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ALGO © Stalin Gamarra Durán © FUNDECEM Gobierno Socialista de Mérida Gobernador Alexis Ramírez Fundación para el Desarrollo Cultural del Estado Mérida FUNDECEM Presidente Pausides Reyes Unidad de Literatura y Diseño de FUNDECEM Ever Delgado / Angela / Márquez / Juan Jorge Inglessis Editor: Gonzalo Fragui Portada:
Autor: Título: Técnica: Medidas: Año:
Juan Molina Molina El lector Óleo 150 x 150 cm. 2014
HECHO EL DEPÓSITO DE LEY Depósito legal: LF49120148003008
República Bolivariana de Venezuela Noviembre - 2014 —2—
Stalin Gamarra Durán
Algo
República Bolivariana de Venezuela Noviembre 2014
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Presentación
Somos unos incorregibles viajeros en busca de “algo”. Desde la concepción hasta el nacimiento la búsqueda es parte de nuestros primeros entrenamientos. Cuando alcanzamos a coronar con éxito la primera travesía un “haz de luz” nos alumbrará el pezón que, por ser la fuente nutricia de nuestro segundo estado de existencia, se convertirá en un símbolo que instintivamente asumiremos como el definitivo de aquel algo que veníamos buscando. Es la primera experiencia de aferramiento. Aprenderemos luego que un haz de luz no es toda la luz ni el algo es sólo cosa sino también deseo. Y si el viajero no simplifica la búsqueda al espíritu sedentario que nos impuso la necesidad de control y le da rienda suelta al nomadismo primigenio de la libertad realenga, ya no será Ítaca el destino final de Ulises porque la vida se le mostrará en su máximo esplendor. Sólo entonces descubrirá que otra libertad es posible. Incomodidad de la tranquilidad que se me ocurre ilustrar recurriendo a Nietzsche: “El hielo está cerca, la soledad es inmensa; ¡mas qué tranquilas yacen todas las cosas en la luz!, ¡con qué libertad se respira!, ¡cuántas cosas sentimos debajo de nosotros! La filosofía, tal como yo la he entendido y vivido hasta ahora, es vida voluntaria en el hielo y en las altas montañas: búsqueda de todo lo problemático y extraño que hay en el existir, de todo lo proscrito hasta ahora por la moral” —5—
A la sede de la Fundación para el Desarrollo Cultural del Estado Mérida vino Stalin Gamarra a visitarnos una mañana cualquiera de sus caminatas. Como un gesto de ratificación de su amistad nos trajo Algo. Abrimos la envoltura del regalo y descubrimos el Haz de luz. Se trata de dos poemarios que en su empeño de independencia terminan congeniados por la magia de la vida, porque la poesía de Stalin Gamarra es canto a la vida en un viaje sin destino fijo: “Quiero viajar sobre el mar de mi viaje, /intacto en mi deseo domiciliario, / ausente en esta travesía. / ¡Ya era hora!, me digo, / y hurgo en mi corazón hecho barco/ y me diviso viajero/ en la alta mar del cielo.” La biografía de un poeta son sus poemas. O como lo habría dicho Walt Whitman: “Camarada, esto no es un libro; quien toca esto toca a un hombre”. Aquí está el poeta. Sus bienvenidas, sus despedidas, sus recuerdos, sus exilios interiores. Ahí va un hombre, que sufre, que ríe, que sueña, que se extravía y se encuentra, con sus muertos, sus fantasmas y sus miedos. El formato de este libro Algo/Haz de luz, un bifronte, intenta ser expresión del horizonte amplio que nos hemos trazado y del sentido que encontramos en la obra del poeta. Anverso y reverso. Dos caras de un mismo dios. Sabemos que con este esfuerzo ayudamos a poner en el escenario a dos poemarios merideños que dialogan, que se complementan, en una obra indispensable para el trabajoso propósito del “cuidado de sí”, ahora a la disposición de lectores con profunda sensibilidad estética. Pausides Reyes Presidente de FUNDECEM —6—
