FÓSFORO Del latín phosphŏrus (lucero del alba) y del griego φωσφόρος —phōsphóros— (portador de luz)
1. m. Elemento químico de núm. atóm. 15, muy abundante en la corteza terrestre, de gran importancia biológica, constituyente de huesos, dientes y tejidos vivos, que se usan en pirotecnia y en la fabricación de cerillas, fertilizantes agrícolas y detergentes. (Símbolo P). 2. m. Trozo de cerilla, madera o cartón, con cabeza de fósforo y un cuerpo oxidante, que sirve para encender fuego. 3. m. Lucero (planeta Venus). 4. Revista literaria. Quémese en caso de emergencia.
Director general: Luis Fernando Rangel Directora de redes sociales y comunicación social: Rebeca Favila Montana Director editorial: Luis Fernando Rangel Directora de contenidos: Johana Rascón Director administrativo: José Arturo Santillanes
FÓSFORO
Consejo consultivo: La caja de cerillos Consejo editorial: Rebeca Favila Montana Luis Fernando Rangel Johana Rascón José Arturo Santillanes Portada: Juan Ramón Flores | cajadecerillo Ilustraciones en interiores: Juan Ramón Flores Mónica Carolina Rodríguez Arenas Fósforo. Literatura en breve. Año uno, número cuatro (número especial), abril-junio de 2021. Es una publicación trimestral editada por cuatro fósforos y una caja de cerillos. Contacto: fosforocuu@gmail.com. Editor responsable: Luis Fernando Rangel. Este número se terminó de imprimir en Chihuahua, Chihuahua, México, en el mes de junio de 2021 con un tiraje de 100 ejemplares. El diseño estuvo a cargo de Sangre ediciones y la impresión se realizó en sus talleres. Los textos y obras son responsabilidad de sus autores y las opiniones expresadas por ellos no necesariamente reflejan la postura de los editores de la publicación. Queda estrictamente prohibido no disfrutar. La literatura y las ideas son libres: comparte, pero da crédito. ¡Que corra la voz! ¡Que ardan los fósforos! #LiteraturaQueArde
CONTENIDO 7
Mientras las manos llueven Antonio Rubio Reyes
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Rincones Diana Galán
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La memoria es un jardín en mi cabeza David Alejandro Pimentel
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Cáncer Sergio Pérez Torres
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mi cámara orgánica Santiago Gómez
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Viva Nabil Grijalva
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Fuimos peces (fragmento) Isa Gómez
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Sin límite de tiempo Misael Maqueda
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Objetos rectangulares Aldo Rosales Velázquez
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La cucaracha Daniel Irineo
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Cenizas nuestros huesos (fragmento) Axel Chávez
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... .- - .- -. -. .. -.-. . ... .. o lo que el narrador quisiera decirte Carlos Rubén Espinoza
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Metástasis Nidia Nadie
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Sobre la posibilidad de un autorretrato Leopoldo Orozco
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Al fondo, a la derecha (fragmento) David Anuar
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El ballet de las mariposas muertas (fragmento) Diana Bravo
editorial Fósforo ha decidido publicar un número especial, una celebración, en la que queremos compartir nuestra alegría. Este número especial incluye fragmentos de obra de los autores y las autoras que resultaron seleccionados en la convocatoria para formar parte de la colección de libros de la caja cerillos. Estamos muy felices de que esta familia siga creciendo y el incendio llegue a todas partes. Esperamos que esta revista sirva como un pequeño dossier para echarle un ojo los fósforos de esta caja que se encenderá para iluminar el camino. Muchas gracias por su interés, su participación y su apoyo. Esperamos que disfruten esta edición especial, que será como agitar una caja de cerillos para escucharlos rebotar y saber qué aún queda fuego para un buen rato. Ardamos.
Mientras las manos llueven Antonio Rubio Reyes
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clavas un cuchillo en un árbol y el árbol aprende así a crecer desde la herida aprende del dolor hasta que el cuchillo se vuelve árbol y no deben separarse porque en el desierto el cuchillo sabe invocar a la lluvia
Nació en Ciudad Juárez. Maestro en Estudios Literarios por la uacj. Escribió el poemario Blu (Anverso, 2019). Junto con Amalia Rodríguez y Urani Montiel recibió el premio de crítica literaria Guillermo Rousset Banda por Cartografía literaria de Ciudad Juárez (Eón, 2019).
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Rincones
Diana Galán
Esta casa me queda grande, aunque es angosta sus paredes son inmensas como los recuerdos, y qué decir de los recuerdos cuando abarcan todo. Hablo de la casa milenaria de mi abuela, de sus frustraciones colgadas al lado de la puerta y de su viejo radio que no deja de sonar en la estación de siempre para perpetuar su tiempo. ¿Qué seremos después en la casa de nuestra infancia?, si acaso el polvo acumulado bajo los muebles o una solemne melodía que entre sueños nos despierta.
Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la FFyL, unam. Becaria del Instituto de Investigaciones Filológicas en el proyecto “Diccionario de Escritores Mexicanos”. Ha participado como voluntaria en diversos festivales de cine en la Ciudad de México. Ganadora del primer lugar en la categoría de Licenciatura en el 10° Concurso de Crítica Cinematográfica “Fósforo”, Alfonso Reyes. Forma parte del colectivo de poesía “Simposiarquía xix”. Ha publicado en el Blog de la Revista de la Universidad de México y en Punto de partida.
