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TIEMPO ARGENTINO  |

foro internacional emancipación e igualdad

|    |  sábado 18 de abril de 2015

Foro Internacional Emancipación e Igualdad viene de tapa

tros países sufren, precisamente, la mengua de identidades que se mantienen aisladas, separadas y no encuentran suficientes posibilidades de juntarse, cruzarse en función de distintos proyectos. Eso no quiere decir fusionarse ni identificarse: el gran desafío está es mantener los contornos identitarios siempre apostando a un proyecto común. Ese descentramiento apunta, por una parte, a dos ideas que deben ser puestas en contingencia, que deben ser deconstruidas, que son el concepto de ciudadanía y el concepto de pueblo. El pueblo, creo que es relativamente fácil para mí explicar el cambio de ese pueblo sustantivo, homogéneo, completamente compacto, que alimenta muchas veces conceptos fachistas de pueblo desde conceptos de izquierda. Esto es, lo dice Alain Badiou, usar el pueblo como adjetivo, como popular. Una cosa es que digamos "el pueblo unido jamás será vencido", entendemos a qué nos estamos refiriendo, y otra cosa es que lo utilicemos como "popular". Un movimiento popular, la cultura popular, un partido popular, un estado popular, esa adjetivación, jugando un poco con las palabras, ese adjetivo ayuda a desustantivizar, a quitar la sustancia misma de un nombre que no tiene un contenido compacto sino que se aplica siempre a situaciones determinadas. Didi-Huberman también recomienda que no hablemos sólo en adjetivos sino también en plural. Los pueblos. Por eso, más que el protagonista en abstracto, "el pueblo", si pudiéramos hablar como nombre, constituiría más bien un locus, un lugar, una escena donde distintos actores populares, y aquí sí puedo usar como adjetivo el término, construyen políticas o estrategias o movimientos contrahegemónicos desde distintos lugares. (...) Conviene entrar otro concepto, un concepto relativamente nuevo, que es el concepto de multitud. (Paolo) Virno, (Michel) Hardt, (Tony) Negri, etcétera, que también mencionan la emancipación, pero a partir de una totalidad social autoconciliada, autoregulada, al margen del problema del poder, más allá del Estado, más allá de cualquier instancia representantiva y, por lo tanto, más allá de un trabajo político por el poder. Ante eso, sí, lo po-

pular constituiría, constituye, un espacio difuso, un espacio quebrado, disímil, menos mal que heterogéneo, pero sí con un sentido claramente político orientado a la promoción de poder contrahegemónico, o poderes contrahegemónicos, o distintas posiciones que se van cruzando como para invocar nuevas modalidades o alternativas de concebir el poder. Un espacio desigual, pero que acoje la diversidad de posiciones e incluso diría que hasta acoje esa posiciones rápidas de las multitudes, de los indignados, de los grupos de manifestantes ad hoc, etcétera, porque refrescan también el espacio, la escena y existen suficientes esquemas como para ir sosteniendo las distintas formas más estables y las formas orgánicas de construcción de poder popular. La multitud recusa el Estado. El neoliberalismo, también, sabemos que tiene una virulenta retórica anti estatal. En un momento, ciertas izquierdas latinoamericanas, sobre todo las postdictatoriales, en lo inmediato, desconfiaban muchísimo del poder estatal y de la posibilidad de construir contrahegemonía desde dentro del Estado o a través del Estado. Y la irrupción, lo que llamamos el acceso al poder,es siempre fruto de procesos colectivos

Escobar compartió la mesa "Nuevas subjetividades, neoliberalismo", con Taibo (México), Torres Cuevas (Cuba) y Nidia Díaz (El Salvador). complejos, no es nada que ocurra de la nada ni caiga tampoco del cielo. Los gobiernos de izquierda en la región han necesitado fortalecer el Estado ante la expansión avasallante del neoliberalismo, han abierto no solamente posibilidades sino que han hecho ver también al Estado como un agente activo de emancipación y un agente absolutamente imprescindible. (...) El Estado no desea, no tiene un organismo de deseo ni tiene un componente afectivo que es fundamental para las políticas sociales o las luchas individuales que conducen a esa búsqueda de la emancipación. Es demasiado conocida la dife-

rencia que hace (Jacques) Rancière entre "la política" que es el aparato del Estado, administrativo, la gestión, los sistemas de representación, etcétera, por una parte, y lo que llama "lo político" que es justamente el momento irruptor que desarregla el tablero (político) y que permite la emergencia de nuevas subjetividades que hasta ese momento estaban invisibilizadas o, por lo menos, no tenían voz consagrada en ese espacio ni poder para que esa voz tenga consecuencias. Creo que es importante, en contra de esta división demasiado absoluta que hace Rancière, recuperar el aspecto político de los estados progresistas. Los Estados progresistas no se limitan a ser administradores burocráticos de un modelo que reproduce las desigualdades, sino que pueden ser el gran motor. Y lo son, en muchos casos cuando, justamente,su acción política es desarreglar ese orden jerárquico, armónico, inmutable, y permitir la irrupción de nuevos sujetos, de nuevos actores, que son los que, en concreto, habrán de desarrollar las luchas emancipatorias. Benjamín Arditi es un pensador paraguayo que también trabajó con Laclau y que critica el concepto de Bismarck dela política como el arte de lo posible. Dice que es un concepto que hace al realpolitik. Es un concepto que avisora los propios límites de lo político como lo imposible. O sea, juega lo posible como imposible. Lo imposible no es aquello que jamás podría suceder sino aquello que hace posible que nos movamos, que luchemos, que actuemos como si fuera posible. Y muchas veces es actuar como si fuera posible: de pronto pasa que nos encontramos, en un momento determinado, con tres presi-

