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Balzac 43 44

La psiquiatra que atendía a mi madre me mandó a buscar. Me senté delante de ella, entonces comprendí que algo inesperado se avecinaba para los dos, no podía localizar qué era, pero estaba convencido de que ella comenzaba a desearme en secreto, sin siquiera haberme visto una sola vez. Le comenté algunas noticias frescas sobre el rechazo que habían tenido en el Congreso de Londres algunos métodos utilizados por la Psiquiatría Cubana, mientras ella se concentraba en explicarme los rasgos involutivos que acompañaban a la dolencia de mi madre. En realidad todas aquellas palabras eran una pompa de detergente que cuando uno de los dos se atreviera a pincharla, nos regresaría a otra realidad, hasta cierto punto, bastante cruel, porque ella perdería su rostro de psiquiatra y yo mi rostro de hijo. Entonces podríamos rozar la condición de ser en sí, sin quedar localizados bajo la fatídica condición que representa responder al llamado de un número.

La escenografía podría asociarse al llamado Teatro Pobre. El hongo había tomado las paredes erosionándolas visiblemente, la pintura de la mesa y las sillas de hierro estaban en fase de desaparición, y sobre todas las cosas se imponía el imperio del espacio sobre el imperio de los objetos. Con claridad reinaba la intemperie de todo tipo, la posibilidad del vacío como comunicación.

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Miré bien al fondo, antes de pinchar la pompa, siempre he tenido marcada dificultad para recuperarme de las frustraciones, y allá perdido, o guarecido por una sensación ajena, me decidí. Sentí un teji-

do suave que me envolvía, digamos que podía haber sido un algodón egipcio, me quedé quieto permitiendo que me sucediera lo que ya estaba escrito. Solo volví a hacer un gesto para alcanzar algo debajo del agua en el baño de mi casa, cuando los recuerdos casi me hundían en la poceta. Con urgencia terminé necesitando el jabón.

En el manicomio todos piden cigarros. El hecho se vuelve espectacular, cada uno con su estrategia, ficciones pulidas con las cuales avanzan hacia sus víctimas, todo amarillo, amarillo quemado, el deslumbrante impacto de un sol oriental que nunca llega a consagrarse, este es el amarillo de lo que decae o sucumbe; lo que pudo haber brillado es caduco, pertenece a un sótano anónimo donde el moho lo acabará de liquidar. Pero piden cigarros, se te aproximan con una expresión familiar y a veces casi te abrazan.

También rondan los que manosean el cigarrillo como si este fuera un instrumento musical, creo que quieren descubrir significados en ese objeto inanimado y apestoso, pero allí están vomitándonos una torpe fantasía que no deja de expandirse hacia nuestro alrededor. Entonces comienza la fase del humo que, aunque molesta, te permite escapar.

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8 ácaro de polvo

El hombre era tan albino que Ácaro Rojo sintió repugnancia. Le decían Escorpión del Sahara, durante años se había despigmentado en la tierra árida de este desierto, ya sabía que sus coterráneos de África solo necesitaban unos treinta segundos para liquidar a un perro, y había aprendido a usar esa fuerza letal de su especie como modo de sobreponerse a las condiciones adversas que constantemente se veía forzado a enfrentar. Aprendió a arquearse describiendo el ángulo exacto para perpetuar una defensa eficaz. Se dice que cada cual encuentra «la horma de sus zapatos»; Escorpión Albino no fue la excepción. Una mañana tropezó con Mosca Escorpión, quien para acabar de conquistarlo una semana después, le llevó un hermoso gato cazado en tejados de la barriada de Lawton, listo para ser procesado y comido con la última reserva de vino búlgaro que había sobrevivido en una ciudad literalmente arrasada.

De pronto esa ciudad se vio copada por el espíritu de Cronenberg. Un grupo de hombres y mujeres sin asociarse previamente a ninguna organización, de manera simultánea y espontánea comenzaron a sentir atracción por seres mutilados que usaban muletas u otros accesorios relacionados con la violencia de uno o varios impactos, quemaduras producidas por el aceite caliente, o la fricción prolongada del cuerpo contra el asfalto; estas personas controlaban y dirigían sus deseos con inteligencia inusual, bajo el pretexto de producir fantasías fundadas en el ingrediente grotesco que obliga a colocar la línea del pen-

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