A Oswaldo Acuña
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Algo Hay algo desbordado en mí, hay una puerta franca hacia mí desbordada. La noche canta una canción para todos; y un poco de mí en la noche se derrama: presiento que es la sombra o alguien furtivo que en mí desanda. Mi cuerpo es muchas voces del deseo y el exilio de una máscara cubre mi rostro. No quisiera darle tregua al aire en esta breve vida que me ahoga. ¿Cómo podría regresar corriente arriba, a lo que me arrastra si todavía no es tiempo del arribo? Desde un olvidado sueño surjo errante y desnudo. ¿Dónde están los amantes?, ¿dónde sus cartas para decir que están conmigo? Hay una onda que me funde en fuego y felizmente elegido recojo las cenizas de la vida y me voy cantarín a mi sueño definitivo. —9—
Guanare Me duele aquí, en un corazón que he botado al exilio, el canto de las chicharras quemado en el recuerdo, como se quema el oro del verano en tus sabanas. Hay un paisaje vivo de ti en mis sueños y hay un sueño en donde no te alcanzo, un sentimiento a leguas de lo pasado y una memoria triste caminando [el presente. Trato de vivir en ti ahora cuando paso con el vuelo de los pájaros y me detengo a contemplar lo que a destellos de pronto resplandece. Un día me fui en silencio y callado he regresado a tu horizonte, a tu permanente fuego que de tanto quejarnos terminamos [amando con la costumbre de quien defiende [su hábito.
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Aunque no queramos repetir la vida a tientas, buscamos lo ya vivido y nombrado, el puente que nos ha unido, el temblor de una diluida hora, el rumor de los campos hecho ruido [urbano, el recodo de un río donde nos bañamos, el secreto camino de tierra bajo el asfalto y la roca de Sísifo sobre nuestras espaldas.
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Quédate un poco Quédate un poco en mí, pues sucede que yo mismo, grandemente, sin señales escapo virulento y extraído desde mi hablar solo cuando padezco de poesía. No sé cuánto subalterno cuerpo de mí toco en la síntesis del equinoccio, ni cuánta lágrima ha pasado bajo el puente de mis ojos. Voy despacio bajo el humo del alma, dichoso en mi porfía, hondo camarada sobre la colina; de la mano de todos, triunfante de fémures y pantorrillas errantes, pero quédate en mí un día más allá de tu guerra, descansa en las gradas de esta tregua, no sudes más el calor de las estrellas; oye el purísimo tacto que nos toca. ¡Cuánto!, ¡cuánto!, nos crispa sin comprenderlo. ¡Cómo!, ¡cómo!, nos moja su santuario donde hemos nacido. — 12 —
París Siempre inventamos a París antes del viaje. Quitamos un poco el polvo a viajes anteriores temiendo a la niñez de la ilusión y a que el dormido tiempo despierte y un eclipse de sol nos robe la saga de volver a París, de flotar por sus calles y de jugar sobre sus techos al juego de que la imaginación existe. Le digo a mis pestañas antes de acompañar al sueño que un día de mañana mismo rumbo a París sin rumbo nos vamos. Y mis dientes se ríen con esa risa que tienen para reírse que tanto alegran a las lejanas piernas hechas para poner a París a mis pies: Saint Germain, Saint Michel, paso a paso, santo a santo de un polo al otro, al fondo del calor de las cocinas y los bares cuando entro a sus galaxias — 13 —
vivas de aromas y voces. No está lejos París cuando charlamos adornando el viaje. ¡Apura, un avión nos espera!; ¡corre, antes de que alguien cante la saga y se repliegue el sueño!; ¡volemos a París!, ya veo el dorado de los Campos Elíseos y la alta popa de Montmartre elevando sus mártires y sus mercaderías de almas. ¡Vamos a París antes del viaje!
