Carlos Augusto León 100 años
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Carlos Augusto León 100 años © Gonzalo Fragui © FUNDECEM Gobierno Socialista de Mérida Gobernador Alexis Ramírez Fundación para el Desarrollo Cultural del Estado Mérida FUNDECEM Presidente Pausides Reyes Unidad de Literatura y Diseño de FUNDECEM Ilustraciones: El río fertil / Ediciones de la UCV / Año1980 HECHO EL DEPÓSITO DE LEY Depósito legal: LF49120148003428 República Bolivariana de Venezuela Octubre - 2014
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Carlos Augusto León
100 años
Anécdotas y selección de poemas: Gonzalo Fragui
República Bolivarian de Venezuela OCTUBRE 2014
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Carlos Augusto León
Hoy, hace cien años, un 20 de octubre de 1914, nació el poeta, ensayista, periodista y político venezolano Carlos Augusto León. Estudió historia y geografía en el Instituto Pedagógico de Caracas, e Ingeniería Civil en la Universidad Central de Venezuela. Militante del Partido Comunista, sus ideas revolucionarias lo llevaron al exilio durante el gobierno de López Contreras, y a la cárcel y al destierro durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Vivió en México, Francia y en algunos países socialistas donde tuvo una destacada actividad como humanista y escritor. Muere en Caracas en 1997. Obtuvo varios reconocimientos: en la Unión Soviética recibió Premio Lenin de la Paz, (1953), y en Venezuela el Premio Municipal de Literatura (1943), El Municipal de Prosa (1946) con el ensayo “Las Piedras Mágicas” (sobre Ramos Sucre) y el Premio Nacional de Poesía (1948) por su libro “A Solas con la Vida”. Comunista siempre, Carlos Augusto León en un artículo titulado “Con mi pueblo contra el sistema”, publicado el 8-7-73, recordó al poeta portugués Almeida Garret y escribió: “Yo pregunto a los economistas políticos, a los moralistas, ¿ya calcularon el número de individuos que es forzoso condenar a la miseria, al trabajo desproporcionado, a la indigencia, a la ignorancia vergonzante, a la desgracia invencible, a la penuria absoluta, para producir un rico? Carlos Augusto León 100 años
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Dice el poeta Lubio Cardozo: “Muchos escritores de mi generación tenemos una deuda espiritual con Carlos Augusto León. Con él aprendimos la poesía y con su poesía a luchar. A escribir y a luchar, cada quien con su perfil propio y a su bien entender las cosas. Donde van hermanadas en el alma la acción creativa de la poesía y la lucha pero sin mutilar servilmente una en sacrifico de la otra” Fuimos amigos y camaradas del poeta Carlos Augusto León, cuya preocupación central fue siempre el Hombre, la Humanidad, los humildes, la Paz, la Naturaleza, por eso, desde FUNDECEM, con esta publicación, queremos rendirle un sencillo homenaje. Hoy, a sus cien años, queremos celebrar su vida y su canto con varias anécdotas de Gonzalo Fragui y una pequeña antología de sus poemas, porque sus versos siguen flotando en el agua del tiempo . Pausides Reyes
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Nâzim Hikmet y Carlos Augusto León
A finales de los años cincuenta se encontraron en un sanatorio de Barbija, en las afueras de Moscú, el poeta turco Nâzim Hikmet y el poeta venezolano Carlos Augusto León. Inmediatamente ambos poetas se hicieron muy amigos. Mientras mejoraban en salud, los poetas pasaban días enteros conversando sobre poesía y política en aquel tranquilo lugar. Pero, un día, la habitual paz se vio perturbada por la intempestiva presencia de militares que ocuparon todas las instalaciones y causaron una conmoción general. Minutos más tarde llegó un viejito con dificultades para caminar que se apoyaba en unos jóvenes soldados. Carlos Augusto y Nâzim se miraron. Sin decir nada se preguntaron quién sería aquel amable e indefenso anciano que era escoltado por militares del más alto rango. Después de varios días, los poetas vencieron la curiosidad y decidieron visitar al nuevo huésped. Llegaron a la habitación y encontraron al viejecillo que estaba siendo atendido en ese momento por una enfermera. Los poetas saludaron y preguntaron si podían pasar. Hablaban en francés. El anciano, en perfecto francés, respondió que sí y los invitó a sentarse. Inmediatamente preguntó quiénes eran. Primero habló Nâzim.
