A Grietas 10

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Periodismo, arte y literatura Año IV. Nº 10 Febrero de 2008. Email: a_grietas@hotmail.com Huaraz - Perú.

Fotografía: Franklin Angeles Z.

crepuscular Teófilo Méndez (1894 - 1954)

Cae la tarde quieta como un concierto de voces misteriosas. La pradera sobrecoge nuestra alma, cual si fuera un corazón piadoso que ha muerto. En tanto pensativo va el poeta por la humilde y sedienta carretera... Hace alto... se estremece: se dijera que alguna idea lúgubre le inquieta. Otea delirante la negrura que se alza hasta sus pies: en el abismo, el río monologa su locura. Un segundo... levanta la cabeza al infinito azul... ¡ya no es el mismo!... y vuelve a la ciudad con su tristeza.


Fotografía: Franklin Angeles Z.

Si tuviera alas... Franklin Angeles Z. PROSA

historias en la almohada. Protestaría infatigable contra el olvido, excusa mejor que nos hace vivir siempre en el recuerdo. Construiría tranquilidades de perezoso silvestre para despertar cuando sólo haya necesidad de un bostezo. Desvestiría puertas y ventanas con el único afán de entregar mayores pasos, mejores sueños y me abandonaría de todas las palabras… Si allá arriba hoy guardaran regocijo todas las tristezas y las mías, entonces, dejarían de ser miradas solas los amores que abrigo y Mamá, quizás asustada, dejaría sus temores por la prole que ama; habría perfección en todos los silencios y apenas un garabato sobre la faz de una piedrecilla anónima sería el más amoroso regalo para certificar los suspiros de tus angustias y las mías.

Si yo tuviera alas… Si la inconmensurable altura fuera el espacio donde guardara mi suerte, entonces, sabría inventar amor para hacerlo llover en todos los rincones y en las rosas del jardín que Tú cultivas. Conocería mejor el fulgor de todos los silencios. Comprendería el corazón de tus ojos tristes. Trinaría para todos los pajarillos y enmudecería en todas las piedras cuando rezas. Forjaría nuevas esperanzas, inmunes a todo final, e intuiría cuando es necesario darte un beso para que sonrías. Si el vasto firmamento fuera el surco donde fermentaran todos mis temores, entonces, comprendería mejor los fantasmas en cada esquina. Gritaría sólo para afirmar que la verdad humana no es más que simple patraña. Me acostaría con tus huesos sobre tu tibia cama para sembrar nuestras

Si yo fuera azul, si cada mirada tuya se fijara en el infinito… Si tuviera alas… Y si yo volara derramando libertad…

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Fotografía: Franklin Angeles Z.

Ellas se entregan hasta morir

Eber Zorrilla Lizardo CUENTO

decía nada, sólo me miraba un poco contrariada. Esa mañana me había tocado arrear a los ganados a Huamallog. Y mientras desataba la soga del toro Choloque yo seguía pensando en ti, Justina, cuando en una de esas, como en un sueño nomás, escuché: “teg teg teg tegtereg”. Era la gallina negra de mi mamita que estaba empollando desde hace una semana. El cacareo era como si viniera del más allá, con un tono de burla y nostalgia a la vez. Allí mismito no sé qué me pasó, sentí como si empezara a hervirme la sangre, empecé a respirar con dificultad. Entonces, me dije en mis adentros –Justina, ¡Justinacha!, a mí no me quieres, pero al retaco del Mardonio, sí–. Corrí tras la gallina con desesperación,

SENTÍA mucha cólera porque no dejaba de pensar en ti, Justina. Tú no me querías, al Mardonio sí. Me despreciaste de la peor manera. De mi lado, riendo todavía, te fuiste con él y cuando te estuve viendo se desaparecieron por los chirimoyos y paltos, allá cerca al cementerio. Allí mismito te tumbó, Justina, levantando tu pollera te dejaste besar y morder. Por eso pensaba en ti... A esas horas ya los rayos del sol iban calentando la mañana, yo estaba piense y piense en ti, Justina, en lo felices que íbamos a ser. Mi mamita a veces se daba cuenta de mi sufrimiento, pero no me

