Autor: Diego Andrés Soto Mora Es un artista costarricense que tiene muchos años de hacer teatro, escribir cuentos y obras de teatro; pero que sobre todo es profesor. Así, este libro puede ser entendido como una extensión de su labor docente.
Ilustracion y diseño: Daniel Gómez Quesada Ilustrador y diseñador gráfico costarricense, le gusta ilustrar animales, dibujar historietas y contar historias que incluyen reflexiones personales.
Ilustrado por daniel gómez 4
¿Qué es una fábula? ¡Es fácil de entender! Para empezar diremos que las fábulas son historias, pero, ¡no cualquier historia! Suelen ser cortas, ¡chirriscas en algunos casos! Resulta que a las fábulas no les gusta irse por las ramas. Ellas siempre tienen algo que decir y prefieren hacerlo de frente y sin rodeos. Les gusta ser directas y muy claras. No son como otros textos que dan vueltas sin llegar a ningún lado o que parlotean sin dejar nada de valor. ¡Eso sí que no! A las fábulas les gusta decir mucho con pocas palabras. Generalmente, las fábulas tienen un narrador o narradora. Esto quiere decir que parece como si alguien estuviera contando lo que pasó. Es como si un tío o una abuela hubiera visto algo sorprendente y decidiera compartirlo; dibujando con palabras las acciones, los paisajes, y las alegrías que acontecieron en algún tiempo mágico y lejano. Chirrisco o chirrisca significa que algo o alguién es muy pequeño Parlotean viene del verbo parlotear; que quiere decir que alguien habla mucho y, ¡para peores! lo que dice no tiene mucha importancia. 6
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En las fábulas aparecen muchos animales. Pero, estos se parecen a usted o a mí, porque hablan, llevan sombreros o escriben con un lápiz. En general, hacen cosas que solamente las personas pueden. ¡Es parte del encanto de las fábulas! En ellas, un oso perezoso puede ser cocinero, una serpiente ingeniera o una ardilla reparar aviones. Incluso, en algunas fábulas quienes bailan o conversan son objetos: el zapato podría dar consejos, el tenedor se puede meter en problemas por culpa de un tomate, o una silla ríe a carcajadas por el chiste que le contó un vaso. Los únicos límites que hay en las fábulas son los de la imaginación.
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Siempre se encontrará una enseñanza al final de las fábulas. Es lo que se conoce como “moraleja”. Estas lecciones que nos ofrecen en boca de perritos o lámparas son aprendizajes que nos pueden ayudar a evitar problemas. También pueden ser críticas a lo que va mal en el mundo o incluso reflexiones sobre la existencia. En este libro las fábulas nos van a enseñar cómo vivir mejor: sin violencia, previniendo el abuso en sus diferentes formas, promoviendo la igualdad, la solidaridad y la hermandad entre todas las personas. Y cómo a las fábulas no les gusta eso de hablar más de la cuenta, es que mejor nuestras historias empiecen a cantar de una buena vez.
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Zoko el Garrobo y la Piapia Azul Zoko era un garrobo muy ágil e inteligente. Con toda su familia, dejó el hermoso árbol de Llama del Bosque en el que vivieron durante tanto tiempo para irse a vivir lejos, a la Llanura Girasol; entre las acogedoras ramas de un Guarumo muy alto y de tronco delgado que hundía sus raíces en la rivera del Río Esmeralda. ¡A toda la familia Garrobo le encantaba nadar en aquellas aguas tan fresquitas y claras! A sólo unos pasos de su hogar, había un zacatal con flores, donde las niñas y los niños de la familia podían jugar mientras las adultas reposaban sobre las ramas. Mayiyi la mamá, la abuela Agogo, la tía Azakalí , las hermanas Zadú, Oma Yiyi y Zazaní y hasta el bebé Melongo estaban encantadas con su nuevo hogar. El único que no estaba muy contento que digamos era Zoko... Resulta que la única familia de reptiles que vivía en el guarumo era la de las Garrobos. De cuando en vez aparecería una lagartija solitaria, pero en aquel verde condominio reinaban las aves coloridas y bullangeras. Las vecinas de Zoko eran 10
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tangaras, yiguirros, cotingas piquiamarillas, pavas, tucanes, carpinteros y hasta azulillos sietecolores. Animales como la familia Garrobo, eran poco comunes. Entre tanto pájaro inquieto, había una que sentía mucha curiosidad por Zoko y sus hermanas. Se llamaba Kumbi y era una Piapia Azul bien jovencita. Cada vez que entraba o salía la familia Garrobo del árbol, Kumbi se les quedaba mirando extrañada. Aquellos animales le parecían de otro planeta. ¡Nunca había visto seres tan extraños! De tanto espiar, atisbar y pensar; Kumbi decidió que la familia Garrobo era horrible. ¡No entendía porqué tenían que venir a vivir justo a su Guarumo y afear el vecindario con sus crestas, sus escamas y esas patas de dedos largos y retorcidos! Kumbi, la Piapia, no se tomó el tiempo para conocer a sus vecinas. Sólo se inventó historias sobre ellas, sin molestarse en averiguar cómo eran realmente. Veía los picos de sus espaldas y se convencía a sí misma que debían ser peligrosas. ¡Lo mejor sería hacer algo por espantarlas lejos del barrio antes que lastimaran a alguien con aquellas púas! 12
Cada vez que veía pasar a Zoko, Kumbi comentaba con otras aves amigas suyas mentiras hirientes sobre los garrobos para que el jovencito las oyera: que si tenían los ojos saltones era porque estaban medio locos o que seguramente eran muy pesados por esa piel de piedra que cargaban. Después todo se puso de mal en peor: lo empezaron a despreciar en la escuela. No lo invitaban a jugar, no querían hacer trabajos con él, se alejaban cuando lo veían acercarse y lo dejaban cada vez más solito. Zoko no entendía qué estaba pasando. Le hubiera gustado que alguien le explicara porque de pronto lo trataban mal; pero cada vez que intentaba hablar con algún ave para saber si las había ofendido sin querer, estás alzaban el vuelo sin decir más nada. Kumbi se puso cada vez más abusadora y odiosa. Empezó el chisme de que los Garrobos olían muy feo porque no les gustaba
bañarse. Es más, aseguró que odiaban a cualquiera que gustara de mantenerse limpio, ya que amaban la suciedad y todo lo cochino. ¡Claro! Con esa armadura encima seguro no podían entrar al agua porque se hundían… Esto, por supuesto, era otra gran mentira porque a Zoko, como a todos los miembros de su familia, le encantaba bañarse y andar bien perfumadito. ¡Pero eso no importaba! La cuestión no era decir la verdad, sino lastimarlo para que se fuera muy largo de Laguna Esmeralda. Zoko se ponía más perfume, probó nuevas colonias y jabones, ¡ hasta empezó a comer flores para ver si su aroma lo llenaba por dentro y dejaban de decirle que era maloliente! Pero no había manera: Kumbi, sus amigos y sus amigas también; seguían con su cantaleta que los garrobos huelen feo. En poco tiempo ya no sólo repetían la falsedad que olía mal. Afirmaban que Zoko era especialmente tonto, que todo a su paso lo desordenaba y lo rompía por pura maldad y que tarde o 14
