Nº 3 – 2015 – QUINTA ÉPOCA
R EVISTA DE E STUDIOS H ISTÓRICOS DE LAS C IENCIAS DE LA S ALUD
Los colirios desde la antigüedad hasta el siglo XIX Juan Esteva de Sagrera
Panorama hospitalario de Zamora a mediados del siglo XVIII José Luis Hernández Luis
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REVISTA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE LAS CIENCIAS DE LA SALUD
MEDICINA e HISTORIA Nº 3 – 2015 – QUINTa ÉpOca REVISTA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE LAS CIENCIAS DE LA SALUD publicación trimestral FUNdada eN 1964 Fundación Uriach 1838 centro de documentación de Historia de las ciencias de la Salud polígono Industrial Riera de caldes avda. camí Reial 51-57 08184 palau-Solità i plegamans (Barcelona-españa) www.fu1838.org fundación-historia@uriach.com Director de la publicación: dr. Juan Uriach Marsal Soporte Válido con la ref. SVR nº 479 dep. legal: B-27541-1963 ISSN: 0300-8169 © de la edición: Fundación Uriach 1838 Reservados todos los derechos. el contenido de la presente publicación no puede ser reproducido, ni transmitido por ningún procedimiento electrónico o mecánico, grabación magnética, ni registrado por ningún sistema de recuperación de información, en ninguna forma, ni por algún medio, sin la previa autorización por escrito del titular de los derechos de explotación de la misma.
S4S Los colirios desde la antigüedad hasta el siglo XIX Juan Esteva de Sagrera
S 26 S Panorama hospitalario de Zamora a mediados del siglo XVIII José Luis Hernández Luis
prohibida su venta.
Portada: Obra original del fondo bibliográfico de la Fundación Uriach 1838: José María González y Morillas. Monografía oftalmológica ó descripción de todas las enfermedades que pueden padecer los órganos de la visión y partes anexas. Tomo I. Habana, 1848.
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Los colirios desde la antigüedad hasta el siglo XIX Juan Esteva de Sagrera*
Resumen: Una de las formas farmacéuticas más utilizadas y populares en todas las épocas han sido los colirios, aunque el significado de este término ha evolucionado con el tiempo, debido principalmente a que el concepto de forma farmacéutica es relativamente reciente y a que el nombre de colirio ha servido para denominar, en muchas ocasiones, preparados galénicos que agrupaban diferentes formas de administración. en épocas anteriores a la romana se designó con un mismo nombre a los preparados de administración
ocular y a aquellos otros que se aplicaban en diversas cavidades naturales del cuerpo, así como en fístulas y heridas accidentales; en todos estos casos se utilizaban drogas de origen animal, mineral o vegetal, en forma sólida, líquida o pulverulenta. La historia de los colirios, desde el antiguo egipto hasta el siglo XIX, permite realizar un recorrido por la farmacopea de diferentes civilizaciones y mostrar los recursos terapéuticos de cada época y su relación con la fisiopatología.
Eye-drops from olden times to the XIXth century Abstract: The Spanish word “colirio” comes from the Latin collyrium, which in turn came from the Greek kollirion. Initially, the Romans use this word in a general way, but due to their use mainly in ophthalmology, the use of the term became restricted to those topical medications destined for the care and prevention of ocular diseases, from solutions and suspensions to poultices, salves and ointments. during the Middle ages “colirio” included not only substances used to dilate ladies’ pupils
a palabra colirio procede del latín collyrium y ésta del griego kollirion. Inicialmente, los romanos utilizaron el nombre de colirio de forma general, pero debido a la mayoritaria utilización de dichos preparados en oftalmología, el empleo del término fue utilizándose de forma restrictiva para aquellos medicamentos tópicos destinados a la curación y prevención de las enfermedades oculares, desde las soluciones y suspensiones hasta los emplastos, ungüentos y pomadas. en la edad Media, los colirios comprendían tanto las sustancias para dilatar
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for aesthetic reasons but also medications for ocular hygiene and treatment. The Industrial Revolution of the XIXth century barely modified ophthalmic pharmaceutical technology. It is only since the World War II that the preparation of eye-drops has undergone a rapid development and improvement, adopting the concept of sterility as a necessary condition for all ophthalmic solutions and taking very precise rules for their elaboration and conditioning from different pharmacopeia.
las pupilas de las damas con fines estéticos como a los medicamentos para la higiene y terapéutica ocular. La revolución industrial del siglo XIX apenas modificó la tecnología farmacéutica oftálmica. Solamente después de la Segunda Guerra Mundial la preparación de colirios ha experimentado un rápido desarrollo y perfeccionamiento, adoptándose el concepto de esterilidad como condición imprescindible de toda solución oftálmica y recogiendo las diferentes farmacopeas normas muy precisas para su elaboración y acondicionamiento.
El primer tratado mundial de oftalmología La Uttura Tantra de la Susruta Samhita está considerada la primera obra dedicada exclusivamente a la oftalmología. Susruta, cuyo nombre en sánscrito significa “el que ha entendido correctamente”, era hijo de Viswamitra y se le considera el fundador de la medicina india. Sus conocimientos procedían de divodasa, el rey de Kasi y el patrón de la medicina. Se sabe poco de su vida e incluso de la época en que vivió. Unos
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autores lo sitúan el año 1000 a.c. Otros entre el siglo IV y Vi a.c. Susruta estudió la medicina y la cirugía en 900 páginas agrupadas en seis secciones. La última, Uttara Tantra está dedicada a la oftalmología y a las enfermedades de las orejas, la nariz, la cabeza y la ginecología. Se cree que esta última Tantra fue añadida por Nagarjuna, el revisor de la Susruta Samhita. es una figura legendaria, a la que se atribuyen tratados de medicina, filosofía y alquimia, que utilizaba plantas medicinales y remedios químicos. el texto describe correctamente la anatomía del ojo, así como 76 enfermedades oculares, 130 instrumentos quirúrgicos y 700 preparaciones medicinales. en las enfermedades recomienda la ingestión de frutas y de hígado, como aporte vitamínico. Utiliza la leche de mujer como hemostático, nutritivo y dulcificante. emplea antisépticos en gotas, baños oculares, polvos y pomadas. entre sus remedios destaca el uso de una pomada de oro para el tratamiento de las blefaritis. prescribe leche, miel y sales de cobre contra las cataratas. como harán posteriormente los galenistas, acompaña estos tratamientos locales con otros generales, como las purgas y las sangrías en el postoperatorio. Fue el primero en utilizar las suturas de pelo de caballo y la cauterización cáustica y térmica. es curiosa su técnica para extraer los cuerpos extraños localizados en el ojo: empleaba piedras magnéticas. en su obra se describe, por vez primera, la operación de cataratas.
Los colirios en el antiguo Egipto y en Mesopotamia en el antiguo egipto y en Mesopotamia, así como en la India y china se ponen los cimientos de la terapéutica oftálmica. en esos escenarios, donde la farmacia experimenta un progreso notable, que se transmitirá en buena parte a Grecia y Roma, se utilizan remedios minerales, vegetales y animales procedentes de su entorno y de aquellos países con los que comerciaban gracias a las caravanas y a las expediciones marítimas.
Figura 1: detalle de un sarcófago del Imperio Medio donde se representan dos udyat (ojo de Horus). Museo de Montserrat (Barcelona).
El ojo de Horus Los oftalmólogos egipcios concedían un gran valor simbólico al ojo de Horus, que era el dios de la corona, de la unidad egipcia como voluntad divina de su supervivencia, de la transmisión patriarcal del poder real y de la legitimidad de los príncipes gobernadores de cada región. Se le ofrecían productos agrícolas, como el trigo, así como muchos otros materiales: vino, aceite, maquillaje de los ojos, piedras preciosas como la turquesa, la malaquita y la esmeralda. en los rituales funerarios, que adquirieron una complejidad creciente, se produce una identificación entre el ojo de Horus y el incienso. Simbolizará la regeneración después de la muerte. el ojo de Horus adquirió también una dimensión cósmica, como el ojo lunar de un dios celeste. Las heridas y enfermedades del ojo, y su posterior cura, simbolizaban el ciclo lunar y el ciclo solar, con la alternancia del día y de la noche, de la luz y de la oscuridad. La magia concedió un gran valor al ojo de Horus, que servía para proteger de la mala suerte y para obtener favores de los dioses. Se utilizaron muchos amuletos, que representaban la fertilidad vegetal y animal, la salud, la felicidad, la vida eterna y la pro-
tección contra el mal de ojo. era útil tanto para los vivos como para los muertos y aparecía en muchos objetos de uso cotidiano, como espejos, sillas y ropa, e incluso constituyó el plan de urbanización de la villa de Tebas. el ojo de Horus tenía un valor moral, ya que simbolizaba el bien, opuesto al mal personificado por Seth. en medicina simbolizaba la curación: el ojo enfermo, desintegrado e incompleto, se regeneraba y curaba, recuperaba sus funciones, y además de permitir la visión protegía a las personas gracias a sus poderes mágicos. Los oftalmólogos egipcios en el templo de deir el Bahari se encuentran descripciones de los materiales importados por los egipcios, bajo el reinado de Hatshepsut, en sus expediciones al país de punt, como el incienso, la mirra y los bálsamos. en el 1440 a.c., en uno de los muros de una sala del gran templo de amón en Karnak, se esculpieron imágenes que representaban un jardín de aclimatación, el llamado “jardín botánico”, en el que se cultivaban plantas ornamentales, culinarias y medicinales. entre los productos que los egipcios importaron cabe señalar las piedras
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Figura 2: Facsímil de la tumba de Ipuy (deir el Medina, egipto) realizado por Norman de Garis davies. en la parte inferior izquierda se observa la intervención de un médico para curar el ojo de un obrero que ha sufrido un accidente. (Metropolitan Museum, Nueva York).
semipreciosas, el betún y la nafta, que se utilizaban en la composición de colirios. Otro bajorrelieve egipcio, que se conserva en el Louvre de parís, muestra la preparación del Lilium, que se utilizaba en diversos colirios. Unas jóvenes recogen las flores y las colocan en sacos. Más tarde se muelen para extraer los jugos de la planta. estos medicamentos se conservaban en recipientes especiales, para las maceraciones e infusiones y para guardar las hojas, los granos y las raíces. Se han encontrado algunos frascos pequeños que se supone que se utilizaban para conservar los colirios. Los oculistas egipcios estaban bajo la protección de las divinidades y sobre todo de Thot, quien según la tradición consiguió restaurar el ojo de
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Horus que su hermano Seth había roto en 64 fragmentos. por esta razón se decía que afirmaba: “Yo soy Thot, el médico del ojo de Horus”. este ojo de Horus es el célebre símbolo mágico Oudjat, que protege a las personas y les aporta felicidad. como Thot era el dios de todos los médicos, los oftalmólogos se pusieron bajo el amparo de un dios menor, douau, que era su patrón. Los sacerdotes consagrados a su culto eran todos oculistas. Los papiros de medicina Los papiros egipcios no sólo mencionan los remedios contra las enfermedades, sino que además indican las proporciones que deben guardar sus componentes, así como el modo de prepararlos, sus indicaciones y el
modo de utilización. en oftalmología, las fórmulas descritas son colirios, baños oculares, pastas, polvos y pomadas. algunos se preparaban con mucha anterioridad a su empleo, otros se elaboraban de forma extemporánea, lo que facilitaba su conservación. También se utilizaban cataplasmas, fumigaciones y linimentos. La materia médica de los egipcios entre las sustancias minerales utilizaban bórax, empleado en oftalmología durante milenios y que aún se usa en la actualidad. el agua boricada y el borato de sodio forman parte, todavía, de muchas soluciones empleadas para la higiene ocular. Otras sustancias minerales eran las sales de plomo, como
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el sulfuro de plomo (galena), el sulfuro de arsénico y el carbonato de sodio (natrón). Según el papiro ebers, el antimonio protegía del exceso de luminosidad, un problema muy propio de egipto, que era causa de inflamaciones oculares. el empleo del antimonio con esa finalidad se repite en las indicaciones de un frasco de colirio que se conserva en el Louvre. en polvo se empleaban piedras semipreciosas, como el lapislázuli y las esmeraldas. La nafta procedía de arabia, se la denominaba “Lo que procede del desierto” y servía de excipiente en algunos ungüentos, utilización que más tarde recogió dioscórides. Muchos productos del reino animal se empleaban como excipientes: grasa de buey, leche de vaca y mujer, huevo, sangre de asno, de cerdo, de perro y de cabra. por la terapéutica de las señales y de las analogías, la sangre se utilizaba suponiendo que era beneficiosa para las dolencias sanguíneas, y por lo tanto podía ser útil en las enfermedades oculares que cursan con pérdida de sangre. además, su aspecto condujo a su empleo para beneficiar la claridad de la vista. el hígado de buey se utilizaba en muchos casos, entre ellos para ayudar a las personas que “ven mal por la noche” el hígado crudo, macerado, daba origen a un jugo que se instilaba en el ojo. entre los excipientes emplearon vino, cerveza, agua, miel, mucílagos, leche, orina y grasas. La miel fue muy utilizada como excipiente en oftalmología y se han encontrado tablillas galo-romanas que describen colirios que hacen referencia a su empleo. La leche de mujer debía ser, preferentemente, de una mujer que hubiese dado a luz un niño. aparece en muchos remedios de la farmacopea egipcia, sobre todo en los colirios descritos en el papiro de ebers. este material era muy apreciado y no se conservaba en recipientes vulgares, sino en vasos antropomorfos, algunos en forma de mujer arrodillada, que se encuentran en museos de Moscú, Berlín y parís. La leche se utilizaba contra las hemorragias de la conjuntiva y “para abrir la vista”. en la edad Media continuaba empleándose: Guy de chauliac, en 1363, recomendaba la leche de mujer en un colirio que servía para retirar del ojo todo aquello que le perjudica por ser demasiado cálido.
en el British Museum se conserva un neceser para el aseo, de la XVIII dinastía, que había pertenecido a la mujer del escriba ani. contiene vasos con ungüentos, un tubo doble con un colirio y unas barritas de madera y de marfil para su uso. Uno de los tubos contiene un polvo para endurecer los ojos en el período de la crecida del Nilo, y el otro una pasta que se usaba en la estación seca, cuando el aire contiene arena y polvo. La orina se empleaba como excipiente y también como remedio. Se utilizaba preferentemente la orina femenina, que entraba en la composición de pomadas. La orina ha sido utilizada en medicina popular y también por los oftalmólogos hasta fechas recientes y se han encontrado recetas de oftalmólogos del siglo XX que todavía prescribían orina, bien para ser aplicada localmente, bien en forma de inyecciones subcutáneas. Herodoto cita una curiosa costumbre relacionada con el empleo de la orina en oftalmología: “Un faraón que se haya vuelto ciego como castigo a su soberbia debe bañar sus ojos con la orina de una mujer que sólo haya tenido relaciones sexuales con su esposo” Herodoto continúa diciendo
que el faraón se curó, si bien tuvo muchas dificultades para encontrar una mujer que cumpliese la condición exigida. Una vez curado gracias a la orina de la mujer, el faraón se casó con ella. La orina aparece en numerosos tratados oftálmicos posteriores, como el medieval Tesoro de los pobres: para la putrefacción se aplicaba un medicamento con azúcar, carbonato de plomo y opio, se reducía a polvo fino y se mezclaba con clara de huevo y orina o agua de rosas. Se aplicaba tres veces al día con ayuda de una pluma. También en la edad Media, y en épocas posteriores, la orina era un ingrediente muy común en los baños oculares. La mayoría de colirios egipcios contienen productos vegetales, como el áloes, las hojas y la goma de acacia, la harina de coloquíntida, las hojas de ricino, el lotus, el extracto de lirio, la corteza de cedro y de ébano, el incienso, la ceniza de dátiles, la cebolla, la rosa y el azafrán. Siglos más tarde continuaban formando parte de la materia farmacéutica utilizada por los oculistas galo-romanos. Muchos productos eran empleados correctamente, como la mandrágora, la ador-
Figura 3: Recipiente para contener colirio y aplicador de madera de ébano. egipto, Imperio Nuevo. (Los angeles county Museum of art).
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midera y el beleño. el incienso se empleaba en fumigaciones, ya que libera ácido fénico, y el eléboro era muy utilizado por los dentistas. algunos colirios tenían efecto anestésico. Hay algunas fórmulas muy detalladas. para el glaucoma, se emplea sulfuro de arsénico y ébano, ambos ingredientes mezclados con agua. contra la ceguera total, el papiro ebers recomienda un medicamento singular, que parece anticipar el futuro desarrollo del empleo de tejidos orgánicos en terapéutica: ojos de cerdo a los que se les ha extraído el humor, galena, amarillo ocre, miel fermentada. el remedio, reducido a masa, se inyectaba en la oreja del individuo mientras se recitaba una fórmula con reminiscencias de la teoría de las señales. parece absurdo que se aplicase en el oído y no en el ojo, pero no lo es, si se tiene en cuenta que para los egipcios había una comunicación vascular entre la oreja, la nariz y los ojos. La astrología influía en la composición de los remedios. así, uno de los medicamentos prescritos para fortalecer la vista debía elaborarse sólo durante los dos primeros meses invernales. Otros sólo se utilizaban en los meses tercero y cuarto del invierno. además de los astros, había que tener en cuenta el clima, la estación del año, que en egipto influye mucho en la aparición de las enfermedades oftálmicas. Se han realizado estudios de algunos frascos de colirio que demuestran que según su composición se empleaban en determinadas fases del año, en las que eran más frecuentes unas dolencias que otras. algunos colirios podían usarse todo el año, como lo demuestra la inscripción: “colirio para todos los días”. Quiere ello decir que los oftalmólogos del antiguo egipto habían observado la frecuencia de las oftalmías en función de la estación del año, cosa que también sucede en la actualidad, y que habían planificado el empleo de los colirios según esa frecuencia. La oftalmología en Mesopotamia Thompson estudió las tabillas cuneiformes, entre ellas las dedicadas a la oftalmología. en el Louvre se conservan sellos cilíndricos de varios médicos mesopotámicos. Las tablillas no contienen referencias mági-
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Figura 4: Tablilla cuneiforme K2573+ que describe algunas enfermedades oculares. procede de la Biblioteca de asurbanipal en Nínive. actualmente en el British Museum.
cas, mencionan el examen clínico del paciente, su aspecto, la palpitación y la temperatura corporal. Otras tablillas describen el diagnostico y el pronóstico y hay también formularios como el de Nippur, célebre porque se le considera el texto más antiguo de medicina. contra las enfermedades oftálmicas se emplean baños oculares y gotas, confeccionadas con remedios muy similares a los empleados por los egipcios. Una de las tablillas mejor estudiadas es la del médico Naboulé, dividida en tres columnas con más de 150 plantas, de las que se indica el modo de preparación y sus partes medicinales así como su indicación terapéutica. como en el mundo egipcio, destacan los remedios minerales: sal, antimonio, cobre, óxido de zinc, hierro, arsénico y arsenicales. Merece destacarse que en la tablilla se aconseja, para las enfermedades oculares, que el paciente permanezca descansando en una habitación a oscuras.
el origen de las enfermedades oculares es el mismo que se atribuye a las demás dolencias: unas son debidas a la acción de los espíritus, energías maléficas y demonios, mientras que en muchos casos la explicación es totalmente racional y las conjuntivitis se atribuyen a las condiciones ambientales, a la sequedad, al viento, al polvo y al polen.