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-¡Nâzim Hikmet!- exclamó el anciano- es un placer conocerlo, yo he leído su poesía. Yo amo la poesía, incluso tengo escritos algunos versos. Después habló Carlos Augusto, quien dijo que era poeta venezolano. -¡Venezolano!- volvió a exclamar el anciano, y ahora habló largamente de su admiración por Simón Bolívar. Nâzim no lo podía creer. Carlos Augusto tampoco. Quién podía ser aquel anciano a quien reverenciaban militares soviéticos y que, además de ser poeta, conocía de poesía universal y amaba a Simón Bolívar. Ante la ansiedad, ambos poetas preguntaron al mismo tiempo: - Disculpe la molestia, pero ¿quién es usted?. El anciano respondió con sencillez: - Me llamo Ho Chi Minh.
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Es como si Jerry hubiera regresado
En 1937, el poeta Carlos Augusto León tuvo que viajar por primera vez a los Estados Unidos pero no tenía dónde llegar. Carlos Augusto estaba invitado a un evento literario y debía ir desde México, donde vivía en su primer exilio. Entre los muchos amigos poetas que Carlos Augusto conoció en México estaba Jerry, un norteamericano que vivía en Nueva York, donde se iba a realizar el evento literario. Jerry, al saber que Carlos Augusto no tenía dinero para pagar un hotel, le dijo que no se preocupara, que podía quedarse en su casa el tiempo que quisiera. - Dile a mi madre que es como si Jerry regresara. Efectivamente, al llegar a Nueva York, Carlos Augusto buscó la dirección, se presentó con la madre de Jerry y le dijo las mágicas palabras. La señora tomó de la mano a Carlos Augusto y le fue mostrando toda la casa. Esta es la habitación de Jerry. Esta es la cama de Jerry. Esta es la bicicleta de Jerry. Esta es la ropa de Jerry. Luego pasó a los deberes. Y Jerry lavaba los platos los jueves por la noche. Y Jerry llevaba a su hermana Cecil todos los sábados al cine. Carlos Augusto rápidamente se adaptó a la nueva vida. Iba al evento literario y cumplía con los deberes de Carlos Augusto León 100 años
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la casa. Se sentía tan cómodo que decidió quedarse unas semanas más. La madre de Jerry estaba igualmente feliz con Carlos Augusto y, al saber la noticia, le recordó otras tareas. Jerry cortaba el césped una vez al mes en verano. Jerry encendía la estufa, le leía poemas de Walt Whitman y sacaba la nieve que bloqueaba la entrada del garaje en invierno. Un fin de semana, la madre de Jerry y su hija Cecil salieron a visitar a una amiga y dijeron a Carlos Augusto que no las esperara esa noche. Pensaban quedarse a dormir donde la amiga. Pero, repentinamente, a la amiga se le enfermó un familiar y la madre de Jerry y Cecil tuvieron que regresar. Al llegar a casa, escucharon música a todo volumen. Abrieron la puerta y encontraron a Carlos Augusto y a otros jóvenes bailando alegremente con unas hermosas muchachas. Carlos Augusto, sorprendido, apagó de inmediato el aparato de sonido y pidió disculpas. La madre de Jerry se sonrió, amablemente les dijo que continuaran, apenas pidió que bajaran un poco el volumen y, mientras se dirigía a su habitación, movía la cabeza a ambos lados y decía para sí: - Es como si Jerry hubiera regresado.
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Carlos Augusto León Pequeña antología poética
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Vida
Vida mía: serás rítmica, pura, pulida, clara. Cuando me vaya le diré al futuro: ahí está el poema.
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De año en año
Saltamos de año en año como los pájaros de rama en rama Ellos no agotan el ramaje del bosque ni nosotros el tiempo interminable.
