The Raven El cuervo
Clásicos de lujo
El cuervo
Edgar Allan Poe Traducción de Ignacio Mariscal
FÓSFORO
Colección clásicos de lujo 1 Edgar Allan Poe | The Raven Ignacio Mariscal | El cuervo (traducción) Ilustración en portada: John Tenniel | Still Is Sitting Ilustración en interiores: John Tenniel Primera edición: Marzo, 2020. Diseño editorial: Luis Fernando Rangel Formación y edición: Juan Ramón Flores fosforocuu@gmail.com /Fósforo. Literatura en breve. @fosforoliteratura La literatura y las ideas son libres. ¡Que corra la voz! ¡Que ardan los fósforos! Editado y producido en Chihuahua, México.
El cuervo
Edgar Allan Poe Traducción de Ignacio Mariscal
El cuervo
Traducción de Ignacio Mariscal
Reina la media noche: calma fúnebre se tiende en pos del recio temporal: cansado al fin de recorrer volúmenes de mi estancia en la triste soledad, al sueño me rendía, cuando súbito un sonido me viene a despertar. “Alguien está llamando en el vestíbulo: ¡importuna visita! —exclamo— ¡bah! Será un necio que venga con farándulas, un necio y nada más!”.
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Pasado ya el turbión, en ayes lúgubres de lejos se oye al viento suspirar. Sobre el tapiz imágenes fantásticas arroja la luz trémula del gas: vanamente en los libros un narcótico a mi acerbo dolor pensé encontrar, que hasta mi sueño acibaró la pérdida de esa adorada, angélica beldad, que al cielo para siempre huyó, dejándome tormento y nada más.
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Meditando seguí: el rumor del céfiro las cortinas de seda al agitar me hacia estremecer, y un terror pánico me tenía clavado en mi sitial, repitiendo con aire incierto, estúpido, sin dominar por ello mi ansiedad, sin dar yo mismo a mis palabras crédito: “Es alguien que me viene a visitar y tocó suavemente en el vestíbulo: eso es, eso es no más.”
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De repente sentí llenarme de ánimo, y esforzando el acento más y más. “Caballero, o señora, —grité impávido—, allá voy, usted ha de dispensar. Es el caso que estaba ya durmiéndome cuando de su venida la señal confusa y débil resonó en mi tímpano: fue tan suave, que usted comprenderá... allá voy”. Y la puerta abrí con ímpetu: ¡tinieblas, nada más!
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Largo tiempo miré el espacio lóbrego, receloso, temblando al comenzar, absorto al fin en sueño atrevidísimo, cual nunca lo soñara otro mortal. Reinaba hondo silencio por los ámbitos del universo, en calma sepulcral: sólo mi voz lo interrumpió, “¡Felícitas!”, gritando en la vacía inmensidad, do un eco débil repitió “¡Felícitas!”. Un eco y nada más.
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A mi estancia volví cual ciego autómata, con solo un movimiento maquinal, y al punto a sonar vuelve toque ríspido que su origen trazó con claridad. “Vaya, vaya, —exclamé—, no en el vestíbulo; por la ventana quiere alguno entrar. Vamos, que no tocan los espíritus de ese modo: el misterio penetrar es preciso; de espantos ya dejémonos; será el viento no más”.
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En esto á la ventana llego rápido, y de golpe la abrí de para en par. A poco revolando entró en mi cámara negro cuervo de aspecto funeral, y sin más ceremonia ni preámbulo que un vuelo silencioso, circular, sobre un busto de Palas, grave, tétrico, paróse en filósofo ademán: posado allí quedó con aire estólido, posado y nada mas.
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Tan serio continente en aquel pájaro parecióme fingida gravedad, y su actitud a risa provocándome, así con un desenfado empecé á hablar: “Por tu calva y tu gusto mitológico te reconozco al fin, ave infernal: Cuervo más viejo que Saturno, prófugo del reino de la Noche, dime ya cuál es tu nombre en la región plutónica; y él respondió: “Jamás”.
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A tan clara respuesta quedé atónito de un cuervo no pudiéndola esperar, si bien al pronto parecióme bárbara, sin sentido, ó sin mucha urbanidad; pues en verdad no pudo figurárseme que un adverbio de tiempo y nada más bastara á contestarme, ó que el ridículo avechucho que hiciera pedestal del sacro busto de una diosa olímpica, se nombrara Jamás.
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En tanto el cuervo, taciturno, tétrico, quedó sin otro acento articular, cual si el que lo animaba negro espíritu en un vocablo comprendiera ya. Ni un movimiento en su plumaje de ébano, ni un rumor descubría al animal; hasta que dije con acento lánguido: “lo haré mi amigo y pronto volará; me dejará cual me dejaron pérfidos...”. Él prorrumpió: “Jamás”.
