Ediciones FUNDECEM / Infinito

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Infinito

Xavier Rodríguez

GIS

EL COSTURERO


En el cenit Nunca sabremos realmente dónde comienza, dónde termina, el movimiento de dar, recibir y devolver abrazos, pues el infinito es un tema que interesa a las mujeres y los hombres desde tiempos inmemoriales, una lemniscata de afectos que tanto nos acercan a la distancia abisal que nos separa... Sucede que nuestro riguroso sentido de la propiedad conspira contra la posibilidad de entregarnos plenamente. La Pacha parirá un tiempo sin miedo, sin teoremas complejos, sin teoría psicoanalítica, sin ilusión ni apariencia. Al final todos somos enigmas, con posibilidad de resolución en universos alternos... Allí donde mis errores se difuminan por la falta de gravedad, donde lo instantáneo se desmorona, donde la vida no se diluye por ser comunista, donde tus palabras, tu risa, tus sueños, tus miedos, tu sexo, tu lucidez, tu mirada, tu porte de niña grande se confabulan para ver morir un planeta. Allí, donde mis garabatos e insomnios ya no llevan tu rostro, donde la rabia ya no vibra en la frecuencia de tu voz, donde tu confianza crece y renace cual flor de loto.


Te escribo, quizás, para poder sanarme de una vez por todas, con la intensidad del sol de los venados, de los grillos por la noche, iluminado por una luna sonriente en el cenit de la bóveda celeste, con la certeza de que el tiempo lo destruye todo, las más grandes opresiones, los dolores de fuego, las desigualdades más bárbaras, las pesadillas del ego... A la lucha hemos de ir de cara al sol, conscientes de la luz que nos arropa, libres de nuestras mezquindades, de nuestras equívocos, de nuestras certezas idiotas... Que la victoria no nos abandona, que soledad la acompaña, que la masa de Saturno viaja en un sueño bañado por un halo lunar... Agradecido por las lecciones de vértigo, por las ideas diamantes, por la complicidad efímera. Nada, ni nadie podrá arrebatarnos las huellas profundas, los sabores divinos, los sueños vividos...


Sin palabras A veces busco las palabras lejanas, aquellas cuya raíz es corazón, alma, cielo, cosmos... con el tiempo me doy cuenta que solo permanece la distancia... Aquellas palabras cuyo tránsito por mi vida es una línea trazada por una mano oscilante, temblorosa... Aquellos verbos que me recuerdan esa mezcla de ternura, el nido del querer, la esencia, la unidad... Las palabras guardan nuestro fuego sagrado, nuestras íntimas jugadas, nuestros desvelos perversos, nuestros susurros, jadeos, lágrimas... En algún rincón perdí mis palabras, mudo me sumerjo en la piscina de lava...


Plenilunio Todos saben que tu plenitud abruma, que la exuberancia de tu luz, nos hipnotiza, que tu inmensa soledad mueve los mares, que nuestra ingenua fascinación rinde culto a sueños y fantasías. He visto danzar a las ninfas, sacan a pasear su lujuria secreta, he sabido de alquimistas que transforman tu luz en escarcha de plata. Luna de viajes, luna de la hierba que nace, luna de sangre, talismán de los locos y poetas. Con tu misterio he de construir notas musicales vibrantes como la fuerza del trueno. Con tu belleza bañaré los prados, las montañas, los amantes, el lenguaje... Así nacerá eternamente la chispa necesaria, el cristal más precioso, la flor más salvaje... Todos saben que tu plenitud baña la noche, el deseo...


Mangata Chandra Toda tu gracia se refleja en el mar yo te observo quiero llevarme algo de tu luz y convertirla en mariposas hacer un túnel brillante bordado de nubes y ser la vibración que se observa en el océano y fluir en una frecuencia poderosa invisible fluir hasta el amanecer...

Multiverso ∞

Un hilo sutil une la galaxia con el centro de la Tierra, haz de luz que nace de una gota. ∞ Con el camino por delante, la hormiga tambalea sobre sí toda la extensión del universo. ∞ Una nube entra a la casa y trae consigo los mapas secretos. ∞ La caravana de luciérnagas ascienden, (yo) las sigo...


Antesala Voy hacia el páramo de la soledad el frío congela la cabina del funicular el cableado se pierde en la espesa niebla una ciudad apocalíptica queda atrás explotando claudicando ante la hipnosis, la maraña. Es la antesala de mi muerte abajo la tormenta comienza pies y manos se desvanecen densidad que me abruma el colchón de nubes finaliza velocidad constante hacia las alturas. La frente en alto para recibir a las estrellas el renunciante se entrega al todo. Tras propileos de fráctales y danzas de luz el renunciante se vuelve espiral.