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La memoria es un jardín en mi cabeza
David Alejandro Pimentel
Mi casa tiene un jardín donde viven las flores, los árboles y los insectos. Cuando el sol estira la mano toca con sus dedos los colores y arranca la oscuridad como una telaraña. Los pájaros bajan al jardín después de su arduo vuelo. Una rana croa detrás de una piedra, salta y se mete al río. El río es un espejo que me dice lo que piensa el agua pero cuando pasa con su longeva corriente ya no es el mismo. El río y yo también nos parecemos.
Egresado de la carrera de Humanidades en la Universidad de Quintana Roo. Es ganador del Concurso de Creación Literaria “Jonathan Delgado Martínez” (2018). Ha sido acreedor de la Beca de Literatura del Festival Cultural Interfaz, Mérida en el 2018. Sus escritos han sido publicados en medios impresos y electrónicos como Materia Escrita, Gata que ladra, Sumergente, Cracken Fanzine, Vita et Tempus, Papierówka-zine, Plataforma Colectiva y Vértice Grupo pirámide. Ha publicado en Antologías como Historia de Cartapacios, Vérsame Mucho de la editorial Plumas Negras, Antología Jóvenes Escritores Quintanarroenses de la editorial Gazapo, así como de la Antología de Poesía de la Editorial Ariadna. Están próximamente a publicarse sus poemas en la revista electrónica Círculo de Poesía.
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el cáncer
crece
crece
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Cáncer Sergio Pérez Torres
Él es un cáncer y me crece. Hay un temblor, hay un temor tremendo, ya no sé qué radio activo lo derrumbe. Este es su aliento que me pudre como charco, un silencio doblemente mío, doble y ácido. Hay un tumor en el cielo, hay un tumulto de estrellas en la tele, tiene las señales de las velas apagadas. La estática no late como un salmo, los astros están muertos de brillarnos años luz.
Es autor de los poemarios Caja de Pandero, Mythosis, Los nombres del insomnio, Barcos anclados al viento, Cortejo fúnebre, Party Animals, El museo de las máscaras y La heráldica del hambre. Su obra ha sido premiada con el Concurso de Literatura Joven 2004, Certamen de Literatura Joven Universitaria 2009, Juegos Florales del Carnaval de La Paz 2016, xxvi Premio Nacional de Poesía “Ydalio Huerta Escalante” 2016, xxiv Premio Nacional de Poesía Sonora 2016 “Bartolomé Delgado de León”, Premio Nacional de Poesía Carmen Alardín 2017, el iv Certamen Literario “Ana María Navales” y las menciones honoríficas en el Concorso Internazionale di poesia e teatro Castello di Duino xiii Edizione y en el Primer Premio Internacional de Poesía New York Poetry Press. Su primer libro de narrativa Los arcoíris negros fue ganador de la 4ta Convocatoria “Se busca escritor”.
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mi cámara orgánica
en un parpadeo
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Santiago Gómez fotografía #5 8:yalgo de la mañana cuando se subió al vagón ya apestaba a chupe sentado frente a mi toca guitarra entre canción y canción se da un trago de tonayán ni siquiera voltea a ver sus manos (stairway to heaven)
(blues) (tears in heaven) (no sé cuál es esta)
fotografía #8 (cerré los ojos)
fotografía #20 sentados en las ramas de un árbol en medio del campo ustedes abajo toman de una caguama (jamás te había visto de tan lejos) Estudió Escritura Creativa y Literatura en la ucsj, y también Nefología en algún sueño que tuvo. Es parte del grupo Penca Poética. Toma varios vasos de agua al día y sus poemas han sido publicados en revistas como Estroboscopio, Himen y Salvaje. Nunca ha visto un Oso de mar.
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Viva
Nabil Grijalva
Si me dejas me visto de cielo toda y así, envuelta en una nube seré paciente para lloverme, hacer de mi cuerpo agua darme a la tierra saciar los campos dispersando tu ausencia y el dolor que me causas. Seré agua agua sin cauce en un río que no cesa que anda que se pierde y no descansa. Déjame entonces para ser vida para dar vida, para que no me estorbe tu nombre en esta caída natural de mi cuerpo dolorido.
Nació en Chihuahua en 1987. Estudió la Licenciatura en Letras Españolas y la Maestría en Humanidades en la Facultad de Filosofía y Letras de la uach. Trabajó como reportera para el portal informativo Omnia, espacio en el que publicó dos de los textos que serían galardonados por la Asociación Mexicana de Mujeres Periodistas en el 2011; obteniendo el primer premio en la categoría de reportaje por el texto “La revolución insoluta: sin tierra y sin libertad”, así como mención honorífica por la crónica “Memoria de las caravanas del dolor y del consuelo”. Autora de Con B labial/ versos encontrados. Forma de las antologías Versos norteados, Allá donde encontramos lo perdido y Diamantinas.