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sólo atinaba a observar maliciando lo que había pasado. Mi mamita me miraba con inquietante recelo. -¿Qué te pasa Rómulo?, ¿por qué no comes, hijito?, ¿acaso estás enfermo? -No mamita, no estoy enfermo. -Entonces…come hijito. Es la gallina negra que estuvo empollando, se había muerto desangrada la pobre… Al escuchar a mi mamita, agarré sin querer la cuchara y comencé a tomar el caldito, invadido inexplicablemente, por una sensación de repugnancia. De pronto, sentí como si una corriente recorriera todo mi cuerpo, hasta mis entrañas querían salirse. Mi mamita me había servido la rabadilla. Cerré los ojos, y comencé a comer a grandes bocados. Ahora, a decir verdad, ya me olvidé de ti, Justina, pero ya no puedo olvidar a las gallinas. Con decirte que ahora nos quedan sólo siete de las treinta que tenía mi mamita. Es que, carajo, las gallinas se entregan a uno hasta la muerte; pero las mujeres, se entregan sólo por un momento.

Fotografía: Franklin Angeles Z.

como si estuviera poseído por el mismito demonio que m e g r i t a b a incansablemente a los oídos: “¡Hazlo, Justina no te quiere, hazlo!”. Entonces la tomé entre mis brazos con avaricia, como si fueras tú mismita, Justina; me percaté de que nadie me viera y empecé a hacerle el amor. La gallina aleteaba con fuerza –¡teg teg teg tegtereg!–, su diminuto cuerpo se retorcía y sus ojos se nublaban, pero eso sí, carajo, no sé si era de placer o de dolor porque yo sólo pensaba en ti, Justina. Después de un rato, el aleteo ya era débil y moribundo, y en uno de esos, lanzó un último cacareo y expiró. Yo sólo atinaba a repetir “Justina, ¡Justinacha, tú no me quieres, pero al retaco del Mardonio, sí!”. Ella estaba entre mis brazos, sin aliento, tibiecita, la sangre caliente aún recorría su cuerpo. Recién tomé conciencia de lo que acababa de hacer, me asusté demasiado, sentí como si mi alma se apartara de mi cuerpo. En ese instante, sólo atiné a dejar a la gallina sobre un montón de leña y corrí a buscar mi poncho y una soga. Salí desesperado como el mismito Judas, arreando mis animalitos. Al mediodía, después de dejar a mis ganados en el corral de alfalfa que teníamos en Huamallog, llegué con mi atado de leña. Justo en ese instante, mi mamita llamó para sentarnos a la mesa. Era hora del almuerzo. Mi tayta, como de costumbre, se sentó al medio, sobre un poyo grande, a los extremos, mis hermanitos y yo. Mamá nos sirvió, muy cariñosamente, papas calientes, motecito de maíz y caldo de gallina. Mi tayta inició el banquete con gran apetito, como gustando mucho de la carnecita. Yo

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Director: Franklin Angeles Z. Editor General: Daniel Gonzales Fotografía: Franklin Angeles Z. Impresión: Francisco Díaz N. Telf.: (043) 429542 Cel.: (43) 9955024


Néstor Espinoza: huaracino de alma Antonio Cáceres Ramírez COMENTARIO ha sido recogida en múltiples antologías.

Néstor Espinoza Haro nació en el distrito de Huacachi de la provincia de Huari en 1938. Estudió en Huaraz y luego Letras y Derecho en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Destacó desde muy temprano como poeta y en 1982 ganó el Primer Premio CIED-Lima, con su libro De Puño y Canto. En 1990 obtuvo el Segundo Premio APLIJ, con el poemario Pequeña Canción, que le dio justo y merecido lugar entre las voces más importantes de la poesía ancashina. Después de un silencio prolongado publica Poemas Andinos (2002), poesía donde interactúan símbolos de andinidad y el inagotable tema amoroso. Su poesía,