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Yo quiero que tu mano
Yo quiero que tu mano me diga suavemente la forma de mi rostro. Yo quiero que tus labios me den la certidumbre exacta de mi boca. Que tu cuerpo a mi lado me diga cómo es cierto que palpito, que vivo. Sin ti no soy, amada. Soy tan solo una duda, soy una sed apenas una terca pregunta, una ansiedad que tiene la forma de una vida. Sin ti no soy, amada. Acércate de nuevo. Estoy a punto ya de ser mi propio olvido.
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Quiero cantar un árbol
Quiero cantar un árbol en su escueta belleza: sus hojas de alegría, su tronco de firmeza. Quiero cantar la savia que va por sus entrañas, más pura que el arroyo que corre en las montañas. Y la raíz oculta, modesta en su tarea: alimentar al árbol sin que nadie la vea. Quiero cantar aquí la viviente madera que será el quieto lecho o la barca viajera. Quiero cantar la flor que alegra los sentidos y el fruto donde esperan los sabores dormidos. Quiero cantar un árbol en su exacto verdor, sin añadirle nada como no sea mi amor. Y quiero que los niños retocen en su sombra y escuchen cómo el viento en las ramas los nombra.
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Yo soy aquel que anduvo entre las gentes
Yo soy aquel que anduvo entre las gentes. No penséis que he partido. Esta soledad no tiene sombra ni límite mezquino. Es soledad de parto y nacimiento. A solas con la vida. Cuando el buen viejo parte el pan sobre la mesa, rodeado de sus hijos, tiene mi soledad entre sus dedos. Y cuando el campesino pasa su mano por el lomo del buey donde ha comenzado a posarse la noche, toca mi soledad en la fresca penumbra. Desnuda está frente al dolor de todos y en el centro del júbilo. Es estar solo en el sitio preciso donde nuestra esperanza nace del desespero.
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Sabed que yo no soy sino el poeta
Sabed que yo no soy sino el poeta. Y cuando alzo una torre, o cuando planto un árbol, sólo edifico alguna palabra de mi canto. Con desnuda pasión recorro los oficios: labrador en el alba, por la noche artesano. De cada oficio un día por entero me visto, Entrégole mi pulso, mi osamenta, mi mano, pero sólo en el ritmo de mi canto persisto. Cantar siempre a mi modo es mi deber más alto. Para crear un verso puedo sufrir cien años. Estoy de paso en todo lo que no es mi canto. Nadie piense en atarme con efímera cuerda, ni en detener mis pasos sobre la vasta tierra, nadie siquiera intente que esta voz se me pierda. Soy el que hace las naves o el que labra los campos, mas, cualquiera el oficio, no soy sino el poeta y estoy de paso en todo lo que no es mi canto.
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Proponerse vivir II
“Vive como si nunca hubieras de morir” Nazim Hikmet
Conocí a Nazim entre los altos pinos de Barbija, no lejos de Moscú. Él era igual que ellos. Tan alto, la cabeza levemente inclinada a un lado, como copa del árbol que oscila levemente. Juntos vimos pasar por las ventanas del sanatorio, todo el invierno, entre los pinos rusos, llegar la primavera. Hasta valía la pena estar allí enfermo, con tal de haberlo conocido. Nazim, mi amigo, luchó con los infarto, les dijo: “Todavía…”. Primero angina pectoris allá en la cárcel turca, más tarde entre hermanos. Terco volvía el infarto, él repetía: “Todavía no, debo escribir mis versos…”. Con su amor a la vida fue ganándole tierras a la muerte como los holandeses al mar. Yo nunca he visto Carlos Augusto León 100 años
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batalla semejante: su corazón tan frágil como un niño pequeño derrotando uno a uno los infartos un año y otro año. Y entre tanto él viviendo en todo, para todos, paladeando la vida, él escribiendo versos. Hasta el último día.
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Propaganda A la memoria de Mike Gold, nacido en Nueva York, poeta de “Primavera en el Bronx”, novelista de “judío sin dinero” y amigo mío.
Me dejaría tatuar en el brazo como un marino cualquiera el nombre de la amada y hasta un corazón atravesado por una flecha si ella me lo pidiese. No he tenido inconveniente en repetir su nombre muchas veces, en tonos diferentes y aprender de memoria todos los matices de su piel, su risa y su manera de hablar. Pero desde niño me han querido tatuar en la mente nombres innumerables de zapatos, de trajes, de autos, de pastillas para dormir y cremas dentríficas, de bancos, de funerarias, de cigarrillos y refrescos, y de las ideas que dicen tener los fabricantes de neumáticos, de cosméticos y de guerras. Me canso de oírlos. Me rebelo.