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Fuimos peces (fragmento) Isa Gómez
Mayo. Mamá murió en un ahogo. En su mirada me ofreció disculpas por cosas que no le correspondían. Yo agarraba sus manos, enmudecido. Ella se fue llorando. Afuera puedo escuchar la media tarde, la quietud de los árboles, la calle, su goteo. En el cuarto la luz camina sobre los muebles. El silencio se ha vuelto un susurro que sobre mi hombro me hace volver la mirada para saberme solo. Hace tiempo que no converso con nadie. Encontré varias notas y libretas con su letra, son cuentas de pagos y cobros caducos. Entre ellas hay una fotografía, se trata de mí, mi yo niño. La imagen fue enmicada en la vieja papelería a dos cuadras de aquí, allí compraba las cintas negras —diez pesos cada una— que ponía en mi máquina de escribir, para resolver las tareas de la opción técnica que llevé durante la secundaria: secretariado. Ya no abre. La papelería era en realidad una casa, la dueña, una mujer de cabello abultado color cobrizo, abría una de sus ventanas que daba a la calle y atreves de ella atendía. Mucho de lo que vendía estaba caduco, marcas inexistentes, monografías descontinuadas, bolígrafos secos, también unos bombones gigantes cubiertos de chocolate, que a pesar de estar rancios, yo los compraba porque me gustaba sentir que mi mano no alcanzaba para cubrirlos. Si yo le pagaba con un billete, me regresaba los centavos de mi cambio con monedas viejas, había una de cobre que tenía la figura de un elote, era la única que me gustaba, el resto, rostros de hombres desconocidos, las tiraba al suelo. No valían. Me chupaba los dedos antes de llegar a casa, no quería que mi mamá se diera cuenta que me gastaba su dinero en cosas que no, pero el día que mi mamá llevó fotografía yo iba con ella, la dueña me mostró el frasco de los gigantes y preguntó que si quería mi bombón, yo fingí no comprender, dije que no. No. Mamá se sonrío sin decirme nada. 16
Ha dedicado sus estudios de grado en Diseño y Comunicación Visual a procesos fotográficos y editoriales. En 2018 estudió una Especialización en Promoción de la Lectura, enfocando su proyecto de intervención hacia el trabajo comunitario con jóvenes de nivel bachillerato. Ha recibido reconocimientos nacionales e internacionales en instituciones como la Secretaría de Turismo; el Instituto Cultural de Aguascalientes; Secretaría de Cultura de la Ciudad de México; el Museo Universitario de Arte Contemporáneo; el Ayuntamiento de Móstoles (Madrid, España); la Universidad Complutense de Madrid (España). El último libro que publicó es Ansiedades (Editorial Camelot América).
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Sin límite de tiempo I don’t give a damn what they are, they’re all on the list and that’s Stone Cold’s list Austin 3:16 1a Caída Consumía las luchas como si fueran drogas. Sus primeros recuerdos están llenos de dvd’s grabados con funciones de pago por evento. La descubrió gracias a su padre que deseaba perseguir una carrera en este ámbito y se dedicó con rigor religioso a entrenarse y las tardes que pasó junto a él en la sala llena de posters, máscaras autografiadas, boletos de entrada y fotografías. La rutina empezaba desde la hora de desayunar. Se despertaban desde temprano para poner la tele y ver los encuentros clásicos o los más recientes (según fuera el humor del día) no sólo de México, sino de alrededor del globo: Japón, Estados Unidos, Inglaterra; cuanto territorio posible mejor. Era necesario aprender de todos los estilos, sin volverse ecléctico, para lograr dotarse de una personalidad, adquirir el respeto que se le había escurrido en varias ocasiones. Llegaba a clases con la música y los alaridos dándole vueltas a su cabeza rapada. Cuando la maestra dejaba chillar el gis sobre el pizarrón y pedía que recitaran junto a ella las formas de conjugar los verbos, en su cabeza sonaban las entrevistas. Su pequeño cuerpo se transformaba en un colorido popurrí de licras listo para conquistar la villanía del más grande rudo del salón: “Tormenta gris” o, como las actas dictaban, Ismael Casas Domínguez. Le resultaba insoportable aquel tanque de niño: un bastardo rápido (técnicamente lo era y en la práctica no quedaba la menor duda) con su facción de dos guardaespaldas y su porra de cobardes. Alguna vez llegó a escuchar las conversaciones de los maestros que caminaban —casi corriendo— hacia la dirección. —Es que ese mocoso es un verdadero tormento. —Pues sí, hombre, pero, ¿qué le vamos a hacer? Ya hablaron con su mamá y nada. —De verdad que la directora ya debería expulsarlo. 18
Misael Maqueda
No le quedó entonces duda de lo que debía hacer, pero la preparación aún no terminaba. Aunque conocía bien las mañas y artimañas que podría jugarle su rival: piquete de ojos, jalón de greña, golpe bajo y otras; él era un técnico hecho y derecho: aprendió las mejores maniobras; el ras de lona lo manejaba a la perfección y ni qué decir del llaveo y contrallaveo. Las tardes en el gimnasio “Hércules” le sirvieron de entrenamiento. ¿A quién le importaba saber acerca de Benito Juárez si este nunca había pisado la Coliseo o la México? La verdadera lucha por el país se dio en el pancracio cuando el Santo abandonó la oscuridad y se acercó a su gente. ¡Esos eran sus héroes! Inmortales que podías encontrarte desayunando en la misma fonda y con los cuales una foto era segura; pero no se reduce a nuestro mundo, no, ya no, sino que ahora tenía a otros más alrededor del globo: americanos como Flair o Savage que lo llenaban de placer y le hacían volar la mente en clase de Educación Artística cuando pintaba batas elegantes o a un desproporcionado macho desplomándose con el codo listo para el impacto y miles de flashes congelando el momento. 2a Caída Aprovechando que su padre se había ido a entrenar empezó el proceso de creación. Agarró los viejos atuendos y entre destrozos, cortes y cosidas (con respectivos accidentes de pequeños sangrados en las manos) dio vida al diseño que tuvo en mente. 19