temprano empezaría a morder a todos en el árbol cómo si fuera un cocodrilo. Después de todo, los garrobos y los cocodrilos son parientes, ¿o no? Tanta burla y murmuración ponían más y más triste a Zoko, quién solamente quería una cosa: vivir en paz. Kumbi y su grupo no se detenían ni en la escuela ni en el Guarumo. Tomaron la costumbre de recibir a Zoko con todo tipo de gritos y abucheos cuando llegaba a su casa. “Buuu, buuuuuuu, buuuuuu”, gritaban todas las avecillas juntas mientras aleteaban con estridencia; lo que no solamente hacía sentir peor a Zoko sino que lo llenaba de miedo. ¿Sería posible que lo llegaran a lastimar? Una mañana Zoko no aguantó más: no tenía ánimo para levantarse de la cama. No quería ir a la escuela. Ni ese día, ni nunca más. Él, que siempre había sido un estudiante muy aplicado a quién le entusiasmaba aprender, ahora ya no quería saber más nada de la Academia Cantaclaro. Y todo para que Kumbi ya no lo atacara... Todo aquel día y la noche también Zoko se la pasó llorando. ¿Qué había hecho tan malo para que lo despreciaran tanto? Por más que 15
pensaba y pensaba no entendía por qué le pasaba esto justo a él, que no se metía con nadie y que sólo buscaba estar tranquilo. Decidió renunciar a todo. Ya no solamente dejaría de ir a la escuela. No volvería a salir de su casa. Aún más, prefería no salir de entre sus cobijas. Si el mundo entero lo atacaba de esa manera, él ya no volvería a ver a nadie. Ustedes se preguntarán, ¿Porqué su familia no lo ayudaba? Lo que pasa es que Zoko no les había contado lo que pasaba. No le había dicho a nadie cómo se sentía. Zoko nunca había pasado por una situación semejante. Estaba confundido y no sabía qué hacer. Esta es una de las razones por las que guardaba silencio. Además, tenía miedo que si hablaba las cosas se pusieran peores y Kumbi pudiera tomar represalias por haberla acusado. Por otra parte, Zoko era más grande que las aves que lo molestaban. Sentía que él tenía el deber de saber defenderse, que era necesario ser siempre fuerte por ser el hermano mayor, que era su culpa si no sabía manejar aquella situación... 16
Deseaba poder hacer algo, lo que fuera; en lugar de andar sollozando por los rincones. ¡Pero no sabía que! Le daba vergüenza sentirse mal por las mentiras que gorjeaban las aves, siendo él un animal que parecía más poderoso que los pajarillos que lo acosaban. Sin embargo, lo que Zoko aún no sabía es que no importa si uno es grande o pequeño, si es físicamente vigoroso o más frágil, si es hombre o mujer, si es verde o tiene muchos colores, si es una piapia o un garrobo: cualquiera puede sentir tristeza, miedo, enojo o tener ganas de llorar por cómo nos tratan quienes están a nuestro alrededor. Por suerte, la abuela Agogo se dió cuenta que algo pasaba. Se acercó a Zoko y lo convenció de contarle al resto de la familia sobre el acoso que sufría. Entre todas sus hermanas, su tía, su hermano, su mamá y por supuesto su abuelita; le dieron tanto amor, tantos abrazos y le dijeron cosas tan bonitas que Zoko se sintió mejor. La familia, junta, ideó un plan para que nunca más Kumbi la Piapia ni ninguna otra ave se burlara de Zoko. 17
¿Qué hubieran hecho ustedes si fueran parte de la familia Garrobo? ¿Qué propondría para detener las burlas? Pues lo que Zoko y los demás hicieron fue organizar... ¡El Carnaval de las Iguanas! Por qué sí: los garrobos son un tipo de iguanas. Así que invitaron a todos los pajaritos que vivían en el Guarumo a un día para celebrar lo maravilloso que puede ser un reptil. Para entrar a la fiesta era necesario disfrazarse como una iguana o un garrobo. Al inicio, las aves estaban un poco desconfiadas; pero como la abuela Agogo y Zoko habían cocinado toda clase de delicias, se animaron a vestirse de reptiles y aceptar la invitación. Incluso Kumbi, muy intrigada por lo que podía pasar, se puso un penacho con púas de cartón y fue a la celebración.
Pero, lo más importante; las aves pudieron conocer mejor a sus nuevas vecinas. Descubrieron que eran vegetarianas, por lo que nunca les iban a hacer daño. Al igual que a muchos pájaros, a las iguanas les gusta mucho asolearse y pasar un día tranquilo. Y, para su sorpresa, les encanta nadar por lo que no huelen mal. Poco a poco, se dieron cuenta que eran mucho más las cosas que tenían en común: vivían en árboles, comían frutas, nacían de huevos, les gustaba bailar… Las diferencias que creían las separaban, no eran más que inventos nacidos del miedo y la ignorancia. Kumbi se disculpó con Zoko y toda su familia por su mal comportamiento. Nunca mas juzgó a nadie sólo por su apariencia o por venir de otro lugar. Comprendío que no importa si una es una Piapia Azul y el vecino es un Garrobo. Todas y todos pueden vivir juntos bajo el mismo árbol, en paz… ¡Y hasta son capaces de bailar juntos toda la noche hasta el amanecer!
Lo que se encontraron fue mucha música, juegos divertidos y hasta espectáculos de comedia, malabares y acrobacia organizados por Zadú, Oma Yiyi y Zazaní. Los pajarillos estaban impresionadas con todas las maravillas que la familia Garrobo había hecho para la vecindad del Guarumo. 18
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Utí la Guacamaya y Cuco el Loro La guacamaya de quién les voy a hablar se llamaba Utí. Era muy joven, inteligente y alegre. Tenía plumas muy coloridas: azules, amarillas, verdes y sobre todo rojas… Cuando volaba por el cielo para ir a la escuela, parecía que alguien hubiera pintado sobre las blancas nubes rayas multicolores con crayolas. Utí vivía con su papá, que era cocinero y que se llamaba Mambo el Guacamayo. También vivía con ellos la tía Mutsi, a quién nunca le había interesado eso de casarse, pero que le gustaba sentirse acompañada y poder conversar con alguien, Por lo que prefería vivir con Utí y Mambo. Además, entre los tres mantenían la casa ordenada y limpia, celebraban los cumpleaños en familia y se ayudan cada vez que lo necesitaban. Aunque todos los primos y primas, tíos y tías de la familia Guacamaya formaba una parvada3 muy grande, la mayoría vivía *³ Parvada es un grupo de aves. Por ejemplo, si vemos a doce palomas volando juntas por el cielo podríamos decir: —¡Miren! Qué bonita parvada de palomas... 21
en la cara sur de Montaña de los Quelites. Utí, Mambo y Mutsi, eran las únicas guacamayas que vivían tan al norte. Eso sí, no se sentían solas porque tenían cómo amigos a otros animales: Tulo el perezoso, Bulur el armadillo o Magazi el murciélago; con quién por cierto se llevaban muy bien porque también podía volar. Pero, entre todos los amigos de la familia uno de los más queridos era Cuco el Loro. Por ser un loro venía a ser cómo un pariente lejano. Un primo, digamos. Eso sí un poco más pequeño que las guacamayas y de un solo color: verde perico desde la cabeza hasta las patas. Mambo el Guacamayo lo conocía desde hacía mucho tiempo; antes incluso que Utí naciera. Cuando eran jóvenes ambos estaban en un grupo de salsa: El Gran Combo La Cotorra Latina. Amenizaban matrimonios, aniversarios y hasta en las fiestas patrias tocaban su son. Mambo tocaba las tumbadoras, mientras que Cuco la trompeta.