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Parte de mí Sin saber de mi hallazgo, al aire de un día que escuchaba el servicio de mi busca, de pronto resplandezco y fui parte de mí, de ese extraño donde, a veces, me detengo. Al fin y al final he logrado crecerle alas a mi altruista egoísmo: un torbellino de nada me ha salvado... Es una obligación irse solo en su navío a un borde claro donde nadie nos espera. Hay días como este en que espero el vuelo de un poema que encienda las horas, las horas pulidas por el tiempo, las horas brilladas por el cielo, las horas bañadas en el río cansadas de olfatear el destino. Es parte de alguien palmearme las espaldas y comprobar que existo. — 15 —
Es parte de mí sentir que hay algo roto y arreglarlo antes de que la tregua pase. Mi labor es parte de ti y el puente es una sombra adonde vamos y estaremos lejanos. El color de una llama enciende una lámpara y la tierra muerta que pisábamos mientras veníamos también enciende su lámpara allá en la tierra que nos espera.
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Este sol Este sol del pasado que ilumina la memoria de mi infancia, esta luz viva de topacio vivo que deambula entre las sonámbulas sombras, esta vida de aquí, ¿cómo sentir si este puerto es de una isla o si había llegado a un continente? ¡Qué manera la de esta mi alma de separarme del perfume de los [adioses! No tiene noche mi pasado, sólo un viajero sin saber de su naufragio ni de su desampara, y, sin embargo, entre el velamen de mis visiones he visto a un dios morando cerca de mí, un dios remoto que se me ha hecho [próximo. ¡Qué alivio cuando palpo su verbo y su palabra se hace cuerpo! Sin vivir frente al mar paso la vida llenando el cántaro con la música que me traen las olas y bajo la encendida bóveda desde donde el Universo nos mira. — 17 —
No puedo, la impotencia me custodia, botar la sangre del pasado: el niño de donde partí, como el Universo, también me mira; y frente a la vida, he ido creciendo a destiempos, en recuerdo y olvidos. No basta si un poco de lumbre ha muerto en el tumulto de este sol en cuyo fuego muero: las vueltas de la Tierra y su viaje me encuentran unánime, y la carne de este sueño retiene el perfume del pasado, de esa arcilla que con otras manos he [moldeado el cuerpo que palpita en mí presente.
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Viaje Quiero viajar sobre el mar de mi viaje, intacto en mi deseo domiciliario, ausente en esta travesía. ¡Ya era hora!, me digo, y hurgo mi corazón hecho barco y me diviso viajero en la alta mar del cielo. Despídanse de mí, pero no me digan adiós ni me escriban que al final de mi viaje estaré mucho antes de vuestras [despedidas, cantando mis himnos; aunque tal vez haya una buena noticia y no parta, y encaminado a mi regreso a lo mejor he vuelto: me gustan mis ausencias repentinas, pues me sobra el tiempo inmóvil viviendo conmigo. Quiero irme hacia la luz de ese horizonte, allá en la magia de lo siempre lejos y cuando la luz flotante venga a buscarme esa magia me encuentre mudo [de mí mismo frente a la oscuridad de ese horizonte. — 19 —
Esta vida Esta vida que a diario nos nombra y pasa a caballo sobre las sombras y que despierta el canto de los gallos y al próximo amanecer dorándose en la brasa del horizonte. Es astral esta vida de casa sin puertas; es una espiga de alabanzas. ¡Esta vida! conversadora a sorbos con el arroyo de la mañana y con el mar donde la noche naufraga. Sabia vida, llevando el tiempo a tientas, el afanoso tiempo de exilio sin encontrar un puerto, un salobre puerto donde escampar [pueda; y desde allí, dilatados sus ojos en [asombro, en nocturnos barcos, a marejadas, nos remita recados de guitarras lejanas donde a montones los viajeros besos [viajan. ¡Ah, los besos, aves ariscas y [apasionadas sobre el horizonte de la mar lejana! ¡Oh, los besos, púrpura flor de tanto [besarla!, lumbre donde no arde más que la vida. — 20 —
Animal ¿Qué animal es este que en mí habita? Antes de despertarme ya está en mi sonrisa, hirviéndome la vida. ¿Cómo fue su crecimiento, con Dios, con madre y padre, aquí en mi triste cabeza? ¿Cómo le ha ido, por Dios, con los años? ¿Dónde y qué come este animal mío aquí en la flotante Tierra?, si yo mismo en mis cirios me devoro; me hago obispo y santo, buscando mi infinito, sin llanto ante mi súplica, porque soy los sesenta años de mi nacimiento, perseguido por la impertérrita razón de la vida.