Trabajó como desquiciado. La capa fue lo primero que vio la luz de los reflectores: era sencilla en su tela y en el esquema de colores, un poco de rojo un poco de azul, pero con la leyenda no soy más que un servidor de la justicia y el bien ocupando el centro se sentía más que satisfecho, pese a que las letras no eran exactamente glamurosas. Eso no importaba cuando a un paso de ser finalmente el héroe que detendría los excesos y fechorías de aquel infernal. Ya el plan estaba armado, salvo un detalle: la máscara. ¿En quién era posible transformarse? No podía simplemente llegar mostrando la cara de José Santos, no, no, no, pese a su edad comprendía que la vanagloria era intrascendente al carácter técnico que mostraba. Hacía lo que hacía porque era necesario hacerlo. Por quienes lo necesitaban. He ahí la necesidad de adoptar un alterego. Recordó la anécdota que su padre refería siempre que le preguntaba por qué se dedicaba a la Lucha Libre. Su respuesta era la de siempre: cuando tenía más o menos tu edad, un año o dos más, yo vivía en un barrio allá cerca de la Central; no teníamos muchas cosas para entretenernos, pero de vez en cuando llegaban luchadores a darnos una función molera, no te voy a mentir; y a pesar de que el ring estaba que se deshacía, uno de los rudos que le arranca la capucha al único técnico que ubicaba y que se monta al esquinero gritándonos ¡ahí ’stá su pinche ídolo! Y que me prendo y le aviento un vaso de refresco, después todos hicieron lo mismo ¡y le llovió sabroso de mentadas de madre y de todo! Me sentí, cómo decírtelo, importante porque todos me siguieron. Su relato se extendía por un buen rato más. En esencia, su padre logró una revancha simbólica. Una venganza, si se desea. 3a Caída La máscara harapienta, roja y negra: una prominente V recorriendo desde los ojos hasta la barbilla. El patio: diez de la mañana, el sol comenzando a calar. Sin playera y llamando la atención de todos sobre su oponente. Señala con el dedo a los de las gradas que no saben qué está ocurriendo. Dijo todo lo que había ensayado frente al espejo la noche anterior en un careo improvisado donde “Tormenta Gris” se mostraba sumamente divertido con toda la fanfarria. Lo tomó del suéter y le propinó un cabezazo que los dejó aturdidos a ambos y a su némesis en el piso.
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Se volteó para observar al público asistente. Decía que hicieran ruido, más y más, que sólo con su apoyo podría ganar la lucha. Sin embargo, todos parecían más bien consternados de que hubiera tomado el asunto en sus propias manos. Esto no era nada como lo que mostraban en televisión, no había apoyo, ni vítores, ni nada. Sólo unos murmullos y miradas entrecruzadas a la espera de estallar como risas. Tan pronto como se levantó, Ismael Casas lo golpeó en la nuca, dejándolo de rodillas. “El Vengador Jr.” sintió que le querían arrancar la máscara. Intentó evitarlo sin éxito. Se la aventó a la cara junto con un escupitajo. Vio su identidad desgarrada en el suelo. ¿Su respuesta? Una palanca al brazo que aplicó cuando Ismael estaba de espaldas. Casi sabía cómo aplicarla correctamente, pero se escuchó un crac fulminante seguido de un grito y después un sollozo. Jugueteaba con su máscara rota en una silla de la dirección. Se llevaron a Ismael de urgencia con el brazo hecho añicos, mientras él se quedó esperando a su mentor. Después de unos quince minutos llegó y se fueron en coche. Iban de regreso a casa, tendría que cumplir una suspensión de quince días y cumplir sesiones de terapia. Sin música ni platicas de qué iban a ver cuando llegaran a casa, únicamente los regaños de un padre y la mirada de confusión. Cabizbajo, observaba la V enorme en que tanto empeño puso. Comenzó a bajar la ventanilla. Sus ojos lloriqueaban pero su rostro estaba encendido de coraje. Rasgando su garganta gritó: ¡Ahí ’stá su pinche ídolo! Y lanzó lo que quedaba de su máscara sin voltear siquiera.
Egresado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la fes Acatlán. Ganador del concurso de cuento del Ateneo de la Juventud en 2016, participante en diversos coloquios de literatura por parte de la unam y diversas instituciones. Formó parte de la revista literaria De-Lirio como miembro del comité editorial. Escritor a pesar de trabajar en redes sociales. Apasionado a la lucha, la música y la literatura de diferentes latitudes.
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Objetos rectangulares Aldo Rosales Velázquez
—Oh, ¿en verdad? Sería gracioso. El hombre colocó la última trampa. Por toda la pieza había, contando las de los escalones, más de seis, quizás diez. Parecían gelatina negra: si uno colocaba allí el dedo, costaba trabajo quitarlo, y quedaba la huella. Un ratón bailarín. Gracioso. Su hija no mentía: cuando fue a la cocina lo vio sobre las patas traseras, meciéndose como si danzara. No pudo evitar sonreír. Antes que pudieran decir algo, el ratón se escurrió bajo la estufa; su cola rosada quedó asomando un momento, como un niño que juega a las escondidillas y lo hace mal. Tomó la chamarra y salió de la mano con su hija. —Fue gracioso —dijo la niña. Rumbo al mercado, una nube tomó forma de ratón gordo. Por un momento recordaron cuando los tres iban al mercado. El ratón se transformó en algo rectangular, como una de las trampas o un ataúd; ambos volvieron a pensar en ella, no dijeron nada. No sabían desde cuándo había llegado aquel ratón, pero ahí estaba, rasguñando el silencio de la madrugada con sus pequeños pasos. Era como un mal sueño: al prender la luz, desaparecía. Tenía cierta gracia. Al volver, lo encontraron pegado a una de las trampas, como un enfermo terminal a la cama. Su pequeño ojo —negro y vivo como la noche— parpadeaba muy rápido. Ya no era cómico mirarlo: costaba creer que hacía unos minutos bailaba con gracia. Ahora daba horror. La cola se movía como si fuera otro animal. El hombre tomó un periódico y envolvió la trampa, luego la arrojó a la basura. —¿Habrá más bajo la estufa? —. La niña movía los pies bajo la mesa, como péndulo sin tiempo. El hombre, que lavaba las verduras, no respondió. Cenaron en silencio. Cuando la niña se fue a dormir, el hombre se calzó las botas altas y tomó la escoba. Movió la estufa: ahí, sobre pedazos de papel y tela, había unos ratoncillos transparentes. Fue por la pala y los arrojó al bote. Subió, pero no pudo dormir: el silencio pesaba.