y empezó a trabajar en diferentes restaurantes. Mientras tanto, Cuco se puso a estudiar y se volvió ingeniero por lo que también dejó el grupo. Pero, a pesar de que no se veían tan seguido como antaño, los recuerdos de aquellos días tan alegres mantenían fuertes sus lazos de amistad. Cuco era, además, un tipo muy simpático. Siempre estaba sonriendo y contaba chistes con una gracia inigualable. Era capaz de imitar a casi todos los animales que usted se pueda imaginar; incluyendo el rugido del poderoso jaguar. Podía hacer piruetas en el aire volando como un profesional de la acrobacia aérea. Siempre alegraba a Mutsi y a Mambo con sus gracias y destrezas. La familia pasaba conversando horas y horas con el loro parlanchín. Invariablemente, cada visita terminaba en un gran festejo en que Cuco tocaba su trompeta, Mambo tocando la tambora y Mutsi cantaba. Aunque la tía nunca había estado en un grupo musical, tenía una voz inusualmente dulce y melodiosa para ser una guacamaya. Utí, que no sabía tocar ningún instrumento, se divertía llevando el ritmo con unas maracas.
Con el tiempo, Mambo se interesó en la gastronomía 22
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¡Siempre había una fiesta musical cuando Cuco el Loro llegaba de visita!
iban a salir a comer un helado. Pero, tenía que ir ella solita: sin papá y sin la tía.
Por si todo esto fuera poca cosa, Cuco siempre recordaba llevarle alguna golosina de regalo a Utí. Por todo ello, es que para la niña el loro venía a ser cómo un tío a quien quería mucho.
A pesar de que Cuco era como de la familia; a Utí aquella actitud le empezó a incomodar. No sabía muy bien porqué, pero no sentía que fuera normal. Aunque no podía decir con palabras exactas por qué, la nueva actitud de Cuco el loro no le gustaba. No es que le hubiera golpeado o dicho alguna grosería. Al contrario, era tan simpático como siempre e incluso le decía más piropos y halagos. Pero, algo en el corazoncito de Utí le decía que no estaba bien quedarse sola con Cuco. Y los sentimientos de Utí tenían razón de ser.
Sin embargo, sucedió algo que hizo sentir muy mal a Utí... Al principio, no era nada fuera de lo común. Cuco empezó a llegar más seguido a visitar a la familia, con la excusa que tenía un nuevo trabajo que lo hacía andar por el vecindario. Utí estaba feliz, porque las visitas del jocoso loro significaban más golosinas, más música y más imitaciones graciosas.
Un día, uno como cualquier otro, pasó algo más. Algo que hizo sentir muy, muy mal a Utí.
Pero, Cuco empezó a comportarse de manera extraña. Llegaba de visita justo cuando Mambo estaba trabajando y la tía Mutsi estaba fuera. Parecía que buscaba a propósito pasar más y más tiempo a solas con Utí. Conversaba más con ella, le hacía muchas preguntas. Incluso, llegó a decirle que un día 24
Cuco llegó con golosinas, como siempre. Justo en un momento de la tarde en que Utí iba a estar sola un par de horas. El loro comenzó a hablar de cosas sin importancia, cómo el clima o su comida favorita. Poco a poco, llevó la conversación a temas que nunca había 25
tocado. Le preguntaba a Utí si tenía novio, si alguna vez le habían dado un beso, si le gustaba que le acariciaran la cara... Cosas de las que Utí no quería hablar con Cuco. Pero, lo peor es que Cuco, el que hasta ese día había sido el cómico y rumboso loro Cuco, le acariciaba su mejilla de una manera que a Utí le asustaba. También tocó sus piernas, tocó las plumas de su cola y trató de tocar otras partes del cuerpo de la pequeña guacamaya. Esto que le pasó a Utí nunca, de ninguna manera, está bien. Nadie, no importa quién sea, tiene derecho a tocar tu cuerpo. El cuerpo de Utí sólo le pertenece a ella. Al igual que tu cuerpo es únicamente tuyo. Nadie tiene el derecho a tocarlo. Utí le dijo a Cuco que parara; que aquello no le gustaba. Utí dijo, claramente, que NO. El loro trato de disimular su mal comportamiento. Le decía que aquello era un juego especial que quería compartir con ella. Pero, la joven guacamaya no le creyó ninguna de las mentiras que decía. Utí escuchó sus sentimientos; que es algo que siempre es buena idea hacer: prestar atención a lo que sentimos. 26
Utí le dijo que mejor se fuera de una vez, porque sino iba a gritar llamando a su vecina Yayaní, la mona aulladora; para que la viniera a ayudar. Cuco dejó de insistir y decidió irse de ahí rápido y sin hacer alboroto. Pero antes, le advirtió a Utí que no le dijera nada ni a su papá ni a su tía, porque sino seguramente iban a pasar cosas malas. Le recordó lo bien que la pasaban juntos, que no había muchos amigos pájaros con quién hablar en aquella región, que era feo provocar que su familia se peleara con él, que todos iban a salir perdiendo... Lo mejor era, según Cuco, no arruinar una amistad tan bonita y que aquello fuera su secreto. Utí, muy asustada, cerró con doble llave la puerta una vez que el loro levantó vuelo. No terminaba de entender lo que acababa de pasar, pero sabía que no estaba bien. Cuando llegaron Mambo y Mutsi la notaron triste y preocupada. Le preguntaron si pasaba algo, pero Utí dijo que no era nada, que solamente tenía mucha tarea que hacer. No dijo nada porque seguía muy asustada y confundida por lo que había pasado. Pasaron varios días, y Utí siguió sin poder contarle a alguien lo que 27
había pasado. ¿Qué hacer? No podía evitar pensar que tal vez Cuco tenía razón. Su papá y su tía disfrutaban mucho las visitas del loro. ¿Qué iba a pasar si contaba lo que pasó? ¿Se iban a enojar con Cuco? ¿Ya nunca más lo volvería a ver? Después de todo, el señor siempre había sido amable y chistoso. No sabía qué sentir. ¿Tenía que perdonarlo? ¿O lo mejor era contarlo todo?
Al día siguiente, Mutsi le contó todo a Mambo. Antes de hacer cualquier otra cosa, el papá habló con Utí. Le explicó que nada de lo que había pasado era culpa de ella. Le dijo claramente que no importaba si Cuco era un amigo muy cercano, casi un hermano para él. Lo más importante en el mundo para Mambo era Utí; que estuviera feliz y se sintiera segura.
Por un momento pensó que tal vez todo era culpa de ella. Qué había hecho algo para que reaccionara así. Nunca se había comportado de aquella manera. ¿Y si ella tenía la culpa?
Mambo y Mutsi hablaron con Cuco. El loro trató de disculparse y dar explicaciones; pero la familia Guacamaya no estaba dispuesta a poner en riesgo a la pequeña Utí por ninguna razón. Le dijeron que no querían volver a saber nada de él. Fueron a ver a las autoridades y denunciaron a Cuco el Loro para que nunca más pudiera volviera a hacer algo así.
