East London

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EAST LONDON POR CARLOS SANCHEZ PEREYRA


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EAST LONDON Londres recorre el telón de una región multifacética: antiguas zonas industriales cambian su fisonomía para volcarse de lleno en un nuevo capítulo de la capital británica. Muy contemporáneo, por cierto


Tower Bridge es un sitio adecuado para iniciar cualquier viaje por la capital inglesa. Más, si se opta por subir a su museo-mirador. La vista de ave urbana que otorga, cuenta con dos opciones: la primera consiste en asomarse al centro de Londres, una imagen que insiste, con su potencia, en recordarnos que estamos en una de las capitales más importantes del mundo. Los modernos edificios firmados por Renzo Piano o Norman Fosterm son buenos vecinos de otros construidos siglos atrás, como la Catedral de Saint

Paul o la Tower of London. La otra opción que ofrece el mirador es rumbo al este: ahí nos encontramos con el río Támesis, que acompaña la vista de antiguos edificios portuarios, escoltados actualmente por rascacielos que indican que la ciudad no se detiene en su afán vanguardista. Pero a pie de calle, en el este de Londres --East London--, se mueve algo más allá de las simples panorámicas de postal.

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RUTA DEL TAMESIS


Tower Hamlet es un distrito ubicado más al este, que marcaban los mapas turísticos de hace muy poco tiempo. Las guías de viaje comenzaban o terminaban su capítulo “Londres” justamente ahí, en la zona donde se encuentra la Tower of London y su fiel acompañante, el Tower Bridge. Dentro del primer edificio, llamado castillo por muchos, pero oficialmente reconocido como Palacio Real y Fortaleza de su Majestad, transcurre gran parte de la historia del Reino Unido. Por lo pronto, ha sido, desde hace mil años, el propio cimiento desde el cual surgió la gran metrópoli. Los diversos espacios del Palacio rebosan de armaduras, pinturas, mapas y todos esos objetos que la historia va dejando a su paso. Pero para quienes buscan detalles únicos, deben visitar la Jewel House, lugar donde se custodian más de 23 mil joyas de la Corona, incluida, por supuesto, la corona de St. Edward, con tantas amatistas, topacios y zafiros que llega a pesar más de dos kilos: con ella fue coronada la reina Isabel II. Algunos jerarcas prefirieron la opción ligera: la Corona imperial del Estado, con 2 868 diamantes, 17 zafiros, 273 perlas y demás piedras preciosas. Otro sitio singular del Palacio tiene carácter plumífero: se trata de la Tower Green, lugar donde habitan seis cuervos, a quienes no debe ocurrírseles la idea de escapar de dicha torre, ni mucho menos la de morir al mismo tiempo, ya que esto acarrearía tiempos desastrosos para la monarquía. Esto lo dice una leyenda, pero la monarquía inglesa los cuida quizá más que a las propias joyas de la Corona, por si acaso. El propio paisaje y el flujo natural de los turistas van llevando a la siguiente escala de este barrio: el Tower Bridge. Se trata de una obra que a partir de 1894 abrió el paso del centro de la ciudad hacia el este y, al ser levadizo, logró que no se interrumpiera el 4


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paso de los barcos que se dirigían al antiguo puerto de Londres. Pero para los menesteres de quienes visitan la ciudad, esos datos técnicos pueden pasarse de largo y, entonces sí, hay tiempo para estar cerca de uno de los grandes iconos de la capital inglesa, el cual, además de aparecer en cualquier publicación que se refiera a ella, ha sido actor en películas como La Momia, Harry Potter y, para los amantes de los detalles cómicos, hasta en Viruta y Capulina contra las momias. A esta altura del Támesis par ten embarcaciones hacia las dos direcciones posibles que ofrece el río. Es fácil reconocer las que se dirigen al Tate Modern Gallery

o al Big Ben. Y ya no cabe nadie más. En cambio, los barcos que salen hacia los nuevos territorios que Londres comienza a ofrecer, llevan un puñado de t ur ist as que d esean ag regar exp eriencias propias, además de las que marca la guía de viajes que cargan consigo. Este río conduce a los muelles donde arribaban los barcos de la antigua West India Company, así como a las viejas bodegas que dieron paso a una región habitada por rascacielos que albergan varias de las oficinas más importantes de la economía y las comunicaciones a nivel mundial. La zona se conoce como Canary Wharf, y aunque puede ser obstinada con el tema de los negocios, también se da un 6


respiro y da lugar al Museum of London Docklands, en el West India Quay, sitio ideal para entender la inminente naturaleza mercantil de la ciudad de Londres, desde tiempos romanos. Para refrescar la larga jornada de barcos, rascacielos y cultura, junto a los amarraderos del pequeño puerto y a dos pasos del Museo, se encuentran varios bares y restaurantes. Río abajo, el este se convierte en oeste: por lo menos, es ahí donde se encuentra el meridiano 0 --Meridiano de Greenwich--, buen punto para estar en dos sitios al mismo tiempo, ya que una línea divide los dos hemisferios del planeta. Si la raya que está marcada so-

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bre el suelo no emociona mucho, hay que esperar el rayo laser que atraviesa el cielo durante la noche. En la parte norte de Greenwich se encuentra el moderno edificio que creara Richard Rogers para celebrar el comienzo del tercer milenio. Su nombre inicial, Millenium Dove, ha cedido paso a The O2, y es la construcción que va a la cabeza de un distrito que se asoma de lleno al tema ecológico, deportivo y cultural, argumento que tampoco olvida otra zona de Londres, también en el este, y que hasta hace unos días recibiera en su corazón los Juegos Olímpicos: Stratford. La dotación de oxígeno que recibió a partir de los Juegos la está aprovechando para abrir,


en 2013, justamente en las inmediaciones del Estadio Olímpico, el parque urbano más grande de Europa. Quien viaje por entonces disfrutará de un enorme espacio verde para retomar energía y continuar con la incesante Londres.

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CASA TRENDY




De la estación del metro Liverpool Street, parten dos caminos muy distintos: uno lleva a la maraña de rascacielos modernos y, el otro, a una serie de calles que laten a su propio ritmo desde hace muchos siglos. La calle de Brick Lane ha sido punto nuclear de la llegada de hugonotes, irlandeses, judíos y, en el último siglo, de miles de bangladeshis. Se trata de una vía por la que se puede recorrer la historia industrial del East End –normalmente vinculado al tejido--, pero también es un territorio para vivir de frente la multiculturalidad de Londres. “Banglatown”, la llaman algunos. No es broma: la gran cantidad de personas procedentes de Bangladesh da pie para que incluso el nombre de las calles lo escriban

también en bengalí. Aquí no se come fish and chips, sino exóticos platillos sazonados al curry. La cerveza inglesa relega su momento a los tés aromáticos, y la ropa occidental es la que menos se observa entre los vecinos que viven en la propia Brick Lane y calles aledañas. Si se desea gozar de toda la experiencia Brick Lane en un solo momento, entonces lo mejor es visitar los domingos, The Old Truman Brewery. Además de encontrar visitantes de todo el mundo, así como vecinos de otros barrios del propio Londres, hallará decenas de locales engalanados con objetos originales, y una sección gastronómica que lleva al olfato y el gusto a un viaje por todo el

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planeta: se trata del Sunday Upmarket, uno de los destinos que el este de Londres comienza a recetar a sus visitantes. A partir de esta antigua fábrica cervecera comienza otro rostro que Brick Lane está gestando. En los años setenta, Chelsea era el barrio que imponía la vanguardia; después siguieron en esa tónica de avanzada, el Soho y Notting Hill. Ahora, en cambio, muchos están conscientes de que ese momento es para East

London, y colocan a Brick Lane como su estandarte. The Old Truman Brewery es un sitio que explica muy bien el fenómeno del barrio: los espacios de producción donde trabajaban obreros provenientes de diversos rincones del mundo, están cediendo a una ola cultural en plena efervescencia. En esta misma fábrica se localiza Rough Trade East, la tienda de música más importante de la ciudad, en la cual no es extraño encontrar el disco más buscado y 13


jamás encontrado, y donde tampoco sorprende escuchar, ahí mismo, en un espacio casi íntimo de no más de 150 personas, grupos del tamaño de The White Stripes, o enterarse de historias sobre aquel mítico concierto secreto de Radiohead. Vecino de este esta tienda se encuentra The Big Chill Bar, un lugar alterno para escuchar también muy buena música pero, sobre todo, de DJs reconocidos. Si antes de entrar a cualquier concierto se dispone de

tiempo, conviene comer de forma informal un delicioso barbecue en el Café 1001, uno de los sitios de referencia de la antigua fábrica. Se come en mesas de picnic, ubicadas en el pasillo que da acceso a la fábrica; cuenta también con excelentes vistas a una galería a cielo abierto que contiene otro de los baluartes de East London: su arte callejero. Fue en este mismo barrio donde el ya famoso Bansky comenzó sus primeros graffiti, y donde artistas 14


como Steve Smyth continúan con esta faceta de la expresión, cada día más reconocida. Tanto así que hace pocos años la Tate Modern Gallery realizó una exposición dedicada al arte que se gesta y expone a plena calle.

Brick Lane inicia en el sitio donde se ubica Whitechapel Gallery, un rincón de arte poco conocido de Londres –abierto en 1901--, donde fuera presentada la obra de Picasso, Frida Kahlo o Mark Rothko, así como de otros artistas en pleno proceso de desarrollo. A partir de aquí, la calle intercala negocios de la vida diaria con otros bañados en modernidad. Junto a un local que vende comida bengalí --se sabe esto al ver su interior, no por leer sus letreros--, se puede encontrar una galería de arte contemporáneo (The Brick Lane Gallery); o en el mismo paseo donde se ubica la peluquería local de toda la vida, hay tiendas vintage a las que llegan personas de toda Europa buscando la última moda en una prenda que ya tuvo otra vida (Blitz Vintage Store). El Brick Lane Coffee es un rincón apropiado para descansar y per mitirse acompañar por la fauna local, sobre todo de artistas que han llegado en 15


los últimos años, atraídos por la energía que este refugio londinense genera. Si a lo largo de las últimas décadas la cultura inglesa ha sido fuente de inspiración para el resto del mundo, quizá hoy, aquí en East London, nos encontremos con una nueva tendencia que marcará la manera de entender la multiculturalidad. Por cierto, muy contemporáneo en este mundo globalizado.

Carlos Sánchez Pereyra Cronista de viajes especializado en pequeños rincones europeos. www.fotouropa.com

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