Los colirios en el mundo clásico Los colirios utilizados por griegos y romanos difieren poco de los utilizados por los egipcios y los mesopotámicos. Hipócrates, Galeno, celso y dioscórides hacen suyas, con algunas modificaciones, las recetas de mesopotámicos y egipcios, esta vez insertándolas en el seno de la doctrina humoral y la teoría de los cuatro elementos. Los medicamentos son
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prácticamente los mismos, pero ahora actúan bajo la cobertura doctrinal del humoralismo y de la teoría de los cuatro grados de actividad medicinal de los simples, lo que concede mayor entidad teórica y doctrinal a lo que en manos egipcias y mesopotámicas había sido simple empirismo. Los sellos oftálmicos y los colirios Un contemporáneo de Galeno, demóstenes de Marsella, es el primero de una dinastía de oftalmólogos galo-romanos que abarca casi doscientos nombres y que ejercieron su arte en la Galia central y en Gran Bretaña. en las tumbas de algunos de estos oftalmólogos se ha encontrado su instrumental médico y quirúrgico, sellos de oculista y colirios. en Montiers-sur-Sault se conserva un pilar con un bajorrelieve que representa a un médico que opera de una catarata a una mujer. en Marvilly se conserva otro bajorrelieve que representa a un ciego y a un médico. Los sellos oftálmicos eran unas placas cuadradas de piedra de 3 a 5 cm, que tienen grabado el nombre del oculista, el nombre del colirio, su composición y sus indicaciones terapéuticas. estos sellos se imprimían en los colirios, que por aquel entonces eran unas masas planas, que se entregaban al enfermo una vez que habían sido impresos, por lo que además de ser medicamentos se los puede comparar con las actuales recetas médicas, en las que consta el nombre del médico y la prescripción y sus indicaciones. Uno de esos sellos dice lo siguiente: “de Marcellus, colirio con incienso contra las granulaciones y las cicatrices: colirio de Nardo contra la oftalmia y la blefaritis” Las fórmulas que se han encontrado en estos sellos son casi idénticas a las descritas por celso: tienen el mismo nombre y las mismas indicaciones. Su elaboración era compleja y se encargaba de ella el propio oculista, que más tarde entregaba al paciente la tableta grabada con el sello para que el propio paciente la disolviese en agua, leche, miel o orina. La miel y la grasa de cerdo eran excipientes muy habituales. entre los principios activos, aparecen muchas veces el cobre, las sales de plomo, mercurio, zinc, plata y antimonio y vegetales como el árnica, los granos de polen y el opio.
Los colirios en la obra de Celso en su tratado Los ocho libros de la Medicina, escribe celso: “Las enfermedades a las que están expuestos nuestros ojos, por ser éstos indispensables, así para el uso como para el placer de vivir, merecen que les consagremos todos los cuidados para su conservación y defensa” Según celso, las oftalmias van acompañadas de ciertos indicios que permiten formular un pronóstico seguro, pues si hay al mismo tiempo inflamación, lagrimeo y legañas espesas, no hay temor de que se prolongue la enfermedad. por el contrario, si e lagrimeo es abundante y cálido, el derrame pituitario escaso, la inflamación mediana y está afectado sólo un ojo, la enfermedad será larga, aunque no peligrosa. Si han sido atacados a la vez los dos ojos, la duración del mal quizá será corta, pero habrá de temerse alguna ulceración. Una gran inflamación, si no es dolorosa ni supura, no es peligrosa, pero si hay sequedad y dolor, casi siempre se forma una úlcera, a consecuencia de la cual los párpados se pegan a veces al globo del ojo. También debe temerse una ulceración de los ojos o de la pupila cuando las lágrimas son saladas y cálidas, o cuando desaparecida la inflamación persisten durante cierto tiempo el lagrimeo y las legañas. el pronóstico es más grave cuando fluyen lágrimas cálidas y abundantes, se tiene sensación de ardor en la cabeza, el dolor se propaga de las sienes a los ojos y hay insomnio. en esas circunstancias, suele estallar el ojo. Si la ruptura es interior, tiene solución, pero si es exterior no hay remedio. celso cita a Hipócrates, que curaba las enfermedades de los ojos con sangrías, medicamentos, baños y vino, pero que no dio detalles sobre el empleo de los medicamentos en cada dolencia, por lo que celso se extiende mucho en este tema, que considera de la máxima importancia. en los ojos se localiza a veces una inflamación caracterizada por hinchazón y dolor, a la que sigue un derrame de pituita. estos síntomas deben ser combatidos con descanso y dieta y el enfermo debe desde el primer día acostarse en una habitación a oscuras, guardar silencio, privarse de todo alimento y beber muy poca agua. Si los dolores son intensos, hay que practicar una sangría el segundo día.
cuando la enfermedad se declara con menor intensidad, no es necesario un tratamiento tan enérgico y hay que prescribir lavados del ojo, a partir del segundo o tercer día. Tampoco es necesario imponer una larga dieta a los enfermos para que la pituita no se haga más tenue y más áspera, pero al segundo día puede autorizarse una alimentación con sustancias ligeras, como los huevos pasados por agua, que espesan los humores. Si el mal ha perdido virulencia se recomiendan papillas o sopas de leche, y en los días siguientes, a medida que la inflamación disminuya, se aumenta la cantidad de los alimentos, que no han de ser salados, acres ni atenuantes. desde el primer día se debe aplicar un tópico compuesto de azafrán y harina blanca finísima, empleando como excipiente clara de huevo, hasta que adquiera la consistencia de la miel. en esta mezcla se empapa un lienzo que al comprimir las venas, aplicado en la frente, modera el curso de la pituita. Si faltare el azafrán, se lo puede sustituir por incienso. deben asimismo hacerse unciones en los ojos, tomando una pequeña cantidad de azafrán, mirra y lágrimas de adormidera, macerado todo en vino de pasas y poniendo el medicamento en contacto con los ojos mediante una sonda. Otra fórmula parecida contiene mirra, jugo de mandrágora, lágrimas de adormidera, hojas de rosa, simiente de cicuta y acacia. Se hace uso de este remedio durante el día. de noche, para conseguir que el enfermo descanse, está indicada una cataplasma de miga de pan blanco, remojada en vino, pues se atribuye a ese tópico la cualidad de absorber las lágrimas e impedir que se peguen los ojos. Si el dolor de los ojos es muy fuerte, hay que poner en un recipiente la clara y la yema de un huevo, añadir un poco de hidromiel y extender el remedio sobre lana blanca y bien cardada y aplicarlo sobre los ojos. este medicamento tiene virtudes refrigerantes y previene el flujo de la pituita y evita que los párpados se peguen. También da buenos resultados una cataplasma de harina de cebada hervida y mezclada con pulpa de membrillo bien cocida. celso describe en su obra la casi totalidad de los colirios utilizados en su época. el colirio de Filón contiene
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cerusa lavada, goma y lágrimas de adormidera tostada. el atribuido a dionisio es una mezcla de lágrimas de adormidera tostadas hasta que se reblandezcan, incienso quemado, goma y espodio. el de cleón está elaborado con lágrimas de adormidera frita, azafrán y goma. Una vez aplastada la mezcla se añade jugo de rosas. Otro colirio contiene escama de cobre, azafrán, plomo lavado y quemado y goma. en casos de derrame considerable de la pituita se emplea el colirio de adalío: castóreo, áloes, azafrán, mirra, cadmia preparada, antimonio y jugo de acacia. Teodoto añade a este colirio lágrimas de adormidera quemada, cobre quemado y lavado, goma y huesos de dátiles torrefactos. evélpides inventó un colirio con castóreo, nardo, opio, azafrán, mira, áloes, cobre quemado, cadmio, antimonio y jugo de acacia. celso proporciona informaciones muy detalladas sobre la confección de los colirios: “después de haber sido molidos aisladamente, han de ser por segunda vez triturados juntos, con ayuda de un poco de agua o de otro líquido que se va añadiendo poco a poco”. cuanto más grave es la inflamación, más urgente resulta administrar colirios emolientes, con la adición de una clara de huevo o de leche de mujer. cuando el enfermo está en vías de curación y la pituita ha dejado de fluir, los baños y el uso del vino hacen desaparecer los últimos vestigios del mal. Son muy útiles las fricciones aceitosas, que deberán ser más prolongadas en los muslos y en las piernas. Si el médico observa que con el baño aumentan las molestias de los ojos, debe suspenderse el baño y abstenerse de vino y comer muy moderadamente. en cuanto se haya detenido el flujo de la pituita se reanudarán los baños. Según celso, hay ocasiones en que la inflamación de los ojos es tan violenta que parece como si fueran a salir de sus órbitas. en estos casos siempre es necesario proceder a una sangría si lo permiten las fuerzas del paciente o prescribir lavados y prolongar la dieta si la debilidad es demasiado grande. Se administran remedios lo más emolientes posible, como el colirio de cleón y el de Nileo. este último se compone de nardo indio, jugo de adormidera,
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goma, azafrán y hojas de rosa fresca, disuelto en agua de lluvia o en vino ligero y un poco astringente. También recomienda hervir en vino corteza de granada o flores de meliloto y majarlas luego, o hacer una mezcla de mirra negra y de hojas de rosa, que será más eficaz si se añaden hojas de adormidera. después de haber preparado el colirio se bañan los ojos con un lienzo mojado en una decocción de hojas de mirto o de rosas y luego se aplica el colirio. además se deben poner ventosas en la región occipital. Si a pesar del tratamiento el ojo no vuelve a su órbita y continúa en su posición prominente, hay que llegar a la conclusión de que la dolencia no tiene remedio y dar por perdida la visión. Si aparece supuración en el ángulo más próximo al temporal, debe hacerse una incisión en el ojo para evacuar el pus y para que cese la inflamación y el dolor y las túnicas vuelvan a su lugar. Si uno de los ojos se reduce de tamaño, celso lo atribuye a un derrame de la pituita áspera. Hay que usar colirios suavizantes, añadiéndoles leche de mujer. La dieta será muy nutritiva y sustanciosa. Hay que suprimir cuanto pueda excitar las lágrimas y habrá que llevar una vida tranquila y sin preocupaciones ni emociones. celso llega a sugerir que si surgiere alguna dificultad doméstica o familiar, se procurará ocultársela al enfermo. Una curiosa enfermedad tratada por celso es la aparición de piojos entre los pelos de los párpados, que es causa de ulceraciones en los ojos. prescribe lavados, afeitar la cabeza y frotarla cada día en ayunas durante mucho tiempo. Habrá que dar paseos y hacer ejercicios, gargarismos con hidromiel en la que se hayan disuelto higos grasos y aplicar frecuentes fomentos con agua caliente. Hay que evitar los alimentos ásperos. Los medicamentos a utilizar serán emolientes, para no aumentar la aspereza de la pituita. para matar los piojos se utiliza una fórmula con espuma de nitro, sandácara y estafisagria, machacadas y mezcladas con aceite añejo y vinagre, hasta que adquieran la consistencia de la miel. cuando aparecen granulaciones después de la inflamación de los ojos, hay que evitar algunas costumbres muy extendidas, como la de frotarse
los párpados con una hoja de higuera. en vez de esta costumbre, que no sirve para nada, celso recomienda el ejercicio, los baños frecuentes y lavar los ojos con agua caliente. La alimentación será a base de sustancias ásperas y atenuantes y se administrará un colirio compuesto de vitriolo, pimienta blanca, jugo de adormidera, goma, cadmio lavado y antimonio. Otro colirio que da buenos resultados es el de Hiera: mirra, goma amoniaco en lágrimas y cardenillo raído. Las cataratas, si son antiguas, han de ser tratadas quirúrgicamente, pero si se las ataca desde su inicio se recurre a un tratamiento que incluye emisiones sanguíneas en la frente o en la nariz, quemar las venas de las sienes, provocar por gargarismos el derrame de la pituita, recurrir a fumigaciones y aplicar en los ojos colirios ásperos. Las parálisis oculares son debidas, según celso, a un golpe o a la distensión de los nervios. el resultado es que uno de los ojos, o los dos, no puede fijarse en un objeto determinado y los ojos del enfermo vagan de un lado a otro sin objeto y quedan imposibilitados de transmitir las imágenes de los cuerpos. el tratamiento consiste en fricciones con miel, aguas termales y purgantes, además de aplicaciones tópicas. en algunos casos, celso recomienda medicamentos basados en la teoría de las analogías y es partidario de un tratamiento homeopático basado en la administración de productos orgánicos, como el hígado y la sangre. el debilitamiento visual que consiste en ver bastante bien los objetos de día y no ver apenas nada por la noche se corrige haciendo que las personas afectadas por esta enfermedad asen un hígado, especialmente de macho cabrío y utilicen el jugo que se desprenda durante la cocción haciendo unciones en los ojos. Luego se comerán el hígado. También pueden ser útiles los medicamentos empleados para disminuir las cicatrices y hacer desaparecer las granulaciones de los ojos. algunos médicos añaden simiente de verdolaga, previamente machacada en una cantidad suficiente de miel para que el medicamento no pueda gotear de la sonda. el ejercicio, los baños, las friegas y los gargarismos también suelen dar buenos resultados. Si el ojo pre-
Los colirios desde la antigüedad hasta el siglo XIX
Figura 5: Volumen de la obra de celso, De Medicina, publicada en 1746.
senta derramamiento de sangre a consecuencia de un golpe, celso prescribe un colirio basado en los principios de la homeopatía simbólica: “en esta contingencia lo mejor es aplicar en los ojos sangre de paloma, de palomo torcaz o de golondrina, y esta práctica no es infundada ya que estas aves, en especial la golondrina, cuando sufren una lesión en los ojos, recobran pronto su primitiva normalidad. de esto ha nacido la fábula de que la golondrina cura a sus crías por medio de una hierba, siendo así que la curación se opera espontáneamente. por eso su sangre es un remedio excelente para las lesiones externas de nuestros ojos, tanto para ellas como para nosotros, por este orden: primero, la mejor es la de golondrina, luego la de las torcaces y en último lugar, como menos
eficaz, la de las palomas. además, para mitigar la inflamación, cuando el ojo ha sufrido alguna violencia, no está de más aplicar también cataplasmas. a tal fin se toma sal amoniacal, o cualquier otra sal, que se debe moler muy bien, y a la que poco a poco se va añadiendo aceite hasta que tenga la consistencia conveniente, y se la mezcla luego harina de cebada hervida en hidromiel”. La opinión de celso sobre las enfermedades oftálmicas es optimista, acaso en demasía para la realidad de su tiempo: “después de pasar revista a todo lo que los médicos han escrito sobre las enfermedades de los ojos, de que hemos hablado, está claro para todos que apenas hay alguna que no pueda hacerse desaparecer con remedios sencillos, y que se encuentran, por decirlo así, al alcance de la mano”
Uno de los productos más empleados en la época clásica y medieval para el tratamiento de las enfermedades oftálmicas era la mirra, que formaba parte de la composición de muchos colirios. es una sustancia de origen vegetal que proviene de diferentes especies de las burseráceas. Los clásicos le atribuyeron propiedades estimulantes, antiespasmódicas, tónicas y antisépticas. en la actualidad se emplea en cosmética y perfumería. dioscórides describió ocho especies de mirra y plinio siete. el colirio de Syneros, recomendado por Galeno, contenía mirra, óxido de zinc, hematita, tierra de chipre, azafrán, opio de españa, polvo blanco y gomas. Los colirios con mirra se denominaban diasmyrne y aparecen en multitud de textos, empleados contra las úlceras oculares. Los médicos de
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la antigüedad utilizaban, en ciertos casos, colirios mixtos. Se trataba de una mezcla de diferentes colirios y recibían el nombre del que predominaba en la composición final. era muy frecuente que contuviesen mirra, entre otros componentes.
extraño. La piedra se agita, se mezcla con el cuerpo extraño y lo expulsa, de forma que ambos caen al suelo y el ojo queda sano.
Los colirios en la Edad Media Los lapidarios y los colirios Los metales se emplearon en oftalmología, a partir del conocimiento adquirido sobre su manipulación y empleo gracias a la alquimia. Las limaduras de plomo se mezclaban con aristoloquia y servían para reforzar los dientes y aclarar la vista. Todavía en la actualidad, en el África sahariana se combate la conjuntivitis colocando en contacto con la conjuntiva o el borde interior de los párpados una moneda de plata o de bronce. La terapéutica popular ha utilizado en gran cantidad piedras y metales, preferentemente en oftalmología. en Bretaña se empleaban hachas de piedra contra múltiples enfermedades, entre ellas la ceguera. Bastaba endurecerlas con grasa y frotar con ellas los ojos y las otras partes enfermas. La “piedra del ojo” era un disco oval, con los bordes inclinados, de unos tres milímetros de espesor y con la superficie lisa. en una cara se grababa la silueta de un personaje que lleva en la mano derecha una rama. el disco era de una materia dura, a veces de cornalina o un producto similar. Se le atribuía la propiedad de extraer del ojo, sin dolor, los cuerpos extraños. en Limousin se empleaba la “piedra preciosa”, muy pequeña y de color blanco. Se intentaba deslizarla bajo los párpados. Si permanecía allí, se creía que curaría las enfermedades de los ojos, de lo contrario caía al suelo. Un curioso colirio era el que utilizaba el agua de lluvia conservada en las pilas bautismales o en piedras de las iglesias y otros lugares sagrados. Ya en la Ilustración, Lemery, en su Diccionario Universal de las Drogas Simples (1759) describe las virtudes del Lapis Sassenagensis, una pequeña piedra con el grosor de una lentilla, dura y pulida, de color gris o blanco, que se encuentra en una montaña denominada Sassenage, cerca de Grenoble. Se introduce en el ojo cuando hay en él algún cuerpo
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La terapéutica medieval no constituye una ruptura de la grecorromana sino su continuación, Se siguen utilizando los remedios de Hipócrates, Galeno, celso y dioscórides y los colirios tienen la mima composición y propiedades que entre griegos y romanos. Bizancio no rompe con esa tradición, antes bien la codifica mediante la formulación del galenismo, al que da forma pedagógica. Los árabes son dignos continuadores del saber clásico y avicena y averroes se convierten en los grandes comentadores de Hipócrates y Galeno. Los tratados de oftalmología son abundantes, sobre todo entre los médicos árabes, de los que se conocen más de una treintena de escritos sobre ese tema, pero no se producen avances espectaculares, sino el perfeccionamiento de la ciencia oftalmológica elaborada por los clásicos. La oftalmología de Mohammad Al-Ghâfiqî Mohammad Ibn Qassoûm Ibn aslam al-Ghâfiqî, fue un oculista árabe español, autor de La guía del Oculista, obra de la que se conserva un manuscrito en la biblioteca de el escorial. Su texto sigue las pautas de los grandes médicos clásicos y árabes. en relación con los colirios, no se producen grandes novedades y sigue utilizando los colirios secos, en forma de pasta, que muchas veces el propio paciente disolvía en un líquido para su administración. Los tipos de colirios responden a nueve denominaciones: 1. Chiyâf, que son los colirios pastosos tradicionales. 2. Kohl, designa al antimonio para adornar los ojos y también a todo polvo que se introduce en el interior de los párpados con una sonda. 3. Baroûd era un polvo refrescante, forma de remedio que no fue conocido por los griegos. contiene
remedios fríos con acción antiflogística. 4. Dharoûr, compuesto por varias sustancias que se reducían a polvo, que se aplicaba en los ojos sin empleo de sonda. 5. Marham, es una pomada o un ungüento para endurecer los párpados. Sólo excepcionalmente se aplicaba en su interior y se prefería utilizar aceite de rosas y yema de huevo. 6. Tilâ, para las afecciones de los párpados. 7. Dohn, un aceite que se empleaba poco, casi siempre en las jaquecas que acompañan a las molestias oftálmicas. Se usaba en fricciones. 8. Damâd, una compresa preparada con plantas aromáticas. 9. Takmîd, un fomento caliente que se aplicaba contra las inflamaciones de los párpados y también directamente en el globo ocular, en caso de úlcera córnea. estos nueve remedios eran utilizados por los oftalmólogos árabes. además de estas fórmulas de aplicación local, los oftalmólogos aconsejan recurrir a tratamientos generales, ya que según la teoría humoral no existían trastornos locales y específicos, sino modificaciones humorales que según su localización producían síntomas concretos. por ello, además de la medicación tópica, era indispensable recurrir a medicamentos generales, que restableciesen el equilibrio humoral gracias a su acción general sobre la totalidad del organismo. La obra de al-Ghâfiqî, como la del resto de autoridades árabes en oftalmología, describe prescripciones tópicas y generales. entre estas últimas, las purgas, gargarismos, estornutatorios, electuarios, clísteres y jarabes. Muchas recetas de al-Ghâfiqî proceden de Issa ben ali Kahal, el seguidor de Hanoun. predominan los chiyâf. Una receta tipo era la siguiente: “Toma coral, azafrán, azúcar en pan, una dracma de cada uno, sal gema un cuarto de dracma, hígado, un cuarto de dracma. Tritúralo y aplícalo utilizando leche de mujer”. era un colirio que se conservaba poco tiempo, debido a la presencia de substancias orgánicas. También recomienda colirios pastosos, con arsénico rojo, almidón y goma amoniaco. Un colirio
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en los párpados y los cánceres. Los remedios incluyen cauterios, purgas, flebotomía, baños oculares con agua dulce, agua de lluvia, saliva u orina, régimen y medidas higiénicas como no frotarse los ojos, y colirios: polvo de mirabolanos, colirio con sangre de paloma que se instilaba en el ojo contra las hemorragias oculares espontáneas o traumáticas, tutia blanca mezclada con agua de rosas (para los ojos enrojecidos e irritados por el fuego y el humo), óxido de zinc cocido con vino blanco y rosas secas, como desinfectante y descongestionante. además de esta medicación oficial, se empleaban remedios procedentes de la alquimia y de la astrología. Los amuletos con los signos del zodiaco protegían los ojos. Los de Tauro se empleaban contra las tumefacciones: “Toma el oro y la plata estando bajo el signo del toro, reza una plegaria y graba en una parte el signo del toro y en la otra una alabanza a Jesucristo y este amuleto será eficaz contra las oftalmías, las tumefacciones de los ojos y las afecciones de la garganta”.
Figura 6: edición de 1933 de la obra manuscrita inédita de Mohammad Ibn Qassoûm Ibn aslam al-Ghâfiqî conservada en la Real Biblioteca del Monasterio de el escorial.
pastoso destinado a ser conservado era el siguiente: “colirio de plomo que refresca las úlceras: toma cadmio dorado, cerusa, plomo calcinado, cobre calcinado, goma arábica blanca y goma adraganto blanca, 8 dracmas de cada una, antimonio 30 dracmas, almidón de trigo 8 dracmas, opio y mirra 5 dracmas de cada, tritúralo todo y hazlo pasar por un pedazo de seda y petrifícalo” este colirio se conservaba en forma de pasta y, en caso de necesidad, se podía frotar con un poco de agua de lluvia o leche para introducir una cantidad en el ojo. Los oftalmólogos latinos La relación de médicos latinos medievales que dedicaron parte de su saber a combatir las enfermedades
de los ojos es muy extensa y abarca desde autores de escaso mérito, como el salernitano Zacharias, a médicos prestigiosos, verdaderas celebridades de su tiempo, como Bienvenido de Jerusalén, Jean de Saint paul, el oculista judío aragonés Habramym, Roger de parma, Theodorico, Lanfranc, Brunus, Magister Gervasuis, arnau de Vilanova, cardinalis, Giubertus, Gualterius agilon, petrus Hispanus, Roger de Montpellier y Richard anglus. Bienvenido y otros autores realizan una clasificación de las enfermedades oftálmicas según el humor predominante. así, hay enfermedades sanguíneas, como la conjuntivitis aguda, flemáticas, como la oftalmía granulosa, coléricas, como trastornos del iris, y melancólicas, como las parálisis oculares, la xerosis, los abscesos
Una de las obras más famosas era el Compendio sobre el dolor y las enfermedades de los ojos, de Benevenutus Hierosolimitanus o Bienvenido de Jerusalén, oculista cristiano del siglo XII, que dio lugar a decenas de manuscritos que la convirtieron en una obra de consulta obligada en oftalmología. diferencia entre siete tipos de cataratas y distingue entre las curables y las incurables, en número de cuatro y tres, respectivamente. antes de proceder a la operación se aplica una purga al enfermo. el capítulo noveno está dedicado a los polvos utilizados contra las manchas: piedras preciosas como el coral rojo reducido a polvo muy sutil, así como gomas con la función de clarificar la vista. Medicamentos empleados en oftalmología descritos en el Tacuinum Sanitatis el Tacuinum Sanitatis es un manuscrito con notables y hermosas ilustraciones, que recoge la obra de Ibn Botlan, médico árabe del S. XI, del que se conocen varios manuscritos árabes y casi veinte traducciones latinas. entre los muchos medica-
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mentos descritos, algunos tienen interés en oftalmología, unos por ser benéficos, y otros porque perjudican a los ojos y a la vista: 1. Lechuga, fría y húmeda en segundo grado. Útil contra el insomnio, pernicioso para la vista. 2. albahaca, cálida y seca en primer grado. Oscurece la vista. 3. Ruda, cálida y seca en segundo grado. Beneficiosa para los ojos. 4. Hinojo, cálido y seco en segundo grado. Mejora la vista. 5. chelidonia, cálida y seca en segundo grado. Buena para la vista, aplicada como colirio. 6. Rábanos, cálidos y húmedos en segundo grado. aclaran la vista. 7. Lentejas, frías y secas en segundo grado. perjudican la vista. 8. Sal, cálida en segundo grado y seca en tercero, perjudica al cerebro y a los ojos. 9. Ojos de animales, cálidos y húmedos en segundo grado, son beneficiosos para los ojos de las personas. 10.Hígado de diversos animales, cálido y húmedo en segundo grado. Favorece la visibilidad nocturna. el más empleado era el de cabra. 11.Vino añejo perfumado, cálido en segundo grado y seco en tercero, cura las oftalmías.
Los colirios en la Edad Moderna a partir del Renacimiento se produce una revolución espectacular que rompe paulatinamente con la tradición recibida y abre las puertas a las novedades que conducirán a la actitud positivista del siglo XIX y a la revolución científica y tecnológica del siglo XX. Las novedades se acumulan durante el Renacimiento y se pone punto final a la estabilidad vivida durante la edad Media. el pensamiento se emancipa de la teología y los pensadores se orientan hacia el estudio de la naturaleza y del hombre, no de dios. deja de ser predominante el respeto a la tradición, la fe ciega en lo que dijeron aristóteles, Galeno, ptolomeo y avicena y los pensadores intentan realizar aporta-
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ciones personales caracterizadas por su novedad, como hicieron Fracastoro, Servet, Vesalio y paracelso, que realiza una nueva lectura del cuerpo humano y sustituye el humoralismo por el yatroquimismo o explicación química del organismo. Los remedios minerales y metálicos, que hasta entonces casi sólo se empleaban por vía tópica, se usan también por vía interna, para combatir los tumores, entre otras enfermedades. paracelso recomienda el empleo del mercurio y del antimonio y rechaza, como una antigualla, la tradicional polifarmacia vegetal de los galenistas. estas novedades, sin embargo, tienen escasa influencia en oftalmología, y sobre todo en los remedios empleados, como los colirios, debido a que éstos ya incluían los remedios de origen mineral, preconizados por la yatroquímica. Se produce así el hecho paradójico de que se renueva la anatomía, la fisiología y la farmacia por vía interna, gracias a paracelso, pero la medicación tópica experimenta pocas novedades. Los colirios siguen siendo los empleados por los clásicos y la edad Media. Habrá que esperar al siglo XIX para que la medicación oftálmica se renueve y pueda hablarse de una revolución farmacológica en el ámbito de las enfermedades oftálmicas y de los colirios. Los estudios de dollfus sobre la materia médica empleada en oftalmología demuestran la continuidad de los remedios oftalmológicos, que no serán renovados drásticamente hasta mediados del siglo XIX y sobre todo en la segunda mitad del siglo XX. dollfus señala que la materia médica renacentista en oftalmología era abundante pero que era la misma de la edad Media y que no hay apenas aportaciones de interés hasta el siglo XVIII, con la obra del Maestro Jan y de Saint-Yves y sobre todo a partir del siglo XIX. Un renovador como paré era un tradicionalista en lo que se refiere a la medicación oftálmica. cuando recibe el encargo de curar, con la máxima atención, a un enfermo que padecía una herida de los ojos, su terapéutica no tiene nada de novedoso: sangría de la vena cefálica, aplicación en el ojo de sangre de paloma, a la que considera un magnífico bálsamo de los ojos. También empleó plantago, clara de huevo y agua de rosas. el propio Saint-Yves, en 1730, aconseja remedios con ví-
boras y lombrices de tierra, medicamentos heredados de una antigüedad a superar. Los oftalmólogos renacentistas Jacques Guillemeau y François Thevenin son dos de los más ilustres oftalmólogos del Renacimiento. como el resto de cirujanos de su tiempo, no se dedicaban exclusivamente a la oftalmología, pero estudiaron las enfermedades de los ojos, por lo que se les puede considerar oftalmólogos aunque no tuviesen ese título. Jacques Guillemeau nació en Orleans en 1544. pertenecía a una familia de cirujanos célebres. Su padre, ascanius Guillemeau, era cirujano en Orleáns. Jacques realizó sus estudios en el Hôtel-dieu de parís y fue alumno de paré, a quien siguió en sus desplazamientos. Sirvió en la armada española en Flandes. en 1581 fue nombrado cirujano del Hôtel-dieu de parís. Fue cirujano de carlos IX, de enrique III y de enrique IV. Murió en 1613. Sus trabajos están dedicados a la obstetricia y a la oftalmología. en 1585 publicó su Traité des maladies de l’oeil, que dedicó a su maestro paré. Otras de sus obras fueron Traité de la Chirurgie française, 1594, y Oeuvres de Chirurgie, 1598. Guillemeau enumera y describe 113 enfermedades de los ojos y establece una clasificación que puede considerarse anatomo-clínica. Su estudio comienza con un capítulo dedicado a la anatomía del ojo. Luego estudia las enfermedades que afectan a todo el ojo, las de los músculos oculares, los párpados, las membranas, los humores y el nervio óptico. dedica sendos capítulos a la catarata y al estrabismo y relaciona esta última enfermedad con los excesos sexuales, debido a la disipación de los espíritus que se producen durante el acto sexual. Según Guillemeau, la catarata es una acumulación de humor superfluo que se espesa como una pequeña película entre la córnea del ojo y el humor cristalino. diferencia entre las cataratas debido al flujo humoral y las traumáticas debidas a un golpe o una caída, pero no menciona la catarata senil. el tratamiento consiste en un régimen saludable, sangrías en el brazo y en la frente, purgas, ventosas, cauterios y colirios con eufrasia y mirra, tratamiento que acostumbra a fracasar, según reconoce el propio
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Guillemeau. el fracaso obliga a la intervención quirúrgica según los recursos de la época. François Thévenin fue cirujano Ordinario del Rey y falleció en 1656. Sus obras fueron recopiladas y publicadas por su sobrino Guillaume parthon, cirujano Oculista del Rey. entre sus obras destacan su Traité des Opérations de Chirurgie, su Traité des Tumeurs y un diccionario de términos griegos aplicables a la medicina. Su tratado quirúrgico incluye una veintena de páginas dedicadas a la oftalmología. estudia las enfermedades de los párpados y las cataratas. a estas últimas las considera desde el mismo punto de vista y con idénticos criterios que Guillemeau, si bien estudia la catarata senil, que no había sido descrita por éste. Resume las enfermedades de los ojos en tres tablas y sus remedios siguen las pautas de los oftalmólogos anteriores, sin novedades de ningún tipo en el uso de pomadas, baños oculares y colirios.
se llama cristalino, el de la parte de dentro, que es como principio suyo, se dice vítreo; el tercero, albugíneo, blanco y puro, y para guarda dellos les dio el autor de la Naturaleza seis telas o túnicas: a el vítreo le cerca la primera, que se llama retina; la segunda se dice secundina; la tercera, scliros, que llega hasta el iris de los ojos. a el humor blanco le cercan otras tres: la primera, úvea, la segunda, córnea, la tercera, conjuntiva. de más desto, nacen de el celebro dos nervios, llamados ópticos, que, uniéndose en lo alto de la frente, y después dividiéndose en medio della, haciendo una cruz o aspa, se dividen en dos brazos que llegan a las pupilas de los ojos, y pasando por allí los espíritus vitales que reciben del cerebro y
las especies y figuras de los objetos, forma el alma la vista de los ojos” Según daza, las vistas son tantas como los rostros humanos, “porque si dijo Galeno que para cada hombre había menester un médico, por la diferencia que hay en la constelación de el uno a otro individuo, cuánto con mayor razón se puede decir esto de los ojos, tan delicados, que para cada uno de ellos es menester esta nueva ciencia” Los filósofos antiguos exigieron tres requisitos generales para que la vista sea perfecta, opinión que comparte daza: sanidad de la potencia, iluminación del medio y debida aproximación del sujeto: “La primera circunstancia es que los ojos estén sanos y bien dispuestos para
Las opiniones de Daza de Valdés sobre la vista y el ojo en 1623 se publica en Sevilla la obra de daza de Valdés, notario del Santo Oficio de la ciudad, Uso de los Antojos para todo género de vistas, que es la principal aportación del renacimiento tardío a la oftalmología. aunque dedicado específicamente a la óptica, contiene observaciones sobre los ojos y el sentido de la vista de gran importancia en la historia de la oftalmología. en su Prólogo al lector, afirma daza: “No hay cosa más delicada ni menos inteligible que los achaques de la vista, ni menos entendida ni declarada, pues ni los dolientes della saben decir su necesidad ni se hallan remedios visibles para estas dolencias. Galeno afirma que las enfermedades de los ojos son ciento y doce, cuya curación la juzga por la más dificultosa del cuerpo humano, y por mucho más arduo tengo la cortedad y falta de vista, porque aquella pende de humores o corrimientos visibles, y ésta de invisibles y no conocidos efectos”. daza comenta la obra quirúrgica de Fragoso, la gran autoridad de la cirugía española renacentista. Según Fragoso en cada uno de los ojos hay tres humores: “el que cerca la pupila
Figura 7: Benito daza de Valdés publicó su célebre libro sobre los anteojos en Sevilla, 1623.
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Figura 8: Fórmulas de colirios débiles en el tratado de Wharton-Jones, Tratado práctico de las enfermedades de los ojos, Madrid 1864, pág 77.
ver y conocer cualquiera cosa perfectamente, y que no se engañen por más ni por menos. Y esta sanidad o debida disposición de la potencia consiste en muchas cosas, o en vicio natural de la vista, o enfermedad separable, o enfermedad por algún humor que corra del cerebro, o que haga color en la misma substancia de los ojos, como en el que padece ictericia, porque teniendo color dentro, no puede juzgar de los colores de afuera, o por otras semejantes ocasiones que la enfermedad cause; pero los defectos que consisten en vicio natural son muchos: por tener una substancia y humores de los ojos fuera de su debido temperamento y por esto no representar las imágenes en la perfección que otra vista, o por tener el humor glacial muy pequeño y no poder recibir en él tantas formas visibles como otra vista”.
fectamente, que con uno solo que falte se destempla todo lo demás... unos, por tener la vista muy obscura, otros porque el humor de la córnea se va condensando y obscureciendo. Otros, porque se lo impide una como lapa o paño, y semejante a esto son las cataratas que se engendran debajo de la córnea y cubren la niñeta. a otros les parece que ven con una como mota o nubecilla delante de los ojos, cosa que da mucha pesadumbre, por la continuación que tienen de fregarse los ojos con la mano parea quitársela. Y semejantes a éstos suelen ver otros como por telas. Otros las ven conforme al humor de que pecan: como si son coléricos, amarillas; si melancólicos, verdes; si sanguíneos, rojas; y si flemáticos, blancas”.
