Documentos de trabajo de la FEC Número 7. Noviembre de 2014—Serie Cuadernos de formación
CUADERNO DE FORMACIÓN Deflación Eduardo Garzón Espinosa Carlos Martínez Núñez
Revista Argumentos. Documentos de trabajo de la FEC
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Entendiendo la deflación La deflación es el término utilizado para referirse a un descenso generalizado y prolongado de los precios. Es decir, es exactamente lo contrario a la inflación, que alude a un aumento generalizado y prolongado de los precios. Para poder hablar de deflación es necesario que esta caída de los precios tenga lugar en la mayoría de bienes y servicios y que se mantenga durante varios meses (seis según la definición del Fondo Monetario Internacional). Es importante no confundir este término con el de desinflación, donde los precios crecen pero cada vez a un ritmo más lento. En la deflación los precios no crecen ni rápida ni lentamente, sino que decrecen. En un sistema capitalista caracterizado por la propiedad privada de las empresas, quienes establecen la inmensa mayoría de los precios de los bienes y servicios son los empresarios (quedan fuera los precios establecidos por las administraciones públicas: medicamentos amparados por la Seguridad Social, matrículas universitarias, alquiler de polideportivos municipales, etc). Por regla general, a los empresarios no les interesa reducir el precio de sus productos, puesto que haciéndolo obtienen menos dinero por cada venta. Sin embargo, hay dos motivos principales por los que pueden recurrir a ello: 1) Como estrategia para enfrentarse a la competencia. El empresario A reduce el precio de sus productos para atraer a la clientela y que ésta no le compre al empresario B, deteriorando así sus ventas. Precisamente por ello sólo suele ocurrir en determinadas empresas y sectores, no de forma prolongada, y en un contexto de bonanza económica, por lo que no es lo que provoca la deflación en las economías. 2) Como estrategia para obtener más beneficios. Puede ocurrir que el empresario calcule que con un precio menor la cantidad de compradores se incremente, de forma que lo que deja de ganar por cada producto se compense con los ingresos obtenidos por vender más unidades. En esta ocasión el inconveniente no es generado por la competencia, sino por la ausencia o insuficiencia de compradores. Si esto ocurre en unas pocas empresas, se trata de un problema localizado que no tiene mayor importancia para la economía. En cambio, si esto ocurre en la mayoría de las empresas y sectores, estaríamos hablando entonces de un problema de importantes dimensiones y que podría desembocar en una deflación. En efecto, si esta estrategia se extiende a través del tejido empresarial de la economía significará que algo está fallando: el consumo de familias y la inversión de empresas es insuficiente para que los vendedores obtengan la cantidad adecuada de beneficios para continuar con sus actividades. Algunas empresas reducirán el precio para que los ingresos no se reduzcan mucho, pero otras muchas empresas lo
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harán para poder sobrevivir, ya que de no hacerlo la cantidad de beneficios podría resultar insuficiente para continuar con el negocio. En otras palabras, la aparición de la deflación es la consecuencia de que las economías entren en una recesión en la que las familias y empresas no consumen ni invierten lo suficiente para mantener los beneficios empresariales (lo que no quiere decir que toda recesión económica tenga como resultado un proceso de deflación). De hecho, los pocos episodios de deflación que han existido a lo largo de la historia (1873-1896 y 1929-1932 en los países desarrollados; y desde 1990 hasta la actualidad en Japón) han sido provocados por una necesidad imperiosa de los empresarios por evitar la caída de las ventas frente a una insuficiente capacidad adquisitiva de la población.
Consecuencias de la deflación Lo paradójico del asunto es que aunque la deflación sea resultado de una recesión, también se suele convertir en causa de la misma. Es decir, una vez que aparece la deflación, se puede originar un círculo vicioso por el cual a mayor deflación, mayor recesión y a mayor recesión, mayor deflación. Es por esto que el fenómeno de la deflación es tan perjudicial para la economía, aunque a primera vista nos parezca que es muy positivo para el consumidor. La explicación de esta dinámica responde a varios motivos. 1) Las ventas se retrasan. Cuando las familias y empresas se dan cuenta de que los precios de los productos se están reduciendo constantemente, intentan retrasar lo máximo posible sus compras, para que llegado el momento de hacerlas se gasten menos dinero (en el futuro los productos tendrán un precio menor). A su vez, a los empresarios les ocurre lo mismo: intentarán comprar e invertir lo más tarde posible para sacar provecho del descenso de los precios. Esto tendrá como consecuencia que los empresarios tarden más en vender sus productos, originando una caída en los ingresos obtenidos en un mismo intervalo de tiempo (menos ventas en un mes que antes, menos ventas en un año que antes, etc). Todo ello ralentizará la actividad económica, reduciendo beneficios empresariales y por lo tanto también salarios y puestos de trabajo. 2) Obtener dinero es más difícil. Puesto que, en un período de deflación, a medida que pasa el tiempo se pueden comprar más productos con menos dinero, se produce una apreciación o encarecimiento del dinero. El dinero se hace cada vez más valioso. La gente intenta conservarlo y precisamente por ello es más difícil obtenerlo. Las empresas reciben menos dinero por sus ventas, los trabajadores
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reciben menos salario por su trabajo, los bancos son más reacios a prestar dinero, etc. 3) Las deudas se hacen más pesadas ya que es más difícil conseguir dinero y el mismo se vuelve más valioso. Por ejemplo, en el año 2014 el precio de un frigorífico es de 1000 euros. La economía sufre deflación durante cuatro años y ese frigorífico pasa a tener un precio de 600 euros. Por lo tanto, en el año 2018 deber 1000 euros a un banco es mucho peor que deber la misma cantidad en el año 2014. Con 1000 euros en el año 2018 puedes comprar muchas más cosas que en 2014; deber 1000 euros en el año 2018 es mucho más doloroso que deberlos en 2014. 4) Se venden activos reales y financieros de forma rápida y desordenada. Puesto que las deudas cada vez son más pesadas, los deudores intentan deshacerse de las mismas lo antes posible. Para ello las empresas y familias endeudadas comienzan a vender de forma apresurada y desordenada sus propiedades (reales y financieras), para obtener lo antes posible todo el dinero que puedan y así devolverlo a sus prestamistas. Para poder vender rápido, a estos agentes económicos no les queda más remedio que reducir el precio de sus propiedades (prefieren ganar un poco menos con la venta si con ello ganan tiempo). La consecuencia final es que el precio de estos activos reales y financieros también se reducen, intensificando así todavía más el proceso deflacionario. En consecuencia, con unas ventas, beneficios y salarios ralentizados, con un incremento en el peso real de las deudas, y con precios que no dejan de caer, la deflación misma empeora y profundiza la recesión económica.
Caso de España En la actualidad ni en España ni en la Eurozona hay deflación, pero sí una amenaza muy seria de que surja. Esto es así porque durante el último año el crecimiento de los precios de los bienes y productos ha tenido una tendencia decreciente, convirtiéndose en un descenso de los mismos en los dos últimos meses para el caso de España. ¿Y por qué ocurre esto? Ya sabemos que los empresarios reducen el precio de sus productos porque necesitan atraer a los compradores. Por lo tanto, la raíz del problema está en que estos clientes compran menos productos que antes. La explicación de ello responde a varios motivos: 1) Elevado sobreendeudamiento privado. Durante el boom económico las entidades de crédito otorgaron una cantidad estratosférica de préstamos a un número importante de empresas y de familias. Estos agentes económicos utilizaban el dinero prestado para realizar sus actividades, y como el contexto económico era
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muy favorable lograban obtener suficientes ingresos como para no sólo ir devolviendo la deuda sino también para continuar demandando crédito. Esta dinámica se acabó con la quiebra de Lehamn Brothers en 2008; a partir de entonces los bancos dejaron de conceder préstamos. El resultado fue que todas esas familias y empresas citadas se encontraron con una voluminosa deuda acumulada, y con un contexto económico muy perjudicial (despidos, cierres de empresas, menos beneficios, etc) que les impedía seguir obteniendo suficientes ingresos como para ir devolviendo cómodamente las deudas contraídas. Como consecuencia, las empresas y familias endeudadas se encontraron con un problema muy severo. La única forma de poder reducir el volumen de estas deudas, por muy lentamente que fuese, era destinando los pocos ingresos que se obtenían a pagar a los prestamistas. Parte del dinero que antes se dedicaba a consumo y a inversión pasó a utilizarse para devolver las deudas. Y así sigue siendo en la actualidad, porque el endeudamiento privado continúa siendo muy elevado. El resultado lógico es una reducción del consumo de las familias y de la inversión de las empresas. 2) Políticas de austeridad. La obsesión del actual y del anterior gobierno español por reducir el déficit público a través de aumentos de impuestos regresivos (IVA, impuestos a los carburantes, etc) y de disminuciones del gasto público (sueldos de funcionarios, educación, sanidad, prestaciones sociales, desempleo, pensiones, etc) ha reducido lógicamente la capacidad adquisitiva de las familias, hundiendo todavía más el consumo de las familias y con él las ventas e inversión de las empresas. 3) Reducción de los salarios. La otra obsesión del actual y del anterior gobierno español por mejorar la competitividad de las empresas mediante la reducción del salario de los trabajadores ha tenido como consecuencia un deterioro todavía más intenso de la capacidad adquisitiva de la población. En consecuencia, la amenaza de la deflación ha sido provocada por la crisis iniciada en 2008 pero también por las políticas de austeridad y de reducción salarial de los gobiernos de España.
Respuestas actuales a la amenaza de deflación Los dirigentes de la Zona Euro están preocupados por la posible aparición de la deflación. Debido a ello han comenzado a aplicar una serie de medidas encaminadas a combatirla, todas en el ámbito de la política monetaria y de la mano del Banco Central Europeo. Ellos saben bien que el problema es de falta de demanda agregada, es decir, de consumo e inversión. Saben perfectamente que si estos componentes se incrementan, los precios tenderán a aumentar y la deflación no aparecerá. Lo que ocurre es que buscan aumentar la capacidad adquisitiva de la población y la capacidad de inversión de las economías a través del fomento del crédito. Nada de aumentar salarios y gasto público o reducción de impuestos regresivos, no; la élite
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dirigente ha decidido que la mejor forma de aumentar el consumo y la inversión es que los bancos concedan más préstamos a familias y empresas. Por eso el Banco Central está inyectando mucho dinero barato a los bancos privados, con la idea de que lo pongan en circulación en forma de crédito. Las consecuencias de llevar a cabo esta estrategia serían: 1) un incremento del ya elevado endeudamiento privado, y 2) una ayuda clara al negocio bancario. Sin embargo, estas medidas no están funcionando. ¿Por qué? Por varios motivos: 1) Desendeudamiento privado. Como ya hemos comentado, existe actualmente un importante proceso de desendeudamiento por parte de hogares y empresas españolas, que no volverán a solicitar créditos hasta que la deuda contraída durante el período de expansión económica quede reducida a niveles más razonables. 2) Malas expectativas de futuro. Aun considerando las empresas y hogares con balances más saneados, hay poca demanda de crédito porque los niveles de inversión son muy reducidos debido a las malas expectativas empresariales, y porque las familias no compran viviendas ni bienes de consumo ante el elevado desempleo, precariedad laboral y deflación salarial. 3) Desendeudamiento de entidades financieras. La necesidad que tienen las entidades bancarias españolas de reducir su deuda externa implica que los exiguos recursos que obtienen sean destinados a reducir el endeudamiento y no a conceder nuevos créditos. 