Después de mucho pensar y repensar lo sucedido, Utí decidió hablar. No fue nada fácil para ella, pero sentía que no podía estar tranquila a menos que le dijera a alguien lo que sentía. Y una vez más, los sentimientos de Utí tenían razón de ser. Una noche, un par de semanas después de que Cuco la tocara de manera inapropiada, Utí le contó todo a Mutsi. Por dicha, la tía supo consolarla. Le dijo que era muy valiente por hablar, que siempre iba contar con ella y con papá Mambo para ayudarla. Todo iba a estar bien.
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En cuanto a Utí, su papá y su tía le dieron mucho apoyo. Incluso, buscaron a doña Nata la Ardilla, que era psicóloga, para ayudarla. En familia, pudieron superar lo que pasó. Recuerda: no importa quien sea, si es un extraño que acabas de conocer o alguien de confianza y simpático cómo Cuco el Loro. Nadie, bajo ninguna circunstancia, debe tocar tu cuerpo.
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Ulelí el Colibrí y Nus la Danta El Prado de los Jazmines era un lugar hermoso, lleno de paz y de vida. En un campo de flores muy blancas se levantaban árboles de flores amarillas. En el centro de aquella pradera había una laguna, nacida de un ojo de agua; tan limpia y brillante que al sol y a la luna les encantaba asomarse en su superficie para ver sus reflejos sobre las espejadas aguas y así poderse acomodar mejor el peinado. A pesar de toda su magia y hermosura, el Prado de los Jazmines estuvo a punto de desaparecer por culpa de unas botellas de agua. ¡Déjenme que les cuente! Entre la hierba crecida y bajo los leñosos brazos de los árboles, vivían muchos animales. Las abejas, mariposas, hormigas y mariquitas iban y venían, muy ocupadas en sus asuntos de bichitos. Pero, no sólo a los insectos les gustaba retozar entre jazmines: también se podían ver saltando y revoloteando a conejos, zarigüeyas, periquitos, candelitas collarejas y hasta venados cola blanca…
Entre todos los animales que habitaban la pradera florida, destacaba Ulelí el Colibrí; quién zumbaba a toda velocidad mientras rebuscaba néctar entre los pétalos, comiendo y comiendo sin parar. Y de paso, enterándose de todo lo que pasaba... Gracias a que volaba y volaba sin parar, Ulelí fue de los primeros en notar la llegada de una nueva vecina: Nus, la Danta. Esta no era una danta cualquiera. ¡No que va! Era una experta en negocios. Tenía varias empresas, muy exitosas todas; que incluían un supermercado, una tienda de ropa, una fábrica de sombrero y una venta de postres donde se podía encontrar de todo: desde tres leches hasta arroz con leche, pasando por las deliciosas cajetas de coco. Nus mandó a traer una casa prefabricada de concreto y metal y se instaló cerca del lago. Mandó a pintar su casa de un rojo intenso; por lo que destacaba entre tanta flor blanca. A diferencia de sus vecinos y vecinas que vivían en madrigueras y nidos discretos que se confundían con el paisaje, la colorada casa de Nus era toda una declaración: ¡ya llegué! parecía gritar a los cuatro vientos con su geometría tan cuadrada y rotunda. 32
A Ulelí aquella construcción no le gustaba para nada. Sobre todo, porque para construirla tuvieron que cortar unas bugambilias moradas que a él le parecían preciosas por el contraste que hacían con las otras plantas del prado. Pero, Ulelí no dijo nada. Después de todo, ¿qué ganaba con quejarse? Era demasiado pequeño. Seguramente a nadie le importaba lo que tenía que decir. El plan de Nus la Danta era sencillo: sabía que las aguas del manantial que alimentaba la laguna de los Jazmines era muy famosa y apreciada. Venían animales desde la Llanura de los Girasoles tan sólo para probar las aguas del estanque, que eran frescas y puras como ninguna. Razonaba Nus que si tomaba el agua, la metía en botellas de plástico y las anunciaba como “Agua Pura el Manantial de los Jazmines” todo el mundo iba a querer comprarla y ella engordaría aún más su ya de por sí gorda fortuna. Poniendo manos a la obra, Nus contrató a unos mapaches que eran muy buenos constructores para que levantaran un gran edificio. Era una factoría en donde iban a embotellar cientos de botellas por día que luego 33
venderían en cada camino, pueblo y ciudad. Nus soñaba con que en cada casa hubiera una botella de “Agua Pura el Manantial de los Jazmines”. A Ulelí aquello le parecía un poco extraño: “—¿Por qué vamos a pagar por agua que siempre ha sido gratis?” Pero, no dijo nada porque era un pequeño colibrí. ¿Qué iba a saber él de negocios? Seguramente Nus, con tanta experiencia, era más entendida que él. Lamentablemente, para construir su embotelladora de agua, Nus cortó muchos árboles: güitites, porós, targúas y hasta un guanacaste. La fábrica necesitaba espacio y el bosquecillo que se levantaba en la orilla de la laguna era un sitio perfecto. Así que ni modo: ¡a cortar árboles! Ulelí se sintió muy triste; no sólo por los arbolitos sino también por su amiga Chiza Chiriza la Ardilla y por Muzaki el mono, quienes de la noche a la mañana se vieron sin sus casas. Es cierto que Nus les ofreció alquilarles unos departamentos muy modernos, también construidos con acero y hormigón, que 34
tenía planeados construir en el barrio; pero Chiza Chiriza y Muzaki no querían vivir en esos cajones grises. Tomaron sus cosas y se fueron vivir al Cerro de los Pavones; dónde aún quedaban muchos árboles donde estar en paz. Al colibrí todo aquello le parecía una injusticia. Pero, ¿qué podía hacer él, que era tan chiquitico? Solamente pudo despedirse de Chiza y Muzaki deseándoles buena suerte. Mientras esto sucedía, el proyecto de Nus la Danta avanzaba a toda velocidad. Más rápido aún que el vuelo de un colibrí… Una mañana, Ulelí se levantó y para su sorpresa se topó con unos largos tubos de metal que se extendían como interminables serpientes cromadas sobre la pradera; y que se hundían profundamente en el ojo de agua. Eran las tuberías y las bombas con las cuales Nus llevaría el agua desde el manantial hasta sus botellas. Había traído el equipo más moderno y más potente que encontró, porque estaba segura que el negocio iba a ser grande, ¡muy grande!. Iban a necesitar recoger toda el agua que pudieran a toda velocidad. 35
Viendo los kilómetros de tubos que Nus había dispuesto para colectar agua, Ulelí se empezó a preocupar en serio. ¡Está bien! Él sólo era un colibrí. No sabía nada del negocio de vender agua. Pero, todos los días tenía que tomar néctar con su pico. Pensaba y pensaba que aquellos cañerías eran como su pico, pero miles de veces más grandes. ¿Qué iba a pasar con el agua de la laguna? ¿Quedaría algo de agua para compartir? Una vez más, Ulelí el Colibrí no dijo nada. ¡Un pequeño colibrí no está acostumbrado a decir lo que piensa! Se sentía más cómodo volando y zumbando. Cuando Nus finalmente empezó a embotellar el agua, Ulelí confirmó sus temores. En pocos días, el nivel de la laguna bajó. Aunque la Danta estaba encantada porque tenían miles y miles de botellas listas para la venta, el agua ya no era de todos. Había que pagar por ella. Además, las bombas de agua de vez en cuando atrapaban por error a algún animalito. Obi, el pato se lastimó una patita cuando quedó atrapado en la boca de una tubería. Y la pobre Fulú, la tortuga, ya no pudo entrar más en la laguna; porque las 36
máquinas de Nus agitaban demasiado las aguas para que ella, que tenía más de cien años, pudiera nadar. Hasta ese momento, nadie había hecho nada. Ni Ulelí el Colibrí, ni la ardilla, ni el mono, ni el pato y mucho menos la tortuga. Pensaban lo mismo: nadie nos va a oír. Nus es grande, con dinero y poderosa. ¿Qué podríamos hacer frente a un negocio tan enorme e importante? Lo que no sabían es que lo peor estaba por venir. Pasa y acontece, que el negocio de Nus necesitaba más y más lugar para poner bodegas, oficinas y más maquinaria para llenar botellas. Así que la embotelladora creció y creció, hasta comerse buena parte del bosque. Pero, aún peor que esto, los animales se habían acostumbrado a tomar agua en botella. Muchas ventas de “Agua Pura el Manantial de los Jazmines” significaban muchas botellas vacías. En lugar de reciclarlas o reutilizarlas, empezaron a tirarlas por ahí. Pilas de botellas comenzaron a levantarse en torrecillas de plástico.
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¡Hasta la laguna empezó a llenarse de botellas! Por lo que se puso turbia. Nus, en lugar de limpiar el manantial, compró unos filtros para limpiar el agua antes de embotellar. Ya no tenía el mismo sabor fresco que la había hecho famosa. Ahora, tenía gusto a plástico. Pero, a Nus la Danta eso realmente no le importaba. Su marca “Agua Pura el Manantial de los Jazmines” se vendía bien por el puro nombre. Y era más barato poner los filtros que limpiar el desastre.
pez! Su mundo era la laguna. No podía simplemente aprender a caminar de la noche a la mañana y salir de ahí. Ante tanto descalabro, Ulelí quería hacer algo. Pero, no sabía bien que. Aún no se atrevía a levantar su voz. A diferencia de otras aves, cómo los loros o los cuervos; los colibríes no son famosos por sus discursos. Sin embargo, un día el colibrí no aguantó más.
A quién sí le importaba tanta basura, ¡y mucho!, era a Kufiyura, la rana roja. ¡Vean ustedes qué barbaridad! Se quedó encerrada en un garrafón de agua abandonado durante tres días. Por lo menos Kufiyura podía buscar un nuevo hogar, con menos plástico tirado en derredor. Pero, ¿qué me dicen de otros animales, como Brycon la Machaca ⁴. ¡Era un ⁴ “Machaca” es el nombre común de un pez de agua dulce, que come de todo y que vive en ríos y lagos de Costa Rica. La ciencia le puso el nombre de: Brycon costaricensis, que significa Brycon de Costa Rica. “Brycon” es el nombre de un género de especies de peces muy variados. Viene a ser algo parecido al apellido del pez. Incluso, hay otros parientes de la Machaca que también viven en Centroamérica, como el Brycon argenteus que se encuentra en Panamá o el Brycon guatemalensis que nada en Guatemala, Honduras y otros países. 38
Era una mañana de setiembre, y al levantarse Ulelí vió el horizonte cubierto de humo. Al principio pensó que era un incendio; pero era peor que eso. Nus decidió cambiar la fórmula con la que fabricaban las botellas. Era un sistema más barato, pero que contaminaba mucho más. No es que a la Danta le gustara ensuciar el aire; pero su principal preocupación era el negocio. Pensaba que un poco de humo no iba a ser una tragedia. ¡El cielo es muy grande! Seguramente nada malo iba a pasar. Además, para ella primero estaban los negocios y después detallitos como respirar. Ulelí decidió que aquella situación era intolerable. No podía ni 39
siquiera volar tranquilo, porque el humo le golpeaba los ojos. Así que hizo algo que nunca había hecho antes: le contó sus preocupaciones a sus amigos y amigas. Cómo podía volar y volar durante horas y horas, aprovechó sus vuelos para conversar con Chiza Chiriza, con Kufiyura, con Fulú, con Obi y hasta con Brycon Machaca. Aunque era un pequeño colibrí, lo escucharon. A su vez, quienes estaban siendo afectados por la contaminación de Nus la Danta, le contaron lo que pensaban a otros animales; que tampoco se quedaron callados y le contaron al mundo entero lo que sucedía: el maravilloso Prado de los Jazmines estaba a punto de ser destruido, y todo por la idea de meter agua en botellas plásticas para venderlas… Sorprendentemente, el mensaje de Ulelí creció, se hizo más grande y más fuerte, llegó a muchos oídos y tocó muchos corazones. Pronto dejaron de comprar “Agua Pura el Manantial de los Jazmines”, porque nadie quería ser cómplice de aquel desastre. Nus se resistió a cambiar; pero las palabras del colibrí se habían vuelto muy poderosas como suele suceder cuando 40
muchas personas adoptan el mismo mensaje. Ardillas, monos, tortugas, patos, peces, mamíferos, insectos y hasta batracios se juntaron para exigir que la embotelladora que ya no contaminara el prado. Aunque la danta era muy rica y muy poderosa, no pudo ignorar la fuerza de tantas voces juntas. Cerró la embotelladora, limpió todo para evitarse problemas y se fue a hacer negocios a otra parte. Con el tiempo, y gracias al esfuerzo de todos y todas, el aire, el agua, los bosques y la tierra pudieron sanar. Ulelí era un Colibrí pequeño, es cierto. Pero, se dió cuenta el poder que encierra decir lo que pensamos y atrevernos a denunciar lo que está mal.
