![](https://static.isu.pub/fe/default-story-images/news.jpg?width=720&quality=85%2C50)
1 minute read
Señorita Mogote
46
ricardo alberto pérez
Advertisement
Seguía nuestro panzudo insistiendo en la recta final, enrojecido, la saliva escurriendo por ambos contornos de la boca, y la soga rozando la piel hasta quemarla, provocando un ardor definitivamente molesto. Los codos y las rodillas visiblemente destruidas, sangrantes, matizando con su coloración drástica una buena porción del suelo a través del trecho recorrido.
Un poco después entró victorioso en el santuario. La emoción fue tan grande que casi sintió ladrar a los perros que comúnmente invierten su tiempo en lamer las llagas en los pies del santo. Las lágrimas se le salieron para mezclarse con el violeta de la hermosa capa que cubría a la imagen motivo de la adoración. Ahora tenía que coronar todo el esfuerzo, lo que sería sin dudas una proeza al incorporarse ante los perros y el santo con aquella enorme piedra amarrada a la espalda. En un arranque de seguridad en sí mismo, comenzó el proceso. Los músculos de la cara se le pusieron tensos y se podía escuchar el chirrido de los dientes al friccionar de modo tan atroz los unos con los otros mientras las piernas de Ácaro de Polvo se enderezaban y un tenue hilillo de sangre corría por la zona trasera de su antebrazo. Entonces pocos pudieron descubrir un hecho escalofriante, que consistía en una solitaria lágrima que corría por la cara del santo.