Estambul, Turquia

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vida urbana

a pie

Sultanahmet,

¨El viejo

Estambul¨

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National Geographic Traveler

foto: crédito de foto va aquí

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Texto y fotos: Carlos Sánchez Pereyra

Abril

2008

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vida urbana

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El casco antiguo. Dentro de esta zona se encuentran mezquitas, restaurantes y talleres. En ellas se puede comprar ropa, artesanías, joyas, alfombras, y antigüedades y también, tendrás el gusto de conocer a los comerciantes divertidos que jamás hayas visto. La ventaja la tendrá siempre el vendedor que conoce casí cualquier idioma que hable su cliente.

C

onocer Estambul en su totalidad es una tarea impensable, se trata de la ciudad más grande de Europa. Lo mejor es dividirla y visitarla trozo a trozo, mezquita a mezquita, y de café en café. Un sitio idóneo para comenzar a explorar la ciudad es en el barrio de Sultanahmet: aquí se encuentran dos de las mezquitas más importantes de Turquía, así como el Gran Bazar de Estambul y el centro de poder de lo que fuera el Imperio otomano: el Palacio Topkapi.

El recorrido por Estambul puede comenzarse en: la 1 mezquita de Santa Sofía o Haghia Sofía, en griego, como le llaman con cariño los habitantes de Estambul. El edificio se terminó de construir en el año 537 y, durante la cristiandad, fue la iglesia más importante, hasta 1453, cuando fue convertida a mezquita una vez que los otomanos tuvieron el control de esta región del mundo. Hoy es un museo al que habrá que dedicarle por lo menos dos o tres horas y durante el recorrido es asombroso. El edificio es una obra de arte con más de 1500 años de antigüedad y la primera visión que se tiene en su interior, con un techo abovedado a una altura de 40 metros, sin ninguna columna visible, es digna de quedarse maravillado. En los dos pisos que se pueden visitar dentro del edificio se puede recorrer la serie de mosaicos bizantinos –del siglo IX al XIV– más conocidos de Turquía, como el Deesis –Juicio 46

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Final–, con la imagen de Cristo en el centro y en los extremos la de la Virgen María y Juan el Bautista. A gran altura, y visibles prácticamente desde cualquier parte del edificio, hay dos medallones gigantes grabados en letras árabes. Son obra del calígrafo Mustafa Izzet y muestran los nombres de Alá, Mahoma y dos califas: Ali y Abu Bakr. Frente a Santa Sofía se encuentra la otra gran mezquita de Estambul. No hay tiempo para respirar, la ciudad nos coloca dos grandes joyas arquitectónicas frente a frente. Es 2 la Mezquita Azul, construida con el propósito de que rivalizara o quizá superara, a su vecina Santa Sofía. Se trató de hacerla más bella y más grandiosa, por instrucciones del sultán Ahmet I, mil años después de la obra de Santa Sofía. Es la única mezquita, por lo menos en Turquía, que tiene seis alminares –las torres– y ostenta el patio más grande de todas las mezquitas otomanas.

Si en santa Sofía el movimiento de gente es más bien de turistas, en la Mezquita Azul se trata de personas que asisten a celebraciones religiosas aunque, claro, también hay turismo. Sólo que aquí se tienen que cumplir todos los requisitos que se le imponen a sus mismos feligreses: las mujeres no entran a cualquier parte de la mezquita, no se puede entrar con calzado y debe haber un silencio completo. Los fieles entran por la entrada principal, los turistas tienen un acceso en la puerta norte. El interior de la mezquita también es para guardar y mantener el asombro, no sólo por la arquitectura del edificio, sino también por la oportunidad de estar de forma tan cercana con celebraciones religiosas tan distintas a las que solemos ver en países cristianos. Al salir se puede descansar en el 3 parque Sultanahmet, justo frente a una gran fuente que se dedica a mojar a todos.

Haga frío o calor. O bien, reposar en algún restaurante tomando el tradicional té cay, la bebida nacional turca, servida casi siempre en vasos con forma de tulipán. Lo que sea con tal de recuperar energías para sumergirse en el mundo de los sultanes otomanos en el 4 Palacio Topkapi, justo a un costado de Santa Sofía. Las obras del Palacio comenzaron justo después de que Constantinopla cayera. Fue Mehmet el conquistador quien inició las obras y todos los siguientes sultanes continuaron viviendo en este palacio hasta el siglo XIX, cuando decidieron mudarse a edificios de estilo europeo, en las orillas del Bósforo. Todo el complejo del palacio se compone de cuatro patios en los cuales existen diversas áreas. El más recomendable es el harén, localizado en el segundo patio. Este era el sitio del libertinaje –el sultán Mural III tuvo 112 hijos–, pero además era el espacio

privado de la familia del sultán. De hecho, harén significa privado. En el tercer patio se puede visitar el Tesoro, con una colección de objetos preciosos que datan desde 1460, y en el cuarto patio o Jardín de los Tulipanes es imprescindible visitar dos de los edificios más bellos de todo el complejo del palacio: el quiosco Revan –1636– y el quiosco Bagdad –1639–. El ajetreo normal de la ciudad se queda en silencio, mientras desde los alminares de las más de 2400 mezquitas de la ciudad se comienza a llamar a la gente a asistir a un acto religioso. Anteriormente el llamado lo hacia una persona desde lo alto de las torres. Hoy lo hacen potentes bocinas, pero la atmósfera sigue siendo la misma. Un momento místico que envuelve a toda la ciudad, aunque estemos

en pleno siglo XXI. Caminando desde el parque Sultanahmet, por la calle Divan Yolu, que después se convierte en Yeniceriler, se llega al 5 Gran Bazar, una pequeña ciudad, donde hay 4000 tiendas a lo largo de varios kilómetros de pasillos. Dentro también se encuentran mezquitas, restaurantes y talleres. En ellas se puede comprar ropa, artesanías, joyas, alfombras, antigüedades, arte, y también, en cada una de ellas, tendrás el gusto de conocer a los comerciantes más típicos que jamás hayas visto. Aquí la ventaja la tendrá siempre el vendedor –además de conocer las artes de su oficio, prácticamente conocen cualquier idioma que hable su cliente–, pero la única defensa que uno tiene es divertirse negociando y tratando de regatear el precio. No vale enojarse, es un juego y al final uno saldrá con alguna curiosidad original entre las manos. Aunque el comerciante quedará con esa sonrisa maliciosa del vencedor. Por la noche, si no hay nada, se puede ir al 6 Café Mesale, a un costado de la Mezquita Azul, para disfrutar de fumar en una pipa de agua –narguile– haciendo repaso mental de toda la historia turca que se recorrió en una sola jornada, al mismo tiempo que la mirada y la mente se entretienen con el ritmo eterno del baile de los derviches que acompañan la velada. Detrás estará el atardecer y una noche más cayendo sobre esta ciudad milenaria. Abril

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