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Leri y la Escuela de jaguares Existe en la selva un lugar donde los jóvenes jaguares van a aprender a saltar, a pescar, a rugir, a leer, a sumar y a multiplicar también. Aprenden todas las habilidades que los jaguares van a necesitar en el futuro. Es cómo una escuela, en donde los felinos entrenan para convertirse en grandes cazadores. Esta academia la dirige Dzulúm: un jaguar muy sabio y que cumplió muchos años ya. Es respetado por todo el clan por la dedicación con que se toma su tarea de enseñar. Al viejo profesor le encanta el oficio de guiar a otros. Dzulúm considera que un jaguar debe ser fuerte y ágil; pero también inteligente y astuto. Se siente muy orgulloso de enseñarles disciplina y buenos modales a los más pequeños. Está convencido que los muchachos no sólo deben fortalecer sus músculos, tener garras y colmillos afilados. “—Tanto o más importante que moverse rápido es pensar con 43
rapidez para solucionar los problemas que encontrarán en la selva. Tanto o más importante que tener un golpe sólido y certero es poder generar ideas sólidas y certeras, porque esas son capaces de cambiar el mundo”. Esto es lo que Dzulúm enseñaba en su escuela; en dónde no todo era ejercitarse y hacer deporte. Los jaguares también pasaban muchas horas leyendo, aprendiendo a pintar o dominando un instrumento. Cultivar sus espíritus era una parte importantísima del programa de estudios. Claro, esto no siempre lo entendían los inquietos jaguarcitos. Muchos preferían las competencias de tiro al blanco a la literatura. Pero, Dzulúm sabía que el cuerpo y la mente eran parte de lo mismo: la esencia de ser un jaguar. Si se descuidaban las ideas de poco iba a servir tener un cuerpo vigoroso. La Escuela de los Jaguares era un sitio ideal para crecer y desarrollarse; excepto para las jaguares hembra… 44
Por una tradición que nadie recordaba cómo había empezado, las jaguares hembra no podían entrenar cómo lo hacían los machos. Existía la tonta idea que las hembras eran menos adecuadas para esa clase de rigores que los varones. En la vida diaria, las hembras también tenían que cazar; pero no recibían las enseñanzas de Dzulúm. Ellas debían aprender por su cuenta, dando tumbos, al tarantantán... Si a usted no le dan la educación que necesita para desarrollar una habilidad, no le pueden echar la culpa de no saber cómo hacerlo. Y justamente eso pasaba en el clan. A las jaguares hembras se les echaba en cara que eran malas cazadores. Se decía que no tenían la fuerza y la voluntad de los machos. Por eso, nunca iban a destacar en el arte de la caza. Cuando alguna hembra alegaba que si les permitían entrenar seguramente lo iban a hacer bien, los jaguares machos se reían de ellas. Nunca, en toda la historia del Clan de los Jaguares, se había visto una Gran Cazadora. Eso se debía a la falta de entrenamiento y nada más; pero era usado por los machos para no enseñarles. 45
Alguna vez, un grupo de hembras quisieron hacer su propia escuela para desarrollar un sistema de cacería nuevo. Sin embargo, los machos, acostumbrados a ser los únicos cazadores profesionales, se sintieron ofendidos y amenazados. — “¿Cómo se atreven las hembras a querer abrir su propia escuela? ¿Quieren ser cómo los machos? ¿Buscan quitarnos nuestro lugar? ¡Eso no se puede permitir! Va en contra de nuestras tradiciones”. Los machos se pusieron tan bravos y protestaron tanto, que las mujeres decidieron abandonar la idea de aprender a cazar. Mejor, dedicaron sus esfuerzos a cocinar, a cuidar a los cachorros y cachorras de la tribu y a otras actividades —cómo tejer— que los jaguares machos consideraban más apropiadas para ellas. Estas ideas sobre lo que significaba ser un jaguar hembra o un jaguar macho eran engañosas . Por ejemplo, Leri la Jaguar no era buena en la cocina, le aburría tejer y tampoco se sentía contenta con la idea de pasar el resto de la vida limpiando la casa y atendiendo a su futuro marido; lo que por cierto era considerado por su pueblo como el único futuro respetable al que podía aspirar. 46
A Leri le gustaba cazar. Es más, Leri sabía que tenía todas las aptitudes naturales para ser una excelente cazador. Ya por su cuenta, y sin recibir entrenamiento, había logrado cazar presas complicadas cómo las veloces liebres de campo; o pescar al escurridizo pez cuchillo. Ella sabía que sólamente necesitaba más práctica y la guía de alguien con experiencia, como Dzulúm… Sin embargo, había oído tantas veces que las hembras no servían para cazar que le daba vergüenza decirle su sueño a alguien. Estaba segura de que se iban a burlar de ella. Así que prefería guardar silencio... Lo más que se atrevía a hacer era ver a los jóvenes machos entrenando, pero desde lejos… Trataba de imitar los movimientos y los ejercicios, pero cómo no se atrevía a acercarse más, había muchas cosas que no entendía o que sólo podía hacer a medias. En una de esas ocasiones en que atisbaba lo que pasaba en la Escuela de Jaguares, estaban practicando a saltar en un tramo del río de orilla a orilla. Era peligroso, porque justo estaban en los rápidos, donde el agua corre con más fuerza. La parte más difícil era brincar desde una piedra enorme a una muy pequeña, en la que apenas cabía un jaguar. La idea era desarrollar el control y equilibrio... 47
Iban saltando de uno en uno, con más o menos gracia; hasta que le tocó el turno a un jaguar de nombre Pambú. Era de lo más grandes, pero justamente por esa razón le costaba más pasar de roca en roca. En la más pequeña, se resbaló y ¡ay!... se golpeó la cabeza y cayó medio turulato al agua.
Le daba miedo que se burlaran de ella por andar haciendo cosas de machos…
Pambú, aturdido, fue arrastrado por las furiosas aguas. Sorprendidos, los jaguares no acataban que hacer. Pero, por suerte Leri estaba viendo todo en una curva del río, justo por donde Pambú debía pasar. Se lanzó valientemente al agua y aunque Pambú era enorme, Leri logró llevarlo a la orilla a salvo.
Resulta que estaban jugando a las carreras en una pista que habían levantado entre los árboles más altos del bosque. De dos en dos, los jaguares competían por ver quién llegaba primero a la meta. ¡Era algo que parecía muy divertido! A Leri le hubiera encantado participar. Pero no, no se atrevía a pedirles que le dejaran jugar. Las carreras no eran para hembras…
En unos cuantos segundos, ya estaban los otros jaguares atendiendo a Pambú. Pero, todo había pasado tan rápido que nadie había reconocido a Leri. ¿Quién era esa jaguar que había salvado a uno de los más poderosos jaguares? ¿Quién era? Era una hembra, ¿verdad? Parecía una, pero… ¿las hembras pueden salvar a un macho? A pesar de que la noticia corrió por todo el clan, Leri no se atrevió a decir que era ella la jaguar misteriosa, fuerte como ninguna. 48
Pasaron unas semanas. Leri continuó viendo los entrenamientos, pero siempre de lejos. Y esta vez, volvió a pasar algo sorprendente.
Le tocó el turno a Tali y Ober, que siempre quedaban entre más rápidos. Salieron veloces como centellas. ¡Todos gritaban y animaban a los competidores! Tanta era la emoción que nadie se dio cuenta que la gruesa rama de una ceiba estaba a punto de caer, justo sobre los competidores. Bueno, alguien sí se percató: Leri. Su oído era tan 49
fino que pudo escuchar el crujido de la rama al quebrarse. Una vez más, reaccionó de inmediato y ¡zuuum! se lanzó a la pista. Logró alcanzar a Tali y Ober y además los empujó a un lado, justo a tiempo para evitar que la pesada rama los aplastara. Otra vez todo fue tan inesperado y Leri se fue tan de prisa, que nadie pudo reconocer quien era esa jaguar tan heróica que había logrado salvar a dos machos y, ¡además! había demostrado ser la más rápida de la selva. Mucho se comentó en los siguientes días sobre la misteriosa jaguar que había aparecido ya dos veces para salvar el día. Había quienes afirmaban, muy convencidos, que no era posible que fuera una hembra. Era fuerte, era rápida, era valiente. ¡Seguramente era un jaguar de otro clan a quién no conocían! Otros, más fantasiosos decían que era un espíritu antiguo: la esencia misma de la fuerza de los jaguares. Nadie podía reconocer quién era porque era un ser mágico. Para algunos machos un duende jaguar tenía más sentido que pensar que una hembra podía hacer aquellas proezas. 50
Leri tenía muchas ganas de contarles que era ella, ¡ella! Pero, aún no se atrevía a confesar lo que pasaba. El miedo a ser rechazada era más grande que las ganas que tenía de entrar en la escuela. Sin embargo, faltaba aún un acontecimiento más. El acto de valor definitivo de Leri. Dzulúm caminaba distraído por el bosque. Cuando, de pronto, escuchó algo… Alguién lo seguía. Después de todo, era un maestro de caza; así que rápidamente percibió el olor de su perseguidor. No pudo reconocer quién era. Se preparó para enfrentar a un potencial enemigo, poniéndose en guardia… Y entonces, de entre unos matorrales, salió... ¿Quién creen que era? ¿Una anaconda, con lagarto, un jabalí? ¿Quién estaba emboscando a Dzulúm? En realidad, no era ningún enemigo ni un monstruo. Era Leri, quién finalmente se había armado de valor para contarle a Dzulúm todo lo que estaba pasando y, sobre todo, lo que sentía. 51
De todo lo que había hecho hasta aquí, atreverse a hablar con Dzulúm era lo que más valor requirió por parte de Leri. Ser más rápida, más fuerte, más valiente que el resto le causaba menos ansiedad que ser sincera consigo misma y con el maestro. Sobre todo, porque iba a contradecirlo a él y a tantos años de tradición en la que las hembras de jaguar eran excluidas. Leri habló con mucha pasión. Le dijo que no entendía porque no podía entrenar con los demás. Porque las hembras tenían tareas a las que estaban atadas, como si fuera un castigo. ¿No tenían cuatro patas y una cola como los machos? ¿No había demostrado de lo que era capaz en estos días? ¿Por qué mantener normas tan estrictas? Leri no sabía en que iba terminar aquella conversación, pero una vez que empezó no se pudo detener hasta que dijo todo lo que pensaba.
