EXPOSICIÓN EN DENIA: LA EXPULSIÓN DE LOS “MORISCOS”
¿“MORISCOS” O ANDALUSÍES? Un tema histórico en el mercado político La unánime adopción, por convicción o tradición, del concepto: “Morisco” refleja la posición tomada por la élite sabia a favor de las autoridades políticas y eclesiásticas responsables de la peor atrocidad perpetrada en la historia de la Humanidad. No pasa desapercibido el matiz excluyente del término que alude a un grupo humano presuntamente extranjero a la Península Ibérica. Se trata de un vocablo modelado por las categorías más fanáticas de la sociedad española medieval para distinguir la nación andalusí sometida a la tortura, extorsión y destierro. La expresión “moro” y los diminutivos: “morisco” y “morisquillo” ampliamente divulgados entre la población cristiana y las órdenes católicas se utilizaban para marginar a las poblaciones judía y musulmana por considerarlas diferentes. Según esta lectura distorsionada de la historia de España, éstos son considerados descendientes de conquistadores beréberes y árabes que permanecieron durante nueve siglos en la Península, desde el desembarco de Tariq hasta su expulsión definitiva en los años 1609-1614. Recordemos que la raíz etimológica del término es: Mauritania, una palabra beréber compuesta por el prefijo Maur (tierra) y el sufijo Tāniya (Tánger) en alusión al litoral marroquí situado allende el mar. Cabe señalar que los andalusíes sometidos a la represión, conversión forzosa y expulsión, no se identificaban como “moriscos”; calificativo éste que les había sido inculcado por sus verdugos. Los que indagaron en su historia saben cómo permanecieron fieles a su identidad andalusí, considerándose herederos de una cultura y civilización universales, antes y después del destierro. Los pocos escritos andalusíes redactados en árabe que sobrevivieron a la Inquisición perduraron denominándoles como “andalusíes” o “andalusíes musulmanes”. Se les indicaba también como “gente de al-Andalus” o “naciones expulsadas de la Península andalusí” por los cronistas magrebíes y orientales, durante la época moderna y hasta los albores de la actualidad. No obstante, “aunque se convirtieron actualmente al cristianismo, conservaron cariño y inclinación hacia el Islam”, según las aclaraciones de algún autor testigo de la tragedia. Recordemos que fue el tribunal de la Inquisición quien les dio el calificativo de “cristianos nuevos de moriscos” o “cristianos nuevos de moros” matizando de esta manera el estatuto jurídico de los andalusíes cristianizados dentro de una sociedad compuesta por los considerados como cristianos viejos. A raíz de ello, se inició una amplia movilización fanática dirigida contra los andalusíes, en nombre de la pureza religiosa y en representación de la Iglesia católica, sostenida por grupos extremistas embriagados por sentimientos de odio y discriminación. Los documentos oficiales, eclesiásticos y las crónicas históricas españolas abundan en calificativos difamatorios como “perros moros”, “raza morisca”, “mala semilla”, “moneda falsa”, entre otros calificativos humillantes. A título de ejemplo, en su memorial al Rey Felipe II, Fray Nicolás del Rio califica los andalusíes como “mala secta”, lo que aceleró el aislamiento político de los andalusíes, acusándoles de ser quintacolumnistas al servicio de los otomanos y de los príncipes rifeños de Badis contra los Reinos de España. La acusación culminó insertándola explícitamente en el Decreto Real de expulsión, en los términos siguientes: “los dichos moriscos en su obstinación y dureza, y tratado de conspirar contra mi Real Corona, y estos dichos mis Reynos de España, solicitando el socorro del Turco, y de otros Príncipes”. Se trataba de manipular la opinión pública cristiana y española en particular para que avalase uno de los peores actos de barbarie, sin igual en la Historia. Las diabólicas intenciones se han hecho públicas en varias ocasiones por influyentes personalidades políticas y eclesiásticas. Recordemos las recomendaciones oficiales del obispo de Segorbe Don Martín de 1
Salvatierra enviadas al Rey el 30 de julio de 1589 en los términos siguientes: “Muy mayor obligación tiene vuestra Majestad de limpiar estos reynos de todo punto de la dicha abominable secta de Mahoma”. El terror se había propagado mediante los tribunales de la Inquisición en todos los rincones de la Península, controlando hasta el más insignificante detalle que pudiera acusar de herejes a los cristianizados, por asimilar alguna influencia de su pasado andalusí, que sea en el habla, vestimenta, gastronomía o en cualquier aspecto de la vida social, cultural y afectiva. Se ordenó también “que se les quite el leer y escribir en arábigo”. Abundantes son las evidencias que demuestran como “los cristianos mataban y quemaban en la hoguera a toda persona encontrada en posesión de libros escritos en árabe y a los que leen árabe”. Las crónicas históricas