4) Falta de confianza en los prestatarios. Los bancos no conceden créditos porque temen no recuperar el dinero en el contexto de una recesión económica importante en la que predominan los impagos y las quiebras. Este hecho afecta sobre todo a las pequeñas y medianas empresas ya que presentan una menor calidad crediticia y una mayor dificultad para ofrecer información sobre su situación de forma que los bancos puedan diferenciar las empresas solventes de las que no lo son. 5) Limitaciones legales. Las crecientes e importantes exigencias legales de dotaciones reducen aún más los beneficios de los bancos y los obligan a dedicar más recursos a reforzar activos dañados o expuestos a mayor riesgo. Ahora bien, es fácil deducir qué factores explican con más fuerza la contención del crédito, porque no todos los que se acaban de mencionar tienen la misma importancia. Por decirlo de forma llana: si los bancos no dan muchos préstamos es porque no se fían de las empresas y familias que los solicitan. Y esto es muy fácil de comprender, especialmente si tenemos en cuenta todo lo que hemos visto antes. Como los impagos y las quiebras de las empresas continúan, así como los despidos y reducciones salariales de los trabajadores, los bancos se lo piensan mucho antes
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de otorgar nuevos préstamos. El riesgo es claro: podrían darle un préstamo a una empresa que luego podría quebrar y por lo tanto no devolver el dinero, o a un trabajador que luego podría perder su puesto de trabajo. Por lo tanto, la respuesta más inteligente es otorgar créditos sólo a aquellos demandantes que demuestren una posición económica sólida. Y estos demandantes son en la actualidad muy pocos. Por eso los bancos no dan tantos créditos como ocurría antes de la crisis, independientemente de todo el dinero barato que les inyecte el Banco Central Europeo. Ahora bien, eso no quiere decir que la inyección de dinero por parte del Banco Central Europeo en los bancos no tenga consecuencias. Las tiene y muy importantes: 1) La inyección de dinero evita bancarrotas. Si los bancos no hubiesen recibido el dinero barato, no podrían haber cumplido con sus compromisos diarios de pago. 2) La inyección de dinero evita la venta desordenada de activos financieros. Si los bancos no hubiesen recibido el dinero barato, tendrían que haber vendido buena parte de sus activos para obtener dinero contante y sonante y así evitar la bancarrota. Esto hubiese provocado una caída en el precio de esos activos, ya que la urgencia hubiese obligado a los banqueros a vender prácticamente a cualquier precio. Por eso sí se puede decir que las inyecciones de dinero del Banco Central Europeo evitan la deflación de los activos financieros (bonos, acciones, préstamos, seguros, derivados, etc). Pero no evitan la deflación de los productos no financieros. 3) La inyección de dinero amortigua la caída de los beneficios bancarios. El dinero recibido por los bancos se emplea en realizar nuevas inversiones (como la compra de deuda pública), de forma que se obtienen ganancias que compensan los deteriorados balances bancarios. 4) La inyección de dinero fomenta burbujas en determinados activos financieros. Puesto que todo ese dinero es utilizado por los bancos para comprar acciones, bonos de deuda privada, bonos de deuda pública, productos derivados, etc, el precio de todos esos activos financieros tiende a aumentar. Por eso hoy día las bolsas aumentan sus índices y también el precio de los bonos públicos (provocando reducción en sus rentabilidades y primas de riesgo). Si esta dinámica se mantiene, el ascenso de estos precios sin que esté respaldado por la economía productiva provocará burbujas financieras que inevitablemente estallarán tarde o temprano.
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Alternativas para combatir la deflación De todo lo anterior ya se puede deducir cuál es la alternativa más adecuada para combatir la deflación. Más adecuada para la mayoría de la población, claro, porque la inyección de dinero a los bancos es muy propicia para engrosar las fortunas de aquellos que están relacionados con el negocio bancario y financiero; pero no para el ciudadano de a pie que no especula con activos financieros y cuyos ingresos dependen de la economía productiva. En efecto, la mejor manera de combatir la deflación en la economía real es la de aumentar la capacidad adquisitiva de la población. Hay muchas formas concretas de lograr ese objetivo, pero sin duda todas ellas han de pasar por un aumento del empleo y de los salarios, por un incremento en el gasto público (sueldos, pensiones, prestaciones sociales, educación y sanidad públicas, etc.) y por una reducción de los impuestos más regresivos. La mejora de la capacidad adquisitiva de la ciudadanía redundará en un mayor consumo que evitaría la caída de los precios al mismo tiempo que permitiría a los vendedores obtener beneficios y plantearse llevar a cabo inversiones.
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