Las diferentes enfermedades de los ojos, como las cataratas, son descritas en la obra de daza: “Tienen los ojos tantas túnicas y humores y piden tales requisitos para ver per-
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Uno de los textos clásicos de oftalmología del siglo XVIII es el Traité des maladies de l’oeil et des reme-
des propres pour leur guerison, escrito por antoine Maitre-Jan, cirujano del rey, en Méry-sur-Seine. Su edición de 1740 tiene 550 páginas y en su primera parte realiza una descripción del ojo que recoge los avances anatómicos de su época, herederos de los progresos realizados por Leonardo y Vesalio. Muchas de sus páginas, de la 94 a la 235, están dedicadas al tema de las cataratas: “la alteración entera del cristalino de modo que pierde toda o parte de su transparencia” Uno de los capítulos está dedicado al modo de operarlas y a los métodos que permiten poner remedio a los accidentes que se derivan de esa delicada operación. para atenuar el flujo y la inflamación recomienda un colirio confeccionado a base de 15 granos de trociscos blancos de Rhazis disueltos en dos onzas de agua destilada de rosas. el trocisco blanco de Rhazis, de origen árabe, se compone de una mezcla de cerusa, almidón, goma arábiga, goma adraganto y alcanfor, todo ello triturado de modo que al añadirle el agua de rosas se obtiene una pasta sólida que es preciso secar a la sombra. cuando haya cesado el flujo y la inflamación, si se aprecia debilidad en el ojo, se utiliza un colirio fortificante, moderadamente seco y cálido, que se prepara con agua destilada de hinojo y con un poco de espíritu de vino. También aconseja un colirio preparado con semillas de anís o de hinojo, con las que se prepara una infusión en vino blanco o clarete, durante 24 horas, destilándolo todo a continuación. Más inquietante es la prescripción de sanguijuelas en el tímpano y de vesicatorios detrás de la oreja. Si el dolor persiste, se introduce en el oído sangre de paloma o leche de mujer, a la que el maestro Jan añade azafrán. Si se forma una excrecencia de carne, aconseja un colirio seco, con azúcar candi y de iris de Florencia, que se administra con ayuda de una pluma. el Maestro Jan recomienda a sus colegas que se dediquen a la oftalmología. Observa con pesar que la mayoría de los médicos descuidan el estudio de las enfermedades de los ojos, cree que debido a su gran cantidad y complejidad, por lo que dedicarse a ellas supone un ímprobo esfuerzo al que hay que dedicar toda la vida. Jan admite la dificultad, pero cree que son fáciles de curar por
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parte de cirujanos expertos, por lo que desea que la publicación de su tratado contribuya a que los cirujanos de su tiempo dediquen más atención a las enfermedades de los ojos, dándose cuenta que son capaces de curarlas, lo que beneficiará, según sus palabras, tanto a los pobres como a los ricos para mayor gloria de dios. Los medicamentos y excipientes utilizados suman un total de 110, algunos de ellos citados reiteradamente, en lo que supone una prueba más de la continuidad de los remedios antiguos y de la ausencia de novedades en el ámbito del tratamiento de las enfermedades oftálmicas: en el 70% de los casos, el medicamento confeccionado es un colirio líquido, cuyo excipiente es mayoritariamente el agua de rosas y otras aguas florales. Los ungüentos y emplastros, semejantes a las pomadas actuales, son escasos, mientras que la administración del medicamento en forma de polvo o colirio seco aparece con cierta frecuencia. Los excipientes viscosos, como las diferentes gomas, formaban parte de la composición de muchos colirios. el Maestro Jan recomienda muchas veces el empleo de compresas oculares, para conseguir una irrigación continua. en ellas aplica agua de rosas, clara de huevos, decocciones de hisopo y flores de manzanilla y meliloto. La fístula lacrimal se combate desecándola con una loción a base de aristoloquia, mirra, áloes, incienso y azúcar en vino. Se impregna una mecha y se introduce en la fístula. para el tratamiento del tracoma prescribe un colirio confeccionado con una dracma de tutia preparada, dos escrúpulos de áloes, un escrúpulo de acetato de cobre, dos granos de alcanfor, todo disuelto en seis onzas de agua de rosas y vino blanco. Las verrugas de los párpados y los cánceres se tratan con remedios tópicos, escogiendo aquellos que hacen reposar a los humores malignos: aguas destiladas de morera, de plantago, vidrio de tierra y sal de Saturno. Las intervenciones deben ser precedidas de la inevitable purga de los galenistas: para ello recomienda sen, ruibarbo, cassia y cristal mineral. el objetivo es “prevenir el flujo y la inflamación que muchas veces se producen después de la operación”.
Figura 9: Oftalmoscopio, Wharton Jones, pág 177. Imagen del fondo bibliográfico de la Fundación Uriach 1838.
Mémoires et observations anatomiques, physiologiques et physiques sur l’oeil et sur les maladies qui affectent cet organe, de Jean Janin esta obra, publicada en 1772, empieza con el estudio de la anatomía del ojo. aporta interesantes descripciones de la estructura de la córnea y el cuerpo vítreo. a continuación aporta numerosas observaciones clínicas, con especial atención a las vías lacrimales y a la cápsula del cristalino. Los medicamentos se describen en el último capítulo: De différents remèdes éprouvés pour la guérison des maladies des yeux. el primer colirio descrito es un agua oftálmica compuesta por 24 granos de vitriolo blanco, treinta granos de azúcar candi, 36 granos de iris de Florencia en polvo sutil y 12 granos de verde de gris pulverizado. Se emplea para disipar los flujos y para hacer que cese el flujo lacrimal. el colirio resolutivo era una fórmula con una pinta de vino blanco de calidad y un dracma de áloes, tutia preparada y crocu metallorum. Se aplicaba contra las inflamaciones de los ojos y las úlceras de la córnea. el colirio aromático espirituoso se empleaba en las tumefacciones de los párpados y para fortificar, aclarar y conservar la vista. contenía salvia en infusión. el colirio detersivo y vulnerario contenía cebada, agua vulneraria espirituosa y miel rosada. era detersivo y cicatrizante y también se empleaba contra las fístulas lacri-
males. el colirio resolutivo y detersivo tenía entre sus ingredientes corteza olorosa de nuez moscada, clavo, áloes, mirra, oropimente y verde de gris. Se preparaba una infusión en una pinta de vino blanco, un día de verano, al sol. era cicatrizante de la córnea, de la conjuntiva y de los bordes de las pupilas. además de estos y otros colirios, Janin describe la composición de pomadas y polvos oftálmicos. Se trata, en su conjunto, de una excelente revisión de los conocimientos oftalmológicos de su época y de los remedios más empleados por su relativa eficacia en el tratamiento de las enfermedades de los ojos.
Los medicamentos oftálmicos en la obra de Vitet La Pharmacopée de Lyon ou Exposition Méthodique ds médicaments simples et composés. De leurs caractères, vertus, de leur préparation et administration et des espèces de maladies oú ils sont indiqués, 1778, fue escrita por M. Vitet, de la Sociedad Real de Medicina de parís. al tratar de los colirios, recomienda que sean fluidos y transparentes, incluso si en su composición entran un gran número de simples. Se aplican poniendo sobre los ojos compresas y, si el colirio no penetra de forma suficiente en el ojo, aplicándolo directamente. debe empezarse el tratamiento con los colirios más suaves y sólo en el caso de que se manifiesten
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ineficaces hay que recurrir a los más enérgicos y activos. es preferible el empleo de los colirios simples, pues en ese caso puede atribuirse su acción a su único ingrediente, mientras que en un colirio compuesto se ignora el responsable de su virtud terapéutica. Hay que desaconsejar el empleo en los colirios de sustancias irritantes como el alcohol, los ácidos y, sobre todo, los ácidos minerales. esta actitud prudente se resume en la siguiente frase: “debes conocer muchos medicamentos y administrar muy pocos”, que resume certeramente su actitud, caracterizada por la prudencia terapéutica y la sensatez. La obra de Vitet incluye once remedios simples empleados en oftalmología y dos medicamentos compuestos. de los simples, nueve son de origen vegetal y sólo dos proceden del reino mineral. Recomienda la sarcocola para las manchas, pero niega que
contribuya a la cicatrización de las úlceras benignas, como sostenían otros autores. Se prepara pulverizada, de diez granos hasta media dracma mezclada con clara de huevo. Las hojas de ruda producen un jugo que es irritante si se introduce en los ojos. considera discutible que sirvan para el tratamiento de las manchas oculares. La rosa roja calma, por vía tópica, la oftalmía húmeda y las debidas al sol, el fuego y los golpes. La eufrasia es útil en las oftalmías húmedas. el vitriolo blanco de zinc es recomendable en las inflamaciones del globo ocular cuando el dolor comienza a disminuir. Seca con rapidez las úlceras benignas. Se utiliza en forma de colirio: de tres granos a un dracma, en solución con cuatro onzas de agua de río filtrada. La tutia se emplea en las oftalmías húmedas y en las inflamaciones de los párpados. entre los medicamentos compuestos, el ungüento de tutia está formado por tutia y ungüento rosado. disipa la ulceración del borde de los párpados, la inflamación húmeda de los ojos y las úlceras de la córnea. el ungüento de flores de zinc, con flores de zinc, tutia, coral rojo, alcanfor y grasa, tiene las mismas virtudes que el ungüento de tutia.
Los colirios en el siglo XIX Gracias a los alcaloides, las vacunas, los productos aportados por la síntesis orgánica, los antisépticos, anestésicos y analgésicos, la terapéutica se renueva y aporta una serie de mejoras, que son la antesala de la farmacia del siglo XX. Los tratados de oftalmología recogen estos avances y se modifica sustancialmente la composición de los colirios y de las pomadas oftálmicas. por fin cabe hablar de una renovación radical en un sector que permanecía inmóvil, fiel a los postulados de los médicos que ejercieron su profesión muchos siglos antes. Tratado de la oftalmia, catarata y amaurose, de J. Sichel Figura 10: detalle de la lámina del tratado de Wharton-Jones: inflamación de la conjuntiva, granulaciones del párpado superior y granulación palpebral.
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en 1839 se edita en cádiz el Tratado de la oftalmia, catarata y amaurose, de J. Sichel, doctor en medicina y cirugía de las Facultades
de Berlín y parís, catedrático de clínica de las enfermedades de los ojos, médico oculista de la Junta de Beneficencia del XI distrito de parís y antiguo Jefe de clínica Oftalmológica en Viena. Tradujeron la obra José Zurita y José Bartorelo, alumnos del colegio Nacional de Medicina y cirugía de cádiz. Sichel resume su tratamiento de las oftalmias en seis puntos: “1. es menester descubrir y combatir las causas locales que han producido, y mantienen la inflamación ocular. 2. Impedir el aflujo mui violento de la sangre hacia el ojo por medios adecuados, es decir: repercusivos, deplesivos y revulsivos. 3. disminuir la plasticidad de la sangre. 4. combatir la sensibilidad exaltada del ojo. 5. Favorecer en ciertos casos el tratamiento general con el local. 6. conceder al órgano inflamado algún reposo sin sustraerle enteramente su estímulo natural”. ente los medios anticongestivos recomienda las sangrías locales o generales, precisando que “en algunas ocasiones es necesario sangrar hasta producir el síncope” y que “la arteriotomía, la abertura de la vena yugular y nasal tienen el grave inconveniente de hacer una compresion cerca del órgano enfermo que impide la circulación venosa y aumenta la flogosis” También resultan inconvenientes de aplicar sanguijuelas a la conjuntiva palpebral, “porque su poca extensión no permite poner un número suficiente para que la irritación de sus mordeduras se compense con la depleción que producen. esta verdad sancionada por la experiencia nos obliga, cuando queremos hacer una deplesión directa, a usar mayor numero de sanguijuelas que cuando una simple revulsión”. entre los purgantes recomienda sulfato de sosa o de magnesia disueltos en un poco de agua. en los niños prescribe maná, infusión de hojas de sen con café, electuario de sen con ciruelas pasas, cremor tártaro y jarabe de ruibarbo. para obtener efectos más drásticos aconseja escamonea o raíz de jalapa en dosis de un escrúpulo a media dracma en los adultos y de medio escrúpulo en los niños. La plasticidad sanguínea disminuye con la administración de mercuriales: “sus efectos en el hombre
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sano, e innumerables experiencias en los enfermos prueban de un modo incontestable que está dotado de propiedades mui utiles para tratar con buen suceso las afecciones inflamatorias: si se administra por mucho tiempo, y de manera que obre con lentitud, desenvuelve todos los fenómenos del escorbuto, tales son equimosis, úlceras, hemorragias difíciles de cohibir” cuando se propone disminuir la plasticidad de la sangre, recomienda las fricciones de ungüento napolitano, mercurio dulce preparado al vapor, de un cuarto, tercio, o cuando más medio grano, y las píldoras azules de la farmacopea de Londres, de uno a tres granos cada dos horas. Une a cada dosis de mercurio dulce uno o dos granos de magnesia calcinada. La sensibilidad de la mucosa gástrica de algunos enfermos obliga a que a las preparaciones mercuriales deba añadírseles una pequeña cantidad de extracto gomoso de opio. para el tratamiento de las flegmasias oculares asocia la administración por vía interna del mercurio con el uso de fricciones de ungüento napolitano, hechas en las cercanías del ojo, sienes, frente y pómulos, pero nunca sobre las cejas mismas ni los párpados, porque como estas partes están en relación directa con la superficie del ojo, la acción irritante mecánica de las fricciones aumenta la violencia de la flogosis. en los casos en que se trata de obtener la dilatación mecánica y temporal de la pupila prescribe belladona, beleño y estramonio. Recomienda especialmente la belladona, echando entre los párpados algunas gotas de la solución filtrada de ocho granos de su extracto por dracma de agua destilada. Si se trata de disminuir la sensibilidad de la retina y se teme que el contacto inmediato del medicamento con los tejidos irritados del ojo aumente la irritación, se harán fricciones, cuatro u ocho veces al día, con extracto de belladona sin fécula, sobre la frente, sienes y pómulos. estas fricciones hacen cesar la fotofobia. Si la sensibilidad morbosa de la retina es tan rebelde que resiste a este tratamiento, se administrará interiormente la belladona, de un cuarto a un tercio de grano en polvo para los niños, y de medio grano para los
Figura 11: e Meyer, Tratado práctico de las enfermedades de los ojos, Madrid 1875.
adultos, dosis que se repite cuatro o seis veces al día. La opinión sobre la gran cantidad de colirios utilizados es negativa: “Los colirios, lo mismo que las pomadas oftálmicas, son peligrosos en manos de los charlatanes y sólo son útiles en las conjuntivitis y aun en estas es menester distinguir sus especies si queremos usarlos con ventaja”. La inflamación de la esclerótica se combate con sangrías locales abundantes y el uso externo de mercuriales. el dolor y la fotofobia se tratan con belladona. Las sangrías generales muchas veces se hacen imprescindibles, así como el uso de revulsivos en la declinación de la enfermedad, para evitar las recidivas. Se proscribe todo
tipo de colirio. Los fomentos de agua fría sólo son útiles en los casos de esclerotitis traumática. La escasez de medicamentos empleados conduce a una terapéutica reiterativa y monótona, prácticamente igual en todas las enfermedades. el método terapéutico sigue siempre la misma pauta: sangrías abundantes y reiteradas, mercuriales, purgantes, revulsivos, tónicos y arsenicales. poco partidario de los colirios, Sichel es un entusiasta de las sangrías generales y locales: “no pensamos por cierto que las sangrias limiten su accion al organo inflamado, sí que producen ademas un efecto general en toda la constitución del individuo: asi, las ventosas esca-
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rificadas sobre el dorso, las sanguijuelas aplicadas a el ano, o partes genitales, las sangrias del pie en fin, disminuyen la plétora venosa y amortiguan de este modo una de las principales causas de la coroiditis, como asimismo descargando los vasos hemorroidales y uterinos, suplen las hemorragias habituales momentáneamente suprimidas o próximas a desaparecer para siempre: he aquí las razones que nos obligan a insistir en este género de deplesión, aun cuando la flogosis disminuya su intensidad, y a poner a las mujeres en el ano, inmediatamente después del periodo menstruo, doce a veinte sanguijuelas de quince en quince dias o cada cuatro semanas”. el tratamiento preconizado contra la inflamación de la totalidad del globo es de una especial virulencia y peligrosidad, por lo que el resultado es muchas veces la pérdida del ojo: “el tratamiento debilitante se llevará a lo sumo, en cuanto lo permita la constitución del enfermo: sangrías generales abundantes, repetidas de continuo y ayudadas por la aplicación de treinta o cincuenta sanguijuelas en las inmediaciones del ojo inflamado, administración cada hora del calomelano y opio a grandes dosis, fricciones cada hora de ungüento napolitano laudanizado, de medio escrúpulo a una dracma, revulsivos casi permanentes por medio de sinapismos, baños de pies, purgantes drásticos, altas dosis de tártaro estibiado administradas para amortiguar la circulación. Tales son los agentes que posee el arte para tener a raya la marcha rápida y espantosa de esta flegmasia” con tales remedios, no es extraño que el desenlace suela ser fatal para el enfermo: “Si no se resuelve la inflamación, y si el globo ocular se transforma en absceso, no debemos ya tratar de conservar un órgano que irremediablemente se ha perdido. La sola solucion que se presenta entonces es aliviar al enfermo atormentado cruelmente, hacer desaparecer la tensión que es la causa de sus sufrimientos, y acelerar el movimiento supuratorio, para impedir se propague la afección a las meninges, produciendo quizás la muerte. He aquí el único caso de usar las cataplasmas emolientes en los ojos; donde también es de absoluta necesidad, desde que la salida de la córnea indica la
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acumulación de una materia purulenta en las cámaras del ojo, desde que la función visual ya no ha de poder restablecerse, el incidir esta membrana para dar salida al pus; teniendo cuidado de hacer una incisión que comprenda las tres cuartas partes de la circunferencia de la córnea, para vaciarlo mejor”. Las oftalmias blenorrágicas, muy frecuentes en la época, se tratan según una pauta general que se amolda a la edad y la mayor fortaleza o debilidad de los enfermos. en los niños se aplican dos sanguijuelas detrás de las orejas. Si la cara palidece no se evacuará más sangre, pero si permanece roja se aplican más sanguijuelas. Los purgantes, como en todas las oftalmias, son prescritos abundantemente: tres o cuatro cucharadas de jarabe de ruibarbo y de achicoria o una solución de maná. Si se trata de niños hay que extremar las medidas de higiene y dar instrucciones precisas a las nodrizas. Los ojos se lavan cada cinco o diez minutos con una solución tibia de acetato de plomo o de sulfato de cobre en agua destilada. Hay que limpiar la zona con mucho cuidado, por medio de una esponja fina empapada de colirio, dejando caer hacia el ángulo externo el chorro de líquido, que se procurará retener allí para reblandecer el moco. Todavía es mejor inyectar el colirio con una jeringa. La hinchazón de la conjuntiva y la secreción purulenta aconsejan los astringentes tópicos más enérgicos: se echan algunas gotas de láudano de Sydenham diluido o puro, entre los párpados, dos o más veces al día. No hay necesidad de recurrir a la cauterización o escisión de la conjuntiva, salvo en el caso de granulaciones abundantes, que según Sichel hacen aconsejable esos tratamientos enérgicos. Las manchas de la córnea consecuencia de la enfermedad se suelen absorber fácilmente con el uso tópico del láudano, del precipitado blanco y de una pomada de hydro-iodato de potasa, un gramo de principio activo por dracma de manteca. en caso de granulaciones, el colirio de elección es un astringente, con sulfato de cobre, láudano de Sydenham y agua. Sichel cita varias historias clínicas en las que el uso de ese colirio, en concentraciones cada vez más elevadas, curó al enfermo, si bien éste recayó más tarde, pero no con afecciones en
Figura 12: excavación fisiológica, Meyer, pág 241.
