a rienda suelta
por mar
Imágenes de otro tiempo
Cinque Terra es una región italiana de ensueño, ahí la vida sencilla de los pescadores y un paisaje marino atraen sabores y escenas de antaño. Por carlos sánchez pereyra
El paisaje de un azul intenso abraza a los pescadores, personajes que le dan vida a la región.
Tierra de túneles Llego a Italia desde la frontera con Francia a través de una autopista que sólo sabe correr a velocidades de más de 150 kilómetros. No hay tiempo para ver los paisajes. Tampoco a las indicaciones que prohíben ir a más allá de 110 kilómetros por hora. Y, además, para complicar el trayecto, la vía atraviesa –en menos de 200 kilómetros– más de cien túneles. Unos cortos y otros interminables. Se 32
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vale no ver nada cuando el sol da en plena cara al dejar un túnel, pero no es correcto bajar las velocidades a las que los italianos están acostumbrados a viajar en sus autopistas. Aún y cuando se esté en plena ceguera momentánea. La imagen se parece más a un videojuego planeado con toda la intención de no pasar el nivel; en ese momento, la autopista entra de lleno en Génova. El camino se retuerce entre edificios que no conocen lo
que es una mano de pintura y paisajes que no se imaginan sin elementos industriales. Y todo a más de ciento cincuenta kilómetros por hora. A estas alturas dudo que Cinque Terra, sea esa tierra prometida que leí en las guías de viaje. Estoy a una hora de trayecto y lo que menos me imagino es un sitio que tenga que ver con momentos de una existencia diferente. Pero la fe mantiene al acelerador del coche al ritmo italiano de viaje.
Giro a otro mundo Llego a La Spezia, una ciudad de mediano tamaño. Cinque Terra no acepta autos –aquí se despide uno de él–, y no por una política ecologista, sino porque la geografía no piensa
foto: carlos sánchez pereyra
ún quedan sitios en Europa lejos de ella misma. O por lo menos un poco menos cerca que el resto. En la región de Liguria, al noroeste de Italia, se encuentra uno de esos paraísos escondidos que preservan el aroma de otros tiempos, esos que no se mueven tan deprisa. Conoce Cinque Terra, donde pequeños pueblos han sabido ser ellos mismos entre la montaña y el mar. Lejos del mundo.
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usar durante todo el día, o para más jornadas de viaje, subiendo y bajando cuantas veces se quiera, siempre conectado, y en horarios precisos y puntuales, a los cinco poblados que comprende la región de Cinque Terra: Riomaggiore, Manarola, Corniglia, Vernazza y Monterroso al Mare. El primer pueblo al que llega el tren, desde La Spezia, es Riomaggiore. Los callejones, las casas encaramadas en lo más abrupto de la geografía, en plena montaña o en lo más incómodo de los acantilados hacen que rápidamente se olvide ese otro mundo de donde se viene. Las autopistas o los inspectores de trenes dejan de estar en la mente de uno. Ahora la vista sólo quiere llevarnos a esos rincones de una arquitectura sencilla pero imposible. Son casas construidas con el trabajo de pescadores o de gente de campo a través de cientos de años. Desde este poblado se pueden tomar diversas rutas para hacer largas caminatas. Hay de dos tipos. Las que se meten montaña arriba y más bien se dedican a probar la capacidad
Consejos: El Touring Club Italiano edita una guía muy completa de la región de Cinque Terra: Itinerari, Cinque Terra. Una publicación ideal para realizar excursiones, deportes, conocer la gastronomía y la historia de la zona. http://www.touringclub.it Evita ir en verano. Las temperaturas pueden llegar a los 35 grados centígrados y la cantidad de visitantes puede robarle totalmente el ambiente a estos pequeños pueblos. Lo mejor es en primavera u otoño. Conviene reservar el hospedaje con antelación, ya que los hoteles son pequeños. 34
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fotos: carlos sánchez pereyra, mapa: francisco gonzález y garcía
de los acantilados y ceder en nada y está con un pie fuera, sobre dispuesta a compliel mismo mar. La gencar cualquier camino te sentada del lado del que acerque carros a mar sufre por la altura los distintos poblados pero disfruta las vistas de la zona. Así que al Mediterráneo. Los lo siguiente es ir a la pasajeros sentados del estación ferroviaria. lado de la montaña Comprar el boleto sufren por la torpeza de tren es una avende no haber pensado tura. Un tipo impaantes en qué lugar ciente me habla en situarse. Pero no todos el italiano de Liguria son turistas, también más rápido jamás viaja gente que vive en escuchado. No hablo la zona. A esos, venel italiano común, Uno de los atractivos es el uso de tana con