Ticio Escobar. Nació en Asunción, 68 años. curador, profesor, crítico de arte y promotor cultural. Fue secretario de cultura de Lugo. dentas que son mujeres. Con un presidente uruguayo que es guerrillero. Con un presidente como Lula que fue ex obrero. Una ex torturada como es Dilma. Un obispo, como fue Lugo, de la Teología de la Liberación. Entonces, eso supone que lo imposible, en un caso, pueda ser descaradamente mirado, pueda ser aspirado, pueda ser deseado. Y que ese deseo mismo se convierta en un factor que acorte la brecha de la posibilidad... A veces los proyectos son demasiado viables, demasiado factibles… Recordemos la consigna del '68: "Seamos realistas, soñemos lo imposible". Lo imposible está en la base de cualquier utopía que podría ser alcanzable. La emancipación, por eso, quizás más que un programa, y se dijo también acá, es una promesa, una promesa a algo mejor. Toda promesa aspira a un porvenir mejor y en este caso es un porvenir igualitario, centrado en la igualdad. No tiene garantía de cumplimiento, pero eso mismo impulsa a asumir un riesgo que es el riesgo de abrir un espacio al acontecimiento. Siempre en última instancia, tanto lo político como lo cultural como lo artístico, lo que puede hacer es abrir un espacio para que algo ocurra, o termine de ocurrir o crear las condiciones propicias, aún jugándose la vida por ello, para que eso que tiene que venir, venga. Ahí estamos cercanos al tema del arte. No solamente el arte en cuanto a denuncia o en cuanto a testimonio de conflictos, sino cómo el arte actúa en el modo de lo posible-imposible. Es una atemporalidad anticipadora que es capaz de atraer la imagen e imaginar, poner en presencia y en apariencia algo que puede ser y no ser –podría no ser–, y que aparece. Y con eso hace visibilizar actores que están afuera. Veíamos que es una de las cuestiones funda-

mentales de la emancipación, y también a veces crear zonas de silencio, para que resuenen esas voces omitidas y excluidas. Este es un camino. Otro camino, ya sabemos,es la construcción de lo público, las políticas públicas no basadas en la especulación financiera, no basadas ya en las lógicas del mercado sino en una plataforma de desarrollo regional. Cuando hablamos de desarrollo y ponemos el adjetivo "sustentable", estamos hablando de un desarrollo que no sea especulativo, que no sea depredatorio. Creo que eso ya lo tenemos bien fijado:un desarrollo que traduzca esa posibilidad de que lo público se constituya en un horizonte fundamental. Hace tiempo, cuando se definía lo público se decía que era aquel orden de coincidencias entre los distintos actores–el Estado, el mercado y la sociedad–, en el cual cada uno trascendía un poquito, un pasito más allá de

"Un camino es la construcción de lo público, las políticas públicas no basadas en la especulación financiera, ni ya en las lógicas del mercado sino en una plataforma de desarrollo regional." Ticio Escobar

los límites de sus lógicas sectoriales, y lograba coincidir en un espacio común que era bien común, más o menos. Hoy es difícil poner al mercado adentro, porque el mercado no tiene límites, no hay un trans del mercado. El Estado puede avanzar más allá de su óptica estatal para un diálogo con los sectores. Los distintos sectores en un desafío fuerte, deberían ser capaces de salir delidealismo y apelar al momento solidario más que al momento corporativo de sus propias instancias y desembocar en una escena pública que sea de coincidencias. Esto tenemos en común y a esto queremos llegar. (...) Y se trajo sobre la mesa un concepto que viene sonando, ya hace tiempo, en las discusiones que es el concepto del "buen vivir". Ya sabemos que no es el de bon vivant ni es el devivir bien. Es un concepto que en quechua se dice "sumak kawsay", en aymará se dice "suma qamaña" y en guaraní se llama "tekoporá". Sigo conel guaraní porque es la lengua que conozco. En guaraní, tekoquiere decir "vivir como uno es", o sea, sería la cultura, la forma propia de vivir. Y poráen guaraní, tiene un doble sentido que es un poco platónico en muchos aspectos: "bien" y "bello". Porá en guaraní es "lindo" y también es "bueno". Se dice de las dos formas. Y este concepto de tekoporá incluye, como se dijo ayer, la armonía que equilibra instancias ambientales, instancias trascendentales, instancias de la subjetividad más íntima, instancias de la convivencia del grupo, de la comunidad, del cosmos, en fin, todo lo que rodea, como instancias conflictivas que deben ser conquistadas también. Ayer hablaba con Lía Colombino de este tema. Como el guaraní es un lenguaje aglutinante que se puede traducir de acuerdo a los sufijos, prefijos y palabras que se van juntando, ella me decía que en guaraní porá también quiere decir, literalmente, "estar a la mano" o "ser para la mano". Po es "mano", rá es "para". Más allá de las connotaciones que puede tener este término, poráen este caso significaría dos cosas también (el guaraní admite esas polisemias, porque es un idioma excesivamente metafórico, retórico, resbaladizo en sus ámbitos semánticos): "Estar a la mano", primero como una herramienta de construcción,


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