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ex]ex]- es un proyecto que nace a partir de distintas tentativas de reflexión en torno a la experiencia urbana contemporánea y que, en esta ocasión, encuentra su medio de expresión en este libro colectivo sobre las realidades urbanas actuales. De sus recorridos y derivas surgirán otros libros, acciones y expresiones en una aproximación siempre incompleta al territorio y a los lugares.
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Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/es/
© Andeka Larrea
Euskal Hiria: reflexión sobre la ciudad y las ciudades vascas Primera edición: 315 ejemplares. Marzo de 2012. Autores/as: Andeka Larrea, Diego Díaz, Garikoitz Gamarra, Zuriñe Sainz, Nerea Perez, Igor Ahedo y Nekane Jurado. Prólogo de Jose María Ripalda.
Diseño de cubierta: Tana Simó Diseño interior y maquetación: Edita Diagonal Corrección: Susana González Tena
Edición: ex]- Liburuak C/de La Cruz 6, 2º dcha. 48005 Bilbao.
Impresión: Versus (Grupo Publicep) ISBN13: 978-84-615-4311-3 Depósito legal: BI-604/2012
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Euskal Hiria Andeka Larrea / Diego Díaz / Garikoitz Gamarra / Zuriñe Sainz / Nerea Perez / Igor Ahedo / Nekane Jurado Prólogo de Jose María Ripalda
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ÍNDICE
PÁG. 11
PRÓLOGO
]-José María Ripalda PÁG. 17
INTRODUCCIÓN ]-Andeka Larrea
PRIMERA PARTE PÁG. 31
I. El país de la Euskal Hiria. De la postguerra a la postmodernidad ]-Diego Díaz
PÁG. 65
II. Las ciudades en Euskadi. La urbanización de la CAPV ]-Garikoitz Gamarra
PÁG. 105
III. Transformación urbanística y evolución socioeconómica de una ciudad ]- Zuriñe Sáinz Pascual / Nerea Perez Ibarrola
PÁG. 161
IV. La cuestión urbana vasca ]-Andeka Larrea
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SEGUNDA PARTE PÁG. 177
V. ¿Euskal Hiria? ]-Andeka Larrea
PÁG. 201
VI. Ipar Euskal Hiria eta Herria. Eskual Irria ]-Igor Ahedo
PÁG. 239
VII. El TAV y la construcción de la Euskal Hiria. Crisis de valores ]-Nekane Jurado
PÁG. 273
VIII. Bilbao mutante. Ciudad, ideología y fiesta ]-Garikoitz Gamarra
PÁG. 322
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BIBLIOGRAFÍA
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]-José María Ripalda
PRÓLOGO
El año 2003, en un momento de gran tensión política, Julio Medem presentaba en San Sebastián el documental La pelota vasca, una serie de entrevistas sobre el conflicto vasco, que trataba de dar voz a una pluralidad de voces sobre él, no sólo a las reconocidas oficialmente, y por ello suscitó una violenta reacción en España. Entre esas voces estaba la siempre moderada y amable voz de Bernardo Atxaga, quien proponía a los vascos cambiar la referencia prioritaria al pueblo (Herria) por la de ciudad (Hiria). Esta propuesta ha tenido una larga estela, que el mismo Atxaga ha prolongado después. También yo reaccioné a ella dos años después1, crítica, pero positivamente, proponiendo que se tuvieran en cuenta las dos instancias, herria e hiria. Ahora un grupo de gente mucho más joven que yo, en parte antiguos alumnos míos, en parte amigos y profesores jóvenes, toman de Atxaga la ocasión para presentar el tema de este libro. Les agradezco que me dejen la primera palabra, donde ellos tienen la última y todas las demás. A diferencia de Atxaga, y también de mí, no abordan directamente la contraposición Hiria-Herria, sino que más bien exploran la geopolítica vasca de Hiria y lo hacen desde sensibilidades y posiciones políticas diferentes, que difícilmente se suelen ver juntas. Es en gran parte una amistad personal y una convivencia de años con Bilbo Hiria como referencia la que ha hecho posible esta complicidad. Pero ninguna ciudad vasca, incluso si es Bilbao –lo digo naturalmente con rencor de giputxi– puede representar nuestra
1 En Los límites de la dialéctica. Madrid: Trotta, 2005. 208 s.
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pluralidad geográfica, social y política. Este libro salta, pues, varias fronteras y no sólo la geográfica de los Pirineos, abarcando el territorio, sea autonómico, foral, o ni siquiera departamental en Iparralde, articulado por sus ciudades; y amplía el círculo de amigos, incluidos en él también los lectores a quienes se dirige. Si el libro corta así el nudo gordiano del planteamiento de Atxaga –la nítida contraposición que éste hace entre ciudad y pueblo–, lo que queda en la sombra es la complejidad semántica de este nudo, que Atxaga simplificó intuitivamente. Porque la oposición ciudad-pueblo se puede entender como la oposición ciudad-campo (o pueblo en el sentido de aldea). Y esta oposición es terriblemente actual, pues la destrucción del campo bajo la agricultura industrial y el avasallamiento por la ciudad se refleja directamente en la conflictiva priorización de grandes infraestructuras como el tren de alta velocidad, que es sólo un ejemplo emblemático entre autopistas, puertos y grandes embalses (sin poder olvidar aquí la atrocidad judicial de Itoitz o el inminente recrecimiento del pantano de Iesa sobre una ya vieja atrocidad despobladora de las dictaduras de Primo de Rivera y Franco). Pero esta contraposición entre ciudad (hiria) y aldea (herria) se encabalga parcialmente sobre otra que Rousseau hizo famosa y Hegel tomó de él: la contraposición entre ciudadano y burgués, el primero dedicado al interés general, el segundo a sus intereses particulares, el primero guiado por normas de noble universalidad cívica, el segundo incapaz de otra generalidad que la generalización abstracta y mezquina del propio interés, los “vicios privados” que en la versión cínica de Mandeville – hoy ampliamente asumida– generan “virtudes públicas”. Si Hegel aborrece de este cinismo, lo más venenoso de Hegel ha venido a resultar su posición contraria: una excesiva confianza en la divinidad de la razón que guía al ciudadano. Por otra parte para Hegel también el pueblo podría representar el interés limitado e inmediato de campanario, la tozudez y el rechazo a lo foráneo, el caciquismo y la normatividad consuetudinaria frente a la ley racional y el interés general. En Hegel mismo hay expresiones clásicamente ilustradas que van en este sentido ... aunque también en el contrario. Aquí interviene una lectura temprana de Hegel: Jean Jacques Rousseau.
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PRÓLOGO ]-José María Ripalda
Rousseau –que venía de la pequeña ciudad-Estado de Ginebra y veía demasiado de cerca el despotismo ilustrado– no podía ni despreciar al “pueblo” ni aceptar sin reserva el principio universal de legalidad. La Revolución francesa se hizo en nombre de la Nation, es decir, de los nacidos sin otro privilegio, a diferencia de los privilegiados por nacimiento y fortuna. Y es así como el término “nación” va acompañado en los intentos de revolución nacional por el de “pueblo”, los que realmente carecen de todo privilegio y sin embargo son sujetos políticos de iure. “Pueblo” contamina así con un matiz concreto la abstracta ciudadanía (mientras que Marx absorbe lo popular bajo el nombre de “proletario”). Por eso despreciaba Hegel el cosmopolitismo kantiano: un Estado siempre será concreto, hecho de gente y territorio reales. Es el constitucionalismo napoleónico, sistematizador imperial del Termidor burgués, el que constituye ya el Estado de Derecho por encima del pueblo, Hiria a distancia absoluta de Herria. El Código Civil napoleónico dedica su mayor parte a las normas burguesas de propiedad privada (en realidad sistematizando las del Antiguo Régimen) y articulará en el continente europeo la revolución industrial. Con él se impone virtualmente el liberalismo contra el pueblo. Hoy se sigue haciendo justicia “en nombre del pueblo”, con su invocación suelen empezar las Constituciones; pero ese “pueblo” sólo tiene ya contenido abstracto, el de la ley; “the good people” de la Constitución norteamericana es celestial y por tanto selecto. Y cuando Stalin introduce el término “pueblo” en el vocabulario bolchevique, quiere indicar que ya no hay ni clases ni revolución por hacer. La invasión alemana será respondida con la “guerra patria”, el pueblo absorbido en un Estado populista, que ya el fascismo había copiado y adaptado. Actualmente “pueblo” es un término sospechoso, no en la América al sur del Río Grande, no en el lado republicano de la Guerra Civil, aunque ahora se considere anacrónico en la España coja que nos ha dejado la clonación maligna de la nación en los “nacionales”. En Alemania es incluso un término que no se debe emplear: todavía recuerdo la indignación con que una vez vi reaccionar a una presidenta del tribunal constitucional alemán a esta palabra. Por otra parte la distinción clásica entre ciudadano y burgués apenas puede sostenerse ya. Ya en la Fábula de las abejas Mandeville había anticipado para horror
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de Hegel que el Estado se estaba convirtiendo a la generalidad abstracta que el mercado requería y que virtualmente vaciaría el Estado de contenido político; éste se limita hoy, aparte de la “administración” –como se dice en Norteamérica– , a una retórica vacía, que el 15-M ha sabido hacer ridícula, pero que perdura, escenificando con ello que no es la convicción lo que lo sustenta, sino el poder y la violencia. Los media emplean el término “ciudadano” sin tino ni sentido, la globalización parasita el ilusorio cosmopolitismo kantiano. Es más, si son los Estados quienes han hecho posible la economía de mercado sentando los límites y los apoyos sin los que habría sido imposible, el mercado parece haber iniciado una carrera suicida hacia la fagocitación destructiva del Estado. La rígida distinción entre Hiria y Herria se desvanece por este lado, “ciudadano” es un término vacío. Ahora bien, esa contraposición de Bernardo Atxaga se puede entender en este caso concreto como un llamamiento a entrar en la política de quienes resisten en nombre de una identidad espontánea, pre-política queriendo hacerla inmediatamente efectiva en lo político, incluso con violencia. Pero hay motivos para sospechar que esa identidad no es tan “espontánea”, es decir irreflexiva, y que encierra posibilidades políticas frustradas, que un tiempo parecieron asumidas por la extensa rebeldía contra el franquismo ¿Es que no ha habido motivos de desesperación política? En cualquier caso la propuesta por Atxaga –si le entiendo bien– de entrar en la política tiene ahora mucha más plausibilidad que hace casi diez años y en esa dirección va un largo proceso de aprendizaje del pueblo vasco –empleo esta expresión con toda su ambigüedad: “pueblo” tiene aquí más contenido político que ciudad(ano)– . Y es que seguramente no estará de más otra reflexión. El movimiento del 15-M, con toda la razón de su “indignación” y –en realidad– angustia, da la impresión de enfrentarse en España a una mayoría silenciosa que, por ahora, lo aísla y sofoca. En el País Vasco –con muy diferentes matices, también territoriales– se dan solidaridades no deducibles racionalmente, que aglutinan un posible sujeto político, aunque no basten por sí solas para constituirlo; es más, ellas contienen virtualmente ya otra estatalidad, otra calidad de Estado, aunque no necesariamente
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PRÓLOGO ]-José María Ripalda
otro Estado. La historia de 75 años seguidos de violencia –no de 50, como ahora se dice en los media– ha constituido también un aglutinador potente. “Dios escribe con líneas torcidas”, se decía; al menos parece que así es como se escribe todo. La ciudad no es abstracta, más que cuando es falsa; abstracta es la globalización; la ciudad siempre es concreta además de abstracta. Por eso hay Estados, en plural, incluso cuando ellos son quienes administran la globalización y quienes han sido de siempre sus agentes. Y abstracta es la retórica progresista de Atxaga; la realidad nos ha enseñado suficientemente que los nobles principios no valen para fundamentar decisiones ni para hacer políticas: la realidad que Kant enseñó a deducir de nobles principios es más bien la que deduce lo que va a ser subsumido bajo un principio; en este sentido ella es la que hace deducir los principios. Y no hablemos de esa retórica penosa de “los valores”, que no es sino una ambigüedad vergonzante para poder introducir bajo mano como indiscutibles incluso realidades que avergonzarían al viejo Kant. Hoy estamos aprendiendo a buscar procedimientos más finos e inseguros, más abiertos a lo inesperado, menos permanentes y más complejos, próximos a una realidad acelerada y multiforme, inasible a base de meros principios. Es más bien el gesto de Atxaga el que es generoso y abre un espacio: haced política, aunque parezca imposible, dice, porque política es (en frase de Rancière) negociar el conflicto, el único procedimiento para convivir en él, porque el conflicto perdurará de una u otra forma, pero, ¡ojalá!, forma soportable e incluso, tal vez, productiva. Se ha inoculado mucha violencia desde fuera en euskal herria (“herria”, el otro término de Atxaga) y se sigue inoculando. ¿Por qué ha sido precisa? Sé que ésta es una pregunta desagradable en España. Creo que hasta ahora euskal herria ha sido demasiado débil como para responder con una estrategia distinta de esa misma violencia. En euskal herria muchos no han querido reconocer –reconocer no implica necesariamente aceptar– la derrota de la Transición y han aspirado a hacerla reversible con violencia; pero un error teórico no suele estar limpio de error ético. La ideología puede ser un recurso extremo para resistir; pero el cielo no se puede escalar y ese empeño es, además de vano, sangriento. Hegel lo explicó con
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característica ferocidad teórica en la figura del “mundo invertido”.2 El que tiene más poder es el que termina imponiendo las reglas del juego. Y es cuando ya no consigue imponerlas cuando se decide su declive. ¿Será éste el momento? Seguiremos bajo amenaza; pero, sí, lo que hay que hacer es ir construyendo una “hiria” concreta y por tanto no sólo plural, sino siempre conflictiva; pero llevaderamente. Así interpreto a Atxaga, espero que acertadamente. Ahora bien, hiria es siempre también herria. La globalización hace superfluo, al parecer, el pueblo concreto. El 15-M se convierte en 20-O, los indignados traspasan fronteras –algunas– y una especie de kantismo ético en forma de “democracia real” incita a no mirar la realidad bajo los propios pies. Yo más bien tengo la impresión de que las mayorías silenciosas se tragan las protestas, al menos por ahora. Parece que sólo si hay pueblo, nación detrás, si se alza con protagonismo político, hay una posibilidad de armar un terreno sobre la inundación universal. En España hay Estado, pero la nación está cubierta, ahogada por la clonación maligna de los “nacionales”; en Euskal Herria hay virtualmente nación. Eso quiere decir que puede haber Hiria y que el conflicto es inevitable. Pero, en mi opinión, no significa que se deba replicar la forma Estado. Sería un grave error suponerlo sin más, pues es su misma forma la que está en cuestión, no sólo el hecho de que sea este Estado español. Y queda otra pregunta en el aire: pese a todo lo que enseña la historia desde tiempo atrás, ¿podría surgir de la euskal hiria un impulso para una España más libre y no más totalitaria? ¿Podría invertirse así una relación desgraciada y facilitar una convivencia ahora imposible? Debería ser comprensible que nos hayamos encerrado mucho en nosotros; pero lo comprensible no tiene por qué ser lo mejor.
2 Cap. 3 de la Fenomenología del Espíritu, donde el ideal más sublime consigue los resultados más rastreros (Jean Hyppolite vio aquí una crítica del idealismo cristiano).
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INTRODUCCIÓN Euskal Herria en Euskal Hiria
En vez de contraponer Herria e Hiria, ¿no sería mejor tratar de entender Hiria sobre la base de Herria, hacer de la concreción el lugar de lo universal, recogiendo, si se quiere postdialécticamente, lo que ya Hegel al menos vio que había que intentar? Porque éste es el problema político, una vez que con Hegel irrumpe expresamente el sujeto de la democracia como representante de una generalidad que no debe ser simplemente abstracta.(…) Herria e Hiria son igualmente precarias e igualmente sólidas, necesarias ambas, pero no por separado, sino reforzándose y criticándose recíprocamente. Jose María Ripalda (2005)1.
En un mundo cada vez más urbanizado las diferencias tradicionales entre lo urbano y lo rural comienzan a ser pensadas de otro modo. La extensión progresiva del modo de vida ciudadano ha hecho que lo urbano se encuentre más allá de los límites de la ciudad, en los lugares más insospechados de los territorios que conforman vastas regiones urbanas. Por ello, pensar hoy la realidad urbana vasca supone enfrentarse a un complejo problema en el 1 RIPALDA, José María, Los límites de la dialéctica, Trotta, Madrid, 2005, p. 209.
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que no es fácil distinguir, aun analíticamente, sus múltiples dimensiones. Esto es debido, desde nuestro análisis, a que durante las últimas décadas hemos asistido a un cambio acelerado en la configuración espacial de las ciudades vascas al mismo ritmo en que se sucedían los aconteceres de la vida social y política. Las ciudades vascas, algunas más que otras, han vivido un intenso proceso de cambio de modelo, en gran medida diseñado desde el poder político-económico. El sistema polinuclear de las ciudades vascas es repensado en términos de regionalización de las estrategias de competitividad al mismo tiempo en que sus paisajes industriales son sustituidos por la arquitectura internacional de firma y por nuevas actividades económicas. La ciudad es sometida a un severo proceso de estetización y privatización de lo público análogo al puesto en marcha en muchas otras ciudades del mundo. La mercantilización del cuerpo urbano ha encontrado en el turismo de ciudades la excusa casi perfecta para intervenir en el relato identitario de las ciudades vascas. El conflicto urbano, el conflicto político y todas las formas de expresión propiamente urbanas se plantean en términos inéditos: Euskal Hiria o la Ciudad Vasca Global. A partir de esta constatación, este libro quiere ser un intento por pensar el conflicto o los conflictos políticos actuales desde el punto de vista de su espacialidad, es decir, desde una perspectiva que pone el espacio urbano en primer término. Creemos que esta materialización espacializada de lo político ha sido a menudo obviada e ignorada en el discurso político. Entendemos que lo político, por supuesto, es mucho más que la praxis institucional y el ámbito profesional de la clase política. La identidad de las ciudades de Euskal Herria y su activa vida urbana es la expresión política del cuerpo urbano, un cuerpo sometido a las estrategias disciplinantes del capitalismo dominante que, sin embargo, constituye formas de resistencia múltiples y dispersas en el territorio. Por lo tanto, traer la ciudad y lo urbano al primer término del análisis significa reivindicar el pensamiento de lo concreto frente al discurso dominante del poder, centrado en categorías abstractas en las que tienden a diluirse, conscientemente, las fricciones de lo real.
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INTRODUCCIÓN ]-Andeka Larrea
Para lo cual recogemos, en cierta medida, la propuesta que hace unos años hiciera Bernardo Atxaga2 y nos dedicamos a pensar el espacio urbano vasco actual, dispuestos a asumir la dificultad de semejante tarea. ¿Qué es Euskal Hiria? ¿Qué significa frente o junto a Euskal Herria? ¿Quiénes han convertido la “ciudad” y el “pueblo” en antagonistas irreconciliables en la confrontación política? ¿Qué significa Euskal Hiria desde el punto de vista de la ordenación del territorio? ¿Cómo se ha transformado el espacio urbano de las ciudades vascas? ¿Cuál es su historia? ¿Qué valores subyacen a la apuesta por un modelo territorial llamado “Euskal Hiria”? Todas estas preguntas nos llevan a cuestionar el proyecto urbanístico que al amparo de esa denominación que inventara Atxaga pretende apostar por la Ciudad Vasca Global. El libro está dividido en dos partes. En la primera se propone un marco histórico general y un acercamiento breve a la historia reciente de las capitales de Hegoalde3, especialmente a la historia de sus transformaciones urbanas . En el primer capítulo, “El país de la Euskal Hiria: de la postguerra a la postmodernidad”, Diego Díaz realiza un recorrido por la historia política del siglo XX con el objetivo de analizar el contexto económico, social y político en el que es necesario situar la revolución industrial en la Comunidad Autónoma del País Vasco, así como sus consecuencias urbanas: pauperización, inmigración masiva y desarrollismo. Podríamos considerar que desde el punto de vista de la dialéctica ciudad/campo (Hiria/Herria) significa la apoteosis de la ciudad frente a la ruina de un campo despoblado. Cuando, más adelante, analizamos lo que hemos llamado “el mito de la ciudad industrial” pondremos en evidencia el olvido sobre el que se funda el discurso del cambio urbano que tanta propaganda institucional ha generado en las últimas tres décadas. En la versión estándar de este mito se tiende a
2 Al final de la película “la pelota vasca” de Julio Medem puede encontrarse una primera definición de lo que Atxaga entiende que pueda ser Euskal Hiria. 3 Hegoalde se refiere aquí a las tres provincias de la CAPV y a sus ciudades, así como a Navarra y a su capital, Iruñea.
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olvidar cómo crecieron las ciudades vascas, la realidad urbana de las décadas de los años 50 y 60 y el contexto socio-político que lo hizo posible. Este ejercicio consciente de desmemoria legitima ideológicamente la transformación actual de la ciudad, basada en una concepción radicalmente anti-histórica del espacio urbano. Recuperando la memoria, este primer capítulo analiza el papel de la burguesía vasca y las relaciones entre las fuerzas políticas desde la transición a la actualidad. Una actualidad en la que es posible repensar la hiria y el herria desde una lógica no excluyente, como veremos. En el segundo capítulo, Garikoitz Gamarra se ocupa de sintetizar la historia de las capitales de la CAPV desde el punto de vista de la sociología urbana, centrándose en algunos de los procesos urbanísticos más destacados de las últimas décadas. De este modo, explica la constitución del espacio urbano vasco contemporáneo como un largo proceso en el que resaltan los intereses económicos y políticos que, a lo largo de nuestra historia más reciente, han dado lugar a la consolidación de tres sistemas urbanos claramente diferenciados: las áreas metropolitanas de Bilbo, Donostia y Gasteiz. En el tercer capítulo, Zuriñe Sainz y Nerea Perez abordan en profundidad el devenir histórico de Iruñea desde el punto de vista de las transformaciones urbanas, por un lado, así como del de la evolución de las identidades sociales durante el proceso en que la ciudad moderna capitalista sustituye a la ciudad tradicional. Aunque, en propiedad, el proyecto urbano regional que se conoce como “Euskal Hiria” se circunscribe a las ciudades de la CAPV, creemos que, en una aproximación a los fenómenos urbanos en Euskal Herria, el conocimiento de la realidad urbana en Nafarroa (y también, por otra parte, en Iparralde) ofrece un marco de comprensión más completo y adecuado que aquel que viene acotado por el marco de actuación del proyecto “Euskal Hiria”. En este capítulo se destacan aquellas diferencias específicas del desarrollo urbanístico de Iruñea y de los acontecimientos políticos en que éstos se desarrollaron, lo cual nos acerca a una realidad urbana distinta pero que mantiene similitudes con la del resto de ciudades vascas.
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El capítulo que abre la segunda parte, “la cuestión urbana vasca”, se centra en el proyecto “Euskal Hiria” a través de un análisis de la transformación del modelo urbano y de las prácticas urbanísticas en el mundo, por un lado, y de cómo este modelo ha servido de orientación e inspiración ideológica para los planes de intervención urbanística puestos en marcha en las principales ciudades vascas, por otro. Con sus ritmos y particularidades, en las últimas décadas se ha asistido a un cambio en el paisaje y en el funcionamiento económico de las ciudades vascas. Tal cambio ha incidido en el modo de vida urbano a lo largo y ancho del territorio de forma directa o indirecta. El proyecto institucional bautizado hábilmente como “Euskal Hiria” (o Euskalhiria.net) debe ser entendido como la apuesta consciente y planificada por un modelo de crecimiento urbano y territorial cuyo análisis abordamos en el siguiente capítulo, titulado “¿Euskal Hiria?” Euskal Hiria, además de ser el nombre inventado por Bernardo Atxaga como metáfora de un territorio y de una nación vasca en el que los valores ilustrados y el cosmopolitismo de ciudad permitieran la ruptura del nudo de la violencia política, es también el nombre que el Gobierno Vasco ha dado a su proyecto de planificación urbana. Tomando como referencia la ciudad y su característica principal, el hecho de ser el lugar de la pluralidad de ideas y valores, Atxaga propone una singular metáfora de valor político que permita una nueva visión de los problemas en los que vive inmersa Euskal Herria desde hace décadas, así como una reflexión sobre la articulación territorial y los valores asociados al Herria, los valores identitarios de la nación vasca. La ciudad y sus valores ilustrados aparecen aquí como invitación a pensar esa identidad nacional desde otro punto de vista. En este cuarto capítulo se analizan ambas concepciones y propuestas, aunque centrándonos con más detalle en la apuesta urbanística del Gobierno Vasco que poco tiene que ver, en una primera aproximación, con la de Atxaga. Constituir una región urbana vasca es el objetivo de este proyecto institucional, cuyas actuaciones más destacadas inciden en el aumento de la movilidad y de la conexión entre las principales ciudades vascas. Para lo cual, como se ha dicho muchas veces, el Tren de Alta Velocidad es una infraestructura de carácter estratégico.
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Sin embargo, esta concepción monolítica y estrecha del espacio urbano y de la tradicional distinción entre la ciudad y el campo ha encontrado en Iparralde una respuesta original que pone en cuestión muchas de las categorías conceptuales sobre las que se asienta el discurso del cambio urbano y la apuesta por una región urbana vasca. Igor Ahedo realiza una aproximación al fenómeno de la desobediencia y a la aparición de formas de respuesta civil y urbana que plantean un interesante contrapunto al respecto de las conocidas hasta la fecha en Hegoalde. En cierto sentido, lo que aquí se vendría a plantear sería la posibilidad de imaginar un modelo de ciudad (o de ciudades) más respetuoso, más social y más vinculado con las realidades de los ciudadanos que las habitan. Como decíamos más arriba, el Tren de Alta Velocidad es una apuesta estratégica del proyecto Euskal Hiria”. Precisamente del TAV se ocupa Nekane Jurado en el capítulo que lleva por título “El TAV y la construcción de Euskal Hiria: crisis de valores” en el que detalla un análisis económico que pone en evidencia el desigual reparto de la renta y de la riqueza en Euskal Herria. A partir de éste y de la crítica a una infraestructura tan innecesaria como cara, aborda la siempre olvidada cuestión de los valores sociales. Precisamente, aquellos valores implícitos en la estrategia de desarrollo territorial “Euskal Hiria” y que tiene en el TAV su condición de posibilidad. Precisamente, aquellos valores no explicitados nunca por el marketing institucional en la defensa de un modelo territorial que concibe el espacio urbano y el conjunto del territorio como inversión y posibilidad de negocio. Pero las ciudades son complejos entramados de relaciones sociales que resulta complicado transformar a corto plazo, puesto que la urdimbre de actos, acciones y relaciones que las constituyen conforman un complejo dinámico difícilmente legible para el ojo simplicador del poder político. Esto exige de cualquier aproximación analítica que quiera comprender las estructuras más o menos estables que forman las sociedades con regularidad una mirada espacial atenta a las fuerzas y a los modos concretos de habitar y vivir el espacio urbano. Desde esta perspectiva, Garikoitz Gamarra se ocupa de la difícil e interesante cuestión de la fiesta y de la transformación que ésta ha sufrido desde los tiempos en que
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INTRODUCCIÓN ]-Andeka Larrea
la política popular y la fiesta urbana estaban íntimamente relacionadas en las calles de las ciudades y de los municipios de Euskal Herria. Desde el punto de vista antropológico, la transformación en los modos de vivir la fiesta y el tiempo de ocio en el espacio público apuntan a la aparición de modos de vida urbanos mucho más privatizados e individualistas. Somos conscientes de que estas reflexiones sobre la ciudad y las ciudades vascas representan sólo una mirada al complejo problema urbano que es, al mismo tiempo, un problema político de suma importancia. Como decíamos con anterioridad, la tendencia a obviar o a plantear superficialmente la cuestión urbana ha sido y es una constante en los discursos dominantes. Creemos que este olvido representa una estrategia consciente cuyo objetivo es naturalizar los fenómenos urbanos y hacerlos pasar por procesos causales provocados por fuerzas económicas y políticas fuera de nuestro alcance, tales como los “mercados”, la Unión Europea y la Globalización en su conjunto, que siempre actúan como imponderables fuerzas exteriores, imposibilitando la acción política de los ciudadanos, que siempre es concreta. De este modo, se intentan neutralizar las tensiones que una concepción alternativa de la ciudad y de los ciudadanos produciría como respuesta a la transformación radical de las ciudades, de sus lugares y de sus espacios. La tendencia actual al encierro en espacios privados y la pérdida del valor político de la calle y del espacio público en general es consecuencia de las políticas urbanísticas dirigidas, en las últimas décadas, a la desactivación del conflicto urbano y a la mercantilización de las ciudades. Sin embargo, la actual crisis de legitimación del sistema económico capitalista postfordista abre un horizonte de incertidumbres que afectan, desde luego, a la vida política en las ciudades. La reactivación del conflicto urbano y de sus expresiones en las calles de ciudades en todo el mundo, incluidas las de Euskal Herria, es una muestra de la permanente y nunca desactivada tensión entre el poder y el pueblo (o ciudadanía en la jerga posmoderna). A medida que este sistema de explotación del planeta y del territorio alcanza sus límites es posible suponer que las expresiones de violencia urbana serán cada vez mayores, así como la represión de las mismas
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por parte de quienes detentan el poder. De esta represión de los conflictos, por desgracia, se sabe en muchos lugares desde hace décadas. Por supuesto, en Euskal Herria tenemos un ejemplo paradigmático. Lo que cabe preguntarse, aunque sólo sea como una invitación a la reflexión, es si los futuros escenarios de represión y de conflicto, que encontrarán siempre en el espacio urbano su lugar propio, abrirán la posibilidad de construir un modelo urbano basado en valores como el decrecimiento, la solidaridad y el encuentro, frente a la irracional apuesta por mantener un modelo urbanístico basado en la explotación de los recursos y en la desigualdad social y política. Este libro es el producto de un esfuerzo colectivo y cooperativo en el que cada autor/a ha contribuido con un análisis particular desde el punto de vista de su trayectoria y a petición del coordinador de esta obra. Es por tanto de justicia subrayar que aun compartiendo muchos puntos de vista y aproximaciones teóricas, cada uno/a de ellos/as es responsable del contenido del capítulo que firma. Las discrepancias han formado parte del proceso de escritura y nos han servido para enriquecer nuestros análisis. Quiero agradecer personalmente a todos el haber aceptado la invitación a colaborar en el esfuerzo por pensar la realidad urbana vasca desde sus respectivas disciplinas. Para acabar, quiero agradecer a José María Ripalda toda su ayuda y colaboración en este proyecto. Su interés, entusiasmo y consejos han sido un acicate para que este libro pudiera estar en las librerías y no quedara relegado al olvido. Además de prologar esta obra ha contribuido decisivamente a su publicación. Bene-benetan, esker anitz ripi!
En Bilbao, a 1 de febrero de 2012. Andeka Larrea, coordinador y editor.
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INTRODUCCIÓN ]-Andeka Larrea
AUTORES Andeka Larrea (Bilbao, 1972) es licenciado en filosofía y antropología social por la UNED. Profesor de filosofía en bachillerato, combina su actividad docente con la investigación sobre el fenómeno urbano y la práctica activista en distintos ámbitos, desde la gestión cultural a la performance, pasando por el cine, la radio y la divulgación. Su interés investigador se concretó en el libro “Bilbao y su doble” (Martxoak 18, 2006) del que es coautor junto con Garikoitz Gamarra, además de en diversos artículos, entre los cuales destacan: “El cuerpo y el espacio” ( revista HERMES nº 13, 2004), “Astenia urbana” (EUSKONEWS, 2008) y “La ciudad invernadero” (EKINTZA ZUZENA nº 35) . Interesado en la divulgación de la crítica urbana dirige y presenta Birlibirloke, revista radiofónica de cultura urbana y radicalismo politico en Tas Tas Irratia durante los años 2008 y 2009. En 2010 dirige y produce la película documental “Baníscula 06” junto a Rubén Díaz de Greñu, centrada en el cambio urbanístico de Peñíscola (Castellón). Actualmente colabora en distintos medios de comunicación de Euskal Herria y centra su interés en el proceso de regionalización urbana y en la transformación de Bilbao.
Garikoitz Gamarra (Barakaldo, 1974) es doctor en filosofía y músico. Compagina la docencia en secundaria y universidad con sus distintos proyectos artísticos. Se doctoró en la Universidad de Deusto en 2003 con una tesis orientada hacia la filosofía urbana, titulada “Ciudad, espacio y cine, de Walter Benjamin a Metrópolis” dirigida por Patxi Lanceros. En 2006 publicó, junto a Andeka Larrea, “Bilbao y su doble” (Martxoak, 18), análisis critico de la urbanización del nuevo Bilbao post-Guggenheim. Además de diversos artículos sobre cine, ciudad y filosofía, ha publicado recientemente, con su grupo Ornamento y delito, los discos, “Rompecabezas de moda y perfección moral” (2010) y “Adorno” (2011), ambos con el sello Limbo Starr.
Diego Díaz Alonso (Oviedo, 1981), es licenciado en historia por la Universidad de Oviedo, e investigador en el área de historia contemporánea de esta misma Universidad.
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En la actualidad ultima su tesis doctoral sobre el PCE y la cuestión nacional en España, entre la II República y la Transición democrática. Ha publicado artículos, entre otras publicaciones, en El viejo topo, y el periodico Diagonal, del que es colaborador habitual. Es miembro del consejo de redacción de la revista asturiana de información y pensamiento Atlántica XXII, y crítico cultural en el diario asturiano La nueva España. Ha codirigido junto a Juan Pastor, profesor de psicología social de la Universidad de Oviedo, el curso de extensión universitaria “Cine y política. Política y cine”. Ha colaborado en las obras colectivas, “Trabajo y cine: una Introducción al mundo del trabajo a través del cine”, coordinado por Carlos Besteiro González y Benjamín Rivaya García, (Oviedo, 2008), y “Les raons dels indignats”, coordinado por Raimundo Viejo (Barcelona, 2011).
Igor Ahedo Gurrutxaga (Bilbao, 1973) es profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad del País Vasco – Euskal Herriko Unibertsitatea. Forma parte de un equipo consolidado de investigación en participación ciudadana. Ha escrito varios libros sobre la realidad política de Iparralde, entre ellos “El viaje de la identidad y el nacionalismo en Iparralde” (II Vol. Eusko Jaurlaritza), “El movimiento Demo y la nueva cocina vasca (desobediente)” (Alberdania) o “Entre la frustración y la esperanza. Políticas de desarrollo e institucionalización en Iparralde” (IVAP)
Nekane Jurado (Pont de Suert, Lleida, 1958) es licenciada en Ciencias Económicas; Licenciada en Ciencias Actuariales y Financieras, Licenciada en Sicología Clínica, Master en Hacienda y Administración Pública. Stage en Asuntos Sociales en el Consejo de Europa (Estrasburgo), Stage de Políticas Públicas en la Comisión de la U.E. (Bruselas). Técnico Funcionario del Gobierno vasco desde 1982 hasta 2007. Desde 1988 hasta 2007 desempeñó el puesto de Técnico Responsable de Área de Planificación Económica. Ha impartido conferencias y cursos en la UPV, en la Universidad de Mondragón, en La Universidad de Deusto, en la Universidad Pública de Navarra, en la Universidad de Verano, la Universidad Autónoma de Madrid, y a nivel internacional en la Universidad Autónoma de México, la Universidad de la Habana, la Universidad Indígena de Chile, y en la Universidad de Duserloff (Alemania). Como
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INTRODUCCIÓN ]-Andeka Larrea
miembro de la Plataforma por los derechos sociales ELKARTZEN, y del movimiento feminista ha impartido conferencias en toda Euskal Herria. Ha publicado más de 15 libros como obras colectivas o individuales. Entre los más recientes, Conversaciones en una Euskal Herria en crisis, Kimets, 2009; Lucha contra la Exclusión y la Femenización de la pobreza, Ikusbide, 2009; La Euskal Herria ¿de quién?, IPES-Elkartzen, 2008; La Europa ¿de quién?, Txalaparta, 2005; Políticas Sociales para la seguridad Ciudadana, Ikusbide, 2005; Política de Vivienda en Euskal Herria, Hipar-Hegoa, 2003; Concierto y Convenio Económico: Jornadas de Estudio, Eusko Ikaskuntza, 2002; La lucha de las mujeres en Euskal Herria, Basandere, 2002; Euskal Herria: Año 1000, Año 2000 (Historia, economía, Ecología y Cultura), Basandere, 2000.
Nerea Perez Ibarrola (Pamplona-Iruña, 1984). Doctoranda en Historia Contemporánea en la Universidad Pública de Navarra, actualmente está trabajando en una tesis doctoral sobre la conformación de la clase obrera en la comarca de Pamplona durante el franquismo y la transición, bajo la dirección del Dr. Emilio Majuelo Gil (UPNA-NUP). Ha sido secretaria de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza en Navarra y es vocal de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Económicos y Sociales Geronimo de Uztariz.
Zuriñe Sáinz Pascual (Pamplona-Iruña, 1981). Profesora asociada del Dpto. de Geografía e Historia de la Universidad Pública de Navarra, ha sido becaria predoctoral del mismo y actualmente está trabajando en una tesis doctoral sobre la política municipal en las postrimerías del franquismo en Pamplona, bajo la dirección del Dr. Emilio Majuelo Gil (UPNA-NUP). Miembros de la Junta Directiva y secretaria del Instituto de Estudios Económicos y Sociales Geronimo de Uztariz desde 2007.
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A Laura Larrondo Izaguirre, In Memoriam.
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I EL PAÍS DE LA EUSKAL HIRIA De la postguerra a la postmodernidad
1. TIEMPO DE REVANCHA Las provincias vascas durante el primer franquismo
Ha caído vencida, aniquilada para siempre, esa horrible pesadilla siniestra y atroz que se llamaba Euzkadi y que era una resultante del socialismo prietista, de un lado, y de la imbecilidad vizcaitarra, por otro (…) Vizcaya es otra vez un trozo de España por pura y simple conquista militar. Jose María Areilza1
Estas palabras las pronunciaba el monárquico portugalujo Jose María Areilza, primer alcalde franquista de Bilbao, el verano de 1937, en el Coliseo Albia, en un acto de homenaje al Ejército y las milicias franquistas. Pocas semanas antes, el
1 Discurso de Jose María Areilza, primer alcalde del Bilbao franquista. Cit. en GARCÍA de CORTAZAR, Fernando y MONTERO, Manuel, Historia Contemporánea del País Vasco, San Sebastián, Txertoa, 1980, p. 175.
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19 de junio de ese mismo año, las tropas insurrectas, en su mayoría formadas por voluntarios carlistas procedentes de Navarra habían conquistado la villa bilbaina, sede del gobierno vasco, y capital de aquel efímero proyecto de autonomía vasca dentro de una España republicana. Un país bautizado con el nombre de Euzkadi, alumbrado conjuntamente en el otoño de 1936 por los nacionalistas vascos y el Frente Popular, ya inmersos en plena tormenta de violencia. Tras la conquista de Bilbao, no rendición, ni liberación, como se esforzaba en subrayar Areilza en su discurso de corte revanchista y militarista, desaparecían Euzkadi, el Estatuto de Autonomía aprobado por el gobierno del Frente Popular, pero también los conciertos económicos vizcaíno y guipuzcoano, leyes estas muy anteriores a la República. Todo ello formaba parte del castigo colectivo infligido por el Nuevo Estado a unas poblaciones en su mayoría desafectas, en el caso de Bizkaia y Gipuzkoa, donde el predominio de las corrientes nacionalistas, republicanas y obreristas, era claro. La división política de la sociedad vasco navarra ante el levantamiento militar, quedaba consagrada así por el decreto ley de 23 de junio de 1937. Un decreto que suspendía la autonomía fiscal de Bizkaia y Gipuzkoa, aún reconociendo que también en estas provincias existían “españoles de acendrado patriotismo, que antes y ahora sintieron vivamente la causa de España”, mientras mantenía los privilegios fiscales de Araba y la “lealísima” Navarra, en virtud del apoyo mayoritario que la sublevación militar había recibido en ambos territorios, por parte de una sociedad predominantemente rural, católica y tradicionalista, donde las ideologías revolucionarias, republicana y nacionalista vasca, estaban en franca minoría2. La represión del Nuevo Estado hacia los militantes de los sindicatos y partidos políticos no se haría esperar, siendo encarceladas y fusiladas miles de personas desde el inicio de la guerra en Araba y Navarra, donde el golpe militar triunfó sin gran dificultad, gracias al apoyo popular prestado a los sublevados. Sin embargo, como apunta Paloma Aguilar, en los territorios vascos fieles a la legalidad republicana,
2 Decreto ley del 23 de Junio de 1973. Cit. en Ibíd., pp. 172 y 173.
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esto es, Bizkaia y Gipuzkoa, la represión física a los opositores al alzamiento militar, sería mucho menor de lo que cabría esperar a tenor de la violencia simbólica y cultural descargada por el franquismo contra aquellas provincias que se definían como “traidoras”3. El menor número de fusilamientos, 2.352 entre 1936 y 1942, según las cifras oficiales del Gobierno vasco4, siempre en comparación con otros territorios de España, empezando por Navarra, donde las ejecuciones fueron muy superiores, tampoco debe hacernos tampoco desdeñar el sentimiento de agravio y discriminación colectiva que pudieron causar en gran parte de la sociedad vizcaína y guipuzcoana esas otras medidas represivas tales como la supresión de la autonomía y los conciertos económicos, la eliminación del euskera del espacio público y la represión de otras diversas manifestaciones culturales autóctonas, identificadas, con razón o sin ella, con el nacionalismo vasco. Con respecto a los conciertos, dentro del bando vencedor las primeras protestas contra la supresión de un régimen fiscal tan beneficioso para las arcas provinciales, las controlase quien las controlase, partirían de los carlistas vizcaínos y guipuzcoanos. Para estos, perder los conciertos suponía paradójicamente una derrota en la victoria5. Ellos, que habían empuñado las armas contra la República atea en el bando franquista, veían que aquella casta militar les “recompensaba” suprimiendo uno de los últimos residuos de los viejos fueros vascos. El paulatino alejamiento de las bases carlistas del Estado
3 A este respecto véase el interesante, aunque a ratos muy visceralmente antinacionalista, artículo de Paloma Aguilar, La guerra civil española en española en el discurso nacionalista vasco. Memorias peculiares, lecciones diferentes, recogido en UGARTE, Javier (coord.), La transición en el País Vasco y España. Historia y memoria, UPV, Bilbao, 1998. 4 EL PAÍS, 25/9/2008. 5 José Antonio Pérez, Foralidad y autonomía bajo el franquismo (1937 – 1975), en CASTELLS, Luis y CAJAL, Arturo (coord.), La autonomía vasca en la España contemporánea (1808 – 2008), Marcial Pons, Madrid, 2009, pp. 286 – 287.
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franquista, decepcionadas por su marginación política, y por el rumbo que la dictadura tomaba, tan diferente a sus fantasiosos y anacrónicos anhelos, irían privando al franquismo en el País Vasco y Navarra de un importante soporte de apoyo popular. Sin embargo, esto no parecía preocupar en exceso a un régimen más dispuesto a gobernar por la vía de la coerción, que por la del consenso. Si en Bizkaia la dictadura no contaba con ese apoyo de las masas, que sí podía exhibir en principio en Araba o Navarra, gozaba sin embargo en esta provincia del aplauso incondicional de la burguesía financiera e industrial, mayoritariamente afín al franquismo, y aliviada por la desaparición del movimiento obrero. El verano de la conquista de Bilbao, abriría a los grandes capitalistas vizcaínos un tiempo de negocios fabulosos, caracterizado por el inmejorable binomio de paz social en las fábricas y encargos para la guerra en el mercado nacional e internacional. Los mismos industriales que durante el año en que Bilbao permaneció en manos del PNV y el Frente Popular boicotearon el esfuerzo bélico de la República y el Gobierno Vasco, se apresuraban ahora a prestar sus servicios a la nueva autoridad franquista, que heredó con la conquista de Bizkaia una industria totalmente intacta y preparada para producir material bélico6. Comenzaba así un idilio entre la burguesía vasca y el franquismo que se mantendría a lo largo de toda la dictadura7. La paz social decretada por el franquismo no sería en todo caso perfecta. A pesar de la represión a las organizaciones políticas y obreras, en mayo de 1947 estallaba en la ría bilbaína una huelga organizada conjuntamente por socialistas,
6 La idea de que la burguesía vasca boicoteó deliberadamente desde dentro la producción industrial para dañar los intereses de la República y el Gobierno Vasco es defendida por los historiadores Jose Mari Garmendia y Manuel González Portilla en su libro La guerra civil en el País Vasco. Política y economía, S.XXI, Madrid, 1988. 7 Para las relaciones entre la burguesía vasca y el Estado franquista véase el pormenorizado estudio de Jose María Lorenzo Espinosa, Dictadura y dividendo. El discreto negocio de la burguesía vasca (1937 – 1950), Universidad de Deusto, Bilbao, 1989.
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comunistas, anarquistas y nacionalistas vascos, con el apoyo externo del Gobierno Vasco, reconstituido en el exilio, y presidido de nuevo por el lehendakari Jose Antonio Aguirre, del PNV. Esta movilización coincidía con otras huelgas que durante los años 1946 – 1947 agitaron las provincias de Barcelona y Madrid, donde espontáneamente trabajadores, y también trabajadoras, por ejemplo del textil barcelonés, reaccionaron con paros laborales al enorme deterioro de sus condiciones de vida tras la victoria franquista. Como ha señalado Sebastian Balfour la derrota de las potencias del Eje en la guerra mundial animó esta recuperación de la conflictividad obrera en un contexto de miseria y represión extremas, pero también de optimismo por la confianza en que Franco seguiría los pasos de Hitler y Mussolini8. En Bizkaia fueron miles los trabajadores que se movilizaron. Sin embargo, las detenciones y encarcelamientos que siguieron a las jornadas de mayo de 1947, y la fortaleza mostrada por el régimen a pesar del aislamiento internacional, llevarían al Gobierno Vasco y a sus integrantes a un progresivo abandono de la actividad clandestina en el interior de Euskadi. Aguirre y los suyos se mostraban ahora mucho más escépticos en cuanto a las posibilidades del rápido derrocamiento de un régimen franquista al que la recién estrenada Guerra Fría daba un balón de oxígeno vital para su supervivencia. De entre las fuerzas vascas, tan sólo los comunistas, que habían animado sin demasiado éxito la guerrilla vasca, seguían insistiendo en la necesidad de reforzar la resistencia interior y las organizaciones clandestinas. El PC de Euskadi, sin embargo, sería la primera víctima del nuevo y enrarecido ambiente de la Guerra Fría. Cumpliendo la consigna de no mantener a ningún ministro comunista en ningún gobierno de Europa occidental, a finales de 1947 PSOE y PNV acordaban expulsar también a los comunistas del gabinete vasco. A la huelga de la ría bilbaína seguirían años muy oscuros para la desmoralizada y castigada oposición vasca. Sólo a partir de los 60, gracias a las enormes transfor
8 BALFOUR, Sebastian, La dictadura, los trabajadores y la ciudad. El movimiento obrero en el área metropolitana de Barcelona (1939-1988), Ed. Alfons El Magnánim, Valencia, 1994, pp. 28-29.
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maciones de esa década de crecimiento económico, y al relevo dado por una nueva generación de activistas en los centros de trabajo y estudio, se abrirían nuevas posibilidades para una oposición, que comenzaba a ganar peso e influencia en la sociedad vasca y española.
2. LA GRAN TRANSFORMACIÓN Desarrollismo económico y renacimiento de la oposición democrática
Cuando llegamos a esta casa ni nos lo creímos. Era nuestra casa. Tan grande, sin vecinos, sin cerraduras en las puertas, ni horarios de comidas, ni de baños para fregar (…) Creo que fue uno de los días más felices de mi vida. José Antonio Pérez9
A finales de los años 50, tras una dura y larga posguerra marcada para las clases populares por el hambre, el racionamiento y la escasez, el franquismo lograba encaminar a España, con retraso, en la senda del crecimiento de la economía mundial iniciado tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Se iniciaba entonces el gran desarrollo y modernización capitalista de la economía española, conocido despectivamente como “desarrollismo”, por el carácter desordenado, mal planificado y peor repartido de este repentino crecimiento económico, que se tradujo en el despoblamiento del campo, la reindustrialización del país, incluyendo ahora también regiones predominantemente agrícolas hasta entonces, y en el crecimiento caótico de las ciudades, con la creación de nuevos barrios periféricos mal equipados a los que iban a parar los grandes
9 Testimonio recogido en PÉREZ, José Antonio, Los años del acero. Las transformaciones del mundo laboral en el área industrial del Gran Bilbao (1958 – 1977): trabajadores, convenios y conflictos, Biblioteca Nueva, Madrid, 2001.
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contingentes humanos recién llegados. Ya en los años 60 y 70 las largas y extenuantes jornadas laborales en los tajos comenzarían a dar sus primeros frutos materiales para las familias de clase obrera, el acceso a una vivienda propia, los electrodomésticos comprados a plazos, la educación superior de los hijos, las vacaciones e incluso los primeros automóviles, eran los resultados tangibles de muchos sacrificios anteriores. Este aumento del bienestar de las familias trabajadoras no sólo fue posible gracias a la mejoría de la situación económica global y a la nueva política económica franquista, sino sobre todo al esfuerzo y el ahorro de muchos trabajadores, tanto de aquellos que permanecieron en España, como de los que emigraban a la Europa próspera y desde allí enviaban a sus familias unas remesas vitales para equilibrar la balanza comercial española. Tampoco fue ajeno a este aumento del consumo popular la reaparición de la negociación colectiva y el conflicto laboral, que a través de la movilización obrera, logró, desafiando a los empresarios y a la dictadura, significativos aumentos salariales y mejoras laborales, al menos en las empresas y sectores con mayor autoorganización de sus trabajadores. En el marco de esa España desarrollista de los años 60, las provincias vascas se convertirían en uno de los principales polos de ese explosivo crecimiento económico. Así lo atestigua el espectacular aumento demográfico de Bizkaia, Araba y Gipuzkoa, a donde emigran vascos procedentes del maltrecho mundo rural, pero sobre todo gentes de Castilla, Andalucía, Extremadura y Galicia, los “desertores del arado”, como se solía llamar, con cierto tono despectivo, a esta oleada de campesinos que buscaban en los puestos de empleo creados por la floreciente industria vasca mejores oportunidades de vida. Tengamos en cuenta que en 1955 País Vasco, Barcelona y Madrid, tenían la renta per cápita más alta de España10. Entre 1951 y 1975, 377.071 personas se asentaron en Bizkaia, casi todas en Bilbao y su área metropolitana, que crece durante el “desarrollismo” de forma anárquica, sin apenas intervención de los poderes públicos, que salvo
10 PÉREZ, Jose Antonio, op. Cit, pág. 44.
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puntuales actuaciones, dejaron casi toda la iniciativa urbanística en manos de los promotores inmobiliarios. Se formó así, en los años del boom económico, en torno a la villa bilbaína, una mancha gris entre las montañas y la ría del Nervión, amalgamando en su interior viviendas, industrias e infraestructuras, en un totum revolutum en el que las clases trabajadoras se llevaron la peor parte en materia de vivienda, contaminación y falta de servicios sociales, equipamientos culturales y deportivos11. Si Bizkaia duplicó en 15 años su población, el caso de Araba fue también llamativo, con un crecimiento demográfico del 70%, concentrado principalmente en la ciudad de Gazteiz, que modificó en unos pocos años su faz de conservadora capital de provincia, para convertirse en un importante núcleo industrial, que en 1976 sería el escenario de uno de los más tensos conflictos laborales de la España tardofranquista, la dramática huelga general de marzo, en la que 5 trabajadores fueron asesinados por la policía en el transcurso de protestas laborales12. El caso de la industrialización de la capital alavesa supone una rara avis por el carácter más ordenado que esta tiene en el contexto español, y sobre todo en comparación con el Bilbao metropolitano. En 1954 con la formación de los primeros polígonos industriales en las afueras de Gazteiz, la provincia vasca menos industrializada hasta la fecha comenzaba su transformación en un importante centro fabril concentrado principalmente en torno a su capital, y en mucha menor medida en las localidades de Laudio y Amurrio13. La voluntad política de la diputación alavesa, acompañada de sus amplios recursos, vía concierto económico, así como la existencia de abundante suelo libre, impidieron que en Gazteiz se repitiesen bastantes de los atropellos urbanísticos del Gran Bilbao. La otra provincia, Gipuzkoa, supone por su parte
11 Op. Cit., pág. 57. 12 El historiador Antonio Rivera es autor de una interesante monografía sobre la izquierda alavesa, La utopía futura. Las izquierdas en Álava, Ikusager, Vitoria, 2008. 13 GARCÍA DE CORTAZAR, Fernando y MONTERO, Manuel, Historia General de Álava (tomo II), Txertoa, San Sebastián, 1980.
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un caso bien diferente, tanto de Araba como de Bizkaia, pues aquí no existe un predominio tan claro de la capital, Donostia, sobre el resto del territorio. La particular industrialización de Gipuzkoa, basada en la pequeña y mediana empresa de capital vasco, hace que la provincia más pequeña de España se articule en torno a una densa red de pueblos industriales, en la que no obstante también abundan los casos de caos urbanístico, como Rentería y otras poblaciones que crecen desordenadamente. Los años 60 van a suponer una década de renacimiento del conflicto social y político en España y el País Vasco. Los movimientos opositores se renuevan generacionalmente y aparecen asimismo nuevos actores políticos. Si bien el franquismo contaba con aumentar su legitimidad por la vía del éxito económico y el aumento del bienestar general de la población, lo cierto es que el desarrollismo creó también condiciones favorables a la acción política de los opositores. La multiplicación de una clase trabajadora de tipo fordista, bastante homogénea en sus condiciones laborales, concentrada en grandes fábricas y en barrios periféricos de nueva creación, permitió la aparición de un nuevo movimiento obrero, joven y asambleario, organizado principalmente en torno a Comisiones Obreras, así como, a inicios de los años 70, de un potente movimiento vecinal, que reivindica el derecho a la ciudad negado por los ayuntamientos franquistas y la especulación urbanística. También, con el aumento de los estudiantes universitarios, necesarios para una economía que demandaba más técnicos y profesionales cualificados, aparece en las aulas universitarias un nuevo frente de contestación a la dictadura. Junto al movimiento obrero, el movimiento estudiantil, y el ciudadano, en Galicia, Catalunya y el País Vasco, reaparecen los movimientos nacionalistas y las reivindicaciones autonomistas, ahora abrazadas por toda la izquierda española, que ha asume en la resistencia el discurso federalista como reacción al nacionalismo español uniformizador y centralista de la dictadura. Por último, cabe mencionar un importante movimiento de difícil clasificación, y específicamente vasco, como es el movimiento cooperativista nacido a finales de los 50 en Mondragón en torno al sacerdote Jose María Arizmendiarrieta, y que supone un caso insólito sin parangón con otras experiencias cooperativistas en el resto de España.
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Bizkaia y Gipuzkoa van a convertirse a partir de los años 60 junto con Madrid, Barcelona y Asturias en puntas de lanza de la oposición a la dictadura. La concentración en torno a los núcleos industriales de ambas provincias de una gran masa obrera autóctona e inmigrada, va a poner las bases para el renacimiento de la conflictividad laboral a partir de 1962. Bizkaia va a ser una de las primeras provincias donde se forme Comisiones Obreras. La coincidencia en el mismo territorio del nuevo movimiento obrero, y de un independentismo juvenil, que a partir de 1968 emprende la vía armada, va a hacer de las provincias vascas un polvorín, que será sistemáticamente sometido a una tratamiento represivo excepcional por parte de la dictadura. La interacción de ambos movimientos, el obrero, animado principalmente por el PCE, los católicos y la extrema izquierda, y el independentista, liderado por jóvenes nacionalistas radicalizados, sería especialmente fructífero en momentos críticos como fueron los juicios de Burgos y los últimos fusilamientos del franquismo. En aquellas dramáticas jornadas, miles de trabajadores y todo el antifranquismo vasco, nacionalista y no nacionalista, se movilizan para salvar la vida a los jóvenes militantes de ETA condenados a muerte. En el resto de España y de Europa también tienen lugar importantes movilizaciones contra las penas de muerte a los independentistas vascos14. El auge del movimiento obrero en España y el País Vasco, así como a nivel internacional el impacto de mayo del 68 y de las luchas antimperialistas del Tercer Mundo, van a hacer evolucionar a los militantes de ETA hacia posiciones de izquierda radical, prácticamente inéditas hasta entonces en la historia del nacionalismo vasco. La profundización en el marxismo de una significativa parte de la militancia de ETA va a conducirles a terminar abandonando la comunidad nacionalista para recabar en el maoísmo, el trotskismo, o el PCE, quedando así
14 Para la reconstrucción del movimiento obrero en Euskadi véase IBARRA, Pedro, El movimiento obrero en Vizcaya, 1967 – 1977: ideología, organización y conflictividad, UPV-EHU, Bilbao, 1987, del mismo autor, su capítulo dedicado a las Comisiones Obreras de Euskadi, en RUIZ, David, Historia de CCOO (1958 – 1988), Siglo XXI, Madrid,1993, o los ya citados libros de Antonio Rivera sobre la izquierda en Álava, o el de Jose Antonio Pérez sobre la clase obrera del Gran Bilbao.
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la organización armada, tras estas deserciones, en manos de los componentes más nacionalistas. Paralelamente, también en el seno de la izquierda vasca, al calor de la reactivación del nacionalismo, todas las organizaciones, desde el PSOE y el PCE, a la extrema izquierda, van a asumir, o renovar su compromiso, con reivindicaciones tales como la defensa del euskera, el derecho de autodeterminación o la concepción federal de España. Los años 60 también serán años clave en la recuperación del uso del euskera. La decisión de la Academia de la Lengua Vasca de unificar los diferentes dialectos del euskera, ingente obra, que tiene en el lingüista Koldo Mitxelena a uno de sus principales artífices, permite sentar las bases para hacer de la lengua vasca una herramienta de comunicación eficaz en una sociedad moderna. A la difusión de la lengua también contribuye de un modo importante la creación por todo el territorio vasco navarro de las ikastolas, centros educativos privados sostenidos por cooperativas de padres y madres, generalmente nacionalistas, otras veces apoyados por ordenes religiosas, donde los niños podían recibir educación en euskera, algo impensable en la red pública y en buena parte de los colegios católicos. La nueva Ley de Prensa del ministro Manuel Fraga Iribarne, permite por parte del régimen una primera apertura en materia informativa y editorial, que también va acompañada de una mayor tolerancia hacia la edición de textos en catalán, euskera y galego. El nuevo marco legal permite una discreta reaparición en el espacio público del euskera a través de la edición de libros, revistas o la música de la nueva canción vasca, con cantautores emblemáticos como Xavier Lete, Mikel Laboa o Benito Lertxundi, capaces de convocar a una considerable audiencia dentro del País Vasco y Navarra, aunque mucho menos populares en el resto de España que sus homólogos catalanes Raimón, Lluis Llach o Joan Manuel Serrat, íconos culturales de todo el antifranquismo español. En 1965 se celebra la I Feria del Libro y el Disco Vasco, acto cultural y militante, que es síntoma de la recuperación de una lengua, que la dictadura había condenado a la marginalidad tras el final de la guerra civil. Autores como Jose Luis Álvarez Enparantza “Txilladergi”, o el poeta Gabriel Aresti, contribuyen decisivamente
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a la renovación y modernización de la literatura vasca en euskera, si bien dos de los autores vascos más leídos e influyentes en este periodo son dos poetas en castellano, el bilbaíno Blas de Otero, y el hernaniense, Gabriel Celaya, ambos ligados al PCE y portavoces más reconocidos de la poesía social antifranquista.
3. LA NUEVA EUSKADI Los primeros pasos de la democracia en el País Vasco
Como si hubiera estado aguardando la muerte de Franco para derrumbarse, Bilbao se convirtió de repente en la ciudad más decrépita, sucia y triste de España. La transición fue una época deprimente. Probablemente no hubo en todo el siglo XX una década tan cutre y hortera como los años setenta. Jon Juaristi15
Con la muerte de Franco, el 20 de noviembre de 1975, la dictadura franquista iba a iniciar un rápido desplome, que en el plazo de apenas dos años, conduciría a la restauración del sistema democrático en España, ahora bajo la forma de una monarquía parlamentaria y un Estado descentralizado en autonomías. La figura casi totémica del dictador había impedido antes la democratización de un régimen hostigado por una creciente oposición popular, aislado internacionalmente tras el final de las dictaduras portuguesa y griega, y con un nuevo problema, la crisis económica mundial, y su especial incidencia en la economía española. Muerto el general, las contradicciones internas del régimen se agravarían, mientras la oposición democrática, apoyada en la conflictividad social del invierno de 1975 – 1976 lograba tomar la delantera al primer Gobierno de la monarquía, presidido
15 JUARISTI, Jon, Cambio de destino, Barcelona, Seix Barral, 2006, pág. 285.
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por un político vacilante y que pronto demostraría su escasa capacidad para manejarse en el escenario postfranquista, Carlos Arias Navarro. Se hacía necesario por lo tanto, y así lo vieron una parte de los políticos franquistas, entre ellos Adolfo Suárez, el joven sucesor de Arias en la presidencia del Gobierno, iniciar un proceso negociador con una oposición, suficientemente vigorosa como para impedir un franquismo sin Franco, pero poco cohesionada y demasiado débil como para forzar la anhelada ruptura democrática, un corte abrupto con el pasado. Este sería el somero resumen de una transición democrática, que en el País Vasco presentó sin embargo importantes peculiaridades con respecto al resto de España, donde el proceso se asentó y consolidó más rápidamente, gracias a la menor resistencia social a la reforma política de Suárez16. La construcción autonómica, el problema de la violencia política y la crisis de la economía vasca, especialmente de su sector industrial, van a ser las tres principales cuestiones abiertas en la política vasca tras la muerte de Franco. El deseo expreso de los líderes de los principales partidos políticos por evitar la repetición de un “problema vasco” similar al de la II República, no bastaría para que este cristalizase de nuevo, y ahora con perfiles más violentos que en la década de los 30. A pesar del mayor consenso que ahora se daba sobre la autonomía vasca, únicamente rechazada por el nacionalismo español intransigente de Alianza Popular, existían importantes diferencias entre los distintos partidarios de la autonomía vasca, ¿debía incluir ésta también a Navarra?, ¿hasta dónde debía llegar?, ¿debía ser un estatuto autonómico de mínimos, como aspiraba la derecha gubernamental, o debía incorporar también el derecho a la autodeterminación en su articulado, como reclamaba el nacionalismo radical y la extrema izquierda? El caso es que las disputas entre los dos grandes partidos vascos, PSE-PSOE y PNV, por liderar el proceso autonómico, las vacilaciones de Adolfo Suárez y la nefasta política de
16 Esta interpretación que aquí se presenta es deudora principalmente de uno de los estudios recientes más exhaustivos y ponderados sobre el proceso democratizador: GALLEGO, Ferrán, El mito de la transición. La crisis del franquismo y los orígenes de la democracia (1973-1977), Crítica, Barcelona, 2008.
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orden público llevada a cabo por su gobierno en Euskadi, sumadas a la acción de los grupos armados, dañarían seriamente la construcción de la autonomía vasca, que iba a nacer desde un primer momento aquejada de graves problemas, el principal de ellos la violencia política. Entre las elecciones de junio de 1977 y el 1 de enero de 1980, 156 personas caían asesinadas por ETA, mientras que otras 16 sin relación alguna con los grupos armados morían a manos de la policía en manifestaciones, controles de carretera o víctima de otros abusos. A este reguero de sangre habría que sumar al menos otros 72 heridos graves o de consideración a causa de excesos policiales en manifestaciones y controles de carretera, y también las víctimas de los grupos ultras y parapoliciales: 3 personas asesinadas, dos menores violadas, y una treintena de personas heridas17. Un saldo de víctimas escalofriante en tan sólo los 30 primeros meses de la democracia. Tras el fracaso en Euskadi de los partidarios del Sí a la nueva Constitución española, rechazada por el nacionalismo radical y el moderado, el Estatuto votado en octubre de 1979, suponía el primer gran avance en la legitimación del proceso de reforma democrática en suelo vasco. El texto autonómico, apoyado por PNV, PSE-PSOE, UCD, EE, PCE-EPK, PTE, ESEI y carlistas, sería votado por casi el 60% de los vascos y vascas, con un 90% de votos afirmativos. El nacionalismo jelkide lograba que el texto autonómico, pactado con UCD y las izquierdas, reconociese la extensión a Bizkaia y Gipuzkoa de los conciertos económicos de Araba y Navarra, una medida que permitiría a la autonomía contar desde el primer momento con vastos recursos. Si bien ETA pm y EE se habían decidido a apoyar el Estatuto, como un primer paso en la “liberación nacional” de Euskadi, ETA m y HB, así como los partidos de la izquierda radical, EMK y LKI, se opondrían frontalmente a él. Para el nacionalismo radical un Estatuto sin derecho de autodeterminación, sin Navarra, sin una nueva amnistía, ni expulsión de las Fuerzas de Orden Público, no merecía ser siquiera considerado. Ni la alta participación popular en la consulta, ni el apoyo
17 LANDA GOROSTIZA, Jon-Mirena, Informe sobre Víctimas de Vulneraciones de los Derechos Humanos derivados de la Violencia de Motivación Política, Gobierno Vasco, Vitoria-Gasteiz, 2008.
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dado por la sociedad vasca al Estatuto, harían a la organización armada modificar, ni su discurso, ni su recurso a la violencia, que seguiría siendo extremadamente frecuente en los años posteriores. Con el Estatuto de Gernika en vigor, y con el liderazgo del PNV, partido más votado desde las primeras elecciones democráticas, se producirán importantes avances en la consolidación y visibilización del autogobierno vasco, como la puesta en marcha de una televisión y una policía propias, en 1982, de la Universidad del País Vasco, nacida en 1980 a partir de la Universidad de Bilbao, o del Servicio Vasco de Salud, en 1984. También se avanza en estos primeros años en la normalización del euskera en la vida del país, al introducirse la lengua en la educación general básica y los medios de comunicación. A pesar de las dificultades políticas y económicas de Euskadi, el electorado del PNV demostrará, consulta tras consulta, una enorme fidelidad hacia el partido jeltzale. El histórico partido, sin un papel destacado en la lucha antifranquista, renacía sin embargo en la transición con una enorme fuerza como actor central de la política vasca. El PNV recoge los apoyos de un heterogéneo electorado interclasista, urbano y rural, nativo e inmigrante, vasco parlante y castellanoparlante, católico y laico, que va del centro derecha al centro izquierda18. El PNV hará de la ambigüedad virtud en cualquier tema que divida a la sociedad vasca, ya que su histórica aspiración es lograr una plena identificación entre partido y país, presentándose como la formación política “natural” de los vascos. A pesar de ello el histórico partido sufre una traumática fractura en 1986, cuando el sector más nacionalista, y más progresista, se escinde siguiendo al ex presidente autonómico, Carlos Garaikoetxea. El detonante de esta crisis, la Ley de Territorios Históricos, reaviva un viejo debate, el de una autonomía vasca basada en una concepción más centralista, o el de una Euskadi más provincial, donde las diputaciones tengan un peso específico. Esta y otras discrepancias conducen a un pulso entre el presidente autonómico, Garaikoetxea, y el líder del PNV, Xavier
18 Para un análisis detallado de la sociología electoral vasca, véase LINZ, Juan José, Conflicto en Euskadi, Espasa Calpe, Madrid, 1986.
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Arzalluz, que termina por ganar el segundo. Derrotado internamente, Garaikoetxea, apoyado en su carisma personal, daría de nuevo la batalla en las urnas, a través de un nuevo partido, Eusko Alkartasuna (Solidaridad Vasca). La erosión causada al PNV por los partidarios de Garaikoetxea, es suficiente para que los nacionalistas tengan que gobernar de 1986 a 1998 en coalición con el PSE-PSOE. El pacto con los socialistas va a abrir un periodo de relativa calma institucional y colaboración política, que permite la firma de grandes acuerdos como el Pacto de Ajuria Enea, en enero de 1988, un documento suscrito por todas las fuerzas políticas parlamentarias, excepto HB, en el que se condena a ETA, y se insiste en el apoyo de los partidos firmantes al Estatuto de Gernika, las instituciones autonómicas y el respeto a los derechos humanos en la actuación policial. Menor trascendencia tendrá otra declaración, la aprobada en enero de 1990, en el Parlamento de Vitoria, por PNV, EE y EA, a favor del reconocimiento del derecho de autodeterminación de los vascos, con la oposición, por razones bien distintas, del PSE-PSOE, la derecha españolista, y HB. Con respecto a la violencia política, cabía esperar que el final de la dictadura supondría también la disolución de las dos ramas de ETA, la militar y la político militar, y su transformación en organizaciones pacíficas. Muy al contrario, el problema de la violencia aumentaría muy considerablemente tras el derrumbe de la dictadura19. Para ETA militar el nuevo escenario político no era sino un franquismo sin Franco al que no debía concedérsele si quiera el beneficio de la duda. Los comandos de ETA golpearían con fuerza al Estado con atentados cada vez más violentos e indiscriminados. El objetivo declarado de la violencia sería presionar al Estado para logar que este aceptase la llamada Alternativa KAS, un conjunto de puntos políticos asumidos por toda la izquierda abertzale, y que sentarían las
19 En el periodo democrático, al calor del clima de violencia y movilización social, incluso surgirán otros dos grupos menores, ambos de signo izquierdista y corta vida, los Comandos Autónomos Anticapitalistas, influenciados por el consejismo y la autonomía obrera italiana, e Iraultza (Revolución).
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bases para el reconocimiento de la “soberanía nacional de Euskal Herria”20. El otro objetivo de los atentados de los milis, convencidos de la eficacia y la plena vigencia de la triada acción represión acción, sería estimular la represión policial, y así incentivar la indignación popular y el crecimiento de un bloque político afín a sus tesis, Herri Batasuna (Unidad Popular). La coalición, que sorprendería a propios extraños con su espectacular debut electoral en las elecciones generales de 1979 (pues en las de 1977 ETA m había pedido el boicot), sería capaz de aglutinar tanto el voto de una parte del nacionalismo histórico vasco, descontento con la moderación del PNV, como de otros sectores de izquierdas, autóctonos principalmente, pero también inmigrados, que volvían sus ojos hacia el nacionalismo radical, por un lado cargados de rabia por los frecuentes abusos de la policía, las torturas, las detenciones masivas, las cargas policiales indiscriminadas, los asesinatos y las actividades de “guerra sucia” contra el terrorismo, y por otro, decepcionados por el curso político de la transición, y sus claras limitaciones. Para estos sectores, ETA y HB suponían el último bastión de la resistencia radical contra prácticamente todo, desde la represión policial y el nacionalismo español, a la crisis económica o la central nuclear de Lemoiz21.
20 La Alternativa KAS fue elaborada en 1976, en un intento de la dispersa izquierda abertzale por coordinarse y establecer unos puntos mínimos, asumidos por todo el espectro nacionalista radical. Por aquel entonces la oposición democrática española había logrado unirse en un organismo conjunto, y la Koordinadora Abertzale Socialista, trataba de ser la respuesta nacionalista a la Platajunta liderada por el PSOE y el PCE. Entre los principales puntos de la Alternativa figuraban la exigencia de una amnistía total, la expulsión de las FOP de Euskal Herria, un gobierno provisional de las provincias vasco navarras, y el reconocimiento de la autonomía y el derecho de autodeterminación de estas. A pesar de que la Alternativa KAS es un proyecto inicialmente lanzado por ETA pm, ETA m se terminaría convirtiendo en su gran valedora, produciéndose una progresiva identificación de esta organización con ese programa político. Para la historia de ETA véase, ELORZA, Antonio (ed.), La historia de ETA, Temas de Hoy, Madrid, 2006, y LETAMENDÍA, Francisco, “Ortzi”, Historia del nacionalismo vasco y de ETA, R&B, San Sebastián, 1994. 21 Varios trabajos de sociólogos han analizado magníficamente el mundo nacionalista radical, su ideología, valores y motivaciones, a través de un exhaustivo trabajo de entrevistas. Para este capítulo se han usado PÉREZ-AGOTA, Alfonso, El nacionalismo vasco a la salida del franquismo, CIS, Madrid,
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El otro grupo, ETA político militar, si bien mostró una actitud menos agresiva y más posibilista con respecto al proceso democratizador y autonómico, mantuvo siempre abierto el recurso a la violencia, cometiendo diversos atentados mortales, antes de disolverse en 1981. La decisión, no será, ni mucho menos unánime, ingresando parte de sus exmilitantes, disconformes con la autodisolución del grupo, en ETA m. Su referente político, EIA (Partido de la Revolución Vasca), mostrará por un lado una mayor autonomía que HB con respecto a la organización armada, así como una clara preferencia por las vías pacíficas e institucionales. También en EIA el componente nacionalista era menor que en HB, y así por medio de la coalición Euskadiko Ezkerra, el partido buscó acuerdos con la izquierda vasca no nacionalista, primero con el EMK (Movimiento Comunista de Euskadi), luego con el PCE-EPK, y finalmente con el PSEPSOE, a donde fueron a parar finalmente buena parte de sus cuadros y dirigentes. A partir del año 1981, tras la autodisolución de EIA y ETA pm, y la integración de un importante sector de los comunistas vascos en EE, este partido evolucionará hacia una suerte de socialdemocracia vasquista o federalista, muy alejada de sus radicales inicios. La condena de todas las violencias, “vengan de donde vengan”, del Estado o contra el Estado, y la defensa de los derechos humanos, se convertirán en banderas de EE, en esta segunda etapa, que va desde su refundación como partido político, en el 81, hasta su absorción por el PSE-PSOE en 199322 También habría cabido esperar que el final de la dictadura trajese una democratización de las fuerzas de orden público, sin embargo, las pecu liaridades de la transición española, sin una ruptura radical con el franquismo, 1987, MATA, Jose Manuel, El nacionalismo vasco radical, UPV, Bilbao, 1993, y ARRIAGA, Mikel, Y nosotros que éramos de HB, Haranburu, San Sebastián, 1997. 22 La historia de EE ha sido objeto de un libro, escrito con especial inquina hacia la formación política, por el historiador y ex militante de HB, Jose Antonio Egido. Véase EGIDO, José Antonio, Viaje a la nada. Principio y fin de Euskadiko Ezkerra, Txalaparta, Tafalla, 1993. Desde una perspectiva mucho más seria, rigurosa y distanciada, esta formación política está siendo objeto de una investigación académica, por parte del doctorando Gaizka Fernández, bajo la dirección del profesor Jose Luis de la Granja.
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impidieron la necesaria depuración de los aparatos policiales del Estado. Si en el resto de España la violencia policial, los malos tratos en las comisarías, e incluso el asesinato de ciudadanos en manifestaciones pacíficas o en el transcurso de conflictos laborales, no desapareció totalmente con la democracia, en Euskadi, donde la policía y la guardia civil se habían distinguido desde el tardofranquismo por su especial implacabilidad, la vulneración de los derechos humanos continuó siendo una práctica lo bastante sistemática como para deslegitimar profundamente a los “guardianes del orden y la ley”. Bajo la cobertura de la lucha contra ETA se reprimirían con saña todo tipo de disidencias y movilizaciones populares. El brutal asalto a la localidad guipuzcoana de Rentería por la policía, o el asesinato de la ecologista Gladys del Estal en el transcurso de una pacífica marcha anti nuclear en Tudela, fueron algunas de las más aireadas muestras de la arbitrariedad represiva de las fuerzas de seguridad. El reguero de torturas, apaleamientos, detenciones injustificadas, e incluso asesinatos, crearían en buena parte de la sociedad vasca un sentimiento de profunda indiferencia hacia la suerte de unos policías, militares y guardias civiles, demasiado ligados al franquismo y la represión como para que se generase ningún sentimiento de solidaridad o dolor cuando caían asesinados por los grupos armados. El “algo habrá hecho”, frase que se popularizó en la Argentina de la Junta Militar y que definía como pocas la aceptación pasiva de la violencia estatal por buena parte de la sociedad, sería la mejor expresión en Euskadi de ese generalizado desdén hacia las víctimas y sus familiares. Pocos ciudadanos estaban dispuestos a solidarizarse o manifestar compasión por unos militares, policías, guardias civiles, empresarios o políticos, sobre los que pesaban la acusación, fundada en ocasiones, infundada seguramente en otras, de ser franquistas, torturadores, explotadores capitalistas o sencillamente “enemigos del pueblo vasco”. Si estas muertes de “gentes de orden” al menos eran condenadas por los partidos políticos institucionales, ni siquiera eso ocurría con otras víctimas de segunda clase, como aquellos sobre los que pesaba el estigma social de ser informadores de la policía, traficantes de drogas, o ultraderechistas. La acusación de chivato, camello o facha bastaba para neutralizar cualquier condena enérgica del asesinato. Estos últimos eran enterrados en el mayor de los silencios sociales e
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institucionales, como verdaderos apestados23. El PCE de Euskadi sería durante la transición el primer partido en tratar de promover manifestaciones populares contra la violencia de ETA. Estos primeros intentos fracasarían tanto por la división de las fuerzas políticas institucionales, como se puso de manifiesto con el fallido intento de construir un “frente por la paz” de todos los partidos excepto HB, como por el escaso respaldo social a las convocatorias, sobre todo en comparación con las multitudinarias manifestaciones por la amnistía o de despedida a las víctimas de la represión estatal. Una excepción sería la exitosa huelga general convocada por UGT, CCOO y ELA el 9 de febrero de 1981 contra el asesinato del ingeniero Jose María Ryan, aunque realmente habría que esperar a la segunda mitad de los 80 para la aparición de un verdadero movimiento social por la paz que condenase todas las violencias. Con los primeros gobiernos del PSOE no sólo no se producirían los esperados cambios en la política de orden público, sino que incluso desde el Ministerio del Interior se organizarían los llamados Grupos Armados de Liberación, grupo parapolicial que entre 1983 y 1987 asesinaría a 26 personas, casi todas en Francia, presuntamente vinculadas a ETA o a la izquierda abertzale. El GAL suponía en buena medida la continuación, ahora bajo un gobierno socialista, de los métodos de “guerra sucia” y contraterrorismo que se habían desarrollado durante el tardofranquismo y los gobiernos de UCD. Entre 1978 y 1981, 32 personas fueron asesinadas por el Batallón Vasco Español, a las que habría que sumar otras 5 víctimas mortales de la Triple A, entre 1977 y 1982, y 5 más, del llamado grupo Anti ETA, que actúo a lo largo de 1980 en suelo vasco. Para complicar aún más estos primeros años de la restauración democrática en una renacida Euskadi, el impacto de la crisis económica mundial iba a dejarse sentir con
23 Entre 1975 y 2003 fueron asesinados 97 supuestos confidentes, entre 1976 y 1984 41 supuestos ultraderechistas, y 37 presuntos traficantes de drogas entre 1980 y 2004. Véase, DE LA CALLE, Luis, y SÁNCHEZ-CUENCA, Ignacio, La selección de víctimas de ETA, en Revista Española de Ciencia Política, nº10, Abril de 2004.
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especial dureza en la industria vasca. Entre 1960 y 1973 la economía vasca había crecido a un ritmo anual de casi el 8%, pero entre 1973 y 1977, ese crecimiento ya se había ralentizado. 1977, el año de las primeras elecciones democráticas supondría el definitivo parón del boom desarrollista que había transformado de arriba abajo las provincias vascas24. Tras décadas de pleno empleo e inmigración, la realidad daba un giro de 180 grados, reaparecía el desempleo, y miles de personas, en su mayoría familias inmigrantes, dejaban Euskadi para volver a sus lugares de origen. Entre 1976 y 1986, 50.000 personas abandonarían el País Vasco25. En 1986, a pesar de la recuperación económica, el 23% de la población activa estaba en el paro, una cifra sólo superada por comunidades tradicionalmente pobres, como Canarias, Andalucía o Extremadura26. Esa misma fecha, Euskadi se convertía en la comunidad con el desempleo juvenil más alto de España, el 59% de los menores de 25 años27. Las antaño boyantes provincias vascas iban camino de convertirse en un desierto industrial. En un contexto de crisis económica y altísimo desempleo, fenómenos como la exclusión social, la delincuencia juvenil y la adicción a la heroína impactaría con fuerza en la sociedad vasca de los años 80. Los yonkis y camellos se convertirán en figuras familiares del paisaje urbano vasco en esa década y los comienzos de la siguiente, como reflejarían los cineastas Eloy de la Iglesia y Montxo Armendáriz en dos filmes ambientados en Bilbao y Donostia respectivamente, El Pico (1983) y 27 horas (1986). La respuesta sindical a la crisis, oscilaría entre la mayor moderación de UGT y ELA, que no obstante se opuso a los Pactos de la Moncloa, y el tono más radical de LAB, el sindicato afín a la izquierda abertzale, cuya postura de intransigencia y
24 Caja Laboral, La economía vasca (1975 – 1987), pág. 28 – 33. 25 Ibíd., pág. 55. 26 Ibíd., pág. 52. 27 Ibíd., pág. 129.
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beligerancia, le granjearían desde la segunda mitad de los 80 crecientes apoyos entre los trabajadores vascos. A medio camino entre unos y otros, se situaría CCOO, defensora de una política de reindustrialización. El sindicato heredero de las grandes movilizaciones obreras del periodo franquista, sufriría no obstante en 1986 la escisión de su izquierda sindical, que daría lugar a un nuevo sindicato de ámbito vasco, ESK (Convergencia de la Izquierda Sindical), políticamente cercano al EMK28. También en el mapa sindical se iría observando a lo largo de los años 80, tanto en Euskadi como en Navarra, el progresivo auge de los nacionalistas vascos29. Un crecimiento que ya se había advertido en el terreno electoral y parlamentario, y que llegaría también al ámbito laboral. CCOO y UGT, a pesar de su ventaja inicial, serían desplazados por ELA desde 1980, convirtiéndose en la principal fuerza sindical del País Vasco. A partir de 1993 el histórico sindicato nacionalista establece un frente común con LAB, cada vez con más peso en las empresas y los servicios públicos. Esta mayoría sindical nacionalista, a la que se suman otros sindicatos menores más difícilmente clasificables como nacionalistas vascos, establecerá su propia agenda política, con manifestaciones, jornadas de lucha y convocatorias de huelga general en la Comunidad Autónoma Vasca y Navarra al margen de CCOO y UGT. ELA y LAB tampoco secundarán las huelgas generales convocadas en toda España por CCOO y UGT en junio de 2002 y septiembre de 2011. En el ámbito campesino, y a pesar del peso cada vez menor del campo en la economía vasca, cabe destacar la aparición en 1976 de EHNE, sindicato agrario implantado en Bizkaia, Gipuzkoa, Navarra y, federado a UAGA, en Araba. EHNE está también
28 MAJUELO, Emilio, Historia del sindicato LAB, Txalaparta, Tafalla, 2000, pág. 150. 29 Al contrario que en Catalunya, donde no prosperó el sindicalismo en nacionalista, la identidad nacional sí sería motivo de fractura sindical entre los trabajadores vascos. Las bases de ELA y LAB en la transición y los primeros años de la democracia serían predominantemente autóctonas, frente a las de CCOO y UGT, con una afiliación mayoritariamente inmigrada. Véase, KAIERO URÍA, Andoni, Implantación y perfil de los sindicatos en Euskadi, en REIS, Revista Española de Investigaciones Sociológicas, nº54, Madrid, 1991.
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vinculado desde los 90 a nivel español con la COAG, de tendencia progresista, y con Vía Campesina, confederación mundial de organizaciones agrarias que participa en los foros sociales mundiales y el movimiento alterglobalizador. La conflictividad social de los últimos años del franquismo y la transición, marcada por el contenido político y salarial de las reivindicaciones, da paso en los años 80 a una nueva etapa, en la que los sindicatos, a pesar de la radicalidad de algunas acciones obreras, ya no juegan a la ofensiva, sino a la defensiva, luchando para salvar los puestos de empleo y evitar el cierre de las empresas. El bilbaino puente de Deusto cortado por barricadas de neumáticos en llamas, y las pelotas de los antidisturbios contra los tiragomas de los trabajadores del histórico astillero Euskalduna, serán algunas de las imágenes más gráficas de la dureza de la política industrial iniciada por el primer gobierno del PSOE. Tras las dudas y vacilaciones de una UCD demasiado débil para enfrentarse al movimiento obrero, serán los socialistas quienes se atrevan a acometer reformas estructurales en la economía española, de signo liberal y desindustrializador, en el contexto de la integración de España en la Comunidad Económica Europea. Sin embargo, sería injusto presentar el País Vasco de los primeros años de la democracia con tintes tan grises como lo hacía Jon Juaristi en sus memorias. Pese a las dificultades políticas, sociales y económicas, la Euskadi de finales de los años 70 y primeros 80 es también una sociedad en ebullición, caracterizada por una enorme creatividad política y cultural. Solamente las asociaciones de vecinos del País Vaco contaban en 1979 con unos 60.000 socios, una cifra realmente alta de participación ciudadana, para una población de unos 2 millones de habitantes30. Para aquellos que habían sufrido el franquismo como un largo periodo de prohibiciones y oscurantismo, el final de la dictadura sería vivido como una fiesta democrática y callejera. Es en los años de la transición cuando se desarrollan en Euskadi con enorme fuerza los nuevos movimientos sociales (ecologista, feminista,
30 Euskal Estudio Elkartea, El movimiento ciudadano en Euskadi, Txertoa, San Sebastián, 1980.
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ciudadano, gaylésbico, pacifista…), que introducen nuevas formas de hacer política y nuevas problemáticas hasta entonces olvidadas31. También, asociada a esta explosión democrática, aparece una nueva cultura underground vasca, en las artes plásticas, la música y la literatura, generalmente con un marcado acento político y un lenguaje fresco y transgresor32. El proyecto de construir una central nuclear en Lemoiz, en las cercanías de Bilbao, levanta en los primeros años de la democracia un imponente movimiento popular que se expresa en masivas manifestaciones, marchas a pie o en bicicleta, caceroladas, encadenamientos, jornadas multitudinarias de debate y discusión. La irrupción de ETA en escena con una campaña
31 Raúl López Romo desarrolla una investigación sobre los nuevos movimientos sociales en Euskadi. La mayor parte de la información que utilizo, procede de los primeros adelantos de su tesis doctoral: LÓPEZ ROMO, Raúl, Bilbao era una fiesta: la Aste Angustia de 1978: cultura popular en la transición política, en RIBERA, Antonio, ORTIZ de ORTUÑO, José María, UGARTE, Javier (coord.), Movimientos sociales en la España Contemporánea, Vitoria, 2006; LÓPEZ ROMO, Raúl, Del gueto a la calle: el movimiento gay y lesbiano en el País Vasco y Navarra (1975 – 1983), Gakoa, San Sebastián, 2008; LÓPEZ ROMO, Raúl, Tiñendo la patria de verde y violeta. La relación del nacionalismo radical y los movimientos antinuclear y feminista en la transición, (inédito). Otros trabajos sobre los movimientos sociales en Euskadi: ESTEBARANZ, Jtxo, Tropikales y Radikales: experiencias alternativas y luchas autónomas en Euskal Herria, Likiniano, Bilbao, 2005, ESTEBARANZ, Jtxo, Los pulsos de la intransigencia: Lemoiz, Leizarán, Itoiz, Muturreko Buzutarioak Bilbao, 2008, BÁRCENA, Iñaki, IBARRA, Pedro, ZUBIAGA, Mario, Nacionalismo y ecología, La Catarata, Madrid, 1995; IBARRA, Pedro, De la confrontación militante a la cooperación pragmática: nuevas formas de acción colectiva en Euskadi, La Catarata, Madrid, 2004. 32 Ejemplos de este underground vasco son colectivos como “Txomin Barullo”, el grupo Cloc de Arte y Desastre, la revista “Euskadi Sioux” o la “Pott Banda”, formada por unos jóvenes Jon Juaristi, Bernardo Atxaga, Joseba Sarrionandia, Ruper Ordorika y Manu Ertzilla. Posteriormente el llamado “rock radikal vasco” será otro importante movimiento cultural o contracultural, con un importante impacto fuera del ámbito vasco. Sobre las artes en Euskadi durante la transición: CASTELLANO, Rafael, Disidencias otras: poéticas y acciones artísticas en la transición política vasca (1972 – 1982), San Sebastián, Diputación Foral de Guipúzcoa, 2005. También resulta interesante para analizar el caso de la música, HERAS, Álvaro, Lluvia, hierro y rock and roll. Historia del rock en el Gran Bilbao, Sirimiri, Bilbao, 2008.
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de atentados introduciría tensiones en el ecologismo entre partidarios y contrarios a estas acciones violentas contra la central33 El movimiento por la amnistía de los presos políticos será otro de los grandes protagonistas de la calle durante la transición, si bien su composición plural y heterogénea de un primer momento, con participación de toda la oposición democrática, da paso a partir de 1977 a una segunda fase donde la hegemonía nacionalista de izquierdas, y concretamente de HB, es ya casi total. Igualmente pasaría con el diario “Egin”, periódico nacido del movimiento asambleario, pero que pronto pasaría de tener una composición interna mucho más rica y variada, a convertirse en el medio de expresión afín a los postulados de HB. El decidido apoyo de la militancia de HB a todas las disidencias sociales tendrá como contrapartida en ocasiones la satelización de unos movimientos inicialmente más plurales en su composición interna. Las tensiones entre los activistas vinculados a HB, o simpatizantes con la coalición, con los militantes no alineados, o vinculados a otras corrientes ideológicas, libertarios, autónomos, o formaciones políticas, LKI y EMK principalmente, llevarán a la izquierda abertzale a impulsar en ocasiones sus propios colectivos feministas, ecologistas y anti OTAN. En agosto de 1978 Bilbao estrena su nueva Semana Grande. La izquierda política y social vasca, y la cultura underground, irrumpen de forma lúdica, colorista y reivindicativa en las calles de la villa. Las txoznas, casetas de las diferentes organizaciones sociales y políticas alternativas, se convierten durante los festejos en la estrella de un acontecimiento hasta entonces hecho por y para las elites
33 La negativa del Gobierno de la UCD primero, y del PSOE después, a celebrar un referéndum sobre la central nuclear, tal y como demandaba la izquierda parlamentaria, sobre todo EE, pero también el PCE-EPK y el PSE-PSOE, permitiría a ETA m con su campaña de atentados capitalizar el éxito del cierre de la central nuclear, arrebatando el protagonismo a un movimiento ecologista, que a lo largo de una década de lucha pacífica había demostrado su capacidad de movilizar e influir en la opinión pública.
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bilbaínas, y sin apenas participación popular. El ambiente de movilización ciudadana de la transición, se prolongaría algunos años más en Euskadi. Al calor de la crisis económica y de la violencia política, emerge en el País Vasco un proyecto social alternativo, ciertamente minoritario, pero en absoluto desdeñable, definido tanto por su rechazo, en todos los planos, al orden social y político existente (ecologismo, anticapitalismo, antimilitarismo, antiespañolismo, independentismo, feminismo, etc…) como por su apuesta por lo comunitario frente al individualismo consumista. Una comunidad política de contornos difícilmente definibles, de la que participa sobre todo la juventud urbana y rural, con sus propios medios de comunicación, expresiones culturales, estéticas y espacios de socialización (las herriko tabernas, los gaztetxes, las fiestas populares…). En un contexto español cada vez más apático desde el punto de vista de la participación sociopolítica, el País Vasco, todavía en décadas de profundo desencanto como los años 80 y 90, logrará ser una rara avis fascinante para la izquierda radical española e incluso de otras partes de Europa y de América Latina34.
4. LA CONSOLIDACIÓN DE LA AUTONOMÍA De Ibarretxe a López
Hacia las 7 de la tarde empezaron a llegar los primeros invitados. Los patronos de la Fundación Solomon R. Guggenheim de Nueva York fueron los primeros. Las mujeres americanas se decantaron por las transparencias y los tejidos con pedrería, mientras que las españolas eligieron vestidos oscuros, en su mayoría negros y de la gama malva, inspirados en el color que
34 A este respecto, señalar que nuevos movimientos sociales como el okupa, o la insumisión al servicio militar, muestran en el País Vasco y Navarra un especial arraigo, mientras que los movimientos sociales procedentes de la etapa anterior, como el ecologismo o el feminismo, resisten en Euskadi mejor la crisis posterior a la transición, que en otras partes de España. La victoria del NO en el referéndum de la OTAN, de 1986, pondrá de relieve nuevamente, la especificidad política del País Vasco en España.
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lució la Reina en la boda de la Infanta Cristina (…) Pero la estrella de la noche fue Bianca Jaegger, la ex mujer del líder de los Rolling Stone que durante los últimos años vive dedicada a labores humanitarias. Lucía un espectacular vestido de seda y chiffón de Morgan Le Fay y un llamativo collar de coral negro. “El museo es bellísimo. Es un monumento excepcional que será admirado por toda cultura internacional y que va suponer, sin duda, el resurgimiento de esta fantástica ciudad que acabo de conocer”, declaró. Entre sus planes, dijo, estaba salir a cenar para conocer la cocina vasca y poder visitar la colección del museo EL PAÍS, 19/10/1997.35
El verano de 1997 ETA secuestraba y asesinaba al concejal del PP vasco Miguel Ángel Blanco. El crimen provocaría una ola de indignación en la sociedad vasca y española. Multitudinarias manifestaciones dentro y fuera de Euskadi expresaron el mayoritario rechazo social al terrorismo de ETA, en una movilización sin precedentes, cuyo éxito no fue ajeno al enorme apoyo institucional y mediático dado a las manifestaciones populares de repulsa. El asesinato de Blanco suponía para ETA un nuevo capítulo en su creciente desprestigio ante la sociedad vasca. Un descrédito que había permitido desde mediados de los años 80 la aparición de un nuevo movimiento social por la paz en el País Vasco, que alcanzaría su cenit en las jornadas que siguieron al secuestro y asesinato del joven concejal vizcaíno36. El afianzamiento del sistema democrático y autonómico, la reducción de los excesos cometidos por las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, así como la desaparición de la “guerra sucia”, y la puesta en marcha de la policía
35 Glamour y aplausos en la apertura del Guggenheim, EL PAÍS, 19/10/1997. 36 La Coordinadora Gesto por la Paz, que aglutinaba a grupos de personas que manifestaban con concentraciones silenciosas su repulsa a los atentados de ETA o los GAL, sería la principal dinamizadora de un movimiento al que también se le unirían pacifistas procedentes de una parte del movimiento anti OTAN. Las primeras campañas del movimiento incidirían en la necesidad de romper el silencio y acabar con la pasividad. Véase FUNES, Maria Jesús, La salida del silencio: movilizaciones por la paz en Euskadi, Akal, Madrid, 1998.
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autónoma vasca, unido con atentados de ETA que minaron muy seriamente su prestigio entre sus propios simpatizantes, como la matanza de HIPERCOR Barcelona, o el asesinato de la ex dirigente etarra, Yoyes, conducirían a un progresivo aislamiento de la organización armada y a la significativa reducción de su base social. Incluso en HB comenzarían a oírse por entonces, nuevas discrepancias hacia el alineamiento incondicional con ETA. Ya en 1992 sectores de la izquierda abertzale habían echado a andar el movimiento social por el diálogo y el acuerdo en Euskal Herria, Elkarri, y en 2001 surgía un nuevo partido contrario al uso de la violencia con fines políticos, Aralar, menos implantado en la Comunidad Autónoma Vasca que en Navarra, donde sería la pieza central de la coalición Nafarroa Bai. La Euskadi del asesinato de Blanco, distaba ya mucho de aquel país convulso y en crisis de los primeros años 80. La situación económica había mejorado sensiblemente gracias al gasto público autonómico, la diversificación de actividades, la inversión en investigación y desarrollo, y la mejoría de la situación española e internacional. Sectores como los servicios o el turismo crecerían en los años 90, recuperando en esa década la Comunidad Autónoma Vasca buena parte del terreno perdido en los años anteriores. Entre 1993 y 2005 la economía vasca crece en un 14%37. El paro se reduce, aunque aumenta la precariedad entre los trabajadores jóvenes, y se detecta un 5% de pobres extremos, prueba del desigual reparto del crecimiento económico38. La inauguración del Museo Guggenheim de Bilbao en octubre de 1997, “pieza estrella” de la mega operación de remodelación urbana de la capital vizcaína, supone el pretendido momento estelar de entrada de Euskadi en la postmodernidad. Con la inauguración del edificio diseñado por el prestigioso arquitecto Frank Ghery se pretende pasar simbólicamente página a la Euskadi de la violencia política y la crisis industrial,
37 ZALLO, Ramón (coord.), El País Vasco en sus encrucijadas. Diagnósticos y propuestas, Ttarttalo, Donostia, 2008, pág. 402. 38 Ibíd., pág. 390.
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y proyectar la imagen de un país moderno, dinámico y atractivo para turistas e inversores39. Sin embargo, a pesar de estos propósitos de “normalización”, lo cierto es que el País Vasco va a seguir siendo en los años siguientes un territorio más complejo y problemático de lo que sus gobernantes quisieran, y cuya actualidad política siga acaparando las primeras páginas de la prensa española. Nuevamente el debate sobre la violencia y la identidad nacional, será el que centre casi monográficamente la agenda política vasca, ocultando o “contaminando” todos los demás problemas del país. En 1998 el pacto entre PSE-EE-PSOE y PNV toca a su fin. El PNV se plantea una nueva política de alianzas, que pasa por estrechar lazos con la izquierda abertzale, y que tomará forma con la “Declaración de Lizarra” de ese mismo año. El documento pactado por ELA, LAB, PNV, EA, HB, Ezker Batua (Izquierda Unida), Elkarri, Zutik, Batzarre y otras organizaciones sociales y políticas, al calor del éxito del proceso de paz irlandés, impulsa una esperanzadora tregua de ETA, que se rompe un año más tarde, tras las fallidas conversaciones de la organización armada con el gobierno de Jose María Aznar. Tras la ruptura de la tregua, en diciembre de 1999, ETA emprende con 23 asesinatos en 2000 una sangrienta campaña de atentados contra políticos e intelectuales, que radicaliza las posiciones nacionalistas españolas de PP y PSE-EE-PSOE. No sólo ETA y la izquierda abertzale, sino también PNV, EA y EB se convierten a partir de entonces en el enemigo a batir de socialistas y populares, que constituyen el llamado “frente constitucionalista” contra el gobierno tripartito vasco de nacionalistas y EB. Paralelamente también produce en el seno del PNV una evolución del discurso del nacionalismo autonomista hacia el soberanismo. No obstante, aunque la propuesta del lehendakari Juan José Ibarretxe de una “comunidad vasca libremente asociada al Estado Español bajo la denominación de Euskadi”, suponía efectivamente una ruptura con el Estatuto de Gernika y
39 Para una visión crítica del “nuevo Bilbao”: LARREA, Andeka y GAMARRA, Garikoitz, Bilbao y su doble, Gatazka, Bilbao, 2007.
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un reforzamiento del ala soberanista de los jeltzales, estaba lejos de ser el plan independentista que se denuncia desde PP, PSOE y medios afines40. La ruptura de la tregua de ETA, unida a la mayoría absoluta del PP en la segunda legislatura de Aznar va a suponer también el inicio de un cerco policial, judicial y político a la debilitada izquierda abertzale, acusada colectivamente de formar parte de ETA41, sin hacer para ello demasiadas distinciones entre la organización terrorista y aquellos partidos políticos, medios de comunicación u organizaciones sociales, que pudiendo ser independentistas tengan vinculación alguna con ETA, como sucedió con los encausados en el macrosumario 18/98. Con el triunfo del PSOE en las elecciones generales de 2004 va abrir un nuevo proceso de paz, pero la negativa del PP, la principal asociación de víctimas del terrorismo y la judicatura más conservadora a cualquier negociación, las vacilaciones del gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, y sobre todo el atentado de ETA en el aeropuerto de Barajas, en el que mueren dos personas, frustran este nuevo intento de poner fin al terrorismo por la vía del dialogo. El regreso de ETA a las armas ahonda el creciente foso entre ésta y la izquierda abertzale, que liderada por Arnaldo Otegi, busca una forma de desmarcarse de la violencia que no sea percibida entre sus propias filas como una renuncia, o una traición a los presos, a la vez que le permita salir de la ilegalidad y retornar a las instituciones. A finales de noviembre de 2004 Otegi había presentado en un abarrotado Velódromo de Anoeta su propuesta de dos mesas de dialogo, una entre ETA y el Gobierno, centrada en el problema del desarme y la excarcelación de los presos, y otra exclusivamente política, con todas las fuerzas. Aunque acogida con frialdad por los medios de
40 Propuesta de Estatuto Político de la Comunidad de Euskadi, Vitoria, 2003, pág. 11. Sobre Ibarretxe 41 Entre 2002 y 2011 la izquierda abertzale sería excluida casi por completo de la política institucional a través de las sucesivas ilegalizaciones de las candidaturas promovidas por esta.
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comunicación españoles la propuesta de Anoeta suponía en la práctica el final de la subordinación política de la izquierda abertzale a la dirección de ETA. La exclusión electoral de la izquierda abertzale, el hundimiento electoral de los socios del PNV, EA y EB, y el regreso a un pacto con el PP, la revitalización de aquel “frente constitucionalista” que ya parecía enterrado, facilita a unos socialistas vascos en alza acceder a la lehendakaritza tras las elecciones autonómicas de marzo de 2009. El PSE-EE-PSOE que había canalizado todo el descontento e irritación de una parte de la sociedad vasca hacia el soberanismo de Ibarretxe, logra gracias a los votos de los conservadores que por primera vez en su historia, el cargo de lehendakari no sea ocupado por un político del PNV. Será en el plano de lo simbólico, más que en ningún otro, donde radique la principal ruptura del lehendakari, Patxi López.
EPÍLOGO Un nuevo ciclo
(…) ETA ha decidido el cese definitivo de su actividad armada. ETA hace un llamamiento a los gobiernos de España y Francia para abrir un proceso de diálogo directo que tenga por objetivo la resolución de las consecuencias del conflicto y, así, la superación de la confrontación armada. ETA con esta declaración histórica muestra su compromiso claro, firme y definitivo. ETA, por último, hace un llamamiento a la sociedad vasca para que se implique en este proceso de soluciones hasta construir un escenario de paz y libertad (…) EL PAÍS, 21/10/201142
42 EL PAÍS, 21/10/2011.
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El 20 de octubre de 2011 en un breve comunicado ETA ponía fin a su actividad armada para siempre. La noticia llegaba más de un año después del último atentado mortal de una ETA muy debilitada política, social y militarmente, y poco antes de unas elecciones generales marcadas por la fortísima crisis económica y la cifra de casi 5 millones de personas paradas en toda España. Factores que explican la relativa frialdad con la que la opinión pública española acogió la que se suponía debía ser la noticia más esperada de la historia de la democracia española. Con bastante más entusiasmo se recibiría la noticia en el País Vasco, y sobre todo, curiosamente, en los ambientes de izquierda abertzale, para los cuales el fin de ETA se interpretaba como un éxito propio, una imposición de las vías pacíficas a las violentas, algo que la izquierda abertzale había tardado casi tres décadas en asumir, en un largo, complicado y aún inconcluso viaje al pacifismo. El alivio de la izquierda abertzale partía tanto de una mayor o menor interiorización del rechazo a la violencia como herramienta política legítima en el siglo XXI, como de un hostigamiento judicial y policial por parte del Estado que no cesaría si ETA prolongaba su existencia. Existía otra razón más festejar el abandono de las armas, con ETA desaparecía un elemento incómodo, algo que desde finales de los años 90 no era sino un pesado lastre electoral. La independencia de Kosovo y la segregación de Montenegro de la República Federal Yugoslava, el avance del independentismo flamenco en Bélgica, y sobre todo el éxito mediático y de participación de las consultas por la independencia en Catalunya, vienen a lo largo de esta década insuflando ánimos a la izquierda abertzale sobre las posibilidades de procesos electorales que conduzcan a la independencia de territorios europeos. En las municipales y forales de 2011, en un clima de distensión e inactividad de ETA, Bildu, la reunión soberanista de la izquierda abertzale, EA y Alternatiba, una escisión de Ezker Batua, lograría unos magníficos resultados, que incluyeron la conquista de la alcaldía de Donostia y de la Diputación de Gipuzkoa. El éxito de Bildu ponía de manifiesto que la ausencia de violencia era requisito imprescindible para salir del ghetto político y logar obtener el
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respaldo de una gran mayoría social43. Así, el abandono de las armas a un mes de unas elecciones generales en las que Amaiur, suma de izquierda abertzale, EA, Alternatiba y Aralar, alcanzaría 7 diputados, 3 senadores y más de 300.000 votos en el País Vasco y Navarra, sólo puede interpretarse como la asunción por parte de ETA de lo incompatible de la violencia con el avance electoral de las posiciones soberanistas o independentistas. La iniciativa política en la Euskadi post-ETA parte por el momento de la reunificada izquierda abertzale, mientras que son los dos grandes partidos vascos el PSEPSOE, que no ha sabido o podido capitalizar políticamente la derrota de ETA, y el PNV, desubicado en el nuevo escenario y amenazado por el ascenso de la izquierda soberanista, los que tendrán que adaptarse a las nuevas condiciones políticas. Por otra parte queda la duda de si el PP mantendrá sus posiciones duras con respecto al problema vasco, o las flexibilizará una vez en el poder, como ya sucedió durante la primera legislatura de Aznar. Son estas solo algunas dudas, ya que también cabe preguntarse si el soberanismo de izquierdas logrará mantenerse unido y gestionar su pluralidad interna, que no es poca, cómo se relacionará con la creciente conflictividad social en Euskadi y España, que nace del malestar de la crisis económica y de la indignación con respecto a las políticas neoliberales, o si moderará su discurso independentistas y de izquierdas con su conversión en un partido no sólo de oposición, sino también de gobierno. Sería muy aventurado tratar de responder a cualquiera de estas preguntas. Lo único que está claro por el momento es que una etapa histórica se cerró el 20 de marzo de 2011, y un nuevo ciclo se abre ahora para la ciudadanía vasca.
43 Ya en las autonómicas vascas de 1998, y en las de Navarra de 1999, se había puesto de relieve que la tregua era el mejor apoyo que ETA podía dar a la izquierda abertzale, que a través de Euskal Herritarrok logró el 17% y el 15% de los votos en uno y otro territorio.
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II LAS CIUDADES EN EUSKADI La urbanización de la CAPV
¡Ay de la ciudad que no pueda ser condensada ejemplarmente en una sola perspectiva, en una plaza, en un monumento privilegiado! Nunca saldrá bien en los carteles de las agencias de turismo, lo que hoy ya casi equivale a una muerte por ostracismo. Fernando Savater1
La noción de “Euskal Hiria” puede inspirar un replanteamiento del proyecto nacional vasco en el que se ponga el acento en el elemento cívico de raíz ilustrada. Pero, a la vez, la idea de “Euskal Hiria” suele acompañar a la de “región urbana vasca”, una especie de ciudad polimorfa autónoma en la que las principales ciudades vascas se complementan funcionalmente y se retroalimentan. Todo ello quedaría vertebrado tecnológicamente mediante los distintos medios de comunicación y transporte de mercancías y personas, entre los cuales el proyecto del Tren de Alta Velocidad quiere tener un lugar destacado. El TAV pretende interconectar casi instantáneamente las capitales vascas y, a su vez, todo el territorio urbano vasco con Madrid, hacia el sur, y
1 SAVATER, Fernando, San Sebatián, Destino, Barcelona, 1987.
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con Francia, hacia el norte. Por ello, a modo de toma de contacto general con la cuestión y antes realizar ningún juicio de valor sobre esta supuesta región urbana vasca, conviene ponernos en antecedentes y conocer el modo en que se ha desarrollado hasta este momento la urbanización en el territorio de la CAPV y el modo en que se complementan o puedan complementarse en un futuro estas tres capitales vascas. En varios estudios de los años setenta2, se planteaba ya la existencia de una región urbana “vasco-periférica” que giraba primordialmente sobre el “centro difusor” Bizkaia-Gipuzkoa y con una serie de áreas de influencia funcionalmente dependientes de las ciudades de esas dos provincias y, principalmente, de Bilbao. Entre las áreas de influencia, receptoras del desarrollo impulsado por Bizkaia, encontraríamos una “periferia exterior”, las actuales provincias de Cantabria, Burgos y La Rioja, y una “periferia interior”, Navarra y Araba3. Desde aquellas valoraciones hasta el momento actual la situación ha cambiado notablemente, sin embargo, cabe preguntarse si ha cambiado tanto como para poder hablar de una “región urbana vasca” homogénea, si no autosuficiente, como parece plantearse. La desindustrialización de finales de los setenta y, sobre todo, de los años ochenta, frenó en gran medida aquel centro difusor de Bilbao, equiparado en su dinamismo económico aun a finales de los setenta con Barcelona y Madrid. El proceso de concentración urbana se detiene durante un largo periodo hasta un nuevo impulso constructor, del que éramos testigos hasta la llegada de la actual crisis; por su parte, la decadencia de la familia numerosa tradicional, las nuevas formas de familia y de organización extra-familiar
2 SAENZ DE BURUAGA, Gonzalo, Ordenación del territorio. El caso del País Vasco y su zona de influencia, Guadiana, Madrid, 1969 / FERRER REGALES, Manuel y PRECEDO, Andrés, Las ciudades de Gipuzkoa y Bizkaia, LZ, Durango, 1977. 3 FERRER REGALES, Manuel. Op. Cit.
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del hábitat doméstico transforman la estructura de los hogares y llevan a una multiplicación de las necesidades habitacionales. A esto, por supuesto, debemos sumarle el salvaje proceso de especulación inmobiliaria, uno de los factores por excelencia que determinan el proceso de urbanización en su globalidad. En los últimos 15 años el precio medio de la vivienda en España se ha multiplicado por cuatro y la crisis actual únicamente ha conseguido detener el ascenso imparable de la burbuja. La carestía ha afectado a todas las regiones de España pero con sensibles diferencias: entres las más baratas –Jaén y Teruel– y las más caras –como Bilbao, Barcelona y Gasteiz– el precio se multiplica por cuatro. El País Vasco está entre las comunidades autónomas donde más se paga por el suelo4, con Donostia a la cabeza donde el m² cuesta 3.805,00 € de media; le sigue Bilbao, 3.015,00 € el m², cuarta ciudad española más cara, y finalmente Gasteiz, en torno a la nada despreciable cifra de 2.590,00 € por m². Ni que decir tiene que el cambio urbano y el dinamismo demográfico de las últimas décadas en la CAPV sólo se puede explicar teniendo en cuenta estas cifras. Pero, para comprender la estructura urbana de la CAPV, debemos partir, en primer lugar, de un hecho que sigue hoy estando tan vigente como hace cuarenta años, esto es, la radical diferencia entre las tres provincias vascas y sus principales ciudades. Desde sus orígenes medievales, las tres capitales se distinguieron muy claramente en su fisonomía, obligadas por una orografía diferencial y, sobre todo, por su peso específico y función política, económica y militar, en su entorno. Del mismo modo, las revoluciones urbanas propias de los siglos XIX y, principalmente, del XX, tuvieron distintos ritmos y calado en cada una de las tres capitales y sus respectivas provincias y otro tanto se puede decir de los efectos de la crisis de finales de los setenta así y como del boom inmobiliario de los noventa hasta la actualidad.
4 El Correo, 5-1-2010. En 2011 se apreció un abaratamiento en Donostia frente a Bilbao, que se coloca a la cabeza en cuanto a carestía del suelo según tasación de Tasamadrid: http://www.elmundo. es/suvivienda/sv/tasaciones/
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El Área Metropolitana de Bilbao ha sido, sin lugar a dudas, la zona sobre la que más han pesado y pesan los efectos de la desindustrialización. Empresas centenarias como Altos Hornos de Vizcaya y Astilleros de Euskalduna se desplomaban junto a muchas otras en una larga agonía que llegó hasta bien avanzados los años noventa. A comienzos de aquella década Bilbao parecía despertar de un largo sueño, descubriendo en el corazón de su cuerpo urbano negras cicatrices de un desarrollo industrial, urbano y social brutal e irresponsable, falto de cualquier planificación, como sólo el liberalismo más salvaje es capaz de realizar. A finales de los setenta, en una visita a Bilbao, el teórico e historiador de la ciudad Peter Hall declaró que la capital vizcaína era la “metrópoli más deteriorada de Europa Occidental”5. El trabajo intensivo de los últimos veinte años ha cambiado el rostro de aquella ciudad, sustituyendo las ruinas industriales que rodeaban la ría por una amplia colección de arquitecturas de vanguardia, comenzando por el mediático museo Guggenheim-Bilbao. Se catapultaba así, la vieja ciudad fabril hacia el ranking de ciudades europeas de tamaño mediano, dotada ahora de infraestructuras punteras en servicios de alto valor añadido, en busca de dinamizar la economía atrayendo al capital financiero. De cualquier modo, y aunque en los últimos años se ha puesto gran empeño en mejorar las condiciones de vida de esta área urbanizada de casi un millón de habitantes, el caos urbanístico heredado sigue presente y el patrocinio y edificación de arquitecturas de vanguardia se compagina con la recalificación de suelos para su subasta y posterior construcción masiva de viviendas, en una de las áreas metropolitanas con más densidad de espacio construido y de viviendas de Europa que, además, no ha hecho sino perder población desde comienzos de los años ochenta (casi 40.000 habitantes menos). Gipuzkoa, la provincia más pequeña de España, aunque igualmente afectada por la desindustrialización, se ha encontrado con una situación muy distinta a la de Bizkaia. Partiendo de un modelo de desarrollo casi opuesto al de la
5 FERRER REGALES, Manuel. Op. Cit. P. 8.
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concentración urbana de Bilbao, salvó algunas de sus principales y más clásicas industrias. Su capital, Donostia-San Sebastián, lejos de ser una ciudad fabril, es un centro turístico de tradición centenaria que en la última década no ha dejado de incrementar su capacidad de atracción para los visitantes extranjeros. En este sentido, la competición que Bilbao ha tratado de hacerle recientemente ha servido para asentar más aun la presencia de turismo en Donostia, un turismo que viaja a la capital vizcaína para visitar el Guggenheim pero regresa a San Sebastián para alojarse y disfrutar de la ciudad-balneario por excelencia del Cantábrico. Dentro de la denominada área urbana de San Sebastián, que se prolonga por la costa hacia Francia, Irun es la principal urbe industrial, con una población de casi 61.000 habitantes y que no ha dejado de aumentar desde el comienzo del siglo pasado6, posee una posición estratégica privilegiada en el transporte de mercancías entre Francia y España. Sin embargo, existen distintos núcleos industriales a lo largo de toda la provincia y la población se concentra de forma equilibrada en múltiples municipios entre los 10.000 y 20.000 habitantes, en una urbanización equilibrada que contrasta con el abrasado paisaje de la cuenca del Nervión. Por su parte, Araba sigue también su propio patrón. Es la provincia más extensa y a la vez la menos habitada, con su población concentrada principalmente en su capital que deja la mayor parte del territorio con una bajísima densidad demográfica; de sus 310.000 habitantes, 230.000 residen en Vitoria-Gasteiz. Es la ciudad de la CAPV que más ha crecido en los últimos treinta años, siguiendo además una planificación urbana modélica. En su estructura es fácil reconocer las distintas fases de su desarrollo, desde el ejemplar casco medieval y el discreto ensanche burgués, pasando por el desarrollo industrial tardío pero espectacular a partir de los años 50 y la nueva Vitoria de los últimos años, impulsada al convertirse en capital administrativa del País Vasco y sede del gobierno autonómico desde los 80. En todos sus momentos se reconoce, por igual, un crecimiento modélico en comparación con las otras capitales vascas, algo que también tiene su fundamento en la historia concreta de
6 Datos del INE, correspondientes al censo de 2010.
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la ciudad. Se considera la ciudad más moderna y equilibrada de Euskadi, con una economía diversificada, un pujante sector industrial y mercantil, equipamientos sociales y espacios verdes envidiables, un desarrollo ejemplar de la capital que, como contrapartida, pesa sobre una provincia vaciada. Exceptuando Laudio (Llodio), con sus más de 18.000 habitantes, y Amurrio, con más de 10.000 –ambas ciudades con una importante tradición industrial–, el resto del territorio alavés vive en gran medida a la sombra y en dependencia de su capital, a la que entregaron gran parte de su capital humano en la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, si observamos en detalle la urbanización de las tres provincias de la CAPV, cabe cuestionar y, sobre todo, matizar la visión esquemática que muchas veces se maneja –y no por casualidad– de las tres grandes ciudades vascas. La imagen del Bilbao industrial y financiero, la Donostia cultural y turística y el Gasteiz administrativo, perfectamente vertebradas y complementarias entre sí, explica muy poco de la estructura socioeconómica del País Vasco y, sobre todo, oculta la complejidad urbana y económica de la región. Las tres capitales sólo se pueden comprender desde las relaciones que mantienen con sus propias provincias, espacios perfectamente acotados, en los que se efectúan la mayor parte de los intercambios, mucho mayores que con el resto del territorio vasco y mucho mayores que los flujos que se dan entre las tres capitales. En términos absolutos, el intercambio intraprovincial de mercancías, personas e información tal vez sólo encuentre un rival digno cuando pasamos de lo microterritorial a lo global, del marco provincial al marco supra-autonómico. En un monográfico reciente7 dedicado a esa nueva ciencia llamada “marketing urbano”, la autora, Victoria de Elizagarate, planteaba que en la actualidad nos
7 DE ELIZAGARATE, Victoria, Marketing de ciudades. Estrategias para el desarrollo de ciudades atractivas y competitivas en un mundo global. Pirámide, Madrid, 2008. La autora es doctora en ciencias económicas y empresariales de la UPV y era asesora del ayuntamiento de Donostia de Odón Elorza en la promoción del comercio mediante aplicación de las estrategias del Marketing a la administración pública.
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encontramos en un paradigma distinto al que movió el urbanismo tradicional –el de la reconstrucción europea y la posguerra–. Hemos pasado de la planificación estatal que pretendía hacer la ciudad más saludable y eficaz (funcional), a unas operaciones de marketing urbano que buscan atraer habitantes y empresarios a la ciudad. Ya no se trata de administrar a los ciudadanos desde la razón de Estado –bien común o productividad–, sino de seducir, de llamar la atención del cliente-ciudadano para que consuma-invierta en la ciudad. “A diferencia de lo que sucede en la ciudad tradicional, en la ciudad innovadora se considera a los usuarios no como administrados, sino como clientes, y se gestiona la ciudad para proporcionar calidad de vida”8. De este modo, el panorama internacional dibujado es el de multitud de ciudades compitiendo, en diferentes rankings, entre sí; ofreciendo mejores ventajas al ciudadano, inversor y visitante para lograr “fidelizar” el mayor número de clientes, de este modo crecer y, con ello, ser más competitivas y ascender a una nueva división de ciudades más poderosas, capaces de atraer mayores capitales económicos. ¿Es posible compaginar esta visión, que nos traía una asesora directa de la administración del ayuntamiento de San Sebastián de Odón Elorza, con la idea promocional de la Euskal Hiria? Para empezar, en su libro no se hace mención alguna a esta noción. En el preámbulo de un congreso sobre el tema, realizado unos años antes y en el que Victoria de Elizagarate también participaba, el sociólogo urbano Víctor Urrutia advertía: “es sintomático que las ciudades en los USA y, de forma creciente, también en Europa, sean vistas cada vez más como empresas y menos como comunidades políticas; y, paralelamente, a sus gestores se les considere más como gerentes y menos como alcaldes” y ligaba este síntoma a otras “perspectivas” de una naturaleza supuestamente más política y menos mercantil, como la de la ciudad polinuclear de la Euskal Hiria, que podían quedar completamente fuera de juego si la cuestión urbana es
8 Op. Cit. P. 17.
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decidida únicamente desde criterios mercantilistas y al margen de cualquier perspectiva socio-política. Pues, ¿en qué lugar puede quedar la planificación política de una región urbana vasca si aceptamos como verdad objetiva e indudable que los “límites de la región urbana se están conformando más allá de las divisiones administrativas de las comunidades autónomas”?9 Sin ánimo de responder en estas páginas a estas preguntas, pasamos ahora simplemente a mostrar una visión panorámica de la estructura urbana de las tres provincias de la CAPV, aproximación necesariamente muy general, por el espacio del que disponemos y por nuestras propias limitaciones en la materia, pero que esperamos sirva para conocer grosso modo la idiosincrasia característica de la estructura urbana de Euskadi, con el fin de poder plantear con matices la cuestión al respecto de la región urbana vasca o Euskal Hiria. Dejamos fuera de nuestro estudio las tres capitales vasco-francesas, dado que nuestro ánimo no es trazar un mapa global de la urbanización de Euskal-Herria, sino específicamente de las ciudades integradas en la Comunidad Autónoma del País Vasco. Tal vez menos justificable sea haber obviado un acercamiento a la capital del reino de Navarra, Pamplona / Iruñea, dada su vinculación al eje del Tren de Alta Velocidad, sin embargo, hemos preferido centrarnos en el marco político-administrativo oficial, desde el que la noción de Euskal Hiria se ha hecho y hará eficaz para intereses muy concretos. Confiamos estas dos cuestiones a personas mucho más expertas y capaces que nosotros, así Zuriñe Sáinz Pascual y Nerea Perez Ibarrola para el estudio del caso de Pamplona / Iruñea e Igor Ahedo para el de Iparralde. Por nuestra parte y en lo que sigue, sólo pretendemos ofrecer un acercamiento genérico, divulgativo y “amateur” a la urbanización en la CAPV como marco introductorio de este libro.
9 Agencia transfronteriza para el desarrollo de la eurociudad vasca Bayona / Donostia-San Sebastián, XXI Cursos de Verano / XIV Cursos europeos. Universidad del País vasco. El Marketing de ciudades como estrategia del desarrollo metropolitano. 26-27 de agosto de 2002.
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1. BIZKAIA Área Metropolitana de Bilbao: visiones tras el naufragio10 Con 1.153.72411 habitantes empadronados en 2010, la provincia de Bizkaia es la más poblada de las CAPV, más de la mitad de la población de Euskadi reside aquí y un 40% del total en el área metropolitana de Bilbao. Tiene una superficie de 2.217 Km² y 80 Km de costa, siendo la novena provincia más poblada de España y la tercera en cuanto a densidad, sólo por detrás de Madrid y Barcelona –descontando las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla–. Es la provincia más occidental de la CAPV, colindando al oeste con Cantabria, al sur con Araba y Burgos, al este con Gipuzkoa y al norte con el Mar Cantábrico. Hablar de la urbanización de Bizkaia equivale a hablar del Área Metropolitana de Bilbao, antes conocida como Gran Bilbao, verdadero núcleo urbano de la provincia. Otras áreas con importante grado de concentración urbana e industrialización, como las Encartaciones, la Zona Minera y el Duranguesado, se han desarrollado históricamente dependiendo del Gran Bilbao, por lo que no nos detendremos en su análisis durante esta breve aproximación, aunque merecería una atención diferenciada a través de un estudio más pormenorizado. En 1977 Manuel Ferrer escribía que Bilbao era “el núcleo que posee un carácter metropolitano más acentuado” en el País Vasco. Como ya habíamos adelantado, Sáenz de Buruaga definía poco antes por primera vez la “región vasco-periférica”, que parte de un centro difusor –Bizkaia y Gipuzkoa y principalmente Bilbao– y unas áreas receptoras del desarrollo –Santander, Araba, Navarra, Burgos, Logroño–. A finales de los setenta se podía, por tanto, entender que Bilbao generaba un espacio de dependencia funcional que iba más allá de las provincias vascas. Por su lado,
10 Para profundizar en este capítulo es muy recomendable la lectura de GAMARRA QUINTANILLA, Garikoitz / LARREA LARRONDO, Andeka, Bilbao y su doble, Martxoak 18, Bilbao, 2006. 11 Según los últimos datos disponibles en septiembre de 2011 (INE).
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San Sebastián, sin carecer de flujos e intercambios con la capital vizcaína, mantenía de forma relativamente autónoma su propia área de influencia en la provincia de Gipuzkoa, gracias principalmente a su posición privilegiada como paso natural hacia Francia. Con la crisis mundial de finales de los setenta, el puesto de Bilbao como gran generador económico de la zona norte se trastocará o, al menos, se matizará. Algunos núcleos periféricos anteriormente dependientes de Bilbao, como Pamplona o Logroño, crecerán en importancia construyendo una economía cada vez más solvente y mucho más adaptada a los nuevos tiempos que corren en el primer mundo, mientras que el tejido industrial bilbaíno se desploma. Regiones periféricas que habían dependido de la riqueza de Bilbao, como La Rioja, Cantabria o Burgos, se ven obligadas a desarrollar una economía mucho más autónoma y diversificada. Otras capitales, como Vitoria, que también sufre la crisis industrial, parecen, sin embargo, pasar el mal trago con mejor suerte que Bilbao, encontrando además, como veremos en su momento, nuevas oportunidades de desarrollo a partir de los ochenta. Por su parte, el área urbana de San Sebastián y gran parte de Gipuzkoa recibirán el nuevo milenio con menos incertidumbres que la cuenca del Nervión. Por todo ello, cabe preguntarse cuál es actualmente el lugar de Bilbao en el panorama urbano español y mundial, si es posible hablar de esta ciudad como centro urbano difusor o si ha pasado a ser otra ciudad periférica, que depende del dinamismo de otro centro y, si es éste el caso, cuál es ese nuevo centro difusor hegemónico. Uno a uno, los viejos gigantes de la industria bilbaína van cerrando a lo largo de los ochenta y primeros noventa. Altos Hornos de Vizcaya, reconvertida en una miniacería, proporcionalmente muy alejada del capital humano y económico que movilizaba en su tiempo; los astilleros Euskalduna, clausurados tras años de agonía y lucha obrera por la reivindicación de la continuidad; la Babcock Wilcox española, división española de la multinacional americana, y un largo etcétera que no sólo
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dejaron un vacío de creación de empleo, riqueza económica y sentido vital, sino amplias áreas de ruinas industriales en el corazón de la ciudad, especialmente en la margen izquierda de la ría del Nervión. A principios de los noventa, el viejo Bilbao industrial había desaparecido y era hora de pasar a una nueva etapa pero, de momento, a lo que la vista alcanzaba era a ver las consecuencias de aquel tiempo pasado. Con el silencio de las máquinas, el legado urbano quedaba al descubierto: improvisación constructiva, hacinamiento, falta de espacios verdes y de equipamientos, contaminación y una ría-vertedero como protagonista de la ciudad. El valle de Galindo, que un viajero alemán considerara dos siglos atrás como uno de los más bellos del mundo, había sido horadado, trasformado, edificado hasta su último rincón, explotado hasta el último recurso, cercado por carreteras y autopistas, bañado por bloques de edificios que, ante la escasez de terreno y lo escarpado del mismo, crecen como estalagmitas por doquier, superponiéndose casi los unos a los otros. Sobre una orografía abrupta, se aprovecharon hasta los desniveles más impracticables para construir barrios cuyas pendientes han sufrido sus habitantes durante generaciones; casas de una pésima calidad, productos de la urgencia del éxodo rural masivo y de la fiebre constructora de un sector que no encontró freno a su negocio. Sobre las improvisadas chabolas que daban cobijo a los que llegaban, se levantaron los nuevos barrios obreros de los cincuenta y sesenta, casi sin mediación estatal y con la absoluta connivencia de unos poderes públicos que hicieron sistemáticamente la vista gorda para permitir la creación de una economía sumergida sin parangón. A pesar de los importantes cambios que la ciudad ha sufrido en los últimos veinte años, las cicatrices aun hoy son visibles. El Área Metropolitana de Bilbao, conurbación que coincide con la comarca del Gran Bilbao –La Villa y todos los municipios que le siguen hasta la desembocadura de la ría del Nervión– más otros 22 pequeños municipios en los alrededores, cuenta hoy con cerca de 900.000 habitantes. Es la quinta área metropolitana de España en densidad de población, con Madrid, Barcelona, Valencia y Sevilla por delante. El núcleo más poblado es la villa de Bilbao, con 353.187 y una densidad de población de alrededor de 8.500 habitantes por Km², muy por encima de la media del resto
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de la CAPV, sólo superado en España por Barcelona y su área metropolitana, y llegándose en algunas poblaciones del Gran Bilbao a concentraciones de más de 15.000 habitantes por Km², como es el caso de Portugalete. Es, desde luego, la comarca más densa y más urbanizada de Euskadi, con más de 13.000 hectáreas urbanizadas de su superficie total de 37.000, esto es, más del 35% del territorio urbanizado –en la comarca de San Sebastián, de sus 30.530 hectáreas, unas 6.500 están urbanizadas, el 21%, y de las 78.440 hectáreas de la llanada alavesa, alrededor de 10.000 están urbanizadas, esto es el 12% de la superficie total–. La villa de Bilbao se fundó el 15 de junio de 1300, cuando Diego López de Haro V, apodado “el intruso”, señor de Vizcaya, concede este título a un conglomerado de casas conocido con el término de Bilbao, perteneciente hasta ese momento a la Anteiglesia de Begoña, otorgando al nuevo municipio el monopolio para regular el comercio marítimo en la zona. Parece ser que la decisión de emplazar el principal puerto en este punto del interior tenía que ver con el peligro de piratería que se cernía sobre los puntos costeros, aunque habría que considerar a la vez los posibles intereses estratégicos por parte de la nobleza castellana de alejar el control del comercio de los viejos poderes tradicionales locales. La navegabilidad de la ría hasta el mismo Bilbao hacía idóneo su emplazamiento, salvo por dos limitaciones: la dificultad de expansión del municipio y su exposición permanente a las inundaciones. El segundo de los handicaps se superaría parcialmente con las futuras obras de canalización de la ría, trabajo que se prolongó en el tiempo y que en realidad no culminarían hasta después de las últimas inundaciones, en 1981. Al respecto del problema del crecimiento, limitada como está la ciudad, a un lado por la ría y al otro por el monte. –Bilbao es llamado cariñosamente por sus habitantes “el Botxo”, esto es, “el hoyo” (en Euskera)–, la solución estuvo en la anexión de las anteiglesias circundantes, empezando por la de Abando (1897), al otro lado de la ría, que le permitiría el desarrollo de su ensanche burgués y el definitivo despegue económico, industrial y financiero en el XIX, la absorción de la anteiglesia de Begoña (1924) –a la que el propio Bilbao perteneciera en su origen– en sentido opuesto y ascendiendo la colina y la de Deusto (1924) y Erandio (1940), en la misma margen derecha en dirección al mar. En el último franquismo
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continuaría esta política anexionista –1966, el valle de Asua–, estrategia habitual del desarrollismo, que tiende a crear grandes conurbaciones sin solución de continuidad. Por el contrario, los municipios de la margen izquierda, que componen con Bilbao un continuum urbano, mantuvieron su independencia, igual que Getxo, que se consolida como centro residencial acomodado, y, más allá, en 1983, otros que habían sido anexionados recuperan su autonomía –Erandio y el Valle de Asua–. El despegue demográfico y la urbanización desordenada, dependiente sobre todo de la improvisación y del negocio inmobiliario, levantaron un paisaje urbano caótico y abrupto, solapándose las fábricas y las viviendas, fiel radiografía del liberalismo salvaje que encarnaba la ciudad. Sin restar responsabilidades a los distintos planes municipales de ordenación, publicados desde 1943 –de esa fecha es el primer plan de ordenación comarcal, prácticamente inoperante hasta la publicación en 1964 del Plan de Ordenación Urbana de Bilbao y su comarca–, debemos reconocer que, frente a los casos de Donostia-San Sebastián, donde el imperativo estético era prioritario, y Vitoria-Gasteiz, cuyo crecimiento comienza a partir de los años 50, la explosión urbana de Bilbao comenzó en una época en la que aun no se había generalizado la práctica de la planificación urbanística, tecnología que sólo se institucionaliza a partir de la reconstrucción de Europa tras 1945. De la ya importante cifra de 83.000 bilbaínos para el año 1900, la población se multiplica por dos en los siguiente treinta años, hasta más de 160.000 en 1930, que en 1969 se habían convertido casi en 300.000 habitantes, alcanzando sólo en la villa los 430.000 en el año 1980, y más de un millón en todo el área metropolitana. En torno a la cuenca del Nervión se acumulaban las distintas industrias que hacían uso tanto de las líneas férreas como de la propia ría en tanto vías de transporte del hierro fundido por los Altos Hornos hacia las empresas que lo transformaban, para finalmente enviar los productos acabados ría abajo, hasta el puerto exterior, trasladado a Santurtzi a comienzos de siglo XX y, a finales de los años noventa y con la entrada del nuevo milenio, adentrándose en el Cantábrico por terrenos de Zierbena y Getxo con el Superpuerto. Pero, además de principal medio de transporte de materias primas, la ría representaba y representa aun hoy una barrera física y sociológica que opone
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la margen izquierda obrera –de urbanización precaria, hacinamiento y ausencia completa de lo que se ha dado en llamar calidad de vida– a la costa cantábrica de la margen derecha –exceptuando las pequeñas poblaciones ribereñas de la degradada ría, como Lamiako, Erandio o San Inazio–, residencia de la burguesía industrial y financiera, con condiciones de vida de lujo neo-aristocrático, como es el caso de Neguri, dentro del municipio de Getxo. Desde el ensanche burgués del centro de Bilbao, la oligarquía vizcaína convertía su habitual destino de veraneo, en la margen derecha, en residencia permanente, huyendo de una ciudad cada vez más degradada ecológicamente y socialmente hostil. Pocos paisajes urbanos escenifican el antagonismo social en el que se fundamenta y que profundiza el Capitalismo de un modo tan gráfico como la comarca del Gran Bilbao, combinando la explotación de los hombres con la del mismo paisaje natural devenido en puro recurso. En este último sentido, es difícil decidir hasta qué punto la instrumentalización global de la naturaleza estaba sinceramente motivada por un supuesto bien común y hasta qué punto sólo se buscaba el negocio urgente, especulando con todos los recursos disponibles, convirtiendo en puro valor de cambio el reino mineral, vegetal y animal, e incluso la misma superficie del suelo, en el aun pujante mercado inmobiliario. La crisis industrial y la moderación en la natalidad hicieron que el ritmo desorbitado de crecimiento, incesante desde mediados del siglo XIX, parara en seco a finales de los setenta para comenzar un proceso de lento decrecimiento, sobre el que sólo influyeron parcialmente las desanexiones de los primeros ochenta. La falta de expectativas económicas obligará a muchos jóvenes a emigrar a los centros productivos de España –Madrid y Barcelona, principalmente– y el extranjero. Esta pérdida de población parece detenerse con la entrada del nuevo milenio, amortiguada por la incidencia de un flujo moderado de inmigrantes extranjeros, lo cual había permitido un leve crecimiento demográfico para la provincia de Bizkaia pero, todo ello, antes de la actual y última crisis global del Capitalismo, con una especial inquina en los países mediterráneos. Como es común en el Primer Mundo, los cambios en la estructura familiar y en los hábitos de vida reorganizan la distribución de la población, que se dispersa y, de
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este modo, casi todos los distritos de la capital vizcaína perdieron población en las últimas décadas. En un tiempo en que la familia numerosa es un caso extraño, son menos los habitantes por vivienda, en comparación a la situación previa a los años 90, y esto a pesar de la tendencia a compartir piso fuera del contexto familiar y a alquilar habitaciones individuales, ante la pérdida del poder adquisitivo y la carestía de la vivienda. Por supuesto, a todo ello debemos sumarle el factor nada despreciable de la especulación inmobiliaria que deja más de 10.000 pisos vacíos en la capital vizcaína –hace dos años se calculaba en torno a 2 millones de viviendas vacías en España, el país con más viviendas vacías de Europa–. En los últimos veinte años podemos apreciar en barrios, cuyas dotaciones residenciales no han variado significativamente, reducciones de población que van de los más de 47.000 habitantes con los que contaba el céntrico y humilde barrio de Uribarri en 1987 a los 38.542 de 2008 o cómo de 53.797 Begoña, distrito que comprende el populoso y obrero Santutxu, pasa veinte años después a 43.296. El centro histórico de Ibaiondo —que comprende el Casco Viejo, Bilbao La Vieja y Miribilla— crece, sin embargo, en 6.000 habitantes, por los nuevos pisos construidos sobre los antiguos solares de las minas de Miribilla, entre otros factores. En general, el panorama demográfico del Área Metropolitana de Bilbao pasa por cierta tendencia a la dispersión urbana y extraurbana y un lógico pero moderado envejecimiento de la población. Los hijos abandonan la casa familiar pero no siempre fundan una familia y muy rara vez una tan numerosa como aquella de la que provienen. Desaparecen los esquemas tradicionales de agrupación de la familia extensa en una sola vivienda, los abuelos viven solos o en la residencia, los padres viven solos en la vivienda de su propiedad, los hijos viven por su cuenta, pagando una dilatadísima hipoteca o un infladísimo alquiler. Y otras muchas viviendas se habitan a sí mismas como depósito financiero a largo plazo. A esta pérdida de concentración de población por vivienda, se une la huida a la periferia de parte de los habitantes de los núcleos de menor calidad de vida, esto es, de los barrios obreros del propio Bilbao, así como, especialmente, de los de la margen izquierda. Barrios como Otxarkoaga-Txurdinaga, zona de marginación en los ochenta, cuya vida urbana se ha visto regenerada, con
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amplias zonas verdes y nuevas edificaciones, han ganando población, igual que las nuevas residencias levantadas sobre el viejo suelo industrial recalificado, en pleno centro –especialmente Miribilla y ya está en proyecto la construcción de más de mil viviendas en la antigua estación de bomberos de Garellano, obra de Richard Rogers y con una altura máxima de 143 metros–. Y, sobre todo, parte de la población que ha huido de los barrios obreros de Bilbao y la margen izquierda han encontrado su destino en una mucho más accesible margen derecha, especialmente en municipios como Sopelana, Leioa y el propio Getxo, que ha visto incrementada su población en los últimos treinta años en más de 30.000 personas. La concentración urbana en la margen izquierda dejó muy pocos solares para vivienda nueva, con lo que en esta zona se ha disparado el precio de la vivienda, perdiendo el viejo atractivo residencial de área más accesible frente a la margen derecha. Del mismo modo, es muy destacable la huida de población de la margen izquierda en busca de construcción más barata a poblaciones de la vecina Cantabria, como Castro Urdiales. En las series de población se puede observar un sensible envejecimiento de las viejas y saturadas zonas urbanas a la vez que un rejuvenecimiento de la periferia, menos urbanizada, con más espacios verdes y un modelo residencial más atomizado, donde la vida urbana y pública queda en un segundo lugar frente a la doméstica y privada. Sin llegarse al modelo de ciudad dormitorio y ciudad funcional-racionalista corbuseriana, el modelo vivienda-oficina-centro comercial despunta en los últimos años en el Área Metropolitana de Bilbao, con la consabida dependencia del coche, la contaminación de hidrocarburos y acústica, la invasión de aceras y todo espacio peatonal por parte del vehículo privado y la construcción de modelos de conducta antisocial. Aunque se han dedicado esfuerzos públicos en dotar de servicios e infraestructuras a los barrios, ésta es una preocupación muy secundaria si nos fijamos en los presupuestos municipales y autonómicos. El proceso de regeneración urbana se ha centrado, en gran medida y prioritariamente, en limpiar la imagen de la ciudad, empezando por el saneamiento de la propia ría del Nervión, que en veinte años
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ha cambiado su color, olor y habitabilidad para la vida marina de un modo radical. Pero la acción urbana más notoria y publicitada ha consistido en dar un uso a los grandes solares que la desindustrialización dejó en el corazón de la ciudad y en ambas márgenes de la ría, especialmente en la izquierda. De este modo, en un ambicioso proceso capitaneado por entidades interadministrativas como Bilbao Ría 2000 y en una constante pero no siempre fructífera búsqueda de la implicación de la iniciativa privada, se han ido conquistando las distintas casillas urbanas vaciadas y se han rellenado con nuevos centros y edificios emblemáticos transformando un centenario centro industrial en un espacio para la cultura, el ocio, las administraciones, las finanzas y otras actividades productivas “ligeras” –I+D, telecomunicaciones, desarrollo de software y aplicaciones informáticas, consultoría y asesoría empresarial, etc.–. Comenzando por Abandoibarra, solar de los antiguos astilleros de Euskalduna y de distintas instalaciones y almacenes de RENFE, donde se levantaron el archiconocido museo Guggenheim-Bilbao, icono por excelencia, logo o imagen-marca de la ciudad; el espacio multifuncional, palacio de congresos y de la música Euskalduna y la cima del Skyline bilbaíno, la torre de Iberdrola. Aun en curso y dentro de ese espacio céntrico está la urbanización de la península de Zorrozaurre, antiguo espacio industrial y de almacenaje hoy en decadencia, que pretende erigirse como un Manhattan bilbaíno, la que ha de ser, según Marisol Esteban, una “isla de innovación”12. Las antiguas fábricas que ocuparon el centro del Gran Bilbao durante más de cien años son sustituidas por vistosos espacios de ocio, centros financieros y empresas de innovación y desarrollo, todas ellas productoras de un tipo de mercancías con “alto valor añadido”, tan inofensivas para el entorno como abstractas en su valor. También en pleno corazón de Bilbao y dentro del perímetro de Abandoibarra se ha levantado el vistoso centro comercial Zubiarte, nada comparable, sin embargo, por el volumen de negocio y superficie al coloso Mega Park de Barakaldo, alzado sobre solares cedidos por ADIF y
12 El Correo Digital, 8-2-2009.
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Altos Hornos, espacio de consumo y ocio central en la vida actual de la margen izquierda, el cual se encuentra entre los centros comerciales más grandes de España. A su vez, toda la históricamente degradada margen obrera del Nervión, sin lograr suplir las deficiencias urbanísticas heredadas del desarrollismo, se ha esforzado en habilitar espacios de esparcimiento, polideportivos y centros ocupacionales. Los paseos a lo largo de una ría mucho más saludable que antaño, completan la cotidianeidad de una población envejecida que ha sustituido las antiguas prioridades del trabajo, el bar y la lucha política por el cuidado físico, la prevención y el ocio saludable, sin dejar de lado la especulación bursátil e inmobiliaria a pequeña escala, dentro de lo que sus humildes capitales ahorrados tras una vida de trabajo les permiten como pequeños inversores. Mención aparte merece una de las revoluciones urbanas por excelencia de la capital vizcaína, su metro de diseño, icono por excelencia del nuevo Bilbao junto a la franquicia del Guggenheim. A su lado contamos con la construcción de nuevas infraestructuras, como el moderno Aeropuerto de Loiu, la modernización del Puerto Autónomo de Bilbao y, sobre todo, el esfuerzo en dotar de nuevas vías a la siempre congestionada circulación en la densísima comarca del Gran Bilbao: se han extendido nuevas carreteras y variantes, especialmente en el desplazamiento entre ambas orillas del Nervión y la capital. Si bien, estos proyectos se remontan ya a los planes de ordenación de 1964, no se acabaron de completar hasta los años noventa mientras que hoy se extienden, especialmente con la polémica Supersur, variante sur metropolitana de gran envergadura e importante coste ecológico, invadiendo los pocos rincones naturales que sobrevivían, como el propio Pagasarri, pulmón verde de la villa. A esto debemos superar la próxima llegada del Tren De Alta Velocidad, que pretende ser un generador fundamental de dinamismo económico y, como queda dicho, de interacción y vertebración del territorio urbano vasco a la vez que, tal vez, de doble desvertebración y aislamiento del territorio rural o del urbano de segunda división. Estación de llegada: nos encontramos en la segunda década del siglo XXI con un Bilbao exteriormente renovado e interiormente en proceso de reflexión
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y recambio generacional, un Bilbao que echó el resto, urbanísticamente hablando, para ponerse a la altura de los nuevos tiempos. De este modo, tras un largo impass, en el que la ciudad no supo actualizar su modelo de crecimiento y productividad, Bilbao parecía estar por fin en la senda de reengancharse al progreso y ocupar su legítimo lugar en la economía mundial. Más de 30 años tardó la capital vizcaína en recuperarse de la crisis de finales de los 70, la llamada crisis del petróleo, y las autoridades locales, vascas y estatales han contribuido a refocalizar su economía y su urbanismo de modo acorde al modelo productivo actualmente vigente, centrado en el sector financiero, en alta tecnología y mercancías de alto valor añadido. Bilbao ya está listo para los tiempos pero, grotesca paradoja de la historia, parece que los tiempos no están listos para Bilbao. En 2008 comienza una nueva crisis económica global, esta vez de origen financiero, y, al parecer, no hay visos de que esta crisis se detenga, al contrario, se prevé que España entre en recesión en el próximo año. El escenario para el gran espectáculo del nuevo esplendor de Bilbao estaba ya casi listo, pero los personajes han olvidado el papel y ahora corren despavoridos en todas direcciones a salvar el pellejo. ¿Quedará el nuevo Bilbao como una obsoleta nave de un siglo XXI que nunca llegó a despegar? Mientras en países tan próximos como Grecia o Italia caen gobiernos al son de las exigencias de los organismos financieros internacionales, en Bilbao llueve sobre titanio.
2. GIPUZKOA La perla del cantábrico y la Gipuzkoa industrial
Gipuzkoa, la provincia más pequeña de España, con 1.909 kilómetros² y 92 kilómetros de costa, cuenta con 701.056 habitantes. La población se reparte de forma equilibrada, en comparación con las otras provincias vascas, entre la capital, Donostia-San Sebastián, con 184.248 habitantes, la capital menos
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poblada de la CAPV, y el resto de las grandes ciudades entre las que 12 superan los 10.000 habitantes y de ellas sólo 5 exceden o se acercan a los 20.000. La denominada Área Metropolitana de Donostia-San Sebastián, se prolonga desde la capital guipuzcoana hasta Irun-Hondarribia, siguiendo la línea de costa en dirección a Francia; dentro de ese perímetro podríamos contar casi mitad de la población de la provincia. Irun es, como ya adelantábamos, la segunda población de mayor tamaño, con sus 60.914 habitantes, aunque la aglomeración urbana que integra también los municipios de Hendaia y Hondarribia supera los 95.000 habitantes. Tras ella, Errenteria, a sólo siete kilómetros de la capital, es la tercera ciudad más poblada, con casi 40.000 habitantes. Al margen del Área Metropolitana de Donostia-San Sebastián, sólo existe cierta concentración urbana en la zona industrial interior de la cuenca del Deba, zona limítrofe con Bizkaia; allí Arrasate (Mondragón) y Eibar superan ambas los 20.000 habitantes. El resto de la población urbana de Gipuzkoa se concentra en núcleos en torno a 10.000 habitantes, en los que la actividad económica queda enclavada en parajes naturales envidiables, consiguiendo un clásico equilibrio entre industrialización y habitabilidad desconocida en las demás provincias. En este sentido, es un ejemplo de dinamismo económico y creciente calidad de vida en los últimos años, la zona del Goierri, con concentraciones de menos de 10.000 habitantes y una pujante actividad industrial (protagonizada principalmente por la CAF). Si echamos un vistazo a la estructura urbana de la provincia de Gipuzkoa, reconocemos un contraste notable con lo que ocurría en Bizkaia. Sólo DonostiaSan Sebastián presenta un grado de concentración de espacio urbanizado comparable, aunque sensiblemente menor, al del Área Metropolitana de Bilbao: en sus 6.150 metros de superficie cuenta con la mitad de su superficie urbanizada y más de la sexta parte destinada a uso residencial y con 3.025,92 habitantes por Km², poseyendo además la mayor densidad de la provincia. Pero no existen aquí casos extremos de urbanización como los que veíamos en distintos municipios del Área Metropolitana de Bilbao. Sirva de nuevo de ejemplo la zona del Goierri, que compagina una pujante actividad industrial con niveles de concentración urbana
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mínimos: de sus 36.718 kilómetros cuadrados de superficie, 35.067 son terreno no urbanizable –recordemos que en el Gran Bilbao, de sus 37.370 Km de superficie, eran 24.260 los no urbanizables, añadiendo a esto que la línea de conurbación presente en la cuenca del Nervión no deja espacio no ya para áreas no urbanizadas sino ni tan siquiera para parques–. Ya desde los primeros estudios urbanos de los sesenta y setenta se señalaba a Gipuzkoa frente a Bizkaia como “ejemplo de difusión espacial del desarrollo” y de “equilibrio espacial”13. Pero dentro de este evidente equilibrio urbano de la provincia de Gipuzkoa y la perfecta distribución de sus áreas urbanas conviene plantear qué función puede tener dentro de la Euskal-Hiria. Evidentemente, el área metropolitana de San Sebastián es una comarca privilegiada por su posición fronteriza y así lo ha demostrado principalmente Irun, una de las pocas ciudades de la CAPV que ha seguido creciendo de un modo uniforme a pesar de la crisis de los setenta-ochenta hasta fecha actual. Sin embargo, antes de plantearse la imagen de la gran ciudad vasca dentro de los límites de la comunidad autónoma, Donostia-San Sebastián ha tenido en los albores del siglo XXI una visión que la une más a la vecina ciudad francesa de Bayona antes que a las otras capitales vascas, para formar lo que se denomina la eurociudad vasca transfronteriza “Bayonne-San Sebastián”14. Este proyecto pretende convertir una mera yuxtaposición urbana a lo largo del Cantábrico en una auténtica ciudad europea de 600.000 habitantes, con el peso suficiente y, por tanto, “en situación competitiva en el sistema urbano europeo”15.
13 FERRER, Manuel / PRECEDA, Andrés, Las ciudades de Gipuzkoa y Bizkaia, L.Z., Durango, 1977. 14 Donostia-San Sebastián, XXI Cursos de Verano / XIV Cursos europeos. Universidad del País vasco. El Marketing de ciudades como estrategia del desarrollo metropolitano. 26-27 de agosto de 2002 / DE ELIZAGARATE, Victoria, Marketing de ciudades. Estrategias para el desarrollo de ciudades atractivas y competitivas en un mundo global. Pirámide, Madrid, 2008 / Agencia transfronteriza para el desarrollo de la eurociudad vasca Bayona. 15 VICARI AVERSA, Clara Stella, San Sebastián: un continuo diálogo entre la ciudad y el mar, COAUN,
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Desde el año 2000, Donostia se ha integrado dentro de la “Conferencia de ciudades del Arco Atlántico”, 40 ciudades organizadas frente a las futuras incorporaciones europeas que pretenden “favorecer un desarrollo equilibrado y policéntrico del territorio europeo y defender sus intereses ante el Comité de Regiones, el Parlamento y la Comisión europea”16. Aquí están presentes, entre otras, San Sebastián, Avilés, Burgos, Gijón, Vigo, Sevilla y hasta 12 ciudades españolas, 3 pequeñas ciudades del Reino Unido, una en Irlanda, diez francesas además de la eurociudad Bayonne-San Sebastián y 4 portuguesas (entre ellas Lisboa). No hay en esta conferencia más ciudad vasca que San Sebastián y, como vemos, por doble partida. Son “ciudades de tamaño medio, cuya vocación de cooperación está marcada por la necesidad de no quedar al margen de los corredores europeos de mayor crecimiento”. Desde luego, no hay ni rastro de Bilbao pues es tal vez del monopolismo que en otros tiempos tuvo y hoy parece seguir reclamando la capital vizcaína de lo que, entre otros peligros, trata de defenderse San Sebastián y su comarca. La ciudad de Donostia-San Sebastián tiene un origen tan incierto como el origen y significado de su propio nombre vasco. Parece que antes del siglo X existía ya una población posiblemente asociada a un monasterio de San Sebastián y en 1180 el rey Sancho el sabio de Navarra concede a la ciudad el “fuero de francos”, que atraerá a la población gascona a asentarse en estas tierras huyendo de los normandos. Sin embargo, es por poco tiempo que la ciudad permanece bajo la influencia del reino de Navarra, pues antes de 1200 Donostia quedaba ya unida a la corona de Castilla bajo Alfonso VIII, cambio que parece se produjo sin traumas. La Donostia antigua está marcada por su carácter fronterizo como ciudad fortaleza, envuelta en varios sitios, víctima de innumerables incendios, tierra de corsarios y militares, puerto pesquero y mercante de importancia, de tradición gascona, liberal y afrancesada.
San Sebastián, 2008. P. 23 16 ELIZAGARATE, Victoria, Op. Cit. 32.
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Su actividad comercial llega a un momento de especial esplendor durante el siglo XVIII, cuando se funda la real compañía guipuzcoana de Caracas, pero a medida que nos acercamos al siglo XIX el desarrollo económico se abotarga, sobre todo, al trasladarse finalmente la sede de la compañía a Madrid. La decadencia llegará a su clímax cuando, en 1813, la ciudad sufra el mayor de los destrozos, saqueada por las tropas inglesas y portuguesas que venían a liberar la ciudad de la ocupación francesa. La destrucción no dejó prácticamente una sola piedra en pie y cerca estuvo de quedar olvidada la ciudad, sin embargo, la reconstrucción equivaldrá a un auténtico renacimiento de la ciudad cuya naturaleza y destino cambian radicalmente a partir de este momento. Impulsada por la prescripción médica de tomar baños de sal en el Cantábrico, la reina Isabel II elige San Sebastián y su playa de la Concha como destino para sus curas, llegando en 1845 acompañada de toda su corte, a la que extendió el hábito del veraneo donostiarra que mantendrían durante décadas. En pocos años la ciudad-fortaleza pierde su carácter militar, recibiendo la autorización del monarca para derribar sus murallas en 1863, lo cual permitirá el desarrollo urbano de la ciudad que hasta el momento vivía asfixiada a los pies del monte Urgull. Al año siguiente se inaugura la línea férrea Madrid-Irun, que traerá más veraneantes, algunos pertenecientes a la aristocracia y oligarquía burguesa españolas, otros, los más, como servicio o haciendo méritos para integrarse en la alta sociedad. En 1870 el puerto mercante también se traslada, en este caso con la ampliación del de Pasaia, dando prioridad al uso de recreo de las playas que tanta prosperidad traían. A estas alturas San Sebastián ya se encontraba entre lo más selecto del circuito europeo de balnearios, compaginando esta actividad con su labor administrativa como capital de la provincia, si bien es cierto que el auge turístico de Donostia vino seguido de un importante dinamismo financiero, apoyado en gran medida en la actividad mercantil del vecino puerto de Pasaia. Tras la eliminación de las murallas se había procedido a la desecación de las marismas y arenales, además de la corrección del cauce del río Urumea, importante obra de ingeniería que permitió el desarrollo de un ejemplar ensanche decimonónico. La tradición borbónica de veranear en la capital de Gipuzkoa continuará en las siguientes generaciones y a comienzos de
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siglo XX la ciudad, además de su balneario, contará con su propio palacio real – Miramar–, dos casinos –el actual ayuntamiento y el desaparecido Kursaal, demolido en 1972–, varios hoteles –destacando el Maria Cristina y el Londres– y hasta un señorial teatro –Victoria Eugenia–. La explosión demográfica es visible en el siglo XX, pasándose de la ya importante cifra para la época de 40.000 habitantes para una ciudad que centraba su economía en el sector servicios, en 1900, a los más de 130.000 en 1960. Tras la Guerra Civil y con el aislamiento de España propio de la posguerra mundial, el turismo no había desaparecido sino que, en parte, se transformó, convirtiéndose Donostia también en destino favorito del propio Franco. Para los años 60 el modelo de crecimiento planificado propio del ensanche estaba agotado y comenzará un desarrollo caótico, habitual en el liberalismo desarrollista de estos años, pero que afectará sobre todo a los barrios obreros periféricos y al área urbana industrial, hacia el este, desde Pasaia hasta Irun. “La perla del Cantábrico” permanecerá, por tanto, impoluta, diferenciándose cada vez más en su calidad de vida de los municipios vecinos que crecen en torno al puerto mercante. En estos años podemos observar un crecimiento más moderado de San Sebastián frente a las otras capitales vascas; así, frente a los 150.000 individuos que suma Bilbao entre el año 60 y el 80 –de 300.000 habitantes a casi 450.000– y el espectacular estallido de Vitoria –que pasa de 73.000 habitantes en 1960 a más de 190.000 en 1980–, Donostia suma en los siguientes 20 años 50.000 habitantes a los 135.000 que poseía en 1960. Además, son sobre todo aquellos barrios de construcciones y calidad urbana muy inferior al ensanche donostiarra, que se forman en la periferia, los que crecen en ese momento y continúan estando hoy entre los más populosos de la capital guipuzcoana; el modelo económico de la ciudad turística de lujo había llegado ya a sus límites en cuanto capacidad de expansión, lo que ahora seguía creciendo era la Gipuzkoa obrera. Son los barrios más periféricos e invisibles a la estampa turística, como por ejemplo Altza, ubicado en el ascenso hacia el industrial este, con sus más de 20.000 almas. Intzaurrondo, debido al propio crecimiento de los últimos tiempos, se independiza del anterior con una cifra
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superior a 16.000 habitantes, hallándose éste lejos ya de la Concha, la selecta playa de Hondarreta e incluso de la Zurriola, lejos asimismo de la otra margen de la ría del Urumea. Como decimos, más allá de los límites municipales de Donostia, la población obrera se extendió hacia el este, dentro de los límites de lo que se denomina Área Urbana de San Sebastián, desde una fecha tan temprana como el ya referido 1870, en que la capital, en su proceso de especialización en centro turístico de baños medicinales destinado a la flor y nata de la sociedad madrileña, cede su puerto mercante a Pasaia. La conurbación que forman Pasaia, Lezo y Errenteria y, algo separado, el propio Irun, es la cara oculta del radiante y burgués centro urbano de San Sebastián. Con una actividad mercante e industrial que, pese a haber sufrido los envites de la crisis y la reconversión, ha mantenido una actividad envidiable en comparación a lo sufrido en la región del Gran Bilbao. Pero este dinamismo económico lleva consigo la contrapartida de la agresión al medio, con una central térmica de carbón aun en funcionamiento, que se funde con las viviendas de Pasaia a los pies del Jaizkibel, a orillas del Cantábrico. Mientras, el anterior gobierno municipal de Donostia-San Sebastián recuperó en los últimos años los buenos usos urbanísticos de antaño, reincidiendo en el modelo de ensanche, aumentando los paseos al borde del río más allá de la playa de Zurriola, hacia el este, promocionando nuevos festivales, espectáculos y eventos veraniegos, que se suman al clásico festival de jazz y al de cine, ya en septiembre. Además, como señalábamos, se ha beneficiado del nuevo impulso turístico capitaneado por Bilbao y también, aunque de un modo más discreto, dada la política urbanística conservadora de una ciudad que tiene menos de lo que desprenderse que la capital vizcaína, se ha dotado de alguna arquitectura puntera, como el Kursaal de Moneo, inaugurado en 1999 sobre el terreno que ocupara anteriormente el, por algunos, añorado casino del mismo nombre. El Kursaal viene a ser una síntesis donostiarra más modesta pero a la vez más estilizada entre el Palacio de Euskalduna y el Guggenheim bilbaínos, compaginando el uso principal como auditorio y palacio de congresos con varias salas expositivas.
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Y, finalmente, esta proyección como ciudad de servicios y turística, se suma el citado sueño de la eurociudad vasca Bayona-San Sebastián, cuya concreción desde el punto de vista cívico-identitario tiene serios déficits de partida, dada la histórica desconexión y ruptura entre los dos países. A pesar de la ausencia de aduana, el apego territorial de cada una de las regiones sigue siendo palpable. San Sebastián vertebra su propia provincia mientras que la aglomeración Bayona-Anglet-Biarritz se organiza en torno a Burdeos, capital de la región de Aquitania. En las elecciones municipales de 2011, Juan Carlos Izaguirre de Bildu fue elegido nuevo alcalde. No ha pasado el suficiente tiempo para poder juzgar el influjo que las políticas municipales de la coalición puedan acarrear pero, de momento, se abre una puerta a un futuro diferente y una perspectiva inédita en cuanto a la orientación de una ciudad, hasta el momento, volcada sobre el turismo, los servicios y la cultura como espectáculo. El tiempo juzgará la voluntad y la capacidad de maniobra del nuevo consistorio ante el destino tecno-económico dado.
3. ARABA La ciudad modélica, la provincia vacía
Mientras que la urbanización de Bizkaia se realizó en torno a la actividad industrial de la cuenca del Nervión, Gipuzkoa propagó su desarrollo urbano e industrial por toda la provincia, de modo equilibrado, sin privarse por ello de agresiones medioambientales, aunque pocas a la altura de lo ocurrido en la comarca del Gran Bilbao. La urbanización de Bizkaia es un proceso de continua improvisación desde el mismo siglo XIX, salvo el caso del ensanche de Abando, reservado para la burguesía
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industrial del momento. Los planes de ordenación que nacen con el franquismo poco pudieron o poco quisieron hacer con un panorama urbanístico que, para cuando se quiso tomar cartas sobre el asunto, ya era un desastre manifiesto. Por su parte, el boom urbano Donostia-San Sebastián es fruto del negocio turístico del XIX y principios del XX, con la aristocracia y oligarquía burguesa española como clientela principal, con lo que el cuidado en el diseño de la ciudad era una condición fundamental de los planes urbanísticos; siguiendo los gustos estéticos de la burguesía decimonónica, la ciudad se convirtió en un pequeño París a orillas del Cantábrico. Para los años sesenta la capital guipuzcoana ya había alcanzado su cenit, es por ello que su centro no sufrirá las consecuencias del desarrollismo, al contrario que su periferia obrera y los municipios al este, a los que había sido desterrada un siglo antes la actividad industrial y mercante. El urbanismo caótico e improvisado de la Gipuzkoa industrial y mercante es comparable al del Gran Bilbao, pero sin la densidad de espacio urbanizado y la falta de terrenos de aquel. Por su parte, la provincia de Araba y su capital, Vitoria-Gasteiz, se distinguen de los otros modelos de desarrollo urbano vasco por varios factores: por un lado, por su estructura, por otro, por una orografía mucho menos accidentada, y finalmente, por el periodo histórico en el que la capital alavesa se convierte en una gran ciudad. Aquí no se produce ni la equilibrada distribución de centros urbanos e industriales por toda la provincia, propia de Gipuzkoa, ni el crecimiento desmesurado de los distintos municipios en torno a la cuenca del Nervión hasta formar la conurbación del Área Metropolitana de Bilbao. Araba sufre el síndrome conocido como “macrocefalia alavesa”: la capital crece de forma desmesurada, gracias a su desarrollo industrial y, posteriormente, de forma más moderada, gracias a convertirse en capital administrativa de la CAPV, a costa de la inmigración procedente tanto del resto del territorio español como, en una medida muy importante, de la propia provincia alavesa, lo cual provocó el vaciamiento del campo alavés. Con cifras del padrón de 2008, de los 309.635 habitantes con los que cuenta la provincia, la menos poblada de la CAPV –menos de la mitad de Gipuzkoa, la cuarta parte que Bizkaia–, 232.477 están empadronados en el municipio de Vitoria-Gasteiz, esto es, el 75% de la población de la provincia, frente al 26% de la población guipuzcoana residente
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en Donostia y casi el 31% de la población de la provincia residentes en la capital vizcaína (aunque si tomamos en consideración todo el Área Metropolitana de Bilbao el tanto por ciento se eleva al 70%). Sólo Laudio (Llodio) y Amurrio, además de la capital alavesa, poseen entre 10.000 y 20.000 habitantes; el resto de la provincia queda reducido a núcleos rurales con poblaciones de menos de 3.000 habitantes, 30 de ellos con menos de 1.000. Araba es la única provincia de la CAPV que carece de costa, además de poseer una orografía mucho menos accidentada que las otras provincias, principalmente en la comarca de la llanada alavesa, sobre la que crecerá sin mayores obstáculos VitoriaGasteiz. Es la capital de mayor extensión, con 2.965 Km² y una importante actividad agrícola. Su desarrollo industrial es relativamente tardío y, a pesar de existir anteriormente algún tejido industrial, es a partir de los años cincuenta cuando comienza la auténtica explosión económica de la ciudad, la cual provocará una revolución demográfica, sobre todo durante los años sesenta y setenta, crecimiento que se detendrá inesperada y abruptamente al comenzar la década de los ochenta con consecuencias significativas para la estructura urbana, como veremos más adelante. Sin embargo, en Vitoria la crisis industrial se verá, hasta cierto punto, compensada por la adjudicación en el año 1980 de la capitalidad administrativa de la recién creada CAPV, algo que repercutirá positivamente en la mejora de la calidad de vida exigida y económicamente asumible por una nueva clase media de funcionarios que conformarán paulatinamente las administraciones de la comunidad autónoma, a medida que se materialicen las distintas transferencias desde el gobierno central. Con unos 839 habitantes por Km² y una superficie de 27.680 hectáreas, de las cuales el 28 por ciento están urbanizados, muchas de ellas en forma de parques y espacios verdes y de recreo, Vitoria-Gasteiz se presenta como modelo de calidad urbana por excelencia, no sólo de la CAPV, sino a nivel internacional. Fundada en el año 1181 por Sancho VI el sabio de Navarra sobre la antigua aldea de Gasteiz, su casco medieval, cuyo trazado aun conserva intacto, no así sus edificios,
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fue construido adaptándose a la forma de colina sobre la que se asienta. Con una planta ejemplar en forma de elipse, fue conocida como la Atenas del norte por su perfección urbana y los posteriores desarrollos urbanos continuarán con esa tradición originaria de urbanismo modélico. En su fundación, tenía el carácter de ciudad defensiva del reino de Navarra frente al de Castilla pero muy pronto, hacia 1200 y a la vez que San Sebastián, es tomada por el rey Alfonso VIII, en este caso y al revés que la capital guipuzcoana con resistencias –tras un asedio de ocho meses–. De cualquier modo, su adhesión a la órbita castellana será plena en los siguientes años, siendo dotada de fueros propios y declarada “Muy noble y muy leal villa”. La ciudad se convertirá en un centro urbano dinámico en los siguientes años, con tres mercados semanales, pero la importante presencia judía será extirpada con la expulsión bajo el reinado de los Reyes católicos. Hacia el siglo XVI Vitoria ya presentaba su forma definitiva que conservará hasta el siglo XVIII, momento en el que desaparecen las murallas y comienza la expansión hacia el sur. En 1781 se construye su plaza nueva, la plaza mayor más temprana entre las capitales vascas y, a partir de ese momento, se asientan las bases del ensanche burgués del XIX. Pero esta expansión hacia el sur encontrará un límite psicológico que determinará la forma urbana y la segregación socio-espacial casi hasta la actualidad: la vía de la línea férrea Irun-Madrid, inaugurada, como ya habíamos adelantado en el apartado de Gipuzkoa, en 1864. Ya en el siglo XX, al otro lado de vías del tren crecerán barrios obreros perfectamente separados del ensanche burgués. Al mirar un plano urbano, podemos reconocer en el tamaño y proporción de dicho ensanche burgués el grado de desarrollo económico que tenía la ciudad en la segunda mitad del sigo XIX y primera del XX, época clásica de la revolución industrial y del desarrollo del Capitalismo en Europa. De este modo, si comparamos el ensanche vitoriano, de una extensión similar a su casco viejo medieval, con el bilbaíno o el donostiarra –por no hacerlo con el desmesurado
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ensanche barcelonés– podemos comprender cuál fue la naturaleza de esta ciudad hasta mediados del siglo XX, cuya función se reducía a cumplir las funciones de capital administrativa de una provincia básicamente rural y muy poco desarrollada, en comparación con las otras dos provincias vascas. De 18.700 habitantes en 1860, llegará a 30.0000 en 1900, con un crecimiento moderado de unos 5.000 habitantes por década –en estas mismas fechas tanto Bilbao como Donostia ganaban en torno a unos 30.000 habitantes cada diez años– que continuará al mismo ritmo para colocarse a comienzos de los 50 en algo más de 50.000 habitantes –fechas en las que Bilbao contaba ya con 230.000 y San Sebastián con 113.00–. Hasta 1950, más allá del casco viejo y el ensanche, únicamente encontrábamos en la periferia norte viviendas obreras como la ciudad jardín, las casas baratas de Armentia y, en el suroeste, el barrio de San Cristóbal, al otro lado de la vía férrea. Pero en la década de los 50 comenzará un tardío desarrollo industrial que provocará el definitivo despegue demográfico y urbano. De hecho, Vitoria es “la capital española de mayor crecimiento demográfico de 1950 a 1975”17, triplicando la población hasta 173.000 habitantes. El desarrollo industrial de Vitoria-Gasteiz fue, según Antonio Zárate, fruto de “toda una serie de factores: una situación geográfica privilegiada; una buena red de comunicaciones con las provincias vecinas y el resto de España; abundancia del agua necesaria para la actividad industrial; un régimen fiscal particular…”18. Aunque, como vimos, existía una industria textil y de la madera previa, a partir de este momento Vitoria se centrará en el “monocultivo metalúrgico”, dentro del ámbito productivo de la industria metalúrgica que tenía en Bilbao su principal foco difusor. El sector del motor va a ser el que más mano de obra emplee. De este modo, en
17 ARCEDIANO, Santiago / ZALDUANO, Ramón, Vitoria-Gasteiz, 1954-2004. Una ciudad a través del tiempo, Cofradía de la Virgen Blanca, Vitoria, 2005. 18 Op. Cit. P. 115, citando a Antonio Zárate Martín, Vitoria, transformación y cambio de un espacio urbano, 1981.
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los cincuenta surgen empresas como BH —ciclomotores y bicicletas—, Mercedes, Michelín (que durante un tiempo fue la de más operarios). Y toda esta masa obrera no será acogida de forma improvisada, sino que se planificará con cierto detalle la nueva estructura de una ciudad que se sabe en un proceso de crecimiento de la talla de los que se habían vivido y se estaban viviendo en sus vecinas provincias. En 1954 se presentó el plan general que pondrá las bases de la urbanización futura, borrando cualquier atisbo de improvisación y crecimiento irregular. En 1956 se publica el plan municipal de ordenación urbana, que será revisado en 1963, distinguiendo el terreno en sus diferentes usos, de una parte, el residencial, industrial o comercial, y de otra, el de recreo y esparcimiento. Nada que ver con los ineficaces planes de ordenación bilbaínos o del donostiarra, que vino sobre todo a abrir las puertas al “todo vale” y al negocio especulativo del inmueble. Como habíamos adelantado, el urbanismo vitoriano se explica por dos factores. Por un lado, la tardía industrialización permite enfrentarse al crecimiento urbano casi desde su origen; todo lo contrario al caso de Bilbao, por ejemplo, donde gran parte del mal ya estaba hecho o en curso y, sobre todo, los intereses del negocio inmueble estaban repartidos y los malos usos consolidados. Como ya habíamos señalado, es además este momento, tras la reconstrucción de Europa y, sobre todo, con la pujanza de la socialdemocracia, cuando se generalizan en las administraciones públicas los instrumentos de previsión y ordenación del crecimiento urbano. Vitoria tuvo la suerte de industrializarse cuando, en la Europa de posguerra, el urbanismo empezaba a existir ya no sólo como teoría, sino también como práctica planificadora. El otro factor, evidente pero no por ello menos decisivo, está en la mucho más “agradecida” orografía de la llanada alavesa para la planificación urbana, tradicionalmente más cómoda, sobre un terreno regular donde materializar sus diseños, sin rías que canalizar, humedales que desecar y laderas que escalar; claro que lo que sobre el papel puede resultar claro, distinto y equitativo, sobre el terreno puede resolverse en un paisaje artificial tan simétrico e higiénico como deprimente.
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Siguiendo las directrices del plan de ordenación, “el perímetro urbano se expande concéntricamente respetando el contorno de los cuatro puntos cardinales”19. La distribución espacial se planifica por polígonos, creándose reservas para futuras urbanizaciones, “previéndose con antelación, con mayor capacidad de decisión”, frente a un creciente aumento de población durante los sesenta y setenta que, tomando como modelo de referencia a ciudades con una mayor tradición industrial, como Bilbao, no tenía visos de detenerse de forma inmediata. De este modo, junto a los nuevos barrios obreros, a partir de 1957 se definen las áreas que acogerán el desarrollo industrial, especialmente los polígonos de Gamarra, Betoño y Arriaga, localizados al norte partiendo de la idea presente en el PGOU de 1956 de “trasladar hasta la zona norte de la capital el trazado de la línea de ferrocarril Madrid-Irun”20, algo que finalmente no ocurrió y, de nuevo como viene siendo tradición en la CAPV, será el transporte por carretera el que se haga cargo de este trabajo21. Posteriormente, en los sesenta y setenta, aparecerán al sudeste los polígonos de Uritiasolo y Ansoleta. Con el crecimiento de la ciudad los primeros polígonos son rebasados por las áreas residenciales, por lo que posteriormente surgirán otros aun más periféricos como, por ejemplo, al oeste, el polígono Ali-Gobeo. Actualmente trabajan más de 50.000 personas en el parque industrial y de servicios Júndiz. Con el crecimiento desmesurado de la ciudad durante la década de los sesenta y con la finalidad de dar habitación a los inmigrantes que llegaban de la provincia y de otras partes de España, en 1972 surge el ACTUR (Actuación Urbanística Urgente) de Lakua, que pretende construir una auténtica ciudad de nuevo cuño al norte
19 Op. Cit. 24. 20 Op. Cit. 120. 21 Al respecto del traslado de la estación ferroviaria a la zona norte, la discusión sigue abierta aun hoy, ahora con la ubicación de la intermodal, que según información de prensa del año 2008, es posible que se construya en Arriaga, aunque, como en el caso de Bilbao, tampoco aquí existe comunicación oficial sobre el destino del TAV.
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de la antigua circunvalación. Sin embargo, a partir de 1975 ya se contemplan los primeros signos de desaceleración económica. Con el espacio dividido en polígonos perfectos y el terreno preparado y convertido en solares para la futura edificación, el nuevo distrito de Lakua queda en una situación de suspenso, con muy pocas casillas rellenadas por viviendas, ofreciendo un panorama desolador. En 1979, la promotora municipal presentaba esta nueva ciudad como un espacio perfectamente planificado, con avenidas de 40 metros de anchura y espacios verdes, pero durante mucho tiempo se convirtió en un foco de marginalidad e incluso sirvió como suelo para un importante poblado gitano. El barrio quedó como un islote desarticulado del resto de la ciudad. Pero el tiempo ha jugado a su favor y hoy, el distrito Arriaga-Lakua, con sus 26.863 vecinos, es el de mayor crecimiento de los últimos años. Los polígonos vacíos han sido completados paulatinamente por espacios verdes, por los equipamientos sociales de que carecía y, últimamente, por viviendas unifamiliares, convirtiéndose en un barrio modélico, según distintos comentaristas urbanos internacionales, aunque la frialdad de su estructura y la falta de vida urbana también son quejas habituales por parte de sus detractores. La irracional euforia desarrollista de los sesenta-setenta no fue exclusiva de VitoriaGasteiz, sino que dejó en otros puntos de Euskadi distintos monumentos funerarios al progreso. Sin embargo, en el caso de la capital alavesa, esta sobreprevisión de crecimiento se transforma con el tiempo en buena práctica urbana que, posiblemente, no hubiera sido posible de no darse estas circunstancias. El caso se repite en otro de los distritos más poblados de Vitoria-Gasteiz, Sansomendi, con 22.078 habitantes en la actualidad. Y, de nuevo, el error de cálculo ha servido para que un barrio, que durante mucho tiempo fuera bastante “desangelado”, sea uno de los más dinámicos y atractivos en la actualidad, algo que se vio impulsado por la elección del palacio de Ajuria Enea como sede del Gobierno Vasco, dentro de este distrito. Vitoria-Gasteiz se enorgullece de ser una de las ciudades con más espacios verdes de España, un auténtico modelo de urbanización planificada, cuyo mayor pecado se deriva, precisamente, de este urbanismo a priori: su perfección racional puede interpretarse tanto como un espacio equilibrado y salubre, como un territorio frío e
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inhóspito. El calor de la ciudad lo encontramos, sobre todo, en su casco viejo que, desde el siglo XIX, las clases pudientes abandonaron, primero hacia al ensanche y más tarde hasta la periferia más remota y elitista –Txagorritxu y Gazalbide, principalmente–. De este modo, el casco ha pasado de ser residencia de paso de la inmigración interna, de camino a una vivienda definitiva en los barrios obreros entonces en construcción y que se finalizan en los 80; a vivienda de paso para los inmigrantes extranjeros en la actualidad –un tercio de la población extranjera de la ciudad reside aquí–. De cualquier modo, de los cerca de 18.000 habitantes que se contaban en el casco viejo a principios de los ochenta, hoy hemos pasado a cerca de 10.000, de nuevo en consonancia con los nuevos hábitos y formas de organización del hábitat y de la especulación inmobiliaria. A partir de 1980, con la capitalidad administrativa de la CAPV, Vitoria-Gasteiz inaugura un nuevo impulso que, como señalábamos, contrarresta en parte los efectos de la crisis. Ya vimos el efecto positivo que había tenido este cambio administrativo para el distrito de Sansomendi, lo mismo que para el barrio de San Cristóbal, que cambió sus casas militares por el campus universitario. Frente a Bilbao y su área metropolitana, donde la recesión se va a notar a todos los niveles, la capital alavesa logra conservar un crecimiento continuado pero a ritmo lento, algo mayor que el de Donostia; entre 1981 y 2008 la población aumenta en 40.000 habitantes. La expansión de la ciudad en esta época desborda los límites exteriores prefigurados, por lo que algunas zonas industriales, que ya colindaban con barrios como Zaramaga o Aranbizkarra, desaparecen y se construyen nuevos polígonos industriales más periféricos, como El Batán y Mendizábal. El aeropuerto de Foronda-Gasteiz, inaugurado también en 1980, ha constituido igualmente un motor económico importante, siendo el tercer aeropuerto de carga de España. Como contrapartida, el servicio aéreo de transporte de pasajeros no está a la altura de lo deseado por los vitorianos, como se quejaba Santiago Arcediano en 200522. Los distritos que hasta los ochenta eran los más poblados y dinámicos, como Zaramaga, Coronación y el Pilar, son los que más población han perdido en los
22 ARCEDIANO, Santiago. Op. Cit.
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últimos años, mientras que los que más han crecido son Sansomendi, Arriaga-Lakua y Ariznabarra, áreas de más temprana planificación. El crecimiento planificado de la ciudad ha llevado en los últimos años a la construcción de nuevos distritos que son casi ciudades de nuevo cuño, alguno de ellos, como Salburua, disolverán en su expansión uno de los barrios más degradados de Vitoria-Gasteiz, Errekaleor. El Diario de Álava anunciaba el 5 de junio de 2009: “sobre los nuevos mapas del planeamiento municipal, Errekaleor ya ha muerto. En unos años, tampoco existirá en el callejero de los vitorianos.” Este barrio había nacido en 1958 para dar una rápida respuesta al contingente de trabajadores llegados a la ciudad. “Llamado paradójicamente un mundo mejor por la cooperativa de viviendas que promovió su construcción, es a todas luces el barrio con más deficiencias estructurales, de equipamientos y de servicios de la ciudad”23. Se encuentra desconectado del resto del entramado urbano, al sureste, al otro lado de las vías del ferrocarril MadridIrun. Además del soterramiento de las vías –solución también habitual en el nuevo Bilbao–, actualmente parece ya firme la demolición de las 192 viviendas para levantar un nuevo barrio. “Significa la desaparición de los 16 bloques de baja calidad constructiva y mediocre estado de conservación que existen en la actualidad –192 pisos–, que caminan en paralelo, estrechos, largos, separados por pequeños espacios libres con algo de arbolado. En su lugar, se construirán 375 viviendas, 225 de ellas libres, 75 de protección oficial y 75 tasadas, lo que permitirá disparar el número de habitantes: de los 480 que han llegado a residir en Errekaleor a los 938 que podrían llegar a juntarse si se ocuparan todos los pisos proyectados en el barrio”24. Errekaleor ya no aparece como distrito en la página Web del ayuntamiento, sino que se integra en el nuevo distrito de Salburua, uno de los que más ha crecido, con sus actuales 6.116 habitantes, y de los que más crecimiento se espera en los próximos años, junto a Zalbagana, también de nuevo cuño pero en la vertiente norte, que ya cuenta con 7.216 habitantes.
23 Op. Cit. P. 96. 24 Diario de Araba, 5-6-2009.
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Vitoria-Gasteiz es la ciudad ejemplar dentro del panorama vasco, sostenible y equilibrada, en la que se potencia la VPO, con amplios espacios verdes y reservas naturales en el entorno más próximo además de equipamientos sociales y culturales envidiables. Un simple ejemplo de estos equipamientos, discreto pero no por ello menos reseñables, es su museo de arte contemporáneo, Artium, con una importante colección de artistas de todo el Estado. Este museo se encuentra emplazado sobre un parking de nuevo cuño, con 800 plazas, en el solar abierto tras el derribo de la antigua estación de autobuses en 1998. La estación de autobuses, edificio emblemático de 1950, construido en estilo neo-regionalista vasco, entró a partir de 1993 en un proceso ampliación y renovación en centro multifuncional, conservando el valor arquitectónico del antiguo edificio. Para dar servicio a los usuarios durante el tiempo que duraran las obras, se construyó una estación de autobuses provisional. La nueva, además, iba a estar dotada de centro comercial, oficinas y parking, “iniciativas todas que no cuajaron por causas económicas y comerciales muy concretas” y, alegando que había partes muy deterioradas del edificio. Lo que iba a ser una conservación y modernización se convierte finalmente en destrucción del patrimonio. Hoy, en Vitoria-Gasteiz, los viajeros que “eligen” el autobús como medio de transporte de largo recorrido siguen utilizando una estación provisional, lo mismo que sucede en Bilbao, mientras esperan a la llegada del TAV, si es que tienen la capacidad de poder “elegir” ese medio de transporte puntero.
ESPECTROS URBANOS Tres modelos de urbanización, tres ritmos históricos de crecimiento desacompa sados, en tres orografías muy diferenciadas que distinguen estructuralmente las ciudades y su vertebración sobre el espacio urbano circundante. El Área Metropolitana de Bilbao, desarrollado al ritmo vertiginoso del gran negocio del metal desde el siglo XIX y casi sin freno hasta finales de los 70, sobre un valle de gran pendiente, se extiende como un paisaje abigarrado de viviendas, talleres, industria pesada agonizante y ruinas industriales, autovías
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y carreteras superpuestas y saturadas, y, últimamente, edificios insignes y gigantescos centros comerciales que serpentean una naturaleza horadada, explotada y masacrada sin misericordia. Donostia-San Sebastián, perla decimonónica construida casi ex-nihilo para disfrute de la aristocracia y la alta burguesía española, modelo de ciudad turística de cuando el turismo era parte de las bellas artes modernistas, tuvo la fortuna de alcanzar su techo urbano, el que diseñara su perfil más reconocible, antes del desarrollismo de los sesenta, que martirizó sólo sus barrios obreros más escondidos y su cara oculta, hacia el este, la San Sebastián industrial, la de Pasaia, Errenteria o Irun. Vitoria-Gasteiz, la ciudad interior, partiendo de un casco medieval modélico, ha sido, gracias a los azares de su sencilla orografía –la llanada alavesa– y de su tardía y planificada expansión, modelo de desarrollo urbano sostenible también en nuestros tiempos. Tres provincias que están, a su vez, urbanísticamente muy diferenciadas. La conurbación hiriente del área metropolitana de Bilbao se diferencia con claridad de la distribución equilibrada de industria y tejido urbano por toda la provincia de Gipuzkoa, lo mismo que ambas con respecto a la macrocefalia alavesa. Además, las tres provincias y sus tres capitales se han mantenido cerradas sobre su propio territorio. Es tradicional cierta rivalidad y desconocimiento mutuo, tal vez no tan profundo en la actualidad como lo fue antaño, gracias a algunos instrumentos de redistribución de la población diseñados desde las administraciones autonómicas. Se han extendido las sedes de las instituciones vascas por cada una de las provincias, como es el caso de la universidad pública (UPV), con sus distintas facultades localizadas a lo largo de todo el mapa de la comunidad autónoma. Además, se han mejorando paulatinamente las redes viarias, a pesar de lo complejo de la orografía, sobre todo en las comunicaciones entre Bilbao y San Sebastián. Por el contrario, el transporte ferroviario, especialmente el de pasajeros, ha sufrido y sufre un largo abandono, algo que ahora trata de paliarse mediante el TAV.
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Actualmente, el ferrocarril de vía estrecha de Euskotren entre Bilbao y Donostia, en su viaje más rápido, recorre los 119 Km que separan ambas ciudades en 2 horas y 40 minutos. En el caso de querer viajar en ferrocarril desde Vitoria hasta Bilbao la operación es aun más compleja: RENFE establece un trayecto con trasbordo en Miranda de Ebro, que en la mayor parte de los casos, nos obliga a esperar más de una hora y que demora la llegada de nuestro destino entre dos y cuatro horas. El mismo trayecto en transporte público por carretera se realiza en menos de 1 hora. Aunque con escasos viajes diarios, la comunicación ferroviaria entre Donostia y Vitoria es la más rápida, 1 hora 30 minutos para un trayecto que en autobús se realiza en sólo 15 minutos menos. Dada la situación, parece necesaria una mejora y una apuesta radical por las comunicaciones ferroviarias, como alternativa ecológica a la carretera, entendiendo el término ecología en un sentido pleno, que se refiere a todo el medioambiente, no sólo al natural, pues podemos afirmar sin exageración que el transporte rodado y especialmente el privado, el coche, es el principal cáncer urbano que carcome nuestras ciudades y campos. Pero, ¿es acaso el TAV una alternativa ecológica y social a este problema? No podemos terminar sin preguntarnos de nuevo hasta qué punto toda esta jerga de los sistemas urbanos, de las regiones urbanas o las ciudades polimorfas, cuando hablan de una hipotética región urbana vasca, no se refieren más que a una ficción, un espectro urbano difícil de reconocer sobre el terreno. Tal vez todo esto no deja de ser parte de una campaña de marketing que vende humo identitario, mientras el capital sigue siendo tan transfronterizo y monopolista como siempre. Desde comienzos del siglo XX, los pronósticos urbanísticos hablaban de una tendencia hacia ciudades planetarias, de decenas de millones de individuos. Al éxodo rural que había hecho desaparecer los pueblos, le seguiría un éxodo urbano, desde las ciudades pequeñas e intermedias a las nuevas megalópolis, que concentrarían a la mayor parte de la población de la tierra; era el sueño distópico desde Metrópolis hasta Blade Runner y que, a falta de nuevas fantasías sobre la ciudad futura –y el futuro en general–, se repiten en nuevas ficciones cinematográficas con más retórica que convencimiento – Dark City, Minority Report, por ejemplo–. En las últimas décadas y gracias a las
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tecnologías de la información se ha permitido cierta descentralización de los sectores terciarios y financieros en la que se ha creído reconocer un cambio de rumbo en cuanto a las rutas migratorias y de concentración de población. Sin embargo, esta redistribución de la población hacia ciudades intermedias y espacios residenciales periféricos –que, de cualquier modo, era anterior y cuyo factor tecnológico determinante no fue otro que la explosión del automóvil privado, tras la II Guerra Mundial– sólo ha sido real hasta cierto punto. En un país como España, gran parte de las sedes de las principales corporaciones económicas se encuentran en las dos grandes áreas metropolitanas, la de Madrid y Barcelona, con 6 y 5 millones de habitantes respectivamente. Estamos lejos de ciudades globales como Londres o París, de 15 y 12 millones respectivamente o los casi 20 millones de México DF, Nueva York, Sao Paulo, Delhi o Pekín, pero son esas dos regiones urbanas las que más rápido crecen en el estado. No se trata de un vaciamiento de las ciudades pequeñas e intermedias, pero sí de un ritmo de crecimiento mucho menor, con lo que el contraste entre las grandes, medianas y pequeñas ciudades se va haciendo mayor: las grandes ciudades cada vez son relativamente más amplias. Los nuevos trenes de alta velocidad favorecen las comunicaciones de las urbes medianas con las grandes, como pasa concretamente en el caso vasco, que une cada una de sus capitales con Madrid y París y no tanto entre ellas. A su vez, las compañías aéreas de bajo coste encuentran su negocio en las comunicaciones con las grandes megalópolis –Londres, París, Nueva York–, en los destinos de la emigración extranjera o en el tráfico turístico, no así en la comunicación de las ciudades medianas. Por otro lado, nuevas políticas europeas recientemente implantadas, como el plan Bolonia, insisten en apoyar la acumulación de saberes especializados en macro-universidades e instan a la desaparición de las pequeñas y medianas sedes provinciales del conocimiento. Tras la crisis de finales de los setenta, el mundo reestructura su economía y destierra gran parte de la industria pesada y todo el sector primario –minería, agricultura y pesca– al tercer mundo, muy lejos de las poblaciones con derechos o ciertas
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libertades que imposibiliten las condiciones de producción de la economía de libre mercado que se desarrolla en estos países del tercer mundo, aunque en definitiva todo se halle teledirigido desde las empresas multinacionales del primer mundo. Los centros directivos, los espacios para la especulación bursátil y, sobre todo, el gran mercado terciario de consumo de todo lo imaginable y lo no imaginable, quedan casi como monocultivo del primer mundo. Negocios que hasta el momento habían tenido un carácter secundario, como los seguros o los servicios financieros, se convierten en la espina dorsal de las economías del mundo desarrollado y los sectores que más empleo generan y más tiempo hacen perder a los ciudadanos del norte del planeta, igualmente desde su faceta de trabajadores y de consumidores. Con un panorama como el que acabamos de describir a grandes líneas, y sin que los gobiernos autonómicos tengan la más mínima capacidad ni intención de alterarlo en absoluto –y la única alteración posible sería de forma absoluta–, hablar de regiones urbanas con cierta autonomía equivale a hablar de la nada, a generar fantasmagorías políticas e identitarias ante la falta de una auténtica autonomía política.
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1. EL URBANISMO DEL SIGLO XIX Un antecedente necesario A mediados del siglo XIX, la ciudad, por múltiples razones, se abría camino y, pronto surgirá el enfrentamiento entre dos concepciones sobre su diseño. De un lado, aparecerán los partidarios de su ensanchamiento y, de otro, los defensores de las reformas interiores. El debate subyacente hacía referencia a la necesidad de que las ciudades constreñidas por las murallas históricas y concebidas como “plazas fuertes” debían ser derruidas para abrirse paso por razones no sólo higiénicas, de movilidad, etc., sino también ideológicas. La burguesía, quería dotarse de un espacio urbano propio en contraposición con el heredado.1
1 TERÁN TROYANOS, F.de.: Historia del Urbanismo en España III. Siglos XIX y XX. Cátedra, Madrid, 1999. Pág. 56. Este mismo debate surgirá en Pamplona como tendremos oportunidad de comprobar más adelante.
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Es en este contexto en el que se inserta la propuesta del ideólogo o diseñador del ensanche barcelonés, Ildefonso Cerdá, clave para la definición general de los ensanches del siglo XIX y XX. El proyecto de Cerdá suscitó una enorme oposición municipal que, aunque rápidamente zanjada por el Ministerio de Fomento a favor del ingeniero, evidenció la contraposición entre un proyecto de ciudad progresista e igualitaria que aspiraba a unificar la ciudad existente con los pueblos industriales de alrededor y una idea de ciudad conservadora de los intereses existentes que articulaba jerárquicamente el espacio a través de una distribución social del mismo2. A pesar de que la base del ensanche ideal de Cerdá fuese el tradicional modelo de cuadrícula, la amplia reflexión sobre la organización espacial atendiendo, entre otros, a los problemas de circulación le llevaría a proponer una original idea de ciudad racional de manzana abierta y edificación discontinua. Sin embargo, la sustitución que finalmente se produjo de la manzana abierta por la cerrada, y el consiguiente alejamiento de su concepción original, parece responder más a motivaciones relacionadas con la rentabilización de la propiedad del suelo que a criterios puramente urbanísticos3.
2 En concreto nos referimos al proyecto presentado por Rovira i Trías que Fernando de Terán define de la siguiente manera: una ciudad con el espacio jerárquicamente dispuesto en anillos concéntricos de distribución social de nivel descedente hacia la periferia. La polémica se zanja, como se ha señalado con la aprobación del Real Decreto de 1860. Para una descripción detallada del proyecto racional de ciudad presentado por Cerdá y el de Rovira i Trías ver, TERÁN, F. de: Historia del urbanismo…, págs. 58-59. 3 Se duda de que Cerdá realmente abogase por la idea de de ciudad de manzana abierta y edificación discontinúa, próxima a la idea que en los años 30 del siglo XX preconizará el racionalismo; la duda se basa en su directa implicación en las labores de urbanización y en la participación en la edificación del ensanche que finalmente crearon una ciudad de manzana cerrada. Sin embargo, la meticulosidad descriptiva de la manzana abierta y el trazado discontinuo del proyecto de 1859 permiten sostener la hipótesis señalada en el texto. Ídem, págs. 59-60.
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Cerdá elaboró una original propuesta cuya espectacularidad e influencia en el diseño urbanístico español es indiscutible pero también aportó, fruto de la contraposición entre el proyecto y su construcción real, ideas que influyeron de forma capital en la elaboración de la legislación encargada del desarrollo de los ensanches de poblaciones, a pesar de que el resultado final quedara muy por debajo de lo que aquellas ofrecían4. El ingeniero catalán reflexionó sobre las formas de organización del espacio urbano para elaborar una propuesta de ciudad completa, realizable y no utópica para, a posteriori, enfrentarla a los problemas reales de su construcción: la fragmentación de la propiedad del suelo y los intereses de sus dueños. Así, presentó fórmulas de regularización y compensación de derechos y deberes de los propietarios y maneras de financiar la urbanización5. La Ley de Ensanche de Poblaciones de 1864, y las posteriores de 1876 y 1892, aun aportando fórmulas válidas para la resolución de los problemas más urgentes, priorizaron la estimulación de la edificación suavizando las cargas impuestas a los propietarios del suelo. Ello dinamizó la ocupación de los ensanches y condujo, por tanto, a una utilización del suelo mucho mayor de la proyectada. Por su parte, el deterioro del proyecto del Ensanche madrileño diseñado por Carlos Castro, aprobado también en 1860, introdujo un nuevo elemento que desvirtuará los proyectos de ensanche a nivel general: la complacencia de las autoridades municipales con las ambiciones especulativas privadas6. Lo cierto es que, los instrumentos jurídicos necesarios para el
4 Las ideas a que hacemos referencia son fundamentalmente, el establecimiento de deberes de la propiedad y de la administración, fórmulas para definir la controvertida cesión de viales, mecanismos de reparcelación y compensación de cargas y beneficios entre propietarios del suelo etc… . Un estudio en profundidad del derecho urbanístico español en Martín Bassols, Génesis y desarrollo del derecho urbanístico español, Madrid, 1973. 5 Ídem, pág. 58. 6 Una descripción detallada del deterioro del proyecto en TERÁN, F. de: Historia del urbanismo , págs. 62-63.
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desarrollo de la ordenación espacial a través del ensanche, constituyen en sí mismos un gran avance; sin embargo, su aplicación real, a través de las Juntas de Ensanche o las actitudes municipales provocaron una pauperización de los resultados que los proyectos hubieran podido dar. Este hecho, como señala Fernando de Terán, no es más que la manifestación de los límites que empezaba a generar el proceso de producción de la ciudad entendida como negocio7. Este es el contexto urbanístico en el que Pamplona comenzará también a elaborar sus proyectos de ensanche. Pamplona, situada al norte de la Península Ibérica y erguida sobre una meseta desigual, se ubica geográficamente al norte de una llanura conocida como la Cuenca y rodeada de montañas de media altura. El elemento estratégico es el que define realmente la situación de la vieja Iruña; es la razón por la que Pompeyo en el año 75 a.n.e. decide enclavar ahí su campamento de invierno durante las campañas contra Celtiberia. Pamplona es, también, el espacio de transición entre los pasos pirenaicos y los campos abiertos castellanoaragoneses. Tras la conquista de Navarra en 1512 y a lo largo de la Edad Moderna, el carácter militar de Pamplona se acentuó con la construcción de la Ciudadela en su parte sudoccidental; a partir de ese momento seis portales conectarían la ciudad con el exterior y cinco baluartes completarían la potente estructura defensiva. Pamplona se descubre, entonces, como una pieza clave para la corona castellana desde el punto de vista geoestratégico. De modo que, el carácter estratégico, de plaza fuerte, de llave en la defensa de la península estará inevitablemente ligado a Pamplona desde su fundación hasta el primer tercio de siglo XX. Y determinante será también ese carácter de plaza fuerte “en el retraso” de la configuración de la Pamplona contemporánea8.
7 Ídem, pág. 97. 8 “Por su situación y por la proximidad de la frontera francesa, Pamplona ha sido siempre considerada como el primer baluarte de defensa del territorio de la Península contra cualquier invasión que por tierra intentara el extrangero [sic]. Jamás la capital de Navarra a sentido pesar por esa condición, antes bien aceptándola como título de honor, ha sobrellevado y sobrellevará constantemente con
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A finales del siglo XIX la ciudad se ahogaba en sus murallas. La densidad del casco urbano tradicional provocaba graves problemas higiénicos, de mortalidad y de hacinamiento, y la única e ineficaz solución había consistido en una edificación en altura excesiva9. Todo indica, que los problemas y necesidades que tenía Pamplona exigían una serie de soluciones que condujeron, inevitablemente, a la proyección de un ensanche. Pamplona, no escapó a las corrientes que abogaron por los planes de reforma interior, de extensión y de ensanche en una búsqueda por la creación de un espacio urbano reivindicado por una burguesía que aspiraba a alejarse de la decadencia de la ciudad amurallada. Fueron las clases dominantes las que provocaron el cambio a nivel estatal, y la reacción a nivel local. La ciudad, contará con dos ensanches, aunque será el segundo iniciado en 1920 el que realmente se ajuste al canon de ensanche de Cerdá. El análisis de la consecución del primero, que a continuación trataremos, aporta las claves locales que impidieron la consolidación, en un primer momento, del ensanche tradicional. Si recordamos que el inicio del planteamiento del ensanche como proyecto ordenador del espacio urbano, partió de la necesidad del derribo de las murallas y del abandono del concepto de ciudad como plaza fuerte, en el caso concreto que nos ocupa este carácter va a suponer un handicap determinante en ambos proyectos. A finales del siglo XIX, los sucesivos conflictos armados que lo jalonaron,
noble orgullo los inconvenientes nacidos de su posición geográfica, a cambio de la preciada gloria de formar en la vanguardia de la defensa nacional.” Este fragmento del informe dirigido a Alfonso XII por el ayuntamiento de Pamplona a raíz la polémica en torno al primer ensanche, pone de manifiesto precisamente la asunción de ese carácter defensivo pero también anuncia las problemáticas que abordaremos a continuación. Citado en ORVE SIVATTE, A.: Arquitectura y urbanismo en Pamplona a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Institución Príncipe de Viana, Pamplona, 1985, pág. 223. 9 Ídem, pág. 31.
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explicaban, en parte, la resistencia al derribo de sus murallas10. Pamplona, además de ser una plaza fuerte de primer orden contaba con el agravante para su extensión de la existencia de las llamadas zonas polémicas. Un espacio a partir de las murallas en el que Carlos V prohibió la construcción por razones defensivas y que afectaba a los barrios de la Rochapea, la Magdalena y San Juan11. La proyección del denominado primer ensanche de Pamplona, se inserta dentro de la larga polémica sostenida entre el ramo militar y el poder civil que arranca con la primera solicitud por parte del ayuntamiento de la concesión de un ensanche intramuros tras del derribo de la parte de la Ciudadela que miraba a la ciudad en 1854 y “finaliza”, nada más y nada menos, que en 1928 con un Real Decreto para la supresión de las zonas polémicas. Es un periodo en el que la pugna entre ambos poderes por ejercer el papel director del desarrollo urbano provocó un retraso en la aplicación de las soluciones que se habían puesto en marcha en el resto del Estado y también una desvirtuación de las mismas corregida posteriormente, en el proyecto del segundo ensanche. En 1854 el ayuntamiento elevó una solicitud a la Reina que, por razones de seguridad, solicitaba aprovechar el espacio entre la muralla y la Ciudadela a fin de evitar una situación de clara indefensión de la ciudad en caso de ocupación de la fortificación por tropas enemigas. La Real Orden de 1856 modificó las condiciones de edificación de las zonas polémicas que cristalizó en una normativa que redefinió las tres categorías de zonas vigentes, sin alterar un ápice las limitaciones al desarrollo urbano de la ciudad. José María Ordeig resume las disposiciones en varios puntos que muestran el grado de limitación para la proyección urbana que imponían las zonas polémicas:
10 Nos referimos a la Guerra de la Independencia (1804-1808), la Guerra Realista (1820-1823), las Carlistas (1833-1840 y 1872-1875). 11 ORDEIG CORSINI, J.M.: Diseño y normativa en la ordenación urbana de Pamplona (1770-1960). Gobierno de Navarra, Pamplona, 1992. Págs. 63-64.
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• En general para construir en esas zonas se requería la autorización del Capitán General de la Región de su Majestad, según la importancia de la construcción. Si no se obtenía tal autorización, se debía demoler a costa del que lo había edificado. • La construcción no otorgaba derecho de propiedad, y por tanto, en caso necesario (de guerra, por ejemplo) se demolería. • No se podían construir caminos hondos ni hacer depósitos de tierras para evitar que el enemigo se parapetara. Sólo se podía construir con piedra hasta una altura de 56 cm. como zócalo de edificio. • Se reconocían tres zonas diferentes, según el alejamiento de la ciudad. En la tercera (la más alejada) el resto del edificio podía ser de ladrillo; en la segunda, sólo de madera; y en la primera no se permitía ni edificios ni árboles.12
El conflicto del ayuntamiento de Pamplona y militares se retomó una vez finalizada la Guerra Carlista cuando, en 1877, comenzó la construcción de un fuerte en el monte Ezkaba13 anulando ya “la utilidad” de la Ciudadela como fortaleza defensiva pero sobre todo, cuando los proyectos de ensanche habían adquirido un prestigio en otras ciudades como solución a los problemas de higiene y “bienestar” y como respuesta a la demanda burguesa del espacio urbano diferenciado. El conflicto entre el poder civil y el militar tuvo tres ejes o puntos de fricción: el derribo o conservación de las murallas, la supresión o mantenimiento de las zonas polémicas y, como se ha señalado, la pugna por la gestión del desarrollo urbano de la ciudad (el ensanche).
12 ORDEIG CORSINI, J.M.: Diseño y normativa…, pág. 65. 13 El monte Ezkaba es una alineación montañosa de 895 m. situado al Norte de la capital desde donde se domina, prácticamente, toda la comarca. Floristán Samanes, A.: Geografía de Navarra. 1. Pamplona. Diario de Navarra. Págs. 227-240.
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En 1880 el ayuntamiento recuperó la reivindicación de un ensanche intramuros que exigía el derribo de la muralla entre la ciudad y la Ciudadela. Un informe elaborado por la comisión de Fomento concretaba la fórmula de cesión. Al no materializarse en una propuesta concreta, la iniciativa municipal, legitimada por el apoyo popular –que lanzó piedras de las murallas a los fosos– dio un paso más y, en 1882 pidió al Rey la supresión de las zonas militares para “construir libremente”. El estamento militar respondió elevando una protesta formal al ayuntamiento por los incidentes. A partir de entonces, la tensión entre ambos poderes iría en aumento. La ofensiva municipal continuó y en 1884 se envió a Alfonso XII, aprovechando su paso por la ciudad, un informe. Comenzaba con la denuncia de la situación de la ciudad que hemos venido describiendo para finalizar solicitando, de nuevo, la demolición de las murallas, de la Ciudadela y la modificación de la normativa sobre las zonas polémicas, sobre todo aquella que afectaba a la edificación en la zona de la Rochapea y la Magdalena14.
14 En concreto, la supresión total de murallas y Ciudadela era una propuesta de máximos, y por ello el ayuntamiento matizaba que en caso de no recogerse esa petición al menos se derribasen las murallas de la parte Sudoeste y de la parte de la Ciudadela que miraba a la ciudad. El siguiente fragmento del informe ilustra a la perfección la problemática urbana y el enfrentamiento entre los poderes en liza: “(…) esos inconvenientes –los derivados de su condición de plaza fuerte– llegan a afectar esencialmente a la vida de la población de la manera por estremo [sic] dolorosa que hace años se siente en Pamplona, será llegado el caso de pensar si hay, un verdadero conflicto entre las necesidades de la Ciudad, considerada civilmente, y las exigencias de la plaza de guerra; o si ese conflicto es ficticio, nacido de causas que pueden fácilmente removerse sin detrimento alguno de los intereses a que parecen estar ligadas. Tiempo hace, Señor, que ese problema ha debido ser objeto de estudio. Más de una vez en los últimos veinte años ha querido presentarlo este Municipio en forma de súplica, sin haber logrado lo que pretendía; y apremiando cada vez más la necesidad, hoy se atreve a llamar de nuevo la atención a V.M. sobre un punto que, (…), es de vida o muerte para la Capital de Navarra. (…) su estructura: La extraordinaria elevación de sus edificios denuncia, a primera vista, la existencia de una causa insuperable que obliga a los moradores de Pamplona a hacinarse unos sobre otros añadiendo pisos a sus antiguas viviendas, por ser imposible construirlas nuevas ensanchando la población y prolongando las calles; de
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La iniciativa municipal cristalizó en una Real Orden de aquel mismo año que permitía la construcción en algunas zonas de extramuros y promesas de agilización de estudio de los proyectos del ensanche intramuros en la zona de la Ciudadela. En este momento, se redactó el primer proyecto de ensanche que tuvo la ciudad. Un ensanche netamente militar. Militares los terrenos, militar el proyecto y militar la gestión. Lógicamente, la polémica, lejos de zanjarse, se agravaría ya que el ayuntamiento, que aspiraba precisamente a liderar el desarrollo urbano, no iba a aceptar la propuesta y el ensanche tendría que esperar. El proyecto encargado al cuerpo de ingenieros de la plaza fue aprobado en agosto de 1885. La extensa memoria abogaba por un ensanche hacia el Norte, en la zona de la Rochapea y la estación de Ferrocarril, y no hacia el Sur, como demandaba el poder civil, anteponiendo, de nuevo, las razones de carácter defensivo a las de salubridad, que sin embargo, se denunciaban en la misma15. Por otro lado las
donde resulta que estas se convierten poco menos que en galerías subterráneas donde no penetra el sol y escasean la luz y el aire, elementos indispensables de la vida. Aquella causa es el cerco de piedra que poniendo un límite infranqueable al perímetro de la ciudad, la tiene fuertemente aprisionada, (…), ya que la tierra se le niega. Pamplona tiene hoy el mismo perímetro que tenía hace tres siglos; (…). En aquel tiempo, sin embargo, la ciudad tenía un gran desahogo en los barrios extramuros denominados Rochapea y Magdalena, (…). Hoy la edificación en Rochapea y Magdalena está casi absolutamente prohibida, (…). Como datos importantes para juzgar de la angustia con que se vive en Pamplona, no será ocioso recordar que en 1847 la población de la ciudad y sus arrabales no llegaba a 16.000 almas y en el censo de 1877 resultó ser de 26.000 proximadamente [sic]. Este súbito crecimiento de habitantes producido principalmente por inmigración y debido en gran parte, (…), al atractivo que les dan las condiciones generales de la vida moderna, si por un lado ha producido beneficioso [sic] a la Navarra, por otra está siendo causa de una verdadera calamidad (...).” Citado en ORVE SIVATTE, A.: Arquitectura y urbanismo en Pamplona…., pág. 223. 15 ORVE SIVATTE, A.: Arquitectura y urbanismo en Pamplona…, pág.31
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condiciones constructivas, ajustadas a la Real Orden de 1884, eran prácticamente inaceptables. En primer lugar, limitaban considerablemente la altura máxima de las edificaciones, no se permitían los sótanos ni las cuevas, ni pozos profundos. Y, en segundo lugar, el uso del suelo seguía a merced de las necesidades militares16. El proyecto de ley redactado por la Comandancia se aprobó en las Cortes en julio de 1886 pero nunca llegará a aplicarse puesto que el ayuntamiento no obtuvo ninguna ventaja. Al fin y al cabo la ley estableció que para la realización del ensanche el consistorio debería comprar los terrenos17. El ayuntamiento, sin embargo, continuó con sus gestiones y, para desbloquear la situación, planteó un Plan de Reformas Locales en 1887 en el que finalmente se insertaría el ensanche intramuros. El plan partía de la necesidad de un nuevo enfoque para el proyecto que asegurase que los posibles beneficios revertieran en el ayuntamiento en lugar de en el ramo de guerra, como defendió el proyecto del año anterior. La fórmula propuesta fue la siguiente: el ayuntamiento cedía el soto de Ansoain –zona de extramuros– a los militares, 750.000 pesetas y el compromiso de suministrar agua a los cuarteles en “compensación” por la cesión de los terrenos de la Ciudadela. En consecuencia, el ayuntamiento sería el encargado de subastar los terrenos y obtener los réditos resultantes de la misma. El ensanche intramuros, fue una solución intermedia que a penas tuvo la repercusión –económica y demográfica– que los modelos tradicionales
16 “(…) nunca podrá considerarse como nuevo título de posesión a favor del propietario, quien quedará sugeto [sic] a demoler por su cuenta el edificio, sin derecho a indemnización (…) siempre que lo exija el servicio del Estado”. Citado en ORDEIG CORSINI, J.M.: Diseño y normativa… pág. 72. 17 El artículo tercero de la Ley especificaba que los cuarteles del interior de la Plaza podían venderse en pública subasta o cederse al ayuntamiento por su tasación. Proyecto de Ley aprobado en Julio de 1886 sobre venta y urbanización de terrenos militares de la plaza de Pamplona recogido en ORVE SIVATTE, A.: Arquitectura y urbanismo en Pamplona…, pág. 225.
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de ensanche tuvieron en otras ciudades españolas. Afirmar que se aleja urbanísticamente de los presupuestos del ensanche tradicional no se ajustaría al grado de desvirtuación de un proyecto limitado no sólo por los intereses especulativos que el desarrollo urbano en sí generaba sino por la implicación a todos los niveles del ramo de guerra18. La modalidad para la adquisición de terrenos por parte del ayuntamiento cambió de la compra-venta inicial, claramente perjudicial, a una mutua cesión que, a priori, sí benefició al poder civil. No obstante, un análisis pormenorizado de las condiciones de la cesión, permitirían valorar en qué medida la fórmula “lograda” por el ayuntamiento cumplió, realmente, esas expectativas. Aunque en 1888 se logró la concesión del ensanche intramuros, el debate sobre la supresión de las zonas polémicas y la aspiración municipal de un ensanche hacia el sur continuó. La negativa del ramo de guerra hizo que el ayuntamiento optase por la generalización del conflicto elevándolo al ámbito nacional. La estrategia de presión al gobierno se realizó en tres frentes. En primer lugar, el ayuntamiento de Pamplona envió en 1894 una carta a otros municipios españoles a fin de articular una acción unitaria a favor del derribo de las murallas. En segundo lugar, se creó un clima favorable al ensanche hacia el Sur en la opinión pública y por último, se diseñó una estrategia de presión en las Cortes con intervenciones de varios diputados19. Sin embargo, el estamento militar se aferraba a la propiedad del suelo y a la autoridad que la misma parecía otorgarle en la gestión del urbanismo aduciendo el, para entonces obsoleto, argumento de plaza fuerte. El ramo de guerra, finalmente,
18 El ensanche intramuros tuvo dos partes, una militar y otra civil claramente diferenciadas por un vial que determinó la forma alargada de éste y lo alejó de la tipología general de ensanche. La parte civil la compusieron seis manzanas con 32 edificios, cuatro públicos, dos industrias y 26 viviendas particulares ORVE SIVATTE, A.: Arquitectura y urbanismo en Pamplona…, pág.41. En consecuencia, la demanda de vivienda, aunque se limitase a la burguesa, difícilmente será paliada con el Ensanche. 19 Ver este episodio en ORDEIG CORSINI, J.M.: Diseño y normativa…, pág. 67.
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comenzó a ceder y una Real Orden de diciembre de 1896 propuso replantear las zonas polémicas. El cambio de actitud se materializó en una vaga afirmación respecto a la utilidad de las murallas que quedaba sujeta a la consecución del Fuerte de San Cristóbal. Pero la efectividad del cambio no fue inmediata. En primer lugar, se propuso un nuevo proyecto de ensanche de iniciativa municipal hacia el norte. Un proyecto que fracasó, aunque tendrá cierta influencia en la elaboración del segundo ensanche. Es de destacar que es el primero de los proyectos que manifiesta de forma explícita una preocupación por la vivienda obrera y hace referencia, de forma indirecta, a la problemática de la revalorización de un suelo en proyección y las consiguientes posibilidades especulativas20. Y, en segundo lugar, las condiciones que el ramo de guerra impondría al derribo de murallas dilatarán el proceso hasta que las últimas gestiones realizadas entre 1914 y 1915 lograrán el objetivo. Por último, la polémica respecto a la supresión de las zonas polémicas también se alargará hasta que en 1928 se zanjó definitivamente con la aprobación de un Real Decreto que reconocía el anacronismo que suponía el mantenimiento de aquellas estructuras defensivas; no sin antes haber asegurado una compensación al estamento militar en forma de hospital en la zona de Barañain21.
20 En el proyecto de urbanización de los terrenos del Ensanche presentado por Ángel Goicoechea y Manuel Martínez Ubago se afirmaba que: “En el actual estado de la Ciudad, los terrenos dentro de ella adquieren gran valor, e imposibilitan dar al proletariado viviendas medianamente higiénicas, en relación con los escasos recursos pecuniarios con que pueda contar”. Citado en ORDEIG CORSINI, J.M.: Diseño y normativa…, pág. 75. 21 En 1901 una Real Orden aceptó, aunque con condiciones, el derribo de las murallas y el ensanche por el sur. En realidad, redefinió las zonas polémicas imponiendo un límite genérico con la proyección de un nuevo “recinto de seguridad”; en 1919 una moción municipal solicitará, directamente, la supresión de las mismas. Ídem, págs. 67-68.
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2. EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX El difícil tránsito hacia una ciudad moderna Durante toda la primera mitad del siglo XX Navarra fue una provincia eminentemente rural. Los elementos más característicos de las sociedades rurales predominaron a lo largo de todo este tiempo y no sólo se mantuvieron casi intactas las estructuras propias de una economía agraria, sino que también socio-culturalmente perduraron unos modos de vida muy vinculados, si no dominados, por el agro22. No será hasta la segunda mitad del siglo, en la etapa del desarrollismo franquista, cuando Navarra acometerá su verdadera transformación, dando lugar a una provincia industrial y urbana en sus estructuras económicas, en su composición social y en sus costumbres y formas de vida, cuyo centro y punto de referencia será la ciudad, Pamplona. En 1930, la mayoría de la población navarra todavía vivía en zonas rurales, donde predominaban los núcleos con un bajo nivel de urbanización. Así, y a pesar de que hubo movimientos demográficos importantes y alteraciones notables en la evolución de los distintos sectores económicos23, Navarra continuó siendo una provincia escasamente urbanizada en la que, al margen de la capital, existían muy pocos núcleos poblacionales que superasen los 2.000 habitantes24.
22 CHUECA INTXUSTA, J.: “Puntos y contrapuntos para la historia política de Navarra”, en VVAA.: En torno a la Navarra del siglo XX: veintiuna reflexiones acerca de sociedad, economía e historia, Universidad Pública de Navarra, Pamplona, 2002. Pág. 364. 23 MAJUELO GIL, E.: Luchas de clases en Navarra (1931-1936). Gobierno de Navarra, Pamplona, 1989. Pág. 22. Más sobre la evolución de las estructuras socioeconómicas navarras en, ARDAIZ LOYOLA, I.: Navarra elementos para su estudio regional. Eusko-Ikaskuntza, San Sebastián, 1980-1981. 24 MAJUELO GIL, E.: Luchas de clases..., pág. 37. El 83,8% de los municipios navarros tenían menos de 2.000 habitantes y más del 39 % de este tipo menos de 500 habs.; 41 tenían entre 2.000 y 10.000 habs., es decir, el 15, 3 %; solo Tudela tenía entre 10.000 y 20.000 habs., y solo Pamplona se colocaba entre los 30 y 50.000.
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Si bien los movimientos demográficos a los que aludíamos indicaban que Navarra contaba con un alto incremento natural de su población, sus estructuras económicas, no eran lo suficientemente dinámicas como para poder asimilarlo. Así, los esfuerzos de modernización, renovación y adaptación que el sector agrario hizo durante este periodo no fueron suficientes y la escasa industrialización impidió absorber los excedentes de población de las zonas rurales, haciendo de Navarra una provincia emigrante hasta prácticamente 1960. En el caso de Pamplona la evolución fue diferente. La población de la capital fue aumentando paulatinamente durante el primer tercio de siglo25. Pamplona absorbía el contingente de la emigración que podía colocar en las actividades, talleres e industrias establecidas en la ciudad. Si en un principio éste se trataba de un flujo migratorio de corto recorrido, es decir, protagonizado por jóvenes que buscaban acumular recursos para retornar a su lugar de origen, a medida que la incipiente industria pamplonesa se va estabilizando, la emigración y el establecimiento de grupos familiares irá adquiriendo mayor importancia en la dinámica demográfica de la ciudad26. De este modo, Pamplona comenzará a erigirse como centro de atracción para la población del resto de la provincia, dando lugar a una relación campo-ciudad/capital-provincia en la que la primera irá convirtiéndose en el centro socio-económico definitivo para la segunda. Así, durante este periodo, como capital de provincia que era, Pamplona asumió las funciones básicas que se le presuponían como tal: como hemos comprobado, 25 Conviene tener en cuenta aún y todo que entre 1900 y 1930 aproximadamente unas 14.000 personas se instalaron en la ciudad. El incremento natural de la capital siguió siendo negativo durante las dos primeras décadas del siglo, principalmente debido al hacinamiento de la población dentro de las murallas y las malas condiciones higiénicas derivadas de ello. 26 Ver, entre otros, ERDOZAIN, P.: Propiedad, familia y trabajo en la Navarra contemporánea. Gobierno de Navarra, Pamplona, 1999 y MENDIOLA GONZALO, F.: Inmigración, familia y empleo : estrategias familiares en los inicios de la industrialización, Pamplona (1840-1930). Universidad del País Vasco, Servicio Editorial, Bilbao, 2002.
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seguía siendo plaza militar y funcionaba como centro de servicios y administración para con su área circundante; y mantuvo su propia área rural natural, como parte de su paisaje urbano y mezclada con pequeños talleres y fábricas, formada por las huertas y los campos que se extendían extramuros. Estos elementos que la definían en primera instancia como “capital del provincia” seguirán siendo rasgos esenciales de Pamplona hasta que, ya entrada la década de los 50, se instalen las primeras industrias importantes y, sobre los campos y huertas, se comiencen a levantar nuevos barrios y zonas residenciales. Ese es el momento en el que la “capital de provincia” dará paso a una incipiente “ciudad industrial”. Si todavía durante el primer tercio de siglo Pamplona no se ajusta al modelo de capital industrial y funciona como centro de servicios, comercio y producción de mercancías artesano-industriales27, los sectores y relaciones sociales dentro de la ciudad se estructuran, en gran parte, condicionados por esta función. Grosso modo se podría decir que la estructura social pamplonesa la conformaban una poderosa élite local, compuesta por nobles y grandes familias de notables, una clase media formada por clérigos y los grupos más eminentes de artesanos y comerciantes, y una clase baja que abarcaba a los sectores más desfavorecidos: pequeños artesanos, jornaleros, empleados de la construcción (las grandes obras de entonces fueron las vías férreas, el fuerte de San Cristóbal o primer el Ensanche y parte del segundo Ensanche), trabajadores de las pocas industrias que se habían establecido en la ciudad y oficios tales como las empleadas en el servicio doméstico, las costureras, lavanderas...28 Resulta evidente que existía una estructura social compuesta por distintos sectores, pero las relaciones establecidas entre estas diferentes clases no eran todavía las propias y características de
27 OLIVA, J. e ISO, A..: “Las ciudades de Pamplona-Iruñea y su metamorfosis en el siglo XX”, en VVAA.: Pamplona metrópoli. 1930...modernidad y futuro. Delegación navarra de COAVN, Pamplona, 2005. Pág. 44. 28 Ídem, págs. 44-45.
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una sociedad y una ciudad industrial. Prueba de ello es que las pretensiones urbanísticas del momento, centradas en la edificación del primer ensanche y la consecución del segundo, destinado a zona residencial para la burguesía, contemplaban como fórmula válida la integración de la vivienda obrera, no pudiendo hablar todavía de una clara división social y funcional del espacio urbano en proyección29. A pesar de que la industrialización de la provincia durante esta etapa fue escasa, en Pamplona el sector secundario alcanzaba casi el 40 % de la población activa30. Entre los grupos más importantes del sector industrial encontramos la construcción, la madera, la metalurgia y la alimentación. No obstante, la debilidad de la estructura industrial navarra no fue debida, solamente, a la falta de desarrollo de estos sectores industriales, sino también a que, en aquel periodo, las industrias no dejaron de ser pequeñas, de un marcado carácter familiar y artesanal. Es cierto que, sobre todo en la capital, ya había industrias de importante envergadura, pero a la altura de 1950, todavía la mayoría de los establecimientos industriales navarros no empleaban a más de 5 trabajadores, por lo que la estructura industrial seguía caracterizada por lo que se ha llamado “minifundismo industrial”31. Navarra, pues, seguía siendo una provincia vinculada a la agricultura. Presentaba unas estructuras socioeconómicas determinadas por una escasa y débil estructura industrial y por el peso casi definitivo que la agricultura tenía en la
29 La división social será progresiva pero fundamentalmente hará aparición en las construcciones ilegales de extramuros y sobre todo, en la periferia. 30 En 1930 el sector secundario suponía el 18,7% de la población activa de la provincia, ver MAJUELO GIL, E.: Luchas de clases..., pág. 61. 31 IRIARTE ARESO, J. V.: Movimiento obrero en Navarra. Organización y conflictividad. Gobierno de Navarra, Pamplona, 1995. Pág. 33
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economía provincial. Pero no sólo eso. El hecho de que perduraran las formas de vida y, con ellas, las formas culturales dominadas por el agro fue tanto o más característico de una sociedad que vivió el proceso de modernización del primer tercio de siglo mirando todavía hacia el mundo rural. Javier Ugarte ha descrito qué supuso para Pamplona como ciudad acometer este proceso de modernización en función de los códigos culturales propios de una sociedad, aún, tan vinculada al agro como la navarra. Es por ello que Pamplona vivió su particular proceso de transformación hacia la ciudad moderna mirando hacia el pasado, conservando aún muchos de los elementos esenciales que le habían dado vida en el pasado; es cierto que Pamplona avanzaba hacia la ciudad moderna, receptáculo de la nueva cultura material del progreso, pero también es cierto que lo hacía sin que se hubiera dado una verdadera ruptura, social, económica o cultural con ese pasado32. Aquella Pamplona era, en palabras de Ugarte: [...] un poblachón indiferenciado –más allá de su tamaño– de un universo rural circundante: agrario, donde hombres y animales compartían espacios, con casas de cuadra y los aromas propios de un entorno natural, la huerta, de los productos del campo y su descomposición. Con sus calles estrechas y oscurecidas por la altura de las casas, donde se sucedían palacios y casa de vivienda, y vivían, espacialmente confundidos, los miembros de la elite local con el pueblo llano (en apretadas viviendas), aristócratas y almacenistas de trigo, pequeños artesanos y agricultores con sus casas de cuadra, animales de trabajo y camarote para los frutos del campo. Cuando en su perfil sobresalían (y aún lo hacían en 1936) los extensos y ricos conventos, las parroquias y las casas cuartel junto a la ciudadela. Cuando era una ciudad todavía agrícola, militar y levítica, en la que prevalecía una cultura local considerada como
32 UGARTE, J.: La nueva Covadonga insurgente. Orígenes sociales de la sublevación de 1936 en Navarra y País Vasco. Biblioteca Nueva, Madrid, 1998. Pág. 166. Para un examen exhaustivo sobre el desarrollo de Pamplona como ciudad, durante el primer tercio de siglo, desde la perspectiva de la mentalidad y la cultura, ver el segundo capítulo, La ciudad acoge a la aldea, de este trabajo, págs. 165-182.
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propia y diferenciada (no la abstracta cultura urbana que iba imponiéndose en el siglo XX) con sus valores, liturgias y lugares simbólicos [...]33.
Ahora bien, si la transformación de Pamplona en ciudad moderna era perceptible en algunos aspectos, no lo era en los esenciales. Los modos de vida y las relaciones sociales apenas habían cambiado y seguían estando dominadas por el agro, por lo que la ciudad seguía concibiéndose como una comunidad; una comunidad local en la que las relaciones personales prevalecían sobre las impersonales del mercado, los espacios públicos eran comunes y todavía apenas se había producido segregación residencial. Pamplona se estaba transformando, pero sin llegar a renunciar a su “idiosincrasia local”, lo que a su vez no haría sino conformar la ciudad como un entorno social y urbanístico cerrado34. En este contexto socioeconómico se inserta el tardío desarrollo urbanístico pamplonés. La ciudad, había conseguido una solución provisional con el ensanche intramuros, pero ni los problemas de demanda de vivienda, ni de mejora en las condiciones de habitabilidad, ni la creación de un espacio urbano diferenciado para la burguesía se habían resuelto. Ese era el cometido del II Ensanche, el tan ansiado ensanche hacia el sur. Su consecución en 1920 sobrevino35, tras más de 15 años de enfrentamiento, fundamentalmente por el planteamiento económico del mismo. Ya hemos tratado la cuestión de los
33 Ídem, págs. 166-167. 34 Ídem, págs. 167-168. 35 La Real Orden de mayo de 1920 aprobó el proyecto de Ensanche presentado por el arquitecto municipal Serapio Esparza. Un análisis detallado de los distintos proyectos de Ensanche y del definitivo en, ORDEIG CORSINI, J.M.: Diseño y normativa…, págs. 104-113 y VV.AA., Pamplona metrópoli 1930…modernidad y futuro. Delegación de Navarra del Colegio Oficial de Arquitectos Vasco Navarro, Pamplona, 2005. Págs. 44-45 y 67.