vista a mar o mucho menos el de colores contrastantes en las casas. montaña les da igual. Liguria, así que la Me imagino que más bien piensan en el compra del boleto será una tarea buen plato de pasta con salsa genovesa dramática, al mejor estilo italiano. Al que comerán al llegar a casa. final lo obtengo, pero me percato de que compré uno que me permite viajar mas allá de donde voy y que, por Puebleando supuesto, me ha costado más. En ferrocarril es la mejor manera para Acto segundo, ya en el vagón, me viajar por la región de Cinque Terra. encuentro con un inspector del tren Las carreteras son muy complica–el primero que me encontraré en el das para conducir y, además, no hay trayecto, ya que viajo con mi perro–. dónde dejar el auto al llegar a los Me pregunta por el boleto. Se lo doy, pueblos. Existen boletos del tren para pero él quiere el del perro. Tiene correa y buen carácter, pero boleto no. Nuevamente en un italiano veloz me entero que el perro debe viajar con boleto. Los siguientes encuentros con los inspectores siempre serán con temas relativos al perro. Uno dice que debe viajar en el vagón destinado a perros –que no lo hay– y otro nunca supe qué me exigía. Sin embargo, jamás me pidieron el bozal, el único requisito que la misma compañía de trenes avisa antes de subir al tren. Bienvenido a Italia, donde el desorden es una virtud. Pero en cuanto el tren deja la ciudad de La Spezia pronto sé que estoy en otro mundo. Lejos de Europa. Las vías van empecinadas en ir por lo más alto
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Las ropas tendidas en las ventanas y balcones exhiben la forma relajada de vida de esta parte de Italia. Pareciera no pasar el tiempo o al menos que no les preocupa. Sus habitantes son desinhibidos y espontáneos.
física de los aventureros –aunque regalan formidables vistas–, o los caminos más usados, que conectan los cinco pueblos en veredas que van a lo largo del litoral, con distinto grado de complicación: desde el sencillo hasta aquél que hace prometer a uno mismo que hará más deporte en el futuro con tal de no volver a sufrir así. El más clásico es el Camino del Amor –Via dell´Amore–. Comunica con el siguiente pueblo, Manarola, pero con la singularidad de que el paisaje es aderezado con grafitis de todos aquellos enamorados que han hecho la ruta, además de cientos de candados, puestos en parejas obviamente –emulando la novela de Federico Moccia– en cualquier sitio de la ruta. Es además el trecho más sencillo, un amoroso kilómetro. No importa el tipo de ruta que se elija. Todos permiten conocer la forma en que se trabajan los viñedos u oliveras de la zona en un área realmente complicada para trabajar. Fue la única fórmula para alimentarse viviendo tan aislados del resto del continente. Cada poblado cuenta con sus características propias, pero Vernazza es la elegida por casi todos como el mejor. Sus calles mantienen intactos los
encantos que la sencillez y el tiempo han construido. La zona del puerto, con una pequeña playa y varios restaurantes, evocan esas postales mediterráneas que siempre están en algún lugar de los sueños. El camino a pie entre Vernazza y Monterroso es un sendero que hace sufrir los pulmones, pero alegra la vista en cada paso. Gran parte del camino es a través de viñedos y pequeños huertos que permiten tener vistas maravillosas tanto de los pueblos, como del mar y la montaña. Y
como tampoco lo advertí antes, los italianos tampoco lo hacen: a medio camino, cuando el pulmón negocia que no puede más, se encuentran las taquillas del Parque Nacional Cinque Terra. Así que además de ir prevenido con mucha agua, habrá que llevar efectivo. Hasta ahora no sé cuanto cuesta. No entendí lo que me cobraron en los días que estuve ahí. Siempre fue una cantidad diferente. Italia pues. También se puede viajar entre los pueblos por medio del mar. Diferentes embarcaciones salen durante todo el día desde Portovenere, otro idílico pueblo mediterráneo, cercano a La Spezia, al que se puede llegar fácilmente en auto. Las vistas desde el mar son también otro gran regalo. Por lo menos así lo dice la gente con la que hablé y las guías de viaje. Yo iba con mi perro, así que lo nuestro fueron las veredas a lo largo de la zona siempre bajo unos impertinentes altos grados centígrados veraniegos europeos. Así que se puede estar sin carro durante días en esta tierra de otro tiempo. El mar, la montaña o el tren siempre lo tienen a uno comunicado con los pueblos de la región o con las ciudades circundantes que también merecen una visita, como el caso de Portovenere o uno más clásico, el exclusivo Portofino.
Enero/Febrero
2010
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