la mucosa del ojo, sino en la bronquial. algunos tratamientos son muy enérgicos y según Sichel se resolvieron con éxito. Uno de esos casos incluyó sangría del brazo en cantidad de 16 onzas, aplicación de 15 sanguijuelas el mismo día por la noche, delante de la oreja derecha, fricciones de ungüento napolitano sobre la frente cada dos horas, fomentos de agua fría en el ojo afectado, uso interno de los calomelanos para conseguir el efecto purgante, 18 sanguijuelas delante de la oreja derecha, nuevas fricciones con un colirio de acetato de plomo, dos granos por onza de agua destilada, fricciones mercuriales, colirio con 3 granos de sulfato de zinc por onza de agua destilada y un vejigatorio en la nuca. Sichel, impávido, concluye: “la enferma quedó convaleciente y no ha vuelto a verme”. Tratado práctico de las enfermedades de los ojos, de T. Wharton-Jones T. Wharton-Jones fue profesor de oftalmología de la Universidad de Londres. Su obra se tradujo al francés por M. e. Foucher, profesor agregado de la Facultad de Medicina y cirujano de los hospitales. en españa fue traducida por Miguel Baldivielso. La primera edición apareció en 1862, la segunda en 1864. Se trata de una obra que es un perfecto exponente de la situación de la oftalmología a mitad del siglo XIX, todavía entre la tradición y la renovación. Las sangrías y el empleo de plantas de escasa
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el enfermo la cabeza inclinada hacia atrás, y los párpados abiertos. el objeto principal de estas lociones es el de quitar las secreciones anormales. en la oftalmía blenorrágica, cuando los párpados están muy tumefactos y no pueden abrirse, es necesario inyectar la solución entre ellos, después de haberlos lavado bien. Si se emplea la jeringa, es necesario mucho cuidado para no herir el ojo enfermo. el operador debe procurar resguardar sus propios ojos, que pudieran recibir un chorro de líquido.
Figura 13: Blefaroplastia y aplicación de suturas, Meyer, pág 606.
relevancia coexisten con el uso del opio, de la atropina y de la quinina. además de un tratado de oftalmología, la obra de Wharton-Jones es un compendio de la medicación oftalmológica y de la convivencia entre los antiguos y los nuevos remedios. Un capítulo de su obra, el titulado Aplicación de los remedios al ojo y a la región ocular, es un resumen de los colirios y pomadas oftálmicas, así como de los medicamentos de acción general, que se aplicaban en oftalmología. Wharton-Jones empieza con las lociones frías: “el agua fresca de fuente es el mejor remedio frío. Se aplica por medio de compresas de lienzo viejo o lino, que deben ser bastante largas para cubrir las partes vecinas, pero muy ligeras para no hacerse incómodas por su peso”. Las duchas frías son chorros de agua fresca que se dejan caer continuamente durante un cuarto de hora sobre el ojo. como remedios calientes destacan las cataplasmas y los fomentos. cuando se los quita se lim-
pian suavemente los párpados con un lienzo, teniendo cuidado de no exponer el ojo a una corriente de aire. Wharton indica que con el término de colirio se había designado, antiguamente, a todos los medicamentos empleados en la medicina ocular, pero que en su época ya sólo se consideraba colirios a las lociones aplicables en el ojo. entre ambas opciones, Wharton elige la más tradicional, al informar al lector que se mantendrá fiel a la tradición antigua y que junto a los colirios líquidos considerará las pomadas y los polvos que se usan en el tratamiento de las enfermedades de los ojos. Los colirios empleados en lociones son soluciones débiles que se emplean varias veces al día. el líquido se vierte tibio en una taza en cantidad suficiente, y el enfermo, inclinando su cabeza encima de la vasija, lava su ojo durante algunos minutos con un pedazo de lienzo. después, un ayudante puede hacer caer en el ojo algunas gotas de la solución, teniendo
Las pomadas se aplican sobre los bordes libres de los párpados o en toda la superficie de la conjuntiva. en el primer caso, el enfermo puede hacer la aplicación por sí mismo, pero en el segundo es imprescindible que sea el médico quien aplique el remedio. antes de colocar una pomada sobre el borde libre de los párpados, hay que quitar todas las materias que incrustan la raíz de las pestañas, lo que se consigue frotando el borde libre con manteca de cerdo y lavándolo con agua tibia después de algunos minutos. para untar de pomada el borde libre de los párpados se usa un pincel pequeño o la extremidad de un dedo. el párpado se vuelve ligeramente, a fin de que la pomada se aplique sobre las aberturas de las glándulas y se unta la raíz de las pestañas ejerciendo una ligera fricción después de haber cerrado los párpados. Si la pomada debe aplicarse a toda la superficie de la conjuntiva, se coloca una porción como el grueso de un garbanzo pequeño sobre la extremidad de un estilete o bajo la uña del dedo meñique, y se introduce debajo del párpado superior, que se ha separado previamente del globo. después se baja el párpado y se frota ligeramente durante algunos instantes contra el globo, a fin de que el calor haga disolver la pomada y ésta se extienda sobre toda la superficie conjuntival. algunas veces las pomadas se introducen en las vías lagrimales utilizando los estiletes o cuerdas de guitarra que se introducen en el canal nasal, ya por la nariz, ya por el orificio de una fístula lagrimal. Los colirios secos o polvos estaban en desuso en la época en que Wharton-Jones escribió su tratado. comenta que antes se empleaban con frecuencia en los casos de man-
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algunas veces es preciso recurrir a la cauterización, para tocar las fungosidades de la conjuntiva, las ulceras de la córnea, las hernias del iris y los estafilomas parciales. el cáustico más empleado es el nitrato de plata. para la operación, un ayudante se encarga de uno de los párpados mientras que el cirujano sostiene el otro y aplica el cáustico en el punto donde es necesario. Hecho esto, se seca con un trapo fino la parte cauterizada y se aplica un poco de aceite de oliva antes de que se cierren los párpados. La cauterización de la piel de los párpados con ácido sulfúrico es un medio empleado para curar el entropión produciendo la retracción palpebral.
Figura 14: detalle de la lámina del tratado de Wharton-Jones: melanosis del globo ocular, cristalino luxado en la cámara anterior, quistes del iris.
chas de la córnea pero que sólo debe hacerse uso frecuente de las insuflaciones de calomelanos. el polvo se pone tan impalpable como sea posible y se insufla en el ojo a través de un cañón de pluma o se proyecta por medio de un pincel seco, operación que siempre debe ser realizada por el cirujano. el azúcar refinado o azúcar candi, reducido a polvo muy fino, es el excipiente más empleado: calomelanos y azúcar refinado, a partes iguales, mézclese y tritúrese. Otras veces el azúcar candi se mezcla con óxido de zinc o con óxido rojo de mercurio. También se usa acetato neutro de plomo en las granulaciones de la conjuntiva. Se vuelven los párpados, se los seca con un pedazo de muselina y se aplica el polvo con un pincel o la extremidad de un dedo. después de haberlo dejado permanecer uno o dos minutos, se retira y se lava la conjuntiva.
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Wharton-Jones, a pesar de haber renovado parte de su terapéutica, sigue fiel a la práctica de conseguir emisiones sanguíneas mediante el empleo de ventosas, sanguijuelas y escarificaciones. La pervivencia de la teoría humoral y del galenismo hacía que todavía se empleasen remedios que resultaban dañinos para los pacientes y que ya no tenían justificación a partir de las nuevas concepciones médicas: la patología celular, la teoría microbiana y la fisiología experimental de claude Bernard. Recomienda las ventosas, aplicadas en la nuca o sobre las sienes y sobre todo las sanguijuelas. La región de alrededor de la órbita, la raíz de la nariz y las sienes, son los puntos más favorables a la aplicación de sanguijuelas en las inflamaciones oculares. Se aplican algunas veces una o dos sanguijuelas en el interior de la nariz y, si hay necesidad, sobre la conjuntiva o culos de saco palpebrales, aunque esta proceder no le parece muy recomendable, porque las heridas que resultan forman eminencias amamelonadas, que hacen en la superficie del ojo el efecto de cuerpos extraños, por lo que prefiere las escarificaciones. de seis a doce sanguijuelas son ordinariamente las que se aplican alrededor de la órbita de un adulto. en los niños bastan dos o tres, colocadas a la raíz de la nariz. es necesario, según Wharton-Jones, no olvidar que, en los niños de corta edad, la hemorragia que sigue a la aplicación de una sola sanguijuela puede tener resultados fatales si se deja continuar largo tiempo. en estos casos deben preferirse las escarificaciones, ya que en los recién nacidos su uso produce
una emisión sanguínea que suele ser suficiente. cuando el flujo de sangre ha sido sostenido durante bastante tiempo por fomentaciones calientes, es menester hacerlo cesar y secar cuidadosamente la piel. Si la sangre no se detiene por sí misma, se hará una compresión sobre las picaduras con el pulpejo del dedo o se las tocará con ácido nítrico muy diluido en agua, o se utilizará percloruro de hierro. es menester prevenir al enfermo sobre la coloración equimótica de los párpados que sigue generalmente a la aplicación de las sanguijuelas. Según la idiosincrasia del paciente, las sanguijuelas aplicadas en la cara producen eritema o erisipela y algunas veces un edema considerable. cuando se prescribe la aplicación de sanguijuelas en un punto de la cara, es necesario inquirir si ya han sido aplicadas allí y si se ha observado una tendencia al eritema. aunque los enfermos suelen asustarse del eritema y del edema que son consecuencia de la aplicación de sanguijuelas, Wharton-Jones cree que estos accidentes desaparecen con rapidez, siendo muy oportuna la aplicación de una loción saturnina. Las escarificaciones de la conjuntiva de los párpados y de los culos de saco palpebrales se realizan con la lanceta ordinaria de grano de cebada. La escarificación está indicada cuando la conjuntiva palpebral, especialmente la de los senos, está ingurgitada de sangre y tumefacta. en este caso, bastan las escarificaciones superficiales para dar salida a una cantidad considerable de sangre. Nunca deberán hacerse incisiones profundas. a medida que sale la sangre, se la va secando con un lienzo que se pasa sobre el borde de los párpados sin tocar la herida, a fin de que no cese el flujo. para aumentarlo, basta dejar que se cierren los párpados un poco, y volverlos a abrir de nuevo. cuando la sangre comienza a coagularse, se retiran los coágulos con un lienzo y se practican nuevas incisiones. el párpado superior es más difícil de volver que el inferior, pero en los casos que exijan el empleo de escarificaciones, este pequeño movimiento es más fácil de obtener a causa de la tumefacción de la conjuntiva. Se mantiene vuelto mientras se hacen
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las escarificaciones y todo el tiempo que dura el flujo de la sangre. cuando la conjuntiva de los senos palpebrales está muy congestionada y tumefacta, como en las oftalmias de los recién nacidos, hay que ser decidido y no temer el empleo de las escarificaciones. en ciertos casos de inflamación crónica, la conjuntiva del párpado superior no presenta rubicundez y tumefacción más que hacia los ángulos y casi no está afectado el resto. en esas circunstancias sólo debe practicarse la escarificación de las partes enfermas. La escarificación de la conjuntivitis del párpado inferior se realiza mediante la siguiente técnica: se vuelve el párpado aplicando los dedos índice y medio a la raíz de las pestañas. así se baja el párpado y la piel de la mejilla. después, dirigiendo el pulpejo de los dedos un poco hacia atrás, entre el reborde de la órbita y el globo del ojo, el cirujano descubre toda la superficie de la conjuntiva del seno palpebral inferior. en las granulaciones de la conjuntiva recomienda una escarificación particular, que consiste en hacer una incisión crucial sobre cada granulación, o bien gran número de sajaduras cruciales. Wharton-Jones admite que hay detractores de las escarificaciones, debido a que su práctica ocasiona más daños, debido a las irritaciones traumáticas causadas, que el bien que resulta de la emisión de sangre. Según su criterio, “esto es mirar la cuestión bajo un falso punto de vista. en los casos en que las escarificaciones son útiles, las incisiones más superficiales bastan para producir un flujo abundante de sangre, disminuir la congestión de la conjuntiva y preparar a esta membrana a recibir con más ventajas las aplicaciones que se hacen inmediatamente después”. La división de los vasos distendidos de la conjuntiva esclerotical se hace fácilmente introduciendo a través de la conjuntiva, debajo del vaso distendido, una aguja de filo encorvado que, atrayéndola hacia sí, corta el vaso. Ordinariamente se prefiere escindir una porción del vaso para impedir la tumefacción. Se mantienen los párpados abiertos por un ayudante, porque el cirujano tiene necesidad de servirse de las dos manos, una para coger con la pinza de erina la porción de la conjuntiva
que contiene el vaso, y la otra para cortar con las tijeras curvas el pliegue cogido por la pinza. La convexidad de las tijeras se vuelve hacia el ojo mientras se coge la conjuntiva. cuando el vaso no ha sido cortado al mismo tiempo que la conjuntiva, sucede muchas veces que el corte de la tijera lo pone al descubierto, y se lo puede entonces coger directamente y cortarlo. Otra de las técnicas empleadas es la denominada “contra-irritación” en las enfermedades de los ojos, la contra-irritación se hace en general por medio de vejigatorios, de emplastos estibiados o de linimentos excitantes, que se aplican sobre la nuca, detrás de las orejas o sobre el vértice de la cabeza. cuando es menester prolongarlo mucho tiempo, se aplican cataplasmas calientes entre las escápulas, un sedal en la nuca o un cauterio en el brazo.
oponerse a su oclusión y para impedir los depósitos de linfa en medio de la pared anterior de la cápsula y la formación de la sinequia posterior. También es útil en la fotofobia y “parece ejercer cierta influencia sobre la inflamación misma, y los médicos italianos la han comparado, por sus virtudes antiflogísticas, a la sangría y al tártaro estibiado”. entre los tratamientos locales se incluyen las sangrías locales, las sanguijuelas y escarificaciones, la evacuación del humor acuoso, la contrairritación y las lociones frías y calientes, dentro del apartado del tratamiento antiflogístico y dulcificante. entre las aplicaciones irritantes hay gran número de pomadas y colirios, útiles unos y perniciosos otros.
La contra-irritación se aplica algunas veces más cerca del órgano enfermo, sobre las sienes por encima de las cejas o directamente sobre la cara externa de los párpados. Se emplea un vejigatorio, o nitrato de plata, o una solución que contenga 2 gramos de yodo o yoduro de potasio y 15 gramos de espíritu de vino rectificado. consideraba que laa mercurialización era un remedio indispensable: “en la iritis aguda, cuando el organismo está sometido a la influencia del mercurio, se ve, en general, a la inflamación disminuir, y a medida que ésta continúa decreciendo, la linfa derramada es absorbida. Se acelera la acción del mercurio combinándole con el opio, y haciendo proceder su administración de una sangría. Se atribuye generalmente al mercurio la acción de estimular la absorción, pero no obra así como absorbente, sino porque calma la inflamación, causa de la exudación o la congestión, que es el único obstáculo a la absorción”. entre los eméticos destaca el tártaro estibiado en el tratamiento de la oftalmia infantil. el nitro se empleaba bastante y algunas veces se lo prefería al mercurio y al tártaro estibiado, porque no afecta a las encías como el primero, y no determina vómitos como el segundo. La belladona se emplea para dilatar la pupila, que tiende a contraerse en la iritis, para
Figura 15: detalle de la lámina del tratado de Wharton-Jones: aspecto normal del fondo del ojo visto con el oftalmoscopio, alteraciones de la retina, coroiditis atrófica.