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militares, pero ahora en la pugna se iban a sumar los propietarios36. Al recordar lo señalado anteriormente respecto de la legislación para el desarrollo de los ensanches, es aquí donde se encuadra la “aparición” de la iniciativa privada como agente clave en el desarrollo de la ciudad desde parámetros puramente especulativos37. En este momento el problema de las plusvalías, es decir, el aumento del valor del terreno al urbanizarse con el consiguiente aumento en el coste de la indemnización, se mostraría con toda su fuerza38. Aunque el ensanche como fórmula de realización ordenada de ciudad era, para entonces, ineficaz,39 la pervivencia del modelo se explica porque se consideraba una forma válida de producción del espacio urbano demandado por las clases dominantes, que, además, convenía a muchos ayuntamientos, no sólo, porque hubiera una demanda real sino porque su evolución o involución los había hecho más asequibles. En primer lugar, los ensanches del siglo XX redujeron considerablemente su tamaño, abandonando la pretensión original con la que nacieron desde el punto de vista dimensional: proyectar una espacio urbano de proporciones iguales o mayores que
36 Un análisis pormenorizado de los antecedentes legales del Ensanche y del retraso del mismo por cuestiones económicas en ORDEIG CORSINI, J.M.: Diseño y normativa…, págs. 89-94. 37 Las autoras quieren señalar que, aunque hasta el momento la actuación de los militares haya sido tratada como una defensa de sus intereses, ello no la exime de poderla identificar, también, como una acción especulativa. Sobre todo si tenemos en cuenta que el retraso en el desarrollo de los proyectos que provocó constituyen fomentó el encarecimiento del suelo en proyección. 38 ORDEIG CORSINI, J.M.: Diseño y normativa…, pág. 120. 39 La ineficacia a la que aludimos hace referencia al problema de la vivienda obrera y al desarrollo urbano de la periferia. Ambos aspectos serán tratados más adelante.
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las del casco histórico40. En segundo lugar, las condiciones legislativas en las que se iban a desarrollar los ensanches del siglo XX mejoraron considerablemente las posibilidades de obtención de beneficios fiscales a ayuntamientos y particulares y fomentaron el desarrollo de la edificación41. El cambio sustancial se produjo con la aprobación del Estatuto Municipal de 1924 que generalizó la fórmula de ensanche, con el mantenimiento de la legislación del siglo XIX, la conversión de la actividad urbanística en una competencia municipal ordinaria y el establecimiento de la obligatoriedad del ensanche para municipios dinámicos. En 1920 se aprobó el plan definitivo para el segundo Ensanche de Pamplona presentado por el arquitecto municipal, Serapio Esparza. En septiembre de aquel año el ayuntamiento tomó posesión de las fincas urbanas afectadas, en noviembre se redactaron las nuevas ordenanzas y en 1921, Diputación dio el visto bueno para el derribo de la plaza de toros. En 1931 se procedió al derribo del Teatro Gayarre con el que se conectó la plaza del Castillo con el vial principal del Ensanche, la avenida Carlos III42. El criterio de ejecución en dos fases establecido permitió la rápida edificación de la primera terminada en 193643 y la segunda para 1960. Dos fueron los retos a los que tuvieron
40 El segundo Ensanche de Pamplona es un claro ejemplo de espacio urbano concebido como modesta pieza alrededor de la ciudad más que como un macroproyecto independiente y de dimensiones superiores al espacio existente. Respecto a la idea del ensanche como espacio ilimitado ver TERÁN TROYANOS, F. de: Historia del urbanismo…, págs. 95-97. 41 Fernando de Terán hace referencia a la generalización de la Ley de 1892, originalmente pensada sólo para Madrid y Barcelona. Ver, ídem, pág. 152. 42 La noticia era recogida por el ABC el 25 de marzo de 1931 en su página 42. El viejo Teatro Principal data de 1841. En 1903 cambió su nombre en honor al tenor roncalés, Juan Gayarre. 43 La primera fase era mucho menor que la segunda porque se optó por asegurar la armonía constructiva ante la imposibilidad de preveer el ritmo edificatorio –los cálculos iniciales determinaban 1950 como fecha final-. ORDEIG CORSINI, J.M.: Diseño y normativa..., pág. 121.
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que hacer frente las autoridades en esta segunda fase. El problema del remate final del ensanche, que cobró una nueva dimensión con la supresión en 1928 de las zonas polémicas y la demanda de vivienda obrera a partir de los años 30. Para el límite este del ensanche, durante la primera fase, se ejecutó la Colonia Argaray, una solución que, a priori, daba respuesta a ambos problemas. El proyecto de la Colonia Argaray de 1933 constituye la primera actuación en la capital de la ciudad jardín44. Sus promotores afirmaron que era un intento de aplicación real de la Ley de Casas Baratas de 1921 puesto que su ejecución se realizó mediante el sistema cooperativista y se mantuvo fiel a lo proyectado en plano. El resultado final sí contribuyó a limitar el ensanche por el este pero no las expectativas respecto a la vivienda obrera, porque el precio del solar repercutió considerablemente en el valor de la vivienda, convirtiendo los chalets en pequeños hotelitos sólo asequibles a las “clases medias”; a la vista de los resultados y dado que la demanda de vivienda se comenzaba a manifestar como un problema urgente, la segunda fase trató de corregirlo a través de una cesión gratuita al ayuntamiento de solares destinados a este tipo de viviendas45. De diez manzanas iniciales, finalmente, sólo respetaron parcialmente la tipología cuatro; los chalets edificados en dos de las manzanas fueron de mayor densidad que la Colonia Argaray y en las otras dos manzanas se edificaron casas de pisos de bloques abiertos, en un intento por alejarse de la manzana cerrada del ensanche y acercarse a lo defendido por las teorías de la ciudad jardín. Lo cierto es que, ninguna de las soluciones propuestas
44 Ciudad Jardín fue definida por Ebenezar Howard en Tomorrow: a Paceful Path to Real Reform, Londres, 1898. Una aproximación a la definición dada por éste en CHOAY, F.: El urbanismo. Utopías y realidades. Editorial LUMEN, Barcelona, 1983 (3ª edición). Págs. 339-355. 45 En agosto de 1934 el ayuntamiento acordó la redacción de unas bases para la cesión gratuita de solares para la construcción de chalets en la parte suroeste del Ensanche. ORDEIG CORSINI, J.M.: Diseño y normativa..., pág. 121.
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dentro del ensanche para paliar la demanda de vivienda obrera fueron exitosas, aunque las de la segunda fase sí que “escaparon” al incremento del valor final porque el solar era de propiedad municipal46. Para realizar la valoración final del segundo Ensanche de Pamplona, es necesario concluir con el relato de las soluciones dadas al problema del remate del mismo, que se “agravó” a partir de 1928 tras la supresión de las zonas polémicas y los efectos del aumento en la demanda de vivienda. Con la desaparición de las zonas polémicas, a pesar de surgir la posibilidad de una extensión ilimitada, el ayuntamiento optó por un proyecto limitado que podría interpretarse como un abandono de los presupuestos de ensanche a favor de un proyecto más ligado a las teorías de la ciudad jardín, que postulaba la creación de un espacio de transición entre el campo y la ciudad (función que para Pamplona, cumpliría la Colonia Argaray). El proyecto final creó para las zonas que no tenían todavía definición (ronda, murallas y parques) una hilera de viviendas unifamiliares en el Parque de la Media Luna, dotando de continuidad a la zona de Argaray. Los condicionamientos de continuidad de ensanche por aquella parte no existían por el desnivel de la cornisa sobre el río Arga. De modo que el corte que hubiera supuesto un inconveniente se descubrió como perfecta solución al permitir aprovechar las vistas de la zona este y al cerrar la zona de edificación baja de forma armónica47. Para el remate de la zona sur (Fuerte del Príncipe), finalmente, se optó por el establecimiento de dotaciones que paliaban la falta de las mismas en el primer Ensanche. Por último, a la altura de 1947 cuando la ejecución de la segunda fase del Ensanche estaba ya iniciada, se produjo una alteración volumétrica que determinó el resultado final del proyecto. Asistimos a una elevación de alturas, visible en la
46 Más sobre la Colonia Argaray en ORDEIG CORSINI, J.M.: Diseño y normativa…, págs. 122-124. 47 Proyecto de Saneamiento y Mejora interior de la Ciudad de Pamplona de 1938. Citado en ídem, 126-129.
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actualidad, que rompió con la homogeneidad lograda en la primera fase y de la que se derivan los actuales problemas de circulación.
El problema de la vivienda obrera y la edificación extramural Hasta ahora, indirectamente, hemos podido comprobar la progresiva aparición del problema de la vivienda barata aunque no la hayamos analizado en su totalidad. Este es el objetivo de las siguientes líneas. El Ensanche actuó como elemento de atracción de población a la ciudad, fomentando una demanda de vivienda cuyos proyectos no pudieron atender; no sólo porque ésta estaba dirigida a la burguesía propia de la ciudad y no a la población que finalmente atrajo, sino porque, cuando comienza a desarrollarse de forma tardía, fomentó indirectamente la aparición de la edificación descontrolada anárquica y suburbial en la periferia de la ciudad. Fernando de Terán defiende, para el contexto general, que el fenómeno del desbordamiento de los ensanches fue simultáneo a su propia construcción y, nos recuerda, que los diseñadores de los mismos (finales del XIX) fueron incapaces de vislumbrar las insuficiencias de ese modelo único de producción de espacio para resolver el problema de la demanda de vivienda obrera cuyo coste era difícilmente asumible por una población cuya presencia se incrementaría progresivamente como consecuencia del proceso de industrialización48. Nos encontramos, por tanto, con un desarrollo de ciudad simultáneo a través de dos procesos paralelos, uno técnicamente proyectado y legalmente reglado y otro espontáneo e incontrolado,
48 TERÁN TROYANOS, F.de: Historia del urbanismo…, pág. 98. Aunque la cronología en Navarra al respecto sea más tardía y por tanto requiera una matización que las dimensiones de esta investigación no permite realizar, sí consideramos válido el contexto descrito porque la problemática acabará siendo la misma porque el modelo de desarrollo urbano seguirá siendo el del ensanche.
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rápido e intenso49; la ilegalidad permitía escapar a la presión especulativa que se cebaba sobre los solares en proyección de la edificación reglada, descubriéndose como la forma más natural de solución a la demanda de vivienda obrera. Nos encontramos entonces, con una dualidad física urbana que se corresponde con una dualidad social. El nuevo fenómeno puso en evidencia la imprevisión más absoluta por parte de los agentes implicados en los procesos urbanísticos; no se formularon soluciones, los debates al respecto eran conceptualmente limitados y la inhibición fue la tónica dominante de unas administraciones poco preparadas para abordarlo. Sin olvidar, claro está, que la iniciativa privada nunca se iba a implicar en la resolución de un problema que no remuneraba –las sociedades constructoras comienzan a proliferar en los años 20– y que las administraciones tardarían tiempo en asumir que iban a tener que ser ellas las encargadas de abordar el problema en solitario50. Aunque la respuesta a la demanda creciente de vivienda obrera constituye el eje central de las distintas soluciones propuestas por el urbanismo durante la primera mitad del siglo XX, las instituciones públicas tardaron en abordar un problema central ya para el primer tercio de siglo con respuestas, además, insuficientes y poco satisfactorias. La Ley de Casas Baratas de 1911, a pesar de instituir Juntas Municipales de Fomento, siguió la estela de la legislación anterior y abogó por estimular la construcción a través de la iniciativa privada que continuó inhibiéndose por razones puramente mercantilistas, aunque se establecieran la fórmula cooperativista y de sociedades constructoras para su
49 Ídem, págs. 98-110. 50 Una tempranísima formulación del problema en Rafael Sociatas, La indigencia de las ciudades y su mejoramiento por la beneficencia pública. 1877. Según Fernando de Terán, la dualidad física y social de la ciudad y, con ello, la necesidad de dar respuesta a la demanda creciente de vivienda obrera va a convertirse en el tema principal del urbanismo en el tramo central del siglo XX.
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realización. Su sucesora, la Ley de 1921 sí introdujo innovaciones urbanísticas reforzando las funciones programadoras y gestoras de los ayuntamientos y posibilitó la realización de “ciudades satélite” de casas baratas51. Esta legislación sí estimuló la edificación pero desvirtuando los proyectos iniciales porque aquel espacio originariamente destinado a los obreros centrará la atención de las clases medias y su producción se convirtió, entonces, en un negocio52. El Estatuto Municipal de 1924 y el Reglamento de 1925 serán los encargados de legalizar el cambio de destinatario que se había producido en esas zonas alejadas de la ciudad y monopolizadas por las clases altas como residencias de recreo53. El Estatuto Municipal de 1924 y su Reglamento de Obras, Servicios y Bienes Municipales de 1925, formaron un conjunto de disposiciones de diverso carácter que no sólo generalizó la fórmula de ensanche al convertir la actividad urbanística en competencia municipal ordinaria sino que es, también, un antecedente de la formulación del planeamiento que incidirá en la búsqueda de soluciones a la anarquía de la edificación, fundamentalmente, extramural. El Estatuto, establecerá la obligatoriedad de un cierto planeamiento para municipios cuyo crecimiento en el decenio 1910-1920 hubiera sido superior al veinte por ciento, a través de planes diferentes que, aunque no se articularon en uno global, sí que posibilitaban su puesta en marcha conjunta permitiendo una acción municipal más o menos ordenada. No obstante, los planes realizados a la luz de la nueva legislación estuvieron más ligados a las
51 TERÁN TROYANOS, F.de.: Historia del urbanismo…, pág. 98. 52 El paralelismo con la Colonia Argaray o los unifamiliares de la Media Luna de Pamplona es evidente, aunque, la fórmula de solución dentro del Ensanche pertenezca a las respuestas decimonónicas. Ver al respecto TERÁN TROYANOS, F.de.: Historia del urbanismo…, págs. 149-150. Aunque el panorama que describe el autor hace referencia a ciudades de más de 100.000 habitantes. 53 Este es el caso de Las Arenas y Neguri.
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formas de desarrollo urbano decimonónico que a los nuevos planteamientos teóricos a nivel europeo. En este sentido, la valoración de Fernando de Terán es categórica: El sistema de planeamiento se mostraba rezagado también respecto a la elaboración teórica y doctrinal, en la ignorancia del problema, ya plenamente detectado, de la urbanización intermunicipal, es decir, de la que ya se estaba produciendo un desbordando los límites administrativos de los ayuntamientos, que requería nuevas formas operativas, superadoras de la legalidad vigente. Y por esa brecha práctica se introdujo también la conciencia de la necesidad de abrir aún más el ámbito del planeamiento. Pero lo cierto es que, en términos generales, estos planteamientos aperturistas, que no tenían cabida en el Estatuto, no dejaron de moverse en el terreno teórico (…).54
Estos planteamientos sólo tuvieron cierta influencia en los casos específicos de Madrid y Barcelona; así, por lo que respecta a Pamplona, la reivindicación de un planeamiento global que solucionase la situación de la edificación extramural deberá esperar hasta la posguerra. Lo cierto es que Pamplona ya contaba con un asentamiento extramural anárquico que se agravó a partir de 1928 tras la supresión de las zonas polémicas y que condicionó su desarrollo futuro55. La bibliografía consultada, apenas, ofrece información sobre políticas de urbanismo durante el periodo republicano en Pamplona. Y, respecto a la 54 TERÁN TROYANOS, F. de.: Historia del urbanismo…, págs. 170-171. 55 Además de una serie de edificios públicos, a dos kilómetros de la ciudad, en la zona de la estación Norte existía un barrio semi-industrial y semi-residencial; a tres-cuatro kilómetros, en el término de Villava y Burlada se produjo una edificación que acabó por rodear completamente la ciudad en el límite de las zonas polémica con viviendas semi-campestres. Esta modalidad de edificación, se reforzó con población de los barrios de la Rochapea, Magdalena, Estación Norte y la aparición de nuevos núcleos en San Juan, Echavacoiz, Iturrama, Mochuelo y Beloso Alto. ORDEIG CORSINI, J.M.: Diseño y normativa…, págs. 142-143.
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bibliografía general, se afirma que tan sólo se logró cierta madurez teórica respecto del tratamiento del desarrollo urbano y la reflexión en torno a la falta de medios operativos para su realización. Todo indica que la República, a falta de un estudio en profundidad en el ámbito local, constituyó un periodo en el que se desarrollaron los proyectos definidos en el etapa anterior, sin que se realizase un formulación concreta para los problemas que se sí se abordarían tras la parálisis provocada por el alzamiento y la posterior Guerra Civil.
3. LA II REPÚBLICA Y LA GUERRA CIVIL Un paréntesis
El proceso de la conversión de la Pamplona tradicional en moderna, concebida ésta como espacio urbano diferenciado de su entorno rural, lejos de entrar en contradicción-confrontación, fue entendido como complementario porque la identidad local de la propia ciudad se había reformulado, durante este proceso, para darle un carácter comunitario y retrospectivo mas propio del agro que de la ciudad moderna56. Asimismo, Pamplona habría realizado el camino hacia la ciudad moderna del siglo XX manteniendo como parte de su identidad local un fuerte sustrato del ideal urbano tradicional, aquel que concebía la ciudad en función de la idea de la vieja comunidad. Al considerar el periodo republicano desde la perspectiva de esta identidad local, el proyecto modernizador y democratizador de la República creó más complicaciones que soluciones en la sociedad navarra en general y pamplonesa
56 UGARTE, J.: La nueva Covadonga..., pág. 154. Un ejemplo de esta complementariedad entre el campo y la ciudad sería, según el autor, “la movilización social” que siguió al 18 julio en la que, la ciudad, Pamplona, acogió con los brazos abiertos y con absoluta naturalidad a la aldea, al campo, igual que lo haría en una jornada festiva, en una romería o en un día de mercado.
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en particular; y es que en muchos aspectos, el proyecto republicano estuvo planteado mas fuera que dentro de los códigos culturales de la idiosincrasia local. No es de extrañar, por tanto, que los mayores momentos de tensión sociopolítica de los años de la república –que en Navarra se manifestaron en forma de la conflictividad social o lucha de clases que asoló al campo sobre todo a causa del problema corralicero57 y, especialmente, en el conflicto religioso58– pudieran ser fácilmente comprendidos como una amenaza real para la cultura e identidad locales a las que nos hemos referido anteriormente. La “movilización social” que acompañó al golpe militar y la brutal represión emprendida contra la Navarra republicana tras el levantamiento59 evitaron que la
57 Ver MAJUELO GIL, E.: Luchas de clases..., pág. 310-311: “ [...] la mayoría de los conflictos se produjeron en el ámbito rural y tuvieron un componente íntimamente relacionado con la estructura de la propiedad, en concreto en la denominada zona corralicera con gran incidencia de la gran propiedad, de forma que esta y conflicto estuvieron íntimamente ligados. La protesta campesina se desarrolló al existir una situación conflictual latente que encontró en el nuevo régimen republicano facilidad para su expresión, de forma colectiva y organizadora.” 58 En Navarra, la cuestión religiosa que emergió a causa de las medidas secularizadoras de primer gobierno republicano – la ley de congregaciones religiosas, entierros y matrimonios civiles...– y de determinadas prácticas anticlericales como la quema de conventos en mayo de 1931, impulsó una importante movilización social y política, promovida por una extensa red de organizaciones católicas. El uso de la religión fue fundamental para sumar a gran parte de la sociedad navarra a la “causa” antirrepublicana. Un estudio exhaustivo al respecto en la tesis doctoral inédita de DRONDA MARTÍNEZ, J.: La cuestión religiosa en Navarra. 1931-1933, defendida en la UPNA en Marzo de 2010 y del mismo autor, Cuestión religiosa y Democracia republicana en España (1931-1939). Universidad Pública de Navarra, Pamplona, 2007. 59 No debemos olvidar que esa Navarra republicana existía, en el Campo, en las organizaciones sindicales, en muchos trabajadores que vivían en los pequeños extramuros de la ciudad en Pamplona, como la Rochapea, en el nacionalismo, en los cargos electos republicanos...y prueba de ello es número de fusilados con que cuenta la provincia, más sobre la represión en Navarra durante la guerra civil en ALTAFFAYLLA KULTUR TALDEA: Navarra 1936. De la esperanza al terror. Altaffaylla, Tafalla, 2004.
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provincia fuera frente de guerra durante toda la contienda. De este modo, cuando el conflicto armado terminó, Pamplona no tuvo que emprender un costoso proceso de reconstrucción que sí hubieron de afrontar otras ciudades del estado. Aún y todo, el periodo que se abre tras la Guerra Civil marcará un punto de inflexión en el devenir de la capital navarra: durante el franquismo la ciudad vivirá las mayores y más profundas transformaciones de toda su historia.
4. LA DICTADURA DE FRANCO De moderna a capitalista
Tras los primeros años de posguerra, Pamplona va a acometer el proceso de modernización que no había completado durante el primer tercio de siglo. Los cambios se aceleraron y en poco tiempo la ciudad se transformó: la alteración física que acompaña al proceso de urbanización de la ciudad pone de manifiesto transformaciones tanto o más profundas de las estructuras económicas, sociales y culturales que convertirán, en pocos años, a Pamplona en ciudad industrial. Esta es la imagen que daba Leoncio Urabayen para principios del decenio. (...) han desaparecido las cuadras y viejas posadas, desde la Taconera pueden verse los talleres y fabricas en los suburbios; las oficinas y comercios se han multiplicado, ocupando las bajeras de las casas y la presencia de la agricultura apenas se evidencia por unas pocas eras que permanecen en los glacis de la Ciudadela; la ciudad cuenta ya con dos teatros y un total de cinco cinematógrafos; y el montañismo, el fútbol y la pelota vasca son prácticas de ocio generalizadas. Poco a poco, en las calles proliferan los automóviles y el transporte de viajeros por carretera conecta de manera más diversificada la capital con su entorno inmediato y otras ciudades (...).60
60 Panorámica ofrecida por L. Urabayen en Biografía de Pamplona, 1952 citado en J. OLIVA e A. ISO en “Las ciudades de Pamplona-Iruña...”, pág. 44.
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El depresivo contexto económico de posguerra hizo que la transformación de las ciudades en los años 40 fuera poco significativa61; no será hasta mediados de los años 50 cuando las condiciones económicas de las constructoras y la política de construcción de la vivienda dinamicen el panorama abriendo una nueva etapa en el desarrollo urbano estatal que se convertirá en trastornadora a mediados de los años 60. Durante el periodo posterior a la parálisis de los cuarenta y anterior al desarrollo económico que arranca con el Plan de Estabilización de 1959, se produjeron distintas formas de transformación edificadora que condicionarán el futuro de las ciudades. En las periferias apareció el fenómeno del chabolismo que hunde sus raíces en el siglo XIX pero que ahora se configura como una forma de proceso de producción de espacio urbano. En el casco urbano se promovió un aumento de alturas y aprovechamiento volumétrico que provocó una enorme densificación62. Y, por último, en la periferia se originó un desbordamiento de suelo exterior a través de dos procesos: uno controlado, en el que las autoridades municipales aplicaron diversos planes que, en definitiva, fomentaron la edificación solar a solar –los llamados Polígonos– y, otro clandestino pero tolerado, basado en parcelaciones periféricas63.
61 Las razones principales fueron la falta de materiales, el retraimiento del capital y la lógica necesidad de una rápida reconstrucción. En este caso, dado que Pamplona no sufrió, apenas, destrucción, la cuestión de las políticas aplicadas para las Regiones Devastadas no será abordada en este capítulo. 62 En Pamplona, éste último proceso tuvo reflejo en el II Ensanche pero no el casco histórico. Las razones de la no aplicación de este sistema en ORDEIG CORSINI, J.M.: Diseño y normativa…, págs. 132-137. 63 Los Polígonos fueron promovidos por organismos oficiales o por patronatos que, acogidos a la legislación específica de la política estatal de vivienda protegida, crearon un espacio unitario en poco tiempo, formado por conjuntos de viviendas homogéneas sobre suelo de propiedad única y un proyecto conjunto. Estos polígonos marcan, en opinión de Fernando de Terán, el cambio de la ciudad tradicional de manzana cerrada y perímetro continuo, a la ciudad de edificación abierta y discontinua. Era, en definitiva, el modelo definido por el Movimiento Moderno en la Carta de Atenas. TERÁN TROYANOS, F.de.: Historia del Urbanismo…, págs. 226-228.
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El desarrollo de la política estatal de vivienda, la planificación, se realizó a través del Instituto Nacional de la Vivienda creado a finales de la guerra, fundamentalmente, para promover la construcción que se acogió a una nueva legislación de vivienda modesta pero cuyas actuaciones resultarían, a la postre, determinantes en la configuración urbana del nuevo estado. La actuación pasará a ser estatal, unitaria y centralizada, acorde con los ideales del Nuevo Estado franquista y el papel ejecutor será otorgado a las corporaciones locales y provinciales, sindicatos y organizaciones del Movimiento y extendido, posteriormente, a cualquier organismo oficial que promoviese la construcción (patronatos). El régimen de vivienda protegida fue institucionalizado por ley en 1939 y estuvo vigente hasta 1954. Pero los resultados de la política de promoción de vivienda barata fueron pésimos, no sólo por el contexto de posguerra sino por la aparición de la legislación de las viviendas bonificables en 1944 que “derivó” una parte importante de lo presupuestado para la vivienda protegida al permitir a los particulares acceder a las ayudas estatales64. Los instrumentos creados para paliar la deficiencia de un problema que se había convertido, por el ritmo de crecimiento demográfico, en general y no sólo de vivienda modesta, fueron La Ley de Vivienda Protegida de 1954 y el primer Plan de Nacional de Vivienda. Ambos instrumentos reflejan una nueva orientación de las políticas que, fundamentalmente, se basaron en incorporar la iniciativa privada a la difícil empresa de solventar la creciente demanda de vivienda a través del
64 En concreto Fernando de Terán afirma que “una gran cantidad de medios fueron detraídos de esa línea de producción de verdadera vivienda modesta, para canalizarlo a través de la trampa de las «viviendas bonificables», hacia la construcción de viviendas de cierta calidad y tamaño, sin limitaciones para el precio de venta. Y esa producción, (…), fue adquirida por la clase media, con sustanciosas ganancias para constructores y promotores, alimentando el escandaloso negocio de la construcción, basado, en gran medida, sobre las subvenciones públicas.” Historia del Urbanismo…, pág. 232.
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incremento del ritmo de producción, aunque el Instituto mantuviera su carácter de organismo director y orientador de las operaciones65. En este contexto las actuaciones urbanísticas que se desarrollaron en Pamplona se agrupan en dos bloques. Las ordenanzas de 1940 que trataron de corregir y ordenar parcialmente la edificación en la periferia y la actuación en los barrios que ya comenzaban a adquirir una entidad que se manifestaba problemática, como la Rochapea, la Txantrea y la Milagrosa; y, el proyecto del III Ensanche cuyo interés radica fundamentalmente, en que manifestó la necesidad y urgencia de un Plan General que ordenase todo el término municipal de Pamplona66. Las ordenanzas de construcción para los barrios extramurales de la ciudad de Pamplona de 1940 son el instrumento para tratar de regular toda la edificación del extrarradio surgido de las reflexiones que, desde 1938, había realizado el ayuntamiento. La urgente necesidad de contar con un instrumento regulador hizo que éstas se desligaran de un proyecto de planeamiento general de todo el término cuya elaboración hubiera sido más dilatada. Así, nacen con un carácter provisional a la espera de la redacción de un plan general que no llegó hasta 1957 y por tanto, suponen una solución cortoplacista. A pesar de todo, resultan interesantes porque se alejan del modelo de ensanche e introducen la zonificación al definir los usos de edificación que dan lugar a tres tipologías volumétricas: viviendas de pisos, chalets e industrias (aunque finalmente las actuaciones no fueron unitarias y los planes se solaparon dando lugar a una variedad tipológica)67. El intento de definición de
65 Respecto a las ventajas ofrecidas a los particulares a cambio de aceptar cierto control por parte del INI y los objetivos y fracaso del Primer Plan Nacional de Vivienda , ver TERÁN, F.de: Historia del urbanismo…, págs. 232-233. 66 La reflexión de este apartado procede de el capítulo “El desarrollo del extrarradio: problemas y soluciones (1920-1956)” de ORDEIG CORSINI, J.M.: Diseño y normativa…, págs. 141-160. 67 Las ordenanzas parecen acercarse a corrientes urbanísticas del momento constituyendo un
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las zonas por sus usos y actividades se realizó de la siguiente manera: una zona residencial para las áreas Sur y Oeste y una industrial con población obrera situada al Norte. Pero la indefinición real de usos provocó la aparición de zonas en las que se mezcló la industria y la residencia que se agravó con la autorización, a partir de 1941, para la ampliación de las zonas industriales. Si a ello unimos la promoción de vivienda protegida en las zonas Sur y Oeste alejada de la terraza, nos encontramos con una división funcional y social, clasista, del espacio urbano. Los proyectos de ordenación para la Rochapea, la Milagrosa y la Txantrea respondían a la necesidad de ordenar estos nuevos barrios y fomentar en ellos la edificación de vivienda obrera impulsada desde el INI a partir de la Ley de Viviendas protegidas de 193968. En primer lugar, los tres proyectos representan el tránsito entre las fórmulas de ensanche y las organicistas, fundamentalmente si atendemos al diseño de viales y a la configuración volumétrica. Pero el resultado final fue el de una mezcla de confusión e indefinición, sobre todo en la Rochapea y la Milagrosa. La ordenación fue tan genérica (no se definieron las calles de distribución interiores) que no permitió controlar la edificación y la fórmula de construcción solar a solar pudo realizarse sin problemas, dando lugar a un espacio heterogéneo y caótico con tipologías volumétricas variadas. El resultado en La Txantrea, sin embargo, fue más homogéneo que el de la Rochapea y La Milagrosa69; el trazado de viales generales siguió criterios organicistas pero las calles interiores sí fueron más regulares que en los otros dos casos. Aunque lo realmente determinante a la hora de ordenar de
punto de inflexión entre el modelo de ensanche y el organicista. Ídem, pág. 146. 68 Un recorrido por la prensa de la provincia a lo largo de los años 50 nos permite ver que, en Pamplona y en Navarra, en general, proliferaron las promociones de vivienda protegida realizadas por el Patronato Francisco Franco, o en régimen cooperativista, o las promocionadas por las propias empresas para sus trabajadores, caso de Inquinasa en Echavacoiz. Fuente, Diario de Navarra.. 69 El proyecto de ordenación que vio la luz en 1955 respetaba el proyecto que la Fundación Francisco Franco elaboró en 1949.
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forma racional la Txantrea, fue la apuesta del Patronato Francisco Franco por seguir el modelo de Ciudad Jardín destinada a obreros; la Txantrea está constituida por casas unifamiliares de planta baja, con piso superior, adosadas con una pequeña huerta. Promocionadas por el patronato a través de las empresas constructoras más importantes de Pamplona, fueron levantadas por los trabajadores de estas empresas, fuera de su jornada laboral a través de la “prestación personal”, para adquirirlas en propiedad. De este modo, la Txantrea, fue un barrio en el que, efectivamente, se promocionaron casas baratas, pero en el que éstas se construyeron por los propios trabajadores que iban a vivir en ellas70. Se creó así, un espacio ordenado gracias a la adecuación a la trama y el mantenimiento de la edificación baja. Pero en la Txantrea también se construyó una comunidad de barrio en la que desde este primer periodo de “autoconstrucción” se interiorizaron valores como la solidaridad, la colectividad y el auzolan, y se establecieron redes sociales y solidarias que se reprodujeron y extendieron conforme el barrio fue creciendo. En la Txantrea fue conformándose, de este modo, una comunidad que se reconocía y definía en términos de clase y que desarrolló una marcada identidad, específica, de barrio. Estas producciones de espacio urbano se desarrollaron en la década de los años 50 y marcaron el inicio del tránsito hacia la ciudad industrial. Si a mediados de siglo todavía la mayor parte de la población de la ciudad seguía concentrándose entre el casco antiguo y los ensanches, y el extrarradio tan solo lo conformaban pequeños núcleos de poblamiento diseminado, durante la década de los 50 van a ir adquiriendo progresivamente entidad como barrio, donde se instalarán los inmigrantes llegados desde el campo navarro y desde otras provincias, andaluzas y extremeñas principalmente, que ya desde los 50 pero sobre todo durante los 60 van llegando a Pamplona atraídos por las industrias navarras (cada vez mayores).
70 Más sobre la historia de la Txantrea en TXANTREAN AUZOLAN KULTUR ELKARTEA: Txantrea. Sembrando vida en la piedra. Txantrean Auzolan, Pamplona, 2002.
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El historiador navarro Francisco Javier Caspistegui llama al periodo que se abre tras finalizar la guerra “Modernidades en conflicto”, porque la dura posguerra había puesto a Navarra y Pamplona en la difícil situación de asumir que era necesario modernizar las estructuras socio-económicas de la provincia. Sin embargo, el establishment foral temía que el proceso hiciera peligrar el mantenimiento de aquellos aspectos de la identidad navarra que consideraba “esenciales”71. De este modo, la huelga general que paralizó Pamplona en la primavera de 1951 fue un claro ejemplo de que el descenso de los ingresos agrícolas, que provocó una fuerte emigración de campo-ciudad, y los elevados costes de los artículos de primera necesidad podían convertirse en un inesperado problema de orden público72. Aferrarse a posiciones tradicionales resultaría contraproducente en un momento en el que en Navarra podían apreciarse signos de estancamiento. Acometer un verdadero proceso de desarrollo y transformar las estructuras socio-económicas era ya inevitable. En la teoría, el modelo de desarrollo que mejor compaginaba la modernización con la conservación de “aquellos aspectos esenciales de la identidad navarra” era aquel que articulaba la ordenación del territorio de una manera equilibrada, evitando la concentración de la población en grandes núcleos urbanos y exaltando la ruralidad como un valor en sí misma. Para el caso de Navarra se debía evitar la concentración de industrias y población en Pamplona ya que esto podía poner en marcha un proceso de urbanización casi salvaje al que se le atribuían consecuencias funestas. En 1966, puesto en marcha el Plan de Promoción industrial y en pleno apogeo del proceso de emigración del campo a la ciudad, José Javier Uranga, director de Diario
71 CASPISTEGUI GORASURRETA, F.J.: “Navarra desde 1944: modernidades en conflicto” en BERRUEZO, R. (Comp.): Iniciativas socioculturales en Navarra en la segunda mitad del siglo XX. Gobierno de Navarra, Pamplona, 2010. Págs. 41 y 42. 72 Existen dos trabajos sobre la huelga de 1951, DÍAZ MONREAL, J.: “La huelga general de 1951 en Pamplona” en Estudios de Ciencias sociales, nº 10, 1997. Págs. 101-121 y VILLANUEVA, A.: “La sorpresa navarra: mayo 1951”, Mito y realidad en la historia de Navarra, IV congreso de Historia de Navarra, 1999.
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de Navarra pedía en su carta a los “reyes magos” que Navarra se llene de fábricas sin peligro de proletarizarse, que nuestra gente viva contenta y próspera en los pueblos73. Pero en la práctica, resultaba difícil controlar el desarrollo del proceso de modernización ya en marcha. Como más adelante veremos, la propia dinámica del crecimiento industrial fue lo que imposibilitó la descentralización poblacional al promover un modelo de industrialización acelerado que exigía concentrar las superficies industriales y gran cantidad de mano de obra en el mismo espacio. Es muy importante para entender el modelo de desarrollo que acabó por imponerse para llevar a cabo la modernización de las estructuras socioeconómicas, detenerse en los cambios que comenzaban a hacerse notar en la Pamplona de los años 50. Se considera la década como decenio bisagra no sólo porque cronológicamente esté situada entre la posguerra y el desarrollismo, sino porque los hitos que la marcaron, como el final del racionamiento, las huelgas generales, los conflictos estudiantiles de 1956, el cambio de gobierno de 1957, la promulgación de la Ley de Convenios Colectivos en 1958, la puesta en marcha del Plan de Estabilización... marcan, a su vez, el hilo de continuidad entre ambas etapas. Las transformaciones que se vivieron en los años 60 no pueden entenderse sin los cambios que durante los años 50 fueron cerrando la etapa de la posguerra. La década de los 50 avanzó entre las huelgas generales que vivió Pamplona en 1951 y 1956, poniendo de manifiesto los límites de la economía autárquica y la necesidad de dar un giro a la política económica. Si la inmediata posguerra y la autarquía habían convertido la vida cotidiana en mera supervivencia, la crisis del campo navarro, la concentración progresiva de población en la ciudad, el problema de la vivienda, el racionamiento y el mercado negro y el elevado coste de la vida en comparación a los salarios, no hicieron sino agravar unos problemas
73 “Ollarra”, “Carta a los Reyes Magos”, Diario de Navarra, 6-1-1966. Pág. 16, citado en CASPISTEGUI GORASURRETA, F.J.: Navarra desde 1944: Modernidades en conflicto..., pág. 44.
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socio-económicos que exigían (y las huelgas fueron manifestación de ello) una nueva orientación de la economía. Pero aquellas movilizaciones también evidenciaron que Pamplona contaba ya con una serie de industrias importantes sobre las que desarrollar su futuro crecimiento industrial, las que previamente formaban parte del tejido fabril de la ciudad, como la constructora Huarte y Cía. e Imenasa –perteneciente al mismo grupo empresarial-, y las que se habían ido estableciendo durante los años 40 y 50: Inquinasa (1941), Azcoyen (1945), Torfinasa (1955), Eaton Ibérica (1958) o Potasas de Navarra (1960). Aquellas industrias, los trabajadores y trabajadoras que se manifestaron en las huelgas, el progresivo crecimiento de la ciudad y los barrios que comenzaban a levantarse o a crecer más allá de las murallas, o los inmigrantes que llegaban a “la ciudad” en busca del trabajo y las oportunidades que en el campo no hallaban, fueron sentando las bases de lo que sería la Pamplona industrial. De este modo, el proceso de transformación de Pamplona como ciudad arrancará en la década de los 50 para culminar a finales de los 60 y principios de los 70. Para entonces Pamplona, como urbe, como espacio económico, espacio social e incluso cultural ya se habrá transformado irremediablemente. Ese sentido transitorio de la década de los 50 también se reflejó en el planeamiento puesto que, como se ha señalado, asistimos a un momento en el que todavía sigue vigente el planeamiento reglado por el Estatuto Municipal de 1924, con la única innovación de la inclusión, de forma confusa, de la zonificación74; hasta que la Ley sobre Régimen de Suelo y Ordenación Urbana de 1956 marque el inicio de una nueva etapa en la historia del urbanismo estatal. La Ley del Suelo de 1956 era un código urbanístico completo y articulado que estableció una nueva definición del régimen del suelo y de los mecanismos
74 La zonificación responde a una concepción segregadora de las actividades, que se traduce en una clasificación nítida de los usos del suelo en la que se mezcló la idea de zona con aspectos volumétricos de edificación. TERÁN TROYANOS, F.de: Historia del urbanismo…, págs. 236-238.
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para desarrollar el planeamiento, consagrando los planes generales de ordenación urbana (PGOU) y los planes parciales como instrumentos oficiales para la ordenación de todo el término municipal. Fue una ley centrada en crear los instrumentos administrativos de la ordenación urbana y territorial con un claro afán racionalizador, que facilitaría la aplicación de los planteamientos urbanísticos diseñados desde el Ministerio de la Vivienda (creado en 1957). Así, la política urbanística se racionalizaba con la obligatoriedad para los municipios de redactar los correspondientes planes generales y los parciales para su desarrollo, bajo la supervisión de un único órgano director. Pamplona, lógicamente, asumió sin reservas la nueva situación y en 1957 vio la luz el Plan General75. Pero los mecanismos reguladores del desarrollo urbano pronto iban a mostrarse ineficaces. En primer lugar, la línea de mando que debía asegurar la aplicación de las directrices de la ortodoxia urbanística estaba fragmentada desde la base porque aunque era el Ministerio de la Vivienda, a través de la Dirección General de Urbanismo, el encargado de centralizar toda la política urbanística, los ayuntamientos, que seguían siendo determinantes en el proceso, no dependían de él sino del Ministerio de la Gobernación (por razones ideológicas, de orden público etc.). En segundo lugar, en el momento de la redacción, las autoridades, a pesar de contar con cierta experiencia en torno a la incidencia de la especulación en los fracasos de los proyectos de promoción de vivienda (la preocupación principal de la norma arriba citada), impidieron una mayor reflexión sobre los mecanismos necesarios para luchar contra la especulación, que fue abordada de forma indirecta; la mentalidad de los redactores descansó en la consideración de que la propia ordenación regulaba lo edificable y dejaba fuera del mercado
75 Sobre el Plan General de 1957 ver el capítulo dedicado al mismo en ORDEIG CORSINI. J.M.: Diseño y normativa…, págs.163-186 y ALLI ARANGUREN, J.C.: “Las ordenanzas del Plan General del Alineaciones de Pamplona de 1957”, comunicación a las IX Jornadas de Historia Local: de los fueros locales a las ordenanzas municipales de Euskal Herria, Vitoria, 28-30 de noviembre de 2006. Cortesía del autor.
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aquellas zonas no definidas como edificables; cuando en un régimen de libre mercado las zonas a edificar sufren, sólo por la proyección, un incremento del precio “considerable” y el resto se expone a una constante presión para lograr el cambio de definición (de rústico a urbanizable)76. La confianza en un dirigismo estatal mayor que el que se dio, unido al error en la organización administrativa del urbanismo, y la falta de reflexión en torno a la capacidad real de la incidencia de la ley sobre el problema del mercado del suelo anunciaban problemáticas que se agravarían con la política económica capitalista emprendida por el franquismo al final de la década.
LA IMPARABLE INDUSTRIALIZACIÓN Y LA PARÁLISIS DE LA ORDENACIÓN URBANA El inevitable despertar sociopolítico
Los procesos de industrialización tienen un impacto en la configuración del espacio urbano en tanto que desencadenan los fenómenos de concentración urbana. Es decir, la expansión de las ciudades y el surgimiento de nuevos núcleos urbanos o barrios favorecen la creación de una división funcional de la ciudad. Es, en definitiva, la consecuencia del establecimiento de grandes industrias en las ciudades que, no sólo modifican su propia fisonomía, sino que crean una estrecha relación entre la industria y la ciudad, una identificación del espacio de ubicación con la fábrica77.
76 Para Fernando de Terán este era el Talón de Aquiles de la norma. Ver Historia del Urbanismo…, págs. 242-246. 77 PEREZ, J. A.: Los años del acero. La transformación del mundo laboral en el área industrial del
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Con la aparición de la industria se establece entre ésta, la ciudad, la economía y la población una relación de dependencia que, para el caso de Pamplona, todavía hoy perdura. Una proceso de identificación que se acentuó y se desarrolló al mismo ritmo con que se produjo el de industrialización; éste arrancó, fundamentalmente, a partir de los años 50 con Huarte y CIA, continuó en los 60 y 70 con Potasas, SUPERSER AUTHI (SEAT) e IMENASA78 y es visible en la actualidad con Volskwagen79. Todavía a principios de los 50 Navarra mantenía aproximadamente un 54 % de sus activos vinculados a la agricultura. A comienzos de la década de los 60, tanto empresas locales como multinacionales empleaban ya a cerca de 60.000 trabajadores, el 36% de la población activa80. En el caso de la capital, Pamplona, sumaba ya más de la mitad de sus activos en el sector industrial81 repartidos entre las principales empresas que despuntaban en el proceso industrializador en marcha: Super-Ser, Penibérica, Pamplonica, Mina, Papelera Navarra SA, Torfinasa, Perfisa, Copeleche, Potasas, Imenasa... y entre las empresas que, a partir de 1964, se instalaron en la ciudad atraídas principalmente por las ventajas que ofrecía el Plan de Promoción Industrial (PPI)82, grandes firmas como Authi, Piher...
gran Bilbao (1958-1977). Trabajos, convenios y conflictos. Biblioteca nueva, Madrid, 2001. Pág. 56. 78 Esta relación es todavía más palpable en los núcleos próximos a Pamplona de Villava y Huarte con la industria papelera de ONENA y la cárnica de MINA respectivamente. 79 TORRE CAMPO, J. de la: “Trabajadores, empresarios y tecnócratas en el desarrollo industrial de Navarra”, Boletín Gerónimo de Uztariz, nº 22, 2006. Págs. 75-103. Ver del mismo autor, “Industria del automóvil y desarrollo económico regional: la experiencia de Navarra (c. 1955-1980)”. Investigaciones de Historia Económica, nº 9, 2007. Págs. 109-140. 80 IRIARTE ARESO, J.V.: Movimiento obrero en Navarra..., pág. 37. 81 Son datos relativos a la ciudad, no al conjunto de Navarra. 82 A partir de ahora PPI
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El proceso de industrialización se basó, según de Joseba de la Torre, en una estructura industrial embrionaria a mediados del decenio de los 50, que despegó en los 60 y estuvo en condiciones de madurar incluso antes y durante la crisis de los 7083. La industrialización navarra sienta sus bases en aquella estructura embrionaria de mediados de los 50. Ya entonces, las principales industrias que serían puntales en ese proceso habían comenzado a orientarse hacia la especialización en producciones metálicas y automoción, y el aumento del gasto en educación y especialización profesional anunciaba una voluntad manifiesta en formar trabajadores para el desarrollo industrial. De este modo, es posible encontrar a comienzos de los sesenta una serie de factores que alimentarán el posterior crecimiento económico: una iniciativa privada que comenzaba a ser dinámica y una acción pública importante, trabajadores presumiblemente bien integrados en las exigencias tecnológicas del modelo de crecimiento industrial extensivo que iba a propugnarse y, sobre todo, una especialización elemental en las metálicas, los electrodomésticos y el transporte. El PPI, puesto en marcha en 1964, dio forma, coherencia y amplitud a esa estructura industrial que había despegado, es decir, canalizó aprovechando el ciclo económico expansivo general los esfuerzos industrializadores que la iniciativa privada venía acometiendo desde la década anterior. Con el PPI, a partir de mediados de la década de los 60, la estructura industrial navarra, efectivamente, estuvo en condiciones de madurar, pero lo hizo desarrollando un modelo de crecimiento determinado que iba a condicionar la propia estructura socioeconómica de la provincia. La planificación diseñada por el PPI definió como sector principal de la industria navarra al de metálicas básicas y sus transformados. Para los años 70, la automoción era ya el sector más importante de toda la estructura, ya que las ayudas y promociones a la instalación de industrias concedidas por el Plan, concentraron la mayor parte de los recursos en la promoción de dicho sector. Esto
83 TORRE CAMPO, J. de la: “Trabajadores, empresarios y tecnócratas...”, pág. 92.
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quedó claro cuado en la década de los 70 la planta de ensamblaje de turismos de la Seat recibió aproximadamente un tercio de las ayudas del PPI de aquellos años, la automoción entonces ya había sido escogida como la rama productiva sobre la que hacer descansar la salida de la crisis84. A día de hoy resulta evidente que así fue, dada la casi absoluta dependencia de la economía navarra para con la fábrica de Volkswagen, no solo por la mano de obra que emplea, sino también por todo el entramado de empresas subsidiarias que dependen de ella. Una de las consecuencias más importantes de la acelerada industrialización navarra fue la llamada “macrocefalia” industrial que erigió a Pamplona como centro socioeconómico, prácticamente absoluto, en su relación con la provincia. La distribución territorial armónica de la población y el sostenimiento del viejo mundo rural constituyeron el teórico modelo de desarrollo (tanto industrial como urbano), deseado por el establishment foral, que, sin embargo, fue inviable porque el modelo de crecimiento capitalista se centró en sectores industriales que, como el de la automoción, exigían grandes fábricas y mano de obra y recursos concentrados en un mismo espacio para ofrecer mayores garantías a los empresarios85. Asimismo, la “macrocefalia” de la capital también fue consecuencia de otro tipo de factores en los que la actuación de las instituciones forales resultó determinante, como, por ejemplo, no haber promovido políticas de desarrollo para otros polos de la provincia, la apuesta por crear en el mismo suelo de Pamplona un gigantesco polígono industrial muy generosamente subvencionado (Landaben) o la propia política de precios del suelo fabril, que no sólo hizo la instalación de industrias en la ciudad más atractiva, sino también más fácil y rentable.
84 TORRE CAMPO, J. de la: “Trabajadores, empresarios y tecnócratas...”, pág. 86. 85 Joseba De la Torre hace referencia a la necesidad de la “existencia de una amplia industria auxiliar, enseñanza, nivel de vida adecuado, comunicaciones, posibilidades de mano de obra y vivienda”, en “Trabajadores, empresarios y tecnócratas...”, pág. 32.
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Como decía el sociólogo Mario Gaviria en 1976, el modelo desarrollista de sociedad que se creó en Navarra entonces, se correspondió con el de cualquier otro territorio que vivió similares transformaciones durante aquella etapa, dando lugar a, prácticamente, los mismos procesos: [...] Por ejemplo industrialización a ultranza; por ejemplo confundir el desarrollo con la industrialización, abandono oficial real de la agricultura; subordinación de la agricultura como sector, desertificación de gran parte del territorio, urbanización y concentración en pocos puntos. La producción del espacio como objetivo especulativo, grandes inversiones en autopistas. La consolidación de un nuevo neocapitalismo especulativo en lo que es espacio urbano. Aparición de todos los signos del consumismo. El subdesarrollo de las capas rurales más explotadas. La deficiente situación de los ancianos. Un subdesarrollo educativo y cultural [...] con respecto al nivel de técnica que tiene Navarra [...]86
Entre 1950 y 1976, el gran crecimiento económico capitalista de la etapa desarrollista va a generalizar la emigración desde las zonas rurales a “la ciudad”, haciendo crecer, hasta límites insospechados, los núcleos urbanos: en las periferias de las grandes ciudades crecen barrios obreros, ciudades satélite o verdaderos poblados de chabolas. Las consecuencias más evidentes de este proceso de urbanización acelerado, lógicamente, pudieron verse en las ciudades más grandes del Estado como Madrid, Barcelona o Bilbao, pero también en ciudades que, como Pamplona, se habían convertido durante este periodo en centros importantes de atracción industrial, y por ello, destino de flujos migratorios tanto provinciales como interprovinciales. El crecimiento demográfico obligó a las ciudades a expandirse en el espacio. Pamplona no fue una excepción, y sus núcleos extramurales crecieron sin parar durante toda la década de los 60: en la Txantrea se construían ya
86 GAVIRIA, M.: “Presente y futuro de los recursos naturales navarros”, conferencia pronunciada en el ciclo “Navarra ante el futuro” en el colegio Larraona en 1976. Edición de Diario de Navarra, Pamplona, 1976. Pág. 30.
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bloques prefabricados de altura y altas densidades, la Milagrosa crecía sin acondicionamiento previo y sobre el trazado de antiguos caminos rurales, el nuevo barrio de San Jorge había comenzado a levantarse sobre una zona industrial en la que fábricas y talleres compartían espacio con las viviendas, y los municipios más próximos de la comarca (Barañain, Burlada, Villaba, Ansoain, Berriozar...) se indiferenciaban prácticamente de la ciudad ya que el crecimiento urbano había ocupado casi todos los espacios que los separaban. Derivados de un crecimiento acelerado, desordenado y descontrolado, los problemas comunes que el desarrollo urbano anárquico provocó en las grandes ciudades –insuficiencia de servicios o deficiencia de las comunicaciones por ejemplo– también aparecieron en casi todos los barrios de la periferia de Pamplona. El crecimiento de los barrios extramurales en el periodo 1945-197587 se puede constatar por los movimientos demográficos en el interior de la propia ciudad. Así, la expansión de la ciudad en el espacio hacia la periferia, constató la pérdida de peso demográfico de la ciudad primigenia, es decir, del Casco Antiguo y los Ensanches, para derivar el crecimiento poblacional hacia las zonas extramurales. Los barrios que demográficamente más van a crecer en este periodo van a ser los de la periferia, especialmente la Txantrea, Iturrama y la Milagrosa. Podría decirse que este reparto de la población pudo darse siguiendo una pauta de especialización, lo que en palabras de Jesús Oliva e Andoni Iso, supuso la consagración de la meseta como zona residencial de calidad (Iturrama, San Juan, Mendebaldea, Ermitagaña...) frente a su periferia (Milagrosa y Etxabakoitz...) y la otra orilla del Arga (San Jorge, Txantrea, Rochapea, Berriozar, Ansoain, Burlada...) donde tiende a reunir las actividades (talleres, almacenes, fábrica) y promociones de vivienda barata. De esta forma, el río y la meseta se convierten en fronteras simbólicas que segregan también los usos y los grupos sociales88.
87 Ver el estudio realizado por D. LÓPEZ y C. MONTOR, “Cambios en la ciudad de Pamplona (19451975). Una mirada desde la demografía” en LARRAZA MICHELTORENA, M. M. (Dir.): De leal a disidente Pamplona 1936-1977. Eunate, Pamplona, 2006. Págs. 261-311. 88 OLIVA, J. y RIERA M.J.: “Utopías y sentidos de habitar la ciudad dispersa: estrategias
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En este contexto de desarrollo industrial los mecanismos para la regulación del planeamiento, la Ley del Suelo y el Plan General de 1957, constituyeron una contradicción en sí mismos y se manifestaron pronto insuficientes. Una contradicción, porque la doctrina urbanística defensora de un desarrollo homogéneo, equilibrado y armónico se supeditó a las exigencias urbanísticas para la consecución de la “Pamplona” que exigió el PPI; los efectos negativos de la radical transformación del espacio durante los años sesenta y setenta, se agravaron porque los cálculos de crecimiento demográfico sobre los que se habían basado los planes fueron, pronto, superados (en el caso de Pamplona a los cinco años de su redacción) y porque, una vez asumido el problema, la corrección de los mismos tardó en llegar. Y, por último, la política municipal urbanística y la actuación de la iniciativa privada constituyeron un agravante más en un proceso de transformación de una ciudad caracterizada por una densificación interior y anarquía urbanística en el extrarradio que produjo un crecimiento en forma de mancha de aceite. Los ayuntamientos, que no se sentían especialmente identificados con las directrices urbanísticas estatales, se vieron superados por los efectos de la avalancha inmigratoria y la industrialización. Amparados en el inesperado fenómeno, incumplieron sistemáticamente la Ley del Suelo – que, finalmente, no significó más que el establecimiento de unos reglamentos urbanísticos que no podían aplicarse porque, en la práctica, la iniciativa urbanística actuaba al margen de los parámetros definidos por ella– y los Planes Generales bajo el argumento de la necesidad urgente de vivienda. No se respetaron las alturas ni la volumetría en la edificación y el crecimiento del parqué inmueble se tradujo en la aparición de bloques de viviendas que configuraron barrios carentes de equipamiento y condiciones de habitabilidad (zonas verdes, escolares, calles estrechas, etc.). No se realizó la puesta en marcha de planes parciales necesarios para la consecución de la planificación, los ayuntamientos se limitaron a autorizar construcciones parcela a parcela a la iniciativa privada, que,
residenciales en el área metropolitana de Pamplona-Iruñea”, Zainak Cuadernos de Antropología y Etnografía, nº 23, 2003. Pág. 141.
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además, comenzó a contar con representación en los consistorios con concejales que ocuparon puestos en comisiones municipales tan determinantes en el proceso de producción del espacio urbano como la comisión de Licencias de Construcción o de Fomento o Urbanismo89. Resulta evidente que, en este contexto, la planificación se iba a convertir en una utopía. Los municipios españoles durante este periodo final del franquismo se vieron desbordados por problemas derivados del crecimiento urbano descontrolado y, a ojos de la ciudadanía, eran los principales responsables de las consecuencias del mismo. En este sentido, el franquismo sí había conseguido trasladar a la sociedad la idea sobre la que se erigió su régimen municipal: los ayuntamientos eran la piedra angular sobre la que se asentaba el Nuevo Estado y como tal, eran los encargados, en primera instancia, de dar solución al problema creado, en parte, por su propia actuación. Pero, la inhibición municipal, la connivencia con la iniciativa privada y la falta de representatividad real municipal derivada de la aplicación de la democracia orgánica en la configuración de los consistorios, contribuyó a que los ayuntamientos cayeran en el más absoluto desprestigio. En un análisis de la política municipal de un ayuntamiento a escala local durante el segundo franquismo, la problemática urbanística descrita se muestra con toda su crudeza. Y, por lo que respecta a Pamplona, este análisis es particularmente interesante dada la configuración de los distintos ayuntamientos de la capital durante este periodo90. Todo indica que en Pamplona, los mecanismos 89 Asistimos al periodo de mayor connivencia del poder municipal con los auténticos directores del desarrollo urbano, los constructores, promotores e inmobiliarias. 90 Toda la reflexión que sigue se enmarca dentro de la tesis doctoral en curso sobre política municipal pamplonesa que Zuriñe Sáinz Pascual está realizando bajo la dirección de Emilio Majuelo Gil en la UPNA-NUP. Una aproximación a los asuntos urbanísticos más destacados del periodo analizado se pueden consultarse en el siguiente artículo de la misma autora: “El despertar de una conciencia ciudadana a través del urbanismo: el Ayuntamiento de Pamplona, 1966-1976”, en Boletín Gerónimo de Uztáriz, nº 23-24, Pamplona, 2008, págs. 124-174.
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coercitivos del régimen para controlar la configuración de los ayuntamientos en los procesos de elección orgánica que jalonaron el periodo fallaron; de tal modo que desde 1966 hasta 1973 (últimas elecciones municipales del periodo franquista) accedieron al ayuntamiento por el tercio familiar y el tercio sindical una serie de personas que “revolucionaron” la política municipal pamplonesa. El grupo de concejales conocidos como “sociales” accedieron al ayuntamiento con el compromiso de recuperar el diálogo entre éste y el “pueblo”; bajo esta promesa programática se escondía una firme voluntad por recuperar el papel del ayuntamiento como órgano director de la política de la ciudad y, muy especialmente, la urbanística. Así, apostaron por una municipalización del suelo, una gestión urbanística basada en el uso de los mecanismos que la Ley del Suelo ofrecía pero que sistemáticamente habían sido ignorados, para paliar las deficiencias derivadas del descontrol urbanístico y de la presión especulativa; en concreto, reivindicaron una política urbanística basada en el cumplimiento de los procedimientos recogidos en la Ley para la concreción del PGOU, planes parciales y proyectos de urbanización y llegaron a suspender licencias de construcción en aquellos casos en que el incumplimiento de la ley era evidente en un claro intento por acabar con la denominada política de tolerancia hacia los hechos consumados91. Procuraron vetar la entrada de concejales vinculados
91 Respecto a la autorización municipal para edificar sin licencia, Fernando de Terán señala que los municipios encontraron una fórmula de aplicación de un artículo de la Ley que permitió el mantenimiento de edificaciones ilegales; la no concreción de la suspensión de licencia o derribo de edificios, es decir, el mantenimiento de una política de tolerancia hacia hechos consumados, se explica, en parte, por los costes derivados de las indemnizaciones reclamadas por los promotores concesionarios de licencias y del realojamiento de los inquilinos. Un ejemplo práctico de la no asunción de la política de tolerancia hacia hechos consumados por parte del Ayuntamiento de Pamplona lo constituye el contencioso el torno a las denominadas Casas Ibáñez. Los vecinos de las Casas Ibáñez denunciaron el mal estado de la nueva promoción de viviendas (aparición de grietas, dimensiones de la vivienda inferiores a las vistas en el proyecto piloto, el pago de una cantidad mayor que la acordada inicialmente y un largo etcétera de irregularidades) ante el ayuntamiento en 1969, quién acordó, no sin una larga polémica que enfrentó a los nuevos concejales con los concejales defensores de posturas acomodaticias y con los propios técnicos municipales, declarar, el estado de ruina de las casas. Un análisis pormenorizado del contencioso en SÁINZ PASCUAL, Z.: “El
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a la promoción inmobiliaria en comisiones de Urbanismo, Licencias y Obras y Fomento, aunque la presencia de concejales-promotores fuese una constante y el consiguiente enfrentamiento entre unos y otros también92. Y, para tratar de paliar la anarquía urbanística que se había producido en el extrarradio y las dificultades derivadas de la falta de concreción de los instrumentos necesarios para el control de la misma (redacción del PGOU y Plan Comarcal), el ayuntamiento, puso en marcha un ambicioso proyecto que consistió en utilizar el “agua como moneda de cambio”. En concreto, la intención del ayuntamiento era la de no suministrar agua a los pueblos que incumplieran las normas urbanísticas vigentes. En este sentido, el ayuntamiento de Pamplona, a tenor de las investigaciones realizadas hasta el momento, constituye una excepción puesto que dentro del “caos” urbanístico que caracterizó el denominado segundo franquismo, la configuración del consistorio pamplonés a partir de 1966 trató de paliar las “deficiencias” citadas hasta el momento. Sin embargo, y a pesar de que la “nueva” política municipal urbanística hubiera logrado éxitos, Pamplona siguió la tónica general en lo que a planeamiento urbano se refiere y no revisó los mecanismos que hubieran permitido llevar a cabo un verdadero planeamiento93. La urbanización no fue un proceso que transformó solamente a la ciudad, sino también y, profundamente, a toda la sociedad pamplonesa. Aquella sociedad que había avanzado hacia la modernización mirando al pasado durante el primer tercio del siglo, había ido dando paso a una nueva sociedad, urbana, que se relacionaba
despertar de una conciencia ciudadana…”, págs. 124-174. 92 Los plenos municipales más acalorados del periodo siempre giraron en torno a “asuntos” urbanísticos. 93 Un análisis en profundidad de la evolución del planeamiento y el urbanismo en TERÁN TROYANOS, F.de.: Historia del urbanismo…, págs. 250-321. Para el caso de Pamplona, ver ORDEIG CORSINI, J.M.: Diseño y normativa…, págs. 163-190, VV.AA.: Pamplona Metropoli…, págs. 48-61 y 68-87. GARCÍASANZ, Á.: La Comarca de Pamplona. Territorio, economía, sociedad e historia. Mancomunidad Comarca de Pamplona, 2002, págs. 13-25 y 177-189.
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y entendía en códigos culturales que ya no se anclaban en ese pasado, sino que miraban al futuro. A mediados de los años 70, una parte importante de la sociedad pamplonesa iba a afrontar la transición planteando proyectos políticos de futuro, transformadores, que reivindicaban una sociedad nueva y “mejor”. Tal vez, uno de los elementos que más claramente reflejen el cambio sociológico y cultural que la ciudad había vivido en aquellos años fue la irrupción sociopolítica de una nueva clase obrera, muy movilizada y dinámica, que extendió nuevas alternativas sociales y modos de lucha a buena parte de la sociedad. La industrialización conllevó cambios sociales que iban a redefinir decisivamente la gama de alternativas políticas, ideológicas y culturales en Pamplona94. Uno de los cambios más decisivos en este aspecto fue la irrupción de una estructura de clases típicamente industrial en el universo armónico y comunitario que todavía prevalecía en la mentalidad de una parte de la sociedad navarra. La estructura de clases cambió y perdió peso el mundo rural. Con ello, la cosmovisión propia de ese mundo rural se transformó en el espacio urbano, ya que la nueva clase obrera y las nuevas clases medias se definían a sí mismas en función de un enfoque industrial, urbano, de clase. Así, y teniendo en cuenta todo lo dicho anteriormente, estas transformaciones en la mentalidad de la ciudad tuvieron mucho que ver con aquel contingente de obreros asalariados que se instaló en el marco urbano a partir de la década de los 50. Uno de los aspectos más interesantes y que mejor caracteriza a la conformación del movimiento obrero navarro durante aquellos años tal vez sea que, de entrada, no se cimentó notablemente a partir de los partidos obreros, socialistas y comunistas, ya existentes. Por eso se puede decir que era una nueva clase obrera en todos los sentidos: joven e inexperta, producto de una industrialización intensa y rápida,
94 Un análisis más detallado sobre los cambios sociopolíticos más importantes experimentados por Pamplona durante este periodo en Fernando Mendiola, “Entre los viejos y los nuevos moldes: cambio social y político en Pamplona y su comarca (1951-1981)”, Boletín Gerónimo de Uztariz, nº 17-18, 2002. Págs. 211-250.
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solidaria, cada vez más radicalizada, con un grado de organización pequeño pero dinamizada por vanguardias muy militantes y que conforme adquiría experiencias cruentas en los conflictos sociolaborales, iba politizando sus reivindicaciones cada vez más95. Las huelgas de Frenos Iruña en 1966, Imenasa en 1968 y 1969 , Superser también en el 69, La huelga general a raíz del conflicto de Motor Iberica 1973 y los conflictos en las minas de Potasas en 1973 y 74 así lo demostraron96. El joven movimiento obrero navarro había comenzado a desarrollarse de manera incipiente hacia mediados de la década de los 50 a través de militantes pertenecientes a organizaciones obreras cristianas como la HOAC, la JOC o las Vanguardias Obreras. La formación de militantes muy comprometidos, la difusión de una nueva cultura obrera, la estrategia de penetrar y actuar desde el sindicato vertical y la construcción de un circuito de relaciones entre militantes que se extendía desde las fábricas hasta los barrios, hizo que para la segunda mitad de los años 60, aquel movimiento estuviera lo suficientemente maduro como para organizarse en las CCOO, movimiento que ya funcionaba en otros lugares del estado y que en Navarra surgió al coordinar las comisiones que militantes obreros habían creado en fábricas. De este modo, las Comisiones iban a suponer la organización unitaria de las minorías militantes y los trabajadores ya movilizados en las empresas97. A partir de entonces, la organización, se convirtió en el vehículo a través del cual articular las distintas tendencias que comenzaban a emerger dentro del movimiento obrero y aunar así, las luchas y la acción colectiva. Estas tendencias se caracterizaron principalmente por su orientación ideológica de signo
95 MAJUELO GIL, E.: “Movimientos sociales y protesta social en Navarra durante el siglo XX” en VVAA.: En torno a la Navarra del siglo XX: veintiuna reflexiones acerca de sociedad, economía e historia. Universidad Pública de Navarra, Pamplona, 2002, pág. 311. 96 Más sobre el movimiento obrero navarro y la conflictividad laboral durante los años 60 y 70 en IRIARTE ARESO, J.V.: Movimiento obrero en Navarra.... 97 MAJUELO GIL, E.: “Movimientos sociales y protesta social en Navarra”..., págs. 309 y 310.
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izquierdista, lo que hizo que dentro de las Comisiones Obreras en Navarra y dentro del movimiento obrero navarro en general, predominaran los partidos políticos a la izquierda del PCE: ORT, PTE, MCE o LCR-ETA (VI). Durante los años finales de la dictadura y durante la transición fue esta clase obrera la que principalmente, aunque no exclusivamente, hizo del escenario urbano un espacio desde el cual movilizarse, reivindicar y construir nuevas alternativas sociales, económicas y políticas. Así, el propio carácter de la conflictividad social también había cambiado para dar paso a una conflictividad laboral, ahora industrial, y vinculada a un capitalismo afianzado en el marco de la dictadura. Es más, durante los últimos años del franquismo, a partir sobre todo de 1973, y durante la transición, esta conflictividad social fue adquiriendo, cada vez más, un marcado carácter político. Podríamos decir que Pamplona vive en estos momentos un proceso en el que la clase dominante pierde la iniciativa de la innovación social; la búsqueda de una nueva organización de la sociedad está en manos [...] de la clase obrera. Es la única portadora en estos momentos de alternativa navarra98. El movimiento obrero es, tal vez, debido a su dinamismo y movilización, uno de los indicadores más claros de las transformaciones surgidas durante la etapa desarrollista. Pero si bien es cierto que, a partir de inicios de los 70, la movilización obrera llevó a reconstruir, tras la muerte del dictador, un sistema de partidos nuevo, plural y radical para la “antaño conservadora Navarra”99, no debemos dejar de matizar que el movimiento obrero no hizo sino catalizar o encabezar un fenómeno que era mucho más amplio: el despertar socio-político de Navarra en general,
98 GAVIRIA, M.: “Presente y futuro de los recursos naturales navarros...” pág. 32. 99 CHUECA INTXUSTA, J.: “Puntos y contrapuntos...”, en VVAA.: En torno a la Navarra del siglo XX: veintiuna reflexiones acerca de sociedad, economía e historia. Universidad Pública de Navarra, Pamplona, 2002. Pág. 370.
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y Pamplona en particular. En 1976 era ya posible ver indudables signos de una Navarra nueva, vanguardista. Con la crisis de las economías capitalistas en los años 70 e iniciado el proceso de transición política, la movilización social vivió su época de mayor esplendor en Pamplona: movimientos sindicales, AAVV en barrios y pueblos, iniciativas culturales diversas... y es que durante aquellos años, las formas de movilización y participación social se multiplicaron y fundieron en la contestación a un declinante régimen dictatorial. Así que, en última instancia, la conflictividad, la movilización y la oposición trascendieron del campo laboral para politizarse y enlazarse con otras reivindicaciones como las ciudadanas, feministas, ecologistas o estudiantiles. En todos estos movimientos sociales y populares podía advertirse una creciente radicalización que en cierto modo tenía que ver con el auge de las corrientes de extrema izquierda que despuntaban en el movimiento obrero, pero también con la irrupción de un nuevo movimiento vasco de masas que había ido extendiéndose a buena parte de las organizaciones de oposición. Este nuevo movimiento vasco de masas se articuló en torno a una nueva concepción de la ideología nacionalista, la que aunaba la lucha de clases con la lucha por la liberación nacional, cuya expresión política no tardó en aparecer en forma de diversos partidos de la izquierda nacionalista. En cualquier caso, esta corriente vasquista, cuando no nacionalista, apareció íntimamente vinculada a un renacer de la cultura vasca que venía gestándose desde finales de los 60 y principios de los 70 y se difundió a medida que se recrudecía la represión del régimen sobre cualquier expresión nacional o nacionalista en Euskal Herria, incorporando así la lucha por la liberación nacional a la lucha contra el propio régimen. Entretanto, también en Navarra, la mayoría de los partidos políticos de la oposición y organizaciones, sobre todo de la extrema izquierda, ya habían hecho suyas las reivindicaciones en favor de la amnistía política, la lucha antirrepresiva y la exigencia de libertades nacionales, expresadas en las peticiones de autonomía y autodeterminación. De este modo, libertad, amnistía y autonomía y autodeterminación serán los ejes centrales de muchas de las movilizaciones sociales de aquellos años.
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Abordar el problema nacional se había convertido en un asunto indispensable a la hora de afrontar la transición para la mayor parte de las organizaciones de la oposición navarra. Ejemplo de ello fue que entre 1974 y 1976 nacionalismo vasco, vasquismo y democratización política se mezclaron de una manera u otra en los programas políticos de muchas organizaciones que iban desde EKA hasta el KAS100. Esta reafirmación del nacionalismo vasco en la provincia tras la muerte del dictador abrió un profundo debate en torno a la relación de Navarra con el resto de provincias vascongadas, a la autonomía y a la democratización de las instituciones forales, pero sobre todo en torno a la identidad de Navarra. Al abrirse la etapa preautonómica y tras rehusar los parlamentarios navarros de UCD formar parte de la comisión de parlamentarios vascos, quedó claro que en el contencioso NavarraEuskadi se iban a enfrentar tanto diferentes concepciones sobre Navarra como diferentes intereses políticos. Esto no hizo sino añadir un componente más al ambiente tenso y complejo que se apoderó de Navarra durante la transición: Navarra fue, durante los últimos años del franquismo y tras la muerte del dictador una de las provincias más conflictivas de todo el Estado: a los conflictos sociolaborales cada vez más politizados y radicalizados, hay que añadirles una movilización social dinámica y continuada que propugnaba una salida rupturista al régimen al iniciarse el proceso de transición. Los resultados electorales de junio del 1977, por contra, dieron la victoria a la opción reformista de la UCD. Una parte de la sociedad navarra, desmovilizada y conservadora, en algunos casos, y recelosa de la “ruptura”, en otros, pero sobre todo, la división de las fuerzas con la que concurrió a las elecciones la izquierda en Navarra101 son factores que explican que la movilización social desatada tras la muerte de Franco, aquella Navarra vanguardista, no hubiera logrado trasladar su dinamismo al escenario político.
100 MAJUELO GIL, E.: “Movimientos sociales y protesta social en Navarra”..., pág. 315. 101 Esta “sopa de letras”, la división de las fuerzas de la izquierda con la consiguiente dispersión del voto fue, entre otras cosas lo que permitió a la UCD conseguir el mayor número de representantes cuando sólo había obtenido el 29 % de los votos.
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Tras la muerte del dictador y hasta la aprobación del texto constitucional en diciembre de 1978, la conflictividad social alcanzó cotas inimaginables. La lentitud con que se desarrollaban los acontecimientos políticos en comparación con las reivindicaciones de la calle, hicieron que la movilización social se radicalizara al tiempo que la represión se recrudecía en un intento, por parte de estado, de mantener el proceso político bajo control. Los asesinatos de Montejurra en 1976, los disturbios en la semana pro-amnistía de 1977, los sucesos de Sanfermines de 1978, los conflictos laborales, la actividad armada de ETA, las detenciones y la represión... son hechos que pusieron a Navarra en el ojo del huracán del proceso de transición. Por lo tanto, tras la etapa de mayor crecimiento económico, se había desatado la etapa de mayor conflictividad y protesta social ¿Como era posible que después de que la renta per capita hubiera mejorado tanto, de que hubiera más cosas, de que se trabajara más pero se vivera mejor, hubiera grupos sociales descontentos? Mario Gaviria respondía a esa pregunta desde la óptica de la sociedad navarra de 1976: [...] el rechazo de modelo de sociedad actual navarra no sólo se da en la clase obrera o de parte de ésta, sino en grupos sociales diversos. Hecho nuevo en la historia navarra. Profesionales, estudiantes, hijos de la burguesía, mujeres, barrios, amantes del medio ambiente, curas... El desarrollo capitalista no ha incidido ni en el incremento de la libertad ni de la democracia, ni ha incidido en el reparto más homogéneo de los bienes. En ese caso, para mucha gente pierde su fascinación ya que no puede en sí mismo dejar paso a una sociedad superior102.