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Pero están en las paredes, en el aire, En el día y la noche de un mundo infestado de grandes y pequeños buhoneros más que de zancudos y mosquitos. ¡Qué hermoso sería conocer todos los nombres de los árboles, uno a uno, que nadie me ha enseñado, de cada animal que corre, nada, vuela, en vez de los innumerables artefactos que a diario me ofrecen en venta, en verdad intentando comprarme! Sólo me consuela pensar que no me han ganado, que más allá de todos ellos es mío y de los míos todavía el pensamiento y mi corazón pertenece sólo a quien quiero, a los pájaros, a las chicharras que cantan en este mes de mayo, a nuestros perros, al venado, a los peces que llenan el mar, a la graciosas espigas y sobre todo a mis amigos, a mi amada, a los hijos y los nietos, es decir, sobre todo al Hombre.
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Amor con los ojos abiertos I Soy secretario de este campo. Llevo la contabilidad de las espigas, de los escarabajos. Para la indagación de los mosquitos recurro a la teoría de los quanta. Tal vez podría tanta vida medir con cálculo integral. Varía de una a otra planta la velocidad de la savia: ¿inversa al diámetro del tallo? ¿Y la parábola del vuelo del cristofué, del arrendajo? ¿Cómo expresar en ecuaciones esa bella curva compleja que va trazando el colibrí? ¿Y qué decir de las reacciones en el suelo y en la semilla de bases, ácidos y sales? ¿Qué edad tiene este joven humus, Qué edad la roca sumergida, se esconde por aquí algún fósil? ¡Y cómo va sorbiendo luz, la intensa solar energía, cada hoja que en el aire se mueve! La temeraria hormiga arrastra cuántas veces su propio peso. Y qué esfuerzo hace el ciempiés en su múltiple caminar.
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Todo esto quisiera saber, todo esto y aún mucho más. Y después de saberlo todo séame dado siempre mirar con ojos de honesto labriego y decir hoja, tallo, flor, pájaro en vuelo, raicilla, con el mismo asombrado amor de quien los ve por primera vez. Y darme todo a esa emoción.
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Carta a los niños de la tierra …Los astronautas han hablado de cómo nos ven desde la lejanía. El primero de ellos comentó: “Siento nostalgia del planeta Tierra, con sus ríos, sus montañas. Un sentimiento nuevo en la historia del Hombre”. Y también dijo: “Ahora hay un nuevo patriotismo: el patriotismo de los nacidos en el planeta Tierra”. Sin dejar de amar a la patria de cada uno, sino precisamente amándola más, cultivemos ese nuevo sentimiento. Nuestro planeta lo necesita, el Hombre lo necesita si quiere seguir viviendo. Pensemos que vamos, como dijo U. Thant, en “la nave espacial Tierra”. No hay, por ahora, por milenios, peligro de naufragar. Pero sí es posible que se agoten los recursos a bordo. Cuidemos, pues, en ella, del aire, del agua, de la tierra, como cuida el navegante lo que lleva en su barco para subsistir. Amemos el planeta Tierra, que es un punto en el Universo, pero para nosotros es toda la vida. Gocemos plenamente de su belleza. Y amemos también el Amor, la Amistad, que son de las más hermosas creaciones del Hombre en la Tierra. Esta carta es, exactamente, una semilla de amor y de amistad. Yo la siembro, lleno de esperanza, en el corazón de Ustedes, niños de la Tierra. Carlos Augusto León 100 años
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Qué verde el campo se apagó aquel verde
Qué verde el campo, se apagó aquel verde. Qué fresca el agua, ya sin su frescura. Cuán tersa luz de madrugada pura que al perderse la infancia el mundo pierde. Nostalgia de la infancia que me muerde hasta hacerme llorar en su dulzura: nostalgia de un lucero en noche oscura donde toda mirada se nos pierde. ¿Cómo volver a aquel claror perdido que en huidiza penumbra se deshace? Yo siempre estoy un poco de regreso. ¿Dónde hallaré aquel verdor ya ido? Sólo en el hijo en quien mi voz renace. Infancia mía que en mis hijos beso.