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La oftalmia egipcíaca era una enfermedad que hizo estragos en el ejército francés e inglés en egipto y también a su vuelta a europa, extendiéndose a casi todos los ejércitos del continente. La enfermedad presenta tres grados. en el primero, la inflamación está en gran parte limitada a la conjuntiva palpebral y al repliegue semilunar y aunque haya un poco de supuración no hay blenorrea manifiesta. en el segundo grado, la inflamación se extiende a la conjuntiva ocular, que está elevada por la exudación. También hay blenorrea. en el tercer grado, los párpados están enormemente tumefactos y hay un flujo abundante de materia purulenta. Uno de los efectos más importantes de esta inflamación son las granulaciones sobre la conjuntiva de los párpados y sobre los senos palpebrales. el tratamiento de la oftalmia egipcíaca de primer grado incluye la aplicación de sanguijuelas alrededor del ojo y una medicina aperitiva. También hay que aplicar una vez al día unas gotas de nitrato de plata o el ungüento más fuerte de precipitado rojo. en la forma grave, si el enfermo es vigoroso, se deberán sacar 10, 15 o 20 onzas de sangre y administrar por la tarde de 10 a 20 granos de polvos de dower y 3 o 5 granos de calomelanos. en ciertos casos es menester prolongar la acción de la flebotomía por la aplicación de sanguijuelas alrededor del ojo y repetir la sangría. Si el iris está afectado, hay que recurrir a la sangría, las ventosas y las sanguijuelas y administrar 2 granos
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de opio y 2 de calomelanos cada cuatro horas, hasta que estén afectadas las encías y aplicar al mismo tiempo belladona alrededor de los ojos. cuando se ha calmado la violencia de la inflamación, se prescriben tónicos, como el sulfato de quinina y la quina, sobre todo si hay dolores periódicos alrededor del ojo. También es útil una contra-irritación detrás de las orejas o sobre la nuca. Las oftalmias de los recién nacidos se tratan con gotas y pomada de nitrato de plata o el ungüento fuerte de precipitado rojo. Los remedios los aplica el cirujano una vez al día, después de haber lavado el ojo. además, la nodriza administrará al niño un colirio de alumbre o de bicloruro de mercurio tibio para bañar y lavar el ojo y podrá prevenir el flujo de los bordes palpebrales untándolos con el ungüento débil de precipitado blanco o rojo. cuando la conjuntiva de los párpados está tumefacta, es necesario escarificar inmediatamente antes de aplicar las gotas o el ungüento. Se procede colocando al niño sobre las rodillas de un ayudante y después de haber lavado el ojo y vuelto el párpado suprior, se escarifica la conjuntiva. La sangre que corre en abundancia se enjuaga a medida que brota con un paño de lienzo. después se escarifica de la misma manera la conjuntiva del párpado inferior. cuando la sangre ha cesado de correr, se introduce el ungüento fuerte de precipitado rojo entre los párpados, después de haberlos reblandecido. en ocasiones, según Wharton-Jones, es necesario repetir muchas veces estas
escarificaciones y las aplicaciones de pomadas, con dos o tres días de intervalo. La nodriza debe continuar lavando los ojos del niño tres veces al día con una loción de bicloruro y después aplicar a los bordes libres el ungüento débil de precipitado rojo. También son útiles los cauterios detrás de las orejas. por vía interna se prescriben 1 o 2 granos de polvo gris y un poco de aceite de ricino o de ruibarbo y magnesia. cuando la córnea está amenazada, dan buenos resultados unas dosis pequeñas de calomelanos y quinina triturados con un poco de azúcar y administrados dos veces al día. Si el enfermo es un niño de pecho, es preciso regular el régimen de la nodriza. durante el periodo de más intensidad de la inflamación, se abstendrá de alimentos de origen animal y de bebidas espirituosas. a medida que la inflamación pierde intensidad, “podrá volver a la alimentación animal, al vino y a la cerveza y tomar bebidas ferruginosas” considera que el aire saludable, la luz suave, la fricción de la piel y un baño tibio son coadyuvantes muy eficaces. Una curiosa mezcla de cautela y de imprudencia, característica de la medicina del siglo XIX.
* catedrático de Historia de la Farmacia. decano de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona.
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Panorama hospitalario de Zamora a mediados del siglo XVIII José Luis Hernández Luis*
Resumen: el siglo XVIII fue un periodo de reformas en múltiples campos, también en el asistencial. para avanzar en su estudio, el presente artículo profundiza en el conocimiento de la red hospitalaria a mediados de dicha centuria en los territorios que integran la actual provincia de Zamora. en este sentido, se analiza el tipo de establecimientos, su financiación, organización y funcionamiento.
como resultado, se nos dibuja un panorama salpicado de numerosos albergues rurales y algunos hospitales de curación en núcleos de cierta entidad urbana, consagrados, fundamentalmente, al acogimiento y atención religiosa de pobres transeúntes. Tales establecimientos se nutrían, sobre todo, de rentas agrarias y del producto de censos. contaban, además, con una notable presencia eclesiástica.
Hospital Panorama in Zamora at the middle of the XVIIIth Century Abstract: The XVIIIth century was an era of reforms in multiple fields, including healthcare. To advance in its study, the present article delves into the knowledge about the hospital network in the middle of said century within the territories which integrate the current province of Zamora. accordingly, the type of establishment, its funding, organisation and operation are analysed.
Introducción Los hospitales de la europa moderna, muchos de origen medieval, actuaban en gran parte como albergues de pobres. Los también destinados a la curación excluían, por regla general, a los enfermos crónicos e incurables, a los que padecían fiebres y venéreas, además de a las mujeres embarazadas. el Siglo de las Luces traerá consigo la fundación de nuevos establecimientos o la reforma de los existentes1. a la investigación de tema tan sugerente se han consagrado en españa diversos autores. así pues, predominan en la historiografía los estudios sobre hospitales concretos o en núcleos determinados, algunos proyectos ilustrados, hospitales militares y cuestiones científicas o médicas2.
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as a result, a panorama dotted with numerous rural refuges and some hospitals in the centre of certain built-up areas is drawn, dedicated, basically, to the reception and religious assistance of poor vagrants. Such establishments were funded, above all, by agricultural income and by census rents. They counted , moreover, on a notable, ecclesiastic presence.
Sin embargo, son escasos los trabajos que describan la red hospitalaria en áreas amplias, con mayor o menor detenimiento. para castilla, empero, contamos con dos excelentes estudios de pedro carasa Soto. el profesor carasa Soto establece, a través de las respuestas generales del catastro de ensenada, el número total de hospitales de las antiguas demarcaciones provinciales; por habitantes, por superficie y por entidades de población. No obstante, el propio autor indica que se trata de un mero planteamiento del tema que requerirá estudios locales que analicen la implantación urbana o rural de los hospitales, el tipo de establecimientos y otros muchos aspectos. asimismo, llama la atención sobre la necesidad de acudir a las respuestas particulares del catastro3.
en este sentido camina el presente artículo, que profundiza en la situación hospitalaria a mediados del siglo XVIII en los territorios que conforman la actual provincia de Zamora. La distribución de los establecimientos, su tipología, la financiación y su organización y funcionamiento son examinados justo en el momento previo a la mayoría de los cambios que impulsa la Ilustración4. para ello hemos utilizado las respuestas generales del catastro de ensenada que se conservan en el archivo General de Simancas (en adelante aGS). en concreto, las respuestas a la pregunta treinta que versa acerca de hospitales. La información se ha completado con las respuestas particulares que hemos podido localizar de los hospitales identificados en las respuestas generales. esta docu-
Panorama hospitalario de Zamora a mediados del siglo XVIII
mentación se encuentra en el archivo Histórico provincial de Zamora (en adelante aHpZa). Sin embargo, las fuentes presentan una serie de problemas que devienen de su propósito fiscal, que sin duda dio lugar a ocultaciones; de su forma de elaboración, que solo tiene en cuenta, por ejemplo en las respuestas particulares, lo poseído u obtenido en la localidad de referencia; amén de las dificultades que entraña el obtener cantidades reales cuando aparecen rentas que en la práctica no se cobraban, no se descuentan los costes de producción y es obligada su conversión considerando medidas y precios agrarios. por las razones expuestas, las cifras económicas que manejamos son, en muchas ocasiones, aproximativas.
Distribución geográfica La red hospitalaria de Zamora a mediados del siglo XVIII estaba formada por 61 establecimientos de desigual distribución (véase apéndice). Buena parte de ellos se agrupaban en los territorios nororientales de la provincia: norte del alfoz toresano, Tierra de campos y comarca de Benavente, áreas más “prósperas” desde el punto de vista agrario5. por el contrario, las deprimidas comarcas occidentales contaban prácticamente con un único hospital cada una, asentado en las villas que actuaban como cabecera: Sayago-Fermoselle, alba-carbajales, aliste-alcañices y Sanabria-puebla6. en efecto, todo parece abonar la tesis de que la beneficencia depende más de la capacidad económica de una sociedad que de la demanda asistencial de esa sociedad7. como se desprende del contraste con el número de vecinos, los centros hospitalarios no seguían un patrón de distribución determinado por la población, pues había establecimientos en núcleos muy pequeños. aunque si es evidente una mayor concentración en las localidades más grandes: Benavente, Toro y Zamora. Quizá la existencia de hospitales en núcleos reducidos debamos entenderla, principalmente, considerando las distintas iniciativas fundacionales.
Figura 1: Fachada del hospital del Obispo (Toro), siglo XVI.
No obstante, el emplazamiento de algunos hospitales que se dedicaban al albergue de transeúntes también puede guardar relación con el paso de vías de comunicación. así ocurría, por ejemplo, con los radicados en localidades del entorno de la vía de la plata: corrales del Vino, casaseca de campeán, el perdigón, San cebrián de castro, castrogonzalo, San cristóbal de entreviñas, Matilla de arzón, Morales del Rey y arrabalde8.
Tipo de establecimientos La titularidad de los establecimientos era muy diversa (véase apéndice). eran muy importantes, en pri-
mer lugar, los dependientes de cofradías. existían, asimismo, hospitales nobiliarios, municipales y mixtos (Sancti Spiritus en Villalpando y Sotelo en Zamora), estos últimos gestionados por los concejos en unión de instituciones eclesiásticas. Tan solo aparece, en cambio, un centro administrado exclusivamente por una orden religiosa, el de Villafáfila, en manos de los Hermanos del divino pastor. Igualmente, solo nos consta un hospital de patronato real, San Lázaro, en Zamora, que además estaba en ruinas. Importante papel, en definitiva, de la Iglesia, ya en forma de asociaciones públicas de fieles, ya en forma de visitas de los ordinarios diocesanos, ya por la participación de institutos religiosos y cabildos eclesiásticos como patronos o gestores9.
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unía su condición de persona de paso, de transeúnte. No en vano, uno de los más graves problemas de aquella sociedad era la mendicidad11. en dos localidades (Morales del Vino y San cristóbal de entreviñas) aparecen, finalmente, centros especializados por sexos, aunque, habida cuenta de la existencia de varios hospitales sin especificar en otras poblaciones de rango demográfico mediobajo, es posible que hubiera alguno más.
Financiación
Figura 2: portada de la capilla del hospital de la encarnación (Zamora), siglo XVII.
en cuanto a los fundadores, la mayoría de los que mencionan las fuentes son laicos, sobresaliendo la presencia de la nobleza, tanto la titulada (es el caso de los marqueses de alcañices y de la potente casa de Benavente), como de la baja aristocracia (representada por los Morán pereira y los Sotelo). a este estamento privilegiado se deben, por otra parte, los establecimientos mejor dotados. atendiendo a los fines podemos distinguir dos tipos de hospitales. por un lado nos encontramos con el centro que se dedicaba fundamentalmente al albergue de transeúntes, institución de origen medieval, que en algunos lugares completaba su tarea con la conducción de los cami-
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nantes a su punto más inmediato de destino. Y por otro el establecimiento que se ocupaba también de la curación de enfermos, de concepción más moderna. asimismo existían algunos centros de convalecencia destinados a completar esta curación. predomina claramente el primer grupo. Según los datos que manejamos, de los 61 establecimientos solo 18 ofrecían curación; es decir, alrededor de un 30% si contamos con alguna omisión. el segundo tipo se concentraba en los núcleos urbanos y en las villas de tipo medio10. La característica primordial del usuario de la inmensa mayoría de estos establecimientos era su estado de pobreza, a la que muchas veces se
La búsqueda de rentas estables mediante la explotación de su patrimonio caracteriza a estas instituciones desde el punto de vista económico. explotación, por un lado, de fincas rústicas (tierras de secano y viñas, fundamentalmente), que se cultivaban en arrendamiento (predios de secano), con pago en grano; o directamente por el establecimiento (viñas). por el otro, mediante la entrega de fincas urbanas, sobre todo viviendas (aunque también hubo paneras, lagares y hasta un pozo de la nieve perteneciente al Hospital de la piedad de Benavente), en régimen de foro o arrendamiento (pago en metálico). Otra fuente de ingresos eran los bienes semovientes (ganado), presentes en hospitales del medio rural. No podía faltar, por último, el aprovechamiento de los capitales, que se invertían en forma de préstamos bajo garantía hipotecaria a los vecinos del entorno (censos), o se colocaban en deuda pública (juros) sobre la renta de millones, alcabalas, servicio ordinario y tabaco12. en algunas de las respuestas generales aparece pormenorizado el origen de los caudales, permitiéndonos efectuar una valoración de la trascendencia de los distintos capítulos (véase tabla 1). puede comprobarse, en primer término, cómo los ingresos eran más diversificados en los hospitales mejor dotados, frente a cierta especialización en los rurales. destaca el peso de las rentas derivadas de la tierra y de los préstamos hipotecarios. en el medio urbano (Toro) y en villas importantes como Fermoselle el rendimiento de la pro-
Panorama hospitalario de Zamora a mediados del siglo XVIII
Tabla 1. Origen de los ingresos (en reales) Fincas rústicas13 Abezames Alcañices Castrogonzalo Cerecinos del Carrizal
Fincas urbanas
Foros
203
147
Pozoantiguo
210
Otros
609
21 49
86
117
44 15
Sejas de Aliste
220 939
210
1.080 30
274
1.554
5.940
276
986
646
43
825 4.804
Villalonso Villarrín de Campos
Asignación anual
75
Fuentes de Ropel
General (Toro)
Limosnas
443
120 444
Del Obispo (Toro)
Deuda pública
82
4.000
Fermoselle
De Convalecencia (Toro)
Préstamos hipotecarios
80 6
78
11
Fuente: AGS, Catastro de Ensenada, Respuestas Generales, libro. 358, Fuentes de Ropel; libro 363, Villarrín de Campos; libro 626, Abezames y Toro; libro 627, Villalonso; libro 632, Pozoantiguo; libro 654, Castrogonzalo; libro 664, Alcañices; libro 666, Fermoselle; libro 668, Sejas de Aliste y libro 669, Cerecinos del Carrizal.
piedad inmobiliaria urbana era asimismo relevante, habida cuenta, además, que parte de los foros probablemente correspondían a esta clase de posesiones. entre las cargas que debían hacer frente los establecimientos se encontraban el pago, a su vez, de cuotas de foros, réditos de censos, mandas pías (aniversarios) y tributos como el subsidio y el excusado14. Los diferentes ingresos daban lugar a una dispar capacidad económica. Según esta podemos establecer hasta tres clases de hospitales (véanse los ingresos brutos en el apéndice). en la parte más alta de la pirámide se hallaban los hospitales de curación urbanos, los mejor dotados, con ingresos que van de los 40.800 reales de La piedad (Benavente), el establecimiento más potente de la provincia (si no consideramos las rentas extraordinarias de La encarnación por atender coyunturalmente a militares), a los 6.271 del Hospital del Obispo (Toro)15. después podríamos hablar de de un tipo medio, muy reducido, constituido por centros que se ubicaban en villas, con una capacidad económica que iría de los algo más de 6.000 reales de Sancti Spiritus de Villalpando, que sostenían el cabildo eclesiástico y el concejo, a los 1.320 de castroverde de campos,
pasando por los 5.052 de un hospital de titularidad nobiliaria como el de alcañices. en la base estaría el grupo mayoritario de albergues rurales que presentan situaciones muy desiguales. en este sentido, podemos constatar cómo estaban mejor provistos los establecimientos del naciente de la
provincia, en especial del alfoz toresano, pero también de la Guareña, áreas agrarias más “ricas”, que los radicados en las más pobres comarcas del poniente. También se observa en este grupo cómo no guarda relación la potencia económica de los hospitales con el número de vecinos, sino,
Figura 3: complejo recreativo formado por plaza de toros, salón de baile y teatro, vinculado al sostenimiento del Hospital General (Toro), primera mitad del siglo XIX.
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otra parte, sólidamente unida a la espiritual. consistía esta en misas, tanto los días ordinarios como los de precepto, que revestían mayor solemnidad para conmemorar la advocación del hospital o con ocasión de fiestas señaladas del calendario litúrgico como eran la expectación de Nuestra Señora, la Visitación, Fieles difuntos o Nochebuena. También se administraban otros sacramentos, en especial el de la penitencia; se daba cristiana sepultura a los pobres y se procuraba cumplir con los aniversarios y memorias instituidos21.
Figura 4: escultura de La muerte de San José, situada en la capilla del hospital de la piedad (Benavente), finales del siglo XVII. procede del antiguo hospital de San José.
más bien, con la dotación fundacional de los establecimientos. es de reseñar, finalmente, cómo en los núcleos urbanos convivían centros con cierta potencia económica, hospitales de curación, con unos pocos albergues de muy inferior capacidad financiera. existían, en último término, establecimientos con muy escasos o ningún ingreso propio, cuyo mantenimiento corría a cargo de otras instituciones, generalmente cofradías, alguna parroquia o mediante repartimiento entre los vecinos16. La Ilustración pondrá en marcha un proceso de racionalización de recursos, agregando y reduciendo el número de estos pequeños hospitales17.
Organización y funcionamiento durante la edad Moderna los hospitales eran centros polivalentes que desarrollaban un amplio abanico de actividades18. a la curación, hospedaje y conducción de pobres y enfermos, que ya hemos mencionado, se sumaban en los establecimientos zamoranos otras tareas asistenciales como la limosna, la dotación de huérfanas y viudas (seis doncellas y nueve viudas que mantenía el Hospital de la piedad de Benavente19) y hasta el sostenimiento de una alhóndiga para prestar a los agricultores, aneja al Hospital de San Nicolás de alcañices20. La atención material iba, por
Veamos cómo se repartía el presupuesto en estas actividades. Los hospitales más humildes invertían el magro presupuesto en alimentar a los pobres que albergaban, mantenimiento del centro, remuneración del hospitalero, si existiese, y en sufragar algunos cultos. en los de villas de tipo medio podían añadirse gastos de administración y servicios médicos22. para algunos establecimientos, mayoritariamente los mejor dotados, las fuentes nos permiten un acercamiento más preciso a la composición del gasto, con precaución teniendo en cuenta su naturaleza, y aclarar así ciertos aspectos de la gestión (véase tabla 2). como podemos comprobar, en los hospitales mejor dotados (La piedad y La encarnación, este último con el aumento de la atención a militares) los gastos asistenciales son los más considerables, seguidos por los salarios. en cambio, en los establecimientos que les siguen los desembolsos de funcionamiento, incluidas las retribuciones, superan a las partidas asistenciales que declaran. en estos capítulos se consumían los medios de los hospitales hasta el punto de que no alcanzaban los in-
Tabla 2. Gastos declarados (en reales)23
Ntra. Sra. de la Piedad (Benavente)
Asistencia
Culto
Mantenimiento
Salarios
Administración
25.288
660
S. Juan (Benavente)
458
742
350
4.220
342
S. José (Benavente)
1.100
200
300
3.880
370
453
76
739
43
227
3.056
22.077
Sancti Spiritus (Villalpando) La Encarnación (Zamora)
92.428
14.852
Fuente: AHPZa, Catastro de Ensenada, libro. 160, fols. 212 v.-216v., 230 r.-231r., 245r.-247v., 690v.-692v. y libro 1759, fols. 76v.-78v.