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Ventana Ventana del paisaje, no ocultes la madrugada que sabe de mi ruego, solo en mi pena, ferviente acariciando tu mañana. Mis ojos aprendieron a mirarte, mañana de mi ventana, porque de nuevo pido que a nadie digas nada de mi salto puro en el momento desde donde te me ocultas; tú, luz de mi muerte y estrella de mi vida. Quieto está el telón, lejos de sus tragedias, y este día de purísima vida sin sospecha volveré a ti, ventana, para abrir los salones donde encontraré a mi fe enferma.
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Nené He visto tu cadáver, en sueños, Nené, riéndose y dándome la mano. ¿Cuántas fueron tus balas solitarias en tu solitario cuerpo? ¿Cuánta agonía pronta ante la muerte aniquilada? Tú, que moriste combatiente en una montaña trujillana y seguiste muriendo, hermano, sobre tu muerte cadáver. ¿Estabas triste ante el andar del día y de la vida en ese lugar donde moriste? ¿Dónde están los infantes de Trujillo y Lara que te dieron muerte? ¿Dónde, Nené, dónde? Echase a andar la vida en su recuerdo emocionado; y me provoca, hermano, rogarte que no te vayas en aquel instante con su fecha; que ignores la razón digestiva de la que entonces allá y no en esta fecha con el alma subiendo hasta tu boca NO TE VAYAS; — 23 —
[vida;
pedirte que te quedes haciéndote más hombre aquí en la Tierra. ¡Sí! Echando a andar las cosas generales de este mundo que van contra la muerte, y seas ese poco tanto amado, amigo; esa súplica de que vuelvas a la vida sin dejarme muriendo. Hermano, soldado del día madrugado, ¿a quién están matando allá en la alta loma? ¿A quién crucifican con balas de soldados en los páramos de Burbusay con cruces guerrilleras? No obstante, hermano te he buscado entre revólveres y cenizas de esta química memoria y al fin te he encontrado tendido sobre la yerba del campo, sin desayuno, fuerte y con un sollozo sobre tu muerte. ¡Ay, hermano!
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¿Te acuerdas? A Raúl Gamarra Obando
¿Te acuerdas de un veinte de octubre del año mil novecientos ochenta y siete de aquel siglo pasado? Desde allá hasta aquí parece que hubiéramos quemado dos siglos en un segundo y también tocado en vivo los puntos del tiempo; y él al borde siempre de su vida eterna no se queja; porque está al lado de su espacio paralelo. Olorosa vida del recuerdo y del olvido, vagarosamente conectada al inmortal deseo. ¡Pasa!, ¡pasa!, con tu firmeza paralela, ya lo dije, ante la ablución de mis días. Celébrame la muerte en esta abundante vida, para que veas cómo mi dura vida se hace un segundo al borde de dos siglos.
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Muscicápida
Las paraulatas que se posan en las verticales cabillas y cantan, cantan, cantan; sin saberlo a lo urbano del edificio que se alza, alza, y alza, libre de ayuno y probando gota a gota el amor del cielo. Hay un sueño de Dios en todos los rascacielos que suben a recoger un poco de rosa al alba. Algo habla el último piso a la debida voluntad del padre nuestro en lo más alto. Dios, de tanto oír de ti y saber tan poco, enhiesto en la más alta ventana y sin dudar que no me alcanza el oxígeno ni cien veces el alma.
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¿Dónde están?
¿Dónde están mis mayores, usted padre tan mudo a medida que más muere en su muerte de años; dónde madre, sus manos de porcelana que ya no tocan la mandolina ni el cuatro o la guitarra, y tampoco me brinda en la noche una canción de cuna; dónde tía, usted por qué no sale de la tumba con su manera de entender la vida a cuchillo, a regañarme y vigilar el mundo por donde vuelo; y usted, tía Amalia, perfumada a [chorros, dejando broches aromáticos en el aire por donde pasa su cuerpo lleno de [alvéolos? Da miedo ser valiente ante tanta muerte, da miedo ver el asomo de las canas ante la facundia de la vida. ¿Dónde están, mayores; será que algún día regresarán francos a esta vida de Lázaro? ¿Podrían enviarme algún mensaje?