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Te amé porque eres pueblo
Te amé porque eres pueblo, amada mía y amas igual que yo el pueblo puro, al pueblo tierno, sí, al pueblo duro, al pueblo en su esperanza y su alegría. Te amé porque tu lucha y mi porfía por la luz son y van contra lo oscuro y sientes la nostalgia del futuro que haremos nuestro y dulce un claro día. No puedo estar alegre si te alejas. Tu partida me duele y me desgarra. Miro la soledad que se avecina. Pero pienso en verdad que no me dejas y digo a la tristeza que me agarra: el camino que llevo, ella camina.
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Futuro a José Ramón Medina Aspiro a que unos versos míos sigan flotando en el agua del tiempo. No importa si mi nombre. Qué hermoso sumergirse en la obra y ser solamente, como esos pintores antiguos… O como los anónimos artífices de templos y catedrales. O bien perderse En el seno de una aldea, o de una ciudad, para ser como ese checo maravilloso: el gótico “Maestro de Trevon”. Estaré contento si en años de remota lejanía, de esos que no alcanzamos siquiera a imaginar detrás del horizonte, alguien repite -sin saber que son míosPor ejemplo estos versos: “Que a veces es más lento que los astros el tiempo de los hombres”.
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Sobrevivo I Sobrevivo a tantos que nacieron conmigo en aquel año catorce. Sobrevivo a niños de los campos que murieron como flores silvestres al nacer apenas, o murieron de hambre lentamente, de chipo y de zancudo. Sobrevivo a Félix, hijo del jardinero, flacucho y de ojos saltones, con quien siempre jugaba y un día cayó a la acequia y logró salir por sí mismo mas dijeron que yo lo había salvado. Y sobrevivo también a aquel caballo bayo tan brioso y reluciente de mis amigos, tan lleno de vida, se diría que siempre iba a seguir corriendo. Y sobrevivo a las pequeñas hermanas que se fueron tan pronto tras mucho sufrir y al hermano con quien iba al colegio. Y sobrevivo a los rosales del jardín, porque aquellos que compraron nuestra quinta no cuidaron de ellos como lo había hecho el padre para mirar complacido aquellas rosas: la Montecristo, la Reina de las Nieves. Y al padre sobrevivo… Carlos Augusto León 100 años
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II Sobrevivo a tantos que murieron juntos en aquel año catorce, en la guerra que inventaron los ricos, donde morían los pobres de Francia, de Alemania, de Rusia, de Italia… (Yo los miré más tarde, en el cine, locos de gas, perseguidos como ratas, saltando en los cráteres que abrían los obuses). Sobrevivo a tantos que murieron presos - mientras yo iba creciendo- en Venezuela o en la revuelta como Zuloaga Blanco. Y sobrevivo afortunadamente al general Juan Vicente Gómez porque qué triste hubiera sido conocer sólo aquel feudo triste y La Rotunda y “la carretera” donde sufrían los mayores. Y sobrevivo a mi amigo Eutimio Rivas que cayó cuando apenas salíamos de ese túnel y nos hizo llorar. Sobrevivo a tantos que murieron en combate en la Rusia de hace cincuenta años para derribar aquel mundo de madera podrida y su zar carcomido y derrotar luego al invasor. Sobrevivo a Vladimir Ilich …no, que él sigue vivo, qué manera de vivir, en millones de hombres, de escuelas y de granjas. de sputniks y de aviones y de libros. Sobrevivo a los muertos en las revoluciones, en la Gran Marcha de los chinos, Carlos Augusto León 100 años
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en el desembarco del Gramma. Y también y es más triste sobrevivo a los muertos en revoluciones que no llegaron a triunfar. A Beloyanis, de Grecia, que marchó hacia el patíbulo balanceando en su mano una flor. A Federico muerto en la guerra de España y a Miguel Hernández que se fue muriendo de cárcel en cárcel. Y sobrevivo - y estos son muchos más que los muertos en las revolucionesa quienes perecieron y siguen hoy muriendo por obra de las tiranías. A los millones muertos en campos de exterminio creados por el fascismo (por el fascismo, invento del capitalismo) a los innumerables judíos, polacos, alemanes, soviéticos, franceses, checos, holandeses, y tantos otros en quienes se quería aniquilar al Hombre. A los moradores de Lídice y de Oradour, los muertos en tortura, los guerrilleros del “maquis”, de Bulgaria, de Ucrania. Sobrevivo a Julius Fucik, que nunca olvidó al Hombre, a la alegría… Sobrevivo a quienes por millones perecieron en la segunda guerra que inventaron los ricos y que los pueblos tornaron contra sus más negros opresores. Carlos Augusto León 100 años