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Panorama hospitalario de Zamora a mediados del siglo XVIII
Tabla 3. Retribuciones (en reales) Alcañices Administrador/mayordomo Escribano
880
Fermoselle Villalpando 150
80
Médico
160
10
Cirujano
80
10
160
Capellán Cocinero/a
S. José S. Juan La Encarnación Sotelo (Benavente) (Benavente) (Zamora) (Zamora)
117
3.250/1.628
2.000
6
94
100
120
Enfermero/a Hospitalero/a
La Piedad (Benavente)
2.200/2.000
1.500
150
500
215
700
550
1.500/1.335
590
300
200
730
550
355
1.630/330
1.100
1.500/550
394 540
132
244 235
730
1.100/600
Fuente: AHPZa, Catastro de Ensenada, libro 19, fols. 54v.-55r.; libro 160, fols. 213v.-216v., 230v.-231r., 245r.-247v.; libro 486, fols. 106v.-107r.; libro 1759, fols. 108v.-110r. y libro D 23, fols. 690v.-692v.
gresos a satisfacer eventualmente todas las necesidades de los establecimientos, como indica en su declaración un responsable del Hospital de Sotelo. en algún caso, como en Villalpando, cuando se acababan los recursos se clausuraba el centro. en otros, por ejemplo en Malva, si sobraba algo se distribuía entre los necesitados24. de carácter rural y concebidos para el refugio de indigentes, la mayor parte de los establecimientos no contaba con ninguna persona que se dedicara en exclusiva a las tareas hospitalarias, probablemente porque se recurría a la prestación personal de vecinos o cofrades, y cuando sí aparece se reduce a un administrador o mayordomo, a un hospitalero/a y a un cirujano o barbero (véase apéndice). es en los hospitales de curación urbanos, y en algunos de estos en villas de tipo medio, donde hallamos una plantilla más desarrollada, que podemos estructurar en cuatro grupos. en primer lugar, el personal de administración, con la significativa figura del administrador o mayordomo, que contaba con el auxilio de escribanos, abogados y cobradores. Otro grupo era el del personal sanitario, encabezado por los médicos, a quienes seguían en la jerarquía sanitaria del momento los boticarios, cirujanos y barberos; practicantes y enfermeros/as. en tercer lugar, podemos hablar del personal de auxilio religioso, concentrado en la persona del capellán. Y finalmente, encontramos el imprescindible personal de servicios, que formaban cocineras y lavanderas, básicamente.
el personal de administración y el sanitario de mayor rango solía compatibilizar su tarea en el hospital con otras ocupaciones, mientras que la exclusividad era mayor en los oficios más humildes. aproximémonos a través de algunas respuestas detalladas a los emolumentos de los empleados más representativos (véase tabla 3). Llama la atención, en primer lugar, la disparidad salarial existente entre los empleados de hospitales que radicaban en los núcleos urbanos (Benavente y Zamora) y los de villas de tipo medio como alcañices, Fermoselle y Villalpando. por oficios podemos constatar cómo la figura mejor retribuida era la del administrador/mayordomo, seguida por los capellanes. del personal sanitario los mejor considerados económicamente eran los médicos. Más arriba hemos visto cómo muchos de los establecimientos eran de titularidad eclesiástica, destacando el papel de las cofradías. algunos de estos centros eran, además, visitados por los ordinarios de las diócesis de León y Zamora. Sin embargo, tan solo aparece un hospital que se gestionara exclusivamente por una orden religiosa, el Hospital de Villafáfila, atendido por los Hermanos del divino pastor (véase apéndice). a título individual, la presencia eclesiástica no se ceñía solo a los capellanes y confesores, sino que era muy importante también la presencia de religiosos como administradores de los establecimientos. Todo ello acredita el carácter religioso que revestía a los hospitales en esta época.
el personaje del hospitalero era clave en algunos de los pequeños hospitales rurales. Unas veces su trabajo era recompensado en grano, otras en metálico, a veces con ambas modalidades de pago o simplemente permitiéndole habitar en el edificio sin abonar renta alguna25. en cuanto al rol de la mujer en los hospitales zamoranos, aparecen algunas mujeres de cierta posición social como fundadoras de establecimientos26, pero en la mayoría de los casos su papel se restringe a los oficios más humildes: enfermeras (con muy diferente consideración a la actual), hospitaleras, cocineras y lavanderas.
Condiciones Varios de los pequeños hospitales rurales que hemos identificado se encontraban en malas condiciones, sumidos en la ruina o muy deteriorados. La parca descripción de uno de ellos, el de Sejas de aliste, que en esos momentos estaba cerrado, nos puede dar idea de su aspecto. Tenía dos cuartos altos, uno bajo, cocina y caballeriza. Mayores eran, en cambio, las dimensiones de los que se ubicaban en villas de tipo medio, en este caso alcañices: iglesia, cementerio, enfermería, tres cuartos bajos, uno alto y corral. pero nada comparable a las instalaciones de los hospitales urbanos, como el de Sotelo en Zamora: iglesia, donde eran inhumados algunos pobres; patio delantero con pozo, otro patio trasero, cuartos altos y
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bajos para la curación de enfermos; cuartos para el administrador y enfermeras, con otras oficinas; dos paneras y un camposanto donde se enterraban los difuntos pobres, con pozo y un pequeño huerto27. casi todos los edificios que acogían a los hospitales eran propios de estos o de sus instituciones titulares, aunque no faltaban casos en régimen de arrendamiento28. en consonancia con las dimensiones de los edificios se encontraba su capacidad asistencial. contrasta la escasa capacidad de los establecimientos rurales con la mayor cabida de los hospitales urbanos. Frente a las dos camas de los albergues de Belver de los Montes y Fuentelapeña, o las cuatro de los hospitales de curación de alcañices y Fermoselle, tenemos las 26 camas, ampliadas provisionalmente hasta 80 para atender a los soldados, del Hospital de la encarnación de Zamora o los 23 pobres que regularmente cuidaba el Hospital de Sotelo de la misma ciudad (véase apéndice). Los hospitales con buena dotación económica, por otro lado, disponían de camas, sábanas, mantas y almohadas que se reponían periódicamente. en los más modestos los internos tenían que conformarse con paja y manojos29. asimismo, en los mejor provistos había personas res-
ponsables de lavar la ropa y se destinaban partidas específicas para el aseo de las dependencias y la adquisición de leña, tanto para cocinar como para calefacción30. escasas son, por desgracia, las noticias sobre la alimentación de los enfermos que podemos inferir de los documentos consultados. Sabemos que en los hospitales urbanos parte de las rentas en grano se convertían en harina, se sacrificaban cerdos y también se compraban aves, aceite y azúcar. en uno de los establecimientos rurales, en cambio, daban de limosna a los pobres que recogían dos huevos y media libra de pan31. Solamente los hospitales de los núcleos urbanos y algunos de los que se situaban en villas de tipo medio, cabeceras de comarca, disponían de servicios médicos (véase apéndice). en el resto, en el mejor de los casos, debían conformarse con la concurrencia de un cirujano o con los cuidados que pudiera dispensar el hospitalero. de igual forma, solo en los hospitales mejor dotados se reflejan montantes que se destinaban a la compra de fármacos. en uno de los establecimientos, el Hospital de la encarnación de Zamora, aparece reseñada la compra de un medicamento concreto, la quina, por importe de 1.210 reales32.
La asistencia especializada: el Hospital de Locos de Valladolid para el tratamiento de las enfermedades mentales, concepto que en la época englobaba un amplio abanico de situaciones, se recurría a un centro ubicado fuera del ámbito zamorano: el Hospital de Locos de Valladolid. esta casa de orates había sido fundada por el oidor d. Sancho Velázquez de cuellar en 1489. estaba bajo administración del cabildo de la catedral de la ciudad castellana. el establecimiento se financiaba con el producto de censos, casas y tierras, además de las limosnas que recaudaban por los pueblos de castilla y León, Galicia, asturias y cantabria33. por lo que a Zamora respecta, aunque se encuentran representadas todas las comarcas, las limosnas a este manicomio son más frecuentes en la zona noroccidental de la demarcación, comarcas de los Valles, carballeda y Tierra del pan (zonas de tipo medio desde el punto de vista de la caracterización agraria provincial). Menos representadas están, por contra, las áreas pobres del occidente y apenas las zonas más ricas y con mejor estructura hospitalaria: villas, ciudades y los territorios surorientales de la provincia. Los donativos aparecen junto a dádivas a los trinitarios para la redención de cautivos, expósitos y niños de coro de astorga. Los óbolos registrados, en los casos en que se consignan, iban de los 18 reales del pueblo de peque a los cuatro de camarzana de Tera34. aquellos dementes que procedieran de poblaciones contribuyentes deberían aportar al establecimiento, además, ropa de vestir, dos mantas y 96 reales en concepto de derechos de entrada. Si los internos poseían bienes o rentas, aunque fuesen de localidades cotizantes, habrían de satisfacer su manutención. Gozaban de preferencia, finalmente, los enfermos pobres de los pueblos contribuyentes frente a los que costeaban su estancia35.
Conclusiones
Figura 5: patio del hospital de la piedad (Benavente), siglo XVI.
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como hemos visto, la red hospitalaria de la Zamora de mediados del setecientos estaba integrada por un gran
Panorama hospitalario de Zamora a mediados del siglo XVIII
número de establecimientos, mayoritariamente rurales y que se concentraban en las áreas más “ricas” de la provincia, atendiendo más a la capacidad económica de las zonas que a la demanda social. Una red dual, que formaban albergues y hospitales de curación, con notable predominio de los primeros, dedicados a los pobres transeúntes. Los segundos se ubicaban en los núcleos de cierta entidad urbana. en la gestión de los centros jugaron un importante papel las instituciones eclesiásticas, en especial las cofradías. estos establecimientos se financiaban, principalmente, a partir de las rentas derivadas de la tierra y de los réditos de préstamos hipotecarios, como otras muchas instituciones del antiguo Régimen. en este sentido, es clara la desigual capacidad económica existente entre los hospitales de curación, mejor dotados, y los albergues. Las actividades asistenciales y religiosas consumían la mayor parte del presupuesto. en los hospitales, además, los gastos de administración también eran un capítulo considerable. en lo tocante a la plantilla, la situación oscilaba de la prestación personal en los albergues a un organigrama más complejo en los hospitales. en ambos los eclesiásticos desempeñaron una significativa labor como administradores. el mismo dualismo albergue/hospital que estamos observando se repite en cuanto al tamaño de las insta-
Figura 6: Fachada del hospital General (Toro), siglo XVIII.
laciones y las condiciones de habitabilidad, mejores en los segundos. a este tipo de establecimientos, los hospitales, se ceñía la posibilidad de recibir cuidados médicos. Un panorama, en suma, de instituciones pseudos-religiosas para la atención de la pobreza, congruente con lo descrito, a rasgos muy gene-
rales, para toda castilla y León. Sin duda, la publicación en el futuro de estudios acerca de otras áreas geográficas nos permitirá adquirir un conocimiento más completo de la situación a mediados de la centuria, para adentrarnos luego en las modificaciones que introduce la Ilustración36.
Apéndice. Hospitales en la provincia de Zamora a mediados del siglo XVIII Localidad
Nº de vecinos37
Abezames
99
Alcañices
148
Arrabalde
59
Nombre
S. Nicolás
Titular
Marqueses de Alcañices (1541)
Fines
Financiación
Albergue de pobres
- 285 reales - Censos y tierras
Pobres
- 5.052 reales - Dotación fundacional, una cantidad que le entregaba anualmente la casa noble y juros sobre alcabalas
Albergue de transeúntes
- 48 reales - Tierras y ganado - Las reparaciones se repartían entre los vecinos
Funcionamiento
- Cuatro camas - Administrador, medidor y escribano - Hospitalera, médico y cirujano - Junto a una alhóndiga que repartía trigo a los labradores
MH 33
José Luis Hernández Luis
Localidad
Nº de vecinos
Nombre
Titular
717
Funcionamiento
Condes-duques de Albergue y curación de transeúntes Benavente (gestionado a través de una cofradía)38
- 40.800 reales - Tierras, casas, un pozo de nieve, censos y foros
- Dos administradores, mayordomo, abogado y escribano - Cinco capellanes y músico - Médico, cirujano, barbero, enfermero y enfermera - Cocinera y lavanderas - Dotación de huérfanas y viudas
S. Juan
Curación de pobres de la villa
- 8.254 reales - Tierras, censos y foros sobre casas
- Dos administradores, escribano y cobrador - Dos capellanes - Médico, enfermera, cirujano y boticario
S. José
Convalecencia de pobres de la villa
- 7.210 reales - Tierras, censos y foros sobre casas
- Administrador y escribano - Capellán - Enfermera
Cofradía de S. Antonio Abad
Albergue de transeúntes
Sostenido por la Cofradía
- Cofradía de S. Andrés - Fundado por Leonor Rodríguez
Albergue de transeúntes
Sostenido por la Cofradía
Albergue de transeúntes
Sin renta
En ruinas
- 2.200 reales - Tierras y una casa
Administrador (eclesiástico)
Ntra. Sra. de la Piedad
S. Antonio Abad Bustillo del Oro
140
Cañizal
239
Carbajales de Alba
252
Cofradía del Stmo. Sacramento
Casaseca de Campeán
92
Fundado por el bachiller Francisco López (1512)
Castrogonzalo
117
Cofradía de la Stma. Albergue y Trinidad conducción de transeúntes
Castroverde de Campos
302
Cerecinos de Campos
90a
- Cofradía de Ntra. Sra. de la O - Visitado por el obispo de León
Cerecinos del Carrizal
39
Visitado por el obispo de Zamora
Corrales del Vino
282
Fermoselle
663
Fuentelapeña
311
34 MH
Financiación
Pobres y transeúntes - 307 reales Dos camas - Una tierra y un foro
Belver de los Montes 144 Benavente
Fines
Asunción de Ntra. Sra.
Albergue de transeúntes
- 206 reales - Foros y rentas agrarias - 141 reales - Censos y tierras
Hospitalero
Pobres
- 1.320 reales - Rentas agrarias
Albergue de pobres
Bienes raíces
- Muy deteriorado - Sin camas
- 75 reales - Tierras
En ruinas
Albergue de transeúntes
- 720 reales Mayordomo - Tierras, una panera y foros
Albergue y curación - 696 reales de pobres - Tierras, edificios, censos y foros
- Cuatro camas - Administrador (eclesiástico) - Médico y cirujano
S. Juan
Albergue de transeúntes
- 1.000 reales - Censos
- Dos camas - Mayordomo
Ntra. Sra. de la O
Albergue de transeúntes
800 reales
- Dos camas - Mayordomo
Panorama hospitalario de Zamora a mediados del siglo XVIII
Localidad
Nº de vecinos
Fuentes de Ropel
Nombre
Titular
Fines
Financiación
109
Albergue de transeúntes
- 191 reales - Tierras y foros
Fuentesaúco
456
Curación de pobres
- 680 reales - Tierras, foros y censos
Administrador
Malva
83
Albergue de pobres y transeúntes
- 546 reales - Edificios, tierras, censos y diezmos
Cirujano
Matilla de Arzón
90
Albergue de transeúntes
Tierras
Morales de Toro
297
Morales del Rey
84
Morales del Vino
265
S. Antonio Abad
Funcionamiento
Albergue, curación y - 514 reales conducción de - Una panera, tierras transeúntes y censos Cofradía de la Cruz de Caridad
Albergue y conducción de transeúntes
- 440 reales - Rentas agrarias
Masculino
Cofradía ¿?
Limosnas
Femenino
Cofradía ¿?
- Sin renta propia - Reparaciones sufragadas por la Parroquia y las cofradías
Santiago Ntra. Sra. de la Asunción
Moreruela de Tábara 44
Sin renta propia
Perdigón (El)
124
S. Bartolomé
Albergue de transeúntes
Limosnas
Pinilla de Toro
212
Dos hospitales
Albergue de transeúntes
- 57 reales - Tierras y limosnas
Pozoantiguo
146
Albergue de transeúntes
- 225 reales - Tierras y una cantidad que le entregaba anualmente el Concejo
Puebla de Sanabria
200
Cofradía de Ntra. Sra. de la Vega
S. Pedro
- Cobrador - 593 realesb - Tierras, censos, - Médico, cirujano y foros y una dotación enfermero de la casa noble
Condes-duques de Benavente
Quintanilla del Olmo 25
Visitado por el obispo de León
Albergue de transeúntes
- 396 reales - Tierras, panera y censos
Rosinos de Vidriales 43
Cofradía de Ntra. Sra. del Campo
Albergue de transeúntes
Sostenido por la Cofradía
Albergue de transeúntes
Sin renta
En ruinas
- 102 reales - Rentas agrarias
Masculino
- 204 reales - Rentas agrarias
Femenino
Sin renta
En ruinas
- 220 reales - Censos
Cerrado
San Cebrián de Castro
77
Concejo
San Cristóbal de Entreviñas
108
Cofradía del Corpus Christi
Albergue, curación y conducción de Cofradía de Santiago transeúntes
San Miguel del Valle 170 Sejas de Aliste
52
Tagarabuena
200
S. Jerónimo Concejo
Albergue de pobres y transeúntes
- 105 reales - Tierras
MH 35
José Luis Hernández Luis
Localidad
Nº de vecinos
Nombre
Toro
1.491
General
Titular
Fines
Financiación
Curación de todas las enfermedades
- 9.060 reales - Edificios, tierras, derechos de pesca, juros, censos y foros
Del Obispo
Funcionamiento
- 6.271 reales - Tierras, foros y censos
Convalecencia
Convalecencia
- 12.304 reales - Tierras, derechos en los arbitrios de las carnicerías de Madrid, foros y censos
Albergue de transeúntes
Sin renta
Albergue de pobres
Sostenido por la Cofradía
S. Antón ¿? Vadillo de la Guareña
85
Vezdemarbán
440
Cofradía de la Asunción
Villafáfila
177
Gestionado por los Hermanos del Divino Pastor
- 825 reales (más las limosnas)b - Tierras, censos y limosnas
Villalobos
196
Cofradía de la Stma. Albergue y Trinidad (Parroquia conducción de de S. Salvador) transeúntes
Sostenido por la Cofradía
Villalonso
200
Villalpando
333a
Villanueva del Campo
316a
Villardondiego
117
Albergue de transeúntes
- 540 reales - Rentas agrarias
Villarrín de Campos
103
Pobres
- 89 reales - Tierras y una casa
Villavendimio
139
Albergue de transeúntes
- 56 reales - Rentas agrarias y un censo
Zamora
1.810
36 MH
La Encarnación
Albergue de pobres
- Seis reales Hospitalera - Limosnas de varias cofradías
Cabildo Eclesiástico y Concejo
Albergue de pobres
- 6.004 realesb - Tierras, censos y foros - Cuando se acababan las rentas se cerraba
Obispo de León
Administrador Albergue y curación - 400 reales - 100 reales eran (eclesiástico) de pobres para el Hospital, el resto lo percibía una persona designada por el patrono - Tierras y un censo
- Cabildo de la Catedral y Convento de S. Jerónimo39 - Fundado por D. Isidro Morán Pereira
- 22.000 reales (renta ordinaria) - Tierras, casas en arrendamiento, juros sobre las rentas de millones, alcabalas, servicio ordinario y tabaco de la ciudad; censos y foros sobre casas
- Mayordomo, administradores y escribano - Confesor - Cirujano y hospitalera
Hospitalero
- 26 camas (pasaron a 80 para atender provisionalmente a soldados) - Contador (eclesiástico), administrador de gobierno, escribano, administrador de rentas y agente para cobrar los juros - Guardarropa, comprador, cocinero y cocinera - Cuatro practicantes, cuatro enfermeros y dos médicos
Panorama hospitalario de Zamora a mediados del siglo XVIII
Localidad
a b
Nº de vecinos
Nombre
Titular
Fines
Financiación
Funcionamiento
La Misericordia
Cofradía de la Misericordia
1.100 reales
Atendía regularmente de cuatro a seis pobres
Ntra. Sra. del Caño
Cofradía de Ntra. Sra. del Caño
Albergue de transeúntes
800 reales
S. Lázaro
Patronato real
Albergue de transeúntes
- 750 reales - Renta de los comunes y foros sobre casas
- Administrador y ”mampostor” - En ruinas
Sotelo
- Cabildo de la Catedral, Ayuntamiento y Convento de Sto. Domingo - Fundado por D. Antonio de Sotelo
Pobres
- 24.800 reales - Tierras, foros, censos, casas en arrendamiento y juros sobre las alcabalas de Zamora y millones de Toro
- Asistía a 23 pobres - Administrador (eclesiástico), mayordomo (eclesiástico), despensero, procurador de causas, ministro y escribano - Capellán (es el administrador) - Médico, cirujano, enfermero y tres enfermeras
Las viudas se contabilizan como medio vecino. Cantidad incompleta porque se ha obtenido de las respuestas particulares.