Si quisiéramos forzar una ubicación generacional a Néstor Espinoza lo situaríamos en los sesenta. Una promoción signada por la dispersión y por la carencia de proyectos comunes. Pues Néstor Espinoza, se integra al “Grupo Intelectual Primero de Mayo”; Julio Ortega, emigra a los Estados Unidos; Juan Ojeda, el más insular de nuestros poetas, centra su trabajo en la Universidad Mayor de San Marcos; Livio Gómez se traslada a Tacna. A esta promoción, también, pertenecen el dramaturgo Áureo Sotelo y los poetas Nilo Espinoza y María Ames. La línea temática que caracteriza la poesía de Espinoza Haro gira básicamente entre el mundo andino, el amor y el asunto

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socia. En ella no encontramos el clásico conflicto oralidad/escritura. Las bases de su desencuentro radican más bien en el plano social y cultural. Su poesía ha sabido superar esta barrera tensional. En términos del estudioso suizo Martín Lienhard las culturas y espacios sistemáticamente marginados, se apropian de la escritura y la subvierten para expresar su propia voz. Antes de finalizar el año que dejamos, nos sorprendió con un cuarto poemario Huaraz del Alma (2007). Con este libro el autor ofrece una especie de pago de letras a la ciudad que le iluminó con un segundo nacimiento. En el Proemio se lee: “Huaraz, Huaraz del alma, yo te debía este libro. Libro que tú me enseñaste a escribir junto al río de pulidas piedras y verdes fragancias de eucalipto. Yo te debía este libro, en retribución a la mágica acuarela con la que pintaste de embrujo mi alma de niño. Aquí lo tienes ahora. Es todo tuyo. Te lo entrego con todo mi amor. Dulce y bella ciudad. Ciudad andina. Mi inolvidable Ytaca. En Huaraz del Alma el tópico tiempo discurre entre el micro espacio de la mañana y la noche, en tres estancias: la mañana, aparece a través de una e s t r e m e c e d o r a remembranza lírica (la infancia, el maizal, la casa familiar). En una segunda estancia, la tarde está asociada al sentimiento de desarraigo (ajenas veredas, lejanos caminos, dolor de ausencia). Finalmente, la noche es anuncio de consumación (declinación y mugido, turbulenta agua y pasos en puntillas). Esta culminación del tiempo es aparente, porque en los poemas subyace una dimensión cíclica propia del mundo andino. Huaraz del Alma nos devela un primer retorno, a través de la memoria, al territorio seguro de la infancia y la juventud; el segundo es un proyecto que

aspira a lo que en lógica andina podemos denominar Pachacuti. Para este cometido recurre a símbolos que son recintos de memoria reivindicativa (Huascarán, Señor de la Soledad, Atusparia y Luis Pardo). Si bien este grupo de poemas ostentan un lirismo menor se vivifican de una fuerza épica de resistencia cultural. Así en el poema Atusparia leemos: Hoy el Quilcay ya no está verde. / Hoy el Quilcay ya no está manso / ni canta. Hoy el Quilcay se volvió negro, / y brama, embiste, ¡rompe!. Y en Marián, hasta las tejas retumban, / de ira…Un siglo hace que la cólera del campo / inundó Huaraz. Y tu enorme voz líder / vela el puño de la estirpe... Y el otro 1885 / será con pólvora!

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En Luís Pardo en arpegio de arpa dice: Culebra de miedo / que mordía acaudaladas entrañas, / pero un sol de gratitud / en arrieros ojos, / era Luis Pardo. Carabina justiciera, / hijo adoptivo de ríspidas alturas, / huésped asiduo / del hotel de las cuevas…Y cuando de pronto, se entregó /a las embravecidas aguas/ de El Fortaleza, (para no entregarse de reo)/ se trasladó a vivir / en el corazón del arpa, / en la memoriosa voz de la chicha, / en el pañuelo rojo del huayno. Y desde allí ha de volver un día, / indetenible y fulminante como el rayo, /definitivo, / ¡sobre el polvo de los miserables! En resumen, Huaraz del alma, es añoranza hecha poesía, elegía y épica reflexión. En nuestro concepto el libro, indudablemente, pasa a formar parte de esa tamizada galería de poemarios imprescindibles; a la que debemos volver con alma andino para recobrar el color de los tejados, respirar el aroma de los eucaliptos y reafirmar que el amor es más grande que las lejanías.

araz Elegía a Hu az, ¡Oh!, Huar ido, er qu az mi Huar o a tatuar ng e v e u q ja hoy primor de te con tu rojo mis anteojos is suelas m y a halagar de trébol, fino o r o tu n co y pulidos en blancos empedrados.