La verdad es que la crisis económica había puesto de manifiesto los costes sociales de un desarrollismo acelerado que, en estos momentos de crisis, afloraban para poner en evidencia los límites y desequilibrios del crecimiento económico capitalista precedente, entre los que se encontraban los límites
102 GAVIRIA, M.: “Presente y futro de los recursos naturales navarros…”, pág. 31.
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de un desarrollo urbano que, ahora, no hacía sino evidenciar una preocupante fractura social en la aglomeración urbana103. La firma de los pactos de la Moncloa, el referéndum constitucional y el triunfo de la vía “navarra” para la democratización de las instituciones forales, fueron cerrando la etapa de la transición política. La división del movimiento sindical navarro en corrientes unionista y no unionista, la aprobación de una constitución que en muchos aspectos, se alejó de lo reivindicado por los movimientos sociales, y el “punto y final” del contencioso Navarra –Euskadi con la promulgación del Amejoramiento del Fuero en 1982, mostraron a la Navarra vanguardista que sus ilusiones y esperanzas por alcanzar la sociedad ansiada se habían ido diluyendo en el transcurso del proceso político. A partir de la segunda mitad de la década de los 80 y habiendo empezado a superar la crisis económica, comienza una nueva etapa en el desarrollo de la ciudad. Potasas, símbolo de la industrialización en Navarra y de las luchas obreras de los años 70, cierra en 1985, casi al mismo tiempo que otras de las empresas protagonistas del proceso industrializador pasan a manos de multinacionales: Volkswagen compra Seat en 1986, Bosch-Siemens adquiere la antigua Super-Ser en 1989, Liebher se hace con Imenasa en 1990... También, tras las crisis, Pamplona va a reforzarse como centro de atracción poblacional, pero en este momento más vinculado al sector servicios: el crecimiento de la administración a consecuencia de la consolidación del nuevo régimen foral o las universidades (ahora dos gracias a la creación de la Universidad Pública), van a consolidar la Pamplona urbana de los años 70, aunque basada en un modelo de crecimiento y desarrollo urbano, de ciudad, diferente al experimentado durante la etapa anterior.
103 OLIVA, J. e ISO, A.: “Las ciudades de Pamplona-Iruñea...” pág. 51.
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Nadie va a detener el progreso de esta tierra, el TAV será una revolución. Las capitales vascas son tres ciudades únicas que se acercarán tanto como una única ciudad. José Blanco, ministro de fomento (2010)1
1. LA CIUDAD CONTEMPORÁNEA Las reflexiones y abordajes críticos al fenómeno de la ciudad contemporánea han sido un tema recurrente en los últimos años desde el campo de la sociología, la antropología y la filosofía, haciendo especial hincapié, por lo general, en los efectos que los cambios económicos del capitalismo de la información han tenido sobre la vida urbana en las ciudades globales o megalópolis. Con diferentes nombres se ha intentado encerrar en el siempre tranquilizador lenguaje teórico lo que no es sino una amalgama confusa de acciones políticas, configuraciones espaciales espectaculares, profundos cambios en la percepción y en la vivencia del espacio urbano y, sobre todo, el lento pero seguro surgimiento de un tipo de vida urbana que en nada se parece al propio de la ciudad
1 El Correo Español, 16/01/2010.
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moderna-industrial, si bien ésta continúa existiendo en el paisaje urbano como ruina y a través del recuerdo de la generación que contribuyó a su construcción. Estos análisis y discursos sobre el fenómeno urbano contemporáneo han centrado su atención de un modo preferente, como decimos, en las transformaciones acaecidas en las grandes regiones metropolitanas del mundo, tanto las de los países ricos como las de los países pobres o en vías de desarrollo. La importancia y magnitud de los cambios en los modos de vida urbanos en las grandes urbes ha permitido hablar del surgimiento de una nueva configuración espacial de la ciudad que ha superado la fase industrial de ésta para alumbrar nuevos modos de vida social, económica y política. Por otra parte, arquitectos y urbanistas han saludado a la nueva ciudad de los servicios y de la cultura y han contribuido decisivamente a la estetización de sus centros urbanos por medio de proyectos de intervención absolutamente desinhibidos y de una arquitectura monumental vinculada con el poder económico que la ha hecho posible. Por otro lado, el crecimiento de la población urbana del planeta, que en 2008 superó por primera vez en la historia a la rural, ha configurado una geografía mundial de ciudades en las que las diferencias de renta y de riqueza han encontrado nuevas formas de expresión espacial y de pobreza urbana, no sólo en los países pobres, sino también en las megalópolis globales como Los Ángeles o Nueva York. Una realidad urbana sumamente compleja y difícil de encerrar en las categorías de la sociología urbana tradicional ha hecho su aparición, como decimos, en las últimas décadas. A la hora de plantear un discurso sobre las ciudades vascas y, especialmente, sobre su proceso de transformación en las últimas tres décadas, será necesario tener en cuenta el lugar de las mismas en esta compleja y global realidad, así como los discursos elaborados desde el marketing urbano que han tendido a asimilar estos cambios ignorando casi por completo la historia reciente, así como la importancia de factores sociales, demográficos y políticos que son absolutamente privativos de la realidad urbana vasca. En este sentido, proponemos entender las intervenciones urbanísticas y arquitectónicas en el espacio de las ciudades vascas como un intento de ajustar ese espacio a las demandas del capitalismo internacionalizado y a su economía de la información con el objetivo de poner en venta el cuerpo urbano en
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su totalidad. Muchos de los argumentos políticos utilizados en la defensa de esta estrategia han querido resaltar, sobre todo lo demás, las similitudes de la historia urbana vasca con una historia urbana “general”, ignorando por completo las condiciones materiales de la producción del espacio. El proyecto “Euskal Hiria” es el punto culminante de estas estrategias urbanísticas cuyos hitos arquitectónicos más visibles se encuentran en las capitales vascas, especialmente en Bilbao. Aunque con anterioridad ya hemos abordado la historia reciente de las ciudades en Euskadi –véase el capítulo 2–, hay que destacar que, si por algo se ha caracterizado ésta, ha sido por la completa ausencia de una concepción urbanística y de una planificación ordenada. Desde el desarrollismo franquista hasta el postmoderno, el urbanismo como proyecto integrador y equilibrado ha sido abandonado casi completamente en manos de especuladores del suelo y de empresas de construcción con las consecuencias conocidas por todos: edificación indiscriminada de viviendas, superinflación de los precios, desarrollos incontrolados en las periferias, precarización del empleo, terciarización de la ciudad y corrupción política. Los intentos del Gobierno Vasco por paliar esta situación sólo han contribuido al aumento del número de viviendas. Desgraciadamente, las consecuencias de esta generalización de la ideología del beneficio rápido y para todos, son conocidas de sobra desde el inicio de la crisis económica y del “desinfle” de la eufemísticamente llamada “burbuja inmobiliaria”. Aunque desde el punto de vista económico, al parecer, se puede afirmar el final de un modelo, desde el punto de vista de los modos de vida en el espacio urbano contemporáneo estamos en el comienzo de nuevas formas de socialización y de alienación de (y en) este espacio, lo que equivale a decir nuevas formas de control del espacio y de dominación política. Sirvan como ejemplo de estas formas de control los mecanismos transnacionales de “seguridad” adoptados contra las personas migrantes y los dispositivos de movilización de los consumidores cada vez más presentes en las ciudades: centros comerciales, ocio mercantilizado, apología del deporte y del ejercicio histérico, etc. Sin embargo, desde hace algunos años el diseño de ciudades y la planificación urbana a escala regional han llegado también a Euskadi de la mano de esta obsesión
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por construir masivamente. Las arquitecturas monumentales y los diseños urbanos han pasado a ocupar la agenda política, habitualmente enfrascada en las luchas partidistas. Los políticos descubren conceptos como Marketing, Urban Design, ciudad de servicios culturales, planificación regional y un largo etcétera. Todos ellos son usados hábilmente a partir de vagas referencias a la teoría urbana con el objetivo de ofrecer un discurso legitimador sobre la ciudad, un discurso que tiene en la idea de progreso su arcaico fundamento. La planificación y el diseño urbanos se convierten de este modo en un ámbito de acción política preferente en el que convergen los intereses económicos de las empresas con los siempre inquietantes intereses de los arquitectos-demiurgos y de sus valedores políticos.
2. EL ESPACIO URBANO: VISIÓN CRÍTICA
Herederos como somos de una tradición de pensamiento idealista y profundamente antimaterialista, es evidente que el abordaje teórico de la cuestión urbana desde premisas diferentes a ésta debe comenzar reflexionando sobre el espacio, ya que desde nuestra posición histórica y autoconsciente el espacio ha pasado a ocupar uno de los filones críticos más interesantes para reflexionar sobre los cambios urbanos y las transformaciones sociales. La concepción político-institucional del espacio urbano es heredera de la concepción idealista que lo concibe solo en su dimensión métrica, la cual constituye el fundamento del diseño in vitro de las ciudades y de las regiones urbanas. Por otra parte, esta concepción del espacio urbano como un vacío (o, a modo de variantes, lo vaciado o lo vaciable) es compartida por la mayor parte de los proyectos de construcción de viviendas, edificios emblemáticos, plazas, infraestructuras de transporte, etc. Es decir, política y capital no coinciden sólo por interés estratégico, sino, fundamentalmente, porque comparten una concepción de la ciudad en la que la vida urbana es ignorada en sus concreciones materiales, tal y como muestran las maquetas con que se presentan los proyectos de “renovación” urbana: en estas
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construcciones en miniatura aparece la ciudad soñada por la política de la dominación, una ciudad en la que todo (y todos) responden con disciplina a la vida que para ellos ha sido diseñada desde un lugar (la perspectiva del mirar es aquí fundamental) que sólo puede corresponder a un demiurgo de lo social. Ciudad siempre blanca, higiénica y aséptica, en la que los edificios representan una magnitud superior a la de las personas que, cuando aparecen, siempre lo hacen en amable e inofensivo paseo. Podríamos decir, sin temor a exagerar, que la ciudad contemporánea es eso y nada más en las cabezas de quienes las sueñan y las construyen. Las consecuencias sociales de la puesta en práctica de este sueño urbano de las élites se han dejado sentir desde hace décadas en todo el mundo. Aunque las diferencias nacionales y locales han hecho que el modelo tenga sus particularidades, ritmos y desarrollos específicos, resulta posible definir un modelo general que permita comprender los procesos de exclusión social, destrucción de la ciudad histórica, generación de iconos urbanos y constitución de un espacio sometido a la vigilancia y el control. Giandomenico Amendola definió muy acertadamente este modelo con el nombre de ciudad postmoderna2. El fundamento económico del mismo es la mercantilización del espacio urbano y la búsqueda de beneficios gracias a la puesta en venta de la ciudad como imagen-marca. Para que esta transformación pudiera iniciarse era necesario que previamente la ruina, el deterioro y la crisis económica hubieran afectado de un modo definitivo a la ciudad, tanto en su aspecto físico como por lo que respecta al siempre inexplorado campo de la emoción y el sentimiento de sus ciudadanos. Sin un sentimiento de derrota y una invencible apatía política nunca hubiese sido posible desplazar poblaciones, destruir los edificios vinculados al pasado más reciente y hacer que nuevos relatos urbanos fueran creídos, aceptados y repetidos por todos de manera entusiasta3.
2 AMENDOLA, G., La ciudad Postmoderna, Celeste, Madrid, 2000. 3 Para lo cual se hace imprescindible la constante organización de eventos urbanos, cada vez más espectaculares y novedosos.
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La huida del centro urbano que, como consecuencia del propio desarrollo de la ciudad industrial, se había convertido en lugar de residencia para las clases trabajadoras (cuya desesperada condición denunciara Engels anticipando las reflexiones del urbanismo de izquierdas) hizo que la expansión hacia las periferias (el fenómeno de la suburbanización) de las clases medias se convirtiera en el leit motiv para un pensamiento profundamente negativo en torno a la ciudad. El miedo urbano hace su aparición como una mezcla de mitos, realidades y sospechas sobre los peligros que encerraba el centro urbano y, sobre todo, sus habitantes. La utopía de un espacio de seguridad se solapa con la necesidad de poner tierra de por medio, en forma de muros, consenso y zonificación residencial. Las islas urbanas, también llamadas Edge Cities, surgen como comunidades socialmente homogéneas cuyos servicios son asegurados por el capital en forma de centros comerciales, centros financieros, etc. Este modelo de ciudad cambia en torno a los años 80 debido a causas económicas y políticas derivadas de la expansión mundial de los mercados. La fase expansiva de la ciudad concluye y se inaugura otra de recuperación de los centros urbanos por parte de las clases medias por medio de toda una serie de políticas urbanísticas encaminadas a una “vuelta al centro” que tendrá en el diseño urbano y en la gentrificación la excusa para desplazar a las clases trabajadoras y/o marginales a los espacios residuales de las viviendas en bloques. Este proyecto de reencantamiento urbano nunca hubiera sido posible sin la consolidación de la economía simbólica y el capitalismo de la información que supusieron una mutación estructural y cultural de importantes consecuencias en el espacio urbano. Por un lado, el centro se recupera como espacio privilegiado en el que las empresas instalan sus centros de decisión y mando, al compás del desmantelamiento de viejas fábricas y demás infraestructuras de la ciudad industrial agónica. Por otro, la progresiva consolidación de un nuevo tipo de experiencia urbana nos acerca a una mitología sobre la ciudad en la que los medios de masas (el cine, la televisión, la red) han acercado la posibilidad de una conciliación del sueño y la realidad (o una confusión de ambos estados) que se plasman en la apología de la arquitectura del capricho en la que el capital hace posible que la vida urbana se establezca sobre un lecho de deseos (o de narcosis) narcisistas que sólo pueden ser puestos en práctica
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para la minoría habitante de los centros y que se convierten en espectáculo urbano a los ojos de todos cuantos pierden el derecho de uso de la ciudad central. En este sentido, el enorme poder e influencia de los arquitectos contemporáneos en el diseño de las ciudades debe ser visto como una muestra de una radical mutación de las categorías políticas y de la percepción del mundo en que vivimos. Ya no se trata en lo fundamental de construir edificios con una función determinada (la praxis de la arquitectura durante siglos) sino de proyectar en la ciudad las imágenes del mundo de los sueños como un anuncio de un porvenir lleno de buenos presagios e indiferencia ante la rudeza de lo real. La seducción de las formas contra la aspereza de un mundo que se rechaza. Quienes pueden permitírselo, lo pagan. La experiencia en la ciudad postmoderna es un habitar en lo incierto, en la falta de identidad, en el fragmento y en la velocidad. Ha sido el filósofo y urbanista Paul Virilio quien más acertadamente ha señalado las consecuencias de este modo de organización de la vida, así como sus peligros más inmediatos: la desaparición de la geografía y de la posibilidad de establecer un vínculo con la naturaleza (con la humana, propiamente). La permanente confusión entre el mundo de las imágenes y la realidad es la nota característica de muchas de las grandes aglomeraciones urbanas de nuestros tiempos. En sus espacios centrales es difícil distinguir el simulacro urbano de la ciudad misma, la imagen publicitaria lo invade todo, la experiencia del ciberespacio se hace cada vez más presente. Es imprescindible estar conectado permanentemente para habitar en el sueño de la indiferenciación digital. Sin embargo, este sueño es sólo una parte muy pequeña del mundo de las realidades contemporáneas contra el que se levanta: Pobreza, miseria, desaparición del estado de bienestar, exclusión, vigilancia, violencia institucional… Precisamente, la realidad.
3. LA CUESTIÓN URBANA VASCA
Volviendo al objeto de nuestro interés principal, las ciudades vascas, cabe preguntarse ahora en qué medida los procesos descritos más arriba se han hecho visibles en su
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espacio urbano y hasta qué punto la caracterización de la ciudad postmoderna se adecua a la realidad urbana vasca. En primer lugar, es evidente que para contestar esta pregunta hay que tomar en consideración las diferencias socio-históricas entre las diferentes ciudades, así como las diferencias culturales y de escala entre las mismas. Si bien el análisis propuesto pone en evidencia alguna de las características más destacables de la ciudad postmoderna, hay que tener en cuenta que este análisis ha sido propuesto pensando en las grandes metrópolis mundiales cuando no directamente en las norteamericanas. Las diferencias entre el desarrollo de las ciudades en Estados Unidos y en Europa son importantes aunque quepa encontrar paralelismos y tendencias convergentes. Si a esto sumamos la tardía incorporación de las ciudades vascas al escenario internacional como consecuencia de su historia política comprenderemos mejor las particularidades en que las tendencias urbanas mundiales se expresan en el territorio vasco. Veamos cuáles son algunas de éstas. Con el comienzo de la desindustrialización se pone en marcha un proceso de embellecimiento de los centros urbanos de la mano de un radical cambio en su espacio construido. La arquitectura industrial y los espacios caracterizados por la fuerte presencia de los edificios más representativos de la misma comienzan a desaparecer del centro urbano de la mano de los llamados programas de regeneración urbanística que, en pocos años, han transformado el paisaje urbano con el objetivo de convertirlo en un foco de atracción y en un escaparate de la “nueva ciudad” de servicios. Aunque podemos encontrar ejemplos de este proceso en las tres capitales vascas, es evidente que el caso de Bilbao es el más paradigmático, puesto que su transformación física ha sido mayor debida a que el espacio industrial que caracterizó su centro y su área metropolitana estaba más extendido. Este proceso de estetización del centro urbano ha sido dirigido en lo fundamental a la desaparición de los edificios industriales y a la construcción de una ciudad volcada hacia los servicios culturales y el turismo. Para lo cual se optó desde el principio por la arquitectura de firma que aseguraba un capital simbólica que sirviera de gancho a los inversores y que se convertiría en un icono para la imagen-marca de la ciudad. También en el caso de Donostia la arquitectura de firma ha intervenido activamente en el diseño de su imagen, aunque su caso como ciudad tradicionalmente turística es distinto al de Bilbao. Pero lo que resulta
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de interés a la hora de pensar en este proceso de embellecimiento arquitectónico de las ciudades y en su creciente iconización es el trasfondo económico de todo ello, así como el discurso justificativo utilizado por la clase política para su cerrada defensa. Aunque en otro lugar se ha comentado esto en profundidad4, volvamos brevemente al caso de la transformación de Bilbao y, en concreto, a su proyecto más emblemático, el museo Guggenheim. Las declaraciones políticas que antes de la inauguración en Bilbao de la franquicia Guggenheim se hicieron en torno a la necesidad de no perder el “tren del progreso” son la mejor muestra de la indisimulada/nada disimulada pretensión de hacer de la ciudad en su conjunto un centro atractivo para el capital, al precio que sea. Resulta curioso que el argumento del progreso sea recurrente cada vez que la clase política se ve obligada a defender proyectos que generan rechazo social. En Bilbao, los llamados proyectos urbanísticos han consistido, principalmente, en la edificación de artefactos arquitectónicos de firma, productos del capricho de los arquitectos de moda en el escaparate internacional. La mayoría de estos edificios se han destinado a funciones económicas terciarias. En torno a estos edificios, se ha optado claramente por la constitución de un espacio donde la mercancía (desde el propio edificio como objeto de contemplación económica) sea omnipresente y accesible a los bolsillos más pudientes. En lugar de entender la ciudad como el conjunto de sus habitantes y sus necesidades sociales, esta pragmática de lo espectacular ha hecho del diseño urbano la herramienta con la que el capital privado ha robado el suelo público a sus moradores, obviando cualquier consideración aparte de la meramente económica-espectacular. Esta estetización del centro de la ciudad es inseparable de su constitución como espacio de seguridad y de confort dirigido al consumo apacible y tranquilo de sus visitantes y residentes. La calle y sus usos tradicionales tienden a perder importancia frente al centro comercial, donde las condiciones para un transitar confortable y
4 LARREA, A. y GAMARRA, G., Bilbao y su doble. ¿Regeneración urbana o destrucción de la vida pública?, Martxoak 18 K.E., Bilbao, 2007.
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seguro son permanentemente aseguradas por el personal y la tecnología puestas a disposición de los usuarios. Esta necesidad apremiante de seguridad es un fenómeno relativamente nuevo activado por los discursos mediáticos sobre la inseguridad ciudadana, la inmigración y los actos llamados incívicos como como, por ejemplo, el botellón adolescente. Llama la atención que en los años de mayor conflictividad urbana objetiva, con muchos conflictos políticos y económicos presentes en los cascos históricos, no se sintiera esta necesidad de aislamiento espacial. Probablemente porque la vida política y sus consecuencias eran asumidas como algo inherente a la ciudad, una conciencia que dos décadas después ha desaparecido casi por completo en detrimento de una urgente pulsión por privatizar lo público. Alrededor de los nuevos y monumentales edificios que acogen actividades culturales se establece un cordón securitario que hace impensable que en estos espacios anodinos e inofensivos la vida urbana pueda expresarse más allá de los límites impuestos. Por otro lado, la invisibilidad de los excluidos y marginados de este sueño de belleza urbana es casi total. La consolidación en este nuevo centro de un espacio de seguridad y de control es la consecuencia directa de su característica principal, el hecho de haber desalojado permanentemente la vida urbana de su interior (o de conservarla sólo como simulacro); en otras palabras, de haberse convertido en un interior en sí mismo donde todo cuanto ocurre refleja el sueño con que fue concebido: el pasear anodino e inofensivo de quienes habitan estas maquetas es cuanta acción se espera de un lugar en el que el conflicto, la vida agitada e inquietante de la calle han sido proscritos5. Por un lado, por la propia existencia de una vigilancia y de un control policial de estos espacios para la gente de bien que atraída por la imagen de ciudad “moderna” la visita y la consume; por otro, por la interiorización que los habitantes de la misma hacen con respecto a las normas de comportamiento para acercarse a contemplar las maravillas del lujo y de la vida que tienden a desear para sí en un futuro mejor.
5 La prohibición por medio de ordenanzas municipales de uso del espacio público de todas aquellas actividades, cada vez más, que son consideradas inadecuadas o peligrosas, desde beber en público hasta mantener relaciones sexuales, pasando por la venta ambulante o las manifestaciones o reuniones no autorizadas.
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Desde el punto de vista histórico, este fenómeno de embellecimiento de los centros urbanos fue contemporáneo del retorno de los habitantes de clase media que habían dejado de vivir en los centros degradados de las ciudades y se habían refugiado en los suburbios. La suburbanización tiene en la ciudad norteamericana su modelo de referencia más destacado y, en ningún caso, podemos comparar la magnitud y extensión de la misma con las características en que el mismo se ha producido recientemente en Euskadi. Pero sí en lo que se refiere a la progresiva extensión de la mancha urbana de cada una de las capitales y en la ampliación de su área de influencia gracias a la tendencia al alejamiento residencial de sus habitantes con respecto al centro de la ciudad. La primera suburbanización es producto directo de la historia industrial de las ciudades vascas y del crecimiento caótico y paupérrimo del número de viviendas, especialmente en los alrededores de Bilbao a partir de los años 50 del siglo pasado y en las localidades industriales guipuzcoanas. La construcción de barrios periféricos formados por bloques de viviendas es una de las señas de identidad del periodo desarrollista. En este sentido, se superponen dos modelos: el lineal (Bilbao y Donostia) y el radial (Gasteiz). Si la burguesía vasca pudo escapar de los contaminados entornos de la ciudad fabril a sus lujosas villas o chalets en las localidades costeras, la clase obrera tuvo que conformarse con pequeños pisos en los barrios de nueva creación, generalmente mal comunicados con el centro de la ciudad. Las diferencias de clase se espacializan y dan lugar a un espacio físico claramente zonificado que todavía es visible en muchas ciudades vascas. El modelo de construcción en bloques de viviendas ha sido el protagonista también del segundo ciclo de la suburbanización en Euskadi, si bien el aumento general de las rentas ha hecho que las viviendas unifamiliares se hayan extendido bastante por la geografía vasca. El progresivo alejamiento residencial del centro de la ciudad central ha estado acompañado por la construcción de infraestructuras viarias y por el gran crecimiento de la motorización, especialmente en lo que respecta al vehículo privado. Las políticas públicas de protección social en material de vivienda han acompañado a la actuación del sector inmobiliario y de la construcción durante las décadas de los 80 y los 90, en
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las que se ha construido mucho más de lo necesario. El progresivo encarecimiento de la vivienda, así como otros factores relacionados con la accesibilidad, ha traído como consecuencia el crecimiento de la mancha urbana y la fuerte dependencia del transporte. La planificación territorial del Gobierno Vasco ha apoyado este modelo de esponjamiento urbano y ha especificado los núcleos poblacionales en los que debía construirse preferentemente. Las consecuencias económicas de la especulación y de la “burbuja” inmobiliaria han puesto en evidencia la insostenibilidad de este modelo de urbanización del territorio, pese a lo que nada parece indicar que vaya a producirse un cambio de dirección en las políticas públicas urbanas. Como acabamos de decir, la apuesta por el uso del vehículo privado y por el aumento de las distancias entre el centro de trabajo y la residencia ha venido de la mano del crecimiento urbano en los últimos años. Siguiendo y adoptando en cierta medida el modelo de la ciudad norteamericana, las funciones urbanas primarias se localizan alejadas del centro, relegado cada vez más a la función de sede económica y simbólica. La mercantilización del ocio y la aparición de centros comerciales en las periferias urbanas son un factor más de dependencia del coche. Las nuevas espacialidades generadas por las arquitecturas del entretenimiento y del consumo son también una muestra evidente de los cambios en el modo de vida urbano en las ciudades vascas. El vínculo social tradicionalmente expresado y reforzado en la vida callejera parece debilitarse debido a la dificultad de encontrarse en los espacios de la nueva arquitectura, diseñada para el encapsulamiento privado de sus moradores y usuarios. La aparición de nuevos habitantes en las ciudades vascas provenientes del exterior y el discurso sobre la inseguridad hacen mella en una ciudadanía que tiene cada vez más fácil (si puede permitírselo) alejarse de los lugares públicos y refugiarse en los privados. Para empezar, en el propio coche, auténtico refugio del ciudadano actual que encuentra en este desplazamiento entre interiores de distinto tipo (vivienda, coche, centro comercial, etc.) el modo natural de transportarse o de ser transportado. Sin embargo, el modelo y la realidad no encajan con tanta facilidad. Si bien es cierto que las tendencias de las que hablamos al respecto de las ciudades vascas
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se han venido expresando con claridad en el espacio urbano y en la transformación de los modos de vida, la singularidad cultural del modo de vida urbano sigue manifestándose en las calles de ciudades y pueblos y oponiendo resistencias conscientes e inconscientes al cambio planificado. Se trata de la tensión permanente entre la cultura urbana y la cultura urbanística, es decir, entre la ciudad practicada y la ciudad concebida. El antropólogo Manuel Delgado ha caracterizado esta tensión de un modo brillante: El espacio urbano no es el resultado de una determinada morfología predispuesta por el proyecto urbanístico, sino de una dialéctica ininterrumpidamente renovada y autoadministrada de miradas y exposiciones. Ignorándolo casi siempre, los urbanistas trabajan a partir de la pretensión de que pueden determinar el sentido de la ciudad a través de dispositivos que dotan de coherencia conjuntos espaciales altamente complejos. La empresa que asume el proyectista es la de trabajar a partir de un espacio esencialmente representado, o más bien, concebido, que se opone a las otras formas de espacialidad que caracterizan la labor de la sociedad urbana sobre sí misma: espacio percibido, practicado, vivido, usado, ensoñado… Su pretensión: mutar lo oscuro por algo más claro6.
Por tanto, al hablar de la cuestión urbana vasca se hace necesario, por un lado, pensar la ciudad como el lugar de lo social donde las contradicciones políticas se encuentran expresadas y son vividas de formas múltiples, siempre difíciles de expresar en términos discursivos. Y, por otro, evitar la tendencia a la simplificación de esta vivencia urbana que se ha producido en los últimos años, porque la búsqueda de claridad conceptual puede ser el comienzo de la imposición de las ideas sobre lo real. En el discurso planificador producido en Euskadi, esta imposición se encuentra magníficamente representada en el término “Euskal Hiria”.
6 DELGADO, M., Sociedades movedizas. Pasos hacia una antropología de las calles, Anagrama, Barcelona, 2007. Pp. 13-14.
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Maiz galdetu didate zer esan nahi dudan zehazki Euskal Herriarentzat, eta Euskal kulturarentzat, modernitatea eskatzean. Nire ustez, nahitaezkoa zaigu eredu erromantikoari uko egitea anakronismoan edo bazterketan ez erortzearren, hots, lehen mailako balio kulturalak geureganatzeko, eta helburu horrek, practikan, Euskal gizartearentzat – sektore, talde, pertsona desberdinez osatutako gizartearentzat, alegia – leku berri bat eskatzen du. Leku berri hori nik Euskal Hiria deitzen diot, hiria izan baita historian barrena jende desberdina elkarrekin bizi ahal izateko asmatu eta eraikitako gunea. Bernardo Atxaga (2005)1.
As both as a complement and an extensión of the Regional Planning Strategy, The Basque Country has developed the concept of “Euskal Hiria”, The Basque Global City, which defines a Project for the future based on the competitive advantages of the Basque territory. This concept is bases on a series of regional objectives, which are currently shared by most
1 ATXAGA, Bernardo, Lekuak, Iruñea, 2005, p. 54.
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European countries, namely: polycentrism, identity and complementarity amongthe different settlements that make up the city-region2. Gobierno Vasco (2002)3.
1. INTRODUCCIÓN Desde que el escritor vasco Bernardo Atxaga propusiera hace unos años la denominación Euskal Hiria para referirse al territorio humano y geográfico llamado Euskal Herria con la intención de pensar la convivencia en un país cada vez más urbano y plural, muchos han sido quienes, desde diferentes ámbitos, han hecho uso del nombre para referirse a realidades y fenómenos bien diferentes. Entre estos, son más los que han deformado el sentido original del mismo para ponerlo al servicio de intereses económicos y políticos de muy diversa índole. En síntesis, cabe hablar de dos concepciones antagónicas dentro de las que es posible clasificar casi todos estos usos: por un lado, la de quienes desde el ámbito institucional vasco, el académico y las corporaciones empresariales han convertido el término “Euskal Hiria” en sinónimo de Ciudad o Región Urbana Vasca4, eslogan que ha servido y sirve para la promoción, venta y fundamentación desde un punto de vista político de las actuaciones y los proyectos urbanísticos que se han llevado a cabo a lo largo y ancho del territorio de la CAPV. También, en menor medida, ha desempeñado el papel de coartada ideológica con la que responder a las críticas que se han
2 Citamos el resumen en inglés que puede encontarse en la página web de la Bienal de Ciudades y Planificadores Urbanos, celebrada en Barcelona en 2003. 3 Gobierno Vasco, Euskal Hiria. Proyecto Cities, Vitoria, 2002. 4 Sirva como ejemplo de esto las jornadas profesionales que con el nombre “Euskal Hiria Kongresua” vienen ocupándose de temas relacionados con el planeamiento urbano regional.
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hecho a alguna de las intervenciones más agresivas sobre el territorio, entre las que podemos citar el Tren de Alta Velocidad5. Por otro lado, la de quienes desde el movimiento ecologista, vecinal y asociativo se han mostrado radicalmente en contra de esta manera de entender el urbanismo y el desarrollo de las ciudades, que es criticado y rechazado, entre otras cosas, porque implica la destrucción del territorio y, además, por constituir una clara apuesta por un sistema económico y de convivencia insostenible e injusto. ¿De dónde proviene tanta divergencia a propósito de un nombre? ¿Se trata, por tanto, sólo de un nombre? Si así fuera, entonces lo más sensato sería dirigirse a las fuentes, preguntar a quien lo propuso acerca del significado o significados del término, no vaya a ocurrir que, como en muchas otras ocasiones, la discusión se base en un malentendido de partida, en una incomprensión o confusión que ha viciado el debate desde el principio y ha abierto la posibilidad a una pluralidad de sentidos y usos antagónicos. Dirijámonos, por tanto, a la fuente.
2. LA IDEA
En una conferencia pronunciada durante la apertura de los cursos de verano de la Universidad del País Vasco en junio de 2007 y titulado “Otra mirada”6 se ocupa Atxaga del papel de la mirada poética hacia lo vasco, mirada que, en el pasado reciente, identificó, para bien o para mal, lo vasco con lo campesino. Esa mirada ha tenido a lo largo de la historia dos signos. El negativo, el que vincula el mundo
5 Esta coartada utiliza muy hábilmente la clásica idea de progreso, puesto que lo vincula a la necesidad de apostar por una región urbana vasca basada en la extensión de la mancha urbana y en la conectividad eficiente y rápida entre ciudades. Sólo así se hará realidad la promesa de un futuro progreso económico. 6 El texto completo se puede leer en www.atxaga.org/testuak-textos/otra-mirada
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campesino con la ignorancia y la brutalidad de una vida demasiado apegada a la naturaleza y a sus mitos, una vida que se opone esencialmente a la vida urbana, cosmopolita y culta. Como contrapunto, el signo positivo pone en relación la vida rural con la pureza no contaminada por la civilización urbana y la viste con el ropaje místico del alma vasca primitiva y pura. Ahora bien, se trata de miradas poéticas porque “(…) esta concepción que en el ámbito de lo artístico es indiscutible resulta en otros, y concretamente en el de la política – cuando se amplía el campo y ya no estamos pensando en personas o en esculturas, sino en sociedades enteras– todo lo contrario. No sólo discutible, sino inaceptable”7. Prosigue Atxaga situando la cuestión en el marco de la política y considera que la esencia o identidad vasca ha sido utilizada como argumento de fundamentación y legitimación de los derechos políticos del pueblo vasco, uso que él considera inaceptable y completamente ajeno a la realidad vasca contemporánea (fundamen talmente urbana) en la que no tiene sentido plantear estrategias de este tipo. Habida cuenta de lo cual propone inventar una nueva mirada utópica cuyo nombre, Euskal Hiria, pone en evidencia la raigambre urbana de la misma. Las virtudes de la ciudad8 como bálsamo frente a los vicios del esencialismo de raíz rural, si se me permite. Como es fácil deducir, esta aproximación al conflicto político actual que realiza el escritor vasco se enmarca dentro de un debate bastante antiguo entre la concepción romántica e ilustrada de la identidad. Por tanto, cabe concluir que a lo que Atxaga se refiere con la idea de la “Euskal Hiria” es a un lugar imaginado que podría construirse para acoger las diferencias sociales y culturales y resolver de una vez por todas el enfrentamiento político basado en el antagonismo entre “lo vasco” y “lo español”, puesto que no es admisible una política fundada en la esencia de los sujetos políticos comunitarios. Tal lugar serviría, además
7 Op.Cit., pag. 7 8 Concretamente las virtudes del modelo de la polis de Atenas.
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para resolver las insuficiencias de la organización institucional actual9. De lo que se trataría, entonces, es de imaginar un espacio de convivencia que tiene en la vida urbana su característica primordial. Si la ciudad y lo urbano extendieran su radio de acción e influencia a todos los lugares que componen el territorio humano y geográfico vasco, entiende Atxaga, cuestiones como la de la definición del pueblo vasco como sujeto de soberanía política o la de la territorialidad quedarían abandonadas más tarde o más temprano. Euskal Hiria es ese espacio devenido completamente ciudad, entendido el mismo en su sentido político-antropológico más que en su sentido físico. En otros trabajos anteriores, especialmente en su libro Lekuak, Atxaga había ahondado, entre otras cosas, en la cuestión de la relación entre la visión esencialista de lo vasco y la realidad urbana y los valores intrínsecos de esta experiencia. En lo fundamental, como queda dicho, los valores que surgen de la vida en las ciudades y el modo de vida que en ellas se produce es visto como un antídoto con el que combatir el uso político de este esencialismo y sus consecuencias políticas. Es probable que la pluralidad de significados y sentidos que se le han dado y se le dan a la idea de “Euskal Hiria” tenga su origen en que el primero resulta demasiado abstracto, como reconoce el propio Atxaga. Una utopía apenas esbozada para dar respuesta a todos los problemas políticos a los que se enfrenta la sociedad vasca contemporánea, salvo de un modo general y ambiguo. Aunque no es este el lugar en el que nos ocupemos de la cuestión política de fondo que subyace a las reflexiones de Atxaga y a algunas de las que suscitó, no la dejaremos de lado en los análisis que siguen. Ello resultaría del todo contradictorio con la concepción de lo social, de lo político y de lo espacial que está en la base de esos análisis: el espacio urbano es una producción social y el lugar de expresión de la vida política de las comunidades y de los individuos que lo producen. Es de destacar que en pocas ocasiones se ha puesto en relación lo político y lo espacial a la hora de hablar del problema político vasco, algo que, de un modo más bien vago, sí plantea Atxaga.
9 Atxaga ha detallado más esta crítica y ha ofrecido una caracterización más detallada de lo que entiende que debería ser esa Ciudad Vasca en un texto titulado “Astoa eta Euskal Hiria” que se puede leer en su blog.
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Cuando se piensa en el espacio urbano tal y como creemos que hace Atxaga, es decir, cuando se imagina ese espacio como una categoría abstracta se cae en el error de pasar por alto la característica fundamental del mismo que no es otra que su materialidad. Imaginar o planificar desde una mirada situada por encima de ese espacio, tal y como hacen muchos urbanistas o quienes, desde la política, se ocupan del urbanismo, conduce a suponer que las ideas pueden convertirse en realidad en el espacio real de la ciudad, que las ideas pueden encarnarse en un espacio concebido en su cualidad exclusivamente geométrica. Aunque la intención de Atxaga, desde luego, no fue la de proponer ningún desarrollo urbanístico de esta índole es claro que comparte esta visión o mirada desde arriba al espacio geográfico y humano para el que imagina una configuración que, en la práctica, debería concebirse espacializada. Euskal Hiria es una utopía basada en una defensa de la vida urbana y de la ciudad que no tiene en cuenta sus condiciones materiales, ideológicas y políticas como expresión espacial de las transformaciones económicas que desde la industrialización hasta hoy se han plasmado en las ciudades vascas. La vida urbana no es idílica, no puede ser concebida sin más como un oasis de libertad, de justicia y de cultura porque hacerlo significa ignorar de pleno el pasado y el presente del espacio urbano de las ciudades vascas, así como la extensión del modo urbano de vida más allá del límite de las ciudades. Concebir las relaciones sociales que tienen lugar en el espacio de las ciudades supone tomar en consideración el modo en que esos espacios surgen históricamente, así como su actual constitución, en el marco de los procesos urbanos concretos de transformación de esas ciudades. Sólo así es posible comprender que la vida en las ciudades está llena de desigualdad, injusticia y pobreza y que la experiencia urbana de quienes vivieron la industrialización, por ejemplo, no puede ser asimilada bajo ninguna categoría abstracta, del mismo modo que la vida en las ciudades vascas actuales no puede ser vista sino como el producto de la tensión permanente generada por el ritmo de vida en la ciudad percibida y vivida individual y colectivamente. Euskal Hiria como una utopía, decimos, como un ideal que quiere hacerse lugar en el territorio urbano vasco, un territorio al que se dirige una mirada desde lo alto imaginando un mañana que sólo puede existir, propiamente, como idea.
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3. LA CIUDAD VASCA GLOBAL O EUSKAL HIRIA No cabe duda de que quienes con más interés y prolijidad se han apoderado del término acuñado por Atxaga para convertirlo en un proyecto de desarrollo urbano regional han sido los diferentes agentes urbanizadores vascos que actúan sobre el territorio haciendo uso de la diversificación competencial que al respecto de las políticas urbanas existe en Euskadi. Si bien públicamente el término ha tenido un uso bastante dispar e irregular, su uso en muchos de los documentos (planes territoriales, conferencias, marketing, etc.) que atañen a la planificación urbana es una constante desde, al menos, los años 90. Además de las mencionadas jornadas profesionales que con el nombre de “Euskal Hiria Kongresua” se celebran anualmente desde el año 2002 (como foro de reflexión sobre la planificación urbana regional) y del uso del término en los ámbitos académico-empresariales el documento que mejor recoge el proyecto de la Ciudad Vasca Global (Euskal Hiria) es el libro titulado, precisamente, Euskal Hiria10, del Departamento de Ordenación Territorial y Medio Ambiente que el Gobierno vasco y la Fundación Metrópoli publicaron en 2002. En él están expresadas con claridad las líneas maestras a seguir con vistas a la constitución de una red de ciudades vascas (o ciudad-región) con el objetivo de convertir a Euskadi en una región urbana competitiva a escala europea. En la segunda cita con la que iniciamos este capítulo se expresa sin ambajes el sentido del concepto “Euskal Hiria”: Tanto como complemento como extensión del Plan Estratégico Regional, el País Vasco ha desarrollado el concepto de “Euskal Hiria”, la Ciudad Vasca Global, el cual define un proyecto para el futuro basado en las ventajas competitivas del territorio vasco. Este concepto está
10 La versión (reducida) que hemos consultado (en inglés) se encuentra en www.acturban.org/ biennial/ElectronicCatalogue/euskadi/euskadi.htm
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basado en una serie de objetivos regionales, que son actualmente compartidos por la mayoría de los países europeos, que son: policentrismo, identidad y complementariedad entre los diferentes emplazamientos que integran la ciudad-región11.
A la vista está que transitamos de la utopía política de Atxaga a la utopía urbana del Gobierno vasco12, cuyas consecuencias en forma de actuaciones concretas han sido y son, por el contrario, totalmente reales. Sin embargo, al margen de lo que estas actuaciones han traído consigo en forma de intervenciones urbanísticas durante las tres últimas décadas en Euskadi y de que, a día de hoy, este modelo es visible en el espacio urbano y rural, lo que nos interesa destacar es el componente proyectivo o propiamente utópico de la Euskal Hiria pensada como región-urbana13. ¿A partir de qué consenso es posible intervenir de un modo tan intenso en el planeamiento de las ciudades y los asentamientos rurales de Euskadi como vienen haciendo desde hace tres décadas los llamados agentes urbanizadores? ¿Cómo es posible que la ciudadanía vasca asienta sin mayor conmoción a la destrucción del paisaje y a la imposición de un modelo de ciudad que es también un modo de vida? Es lógico suponer que estas dos preguntas han estado presentes en la reflexión de quienes impulsan esta visión y también en la de quienes desde hace años vienen oponiéndose, en franca minoría, a este modelo de ciudad y de vida14.
11 Traducción propia. 12 Utopía urbana que es compartida por la totalidad de las instituciones vascas y por casi todos los partidos políticos. 13 Lo que queremos decir es que esta Euskal Hiria, como la de Atxaga, no existe, en lo fundamental, sino como idea. Sin embargo, es evidente que su realización puede ser posible a la vista de los medios materiales y políticos con que cuentan quienes la imaginan. Otra cosa bien diferente sería la de especificar el signo de esta utopía. 14 Habría que matizar mucho sobre esta cuestión porque es cierto que en los últimos años se han producido resistencias ciudadanas ante determinadas actuaciones en el territorio y nuestra
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Lamentablemente para estos últimos, sólo recientemente se ha tomado en consideración que la transición de la ciudad industrial a la ciudad actual (llámese, en general, postmoderna) era una cuestión radicalmente política y no una mera acumulación de intervenciones en el espacio y de políticas de construcción de infraestructuras y de viviendas. Quienes sí se dieron cuenta, al contrario, han obrado en consecuencia y han comprendido que para involucrar a la ciudadanía en un proyecto de semejante envergadura, el de Euskal Hiria, era necesario inventar primero un relato justificatorio que tiene en el, llamémosle, mito de la ciudad industrial15 su fundamento y su condición de posibilidad. Este mito narra de forma clara y sencilla la decadencia de la ciudad industrial en Euskadi como consecuencia de la crisis económica mundial de finales de los años 70 que afectó especialmente a la industria pesada que, desde los inicios del siglo XX, se había convertido en el motor del desarrollo económico y del progreso social. Las loas al pasado reciente y a su dinamismo transformador son tan genéricas como encubridoras de la realidad histórica de ese pasado16. La amnesia
generalización puede parecer injusta. Pero a la vista de la relativamente baja movilización de la ciudadanía de los últimos años y de los indicadores sociológicos que indican una moderada satisfacción al respecto de la vida en las ciudades es sensato suponer un consenso social a este respecto. 15 Hablamos de mito como relato fantástico que hace alusión a fuerzas sobrenaturales y a divinidades. Hemos asistido en el discurso político urbano de las últimas décadas a una naturalización de los fenómenos sociales que ha convertido a éstos en el resultado de la acción de fuerzas sobrehumanas caprichosas (la Unión Europea, el mercado, la economía, la coyuntura, etc.). La reconversión industrial es el mejor ejemplo de esto. 16 La industria vasca tiene un origen muy temprano a partir de la evolución de actividades artesanales hacia formas de producción más intensivas. En 1880 la puesta en marcha de Altos Hornos de Vizcaya marcó un hito en la aparición de la gran industria como elemento característico de la economía del País Vasco. Este fuerte desarrollo industrial originó crecientes demandas de expansión urbana para acoger a una población en rápido aumento. Así, desde finales del siglo XIX la población del País Vasco experimentó un rápido crecimiento, siendo esta dinámica especialmente intensa a partir de los años 50 del siglo XX. Hemos elegido, precisamente, la versión institucional vasca del
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producida por el consumo actual de informaciones y por la creciente velocidad de su difusión hacen posible que la creencia en el mito se convierta fácilmente en apoyo y en consenso social. Nuestros padres y abuelos, dice el mito, construyeron con esfuerzo las bases de la riqueza del presente en una empresa común de trabajo, ambición y progreso que se llamó ciudad moderna o industrial. A ellos debemos el pasado glorioso de nuestras ciudades y de nuestro país, el haber puesto a Bilbao, en primer lugar, y, por extensión, a toda Euskadi en el mapa del mundo durante la tardía revolución industrial que la capital de Bizkaia encabezó con una fuerza que era la admiración de todos en Europa. Pero a finales de los años 70, las siempre impersonales fuerzas del mercado (crisis del petróleo) unidas a las todavía más lejanas voluntades de la CEE condujeron a la práctica totalidad de la industria vasca a una forzosa reconversión que acabó con miles de empleos y con la posición de liderazgo económico para nuestra comunidad17. Una especie de nueva Edad Media se cernía sobre las ciudades, la ciudadanía asistía desvalida a la pérdida de su identidad mientras las ruinas se convertían en el testimonio sangrante de un fracaso colectivo. Parecía que las fuerzas se habían desvanecido completamente, que la esperanza estaba completamente perdida, cuando unos visionarios, unos auténticos emprendedores arriesgados vislumbraron en el horizonte la salvación, no sólo para ellos, sino para la ciudadanía en su conjunto: volver a poner lo vasco en el mundo por medio de la nueva economía de las ciudades, una economía basada en la arquitectura, los servicios, la innovación, la creatividad y el desarrollo social. Lo que sigue, de sobra conocido, fue el proyecto de regeneración urbana integral en el Bilbao Metropolitano, aún en marcha, y mito. Citamos el documento titulado “Cuestiones de enfoque”, una de las monografías sobre Euskal Hiria_net que puede encontrarse en la web del Departamento de Medio Ambiente, Planificación Territorial, Agricultura y Pesca del Gobierno Vasco. Consulta realizada en Diciembre de 2010. 17 Las limitaciones de este modelo se pusieron de manifiesto con la crisis industrial de la década de los 70. La reestructuración y desaparición de las grandes industrias, inviables ante los cambios experimentados por la nueva organización económica que empezaba a manifestarse a escala mundial, significaron un estancamiento económico y demográfico. En el documento citado, “Cuestiones de enfoque”, p. 6.
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los comienzos de una nueva política urbana que se plasmó en las Directrices de Ordenación Territorial del año 1997 en las que se establecía con claridad la necesidad de planificar el territorio con vistas a la consolidación de una región urbana vasca que fuera capaz de competir en el contexto europeo. Los argumentos que los políticos profesionales vienen usando desde entonces se repiten hasta la saciedad: necesidad de un nuevo modelo de ciudad competitiva, innovadora y que nos vuelva a situar en el mapa, apuesta por la ciudad-marca como escaparate privilegiado de país, necesidad de una red ferroviaria de alta velocidad para conectarnos con Europa, etc. Por lo general, las disidencias han sido muy escasas en este nivel y el grado de consenso alcanzado por las Administraciones Públicas y la empresa privada casi total. El mito, por su parte, ha cumplido una función justificadora de cara a la opinión pública que ha asistido, salvo excepciones, moderadamente satisfecha a la aparición de un modelo de ciudad y de gobierno de sus espacios. Esto ha permitido la descalificación pública y, en algunos casos, la criminalización y marginalización de quienes, desde los movimientos sociales, se han opuesto a las políticas urbanas más recientes (TAV, incineradoras, autopistas, etc.). Por tanto, un buen comienzo para la Euskal Hiria. Pero, ¿qué significa convertirse en la Ciudad Vasca Global? ¿En qué consiste la apuesta? La apuesta consiste en convertir a Euskadi18 en un nodo urbano o ciudad-región por medio de la intensificación de las comunicaciones entre las tres capitales vascas y de la constitución de un espacio-mercado que atraiga inversiones y capital, lo cual permitiría consolidar la posición de gozne o encrucijada entre la Europa del norte y la del sur, así como entre el eje Atlántico y el Mediterráneo.
18 Hablamos todo el tiempo de Euskadi (Comunidad Autónoma del País vasco) y no de Euskal Herria porque, en este análisis, estamos tomando en consideración el planeamiento urbano que afecta directamente a las tres provincias que la componen. No obstante, hay que señalar que la apuesta por este nodo urbano implica, como se reconoce ampliamente, Iparralde y Navarra. Pero también, por otra parte, Logroño, Burgos y Cantabria.
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Esto, que ya estaba recogido tanto en el documento del Gobierno Vasco mencionado como en las Directrices de Ordenación Urbana de 1997, continúa siendo en la actualidad el eje director de las políticas urbanas y de la Estrategia de Desarrollo Territorial. Con el nombre de Euskal Hiria_Net (Reestudio de las DOT19) aparecen en la página web del Gobierno Vasco (diciembre de 2010) una serie de monografías temáticas que resultan de especial interés porque amplían y desarrollan la apuesta por el modelo territorial de la ciudad-región. En la monografía titulada Cuestiones de enfoque el mito del declive de la ciudad industrial es utilizado hábilmente como punto de partida del análisis del territorio, a partir del cual insiste en la necesidad de articular este espacio urbano o red de ciudades como la mejor oportunidad de convertirlo en un “Ecosistema de Innovación”: A semejanza del análisis del crecimiento urbano llevado a cabo durante el periodo funcionalista de la década de los treinta (cuando la Escuela de Chicago comparaba las ciudades con los procesos naturales, por ejemplo), el término de ecosistema que aplicamos ahora a las ciudades está tomado de la biología. Funciona como una analogía con los procesos naturales de evolución y de adaptación, de los cuales la innovación es una parte inherente, en tanto en cuanto posibilita la supervivencia y la adaptación de las especies en el marco de la evolución competitiva.
En la tradición del darwinismo social, las ciudades son concebidas como un organismo que habita en un ecosistema concreto que debe competir con otros individuos de su misma especie (otras ciudades) para sobrevivir y/o mejorar su calidad de vida. Esta naturalización de los fenómenos sociales, esta reducción de lo social a su componente biológico, es la condición necesaria de un análisis que avanza por los derroteros de la teoría económica neoliberal hasta el punto de
19 Documento de reflexión de carácter técnico pendiente de concertación pública e interadministrativa, tal y como aparece en la web.
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hacerse casi indistinguible de un informe empresarial sobre las posibilidades de negocio medido en términos de oportunidad, coste y beneficio. En gran medida, porque de eso se trata: de convertir el conjunto del territorio en una mercancía. Por si quedara alguna duda, una segunda monografía titulada “Ecosistema de Innovación” viene a plasmar sin duda alguna que la Estrategia Territorial del Gobierno Vasco consiste en la movilización económica de todo el territorio, sin dejar nada fuera de ese ordenación: ciudades grandes, medias y pequeñas, enclaves rurales, carreteras, industria, puertos pesqueros, paisajes, montes, transportes de mercancías y de personas, autobuses, centros históricos y un largo etcétera. Uno de los detalles más significativos de esta visión (de nuevo, la utopía) es la perspectiva del planificador. Los clásicos mapas se solapan sin solución de continuidad con las imágenes de satélite que ofrecen una visión del territorio en el que éste acaba por desaparecer dejando su lugar a las unidades cuantitativas que importan, es decir, a los datos. Las sugerentes imágenes que esta visión desde arriba brindan permiten planificar, también, a partir de esta mirada elevada sobre el espacio de lo social. El planificador interviene sobre el territorio con voluntad transformadora tomando en consideración sólo aquello que puede ver desde la altura: luces, trayectorias, velocidad. Como acertadamente señaló el urbanista francés Paul Virilio, asistimos a la desaparición de la geografía. La mirada del urbanista de altos vuelos ignora los lugares, su escala humana. Ignora los cuerpos y las trayectorias-dato que no son de su interés. La soberbia de esta mirada, su idealismo radical, tan habitual, por otra parte, en la política contemporánea, quiere convertir la complejidad e inestabilidad de lo real en ideas simples y tranquilizadoras. Como un cirujano, dibuja líneas sobre los mapas e interviene en el cuerpo enfermo para curar, para sanarlo de su impredicibilidad, de su permanente desequilibrio. Se trata, hay que decirlo, de una mirada que violenta lo real, que trata de reinventar y de transformar la realidad por medio de una operatividad técnica. La violencia de la mirada utópica convertida en acción política. En esta nueva etapa necesitamos reinventar nuestro territorio para que se convierta en un polo de atracción y de crecimiento de la nueva economía. La relación de las unidades productivas con el territorio se configura cada vez más como un factor de competitividad. La
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calidad de las infraestructuras y equipamientos del territorio incide de manera decisiva en la eficacia y funcionalidad de las diferentes empresas que operan en dicho territorio20.
En síntesis, podemos afirmar, por tanto, que Euskal Hiria o la Ciudad Vasca Global es el espacio urbano que resulta de considerar como una unidad a la red de ciudades de Euskadi. Es más, es el espacio o territorio que surgiría en el momento en que esta unión fuese efectiva por medio de la abolición de la distancia que las convierte, actualmente, en ciudades diferentes y, desde el punto de vista funcional, independientes. Por tanto, hacer de la multiplicidad de ciudades un único espacio urbano interconectado y comunicado en el que vivirían unos 2 millones de personas y cuyas rutinas diarias pasarían por moverse con velocidad y asiduamente entre los diferentes puntos de esta red. Por ejemplo, viviendo en Bilbao y trabajando en San Sebastián o manifestándose en Vitoria y merendando en Bayona. El propio Gobierno vasco lo expresaba de esta manera: Cada vez más encontramos gente que vive en San Sebastián y trabaja en Vitoria, negocios afincados en Vitoria que usan el Puerto de Bilbao, profesores viviendo en Bilbao que enseñan en los campus de San Sebastián, turistas que visitan el museo Guggenheim y después viajan a ver Chillida Leku o el Artium, y empresas localizadas en Álava que usan los servicios de consultoría establecidos en Bilbao. En una palabra, con creciente intensidad, un mercado de trabajo unificado está siendo creado en Euskal Hiria, y el espacio de las actividades cotidianas está crecientemente interrelacionado21.
Como veremos más adelante, la realidad desmiente este panorama tan proclive a las previsiones y a la apuesta de los agentes urbanizadores institucionales y privados. No obstante, no debemos caer en la tentación de rechazarlo sin más
20 Territorio de innovación, Gobierno Vasco. 21 Traducción del texto en inglés citado anteriormente y que puede consultarse en www.acturban. org/biennial/ElectronicCatalogue/Euskadi /Euskadi.htm
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porque la actual configuración urbana vasca no cumpla los requisitos mínimos para la concreción espacial de la Ciudad Vasca Global. En este sentido, las políticas urbanas formuladas en las DOT del año 97, con su desarrollo en los Planes Territoriales Parciales, se dirigen con marcada firmeza a poner las bases para que ello sea posible. Sirva como ejemplo, el caso del Bilbao Metropolitano y la profunda transformación de su entorno urbano aún en marcha, como decíamos más arriba. Transformación que, claro está, ha traído importantes modificaciones en la vida de sus habitantes y que, es de esperar, se irán acrecentando en los próximos años. La aprobación y puesta en marcha de otros Planes Territoriales Parciales es, como decimos, la muestra más evidente de que la apuesta por convertir el sistema urbano vasco en una ciudad-región es tan firme como permite la actual situación económica. Aunque en otro lugar de este libro nos ocuparemos de la cuestión de los valores implícitos en este modelo de planificación regional así como de la importante cuestión de la infraestructura ferroviaria que es condición necesaria del mismo, el tren de Alta Velocidad (véase el capítulo de Nekane Jurado más adelante), no queremos dejar pasar la ocasión de mencionar algunos aspectos cruciales que implica la apuesta por la Euskal Hiria. La Ciudad Vasca Global es una defensa cerrada de las ciudades y del modo de vida urbano. El modo capitalista, claro está. Pese a la retórica institucional que habla del alto valor del espacio rural y paisajístico vasco, la creciente urbanización del territorio es un hecho, al igual que la insostenibilidad de un modelo de crecimiento económico que la crisis financiera ha evidenciado. La ciudad industrial produjo un sinfín de desastres ecológicos, sociales y paisajísticos cuyas consecuencias seguimos sufriendo. La ampliación del espacio urbano y del modo de vida basado en el consumo es, decimos, insostenible y, desde un punto de vista ético, irresponsable. A esto hay que añadir el hecho de que un modo de vida urbano vinculado con unos determinados usos del espacio trae como consecuencia la perpetuación de las desigualdades sociales en forma de zonificación y marginación. Como han señalado muchos de los teóricos del urbanismo actuales, entre otros, Manuel Castells, la
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ciudad tiende a dividirse en dos espacios netamente diferenciados. El primero, el espacio del privilegio, del consumo (incluyendo el consumo de necesidades básicas, cada vez más dependientes del mercado, como la vivienda), la belleza y el orden urbanos, restringido a quienes pueden vivir en él y que aparece como el centro brillante de la urbe. El segundo espacio, los lugares de la periferia, lugares del desorden, territorios alejados de las oportunidades, de los servicios y de la solidaridad llamada bienestar. Castells le llama la ciudad dual. La perpetuación de las diferencias de clase que encuentran disimulo por medio de técnicas espaciales de invisibilización y de la fabricación de consensos públicos basados en el enemigo exterior y/o interior y en el miedo. En suma, la apuesta por la Ciudad Vasca Global es, hay que decirlo, la apuesta por la absoluta mercantilización del espacio territorial urbano o, dicho de otro modo, la respuesta a la reestructuración capitalista que las crisis periódicas del capital exigen en el tejido urbano.
4. ¿ES POSIBLE LA CIUDAD VASCA GLOBAL?
Es evidente por lo que llevamos dicho hasta ahora que esta Euskal Hiria sólo existe como eslogan del proyecto de ordenación territorial del Gobierno Vasco y, si acaso, como idea inspiradora de sus actuaciones urbanísticas. Como hemos destacado, el carácter proyectivo de esta voluntad transformadora del territorio en una ciudadregión es el síntoma más evidente del carácter utópico del proyecto. Un proyecto, por tanto, que debe ser evaluado, en tanto que apuesta, con los criterios utilizados para defenderlo y ponerlo en práctica. A estos criterios siempre es pertinente añadir otros más generales, tales como los sociales, medioambientales, culturales y políticos, teniendo la precaución de no caer en el error de ignorar que la espacialidad de lo social debe ser el hilo conductor de los mismos. De lo contario, entraríamos de lleno en la abstracción del discurso político actual. Un discurso que por razón de esta abstracción ha conseguido absorber y tergiversar los argumentos y análisis de cuantos se han opuesto a este modelo de ciudad, la mayoría de las veces con argumentos muy sólidos.
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Por otro parte, a la hora de oponerse al Imperio de lo Obvio, como lo ha llamado el filósofo Santiago López Petit, de lo que se trata es de la necesidad de espacializar estos discursos resistentes, tal y como indica E.W. Soja en su libro Postmetrópolis a propósito de las luchas urbanas más recientes: Coaliciones abiertas con el propósito específico de dirigir las opresiones múltiples de raza, clase, género, sexualidad y otras causas de la marginalización y la desigualdad individual y colectiva, se están movilizando en muchas regiones metropolitanas en torno a una conciencia espacial compartida, una conciencia de que la opresión, la marginalidad, la desigualdad se producen y reproducen hasta un determinado grado a través de los nuevos procesos de urbanización y de las nuevas socio-espacialidades del urbanismo restructurado.22
Y si traemos a colación este asunto de las resistencias y de las luchas urbanas es para hacer ver que el proyecto territorial llamado Euskal Hiria parte de la necesidad de transformar el modo en que habitamos el espacio urbano. Porque sólo una transformación radical de las prácticas espaciales haría posible la aparición de una región urbana vasca en el sentido en que aquí ha sido descrita. Obviamente, de lo que hablamos es de una transformación radical y, por tanto, de un cambio radical en las rutinas cotidianas, en la idiosincrasia urbana y en el modo que los ciudadanos vascos tienen, a día de hoy, de estar en el mundo y de vivir las ciudades y los pueblos. Un cambio semejante es la condición de posibilidad de la Ciudad Vasca Global, tal y como la imaginan quienes la sueñan y la diseñan. Resistirse a esta transformación, obviamente, es tan sencillo como conservar ese modo de estar en el mundo, ese modo de habitar nuestro espacio ciudadano. Quienes desean cambiarlo se enfrentan a la ímproba tarea, además, de hacerlo cuanto antes. No es casualidad, entonces, que los proyectos denominados estratégicos tengan que ver con el aumento de la movilidad general y de la conectividad entre las tres
22 SOJA, E.W., Postmetrópolis. Estudios críticos sobre las ciudades y las regiones, Traficantes de sueños, Madrid, 2008, p. 396.
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capitales vascas. Si bien la importancia de las infraestructuras para el transporte rodado es calificada de estratégica, es el Tren de Alta Velocidad (o de Velocidad Alta, según han matizado) el proyecto verdaderamente estratégico para el diseño de la Ciudad Vasca Global. Esto es debido a que el diseño de la futura región urbana hace imprescindible el aumento de la movilidad general de la población y, como decíamos, el cambio radical en sus rutinas diarias. Al margen de los argumentos sobre la necesidad de conectarse a Europa, el TAV es la condición sine qua non para avanzar en la metropolitanización del territorio, lo que hace comprensible el gran esfuerzo inversor y publicitario llevado a cabo para defender una infraestructura tan agresiva e innecesaria como ésta23. Sólo cuando el TAV haga posible la conexión rápida de las tres capitales vascas podrían empezar a producirse los cambios deseados en el modo de vida urbano, de tal modo que el lugar de residencia podría no ser el mismo que el de trabajo, lo que haría posible un aumento de los flujos de personas y de mercancías a través del territorio. Sólo entonces sería posible generar una gran movilización del capital y un interés de los inversores por un espacio urbano con grandes posibilidades de negocio. Santiago López-Petit ha llamado a este proceso, muy acertadamente, la movilización total de la vida. Volviendo a nuestro interés por los criterios técnicos, lo que cabe preguntarse ahora es si este proyecto es posible en la actualidad. Es decir, al margen de su discutible deseabilidad y de la propaganda, ¿se dan las condiciones para que la red vasca de ciudades se convierta en una región urbana de ámbito europeo? En un informe titulado Planeamiento estratégico para redes urbanas: ¿la emergencia de una Ciudad Vasca Global?24, del Instituto Vasco de Competitividad y Desarrollo se aborda en profundidad la cuestión que es de nuestro interés principal, tal y como
23 Véase el libro LARRÍNAGA, J. y BÁRCENA, I., TAV. Las razones del No, Txalaparta, Tafalla, 2005. 24 MEIJERS, E., HOEKSTRA, J., AGUADO, R., Strategis Planning For City Networks: The Emergence of a Basque Global City, Instituto Vasco de Competitividad– Fundación Deusto, Donostia– San Sebastián, 2008. En lo que sigue, la traducción es del autor.
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queda recogido en el mismo título del trabajo. Al comienzo del mismo se expone la metodología del análisis empírico utilizado para medir tres variables: la masa crítica, las complementariedades y las interacciones espaciales entre las tres capitales vascas, lo cual permite, posteriormente, establecer un diagnóstico de la actual situación y una discusión sobre las posibilidades futuras. A la hora de abordar este trabajo, el informe parte de la caracterización del proyecto “Euskal Hiria” del Gobierno Vasco: La visión Euskal Hiria comienza a partir de la observación de que en la competición global entre ciudades la masa crítica es importante, y que consecuentemente sólo ciudades de un cierto tamaño tienen el potencial de atraer los servicios especializados que son tan importantes para la innovación y la competitividad. La idea central de Euskal Hiria es que la masa crítica de la región vasca puede ser intensificada si las tres principales áreas urbanas en la región son complementarias y si están integradas en una red urbana caracterizada por las interacciones entre cada una de estas ciudades, además de con el resto del territorio.25
Se puede decir que la masa crítica es la población urbana que trabaja en los sectores considerados propiamente urbanos: transporte, toma de decisiones, administración pública, conocimiento, turismo e industria. Su función es estratégica de cara a poder hacer una medición cuantitativa de las sinergias entre las capitales vascas y, posteriormente, una evaluación de su posición en la competencia con otras áreas urbanas con una masa crítica similar (Valencia, Sevilla, Turín, Porto y Marsella). Las conclusiones que se ofrecen no pueden ser más desalentadoras para los ideólogos del proyecto. En la página 14 del citado informe puede leerse que: Tomadas por sí mismas, las ciudades vascas sólo tienen una posición menor en el sistema europeo de ciudades. (…) Las ciudades vascas no explotan su masa crítica como hacen otras ciudades regionales de su tamaño.
25 Op. Cit., p. 5.
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En caso de que el sistema urbano vasco realmente funcione como una red urbana, podría ser una región urbana de importancia europea. Sería provechoso un mayor desarrollo del sistema urbano vasco en red.26
La segunda variable que resulta de interés conocer para continuar con la evaluación del proyecto “Euskal Hiria” es la de la complementariedad, es decir, el grado en que las funciones urbanas principales son complementadas por las tres capitales entre sí. Además, teniendo en cuenta que uno de los datos que se toman en consideración para establecer un ratio de complementariedad es el de las interacciones entre las tres capitales, resulta de nuestro interés porque destaca con evidencia que el modo de vida urbano actual en Euskadi no se ajusta a las descripciones ni a las previsiones que se hacen desde el Gobierno Vasco con el objetivo de defender su apuesta por un aumento de la movilidad como requisito del desarrollo económico y social. El ratio que el estudio que estamos utilizando da a la complementariedad es de 0,004 (siendo 1 el valor que indica máxima complementariedad y 0 el que indica duplicidad de funciones) algo “extremadamente bajo que significa que las capitales vascas no se complementan, o difícilmente, unas a otras. Todas ellas tienen una estructura económica muy similar y ésta no ha cambiado en el período 1995-2006.”27 En otras palabras, es una evidencia que el sistema urbano vasco de ciudades no constituye una unidad, sino que cada capital ejerce una función dominante sobre su área metropolitana de influencia en la que garantiza todas las funciones urbanas independientemente de las otras. Retomando y matizando la reflexión que Bernardo Atxaga hizo en “La pelota vasca” podemos afirmar que las ciudades vascas forman un archipiélago urbano en el que cada isla es absolutamente independiente de las demás.
26 Op. Cit., p. 14. 27 Op. Cit., p. 15
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Estos datos hablan por sí solos sobre la inadecuación del proyecto a la realidad y sobre su relativo fracaso. Pero si hay un ámbito en el que con mayor evidencia aún es posible certificar la ceguera de este modelo, éste es el de las interacciones urbanas. Y decimos esto porque la apuesta por el aumento de la movilidad general que está en la base de la planificación urbana del Gobierno Vasco ignora por completo la realidad urbana actual, tal y como, por otra parte, él mismo ha recogido en sus estudios de movilidad. A modo de ilustración ofrecemos la tabla de interacciones entre las tres áreas urbanas del Estudio de Movilidad del año 2007:
Vitoria
Bilbao
Donostia
Otros
Total
Vitoria
92,1
1,7
05
5,7
100
Bilbao
0,5
92,2
0,3
7,0
100
Donostia
0,6
0,5
89,2
9,7
100
FUENTE: GOBIERNO VASCO, 2007
Estos datos permiten concluir que las interacciones entre las capitales vascas son pocas o muy pocas y que la mayor parte de los desplazamientos tienen lugar dentro de cada área metropolitana, lo cual resulta un argumento muy elocuente de cara a plantear la necesidad de pensar el desarrollo del transporte y de la movilidad de un modo radicalmente distinto al que viene siendo la norma desde las DOT del año 97. Si a esto se añade el hecho de que la mayoría de los desplazamientos urbanos se producen andando o en bicicleta (41% según datos de 2008) nos encontramos con una descripción de la realidad (la que se utiliza para defender la necesidad de aumentar la movilidad y las infraestructuras de transporte) que, cuando menos, resulta extremadamente inexacta.
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El propio estudio del Instituto Vasco de Competitividad y Desarrollo concluye en este sentido de un modo claro que “(…) el sistema policéntrico urbano vasco no se ha desarrollado aún en una red urbana vasca” y que “la eficacia de la estrategia de desarrollo para el País Vasco dirigida al desarrollo de esta red urbana es muy pobre.” 28 Aunque no podemos abordar en profundidad las causas que se ofrecen para explicar este fracaso, no nos gustaría dejar de mencionarlas porque revelan de una manera muy sutil algunas cuestiones políticas interesantes. Según este estudio, las razones que explican la ineficacia de las medidas adoptadas hasta la fecha son la identidad territorial, la capacidad de organización regional y las infraestructuras de transporte. Es cuando menos curioso que Atxaga pueda coincidir en este diagnóstico por lo que respecta a las dos primeras cuestiones. También él cree, a su manera, que la identidad es un problema y que la realidad institucional vasca supone más inconvenientes que ventajas.29
A MODO DE CONCLUSIÓN
Cuando la ficción del proyecto urbano llamado “Euskal Hiria” quiere superar a la realidad del modo de vida urbano actual nos encontramos frente a la cuestión de la relación entre el simulacro (o utopía) y la realidad. Convertir la realidad en un simulacro que se basa en una mirada que destruye lo real porque no quiere ver entraña muchos peligros. Uno de ellos es el de acabar creyendo que el simulacro es la realidad y que cuando la realidad no encaja con el mismo lo que hay que hacer es cambiarla pase lo que pase. Los planificadores urbanos que miran el territorio como una suma de datos y de variables estadísticas ignoran conscientemente que la realidad de la vida social es sumamente compleja y que ésta rara vez se
28 Op. Cit., p. 22 29 Véase el mencionado texto “Astoa eta Euskal Hiria” en su blog.
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deja encerrar en las simples categorías de la sociología al uso. Imaginan no solo un territorio sino una sociedad para ese territorio imaginado, una sociedad dócil que acoja con entusiasmo los desvelos de quienes se ocupan de su felicidad y de su progreso. En otras palabras, que asientan inmóviles (aunque sea moviéndose a toda velocidad) a cuantos cambios imagina el diseñador de un espacio convertido en maqueta, en un territorio en el que todos estamos encerrados en su imaginación, en su sueño abstracto pero real. Es cierto que la utopía es importante como productora de horizontes de esperanza y como energía política que aliente los esfuerzos que se dirigen hacia los mismos. Tal vez, este es el sentido propio de la utopía atxaguiana, por otra parte. Si embargo, como es sabido, las visiones utópicas entrañan las más de las veces algunos peligros, especialmente cuando coexisten junto a los mecanismos del poder para transformar la realidad con la mirada puesta en la visión que se proyecta. Esta violencia contra lo real se puede presentar en diferentes grados y modulaciones discursivas pero es siempre el anuncio de una imposición no democrática que, en la peor de las circunstancias, conduce a la política totalitaria, en el sentido puramente etimológico de esta expresión. Esto es, a la voluntad de dominio sobre toda la realidad. Y el discurso es siempre el comienzo de la dominación ejercida sobre lo real.
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La propuesta de Bernardo Atxaga es contextualizada por el creador en un tempo –el callejón sin salida, en que a su juicio (y dicho sea de paso, el de muchos) se encuentra la sociedad vasca desde el final del siglo XX– y un locus –la creatividad de la “acción poética”–. Desde esta posición se explica que su objetivo sea definir una nueva “utopía”. Algo que en estos tiempos de pragmatismo aburrido y hegemónico, no es poco. En palabras del propio Atxaga: Hiriaz ari garenean zer hiru errealitate izendatzen ditugun azaldu nuen (…), zer hiru gauza den Hiria: gune fisiko bat, aurrena, latinoek urbs deitzen zutena; jendarte edo bizilagunen multzoa; bigarren, civitas; azkenez, antolamendu politikoaren aldetik ikusita, polis. Jakina, ez zen nik asmatutako teoria. Ehunka liburutan azaltzen da. Hirigintzako ABC edo katoietan ere bai (…). Explicaba qué tres realidades delimitábamos cuando hablamos de la Hiria, qué tres cosas es Hiria: un espacio físico, en primer lugar, que los latinos definían como urbs; un grupo
1 Una versión similar de este artículo ha sido publicada en la Revista Internacional de Estudios Vascos (nº 57-1, 2012) con el título “Ipar Euskal Herria eta Hiria. Eskual irria y la Euskal Hiria del futuro”. Agradecemos a Eusko Ikaskuntza la autorización para la publicación de este texto.
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de personas o vecinos, en segundo lugar, identificado como cívitas; finalmente, desde la perspectiva de un modo de organización política, la polis. Obviamente, no es una teoría que yo haya inventado. Se analiza en centenares de libros. Es el ABC del urbanismo (…) Bonaparteren mapan errepresentatzen den Euskal Herria hiri bat da gaur egun urbs delakoaren ikuspuntutik, edo, bestela esanda, eskualde metropolitano bat. Civitas-en ikuspuntutik ere halaxe da, hiri bat, zeren bertako gizartea metropoliko erritmoan bizi baita, talde eta komunitate desberdinetan banatuta, komunikazio sare konplexu bat eskura duela. Ikuspuntu politikotik, ordea, ukatu egiten da oinarri hori (…). La Euskal Herria que se representa en el mapa de Bonaparte es una ciudad (hiri) desde el punto de vista de aquello que hoy identificamos como urbs; dicho de otra forma, es una región metropolitana. Desde el punto de vista de la Civitas también es así, una ciudad (hiri), en la medida en que nuestra sociedad vive en un ritmo metropolitano, y aunque está separada en diversos grupos o comunidades, tiene a su disposición una compleja red de comunicaciones. Sin embargo, desde el punto de vista político se niega ese fundamento (…).
Sobre esta base –la ausencia de polis en la urbs y civitas vasca– se asienta el sustrato político que subyace a la utopía que trata de definir Atxaga. Su voluntad, pues, es superar una contradicción perenne en la visión sobre “lo vasco”: la que para denigrarlo o ensalzarlo parte de su identificación con “lo campesino”. Una interpretación contradictoria, a la par que motor de tensiones casi perennes en nuestra sociedad. La mirada creadora, inventora, poética que lleva a los vascos a un círculo superior, a una zona de alto valor, realiza la misma operación que quienes, con mirada idéntica, aunque de sentido contrario, los llevan a un círculo inferior. En ambos casos hay una identificación de lo vasco con lo campesino. Ambas concepciones giran en torno al mismo eje. Ambas concepciones –ya es hora de decirlo– están vacías de sentido, y, como ocurre con los asteroides que giran en el espacio, es la inercia lo que les mantiene en movimiento. A veces, como también ocurre con los asteroides, esas concepciones chocan violentamente, y parecen vivas por las chispas que, en
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forma de manifestaciones, discursos, discusiones y demás, lanzan sobre la sociedad. Pero es la inercia y es el choque, no es la fuerza de las ideas (…). Necesitamos otra ascensión, salir de estos dos círculos que todavía hoy condicionan en exceso la vida de las personas de este país. Creo que ello se producirá cuando, precisamente, miremos a la nueva realidad vasca con otra mirada, capaz de crear, de inventar, una utopía; no una utopía heroica –ya hemos tenido bastantes-, sino una utopía que tenga por objeto, por sueño, la mejor convivencia de todos cuantos vivimos aquí. Yo he llamado a esa utopía Euskal Hiria. Otros le pondrán, quizás, otro nombre.