Fuentes: AGS, Catastro de Ensenada, Respuestas Generales, libros 71, 357-359, 363, 626, 627, 629-632, 634, 654, 655, 657 y 663-669; AHPZa, Catastro de Ensenada, libro 19, fols. 54r.-55r.; libro 115, fols. 38v.-39v.; libro 119, fol. 154v.; libro 160, fols. 187r.-247v. y 316v.-317r.; libro 239, fols. 33r.-34r.; libro 311, fols. 382r.-382v.; libro 389, fols. 26r.-32v.; libro 486, fols. 106r.-107r.; libro 875, fols. 14r.-14v.; libro 1088, fols. 74r.-80v.; libro 1237, fols. 148v.-150r.; libro 1528, fols. 4r. y 11v.; libro 1626, fols. 221r.-232r.; libro 1759, fols. 70 r.-110r., 115r. y 116r.-117v.; libro D 15, fols. 133r.139v.; libro D 23, fols. 653r.-692v.; libro D 25, fols. 214r.-216r. y rollo 1182, relación1.
Notas: *
archivero del estado e historiador.
1). LINdeMaNN, Mary, Medicina y sociedad en la Europa moderna, 15001800, Madrid, Siglo Veintiuno, 2001, págs. 146-154. 2). citamos una escueta representación de los diferentes tipos de trabajos: SaNZ SaMpeLaYO, Juan Félix, “Hospital Real y Hospicio Real en la Granada del siglo XVIII: aspectos humanos y económicos”, Anuario de Historia Contemporánea, 1974, págs. 69-88; GaRcía GUeRRa, delfín, “el Hospital Real de Santiago en el siglo XVIII: aspectos del ejercicio médico” Asclepio: Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia, 32, 1980, págs. 211-228; caRMONa GaRcía, Juan Ignacio, “estancamiento de la beneficencia pública en el siglo XVIII: el Hospital del espíritu Santo de Sevilla”, Archivo Hispalense: Revista Histórica, Literaria y Artística, 196, 1981, págs. 3-28; aRaGÓN MaTeOS, Santiago, “La atención sanitaria en la extremadura del siglo XVIII”, Alcántara: Revista del Seminario de Estudios Cacereños, 12, 1987, págs. 65-76; SÁeZ GÓMeZ, José Miguel, Historia de la sanidad municipal en la Murcia de la primera mitad del siglo XVIII, tesis doctoral, Universidad de Murcia, 1987; caRO LÓpeZ, ceferino, “Beneficencia, asistencia social y represión en Murcia durante el siglo XVIIII”, Estudios de Historia Social, 48-49, 1989, págs. 165-200; MÉNdeZ NaVaRRO, alfredo, “el Real Hospital de Mineros de almadén: génesis y florecimiento de un proyecto asistencial, 1752-1809”, Dynamis: Acta Hispanica ad Medicinae Scientiarumque Historiam Illustrandam, 10, 1990, págs. 93-130; aSTIaZaRaIN acHaBaL, María Isabel, “Hospitales militares de San Sebastián en el siglo XVIIII”, Boletín de Estudios Históricos sobre San Sebastián, 26, 1992, págs. 449-512; NÚñeZ OLaRTe, Juan Manuel, El Hospital General de Madrid en el siglo XVIII: actividad médico-quirúrgica, tesis doctoral, Universidad autónoma de Madrid, 1994; SaNTaNa pÉReZ, Juan Manuel y
MONZÓN peRdOMO, María eugenia, Hospitales de La Laguna durante el siglo XVIII, San cristóbal de la Laguna, ayuntamiento de San cristóbal de la Laguna, 1995; SaNTaNa pÉReZ, Juan Manuel, “administración en la beneficencia canaria de la Ilustración”, Vegueta, 5, 2000, págs. 161-174; peRdIGUeRO GIL, enrique, “con medios humanos y divinos: la lucha contra la enfermedad y la muerte en alicante en el siglo XVIII”, Dynamis: Acta Hispanica ad Medicinae Scientiarumque Historiam Illustrandam, 22, 2002, págs. 121-150; MOLL, Isabel, “Hospitales y hospicios en Mallorca en el siglo XVIII” en aBReU, Laurinda (ed.), Asistencia y caridad como estrategias de intervención social: Iglesia, Estado y comunidad (siglos XV-XX), Bilbao, Universidad del país Vasco, 2007, págs. 55-71; SaLVadOR MONTIeL, María dolores y RUIZ LaMaS, Fernando carlos, “el régimen administrativo y contable del Hospital de la caridad de La coruña en el siglo XVIII”, De Computis: Revista Española de Historia de la Contabilidad, 14, 2011, págs. 156-178. 3). caRaSa SOTO, pedro, “Beneficencia en castilla y León: transformaciones del sistema hospitalario (1750-1909)” en El pasado histórico de Castilla y León: actas del I Congreso de Historia de Castilla y León, vol. III, Burgos, Junta de castilla y León, 1983, págs. 299-326 e ídem, Historia de la beneficencia en Castilla y León: poder y pobreza en la sociedad castellana, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1991. panorama completado parcialmente por otros trabajos a nivel provincial y local. a modo de muestra referimos algunos por su proximidad a nuestro objeto y método de estudio: MaZa ZORRILLa, elena, “pobreza y hospitalidad pública en la ciudad de Valladolid a mediados del siglo XVIII”, Investigaciones Históricas: Época Moderna y Contemporánea, 3, 1982, págs. 33-76; MaRTíNeZ FLÓReZ, Julio; caLONGe GaRcía, Francisco y BaLLeSTeROS, Montserrat, “La asistencia sanitaria del siglo XVIII
MH 37
José Luis Hernández Luis
en Soria a la luz del catastro del Marqués de la ensenada” en Actas de la I Semana de Estudios Históricos de la Diócesis de Osma-Soria, vol. II, Soria, diputación provincial de Soria, 2000, págs. 117-128; MaRTíN GaRcía, alfredo y pÉReZ ÁLVaReZ, María José, “Hospitalidad y asistencia en la provincia de León a finales del antiguo Régimen (1728-1896)”, Dynamis: Acta Hispanica ad Medicinae Scientiarumque Historiam Illustrandam, 27, 2007, págs. 157185 y VIceNTe MeNTRIda, Marta, Reformas sanitarias y asistenciales en la ciudad de Salamanca durante la segunda mitad del siglo XVIII, tesis doctoral, Universidad de Salamanca, 2011.
resana solo desglosa los ingresos en el término de la ciudad, aun así ilustrativos. para hallar los ingresos totales (véase apéndice) deben añadirse otras cantidades cuyo origen no se detalla.
4). para Zamora se contaba hasta ahora con estudios sobre la fundación de los establecimientos más importantes y acerca de los hospitales de algunos núcleos concretos o vínculados a vías de comunicación: RaMOS MONReaL, amelia y NaVaRRO TaLeGÓN, José, La Fundación de los Morán Pereira: el Hospital de la Encarnación, Zamora, diputación de Zamora, 1990; FeRNÁNdeZ-pRIeTO dOMíNGUeZ, enrique, “el Hospital de Sotelo y el régimen establecido para el mismo en el testamento del fundador en 1530”, Anuario del Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, 1993, págs. 487-508; GÓMeZ RíOS, Manuel, “Las vicarías de alba y aliste: hospitales, dotación de huérfanas, pósito de granos y escuelas”, Anuario del Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, 1996, págs. 389-408; ROdRíGUeZ ROdRíGUeZ, elías, “Los hospitales de Villafáfila en los siglos XVI-XVIII”, Anuario del Instituto de Estudios Zamoranos Florian de Ocampo, 2000, págs. 431-446; MOReNO pRIeTO, Ángel José, “Las constituciones del Hospital del Obispo de Toro: una aportación documental para el estudio de la beneficencia en el siglo XVI”, Boletín de la Asociación Benito Pellitero, 9, 2001, págs. 7-41; LÓpeZ aLONSO, antonio; SÁNcHeZ TÉLLeZ, María del carmen y LÓpeZ NaVaS, antonio, El entorno sanitario en el camino de Santiago vía de la Plata (norte de Zamora), durante la Edad Media, Salamanca, Universidad de alcalá, 2001; HIdaLGO MUñOZ, elena, “el Hospital de la piedad de Benavente” en GONZÁLeZ ROdRíGUeZ, Rafael (coord.), Los caminos de Santiago en el norte de Zamora: III Jornadas de Estudios Históricos, Benavente, centro de estudios Benaventanos Ledo del pozo, 2006, págs. 27-67 y peRONa LaRRaZ, José Luis (dir), Historia hospitalaria de la vía de la Plata, Salamanca, Junta de castilla y León-Junta de extremadura-caja duero-Rotary International, 2009, págs. 212-271.
15). en general, los hospitales urbanos presentan una capacidad económica ligeramente inferior a la de los existentes en las cercanas ciudades de Valladolid y Salamanca. Véanse MaZa ZORRILLa, op. cit., págs. 43-44 y 52-55; VIceNTe MeNTRIda, op. cit., págs. 251-253.
5). La mejor situación asistencial de la antigua provincia de Toro ya había sido advertida por otros autores: tenía un hospital por cada 784 habitantes, frente a los 4.792 de Zamora, la peor dotada de castilla y León. Véase caRaSa SOTO, “Beneficencia en castilla y León”, op. cit., págs. 304-305. 6). Las zonas occidentales de la provincia vivían inmersas en el autoconsumo, salvo alguna localidad con pequeña industria textil y actividad comercial. Véase aLBa LÓpeZ, Juan carlos y RUeda FeRNÁNdeZ, José carlos, “La industria y el comercio en la edad Moderna” en aLBa LÓpeZ, Juan carlos (coord.), Historia de Zamora, vol. II, La Edad Moderna, Zamora, diputación de Zamora-Instituto de estudios Zamoranos Florián de Ocampo-caja españa, 1995, págs. 149, 160, 167, 179 y 185-187.
14). aHpZa, catastro de ensenada, libro 239, fols. 33v.-34r. y libro 1759, fols. 106v.-107v. el origen de ingresos y gastos es similar al detectado en el entorno, aunque no hemos encontrado ningún caso de utilización de los espectáculos públicos para la financiación, algo frecuente en la época. Véanse MaZa ZORRILLa, op. cit., págs. 43-44, 47, 56-59 y 61-62; VIceNTe MeNTRIda, op. cit., págs. 230-231.
16). aGS, catastro de ensenada, Respuestas Generales, libro 363, fol. 230r. y libro 667, Moreruela de Tábara, pregunta 25 y aHpZa, catastro de ensenada, libro 115, fol. 39v. 17). caRaSa SOTO, Historia de la beneficencia en Castilla y León, op. cit., pág. 12. 18). LÓpeZ-GUadaLUpe MUñOZ, Miguel Luis, “Sanidad doméstica, solidaridad corporativa: las cofradías ante la enfermedad en la españa moderna” en aBReU, op. cit., pág. 73. 19). aHpZa, catastro de ensenada, libro 160, fols. 212v.-213v. 20). aGS, catastro de ensenada, Respuestas Generales, libro 664, alcañices. 21). aGS, catastro de ensenada, Respuestas Generales, libro 66, Fermoselle y aHpZa, catastro de ensenada, libro 160, fols. 212r. y 245v.-247r.; libro 1759, fol. 76v. y libro d 23, fols. 690v.-692v. 22). aGS, catastro de ensenada, Respuestas Generales, libro 626, abezames y libro 627, fol. 571 y aHpZa, catastro de ensenada, libro 19, fols. 54v.-55r.; libro 486, fols. 106v.-107r.; libro 1088, fols. 79v.-80r.; libro d. 15, fol. 139v. y rollo 1182, relación 1. 23). Las incluidas en la tabla son las partidas de gastos más importantes. Los gastos de medicinas y alimentos se han cargado al apartado de asistencia. por su parte, en la columna de administración y culto figuran los gastos que no son propiamente salarios del personal que se dedicaba a estas funciones. el presupuesto del Hospital de la encarnación resulta claramente inflado por la atención a militares. 24). aGS, catastro de ensenada, Respuestas Generales, libro 71, fol. 255v. y libro 631, fol. 62v. y aHpZa, catastro de ensenada, libro 1759, fol. 110r. 25). aHpZa, catastro de ensenada, libro 19, fol. 54v.; libro 875, fol. 14v. y libro d. 23, fols. 690 v.-692v. 26). aGS, catastro de ensenada, Respuestas Generales, libro 627, Bustillo del Oro y aHpZa, catastro de ensenada, rollo 1182, relación 1.
7). caRaSa SOTO, Historia de la beneficencia en Castilla y León, op. cit., pág. 75.
27). aHpZa, catastro de ensenada, libro 19, fol. 54r.; libro 1528, fol. 11v. y libro 1759, fol. 104v.
8). algunos de estos hospitales aparecen recogidos en LÓpeZ aLONSO, SÁNcHeZ TÉLLeZ, y LÓpeZ NaVaS, op. cit., págs. 65-84 y peRONa LaRRaZ, op. cit., págs. 212-271. en la limítrofe provincia de León la concentración en determinadas zonas se ha puesto en relación con la trashumancia y la migración estacional para la siega. Véase MaRTíN GaRcía y pÉReZ ÁLVaReZ, op. cit., págs. 166-168.
28). así sucedía con el Hospital de San pedro de puebla de Sanabria. aHpZa, libro 1088, fols. 80r.-80v.
9). en las ciudades de castilla y León eran frecuentes los establecimientos de carácter mixto, de colaboración Iglesia-instituciones públicas. por otro lado, una cuarta parte de los centros asistenciales eran pequeños centros de cofradías. Finalmente, los establecimientos particulares se concentraban en el mundo rural. Véase caRaSa SOTO, Historia de la beneficencia en Castilla y León, op. cit., págs. 75-83.
31). aGS, catastro de ensenada, Respuestas Generales, libro 359, fol. 511r. y aHpZa, catastro de ensenada, libro 1759, fols. 76v.-77r. y 110r.
10). en la provincia de León el 88% eran albergues. La situación era mejor en Soria, donde algo más de la mitad de los establecimientos podían ofrecer tratamiento médico. Véanse MaRTíN GaRcía y pÉReZ ÁLVaReZ, op. cit., págs. 160-165 y MaRTíNeZ FLÓReZ; caLONGe GaRcía y BaLLeSTeROS, op. cit., págs. 127-128.
29). aHpZa, catastro de ensenada, libro 160, fol. 231r. y libro 1759, fol. 115r. 30). aHpZa, catastro de ensenada, libro 160, fol. 215v. y libro d 23, fols. 690v.692v.
32). aHpZa, catastro de ensenada, libro 19; fol. 55r.; libro 160, fol. 247v. y libro 1759, fols. 76 v.-77r. y 110v. 33). SISNIeGa pÉReZ, Francisco de, Datos históricos, científicos y estadísticos referentes al Hospital de Inocentes de la Ciudad de Valladolid, de 1489 a 1932, Valladolid, 1933, págs. 9 y 12-14. 34). aGS, catastro de ensenada, Respuestas Generales, libro 654, camarzana de Tera y peque, pregunta 25. 35). SISNIeGa pÉReZ, op. cit., págs. 10-11.
11). Sobre el problema de la pobreza y de la mendicidad en el siglo XVIII, así como la respuesta de la sociedad de la época, véase VeLÁZQUeZ MaRTíNeZ, Matías, Desigualdad, indigencia y marginación social en la España ilustrada: las cinco clases de pobres de Pedro Rodríguez Campomanes, Murcia, Universidad de Murcia, 1991.
36). Otras cuestiones como los profesionales de la salud, su relación con los pacientes y su forma de vida están tratadas en HeRNÁNdeZ LUIS, José Luis, “Las profesiones sanitarias en Zamora a mediados del siglo XVIII”, Cuadernos Dieciochistas, 15, 2014, págs. 277-296.
12). aHpZa, catastro de ensenada, libro 115, fols. 38v.-39r.; libro 160, fols. 187r.-211v.; libro 1088, fols. 74v.-78v. y libro 1759, fols. 70r.-76r.
38). HIdaLGO MUñOZ, op. cit., pág. 37.
13). adviértase que parte de las rentas que la fuente asigna a fincas rústicas pueden provenir de tierras en régimen de foro. por otra parte, la respuesta to-
38 MH
37). Incluidos residentes. 39). Según otras fuentes, el patronato estaba formado por el cabildo, el ayuntamiento y el convento de Santo domingo de Zamora. Véase RaMOS MONReaL y NaVaRRO TaLeGÓN, op. cit., pág. 204.
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