abundan, igualmente, en detalles sobre el triste destino de miles de obras arábigas y también bibliotecas, quemadas en hogueras, durante las tenebrosas olas de ignorancia, xenofobia y obscurantismo que prevalecieron en los pueblos de la Península. Teniendo en cuenta el matiz ideológico que contiene la palabra: “morisco” me permito mediante el presente escrito invitar a los estudiosos especializados en el tema y todos los interesados a corregir este concepto acuñado en la España medieval y utilizado por los tribunales de la Inquisición, empezando por entrecomillarlo. Sería oportuno volver a utilizar el concepto histórico “andalusíes”; no faltaría nada más que añadirle el calificativo de “cristianizados” para puntualizar las tres etapas de la historia andalusí de España: al-Andalus musulmana, la mudéjar y la cristianizada. No sabemos porqué la historiografía europea contemporánea, considerada como científica, se dejó llevar al sustituir el término “andalusí”, profundamente arraigado en la historia de la Península, por la palabra “morisco” de matiz ideológico y excluyente. Sería, posiblemente, por la falta de otro punto de vista, el andalusí y también por la inercia de la historiografía marroquí contemporánea. Tampoco nos convencen las concepciones que han venido diluyendo este grave episodio de la historia de España en una simple cuestión de “minoría sin historia nacional propia”. Nos sorprende cómo, en el estado actual de la investigación, la prestigiosa Fundación el Legado Andalusí, con la participación de académicos marroquíes no tomó reservas a la hora de organizar en el 2009 un congreso internacional, titulado: “Los moriscos: historia de una minoría”. Es obvio reconocer que precisamente en este caso, a la hora de iniciar su expulsión, los andalusíes no eran ni minoría ni una mayoría, sino una Nación Andalusí integrada en el Reino Nazarí de Granada. El objetivo oculto del mencionado método de análisis no pasa desapercibido: una vez desconectados de sus raíces y encerrados en el contexto histórico de la España moderna, se logra convertir a los andalusíes en un problema, el denominado como “problema morisco” al que se enfrentó el estado español moderno. Se trata de una extraordinaria campaña de alteración que favoreció la desfragmentación de la Historia de España, la desconexión con su pasado andalusí y la disociación de la gente de su tierra. ¿Nos quedaríamos, entonces, a la espera de ver como se zanja un simple problema social o estaríamos ante los episodios de un crimen sin parangón en la historia de las naciones, que acabó con la exterminación y destierro de toda una Nación? En el pasado, como también en el presente, se trataba de conservar una cobertura académica capaz de justificar el Real Decreto de Felipe III pregonado el 22 de septiembre de 1609 según el cual se ha “resuelto que se saquen todos los Moriscos desse Reyno, y que se echen en Berbería”. ¿No sería oportuno preguntarnos cuáles son los resultados conseguidos al respecto por investigadores marroquíes, sabiendo que estudiosos de varias nacionalidades se han detenido a analizar los pormenores de este tema que se enmarca en el ámbito científico denominado como el de los estudios “moriscos” o “moriscología”?. Un repaso de los trabajos realizados por historiadores árabes en general y marroquíes en particular aclara cómo se limitaron a proyectar concepciones elaboradas por escuelas historiográficas extranjeras, reproduciendo trabajos redactados en inglés, francés o español, según las respectivas aéreas de influencia colonial. Se conformaron, en los mejores casos, con la reproducción de los resultados realizados por Pascual Boronat, Henry Charles Lea, Henri Lapeyre, entre otros pioneros, intentando actualmente ponerse al día, mediante la recopilación de los trabajos de Louis Cardaillac, Bernard Vincent, Miquel de Epalza…etc, sin capacidad aparente de aportar novedades. Los hispanistas marroquíes por su parte – salvo algunas excepciones- permanecieron aferrados a la enseñanza de la lengua española y a la lectura de algunos textos literarios. Los docentes que manifestaron algún interés por la denominada literatura aljamiado-morisca no tardaron en poner fin a sus investigaciones tras conseguir los títulos académicos que les permiten ascender en los escalafones universitarios, limitándose a analizar la lexicografía de un par de palabras y expresiones. Sus homólogos traductores tampoco manifestaron alguna pasión por la traslación al árabe de los libros de repartimiento y las crónicas españolas redactadas sobre el tema, durante los siglos XVI y XVII; lo que hubiera facilitado en el caso contrario, el acceso de los historiadores del mundo árabe a las fuentes históricas españolas. 2