Hasta aquí un breve –y en consecuencia injusto– recorrido por las palabras de Atxaga. Luego llegaron las interpretaciones, de las que, de alguna forma, tampoco nosotros nos substraemos. De entre todas creo relevante destacar dos, que simplemente apunto: • de una parte, la que identifica su propuesta utópica como un alegato sin concesiones a un supuestamente inmaculado civismo republicano de una ciudad que trasciende las identidades culturales (la sangre, la raíz, un “nosotros” que siempre se define frente a “otros”) en nombre de un individualismo contractual (el pacto, supuestamente abierto, supuestamente racional, supuestamente voluntario, supuestamente “civilizado”); • de otra parte, la que vacía de contenido la utopía de Atxaga para sostener un pragmatismo que se convierte en instrumento de marketing del topos, del lugar, para, de paso, vender castillos en el aire, o también, por qué no, para justificar proyectos faraónicos, altamente cuestionados, muchas veces más cercanos al comercio pragmático del cemento que a la creatividad de la utopía.
No obstante, al margen de interpretaciones más o menos sesgadas, más o menos interesadas, la dimensión utópica de la creación poética de Atxaga sigue siendo pertinente. Y sobre todo, la búsqueda del camino, del avance siempre precario, a su utopía. Por eso, quisiéramos aprovechar estas breves líneas para mostrar que quizá tengamos ante nuestros ojos una senda, humilde, pero senda al fin y al cabo, hacia
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la utopía. Que quizá mirando un poco más de cerca la forma en que al otro lado de la frontera nuestros hermanos del norte han hecho su recorrido político, podamos encontrar respuestas para desinflar castillos en el aire mostrando que es posible una vertebración de nuestros territorios que vaya más allá de los titulares; para sugerir que es posible una cohesión de nuestros espacios que surja de los sueños de la base, de la ciudadanía, y no de los pragmatismos y negocios de las élites. Y también para que podamos intuir que es posible combinar Herria e Hiria en una estrategia política incluyente que sin renegar del pasado, también mira de forma abierta y con esperanza al futuro; para sugerir que es posible una estrategia que integra el conflicto sin anular al adversario; para vislumbrar que es viable, en definitiva, que en nuestro pequeño mundo quepan todos los mundos. Y todo ello sin perder la sonrisa. Porque, como queremos apuntar, en la sonrisa está la salida dialéctica a la tensión entre Herria e Hiria.
1. PRIMER ACTO
La ciudad, en principio, no es de nadie y es de todos, no hay un origen, nadie puede decir esta ciudad es mía porque yo llegué el primero, no, es de todos los que han llegado, de todos los que la han construido y la van a construir... Mi idea sería que pasáramos de un espacio en donde puede haber una identidad primera original, a un espacio con muchas identidades...
Estas palabras corren el riesgo de ser interpretadas a partir de una lógica maniquea, que identifica la Ciudad con el civismo en contraposición al Pueblo como esencialismo. Por ello, creemos que antes de comenzar a presentar la forma en que la utopía de Atxaga podría estar cristalizando en Iparralde, se hace necesario poner luz a la trampa de los opuestos infalibles, para presentar la realidad desde sus claroscuros, desde sus paradojas. Como veremos a continuación, la diferenciación nítida entre Hiria y Herria es de difícil plasmación en la práctica de la acción política. Aun más, esta visión maniquea, dualista, en ocasiones esconde un objetivo claramente político.
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Hiria Existe un cierto consenso a la hora de identificar el francés como referente del modelo de solidaridad política o cívica, en definitiva, como modelo de construcción de un demos abierto a la civitas2. Esta visión es inaugurada por KOHN3, quien considera este modelo –propio del oeste de Europa– como el que mejor sintetiza los valores democráticos con una creciente lealtad hacia la comunidad nacional. A su juicio, el modelo cívico se caracteriza como un fenómeno político que precedía o coincidía con el proceso de construcción estatal; que a diferencia del paradigma cultural del Este, no se asentaba en mitos históricos; y que se ligaba a la libertad individual y al cosmopolitismo. Frente a él, el otro modelo, el germánico, se manifestaba por sus rasgos opuestos4. Desde esta aproximación, parecería que el nacionalismo francés, a diferencia del alemán, se fundamenta en un concepto de la ciudadanía que no se asienta en el territorio (lugar de nacimiento), en la sangre (hilo conductor del demos), o en la historia (eje explicativo del “nosotros”), sino en un acto de voluntad. Como resume MAIZ5, con la argumentación que inaugura KOHN, se abre la espita a un modelo dicotómico, binario, según el cual, de la mano de los principios ilustrados “el nacionalismo occidental opondría los valores de la razón, la libertad y la igualdad
2 KAMENKA, Nationalism: the nature and evolution of an idea, Edward Arnold, London,1976 a / b; BRUBAKER, Citizenship an nationhood in France and Germany, Harvard University Press, Cambridge, 1992; KEDOURIE, Nacionalismo, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1988. 3 KOHN, The idea of nationalism, Macmillan, New York,1944; KOHN, Prelude to Nation-States, the french and german experience, 1789-1815, Van Nostrand, New York 1967. 4 KUZIO, “The myth of the civic state: a critical survey of Hans Kohn’s framework for understanding nationalism”, en Ethnic and Racial Studies Vol. 25 No. 1 January 2002, pp. 20–39. 5 MAIZ, “Per modum unius: más allá de la dicotomía nacionalismo cívico vs. Nacionalismo étnico”, en GURRUTXAGA (éd.), El presente del Estado-Nación, UPV-EHU, Leioa, 2004.
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a las formas tardo-feudales y absolutistas del poder, situando la ciudadanía, la igualdad ante la ley y la libre voluntad de convivencia como criterios de pertenencia a la nación; y el liberalismo, el parlamentarismo, el constitucionalismo y la tolerancia como rasgos del Oeste cívico”6. Blanco sobre negro. Ya tenemos a “los buenos” de un lado, y a “los malos” de otro. Punto final. ¿O punto de partida interesado? Y es que, en la práctica, parece claro que este modelo cívico puro se ve matizado. Así, más allá de la dimensión política o contractual sobre la que “parece” que únicamente se asienta el nacionalismo francés, existe todo un aparato propagandístico, en ocasiones mitológico, que parecería concordar más con el modelo culturalista. Un corpus imaginario (que se hace “real” en la historia, la comunidad atemporal, el destino) es “obvio” que existe (en la medida en que la gente cree en él), ya que debe haber7, debe ser creado8 o imaginado9 algún tipo de sustrato histórico, de “continuidad nacional” que permita entender que la mayoría de la gente esté dispuesta a sacrificar su vida voluntariamente por algo más que una mera relación contractual. Y esto es así para los dos lados del frente: tanto para Francia como para Alemania... En otros trabajos ya hemos argumentado de forma más detallada la manera en que se disuelve esta falsa dicotomía10, especialmente en lo que se refiere al supuesto
6 Ibíd, p. 112. 7 SMITH, Nacionalismo y modernidad, Istmo, Madrid, 2000. 8 HOBSBAWM, Naciones y nacionalismo desde 1780, Crítica, Barcelona, 1995. 9 ANDERSON, Comunidades imaginadas, reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, FCE, México, 1993. 10 AHEDO, “El viaje de la identidad y el nacionalismo vasco” en Iparralde (2 Vol.). Eusko Jaurlaritza, Gasteiz, 2006.
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carácter “cívico” del nacionalismo a la luz del proceso de construcción del Estado francés. Resumidamente, podríamos concluir que en Francia, sí, también en Francia, se configura “un integrismo republicano que se desarrolla asentado sobre la intolerancia con respecto a las manifestaciones no conformes al modelo nacional. Es así que la reafirmación jurídica del estatuto de la lengua francesa conduce a manifestaciones nuevas de intolerancia con respecto de las lenguas regionales”11. Más aún, como subraya BOURHIS, la ideología republicana puede ser identificada como una variante de la ideología asimilacionista, invocando la “noción de la igualdad del ser humano universal como forma de legitimación de la supresión de las diferencias etno-culturales en pro de la unidad nacional” 12. Efectivamente, la dualidad entre solidaridades étnicas (asentados en el Herria) y cívicas (asentados en la Hiria), ejemplificado este último con el francés, se manifiesta como una tesis tan reduccionista y falaz como interesada, puesta en cuestión cuando es analizada a la luz de los hechos. Y muestra su explícita voluntad performativa. De una parte, en el plano teórico habría permitido diferenciar empíricamente dos concepciones históricas de la comunidad (hasta fechas recientes, preferentemente, la nación), posibilitando una distinción normativa de los principios liberales, estableciendo los límites entre los nacionalismos defendibles y los indefendibles. Sin embargo, como expresa claramente MAIZ13, actualmente se muestra inadecuada empíricamente, ya que las naciones occidentales también poseen más componentes étnicos y culturales de los que se les presuponen, mientras que muchos nacionalismos étnicos tiene más componentes cívicos y
11 WOERHLING,: “Le concept de citoyenneté à la lumière d’une comparaison francoallemande”, en COUTU, BOSSET, GENDREAU, et VILLENEUVE (coord.), Droits fondamentaux et citoyenneté – Une citoyenneté fragmentée, limitée, illusoire?, 2001. P. 124. 12 BOURHIS, PERREAULT, SENECAL, “Towards an Interactive Acculturation Model: A Social Psychological Approach”, en International Journal of Psychology, 32 (6), 369-386, 1997. P. 384. 13 MAIZ, Op. Cit.
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políticos que los que se asocia a su estereotipo. De otra parte, es insostenible la continuidad histórica entre ambas tradiciones, ya que, por ejemplo el nacionalismo francés “lejos de permanecer fiel a una supuesta exigencia originaria, política, evoluciona de forma cambiante en función de los contextos” (2004, 108). En última instancia, continua MAIZ, esta dicotomía se formula desde una posición que en absoluto es neutra ni equidistante: “desde el nacionalismo del Estadonación”. Se formula desde un punto de vista normativo que permanece ciego ante la eficacia naturalizadora del mito, que presenta como evidente en su despliegue la división del mundo nacionalista en dos campos desiguales. Esto es, el estereotipo que nos ocupa se formula desde el nacionalismo cívico para exorcizar, desplazando enteramente al otro campo, todas las dimensiones de la “etnicidad”: mitos, símbolos, historia, cultura, etc. De este modo, depurando el contenido étnico y cultural, el nacionalismo cívico deviene, mediante este dispositivo discursivo, enteramente “político”; dicho de otro modo, centrado de modo exclusivo en la libre voluntad de la ciudadanía democráticamente expresada. En suma, el nacionalismo cívico deviene de hecho en “puro patriotismo” (cívico, republicano, constitucional) “que no tiene nada en común con el nacionalismo” (...) Se desconecta así, ciudadanía y nación, la dimensión de pertenencia a la república del entorno histórico, cultural y específico de la nación. De esta suerte, la ciudadanía se individualiza y se descontextualiza culturalmente, universalizándose. Pero, en un proceso de regreso, una vez establecido el modelo desde la lógica hegemónica del centro, la asimilación a la cultura mayoritaria se presenta como un hecho natural, resultado del trade off mediante el que se procede a la constitución de un Estado de ciudadanos libres e iguales ante la ley. Y finalmente, por su parte, la nación se desrepublicaniza, se despolitiza y deviene el depositario pasivo y vicario de la tradición y el mito de la común ascendencia14.
14 Ibíd. P. 115.
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Herria Confirmando el hilo argumental de MAIZ, observamos cómo la interpretación cívica que se impone en la Revolución Francesa tiene sus efectos en Iparralde. Hiria nace de las cenizas de Herria. Así, la construcción del Estado francés se sostiene en la laminación de las realidades políticas, sociales y culturales periféricas que coexistían con las del centro. La escuela, la lengua y la articulación del territorio se convierten en los instrumentos objetivos que posibilitan la asunción subjetiva por parte de los habitantes de Iparralde de la inferioridad de sus raíces, hasta tal punto de que a mediados de siglo XX se observa una caída brutal en la transmisión del euskera de madres y padres a hijos e hijas. Como resume claramente JAUREGUIBERRY15, en lo que a la realidad lingüística-cultural se refiere, la entrada del vasco en la modernidad confiere una visión crítica a su doble pertenencia lingüística, lo que en la mayor parte de los casos se traduce en la interiorización de un estatus de inferioridad de su lengua materna frente al francés. Los efectos del Estado republicano, de la enseñanza y del servicio militar obligatorio, acaban convirtiendo al euskera ante los ojos de la población en “una reliquia del pasado, anacrónico a la sociedad moderna”. Como señala este autor, esta toma de conciencia es el corolario del descubrimiento de la modernidad desde un único aspecto: el de la eficacia, la racionalidad instrumental y la rentabilidad. Desde una perspectiva más amplia que analiza el caso francés en su conjunto, LAFONT16 realiza a finales de la década de los sesenta un documentado y extenso trabajo en el que trata de mostrar cómo la propia construcción del Estado aboca a las periferias “al círculo vicioso del subdesarrollo”. De hecho, su análisis muestra cómo la situación dependiente de la economía bretona y occitana –en la que inserta a Iparralde– ancla sus raíces en una lógica que entiende a estas regiones como enlaces, tentáculos
15 JAUREGUIBERRY, “Europe, langue basque et modernité en Pays Basque français”, en BIDART (ed.), Le pays Basque et Europe, Izpegi, Baigorri, 1994. P. 47. 16 LAFONT, La revolución regionalista, Ariel, Barcelona, 1971.
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de la economía central. En consecuencia, existe un proceso sociológico paralelo de alienación cultural de las etnias por una parte y de alienación económica de la región por otra. Las conclusiones de LAFONT no dejan lugar a la duda: “autoritarismo centralista, colonialismo interior, imperialismo étnico son, con el colonialismo exterior, las características esenciales del poder burgués en Francia”17. Desde esta perspectiva, el espíritu regional se interpreta a menudo como un residuo folclórico en el que el turismo juega un determinante papel de “colonización” interna. A juicio de LAFONT, quien conozca la realidad de, entre otros lugares de Francia, el País Vasco, “comprenderá lo que estamos denunciando. Encontrará países en representación de sí mismos”. Se llega hasta el punto de que el autóctono, desposeído de los recursos de su país, se ve obligado a jugar un papel como elemento de un paisaje humano representado. Se convierte en un empleado, en el sentido amplio de la palabra, de un sindicato de iniciativas. Estamos, pues, ante el proceso más grave: la indigenización de las poblaciones (...) Desculturización y exotismo son siempre sinónimos18.
Países en representación de sí mismos… como evocan los clarificadores relatos de Pierre Loti de finales de siglo XIX. Entonces se vio al viejo que tocaba la flauta de Pan avanzar hasta el centro de la plaza, y a los danzarines –unos treinta– formar en torno a él un ancho círculo, sin darse la mano. Al son de un pequeño silbo misterioso y como llegado de muy lejos, que brota de la enorme flauta arcaica, los hombres comenzaron a moverse gravemente al compás... No dejaron de oírse acá y allá algunas bestiales risas que brotaron de debajo de sombreros elegantes (...)19.
17 Op. Cit. Pp. 170-171. 18 Ibíd. 177. 19 Cien años después, la situación y la angustia se acrecienta en ciertos sectores, como reflejan
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La cultura vasca se mantiene, en consecuencia, en el seno de la República... Pero su papel queda confinado al folklore de un “museo viviente”. La txapelas del Herria para el deleite de los sombreros de copa de la Hiria. Perdido todo componente político en los elementos diferenciales, entendemos mejor las palabras del Delegado del Ministerio de Instrucción pública y de las Bellas Artes en el Congreso de 1897: “Est-ce que vos langue n´est pas à vous, et a-t-elle nui, nuira-t-elle jamais au développement de la grande langue nationale?”. Como vemos, se cierra el círculo identitario de raíces claramente políticas. Porque, como nos recuerda BORDIEU, “para que un modo de expresión entre otros (él habla de las lenguas, aunque la reflexión se puede extender a las culturas) se imponga como la única legítima, es necesario crear un mercado lingüístico unificado y que los diferentes dialectos (de clase, religión o etnia) sean prácticamente circunscritos al de la lengua o el uso legítimo. La integración en una misma comunidad (...) es producto de la dominación política (...)”20.
Herria eta Hiria Recapitulemos. 1. La construcción del modelo de estado cívico que aparentemente se sostiene en el pacto ciudadano debe recurrir en la práctica –a veces tanto como los modelos étnicos– a la referencia a la historia, la sangre y la pureza o el destino. 2. No obstante, el carácter performativo de esta construcción falsamente
las palabras de la escritora Itxaro BORDA (1996): “A todos les parece normal esta situación. La única forma de vida aquí es el turismo, por lo menos hay dos meses asegurados a tope a lo largo del año, dos meses limpiando desechos humanos, las cacas del perro, las manchas de esperma que salpican las blancas sábanas de los veraneantes que durante dos meses vienen desde fuera a los lujosos hoteles de la costa, a cambio de unos raquíticos sueldos que ni la propia miseria aceptaría (....). Y de qué os quejáis, ¡somos nosotros los que os damos de comer!” 20 BOURDIEU, Langage et pouvoir symbolique, Seuil, Paris, 2001. P. 71.
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maniquea (que identifica el estado con el pacto racional y la cultura local con la tradición arcaica) sirve, en las unidades periféricas substraídas de la construcción del poder estatal, para la interiorización de la inferioridad de los lazos previos. 3. De tal forma que la nación cívica llega en ocasiones a devorar los vínculos tradicionales, históricos, culturales, convirtiendo a las culturas minoritarias en folclore de pueblos en representación de sí mismos. La Hiria (falsamente incluyente ya que siempre –excepto en las utopías– se construye desde unas relaciones de poder que van del centro a la periferia –nacional, social, económica o cultural-) se impone sobre las cenizas de antiguos Herriak. Pero, ¿y ahora, en pleno siglo XXI? ¿El espejo de la Hiria es la polis ejemplar de Atenas o el caos pestilente de Tebas o Esparta? ¿Se basta a sí misma la Hiria como prometía el modelo racional? Y mejor aún, ¿la defensa de las culturas minoritarias, el Herria, se sigue aferrando atávicamente a la sangre como pretendía, en su ofensiva, el discurso oficial del contractualismo de la civitas? Cuando observamos el contexto francés de los últimos años queda claro que algo debe fallar en la lógica meramente voluntarista que subyace a la aparentemente aséptica identificación de un modelo articulación contractual que debería haber logrado la inclusión de todos los ciudadanos, al margen de su origen, lengua, historia…. Algo debe fallar cuando las banlieu arden de forma cíclica expresando la angustia y la rabia de una población que se sigue considerando excluida del contrato republicano, encontrando como única salida “quemar la jaula” en la que miles de jóvenes se ven recluidos21. Algo debe fallar cuando la Marsellesa sucumbe a los pitidos de los aficionados. Algo debe fallar cuando el modelo republicano ha tenido que crear un Ministerio de la Identidad, la Inmigración y la Cooperación. Como se ve, el modelo cívico, ni parece todo lo integrador que prometía, ni se asienta simplemente en un contrato, teniendo que recurrir una y
21 DELL UMBRIA, ¿Chusma? A propósito de la quiebra del vínculo social, el final de la integración y la revuelta del otoño de 2005 en Francia, Virus, 2009.
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otra vez a la identidad. La Hiria republicana, llegado el momento de la impotencia, debe recurrir al Herria de los vencedores frente a la “chusma”. En el otro lado, ciertamente, es innegable que la globalización está patrocinando por doquier la emergencia de identidades de resistencia comunal, muchas de ellas reactivas22 y por qué no, en muchos casos “asesinas”23. Pero, de igual forma, también asistimos a procesos de reacción proactiva en los que la comunidad no se afirma (frente al desgaste del mundo de los flujos de poder globalizados) en forma de trincheras o ghettos, sino articulando redes inclusivas. Este es el caso que nos ocupa. Así, en uno de los rincones de Francia, en Iparralde, las cosas son vistas de otra forma. En este rincón, la identidad local se está convirtiendo en un fermento de cohesión, de vertebración comunitaria y territorial en el que “todos los mundos” encuentran cobijo. A este respecto, resulta relevante citar un extracto del estudio sobre Prácticas culturales e identidades en Euskal Herria, editado por Eusko Ikaskuntza (2008). Así, en relación a los resultados obtenidos por un grupo de trabajo conformado por vascos que inmigraron a Iparralde de otras zonas de Francia: Se presencia un fenómeno que no se da en el Estado español, y es que la cultura vasca representa [entre los emigrantes del] Estado francés [como] uno de los pocos ejemplos de resistencia al proceso de institucionalización francés, que prácticamente arrasó con la mayoría de las identidades culturales dejando como resultado un enorme vacío cultural24.
22 CASTELLS, La era de la información, economía, sociedad y cultura. El poder de la identidad. Vol. II. Alianza, Madrid, 2000. 23 MAALUF, Identidades asesinas, Alianza, Madrid, 2004. 24 ¿Un vacío cultural que explica la revuelta de las banlieus, las pitadas a la Marsellesa o la necesidad de un Ministerio de la Identidad en el país del nacionalismo contractual?
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En Iparralde la cultura vasca se convierte en un ejemplo de resistencia y adquiere un importante poder de seducción para el resto de habitantes (inmigrantes) del Estado Francés. Eusko Ikaskuntza, 2008:56.
En un juego inverso, el Iparralde, el sustrato del Herria suple las carencias de una Hiria republicana demasiado vacía, demasiado excluyente, mínimamente cohesionadora; de tal forma que la cultura vasca es un elemento de seducción entre los inmigrantes franceses que llegaron a este territorio provenientes de otros lugares del hexágono en los que la laminación republicana acabó con sus culturas originarias. Como se ve, Hiria también necesita de Herria. Sobre todo en estos tiempos de globalización uniformizadora. Pero la realidad es impertinente y compleja. Y es que, como veremos a continuación, muchos de estos emigrantes, aun viéndose seducidos por la vitalidad de la cultura vasca, han tenido hasta fechas recientes problemas para identificarse con lo vasco. De forma paradójica, los efectos del proceso de construcción estatal siguen teniendo consecuencias. Así, aunque la mayoría de la población emigrante observa con simpatía y como elemento de modernidad la fortaleza cultural vasca (en contraste con el sentimiento precedente de hace medio siglo que asociaba lo vasco con el pasado, incluso entre los euskaldunes), sin embargo, hasta fechas recientes se han mantenido (y de alguna forma se mantienen, aunque como veremos, las cosas están cambiando) las barreras subjetivas para la autodefinición de parte de la población como “vasca”. Así, preguntados los habitantes de la CAPV sobre las condiciones para ser vasco, una mayoría considera que basta con “querer serlo” o “vivir y trabajar en Euskadi” (ambas el 46%), mientras que en Iparralde estas cifras solo alcanzan el 14 y el 24% respectivamente. En estos territorios, para ser vasco se considera mayoritariamente que hay que “nacer en el País Vasco” (57% que desciende al 30% entre la población euskaldun) y “hablar euskera” (40% que desciende entre los euskaldunes al 34%) y “tener antepasados vascos” (31% que desciende al 5% entre los euskaldunes). Nótese bien que la visión esencialista de “lo vasco” no se da entre los euskaldunes, sino entre quienes no lo son.
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Como vemos, la relación con el Herria es contradictoria en Iparralde. De un lado, los emigrantes, al igual que los no euskaldunes, se ven seducidos por la cultura vasca, como demuestra el imparable crecimiento de la matriculación bilingüe, la creciente popularidad de los actos culturales vascos y otro tipo de fenómenos que no tardaremos en subrayar. La atracción de lo “vasco” crece. Pero se enfrenta a una barrera hasta fechas recientes infranqueable. Efectivamente, mientras que tradicionalmente se asocia a los euskaldunes con una visión esencialista de la vasquidad, en la práctica, son los no euskaldunes y los emigrantes los que ligan el acceso a la vasquidad con la sangre. La concepción excluyente de la vasquidad no está entre los euskaldunes, sino precisamente entre los no euskaldunes. Dicho de otra forma, aunque el Herria es un motor de seducción, es interpretado por los no euskaldunes en términos que les auto-excluye. De esta realidad paradójica surgen varias dudas. ¿Cómo hemos llegado a un escenario que ha pasado de la identificación de “lo vasco” con el pasado a otro en la que “lo vasco” se asocia al futuro? ¿Cuál es la estrategia de los sectores vasquistas para sortear el dilema de la identificación esencialista de los emigrantes y los no euskaldunes? ¿En definitiva, cómo se vinculan Herria e Hiria en la estrategia de los sectores vasquistas de Iparralde para logar un modelo inclusivo que está transformando el escenario identitario local? Estas son las preguntas a las que trataremos de enfrentarnos sugiriendo humildemente cómo en la respuesta a todas ellas descansa una acción política, la del vasquismo en Iparralde, que podría estar concretando una utopía similar a la que quizá quiso dar carta de naturaleza Atxaga. Pasar del nombre al ser. Izenetik izanera. Porque, ya se sabe: izena duen guztia bada… Aunque también, como veremos, no solo importa el “izena”, sino también la cualidad del “bada”. Como veremos, en Iparralde encontraremos pistas para sortear el dilema entre Herria e Hiria en una relación dialéctica que va más allá del marketing, en la que la vertebración del territorio recae en la ciudadanía y no en las élites.
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2. SEGUNDO ACTO: IZENETIK IZANERA A comienzos de la década de los noventa, el panorama era “desolador” en Iparralde. Desde el punto de vista demográfico, económico, cultural y político, éste era un territorio que languidecía. Simplemente, agonizaba. El euskera amenazaba con desaparecer, la fractura entre la costa y el interior crecía, los nativos emigraban y ancianos se acercaban a terminar sus días bañados en sol y salitre. Empresas cerraban. El comercio apenas subsistía con el verano. Bombas estallaban. Los notables se apoltronaban en sus reinos de taifas. Cada coto de caza era un terreno en exclusivo para mantenerse en el cargo gracias a unas relaciones privilegiadas de poder con el centro. Décadas de gobierno para unos, trasmisión familiar del cargo para otros. Gerontocracia esclerotizada en definitiva. Un territorio en crisis que camina al abismo. En este contexto, el estado mueve ficha. Sí, no lo olvidemos, el estado de la mano del subprefecto de Baiona propone una dinámica de reflexión cuyo nombre no es baladí: Euskal Herria 2010. No es baladí porque marca un tempo: conocer cómo evolucionará el territorio en las dos siguientes décadas. Y sobre todo, no es baladí porque define un locus; pone un nombre: Euskal Herria. Parece poco. Pero se debe recordar que Iparralde no existe desde el punto de vista político o administrativo. Simplemente no existe desde hace 200 años. Iparralde forma parte del departamento de Pirineos Atlánticos desde la Revolución francesa, a pesar de que Joseph D. Garat clamase ante la Asamblea Nacional demandando la creación de un Departamento vasco al definir la unión vasca con el Beárn como imposible. La Asamblea, claro está, hizo oídos sordos a la voluntad vasca. Pero no solo no existe, sino que internamente Iparralde está dividida. Así, Zuberoa es desgajada de la subprefectura de Baiona para unirse a la de Oloron con otros territorios bearneses. La cirugía republicana es impecable. Certera. Con voluntad de largo plazo. Las consecuencias se notan en el tiempo: la CCI de Baiona pierde Zuberoa en 1945; sus electos y los de bajanavarra se eligen junto con los bearneses desde la V República; Sud-Ouest, fiel a los dictados de la desconcentración, deja
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fuera a una parte del territorio vasco de su sección “Pays Basque” en la década de los noventa. Iparralde no existe y además, por si acaso, está dividida internamente. Como decíamos, la propuesta del Subprefecto pone un nombre a un territorio que desde el punto de vista institucional y administrativo no existía. Que durante 200 años no debía existir. Pero, desde 1992, fecha en la que el estado reconoce por primera vez los contornos del territorio, el carácter performativo de la acción lingüística se combina con la voluntad práctica de los actores. Así, 500 personas reflexionan sobre un territorio que no existe durante 200 años. El resultado es esclarecedor. A través de un largo y concienzudo proceso de participación en el que toman parte desde subprefectos y representantes del Estado a presidentes de cooperativas y miembros destacados del abertzalismo, se define y acuerda un diagnóstico y un pronóstico. Comencemos por el diagnóstico. A juicio de los participantes, el dejar hacer conduce al desastre. Cuatro de los seis escenarios que se definen en este proceso de reflexión colectiva encaran la perspectiva del 2010 desde perspectivas aterradoras: desafección política; caos urbano; desmembración del espacio; falta de solidaridad territorial; paro; ruina del campo; emigración masiva… Piezas de un puzzle que no encaja… Pero hay margen para la esperanza: se definen dos escenarios voluntaristas que prometen un futuro mejor para Iparralde de mediar dos condiciones: que los actores tomen cartas en el asunto en el territorio; y que Iparralde aproveche su posición de bisagra en el Eje Atlántico europeo. Se mira hacia dentro. Y se mira hacia fuera. En ambos casos el referente es un Sur dotado de competencias y poder; un Sur con el que cooperar. Sería bueno recordar que este consenso nace de un disenso. Quienes impulsan la dinámica participativa de reflexión territorial (no olvidemos, el Estado) parten de la premisa de que el marco institucional es intocable. Pero también se debe subrayar que este proceso es el resultado de un consenso: todas las voces deben ser escuchadas. Y “todas las voces” significa… todas. Hasta las siempre ninguneadas. 50 años después de que Marc Legasse, el primer abertzale que impulsa la acción
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política en Iparralde, fuera internado en un psiquiátrico por considerar que “Iparralde forma parte de una nación, la vasca”, los abertzales son tenidos en cuenta. Desde ese momento, la pelota queda en sus manos. Por ser los más dinámicos, por ser ellos la mayor parte de quienes impulsaban las cooperativas, la educación bilingüe, la defensa de la cultura... Los sectores vasquistas, entre ellos unos abertzales casi “anecdóticos” en el cómputo electoral, se convierten en el centro de la reflexión. Aceptan tácticamente el corsé impuesto: no al debate institucional. Pero con una visión estratégica: como veremos, para romperlo desde dentro. Así, los vasquistas “aparcan” temporalmente sus demandas de reconocimiento político a cambio de lograr que sus discursos calen y sean aceptados por todos los actores. De esta guisa, 500 personalidades del territorio, de todas las identidades y todas las ideologías acuerdan un pronóstico que pivota sobre 4 elementos que siempre clamaron al cielo sin respuesta los vasquistas: • la cultura y la identidad vasca es una oportunidad para el desarrollo del territorio; • el territorio es uno, de forma que se debe integrar la disparidad entre la costa y el interior; • el futuro de Iparralde pasa por la cooperación con los territorios del otro lado de la frontera; • Iparralde debe gozar de algún tipo de reconocimiento de su diferencialidad.
El estado mueve ficha de nuevo. Se crea un Consejo de Desarrollo que aglutina a las fuerzas vivas, con capacidad para hacer propuestas de ordenación para un territorio que antes no existía pero que comienza a visibilizarse en los mapas mentales y administrativos. Y se crea un Consejo de Electos cuya función es lograr que el Estado ejecute las propuestas emanadas de la sociedad civil. Y se hace justicia. Cambio dentro de la estabilidad. Reparto equilibrado de papeles. El dinamismo social, cultural y económico del vasquismo aúpa a un abertzale a la dirección del
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Consejo de Desarrollo. El poder de los notables se reserva para la dirección del Consejo de electos. El territorio ha nacido y se visualiza en una bicefalia roja, verde y blanca de un lado; azul, roja y blanca de otra. Dos cabezas, sí. Pero un territorio. Las dos cabezas, sin embargo, están de acuerdo. Hace falta un proyecto para el territorio. Así, de nuevo gracias a un proceso de reflexión colectiva y participativa, nace el Esquema de Ordenación del Territorio para el País Vasco, que incorpora 100 medidas que garanticen la supervivencia de Iparralde. A penas se habla de cemento. En Iparralde se dan cuenta de que la cohesión va más allá del negocio. Se habla de equipamientos que liguen la costa y el interior; equipamientos como el Museo Vasco y no solo carreteras; se habla de políticas bilingües y de reconocimiento de facto del peso de la identidad “Pays Basque” en el futuro del territorio; se habla de estrategias de desarrollo económico equilibrado; se habla de potenciar una universidad vasca… Y se demanda al estado recursos. Pero estos no llegan. En 1997 hay 100 propuestas para lograr acabar con el sortilegio de un territorio que se desangra. Pero el estado mira para otro lado. A la hora de la verdad, como sucedió en 1984 cuando urgía concretar la promesa de Mitterrand de crear un departamento vasco y oficializar el euskera, el Estado “no sabe, no contesta” “Tenemos un proyecto”, se dicen los actores. Pero no hay quien lo pilote. La conclusión cae por su propio peso. Hace falta poder político. Por eso, de una apuesta departamentalista que en los 80 solo concitaba el apoyo del 20% de los electos, se pasa a finales de los 90 a una mayoría del 70% de la ciudadanía que exige el reconocimiento político del territorio. Así, el 9 de octubre de 1999 son 13000 las personas que desfilan por las calles de Baiona en la manifestación más masiva desde el fin de la ocupación nazi, clamando todas ellas con una sola voz “Departamentua orain”. Un territorio al que tras la Revolución se le sustrajo el derecho de la existencia en nombre del “pacto”, nacía 200 años después tomando un nombre, a través de
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la deliberación entre los actores locales, para acabar exigiendo el derecho a la existencia. Izenetik izanera. De “Euskal Herria 2010” a “Departamentua orain”.
3. TERCER ACTO: ESKUAL IRRIAK
Itxaro Borda sabe captar el momento en el que en Iparralde nacen las primeras sonrisas. Nunca nos cansaremos de citarla: Aparecieron negras nubes en el horizonte. Desde hacía varias noches atrás se escuchaba bajo los secos rastrojos el croar de las ranas que anunciaban el cambio de tiempo. En los alrededores, la gente se agolpaba mirando al cielo, implorante. Parecía increíble. Después de doscientos años, un buen chaparrón. Las madres jóvenes mostraban a sus hijos las nubes, señalándolas con el dedo: – Mira… va a llover… –¿Qué es la lluvia, ama? – La mayor felicidad…
Tras doscientos años de calma chicha, la lluvia hacía presencia en Iparralde para convulsionar la tierra. Doscientos años de estabilidad. Doscientos años de lento pero inexorable moldeado identitario por parte del Estado más poderoso del mundo. Doscientos años sin reconocimiento institucional. Doscientos años de erosión de una lengua no reconocida. Doscientos años de dominio notabiliar, de conservadurismo, de hegemonía de una identidad francesa omnipotente y omnipresente en las tierras del norte. La lluvia hacía acto de presencia, a finales del siglo XX en Iparralde. Había llegado la tormenta. Por fin.
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Hordago jugando a txikia En todo el juego performativo que parte de la identificación consensual del territorio, los vasquistas y especialmente los nacionalistas fueron unos tahúres que manejaron magistralmente sus cartas. Y jugando a txikia acabaron lanzando un órdago que hoy continúa. Una vez abiertas las oportunidades, una vez que por primera vez todos los actores de Iparralde acordaban que ésta existía, debían optar a la hora de concretar políticamente el territorio. Primero tuvieron que escoger entre el maximalismo y el pragmatismo. Así, los abertzales deciden en 1997 aparcar la histórica demanda de reconocimiento del territorio en forma de un Estatuto de Autonomía que suponía la ruptura del marco jurídico político francés para asumir una demanda mínima, la creación de un departamento sin apenas poder competencial. El premio al pragmatismo era situar la centralidad del debate en algo fundamental: el territorio que comenzaba a existir en la mente de las personas debía partir de una visibilidad política lo suficientemente atractiva para el conjunto de la población como para que algún día pudiera existir en los mapas políticos. Como señala uno de los activistas abertzales “Departamento, departamento-región, Biltzar de Iparralde, autonomía, ¿cuál puede ser esta institución? Desde mi punto de vista, hoy en día, poco importa. Lo fundamental es que nos movilicemos para que por fin cese la falta de confianza que tenemos en nosotros mismos, este menosprecio que nos abate cada día, en todos los dominios de nuestra vida cotidiana”. Dicho y hecho. En enero de 1999 los abertzales convocan la primera manifestación a favor del reconocimiento territorial en la que participan más personas que la suma de todos los votos nacionalistas. Herria comienza a interpelar a Hiria. Comienza a vincularse. Inmediatamente después, desde enero hasta septiembre, los abertzales se sitúan en el centro de una apuesta que acaba atrayendo a sectores socialistas, democristianos, de los Verdes, del RPR, de las cooperativas, de la cultura, y que convoca la citada manifestación del 9 de octubre. De una apuesta mínima, jugando a txikia, logran que el resto de los actores, entre ellos
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(y esta es la clave) los no abertzales, comiencen a jugar a mayor. Así, al final de la citada manifestación, un electo no nacionalista lanza un discurso impensable años atrás. Renaud D´Elissagaray señala desde la tribuna de oradores que en caso de que el Gobierno de Jospin persista en su actitud de rechazo a la reivindicación, “la ciudadanía tendrá derecho a pasar a una segunda fase de acciones de resistencia civil, sin violencia y en calma”. Se abría una nueva vía de acción política apenas explorada en nuestro país. Entre los platos a veces insípidos de la acción institucional y las amargas dentelladas de la violencia, había espacio para la creatividad. Entre las lágrimas y la apatía políticamente correcta se asomaba, irreverente, la sonrisa. Como pronto veremos, en Iparralde nos sugieren la forma más acabada de una nueva cocina vasca: la desobediente. Pero antes de llegar a la presentación de este plato hace falta que nos detengamos brevemente para la forma en que se logra llenar la mesa de convidados. Y es que la elección por el pragmatismo que se asume en 1999 no sólo se concretaba en la apuesta por el departamento frente a la autonomía. Se debe hacer ver la forma en que este departamento se dota de contenido. Nótese que la demanda en 1999 es Departamentua Orain. No es, por ahora, Euskal Departamentua. Y es que, efectivamente, el componente desde el que se legitima el reconocimiento del territorio es meramente instrumental en 1999. Las referencias bondadosa a la institucionalización, en este primer ciclo movilizador, descansan en las potencialidades económicas que supondría el reconocimiento del territorio. Así, se logra atraer a la ciudadanía desde una perspectiva incluyente en el que la nueva Hiria que se propone “es de todos y no es de nadie”. Es de los sectores económicos, la Cámara de Comercio de Baiona a la vanguardia, que consideran que el reconocimiento territorial revitalizaría la menguada economía de Iparralde; es de los sectores políticos que apuestan por una profundización en las formas de descentralización y de democracia de proximidad; es de los
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desencantados de unas estrategias de desarrollo para las que el estado no aporta recursos tras una década de consensos y reflexión; y es, también, de los sectores que encuentran en el departamento una forma de reconocimiento de la identidad vasca. No nos engañemos. Las cosas, y menos la acción colectiva, no nace por generación espontánea. El vasquismo y el abertzalismo cargaba con décadas de dinamización, de activismo, con una mochila cargada de experiencia militante. Por eso pudieron situarse en el centro de este caleidoscopio de voluntades que buscan que el territorio sea reconocido: que Eskual Herria pase del nombre al ser. Es fácil comprender que gracias al trabajo responsable de los abertzales en la reflexión colectiva (1992-1997) y en la dinamización institucionalizadora (1997-1999) todos los actores departamentalistas asuman con naturalidad la centralidad de la dimensión identitaria. Por eso, del Departamentua Orain que solo era posible en 1999 se pasa a un Euskal departamentua que ya es asumido en 2002 por todos. Aún más, se trata de un Euskal que no nace de la oposición, sino de la integración. Por eso, los abertzales, los vasquistas, consideran que el reconocimiento territorial debe ir de la mano de la oficialización de las lenguas vascas: el euskera y el gascón. Y en el camino, cambia la esencia que encorsetaba al vasquismo a la marginalidad para situarlo en una centralidad que no deja de crecer. Recordemos que la mayor parte de la población no euskaldun consideraba que para ser vasco debía “renacer”, auto-inmolarse para “lograr” apellidos u orígenes que no tenía. Ahora, el camino hacia la vasquidad dejaba de asentarse en esencias inalcanzables excepto para los alquimistas. Bastaba voluntad. Bastaba con querer ser vasco. Bastaba con demandar en las calles el reconocimiento político de la vasquidad en forma de departamento. Sí, en forma de un departamento que para algunos sería el primer paso para mayores cotas de soberanía, pero también para quienes asumían su pertenencia al Estado francés. El departamento vasco era la Hiria que era “de todos y de ninguno”, pero que desde 2002 se asienta en el Herria.
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Otros mundos son posibles Recuerdan algunos abertzales una anécdota que les cambió para siempre. Colocaban propaganda llamando al voto por las calles de Baiona norte, cuando un joven magrebí, con una sonrisa cándida se les acercó para interpelarles sobre por qué pegaban carteles en “vasco” en una zona en la que no vivía ningún “vasco”. Sorprendido, alguno de los activistas le respondió, paternalista, que él también era vasco. “No, perdona… Aquí no vive ningún vasco”, contestó el chiquillo mientras su mirada se perdía en la memoria… “No, disculpa, sí que vive un vasco”. Incrédulo, el abertzale le pregunta que dónde, que dónde vive “ese vasco”. Siguen al chaval a la entrada de uno de los edificios de la banlieu, se acercan a los buzones… El niño busca hasta que sonríe. “Aquí, mira, Etchebarria”… El apellido en euskera, efectivamente, es una gota en un mar de nombres de ecos magrebíes, africanos, franceses, portugueses. De este encuentro nace algo nuevo. Una nueva perspectiva, más incluyente, que está en la base, por ejemplo, del Festival de las Culturas de Baiona Norte. Ahora, la fusión antaño imposible, se concreta en los ecos de la música árabe mezclada con la txalaparta. El Euskera resuena entre las 35 lenguas presentes en el ZUP de Baiona. Quizá el niño ya se sienta un poco más vasco, sean cuales sean sus apellidos. Quizá no. En cualquier caso, seguro que ha aprendido a convivir. No puede ser de otra forma si tenemos en cuenta que el objetivo de los organizadores de las 8 ediciones no es otro que el de desarrollar lazos entre las diferentes culturas promoviendo la presencia de su expresión pública en forma festiva. El lema para la edición de 2010 es nítido. No hay lugar para la concesión esencialista: “Todos y todas unidos”. En la fiesta. Herria eta Hiria. Irria. “Otros mundos son posibles”… Esta es la esencia del Festival más importante del verano vasco. Año tras año, las campas de Iparralde se llenan de miles de jóvenes de todas las procedencias en el único festival altermundialista del sur de Europa. Euskal Herria zuzenean no es un festival patrocinado por un banco (curiosos tiempos en los que el poder financiero nos pone a bailar para olvidar la crisis a la que nos
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han abocado). No, no es un festival que nace del fracaso de unas carreras de coches que buscaban situar ciudades en el mapa mundial del ocio y el espectáculo. No es marca. No es propaganda. No es consumo disfrazado de ocio. Es un festival abertzale y euskaldun. Y es un festival feminista, internacionalista, anticapitalista, que busca la justicia social, que está en contra de toda exclusión, que demanda la libertad sexual, que lucha por los derechos civiles y políticos para todos. Es un festival euskaldun y anticapitalista. Euskal Herria Zuzenean es un Festival y una organización que se reclama abierta con el objetivo de atraer a gente que no tiene la costumbre de mezclarse, trabajar e intercambiar experiencias; una organización que considera que “la construcción de redes de relación es la forma de romper los prejuicios”; que clama que su “riqueza es la diversidad del público” que asiste a su festival. Este año fueron 17000 las personas que en Euskal Herria clamaron que otros mundos son posibles.
La nueva cocina vasca desobediente Hace unos años descubrí una nueva forma de cocina. Decía entonces25: Nos llega desde los fogones de Baiona Ttikia una de las más suculentas recetas que hayamos podido conocer los aficionados al estudio y práctica de la buena mesa y los movimientos sociales. Sí, una receta que aúna elementos aparentemente difíciles de combinar, pero, si se mira con detenimiento, de elaboración en absoluto complicada y, muy probablemente, adecuada para los paladares de Euskadi Sur, acostumbrados a bocados algo más amargos. Los ingredientes que utiliza el Movimiento Demo se pueden adquirir fácilmente en cualquier lugar: “Un objetivo accesible, que permita atraer a la gente sin ser mal percibido; un gran puñado de discreción y prudencia; un litro de argumentación apropiada; una pizca de humor; un sobre de desparpajo y de sangre fría; y unos refrescos para después de la
25 AHEDO, El movimiento Demo y la nueva cocina vasca desobediente. Alberdania, Irún:, 2003.
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acción”. La maceración de los ingredientes, según enseña la tradición, debe ser pausado: de unos cuantos días a dos semanas, según el ritmo. Por el contrario, la cocción del acto en sí no debe exceder de una hora, tal y como apunta la receta Demo. Finalmente, la preparación del manjar desobediente no podría ser más sencilla: En un lugar aislado, batir a punto de nieve el objetivo accesible (para que el resultado no se venga abajo como un soufflé). Añadir a los Demo, y acabar de batir el objetivo integrando todos los ingredientes, de modo que cada cual asuma su papel en la receta. No olvidar el puñado de discreción y prudencia. Aparte, en otro recipiente, preparar la salsa que dará a la receta todo su sabor: en una hoja de papel, repartir la mezcla de argumentación y humor, respetando las proporciones. El resultado debe ser un guiso digestible y ligero, pero sabroso. El día de la acción, mezclar el objetivo batido y la salsa, y repartir entre los comensales. Espolvorear todo el plato con el sobre de desparpajo y de sangre fría. Es importante cuidar con mimo la presentación del plato: conviene aderezarlo con un zumo de buzos blancos, camisetas amarillas, incluso máscaras. Añádase una pizca de paciencia (si es que queda un poco en el fondo de algún armario). En el caso de que se autoinviten a la comida unos comensales vestidos de azul marino –lo cual debe ser siempre previsto–, se deberá añadir al guiso una pizca de sangre fría, ya que ni la violencia ni el insulto forman parte, por indigestos, de los ingredientes del plato. Una vez en la comisaría, no se debe revelar nada: es bien sabido que los secretos de casa son la garantía de unos platos sabrosos y sorprendentes.
Como decimos, a diferencia de los repertorios de acción propios del nacionalismo vasco del sur (convencional o violento), los Demo (junto con sus hermanos de lucha a este lado de la frontera) desarrollan desde 2000 una serie de acciones desobedientes para alcanzar lo que ellos definen como “objetivos asequibles” aderezados por una “pizca de humor”. Entre ellos se encuentra la oficialización de la lengua vasca y la institucionalización de Iparralde, además del acercamiento de presos. En el primero de los casos, los Demo asumen las preconizaciones del Consejo de Desarrollo y el Consejo de Electos (concretamente las propuestas del
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Esquema de Ordenación), que solicitaban medidas como la señalización bilingüe o la promoción de la lengua vasca en los servicios públicos. Unas propuestas, ya hemos visto, consensuadas por los electos y representantes sociales, económicos y culturales, que sin embargo no habían sido satisfechas. Por ello, y ante el inmovilismo de las autoridades, los Demo tratan de ponerlas en práctica. Así sucede en el caso de la señalización de las carreteras, cuando retiran decenas de paneles monolingües y las sustituyen por otros bilingües. De la misma forma, desde 2001 centran todos sus esfuerzos en la concreción de un programa de promoción de la lengua vasca en la compañía pública de ferrocarriles SCNF. Entre las acciones que realizan se va observando una cierta graduación: del cambio de rótulos se pasa a la ocupación de las estaciones de tren, y de ahí a las suspensión momentánea del tráfico encadenándose a las vías, hasta que finalmente, en marzo de 2003, varios centenares de personas realizan una manifestación por las vías del tren, haciendo caso omiso a las amenazas de la Policía, paralizando el tráfico ferroviario. Poco tiempo después el ocio se hará irreverente, cuando se convoque el primer campeonato de mus desobediente de la historia sobre las vías del ferrocarril, con el objetivo de “parar el tren de la uniformización”. De la misma forma, los Demo intervienen de forma determinante en la demanda institucional con espectaculares acciones. A comienzos de 2000, una veintena de desobedientes logran sustraer los 21 escaños de los electos vascos de la sede del Consejo General de los Pirineos-Atlánticos (sede del Departamento en el que se inserta, junto al Bèarn, el País Vasco Francés), para “aportar las sillas necesarias para la institución vasca”26. De la misma forma, varios meses después, estos desobedientes sustraen de los archivos del Departamento (en Pau) las actas de una institución anterior a la Revolución (el Biltzar de Labourd), en las que se recoge la deliberación de los electos vascos en 1790, reclamando a las Cortes Constituyentes de Francia un departamento propio. El objetivo de esta acción era exigir la apertura
26 DEMO, Demokrazia Euska Herriarentzat – Democratie pour le Pays Basque, Gatuzain, Baiona, 2002.
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en el País Vasco de un centro documental que recopilase sus documentos históricos. De su creación –dicen– depende la devolución del histórico documento. En consecuencia, sus objetivos son asequibles: (a) creación de una institución vasca, apoyada por el 70% de la ciudadanía, y (b) política de promoción del euskera, en base a las propuestas de los electos y la sociedad civil. De esta forma, una vez alcanzados los objetivos, insuflan de ilusión a los militantes más desanimados. Y si no se logran porque las autoridades los rechazan, los Demo creen desenmascarar los límites de la democracia en Iparralde, reforzando su discurso ante la ciudadanía. Sin embargo, si caen en los “cantos de sirena” de la violencia, los Demo creen que tanto los nacionalistas como sus demandas serían deslegitimadas. De esta forma, los Demo están obligados a sortear la rutina, el desánimo y la represión. Y para ello ponen en marcha diferentes estrategias. De una parte la obcecación, como demuestran concentrando todas sus acciones desde 2002 para lograr de la SNCF una política bilingüe. De otra parte la solidaridad, cuyo clímax se alcanza en la celebración de juicios masivos en los que los juzgados pasan a ser jueces de la intransigencia de un estado que condena a quienes solo quieren que se concreten las demandas de la ciudadanía. Pero sobre todo, su arma secreta, es la imaginación. La sonrisa. Efectivamente, los Demo utilizan magistralmente los recursos de la memoria colectiva de los habitantes de Iparralde. Pero no sólo adecuan sus acciones y objetivos al imaginario cultural vasco (como sería previsible en un movimiento nacionalista), sino que amplían los receptores de su discurso aprovechándose de la simbología francesa. Herria e Hiria. De esta forma, utilizando las potencialidades de los alineamientos de marcos27 roban decenas de Mariannes (busto republicano,
27 SNOW y BENDORD “Master frames and cycles of protest”, en MORRIS y MUELLER (eds.), Frontiers in social movement theory. Yale University Press, New Haven, 1992.
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símbolo de Francia, que preside todos los ayuntamientos), para “hacerlas hablar”. Así, en sus comunicados, las Mariannes se “posicionan” a favor de sus liberadores, al considerarse “secuestradas en instituciones que no hacían más que prostituir los principios democráticos que las vieron nacer”28. De esta forma, se complementa la estética vasca, que limita sustancialmente los posibles receptores, ampliando a toda la ciudadanía –por medio de símbolos como la Marianne, propios de la memoria colectiva francesa29– el posible círculo de personas que se sientan aludidas, al margen de su identidad. No existe elemento que no pueda ser instrumentalizado para los objetivos de los desobedientes: los juicios se convierten en escaparates que refuerzan su “marco de injusticia”, juegos populares de cartas (como el mus) se convierten en armas disruptivas cuando los campeonatos se realizan sobre las vías del tren, el Olantzero es un entrañable amigo que cumple los deseos de los niños sobre la presencia del euskera en las navidades, colocando pancartas por todas las carreteras del País Vasco... Recursos de la memoria colectiva –da igual que sea vasca o francesa– que, todos ellos, sirven para que cada cual pueda simpatizar por su propia razón con los activistas. Y entre ellos, uno de los ejes es la instrumentalización del papel de personajes determinantes en la vida vasca como Garat. Garat representa a la república, no en vano fue Ministro de Gobernación. Pero también la identidad vasca. Hemos visto cómo los Demo hacen hablar a las Mariannes, a bustos de mármol. Y si es difícil imaginar un movimiento que haya logrado algo similar antes, más difícil nos resulta asimilar la capacidad de un colectivo para... ¡resucitar a los muertos! Pero el “milagro” sucede en octubre de 2000, durante la celebración del Lapurtarren Biltzarra de Ustaritz. En este festival que pretende servir de hermanamiento entre
28 DEMO, op. Cit, p. 274. 29 NORA, Les France, Gallimard, París, 1992.
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los vecinos de la provincia de Lapurdi, los habitantes de los diferentes pueblos tratan de parodiar diversas situaciones de la vida cotidiana a través de un desfile de carretas que da paso a una apetitosa comida popular. Todo prometía transcurrir como en la casi treintena de ediciones anteriores, pero de pronto, ante los atónitos ojos de los asistentes, emerge una extraña figura... “Queridos señores y señoras, perdonar, la charla no ha finalizado todavía...” No me conocéis, o mejor dicho, no conocéis mi voz, porque no soy de vuestro mundo, de vuestra época. Hace ya un siglo y medio que fallecí, y me llamo Dominique-Joseph Garat. Por eso estoy entre vosotros hoy, para celebrar el Lapurtarren Biltzarra. Aquí se homenajea el lugar oficial que expresa la voluntad de este pueblo (debemos recordar precisamente que el Biltzar de Lapurdi reclamó en 1789 la creación del departamento vasco –N.A.-), el lugar que se nos niega hoy. En este sentido, ya hace algún tiempo que una mayoría pide un departamento. Desde el cielo he visto a 12.000 personas en las calles de Baiona el 9 de Octubre (...). Estoy orgulloso de cómo os expresáis contra el que niega vuestros deseos. Ya hace 200 años que les señale claro y alto a los jauntxos de París: ¡mi provincia protesta! ¡no está de acuerdo! (...). Por eso, a todos los que estáis reunidos en este Lapurtarren Biltzarra y a todos los euskaldunes os animo a removeros y a luchar contra esta falta de democracia, como hice en 1789. Yo os animo a participar en acciones como la que realicé el pasado marzo con la ayuda de los Demo, y gracias a la que logramos recuperar para Euskal Herria el libro de actas del Biltzar. Desobedezcamos las instituciones que no respetan nuestros deseos, es nuestro derecho, o más, nuestra obligación. ¡Poneros la camisa amarilla y haceros tener en cuenta! ¡Como hice yo! Citado en DEMO, 2002 y AHEDO, 2004b.
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Pero Garat ya había hecho acto de presencia antes. Concretamente tres meses después de robo de las sillas de Pau, como hemos sugerido, los Demo vuelven a realizar una acción que los convierte en protagonistas de los medios de comunicación locales y nacionales. El 19 de junio de 2000, un grupo de activistas se dirige nuevamente a Pau, en esta ocasión a los Archivos Departamentales, de donde sustraen el libro de actas del Biltzar de Lapurdi en el que se recoge la petición realizada en 1789 por Garat ante las Cortes Constituyentes, para que fuese creado un departamento que integrase las provincias históricas de Lapurdi, Baja-Navarra y Zuberoa. Así, mientras varios activistas realizan una maniobra de distracción, otro de los Demo pide estudiar el citado Cuaderno, firmando su solicitud, con tanta frialdad como ironía, como “Joseph Garat, notario”. Garat, había vuelto de las sombras para recuperar para el País Vasco lo que le correspondía… Y es que, como nos recuerdan GAMSON & MEYER30, todo movimiento social necesita elaborar un discurso que se adecue a la realidad en la que actúa. Pero más aún, en ocasiones, los movimientos sociales logran aunar su estrategia contenciosa con la cultura, la historia, y los mitos de la ciudadanía sobre la que inciden. Como apunta ZALD, “los activistas de los movimientos y los contra-movimientos desempeñan un gran papel a la hora de crear metáforas, imágenes y definiciones de la situación con las que pueden obtener apoyo para fines alternativos”31. Una de las claves simbólicas se encuentra en el stock cultural y la historia. Y qué mejor ejemplo de adecuación de la memoria histórica de los habitantes de Iparralde a la reivindicación departamental, que el hecho de resucitar y poner en boca del histórico diputado Garat las demandas de la ciudadanía, 200 años después de que fuesen formuladas por primera vez... ¡por él mismo! Se abre así un jugoso recurso argumentativo
30 GAMSON & MEYER, “Marcos interpretativos de oportunidad política”, en Mc ADAM; McARTHY & ZALD, Movimientos Sociales: perspectivas comparadas, Istmo, Madrid, 1999. 31 Ibíd.
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que acaba utilizando el símbolo republicano por excelencia, la Marianne, al servicio de los postulados abertzales. Además, la instrumentalización de Garat y las Mariannes no sólo sirve para dotar de fuerza a las argumentaciones de los desobedientes, sino que es un pretexto para reformular el marco de injusticia del movimiento, legitimado de esta forma a partir de la historia y la cultura desde una lógica maniquea que bien recuerda al argumento de las Pastorales. Y sobre esa injusticia, ya no son los Demo quienes señalan los responsables, sino aquellas figuras de las que los grandes políticos se reclaman deudores y seguidores: Garat, Marianne... Finalmente, en ambos casos, los símbolos de la historia son recuperados por los Demo para motivar a los indecisos, para incentivar, en última instancia, la acción contenciosa contra la administración en un público que va más allá del nacionalista, tratando de ampliar los receptores de identidad francesa instrumentalizando sus símbolos. Asimismo, la evocación a los colectivos corsos –realizada en una rueda de prensa a imagen y semejanza de las del FLNC, pero cambiando las armas de fuego por armas desobedientes como una “giraldilla”, cadenas, banderas con el número del Departamento de Pirineos Atlánticos (64) tachado...– pretende visualizar la frontera existente entre la disrupción y la violencia, reivindica una forma de actuar legítima (la primera), y sirve para recordar que, con el silencio de Iparretarrak, la violencia está ausente de Iparralde. En definitiva, los Demo, han mostrado hasta qué punto la nueva cocina vasca desobediente es capaz de endulzar la vida política vasca, hasta ahora encorsetada entre los amargos bocados de la violencia y el, en ocasiones, insípido sinsabor de la política convencional institucional32
32 AHEDO, El euskera desde fuera en Iparralde, Eusko Ikaskuntza (nº 49), Donostia, 2004-2.
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Si recapitulamos el recorrido que estamos haciendo, vemos cómo la concreción de ese nombre que oficialmente es reconocido en 1992, Euskal Herria, ha avanzado en la senda del reconocimiento político. Y como hemos visto, esta senda, abanderada por los vasquistas, y entre ellos preferentemente por los abertzales, se ha asentado en una ecuación que combina Herria con Hiria. Así, la Euskal Herria que está naciendo y que lucha por ser reconocida políticamente parte de la pluralidad de adscripciones, económicas en unos casos, democráticas en otros, identitarias también. Como hemos visto, esta Euskal Herria se sostiene sobre la importancia de una identidad vasca que integra a la gascona. Como hemos visto, la concreción de esta Euskal Herria se basa en una toma de posición primigenia de carácter pragmático que permite que se incorporen actores insospechados, que una vez unidos a la lucha asumen los vectores del Herria que los abertzales también pretenden salvaguardar. Hemos analizado cómo en esta dinámica de concreción (izan) de un titular (izen), cuentan las relaciones de poder. Hemos visto cómo el centro de estas redes de poder se sitúa en los abertzales. Y hemos visto cómo esta centralidad se asienta no en el alzamiento de trincheras, sino en la articulación de redes de movilización (departamento vasco), de generación de comunidad (Festival de las culturas de Baiona norte) y de solidaridad internacionalista (Euskal Herria Zuzenean). Hemos visto, finalmente, cómo con esta filosofía, integrando Herria e Hiria desde irria, la sonrisa, el Movimiento Demo nos ha presentado una nueva cocina vasca desobediente que ha sido asimilada en una sociedad que muchos considerábamos demasiado conservadora. Sin embargo, el cliché se ha roto y esta sociedad aparentemente reaccionaria (Eskual Herria maitea, eliza txuriz betea) ha mirado con simpatía la acción de los Demo hasta asimilar una acción colectiva de confrontación directa con el statu quo. Pero antes de observar la forma en que ésta se concreta en la creación de la Euskal Herriko Laborantza Ganbara, un simple recordatorio a modo de inventario. Desde 1998, fecha en la que los abertzales refuerzan su decisión de unir Herria e Hiria en las luchas narradas, hay una ausencia: la violencia de Iparretarrak, una organización nunca disuelta, pero que desde hace 12 años simplemente ha silenciado las armas. A cambio, como hemos visto, ha florecido la sonrisa.
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Hacia un contrapoder (campesino) Hay, en nuestras tierras, una salida práctica al bucle infinito que vislumbraba Atxaga en la doble concepción glorificadora y denigradora de lo campesino: la Euskal Herriko Laborantza Ganbara. Este organismo muestra cómo tradición y modernidad pueden ir de la mano en el presente. Debemos recordar que uno de las fracturas que se vislumbraban de forma más clara en el contexto de crisis de los 90 en Iparralde era la que se daba entre la costa y el interior. No nos engañemos, para muchos abertzales, la urbe llena de turistas y comercios de la costa amenazaba con sepultar la esencia vasca de un campo que languidecía. Efectivamente, en un primer momento, Herria e Hiria se asimilaban a dos trenes que discurrían en dirección contraria, pero en la misma vía. Y la plasmación del choque era la violencia (Euskal Herria ez da salgai33) de una parte, frente a la instrumentación folclórica de lo vasco (Euskal Herria salgai34) para el turismo. Sin embargo, las cosas cambian a mediados de los noventa. Así, la voluntad de unir la costa con el interior es uno de los ejes consensuados entre todos los actores que toman parte del proceso de reflexión presentado. De igual forma, la salvaguarda de la tradición campesina se convierte en uno de los vectores de desarrollo. De una forma u otra, todos los actores concuerdan en que Euskal Herria no es posible sin tener en cuenta lo rural insertado coherentemente con lo urbano. Herria eta Hiria. En este contexto, el sindicato ELB (que no se define como sindicato abertzale, sino vasco) encuentra oportunidades para recuperar una de sus demandas históricas: la creación de una Cámara de Agricultura para Iparralde, cercenada por
33 Euskal herria no está en venta. 34 Se vende Euskal herria.
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la ausencia de reconocimiento institucional. Poco a poco, esta demanda se vincula con la creación del Departamento. Así, Batera (el movimiento que reclama desde 2002 el reconocimiento de Iparralde) articula una ecuación con cuatro variables indisolublemente unidas: universidad de pleno ejercicio, Departamento Vasco, Oficialización del Euskera y Cámara de Agricultura. Educación, territorio, lengua, campesinos… A partir de 2004 este movimiento decide pasar de la demanda a la creación. Tras 200 años de exigencias, se cree que ha llegado el momento de la acción, de la construcción. Por una parte, Batera se embarca en la recogida de 47.000 firmas para la celebración de un referéndum que abriese las puertas a la creación de un departamento. En 2 años recogen 37.000, lo que prueba la acepción transversal de una reivindicación que si tradujésemos los porcentajes a Hegoalde ascendería a 370.000 firmas (algo, que sepamos, nunca conseguido en un territorio que tantas lecciones ha dado a su “hermano pequeño” a lo largo de la historia). En cualquier caso, las modificaciones institucionales en Francia que prevén la desaparición de los departamentos explican que Batera centre sus energías en otra demanda de complicada concreción. Así, desde 2004 los vasquistas centran sus fuerzas y lanzan un órdago que pilla por sorpresa al Prefecto. De forma que en enero de 2005 nace una Euskal Herriko Laborantza Ganbara que inmediatamente somete a la presión judicial la Prefectura de Baiona. Muy resumidamente podríamos señalar que dado que el Estado no concede las demandas de la sociedad vasca, es ésta la que las concreta. Pero la forma de concreción es importante. Decíamos que si bien es cierto que “izena duena, bada” no es menos cierto que importa cómo sea el “bada”. Así, en los órganos rectores de este organismo siguen vacantes los puestos que se reservan a la administración del Estado o a otros sindicatos minoritarios de Iparralde. Euskal Herriko Laborantza Ganbara nace con la voluntad de ser de todos y de ninguno. Y si alguno decide ausentarse, que no sea por falta de sitio. De igual forma, el órgano rector se abre al resto de la sociedad. No es copado por el sindicato, sino que las asociaciones de consumidores, de productores,
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los campesinos, todos tienen cabida. Los ejes de este organismo, a su vez, concuerdan con la filosofía de la agricultura ecológica opuesta a modelos neoliberales de producción mecanizada o transgenizada. Así, los líderes de EHLG cooperan de forma activa en el actor más numeroso del movimiento alter-mundialista a escala planetaria: Vía Campesina. Se podría pensar que un organismo que nace con el estigma de la judicialización podría retraer a los sectores más conservadores o menos comprometidos de Iparralde. Pues bien, a pesar de ser puesto en la picota por el Estado, el reconocimiento de este organismo de contrapoder vasco será legitimado por la mayor parte de los electos de Iparralde. Aún más, mientras sus líderes son juzgados, el Consejo Regional de Aquitania firmará convenios con una institución que para el Prefecto encarna el “eje del mal”. No hay excusas. No se puede hablar de maquillaje. El modelo de contrapoder, de articulación instituyente nace con una filosofía tan incluyente y desde un substrato de legitimación tan abonado que seduce hasta a las autoridades. Al Prefecto, representación del poder del estado, le crecen los enanos. Pero, decimos, Herria e Hiria son las dos caras de la misma moneda. Lo cam pesino y lo urbano. De ahí que de la mano de la EHLG, desde hace media década, el campo haya decidido acercarse a la ciudad. En un primer momento, la Feria Lurrama es ninguneada por las autoridades de Baiona. Craso error. Las decenas de miles de personas que acuden a la apertura de la jornada muestran que no es sólo Herria quien quiere acercarse a Hiria, sino que la Hiria que es el BAB recibe con los brazos abiertos al Herria campesino del interior. Al día siguiente, las autoridades se dan codazos para salir en la foto con los organizadores. Recordemos, unos organizadores sobre los que pende la amenaza de “delincuentes”. Pero, desde comienzos de 2010, la justicia hace justicia. Finalmente, los tribunales absuelven a los líderes de la EHLG sobre los que pendía la demanda de condena por usurpación de nombre de titularidad pública.
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El desenlace del affaire es clarificador. El euskera, la base de nuestro Herria, es rico. Así lo muestra en el juicio Haritschelhar, que enumera hasta dos docenas de posibles traducciones del término Ganbara. ¿Quién sabe si la voluntad de los campesinos era crear el Granero de la agricultura, o por qué no, la “cocorota la agricultura de Euskal Herria”? Carcajadas en la sala de audiencia. Pero hay más. El país de la Hiria, Francia, todavía no reconoce la oficialidad del euskera. ¡Paradojas del modelo cívico y contractual! Por eso, mientras el euskera carezca de reconocimiento en Iparralde, Laborantza Ganbara nunca puede ser el equivalente de Chambre d´Agriculture. Sonrisa pícara. Herria eta Hiria. Eskual Herriko Irria. PD: A mediados de 2010 se ha celebrado el “Azken Demo Dantza”. Los Demo entierran su hacha. Pero cumplen su promesa. El libro de actas del Biltzar de Lapurdi sería entregado cuando se construyera un archivo vasco en Iparralde. Ha llegado el momento. Su gran victoria siempre será haber demostrado que la sonrisa es más efectiva que la mirada pánfila del burócrata y la mueca dolorida de la violencia. Pero la victoria más íntima será hacer justicia a quien ya hace 200 años demostró que voluntad e identidad no son contradictorias. Garat pronto descansará en su tierra, en su Herria. Solo falta que se cumpla voluntad de su pueblo. Los vasquistas han demostrado que el Herria puede unirse con el Hiria. Desde la irria, desde la sonrisa, han logrado que la ciudadanía se apropie de su territorio. Francia, el ejemplo siempre citado y glosado, lleva 210 años demostrando que su Hiria “solo es de unos pocos” y que se asienta en las cenizas de los herriak. Pero el tiempo siempre desenmascara al cínico. Por mucho que sonría la hiena no deja de ser hiena.
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VII EL TAV Y LA CONSTRUCCIÓN DE EUSKAL HIRIA Crisis de valores
Despaisajados Y la destrucción de la naturaleza no es solamente física, sino una destrucción de su significado para la persona, una verdadera amputación espiritual y vital para ésta. A la persona ciertamente se le arrebata la pureza del aire y el agua, pero también se le amputa el lenguaje, y el paisaje en el que transcurre su vida, lleno de referencias personales y comunitarias, base de su construcción identitaria. Es convertido en un paisaje impersonalizado e insignificante. Miguel Delibes.
1. IDEOLOGÍA, VALORES Y ESTRUCTURA SOCIAL Una reflexión sobre la infraestructura del Tren de Alta Velocidad (TAV) y, en concreto, sobre la reordenación del espacio y sus usos en Euskal Herria (a la
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que desde el poder se ha diseñado ya como Euskal Hiria, con sus consiguientes consecuencias económicas y sociales) nos lleva directamente al estudio y análisis de las condiciones estructurales y culturales que condicionan el proceso de encementación del suelo vasco. En 2009 queda de manifiesto que la crisis no es económica, es crisis ecológica, de salud, de relaciones de género, y de valores; es una crisis del paradigma de civilización desarrollado por el capitalismo, en definitiva del modelo ideológico en el que éste se sustenta. Por eso al valorar lo que está ocurriendo, no se puede comprender la resignación y/o tibieza de las respuestas de los sectores sociales, sin analizar cómo nos ha ido moldeando la ideología del poder globalizado. El concepto “educar en valores” es transversal a todo el discurso social emanado desde los poderes de Estado, vengan desde la UE (Plan Bolonia), desde Madrid o desde los poderes de Euskal Herria. Con diferentes ropajes queda envuelto el elemento central de cualquier construcción sociopolítica: la ideología. El modelo capitalista enmascara y oculta los pilares sobre los que se sustenta, y relega términos como “ideología” a conceptos marxistas desfasados, cuando la ideología no es más que el conjunto de ideas-valor o valores imperantes en una sociedad. El análisis de esta ideología se hace necesario en momentos de crisis, porque sólo afianzando valores diferentes a los que han conducido a la crisis se puede salir de ella con éxito. A este respecto, los científicos sociales plantean unas características básicas para analizar la estratificación o desigualdad que generan los sistemas sociales1: el grado de cierre o apertura normativa de sus divisiones, el método real para ubicar a la gente a partir del status real o la clase, la forma predominante de desigualdad y el método principal de legitimación. Entre los distintos esquemas que pueden explicar esto, el proporcionado por la filosofía marxista es el más completo e
1 Existe un consenso generalizado en clasificar los sistemas sociales que se han desarrollado a lo largo de la historia en cinco grandes grupos: sistemas comunales primitivos, esclavitud, sistemas de castas, sistemas estamentales o feudales, y sistema de clases.
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integrador. De hecho, muchos pensadores de nuestro tiempo2, creen que –con más o menos revisiones– esta teoría general del funcionamiento y reproducción social es la más útil para entender las distintas teorías del poder y del conflicto y la creciente estratificación social y territorial. En la cúspide de todo sistema social, (aunque éste no podría sustentarse sin las fuerzas productivas) está su aparato ideológico, que no se circunscribe al campo de “las ideas” sino que crea sus propios paradigmas en todas las áreas del conocimiento3. Cada sociedad ha desarrollado algún método para justificar la existencia de la desigualdad entre su población. Este método sigue, por regla general, un proceso denominado legitimación. La tradición o la costumbre como método de legitimación enseña a la gente que las cosas siempre han sido así, cerrando de esta forma sus mentes a una posible alternativa a la distribución presente de bienes y servicios socialmente valorados. Pero detrás de la costumbre existe una justificación ideológica más sistémica, que suele señalar hacia las cualidades superiores de los que se encuentran en lo más alto del sistema y su “importante” contribución al bienestar general, como justificación de su mayor porción de bienes y servicios valorados; de este modo, esta desigualdad beneficiosa para todos, a la vez que es inevitable o necesaria.4
2 KERBO, Harol R., Estratificación social y desigualdad, 2004. 3 Un paradigma es una imagen básica del objeto de una ciencia. Sirve para definir qué es lo que debe de estudiarse, qué cuestiones deben de plantearse, cómo deben formularse y qué reglas deben seguirse para interpretar las respuestas obtenidas. Desde el trabajo pionero de Kuhn (1962), toda una serie de trabajos han venido demostrando la relación entre la ideología de una sociedad y sus paradigmas, tanto en las ciencias físicas como sociales. 4 Dar dinero público a la banca, subvencionar los EREs a los empresarios es necesario y beneficioso, dado que, de esta manera, se volverá a poner en marcha su máquina de acumulación de capital , así como la llegada de parte de este dinero a los trabajadores (con intereses, o a cambio de pésimas condiciones laborales).