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un objeto y otro objeto
—¿Había más? —preguntó la niña al día siguiente, mientras su padre le colocaba la mochila—. ¿Papá? Pero el hombre no pudo contestar. La mañana estaba clara, sin una sola nube en el cielo.
Coordinador del Taller de Creación Literaria del faro Indios Verdes. Autor de los libros Luego, tal vez, seguir andando (Río arriba, 2012), Entre cuatro esquinas (feta, 2014), La luz de las tres de la tarde (buap, 2015), El filo del cuerpo (Revarena ediciones, 2016), Ciudad nostalgia (Abismos, 2016), Sombra-Reflejo (buap, 2017), Los panes y los pescados (Ediciones Periféricas, 2018), Tiempo arrasado (Revarena ediciones, 2019), Mismatch (Cuadrivio, 2020) y Foley (foem, 2020; mención honorífica en el Certamen Literario Laura Méndez de Cuenca 2018), Tren suburbano (Malpaís, 2019) y Linde faz (feta, 2018; Premio Nacional de Crónica Joven Ricardo Garibay). Obtuvo mención honorifica en el Premio Nacional de Periodismo Gonzo 2018 por la crónica Big Tony Bang. Becario del fonca (2016) y del pecda (2018). Ha publicado cuento, poesía, crónica, ensayo, reseña y dramaturgia en medios como La Jornada, El Universal, Casa del Tiempo, Tierra adentro, entre otras, así como en las antologías Menos bella, más brutal y De narcos a luchadores. Fue seleccionado para el número especial Nueve ensayistas (1985-1995) de Punto de partida y el número especial sobre crónica: La crónica, el arte de narrar, de La Jornada. Es egresado de la Licenciatura en enseñanza de inglés, de la unam.
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La cucaracha Daniel Irineo
Del ideario colectivo a la ensoñación, esta endeble figura, de aspecto espinoso y garapiñado, mantiene una incansable jornada: gourmet de exoticidad escabrosa, velador, ninja cosmopolita y curador. Sus detractores han conseguido, con bastante éxito, desestimar la grandilocuencia de este gendarme ecuménico, apelando a su inapropiada apariencia y a la despreocupada manera con la que transita por las habitaciones de hogares, los hospitales, las oficinas y los restaurantes. Sin embargo, por simple casuística o algún esquema kármico, el hado concedió a su dorso la propiedad inaudita de la aurora boreal. Esta misma concesión le atrajo una apoplejía luminosa. Cuando por simple convicción se desea verla, hay que esperar el apaciguamiento de la estrella y desmoronar algunas migajas de pan, aunque sus enemigos: el zapato, la rata cola-tapioca, varias clases de reptiles y dos o tres gatos con criterio sádico, han mermado las apariciones de este antiquísimo artrópodo, hay indicios muy notorios que vaticinan el advenimiento apocalíptico de la especie que, por ahora, espera captiva en algunos rincones olvidados, en esteras, en ductos de baño y en casi todos los cestos de basura.
Licenciado en Derecho y estudiante de Lengua y Literaturas Hispánicas. Ha participado en las antologías literarias: Pliego de Astillas (conaculta-inba), Niños que se tragan la luna (Editorial El Cálamo) y Poesía ante la incertidumbre (Editorial Río Negro), además de diversas publicaciones en revistas culturales de México y Suramérica, alumno de los poetas Raúl Renán, Víctor Sosa y Mijail Lamas, apuesta por la experimentación literaria.
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Cenizas nuestros huesos (fragmento)
Pensar en sí | Mónica Carolina Rodríguez Arenas
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Axel Chávez Cuando el sicario clavó una punta en mis cuencas para sacar mis ojos, de mi rostro escurrió la sangre que imaginé tu llanto al saber mi muerte. Mientras golpeaba su puño en mi pómulo deshecho, un ruido, como el de una uña que pasa sobre el metal, aturdía mi oído roto. Una voz, inentendible para mí, quizás por la razón perdida, que volvía a ratos para recordarme el sufrimiento. —¿Cuánto ganas, pendejo? —. Golpe a golpe —¿Cuánto ganas?— escuché, hasta que volví en mí porque empezaba a ahogarme con la sangre que quería salir de mi boca, pero se quedaba en mi garganta. El sicario insistió, con su puño sobre mi rostro. —Cinco mil pesos —respondí. —¿A la semana? —Al mes. —¡Y por esa pendejada te vas a morir! —contestó, enardecido, mientras yo sentía en mi cabeza el vaivén de los golpes. Mi cuerpo estaba desnudo, tirado como res muerta sobre una cajuela cuando escuché con el oído mojado de sangre: eso te pasa por pendejo. Pensé, con las cuencas vacías y mis lágrimas rojas, con la costilla deshecha como mi boca, en el verso que escribí en tu vientre por la mañana: Basta que alguien me piense para ser un recuerdo.
Obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Universitario y una mención honorífica en el Premio Nacional de Narrativa Elena Poniatowska, en 2013. Fue uno de los ganadores, en la categoría de cuento, del concurso Más de 43 que convocó MasterPeace México para conmemorar el segundo aniversario de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Ha publicado cuento y relato breve en Círculo de Poesía, también en la edición de primavera 2016 de Río Grande Review del Departamento de Escritura Creativa de la Universidad de Texas. Fue becario del Festival Interfaz de issste-Cultura, en Acapulco, Guerrero en 2014. Sus investigaciones periodísticas versan sobre violaciones a derechos humanos, corrupción política y crimen organizado, y han sido publicadas en Proceso, El Heraldo de México, La Silla Rota y Newsweek en Español.
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... .- - .- -. -. .. -.-. . ... .. o lo que el narrador quisiera decirte1 Carlos Rubén Espinoza
a Ceci, perdón por no escribir cosas más alegres Domingo por la mañana, otro día para recorrer de manera desesperada las calles, para caminar entre la gente que puede estar buscando lo mismo que tú, y sin querer, encontrarlo. La policía aún espera 24 horas para ayudarte a buscar tu hijo, piensa que se fue por alguna rabieta y que aparecerá en las próximas horas. Recuerdas a tu niño, la última vez que lo viste, aun en su uniforme escolar, saliendo del colegio mientras te contaba lo que había visto en clase, a la salida los maestros te detuvieron para hablarte de números y esperanzas, lo llevaste por un helado, lo llevaste al parque, lo dejaste ahí jugando por que querías ir a dormir. Ahora estás contratando un sabueso policía porque eso es más fácil que esperar, obviamente. El perro se llama Calígula y le muestras el olor que tiene que buscar, uno de sus calcetines, lo sacas de casa y le pides que te lleve hasta el origen del olor. Estás caminando en el centro de la ciudad, a tu lado grandes y viejos edificios te observan y te juzgan, tú sigues caminando, siguiendo los pasos de Calígula que de pronto se ve interesado en un callejón, llegas hasta ahí y el perro se empieza a comer algo del piso, era una pequeña figura con la forma de tu hijo aunque realmente sólo supiste que le hizo daño que estaba llena de pequeños clavos, escuchas al perro llorando, a pesar de ello él aún siguió caminando y te llevó hasta un lugar donde el olor a incienso aún quedaba de forma muy perceptible, viste los símbolos grabados en las paredes y encontraste la cabeza de tu hijo en medio de un montón de velas, la abrazas. El lugar estaba vacío, sólo un hombre con la cabeza de su hijo y un perro agonizando. A una pared de distancia una secta se castigaba con cilicios, no consiguieron su objetivo, matar al niño no sirvió para nada. No pudieron 1 Satán dice si, en clave morse.
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saber esa respuesta que tanto buscaban y necesitaban, su Dios decidió guardar silencio. Calígula seguía agonizando y escupía sangre, tú lloraste, las lágrimas cayeron en la boca del niño. El niño abrió los ojos y utilizó los parpados para en clave morse decirte algo, recuerdas que siempre fue un niño muy listo y te sientes estúpido por nunca haber aprendido clave morse. Por las noches aun piensas ¿qué fue aquello que te dijo?, te maldices por no apuntarlo o por no tener mejor memoria, si un día leyeras este cuento descubrirías que no estaba hablando contigo.
calígula y un perro
Nació en Toluca, becario para los talleres de la Fundación para las Letras Mexicanas del año 2013 y 2017, además de Interfaz 2017. Director de la editorial Manumisión, corrector de estilo y ghostwriter. Parte de sus textos pueden encontrarse en las revistas digitales Círculo de poesía y Campos de plumas; además de las antologías En la Web y Jíbaros.
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repetir mil veces repetir mil veces comprender repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir milunaveces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces enfermedad repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir un milcuerpo veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir un milcuerpo veces un repetir milunveces repetir mil veces repetir cuerpo cuerpo mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir mil veces repetir
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Metástasis Nidia Nadie
Comprender una enfermedad. Dudar. Entender. Temer. Llorar. Sentir. Sufrir. Dormir. Soñar. Gritar. Cambiar. Reiniciar. Dejarse caer diez mil veces sin levantarse. Repetir mil veces más palabras, resultados, análisis, diagnósticos, interpretaciones, miradas, sentimientos. Los procesos del cuerpo al adaptarse al medicamento adecuado, al tratamiento correcto, los cuidados precisos. Un cuerpo que se reinicia todos los días. Un cuerpo que protesta sin tu consentimiento. Un cuerpo que tiene más opiniones sobre tú y tus malas decisiones. Un cuerpo que dice basta. Un cuerpo que te abandona sin piedad cuando más lo necesitas. Un cuerpo que no entiende otro lenguaje que el del dolor. Un cuerpo que busca el camino de la muerte en cada intervención. Un cuerpo desesperado, frío, caliente, rígido y terso. Un cuerpo. Una metástasis te hace entender que el dolor y el miedo no es algo que quepa en las palabras.
Escribe. A veces.