el no darle a las hembras la oportunidad de aprender y crecer. Usted, hoy, ha sido la maestra y yo el alumno. Creo que es tiempo de hacer cambios en la Escuela y en el Clan.” A partir de ese día, Dzulúm aceptó a Leri en la escuela. Al principio, hubo mucha resistencia por parte de los otros alumnos; pero Leri encontró en Pambú, Tali y Ober amigos que la apoyaron. Lo que empezó como el simple deseo de estudiar, terminó siendo un cambio muy importante que transformó a todo el Clan Jaguar. Con el tiempo, muchas otras hembras entrenaron para ser cazadoras. La misma Leri, llegó a convertirse en maestra que le enseñaba a machos y hembras, sin distinción, a ser mejor. Cómo bien sabía Dzulúm, como pudo aprender Leri; nuestras palabras, lo que nos atrevemos a decir, pueden ser más poderosas que las garras de un jaguar.
Dzulúm la escuchó en silencio. Una vez que terminó, le dijo: “—Le pido disculpas joven Leri. Toda la vida he tratado de ayudar a que los jaguares sean mejores cada día. Pero, no me había dado cuenta lo absurdo e injusto que era 52
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Yiba el Togoroz y Anzser el Sapo Yiba, Yiba, Yiba.... este es el nombre de una pequeña togoroz: una avecilla muy inquieta a quién le encantaba tocar el ukulele y comer arroz; a quién le gustaba dibujar, bailar y sobre todo hacer vídeos para subirlos a Tuki Top… ¿Qué eso de Tuki Top? Bueno, es una red social parecida a otras que seguramente usted ha oído mencionar; pero esta es exclusiva para animalitos. Así que, por más que la busque, no la va encontrar. A pesar de ello, no es difícil entender de qué trata: en Tuki Top se pueden subir foto y vídeos. Amigos, amigas, familiares y hasta personas extrañas pueden ver lo que cada quien sube y hacer comentarios. ¡La verdad es que puede ser muy entretenido eso de usar Tuki Top! Yiba se hacía cada vez más popular en esta comunidad. Había empezado con cinco o diez seguidores, pero pronto fueron decenas,
después cientos y casi sin darse cuenta logró que fueran cientos de miles de personas las que disfrutaban sus publicaciones. Era muy satisfactorio ver cómo el número de gente interesada en sus fotos y vídeos subía y subía. Además, cuando una publicación le gustaba a sus seguidores, le podían dar estrellitas a Yiba. La atención la hacía sentirse querida, aceptada y la ponía de muy buen humor. Entre más estrellitas le regalaban, más contenta se ponía. La verdad es que Yiba se esforzaba mucho por mantener una cuenta de Tuki Top entretenida, alegre y dinámica. Sacaba fotos ingeniosas, hacía coreografías cada vez más vistosas y complicadas, inventaba canciones que tocaba en su ukelele y las cantaba ella misma. Porque, cómo toda la familia Torogoz, Yiba cantaba muy bien. ¡Pero hay más! A veces se disfrazaba, o cocinaba algo sabroso y mostraba el proceso de como lo había hecho. Subía vídeos con música de moda e incluso contaba chistes de vez en cuando con bastante gracia. ¡La cuenta de Yiba era muy divertida! Sin embargo, entre más y más crecían sus seguidores; también empezaron a decirle insultos más y más feos. Primero eran muy pocos. La gran mayoría de los comentarios 56
eran felicitandola o diciéndole cosas bonitas. Pero, para tristeza de Yiba empezaron a comentarle del tipo: ¡Qué niña tan fea!, ¿porque dejan a pajarillas tan espantosas hacer videos? Tus publicaciones se pasan de tontas. ¡Esto ya lo ví mucha veces! Sólo sirves para imitar a otras tukitopers. ¡Se más original! Aunque Yiba trataba de ignorar lo que decían, era difícil porque se volvían más hirientes cada día. Ella le ponía mucho cariño y trabajo a sus publicaciones, por lo que le era más difícil de entender porque la insultaban y se burlaban de ella. Quizás pudo haber seguido ignorando los mensajes negativos, de no ser por @ Todosestanmal55. Esto de @Todosestanmal55 era el nombre de un usuario que decidió atacarla con todas sus fuerzas, por alguna razón que Yiba nunca llegó a descubrir. Todo empezó con un dibujo que Yiba subió. Era un autorretrato que ella misma había hecho con lapices de color. Muchos seguidores comentaron que era una caricatura muy simpática; pero @ 57
Todosestanmal55 se quejó de todo: que si los colores eran muy chillones, que no se parecía en nada a ella, que como dibujante era la peor. Le reclamaba el porque se atrevía a subir dibujos cómo si fuera una artista profesional. ¿Qué se creía esta tal Yiba? ¡Es una presumida!, afirmaba agresivamente @Todosestanmal55. Yiba contestó la serie de insultos y agresiones de @Todosestanmal55 diciéndole que si no le gustaba lo que ella publicaba, podía simplemente dejarla de seguir. Esto provocó que otras personas también opinaran, a favor de uno o la otra. Todo fue creciendo y creciendo sin control; hasta que @Todosestanmal55 sugirió que si creían que Yiba era una engreída, una falsa o simplemente les caía mal, comentaron los defectos de la nica con el hastag #yibaesunarídicula. Durante los siguientes días, Yiba vió como un montón de personas la etiquetaban y usaban #yibaesunarídicula para comentar cosas horribles. Por ejemplo, @monyogi7 decia que era muy gorda; pero @palomarobot comentaba que no, que todo lo contrarío; que tenía las piernas delgadas como palillos. Una tal @ayayashi21 dijo que la conocía y que #yibaesunarídicula porque se creía muy 58
linda, pero en realidad tenía mal aliento. Por otra parte, @U53tt comentó que su voz le daba dolor de cabeza, que #yibaesunarídicula por atreverse a hablar en público con semejante pito de voz. Fueran más quienes le tiraron mucho veneno a Yiba a través del anonimato que la internet permite: @jukigigi, @lerez387, @princesa-valt, @fantasma01, @criti.cando., @pizzacopiña, @yo99; cada cual lanzando una marea de mofas y palabras hirientes siempre acompañadas de la molesta etiqueta: #yibaesunarídicula; repitiendose en el telefóno de Yiba sin parar. Una, y otra y otra vez: #yibaesunarídicula #yibaesunarídicula #yibaesunarídicula #yibaesunarídicula #yibaesunarídicula #yibaesunarídicula #yibaesunarídicula ... Pocas personas aguantarían tantas palabras ofensivas sin sentirse mal. Yiba, finalmente se quebró: dejó de subir fotos, vídeos… Ni siquiera habría ya Tuki Top. Pensó que lo mejor era borrarlo porque, ¿qué sentido tiene usar una aplicación tan llena de odio, donde nadie la quiere a una? El mayor problema, es que lo que pasaba en ese mundo virtual la empezó a golpear en el real. Yiba se sentía muy deprimida. Iba 59
