1 minute read

La muerte del Gorila

Next Article
La muerte de Dalia

La muerte de Dalia

78

ricardo alberto pérez

Advertisement

la ayudaban a ser voluptuosa. Los ojos verdes, grandes y expresivos, entraban en sintonía con los labios que ofreciéndose proponían muchas cosas, todas rematadas por una ligera sombra de pelos que se hacían abundantes en los brazos y muslos hasta llegar a ser tupidos y exuberantes en zonas próximas al sexo. Portaba una forma de desvergüenza que la hacía más seductora, desarreglando la estructura en la sobrevivíamos, pero los demás se lo permitían ya que terminaba por ser dócil y algunos podían entrar en su afectada intimidad y descargar sin límites varios tipos de instintos. Sus maniobras y acciones se desenvolvían en el llamado «tiempo lúdico», después sería reprendida y en ocasiones fuertemente castigada hasta hacerle sentir el más desgarrador dolor. Para nada me interesa describir el proceso de los diversos castigos a los que tendría que responder, el momento en que siempre la recuerdo: es la riqueza de lecturas que ofrecía la expresión de su rostro unos segundos antes de ser castigada. No se puede decir que fuera una mueca, aún le quedaba algo de provocación; aunque también afloraba un rasgo lastimoso, una quiebra del entusiasmo de sus músculos que en determinados momentos de la ceremonia llegaban a saltar dentro de la piel.

This article is from: