tercera repisa como premio su jugo de arándano y pagará por él, y saldrá de nuevo a repetir su ritual personal que ahora todo mundo conoce y que no se lo pueden brindar sus nuevos regalos, para volver a saludar en su mente a su madre, cantando la canción que ella coreaba siendo él un niño, mientras los últimos rayos del sol y el asfalto son testigos mudos de ese viaje contemplativo al interior de su corazón y su alma.