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Carta Para Cheo y Chicha.
In memoriam
Cheo, hay días como aquel en donde ibas con tu Chicha-esposa, frágil por una carretera, y muy tarde ese día la vida se izó en símbolos y, alarmados, mi hijo y yo, salimos a socorrer a alguien que moría, casi a la misma hora, en que tu voz zuliana y la de Chicha, morían. Vos sabés, Cheo, que en el tiempo plural de la memoria, a vos no te olvido. Nadie sabe cómo nacimos amigos un día y tantos días que han sido esta vida. ¿Te acordás de París, Cheo, allá en la rue Tolbiac donde fuimos feliz de vida, y de aquellos cumpleaños eternos -tus diez de marzo de todos los años— 28 —
porque te iba la vida para vivir las horas? Cheo, hermano, hay soledad desde que no te vemos; regresa pronto para poder volver al baile y a la cocina. Sí... también comprendo que en la bullente vida de esta tarde, lloro, y que estoy lejos de un dios hospitalario. Cheo, sé que algún día en la balanza, la Creación justa de la vida, nos encontrará sonrientes, sin horas, sin tiempo, sin autos, con tu Chicha. ¡Eternos!
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Día Día, ¿por qué estás hoy hecho de cotidiano, firme con tu uniforme, en el mejor momento improductivo? ¡Guantes para tocar la piel viva del aire, en el segundo cuando nos ama y quema! Ahora saco el Alma desde lo eterno y todo lo no visto en esta línea. Siendo tú el que reparte el Tiempo en horas, y yo nacido en tu molar muela donde en silencio silenciarás mi vida, hasta hacerme los pasos de tu sombra; y labrar la tonsura de mi palabra, con el alfiler que la sostiene en su fe falsa; en la terca testuz incapaz de sostener ninguna corona para un ser que le canta al esqueleto de un día.
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Olvido Salió del puerto un barco moviendo su añoranza en índoles de olvido. Hermano, algún hermano, quiero decirte que del puerto ha salido un barco en donde no ando, y a sus metros de distancia, a bordo habita mi amor en añoranza. No será fácil alcanzar su fuga, firme hacia el horizonte, donde en alborozo esperan otros besos sobre la memoria de mis mudos besos. Ahora vivo solo y sólo para hundir en el corazón este equipaje. Voy a quedarme eterno en mi costumbre para no cambiarte; y no haré viajes sino a tu reino, solo desde donde he nacido y hasta donde has nacido solo.
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Tomás A Tomás Montilla, in memoriam.
Tomás, hermano, de ahora en adelante, estaremos todos más tristes, muy tristes. Por obligación a la vida, donde tu corazón nunca estuvo oculto para la música y la fiesta, quiero creer, con todos, que es una broma más de las tuyas y que aquí, en este féretro, te disimulas muerto y solamente duermes. Hermano, sé que me oyes porque en tu músico oído, toca y suena un cuatro eterno, y todos, de nuevo, contigo. Ausculto la memoria, y entre el llanto, río, brindo, brindo y río ante el plural infinito adonde has ido.
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Hay un silencio y, en él, una copa ecuménica brinda por una fiesta y en ella nos harás tanta falta.