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Asustado al oír tan pronta réplica, que ya no pareció casualidad, “Tal vez, —dije—, la ciencia de este pájaro tiene esa voz por único caudal, y la aprendió de un loco o de una víctima del infortunio... ¡mísero! Trovar quizá no pudo su canción monótona sin esa muletilla, y por final de cada estrofa recalcó fatídico ese “jamás, jamás”.
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Así pensé, y el misterioso cárabo volvió mi fantasía a recrear, y a contemplar me puse busto y pájaro, tendido muellemente en un diván, imaginando en posición tan cómoda cuanto pudo la mente cavilar, sin penetrar en el sentido místico (ni siquiera entendí el gramatical) que daba á su graznido el ave exótica al repetir jamás.
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En medio aquel delirio, ni una sílaba dejaba yo a mis labios escapar; miraba al cuervo, y su mirar flamígero convertía mi mente en un volcán. Débil, exhausto, mi cabeza lánguida reclinaba en la pluma del sofá, y a su contacto mi cerebro mórbido evocaba una imagen celestial. En vano, ya el diván su forma angélica no ha de oprimir jamás.
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Mas al punto un aroma preciosísimo de incienso comenzóme a circundar, y el eco me arrulló de blanda música que ahuyentaba del seno todo afán. “Desdichado, —clamé—, el Señor benéfico te envïa con sus ángeles la paz: apura, apura el delicioso bálsamo, y cese tan continuo lamentar; olvida para siempre a tu Felícitas...”. Gritó el cuervo: “Jamás”.
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“Profeta de dolor, inmundo oráculo, ministro aterrador de Satanás, ora te envíe Belcebú al Tártaro y te arrojara aquí la tempestad para engañarme con falaz pronóstico, o el destino infalible revelar, dime —exclamé—, por compasión á un mísero responde: ¿tendrá término mi mal? Yo te conjuro por tu dios; respóndeme”. Y él contestó: “Jamás”.
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“Profeta de dolor, inmundo oráculo, ministro aterrador de Satanás, por ese cielo de esplendor magnífico, por su Dios, que obedecen tierra y mar, dimes si de la tumba tras el límite, en la región de inmensa claridad, podré ver algún día a mi Felícitas, y absorto en su belleza virginal, a un par de los querubes darle un ósculo...”. El respondió: “Jamás”.
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“Esta sea, —grité— la prenda única de nuestra despedida, ave infernal; húndete pronto en el profundo báratro, tumbos dando al furor del huracán. No dejes ni una pluma que ni cámara me recuerde tu horóscopo fatal. Vuela ya de ese busto y del vestíbulo; suelta, suelta; tu garra pertinaz mi alma rompe: retírate, retírate...”. Y él contestó: «Jamás”
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Y desde aquella noche el cuervo lóbrego posado allí, clavado siempre está sobre ese busto de la diosa pálido, que le sirve de eterno pedestal. Fiero demonio vigilando al réprobo, no aparta de mí un punto su mirar, larga sombra arrojando, negra, fúnebre, do muere el sol y el luminoso gas... ay, de esta sombra que enlutó mi espíritu, ¿no he de salir?… ¡jamás!
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The Raven
Edgar Allan Poe
Once upon a midnight dreary, while I pondered, weak and weary, Over many a quaint and curious volume of forgotten lore— While I nodded, nearly napping, suddenly there came a tapping, As of some one gently rapping, rapping at my chamber door. “’Tis some visitor,” I muttered, “tapping at my chamber door— Only this and nothing more.” Ah, distinctly I remember it was in the bleak December; And each separate dying ember wrought its ghost upon the floor. Eagerly I wished the morrow;—vainly I had sought to borrow From my books surcease of sorrow—sorrow for the lost Lenore— For the rare and radiant maiden whom the angels name Lenore— Nameless here for evermore.
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And the silken, sad, uncertain rustling of each purple curtain Thrilled me—filled me with fantastic terrors never felt before; So that now, to still the beating of my heart, I stood repeating “’Tis some visitor entreating entrance at my chamber door— Some late visitor entreating entrance at my chamber door;— This it is and nothing more.” Presently my soul grew stronger; hesitating then no longer, “Sir,” said I, “or Madam, truly your forgiveness I implore; But the fact is I was napping, and so gently you came rapping, And so faintly you came tapping, tapping at my chamber door, That I scarce was sure I heard you”—here I opened wide the door;— Darkness there and nothing more.