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Sobrevivo - y esto me duele tanto pensarloa esos infortunados que murieron de una bala perdida o de una desesperada bala nazi en la Casa de la Ciudad de Praga o en la Puerta de Brandeburgo cuando ya estaba lograda la victoria. Y sobrevivo con todo cuanto esto significa, a los asesinados de Hiroshima y Nagasaki, muertos de una muerte nueva que el hombre acababa de inventar y desde entonces a todos nos acecha. Sobrevivo a Albert Einstein - recuerdo que estreché su mano alguna vezquien tenía mirada de universo y nos alertó contra esa muerte. Y a Frederic Joliot Curie, el sabio, mi amigo humanamente sabio, que nos llamó a todos a luchar contra ella. Y a J. Robert Oppenheimer, también sabio, del grupo de Los Alamos, quien dijo: “los físicos hemos conocido el pecado”… Y sobrevivo a ti, David, hermano negro de Harlem cuyo canto era la voz del Hombre y a todos los negros que han muerto, en linchamientos, en procesos que eran también linchamientos, en manifestaciones en Detroit, San Francisco, en muchos lugares del Sur. Sobrevivo a quienes murieron en Corea…
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Sobrevivo a Nguyen Van Troi héroe, a tantos héroes que diariamente mueren en Vietnam, muertos de bala y de tortura, muertos de incendio y de napalm. Para matar la Muerte, cuánta vida da el pueblo, al Norte, al Sur. III Sobrevivo a poetas y amigos que he querido: al extraño y humano Ramos Sucre quien fuera mi maestro de latín, a Luis Castro que nos dejó tan pronto - si apenas comenzábamos a escribir-, a Andrés Eloy con toda aquella gracia de pueblo que había en él, a Leonardo, amigo, a quien asesinaron cuando aún tenía mucho que decir y que hacer, a Jacinto Fombona y su música profunda, a Casto Fulgencio que tanto amor tuvo para mis versos, a Enrique Bernardo tan viviente y moderno, a Mario Briceño que supo responder al mundo y ser cada vez más firme. Y a Anna Mayés, mi amiga mexicana en quien se me murió una parte de México, mi amado México del año treinta y siete y de después. Y a Saranánkara, monje budista de Ceilán, quien no faltaba nunca a los congresos de paz, mi amigo de cabeza rapada, túnica amarilla y corazón universal. Y a Madame Eugenie Cotton Carlos Augusto León 100 años
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quien prolongó su vida generosamente para mejor servir a la Paz. Y a Mike Gold que alentó mi adolescencia con su obra y sus brazos abiertos, al fraternal y suave ruso Fedor Kelin, al poeta Georgi Leonidze, de Georgia soviética, exuberante añoso “Gogla” para nosotros sus amigos, tan vital que es difícil imaginarlo muerto. A Carlos Luis Fallas con sus manos de obrero, con su alma sencilla y combatiente, a Nazim mi hermano grande de los ojos de hombre donde he visto mayor ternura humana. IV Sobrevivo a Alberto y a su muerte atroz. Y a Argimiro - ¿por qué no le daría aquella gorra china que tanto me pidió: ¡si yo hubiera sabido que era para irse al monte! Y a Luis Emiro que había sido marino y a punto de morir decíame estar: “Como un Capitán tratando de entrar a puerto luchando contra las tormentas de la vida” V Y cuando pienso en fin que a tantos y tantos sobrevivo, que en cada instante mueren tantos, tantos, de miseria, de injusticia, de crimen, o simplemente de cruel enfermedad, Carlos Augusto León 100 años
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de improviso cataclismo, me sobrecoge el pensamiento de lo mucho que vale nuestra vida, cada instante de vida, cada vida de hombre que se prolonga en años y una vez más decido seguir dándola ya que no la di en heroico combate, ya que no la he perdido en tanta guerra cruel, una vez más decido seguir dándola en la diaria tarea, limpiamente, para que el hombre viva.