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España Del sueño resguardo las pestañas ante el triunfo del viaje soñado. Mis pestañas negadas a dormir y quitándome el derecho al desvelo diario de la noche; tal cual vivo en su cincel de miedo, cuando purísimamente vívido lo llevo en mi alma líquida, que sin excesos, trastea luces, sombras, pies, manos, piel a universales martillazos. En ese sólido verano, el seco suelo español, su dulce esqueleto, impulsa olivos, vides, manzanos, aromas a hierbas que perfuman el viaje de los trenes cuyas velas ondean la crecida velocidad de los aires. Aviador, he estado encima y sobre España, hijo de su mar y un habitante más de su bóveda tierra. — 34 —
No quiero que me seas sino soy tuyo, de tus días bermejos, allí en mi alma, y tú en tu vientre, madre inquieta. ¡Cada día, al sol!, ese Sol, hecho a mano (con tus manos), comenzaré en este vasto país impar de la dulzura, a despertar las fiestas, cerrando párpados y abriendo olvidos; por si acaso la memoria, ... sí, tal vez la memoria...
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Edad Lo sabemos: el tiempo nos arruina los huesos duros, la carne fresca y nos duelen los dientes para brindarnos sonrisa. ¡Caramba, que mañana a mis años!; sin embargo, he venido a morir a este lugar donde están mis mayores y mis amigos que el mañana también hará mayores, y todos lloraremos, sinceramente, al pequeño tiempo que nos queda acostado en su prudencia; pero listo a partir hacia el claro tanteo de la sombra. A veces escucho algo: un crisol, un martillo, la nupcial trinidad; y comienzan, de nuevo, los por qué he callado tanto y, de veras, preguntándome — 36 —
cómo seré mañana, cuando no haya careo ni palabras en el atril de mis miedos. ¿Cómo será la minutera vida? ¿Cómo mis párpados buscando devolverme la mirada al placer del que para siempre estaré ausente? Por los días, voy en mí carcajeado de hombros, descalzo en mi civil manera, marchando con esta fe que soy sin haber sido menos en mis plurales formas. Hoy me gustaría estar ausente (si pudiera). Bueno...; pero está el color de la mañana que no sabe de mi ausencia.
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Libro A cien hachazos o en la ligera sierra ha sido tu nacimiento, libro. Cuando voy al embriague de las librerías y veo que bogas los estantes en suspenso, me quedo arriba donde mi olfato vuela sobre la flor que amo: tu tinta dibujada en la letra: mi pertenencia. Y, así, rumoroso, busco al filósofo árbol que prestó su madera a la página en bandada de tus días donde los tipos de imprenta viajan al alma. Lo aciago de ti no está en leerte. Como un río la vida en tu tiempo nos madruga y zurce con seda las vueltas de la misma vida; esa hojarasca que siempre nos ahoga. — 38 —
Nadie Hoy he llegado, precisamente, a esta luz escondida detrás de su vecina puerta. Has venido a darme aires y oráculos de un viaje en que no ando. A tu modo, esa flor tuya, luego, es mi aflicción... Me callo; sí, de lunes a sábado; porque el domingo, siempre descanso sin buscar mi rastro: ¿para qué seguirle ruta a la flor cotidiana donde he estado? Si la vida pasa por las puertas, y, en su espejismo, abre ventanas, — 39 —
¡que venga esa abundante vida a vivir, sentada en los poyos desde donde el Cielo abunda. -¿Nadie?-. -¿Qué?-. Besa la huella de la vida en mi mejilla. -¿Podría mi palabra quedarse en la pregunta, y, al menos, ahora que nos vemos; y el humano no nos mira ¡bésame!;
Azorado, mi brindis funeral, y no niegues, y olvida lo sagaz cuando alguien besa, sin robar ningún beso.
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Humo ¡Aviola!, he visto, hoy mismo, un pilar en tu labor de abuela, duplicado; y la oruga de la vida, ni su escalera en caracol, me explican nada. ¡Para qué, aviola?, si en este día y siempre, he perdido el picoroso tino por donde me voy a cuesta sin encontrarme. ¡Quién oye apenas lo que digo con mi delgada “D” frente al consuelo de mí mismo? Ahora siento que mis rodillas me llaman a estar en su costumbre, arrodilladas. ¡Ahora, cuando este cuerpo es enteramente mío! Sé que es gusto su vidriera; mi bautismal esqueleto. — 41 —
¡Qué más aparte del cansancio, en mis nupcias con la vida? ¡Qué quieren que diga? Mentalmente, a minuto, por bocanadas de horas, me detengo en la Tierra de mi historia, y en bloque -por el denso pasado-; en bloque lloro; en claramente grande donde te he visto, más allá del ocaso, más allá de la hora, de las estaciones y su Tierra. -¡Qué edad tiene este año, con esta anticipada primavera? -¡Qué edad, cuando al calor del tiempo, tocándome me lleva en fuga hacia el otoño, abandonado, en la última y terca llamarada de septiembre? -¡Qué edad terrenalmente tiene mi mano, en este humo que no toco; pero en el que estaremos por siempre?
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Otra vez Otra vez, a esta edad donde Caronte nos espera, temprano en sus asuntos para el definitivo oficio. ¿A dónde nos lleva cuando todavía sin habernos vivido, nos condena? Soñemos en esta lejanía de los días ausentes -¿Te acuerdas?-, además del silencio, la música pastoral que nuestro padre escucha completamente. Hermano, tal vez menudos de vida, pudiéramos, sin cesar, hablarnos. Quizá me contarás cómo es que el acérrimo tiempo ha oprimido tus costillas. — 43 —
Y yo, desnudo y solo, hablarte desde la fragua de mi alma bohemia; porque la de antes, aquella de mi infancia, se me perdió a cierta altura de la vida. Y ¡ay!, cuánto después me ha costado, cuánto callo en mi cuerpo auditivo de cantores oídos; y cuán lejos la corona de mi reino, viviendo en la pompa de mis somáticos sentidos. Reanudo mi obstinación sin ninguna rama de olivo, y pregunto: “¿te acuerdas?”, y pido que seamos definitivos, fulminante el juez fulminándonos en una sola pieza; desde el ayer mustio hasta el verdor de ahora. ¡Qué solidario pasado con su propio pasado!; y yo sin una lámpara con qué alumbrar las piedras por donde ando. Qué ruina, hermano; cómo crecen las hierbas — 44 —
por donde hemos pasado; qué síntomas de óxidos nos da esta vida; cuán vieja está la iglesia donde nos bautizaron. ¿Y dónde está la terrosa calle donde jugamos? Adiós, canción, ausencia pastoral. Hasta otro día.
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Confusa Alba De noche es la voz y el rumor; el resto es el alma, visionaria en su templo. ¿Qué llama es esa que al enigma alumbra sobre el día serio y vela su confusa alba? El destino es un hondo deber por donde en honra vamos. Alguien sabrá, un día, dónde está el cielo del porvenir; y del resto, no sé si es locura, ¡con esta suerte mía!; no sé qué aureola se alza en este principio de mañana, o si un halo benigno persigue al ungido camino. No quiero y deseo consumirme en este brillo; pero aprieto mi corazón entre mis manos, y desde él, beso mi mundo: ¡Qué esfera de luz — 46 —
donde vivo, Dios mío! ¡Qué mano la tuya! ¡Qué labor para que algún día el amor nos recate, y se cumpla la obra que apenas nace! ¿El alba, dónde viene? ¡Allá!; tan lejana y tan cerca; donde todo parece una esperanza; las invisibles formas de la esperanza, por siempre a un puerto que nunca halla. Confusa alba, temblando he entrado en tu mañana, y entre la niebla no dejo que el timón doble mi hombro y acabe con mi mundo; ¡mi mundo a hombros! ¡Mi Atlas encontrado en el asombro! Mi destino avizorado en la confusa alba.
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Índice págs.
Presentación Algo Guanare Quédate un poco París Parte de mí Este sol Viaje Esta Vida Animal Ventana Nené ¿Te Acuerdas? Muscicápida ¿Dónde Están? Carta Día Olvido Tomás España Edad Libro Nadie Humo Otra vez Confusa Alba — 48 —
5 9 10 12 13 15 17 19 20 21 22 23 25 26 27 28 30 31 32 34 36 38 39 41 43 44
Este libro
Algo
se diseñó en la Unidad de Literatura y Diseño de FUNDECEM en noviembre de 2014. En su elaboración se utilizó papel bond, gramaje 20, y la fuente Book Antigua en 11 y 14 puntos.
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