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Deep into that darkness peering, long I stood there [wondering, fearing, Doubting, dreaming dreams no mortal ever dared to dream before; But the silence was unbroken, and the stillness gave no token, And the only word there spoken was the whispered word, [“Lenore?” This I whispered, and an echo murmured back the word, [“Lenore!”— Merely this and nothing more. Back into the chamber turning, all my soul within me burning, Soon again I heard a tapping somewhat louder than before. “Surely,” said I, “surely that is something at my window lattice; Let me see, then, what thereat is, and this mystery explore— Let my heart be still a moment and this mystery explore;— ’Tis the wind and nothing more!”
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Open here I flung the shutter, when, with many a flirt and flutter, In there stepped a stately Raven of the saintly days of yore; Not the least obeisance made he; not a minute [stopped or stayed he; But, with mien of lord or lady, perched above my chamber door— Perched upon a bust of Pallas just above my chamber door— Perched, and sat, and nothing more. Then this ebony bird beguiling my sad fancy into smiling, By the grave and stern decorum of the countenance it wore, “Though thy crest be shorn and shaven, thou,” I said, [“art sure no craven, Ghastly grim and ancient Raven wandering from [the Nightly shore— Tell me what thy lordly name is on the Night’s Plutonian shore!” Quoth the Raven “Nevermore.”
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Much I marvelled this ungainly fowl to hear discourse so plainly, Though its answer little meaning—little relevancy bore; For we cannot help agreeing that no living human being Ever yet was blessed with seeing bird above his chamber door— Bird or beast upon the sculptured bust above his chamber door, With such name as “Nevermore.” But the Raven, sitting lonely on the placid bust, spoke only That one word, as if his soul in that one word he did outpour. Nothing farther then he uttered—not a feather then he fluttered— Till I scarcely more than muttered “Other friends have [flown before— On the morrow he will leave me, as my Hopes have flown before.” Then the bird said “Nevermore.”
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Startled at the stillness broken by reply so aptly spoken, “Doubtless,” said I, “what it utters is its only stock and store Caught from some unhappy master whom unmerciful Disaster Followed fast and followed faster till his songs one burden bore— Till the dirges of his Hope that melancholy burden bore Of ‘Never—nevermore’.” But the Raven still beguiling all my fancy into smiling, Straight I wheeled a cushioned seat in front of bird, [and bust and door; Then, upon the velvet sinking, I betook myself to linking Fancy unto fancy, thinking what this ominous bird of yore— What this grim, ungainly, ghastly, gaunt, and ominous bird of yore Meant in croaking “Nevermore.”
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This I sat engaged in guessing, but no syllable expressing To the fowl whose fiery eyes now burned into my bosom’s core; This and more I sat divining, with my head at ease reclining On the cushion’s velvet lining that the lamp-light gloated o’er, But whose velvet-violet lining with the lamp-light gloating o’er, She shall press, ah, nevermore! Then, methought, the air grew denser, perfumed from [an unseen censer Swung by Seraphim whose foot-falls tinkled on the tufted floor. “Wretch,” I cried, “thy God hath lent thee—by these angels [he hath sent thee Respite—respite and nepenthe from thy memories of Lenore; Quaff, oh quaff this kind nepenthe and forget this lost Lenore!” Quoth the Raven “Nevermore.”
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“Prophet!” said I, “thing of evil!—prophet still, if bird or devil!— Whether Tempter sent, or whether tempest tossed thee [here ashore, Desolate yet all undaunted, on this desert land enchanted— On this home by Horror haunted—tell me truly, I implore— Is there—is there balm in Gilead?—tell me—tell me, I implore!” Quoth the Raven “Nevermore.” “Prophet!” said I, “thing of evil!—prophet still, if bird or devil! By that Heaven that bends above us—by that God [we both adore— Tell this soul with sorrow laden if, within the distant Aidenn, It shall clasp a sainted maiden whom the angels name Lenore— Clasp a rare and radiant maiden whom the angels name Lenore.” Quoth the Raven “Nevermore.”
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“Be that word our sign of parting, bird or fiend!” [I shrieked, upstarting— “Get thee back into the tempest and the Night’s Plutonian shore! Leave no black plume as a token of that lie thy soul hath spoken! Leave my loneliness unbroken!—quit the bust above my door! Take thy beak from out my heart, and take thy form from [off my door!” Quoth the Raven “Nevermore.” And the Raven, never flitting, still is sitting, still is sitting On the pallid bust of Pallas just above my chamber door; And his eyes have all the seeming of a demon’s that is dreaming, And the lamp-light o’er him streaming throws his shadow [on the floor; And my soul from out that shadow that lies floating on the floor Shall be lifted—nevermore!
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The Raven | El cuervo
The Raven | El cuervo de Edgar Allan Poe, con traducción de Ignacio Mariscal, se terminó de imprimir en el mes de marzo de 2021 en la ciudad de Chihuahua en los talleres de Sangre ediciones por Fósforo dentro de la colección Clásicos de lujo. El tiraje constó de 100 ejemplares.