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Monumento a la ternura
El monumento a la ternura no alcanza a un milímetro de alto, apenas tiene talla de un micrón. Pero lo contiene todo, como el beso, como la semilla, como la molécula del ácido desoxirribonucléico en donde están las huellas de padres y abuelos y los rasgos, el color de los ojos y todo cuanto ha de ser el hombre futuro. Su cimiento es la sonrisa de un niño, punto de apoyo único, semejante al pie de una danzarina que sólo sobre él hace gravitar su cuerpo. Formas de seno de mujer se entreven, en medio de una brillante sutil maraña que se eleva en la inusitada pero no deslumbrante claridad; en su red aparecen colores tenues, las primeras luces del alba, ciertos resplandores indecisos y últimos del ocaso, mas también algunas frutas, duraznos de suave bello, fresas maduras, las unas dulces a la vista, otras al paladar y también cantos de pájaros, finos gorjeos, trinos frágiles, sureo de torcaces. En la tierna maraña que se eleva hay palabras que se engarzan, las más suaves, aquellas que el hombre ha creado en milenios de amor sobre la tierra y que han venido decantándose, depurándose, hasta ser breves, magníficas, palabras en voz baja y soledad de hombre y mujer, en diálogo nutricio de madre y su niño reciente, de padre con el niño, de abuelo y abuela conmovidos, palabras sólo muy contadas, sólo las necesarias, como las que de pronto humedecen los ojos del hombre, del amigo, en medio a la faena, en medio al diario agitado vivir. Carlos Augusto León 100 años
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En el monumento, minimento, a la ternura están todos los animales y hombres que acaban de nacer, por cuya piel de becerro pasa una y otra vez la lengua de la vaca, por cuya cabeza de osezno pasa una y otra vez la lengua de la osa, por cuyas patas de perrito, de conejito, pasa y va y viene la lengua de la perra, de la coneja maternales; por cuya piel de niño retozan los besos de la madre. Y al acercarse a este monumento -minimento- de la ternura, se escucha el correr de muchos arroyuelos, cuyos ruidos no se unen en tormenta sino siguen dispersos en campanilleo brillante que no llega a hacerse ingrato. Y el aire, en torno, tiene la suavidad de los capullos, de la piel de los muslos -de la cara interior de los muslosen una muchacha adolescente, la suave piel de los recién nacidos, la que aún en el hombre sigue siendo suave en algunos recodos del cuerpo. Y al acercarse al monumento de la ternura, todo ser, todo hombre comprende que no hay en el Cosmos nada comparable a ella, ni en los astros más remotos, galaxias desconocidas, ni aquí en la alcoba de cada uno y la ternura es sentida por todos como la suprema razón de ser, sin la cual la vida, toda la vida, sería apenas la mitad de sí misma, la diezmillonésima parte de sí misma.
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ÍNDICE Págs.
Carlos Augusto León
5
Nâzim Hikmet y Carlos Augusto León
7
Es como si Jerry hubiera regresado
9
Carlos Augusto León Pequeña antología poética Vida
13
De año en año
14
Yo quiero que tu mano
15
Quiero cantar un árbol
16
Yo soy aquel que anduvo entre las gentes 17 Sabed que yo no soy sino el poeta
18
Proponerse vivir
19
Propaganda
21
Amor con los ojos abiertos
23
Carta a los niños de la tierra
25
Qué verde el campo se apagó aquel verde
26
Te amé porque eres pueblo
27
Futuro
28
Sobrevivo
29
Monumento a la ternura
36
Este libro Carlos Augusto León 100 años se imprimió en la Unidad de Literatura y Diseño de FUNDECEM en octubre de 2014. En su elaboración se utilizó papel bond, gramaje 20, y la fuente Book Antigua en 11 y 14 puntos.
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