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La religión, por su parte, legitima esta ideología al creer que una deidad lo quiere así para poner a prueba nuestra confianza y acatamiento de esa voluntad divina, siendo premiados en otra vida si cumplimos las reglas u obligaciones que nos han sido impuestas en función de nuestro género y clase social. Finalmente hay una justificación legal, todo un cuerpo jurídico que respalda los derechos, privilegios y deberes de las clases existentes, apoyadas en la autoridad del Estado y controladas por su cuerpo represivo Todos los aparatos ideológicos del Estado, cualesquiera que sean, conducen al mismo resultado: la reproducción de las relaciones de producción, es decir, de las relaciones capitalistas de explotación. Cada uno colabora con este resultado único de manera específica. El aparato político somete a las personas a la ideología política del Estado, no dudando en ilegalizar y criminalizar masivamente a los partidos políticos y grupos con una base ideológica enfrentada. El aparato de información (prensa, radio, televisión) satura a toda la población con dosis diarias de “-ismos” (moralismo, pacifismo, civismo, liberalismo, nacionalismo estatal, etc.). El aparato religioso intermedia con grandes ceremonias y sermones sobre el nacimiento, el matrimonio, la muerte, recordando que sólo somos cenizas sin posibilidad de salvación a no ser que pongamos siempre la otra mejilla. Pero un elemento es clave para este fin en las modernas sociedades desarrolladas: la escuela obligatoria. La escuela modela desde la más tierna infancia hasta la edad legal para trabajar (16 años) o hasta el comienzo de la edad adulta (23-25 años para aquellos que reciben una educación superior). Cada sector masivo que se incorpora a la sociedad (Educación Obligatoria, Formación Profesional, Universidad) ha recibido y hecho suya la ideología que conviene al papel que debe cumplir en la sociedad de clase: papel de explotado (con conciencia “profesional”, “moral”, “cívica”, y “apolítica” altamente desarrollada”); papel de agentes de la represión (saber mandar y hacerse obedecer “sin discusión” o saber manejar la demagogia retórica de los agentes políticos, expertos en “relaciones humanas” o “gestores
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de recursos humanos”); o papel de agentes profesionales de la ideología (que saben tratar respetuosamente, es decir, despectivamente, las conciencias mediante la coerción, la demagogia conveniente, según aquello que se acomode a la “virtud” a la “moral”, a la “trascendencia del momento histórico de la nación”, etc.). Evidentemente, gran cantidad de estas virtudes contrastadas (modestia, resignación, sumisión por una parte y cinismo, altivez, seguridad, grandeza, es decir, habilidad y buen lenguaje por otra) van más allá de los currículos educativos, y se imparte en todos los estamentos: en la familia, en la iglesia, en el ejército, en “los buenos libros”, en las “películas superpromocionadas” e incluso en los estadios. Lo dicho hasta ahora sólo han sido gruesas pinceladas de un tema crucial y a la vez “escurridizo”, porque el resultado mismo de estar inmerso en una ideología, conlleva, por definición, la creencia de sentirse fuera de ella. Se entiende actuar por “conciencia”, “principios éticos”, “valores” etc., sin profundizar en cómo nos han formado e impregnado de estos principios institucionalizados, mientras que se criminaliza a aquellos grupos que cuestionan la ideología del poder y, por tanto, poseen unos valores propios. Por eso es clave reflexionar sobre cuáles son los valores sobre los que se asienta la ideología de la economía de la globalización. Para lo que queremos llamar la atención sobre una serie de elementos: 1. Los valores son definidos como objetos conceptuales que disponen de un significado y sentido orientados a determinados contenidos y que guían nuestro comportamiento. A través de los valores podemos estudiar los diferentes grupos sociales y conocer los elementos significativos que conforman la estructura social, ya que las actitudes y valores de un grupo social tienen consecuencias políticas, económicas y sociales, a la vez que van transformando la cultura. Hoy la cultura no es sólo fruto de las relaciones de producción sino que se constituye en un elemento clave que incide en la estructura social. Tratar de determinar cuál es la causa y cuál es la consecuencia es introducirnos en una espiral de difícil salida. Para el desarrollo de esta reflexión nos interesa constatar que los valores son un elemento de análisis y diagnóstico de la realidad social.
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2. En el diseño socio-político actual la idea de Euskal Herria está dejando paso a la de Euskal Hiria. El cambio de estructuración espacial y temporal de las relaciones humanas que produce este modelo económico no es sólo un cambio estructural, sino que va acompañado de unas formas de pensar y actuar que han ido condicionando los valores tradicionales. En este sentido, es de destacar que emerge un proceso de secularización, de pluralización y de individualización. Los sociólogos constatan como hecho sociológico la debilidad de la razón y apuntan hacía la crisis de la racionalidad, la pérdida de la comunidad y la soledad del individuo. Lo subjetivo prima sobre lo colectivo en el ámbito de las relaciones sociales. La sociedad del consumo y audiovisual impone el ritmo del presente y el placer inmediato, sin memoria, con la primacía del orden estético. La rentabilidad prima sobre la producción, el corto plazo sobre la previsión a largo plazo, se busca la optimización de la economía de servicio hedonista. Se renuncia a la utopía y emerge la consideración pragmática. 3. Otro de los elementos que hay que recuperar para el análisis se refiere a las nuevas formas de construir socialmente la realidad y la adquisición de conocimiento. Es una evidencia que la cultura audiovisual está condicionando decisivamente la forma de construcción social de la realidad. Las tecnologías de la comunicación aceleran el tiempo de los acontecimientos, aceleran la vida. Ese tiempo transforma nuestras formas de pensar y de actuar y revoluciona también el espacio de relación. Nada está lejos y todo está cerca. Todo va rápido y la intensidad se vuelve estética. Existe una pluralidad de espacios y de formas de relación presencial y virtual; el espacio de interacción real, el espacio de interacción audiovisual y el espacio de relación virtual donde no hay, propiamente, espacio. Nuestras formas cognitivas sufren variaciones importantes porque se está tornando cada vez más compleja la forma de conocer la realidad; esa forma de conocer transforma nuestra visión acerca de la realidad. Sartori habla del Homo Videns en la sociedad teledirigida. La vida en Internet adquiere cada vez mayor relevancia en nuestra sociedad. La cibercultura muestra una variación en la percepción e imagen de la propia realidad
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respecto de la vida cotidiana, hecho que se refleja en la intensidad y calidad de las relaciones sociales donde el lazo comunitario y la confianza interpersonal resultan mucho más débiles. 4. Se producen riesgos derivados de los procesos de dominación cultural (de valores). Está claro que los países que ejercen el control del proceso económico de globalización incluyen en ese proceso de expansión sus formas culturales e introducen los valores que mejor puedan responder a sus intereses económicos. No es posible producir CocaCola sin que uno produzca la forma cultural de adscripción a ese producto. Esta forma teledirigida de construir la realidad plantea importantes problemas desde el punto de vista de la democracia y conlleva una transformación profunda en la adquisición de los nuevos valores, cuyo resultado resulta evidente en los actores fundamentales de socialización: la familia y el sistema educativo. En el sistema educativo los alumnos universitarios tienen dificultades para asistir a una clase sin aburrirse y necesitan del elemento lúdico visual para mantener el interés5; ciertos niveles de abstracción resultan insoportables para la mayoría del alumnado. De ello se deriva una limitación del pensamiento abstracto y la capacidad para poder relacionar los hechos con sus antecedentes y las fuerzas actuantes, o en definitiva, la capacidad de crítica y el modelo de análisis del materialismo dialéctico se va debilitando. Mientras el pensamiento crítico disminuye considerablemente, se fortalece Internet o la sociedad-red como espacio donde se construyen relaciones de otro tipo. A la vez, se modifican los contenidos de relación dentro del núcleo familiar, es más fácil construirse una “personalidad” a través de una pantalla que la relación directa que nos demanda compromiso y responsabilidad. Asistimos también a la debilitación de lo social, a un tipo de experiencia individualizada, en las formas de pensar y de sentir, que conlleva procesos de desintegración social
5 BARANDIARAN IRASTORZA, Xabier, Opinión pública y Análisis Estratégico del Entorno de la Universidad de Deusto. “Estudio sobre el envejecimiento de la población vasca y sus consecuencias económicas y sociales desde el punto de vista de la transformación de valores: la sociedad fragmentada”.
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y descontrol, causas de la merma de la presencia social coactiva de valores a la que todos apelamos. La individualización de la sociedad dificulta la implantación efectiva de valores como la igualdad, solidaridad, etc. La diversidad, la pluralidad de la formas de vivir y de actuar pone, en parte, en crisis la articulación de lo común. La identidad colectiva cede ante la identidad individual. Esto quedó de manifiesto en los resultados de un estudio sociológico sobre el ranking de valores de la juventud vasca6: 1º Importancia de la familia o pareja, 2º Búsqueda del bienestar, del bien vivir, 3º Individualismo, 4º El trabajo como valor utilitario, 5º Tolerancia o Indiferencia (según), 6º La vida como espectáculo, 7º Buscar seguridad (familiar, laboral...), 8º Culto y cultivo del cuerpo, 9º No-asunción de responsabilidades, 10º Cuidado del cuerpo, 11º Vivir en y para el presente, 12º La juventud (ser joven), 13º Ser competitivo funcional, 14º Más localista, menos universal, 15º Humanitarismo indoloro y lejano, 16º Demanda soterrada de fidelidad. 5. Se produce una mercantilización del ocio. Este se desarrolla dentro de la sociedad de consumo, cuyo acto se reviste de diversión y asueto, convirtiendo el consumismo en un producto de oferta diversificada que cambiamos de forma fluida, repercutiendo directamente sobre los condicionamientos sociales de ocio en sí. Las cuadrillas vascas se encuentran en proceso de retroceso, así como las verdaderas fiestas populares. Todo ello se enmarca en una percepción de clase orientada hacia el disfrute del ocio y consumismo, más que hacia nuestra relación con el sistema productivo. 6. Se Impulsa el consumismo, desligando el consumo de la propia necesidad y capacidad de gasto de las personas. En principio, a través de la manipulación socioafectiva se trata de crear la necesidad de un consumo no específico (“consumir por consumir”) que se satisface a corto plazo con cualquier acto de compra. Por medio de una serie de acciones y actitudes, que generan frustraciones generalizadas (individualismo, insolidaridad social, desarraigo, y un largo etcétera), y de explotar los miedos, la
6 Op. Cit.
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inseguridad y el ego, el vacío interior está garantizado y las personas buscarán llenar ese vacío (que no suele ser reconocido) con el acto que, según todos los medios de comunicación, le va a ayudar a sentirse bien: el acto de compra. Cuando este vacío es ya una realidad en las sociedades avanzadas, cuando nos movemos entre personas-masa, igualadas ante el consumo dictado por las multinacionales, éstas pasan a la segunda fase, desligar el consumo del nivel de renta. Un principio económico es que el consumo está limitado por el nivel de renta. Pero los que lo impulsan hacen creer a la gente que cualquier nivel de consumo se puede satisfacer sea cual sea tu renta; solo hay que endeudarse, con lo cual necesidades futuras de consumo se condicionan al consumir hoy (sólo el aquí y ahora interesa). El recurso al endeudamiento permite elevar la renta disponible actual, pero reduce la futura, ya que no sólo habrá que devolver el capital actual sino también los intereses. 7. ¿Clase obrera o conciencia de clase? A partir de la idea que asociaba progreso con desarrollo de las fuerzas productivas, la izquierda política y sindical europea se ha opuesto (en nombre del citado desarrollo de las fuerzas productivas) a los movimientos reales de emancipación (y en particular a sus formas nuevas) que casi siempre centran su objetivo en la transformación de las relaciones de dominación. Se han marginado la conciencia de género, la ecologista, la lingüística, la cultural, la inmigrante, etc. Se ha negado la humanidad específica del explotado/a al que sólo se ha visto como sujeto de clase (en su concepción más reducida) carente de identidad propia y generacional. Y la realidad es que existen sujetos que se sienten subclase dentro de la amalgama de la clase explotada. Este sentimiento y el usual enmascaramiento del verdadero sujeto explotador, han permitido que se tomara como explotador, o clase contra la que dirigir la lucha, a una fracción de la propia clase obrera (sin olvidar que a veces distintas fracciones de clase obrera han colaborado, consciente o inconscientemente con el capital, para propiciar este hecho).
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Dentro de esta realidad nos encontramos las mujeres, ya que como trabajadoras somos explotadas por el sistema capitalista-patriarcal (menor remuneración salarial, menor promoción laboral, contratos de mayor precariedad con menor tiempo de trabajo remunerado) y una mayor explotación social, ya que se nos presiona para asumir el grueso del trabajo socialmente necesario y no remunerado (trabajo de producciónreproducción doméstica, cuidado de las personas dependientes, etc.), con lo cual somos una subclase dentro de la clase obrera, que habiendo estado históricamente dirigida por hombres (cuadros sindicales masculinos, métodos de trabajo y organización masculinos, etc.) o ha obviado nuestras necesidades específicas de emancipación o las han utilizado, como traición de clase, para garantizarse como hombres unas mejores condiciones laborales y de calidad de vida a través de la usurpación de parte de la riqueza real que genera el trabajo doméstico (momentos históricos de prohibición del trabajo a la mujer casada, preferencia del despido femenino frente al masculino, etc.). Aunque señalemos que la conciencia de género no siempre va unida a la conciencia de clase, debemos reconocer que el feminismo no es un corporativismo, se ha ido desarrollando como una filosofía política por la “igualdad” (entendida la mayoría de las veces como igualdad jurídica), que a lo largo de su historia ha ido configurando diversos “feminismos”, muchos de ellos bajo siglas políticas que seguían apostando por el más duro conservadurismo, y el mantenimiento de clases. Pero, dentro de la realidad anterior, también están los inmigrantes e, incluso, las inmigrantes, que son una subclase de la subclase que son los inmigrantes en general y, a la vez, una subclase dentro de la subclase que somos las mujeres. El término subclase no conlleva aquí una carga peyorativa, sino que se refiere exclusivamente a una agrupación con características propias dentro de otra agrupación más extensa y más visualizada. Y podríamos hablar de los/as desempleados/as, de los/as subocupados/as, de las pensionistas de la pobreza, etc. Lo que constatamos es que unas conciencias de clase se pueden diluir en otras, urgiendo que se reconozcan las especificidades de las diferentes subclases, desligando el concepto de clase trabajadora del ya estrecho marco de la producción de mercado.
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Deberemos enfrentar a todos los sujetos al reconocimiento de su realidad objetiva, asumiendo nuestro lugar específico en la lucha de clases, tanto como sujetos explotados, como elementos transmisores de explotación a otras subclases, consciente o inconscientemente, por acción o por omisión. 8. Todas las categorías sociales están cambiando sus coordenadas más importantes de relación con la producción, el salario y la renta, avanzando hacia la mayor concentración de riqueza conocida desde la revolución industrial. El PIB per capita de Hego Euskal Herria supera los 34.000€ ¡por persona!7, cuando la gran mayoría de las personas trabajadoras o pensionistas están muy alejadas de esta realidad. Las nuevas formas de trabajo están incidiendo cada vez más negativamente en la situación social, (a pesar de las apariencias contrarias que los medios se encargan de difundir), mientras que los partidos políticos no responden (al margen de determinadas operaciones demagógicas y electorales) a las nuevas necesidades y problemas de las mayorías. El ámbito sobre el cual se opone el capital al trabajo no es únicamente el de la empresa, este ámbito es toda la sociedad. La industria moderna, a través de la ideología manifestada en sus nuevos valores, pretende integrar, otorgándoles una identidad de empresa, a una élite de trabajadores, haciéndoles creerse individuos privilegiados cuya única identidad cierta es la empresa, ya no su clase. Y mediante la abolición del frente trabajador-capital en la empresa, la identificación (la imagen corporativa) se proyecta hacia el exterior en toda la sociedad: en el consumo, en la imagen que tratan de proyectar de la sociedad del futuro, en la ideología de mercado que pretenden difundir en todo el mundo, en la universidad, en la sanidad, etc. 9. El desarrollo del sector servicios implica el hecho de que el valor añadido gira en mayor parte en torno al factor humano, con lo que se ha conferido una especial relevancia
7 Dato 2009, resultado de dividir el valor estimado del PIB para este año entre el total de población. Esto significa que a un hogar de 3 miembros le corresponden más de cien mil €, o a un hogar de dos pensionistas 68.000€.Para profundizar sobre el tema, existe un estudio realizado por la propia autora, en el libro: VVAA, La Euskalherria ¿De quién?, Ipes-Elkartzen, 2008.
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a las ciencias sociales y, en especial, a la psicología, sobre todo en las áreas de las construcciones mentales, de los factores que influyen en la percepción, y en el desarrollo de la manipulación sensorial. Todo ello ha revolucionado la biblioteca empresarial y han proliferado numerosos estudios sobre las nuevas formas organizacionales y de gestión basadas en la centralidad de las personas en la organización, resaltando la necesidad de identificación de las personas en el proyecto, y desarrollando una cultura virtual de participación, dentro de un individualismo creciente. Nos encontramos con una sociedad en rápida evolución estructural, sobre todo a partir de los primeros años 80. Por lo tanto, sus componentes colectivos tienen grandes dificultades para reconocerse en toda su realidad “de clase”, de situación y características comunes o compartidas de cara a estos procesos productivos, reproductivos y sociales, con las consiguientes dificultades para organizarse coherentemente en estos momentos de crisis. Se observa que el mundo laboral sufre el cambio que se está dando en todos los ámbitos de la vida social; han desaparecido los esquemas absolutos y los discursos se fragmentan y se individualizan. El mundo laboral se está convirtiendo en un mundo de individuos; la desaparición de los discursos globales relacionados con la igualdad y los derechos de los trabajadores ha tenido un efecto sobre los discursos de las personas vinculadas al mundo laboral. Fundamentalmente, se evita el término trabajador y se sustituye por el de ciudadanos que trabajan o están en desempleo, y se habla de experiencias y situaciones personales. La ausencia de auto-reconocimiento de este proletariado metropolitano (en general) no permite, o dificulta en extremo, el desarrollo de iniciativas en contra del sistema. Desde el poder y sus medios de transmisión se apela a los derechos individuales y ese hecho se convierte en el elemento central del discurso de la resistencia para el cambio: la inercia, que se refleja en un cierto conformismo y en una cierta impotencia a la hora de creer en posibilidades de cambio. Existe una solidaridad con respecto a los que están excluidos del ámbito laboral pero esa solidaridad tiene grandes dosis de estética. Por otro lado, la pertenencia de Euskal Herria al reducido grupo de países que están
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construyendo su riqueza, su estructura productiva y social y en general su modelo de desarrollo y de sostenibilidad sobre la espalda de la mayor parte de los demás países, pueblos y ecosistemas “periféricos”, puede determinar una resistencia a reconocer objetivamente el propio papel, función, situación (y también responsabilidad objetiva) en el conjunto de una maquinaria capitalista ya definitivamente globalizada.
2. LA ESTRUCTURA ECONÓMICA Y ESPACIAL Clave de los nuevos valores sociales
Ante la realidad descrita urge la necesidad de un análisis de la estructura económica y espacial como elementos claves de los nuevos valores en la composición social de Euskal Herria8. El cambio de estructuración espacial y temporal de las relaciones humanas que produce la globalización económica no es sólo un cambio estructural, sino que va acompañado de unas formas de pensar y actuar. El proceso de globalización va acompañado de la creencia de: 1. que el intercambio de bienes es parte de la naturaleza humana, 2. la adquisición de la riqueza y la propiedad privada son el principal motivador de la conducta humana, 3. el mercado aparece como la vía más eficiente para la distribución de los bienes con eficacia y proporciona los medios económicos para organizar la vida económica pero también el mercado y el consumo se convierten en fuentes de organización de la vida social y cultural. Lo anterior determina que la competitividad, la eficacia, la flexibilidad, la desregulación política, la privatización para la mejora de la eficacia, la creencia en la vinculación del crecimiento económico con el progreso humano sean valores centrales que acompañan al proceso que estamos
8 Somos conscientes de que en el pequeño espacio de este trabajo colectivo no podemos desarrollar estas ideas, pero no por ello queremos dejar de señalar puntos centrales de reflexión.
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viviendo. La rentabilidad prima sobre la productividad, el corto plazo sobre la previsión a largo, optimización de la economía de servicio. En la economía global lo absoluto deja paso a lo relativo, la unidad a la diversidad, lo objetivo a lo subjetivo, el esfuerzo al placer, lo fuerte a lo “light”, la sacralización a la secularización, la razón al sentimiento, la ética a la estética, la certeza al agnosticismo, la seguridad al pasotismo, etc. Esto plantea en las sociedades industriales un problema de cohesión social. Existe una pérdida de la sensación de seguridad. En definitiva, asistimos a la emergencia del “yo” frente al “nosotros” y a una cierta crisis de la racionalidad que caracterizó el periodo anterior. Y estos valores necesitan de grandes espacios y de altas velocidades, necesitan la construcción de Euskal Hiria.
2.1. Estructura económica de Euskal Herria
Tras la crisis económica de 1973, la política económica dictada desde EEUU se planteó reactivar la demanda desde un consumo masivo, manipulando las necesidades básicas, y esto sumado a la oferta de medios para hacerlo efectivo: abaratamiento del crédito, pago con tarjetas (se rompe la ligazón producto-valor), pagos aplazados, etc. Pero el diseño necesitaba una manipulación profunda de las personas, a quienes se supone racionales, para transformarlas en consumistas compulsivas9 que acaban siendo convertidas en elementos de mercado (se asume que también las personas tienen un precio). Para ello la psicología, la sociología, los medios de comunicación y de educación se redefinen y se utilizan desde el poder para “formar” esta nueva sociedad.
9 La diferencia entre consumo y consumismo no sería la existente entre una sociedad de ascetas que practican la autonegación y la sociedad actual, sería simplemente la resultante de racionalizar las “necesidades”, redefiniendo las necesidades humanas intrínsecas y las creadas artificialmente por la alienación económica y psicológica, que lejos de satisfacer esas necesidades reales conllevan a una mayor ansiedad.
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DIFERENCIAS ENTRE LA SOCIEDAD INDUSTRIAL Y LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN
CATEGORÍAS DE ANÁLISIS
Sociedad industrial
Sociedad de la información
TIPO DE SOCIEDAD
De mercado nacional
De mercado global
VALOR FUNDAMENTAL
El trabajo
El consumo
IDENTIDAD PERSONAL Y COLECTIVA
Asociada principalmente al trabajo (a la profesión, a los conocimientos y habilidades profesionales): ética del trabajo
Asociada principalmente al consumo (al poder adquisitivo y a la capacidad de elección de los consumidores): estética del consumo
DENOMINACIÓN SOCIOLÓGICA MÁS APROPIADA
Sociedad nacional de trabajo
Sociedad global de consumo
FUENTE: FRADE, Carlos (2002), Estructura, dimensiones, facetas y dinámicas fundamentales de la sociedad de la información.
La sociedad global de consumo necesita, por una parte, del desarrollo del sector servicios y, por otra, de espacios más amplios e impersonales. Por tanto, se acentúa el desarrollo de las grandes ciudades y sus megaparques comerciales como centros de la mercantilización del ocio. Ocio que cada día es más difícil de desarrollar fuera del contexto de la sociedad de consumo. Como ya se ha
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comentado, el desarrollo del sector servicios implica el hecho de que el valor añadido gira en mayor parte en torno al factor humano, con lo que se ha conferido una especial relevancia a las ciencias sociales y, en especial, a la psicología, sobre todo en las áreas de las construcciones mentales, de los factores que influyen en la percepción, y en el desarrollo de la manipulación sensorial, y la psíquica afectiva creando vacíos y ansiedades que supuestamente se llenan consumiendo lo que nos dicta el estudiado y cuidado marketing de mercado. Desde estas consideraciones es interesante ver el cambio de la estructura productiva de Euskal Herria, para comprender cómo nos han ido conduciendo de la mano de este nuevo diseño social.
APORTACIÓN SECTORIAL EN % AL PIB DE LA CAPV
Sector Primario 60%
Industria
Construcción
Sector Servicios
50% 40% 30% 20% 10% 0% 1973
1996
2005 FUENTE: INE, EUSTAT
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CONTRACCIÓN DEL EMPLEO INDUSTRIAL (1977-1986) ESPAÑA
CAPV
ARABA
BIZKAIA
GIPUZKOA
Empleos perdidos
739.000
114.000
13.000
72.000
29.000
Pérdida de empleos en porcentaje del empleo industrial total
21,9%
33,1%
27,7%
39,8%
25,0%
FUENTE: INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA. ENCUESTA DE POBLACIÓN ACTIVA (EPA)
2.1.1. La destrucción del sector industrial
En la CAPV el PNV y sus distintos socios en los treinta años de gobierno (PSOE, EE, EA, IU) han destruido de tal manera el tejido industrial vasco con las reconversiones industriales de 1982-85 y 1992-94, (la Naval, Altos Hornos, el sector del acero,...) que la industria ha pasado de ser el 49,9% del PIB vasco en 1977 al 29,8% de 2007, perdiendo 140.000 empleos netos en el periodo. Sólo entre 1977 y 1986 se perdió el 33,1% del empleo industrial. Es decir, en la industria se perdió uno de cada tres puestos de trabajo. Bajo el término “Reconversión Industrial” se puede analizar década y media de la historia económica de la Comunidad Autónoma del País Vasco (CAPV), concretamente el periodo comprendido entre 1977-199410.
10 Aunque el grueso de la reconversión se desarrolló en la década de los años 80.
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En este periodo no se produce solamente una “reconversión” o sustitución de unos sectores productivos por otros, sino que se realiza un cambio en la tasa de desempleo, una involución de las corrientes migratorias y un cambio en las tendencias demográficas, como respuesta sensible a la negativa evolución económica de este periodo. Todo esto, junto al ingreso del Estado Español en la Comunidad Económica Europea (1-1-1986), trajo consigo el profundo cambio socioeconómico que supusieron los años 80. Por ello, no podemos hablar de reconversión industrial, como mero análisis de la estructura y participación en el Producto Interior Bruto (PIB) de un tipo de producción u otro: hay que enmarcar la evolución industrial de esta época en un antes y en unos profundos cambios posteriores, que van perfilando el diseño de Euskal Hiria y su sociedad de servicios. Para comprender mejor lo que supuso esta pérdida de empleo a nivel de las grandes empresas, se ha elaborado un cuadro que recoge la evolución de la plantilla en algunas de las grandes empresas de Bizkaia:
CONTRACCIÓN DEL EMPLEO EN LAS GRANDES EMPRESAS INDUSTRIALES DE BIZKAIA (1977-1987) EMPRESA
SECTOR
1977
1987
Diferencia
Altos Hornos de Bizkaia
Siderometalúrgico
12.680
7.884
-4.796
Olarra
Siderometalúrgico
1.954*
830
-1.124
* Datos de 1981.
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VII. EL TAV Y LA CONSTRUCCIÓN DE EUSKAL HIRIA ]-Nekane Jurado
EMPRESA
SECTOR
1977
1987
Diferencia
Etxebarria
Siderometalúrgico
4.919
1.650
-3.264
Firestone
Neumáticos
6.884
5.582
-1.302
Iberduero
Energía eléctrica
7.650
6.477
-1.173
Mecánicas la PeñaMecamer
Construcciones Mecánicas
1.212
702
-510
Babcock-Wilcox
Construcciones Mecánicas
4.987
3.065
-1.922
Tarabusi
Construcciones Mecánicas
1.189
837
-352
Ibemo
Montajes
2.183
1.800
-383
Montajes Nervión
Montajes
3.000*
1.000
-2.000
Westinghouse
Construcciones Eléctricas
3.629
706
-2.943
General Eléctrica.
Construcciones Eléctricas
4.473
1.815
-2.658
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Euskal Hiria SEGUNDA PARTE
EMPRESA
SECTOR
1977
1987
Diferencia
Dow Chemical
Químicas
1.122
918
-204
Ibercobre
Metalúrgico no férreo
2.890
2.000
-890
Fabrelec
Electrodomésticos
2.915
1.084
-1.831
61.682
36.350
-25.332
TOTAL
FUENTE: SE HAN MANEJADO DIVERSAS FUENTES, DESTACANDO LOS CATÁLOGOS INDUSTRIALES DE LA CÁMARA DE COMERCIO DE BILBAO (VARIOS AÑOS), REVISTA DE FOMENTO Y REVISTA DEL MINISTERIO DE INDUSTRIA (VARIOS AÑOS).
Con la entrada en la Comunidad Económica Europea (1-1-1986), se inició la segunda fase de desmantelamiento industrial de los sectores siderúrgico y naval11.
11 El Estado español fue el responsable de realizar el mapa estratégico del reajuste de los cupos que en producción siderometalúrgica y naval le correspondían como país miembro de la CEE. Este programa se realizó con el consentimiento del Gobierno Vasco, de coalición PNV-PSOE. La opción fue potenciar Altos Hornos, en su planta de Sagunto, y desmantelar la de Bizkaia. Idéntica opción se realizó con Astilleros españoles, optando por potenciar los Astilleros de Cádiz, desmantelando el ya maltrecho sector naval de la CAPV. Bajo el “arrope” de que eran cupos impuestos por la CEE, la primer parte de la década de los 90 significó para la CAPV lo que se ha dado en conocer como el desmantelamiento industrial de las empresas públicas del Gobierno central sitas en la CAPV.
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VII. EL TAV Y LA CONSTRUCCIÓN DE EUSKAL HIRIA ]-Nekane Jurado
“El problema alcanza tales niveles de desastre industrial que va más allá de simples errores de estrategia empresarial. Es un caso de sociología industrial más que un problema de gestión. Estamos ante un caso muy peculiar de abierto desprecio por la economía del País (vasco). Esta es una historia de liquidación por derribo, a través de la cual nos hemos convertido en uno de los perdedores de la crisis dentro del escenario internacional. Lo más triste es que se ha acabado por volver insoluble el problema del paro, un ejemplo de que en las crisis desaparece cualquier reflejo de solidaridad. No solamente hemos sido ineficaces sino también injustos”12.
En 1994 se consuma la desaparición de Altos Hornos de Bizkaia (AHV). En sustitución, y recolocando a una parte mínima de la plantilla, se creó la Sociedad Acería de Sestao, con 3.000 trabajadores, en 199413, posteriormente también desmantelada. El 20 de junio de 1994, ya cerrado AHV, la industria vasca volvió a ser el centro de atención con la aprobación del “Plan de reconversión y reordenación del sector de tubos”, afectando a tres grandes empresas que ya habían sufrido reconversión en los años 80: Tubacex, Tubos Reunidos y Productos Tubulares (antes Babcok & Wilcox). El excedente laboral que supuso esta nueva fase supuso la pérdida de más de 2.000 empleos en estas empresas14.
12 PÉREZ CALLEJA, Antón, “La Reconversión Industrial: el cuento de nunca acabar” en la revista Ekonomiaz nº 20, 1991. Edit. Centro de Publicaciones Gobierno Vasco. 13 Que el sector económico desmantelado era viable, lo podría demostrar la pugna entre los nuevos accionistas que querían participar en la nueva acería, y que tras una dura batalla de los grandes bancos españoles, acabó por hacer renunciar a empresas guipuzcoanas y al Grupo Siderúrgico Vasco a participar como accionistas en la acería. Los bancos accionistas fueron, Banco Bilbao Vizcaya, Banco Central Hispano, Banco Exterior, Banco Urquijo, Banco Santander, Bilbao Bizkaia Kutxa, Caja de Ahorros de Navarra, Hemeroteca, junio 1994. Para más detalle puede consultarse “El Mundo”, 13 junio 1994, p. 65 14 Hemeroteca, 21 de junio de 1994. Para más detalle puede consultarse “El Correo Español–El Pueblo Vasco”, 21 junio 1994, p. 38.
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A la par del sector siderometalúrgico el sector naval no corría mejor suerte, tras las duras reconversiones en varias fases sufridas por Astilleros Españoles (de titularidad estatal), una empresa vasca trataba de sobrevivir: Astilleros Reunidos del Nervión. Esta empresa alcanzó a mediados de los años 80 una plantilla de 1.200 trabajadores, en 1992 estaban reducidos a 717, y en 1994 se aprobó un nuevo excedente de 208 trabajadores15. Las cifras anteriores no son más que datos aislados en el gran cambio que supuso la “reconversión”. Al total de empresas reconvertidas por planes oficiales, hay que añadir el gran número de pequeñas empresas auxiliares, que basaban su producción para las empresas reconvertidas, y que vieron cerrar sus puertas, convirtiendo en un “desierto industrial” zonas enteras de la CAPV, entre las que destaca por excelencia la Margen izquierda de Bilbao, que había llegado a ser la zona más industrializada de Euskal Herria y conoció tasas de paro globales del 50%.
2.1.2. El abandono del sector primario
Los poderes públicos de Euskal Herria han abandonado al sector primario, acatando el reparto de cuotas que Madrid y París realizaban según los criterios de la UE. En Hego Euskal Herria (Euskadi Sur), PNV y UPN, pactaron gestión de poder a cambio de hundir el sector. En 1977 la agricultura, la pesca y el conjunto de actividades del sector representaban el 9% del PIB y ahora el 0,9%. En la CAPV, de 34.576 empleos asalariados paso a los 5.501 de 1999, último dato que da el Gobierno Vasco. El empleo de la agricultura y pesca, por su insignificancia, ya no se recoge en de las estadísticas sectoriales.
15 Hemeroteca marzo de 1994. Para más detalle puede consultarse “Gaceta de los Negocios” 24 marzo 1994, p.10
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TASA DE EMPLEO POR RAMA DE ACTIVIDAD EN EUSKAL HERRIA 2007 Sector Primario
60% 50% 40%
Industria
30% 20%
Construcción
10% 0% FUENTE: GAINDEGIA, INFORME 2008
Sector Servicios
2.1.3. La apuesta por el Sector Servicios El Gobierno Vasco, a lo largo de toda su andadura con PNV-PSOE-EA-IU, ha apostado por terciarizar la economía, con un fuerte desarrollo del sector servicios basado en unas relaciones laborales precarias16. Su máximo exponente ha sido la margen izquierda del Nervión, diseñada como un gigantesco centro comercial asentado en desmantelados solares industriales. Además de las grandes zonas comerciales, se multiplican los puertos deportivos, sustitutos de los pesqueros; el turismo rural, que sustituye a las verdaderas actividades del sector primario; y los nuevos museos, que siguen
16 En Nafarroa esta tendencia no ha sido tan intensa como en la CAPV, ha protegido más su sector primario y la diversificación espacial y productiva. Iparralde ha ido abandonando el espacio interior, y con ello el sector primario para concentrarse en el litoral, alrededor de un sector servicios cuasi excluyente.
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siendo deficitarios17, todo ello enfocado al sector servicios del ocio, dando la espalda a la producción de bienes materiales. Con ello el empleo del sector servicios se hace preeminente en la economía vasca, alcanzando en 2007 el 64% del total de empleo de EH. El peso del sector servicios es más agudo en Bizkaia, con casi el 67%, y en Lapurdi, con el 76,7%. Es un sector muy escorado en servicios a personas (comercio, ocio, turismo), que es el que más precariedad laboral genera, tanto en jornadas laborales como en salarios y con un bajo valor añadido bruto. Según el Anuario 2008 de Gaindegia, en Euskal Herria en 2006 estaban censados 251.970 establecimientos económicos (incluyen a todos los sectores económicos), de los cuales tres cuartas partes se situaban en el tramo de 0-2 trabajadores. Solamente el 3,7% de los establecimientos tiene más de 20 trabajadores.
2.2. Distribución territorial de la población en Euskal Herria
En 200818 Euskal Herria contabilizaba una población de 3.066.400 personas, distribuidas en sus 20.947 kilómetros cuadrados, lo que supone una densidad de 146 hab/km2, pero este dato solo es una media, la realidad es que más del 70%
17 Los Presupuestos del Gobierno Vaco 2009, que pagamos todos los contribuyentes, recogen para el Guggenheim unas pérdidas de explotación (ingresos corrientes menos gastos corrientes) del de 4,63 millones de €., siendo cada año más deficitario que el anterior, a pesar de lo cual se proyecta uno nuevo. 18 Gaindegia. Informe 2008.
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VII. EL TAV Y LA CONSTRUCCIÓN DE EUSKAL HIRIA ]-Nekane Jurado
TASA DE EMPLEO POR RAMA DE ACTIVIDAD Y HERRIALDE 2006
80% 70%
Araba
Bizkaia
Naf. Gar.
Naf. Beh.
Lapurdi
Gipuzkpa
Zuberoa
60% 50% 40% 30% 20% 10% 0%
Primario
Industria
Servicios FUENTE: EUSTAT, INE, INSEE
del total de población se agrupa en las zonas comarcales del área (Eskualde19) de las capitales vascas. El 18,8% de la población es mayor de 65 años, mostrando los datos un envejecimiento constante. Esto es importante por muchos factores, pero aquí debemos señalar que es este colectivo el más afectado por el diseño de Euskal Hiria, ya que la tercera edad es quien se va quedando en los núcleos poblacionales que están siendo excluidos de ese diseño, por tanto está
19 Esta demarcación geográfica de comarca es definida en euskera como Eskualde y ha pasado a ser un término de uso bastante frecuente en los informes sobre el territorio. Y como tal la utilizaremos a partir de ahora.
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Euskal Hiria SEGUNDA PARTE
DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN VASCA. CENSO 2001
Araba
50% 45%
Bizkaia
40% 35%
Gipuzkpa
30% 25%
Naf. Gar.
20%
Naf. Beh.
15% 10%
Lapurdi
5% 0%
Superficie
Población
Zuberoa
sufriendo una exclusión espacial que se vincula con la exclusión de acceso a gran parte de los servicios. Como ya se ha comentado, la Política Agraria Comunitaria pactada en Bruselas ya había herido de muerte al sector primario vasco, (en Bizkaia y Gipuzkoa representa menos del 0,9% del PIB, en Araba y Lapurdi el 2,3 y 2,4% y en Nafarroa Garaia el 6,5%). En 2007 el empleo total de Euskal Herria en este sector era el 2%. Esta política desarrollada desde 1986 ha ido reorganizando el modelo de territorio a medida de las necesidades del sistema económico. Así, la destrucción del sector primario, la reconversión industrial y la apuesta por el desarrollo de los servicios centrados en los eskualdes de las capitales vascas,
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han conseguido que, según el Censo de 2001, más del 70% de la población de todo Euskal Herria se agrupe en dichos eskualdes (en el Gran Bilbao y en Vitoria-Gasteiz vive el 77% y el 79,5% respectivamente de la población de sus provincias). Este gran desequilibrio territorial, que hace realidad la imposición de Euskal Hiria sobre la ya casi utópica Euskal Herria, va a ser agravado con los nuevos planes de grandes infraestructuras. Por una parte, se acelera la defunción del sector primario; solamente con el TAV se van a remover 2.800 Ha. de tierra para su construcción, además de otras 518 ha. de escombreras20. Gran parte de estas tierras pertenecen a zonas rurales de economía agrícola, un total de 331 explotaciones agroganaderas se verán directamente afectadas por el trazado de Hegoalde21. Y por otra parte los núcleos de las capitales hacen de polo de absorción de toda actividad periférica (comercio, ocio, servicios administrativos y financieros, etc.). El TAV va a agudizar el desequilibrio territorial, al apostar por un modelo aún más centralizado y polarizado. Quizás en ninguna otra actuación sea tan evidente la tremenda concentración de inversiones tendentes a una cada vez mayor centralización de la actividad económica en las áreas metropolitanas. El propio Plan de Infraestructuras (PEIT) del Gobierno español señala que: “las infraestructuras de altas prestaciones restringen sus accesos a unos pocos nodos y, con ello, configuran un territorio dual (...) la alta velocidad ha facilitado la concentración y centralización de la actividad económica en un número reducido de grandes núcleos, con un debilitamiento de las áreas de menor potencia en beneficio de las áreas dominantes”.
20 Dato solo para la CAPV y Nafarroa. 21 Hegoalde o Euskalherria Sur integra las comunidades autónomas de la CAPV y Nafarroa.
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Euskal Hiria SEGUNDA PARTE
3. LAS GRANDES INFRAESTRUCTURAS DEL TRANSPORTE ¿POR QUÉ Y PARA QUIÉN? La movilidad y su sistema de desarrollo Para finalizar nuestra aportación a este trabajo colectivo, no podemos dejar de hacernos la pregunta anterior: ¿Por qué y para quién se construye el TAV? Como se desprende de múltiples indicadores estructurales, no estamos en desaceleración, ni en recesión, ni tan siquiera en crisis económica, estamos en algo más profundo, que solamente puede intuirse (por su novedad y envergadura sólo nos es posible en este momento prever una pequeña parte de lo que está llegando). Necesitamos de todo el saber colectivo, de todas las disciplinas, para comprender que el indicador de la economía sólo es un factor (y no el más importante para nosotros, aunque sí para el capital) que está respondiendo al grave problema que la sociedad capitalista en su modelo globalizado, basado en la alta movilidad, ha hecho irreversible. Por tanto, el crack del modelo actual no debe de analizarse solamente en términos económicos, sino también en términos de espacio (ecosistemas, pueblos,..) y de tiempos, y del elemento que une estas dos variables: la energía. La velocidad es algo que depende de dos variables claras: una es el espacio y la otra es el tiempo22. Si pensamos en los espacios y en los ecosistemas terrestres, hay que señalar que los sistemas vivos que se mueven en el ámbito terrestre nunca se han basado en la movilidad horizontal de larga distancia. En tierra firme los ciclos de las plantas son movimientos verticales. Para que se pueda producir movimiento horizontal, se necesita una enorme cantidad de energía. Los animales han evolucionado economizando enormemente los desplazamientos horizontales, economizando el gasto energético del trabajo muscular evitando
22 Este punto es deudor de la ponencia de Yayo Herrero (Ecologistas en Acción de Madrid) presentada en ELKARLANA TOPAKETA HERNANI el 17 de noviembre de 2007.
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todos aquellos movimientos inútiles o gratuitos. La naturaleza viviente a través de la evolución ha sido una naturaleza fundamental y esencialmente fija que se movía en espacios pequeños. Los seres humanos en países llamados desarrollados, en los países ricos, nos hemos alejado de este comportamiento gracias a la disponibilidad de energía fósil De manera que en nuestras sociedades, en lugar de perfeccionar los intercambios, las relaciones y los ciclos productivos más cercanos, reduciendo al máximo el consumo de energía, hemos articulado la economía y toda su intendencia justamente en todo lo contrario, primando movimientos cada vez más rápidos y más lejanos. Los ecosistemas naturales que a lo largo de una evolución lentísima se han ido auto organizando sobre la base de los ciclos verticales están muy mal adaptados para el movimiento horizontal masivo y cada vez más veloz. Por lo tanto, las estructuras primordiales que sostienen la vida (el suelo, las comunidades vegetales, la densa red y delicada red de interconexiones geológicas y ecológicas) son muy frágiles ante el desplazamiento de movimientos horizontales y ante la extracción masiva de recursos y generación de residuos y contaminantes. La consecuencia de este desarrollismo de la globalización basado en el transporte motorizado masivo (donde se produce en un hemisferio del planeta lo que se consume en otro, donde un simple yogurt con sus componentes viajan de media más de dos mil kilómetros) es un rápido expolio del combustible fósil y una rapidísima emisión de carbono a la atmósfera en un ciclo un millón de veces más rápido del que tardó en formar todos esos depósitos de petróleo que han conducido al problema que tenemos ahora del cambio climático con las incertidumbres que se están generando. También esquilma la superficie del planeta, reduce a asfalto y a cemento complejos ecosistemas, y de alguna manera modifica el clima y altera todos los factores de equilibrio poniendo en peligro la vida tal y como la conocemos. Este es el desarrollo que sin la más mínima autocrítica ha promovido el PNV y sus socios de gobierno, y como legado “atado y bien atado” ha trasladado a los nuevos gestores del Gobierno Vasco, con intereses económicos coincidentes.
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Este es el cáncer de Euskal Herria, alimentándose del suelo y del pueblo que le sostiene. Su economía, que aunque lo niegan también se basa en la construcción y en apuesta por el turismo, ha encementado entre 1987-2006, solo en la CAPV, 3.283 ha, (14% del territorio de ésta, mientras su población se ha reducido el 1,8%). Si se desarrolla el TAV y el resto de infraestructuras, según ellos es para hacer frente a la crisis económica, se urbanizará una cantidad de territorio aún superior, es decir, una sola generación de políticos desde 1987 va a encementar un tercio de toda la CAPV. Pero los daños serán mayores por la utilización como canteras de reservas naturales y protegidas Para construir 460 kms de líneas de Alta Velocidad (AV) se prevé la excavación de 105 kilómetros de túneles de grandes dimensiones23, con la extracción de 2 millones de Tm. de piedra para capa, y 4’1 millones de Tm. para hormigones de los túneles, más los que serán necesarios para la fabricación de hormigón destinado a la construcción de 70 viaductos y muros de contención. Además el TAV atraviesa un total de 31 kms de acuíferos calificados de alta y muy alta vulnerabilidad, y todo ello acompañado de fuerte traumatismo interno en el importante karst del monte Udalaitz, así como la gravedad del impacto hidrogeológico provocado en la Sierra de Aralar. Lo recogido anteriormente son los efectos sobre EH en la dimensión más espacial. Pero los aspectos más sobresalientes de la actual crisis ecológica mundial también pueden ser analizados como desajustes y conflictos en clave de tiempo, en clave de uso de tiempo. Las sociedades denominadas más desarrolladas sufren una enfermedad grave que es la del hambre de tiempo; nos falta tiempo básicamente para todo. Y este hambre de tiempo está causada directamente por el culto a la velocidad, es decir, por la aceleración de ritmos, por la compartimentación de la vida cotidiana, por la dilatación de los trayectos a recorrer diariamente, por la centralidad del tiempo dedicado al trabajo asalariado, por el hacinamiento en núcleos urbanos.
23 Dato solo de la CAPV.
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VII. EL TAV Y LA CONSTRUCCIÓN DE EUSKAL HIRIA ]-Nekane Jurado
Hemos olvidado que los tiempos de la vida no son los mismos que los tiempos del capital, y como una mercancía más, (consumimos a la vez que somos consumidos) nos hemos dejado imponer el valor tiempo del capital. Los tiempos del cuerpo –los biorritmos–, los tiempos de la naturaleza –las estaciones–, los tiempos de la evolución de especies y ecosistemas, se mueven a nivel global en tiempos cíclicos, en tiempos lentos que no pueden ser acelerados porque si así ocurre se producen distorsiones y daños. También existen los tiempos de la vida social, los tiempos del juego, del encuentro, de las relaciones, del amor, de la vida familiar, del activismo social y político. La democracia, el consenso, llevan tiempo; el debate, la búsqueda de acuerdos, la búsqueda de soluciones colectivas, son procesos que llevan mucho tiempo y que riñen con las prisas. Por tanto si los tiempos del cuerpo, si los tiempos de la naturaleza, si los tiempos de la vida social son cíclicos son lentos.¿A quién le interesa la velocidad?.¿Quién exige los tiempos de la velocidad? Los tiempos del sistema industrial, los tiempos del sistema financiero, los tiempos de las transacciones de acciones en bolsa, de las operaciones de negocios masivos… sí requieren velocidad. La mecanización de la actividad productiva impone el tiempo lineal medido por relojes; el tiempo global de las redes de telecomunicación y de los mercados financieros, que se mueve a velocidades increíbles, se ha venido imponiendo tanto a sociedades que funcionaban hasta ahora con unos ritmos mucho más lentos, como a sociedades de países de la periferia que todavía funcionan con esos ritmos lentos y que se encuentran con esta imposición a través de la globalización. Esta inaudita aceleración de los tiempos supera la división entre el día y la noche (trabajo a turnos), los festivos (todo el tiempo significa dinero, apertura de toda actividad económica sin descansos), el tiempo del ocio (se ha convertido en un bien de consumo, y por tanto sujeto a reglas de valor-tiempo). Es decir, es el capital, es el capitalismo el que requiere un crecimiento ilimitado, el que
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requiere una velocidad que crece de forma totalmente inusitada para poder acumularse y mantenerse. Velocidad es igual a espacio dividido entre tiempo V=E/T, por tanto si queremos recorrer Espacios cada vez mayores, y además queremos aumentar constantemente V tenemos que hacer T tan pequeña como sea posible. La máxima del capital, es la de “perder tiempo es perder dinero”. La degradación de la capa de ozono, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad natural y social, es consecuencia directa del concepto tiempo del capital. El capitalismo esencialmente se opone a la vida. El capitalismo lleva unos ritmos que son absolutamente incompatibles con los tiempos de la biosfera, con los tiempos de los procesos de la vida. Y sin embargo, nos encontramos con que lejos de estar problematizada, la velocidad es un indicador claro de bienestar, es un indicador claro de progreso, es un indicador claro de riqueza. No vivimos en una cultura que problematice la velocidad, ni el transporte lejano, sino todo lo contrario; se considera que es atrasada o deprimida una zona en la que no haya transportes veloces. El espacio globalizado, la alta velocidad para recorrerlo constantemente, y la demanda de tiempos cada vez menores, se han convertido en variables económicas del sistema capitalista, y su mantenimiento requiere de cantidades de energía cada vez mayores, por tanto la crisis energética se une y se hace intrínseca al propio modelo económico. El imparable precio del petróleo que se dio en el segundo y tercer trimestre de 2008, y que se repetirá cuando los especuladores lo consideren necesario, se debió a un movimiento de especulación en los mercados de futuros (se compra hoy el derecho a lo que se produzca en años futuros), pero no se puede negar que esta especulación se centra en la idea de que es un bien escaso, y de primera necesidad en este modelo de desarrollo, por lo cual la demanda pagará lo que sea por obtenerlo, privándose del consumo de otros bienes (educación, sanidad,
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vivienda, alimentación, etc.), o sea, bajando de forma generalizada la calidad de vida global. Para el sistema gobernante las alternativas al petróleo no pasan por un nuevo modelo equilibrado y más endógeno. Las energías que nos venden como renovables no parecen ser la solución a corto plazo; son un negocio para los que las fabrican y en su ciclo completo de fabricación y transporte, el saldo energético, entre lo que han consumido y van a producir es negativo para la mayoría de ellas. El TAV consumirá grandes cantidades de energía24 y será la causa de enormes costes de contaminación derivados de la producción de esa energía. La puesta en marcha de la Central Térmica de Boroa (Zornotza-Bizkaia) y la de Castejón (Nafarroa) responden a la apuesta del TAV, al igual que el interesado debate actual sobre las bondades de la energía nuclear. El Gobierno Vasco afirma que en la práctica, el saldo de emisiones de la Y vasca será negativo. Dando por buenos los datos del Gobierno Vasco respecto al ahorro de combustibles fósiles de alrededor de 27.000 litros diarios, nos encontramos con que esto supondría ahorrar aproximadamente 64 tCO2. Sin embargo, la construcción de esta obra supondrá la emisión de más de 2,5 millones de tCO2. Es decir, habrían de pasar más de 100 años para que la Y vasca empezara a ahorrar emisiones de GEIs25. Es más, estudios recientes señalan que cuando se superan los 225 km/h, el consumo energético de un TAV por pasajero es similar al de un avión o automóvil modernos (Kemp 2004). Además, si bien el consumo energético de los diferentes modos de transporte es un debate aún por resolver es innegable que el consumo energético crece de manera exponencial con la velocidad.
24 Aunque directamente no sea energía fósil, hay que analizar el consumo de energía de quien produzca la nueva energía (eléctrica, térmicas, o nucleares). 25 David Hoyos, “Desmitificando la utilidad social de las inversiones en alta velocidad ferroviaria: el caso de la Y vasca”, ponencia presentada en las XI jornadas de economía Critica, marzo 2008.
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En definitiva el estilo de vida que promociona el TAV, además de depredador con el territorio y con los recursos energéticos, distorsiona de tal manera lo local como ámbito de relaciones, que cada vez aleja más lo cercano y acerca lo lejano: se asiste a la pérdida de formas de vida y de cultura ancladas en el territorio y a la multiplicación del espacio de la circulación y de los llamados “no-lugares”, por oposición al concepto antropológico de “lugar”, que es al mismo tiempo principio de sentido, lugar de identidad, relacional e histórico para aquellos que lo habitan. Y es precisamente en estas nuevas relaciones de servicios mercantilizados, centrados en clientes-masa, deambulantes de espacios urbanos despersonalizados, donde los valores e ideología de la sociedad globalizada, que comentábamos al inicio, encuentra su caldo de cultivo y expansión, buscando llenar el vacío interior que produce la pérdida de referencias relacionales con el territorio y sus habitantes. La revolución, como “ceremonia de reapropiación del mundo” puede venir de “sitios y tiempos imprevistos” o quizás a lo mejor sólo puede venir de “sitios y tiempos imprevistos”.
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]-Garikoitz Gamarra
VIII BILBAO MUTANTE Ciudad, ideología y fiesta
La ciudad avanza y se transforma a mayor ritmo que sus esquemas festivos. La aspiración de la ciudad contemporánea es convertirse en espectáculo permanente. Las ofertas se multiplican, el tiempo de ocio y de trabajo tienden a confundirse, cada fin de semana es similar al anterior y las fiestas, todas las fiestas, tienden a ser la misma fiesta. Txomin Barullo (1993)1
La ciudad no es un conjunto de edificios y vías de comunicación. No es su planta urbana, sus plazas, barrios, aceras, parques, descampados, solares, establecimientos comerciales, bibliotecas, hospitales, ayuntamiento, oficinas, fábricas, bares, viviendas, estaciones de autobús, de tren, de metro, aeropuerto, carreteras, coches, camiones, trenes, bicicletas, teléfonos, ordenadores. La ciudad es, sobre todo, el uso que hace la sociedad de todas esas infraestructuras materiales. Se puede intentar comprender el cambio urbano a partir de las transformaciones de la fisonomía urbana y de las tecnologías arquitectónicas, del transporte y de la comunicación. Pero, ni todo cambio
1 Artículo de la comparsa Txomin Barullo en MOSKOTARRAK (Konparsa), Gora Aste Nagusia (15 urteurrena), Ayuntamiento de Bilbao, 1993. P. 12.
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en la vida de la ciudad va siempre parejo a un cambio urbanístico, ni todo cambio en la forma de la ciudad conlleva necesariamente un cambio en el uso de la ciudad, por mucho que les pese a urbanistas, arquitectos y políticos. La ciudad vivida, lo que podríamos denominar en término neounamuniano “intraciudad”, se vertebra sobre los “usos y costumbres”, una expresión que por pasada de moda no deja de tener sentido. En este capítulo vamos a centrarnos principalmente en el segundo término, en ciertas costumbres tan aparentemente inútiles como universales que por convención llamamos fiestas, concretamente en las fiestas de la ciudad o fiestas urbanas. Las distinguiremos de otras muchas costumbres inútiles que ocupan el tiempo ocio, pues no es lo mismo ocio que fiesta: no por cesar de trabajar se está de fiesta. La fiesta es un momento especialmente significativo en el que la colectividad vive más intensamente, un tiempo en el que se realizan múltiples actividades, desde el arte y el deporte hasta la gastronomía pasando por el consumo de alcohol y otras drogas. Pero la fiesta no equivale a esas actividades, sino que todo aquello se realiza con excusa de la fiesta. El tiempo festivo hace perder a todas las disciplinas su autonomía y su sentido habitual: en el tiempo festivo todo trabaja por y para la fiesta. La fiesta es, además, por su propia naturaleza una actividad comunitaria. Una fiesta individual carece de sentido. Siguiendo a Durkheim sostendremos que la fiesta aparece cuando el individuo pasa a un segundo plano y es la comunidad la que se expresa: la fiesta es la autocelebración de la comunidad. Pero, si la fiesta es por definición “fiesta de todos”, los problemas aparecen desde el momento en que tratamos de acotar ese “todos”. Por su parte y según el relato sociológico hegemónico, la ciudad es un espacio de conflicto, de diferencias, donde la comunidad se rompe en una asociación de individuos. Lo comunitario se atrinchera en el ámbito privado y lo público es tomado por lo cívico, por la interacción entre individuos sujeta a las leyes pactadas. La ciudad actual –llamémosla postmoderna– lleva ese conflicto, esa complejidad de comunidades que coexisten, hasta extremos de vértigo. Con todo ello, parecemos obligados a concluir que, en el contexto de la ciudad, la fiesta se reduce a una serie de celebraciones privado-domésticas. De
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este modo, la idea de una fiesta urbana, de una fiesta de toda la ciudad –que no simplemente para toda la ciudad– resulta utópica. ¿No es, por tanto, la ciudad naturalmente antifestiva y la fiesta en la ciudad un residuo de lo aldeano, un gueto pueblerino dentro del imperio de lo cívico? ¿No es esto lo deseable, la convivencia cívica frente a la imposibilidad de una celebración comunitaria global? Y es que, cuando pensamos en toda una ciudad o un país modernos autocelebrándose festivamente en perfecta sintonía comunitaria, no dejan de asaltarnos las siniestras imágenes históricas del nazismo, que construía esa euforia identitaria desde la eliminación sistemática de un “otro” interno que permitía completar la totalidad comunitaria: la eliminación del “otro” judío, del “otro” deficiente físico y mental, del “otro” depravado intelectual, artístico, político y moral y, a buen seguro, si la experiencia hubiera sido duradera, ese otro sobrante se habría prolongado hasta eliminar a “todos”, como también parecía apuntar el propio stalinismo. Traduciendo toda esta reflexión al tema que ocupa este libro, ¿no se planteó la noción de Euskal Hiria, precisamente, como remedio frente a aquellos peligros? ¿No es este panorama de sosiego cívico preferible a la barbarie sangrienta? Bien vale acabar con las fiestas si el precio que hay que pagar por ellas es la aniquilación del otro, podríamos pensar. Como vemos, el tema que aquí esbozamos incide centralmente en el tema político y urbano del libro. En este artículo, y a través de la diminuta cuestión de la fiesta urbana en Bilbao, queremos replantear todo este debate fuera de la falsa dicotomía barbarie-civilización, pueblo-ciudad, en la que se ha viciado este discurso de la Euskal Hiria tan ingenuamente ilustrado, del que la filosofía lleva más de un siglo dudando y advirtiendo críticamente. El tema de la fiesta en la ciudad es inaplazable pues, al contrario de lo que ocurrió en el periodo histórico que se dio en llamar Modernidad, en el que la fiesta languideció e incluso se especuló con el fin de un fenómeno tan inútil como irracional, nuestro tiempo, la Postmodernidad, se caracteriza por el retorno de la fiesta en su forma más desconcertante, el de la fiesta salvaje, la gran bacanal, la fiesta orgiástica: ¿la fiesta sin dios?
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En los últimos treinta años las ciudades vascas se han transformado conside rablemente. Si Donostia-San Sebastián parece ser la capital que de forma menos drástica ha sufrido estos cambios, tanto Vitoria-Gasteiz como Bilbao han modificado su aspecto y, sobre todo, su vida urbana en profundidad. Si nos centramos en el caso de Bilbao, hemos pasado de la ciudad fabril del siglo XX a una metrópoli que quiere ser, de manera equilibrada y simultánea, nido de la investigación y el desarrollo (I+D), núcleo financiero y gran anfitrión que ofrece a propios y extraños servicios y espectáculos de “alto valor añadido”. La urbe industrial del franquismo carecía de celebraciones populares destacables. Durante cuarenta años, la villa parecía la perfecta ciudad disciplinaria moderna, centrada en la producción, de un lado, y en la concienciación sindical y política, del otro, pero sin tiempo para el juego inútil de la fiesta. Todo cambia en 1978, con la irrupción de la Aste Nagusia, una de las fiestas capitalicias más singulares a nivel mundial, reconocida como patrimonio cultural por la UNESCO2, popular y participativa y llevada por un frenesí dionisiaco imparable. Pero el nacimiento de esta fiesta coincidió además con un momento histórico muy concreto, no sólo con el cambio de régimen político, sino además con el cambio del modelo económico, que sumirá a todo el país vasco en una crisis desconocida y que tendrá como consecuencias directas la transformación de la estructura urbana, del proyecto económico-político y de la autoconciencia de una ciudad que no volverá a ser la misma. ¿Cómo han afectado estos cambios a la Aste Nagusia? ¿Cómo se ha transformado la fiesta urbana en los últimos treinta años y qué significado tienen estos cambios? Tratar de responder a estas preguntas nos permitirá conocer a fondo el auténtico cambio urbano en Euskadi, que incide en el cambio de las mentalidades, el cambio de los símbolos y de la sociabilidad de base, aquel sobre la que se construye cualquier proyecto político auténtico y duradero. Pero, más allá de esto, en las siguientes páginas trataremos de hacer un recorrido de más de 100 años de historia en la relación
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del trinomio Bilbao-Fiesta-ideología. Desde la decadencia de las fiestas del Bilbao tradicional –de la que ya se quejaba Unamuno–, pasando por el nacimiento de la fiesta política del primer tercio de siglo, de la fiesta moderna, de la fiesta antifestiva –con los masivos primeros Aberri Eguna en primer plano–, continuando con la larga decadencia de la fiesta durante el franquismo y su renacimiento en esa extraña fiesta –a la vez popular y vanguardista, al mismo tiempo hedonista y política– que es la Aste Nagusia, para llegar a un tiempo incierto, en el que la fiesta y la ciudad misma se vuelven espectáculo y la propia Aste Nagusia parece agotada y amenaza con transformarse en revival de sí misma, en pura “representación”, como diría Guy Debord.
1. FIN DE FIESTA –¿Hasta qué punto “vende ciudad” –como se dice ahora– Aste Nagusia? –Desde luego, ayuda. Por eso quizá está la responsabilidad de consolidar sus fiestas, de manera que sean una imagen acorde con el talante de esta ciudad, serio, muy personal. –¿Y ese carácter más bilbaíno cómo se consigue? –Considero que el Ayuntamiento debería ocuparse de que las txoznas del Arenal, ya que es un espacio municipal, guardaran una unidad estética. Podían ponerse unas lonas rojas y blancas, por ejemplo. –Vamos, como una Feria de Sevilla. –Exacto.
Teresa Querejazu (2005)3
3 Teresa Querejazu, responsable de relaciones institucionales y turismo de la Cámara de Comercio de Bilbao, premiada por el consejo europeo de mujeres empresarias 2008 por su labor. Entrevista publicada en el periódico Bilbao, agosto de 2005.
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El sábado 24 de octubre de 2009, dentro del festival de rock y electrónica Bilboloop, celebrado durante ese fin de semana en el Kafe Antzoki de Bilbao, actuó el grupo londinense-parisino “The Teenagers”, una de las revelaciones musicales independientes nacidas del fenómeno virtual de Myspace. Al final de su show, el conjunto, que destilaba moda y energía propias de un producto de marketing fino y bien acabado, invitaba al público que llenaba el local de la asociación cultural Zenbat Gara a tomar el escenario para celebrar el fin de fiesta de su espectáculo. De este modo, la noche pasó a ser protagonizada durante cinco minutos por un puñado de adeptos a la banda que corearon en un perfecto inglés el último hit de “The Teenagers”. Estos chavales sorprendían, más que por su edad –bastante por debajo de los treinta-cuarentañeros que poblaban mayormente el Antzoki–, por su estilismo, tan a la moda neo-new wave, y por su aspecto de “niños-bien” de la margen derecha o el ensanche. Ante esta imagen uno no puede dejar de sorprenderse de cómo ha cambiado la noche bilbaína en los últimos veinte años, desde aquellos tiempos del gaztetxe del kasko, en los que fin de semana, fiesta y kale borroka se confundían en un “totum revolutum” de kalimotxo, rock’n roll, gases lacrimógenos y pelotas de goma, Barrenkale arriba-Barrencalle abajo. En aquellos tiempos, estos “pijos de Indautxu” seguro que se lo hubieran pensado dos veces antes de meterse en la boca del lobo. Pero no nos engañemos, ni por un lado ni por el otro. Estos jóvenes seguidores de The Teenagers, que comparten pasión con algún otro millón disperso por el planeta, al margen del simbolismo de opulencia, hedonismo vacuo y cinismo que transpiran sus ropajes y gestos, no pertenecen a priori a ningún estrato social determinado dentro de la sociedad vasca. Identificarlos con la margen derecha o con la izquierda es excesivo, pero incluso hacerlo con los barrios más humildes o los más adinerados de Bilbao sería erróneo. Y, por el otro lado, ¿son esos treintacuarentones los mismos que ocuparon el Gaztetxe en los ochenta y construyeron una Aste Nagusia al margen de la lógica del capital y la represión? ¿Son los mismos revolucionarios y transgresores que querían romper con el sistema a toda costa y empezar de cero, okupando y resistiendo, batallando sin fin? Para empezar, ni nos
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encontramos en el mismo tiempo ni estamos en el mismo lugar, aquello era el siglo XX en el Kasko, esto el XXI en Abando, al otro lado de la ría.
Reubicados El Kafe Antzoki fue inaugurado el 15 de diciembre de 1995 y se convirtió muy pronto en todo un símbolo de la noche bilbaína. Situado en el distrito de Abando, cerca de los jardines de Albia, no lejos de los juzgados y de Sabin Etxea, muy próximo al acomodado café Iruña (réplica bilbaína del pamplonica), a escasos 100 metros del Corte Inglés y del rascacielos del BBVA, en la margen izquierda de la ría, al otro lado del casco viejo bilbaíno. Ocupa el edificio del viejo cine San Vicente, cuyo local se adaptó eliminando sus butacas y cambiando su decoración, pero manteniendo la estructura de teatro, de ahí su nombre (“Antzoki” quiere decir “teatro” en euskera). Puesto en marcha por personas vinculadas al Euskaltegi Gabriel Aresti, el Antzoki nació como un lugar de encuentro de eusko-parlantes con el fin de fomentar la vida en euskera en la erdaldun ciudad de Bilbao. Pero, más que por sus distintas actividades de fomento de la vida y la cultura en euskera, como la danza tradicional (Urbeltzen Dantza Ganbara), el canto (Lagun Artean Kantari), las actividades en euskera para niños, los cursos, las conferencias e, incluso, más que por su servicio de menús, el Kafe Antzoki es conocido para la mayor parte de los bilbaínos y foráneos como una de las principales salas de fiesta y de conciertos de la ciudad; el activismo lingüístico, aunque no se ha olvidado, ha sido en gran medida eclipsado por la función puramente lúdica y musical, en la que se cimienta su rentabilidad económica. Unos meses antes del citado festival, el 14 de enero de 2009, el ayuntamiento de Bilbao, además de imponer una multa de 2000 euros, cerraba durante un mes el Kafe Antzoki como consecuencia de una sanción administrativa por haber rebasado el doble del aforo permitido –920 personas para un aforo de 420– durante la actuación del grupo M-Clan del 2 de marzo de 2008. Al cierre
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le siguió un movimiento de solidaridad en el que cientos de representantes del mundo de la cultura –desde Fito Cabrales hasta Manu Chao pasando por otros músicos, periodistas, profesores universitarios, etc.– contrapesaban la infracción cometida con el valor de dinamizador cultural que ha tenido en los últimos años el Kafe Antzoki. La sanción del ayuntamiento se consideró desproporcionada, a la vez que injusto el límite de aforo permitido para las dimensiones del local; el ayuntamiento, por su parte, justificaba esta limitación por la saturación de locales de hostelería en la zona. De momento, a pesar de que el Antzoki sigue funcionando con normalidad, el conflicto con el ayuntamiento continúa pendiente de solución, conflicto que no es particular ni exclusivo del Antzoki, sino que es el mismo que mantiene desde hace más de 30 años el gobierno municipal con los diversos colectivos sociales, políticos y culturales que pretenden dinamizar la cultura, la noche y la fiesta en Bilbao al margen la pura lógica del negocio privado. Pero ¿podemos a estas alturas seguir sosteniendo este discurso maniqueo de sociedad civil Vs. intereses privados en lo que a la fiesta se refiere? ¿No han claudicado, finalmente, aquellos jóvenes idealistas de los setenta y ochenta bajo la lógica del capital? ¿No se ha trasmutado la vieja militancia en profesión con la que ganarse la vida y, a veces, negocio lucrativo? El del Antzoki es sólo un ejemplo de la complejidad entrañada por la noche bilbaína actual, la naturaleza ambigua o dual de los centros de ocio más dinámicos e interesantes desde el punto de vista socio-político, donde la militancia se mezcla con la noche más hedonista y consumista sin solución de continuidad –y sin sacar más en claro que una resaca–, donde las antiguas vías de financiación de los colectivos pasan a ser negocio y trabajo que alimenta hogares, a la vez que se desdibuja el contexto originario y los proyectos utópicos pierden fuelle. Una noche en la que una generación madura, militante y comprometida se solapa con una más joven, mucho más atomizada, que no ve más espacio público que el mercado en sus diferentes formas; una noche problematizada, criminalizada y recortada por los gobiernos –municipal, vasco, español y europeo–, en su eterna lucha en pro del civismo y el productivismo contra las expresiones populares más descontroladas.
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El Kafe Antzoki es un símbolo en la transformación de la noche bilbaína. Se trata de una de las salas de fiestas de mayores dimensiones y éxito en el centro de Bilbao. Y es que, hasta hace muy poco, eran las pequeñas tascas del casco viejo y, sobre todo, sus calles, las auténticas protagonistas del fin de semana. La oposición entre discoteca y calle era crucial en la cultura nocturna desde principios de los ochenta hasta finales de los noventa, el periodo que podríamos considerar del esplendor festivo urbano, un tiempo que, ya sin riesgo de equivocarnos, ha llegado a su fin. El rechazo del negocio programado de la discoteca y la apertura a la noche abierta, a la toma de la calle, eran la expresión más genuina de la fiesta urbana que tanto hizo disfrutar y comulgar a la comunitas juvenil bilbaína. Y es que el colectivo que se visibiliza unido y sin control sueña con un futuro autónomo, en el sentido más radical de la palabra. Ya adelantábamos que la apoteosis de la fiesta urbana bilbaína se sitúa en las fiestas anti-patronales de la Aste Nagusia. Sobre su naturaleza genérica dimos amplia cuenta en Bilbao y su doble4 pero conviene entrar en detalle. El propio Kafe Antzoki está doblemente presente en las fiestas: por un lado, proponiendo un cartel de conciertos alternativo a precios relativamente moderados en el propio Antzoki, por otro lado, a través de la asociación Zenbat Gara, con la comparsa Algara, que dispone de txosna propia. Pero en ambos casos, desarrolla la fiesta en espacios que se encuentran separados del Arenal (en el viejo Bilbao), el espacio clásico de la Aste Nasgusia, al otro lado de la Ría; tanto el Antzoki como la txosna de Algara se encuentran en Abando. Esta diferenciación espacial puede parecerle baladí al foráneo, pero no lo es, en absoluto, dadas las dos fiestas contrapuestas y a veces –y en el fondo– enfrentadas que se han desarrollado en Bilbao, casi desde el inicio mismo de la Aste Nagusia, con la ría como muro de contención entre dos modos de vivir la fiesta y de soñar Bilbao.
4 GAMARRA QUINTANILLA, Garikoitz / LARREA LARRONDO, Andeka, Bilbao y su doble, Martxoak 18 K.E., Bilbao, 2007.
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Gora Aste Nagusia! No sólo el trabajo y las ganas, como se suele argumentar, sino sobre todo unas circunstancias políticas muy concretas permitieron desarrollar en la villa de Bilbao unas fiestas populares de un carácter participativo popular completamente impropias de una democracia representativa. Fruto de una iniciativa del departamento de relaciones externas del Corte Inglés, se organizó en 1977 el concurso de ideas “Hagamos populares las Fiestas de Bilbao”, convocado por el ayuntamiento de Bilbao y patrocinado por el propio Corte Inglés. El jurado, compuesto por 2 miembros de instituciones públicas –ayuntamiento y delegación del ministerio de información y turismo–, 2 de instituciones de promoción turística –centro de iniciativas turísticas y asociación de marketing y publicidad de Bizkaia– y 4 de asociaciones de vecinos –Casco Viejo, Irala, Iturralde, Zabala– elige entre los 37 trabajos presentados, con el resultado de empate técnico entre 2 de las propuestas, una presentada por el industrial bilbaíno Luis Cardas bajo el título “Tximbo Zarra” o la ría como calle y otro, bajo el pseudónimo “Chomin Barullo”, detrás del cual se encuentra ni más ni menos que la comisión de cultura y arte de la organización de Bizkaia del EMK (Movimiento Comunista de Euskadi), organización política de signo maoísta que llegó a contar con cierta representación política durante los primeros años de la democracia (en 1979 el MC logró un total de 117 concejales en toda España). Finalmente, el presidente del jurado, el teniente alcalde Jaime Cibrián, da el voto decisivo al proyecto de Txomin Barullo por “flexible y minucioso”5. Merecería la pena echar un vistazo al proyecto que estuvo muy cerca de hacerse con las riendas de las fiestas populares vizcaínas, un modelo absolutamente antagónico, con reinas de las fiestas elegidas en cada barrio y desfiles de barcas por la ría, un modelo que, a buen seguro, no habría tenido la continuidad ni popularidad del que conocemos pero que dentro de unas circunstancias políticas “normales” habría sido el que triunfara.
5 MOSKOTARRAK (Konparsa), Gora Aste Nagusia (15 urteurrena), Ayuntamiento de Bilbao, 1993.
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Sin embargo, las circunstancias políticas de la transición no eran normales6 y menos aun a nivel político. Las elecciones generales de 1977 habían dado al conservador UCD la legitimidad del primer gobierno democrático pero, por miedo a que se repitiera la situación de 1931 que llevó a la instauración de la Segunda República, se evitó hacer coincidir aquellas con las elecciones municipales, que se temía fueran ganadas en las principales ciudades por la izquierda. De este modo, en el Bilbao de 1978 nos encontramos con un gobierno municipal franquista que tiene los días contados, un consistorio que teme que en breve su asiento pueda ser ocupado por grupos revolucionarios. El tiempo no tardaría en aclarar la confusión pero, de mientras, la Aste Nagusia dio la oportunidad material a los maoístas de mostrar cómo soñaban ellos la utopía festiva. Aquella primera Aste Nagusia de 1978 supuso una verdadera revolución, un auténtico acto fundacional; el entusiasmo con que fueron recibidas las nuevas fiestas fue unánime. Todos o casi todos – y veremos que este “casi” tiene su relevancia– los que vivieron aquel momento lo recuerdan emocionados: aquellas sí eran sus fiestas, sí eran fiestas de todos. Y de este azaroso modo, los bilbaínos quedaron convencidos por los comunistas del EMK de la idoneidad de sus modelos organizativos y simbólicos, eso sí, convencidos durante nueve días, el resto del año pertenecía a la “nueva” democracia-liberal, a sus modelos representativos, a sus valores y a sus símbolos. Los comunistas saben divertirse pero la vida cotidiana y los asuntos serios que nos los organicen los de siempre, los señores de la corbata. No es sorprendente el enfado que deben llevar arrastrando desde hace más de treinta años los alcaldes y gentes de bien pensar de Bilbao, al encontrarse con que las fiestas de su villa siguen secuestradas por “uno de los guiones, que concursó bajo el seudónimo ‘chomin barullo’, a causa de una imposición arbitraria ejercida por una minoría al margen de cualquier representatividad
6 LÓPEZ ROMO, Raúl, “Bilbao era una fiesta. La Aste Nagusia de 1978: cultura popular en la transición política”, en RIVERA, Antonio, ORTIZ DE ORRUÑO, José María, y UGARTE, Javier (eds.), Movimientos sociales en la España contemporánea, Abada, Madrid, 2008, formato CD. Pp. 1105-1120.