Sin aludir a las obras iconográficas, sabemos que la casi totalidad de la materia histórica dedicada a los andalusíes cristianizados es española. Se trata de una inabarcable documentación oficial, eclesiástica, parroquial, notarial y municipal, entre la cual “destacan por su riqueza los archivos del tribunal de la Inquisición”. Añádase a ello los textos narrativos y los libros de repartimiento, entre otros géneros de escritos elaborados en castellano, catalán y Aragonés que quedan, en su casi totalidad, fuera del alcance de los historiadores marroquíes especializados en la época moderna, mayoritariamente francófonos. Otros documentos relacionados con el tema se hallan en los archivos de Portugal, Francia, Italia, Turquía y en otros países, cuyos fondos han sido magistralmente analizados por eruditos sabios de distintas nacionalidades. Muy reducido es el número de investigadores marroquíes quienes dieron por concluidos sus lecturas en aquellos fondos apenas comenzada su labor, tras la obtención de títulos académicos que les permitieron el objetivo personal y económico, sin aportar datos de interés sobre los andalusíes cristianizados en España y Portugal. A pesar de la importancia de los andalusíes en el desarrollo de la historia moderna de Marruecos, el interés de los historiadores marroquíes por investigar los pormenores es casi insignificante, reduciéndose sus conocimientos sobre este tema a generalidades y lamentos. En sus escritos árabes como en los redactados en francés, se limitaron a recalcar el contenido de las obras realizadas por pioneros como los franceses Pierre Dan, Henry de Castries, Roger Coindreau y el español Guillermo Gozalbes Busto. Los resultados de sus investigaciones sobre los corsarios de Salé, la republica andaluza de Rabat y los moriscos de Marruecos se repiten constantemente sin llegar a enfocar el tema hacia nuevos horizontes. Sólo se pueden apreciar algunos cambios formales sustituyendo expresiones como, por ejemplo, el corso por defensa marítima (al-ўihad) y la piratería por resistencia. Inabarcable, por su extensión cuantitativa y diversidad temática, es la bibliografía española dedicada a los andalusíes cristianizados considerados como “moriscos”, en conformidad con sus enfoques de estudio y sus fuentes de información. Mientras, la biblioteca marroquí sigue adoleciendo de estudios sobre los andalusíes expatriados que se instalaron en distintas ciudades y regiones del reino. En vez de sacar a la luz el contenido de las fuentes árabes, recuperar la memoria oral y proponer otra lectura en los documentos españoles y la literatura denominada como aljamiado-“morisca”, los historiadores marroquíes permanecieron en su pereza adoptando los conceptos de la Inquisición, como en el caso de los “moriscos”, sin tomar las precauciones adecuadas, en conformidad con la terminología andalusí. Al introducirme en este tema, que no forma parte de mi campo de investigación consagrado a al-Andalus durante la edad media, he quedado sorprendido por la apatía de los investigadores marroquíes especializados en la historia moderna y su incapacidad de llevar a cabo su tarea. Por ello, la Fundación al-Idrisi Hispano Marroquí para la Investigación Histórica, Arqueológica y Arquitectónica en asociación con el Centro Cultural Islámico de Valencia lanzaron desde el año 2007 una iniciativa para el rescate de la memoria oral, formando equipo de investigación luso-hispano-marroquí, conforme a los estatutos de la Fundación al-Idrisi. En 2009 organizamos un Congreso Internacional en la Universidad de Valencia sobre los “moriscos” valencianos y en 2011 firmamos un convenio con la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de Tetuán con la intención de ofrecer la formación adecuada a los estudiantes y plantear perspectivas a los estudiosos e investigadores interesados para trabajar conjuntamente este tema pendiente y enigmático. En este mismo contexto, participamos durante los días 23-30 de marzo 2013 en el XIX Festival Internacional del Cine Mediterráneo de Tetuán con una mesa redonda de conferencias y documentales sobre: “Cine e historia de “los moriscos”; otros puntos de vista” en la que participaron expertos que llevan más de 12 años localizando documentos y descendientes de andalusíes en España. Con el descomunal vacío científico, no nos extraña ver plumas desligándose del campo de la investigación científica para calcar trabajos ajenos, dibujar garabatos, exhibir cuentos ficticios y organizar coloquios, sólo para extenderse en palabrerías. Tenemos, pues, voces de estos y aquellos enfatizando disparates, intentando convertir la esplendorosa historia y civilización de al-Andalus en una mera mercancía; cuan oportunistas que no cesan de soplar vanamente al vacio evocando la epopeya de Abdelkrim y las valentías de la gente del Rif, reproduciendo palabras y escritos de otros sin facultad ni voluntad ninguna de investigar la HISTORIA.
Dr. Ahmed TAHIRI (ahmedtahiri31@gmail.com)
Catedrático de Historia Medieval (al-Andalus y al-Magreb) Presidente de la Fundación al-Idrisi Hispano-Marroquí
Tetuán 27 de marzo de 2013
3