antas canast entre las s s de tus pane z. niñe a os mi dich

as

, elvo, en fin Hoy que vu pileta ica por la mág , az pl de tu a el rumor de dí on sc e e d n do versos er mis prim os a la luna. or qué Yo no sé p está llorando a t de color ej , ón az r co mi o. sin consuel

gar, iero descol Hoy que qu almidonadas es de tus noch a, n u l de guitarra mi epónima prender y busco sor

De: “Huaraz del Alma”

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Fotografía: Franklin Angeles Z.

He comenzado a sentir Edgar Cáceres Flor POESIA

He comenzado a extrañarte, a mirar el reloj desesperadamente, a sentir el sudor de mis dedos, el nudo en mi garganta, mi respiración acelerada, la impaciencia del tiempo, el descontento del momento… Ha comenzado a llorar mi lamento, a sentir la llaga en mi pecho, la misma muerte por dentro, a sudar cuando hoy hace frío, a congelarme cuando hoy hace calor, la dentadura temblorosa, y el alma destrozada… He comenzado a sentir la depresión, a asomarme por esa cruel puerta, por esa melancólica ventana, que no deja de mirarme desde este lado del abismo donde los torbellinos mandan y hacen de mí, un triste caminante… He comenzado a sentir la desesperación, la resignación, el vacío del amor, las fuerzas agotadas, la fe terminada y el corazón cansado.

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Si las brisas me dijeran que aún me amas Edgar Cáceres Flor POESIA

Si las brisas me confesaran que aún me amas, reiría por cada lágrima derramada, jugaría a ser mariposa e iría a buscarte. Mi vida volvería a tener sentido, levantarse cada día sería maravilloso. Si las brisas me dijeran que aún me amas, ¡Oh Dios! cuán agradecido te estaría Señor, escribiría en cada corteza de pino: te amo. Sonreiría delante del manantial y jamás volvería a llorar en silencio. Si las brisas me dijeran que aún me amas y que nunca dejaste de amarme, que si respiras es por mí... entonces sé que nunca moriría, que siempre estaría vivo y que para amarte nací... Cuando escuches golpear el viento en tu ventana, el silencio de la noche te recuerde cosas… es porque mi corazón sigue latiendo por ti, entonces y sólo entonces sabrás amor mío, que vivo por ti.

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Fotografía: Franklin Angeles Z.

De Introito músculo bilingüe Axthedmio Mau Guil POESIA

Dispongo de estas líneas Un labio que camina en la cabellera de los días Desnuda y loca deambula su monosílabo noviazgo Comiendo agrios peces de melancolía El reloj es un viejo hueso Sepan que no es la historia Que cuenta la que saluda No es un hola Fragmentado en mi plato Sepan entonces que es una sílaba Vegetariana recorriéndome bilingüemente la / melancolía Digo sexo y un hervor de nombres Quien me crea y me reinventa te deshace y te / recrea

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Dromedarios abriles en tibios apellidos de nada Axthedmio Mau Guil POESIA

“La muerte es grande. Le pertenecemos, con la risa en los labios. Cuando nos creemos en el corazón de la vida, Osa, de pronto, llorar en nosotros” Rilke.

Cierro mis ojos Cierro las celdas de mi cráneo Cierro el extraño ruido del silencio Que ociosas van tomando forma de poema Pienso y no pienso en un asesinato Resuelvo en una triste ecuación cuadrática de besos Estos dromedarios abriles góticos de amor Pienso en la naturaleza del cuchillo Y entre su desnudez artística me secuestro A veces pienso y cierro los no ojos El mundo parece apretar mis parietales con los / muslos De mis ojos Pienso en no Una sílaba enloquecida Resbalándose bajo la espalda de junio Que toma forma de híbridos ataúdes Y en cada una de ellas Un tibio apellido con olor y sabor a Nada

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Comisión de Educación, Cultura, Deportes, Recreación y Participación Vecinal ¡APOYANDO NUESTRA CULTURA! JOSE CARLOS PARIASCA PEREZ Presidente

Ilustración: Yerson Shuan.


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