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ausencia
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Sobre la posibilidad de un autorretrato Leopoldo Orozco
Si hubiera yo pertenecido a esas naciones que se dice que viven todavía bajo la dulce libertad de las primitivas leyes de la naturaleza, te aseguro que me hubiese pintado bien de mi grado de cuerpo entero y completamente desnudo. Montaigne Anoche hablaba con Elsa sobre los tatuajes. Ella, como toda gran artista, tiene un talento especial para escoger el símbolo justo: todos sus tatuajes me parecen bellos, tan personales como sólo pueden serlo los signos más secretos, más escondidos. Me dice que el primer tatuaje, para el que se lo pone en su piel, siempre es el que cuesta más trabajo. Así como la página en blanco antes de empezar a escribir en ella, una piel lisa y sin marcas me parece abrumadora en sus infinitas posibilidades. Cualquier primer paso se siente más definitivo que el segundo, más terrible en su condición de acto primigenio. Así como lo sabía muy bien la mariposa de Bradbury, cualquier pequeña variante en un primer paso puede determinar el desastre del último. Hablábamos sobre qué tatuajes me haría, pues ella tiene la máquina y las tintas. En realidad, como estoy enfermo de literatura, sólo puedo pensar en tatuarme versos. Algunos poetas me han cambiado la vida con sonidos que cabrían en una línea de telégrafo o, el equivalente de nuestros días, en un audio de WhatsApp. Y como soy un aficionado del epígrafe (que es una liberación espiritual dentro de la fealdad y pobreza de las formas literarias oficiales, y deriva siempre de un impulso casi musical del alma), no pude evitar pensar en cómo el epígrafe y el tatuaje se interrelacionan de formas tan profundas. Como si estos versos que me han acompañado a lo largo de toda la vida no fueran más que epígrafes que acompañan al texto que soy yo, que me contiene y me compone. Por lo tanto, escribir un autorretrato digno, en otros sentidos que no fueran los meramente físicos o visuales, consistiría para mí en el descubrimiento de ese texto que sólo conozco por sus epígrafes. Porque así suelo escribir ensayos: invento un título provisional y selecciono un epígrafe que 33
tenga que ver vagamente con la idea. Conforme pasan las páginas, a veces mis propios devaneos retóricos me hacen perder el norte. Entonces, vuelvo la mirada hacia el epígrafe: un opaco faro que me recuerda a cada momento qué tanto me he alejado de la proverbial costa; como las marcas que hacen los alpinistas en la piedra para no olvidar en dónde estuvieron. La dificultad del rastreo de mi autorretrato está siempre en esa indeterminación. Si supiera dibujar como un artista, en pleno conocimiento de las técnicas visuales, tal vez me bastaría con dibujarme de cuerpo entero y completamente desnudo, en diferentes ángulos al mismo tiempo. Pero un mero dibujo sería lo que la sombra al prisma: una proyección que pierde, por lo menos, una de sus dimensiones. Entonces, ¿cómo logro autorretratarme? La frase más famosa de Sergio Pitol es, a la vez, un autorretrato de su persona: uno es una suma mermada por infinitas restas. Creo que el único autorretrato fidedigno sería el conteo completo y fiel de todas las restas que nos componen, con las cuales, en un ejercicio de ingeniería a la inversa, podríamos recomponer eso que fuimos en cualquier momento. Ese es el único posible. La ilusión de integridad que tiene, por un momento, un cubo que se dibuja con líneas a lápiz. En resumen, un autorretrato en ausencia.
Narrador, ensayista y traductor nacido en Ensenada, Baja California. Editor de la revista literaria De-lirio. Ha sido publicado en medios nacionales e internacionales como Quimera, Taller Ígitur, Liberoamérica, Tintero Blanco, Punto en Línea y Blanco Móvil. Colaboró en la antología de cuentos ilustrados Jíbaros (Manumisión, 2020) y es autor del libro de minificciones En la cuerda floja (Reverberante, 2020). Finalista en el xi Premio de Relatos para Jóvenes otorgado por la Universidad Camilo José Cela (Madrid), en la categoría de estudiantes de Hispanoamérica.
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David Anuar
Al fondo a la derecha (fragmento) 1 Estoy en un lugar oscuro y no recuerdo nada. Sufro un ataque de amnesia y lo único que viene a mi mente es una voz que dice: “al fondo, a la derecha”. ¿Debo hacerle caso a la voz?, más importante aún, ¿de quién es esa voz?, ¿la conozco?, ¿qué relación tenemos? Esperen, esto es todavía más urgente, ¿por qué estoy en un lugar tan oscuro? Ahora escucho unos pasos 35
que se acercan. ¿Debo avanzar?, ¿retroceder?, ¿tratar de recordar qué hay al fondo, a la derecha? He tenido este sueño durante semanas. 2 Hace unos meses comencé a leer Cartas a un joven dramaturgo de Marco Antonio de la Parra. Un estilo conciso y sin pelos en la lengua: palabra presionada como si estuviéramos frente a la escena. Me gusta. No obstante, lo que me cautivó fue el peso de la imagen en el proceso creativo del autor: “Yo parto la creación de una obra desde una imagen. Creo en el texto, pero parto desde una imagen. La dramaturgia es antes que nada la posibilidad de narrar conimágenes”. De la Parra vuelve una y otra vez a ella como si fuese una suerte de brújula o catalejo para navegar en la escritura. Yo vengo de otras aguas, quiero decir, de la poesía, donde el tema de la imagen es moneda de uso corriente, uno se la encuentra en todos lados: en talleres, en libros de crítica, en conferencias, notas, ensayos, congresos, y sobre todo en las biografías de los poetas y, a veces, hasta en la sopa. Por esto me sorprendió encontrarla vagando por los campos del drama. 7 En el principio fue la imagen, al menos eso parece sugerir De la Parra en sus cartas: “la imagen viene primero que el tema. Debo advertirte que dedico mucho tiempo a la búsqueda de esa imagen y que no se trata de una imagen cualquiera. Es un espacio habitado el que imagino”. El autor chileno también insinúa que ésta lleva en sí el germen de la situación, los personajes, probablemente el tono e, incluso, el conflicto. La imagen es una radiografía ilegible pero atractiva, en pocas palabras, una obra en potencia. 9 En mi sueño siempre hay una atmósfera de urgencia y algo enrarecido. En realidad, yo nunca perdí la memoria pero sí se acercaban unos pasos. La amnesia, en cambio, es parte constitutiva de esa imagen fundacional, quizá no se trate de perder los recuerdos o la capacidad de memorarlos, sino de algo diferente, una oscuridad consustancial, una opacidad irre36
ductible, quiero decir, para el escritor toda imagen primera es un misterio por excavar. 12 “La imagen literaria —dice Gaston Bachelard— no viene a vestir una imagen desnuda, no viene a dar la palabra a una imagen muda”. A estas alturas, habría que reconocer que la imagen no es ropaje retórico ni mucho menos desnudez referencial —al fin de cuentas, otra vestimenta más. La imagen es carne, cuerpo en gestación, materia orgánica.