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ciudadana democráticamente reconocible”7, como insistía el malogrado Luis Cardas aun en 1993. Los intentos por parte del ayuntamiento de reconducir esta situación a la normalidad no han cesado desde el mismo año 1980, en que el alcalde Castañares se desentendió de la decisión del consistorio de organizar una comisión paritaria ayuntamiento-comparsas e impuso de modo autoritario su propio proyecto bautizado como “Bilboko Jaiak”, con un fracaso estrepitoso. Este naufragio de las “Bilboko Jaiak” del ayuntamiento, haría comprender a los sucesivos gobiernos municipales que en materia de fiestas estivales no había modo de dar marcha atrás, que los bilbaíno querían más Aste Nagusia, por muy poco democrático-representativas –y muy democráticoparticipativas– que fueran. Pero es que la Aste Nagusia no sólo es un grano molesto para el ayuntamiento y para parte de la hostelería privada. Hasta el gobierno autonómico e incluso central la han colocado en diversas ocasiones en su punto de mira; muy pronto y de modo continuado hasta la actualidad, la excusa política de la lucha antiterrorista se mezclaría con la lucha contra la Aste Nagusia. En 2003, por ejemplo, podíamos informarnos en el diario El Mundo de las incursiones de la Ertzaintza en el interior de varias txosnas, entre ellas la de Algara, para confiscar fotografías de presos de ETA. Unos años más tarde, el 24 de septiembre de 2009, el diario El Correo publicaba una noticia en la que se hacía saber que, por decisión del alcalde de Bilbao, “las txosnas que mostraron fotos de presos de ETA no estarán en la próxima Aste Nagusia”. Y las amenazas no tardaron en hacerse efectivas: las comparsas Kaskagorri y Txori Barrote dejan de participar en las fiestas de los siguientes dos años. El día 14 de noviembre de 2009 Bilboko Konpartzak buzoneó Bilbao con 15.000 folletos que a través de la pregunta “¿Tendremos Aste Nagusia en 2010?” alertaban sobre el peligro que corren las fiestas bilbaínas, ante la política municipal frente
7 MOSKOTARRAK (Konparsa), Gora Aste Nagusia (15 urteurrena), Ayuntamiento de Bilbao, 1993. P. 18.
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al modelo actualmente existente. La coordinadora afirmó, según publicaba el diario Gara8, que “intereses políticos ajenos a la fiesta están intercediendo para entorpecer una cosa que funciona”, aludiendo directamente a la sanción impuesta a las citadas comparsas. Además, se preguntan si pueden existir móviles de tipo económico que buscan deslegitimar la fiesta para acabar con sus bases populares y ponerla en manos de iniciativas privadas, como ha intentado hacer desde hace tiempo y ha hecho el ayuntamiento. Pero ¿hay motivo de alerta? ¿No han sufrido las fiestas ataques similares e incluso mayores a lo largo de su historia? Lo que puede hacer dudar sobre la capacidad de respuesta a este nuevo ataque no es tanto la nueva era política que se abrió tras la ley de partidos y su ratificación en Estrasburgo, no viene tanto del creciente poder político-policial del Estado, sino de la misma debilidad de la sociedad civil que puso en 1978 en marcha las fiestas. La falta de relevo generacional es un problema del que se vienen quejando las comparsas desde hace al menos 15 años9. Lo que en sus orígenes fue una insólita expresión lúdico-festiva del buen estado de forma en el que se encontraban los movimientos sociales bilbaínos, con el tiempo se ha vuelto trinchera exhausta en un estado de sitio. Es ya habitual la acusación de que las txosnas se han acabado convirtiendo en inmensos bares o discotecas al aire libre, acusaciones que vienen desde todas las direcciones, sobre todo de las más interesadas con hacerse con ese negocio. De hecho, muchas de las comparsas representan asociaciones del pasado, que probablemente no existirían o no tendrían casi visibilidad si no fuera por la misma Aste Nagusia, que no es sólo su sustento económico sino su máxima expresión pública. Las excepciones las podemos encontrar tal vez en algunas de las más jóvenes, como “Algara” (Kafe Antzoki) o “Pinpilinpauxa” (colectivos de gays y lesbianas), que representan a
8 GARA, 14-11-09. El vídeo con la comparecencia de los dos representantes de Bilboko Kompartzak, Zuriñe Baña y Garikoitz Goikoetxea se puede consultar en internet (página de Kaos en la red). 9 MOSKOTARRAK (Konparsa), Gora Aste Nagusia (15. urteurrena”), Ayuntamiento de Bilbao, 1993.
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movimientos pujantes pero donde las libertades individuales y lo social y cultural son los motivos de reivindicación y trabajo; o también en las que tienen una afinidad más clara con la izquierda abertzale, con la “ilegalizada” Kaskagorri al frente, que mantienen una vitalidad paralela a la de su vida política (legal y/o ilegal) pero también con un público muy acotado y distinguido. Por lo demás, los sueños políticos que se celebran en la Aste Nagusia de las txosnas corresponden a comparsas como “Sin Cuartel”, representativa del MOC, o Txomin Barullo, fundadora de las fiestas tras la cual se esconde el agónico EMK tras la desintegración de Zutik a finales de 2010. Se puede tal vez resumir la situación en un desequilibrio entre estructura y poder heredado y voluntad y fuerza política real, lo cual ahora sí nos hace dudar sobre la capacidad de superar el nuevo reto planteado por el ayuntamiento.
Retorno de lo reprimido La fiesta no es un fenómeno diferencial del ámbito urbano frente al rural. Al contrario, como ya adelantábamos, se ha llegado a plantear que los procesos de urbanización, modernización y secularización implican la destrucción del universo festivo: el calendario pierde los referentes simbólico-religiosos, sobre los que se articulaba en el Antiguo Régimen, y se construye en torno a los principios de producción y consumo10. Y aunque, efectivamente, desde el comienzo de la revolución industrial, se produce un reajuste y una reducción de los días no laborables11, a partir de los
10 VELASCO, Honorio, “Fiestas de todos, fiestas para todos” en ARIÑO, Antonio (Coord.), Antropología. Revista de pensamiento antropológico y estudios etnográficos, “La utopía de Dionisos. Las transformaciones de la fiesta en la modernidad avanzada”, Marzo, 1996. nº 11, edita Grupo Antropología, distribuye Trotta 11 La iglesia realiza varias cribas entre los siglos XIX y XX de las fiestas de guardar pasando entre 1800 y 1932 de 91 a 60 días festivos, quedando tan sólo, además de los domingos, cinco días festivos (ARIÑO, Antonio, La ciudad ritual, la fiesta de las fallas. Anthropos, Barcelona, 1992). La liberalización del consumo vivida por España en los últimos tiempos ha conseguido, finalmente, tumbar el último resquicio de sacralidad de la semana, permitiendo a los comercios extender la producción y el consumo al día del Señor.
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años sesenta comienza un Revival de las fiestas, tanto de las fiestas rurales de los pueblos vaciados y, más tarde, ocupados estacionalmente por los veraneantes, como de las mismas fiestas patronales urbanas. La Aste Nagusia es un caso paradigmático y a la vez novedoso en esta revitalización de la fiesta urbana. Los Sanfermines eran, al menos desde que Hemingway los popularizase internacionalmente en los años treinta, un referente de fiesta popular. La Blanca vitoriana, por su parte, tampoco había perdido su carácter popular, algo que también la Semana Grande donostiarra parecía ganar en los primeros ochenta, quitándose poco a poco la fama merecida de fiesta-espectáculo, tan elegante y cívica como disciplinada. Pero todas ellas eran las fiestas patronales, con su trasfondo religioso y tradicional en primera línea. En Bilbao, sin embargo, se produce una suplantación del viejo orden simbólico que hacía tiempo estaba de capa caída. Las fiestas patronales bilbaínas en honor a Santiago palidecieron con el fin de la Segunda República, si no antes, no así el culto ritual a la Virgen de Begoña, con una romería celebrada cada 15 de agosto12, en la que se confunden acentos políticos dispares, pero todos ellos críticos del Bilbao liberal13.
12 El día 15 de agosto, Día de la asunción de María, se celebra en Bilbao como “día de la amatxu” (“madrecita”), pero la festividad de Begoña es el día 11 de octubre. Esta confusión y mezcolanza entre el día de la Virgen María y el de las vírgenes locales (que, según el dogma, sólo son una representación de la única virgen, la madre de Cristo) no es accidental ni extraña, sino que se repite en el santoral español, como es otro ejemplo el de la Nuestra Señora de los Reyes, de Sevilla. El enfrentamiento entre el culto popular a las vírgenes locales y la doctrina centralista y abstracta de la iglesia, que lucha contra las tendencias fetichistas y mágicas de la religión popular, es de sobra conocido y, como vemos, incluso hoy en día se reconoce la tensión. La fiesta popular encuentra sus motivos en figuras y lugares concretos, fenómenos naturales que la iglesia no puede sino tolerar y hacer suyos con el peligro de que, en lugar de apropiarse de la ritualidad primitiva, el mensaje cristiano se desvirtúe y quede manchado de “supersticiones arcaicas”. 13 No olvidemos que la basílica de Begoña es considerada lugar de culto tanto para nacionalistas vascos como para carlistas, además de constituir la antigua anteiglesia de Begoña el núcleo más antiguo del que surgirá más tarde la villa.
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La burguesía liberal del XIX no tuvo demasiado éxito en su intento de renovar los símbolos populares de los bilbaínos. De este modo, no sólo sobrevivió el resentimiento de las anteiglesias colindantes (Begoña, Abando, Deusto…) absorbidas progresivamente por la villa, sino que entre los nuevos habitantes también se extendió un desdén hacia las fiestas en honor al patrón Santiago, que quedan finalmente asociadas al franquismo, al españolismo a secas o, sencillamente, a una cultura impuesta desde fuera. Es por esto, por la sensación de que las fiestas de Bilbao no eran sino las fiestas de otros, por lo que la villa reconoce, desde ámbitos tan opuestos como podían ser a finales de los setenta el ayuntamiento, la sociedad civil y los grandes almacenes de El Corte Inglés, la necesidad de revitalizar las fiestas, que finalmente se tradujo en la construcción de una nueva fiesta. A diferencia de los San Fermines y la Blanca y, en un modo distinto, la Semana Grande Donostiarra, en las fiestas patronales de Bilbao no se identificaba ni la totalidad del cuerpo social ni ningún poder significativo, eran unas fiestas sin alma, prácticamente sin presupuesto y sin participación. Los nuevos poderes que empezaban a hacerse sitio o aquellos que pretendían conquistar el poder –desde la nueva burguesía emergente hasta los grupos revolucionarios de extrema izquierda– reclamaban unas nuevas fiestas en las que todo Bilbao se pudiera reconocer. La problematicidad de hacer una fiesta de todos en una sociedad esencialmente fracturada y en conflicto no tardará en hacerse visible y, una vez pasados dos primeros años idílicos, en los que el enemigo del franquismo hacía causa común a grupos con sueños dispares y enfrentados, el conflicto se fue acrecentando. El desarrollo posterior ha sido ciertamente complejo pero, en los últimos años, de lo que fueron y han pretendido ser unas “fiestas de todos”, se está derivando hacia una simples “fiestas para todos”14. Esto es, ante la imposibilidad de hacer una fiesta común, se parcelan espacios y horarios para
14 VELASCO, H., CRUCES, F., DÍAZ, A., “Fiestas de todos, fiestas para todos” en ARIÑO, Antonio (Coord.), Antropología. Revista de pensamiento antropológico y estudios etnográficos, “La utopía de Dionisos. Las transformaciones de la fiesta en la modernidad avanzada”, Marzo, 19996. nº 11, Grupo Antropología- Trotta.
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satisfacer espectacularmente a todos “los públicos”, en una fiesta crecientemente guetificada y profesionalizada. No se puede negar que este fenómeno de la segregación no es nuevo, y ya desde las primerísimas fiestas existía una clara separación de clases, pero a la estratificación social cada vez se suman distintas estratificaciones que tienen más que ver con la ideología que con el status. Es significativo que el único momento de comunión y unanimidad de estas fiestas lo encontremos en el espectáculo ornamental de los fuegos artificiales. La voluntad de fiesta se extiende más allá de fiestas patronales o anti-patronales como la Aste Nagusia, llega hasta fenómenos tan recientes como el botellón, y responde a una necesidad orgánica de la propia sociedad en sus aspectos más fundamentales. La sociedad que no festeja se muere. Y, a pesar de lo que se llegó a elucubrar, la ciudad no sólo no acaba con la fiesta sino que presenta una forma específica de celebración, pues inaugura una forma específica de sociabilidad que, con Manuel Delgado, volvemos a denominar “lo urbano”. Pero no toda fiesta en la ciudad es fiesta urbana. Las resistencias a lo urbano son lo más común, yendo desde la folclorización de las viejas costumbres rurales en contextos urbanos hasta los modernos espectáculos que acotan, programan, profesionalizan y, en definitiva, disciplinan la fiesta, haciéndola convergir en la lógica de la producción y el consumo. Los últimos veinte años en Bilbao arrancaban simbólicamente con el Guggenheim, un nuevo Bilbao florece y términos como “metrópoli”, “urbe” o “ciudad” van a llenar las campañas gubernamentales; la ciudad misma o, al menos, su imagen se convierte en fiesta permanente. La imagen del Bilbao soñado y querido por el Poder ha cambiado netamente, lo mismo que la naturaleza de las fiestas, espectáculos y eventos lúdicos programados y controlados desde los poderes fácticos económicos y políticos. La clásica estrategia de control de las fiestas a través de su folclorización se combina hoy con la espectacularización; a la estrategia conservadora o defensiva se le suma una ofensiva. La nostalgia de un idílico Bilbao decimonónico, el botxito de personalidad “chirene”, expresado como en ningún sitio en sus “bilbainadas”, se junta con los macrofestivales y
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las carreras de fórmula I sin solución de continuidad. Pero vayamos por pasos y comencemos por el principio. Y en el principio fue la Modernidad. La represión folclorizante, fetichismo doblemente eficaz para el control de la imaginación social, reconstruye la historia de la dominación de clase en clave gerontocrática y naif. Este Bilbao arcádico es, tal vez, el producto mejor acabado de cien años de la fiesta politizada, esto es, de fiesta como instrumento político para tratar de consolidar en el poder a los grupos hegemónicos –la fallida fiesta liberal bilbaína– o para conquistar el poder por parte de los grupos que aspiraban a su control definitivo –el Aberri Eguna–. La cirugía política del ocio, la fiesta disciplinada: la antifiesta.
2. LA MODERNIDAD: Fiesta politizada
Aberri Eguna no es una fiesta folclórica. Para eso están las romerías. El Aberri Eguna es una jornada de lucha contra el opresor. E.T.A.15 (1968)
El universo de la fiesta tradicional en Euskadi es enormemente complejo e interesante, demasiado para tratar de esbozar aquí siquiera una imagen general como punto de partida del que arrancó la modernización de Bilbao. El Bilbao del siglo XIX se desvincula rápidamente del entramado simbólico tradicional que aun persistía en sus clases populares y en aquellos que llegaban de todos los rincones
15 BARANDIARÁN, Miren, Aberri Eguna, 70 años de fiesta y reivindicación, Fundación Sabino Arana, Bilbao, 2002. P. 47.
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de España para trabajar en su floreciente industria. Aunque aun sobrevivían y sobreviven resquicios de la ritualidad tradicional, siempre vinculada a divinidades femeninas como la ya nombrada virgen de Begoña o Santa Águeda16 y, sobre todo, a las diferentes formas de fiestas taurinas17, ya a finales del XIX, las crónicas locales se quejaban de la decadencia del carnaval bilbaíno y de la pobreza, en general, de sus fiestas. Los imperativos productivistas del desarrollismo industrial dejan de lado un equívoco ritual de transgresión de las identidades que según Bajtin18, es la forma por excelencia de la cultura popular. Las formas más explícitas de fiesta –las más claramente transgresivas–, como el carnaval o los toros, fueron combatidas de forma insistente pero, ciertamente, poco eficaz por todo tipo de órdenes de control, especialmente los que representan los poderes fácticos. A lo largo de la historia, la Iglesia y el Estado principalmente, han impuesto sus propios nombres e imágenes sobre los ritos tradicionales. Por un lado, por ganarse para su causa a las masas sometidas, haciendo que identifiquen a los nuevos poderes con el viejo orden naturalizado en el ritual. Pero, a la vez, las racionalizaciones y modificaciones que ejercen las elites sobre las formas populares de cultura, vienen a conjurar el poder del cuerpo colectivo que se patentiza en la fiesta. La fiesta popular fundamenta y naturaliza un orden colectivo arcaico pero, ante el cambio social, la fiesta tradicional puede, al contrario, recordar de modo impreciso un orden anterior arcádico y proyectar, como consecuencia, un orden utópico, despertando con ello el conflicto frente al nuevo orden establecido. De ahí el complejo vínculo entre las ideologías tradicionalistas
16 LABURU, Jon Gotzon / BAZA, Maria del Carmen, Santa Agueda y sus tradiciones, Diputación Foral de Álava, Vitoria-Gasteiz, 1995. 17 AZKUNE MENDIA, Iñaki (con prólogo de José Azurmendi), Zezenak Euskal Herrian. Gure baitan dituzten erro luze-ezkutuak, Udako Euskal Univertsitatea, Bilbo, 1989. 18 BAJTIN, Mijail, La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento, Alianza, Madrid, 2008.
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del XIX y los movimientos revolucionarios posteriores. La fiesta convoca la totalidad del cuerpo de la comunidad que se presentará como una comunidad unida o como una sociedad rota, por ello, la fiesta puede ser y es muchas veces un polvorín a punto de estallar. La represión de la religión oficial sobre la religiosidad popular ponía límites, cambiaba nombres, disfrazaba unos símbolos con otros pero, dentro del catolicismo español, toleraba la subsistencia de otro orden simbólico y social bajo el orden hegemónico de las elites detentoras del poder políticoeconómico. La modernidad desarrollista, sin embargo, no podrá permitirse estos lujos, dado que su proyecto económico y de dominio es mucho más ambicioso y requiere de la entrega absoluta de cada cuerpo individual, separado ahora de cualquier comunidad natural. En el Antiguo Régimen la censura y el control de las fiestas era ejercido por la Iglesia y desde motivaciones morales; a partir del siglo XVIII la lucha contra la fiesta viene de manos de un Estado crecientemente laicizado y por causas fundamentalmente económicas –las fiestas interrumpen el ritmo de la producción– y de orden social –con ocasión de las fiestas se dan revueltas violentas contra las autoridades–. Además, la represión de las fiestas tradicionales se complementa con la elaboración de fiestas de nuevo cuño. A finales del XVIII, un viajero alemán daba fe del buen ambiente de las fiestas de Bilbao, donde no faltaban ni toros, ni gigantes y cabezudos19. Un siglo después, Unamuno evocaba los recuerdos de infancia para quejarse de la decadencia de las festividades tradicionales y religiosas20. Echa de menos a los gigantes Don Terencio y Doña Tomasa, retirados por cuestiones de moralidad, y recientemente quemados “por unos borrachos” en Gernika, a
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Manuel Montero, Crónicas de Bilbao y Vizcaya, VI, Los lugares y las fiestas. Txertoa, San Sebastián, 1997.
UNAMUNO, Miguel de, De mi tierra, Obras completas VI, Fundación José Antonio Castro, Madrid, 2004. P. 107.
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donde habían ido a parar tras su jubilación; a Gargantúa no llego siquiera a conocerlo, era para él “un personaje legendario”. Del mismo modo, se queja de la pobreza de las procesiones de Semana Santa de finales del XIX, en una Villa que ya es plenamente industrial, que se transforma y crece a pasos agigantados. La cuaresma de la urbe industrial no tiene color frente a las que el filósofo bilbaíno había vivido en su infancia y así recuerda cómo: “venían con solemne y temeroso estrépito, ¡tras, tras, tras!, surgiendo de la oscura calle unos hombres vestidos de negro, con dominós o cosa así, golpeando a compás el suelo con sus palitroques”21. La celebración de la Semana Santa en Bilbao tiene unos orígenes remotos. La primera cofradía de la que queda constancia escrita es la de Veracruz, fundada tras las inundaciones de 1553 para atender a los enfermos de peste22. Unamuno, en sus pocas palabras al respecto, deja constancia de su recuerdo de los personajes satíricos de “Anachu” y “Pracagorri”, presentes en los pasos, resto de la ambigüedad de unas fiestas religiosas en las que, como ocurría en el mundo tradicional, todavía en su infancia se confundían lo burlesco y lo serio, lo ascético y lo orgiástico. De cualquier modo, la decadencia de las fiestas tradicionales está más relacionada con la desidia de una población que considera en retirada los símbolos de un pasado rural, que han perdido su magia, su capacidad de construir mundo, que con una represión activa de los poderes fácticos. Más tarde, a principios de siglo, se irán recuperando aquellos personajes que hoy día podemos reconocer en la Aste Nagusia. Todos, Don Terencio, Doña Tomasa y Gargantúa, comparecen como restos arqueológicos sin poder, completamente desactivados, folklorizados, sin ninguna efectividad simbólica, como también
21 Publicado en El Nervión, 26 de marzo de 1891. Op. Cit. P. 107. 22 La Semana Santa Bilbaína, La gran enciclopedia vasca, Bilbao, 2002.
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se populizará en nuestros tiempos un Olentzaro “santa-clausizado”, parodia del genio maligno tradicional23. A finales del siglo XIX Bilbao ya había alcanzado los 100.000 habitantes y sus fiestas comienzan a transformarse. Los toros siguen siendo el aliciente central y lo seguirán siendo hasta fechas muy recientes, pero se empiezan a notar cambios, especialmente en la aparición de espacios restringidos en los que la nueva oligarquía se aísla de la masa popular. Los selectos bailes del Arriaga y la Bilbaína conviven con las verbenas populares pero cada vez se escenifica menos la mezcolanza de todo el cuerpo social durante las celebraciones, pues la comunidad unida –no por ello homogénea ni justa–, que celebra y realiza la fiesta, propia del Antiguo Régimen, es día a día más irreal. Manuel Montero destaca que ya en este momento, el único acto de masas eran los fuegos artificiales24. Por aquel entonces, Bilbao era una villa de marcado carácter liberal. En 1870 se había anexionado Abando y terminaría haciendo lo propio con Begoña en 1925, con lo que, aquellas anteiglesias que en la primera guerra civil del XIX habían caído en manos de los carlistas sin apenas resistencia, eran ya parte de la emprendedora villa-empresa. En conmemoración de los tres sitios que sufrió Bilbao durante la primera y tercera guerras carlistas se formó en 1875 la sociedad de El Sitio, que instituyó cada dos de mayo una festividad del mismo nombre, celebrada con una procesión cívica del ayuntamiento al cementerio de Mallona donde se depositaba una corona por los mártires de la libertad. Ni que decir tiene que el sentir popular no fue, en absoluto, arrebatado por este nuevo ceremonial y la ideología subyacente, pero pronto llegarán otros que sabrán mejor cómo ganarse para sí al pueblo. Como la vieja escuela romano-católica demostró, mucho mejor que inventar nuevas fiestas es hacer las antiguas propias.
23 URBELTZ, Juan Antonio / YANIZ, Santiago, Euskal Herria eta festa, Elkarlanean, Donostia, 2004. 24 MONTERO, Manuel, Crónicas de Bilbao y Vizcaya, VI, Los lugares y las fiestas. Txertoa, San Sebastián, 1997.
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Ciertas fiestas religiosas empezaron muy pronto a cargarse de un marcado carácter político de resistencia y revancha contra los liberales. Algunos habitantes de las anteiglesias ya anexionadas o que lo serán en breve no claudican ante el buque del desarrollismo liberal bilbaíno y, entre ellos, especialmente las familias que vieron mermada su fortuna con la llegada del industrialismo. No olvidemos que la familia Arana, de Abando, había visto venirse a pique su tradicional negocio de astilleros ante la pujanza de los modernos astilleros mecanizados. Paradójicamente, será otro nacionalista, Ramón de la Sota, quien funde en 1900 astilleros Euskalduna, el principal astillero industrial. Va a ser este nacionalismo moderado, moderno y liberal, pero de un liberalismo vasco y no español, el que convierta a esta ideología en la hegemónica en toda Bizkaia. Si tras el desastre de 1898 el viraje ideológico de la villa hacia el nacionalismo vasco ya estaba cimentado, será durante la dictadura de Primo de Rivera cuando llegue la auténtica eclosión en tanto movimiento de masas. Desde los batzokis se fomenta la recuperación de la cultura tradicional y sus festividades, reapropiadas por la nueva ideología. Pero, al contrario que el carlismo, el nacionalismo parte del tradicionalismo para convertirse en una ideología progresista y burguesa, en tanto que su pretensión última es la de dar cauce a una voluntad popular que está llamada a conquistar históricamente su propio Estado. Por tanto, la acción no podrá ser la pasiva defensa de la vieja cultura, sino la construcción, partiendo de aquellos materiales, de una cultura nacional diferencial. En el tema que nos concierne se trata, por tanto, de subrayar o crear una tipología propia para la fiesta vasca, que la diferencie de la fiesta española, una serie de ritos y artes específicos, donde lógicamente destaca el uso de la lengua diferencial, el euskera, por muy olvidada que la tuvieran los principales líderes del partido25.
25 En otro lugar hemos desarrollado alguna reflexión al respecto de cómo esta construcción de la fiesta nacional vasca evita premeditadamente poner el acento en la fiesta con más raigambre popular, la de los toros, no por ser algo impuesto o importado desde España, sino porque no tiene nada de diferencial. De cualquier modo, las corridas y sokamuturras seguirán celebrándose con éxito hasta los años noventa del siglo XX sin que parezca existir contradicción
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Con un precedente aislado de 192326, en la víspera del día de resurrección de 1932 se celebra por primera vez el Aberri Eguna, como conmemoración del descubrimiento del nacionalismo vasco por parte de los hermanos Arana en 1882. Se suele observar que su coincidencia con la fiesta religiosa fue una elección estratégica del PNV para ganarse los sentimientos de los católicos vascos, frente a la secularizadora Segunda República recién instaurada. Este primer Aberri Eguna se celebra en Bilbao, mediante una procesión desde la plaza del Sagrado Corazón hasta la original –destruida por el franquismo– Sabin Etxea, inaugurada entonces como sede del PNV. El éxito es abrumador, con la asistencia de 60.000 personas, cifra semejante a la de las siguientes celebraciones. A todos los participantes se les llamó a que donasen la cantidad equivalente a un jornal para construir el tesoro nacional vasco; la recaudación superó todas las expectativas. En los siguientes años se va cambiando de ciudad, pasando por Donostia, Vitoria y, en 1935, se traslada a Pamplona, bajo el nombre de Euskadi Eguna y celebrado el 30 de junio, por la oposición del gobierno de la CEDA y los conflictos con los católicos y la derecha local. En 1936, ya con el Frente Popular en el gobierno, la celebración se convocará en cada municipio, evitando las concentraciones anteriores, dada la tensión histórica que se vivía. El ambiente festivo de esta, en sus primeros años, exitosa conmemoración política, pasaba por actos religiosos –misa en Begoña–, conciertos, teatro, mítines y, especialmente, festivales de folclore, donde destacan las danzas y los deportes tradicionales. Pero, sobre todo, las crónicas subrayan la disciplina y seriedad propia de esta fiesta. La Gaceta del Norte del 28 de marzo de 1932 describe el Aberri Eguna del día anterior como un “modelo de organización. Ejemplo de seriedad. Exponente admirable de disciplina en las masas y de
alguna. GAMARRA QUINTANILLA, Garikoitz, “Religión, sexo y orden social. La fiesta tradicional en Bilbao y su entorno”. 26 BARANDIARÁN, Miren, Aberri Eguna, 70 años de fiesta y reivindicación, Fundación Sabino Arana, Bilbao, 2002.
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alteza en el propósito de los organizadores”27. En la última de las celebraciones legales hasta la muerte de Franco la consigna del Bizkai Buru Batzar –dirección vizcaína del partido– fue “¡Seriedad! ¡Disciplina! ¡Ni un grito!”28. Evidentemente, esta idea de fiesta dista mucho del carnaval popular bajtiano. En este caso, se trata de hacer visible a una comunidad que en sus desfiles pasea, no su sociabilidad básica, sino su identidad definida y uniformada; no se trata, como en el carnaval, de mostrar la banalidad y relatividad de la estructura imperante, al contrario, es una pura demostración de fuerza de la nueva forma social que quiere conquistar el Poder. Con la dictadura franquista, el Aberri Eguna se convierte en momento de reivin dicación desde el País Vasco-francés y, muy pronto, de enfrentamiento con la policía franquista, a partir de los años sesenta, donde nacionalistas y no nacionalistas se unen desde muy pronto en una misma lucha por la libertad. En 1978, poco antes de la primera Aste Nagusia, se celebra el primer Aberri Eguna legal, celebración que había salido transformada del franquismo de fiesta patriótica del PNV a fiesta genérica de la patria vasca, convocada unitariamente por todas las formaciones políticas –a excepción de AP, UCD y la extrema-derecha, como es lógico–. Claro que, cada grupo, llevaría las reivindicaciones al respecto de la identidad vasca hasta donde entendía se debían llevar, desde la autonomía hasta la autodeterminación pasando por la unificación de los siete territorios históricos. Pero, muy pronto, una vez pasada la transición, el Aberri Eguna se convertirá, de nuevo, en una festividad sólo para los nacionalistas y celebrada de modo separado –con unos años de unidad, en los últimos noventa, por mediación de la asamblea de municipios udalbiltza– por los distintos partidos nacionalistas, siendo la antigua Feria de Muestras de Bilbao y últimamente la Plaza Nueva el lugar escogido por el PNV, en previsión del cada vez menor poder de convocatoria de una fiesta que vivió tiempos mucho mejores.
27 Op. Cit. P. 14. 28 Op. Cit. P. 37.
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En Las formas elementales de la vida religiosa29, Emile Durkheim defendía que lo que en realidad se celebra en cualquier fiesta –que sea una auténtica fiesta– es la propia sociedad o, más bien, su materia prima, lo que Maffesoli llamó “socialidad de base” 30. De hecho, las formas más arcaicas de religión – según Durkheim el totemismo– constituyen un modo de objetivación del “todo social” al que se debe el individuo. El Mana o fuerza mágica de los polinesios, esa fuerza que todo lo hace encajar o desencajar pero que, en definitiva, todo lo vuelve significativo, no es ni más ni menos que el elemento divino presente en lo social. El tótem, por su parte, sirve para denotar la participación del propio grupo o clan en una fuerza social que va más allá de la sociedad concreta, de sus normas y jerarquías. La alegría de la fiesta brota de la celebración de lo divino social, de la fuerza social genérica de la que bebe cualquier estructura social concreta. Para renovar fuerzas, los partidos políticos siempre se han visto necesitados de esos baños de multitudes que, no conformándose con el simple mitin, acaban articulando auténticas festividades. Claro que ningún partido reconocerá que el entusiasmo de sus masas es producto de algo tan universal como la “socialidad de base” y no, precisamente, de los signos exclusivos y excluyentes de los allí reunidos, de su identidad diferencial, de sus logros históricos, de sus luchas, de sus víctimas, de su destino. En los años ochenta, la fiesta política –o la vehiculación política de la fiesta– encontró una nueva expresión y un nuevo esplendor a través del rock radical vasco y los macrofestivales organizados por Herri Batasuna. Tras la decadencia de las viejas fiestas políticas de la patria vasca que inventó el PNV, el entusiasmo de aquellos viejos aberris era recuperado ahora por otras siglas políticas. Y, así,
29 DURKHEIM, Emile, Las formas elementales de la vida religiosa, Alianza, Madrid, 1992. (1912). 30 MAFFESOLI, De la orgía, Ariel, Barcelona, 1996. (L’ ombre de Dionysos, 1985). P. 79.
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en 1985 se celebraba el recordado y exitoso “Martxa eta borroka” en La Casilla, con lo más nutrido del rock radical junto a cantautores euskaldunes.
3. HACIA LA FIESTA POSTMODERNA: Miedo al rock
La evocación del grito es la música originaria de los mortales. En muchas poblaciones primitivas las danzas empiezan con un grito salvaje de todos los cantores, que poco a poco llevan la disonancia de las voces a un canto unísono. En el modo de cantar del solista alrededor del cual el coro forma un coro mágico, siempre se advierte la aspereza de ese grito inicial. Solista y coro no dan vida a un espectáculo sino a la fiesta en la que participa toda la comunidad. La música es el corazón de la fiesta. O sea, el corazón de la sociedad. Emanuele Severino (1985)31
En la fiesta tradicional, la danza y la música tienen un lugar especial, por no decir que son el centro de la fiesta misma. La modernización de la fiesta pasa muchas veces por el fracaso en sus intentos de introducir nuevos himnos, nuevas danzas, y sólo haciendo suyos los tradicionales consigue cierta adhesión para sus nuevas celebraciones. Como vimos, para el caso del nacionalismo vasco, el modelo triunfante de fiesta cívico-disciplinaria es aquel que da entrada a las tradiciones, pero eso sí, unas tradiciones rurales transplantadas a un contexto urbano, espectacularizadas, foclorizadas. El viejo ritual de participación colectiva pasa a ser una exhibición arqueológica de nuestras raíces, disfrutada a distancia, desde nuestros asientos. Sin embargo, la postmodernidad llegará para tomar la revancha del auténtico ritual.
31 SEVERINO, Emanuele, El parricidio fallido, Destino, Barcelona, 1991. P. 56.
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El rock o la música pop en un sentido genérico y, sobre todo, el concierto de rock como ritual, tienen un lugar destacado en el paso de la fiesta moderna o cívico-política –lo que podría ser considerado como ausencia de fiesta– a la fiesta postmoderna. La postmodernidad, entre otros aspectos, se caracteriza como retorno de lo reprimido, retorno del mito, retorno del cuerpo y retorno de las identidades colectivas y los rituales en que éstas se fundan. Pero la fiesta no podía durar mucho. Con la entrada en el circuito mercantil el rock se normaliza y su potencialidad subversiva es aplacada por el espectáculo, sistema de dominación donde la fiesta se convierte en simulacro de fiesta, en el que de la participación, comunión y peligro no queda nada; por contradictorio que parezca, el rock también se folkloriza. A pesar de esto, permanece la sed y el recuerdo de lo que a veces vuelve a ser, aquella comunión orgiástica donde un escenario no supone una grada infranqueable, y para ello no hay más que acercarse a un concierto de Hardcore, auténtica sokamuturra en siglo XXI. A la hora de acercarnos a la relación de Bilbao con el rock, nos sorprende que, a pesar de unas condiciones a priori idílicas, la villa vizcaína se resistió durante décadas al florecimiento de estos sonidos duros y esa cultura dionisiaca que conmovieron medio mundo durante el último tercio del siglo XX. ¿Por qué una ciudad con un desarrollo urbano, financiero, industrial y social tan avanzado y con tanta tradición no se desarrolla culturalmente, al menos en lo musical, de un modo análogo a ciudades como Barcelona, Sevilla, Madrid o Valencia? En el concienzudo trabajo de Álvaro Heras, Lluvia, hierro y Rock´n Roll. Historia del rock en el Gran Bilbao (1958-2008)32, que merece la pena seguir de cerca en este punto, los distintos entrevistados aportan sus teorías. Por ejemplo, el crítico y locutor bilbaíno Fernando Gegúndez habla del control eclesial de la cultura juvenil local: “Ellos gestionaban y supervisaban la mayoría
32 HERAS GROH, Álvaro, Lluvia, hierro y Rock´n Roll. Historia del rock en el Gran Bilbao (1958-2008), Autoeditado, Bilbao, 2008.
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del ocio de los chavales; muchos guateques timoratos, festivales y tele-clubs de pueblo tenían su sede en la trasera de las iglesias o en los salones de actos de los colegios religiosos”33. Pedro Martínez –Disc Jockey y escritor– aporta más detalles sobre el peligro que suponía llevar un Look algo atrevido en el Gran Bilbao de los sesenta y setenta: Hay que tener en cuenta que llevar el pelo un poco más largo de lo normal era algo completamente trasgresor y a mucha gente le parecía directamente ofensivo. Y lo mismo cuando llevabas ropa de colores poco habituales o alguna prenda un poco atrevida. Que te llamasen maricón era corriente y había gente, sobre todo obreros, currelas y gente de barrio, que no dudaban en agredirte físicamente a la mínima que te atrevieses a contestar a sus provocaciones e insultos34
Durante décadas, la cultura del rock y sus conciertos fueron de uso exclusivo de una bohemia vanguardista y burguesa de la margen derecha y el ensanche. Incluso, hoy en día, todo aquello que sea ir más allá de las músicas homologadas como propias de la clase obrera –Punk, Heavy, Hip-Hop– levanta la sospecha de snobismo. Pero si miramos atrás, el acceso a la música moderna por parte de los trabajadores bilbaínos parecía aún más limitado: Yo creo que, contrariamente a lo que piensan algunos, en la introducción del Rock en Bilbao no hay ningún componente llamémosle marginal o de clase obrera. Si hablamos de rock o estilos similares, la inmensa mayoría del material discográfico que llegaba en los sesenta tenía como público –salvo excepciones, que seguro que las había–, a los jóvenes de la margen derecha (…) Y todo aquello, que quede claro, no se debía a que el rock fuera algo clasista, ni mucho menos. La cosa es que en los barrios lo que se hacía era currar y escuchar a Peret, El Fari, flamenco, rumba, Lola Flores…” (…) Y luego estaba el que probablemente
33 Op. Cit. P. 33. 34 Op. Cit. P. 29.
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fuera el factor más importante: los discos eran muy caros (…) La gente lo que hacía era ir a las salas de fiestas a achuchar o directamente a emborracharse, y a la gran mayoría le daba exactamente igual el grupo que estuviese tocando o la música que estuviese sonando a no ser que fuese la canción de moda35.
En todo este rechazo al rock tenemos que hablar de tradicionalismo y de dominación eclesial de la cultura, pero esto no es un factor tan específico del País Vasco ni de Bilbao durante el franquismo. Mucho más determinante es la sospecha que la izquierda política vasca tenía de toda cultura no autóctona, la sospecha sobre el imperialismo cultural y la destrucción de la propia identidad –lo que después se ha llamado globalización– propia de ese fenómeno cultural anglosajón. A finales de los años setenta, entre 1976 y 1977 El Corte Inglés (de nuevo) organizó varios “festivales de la juventud” donde actuaron distintos grupos. Este fue el momento de la popularización y de la apertura a la masa obrera y los grupos más marginales de la música rock. Así constataba Kike Turmix: Una de las cosas que más me llamaron la atención en el concierto de Uriah Heep y The Heavy Metal Kids (1976, La Casilla) fue ver un montón de gente de barrio. Hasta entonces la mayoría de la gente que iba a los conciertos era, digamos, burgués (…) no se solían ver muchos de los que llamábamos macarrillas de barrio. En ese concierto, en cambio, sí que había bastantes. Gente de Rekalde y Santutxu con sus pintillas y actitud. A partir de entonces se hizo habitual ver a los cachorros de la clase trabajadora en los conciertos. Había llegado el momento de la popularización del rock (risas)36
Este parece ser el tardío pistoletazo de salida para la entrada en acción de la nueva cultura del rock y los conciertos como centro de la fiesta. En 1978 se organizaba,
35 Miguel Gilbert (colaborador tienda Vox entre 1967 y 1971, músico) en HERAS GROH, Álvaro, Lluvia, hierro y Rock´n Roll. Historia del rock en el Gran Bilbao (1958-2008), Autoeditado, Bilbao, 2008. P. 46. 36 Op. Cit. P. 63.
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recuperando el tiempo perdido, el primer festival musical estricto senso realizado en España, con la actuación, entre otros, de Burning, Tequila, Bloque, Iceberg y Ñu, celebrado en la feria de muestras y con una asistencia de unas 5.000 personas. Parece que, todavía, el rock tenía menos poder de convocatoria que los rituales rurales y tradicionales como las vaquillas que llegaban a congregar a 15.000 personas en la Aste Nagusia de ese mismo año. En el Bilbao de finales de los setenta los encierros populares y el folclore tradicional tienen más efectividad simbólica, de cohesión social y sublimación sexual, que la moderna fiesta urbana y global del rock. La primera Aste Nagusia partía, de este modo, de un modelo netamente rural, de sokamuturra, charanga y banda de cartón, dado el escaso presupuesto y la falta de tradición y de cultura rock local. En estas primeras fiestas eran, sobre todo, “las bajadas” los espectáculos que más movilizaban y más expectación causaban. Tras cuarenta años de represión, de falta de libertad de reunión, no podía haber mayor placer colectivo que hacer visible en plena calle a las masas libres y joviales. El San Roque portugalujo de 1978 ya había adelantado una bajada de 50.000 personas, algo desconocido hasta el momento, y es por ello que se encargarán algunas de aquellas cuadrillas jarrilleras de asesorar a los novatos de Bilbao. Por lo demás, el variado repertorio de la primera Aste Nagusia consistía en exhibiciones deportivas, sokamuturra diaria, “zarzuela, representación de obras teatrales, ballet, música culta, alardes de instrumentos autóctonos, txistularis, bertsolaris, folklore vasco y espectáculos vanguardistas”37. Ni rastro de rock’n roll. 1979 supondrá una reedición en éxito y convivencia de la primera Aste Nagusia y, como aquella, una repetición de la ausencia de rock. Durante las fiestas de El Carmen, del vecino Barakaldo, ese mismo año se organizó en el campo de Lasesarre un minifestival de música en el que figuraba como cabeza de cartel La Orquesta Mondragón, actuando, entre otros, los proto-punks barceloneses
37 Egin, 19-08-1978. P. 5.
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La banda trapera del río. Según testimonio de Josu Distorsión38, este concierto supondría todo un acontecimiento para los punks que empezaban a campar en la margen izquierda, entre ellos los pronto célebres Eskorbuto. La Aste Nagusia, por su parte, no se daba por enterada y todavía en 1981, tras la suspensión del año 80, todo el avance consiste en extender la oferta musical a cuatro escenarios: el quiosco de El Arenal, dedicado a salsa, la Plaza Nueva, para recitales y algo de jazz, la parte trasera del Arriaga, para las típicas “verbenillas” y, como novedad, en la plaza del Arriaga se dedica un escenario íntegramente a “rock euskaldun”, donde pesará bastante más el segundo término que el primero. La Aste Nagusia de 1982 comienza con la sorpresa de la masiva afluencia de personas de toda España y del extranjero. Las fiestas no se globalizan en su programación pero sí en capacidad de convocatoria. Éste será, además, el año en que el rock aterrice como plato fuerte de la Aste Nagusia y lo hará de la mano de el mismísimo Miguel Ríos –que 26 años después regresó, para jubilarse en la Aste Nagusia–, celebrado a la una de la madrugada, eso sí, en el alejado parque de Txurdinaga, para a continuación continuar la fiesta en el Arenal –largo peregrinaje– con muestra de rock local: Max Watios, Arlequín, Réquiem, Sobaco, Ishtar. A las cuatro de la madrugada, además, cine al aire libre. En un artículo publicado días después, Carlos Arco y Félix Linares reflexionaban sobre la polémica de que conciertos como el de Miguel Ríos puedan repercutir negativamente en los grupos vascos pues, “prescindiendo de aquellos grupos que están bastante lejos del rock, debemos reconocer que no hay demasiados conjuntos rockeros en activo ahora mismo”39. Esto quedará refutado un año después, en 1983, cuando la comparsa Ipur Beltzak, que estrenaba entonces txosna, programa el primer domingo de fiestas un cartel
38 HERAS GROH, Álvaro, Lluvia, hierro y Rock´n Roll. Historia del rock en el Gran Bilbao (1958-2008), Autoeditado, Bilbao, 2008. P. 286. 39 Egin, 21-08-1982. P. 9.
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mítico con lo más contundente del punk local: Eskorbuto, R.I.P. y Cicatriz en la Matriz, adelantándose a unas inundaciones que finalmente ensombrecerían ese auténtico estallido de rock. De cualquier modo, el periodista Juanjo Fernández se hacía eco de las controversias y resistencias que el rock seguía encontrando en gran parte de los bilbaínos de 1983. Al respecto de una pelea ocurrida en el primer día de fiestas en la txosna de Ipur Beltzak, amenazaba que “algún día habrá que ajustarles las cuentas a esos bronquistas de noche y bienpensantes de día (que despotrican contra esa juventud drogada y gamberra)”, para acabar sentenciando de forma harto significativa: “La priva –sobre todo si no se sabe encajar– no mola. El rock sí”40. Parece que en 1983 la cultura el rock conseguía algo más que provocar, lo cual a estas alturas, dado el desarrollo de la sociedad civil vasca, resulta injustificable, además de inexplicable si simplemente contamos con la coartada del conservadurismo. Cierto rechazo al rock tiene raíces mucho menos ingenuas y espontáneas, como habíamos empezado a ver: Lo que más me jode de Bilbao es ver a gente por la calle con chapas pro-amnistía o rollos de izquierdas, que se suponen liberales y se dedican a cotillear, insultarte e intentar agredirte cuando pasas a su lado. Parecido a los fachas de Madrid, que más de una vez han querido sacudirme por llevar cresta de colores41.
Loles Vázques, guitarrista de las Vulpes, explicaba en el libro de Álvaro Heras cómo evoluciona y se normaliza la percepción del rock para la izquierda abertzale, desde los primerísimos años ochenta en que: Para la gente de Herri Batasuna y para gran parte del mundo abertzale aquello era una estética producto del imperialismo yanqui. Los de HB, por ejemplo, nos llamaban fachas y decían que estábamos anglo-americanizados. Lo más curioso de todo aquello es que
40 Egin, 23-08-1983. 41 Entrevista a Rafita, miembro del grupo de punk bilbaíno N-634, publicada originalmente en el fanzine “Sorbemocos” nº 1 (1982). Citado por HERAS, Álvaro (2008). P. 290.
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muy poco después ellos mismos se convirtieron en los principales promotores del rock en Euskadi con todo lo de Martxa eta Borroka42.
En aquellos ochenta, parte del punk vasco más visceral se vería condenado a un doble desencuentro. Por un lado, con la izquierda abertzale, considerados –justamente– como un ejemplo de nihilismo vital, completamente alejado del modelo moral de joven comprometido, disciplinado y combativo que se pregonaba. Por el otro, con las fuerzas del orden público españolas, por considerárseles unos radicales vascos sospechosos de terrorismo. Es conocido el caso más sangrante y manoseado de Eskorbuto, detenidos con ley antiterrorista de por medio en Madrid y boicoteados por HB en sus macrofestivales. Tras salvar el escollo de las inundaciones, los carnavales de 1984 fueron los de la explosión punk bilbaína, que ya empezaba a dotarse de una red de Gaztetxes donde actuar. La Aste Nagusia de ese año sería la del punk, consiguiéndose organizar con el ayuntamiento un festival con Eskorbuto, La polla records, Decibelios y Desechables, aunque la comisión de fiestas prefirió trasladar el evento fuera del recinto festivo, “decían que no estaban dispuestos a que una horda de punkis –fue la expresión que utilizaron– destrozasen la ciudad”43. En poco más de un año y en el mismo corazón de Bilbao el legendario Gaztetxe se convertiría hasta 1992 en el mayor dinamizador musical y el centro de la gran fiesta urbana permanente que fue el Casco Viejo de Bilbao en aquella época. Por tanto, a partir de mediados de los ochenta y, por fin, con su aceptación y utilización por parte de la izquierda, el rock se convierte en el plato fuerte de la programación de la Aste Nagusia, arrinconando cada vez más las formas
42 Op. Cit. Pp. 290-291. 43 Op. Cit. P. 306. Luismi Sánchez, miembro de Ipurbeltz.
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tradicionales y rurales de fiesta como la sokamuturra o las corridas, a la vez que se iba dejando atrás el entusiasmo de las primeras macro-bajadas. El rock va ganando espacio, mudándose de la modesta plaza del Arriaga –lugar reservado hoy para el teatro de calle– a la elegante Plaza Nueva y, más tarde y por necesidades de espacio, a la ya legendaria plaza del Gas. La Aste Nagusia vivió sus momentos de mayor esplendor rockero con aquel anfiteatro natural a los pies del actual parque de Etxebarria, muy cerca del ayuntamiento y de las txosnas, en pleno corazón del las fiestas. El multitudinario concierto de Manu Chao de 2001 fue uno de los últimos que se celebró allí. El ayuntamiento argumentaría después que la concentración de espectadores en un terreno en pendiente y embarrado, como la que se había producido durante aquel recital, hacía muy peligroso y, por tanto, inviable ese espacio para próximas ediciones. De paso, aprovecharían para levantar varios edificios de viviendas y un tanatorio, fieles al eslogan municipal de hacer de la cultura inversión44. De este modo, en el comienzo del siglo XXI, los que ya eran actos centrales de la Aste Nagusia se trasladarán a la ya mencionada Botika Vieja, en la ribera de Deusto, a casi cuatro kilómetros de las txosnas. Este nuevo recinto de macroconciertos, donde los grupos estatales e internacionales suelen ser los protagonistas, es refrigerado y alcoholizado en exclusiva y a precios inmoderados por la marca patrocinadora, Heineken, gracias a algún ingenioso acuerdo que le abarata gastos al ayuntamiento; a cambio, las comparsas y, por tanto, las asociaciones, pierden “ese mercado”. Cada vez son más, por ello, los conciertos organizados por las txosnas en su espacio contando con la colaboración desinteresada de los grupos locales y con sus propios recursos, dada la deslocalización impuesta por el consistorio. Sin embargo, es tan evidente como imparable la dispersión de las fiestas a los distintos escenarios municipales y hacia otras iniciativas privadas
44 Debe ser casualidad, pero parece el sino del ayuntamiento bilbaíno sustituir los espacios ocupados por la juventud para fines culturales, como la plaza del Gas o el gaztetxe de Bilbao, por cosas que tienen que ver poco con la juventud, como un tanatorio y un centro de estudios para mayores, respectivamente.
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–como la carpa Fever, junto al Euskalduna– facilitadas por el consistorio y otras realizadas a pesar del consistorio –conciertos del Kafe Antzoki–. En la Aste Nagusia hay cada vez más espectáculos y para todos los gustos, la ciudad entera se brinda como enorme festival o como gran feria del entrete nimiento para el público global. La “normalización” de la democracia repre sentativa y la adaptación a los patrones culturales de la sociedad de consumo van haciendo mella poco a poco en las tradicionales formas de celebración, igual que socavan los viejos ideales políticos. El propio rock, que nace como promesa de gran akelarre transfigurador, se adapta crecientemente a patrones predecibles del puro de consumo individualizado e individualizante. La fiesta no llega a disolverse en un puro espectáculo pero cabecea inquieta, sin saber hacia dónde dirigirse.
4. FIESTA POLÍTICA: De la Gaupasa a la revuelta
Quien observa como testigo imparcial los gestos del comportamiento en las discotecas y las galas sonoras tiene que llegar al diagnóstico de que el público actual de la música de masas, en tanto se arroja voluntariamente y a riesgo propio en el cráter de sonidos, aspira a convertirse en una autovíctima entusiástica. Obviamente reclama ser llevada dentro del Moloc acústico y convertirse en sus entrañas en un algo rítmico, poco oxigenado, presubjetivo (…) la música pop ha rebasado las comuniones religiosas, sobre todo las cristianas, por el lado arcaico. Peter Sloterdijk (1997)45
45 DLOTERDIJK, Peter, Esferas I, Siruela, Madrid, 2003 (1997). P. 474.
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La línea de policías de negro está cada vez más cerca. Un chaval que corre a mi lado se arrodilla bruscamente y lanza uno de sus cohetes hacia los policías. Ellos consiguen evitarlo sin dificultad. Estalla a su espalda, sobre la fachada del ayuntamiento. Vaya, parece que esto los ha enfurecido bastante. Responden con una lluvia de pelotas de goma y botes de humo, algunos de colores. ¡Esto sí es una fiesta! Emocionado, le pido a uno de los chavales un cohete. Lo prendo y estalla, precioso, en el cielo. -¿Tú eres idiota, o qué?Alex de la Iglesia (1997)46
No nos es posible realizar, en los estrechos límites de un artículo acotado a un tema que hace tiempo hemos excedido, un análisis exhaustivo sobre los cambios del fenómeno festivo en el entorno urbano vasco, ni siquiera centrándolo al caso de Bilbao, especialmente si no nos conformamos con una mera enumeración externa y pretendemos hacer una análisis mínimo de cada cuestión. Un estudio completo implicaría detenerse en aspectos tan complejos como los distintos usos y las distintas drogas, comenzando por el alcohol; los cambios de edades, sexo y orientación sexual, por parte de los protagonistas; las distintas artes y juegos, incluidos los eróticos, que han ocupado el centro del tiempo festivo; los cambios en los horarios, en las ordenanzas municipales, etc. Pero, sin poder entrar en detalle sobre todas aquellas cuestiones, lo que sería inexcusable es concluir estas páginas sin asomarnos, aunque sea brevemente, a la fiesta tal y como se vive hoy, en la modernidad tardía o postmodernidad, y que tiene también en la capital vizcaína y en su circuito de bares y discotecas, más o menos céntricas o más o menos periféricas, un lugar señalado en el panorama vasco. Podemos dar muchos nombres a esa fiesta del fin del mundo que se celebra en maratonianas sesiones –que van desde 24 horas a varios días, según la condición
46 IGLESIA, Alex de la, Payasos en la lavadora, Seix Barral, Barcelona, 2009 (1997). P. 154.
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y atrevimiento de los participantes– cada fin de semana en nuestras ciudades. Se la conoce como cultura “Rave”, “After” y, más concretamente, del “Éxtasis”, pues es esa sustancia y sus derivados –como el MDMA o cristal– la que mejor representa, por sus efectos, la esencia de la fiesta actual. La fiesta postmoderna busca, por medio de estas drogas o sin ellas –el éxtasis no se ha inventado esta forma de fiesta, sino que es una de las respuestas posibles para una búsqueda previa–, una comunión sensual de todos los individuos, una comunión puramente formal y externa, epidérmica, que rompa los muros de la subjetividad hacia una identidad colectiva y placentera. ¿Pero no era eso, precisamente, lo que encontrábamos como centro mismo en las formas más arcaicas de fiesta?: la comunión de los individuos, pero no en una sociedad concreta, con su estructura y jerarquía, sino en la sociabilidad que está en la base de cualquier sociedad, la regresión a ese orden de iguales, ese orden sin orden que Victor Turner llamó Communitas. Por tanto, la orgía festiva postmoderna parece ser una respuesta casi biológica a los límites disciplinarios individualizadores y subjetivistas en los que nos había sepultado la Modernidad. Pero pronto se nos acaba la fiesta, pues es difícil no reconocer, con Sloterdijk, un efecto regresivo, acrítico, embrutecedor en las promesas de trans-subjetividad y experiencia prelingüística de la Rave. Volvemos a las críticas de Adorno a la cultura de masas, reaparece la sombra alargada de la barbarie nazi. No ahondaremos aquí en este largo debate pero, como mera indicación, merecería la pena repensar la cuestión tal y como lo ha hecho el filósofo Fredric Jameson, recuperando en gran medida la sensibilidad de Walter Benjamin, más allá de posturas críticas o apologéticas al respecto de la postmodernidad, entendiendo la lógica cultural del capitalismo tardío como punto de partida y posibilidad para el cambio revolucionario. La Aste Nagusia bilbaína, esa Rara Avis del mundo de la fiesta, tampoco es completamente ajena a esa noción de fiesta del fin del mundo propia de la postmodernidad, aunque con unos tonos bien distintos, que la desmarcan del hedonismo vacuo con el que se suele identificar la cultura Rave. Alex de
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la Iglesia la retrataba desde este punto de vista en su demencial Payasos en la lavadora de 1997. Claro que aquí, dentro de la cultura punk en la que se desarrolló a partir de los ochenta y que ha generado una tradición aun viva, no son los acentos disco y el éxtasis sino el Punk, Rock Radical Vasco, el Speed y el Kalimotxo, la combinación explosiva que hacen de los nueve días de fiesta una macro-gaupasa de vértigo. En la Aste Nagusia podemos reconocer esa potencialidad positiva de la fiesta postmoderna, una fiesta que, siendo popular, no cae en la forma tradicional de fiesta religiosa. Llamaremos a esta forma de fiesta, “fiesta urbana”, como el modo específico en el que lo festivo participa de la noción de “lo urbano47. En la fiesta urbana despega el potencial utópico y revolucionario inherente a la fiesta popular pues, en lugar de naturalizar el orden social hegemónico, lo deslegitima mostrando el conflicto como pilar del sistema vigente. Esta fiesta utópica, tan quimérica como toda utopía, igual de necesaria, equivale a la fiesta nietzscheana, que sueña sabiendo que sueña. La Aste Nagusia es conocida mediáticamente en España sobre todo por sus disturbios callejeros, perfectamente documentados por las principales cadenas de televisión y periódicos estatales que, poca o ninguna atención prestan por lo demás a la normalidad de la fiesta bilbaína48. El conflicto político, sangrante desde la tercera Aste Nagusia, se ha recrudecido en determinados momentos y, especialmente, en los últimos años, tras las sucesivas ilegalizaciones de
47 GAMARRA QUINTANILLA, Garikoitz, Trauma de fundación. Estética, ciudad y cine de Walter Benjamin a Metrópolis, tesis doctoral inédita, Universidad de Deusto, Bilbao, 2004. / Bilbao y su doble, Martxoak 18, Bilbao, 2007. 48 Y basta para comprobarlo echar una ojeada a las portadas de El País, por poner un ejemplo moderado, de los últimos treinta años, coincidiendo con las fiestas de Bilbao. No se encuentra ni rastro del éxito de los conciertos ni de la alegría generalizada, sí una crónica somera de cualquier tipo de altercado violento.
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organizaciones políticas abertzales que continuaron el legado de HB, ya que las comparsas afines, simpatizantes o, sencillamente, en desacuerdo con la ley de partidos, no pueden sino aprovechar el único cauce expresivo, que representan estas fiestas autogestionadas, para mostrar su repulsa frente a las políticas de los gobiernos y a la misma legalidad vigente. Y, claro, la legalidad vigente no tarda en contestar con sus propios medios de expresión. De cualquier modo, como indicábamos, la violencia por motivos políticos y la presencia violenta de la policía no es nueva en las fiestas de Bilbao. Incluso, como relataba Alex de la Iglesia, la llamada “guerra de las banderas” se ha convertido en tradición y lo que ha venido siendo noticia en los últimos años ha sido la ausencia de disturbios notables en el alzamiento de las banderas de la mañana del último sábado de fiestas. Este acto simbólico, en el que se deben izar, según la orden gubernamental, las cuatro banderas –europea, española, ikurriña, y de Bilbao–, ha supuesto a los consistorios de la villa notables dolores de cabeza. En realidad, la violencia apareció por primera vez en la Aste Nagusia en el mismo 1978 pero no de manos de radicales de extrema izquierda o independentistas sino de la extrema derecha, que trata de reventar las fiestas con acciones como la quema de la copistería Askatasuna49. Pero el auténtico inicio de la guerra de las banderas comienza en el año 1983, año de las fatídicas inundaciones y, a buen seguro, si éstas no se hubiesen llevado la Aste Nagusia por delante, las fuerzas del orden público habrían hecho lo propio. El gobierno central de Felipe González exigió aquel año al consistorio cumplir la legalidad vigente y hacer ondear la bandera constitucional de España en el ayuntamiento durante las fiestas. Ante los previsibles desórdenes y malestar tras este gesto, dada la generalizada animadversión contra esta bandera por parte una masa importante de bilbaínos –sea el motivo que sea en cada caso y grupo, pues motivos hay muchos, empezando por sus mismos colores, coincidentes con los de la bandera
49 Egin, 18-08-1979.
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franquista– y para “tener la fiesta en paz”, el ayuntamiento, con el voto de PNV, HB y EE, decide no izar ninguna bandera, decisión a la que se oponen los concejales del PSE50. Frente a esto y finalmente, el gobernador civil de Bizkaia, Julián San Cristóbal, manda a la policía nacional ocupar el ayuntamiento e izar las tres banderas. Ante este gesto, José Luis Robles, el alcalde del PNV, junto a los representantes municipales de su partido, EE y HB, abandona el ayuntamiento51. Esta dantesca imagen de golpe de Estado en plenas fiestas locales es el pistoletazo de salida de las futuras guerras de las banderas y, ese mismo 1983, se realiza el primer homenaje a la ikurriña. Como decimos, las inundaciones impedirán que el conflicto vaya a más. En 1985, el alcalde y el gobernador civil habían llegado al acuerdo de alzar todas las banderas pero sólo durante cuatro horas52. Esta opción es también respondida mediante el ya mencionado homenaje a la ikurriña, presidido por el grito “Ikurriña bai, española ez”. En el 87, la guerra de las banderas ya era motivo de portada de El País, que se despachaban en un largo artículo con frases como: “los reinventores de la consigna joseantoniana de la juventud alegre y combativa se propusieron convertir las fiestas de Bilbao en escenario de una nueva provocación que arruinase la posibilidad de disfrutar pacíficamente de esas fiestas”53. El diario se alargaba a continuación lamentando la respuesta desmesurada del gobernador civil y augurando un pésimo efecto sobre los niños que presenciaron estos acontecimientos, que seguro crecerán con un sentimiento de terror, odio y desconfianza hacia las instituciones, caldo de cultivo de los violentos del mañana (...). Desde entonces, se consolidó la tradición, el nuevo ritual festivo –
50 El País, 19-08-1983. 51 Egin, 20-08-1983. 52 Egin, 25-08-1985. 53 El País, 23-08-1987.
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semejante en su forma a otras competiciones populares–, de convertir la mañana del sábado en una batalla campal, en la que los encapuchados, a toda costa y frente a la resistencia armada policial, tratan de hacer desaparecer la rojigualda del ayuntamiento y sustituirla por la ikurriña. Más allá de la clave política concreta, cada uno interpretando a su modo pero mayoritariamente en clave nacionalista vasca, nos interesa el fenómeno de fiesta-revuelta que se produce aquí y en otros momentos puntuales, dentro de las fiestas de Bilbao. El conflicto sí puede estallar en la fiesta urbana, pues no es una fiesta religiosa, es una fiesta sin dios, pero no nos interesan tanto estas revueltas programadas como las improvisadas. Cuando Alex de la Iglesia retrataba en Payasos en la lavadora la guerra de las banderas, lo hacía desde la subjetividad de su protagonista, Juan Carlos Satrústegi, poeta de vanguardia alejado de cualquier militancia política o reivindicación independentista, su militancia es de la marginalidad absoluta hasta el punto de terminar la novela en un sanatorio mental. Su narración de la guerra de las banderas, esperpéntica, dulcificada a la vez que exagerada, no difiere por completo de la realidad, pues al improvisar una acción política para una mañana en el corazón de la Aste Nagusia se corre el riesgo de que la seriedad y disciplina propias de la acción política queden absorbidas y reintegradas por la bacanal festejante en una exuberante y descontrolada “fiesta política”. Y es que es fácil que, a los jóvenes combatientes, encapuchados, recién levantados y perfectamente disciplinados en su formación militar, se les sumen otros, ni tan formados en la disciplina marcial, ni con las ideas tan claras en cuanto al significado político de la acción y, sobre todo, ebrios y cansados, después de varias noches de juerga. No es raro que un personaje como Satrústegi se una al juego y la policía no entienda a qué tipo de demencial juego-protesta se enfrenta. Pero más allá de esta revuelta obligatoria y las subsiguientes de manifestaciones programadas, últimamente ilegales, el conflicto y la violencia protagonizadas por otros tantos Satrústeguis, han estallado en la Aste Nagusia de modo incontrolado
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en varias ocasiones, algunas de dimensiones dramáticas y muchas de ellas célebres. De nuevo, los diarios estatales no dejaban de hacerse eco en primera página del buen estado de forma de las fiestas de Bilbao: Vandalismo en las calles de Bilbao. Una decena de heridos, un café arrasado, varias lunas rotas, barricadas y un autobús empotrado contra el Banco Urquijo (en la fotografía) es el resultado de la batalla campal que centenares de vándalos protagonizaron en el corazón de las fiestas de la Semana Grande de Bilbao, en la madrugada del sábado. Todo comenzó con una discusión, a las cuatro de la mañana, entre un camarero y un cliente de un antiguo bar art déco del que ya no queda más que la fachada. Los alborotadores rompieron también lunas y saquearon el interior del banco contra el que estrellaron el autocar54.
El café Boulevard quedó literalmente arrasado tras el monumental y espontáneo arranque iconoclasta. Y es que, más allá del móvil inicial, lo que parece que era el objeto de ira y el blanco principal del ataque era “el modernismo”. El café Boulevard es uno de los históricos cafés de Bilbao, lugar de tertulias literarias, tan querido de los amantes del Bilbao del siglo XIX y de los entusiastas de Unamuno, figura central para el café en torno al cual se han reunido los seguidores de su literatura. Ni que decir tiene que el café fue rápidamente repuesto del trauma de 1992, sin suponer un gasto para el negocio, y continuó funcionando hasta que en el año 2005 cierra, pues sus responsables no pueden ni quieren hacerse cargo ya de un negocio que no compensa el alto alquiler. Este cierre provoca un movimiento y una angustia similar a aquel otro, que relatábamos al comienzo del artículo al respecto del Kafe Antxoki, sólo que eran otros muy distintos los movilizados y los interesados en este caso, otros que podemos incluso definir casi por oposición a aquellos. Si el Kafe Antzoki era cerrado por el ayuntamiento, el Boulevard será, en este caso, reabierto por el ayuntamiento, reconociéndose, aquí sí, el valor cultural de este establecimiento hostelero y haciéndose cargo de parte del alquiler para que pueda seguir siendo casa de las tertulias poéticas.
54 El País, 23-08-1992.
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Podemos entender el Boulevard, igual que el Arriaga, como uno de los pocos restos y rastros arquitectónicos que la burguesía bilbaína dejó en su espacio originario, el histórico Bilbao, que se limitaba a sus siete calles y, por tanto, al espacio comprendido en la margen derecha del Nervión. Tras la anexión de Abando, se fue construyendo el ensanche burgués y es allí donde anidan los espacios más representativos de la burguesía tradicional, como el club social la Bilbaína o, no muy lejos del Antzoki, junto a los jardines de Albia, el Café Iruña. Según avanzaba el siglo XX la burguesía se iba adentrando hacia lo más profundo del ensanche para, más tarde, dejar Bilbao y desplazarse definitivamente hacia Getxo. En las fiestas de Bilbao podemos encontrar otra Aste Nagusia paralela a la de las comparsas y las Txosnas, una Aste Nagusia que se celebra al otro lado de la ría, en locales como La Granja, el Café Iruña y de forma mucho más diferenciada, en el corazón mismo del ensanche, en el hotel Ercilla. De este fenómeno de la dualidad de las fiestas de Bilbao daba cuenta recientemente un comentarista del diario El Correo: Como cada año, escuchamos voces lamentando que las fiestas dividan Bilbao en dos zonas antagónicas e irreconciliables, casi enemigas (…) La delgada línea que parte Bilbao en dos se establece en un punto inconcreto de la Gran Vía, quizá donde ésta cruza con Diputación. A un lado quedan los hoteles: Berlín Oeste. Al otro, las txosnas: Berlín Este (…) Unos y otros se dan la espalda y viven la fiesta a su manera, sin mezclarse. Es sin duda una cuestión de clases, aunque una muy peculiar55.
En el citado Gora Aste Nagusia!, colección de entrevistas publicadas por la comparsa Moskotarrak en 1993, con motivo del 15 aniversario de la primera Aste Nagusia, se recordaban los orígenes de esta división. Iñaki Uranga, músico perteneciente al conjunto Mocedades –hoy El Consorcio– explicaba cómo tras las primeras fiestas, en que se vivió un ambiente de completa unidad entre todos
55 MARTÍNEZ ZARRACINA, Pablo, Resaca crónica. Cinco años en la Semana Grande de Bilbao, Pepitas de calabaza, Logroño, 2008. Pp. 32-33.
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los bilbaínos, paulatinamente el ambiente se fue deteriorando en los espacios originales de la Aste Nagusia, comienza la “decrepitud del esquema de las fiestas, que autoexcluía a muchos bilbaínos”, por lo que del Casco Viejo y el Arenal, los espacios lúdicos se diversifican y expanden a partir de 1984, según relata Uranga, y en dirección hacia la plaza Moyua. De este modo, hoy podemos encontrar unos ambientes mucho más sosegados y de mayor edad en La Pérgola del parque de Doña Casilda, especializada en guateques y sesiones nostálgicas de artistas de los años sesenta –Los Brincos, Karina, Los Mitos, Jeannette…–, por no hablar de las últimas conquistas ya mencionadas, aun más hacia el norte, con la moderna carpa Fever, sucursal de la periférica macrodiscoteca y sala de conciertos Santana 27, el local de mayor éxito de la noche bilbaína, que en fiestas de Bilbao cierra sus puertas en la lejana Bolueta para acercarse hasta los pies del Euskalduna, como nexo hacia los macroconciertos de Botika Vieja, en Deusto. Pero, a veces, la memoria falla, también la de Uranga. Aunque es cierto que el tiempo ha profundizado en esta dispersión festiva, lo que es falso es que las primeras fiestas de Bilbao fueran un momento idílico, sin marcas de clase, en el que toda la comunidad permanecía unida. Desde el mismo 1978 el hotel Ercilla comienza su programa de fiestas paralelo. La autoexclusión, por tanto, no es el efecto de ninguna supuesta degradación, sino que es previa, y para comprobarlo basta echar una ojeada a cualquier diario de la época. Sí es posible establecer una fecha en la que se dispara y se profundiza radicalmente la brecha entre ambas márgenes. Así, a partir de 1992 y tras los disturbios relatados en el Boulevard, hay cierto corrimiento hacia el ensanche, comienzan las primera “txosnas” en la plaza Circular, aquí sí comienza una verdadera ruptura entre, al menos, dos Bilbaos: los herederos del primer modelo de la fiesta participativa y los que reclaman fiestas profesionalizadas, seguras, despolitizadas, a imagen y semejanza de los centros comerciales en que discurre gran parte de su ocio cotidiano. Lógicamente, no estamos hablando ya, por tanto, de una distinción de status, sino de ideología. En el caso del Ercilla la diferencia de clase social es evidente y, por mucho que insista el citado comentarista de El Correo en que ni son tan ricos todos
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los que están en el Ercilla ni tan pobres todos los que calzan la palestina, lo que es evidente es lo que representa cada uno de los lugares: la austeridad del Kalimotxo y el speed y la ostentación del champán y otros manjares, si son pagados por debajo, dentro o por encima de las posibilidades es lo de menos, aquí hablamos de símbolos y representación, pues eso es sobre todo la fiesta, pues no es posible construir un todo social sin símbolos. Alex de la Iglesia, posiblemente inspirándose en los acontecimientos del Boulevard en 1992, daba rienda suelta a su imaginación en el final de Payasos en la lavadora. Como fin de fiesta y alternativa a la quema de Marijaia, una procesión-bajada recorre las calles de Bilbao, en este caso adentrándose en el ensanche. Juan Carlos Satrústegi, tras pasar la Aste Nagusia más demencial imaginable, encabeza la marcha conduciendo una excavadora que acaba de robar –igual que de hecho ocurrió en los disturbios de 1992–. Le sigue el gentío anónimo-festivo que le acompaña desde las txosnas. Desde el comienzo de la novela Satrústegi comprendió que su destino era matar a “Marcuse”, vengarse del crítico literario que despreció su primera obra. Sabe que es el momento de cumplir con su misión y se encamina hacia el lugar señalado. “Marcuse” se encuentra en una gala literaria en el acomodado ambiente del hotel Ercilla –Berlín Oeste–, rodeado de la burguesía local, que en esa hora de la mañana celebra de un modo tan saludable el final de la Aste Nagusia. Vemos, en la línea del horizonte, el legendario hotel Ercilla. Ah… Infelices… Ni en la más oscura de las pesadillas podrían concebir el tormento que sus almas sufrirán esta luminosa mañana de agosto… Los acomodados clientes del hotel Ercilla, acostumbrados a la calma burguesa del centro de la ciudad, verán arruinado su desayuno, pisoteados sus croissants por botas de acero, serán testigos de su propia aniquilación a manos de una división de choque surgida del mismísimo averno56.
56 IGLESIA, Alex de la, Payasos en la lavadora, Seix Barral, Barcelona, 2009 (1997). P. 161.
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EPÍLOGO: ¿El sacrificio de la fiesta?
Así, la orgía es, Stricto Sensu, virtuosa, subraya y renueva la fuerza que sustenta el colectivo. Es ella también quien, con independencia de las imposiciones y controles políticos y sociales, hace que perdure (al margen de toda planificación y de todo “deber”) esta forma imprecisa y dinámica que es lo que yo llamo socialidad de base. Michel Maffesoli (1985)57.
Los que con la mejor intención han decidido renunciar al sueño de la comunidad unida, propio de la fiesta, fundamentan su postura en un relato con visos de historicidad, el del sacrificio de la comunidad en aras de la civilización. Al menos desde el Fausto II de Goethe se nos ha repetido esta historia una y otra vez, y no es muy distinto el nuevo relato de la Euskal Hiria, construido sobre la renuncia a Euskal Herria. Esta historia es, a la vez, la del sacrificio de la fiesta en nombre de la convivencia, algo que tienen muy presente las sociedades de tradición protestante desde hace cinco siglos, cuando olvidaron el significado de la palabra fiesta y que sólo lo han redescubierto parcialmente, llenos de asombro, en sus incursiones turísticas hacia el sur. Ni que decir tiene que el católico pero anglosajón Ernst Hemingway fue un precursor en este sentido. La modernidad, para evitar males mayores, se quita de encima –eso sí trágicamente, románticamente– el sueño de la comunidad perdida y lo aloja en el gueto doméstico de la nostalgia. Recuerda aquel tiempo primitivo de la comunidad unida en la aldea, donde moral y política eran una, donde entre individuo y sociedad no había estridencias. Este relato habla después de un tiempo
57 MAFFESOLI, De la orgía, Ariel, Barcelona, 1996. (L’ ombre de Dionysos, 1985). P. 79.
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revolucionario, un tiempo de visionarios, de cambio, progreso y desarrollo, mejoras que acarrearán, sin embargo, alguna pérdida, en este caso la de aquella plenitud comunitaria primitiva. Pero es que aquella originaria felicidad tenía también su lado oscuro, era una época de precarias certidumbres, un tiempo de risa pero sobre todo de llanto, de una comunidad abrazada, sí, pero sobre todo abrazada ante el terror de la noche, abocada a la superstición y a todo tipo de rituales extravagantes. La fiesta es, entre todas las extravagancias de la inocencia perdida, la más bizarra de todas, a la vez que el núcleo de aquel entusiasmo perdido. El relato moderno nos dice que la renuncia es necesaria, que es nuestro deber moral, que, aunque se nos amotine el corazón, como Abraham debemos completar el sacrificio y, en nuestro caso, ningún ángel nos detendrá: la cabeza de Isaac ha de rodar. A este relato de sacrificio, renuncia y deber, planteado aquí históricamente, le acompaña otro de naturaleza psicológica y vivencial: el de la madurez. Es el camino desde aquella infancia, donde todos los amigos juegan juntos y permanecen unidos, hasta la necesaria separación que se produce con los años. Luego uno tiene unos compañeros de trabajo y unos jefes, una familia, otros con los que comparte aficiones y unos viejos amigos de los que cada vez se siente más alejado. Y de entre todos se forma un grupo de colegas de farras; unas juergas –¿unas fiestas?– que, si uno madura, irán desapareciendo y cada vez se irán reduciendo a las celebraciones del ámbito familiar. Ya no hay tiempo ni ganas para estas cosas, propias del entusiasmo juvenil. Sólo a veces, en ciertos momentos de crisis, vuelve la nostalgia de aquel tiempo en que los compañeros de juego eran compañeros en todo, aquel edén en el que trabajo, amistad y fiesta eran uno, esto es, aquello que denominábamos por aquel entonces juego. Pero es ley de vida, nos cuentan, nos contamos. Mayo del 68, además de una revuelta política de obreros y estudiantes, fue y es recordada como una fiesta, una fiesta revolucionaria. Y tal vez tuvo que ver con esa misma nostalgia por la infancia, tan presente en la cultura cinematográfica francesa del momento de la emergente Nouvelle Vague –no tenemos más que
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ver Los cuatrocientos golpes de Truffaut o Al final de la escapada, de Godard, estrenadas en 1959 y 1960 respectivamente–. Podríamos incluso plantear que mayo del 68 fue la consecuencia de que aquella nostalgia por la infancia traspasó accidentalmente el rincón que la ciudad disciplinaria le había reservado, el de lo doméstico. Parece que, insólitamente, toda la juventud francesa decidió que la fiesta urbana sí merecía la pena, que no tenían bastante con la fiesta cívica y la farra privada. La nostalgia, por una vez, condujo a la acción. La nostalgia se derramó por el espacio público e inauguró una fiesta nunca vista, con un jaleo tal que podemos escuchar su griterío desde el presente.
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