Terror íntimo: La violencia doméstica entendida como tortura

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TERROR ÍNTIMO: LA VIOLENCIA DOMÉSTICA ENTENDIDA COMO TORTURA Rhonda Copelon

Para castigarla desobediencia y disciplinar la libertad, la tradición familiar perpetúa una cultura de terror que humilla a la mujer, enseña al niño a mentir y extiende la plaga del temor. Los derechos humanos deben comenzar en el hogar .

Eduardo Galeano, The Book of Embraces (1989), 143

Introducción El abuso de la mujer por su compañero es una de las formas más comunes y peligrosas de violencia basada en el género1. Sus víctimas superan a aquellas de las dictaduras más brutales. Como resultado de la movilización global de la mujer y la atención internacional a ciertas atrocidades que continúan existiendo, tanto la violencia oficial como la privada en contra de la mujer han comenzado a ser reconocidas como materia de derechos humanos. No obstante, la violencia íntima permanece al margen: aún se le considera diferente, menos severa, y menos merecedora de la condena y la sanción internacionales que la violencia infligida oficialmente.2 Existen fundamentalmente dos obstáculos para el tratamiento de la violencia íntima como una violación de los derechos humanos. Uno e ellos. es el papel de la dicotomía entre lo público y lo privado en el derecho internacional y mi colega y colaboradora Celina Romany ha analizado tan hábilmente en el capítulo anterior. El segundo, que constituye el enfoque de este escrito, es el hecho de que la violencia íntima, con excepción de algunos de sus ejemplos más sensacionalizados y específicos para una determinada cultura, tiende a no ser vista como violencia. Al verse como "personal", "privada", "doméstica" o "un asunto de familia", sus objetivos y consecuencias se oscurecen, y su uso se justifica como castigo o disciplina. Pero cuando se la despoja de la privatización, el sexismo y el sentimentalismo, la violencia basada en el género no es menos grave que otras formas de violencia oficial inhumana y subordinante, que han sido prohibidas por el derecho de los tratados y el consuetudinario y reconocidas por la comunidad internacional como jus cogens, o normas perentorias qué obligan universalmente y nunca pueden ser violadas. Para dilucidar la atrocidad de la violencia basada en el género, he escogido comparar la tortura oficial con la violencia doméstica común contra la compañera. Por una parte, la tortura, que ha sido explicada mediante tratados y es reconocida como jus cogens, ilustra lo que hace de la violencia algo excepcional e infame3. Por otra parte, la violencia doméstica que incluye el maltrato físico, la violación, el abuso sexual, aparece a través de un lente convencional de derechos humanos como un “caso difícil”, mientras que desde el punto de vista de la experiencia de la mujer es algo obvio.


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