de la escuela a la casa, pero no tenía ánimo para salir a pasear, hablar con sus amigos o tan siquiera ver televisión. Solamente quería dormir, hacer la tarea, comer lo estrictamente necesario y que nadie nunca más se metiera con ella. Le hubiera hecho bien a Yiba hablar con alguien, contarle lo que pasaba a su papá, a su mamá a un familiar de confianza o tal vez una de sus maestras. Pero es que cuando una persona se siente tan decaída, hablar puede ser lo último de lo que sintamos ganas. Quien sí habló fue Anzser. ¿Y quién era el tal Anzser se preguntarán ustedes? Anzser era un sapo, más o menos de la edad de Yiba. Era un muchacho bastante tímido que también usaba Tuki Top, pero que a diferencia de Yiba tenía muy pocos seguidores y casi no publicaba nada. El prefería ver lo que otras personas publicaban, y rara vez se atrevía a mandar mensajes. Durante un par de semanas estuvo dudando si enviarle un mensaje a Yiba o no. Después de todo, él era un sapito desconocido. ¿Qué diferencia podía hacer un mensajito de alguien cómo él para una torogoz tan famosa cómo Yiba? Sin embargo, después 60
de mucho pensarlo, le mandó el siguiente mensaje: “Yiba, soy su admirador. He notado que dejó de publicar desde hace algún tiempo. Sólo quería decirle que la extraño, que sus videos me alegraban el día. También quiero que sepa que es una fuente de inspiración. Gracias a usted, volví a dibujar. Lo había dejado, porque en mi escuela se burlaron del dibujo de una vaca que hice. Pero, al ver cómo sube sus caricaturas y se esfuerza por hacerlas cada vez mejor, decidí seguir dibujando. Aquí le envió un dibujo que hice para usted”. El dibujo de Anser era un espectacular retrato de Yiba, volando en el cielo, con las alas desplegadas y llena de brillos y chispitas alrededor. Era una imagen muy hermosa, que conmovió mucho a Yiba. Armándose de valor, Yiba decidió publicar un agradecimiento a Anzser. Además, se sinceró con quienes la seguían, contándoles cómo la campaña de #yibaesunarídicula que organizó @Todosestanmal55 la había lastimado y la había hecho mal. Abrió su corazón, y dijo todo por lo que estaba pasando. 61
Aquella publicación tuvo un efecto sorprendente. Muchas otras personas se atrevieron a contar historias parecidas. Yiba se sintió comprendida y acompañada. El contar su historia, se multiplicó y logró que muchas otras personas comprendieran mejor sus sentimientos. Yiba sigue publicando en Tuki Top, pero también decidió pasar más tiempo fuera de la red, compartir con su familia y con amigas en la vida real. No sólo el celular existe. Toda aquella experiencia le enseñó a Yiba, a Azser y a miles de seguidores que las redes sociales se disfrutan mucho más si hacemos un esfuerzo por mantenerlas libres de violencia.
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Índice Temático Cuento
Tema
Valores
Zoko el Garrobo y la Piapia Azul
Bullying
Vida sin violencia emocional
Utí la Guacamaya y Cuco el Loro
Integridad sexual de las/os niños/as
Visa sin violencia sexual
Ulelí el Colibrí y Nus la Danta
Protección al Medio Ambiente
Paz con la naturaleza
Leri y la Escuela de Jaguares
Igualdad
Igualdad y no discriminación
Yiba el Togoroz y Anzser el Sapo
Violencia cibernética
Vida libre de violencia
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¿Por qué educar en Derechos humanos? Los Derechos Humanos representan una de las grandes conquistas de la humanidad. Resulta indispensable que las niñas y los niños puedan entender, aplicar y defender sus derechos. Para ello, la educación en Derechos Humanos debería ser una parte integral de todos los programas de estudio de la educación básica. Sin embargo, esto no siempre es así. No se maneja el tema de los Derechos Humanos como un eje transversal que esté en el alma de toda experiencia educativa. A lo sumo, está presente como un tema más a tocar en programas que suelen estar sobrecargados con muchos otros muchos contenidos. Por otro lado, especialmente cuando se trabaja con niños y niñas; el abordaje de los Derechos Humanos resulta mucho más efectivo si se hace desde lo lúdico. Un tratamiento entretenido y ameno logra que se recuerde más fácilmente y de una manera más positiva lo que estamos tratando de exponer.
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Es así como en la Fundación Justicia y Género decidimos emprender el proyecto “Cuéntales”; que consiste en una serie de capacitaciones en el tema de los valores sociales fundamentales, la protección de la niñez y los Derechos Humanos de las niñas y los niños. Estas experiencias formativas están dirigidas tanto a personal docente como a alumnos y alumnas. Este libro nacido en el marco de este proyecto pretende ser una herramienta didáctica tanto para padres y madres como para docentes. Es conveniente que la La temática de los Derechos Humanos se adecue a la etapa de desarrollo en que se encuentren los niños y las niñas. En estos textos, tanto la elaboración de los mismos como los detalles gráficos fueron cuidados; no solamente para que resultaran atractivos sino también para que cumplieran funciones didácticas específicas.
de niñas y niños. Desde la Fundación Justicia y Género esperamos que este material sirva no solamente para reflexionar sobre los problemas que podríamos enfrentar; sino que también logre crear conciencia sobre la responsabilidad individual de cada quien frente a los Derechos Humanos. Al final de cuentas, la respuesta a la pregunta: ¿por qué educar en Derechos Humanos? puede resumirse en el esfuerzo encaminado a fortalecer el estudio, defensa y práctica de los Derechos Humanos como un paso para crear una mentalidad centrada en valores; que a su vez se traduzca en comportamientos éticos. Y esta tarea es mejor iniciarla desde la primera infancia; cuando la conciencia aún es un campo fértil para que germinen los ideales de igualdad y justicia.
Además, se contextualizaron las historias, utilizando especies de flora y fauna propias de Centroamérica, buscando una mayor identificación con los diferentes entornos sociales y culturales de la región. El objetivo es lograr que la lectura de estos textos coadyuve en la sensibilización respecto a los desafió que representan hoy en días nuestras sociedades; además de lograr el fortalecimiento 66
Rodrigo Jimenez Director Fundación Justicia y Genero 67
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