2 minute read
El derrumbe del tío Alberto. Mi madre 72
interpretar su sueño. Es indudable que cuando El Gorila está inmóvil alcanza la magnitud de un símbolo. Hay otros que lo suplantan durante ese tiempo, pero ninguno ha podido demostrar su eficacia. Es claro ver la relación que se vuelve frustrante entre los aspirantes y el símbolo, la que durante la siesta es un generador de energías oníricas, pasajes, que a largo o corto plazo se le convertirán en realidad. Los niños han perdido el don de identificar El Gorila, lo ven como otra cosa, quizás les parezca que están ante otro humano cualquiera, tal vez un poco más mezquino; ¡qué falta de fantasía la de estos infantes!, que no le saben dar su lugar a un esforzado y sensible gorila.
Por cierto a El Gorila se le ha visto en algunas épocas cabizbajo, algo falta de entusiasmo, y todo esto parece tener relación con dificultades que ha confrontado La Estrella en su constelación, el negro mate de su cuerpo siempre regresa al horror tras la ausencia prolongada de La Estrella. Lo cierto es que esta ha sido amonestada, al detectarse en la vía láctea su relación con El Gorila. Allá no entienden ese tipo de vínculo, algunos han opinado trasladarla a otra constelación. Otros astros han llegado más lejos queriendo someterla a una humillante condición de «agujero negro», confiscándole su luminosidad por atentar contra la armonía de las constelaciones.
Advertisement
A La Habana hay que mirarla desde La Punta para que no naufrague tu imaginario, y tiene que ser antes que el sol acabe de salir. Allí estarán los rastros que te pueden llevar a sus agujeros imprescindibles. Existen «los seres de La Punta», los que beben, los que pescan, los que se masturban, y los que pasan ocasionalmente sin conocer el submundo que se organiza alrededor de ese trozo de muro. En realidad allí nace La Habana; después crece o muere según la disposición de cada cual. Somos pocos a los que aún nos sigue interesando vivir La Habana, entrar por unas de sus calles ninguneadas hasta hacer contacto con la verdad. Uno de los lugares que me gusta redescubrir siempre es la morada, casi en ruinas, del joven Cándido. Ácaro que practica esa gimnasia fabulosa que es el despelleje, llega a ser tan simpático que hasta un guardia camagüeyano con dobles intenciones le preguntó: ¿tú eres ácaro o pelo de gato?, y de súbito estornudó repetidamente. El Camagüeyano le devolvió los documentos y le permitió proseguir, no sin antes advertirle que no quería volver a verlo rondando a la berenjena en compañía de La Araña Roja. A lo que Cándido respondió ingeniosamente: «mira, no me obstines, que nuestra labor es totalmente ecológica. ¿Se imagina lo que sería de los vegetales de este país si no le hubieran salidos las agallas que nosotros promovemos? Fuera una moribunda total, todos marchitándose, con precios tan bajos que su estima andaría rozando las calles».
Cándido parecía ser un niño aparentemente nor-