Mañana de lluvia Con un calor de siglos la piel se entrega a la nostalgia, con la timidez del viento mortal se va quedando mudo el canto, esta danza de siglos esconde soledades y ausencias, soy el grito ahogado, el vacío, los dolores, la memoria y el fuego, una gota en el océano, melancolía de lluvia...


Pupilas viajeras Mi transitar es de milenios, huellas fundidas en eras, universos nubes, primordiales, elementales. El sendero elegido fue construido por pasos, palabras/remolinos, reflejos mutantes, surcan vectores terrestres, oasis lejano, cercano, aquí, donde sostenemos esta plática, millones de voces repitiendo idiomas hermanados. Hablas con la certeza que solo el silencio pronuncia, respiras y germina la vida tonal, vibración de sonidos visionarios, corpúsculos de luz viajando, puertas que se conectan entre sueños, transito de espejos y símbolos, redes que van hilando el útero primigenio. Equilibrio del todo, abrazo de días y noches, oficio de remotos recuerdos, el eco de los centros ceremoniales, o el rumor del portal, nodo, la brisa fresca de la apertura, energía, radiación, millones de lunas alrededor, soles eclipsan tus versos, tus pupilas viajeras, hoy son un móvil perpetuo, mágicarueda...


Rumor ahogado del tiempo Pocas veces he sentido el tris de tu alma, la agonía del suspiro y el rumor ahogado del tiempo. ¿Hasta dónde los cuerpos se hacen inútiles para dos frecuencias que solo quieren ser una? ¿Hasta dónde el tic tac del reloj nos desvanece sin vernos? Transitaremos universos paralelos fogosidad con que arden nuestras noches, hogueras de amor encendidas con nuestros sueños y anhelos. Escarcha para reavivar los mares. Plenilunio de las cumbres. Hojas, flores y follajes de donde duermen los duendes de la ilusión, donde espero arroparte y disipar nuestros temores más agudos, para sentir tu aliento en mi aliento.


Páginas de oro Había hecho un descubrimiento. El libro que condensa la magia de mi niñez, cada historia, cada imagen. Es perfecto. Está en la biblioteca de mi liceo, en el estante de los tesoros junto a la literatura más fantástica. He pasado toda la tarde leyéndolo desde la primera línea hasta el colofón, luego camino a casa, con alegría, con tristeza, alucinado. Le cuento a mamá mi aventura, mientras compartimos un pan de guayaba y queso, mi merienda preferida, habitual, que hoy, sin embargo, no parece tan deliciosa. Mamá ha dicho que cuando un libro es tan especial, tarde o temprano, siempre vuelve a nosotros. Y tanto ha sido la continuidad, que sueño el libro, me sueño pasando sus páginas de oro, sentado a la mesa en una cabaña perdida en la montaña, parece un rancho construido de madera y bahareque, la brisa mueve los árboles, mueve el techo. El fogón está encendido, las letras brillan, briznas de paja arden produciendo reflejos brillantes, me cuentan que una vez fuimos uno. Ojos viejos me dirigen su mirada, desconozco donde están, en el libro, en la pared, en la brisa, desconozco a quién pertenecen esos ojos, ¿acaso serán mis ojos? La cabaña comienza a arder, despierto caliente, bañado en sudor, casi febril. Se me hace difícil conciliar el sueño, doy vueltas en la cama, mi mente va dando oscilaciones por el universo, el amanecer demora. Cuando llega la hora, me levanto y me arreglo para ir al liceo. Adormilado, veo desde la ventana del carro, la estructura devorada por las llamas, calcinada, un hedor perenne y cenizas flotando en el ambiente. La bibliotecaria me observa fijamente en silencio. En silencio.


Clones Cuando supieron que el Reich había caído, llevándose consigo días de oscurantismo y masacre, los amigos del arte se reunieron de inmediato. La cita concertó un día D en que se dirigirian al Chateau para ejecutar su misión. El Retrato de Lisa Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo, o La Gioconda. En aquel lugar se resguardan otros tesoros de la colección del Museo de Louvre, pero ellos, hipnotizados, febriles, van directo hacia Ella, no sin cierto miedo y el corazón retumbándoles. Al desempacar, la mirada los abstrae en contemplación, se imponen los detalles, cada color y cada trazo. La felicidad los embarga, son los protagonistas de un hito histórico, digno de las más eminentes celebraciones. Las fotografías del suceso, sin embargo, registran escuetamente el episodio, el triunfo del arte y la libertad por encima de cualquier tiranía. Solo el fotógrafo sabe que la original duerme tras paredes de hierro en Zúrich, en la caja fuerte central de la Unión de Bancos Suizos. Ofrece acompañar la imagen con un telegrama que comunica la buena noticia al mundo, una línea de texto precisa con un mensaje cifrado donde se lee: La Joconde conserva su sonrisa.


Soma sema

Para Krishna Lila Devi Dasi, senderista...