Poeta, dramaturgo y traductor. Licenciado en Literatura Latinoamericana (uady, 2013) y maestro en Historia (ciesas, 2018). Becario del pecda (2012, 2015) y de la Fundación para las Letras Mexicanas (2018-2020). Ganador del Concurso de Cuento Corto Juan de la Cabada (2011), del Premio Francisco Javier Clavijero a la mejor tesis de maestría en el área de Historia y Etnohistoria (2019), del Premio Estatal de Poesía Tiempos de Escritura (2020), del Premio Nacional de Literatura Joven Salvador Gallardo Dávalos (2020) y nominado al Pushcart Prize 2020 en Estados Unidos. Autor Memoria de Gabuch (icaqroo, 2020). Editor de la antología Contramarea. Breve antología de poesía joven de Quintana Roo (Plataforma Colectiva, 2017). Su obra poética y narrativa ha sido traducida al inglés.
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El ballet de las mariposas muertas (fragmento) Diana Bravo Escena 1. Obertura Oscuridad. Hay un silencio muy largo. • Un chorrito • Un chorrito de sangre • Un chorrito de sangre merodeando por el cuerpo de Miguel • Se desliza entre la mugre citadina y los condones usados • Miguel no entiende de donde proviene ese chorrito • Chorrito de sangre • Miguel escucha a lo lejos los ecos de una ciudad que le grita: • ¡Huye de aquí! • Pero Miguel se encuentra congelado, en un punto donde convergen la taquicardia y la falta de coraje • Miguel solo observa el chorrito de sangre, mientras su mente flota por lugares que nunca ha conocido • Viaja por las playas del caribe y los bosques de Suiza • Y su cuerpo físico comienza a temblar • No, se mueve, al compás de un vals • Mientras las ratas pasan bailando “un paso de cuatro” alrededor de sus pies y las luces de los edificios se reflejan en el agua de la alcantarilla • Un espectáculo verdaderamente armonioso que solo está a la vista de los curiosos que se asoman por la ventana • Los mismos curiosos indiferentes al chorrito de sangre deslizandose entre la mugre • Ahora una sombra se topa con las ondulaciones de la noche • Es la sombra de un hombre frente a Miguel • El hombre baja el brazo y se retira lentamente • No corre, no grita, no empuja • Porque así de fácil resulta borrar la escoria de la humanidad • Así de fácil resulta eliminar del mapa a alguien que no importa • Un invisible que revolotea en la periferia citadina • El hombre sabe que tiene que volver a su hogar a descansar, porque mañana tiene que llevar a la pequeña Gabi a la escuela 38
total, el show tiene que continuar
• Guarda el arma y recuerda que antes, tiene que pasar por unas deliciosas hamburguesas del Carl’s jr • Se lo prometió a su esposa y a la pequeña Gabi, todos los jueves son de hamburguesas del Carl’s jr • Y papi, después de trabajar, pasa religiosamente todos los jueves por esas delicias • En el asiento del copiloto deja los sobrecitos de salsa catsup y el arma que acaba de ser disparada contra Miguel • Otra noche en la que el trabajo ha sido terminado • Y después de una larga jornada, sin ningún remordimiento en la consciencia, este hombre puede reposar su cabeza en la almohada • Mientras Miguel sigue en aquel lugar • Pensando en la libertad de las mariposas • Los gritos de mujeres violadas resuenan como violines listos para conformar una orquesta • Y la música de alguna fiesta casera, resuena en el asfalto donde la cabeza de Miguel está a punto de estrellarse • No sin antes dar un último baile al ritmo de la indiferencia • Miguel no lo sabe, pero poco a poco hace un balancé tratando de no caer al suelo • Las ratas siguen, armoniosas en ese vaivén de rumores secos • Miguel intenta • Miguel observa • Miguel viaja • Miguel siente el chorrito de sangre • ¿Estará imaginando todo? • Miguel sigue pensando, recuerda: ¿Qué tenía que hacer mañana?
Actriz y artista escénica para los primeros años. Pasante de la licenciatura en teatro por la universidad autónoma de Chihuahua. Actualmente trabaja en lunia teatro para los primeros años.
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Mi agüita amarilla | Juan Ramón Flores