Esto que te voy a contar, puede ser una historia, un breve cuento, pero bien puede ser un poema, uno surgido al margen de los convencionalismos, una danza de palabras viajeras... Se dice que años atrás, mientras una renunciante transitaba un sendero que conduce a las ruinas de un antiguo cementerio, por las afueras de Atenas se encontró con una tumba muy antigua. Meditaba sobre los caminos recorridos, y sobre los que aún faltaban por recorrer, cercanos, distantes, mapa de pasos cuyo trayecto dibuja un caos hacia la liberación, un transitar emotivo como el que la traía frente a este lugar, un secreto guardado en el viento. Fue entonces cuando encontró la piedra labrada por unas manos perdidas en el tiempo y la intemperie, de manera rudimentaria se inscribían dos palabras, soma sema, que traducidas del antiguo griego de la Hélade al castellano moderno, querían decir, el cuerpo es la cárcel del alma. Con los dos vocablos en mente, la renunciante inicia su camino de regreso.


Llaves Es martes, estoy en un banco que se encuentra a punto de reventar, la gente entra y sale, un timbre que no deja de sonar, la atmósfera se torna caliente, una gota de sudor atraviesa la llanura de mi frente. Demás está decir que me muero del aburrimiento, siempre llevo un libro conmigo, pero hoy el libro no me acompaña, así que miro aquí, miro allá, y cuando creo que no hay más nada que hacer, me detengo a observar a un don, un hombre pasado de los sesenta años. De entrada, no identifico el llamado de atención, solo al cabo de un minuto puedo captar el motivo, el hombre carga un fajo enorme de llaves, lo lleva colgado al lado izquierdo de su cintura. ¿Veinte? ¿Treinta?, No sé, la curiosidad me ataca. El don siente mi mirada, intuye mi indiscreción, se voltea. Entonces, nos encontramos brevemente uno frente a otro, y yo, impertinente, no puedo reprimirla, Disculpe, ¿Por qué lleva tantas llaves? Mantiene una expresión seria, la mirada fija, ojerosa, insomne, permanente. Finalmente, echa una carcajada y me dice, Cada llave es una celda que algún día dejaré de abrir.


Panim el panim Un punto en la distancia se aproxima lentamente, es un beduino que avanza entre las dunas del Sahara. Las mujeres preparan labula, cosa de poder tener suficiente avĂ­o para cuando hagan parada las caravanas azules de los Tauregs. Tras largo rato, finalmente aparece el viajero, y durante el resto del tiempo podemos conversar cara-a-cara. Panim el panim expresiĂłn hebrea, de voces y palabras que nombra el palestino en su transitar de fuego por esta tierra prometida. El rostro-a-rostro. Una mirada que se descubre entre el silencio y el ruido, una tormenta de arena que revolotea el mundo y lo devuelve en el encuentro. Descubriendo su rostro, se revela el Otro como otro.


Durmientes El espíritu humano avanza de continuo, pero siempre en espiral. Goethe

El anciano toma mi mano, nuestro encuentro ha tardado miles de años, la evidencia se esconde en la mirada, en nuestros ojos que dialogan sin verbos de por medio, en cuyo iris se muestra la cartografía que nos trajo hasta el punto exacto. El viaje dibuja un espiral –me dice–, se proyecta tridimensionalmente como una hélice devoradora, todo lo que encuentra a su paso es aniquilado por su locomoción… –No puedo verla de otra manera –le digo, mientras un suspiro se despide– la traza es esencialmente degenerativa, los oprime, los martiriza. Pero, si en cada giro se va cerrando, se aprieta cada vez más, buscando implosionar, entonces ¿cuándo los volveremos a ver? –Quizás mañana o nunca… nos encontraremos con ellos cuando despierten.


Xavier Rodríguez Escritor, historiador del arte, curador y co-editor del periódico sobre artes y letras Arcabuco (www.arcabuco.blogspot.com). Sus poemas han formado parte de las siguientes publicaciones: Antología 4to Festival Mundial de Poesía (2007, Ediciones Sistema Nacional de Imprentas Regionales) Antología 5to Festival Mundial de Poesía (2008, Ediciones Sistema Nacional de Imprentas Regionales) Doce orugas en el viento. Antología de la novísima poesía merideña (2008, Ediciones Caminos de Altair). Antología 8vo Festival Mundial de Poesía (2011, Ediciones Sistema Nacional de Imprentas Regionales). Miembro del colectivo Casa del Costurero de los Sueños Emancipatorios “Eulogio Paredes” y de la Escuela Popular de Comunicación (EPC), Mérida, Venezuela. Sus poemas, crónicas y relatos pueden encontrarse en su blog personal Vía Textual (viatextual.blogspot.com).

Mérida, República Bolivariana de Venezuela / Septiembre de 2017 / Depósito Legal: ME2017000171


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